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Miro

a la cara a Edward. «!Gracias al cielo!», pienso y lo ayudo, aunque él es


el que realmente saca a Nora de las escaleras.

—Vamos a mi habitación —digo y Edward asiente con la cabeza.

Apenas la coloca en mi cama se queda dormida. Suspiro.

—Eso ha sido bastante peligroso —digo y miro a Edward quien me está
mirando de una manera… «!Oh! Cierto, estoy bastante ligera de ropa».

Me hace señas de qué hablemos en otra parte. Cojo antes de salir la bata.
No por él, sino por mi primo o mis padres que no han llegado a casa.

Una vez en el pasillo.

—Vamos a mi habitación —susurra.

—Pero…

—Pete no está.

Asiento con la cabeza y lo acompaño.

Entramos a la habitación, ha dejado una lámpara encendida. Cierra la
puerta y me coge por la cintura haciéndome volverme. Como si fuese un
torbellino de pasión comienza a besarme la boca y su mano abre mi bata.
Dejo que me la retire y caminando hacia atrás caemos en la cama, los besos,
mi corazón latiendo de prisa. El excite, la hora, todo es sublime.
En segundos le saco la franela y bajo mis manos por sus costados. Me
detengo en el elástico de sus pantalones de pijama. Hace que nos sentemos en
la cama, lleva sus manos a mi cintura y las sube rápido, no hace falta que me
hable, subo los brazos y me saca la blusa. Su mirada se posa en mis senos
transparentes por el sostén. Me besa con intensidad en los labios y luego baja
su boca a mi cuello. Su besos van descendiendo, vuelve hacerme recostar
boca arriba. Besa mi ombligo y se detiene en el elástico de mis shorts. Da
pequeños besos cuando va bajando el short sin sacarlo por completo. Mis
jadeos se escuchan suaves, intento controlarme. Me saca el short y sus ojos se
abren. Se pone de pie y veo la carpa en sus pantalones. Se lo saca y no tiene
ropa interior. Me relamo los labios. Se acerca a mí y me besa con apremio. Su
manos, las siento en caricias que hacen que me derrita. Su respiración en cada
beso que da en mi piel desnuda, su aliento me acaricia también. Al llegar a mi
ombligo se levanta y observo como coge un condón de encima de la mesa de
noche. Se lo pone y me saca la parte de debajo de mi ropa interior. Vuelve a
ser un recorrido de besos hasta llegar a mi boca y sintiendo su mano bajando
por mi ombligo comienza a acariciar mi zona intima. Estoy tan húmeda y
excitada que si toca allí… moriré de placer.

Narra Edward.

Mi miembro va a explotar y todavía no estoy dentro de ella. Su cuerpo, su
mirada, sus besos, ¡Joder es perfecta! Tiene toda mi atención. Cada parte de
su piel que beso hace que suba al cielo. No quiero ir rápido, quiero hacerla
sentir todo lo que vale para mí. «Quiero…». Me sorprende sacándose el
sostén y baja una mano hacia mi duro miembro. Me muerdo el labio con
fuerza para no gemir y siento que estoy perdiendo el control.


Narra Helena.

«Esto es, jamás creí que perdería mi virginidad así, con tanta pasión y
gustándome alguien, como me gusta él. Ni sabía que yo podría llegar hacer
tan apasionada, hasta ahora».

—Haz…lo… entra… —digo cuando siento que tendré un orgasmo si
continúa tentándome tanto.

Sus ojos se encuentran con los míos. Mi zona caliente esta a toque. En
respuesta me da un beso que hace que me contraiga de una manera tan
placentera parecida a cuando tengo un orgasmo. Deja de besarme y sube un
poco, ya que su miembro no está cerca de mi zona íntima. Antes de que
Capítulo 5

lleve su mano a su erecto miembro rozo mi hendidura húmeda con su
erección y este gime. Y así comienza a entrar deslizándolo de una manera,
«!Por Dios! Se siente…». Muerdo mi mano para no gemir. Cierro los ojos por
el placer, no hay dolor. Termina de entrar y… no hay palabras.

—Te… ¿te duele? —logra preguntar a duras penas por la excitación.

—No —respondo y alzo mis caderas. Escucho como gruñe. Está haciendo
un esfuerzo por no gemir, pero es inútil, igual se filtra un poco el sonido.

Comienza a moverse y entrelazo mis manos con las de él y le clavo las
uñas. «!Delicioso!». Se movía lento, hasta que comenzó a ir de prisa y todo se
intensifico.

Narra Edward.

Despacio, no puedo, lo intenté, sentirla, estar dentro de ella, es demasiado
jodidamente genial. Cada vez que alza las caderas me hace perder el control y
ya no puedo dejar de embestirla rápidamente. Mi pene está tan duro y listo
para liberarse… Sus gemidos se escapan muy seguidos. Cojo una almohada y
ella entiende de inmediato la coge y muerde un pedazo de esta. La miro y mi
miembro se contrae.

Narra Helena.

Estoy tan apretada, siento que ya estoy… «!Por Dios!», muerdo con
fuerza la almohada y un orgasmo masivo se desata en mi interior. Me embiste
de prisa y siento como su pene se tensa dentro de mí y se mete rápidamente
en la boca su franela, la cual muerde con fuerza. «Se ha corrido». Dejo de
morder la almohada y respiro aceleradamente. Él me copia y siento su pecho
subiendo y bajando de prisa sobre el mío. Sin salirse de mí, me abraza y
disfrutamos de unos segundos así.

He perdido la virginidad. Ha sido magnifico. Estaba tan excitada que no
sentí dolor o molestia alguna. Lo que más me ha impresionado, es que me ha
sacado un mega orgasmo en mi primera vez.

Recostada ahora sobre su pecho, disfruto de los latidos de su corazón.
Sueño, la relajación me ha dado sueño. Sin embargo no podíamos pasar la
noche juntos. Nora está en mi habitación y Pete podría decir pasar la noche
acá. De hecho nos hemos arriesgado. Edward cerró la puerta con seguro, pero
de todas maneras fue peligroso.

—Tengo que irme —digo con pereza.

—Lo sé, me encantaría que pasarás la noche conmigo. Será en otra
ocasión —responde y lleva mi cabello hacia atrás de mis orejas. Dejo caer la
sabana que cubre mis senos; no los tenía cubierto por vergüenza, ya que con
él me siento libre. Hace frío por la estación. Bostezo y alboroto mi cabello
con ambas manos. Mis senos se alzan por hacer tal movimiento.

—Pequeña Troya, me tienes alucinando. Tu cuerpo es hermoso; mejor
cubramos esto —dice subiendo la sabana.

Lo miro alzando una ceja con diversión.

—¡Diablos! No me mires así o te tomaré nuevamente —dice sonriendo de
lado y le saco la lengua.

Me toma por la cintura y se sube encima de mí y yo me río.

—Me encantaría conocer la comida de campeones —digo refiriéndome al
mañanero, al sexo al despertar.

Los ojos se le abren como platos.

—Sabes cómo ponerme duro en segundos —«!Por Dios! Me siento tan
mojada ahora».

Lo beso y me detengo.

—Me tengo que ir —digo en sus labios. Puedo sentir su miembro aunque
la sabana este cubriendo mi zona íntima.

Narra Edward.

Verla vestirse y no poder detenerla para hacerle el amor por segunda vez y
amanecer juntos, fue duro, tan duro como mi miembro erecto. Soy patético,
está joven, inocente, dulce chica, me ha robado más que el corazón. Mi
cuerpo gravita hacia ella. La besé en cada oportunidad que pude, me miraba
con ganas y a su vez me rogaba que me detuviera porque es cierto, es una
tortura intentar convencerla de quedarse, no solo una tortura es peligrosa. Son
las 3 de la mañana, ya nos hemos despedido. Pongo seguro en la puerta y no
puedo evitar recrear en mi mente todo lo que sucedió recién con ella. Me
recuesto en la cama y llevo una mano distraídamente a mi miembro el cual
está muy duro. Me levanto y saco de mi maleta un tubo de lubricante. Lleno
mi mano izquierda y con la imagen de sus ojos, su cuerpo, su manera de
tocarme, comienzo a trabajar mi palpitante miembro erecto. Tenía muchísimo
tiempo sin excitarme de esta manera. Pequeños gemidos se escapan de mi
boca. ¡Dios! Sí solo fuese ella la que me estuviese tocando ahora, de
imaginarlo… no duraré nada así. Intento respirar pausadamente. No puedo
evitar tener su cara en mi mente. Se ha metido bajo mi piel. Siento que no
puedo más, cojo mi franela y la meto en mi boca, y acelero el trabajo, me
corro de una manera tal vez no tan brutal como lo hice con ella, pero ¡joder
que placer! Su nombre retumba en mi mente, pequeña Troya me he corrido en
tu nombre.


Narra Helena.

Lista, me di una ducha rápida en la habitación de mis padres. Me llevé un
pequeño susto al ver sangre cuando lavaba mi parte íntima. Tuve que buscarlo
en internet. Me relajé al investigar que es completamente normal. Lo que me
impresiona es que no me dolió. Es obvio que mis padres no vendrán a casa,
así que no me queda de otra que dormir en su habitación. De estar ellos aquí,
tendría que dormir en el sofá del viejo estudio del nono. El sofá es cómodo,
pero no para dormir, tiene resortes sueltos. Con el recuerdo fresco de mi
primera vez, me acuesto sonriente. No sé cuando caí rendida, lo que sí sé es
que la madrugada voló.

Siento que me sacuden suavemente y me pesa abrir los ojos, pero lo hago.
Al enfocar la vista observo a mi mamá.

—Buenos días, hija —dice sonriendo con cara de cansancio. «Se nota que
el desvelo de ella es peor que el mío». Le sonrío de vuelta y me froto los ojos.

—Buenos días. ¿Acabas de llegar? —pregunto y observo en una de las
mesitas de noche, que son las 8:00 de la a.m. «Más tarde de lo que imaginé
que sería».

—Sí, desayunamos en el hotel. Ya puedes volver a tu habitación, si
quieres. Sé que no dormiste allí por cederle tu cama a Nora. Me parece muy
lindo de tu parte —dice sacándose los pendientes.

—Sí, ¿cómo te enteraste? —pregunto intentando sonar casual.

—Ella nos dijo. Desayunó con nosotros.

Intento no fruncir el ceño. «¿Por qué habrá contado? No tiene sentido. Al
menos que no sea haya delatado sobre su borrachera. Es mayor de edad, pero
de todas maneras sería una raya para ella», analizo, pero no encuentro lógica.

—Entiendo y, ¿vino con ustedes? —pregunto levantándome.

—No, se quedó en el hotel, se encuentra indispuesta.

«Mintió, ¡por supuesto que sí! Es obvio. Indispuesta, no, tiene una
horrible resaca», no puedo evitar sentirme culpable. «Su novio la termina y se
emborracha, para luego terminar en mi habitación, de una persona que no le
cae bien u odia».

—¡Hey! Helena —dice, mamá y salgo de mis pensamientos.

—Lo lamento, ¿qué has dicho?

—Te dije que me ha sorprendido ver el pijama que has utilizado. Estamos
en verano y te pregunte, ¿quieres que te haga unos panqueques?

Sonrío.

—¡Oh! Este pijama —digo tocándome la blusa distraídamente—. Anoche
no me dio tiempo de buscar al más. No quería molestar a Nora, se durmió
apenas puso la cabeza en la almohada. Y con respecto a la comida, no,
gracias. Creo que saldré por un café y tal vez un muffin. Te vez cansada,
mamá, no quiero ponerte a hacer nada.

Mamá me mira con ternura.

—Bueno en ese caso, me daré un baño y descansaré un rato —responde y
dobla la bufanda que sea ha quitado recién.

—Sí, te lo mereces. ¿Te la pasaste bien?

—Sí, muy bien de hecho. Caroline es muy agradable —dice con una
sonrisa de oreja a oreja.

Me alegro por mamá, se merece divertirse. Sus amigas se han ido del
pueblo y las que quedan, pues son muy estiradas.

—Y papá, ¿qué tal la pasó? Y, ¿dónde está?

—Bien, estuvo hablando mucho con Pete. Se puso al día. Está con tu tío,
se quedaron conversando después del desayuno.

—Me alegro, ¡oh! Y mi tío, ¿qué tal? —digo intentando acostumbrarme a
decirle así. Mamá sonríe de una manera curiosa al mencionarlo. «O creo que
me lo he imaginado», se da vuelta y coge un cepillo para el cabello de su
peinadora.

—Tu tío, él compartió con todos. Bueno, cariño, iré a por esa ducha
caliente o tal vez usé la bañera —dice sonriente y me da un beso en la frente.

—Ok —respondo sonriéndole.

—¡Oh! Y, usa la bata al salir. Está el novio de Nora en la casa —dice
girándose y luego sigue su camino hacia el baño.

—Por supuesto —respondo rápidamente.

Dejo la habitación con la bata puesta. Entro a mi habitación y para mí
sorpresa la cama está hecha y todo está en orden. No hay vomito o un
tiradero. Me dirijo al baño y está perfecto, limpio, sin embargo noto que huele
a detergente. «Vomitó y lo limpió. ¡Vaya! Es decente», pienso y aprovecho
que estoy en el baño para alistarme. No puedo evitar en pensar en Edward.
Me apresuro a cepillar mis dientes y me visto volando. Mamá se tardará en el
baño y lo más probable duerma un poco. Salgo de mi habitación. Observo el
pasillo, por si aparece Pete o incluso papá decide volver a casa. No hay nadie.
Llamo a la puerta de la habitación en donde se encuentra Edward y siento la
adrenalina en mi cuerpo. Pasado unos segundos abren y mi sonrisa es
instantánea. Edward me mira somnoliento vistiendo tan solo el pantalón de
pijama, pero ha cogido la sabana para medio cubrirse, no sé si porque tiene
frío o porque ha de pensar que era mi mamá y por respeto no quiso salir con
el torso desnudo, aunque es hombre. Observo algo rojo en la sabana y me
apresuro a entrar a la habitación empujándolo en el proceso.

—¡Hey! Helena, ¿qué sucede? —me pregunta una vez que cierro la
puerta.

—Lo lamento, no he querido ser brusca, pero mira —digo quitándole la
sabana y enseñándole la mancha de sangre, «mi sangre».

Frunce el ceño y luego abre los ojos comprendiendo al instante. Mi cara
es de horror y este sonríe con tranquilidad haciendo que frunza el ceño sin
sonreír.

—Discúlpame, no me estoy burlando ni mucho menos. Es normal…

Lo interrumpo.

—Sí, lo sé, sé que no te has burlado y que es normal… la sangre. Lo que
quiero decir, es que hay que ocultar esto. De entrar Pete a la habitación…

Deja de sonreír y se acerca hasta mí y me acaricia el brazo en un gesto
para calmarme.

—No la había notado. Descuida, —dice con sinceridad y vuelve a sonreír.
Me abraza. El sol, su abrazo es tan cálido como el sol—, muy buenos días,
pequeña Troya.

Sonrío ampliamente.

—Buenos días. He pasado por aquí, porque quería verte un rato antes de ir
a desayunar.

—¿No comerás aquí? —pregunta curioso.

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