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Reseñas

de lecturas sobre
geopolítica y
economía global
ESADEgeo, bajo supervisión del Profesor Javier Solana
y del Profesor Javier Santiso.
The Haves and the Haves Nots: A
Brief of Idiosyncratic History of
Global Inequality
Milanovic, Branko, (2011), Basic Books, New York, NY.

“El lugar de nacimiento explica más del 60% de la variabilidad


en la renta global de cualquier individuo.”
“Hoy, la distribución de la riqueza es tal que el 10 por ciento de
los más ricos reciben el 56 por ciento de la riqueza, mientras
que el 10 por ciento más pobre recibe el 0,7 por ciento.”
“Más del 70 por ciento de las personas con rentas más altas
pertenecen a los países ricos de occidente.”
“El ratio entre el nivel más alto y el más bajo de la pirámide
global es de 200 a 1. Esto significaría que para conseguir lo que
los más ricos ganan en un año, les llevaría a los más pobres 200
años de trabajo.”
“La verdadera causa de la crisis se encuentra en las grandes
desigualdades en la distribución de la renta, que generaron un
número mucho mayor de fondos invertibles de lo que podría
emplearse provechosamente.”

Sinopsis
¿Quién fue el hombre más rico de la historia? ¿A qué escala dentro de la sociedad
ascendería Elisabeth Bennet, la protagonista de Orgullo y Prejuicio, casándose con su
pretendiente? ¿En qué departamento de París vivirías hoy y hace siete siglos? Branko
Milanovic elabora aquí un repaso a la situación de las desigualdades económicas del
mundo pasado y presente en el que entremezcla datos numéricos, estadísticas y
análisis económicos con historias que ilustran, de manera más cercana y sencilla, sus
explicaciones. El libro está dividido en tres partes según los niveles de desigualdad:
entre personas de un mismo país, entre países y entre la desigualdad global entre
individuos de diferentes países.

Este último tipo, fomentado por la globalización, ha visto aumentar sus índices en las
últimas décadas generando una redistribución de la riqueza más desigual que nunca,
así como acuciantes problemas como el aumento de los flujos migratorios de los países
pobres a los ricos, con la consiguiente desestabilización política general. Datos como
que más del 60 por ciento de la variabilidad de la renta se debe al lugar en el que se
nace, seguido de la renta de los padres, o que el 22 por ciento de los más pobres
generan la misma riqueza que el 1,75 por ciento de los más ricos sirven a Milanovic
para completar un retrato desalentador pero muy certero sobre el peligroso rumbo
que está tomando el mundo con la riqueza acumulada en manos de unos pocos, y una

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gran masa de países pobres soportando el peso del sistema. China e India se
vislumbran como el único contrapeso en esta tendencia por su rápido crecimiento. Sin
embargo, su empuje resulta insuficiente ante un problema, la desigualdad en la
distribución de la riqueza, que pondrá en peligro, mucho más de los que los estados
parecen prever, la estabilidad económica y política del conjunto de países.

El autor
El serbio Branko Milanovic es economista del Banco Mundial en Washington D.C. y
profesor de la universidad de Maryland, EEUU. Su especialidad se centra en el estudio
de la desigualdad económica dentro de los países y entre los mismos y sobre este
asunto ha escrito multitud de informes para el Banco Mundial así como libros de tono
más divulgativo.

Idea básica y opinión


El libro de Branko Milanovic se estructura de forma útil y amena tanto para el lector
experto como para el menos erudito en el campo de la desigualdad y la economía.
Pese a la inclusión de numerosos datos estadísticos a lo largo de toda la narración, el
autor acompaña los mismos de didácticas explicaciones de los conceptos (como las
prácticas descripciones del coeficiente de Gini o la Paridad del Poder Adquisitivo, PPP)
y repasa las teorías económicas que se han dado en la academia en el campo de la
desigualdad. Desde las reflexiones de John Rawls, a Karl Marx o Milton Friedman,
Milanovic elabora un repaso casi cronológico por la evolución de la distribución de la
riqueza en el pasado y en la época actual, donde la globalización y las nuevas
tecnologías marcan el paso de un mundo cada vez más difícil de prever.

El libro se divide en tres ensayos sobre los tres niveles de desigualdad que existen en
el mundo. El primero se centra en la desigualdad entre los individuos de una
comunidad, o país. Se trata del tipo que, según el autor, más fácil reconocemos. El
segundo analiza la desigualdad entre países, la que percibe la población al poner los
informativos o viajar. En este tipo de desigualdad un aspecto muy importante es la
emigración, que el autor insiste se debe a la falta de oportunidades y recursos en el
país de origen. En este sentido, lo único que provoca la tendencia al cerrajón de
puertas por parte de los países ricos es un problema mucho mayor. Por último, el
tercer capítulo gira en torno a una suma de las anteriores: la desigualdad global,
generada por la presión de la globalización al crearse la tendencia del individuo de un
país a comparar su fortuna con la de un individuo de otra nación.

Cada tipo de desigualdad se adorna con historias cortas con la que el autor consigue
ilustrar su argumento de la manera muy entretenida. Reflexiones como en qué lugar
de la pirámide estarían hoy Anna Karenina y Elizabeth Bennet, quién es más rico Bill
Gates o el emperador romano Nerón o cómo unos pocos equipos de fútbol acumulan a
los grandes talentos mundiales del balón le sirven para ejemplificar la situación de la

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desigualdad pasada y presente debida al nivel de ingresos pero, también, al estrato
social y el lugar en el que cada uno nace.

Desigualdad entre personas


En el primer capítulo del libro Milanovic analiza la desigualdad entre individuos dentro
de un mismo país. Aquí, las preguntas giran en torno a qué determina esa
desigualdad; algo que sin duda también despierta dilemas éticos. Mientras que a
finales del siglo XIX, en la sociedad agrícola, las diferentes clases sociales creaban una
barrera de acero que mantenía la desigualdad estática y siempre dentro de los mismos
parámetros, a partir de la revolución industrial las cosas cambiaron hacia una sociedad
donde los más pobres podían acceder a una mayor formación. A la vez, la posibilidad
de ascender en la escala social se hacía menos impensable.

Una cuestión importante que el autor plantea en este primer capítulo es si los países
más desiguales crecen más rápidamente u ocurre lo contrario. Aquí Milanovic
diferencia sabiamente entre desigualdad “buena” y desigualdad “mala”, y las compara
con el colesterol bueno, y el malo. La primera genera competitividad e incentivos para
que las personas estudien, trabajen duro y se lancen a arriesgados proyectos
empresariales. La segunda, en cambio, genera el ansia por preservar la posición ya
adquirida, y reduce considerablemente la eficiencia económica de los países. La
discriminación aquí, marcada por los ingresos heredados, no es diferente a la de
género o raza – y las sociedades que la fomentan reducen sus posibilidades de éxito.

Para ilustrar este ensayo Milanovic crea diez amenas historias que nos ayudan a
entender el concepto de desigualdad entre personas del mismo país, así como a
comparar la situación en el pasado con la actual. Arrancando con la ya mencionada
vida de dos heroínas literarias como Elisabeth Bennet y Anna Karenina, cuya posición
variaría mucho con un buen matrimonio, el autor repasa así mismo la situación de
desigualdad del imperio romano o la de los diferentes departamentos de París hoy y a
lo largo de su historia. Analiza también cuál ha sido el hombre más rico de la historia,
competición en el que John D. Rockefeller partiría como favorito por aunar además
poder político. Interesante resulta su breve análisis sobre la igualdad dentro de los
países socialistas, abanderados de la equidad entre su ciudadanos. Aunque el autor
admite esa igualdad, allanada por la nacionalización de las empresas o al aumento de
los subsidios, ese sistema anulaba el incentivo de trabajar duro y reservaba los mejores
trabajos entre un reducido grupo de personas afines al poder.

Sobre la redistribución fiscal, Milanovic se centra en los beneficiarios de la misma para


resaltar una paradoja: aunque se podría suponer que es la clase media, cuyos votantes
son los que de hecho eligen el sistema tributario y los beneficios que éste implica, la
que sale ganando, no es así. Los más pobres son los que se benefician de la
redistribución fiscal. Así, la conclusión es que la clase media vota esas medidas por un
“por si acaso”, una suerte de paz mental. Lo que demuestra, también, que la intención

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de voto se ve influenciada, en ocasiones mucho más por la ideología o los valores que
por la economía.

Desigualdad entre naciones


En el segundo capítulo, Milanovic se centra en la desigualdad que existe en el PIB per
cápita entre países. En este sentido, la Revolución Industrial fue el Big Bang que
resituó a unos países por encima de otros y la desigualdad entre estados subió de
forma continuada hasta los años 50, creándose la figura del Tercer Mundo. Sin
embargo, el primer problema que encontraron los economistas a la hora de medir esta
desigualdad era expresar el PIB per cápita en unidades comparables entre países y a lo
largo del tiempo – nació así la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA). Con esta nueva
unidad de medida se pudo analizar de manera más fidedigna el efecto sobre la
desigualdad que tuvieron acontecimientos como la caída del comunismo o la “década
perdida” en América Latina. Estas amplias diferencias son precisamente las fuerzas
principales detrás de la presión migratoria y el deseo de personas de países pobres de
trasladarse hacia los ricos. Y mientras unas fuerzas aumentan cada vez más el
desequilibrio, una nueva presión positiva es la única que consigue reducirlo: el rápido
crecimiento de China e India. Al ser países tan poblados, su éxito tiene un gran peso
en la desigualdad global.

En cuanto a la globalización, el autor quiere destacar la errónea idea de que ésta


provoca que los niveles de los países converjan, al suponerse un crecimiento más
rápido en los estados pobres gracias a ella. La realidad demuestra lo contrario y el
capital suele fluir de ricos a ricos, con la excepción de China, que es un caso aparte. Así,
la llamada Globalización 2.0 parece menos beneficiosa para los países pobres de lo
que los economistas previeron.

Quizá uno de los mayores cambios que ha vivido la desigualdad entre países se dio
cuando se pasó de que la clase determinara el lugar en la pirámide a que lo hiciese el
lugar en el que se nace. De hecho, Milanovic ha comprobado estadísticamente que el
lugar de nacimiento explica más del 60% de la variabilidad en las rentas globales. Así,
los ingresos de una persona los marcan de forma casi definitoria dos factores: tu
ciudadanía y el nivel de renta de tus padres. La proporción que recae sobre el
esfuerzo personal resulta mínima, por lo que la única salida para muchas personas es,
o esperar que su país mejore, o marcharse a otro con una situación mejor. La
migración es la única salida y la respuesta racional a las enormes diferencias en la
calidad de vida.

Para demostrar esta afirmación basta con observar la diferencia entre los ingresos de
los países emigrantes y los de los receptores: 3 a 1, lo que supone que el emigrante
tiene la posibilidad de que su situación mejore por tres al marcharse. Actualmente se
da la situación en la que todas las personas que viven en un país rico están en una
situación mejor que todas las que viven en un país pobre. Los norteamericanos más
pobres, por ejemplo, viven en una situación mejor que dos tercios de la población

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mundial. De hecho, si la migración fuera totalmente libre, en países como Bangladesh,
Rumanía o Albania su población se reduciría a más de la mitad. Ante esta avalancha de
personas hacia las fronteras ajenas, el mundo rico ha comenzado a cerrar a conciencia
sus puertas, una actitud que no soluciona el problema de base y que solo agrava un
flujo que aumenta cada año y cuya única solución es reducir los índices de desigualdad
entre países.

Desigualdad global
El tercer capítulo de este libro trata un fenómeno creado por la globalización que lleva
a analizar la diferencia de renta entre individuos de diferentes países (en vez de entre
países enteros). La desigualdad global actual es muy elevada, situándose en un
coeficiente de Gini de 70. Hoy, la distribución de la riqueza es tal que el 10 por ciento
de los más ricos reciben el 56 por ciento de la riqueza mundial, mientras que el 10
por ciento más pobre recibe el 0,7 por ciento. La proporción entre el nivel más alto y
el más bajo es de 200 a 1. Lo que los más ricos consiguen en un año llevaría a los más
pobres 200 años de trabajo. La única fuerza que está reduciendo esta tendencia es el
avance de China e India. Aun así, más del 70 por ciento de las personas con rentas más
altas pertenecen a los países ricos de occidente. La forma más efectiva de visualizar la
situación es con una pirámide, en la que se percibe que el 77 por ciento de la
población mundial, los más pobres, base de la pirámide, generan el 20 por ciento de la
riqueza mundial. Según se asciende por la pirámide y aumenta la riqueza de los grupos,
el siguiente 20 por ciento de riqueza lo crea un 12 por ciento de la población, el
siguiente un 5,6 por ciento, el siguiente un 3,6% y, finalmente, el último 20 por ciento
de la riqueza mundial lo crea un 1,75% de la población mundial, los más ricos.

El problema de la desigualdad global es que, a diferencia de los otros dos tipos, no es


susceptible de una respuesta con acciones políticas: a falta de un gobierno mundial,
nadie puede actuar sobre ella. Sin embargo importa, y mucho, porque supone un
factor desestabilizador mundial por los flujos migratorios e inestabilidad política que
provoca. Altos niveles de desigualdad global aumentan las posibilidades del caos
global. La situación, además, resulta insostenible. Si las diferencias entre los países
persisten y los ricos limitan la emigración, entonces la globalización debe descender.
Es un hecho que si la situación de las personas en los países pobres no mejora,
acudirán en un número aún mayor hacia los países ricos.

El análisis que el autor realiza de Asia y América Latina, resulta así mismo muy
revelador. Mientras que Asia está compuesta de países muy desiguales entre ellos, la
desigualdad dentro de cada estado es relativamente baja. El caso de América Latina es
totalmente el opuesto, con una gran desigualdad dentro de los países pero menor
entre unas naciones y otras. Así, la crisis financiera la explica Milanovic con este tipo
de imágenes en mano y desde la perspectiva de la distribución de la riqueza. Según el
autor, la raíz de dicha crisis no está en los fondos de inversión y los banqueros, sino
en las enormes desigualdades en la distribución de la riqueza. El problema político del
insuficiente crecimiento económico de la clase media se solucionó abriendo la veda a

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créditos baratos. Ante esta situación, Branko Milanovic sitúa los retos del siglo XXI:
aumentar la riqueza de África, integrar pacíficamente a China, y llevar a América Latina
al mundo real. Y todo esto, además, manteniendo la paz y evitando cruzadas
ideológicas. Retos necesarios para disminuir el desequilibrio en un mundo de fuerzas
cada vez más poderosos que tienden a hacer peligrar el orden global.

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