Tema 8. Eficacia y validez de los actos administrativos. Revisión de oficio.
Eficacia y validez de los actos administrativos.
El procedimiento administrativo se entiende como el conjunto ordenado de trámites y actuaciones formalmente realizadas, según el cauce legalmente previsto, para dictar un acto administrativo o expresar la voluntad de la Administración Pública. El procedimiento administrativo constituye una garantía de los derechos de los administrados, ya que asegura la pronta y eficaz satisfacción del interés general, mediante la adopción de las medidas y decisiones necesarias por parte de los órganos de la Administración. Esta doble finalidad del procedimiento administrativo, como instrumento de eficacia y como garantía de los administrados, está firmemente establecida en la Ley 39/2015, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas (LPACAP). La LPACAP regula los derechos y garantías mínimas que corresponden a todos los ciudadanos respecto de la actividad administrativa, tanto en su vertiente del ejercicio de la potestad de autotutela, como de la iniciativa legislativa y la potestad reglamentaria. Para ello, la LPACAP tiene por objeto regular el procedimiento administrativo común a todas las Administraciones Públicas, incluyendo el sancionador y el de reclamación de responsabilidad. La LPACAP recoge también los requisitos de validez y eficacia de los actos administrativos, así como aquellos a los que se ha de ajustar el ejercicio de la iniciativa legislativa y la potestad reglamentaria. La LPACAP se aplica a todo el Sector Público, lo que comprende la Administración General del Estado, las Administraciones de las Comunidades Autónomas, las entidades que integran la Administración Local y el sector público institucional. La LPACAP resuelve el problema del momento en que son eficaces los actos administrativos, estableciendo como regla general que los actos de la Administración Pública se presumen válidos y producen efectos desde la fecha en que se dicten, salvo que en ellos se disponga otra cosa. Para estudiar la eficacia se analiza, en consecuencia, el momento en el que el acto comienza a producir efectos, entonces podremos decir que ese acto administrativo es eficaz y hasta entonces ineficaz. Para ello se distingue entre actos administrativos normativos que, como norma general, son eficaces a los 20 días de su promulgación, según la Ley 50/1997, del Gobierno, y que por tanto siguen el régimen general establecido en el Código Civil, y los demás actos administrativos para los que la LPACAP establece como norma también de carácter general, que producirán sus efectos desde la fecha en que se dicten. Pero estas reglas generales tienen sus excepciones y como consecuencia de ellas la eficacia puede quedar demorada a un momento posterior o anticipada, es decir, el acto puede tener efectos retroactivos. En este contexto, la eficacia de un acto administrativo queda demorada, según la LPACAP, en los siguientes supuestos: 1. Cuando así lo exija el contenido del acto: Esto ocurre normalmente cuando el acto está sometido a condición o término suspensivo, toda vez que hasta que no se realice aquél o llegue éste, el acto administrativo no producirá efectos. Ello no impide que algunos actos administrativos tengan eficacia demorada por su contenido natural, como los denominados “actos-condición”, cuya eficacia, y producción de efectos dependen de su aceptación por el destinatario. Ejemplos de cada uno de los supuestos indicados serían, para el primer caso, acto sometido a condición, el bando de un alcalde por el que impone determinadas obligaciones a los ciudadanos en caso de nevada; para el segundo, acto-condición, el nombramiento y la correspondiente toma de posesión de un funcionario. - Cuando esté supeditada a la notificación o publicación: la LPACAP dispone con carácter general que se notificarán a los interesados las resoluciones y actos administrativos que afecten a sus derechos e intereses. La obligación viene enmarcada, por tanto, objetiva y subjetivamente. Desde el primer punto de vista, la obligación de notificar se extiende a las resoluciones, es decir, a los actos que ponen fin a un procedimiento. Desde un punto de vista subjetivo, la obligación no alcanza a todos los administrados que tengan una determinada relación con la Administración Pública, sino sólo aquellos que tengan la condición de interesados, en sentido técnico, en el procedimiento de que se trate. - Cuando sea preceptiva la aprobación superior: esto ocurre con los actos dictados por organismos o entidades sometidos a la tutela administrativa que unos entes ejercen sobre otros, como es el caso de algunas de las competencias atribuidas a las entidades locales. El acto en sí mismo es plenamente válido, pero no produce efectos en tanto no sea aprobado por la autoridad superior. Además de los supuestos de eficacia demorada, existe una última excepción a la regla general de la eficacia inmediata de los actos administrativos: los casos de eficacia anticipada o retroactiva. Así, la LPACAP admite la posibilidad de que, en ciertos casos, los actos administrativos puedan retrotraer sus efectos a un momento anterior a la fecha en que se dictan, si bien dicha posibilidad aparece muy matizada y circunscrita a unos límites muy concretos. Un acto administrativo se considera válido cuando reúne todos los requisitos para ello, esto es, cuando es dictado por el órgano competente y mediante el procedimiento legalmente establecido, tal y como se regula en la LPACAP. La LPACAP especifica aquellos casos en los que los actos de la Administración son nulos de pleno derecho, es decir, carecen inicial y perpetuamente de efectos. Por ejemplo, los que lesionen los derechos y libertades susceptibles de amparo constitucional, los dictados por órgano manifiestamente incompetente por razón de materia o territorio, los que tengan contenido imposible o los que sean constitutivos de infracción penal o se dicten como consecuencia de ésta. En todos los demás casos en que los actos administrativos incurran en cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la desviación de poder, serán anulables, esto es, que produce efectos en tanto no sea anulado. A veces, incluso, cuando la infracción no afecta a un elemento esencial, o, siendo de procedimiento, no provoca indefensión, los actos no son siquiera anulables, llamándose actos irregulares. Por ejemplo, los defectos de forma sólo determinan la anulabilidad cuando el acto carezca de los requisitos indispensables para alcanzar su fin o den lugar a la indefensión del interesado. La realización de actuaciones administrativas fuera del tiempo establecido para ello sólo implica la anulabilidad del acto cuando así lo imponga la naturaleza del término o plazo. Revisión de oficio. Se entiende por este término la posibilidad de que, en ejercicio de la prerrogativa de autotutela, la Administración Pública proceda a declarar de oficio la extinción de un acto por ella dictado, cuando dicho acto es inválido o, razones de interés general aconsejen su revisión. La revisión de oficio puede dar lugar tanto a la anulación como a la revocación de un acto administrativo. Se entiende por anulación la eliminación de un acto administrativo como consecuencia de los vicios que le afectan. Y por revocación, la eliminación, asimismo, de un acto administrativo, como consecuencia de la adopción de nuevos criterios de apreciación de interés público. Mediante la revisión de oficio, las Administraciones Públicas pueden en cualquier momento por iniciativa propia y previo dictamen favorable del Consejo de Estado u órgano consultivo de la Comunidad Autónoma, si lo hubiere, declarar la nulidad de los actos administrativos que hayan puesto fin a la vía administrativa o que no hayan sido recurridos en plazo. Tras iniciarse la revisión de oficio, el transcurso del plazo de tres meses sin dictarse resolución produce la caducidad. Así, son competentes para la revisión de oficio de los actos administrativos nulos: 1. El Consejo de Ministros, respecto de sus propios actos y de los dictados por los Ministros. 2. En la Administración General del Estado: los Ministros, respecto de los actos de los Secretarios de Estado y de los dictados por órganos directivos de su Departamento no dependientes de una Secretaría de Estado. Los Secretarios de Estado, respecto de los actos dictados por los órganos directivos de ellos dependientes. 3. En los Organismos públicos adscritos a la Administración General del Estado: Los órganos a los que estén adscritos los Organismos, respecto de los actos dictados por el máximo órgano rector de éstos. Los máximos órganos rectores de los Organismos, respecto de los actos dictados por los órganos de ellos dependientes. Además, la revisión de oficio de los actos administrativos en materia tributaria se ajusta a lo dispuesto en la Ley 58/2013, General Tributaria, y disposiciones dictadas en desarrollo y aplicación de la misma. Por su parte, los actos favorables para los interesados que sean anulables, pueden ser declarados por las Administraciones Públicas lesivos para el interés público, para, posteriormente, ser impugnados ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo. El plazo para adoptar la declaración de lesividad es de cuatro años desde que se dictó el acto administrativo, exigiéndose la audiencia de los interesados. Finalmente, en lo que se refiere a la revocación se diferencian dos supuestos: - Las Administraciones Públicas pueden revocar en cualquier momento sus actos de gravamen, es decir los que son desfavorables para el administrado, siempre que tal revocación no constituya dispensa o exención no permitida por las leyes, o sea contraria al principio de igualdad, al interés público o al ordenamiento jurídico. - Las Administraciones Públicas pueden, asimismo, rectificar en cualquier momento, de oficio o a instancia de los interesados, los errores materiales, de hecho o aritméticos existentes en sus actos.