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uan 5:1-20

Continuando nuestro estudio en el


evangelio según San Juan, llegamos hoy al
capítulo 5. Y en este capítulo, tenemos un
incidente maravilloso, en el que

Jesús sanó a un paralítico en el estanque


de Betesda
Hasta cierto punto, este milagro marcó el
punto decisivo en el ministerio de Cristo.
Este fue el milagro que causó que los
enemigos de Jesús, impulsados por el odio,
comenzaran a seguirle la pista de forma
incesante, hasta que le llevaron a morir en
la cruz. Veamos lo que dicen los versículos
16 al 18 de este capítulo 5 de San Juan:

"Por esta causa los judíos perseguían a


Jesús e intentaban matarlo, porque hacía
estas cosas en sábado. Jesús les
respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y
yo trabajo. Por esto los judíos aun más
intentaban matarlo, porque no sólo
quebrantaba el sábado, sino que también
decía que Dios era su propio Padre,
haciéndose igual a Dios."
Esta confrontación que tuvieron con Jesús
se produjo por causa del día de reposo, y
ellos nunca le perdonaron por lo que hizo
en ese día. Le odiaban porque, según
Marcos 2:27, El había dicho: "El sábado
fue hecho por causa del hombre, y no el
hombre por causa del sábado". El milagro
que nuestro Señor hizo aquí, realmente
infundió un odio tal en sus corazones, que
les llevó hasta el asesinato. Le odiaron, no
solo porque hacía milagros en el día de
reposo, sino también porque se hizo igual
a Dios. Y ésta, estimado oyente, no puede
ser una afirmación más clara de le deidad
de Cristo.
Hay muchos que sostienen una cierta
teología que afirma que la Biblia no enseña
la deidad de Cristo. O bien, estas personas
ignoran totalmente lo que la Biblia enseña
al respecto o bien, son totalmente
incoherentes. Es posible que uno no esté
de acuerdo con Jesucristo, ni con la Biblia,
pero no podemos pensar en otra
interpretación que se le pueda dar a estas
palabras tan claras, "haciéndose igual a
Dios". Ahora, si eso no es una afirmación
de deidad, entonces ¿cómo podría
expresarse una persona para definir la
deidad? Volvamos ahora, al principio del
capítulo. Comienza con una fiesta de los
judíos. Ahora, ¿cuál era esa fiesta?
Probablemente era la Pascua. Hay tres
grandes fiestas de los judíos. En
Deuteronomio 16:16 leemos: "Tres veces
cada año se presentarán todos tus varones
delante del Señor tu Dios en el lugar que él
escoja: en la fiesta solemne de los panes
sin levadura, en la fiesta solemne de las
semanas y en la fiesta solemne de los
tabernáculos". Las tres fiestas son
entonces: la Pascua, la fiesta de
Pentecostés, y la fiesta de los
Tabernáculos. Ahora, ya que en el capítulo
2 del evangelio según San Juan, de este
evangelio, encontramos la fiesta de la
Pascua, y en el capítulo 7 de este
evangelio, encontraremos la fiesta de los
Tabernáculos, muchos piensan que esta
fiesta que encontramos en este capítulo 5
de Juan, era la de Pentecostés. Realmente,
no se nos dice cual era la fiesta porque
este detalle no es aquí el más importante.
Pero creemos que es más probable, que
aquí se hable otra vez de la fiesta de la
Pascua. Comencemos pues la lectura con
el versículo 1 de este capítulo 5, y leamos
hasta el versículo 3:

"Después de esto había una fiesta de los


judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en
Jerusalén, cerca de la Puerta de las
Ovejas, un estanque, llamado en hebreo
Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En
éstos yacía una multitud de enfermos,
ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban
el movimiento del agua"
El nombre de este estanque era Betesda,
que significa "Casa de Olivos", o también
se ha traducido como "Casa de
Misericordia". Tenía cinco pórticos. En
éstos se encontraba una gran multitud. Y
fue por uno de estos pórticos, que el Señor
Jesús entró en este lugar. Y cualquiera de
los enfermos que había allí, pudo haberse
dirigido a Él.
Ahora, el cuarto versículo de este capítulo
no se halla en los mejores manuscritos. El
decir esto no quiere decir que no creamos
en la infalibilidad de la Biblia. Creemos en
la infalibilidad de las Sagradas Escrituras.
Es por eso que enseñamos toda la Biblia,
la Biblia entera. Pero creemos que
tenemos que considerar a la erudición
Bíblica competente. Los eruditos creen que
al no aparecer este cuarto versículo en los
mejores manuscritos, quizá fue colocado
allí por un escriba, como una frase
explicativa, para aclarar por qué se movía
el agua del estanque. Creemos que esto
puede ser verdad, pero si pertenece a las
Escrituras o no, es otra cuestión. Para
nosotros eso no es lo esencial, porque hay
algo aquí que tiene mucha más
importancia. Sin embargo, hemos
considerado oportuno incluir esta breve
aclaración. Leamos pues este versículo 4:

"porque un ángel descendía de tiempo en


tiempo al estanque y agitaba el agua; el
que primero descendía al estanque
después del movimiento del agua quedaba
sano de cualquier enfermedad que
tuviera."
Ésta es pues la explicación del motivo por
el cual estaban todos reunidos allí, en
respuesta a una tradición local. Existía la
creencia de que en ciertas ocasiones, un
ángel agitaba el agua. Ahora,
personalmente creemos que en aquel lugar
ocurrieron muchísimas curaciones de tipo
sicológico. Hay algunas personas hoy en
día, así como había en aquel entonces, que
están enfermas en sus mentes, o son
ignorantes y supersticiosas. Y,
aparentemente, se sanan. Pero siempre
queda la duda sobre si estaban realmente
enfermas. Otra pregunta sería si, después
de haber sido declaradas sanas, luego
continúan sanas permanentemente. La
cuestión es que el Señor Jesucristo sí sana
en la actualidad, tal como sanó cuando
estuvo en la tierra y, en el caso de este
pasaje Bíblico, en el estanque de Betesda.
Y el paralítico de nuestro relato no fue
sanado por algún movimiento del agua.

Bien, continuemos ahora con el versículo 5


de este capítulo 5 de San Juan:

"Había allí un hombre que hacía treinta y


ocho años que estaba enfermo."
Nuestra atención se dirige ahora, a un sólo
hombre. No sabemos si había estado junto
al estanque todo este tiempo, o no. Había
sufrido de esa enfermedad por treinta y
ocho años, y al parecer, se movía con
dificultad. Diríamos que su caso era el peor
de los que allí se encontraban. Piense
usted en la frustración que debe haber
sentido este pobre hombre. Incluso si no
había estado allí durante todos los treinta
y ocho años de su enfermedad, por lo
menos debe haber permanecido allí por
algunos años. Debe haber tenido bastante
más de 38 años, y según se dice más
adelante en el relato, su condición fue el
resultado de su propio pecado. En el
versículo 14, nuestro Señor Jesucristo le
dijo: "Mira, has sido sanado; no peques
más, para que no te suceda algo peor".
Usted bien puede imaginarse a este pobre
hombre acostado allí, con los ojos puestos
sobre el agua, esperando el movimiento
del agua. Habrá tenido la esperanza que,
de alguna u otra manera, él podría ser el
primero en bajar al agua, y debe haberse
sentido decepcionado una y otra vez. Se
encontraba en una condición tan penosa,
que los demás siempre se metían primero
en el agua. Estamos seguros que él vio allí
muchas aparentes curaciones. Pues bien,
nuestro Señor sabía que él había estado
enfermo por mucho tiempo y que por
mucho tiempo había esperado al lado del
estanque. Ahora, observemos cómo se
acercó el Señor al enfermo. Leamos el
versículo 6:
Cuando Jesús lo vio acostado y supo que
llevaba ya mucho tiempo así, le dijo:
¿Quieres ser sano?"
Ésa era una pregunta algo extraña para un
enfermo. Parece algo absurda, ¿no es
cierto? Por supuesto que él quería ser
sano, pero el Señor le hizo la pregunta por
dos motivos. En primer lugar, quería
producir esperanza en el hombre. Su caso
era desesperado, y creemos que esa luz de
esperanza se había alejado de su vida. En
segundo lugar, y este era el motivo más
importante, Jesús quería que este hombre
apartara sus ojos del estanque. Jesús
quería que le mirara a Él. Creemos que
este hombre nunca se había fijado en
nadie que se había acercado por allí.
Nunca miró a ninguna otra parte, porque
sus ojos estaban fijos en el estanque. De
modo que, nuestro Señor le sorprendió con
su pregunta "¿Quieres recobrar la salud?"
Ahora, cuando nuestro Señor le preguntó
que si de veras quería ser sano, creemos
que aquel hombre, naturalmente reaccionó
con una mirada que expresaba sorpresa.
¿Quién haría una pregunta como esa? Su
contestación fue: "Claro que quiero ser
sano. Pero, ese no es mi problema. Lo que
necesito es que alguien me meta en el
agua".
La condición de muchos hoy en día es
como la de ese hombre que vigilaba aquel
estanque esperando que algo sucediera.
Nos atrevemos a decir que en estos días,
esa es la condición de todos nosotros.
Estamos esperando. Hay muchos que
esperan que alguna gran emoción les
sobrevenga. Luego, hay los que posponen
hacer una decisión por Cristo. No están
dispuestos a volverse a Él porque están
buscando una experiencia emocional,
están buscando que algo suceda, algo que
cambie sus vidas. Otro grupo de personas
hoy en día, tiene los ojos puestos en los
negocios, y espera que algo ocurra que les
permita enriquecerse rápidamente. Luego,
hay aquellos hoy en día, que acuden a un
individuo. Han escuchado contar la
experiencia de otros y están esperando
que una cosa semejante ocurra en sus
vidas. Y entonces, sufren una decepción
bastante amarga.
Muchos han sufrido esto, y realmente son
personas que provienen de toda clase
social y carácter. Pero todos caen bajo una
de estas categorías y están esperando.
Éste es el problema. Desafortunadamente,
tienen los ojos puestos en una cosa, en un
individuo, o en una experiencia
determinada. El apóstol Pablo nos dijo en
su primera carta a los Tesalonicenses,
capítulo 1, que los cristianos allí en
Tesalónica, se convirtieron de los ídolos a
Dios, para servir al Dios vivo y verdadero.
Es decir, que quitaron los ojos de aquellos
objetos, allí en Tesalónica y se volvieron
para servir al Señor Jesucristo. Estamos
seguros que este hombre en el estanque,
miró hacia arriba asombrado de que
alguien le hiciera esa pregunta.
Continuemos con el versículo 7:

"El enfermo le respondió: Señor, no tengo


quien me meta en el estanque cuando se
agita el agua; mientras yo voy, otro
desciende antes que yo."

¡Qué historia tan triste es ésta que cuenta!


Este pobre hombre, desesperado,
impotente, sin casa ni hogar y solitario
realmente estaba diciendo: "¿Que si quiero
ser sano?" ¡Claro que sí! "Pero, no tengo
quien me meta en el estanque. ¿Me
meterás Tú en el estanque?" Ahora, en el
momento en que el hombre puso sus ojos
en el Señor Jesús, entonces sí que le
sucedió algo. Leamos el versículo 8:
"Jesús le dijo: Levántate, toma tu camilla
y anda."

Le mandó levantarse, tomar su lecho, y


andar. Debía dejar a otro su lugar allí junto
al estanque. Pero él debía tomar su lecho e
irse, porque era seguro que no sufriría
ninguna recaída. Continuemos leyendo los
versículos 9 hasta el 13:
"Al instante aquel hombre fue sanado, y
tomó su camilla y anduvo. Era sábado
aquel día. Entonces los judíos dijeron a
aquel que había sido sanado: Es sábado;
no te es permitido cargar tu camilla. Él les
respondió: El que me sanó, él mismo me
dijo: Toma tu camilla y anda. Entonces le
preguntaron: ¿Quién es el que te dijo:
Toma tu camilla y anda? Pero el que había
sido sanado no sabía quién era, porque
Jesús se había apartado de la gente que
estaba en aquel lugar."
Ahora, lo próximo que ocurrió fue que los
enemigos le acusaron de llevar su lecho en
el día de reposo. Bueno, esa era la prueba
de que había sido sanado. ¿Podremos
imaginarnos lo ridículos que podían llegar
a ser estos líderes religiosos? Se enfadaron
porque llevaba su lecho en el día de
reposo. Creemos que nuestro Señor se
apartó de aquella gente de una manera
milagrosa, porque aquel hombre no sabía
realmente quién era el que le había
sanado. Ahora, leamos el versículo 14:

"Después lo halló Jesús en el Templo y le


dijo: Mira, has sido sanado; no peques
más, para que no te suceda algo peor."
Lo que realmente sucedió fue lo siguiente:
El Señor le sanó físicamente en el
estanque de Betesda, pero allí en el
templo, sanó su alma. El pecado había
causado la enfermedad a aquel hombre.
Recibió primero un cuerpo sano, y luego
un alma sana. Este hombre realmente
llegó a conocer a Jesús. Ahora sí que le fue
posible decir quién era Él. Este paralítico
esperaba y esperaba, vigilando el agua,
pero un día pasó por allí Jesús el Cordero
de Dios, y le vio. Y el hombre también vio
a Jesús. El hombre que no tenía fuerzas e
impotente, se encontró con el Hombre
Omnipotente. La cosa que nos parece tan
asombrosa aquí, es que, había multitudes
de personas en aquellos pórticos que se
quedaron sin ser sanadas. Y hoy en día,
hay multitudes que no son salvas. ¿No
está Jesús dispuesto a salvarlas? Sí, pero
lo que ocurre es que muchos aun no han
mirado a Jesús. Simplemente esperan,
esperan que algo suceda. Leamos ahora,
los versículos 15 y 16:

"El hombre se fue y contó a los judíos que


Jesús era quien lo había sanado. Por esta
causa los judíos perseguían a Jesús e
intentaban matarlo, porque hacía estas
cosas en sábado."
Éste fue el incidente que causó que
aquellos enemigos llenos de odio siguieran
la pista a Jesús. Ahora, cuando aquí dice
"los judíos", en realidad el escrito se
refiere sólo a los líderes religiosos de los
judíos. Y fue desde aquel incidente que
empezaron a perseguir a Jesús,
procurando matarle. Continuemos con el
versículo 17:

"Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora


trabaja, y yo trabajo."
Cuando aquel hombre se hundió en el
pecado, al Señor Jesús y al Padre no les
fue posible descansar en el día de reposo.
Aunque Dios descansó después de la
creación del universo físico, después de la
creación del hombre, no descansó porque
el ser humano se hundió en el pecado. Y
una vez más, deseamos mencionar que
trataban más y más de matarle, no solo
porque "violaba", según ellos, el día de
reposo, sino también porque se presentaba
como siendo igual a Dios. Leamos el
versículo 18:

"Por esto los judíos aun más intentaban


matarlo, porque no sólo quebrantaba el
sábado, sino que también decía que Dios
era su propio Padre, haciéndose igual a
Dios."
Estos hombres nunca abandonaron su
propósito de matarle, hasta que se
cruzaron de brazos, bajo la cruz de Jesús.

Y pasamos ahora a otro aspecto


importante. El próximo párrafo expone

Las declaraciones de Jesús


Nuestro Señor continuó afirmando tres
grandes alegaciones o declaraciones en
cuanto a Sí mismo. Y es sobre la base de
estas alegaciones o declaraciones, que
podemos utilizar el versículo 24 de este
capítulo 5 de Juan para presentar el
evangelio. Tenemos entonces la primera
alegación o declaración. Leamos el
versículo 19:
"Respondió entonces Jesús y les dijo: De
cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo
hacer nada por sí mismo, sino lo que ve
hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace,
también lo hace el Hijo igualmente"

El Señor Jesús estaba diciendo que Él era


Dios y que Él podía hacer lo que hace Dios.
Estas palabras revelaban una relación y
armonía perfecta entre el Padre y el Hijo.
Por ello, la acusación que lanzaron contra
Él fue absurda. El Hijo no contradecía al
Padre, ni el Padre contradecía al Hijo. Por
eso, Jesús hacía lo que Dios hacía. Por lo
tanto, Jesús podía perdonar los pecados.
Luego, continuó diciendo que hay una
relación personal e íntima entre el Padre y
el Hijo. Leamos el versículo 20:
"porque el Padre ama al Hijo y le muestra
todas las cosas que él hace; y mayores
obras que estas le mostrará, de modo que
vosotros os admiréis."
Nos quedan entonces la segunda y la
tercera alegación, que dejaremos nuestro
próximo programa. Y al despedirnos,
debiéramos recordar una vez más la
siguiente gran declaración que hemos leído
en el versículo 17, de este capítulo 5 de
Juan. Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo
trabajo. Dios actúa constantemente. La
totalidad de la Biblia nos muestra la
actividad de Dios en el universo y en los
asuntos que conciernen directamente a los
seres humanos. Y una de sus ocupaciones
es comunicarse con las personas, que han
quedado esclavizadas por el pecado y las
fuerzas del mal. Y hoy, como ayer, Dios
invita a los seres humanos para que
establezcan una relación con Él. Y nos
recuerda a Jesucristo, Su Hijo, muriendo
en la cruz y resucitando de entre los
muertos. Y así como actuó en la vida de
aquel hombre que esperaba, impotente, en
el estanque de Betesda, quiere restaurar
en su vida, estimado oyente, lo que el
pecado destruyó, si usted le mira por la fe
y con un corazón abierto, sincero y
sensible, y acepta lo que Él ya hizo para
salvarle, para liberarle.

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