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Crisis de los 80

En 1982, se hablaba, al igual que hoy, de tres potentados económicos. Sin embargo en
ese momento no se llamaban Santo Domingo, Ardila y Sarmiento. Eran Santo
Domingo, Ardila y Michelsen. Y no eran pocos quienes creían que el tercero era el más
poderoso. Jaime Michelsen Uribe probablemente pasará a la historia como el
colombiano que cayó de más arriba. La crisis financiera de 1982 estuvo marcada por
toda clase de personajes secundarios que acabaron enredados en la misma. Pero Jaime
Michelsen era 'el águila'. El símbolo del mayor poderío de Colombia en ese momento.
Es muy difícil para el ciudadano común comprender los vericuetos de la crisis
financiera. Si hubiera que describirlos en forma sencilla tocaría decir que, para evitar los
excesos del sistema bancario, el gobierno de Belisario Betancur pasó unos decretos
draconianos que hacían imposibles las prácticas del pasado. El cumplimiento estricto de
estos decretos obligaría a múltiples entidades financieras a tener que liquidarse para
ajustarse al espíritu de la ley. Como el suicidio no es un proceso mental muy común
entre los banqueros, éstos en lugar de acatar las nuevas normas y desmontar sus
estructuras de poder decidieron hacerle el quiebre a la letra de la ley y tratar de
mantener sus imperios. Eso los dejó a casi todos por fuera de la ley y es el origen del
carcelazo colectivo que se presentó más tarde. La persona que dio pie para que se
promulgaran esas normas draconianas fue el propio Jaime Michelsen. Fue tal su éxito en
la selva del capitalismo salvaje de los años 70 que fue necesario imponer controles y
trabas para que no se tomara al país. Esos controles consistieron en estudiar todo lo que
había hecho Jaime Michelsen y simplemente prohibirlo. De la caída de Jaime Michelsen
se puede decir que es única en el sentido de que perdió todo su patrimonio. La gente que
pierde imperios generalmente tiene 'guardados' y queda con el mismo estilo de vida de
los días de la opulencia. Michelsen Uribe fue un verdadero caído. Perdió no solamente
el poder sino también el dinero, la libertad y después la salud. Lo único que le quedó fue
la familia. Pero en el mundo de él, que nunca fue de ostentación, eso era más que
suficiente. La crisis financiera fue el primer derrumbe institucional importante que hubo
en Colombia. Durante un tiempo se perdió la fe en la solidez y la seguridad del sistema
bancario. Cuando esto sucede las consecuencias son generalmente graves. Porque
cuando se pierde la fe en los banqueros se está perdiendo la fe en los cancerberos del
capitalismo. En otras palabras, se está cuestionando todo el sistema. En Colombia, como
fueron medidas gubernamentales las que desencadenaron la crisis, las mismas medidas
lograron contenerla. La reacción de la sociedad fue un exceso de conservatismo por
parte del sistema financiero. Eso ha tenido dos consecuencias. La primera es que hoy
existen un margen de intermediación y unas tasas de interés muy altas que responden en
parte a esa timidez bancaria posterior a los 80. La segunda es que se perdió parte del
dinamismo bancario que existía en los días de los excesos y el ritmo de crecimiento del
sector se redujo. Por esto es que hoy tenemos un sistema bancario proporcionalmente
menor al de países del mismo nivel de Colombia
La crisis de los 90
La crisis financiera colombiana de los años 90 (1998-2001) fue la más profunda y
costosa de todas las que tuvieron lugar durante el siglo pasado. Para entender su
impacto basta recordar algunas cifras que ilustran el difícil momento que enfrentó
nuestro país:
En primer lugar, entre 1998 y 2001, la entonces Superintendencia Bancaria intervino 24
establecimientos de crédito con fines de liquidación (de un total de 104 que funcionaban
en 1998), cifra que, contrastada con las 20 instituciones que esa entidad intervino
durante los 30 años anteriores a la crisis (1967-1997), evidencia el rápido deterioro que
experimentó el sistema financiero.

En segundo lugar, la desconfianza generalizada en las instituciones financieras, junto


con las expectativas desfavorables acerca del desempeño de la economía colombiana.
En tercer lugar, la crisis tuvo un impacto significativo desde el punto de vista fiscal. El
gobierno nacional se vio obligado a destinar cerca de 26,4 billones de pesos para su
resolución (monto equivalente en precios constantes al 15,4 por ciento del PIB de
1999), recursos que en circunstancias normales se habrían dirigido a otro tipo de
inversiones públicas. Con el fin de obtener parte de la financiación requerida y contar
con las facultades necesarias para la instrumentación del programa de salvamento, en
noviembre de 1998 el gobierno de entonces declaró la Emergencia Económica, la cual
adoptó, entre otras medidas, el impuesto a las transacciones financieras.

No existe una vacuna para evitar las crisis financieras. Los períodos de auge y
desaceleración son inherentes al funcionamiento de las economías de mercado. Por tal
razón, debemos estar dispuestos a asumir los costos de los ‘malos tiempos’ y a adoptar
las medidas necesarias para minimizar sus efectos.

La crisis financiera colombiana de los años 90 (1998-2001) fue la más profunda y


costosa de todas las que tuvieron lugar durante el siglo pasado. Para entender su
impacto basta recordar algunas cifras que ilustran el difícil momento que enfrentó
nuestro país:
En primer lugar, entre 1998 y 2001, la entonces Superintendencia Bancaria intervino 24
establecimientos de crédito con fines de liquidación (de un total de 104 que funcionaban
en 1998), cifra que, contrastada con las 20 instituciones que esa entidad intervino
durante los 30 años anteriores a la crisis (1967-1997), evidencia el rápido deterioro que
experimentó el sistema financiero.

En segundo lugar, la desconfianza generalizada en las instituciones financieras, junto


con las expectativas desfavorables acerca del desempeño de la economía colombiana.
En tercer lugar, la crisis tuvo un impacto significativo desde el punto de vista fiscal. El
gobierno nacional se vio obligado a destinar cerca de 26,4 billones de pesos para su
resolución (monto equivalente en precios constantes al 15,4 por ciento del PIB de
1999), recursos que en circunstancias normales se habrían dirigido a otro tipo de
inversiones públicas. Con el fin de obtener parte de la financiación requerida y contar
con las facultades necesarias para la instrumentación del programa de salvamento, en
noviembre de 1998 el gobierno de entonces declaró la Emergencia Económica, la cual
adoptó, entre otras medidas, el impuesto a las transacciones financieras.

Por último, y como era de esperar, los efectos negativos de la crisis del sistema
financiero se propagaron con rapidez al sector real de la economía. En efecto, la
turbulencia financiera, junto con los problemas de seguridad y de inestabilidad política
que enfrentaba el país, provocó la más profunda recesión económica de la historia
reciente (el PIB se contrajo un 4,2 por ciento en el año 1999, mientras la tasa de
desempleo superaba niveles del 20 por ciento).

No obstante la magnitud y la profundidad de la crisis, las medidas implementadas


tuvieron resultados positivos. Por una parte, se logró recuperar la estabilidad del sistema
financiero y proteger el buen funcionamiento del sistema de pagos de la economía, lo
que evitó el pánico entre los depositantes y obligó a los accionistas de las entidades
privadas a asumir parte del costo del salvamento. Por otra parte, una importante porción
de los recursos estatales invertidos en la resolución de la crisis se ha recuperado. A
diciembre de 2008, el gobierno había recaudado cerca de 22 billones, un monto
equivalente al 11,3 por ciento del PIB de 1999.

Resulta también positivo constatar que la relativa solidez de Colombia frente a la actual
crisis financiera internacional proviene, en buena parte, del aprovechamiento de lo que
las autoridades, los banqueros y el público en general aprendimos en un episodio que
fue muy controvertido, penoso y costoso. En efecto, fue a partir de las lecciones que
dejó la crisis de los años 90 que Colombia emprendió un proceso de ajuste en los
niveles macro y microeconómico, que hace al país hoy menos vulnerable que en
décadas anteriores.

El caso interbolsa
Hasta 2008 operaba como un conglomerado poco integrado con una participación
controladora en un número de empresas más pequeñas, cada una especializada en una
región diferente (Panamá) o producto (InterBolsa Futures). En 2009, después de que se
trasladó al mercado brasileño al adquirir todo el Finabank por US $ 21 millones, se
organizó oficialmente en una sociedad holding llamada Grupo InterBolsa

Estalló el escándalo por el descubrimiento del desvío de millonarias sumas de dinero


por parte de la directiva de Interbolsa (principal corredor de bolsa del mercado bursátil
colombiano) de su “Fondo Premium” para su uso personal. Se estima que los perjuicios
ascienden a más de $340.000 millones de pesos (unos $170 millones de dólares a la tasa
de 2012), perjudicando a más de 1.200 inversionistas, originando también su
intervención por parte de la Superfinanciera y posterior quiebra.

Por este hecho fueron enviados a la cárcel los miembros de la Junta Directiva de
Interbolsa Tomás Jaramillo y Juan Carlos Ortiz, además de otras personas vinculadas
con la entidad.[14] También por este hecho fue condenado a prisión el expresidente de
Interbolsa; Rodrigo Jaramillo, además del pago de una multa de $7.000 millones de
pesos (USD$3.600.000 de 2012), pese a la inconformidad de las víctimas de esta estafa,
porque el condenado tendría prisión domiciliaria debido a su avanzada edad

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