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SUMARIO: 1. Cosa juzgada. Concepto. 2. Proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta.

Concepto de fraude
procesal. 3. Plazo para interponer la demanda. 4. Efectos de la sentencia. Bibliografía.

1. Cosa Juzgada. Concepto.

La Constitución Peruana establece en su artículo 139 los principios y derechos de la función jurisdiccional,
precisando en el inciso 2 que “Ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano
jurisdiccional ni interferir en el ejercicio de sus funciones. Tampoco puede dejar sin efecto resoluciones que
han pasado en autoridad de cosa juzgada, ni cortar procedimientos en trámite, ni modificar sentencias ni
retardar su ejecución”; asimismo, el inciso 13 del mismo numeral establece la “prohibición de revivir procesos
fenecidos con resolución ejecutoriada. La amnistía, el indulto, el sobreseimiento definitivo y la prescripción
producen los efectos de cosa juzgada.”

Así, una de las garantías constitucionales de la impartición de Justicia en nuestro ordenamiento jurídico es la
inmutabilidad de la cosa juzgada. Esta disposición consagra y protege el principio de la cosa juzgada, así como
los correspondientes a la seguridad jurídica y a la tutela jurisdiccional efectiva. Esta protección se basa en el
derecho de toda persona de que las resoluciones judiciales sean ejecutadas o alcancen su plena eficacia en los
propios términos en que fueron dictadas, respetando la firmeza e intangibilidad de las situaciones jurídicas en
ellas declaradas, base de la paz y seguridad jurídica. La sentencia que ha quedado firme contiene, en principio,
las características de inimpugnabilidad, inmutabilidad y coercibilidad.

Históricamente ha habido una evolución en cuanto a la inmutabilidad e irrefutabilidad de las sentencias


firmes; de una posición extrema en cuanto a la certeza y seguridad jurídica, por la que en aras de preservar
dichos valores se dejaba de lado la justicia y hasta el sentido común[1], se presentó una posición extrema en
sentido opuesto, por ejemplo, en la Alemania nazi de 1941, donde el fiscal de Tercer Reich podía solicitar la
reapertura de una causa fenecida con solo sostener que existían motivos racionales contra la justicia de la
sentencia, por razón de los hechos o el derecho, o si estimaba que el nuevo juicio y resolución estaban exigidos
por la importancia que el fallo tenía para la comunidad popular[2]. Generalmente se ha considerado que es –o
ha sido- ésta una de las tantas luchas entre seguridad jurídica[3] y justicia como valores siempre en continua
tensión, lo que no necesariamente es compartido hoy en día, por cuanto ambos valores no han de ser
excluidos, sino ser armonizados[4], ya que un sistema que admite la injusticia está destinado a quebrarse, de
igual forma que un sistema que no proporcione certeza[5]. Es por ello que el proceso, conforme ha ido
evolucionando hacia convertirse en un medio y no en un fin, se ha vuelto cada vez más garantista,
específicamente como instrumento de resguardo al derecho al debido proceso. “Donde hay indefensión hay
nulidad; si no hay indefensión no hay nulidad”, frase de Alsina[6] que refleja el espíritu de tal desarrollo. No
aceptar la posibilidad de cuestionar la cosa juzgada cuando ésta se funda en un fraude, cuando ha habido una
violación al debido proceso, significaría que la justicia es solo cuestión de suerte o coincidencia.

2. Proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta. Concepto de fraude procesal

Este proceso, regulado en el artículo 178 del Código procesal Civil[7], constituye en nuestro sistema procesal
un remedio excepcional, de naturaleza residual[8] y extraordinaria, que permite efectuar un nuevo examen
de la sentencia definitiva –en realidad, del proceso entero-, esto es, la que adquirió la autoridad de cosa
juzgada, obtenida en base a un engaño o a una simulación que agravie a tal punto el espíritu de justicia que
mantener la cosa juzgada sería una aberración[9].

Nuestra legislación procesal civil lo regula como un proceso autónomo que se tramita en la vía más lata
(proceso de conocimiento, por contar con mayor capacidad probatoria), a través del cual se busca remediar
una situación viciada por fraude procesal que ha afectado el debido proceso, retrotrayéndose las cosas al
estado anterior al que produjo el fraude procesal, anulando todos los actos afectados por tal inconducta [10].
Un requisito de procedencia para este remedio excepcional, conforme se desprende del artículo 178 del
Código Procesal Civil, que el acto alegado como viciado haya provenido de una conducta procesal fraudulenta
o colusiva (en realidad, la colusión es una forma o modalidad del fraude), que afecte el derecho al debido
proceso de una de las partes, y que haya sido determinante para la expedición de la sentencia, no existiendo
oportunidad de cuestionarlo mediante los recursos ordinarios internos del proceso respectivo.

Así, el fraude procesal persigue un fin ilícito, el cual consiste en la obtención de una sentencia en apariencia
legal, pero contraria a derecho e injusta, que generalmente tiene consecuencias específicas, de
aprovechamiento o beneficio ilegal e inmoral, en perjuicio de la otra parte o de terceros. En síntesis, el fallo
materia de cuestionamiento deber ser producto de dicha conducta fraudulenta, sin la cual la decisión hubiere
sido diferente.

El fraude procesal se puede presentar en el proceso y por el proceso. En el primer caso, se trata de actos
procesales concretos en los que se ha actuado con la intención de engañar y perjudicar a la otra parte o a un
tercero; en el segundo caso, el proceso es utilizado como instrumento para obtener un objetivo ilícito, en
detrimento de un tercero, como lo sería un proceso simulado, “falso en esencia y en propósito, aun cuando
formalmente válido”[11], siendo el típico el de pago de sumas de dinero para aparentar deudas y perjudicar al
acreedor real.

3. Plazo para interponer la demanda.

El artículo 178 fija como plazo para presentar la demanda hasta dentro de seis meses de ejecutada o de haber
adquirido la calidad de cosa juzgada, si no fuere ejecutable.

La redacción de este párrafo ha motivado una serie de interrogantes y no poco debate. Así, se cuestiona si se
trata de un mero plazo o si incluye el establecimiento de condiciones habilitantes para la presentación de la
demanda de nulidad de cosa juzgada fraudulenta, es decir, si ésta puede interponerse en cualquier momento
desde el fraude y hasta ese límite, o si es requisito la ocurrencia de la sentencia firme no ejecutable o de la
ejecución de la sentencia ejecutable y solo entonces podrá presentarse la demanda, hasta los siguientes seis
meses. También se discute si se trata de un plazo de prescripción o de caducidad; asimismo, qué ocurre en los
casos en que no se haya podido conocer acerca del proceso fraudulento –teniéndose interés-. Estas
inquietudes han sido objeto de desarrollo doctrinario y jurisprudencial.

3.1 En lo relativo al tipo de plazo, existe cierto consenso respecto de que se trata de uno de caducidad[12], por
lo que el Juez, considerándolo término de caducidad, puede rechazar la demanda por improcedente al
calificarla o, de advertirlo durante el proceso, puede hacerlo en etapa de saneamiento procesal,
independientemente de que la parte demandada interponga la excepción correspondiente. Es de señalar que
es frecuente que la parte demandada deduzca la excepción de prescripción, por ignorar que se trata de
caducidad; en estos casos, es práctica general que se le de trámite y se analice en esos términos, verificando
simplemente si el plazo ha vencido o no.

3.2 Respecto de si constituye un requisito para presentar la demanda el que la sentencia haya quedado
consentida o el que haya sido ejecutada en caso fuese ejecutable, es necesario realizar algunas precisiones.

En principio, es indispensable, en todos los casos, que se trate de una sentencia firme o consentida, esto es,
una sentencia que haya pasado a la calidad de cosa juzgada. Esto no solo por la obviedad de que el proceso se
es de nulidad de cosa juzgada fraudulenta, sino por la naturaleza del mismo, es decir, atendiendo a su
residualidad, así como a su carácter extraordinario y excepcional, aspectos descritos anteriormente. No debe
encontrarse habilitada ninguna vía o mecanismo al interior del mismo para reconducirlo o subsanar el vicio,
por lo que es indispensable que la sentencia tenga, a priori, calidad de inamovible.
En este punto, es necesario definir primero, de manera breve y puntual, qué tipo de sentencias son
ejecutables y cuáles no lo son. De acuerdo a la más concisa clasificación de sentencias de procesos de
cognición, éstas se dividen en sentencias declarativas, sentencias constitutivas y sentencias de condena. Por
las primeras, como su denominación lo indica, se persigue dar claridad, por medio de una declaración, a una
situación dudosa o incierta, como la existencia, inexistencia o precisión de una relación jurídica, la falsedad de
algún instrumento, como por ejemplo la nulidad de un acto jurídico, la declaración de ocurrencia de
subrogación de un determinado pago, la prescripción adquisitiva de dominio[13], etc. Las sentencias
constitutivas, por su parte, tienen como objeto la creación, modificación o extinción de una relación jurídica,
como la sentencia de divorcio, de filiación, de resolución de relación creada por contrato. Finalmente, por las
sentencias de condena se ordena a la parte perdedora -demandado- cumplir con una prestación debida, como
en los casos de responsabilidad civil (por inejecución de obligaciones o por la mal llamada responsabilidad
extracontractual), o cuando se dispone la entrega de un bien adeudado (suma de dinero u otro tipo de bien), o
la prestación de un servicio, etc.

Como puede deducirse, las sentencias ejecutables son las de condena, por lo que es en éstas que el plazo de
caducidad se computa desde su ejecución, mientras que en las sentencias declarativas y constitutivas el mismo
se inicia desde el momento en que han quedado firmes.

Ahora bien, la pregunta subsistente radica en si es necesario que se haya ejecutado la misma para encontrarse
habilitada la vía del proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta. La interrogante reviste gran
trascendencia, pues de ser así, el Juez puede declarar improcedente liminarmente la demanda por prematura,
indicando como causal de falta de interés para obrar del demandante (igualmente, resolverá de esa manera la
excepción que se le deduzca). Pero esto significaría que la sentencia firme y fraudulenta, contra la que no cabe
recurso interno alguno, deba ejecutarse, es decir, la ley obligaría a que se consuma el fraude para que recién
pueda ser cuestionado judicialmente. Esto último no parece una solución saludable en la práctica, dado que se
debería esperar, cual muerte anunciada, a que se cause el daño injusto, malintencionado y probablemente
irreversible, para poder accionar, asignando de esa manera a la declaración de nulidad de cosa juzgada
fraudulenta un carácter eminentemente lírico. Lo señalado se aprecia, por ejemplo, en los casos en que se ha
seguido el proceso de espaldas al demandado, por medio del emplazamiento fraudulento, o cuando el fraude
no se da en el proceso sino por el proceso, como se presenta en los procesos simulados seguidos con la
finalidad de agraviar a un tercero que no es parte, quien suele enterarse del entuerto (como denomina
Peyrano a este fraude) al producirse la ejecución.

Comparto la opinión del sector doctrinario y jurisprudencial orientado a que no resulta necesario haberse
ejecutado la sentencia para que pueda interponerse la demanda de nulidad de cosa juzgada fraudulenta, sino
únicamente que la sentencia haya adquirido la calidad de cosa juzgada. En otras palabras, en caso de
sentencias ejecutables el plazo es tan solo eso, un plazo límite, y no el establecimiento de un requisito
adicional; por ende, en todos los casos el plazo empieza a correr desde el momento en que la sentencia -o el
acuerdo de las partes homologado por el Juez que pone fin al proceso- adquirió la calidad de cosa juzgada, y
vence a los seis meses en los casos de sentencias declarativas y constitutivas, y a los seis meses de ejecutada, si
se trata de sentencias ejecutables o de condena. De esa manera pueden remediarse situaciones injustas a
tiempo.

3.3 Por último, es pertinente mencionar el supuesto en que el perjudicado –que como se ha señalado debe
tener legitimidad para obrar, ya sea la parte afectada por haberse seguido el proceso a sus espaldas, o el
tercero directamente agraviado- se enteró del fraude procesal con posterioridad a este lapso. En estos casos,
existe una tendencia, que también comparto, que considera que el plazo para interponer la demanda de
nulidad de cosa juzgada fraudulenta empieza a correr desde que toma conocimiento del fraude procesal,
siempre y cuando pruebe la falta de conocimiento. En caso de presentarse la demanda bajo esta hipótesis, el
demandante debe indicarlo de manera expresa en la misma, adjuntando el sustento apropiado, a fin de que el
Juez pueda calificarla adecuadamente y no declarar su improcedencia de forma liminar.

Sobre el tema, resulta de interés la resolución emitida por el Tercer Juzgado Civil del Callao (Juez Hugo Garrido
Cabrera):

EXPEDIENTE Nº 2003-1028
RESOLUCIÓN NUMERO 32
Callao, nueve de octubre de Dos mil cuatro.-

AUTOS Y VISTOS: Y ATENDIENDO:


PRIMERO: El estado del presente proceso es de resolver las Excepciones de Litispendencia y Prescripción
Extintiva deducidas por la demandada, las que se fundamentan en la existencia de otro proceso en el cual se
viene discutiendo la misma decisión judicial y en el hecho de haber transcurrido el plazo de seis meses que
establece el artículo 178 del Código Procesal Civil que debe computarse desde la ejecución de la cosa juzgada
cuya nulidad se demanda, si se trata de una sentencia ejecutable, o desde que hubiese adquirido la calidad de
cosa juzgada si la sentencia no fuere ejecutable.
SEGUNDO: En cuanto a la Excepción de Litispendencia, conforme lo determina de forma unánime la doctrina,
existe litispendencia cuando nos encontramos ante dos procesos idénticos, identidad que no existe en el caso
de autos pues se trata de procesos en los que el petitorio es diferente, ya que el signado con el número 1124-
2001 es uno de Ejecución de Garantía, mientras que el que es materia de autos es de Nulidad de Cosa Juzgada
Fraudulenta, de modo que la controversia de la presente causa resulta esencialmente distinta; asimismo,
tampoco se trata de las mismas partes, pues la demandante en el presente proceso no ha sido parte en el
proceso de ejecución de garantía cuya nulidad demanda.
TERCERO: Respecto de la Excepción de Prescripción, tratándose de un proceso de Ejecución de Garantía, el
auto de remate que puso fin al proceso resulta para todo efecto equivalente a la sentencia que se pueda
emitir en un proceso de otra naturaleza, por lo que el plazo de seis meses que establece el artículo 178 del
Código Procesal Civil debe computarse desde que dicho auto adquirió la calidad de cosa juzgada si no fuera
ejecutable, o desde su ejecución si tuviese ese carácter.
CUARTO: De acuerdo a lo expuesto, se aprecia que el auto que puso fin al proceso de Ejecución de Garantía,
cuya supuesta nulidad constituye el objeto del presente proceso, es evidentemente de carácter ejecutable y su
ejecución consistirá precisamente en la adjudicación del bien en remate público, hecho que ocurrió el 31 de
enero de dos mil dos, por lo que en ese momento comenzó a computarse para las partes el plazo de seis
meses que establece el citado artículo 178 del Código Procesal Civil.
QUINTO: No obstante lo anterior, se debe tener presente que la parte demandante en este proceso tiene la
calidad de tercero respecto del proceso cuya nulidad por fraude se demanda, por lo que dicho plazo no le
puede ser oponible, en tanto no fue notificado ni de la emisión del auto, ni de su ejecución; en similar sentido,
se ha pronunciado el Pleno Jurisdiccional Civil del año 1999, Tema N° 6, en el que se acordó que: “El plazo para
que un tercero interponga la demanda de nulidad de cosa juzgada fraudulenta empieza a correr desde que
toma conocimiento de la sentencia que tiene la calidad de cosa juzgada”, lo cual quiere decir que se considera
como un requisito adicional implícito que se haya tenido conocimiento del proceso cuya nulidad se demanda a
efectos de que pueda iniciarse el cómputo del plazo previsto en el artículo 178 del Código Procesal Civil,
conocimiento que solo se puede presumir para la demandante a partir de la inscripción del asiento registral de
adjudicación, hecho ocurrido el 1 de octubre de dos mil dos, por lo que la demanda ha sido interpuesta dentro
del plazo establecido por la Ley.

Por las consideraciones expuestas, de acuerdo con los artículos 178, 452 y 453 del Código Procesal Civil, SE
DECLARA: INFUNDADAS las excepciones de litispendencia y prescripción extintiva deducidas por la parte
demandada. Asimismo, de la revisión del expediente se verificó la concurrencia de los presupuestos
procesales y de los requisitos para un pronunciamiento válido sobre el fondo del proceso, no habiéndose
producido en la tramitación del mismo nulidades insubsanables ni se ha propuesto defensas previas, por lo
que de conformidad con lo dispuesto por el artículo 465 del Código Procesal Civil, se declara saneado el
proceso y existente una relación jurídica procesal válida.
Se cita a las partes y litisconsorte a audiencia de conciliación, la misma que se realizará en el local de este
Juzgado el día trece de enero de dos mil cinco a las doce horas.-
4. Efectos de la sentencia.
De acuerdo al artículo 178, si se declara fundada la demanda de nulidad de cosa juzgada fraudulenta, la
nulidad debe alcanzar a los actos viciados de fraude, retrotrayéndose las cosas al estado anterior al de la
ocurrencia del fraude y manteniéndose la validez de los demás[14].
La norma establece que se “repondrán las cosas al estado que corresponda”, pero guarda silencio acerca de
qué significa esto, habiendo dado cabida a distintas interpretaciones.
Para algunos, el juez que conoció el proceso cuya nulidad se ha declarado debe conocer nuevamente el
proceso en el estado en que ha quedado (hasta donde ha llegado la nulidad declarada en el proceso de nulidad
de cosa juzgada fraudulenta, a cargo de otro juez por ser autónomo), esto es, volviendo el proceso a manos
del juez original[15].
Para otros, en cambio, el proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta tiene carácter rescisorio, por lo que
la obtención de un pronunciamiento justo, de declararse fundada la demanda de nulidad de cosa juzgada, solo
será posible mediante un tercer proceso –es decir, el primer proceso no se reabriría sino que se habilitaría la
promoción de un tercer proceso para obtener una sentencia justa- en caso el fraude haya ocurrido desde el
inicio del proceso, y dentro del primer proceso –el que se reabriría- en caso el fraude se verifique en un acto
posterior al inicio del proceso[16].
Otros autores consideran que la reposición de las cosas al estado anterior por la sentencia anulatoria implica
rejuzgar en el proceso nulificante las pretensiones jurídicas del proceso antecedente, en todo o en parte, y
determinar una nueva y diferente consecuencia jurídica, según el caso, sin revivir el primer proceso[17].
Cabe destacar la posición de Ariano, quien luego de concluir que al ser la nulidad de cosa juzgada fraudulenta
no un recurso sino un medio extraordinario de impugnación que se articula desde fuera del proceso y no
desde dentro, su objeto se limita a la rescisión de la sentencia y nada más, no procediendo ni la resolución
sustitutoria ni la reposición del proceso al momento en que se cometió el vicio, por lo que debe entenderse
por “reponer las cosas al estado que corresponda” en el sentido que los efectos de la sentencia de fondo
anulada (ya sea estimatoria o desestimatoria) mediante el procedimiento del artículo 178 deben cesar y solo
eso.[18] Cita esta autora a Montero Aroca respecto de la revisión civil española: “rescindida la sentencia, la
situación jurídica entre las partes queda como si no hubiese existido el proceso anterior, del que ninguna
actuación queda como válida, por lo que si una de las partes lo estima conveniente puede incoar otro proceso
planteando la misma pretensión, contra la que no podrá oponerse la excepción de cosa juzgada.”[19]

En mi opinión, de acuerdo al texto de la referida norma, así como a la jurisprudencia que a la fecha se ha
venido emitiendo sobre la materia (cuyo aporte la ha ido completando de contenido), los efectos de la
sentencia que declara fundada la demanda de nulidad de cosa juzgada fraudulenta no contienen ni la
posibilidad de iniciar un tercer proceso como tampoco la acumulación en el proceso de nulidad de cosa
juzgada fraudulenta de las pretensiones del proceso anulado.
Es importante resaltar que la revisión sobre el fondo de lo resuelto, es decir, la apertura de una nueva
instancia, no constituye el objeto de este recurso extraordinario, lo que ha quedado establecido en forma
expresa en el Pleno Jurisdiccional Civil de 1997:

“Quedó expuesto unánimemente por todos los grupos que la nulidad de cosa juzgada fraudulenta no pretende
la revisión sobre el fondo de lo resuelto en la sentencia firme, sino tan solo evaluar y pronunciarse sobre si la
producción de dicha sentencia a consecuencia de una conducta fraudulenta, de colusión o con violación del
debido proceso es legal.”

De declararse fundada la demanda de nulidad de una sentencia por causa de fraude procesal, se levanta la
autoridad de cosa juzgada de la decisión definitiva, lo que crea las condiciones para una nueva revisión en
dicho proceso. La nulidad alcanzará hasta el acto fraudulento, incluyéndolo, por lo que los efectos de ese
proceso se retrotraerán hasta ese estado, debiendo procurarse afectar el menor número de actos posibles,
dada la naturaleza excepcional y restringida de la nulidad procesal.

Así, si se obtuvo una sentencia sin haber emplazado válidamente a la otra parte, o si se emplearon
documentos falsificados, debe reponerse el trámite de ese proceso al momento inmediato anterior a fin de
subsanar los defectos (notificar al demandado, desestimar tales medios probatorios, etc.). Esto significa que el
mismo Juez que conoció el proceso cuya nulidad de cosa juzgada se ha declarado es quien va a continuar con
la tramitación del mismo, salvo que alguna de las partes cuestione su imparcialidad, o que el propio Juez se
excuse por decoro o delicadeza o debido a que considera que ha adelantado opinión, lo que será evaluado de
acuerdo a las circunstancias particulares del caso.

Ahora bien, en caso se haya demostrado que el fraude se dio en connivencia con el Juez, resulta evidente que
éste no podrá seguir conociendo el proceso, amén de las sanciones administrativas y/o penales a que pudiera
haber dado lugar semejante conducta, debiendo el expediente ser remitido a la Central de distribución general
de la Corte para que sea redistribuido de manera aleatoria, y de esa forma sea otro Juez el indicado para
conocer el proceso en el estado en que éste ha sido repuesto.

Finalmente, si la causal de nulidad ha sido el fraude para el cual se han coludido ambas partes, como en los
procesos simulados, el fallo cuestionado quedará invalidado, careciendo de toda eficacia jurídica, lo que
implica la afectación de la validez y eficacia de todo el proceso, debiendo respetarse los derechos adquiridos
por terceras personas a título oneroso y de buena fe.

Bibliografía
COMENTARIOS A LA CASACIÓN 476-2003 CAJAMARCA

En agradecimiento por sus enseñanzas, por asesorarnos para nuestra graduación y por brindarnos la
oportunidad de trabajar junto a él en esta Casa Superior de Estudios y en la ciudad capital.

1. NOTA INTRODUCTORIA

Anteriormente hemos emitido nuestra opinión con respecto a la necesidad de variar la redacción legislativa
del remedio procesal de la Nulidad de Cosa Juzgada Fraudulenta, en nuestra normatividad.[1] El presente
trabajo no viene a ser sino un complemento de aquella posición que dejamos sentada en dicha oportunidad.

El estudio en esta ocasión trata de una demanda de nulidad de cosa juzgada fraudulenta instaurada fuera del
plazo legal de los seis meses requerido por la normatividad vigente, la misma que fue declarada fundada.

Para ello, es necesario precisar que nuestro trabajo está basado, sobretodo, en la Sentencia emitida por el
Juzgador de primera instancia, puesto que, las Resoluciones de las Cortes Superior y Suprema se remiten, en la
cuestión de fondo, a lo ya resuelto por el juzgador original.

2. REMINISCENCIA DE LOS HECHOS

Brevemente veremos algunos aspectos directamente relacionados con la Resolución bajo comentario para
poder entender de mejor modo nuestros postulados.

2.1. ANTECEDENTES

la señora Carmen Rosa Torres de Álvarez es propietaria de un inmueble ubicado en el Jirón Bolívar Nº 318 de
la localidad de Cajamarca, el mismo que es ocupado por un sujeto al cual no se conoce.
Por ello mismo es que la señora Torres cursa cartas notariales, poniendo en aviso a los ocupantes del inmueble
a fin de que le sea devuelto.
Sin embargo, por desconocerse el nombre correcto del ocupante, se dirigen las cartas a la persona de Daniel
Teófilo Sánchez.
Habiéndose cursado las cartas notariales, el ocupante del inmueble manifestó que el indicado señor no vivía
en el mismo y que tampoco se conocía quién era. No obstante el ocupante presentó una partida de defunción
del señor Daniel Teófilo Sánchez, después de haber afirmado que no lo conocía.
No habiendo obtenido respuesta positiva, la señora Torres demandó el Desalojo por Ocupación Precaria del
inmueble indicado, ante el Juzgado Mixto del Módulo Básico de Santa Apolonia, según obra en el Expediente
Nº 1999-0036. Tal demanda fue declarada improcedente por la imprecisión del nombre del demandado.
Empero, ante tal demanda se apersonaron los hijos del verdadero ocupante llamados Juan Manuel y Segundo
Daniel Reyes Sánchez.
Consecuentemente, hacia el 8 de agosto del año 2000 se solicitó la Actuación de una Prueba Anticipada por el
Juzgado Mixto de Santa Apolonia, cuyo Expediente fue signado con el Nº 2000-0024, consistente en una
inspección judicial del predio urbano. En dicha prueba se constató las características reales del predio, las
cuales coincidían con las que figuraban en la escritura pública de la señora Torres, con lo que se acreditaba la
propiedad. Allí también se constató que el nombre correcto del ocupante era el de Daniel Sebastián Reyes
Sánchez.

En la indicada diligencia, el ocupante afirmó que el terreno le pertenecía en propiedad en virtud de un título
otorgado por el Concejo Provincial de Cajamarca desde 3 años atrás aproximadamente.
El ocupante indicó también que el proceso por el cual adquirió el bien fue ante un órgano Jurisdiccional
Judicial, sin embargo manifestó no recordar mayores datos al respecto. Así, la señora Torres interpuso
una demanda de desalojo por ocupación precaria ante el Juzgado Mixto de Santa Apolonia, ahora en contra
del ocupante y sus hijos, signado con el número 2000-0044. En dicho proceso el demandado presentó de
modo extemporáneo una copia certificada de la Sentencia que lo declaraba propietario del inmueble por
Prescripción Adquisitiva de Dominio.
Es decir, el señor Reyes, ocupante real del inmueble, tramitó una demanda, ante el Tercer Juzgado
Especializado Civil de Cajamarca, sobre Prescripción Adquisitiva de Dominio hacia el 1 de octubre de 1999,
mediante el proceso 99-191. Sin embargo, dirigió su pretensión contra Elidia Vigo Moreno, con citación de la
Municipalidad Provincial de Cajamarca y del Ministerio Público. Obviamente ninguno de los demandados se
apersonó al proceso.
Habiendo obtenido su objetivo, el señor Reyes inscribió su propiedad en el Registro de la Propiedad Inmueble
– Oficina Registral de Cajamarca en la Ficha Nº 81526, afirmando que el bien lo había conducido en forma
pacífica, continua y pública desde 1977.

2.2. EL PROCESO DE NULIDAD DE COSA JUZGADA FRAUDULENTA


Con los hechos sucedidos y narrados anteriormente, la señora Torres inicia un proceso de Nulidad de Cosa
Juzgada Fraudulenta, respecto del proceso de Prescripción Adquisitiva de Dominio.
El proceso fue signado con el número 2001-0023 y se tramitó ante el Juzgado Mixto del Módulo Básico de
Justicia de Baños del Inca. Y se demandó al señor Daniel Sebastián Reyes Sánchez y a sus hijos.
El demandado no sólo contestó la demanda sino que reconvino la misma versándose en un Mejor Derecho de
Propiedad, además de una indemnización por Responsabilidad Extracontractual.
La accionante solicitó la abstención del juzgador que conociera el proceso primigenio que se pretendía
nulificar, por lo que, otro fue el juzgador que asumió competencia.
El nuevo juzgador integró al Procurador Público a cargo de los asuntos judiciales del Poder Judicial en calidad
de litisconsorte necesario pasivo, suspendiendo la causa hasta el emplazamiento válido de dicho funcionario.
A la audiencia de Conciliación, Fijación de puntos controvertidos y admisión de medios de prueba solamente
asistió la incoante con su abogado…

3. LA NULIDAD DE COSA JUZGADA FRAUDULENTA

3.1. NATURALEZA DE LA NULIDAD DE COSA JUZGADA FRAUDULENTA


La nulidad de cosa juzgada fraudulenta es considerada un medio impugnatorio. Se ha dicho que un medio
impugnatorio es el instrumento que la ley concede a las partes o terceros legitimados para que soliciten al
juez, que él mismo u otro de jerarquía superior, realice un nuevo examen de un acto procesal o de todo el
proceso, a fin de que se anule o revoque éste total o parcialmente. (Monroy Gálvez 1995: 302).
Los medios impugnatorios al clasificarse en remedios y recursos,[2] abarcan a la nulidad de cosa juzgada
fraudulenta como un ejemplo de remedio procesal.
Entonces, el proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta consiste en el inicio de un proceso autónomo
(distinto al que dio lugar a la sentencia que se cuestiona) cuyo propósito es solicitar la revisión de la decisión
final que adquirió la autoridad de cosa juzgada y del proceso en que se emitió por presentarse un supuesto de
fraude. Al respecto, Ana María Arrarte (2002) considera que, si bien el proceso nulificante es uno nuevo
distinto de aquél en el que de expidió la sentencia cuestionada, ello no obsta a que, por su naturaleza sea
accesorio de este último. Es decir, si bien se trata de un proceso autónomo, ello no impide reconocer su
esencia de medio impugnatorio, o sea, que, por su naturaleza, es, específicamente, un remedio procesal.
Por otro lado, la nulidad de cosa juzgada fraudulenta, al estar inmersa dentro de las nulidades procesales, se
encuentra gobernada por todos los principios que rigen a aquéllas.
Sin embargo, este remedio procesal también goza de otras características como son: excepcionalidad,
residualidad, extensión limitada, impedimento de revisión del fondo de la controversia y requisito de la
concurrencia de una causal con la afectación al proceso, características que ya hemos estudiado
anteriormente.

3.2. LA COSA JUZGADA


La cosa juzgada puede ser entendida como la inatacabilidad de una sentencia jurisdiccional una vez que ha
quedado firme. No se trata de un efecto de la sentencia sino de una cualidad y un modo de ser y de
manifestación de sus efectos (Cieza 2001: 30).
Las resoluciones judiciales y los procesos que le dieron origen, adquieren la calidad de cosa juzgada cuando el
proceso, como un todo, ha terminado por la falta de impugnación oportuna o por el agotamiento de todos los
medios impugnatorios y todas las instancias. Dicho de otro modo, las resoluciones consentidas y/o
ejecutoriadas adquieren la calidad de cosa juzgada.
La eficacia de la cosa juzgada radica en sus elementos que son;
Ø Inimpugnabilidad Está vedada la posibilidad de revivir procesos fenecidos.
Ø Inmutabilidad Una vez producida la conclusión del proceso no es posible dejar sin efecto la resolución que
hubiera adquirido el carácter de cosa juzgada.
Ø Coercibilidad Permite a la parte cuyo derecho ha sido objeto de tutela a través de una sentencia favorable,
contar con la posibilidad concreta de exigir del obligado el cumplimiento de lo dispuesto en ella.
Siguiendo esta orientación el Artículo 123º del código procesal civil ha establecido que una resolución judicial
adquiere la autoridad de cosa juzgada cuando no proceden contra ella otros medios impugnatorios que los ya
resueltos; o las partes renuncian expresamente a interponerlos, o dejan transcurrir los plazos sin formularlos.
En este estado consideramos prudente traer a colación que en doctrina –y también en jurisprudencia-
se considera la clasificación de la cosa juzgada en formal y en material (Arce 1997: 228).
La cosa juzgada formal se presentaría cuando, pese a que no caben ya contra ella medios impugnatorios en el
mismo proceso en que se dictó, su eficacia es meramente transitoria porque la misma cuestión jurídica
debatida puede ser nuevamente sometida a otro proceso. En cambio, la cosa juzgada material o sustancial, por
el contrario, sería la autoridad que asume la sentencia judicial cuando reúne no sólo el carácter de
inimpugnable en el mismo proceso, sino que, además, a ello, se agrega el carácter inmutable o inmodificable.
Es la cosa juzgada propiamente dicha. Pero,
en suma, la clasificación de la cosa juzgada en formal y material, se considera que ya no responde a una
concepción moderna del proceso, ni está de acuerdo con lo normado en nuestro código adjetivo. Para Adrián
Simons (2002) la cosa juzgada debe ser medida y apreciada en función al grado de inmutabilidad de las
sentencias; es decir, cómo es que llega a formarse la cosa juzgada.
Él propone una clasificación en Sentencias Definitivas, es decir, aquéllas que admiten sólo un medio
extraordinario de impugnación, como lo es la nulidad de cosa juzgada fraudulenta; y Sentencias Últimas, las
que adquieren la autoridad de cosa juzgada, lo que quiere decir que, a diferencia de las anteriores, adquieren
inmutabilidad colocándolas al margen de cualquier discusión posterior.
De ese mismo parecer son Hernando Devis Echandía (Apud. Cieza 2001: 31), Jairo Cieza Mora (2001: 29) y
Alicia García (1997: 189). Por ejemplo, para esta autora (1997: 190), la cosa juzgada formal y la cosa juzgada
administrativa no son institutos correctamente estructurados.
Saliendo de este tema, concluiremos diciendo, entonces, que habrá cosa juzgada cuando lo resuelto adquiera
firmeza y se mantenga inalterable, impidiéndose la discusión, alteración o modificación del factum sometido a
proceso.

3.3. CAUSALES PARA SOLICITAR LA NULIDAD DE COSA JUZGADA FRAUDULENTA


El sustento de una nueva revisión de una sentencia firme que ha pasado a tener la autoridad de cosa juzgada,
es el fraude procesal, el mismo que puede presentarse en cualquier tipo de proceso.
El fraude procesal hace referencia a una conducta procesal dolosa destinada a obtener una decisión
jurisdiccional en apariencia legal, pero que, en realidad, encierra un provecho ilícito. Es decir, en palabras de
Peyrano (Apud. Morales 2002): “(...) existe fraude procesal cuando media toda conducta activa u omisiva,
unilateral o concentrada, proveniente de los litigantes, de terceros, del oficio o de sus auxiliares que produce
el apartamiento (sic) dañoso de un tramo del proceso o del proceso todo, de los fines asignados; (...).” Esta
finalidad dolosa implica una violación al principio de la buena fe procesal (Garrote 1997: 155).
El fraude, entonces, adquiere mayor gravedad cuando se esconde bajo una sentencia con autoridad de cosa
juzgada, pues la dota de una apariencia de legalidad oponible a terceros, situación que no se presenta fuera
del proceso.
El fraude en el proceso es mucho más grave que el fraude en los actos civiles, porque se utiliza al órgano
jurisdiccional como sujeto activo del acto ilícito.
“(...), existe una corriente doctrinaria -encabezada por el profesor Jorge Peyrano-, según la cual el tema central
no es que se haya presentado un supuesto de fraude, sino que exista lo que él denomina “entuerto”, esto es:
“...cualquier circunstancia (objetiva, subjetiva, voluntaria o fortuita) que redunde en que la sentencia final no
refleje fielmente la verdadera voluntad del ordenamiento para el caso concreto”.” (Arrarte 1996: 218). En esta
corriente se acepta como causal de revisión no sólo el fraude procesal, sino también las situaciones de caso
fortuito y fuerza mayor, lo cual no es recogido por nuestra legislación.
Anteriormente, nuestro código procesal civil consideraba cuatro causales para solicitar la revisión de una
sentencia definitiva, ellas eran dolo, fraude, colusión o afectación al debido proceso. Posteriormente, la
redacción fue modificada, por cuanto, el dolo se encontraba implícito en el fraude procesal, pues el mismo
viola el mandato que impone a las partes la obligación de obrar con lealtad y probidad (Devis 1997: 69). Pero,
además, la colusión no es sino una modalidad que puede adoptar el fraude. Ambos serían variantes del fraude
(Carrión 2000: 415).
En la actualidad, nuestra legislación requiere que se materialice, necesariamente, una afectación al debido
proceso, además de las causales de fraude o colusión.
Por nuestra parte ya hemos manifestado que consideramos que la única causal para solicitar la nulidad
debería hacer referencia solamente al fraude procesal.

3.4. LEGITIMIDAD ACTIVA Y PASIVA


Sobre este punto, también nos hemos pronunciado anteriormente. Sin embargo, es necesario no dejar de lado
algunos aspectos resaltantes. Así, por ejemplo, al definirnos qué es un medio impugnatorio, Monroy Gálvez
(1995: 302) nos manifiesta que se trata de un instituto sólo utilizable por los elementos activos de la relación
procesal que tienen interés directo en el resultado del proceso o del acto procesal que se impugna, es decir, la
parte o el tercero legitimado.
Ante esto, es claro que existirán sujetos que no tuvieron conocimiento real del proceso y que tranquilamente
pueden ser aceptados activamente, debido al perjuicio que se causa, como se da en el presente caso.
Es decir, el postulado de que se faculte demandar la nulidad de cosa juzgada fraudulenta a todo sujeto que se
viera perjudicado, haya sido o no, parte en el proceso originario, queda debidamente sustentado con el caso
bajo comentario.
En lo referente a la legitimidad pasiva, ya también advertimos que lo lógico es que se demande a quien generó
el fraude. También sobre esto adelantamos que por acuerdo de pleno jurisdiccional se determinó que debía
emplazarse con la demanda al Magistrado si es que se le imputaba dolo, fraude o colusión, así como al
Procurador Público encargado de la defensa de los asuntos del Poder Judicial.[3]

4. PRINCIPALES PUNTOS DE ANÁLISIS DE LA SENTENCIA


4.1. POSESIÓN PACÍFICA, CONTINUA Y PÚBLICA DE UN INMUEBLE
En la sentencia se cuestiona la afirmación hecha por el demandado en el sentido de que había conducido el bien de modo pacífico,
continuo y público, para poder acceder a la prescripción adquisitiva de dominio.
Es claro que tal afirmación no se ajustaba a la realidad por cuanto se le había requerido en diversas oportunidades y de diversos modos
la desocupación del inmueble, tal como lo acreditó la demandante.
Las cartas notariales cursadas a persona distinta al demandado no pudieron surtir efecto cuando él dijo no conocer al destinatario. Sin
embargo, al adjuntar la partida de defunción del personaje a quien se dirigió la carta es claro que tenía cierto conocimiento de quien se
trataba. Ahora bien, el juzgador hace un razonamiento muy acertado, por la similitud de los apellidos, se podía presumir de que tenían
alguna relación de parentesco.
Con esto el juez dedujo que el demandado sí pudo tomar conocimiento de la existencia de los verdaderos propietarios del bien que
ocupaba y que lo estaban reclamando. Además, las cartas notariales fueron dejadas en la dirección donde justamente él vivía .
4.2. PRESCRIPCIÓN DE UN BIEN PÚBLICO
Un error que comete el demandado y que es absuelto claramente por la sentencia hace referencia a la prescripción de los bienes
públicos.
El demandado indica que el proceso de prescripción adquisitiva de dominio fue tramitado correctamente pues se emplazó al colindante
conocido así como a la Municipalidad Provincial de Cajamarca. Sostiene que dicho terreno tenía la condición de bien público por cuanto
era la prolongación del Jirón Huánuco de la localidad de Cajamarca.
Ante esto el juzgador aclara que los bienes públicos devienen en imprescriptibles, siendo el razonar que, al haber sido acogida la
pretensión de prescripción adquisitiva de dominio, era claro que el Municipio no era dueño de dicho predio y que se debió notificar
válidamente a los verdaderos propietarios .

4.3. EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA DECLARATIVA

La sentencia fue inscrita en Registros Públicos el día 15 de junio del año 2000 según la demandante; y el día 7 de junio del mismo año, según el
demandado.
En este sentido, el plazo de seis meses estipulado en el artículo 178º del código procesal civil para poder solicitar la nulidad de cosa juzgada fraudulenta,
y, consecuentemente, el derecho de la accionante ya se habrían extinguido, por cuanto la demanda fue presentada el día 13 de diciembre de dicho año.
la sentencia procedente de una prescripción adquisitiva de dominio no requiere ejecución por tratarse de una sentencia declarativa.
Contradictoriamente, en el considerando segundo de la sentencia, el juzgador expresa que el demandado, en ejecución de la misma, inscribió su
propiedad en el Registro de la Propiedad Inmueble, lo cual no es una afirmación correcta por parte del magistrado. Corrigiendo el error, en el
considerando sexto agrega que el proceso de prescripción adquisitiva de dominio es eminentemente declarativo, y, en tal sentido, el plazo exigido por el
artículo 178º del código procesal civil debe computarse no desde su inscripción en Registros Públicos, sino desde el momento de haber adquirido la
calidad de cosa juzgada.

5. EL PRINCIPIO PROCESAL DE EFECTIVIZACIÓN DE LOS DERECHOS SUSTANCIALES

5.1. SEGURIDAD JURÍDICA Y JUSTICIA

El mecanismo de la nulidad de cosa juzgada fraudulenta, como lo señala correctamente el juzgador en la


sentencia de primera instancia, no viene a ser sino la solución creada para superar la discusión entre dos
valores jurídicos de importancia superlativa como son la seguridad jurídica y la justicia.
Sin embargo, ya la doctrina ha indicado que la autoridad de cosa juzgada no deviene en absoluta y necesaria,
de modo que cabe admitir su revocación cuando ello es imprescindible para impedir los efectos de sentencias
intolerablemente injustas.
El proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta se constituye en el resultado intermedio para superar la
discusión respecto a la prioridad entre dos valores jurídicos de importancia superlativa: la seguridad jurídica
derivada de las sentencias firmes que adquirieron la autoridad de cosa juzgada, y la justicia, cuando existen
situaciones que revelan un abuso del derecho a la jurisdicción y desvían la voluntad declarada de la ley por
otra (Carrión 2000: 406).
La seguridad jurídica no viene a ser sino una garantía del estado de derecho. Su significación apunta a la
previsibilidad de las consecuencias jurídicas derivadas tanto de la aplicación del derecho como de las de
determinadas conductas humanas.

La justicia, en cambio, no puede ser definida dentro del ámbito del derecho, pues, para hacerlo, se requiere
ingresar al campo de la filosofía. Además, la percepción de justicia que tiene cada individuo difiere de la otra,
según el contexto en que se encuentre (Guerra 2002: 19). No obstante ello, podemos trabajar con el concepto
de justicia positiva esbozado por María Fabiana Meglioli (1999: 1) para quien, aquélla consiste en el
restablecimiento del ordenamiento jurídico, cuando se ha visto alterado por una conducta antijurídica.
Ahora bien, en un análisis axiológico, Juan Hitters (Apud. Meglioli 1999: 2)admite que resulta innegable que el
rango de la seguridad es inferior al de otros valores jurídicos, tales como la justicia, que a no dudarlo, viene a
ser el más elevado de toda la escala estimativa.
Sin embargo, se puede considerar que en los procesos culminados con fraude, no se resquebraja la seguridad
jurídica que brinda la cosa juzgada, ya que la misma sería irregular por haber sido obtenida con medios ilícitos.
O sea, una sentencia obtenida fuera de las garantías constitucionales, jamás puede adquirir la inmutabilidad
de la cosa juzgada, permitiendo así su revisión (Arrarte 2001: 198). No puede haber cosa juzgada cuando para
obtener el fallo se avasallaron los derechos y garantías que las normas fundamentales conceden a los
justiciables: “Por consiguiente, si se obtiene una sentencia judicial fruto de un proceso viciado
sustancialmente, resulta imposible considerar que en tal decisión exista aplicación del derecho, lo que lleva a
inferir que el fallo será injusto, transgredirá el fundamento del estado de derecho, quebrando el principio de
seguridad jurídica, justificar lo contrario implicaría contravenir el orden jurídico preestablecido y propiciar la
“inseguridad jurídica”.” (Meglioli 1999: 2).
En palabras de Peyrano (1997: 123): “No a toda sentencia judicial puede reconocérsele fuerza de resolución
inmutable, sino sólo aquellas que han sido precedidas de un proceso contradictorio en el que el vencido haya
tenido adecuada y sustancial oportunidad de audiencia y prueba. No puede invocarse el principio de
inmutabilidad de la cosa juzgada cuando no ha existido un auténtico y verdadero proceso judicial.” En ese
mismo sentido, Berizonce manifiesta que no toda sentencia tendrá eficacia de cosa juzgada, sino tan sólo
aquéllas que coronan un proceso válido en todos sus aspectos (1997: 176). En igual modo se pronuncia
Ramírez Jiménez (Apud. Carrión 2000: 408), para quien la cosa juzgada obtiene el carácter de inmutable sólo
en la medida en que la sentencia haya sido emitida dentro de un proceso serio, imparcial y que haya respetado
el principio de igualdad para las partes.

5.2. REFLEXIONES ACERCA DEL PLAZO PARA SOLICITAR LA REVISIÓN POR FRAUDE PROCESAL

El considerando sétimo de la Sentencia toma como referencia una de las teorías referidas a la caducidad y a la
prescripción, la cual es la idónea para resolver este conflicto de intereses.
Allí se menciona que el plazo exigido por el código instrumental es uno de Caducidad, y que se entiende que
tanto la Caducidad como la Prescripción Extintiva de Derechos se constituyen en una especie de sanciones al
actuar negligente del actor.
Hablamos de prescripción extintiva de derechos por un lado, y como contraparte, la prescripción adquisitiva de
derechos. Ya que si uno pierde algún derecho por el transcurso del tiempo, esto favorece a otro sujeto que es
quien adquiere el derecho también por efectos del tiempo trascurrido.
Partiendo de este razonamiento, es claro que la accionante siempre actuó con la diligencia requerida, no
pudiéndose afirmar que no lo hizo de tal forma, puesto que jamás tuvo conocimiento del proceso y no podría
ser sancionada con el transcurso del tiempo, si es que no contó con la oportunidad de hacer valer su derecho
de contradicción.
El demandado se ampara en que realizó las publicaciones requeridas por el código adjetivo en este tipo de
procesos y que la demandante no tomó las precauciones debidas al leer el periódico.
Aquí, sin que el juez haya realizado un pronunciamiento sobre este asunto, lo argumentado por la defensa de
la demandante aclara el panorama. Prácticamente, y casi todos lo podemos comprobar, el hecho de realizar
las publicaciones en un periódico se tornan en una simple formalidad a lo requerido, pues en la realidad,
creemos que son muy pocos los que están al tanto, todos los días, de los avisos judiciales publicados en los
diarios. Prácticamente, solamente los leen los interesados que saben que dicha publicación se va a realizar.
Pero vayamos al meollo del asunto que ha provocado el estudio presente: El inicio del cómputo del plazo para
solicitar la revisión procesal.
El mayor inconveniente en este aspecto radica en que, el ahora demandado, presentó la copia de la Sentencia
que lo declaraba propietario por prescripción adquisitiva de dominio después de haber transcurrido los seis
meses requeridos para la instalación del proceso nulificante, en virtud de nuestro ordenamiento procesal
vigente.
En esa orientación, sabemos que la demanda será declarada improcedente cuando se presentase fuera del
lapso exigido por el código adjetivo.
Pero habrá que entender que tal plazo corre cuando todos los implicados en el proceso han tenido una
participación válida en el mismo. Así, analizando la ratio legis del remedio procesal de la nulidad de cosa
juzgada fraudulenta, ésta no busca sino alcanzar la justicia como fin supremo del derecho.
En esa dirección, el juzgador señala la ejecutoria correspondiente al Expediente 2562-98 emitida por la 3 Sala
de la Corte Superior de Justicia de Lima donde se afirmó que el plazo fijado por el artículo 178º del código
instrumental debe contarse desde que el justiciable toma conocimiento formal de la resolución suprema, esto
es, cuando se le notifica el mandato inferior que manda cumplir lo ejecutoriado, lo que implica computar el
plazo desde el momento en que las partes toman conocimiento de modo formal de la culminación del proceso
que se pretende nulificar.
Sabemos al respecto que nuestro código establece, respecto de la sentencia final, que la acción nulificante
procede únicamente dentro de los seis meses de ejecutada o de haber adquirido la calidad de cosa juzgada si
no fuere ejecutable.
Al respecto, hemos indicado oportunamente que el plazo debe computarse desde que el interesado toma
conocimiento real de la finalización de un proceso que lo perjudica,[4] pues, tal sujeto puede no haber sido
parte en dicho proceso, pero por atentarse contra sus derechos, tendría la posibilidad de solicitar la revisión
del mismo., como se da en el presente caso.
Así, el cómputo se debería iniciar desde que se tuvo conocimiento de la culminación definitiva del proceso.
Empero, estimamos que el inicio del cómputo del plazo debe hacer siempre referencia a la fecha en que se
tuvo conocimiento real –y no formal- de la finalización del proceso con sentencia firme que otorga la calidad
de cosa juzgada y que, salvo prueba en contrario, se debe presumir que corre desde la fecha de la notificación
de la misma.

5.3. LA EFECTIVIZACIÓN DE LOS DERECHOS SUSTANCIALES COMO PRINCIPIO PROCESAL


El artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Civil está referido a los fines del proceso, así como a la
integración de la norma procesal. En el primer párrafo de dicho artículo textualmente se estipula:
“El Juez deberá atender a que la finalidad concreta del proceso es resolver un conflicto de intereses o eliminar
una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica, haciendo efectivos los derechos sustanciales, y que su
finalidad abstracta es lograr la paz social en justicia.” (El subrayado es nuestro).
Ahora intentaremos explicar debido a qué motivos hemos resaltado una parte del citado artículo, la misma
que suele ser dejada de lado.
Si estamos dentro de los fines del proceso, entonces hay que tener muy en cuenta que uno de esos fines es,
justamente, hacer efectivos los derechos sustanciales de los justiciables. Y esto está referido a los derechos
materiales, sustantivos o también llamados sustanciales, como lo hace nuestro código.
Los derechos sustanciales son aquéllos que tienen por sí sustancia y vida propia. Se contraponen
(académicamente hablando)[5] a los derechos procesales, adjetivos o instrumentales. Así tenemos que, los
derechos sustanciales son llamados sustantivos, y los derechos procesales, adjetivos.
Recurriendo a la gramática, podemos entender que un (derecho) sustantivo hace referencia a una palabra
(institución jurídica) que no requiere de la adición de elemento alguno para su propia existencia y
comprensión. Por su parte el (derecho) adjetivo es aquél vocablo (institución jurídica) que califica u otorga
alguna cualidad al (derecho) sustantivo.
Entonces, podemos entender -de modo muy general- que un derecho adjetivo queda subordinado[6] a un
derecho sustantivo. En otras palabras, se requiere de una vulneración un derecho sustantivo para que se haga
uso de los derechos adjetivos a fin de recuperar el derecho sustantivo menoscabado. Por ello mismo aquéllos
también son llamados instrumentales o procesales.
Retornando a nuestro rumbo y teniendo en cuenta lo dicho, recordemos que la finalidad del proceso es buscar
el derecho de fondo que asiste a cada parte. No olvidemos que el proceso está al servicio de estos derechos,
en otras palabras, al servicio de la justicia.
Evoquemos siempre que el fin supremo del derecho es nada más y nada menos que la justicia. Ya Couture nos
advertía que cuando encontrásemos una confrontación entre el derecho y la justicia, deberíamos preferir a
ésta última.
En el presente caso, el juzgador hace lo justo. Considera que, pese a haberse interpuesto la demanda de
nulidad de cosa juzgada fraudulenta fuera del plazo legal, ésta es procedente así como amparable, impidiendo,
de este modo, una sentencia intolerablemente injusta -tal y como él mismo lo menciona-.
El juzgador corona su Sentencia recurriendo al Imperio de la Justicia y al Principio Ex iniura ius non oritur
referido a que aquello que es contrario al derecho no puede originar un derecho.
Finalmente, indicaremos que la Sala Civil de Cajamarca confirmó la Sentencia de primera instancia agregando
que los derechos de defensa y de contradicción no admiten limitación ni restricción alguna para su ejercicio.
Por su parte, la Sala Suprema afirmó que el recurso de Casación no merecía ser amparado, puesto que
el Colegiado Superior sí se había pronunciado respecto de los supuestos agravios en contra del recurrente, y
más aún si en la Sentencia se podían apreciar las valoraciones esenciales y determinantes que sustentaban la
decisión.

6. COLOFÓN

Esta Sentencia que sienta un precedente jurisdiccional único en nuestro Estado, adolece de una debilidad:
tanto la Resolución de la Sala Superior como la de la Sala Suprema no mencionan explícitamente que el plazo
para poder demandar la nulidad de cosa juzgada fraudulenta puede ser computable desde el día en que el
perjudicado toma conocimiento real del proceso.

Creemos que, por la envergadura del asunto en cuestión, en la Sentencia de Casación se debió haber
mencionado este aspecto. Al no habérselo hecho, la trascendencia de esta Casación puede pasar
desapercibida.

El presente trabajo intenta que usted, amigo lector, difunda esta Resolución; espera que usted pregone que la
justicia está sobre el derecho, y que los cauces procesales no pueden ahogar a un derecho latente que espera
alcanzar la justicia en la otra orilla.

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