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En seis años, la identificación de la corrupción como uno de los principales

problemas del país ha aumentado casi 20 puntos porcentuales: de 44% en 2013 a


62% en 2019, de acuerdo con la encuesta nacional sobre corrupción de Proética,
publicada hoy. De esta forma, se ubica a solo cuatro puntos de la delincuencia
(66% en 2019), que se ubica en el primer puesto, pero que a diferencia de la
corrupción no muestra tendencias claras en su comportamiento entre las
prioridades de la gente. Además, un 73% de la ciudadanía considera que la
corrupción seguirá aumentando en los próximos cinco años.

“Si bien se puede señalar un impacto de los constantes escándalos de corrupción


sobre el dramático incremento de esta preocupación, no se puede decir lo mismo
con respecto a la tolerancia a las conductas de corrupción, ni pequeñas ni
grandes”, señaló Samuel Rotta, director ejecutivo de Proética. A pesar que la
ciudadanía se muestra algo más intolerante con aquellas conductas que pueden
calificarse como gran corrupción (que una autoridad elegida entregue contratos
de grandes obras a empresas que financiaron su campaña o que un magistrado
influya en decisiones de operadores de justicia de menor jerarquía, por ejemplo),
en ningún caso se registra un rechazo mayoritario y, más bien, sigue
prevaleciendo una actitud ambigua que, en promedio, está en el orden del 68%,
tanto frente a este tipo de conductas como a las de pequeña corrupción (pagar
una propina para evitar una multa o para agilizar un trámite) o transgresoras (no
pedir recibo para evitar pagar el IGV). “Quebrar la tolerancia a la corrupción es el
gran desafío que tenemos como país, más allá de las investigaciones contra la
gran corrupción”, señaló el director de Proética.

En cuanto a experiencias con la corrupción, se registra que 13% de peruanos y


peruanas pagó, al menos una vez en los últimos doce meses, un soborno al tener
contacto con la policía, los servicios de educación, salud, la justicia o los
municipios. Este valor ha descendido de 16% registrado en la última edición de
2017. Lo que no ha descendido es la tasa de denuncia, pues solo 7% de las
personas a las que se les pidió un soborno denunciaron el hecho. Quienes no lo
hicieron señalaron como principal razón (33%) que no sirve de nada. En relación
con esto, el conjunto de entrevistados muestra una valoración mayoritariamente
negativa de las denuncias: 71% considera que denunciar la corrupción es poco o
nada efectivo.

Por otra parte, se ha recogido la experiencia de la población en cuanto a la


solicitud de actos de carácter sexual para acceder a servicios o trámites públicos,
registrándose un 10% de personas directamente afectadas en los últimos doce
meses o que conocen personalmente a alguien que fue afectado. La tasa de
denuncia fue del 15% de los casos y la principal razón para no denunciar fue
también que hacerlo no serviría de nada (42% de este grupo).
En el ranking de las instituciones percibidas como las más corruptas por la
ciudadanía, el primer puesto lo ocupa el Congreso de la República (76%), seguido
por el Poder Judicial, que se mantiene en el segundo lugar con un 47%, mientras
que los partidos políticos ocupan el tercer puesto con un 31% de
menciones. Cabe señalar que en las macrorregiones de la sierra y selva, la
percepción sobre municipios y gobiernos regionales es bastante más elevada que
en la costa.

Respecto al caso Lava Jato, 74% de los peruanos considera que tanto los políticos
que recibieron sobornos como las empresas implicadas comparten la misma
responsabilidad. Además, el 50% muestra una actitud de respaldo al uso de la
prisión preventiva cuando se trata de las investigaciones relacionadas a este
caso.

Para mejorar los niveles de integridad pública, los peruanos consideran que lo
más importante es que las autoridades rindan cuentas sobre sus actos y
decisiones. Por su parte, la mayoría de personas cree que comprometiéndose a
no pagar coimas y no votar por candidatos o partidos con sospechas de
corrupción estaría colaborando con estos esfuerzos.

Hablar de pobreza infantil en el Perú es referirnos a que 4 de cada 10 niños son


pobres, una cifra preocupante que, según Unicef, solo el año pasado y debido a los
impactos de la pandemia, 1 millón 233 mil 676 niños menores de edad cayeron en
esta situación. De seguir así y sin remediar medidas para evitar este mal, los índices
se incrementarían en este 2021.

La pobreza monetaria en el 2019 en niños y adolescentes pasó de 26,9 por ciento, a 39,9 por
ciento en el 2020, un mayor valor registrado desde el 2010. A finales del 2020 desde Unicef
Perú, su representante, Ana de Mendoza, sostuvo que las estimaciones (1,2 millones solo el
año pasado) significaría que en el acumulado habrían 4 millones de niños pobres. 

“Es decir, 4 de cada 10 niños son pobres y 1 de cada 10 está en extrema pobreza”.
Otros cálculos dan cuenta que la pobreza extrema pasó de 4,2 por ciento en 2019, a 9,5 por
ciento en el 2020. Esto contextualizaría que el año pasado haya habido 21 mil 936 niños,
niñas y adolescentes que habrían caído en esta situación de extrema pobreza.

De acuerdo a expertos la pobreza tiene un impacto directo en la economía peruana, que va de


mediano a largo plazo. Uno de ellos es el capital humano, pues los niños, niñas y
adolescentes que no tienen acceso a educación, con desnutrición, anemia y dificultad de
acceder a servicios de salud, presentarán problemas en el desarrollo de sus capacidades no
solo físicas, sino laborales.

Precisamente uno de los problemas que aquejan a este grupo poblacional es la anemia en
niños menores que tres años, que de acuerdo a la última encuesta Endes 2019, la anemia en
el país mostraba un porcentaje de 40,1 por ciento y la desnutrición crónica 12 por ciento en
niños menores de cinco años. Con la llegada de la pandemia, apuntan que este porcentaje
retrocedería en por lo menos 5 a 8 puntos.

Informalidad y atención social 

Para el economista Marcel Ramírez, la informalidad de hoy es el resultado de un proceso de


niños y adolescentes con estudios incompletos. “Todo eso conduce a los jóvenes que vemos
ahora. Lo mismo podríamos presagiar de niños que ingresan a pobreza. En 10 años, si las
brechas no se recuperan, tendríamos un nivel de informalidad estructural que nos complicaría
el crecimiento económico”, alertó en RPP.

En tanto para el investigador principal de Grade, Hugo Ñopo, otro de los escenarios que se
asoma con la pandemia es el trabajo infantil, –aunque es difícil de predecir– que del 70 por
ciento de informalidad que había antes de la pandemia, el 9 por ciento pertenecía al trabajo
familiar no remunerado. “Es decir, niños menores de edad que trabajaban en cualquier
emprendiendo”, recoge la misma fuente. 

Otro de los escenarios sobre la pobreza infantil en el país es la limitada atención de los
programas sociales, que además, se han visto perjudicados por la Covid-19. Alexandra Ames,
jefa del Observatorio de Políticas Públicas de la UP, señaló que Cuna Más solo llega al 10 por
ciento de la población objetiva. Es decir, hay un 90 por ciento de hogares con niños de 0 a 3
años que necesitan el programa, pero este no llega por falta de presupuesto.
Por otro lado, la OIT ha informado que en los últimos 25 años América Latina y el Caribe logró
importantes avances pues 9,5 millones de niños, niñas y adolescentes dejaron de trabajar,
especialmente en actividades de riesgo. No obstante, antes de la pandemia aún había 10,5
millones en trabajo infantil. La situación puede empeorar debido a la crisis generada por la
Covid-19, alertaron desde el organismo. 

Cabe señalar que según un informe de Unicef, la pobreza monetaria de 20,2 por ciento en el
2019, había subido a 30,3 por ciento en el 2020 en todo el Perú. En términos generales
significa que 3 millones 300 mil personas habrían caído en la pobreza como consecuencia
directa de la pandemia.

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