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TEMA 1

EL PERDÓN, SACRAMENTO PARA MEJORAR


EL PERDÓN DE LOS LOBOS: UN CUENTO PARA REFLEXIONAR
Aquel invierno estaba siendo tan duro que el jefe «Ciervo altivo» decidió que toda la tribu
emigrase hacia el cobijo de los bosques más espesos, a pesar de que allí anidaban las feroces manadas
de lobos hambrientos.
Ya habían tenido que hacer lo mismo hacía dos inviernos, y en aquella ocasión tuvieron
peligrosos encuentros con los lobos. Todos recordaban la experiencia terrible que sufrió «Tejón
solitario» una noche, huyendo del viejo lobo, hasta disparar su última flecha.
De camino, «Tejón solitario» iba delante de todos, buscando huellas de lobo. Sobre todo, las
de un lobo que cojeaba de una pata, porque estaba seguro de haber herido a aquel animal en el muslo
trasero. «Ciervo altivo» estaba preocupado al ver la inquietud del indio que ya no era joven ni veloz.
Al final del primer día, al acampar, el jefe se dirigió al indio. -«Tejón solitario», no debes
inquietarte tanto por los lobos. Ningún mal te hicieron, sino en seguirte. Tú, en cambio, heriste tal vez
sin necesidad al guía de la manada».
-Que «Ciervo altivo» me comprenda –dijo el indio-; yo vi los ojos de aquel animal, y sé que no
me ha olvidado. Si nos acercamos vendrá por mí. Por eso es preciso que yo esté vigilante; y cuando
aparezca, sea yo quien ataque primero.
«Ciervo altivo», que conocía bien a los animales del bosque y confiaba en ellos, vio alejarse a
su amigo, con mucha pena por no poder quitar el rencor de su corazón. En realidad, toda la tribu
estaba preocupada por «Tejón solitario». Ya muy entrada la noche, cuando todos dormían en el
campamento, se oyó no lejos el aullido de un lobo. «Tejón solitario» se levantó sin hacer, ningún ruido.
La luna iluminaba tenuemente las cercanas colinas blancas de nieve. Una silueta pareció recortarse
sobre una de ellas. El indio miró fascinado. Y, como atraído por una fuerza misteriosa, se dirigió hacia
aquel lugar. Ya no se veía sombra alguna, pero en el suelo estaban marcadas con toda claridad las
huellas de un lobo que cojeaba de la pata trasera...
-¡Es él! -se dijo con emoción contenida-. Sin duda quiere que lo siga esta vez. ¡Pues lo seguiré!
Y «Tejón solitario» comenzó una penosa marcha por la nieve. Anduvo así una hora. Se adentrando en
un claro entre los árboles y lo vio allí, plantado sobre sus cuatro patas, mirándolo fijamente, esperando
con tranquilidad. El indio se quedó también parado. Empezaba a adivinar que aquel lobo no tenía
intenciones perversas sobre él. Sin embargo, empuñó su arco con una flecha preparada. El lobo no se
inmutó. Más aún, comenzó a caminar despacio hacia el indio, sin cojear lo más mínimo.
«Tejón solitario» tensó el arco. En ese momento el lobo se detuvo, miró hacia los lados del
claro y una veintena de pares de ojos brillantes y amenazadores aparecieron rodeando al indio. ¡Había
caído en una trampa! En aquél momento se sintió perdido. Y fue entonces cuando, por efecto de una
extraña fuerza, sintió la voz del gran lobo que resonaba en su interior.
«¡Hombre, te estábamos esperando! Desde que la tribu apareció a la entrada de los bosques
sabíamos que vendrías; porque tu espíritu es torpe y vengativo y necesitas de nosotros. Nosotros, los
lobos, no somos ni torpes ni vengativos... Te he traído aquí para que aprendas a no temernos y a no
odiarnos. Sólo tu gran jefe nos comprende porque ha vivido con nosotros. Mira, no estoy cojo. Hace
dos años simulé que me herías para que me dejaras ir en paz. Nosotros no queríamos entonces hacerte
daño, ni asustarte. Sólo queríamos ayudaros a sobrevivir en el invierno... Ahora debes saber que te
perdonamos. Pero no debes perseguirnos ya más».
«Tejón solitario» no sabía qué decir. El viejo lobo continuó. -Para que no lo olvides nunca,
ahora debes ponerte sobre tus cuatro patas como nosotros y pasar por medio de la manada. Así
sabremos que eres nuestro amigo. Después puedes marcharte. Y cuando nos oigas aullar sabrás que
tenemos hambre y necesitarnos tu ayuda.
El indio regresó al campamento por el mismo camino, pero con el corazón mucho más ligero,
con quieto y lleno de paz. Al llegar, ya de noche, «Ciervo altivo» lo estaba esperando de pie, erguida
su cabeza como siempre, mirando al cielo y a las altas montañas. Le dijo sencillamente: -¿El corazón
de «Tejón solitario» descansa ya en la paz de los lobos?
-Sí, gran jefe. Tenías razón. No sólo está en paz, sino lleno. Te ruego que tú también me
perdones…

PARA RESPONDER
1. ¿Qué buscaba Tejón Solitario?
2. ¿Qué le ocurrió en el encuentro con los lobos?
3. ¿Cuál es la moraleja del cuento?

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