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INDICE
Introducción…………………………………………………………………………… 1
Primera parte
Segunda parte
Tercera parte
Jurisprudencia……………………………………………………………………..... 14 – 16
Bibliografía……………………………………………………………………………….. 17
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Introducción
Este trabajo explica los diferentes privilegios que posee la Administración Pública en
materia de contratación pública ante el contratista. Se explican las diferentes
potestades: la interpretación unilateral del contrato, de vigilancia y control, potestad
tarifaria, secuestro de la concesión de obras, y se profundiza en la que a mi parecer es
de las más importantes, el ius variandi, que es la potestad que tiene la Administración
de modificar los contratos.
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La relación entre la Administración y el contratista
Dentro de los límites y con sujeción a los requisitos y efectos señalados en la presente Ley, el
órgano de contratación ostenta la prerrogativa de interpretar los contratos administrativos,
resolver las dudas que ofrezca su cumplimiento, modificarlos por razones de interés público,
acordar su resolución y determinar los efectos de esta.
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La contratación pública es inherente a los intereses y al fin público, de ahí que la
Administración posea facultades para la consecución de dichos intereses. Todo
contrato administrativo de obra, servicio o suministro tiene un fin público que la
Administración ha de tutelar desde una jerarquía de supremacía, a veces exagerada.
Estos intereses vienen defendidos por dichas prerrogativas, las cuales proceden de la
ley, y aunque la Administración no siempre tiene la obligación jurídica de utilizarlas,
éstas no se pueden suprimir o excluir al pactar con terceros. Es parte de la
Administración y son prerrogativas necesarias en todos los contratos administrativos.
En el artículo 8.c) LCAP se hace mención a los contratos administrativos especiales y
a sus cláusulas administrativas especiales, donde se dispone que se harán constar las
prerrogativas de la Administración para interpretar el contrato, resolver las dudas que
ofrezca su cumplimiento, modificarlo por razones de interés público, acordar su
resolución y determinar sus efectos. A éstas hay que añadir las descritas por la
doctrina jurídica sobre las potestades de dirección y sanción que la Administración
puede ejercer sobre el contratista para garantizar el cumplimiento del contrato.
1. El ius variandi
1
Pedro Rodríguez López, Derecho Administrativo patrimonial. Comentario a la ley 33/2003 del
Patrimonio de las Administraciones Públicas.
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En el caso de los pliegos de cláusulas particulares, la Administración es la encargada
de realizar la primera interpretación más ajustada a su voluntad, y consigue continuar
el contrato en casos de discrepancia entre la Administración y el contratista, para el
bien del interés general. Para más apoyo de este párrafo, encontramos una sentencia
del TC, del 14 de diciembre de 1995, que subraya esta prerrogativa como la mejor
satisfacción del interés público, sin suponer una facultad arbitraria, ya que está
prohibida por el artículo 9.3 de la Constitución.
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Gestoras y Servicios comunes de la Seguridad Social y demás entidades públicas
estatales deberán ser adoptados previo informe del Servicio Jurídico que corresponda,
aunque las Comunidades Autónomas podrán disponer otra cosa incluso para las
Entidades Locales de su ámbito territorial.
Sánchez Morón menciona las demás prerrogativas, pero menciona como muy
importante prerrogativa anterior de interpretación unilateral2 del contrato, añadiendo
que el contratista puede siempre recurrir la interpretación de la Administración. Eso sí,
el acto de interpretación es ejecutivo y permitirá continuar con la ejecución del contrato
hasta aclaración del problema.
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La prerrogativa de interpretación no autoriza a la Administración a imponer a la otra parte cláusulas o
condiciones que no estuviesen incluidas en el pliego de condiciones (Sentencia TS de 9 de julio de 1988).
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3. Potestad de dirección
5. Potestad tarifaria
Con los dos contratos anteriores también relacionaríamos la potestad tarifaria, la cual
permite a la Administración determinar el precio que deberán abonar los usuarios,
siguiendo el equilibrio financiero y los términos del contrato que dicta la LCSP en sus
artículos 232.1.e) y 256.a).
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6. Intervención del servicio público o secuestro de la concesión
3. El secuestro tendrá carácter temporal y su duración será la que determine el órgano de contratación
sin que pueda exceder, incluidas las posibles prorrogas, de tres anos. El órgano de contratación acordara
de oficio o a petición del concesionario el cese del secuestro cuando resultara acreditada la desaparición
de las causas que lo hubieran motivado y el concesionario justificase estar en condiciones de proseguir la
normal explotación de la obra pública. Transcurrido el plazo fijado para el secuestro sin que el
concesionario haya garantizado la asunción completa de sus obligaciones, el órgano de contratación
resolverá el contrato de concesion.
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El ius variandi
Para detallar en algún aspecto más concreto, analizaremos una de las particularidades
del régimen jurídico del contrato administrativo, quizá la más singular. Ésta es el ius
variandi, el poder que tiene la Administración de modificar las condiciones de los
contratos.
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imponerse al contratista pero si este no resuelve el contrato, esta modificación no sería
una expresión de ius variandi sino un supuesto de novación convencional del contrato.
El ius variandi se distingue de las otras medidas tomadas por la Administración que no
modifican directa y formalmente el contrato, aunque repercutan en él haciéndolo más
oneroso para el contratista.
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Segunda parte
Las funciones del interés público como principio del Derecho Administrativo
El interés público va ligado al Derecho Administrativo. Y se ve más aún en las
competencias de los tres órganos del estado y en sus funciones con relación al interés
público: el Legislador, lo define; la Administración lo aplica a cada caso concreto y el
poder judicial determina la correcta aplicación o no de la norma de acuerdo con el
interés público.
Ahora bien, para que ese servicio o esa actividad se realice de acuerdo con el interés
público, la Administración pública dispone de un conjunto de potestades o
prerrogativas, muy relevantes que ayudan a entender la posición peculiar que también
tiene la propia Administración en los denominados contratos públicos. En cualquier
caso, interesa dejar constancia, en efecto, de que la idea de la colaboración constituye
el meollo de la cuestión, adquiriendo, por ello, las «prerrogativas» un marcado carácter
instrumental en orden a garantizar que el objeto del contrato sigue las exigencias del
interés público ordinariamente explicitadas en el propio pliego del contrato. En los
contratos administrativos, el juego del interés público, al que debe servir objetivamente
la Administración, explica su especial posición jurídica y sus potestades en la
contratación. En este sentido, la sentencia del Tribunal Supremo de 18 de octubre de
1984 establece que la inalterabilidad del contrato administrativo tiene excepciones que
responden a la prevalencia del fin público que con él se persigue, y que de una parte
se traduce en facultades exorbitantes de la Administración, muy especialmente en el
reconocimiento del ius variandi.
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perfectamente consolidada en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional español 3.
Las potestades intentan conseguir el interés general en un contexto en el que la
Administración no puede actuar libremente, ya que no ella no decide los
procedimientos, ni puede actuar sin tener en cuenta los principios constitucionales y su
vinculación a los derechos fundamentales que actualmente constituyen un elemento
esencial en toda actuación administrativa. Las prerrogativas deben entenderse en este
contexto de seguridad y eficacia para todos.
Las potestades administrativas de interpretar los contratos, de resolver las dudas que
se planteen para su cumplimiento, de modificación o de resolución unilateral definen la
posición jurídica de la Administración en el marco contractual, deben venir justificadas
en concretas razones de interés público y su ejercicio, en la medida que supone una
posición especial, debe siempre motivarse tal y como ahora exige la vigente Ley de
Régimen Jurídico de la Administración Pública y del procedimiento administrativo
común. Los privilegios o prerrogativas de la Administración en la contratación son
consecuencia de dos factores: 1) la posición jurídica general de la Administración en el
Estado moderno, y 2) la tutela que el Derecho presta a los intereses públicos4.
Esa protección del interés público que la obra o el servicio público vienen a satisfacer,
constituye el fundamento de esa especial posición jurídica de la Administración en la
contratación administrativa, en cuyo seno es bien sabido no se produce esa igualdad
entre las partes característica del contrato privado.
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Rodriguez Arana, Jaime – Actualidad Administrativa nº 20
4
C. Horgué Baena, Monografías Jurídicas, La modificación del contrato administrativo de obra, El ius
variandi
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Los principales privilegios administrativos en materia de contratación son: el poder de
dirección, inspección y control de las obras, el poder de interpretación unilateral del
contrato, la potestad de modificar el contrato por razón de interés público («potestas
variandi»), la potestad de suspender las obras por motivos de interés general, la
inaplicación general de las excepciones de incumplimiento administrativo, el régimen
especial de mora administrativa, potestad de resolución unilateral del contrato y del
principio de ejecutividad de los acuerdos. Hay que decir que no son atribuciones
legales que permitan a la Administración actuar indiscriminadamente, sino que sólo se
admitirán cuando haya una justificación suficientemente razonada en defensa del
interés público. El interés público que justifica el ejercicio de estos poderes ha de ser
expreso, claro y bien motivado.
Todas estas prerrogativas que tiene la Administración reflejan una clara desigualdad
que dentro da la contratación administrativa se presenta entre las partes que
intervienen en el contrato, cosa que no sucede en los contratos privados, ya que en
estos existe una igualdad proporcional entre las partes. Pero esa desigualdad que se
presenta en el contrato administrativo se justifica por el fin de interés general que
comporta el contrato administrativo, ya que lo que se persigue con el mismo es el
cumplimiento de los fines generales del Estado y los fines particulares de la entidad
pública que celebra el contrato5.
Analizando más el privilegio del ius variandi [también descrito en la primera parte del
trabajo], la Administración puede modificar, amparado en razones de interés público, el
objeto o las condiciones del contrato. Existe una vinculación expresa entre poder de
modificación e interés público. Y existe tal vinculación porque es la potestad más
utilizada por la Administración (estadísticamente comprobado) y claro está, debe de
quedar bien claro las razones que darán pie al ius variandi. Esta modificación es
obligatoria para el contratista dentro de ciertos límites y que, si supone una mayor
carga para él, deberá ir acompañada de la correspondiente compensación económica
de forma que se mantenga el equilibrio financiero del contrato. El Tribunal Supremo,
en sentencia de 11 de abril de 1984, afirma que «el ejercicio del poder de modificación
requiere en todo caso de una singular motivación porque no es una atribución legal
indiscriminada, de libre criterio, sino una facultad reglada cuyo ejercicio queda
subordinado a la aparición de nuevas necesidades materiales, no contempladas antes
de la perfección del contrato, necesidades que hagan indispensable su uso para el
mejor servicio del interés público con la consiguiente compensación». Esta sentencia
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Guechá Medina, Ciro – Revista Opinión Jurídica ISSNI 1692-2530
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obliga a la Administración a utilizar el ius variandi justificándolo siempre en el
expediente, a la vez que lo vincula mucho más a la consecución del interés público.
Esta facultad permite la ejecución sin dilaciones del contrato puesto que puede servir
para conocer la auténtica voluntad de lo convenido. Las cláusulas están redactadas
por la propia Administración y, por ello, es ella quien está mejor dotada para conocer
su verdadero sentido; en segundo lugar, las cláusulas contienen diversas expresiones
(flexibilidad en el comportamiento de los precios) que, por su indeterminación, nadie
mejor que ella puede conocer la finalidad con que han sido empleadas y, en tercer
lugar, porque salvo abuso de poder, error o irracionalidad, la Administración puede
acometer estas tareas sin propósitos egoístas o partidistas, ya que los agentes que
por ella obran en nada se favorecen particularmente.
Rodríguez Arana afirma que esta prerrogativa tiene su sentido en encontrar el sentido
más veraz a las cláusulas de los contratos, sin perjuicio de aquellas reglas
establecidas en los artículos 1281 y siguientes del Código Civil6. Y es que este sentido
que se le asigna a esas cláusulas viene reafirmado por la Sala Tercera del Tribunal
Supremo, en cuanto toda interpretación de la Administración se presume autentica y
por tanto, debía aceptarse como válida.
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Artículo 1281. Si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención de los
contratantes se estará al sentido literal de sus cláusulas. Si las palabras parecieren contrarias a la
intención evidente de los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquéllas. Artículo 1282. Para juzgar de la
intención de los contratantes, deberá atenderse principalmente a los actos de éstos, coetáneos y
posteriores al contrato. Artículo 1283. Cualquiera que sea la generalidad de los términos de un contrato,
no deberán entenderse comprendidos en él cosas distintas y casos diferentes de aquellos sobre que los
interesados se propusieron contratar. Artículo 1284. Si alguna cláusula de los contratos admitiere
diversos sentidos, deberá entenderse en el más adecuado para que produzca efecto. Artículo 1285. Las
cláusulas de los contratos deberán interpretarse las unas por las otras, atribuyendo a las dudosas el
sentido que resulte del conjunto de todas.
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La sentencia del Tribunal Supremo de 9 de julio de 1988 no autoriza a la
Administración, bajo este privilegio de interpretación, la imposición al contratista de
cláusulas o condiciones no incluidas en el pliego de condiciones. Este privilegio no se
mantiene cuando el administrado no se conforma, lo que implica que el control o la
revisión judicial debe servir para impedir que la Administración pueda decidir
libremente sobre el alcance de lo pactado.
Con todo lo expuesto, se ven claras las ventajas que están siempre de parte de la
Administración, lo cual determina que se rompe el principio de igualdad de entre las
partes de un contrato, algo que sería fundamental en el Derecho Privado y que daría
lugar a la nulidad del contrato.
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Escola, Héctor Jorge – El interés público como fundamente del Derecho Administrativo. Págs 249 y 250.
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JURISPRUDENCIA
Cabe decir que aunque el Tribunal Supremo falla a favor del Gobierno y de Sogecable,
hay un magistrado que emite un voto particular, alegando entre otros motivos, que
justificar la modificación del contrato por extender un servicio público respaldándolo
con el interés público no debería ser en este caso, sino que debería haberse realizado
una procedimiento de licitación abierto.
Analizando uno de los temas tratados en el trabajo, veríamos el ejercicio del ius
variandi. Dicho ejercicio de modificación no permite alterar sustancialmente ni el objeto
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ni las condiciones esenciales, siendo esto una garantía para Sogecable. En este caso
no existen imposiciones de la Administración, puesto que Sogecable expresa la
conformidad con la propuesta en el trámite de audiencia.
En esta sentencia nos encontramos con un caso de secuestro de una concesión. Los
protagonistas son el Ayuntamiento del Puerto de Santa María y la empresa
Saneamiento y Servicios, S.A.. La sentencia falla a favor de la empresa de limpieza
razonando que el ayuntamiento hizo una interpretación del contrato abusiva, según
afirma la sentencia que solo una “interpretación peculiarísima e interesadísima por
parte del Ayuntamiento” dejaría sin efecto el hecho de que éste incumpliera parte del
contrato pensando que las obligaciones del contratista se mantendrían intactas. El
contratista, al incumplir entonces sus obligaciones, vio como el Ayuntamiento
secuestraba el servicio público.
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Bibliografía
Moreno Molina, José Antonio – La nueva Ley de Contratos del Sector Público, Estudio
sistemático; V. Las llamadas cláusulas exorbitantes o prerrogativas del Poder Público
en los contratos administrativos. Págs. 635 – 644
Para información adicional, ver el “Pliego de cláusulas administrativas particulares que rige el
contrato de servicios de gestión y mantenimiento del sistema de préstamo de bicicletas del Consorcio
de Sevilla, en el cual en el apartado IV introduce la prerrogativa de interpretación de los contratos.
http://www.consorciotransportes-sevilla.com/consorciotransportes/licitaciones/pdf/exp5_10.pdf
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