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1) Tejón Solitario buscaba las huellas de un lobo cojo al que había herido dos años antes.
2) Los lobos lo llevaron a un claro donde estaba la manada y el lobo cojo le dijo que había fingido la cojera y que no querían hacerle daño. Le pidieron que pasara entre ellos para mostrar que eran amigos.
3) La moraleja es que no se debe guardar rencor y es mejor perdonar, como hicieron los lobos con Tejón Solitario.
1) Tejón Solitario buscaba las huellas de un lobo cojo al que había herido dos años antes.
2) Los lobos lo llevaron a un claro donde estaba la manada y el lobo cojo le dijo que había fingido la cojera y que no querían hacerle daño. Le pidieron que pasara entre ellos para mostrar que eran amigos.
3) La moraleja es que no se debe guardar rencor y es mejor perdonar, como hicieron los lobos con Tejón Solitario.
1) Tejón Solitario buscaba las huellas de un lobo cojo al que había herido dos años antes.
2) Los lobos lo llevaron a un claro donde estaba la manada y el lobo cojo le dijo que había fingido la cojera y que no querían hacerle daño. Le pidieron que pasara entre ellos para mostrar que eran amigos.
3) La moraleja es que no se debe guardar rencor y es mejor perdonar, como hicieron los lobos con Tejón Solitario.
EL PERDÓN DE LOS LOBOS: UN CUENTO PARA REFLEXIONAR Aquel invierno estaba siendo tan duro que el jefe «Ciervo altivo» decidió que toda la tribu emigrase hacia el cobijo de los bosques más espesos, a pesar de que allí anidaban las feroces manadas de lobos hambrientos. Ya habían tenido que hacer lo mismo hacía dos inviernos, y en aquella ocasión tuvieron peligrosos encuentros con los lobos. Todos recordaban la experiencia terrible que sufrió «Tejón solitario» una noche, huyendo del viejo lobo, hasta disparar su última flecha. De camino, «Tejón solitario» iba delante de todos, buscando huellas de lobo. Sobre todo, las de un lobo que cojeaba de una pata, porque estaba seguro de haber herido a aquel animal en el muslo trasero. «Ciervo altivo» estaba preocupado al ver la inquietud del indio que ya no era joven ni veloz. Al final del primer día, al acampar, el jefe se dirigió al indio. -«Tejón solitario», no debes inquietarte tanto por los lobos. Ningún mal te hicieron, sino en seguirte. Tú, en cambio, heriste tal vez sin necesidad al guía de la manada». -Que «Ciervo altivo» me comprenda –dijo el indio-; yo vi los ojos de aquel animal, y sé que no me ha olvidado. Si nos acercamos vendrá por mí. Por eso es preciso que yo esté vigilante; y cuando aparezca, sea yo quien ataque primero. «Ciervo altivo», que conocía bien a los animales del bosque y confiaba en ellos, vio alejarse a su amigo, con mucha pena por no poder quitar el rencor de su corazón. En realidad, toda la tribu estaba preocupada por «Tejón solitario». Ya muy entrada la noche, cuando todos dormían en el campamento, se oyó no lejos el aullido de un lobo. «Tejón solitario» se levantó sin hacer, ningún ruido. La luna iluminaba tenuemente las cercanas colinas blancas de nieve. Una silueta pareció recortarse sobre una de ellas. El indio miró fascinado. Y, como atraído por una fuerza misteriosa, se dirigió hacia aquel lugar. Ya no se veía sombra alguna, pero en el suelo estaban marcadas con toda claridad las huellas de un lobo que cojeaba de la pata trasera... -¡Es él! -se dijo con emoción contenida-. Sin duda quiere que lo siga esta vez. ¡Pues lo seguiré! Y «Tejón solitario» comenzó una penosa marcha por la nieve. Anduvo así una hora. Se adentrando en un claro entre los árboles y lo vio allí, plantado sobre sus cuatro patas, mirándolo fijamente, esperando con tranquilidad. El indio se quedó también parado. Empezaba a adivinar que aquel lobo no tenía intenciones perversas sobre él. Sin embargo, empuñó su arco con una flecha preparada. El lobo no se inmutó. Más aún, comenzó a caminar despacio hacia el indio, sin cojear lo más mínimo. «Tejón solitario» tensó el arco. En ese momento el lobo se detuvo, miró hacia los lados del claro y una veintena de pares de ojos brillantes y amenazadores aparecieron rodeando al indio. ¡Había caído en una trampa! En aquél momento se sintió perdido. Y fue entonces cuando, por efecto de una extraña fuerza, sintió la voz del gran lobo que resonaba en su interior. «¡Hombre, te estábamos esperando! Desde que la tribu apareció a la entrada de los bosques sabíamos que vendrías; porque tu espíritu es torpe y vengativo y necesitas de nosotros. Nosotros, los lobos, no somos ni torpes ni vengativos... Te he traído aquí para que aprendas a no temernos y a no odiarnos. Sólo tu gran jefe nos comprende porque ha vivido con nosotros. Mira, no estoy cojo. Hace dos años simulé que me herías para que me dejaras ir en paz. Nosotros no queríamos entonces hacerte daño, ni asustarte. Sólo queríamos ayudaros a sobrevivir en el invierno... Ahora debes saber que te perdonamos. Pero no debes perseguirnos ya más». «Tejón solitario» no sabía qué decir. El viejo lobo continuó. -Para que no lo olvides nunca, ahora debes ponerte sobre tus cuatro patas como nosotros y pasar por medio de la manada. Así sabremos que eres nuestro amigo. Después puedes marcharte. Y cuando nos oigas aullar sabrás que tenemos hambre y necesitarnos tu ayuda. El indio regresó al campamento por el mismo camino, pero con el corazón mucho más ligero, con quieto y lleno de paz. Al llegar, ya de noche, «Ciervo altivo» lo estaba esperando de pie, erguida su cabeza como siempre, mirando al cielo y a las altas montañas. Le dijo sencillamente: -¿El corazón de «Tejón solitario» descansa ya en la paz de los lobos? -Sí, gran jefe. Tenías razón. No sólo está en paz, sino lleno. Te ruego que tú también me perdones…
PARA RESPONDER 1. ¿Qué buscaba Tejón Solitario? 2. ¿Qué le ocurrió en el encuentro con los lobos? 3. ¿Cuál es la moraleja del cuento?