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350 gramos de nata.

350 gramos de chocolate blanco.

3 hojas de gelatina.

200 gramos de fresa.

Extracto de vainilla (unas gotas)

Modo de elaboración

Comenzaremos colocando la nata en un cazo y la pondremos a fuego bajo-medio y


mientras calienta iremos partiendo en trocitos la tableta de chocolate blanco.

Cuando la nata comience a hervir, retiraremos el cazo del fuego y añadiremos un par de
hojas de gelatina rehidratada y batiremos bien con las varillas para que se liguen bien.

El siguiente paso es añadir el chocolate y unas gotas de extracto de vainilla, no demasiadas


porque da muchísimo sabor con apenas dos o tres gotas.

Batiremos constantemente con las varillas para que el chocolate se derrita y se mezcle con
la nata. Dejaremos enfriar, taparemos con un film transparente para que no cree costra y
reservaremos en la nevera unas horas.

Pasado el tiempo sacaremos el chocolate y batiremos de nuevo con las varillas aunque en
esta ocasión no vamos a mezclar sino que vamos a preparar la mezcla para incorporar a las
fresas.

Las lavaremos bien, las cortaremos y las meteremos en el vaso de la batidora sin el
pedúnculo, agregaremos un poco de azúcar y seguiremos batiendo hasta conseguir una
pasta, le pondremos dos hojas de gelatina rehidratada y seguiremos batiendo.

El siguiente paso es mezclar la pasta de fresa con la ganache de chocolate blanco en el bol.

Tendremos que ir mezclándolo poco a poco y con movimientos suaves hasta que todo se
haya fusionado. Ahora es el momento para cubrir una tarta, rellenar unos dulces o meterlo
en una manga pastelera y decorar unos muffins.

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