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El proyecto para limitar a la prensa es contrario a una

república democrática.

Por Daniel Sabsay.

Un grupo de senadoras ha presentado un proyecto encaminado al


"control de convencionalidad de las detenciones arbitrarias". Esta
herramienta tiene por finalidad la adecuación del derecho interno a
las disposiciones de los tratados internacionales sobre derechos
humanos. Su supuesta protección obra como el hilo conductor para el
desarrollo de una cantidad de previsiones que tienen por finalidad, de
acuerdo a las autoras, la protección de las cláusulas convencionales en
materia de debido proceso. En ese orden de ideas, será declarada nula
toda resolución judicial que ordene la detención o prisión preventiva
de personas cuando no se hubiesen respetado los estándares
establecidos por la Convención Interamericana de los Derechos
Humanos.
Estas manifestaciones genéricas resultan redundantes pues expresan lo
que es obligatorio para todo juez. Se trata del respeto del orden
jurídico internacional ratificado por nuestro país. Claro que bajo ese
ropaje se expresa que podrán exigir la nulidad de las preventivas
quienes crean que hubo una "deficiente implementación de las
garantías procesales que regulan la intervención de un testigo
protegido o de un arrepentido", y los que sospechen sobre
"deficiencias en el respeto a las garantías del juez natural o por
razones de intromisión en la asignación de competencias, de
designaciones o direccionamiento en los sorteos de jueces".
Estas son algunas de las causales que provocan las nulidades. Son
parámetros que por su falta de precisión y ambigüedad darán lugar a la
mayor arbitrariedad de quienes las declaren. Así, la orden de detener a
quien fuera sospechoso de cometer delitos contra la administración
pública (corrupción) podría ser anulada solamente argumentando
circunstancias genéricas. Para ello se establecen plazos brevísimos de
72 horas para escuchar al fiscal y a las querellas y solo 24 más para
que el juez resuelva. Asimismo, se modifican de modo desprolijo
varias disposiciones del Código procesal penal para sustentar las
decisiones. Tamaña reforma no es aplicable a otros delitos.

Son parámetros que por su falta de precisión y ambigüedad


darán lugar a la mayor arbitrariedad de quienes las declaren

En realidad, la preocupación de las autoras se centra en la protección de


funcionarios, sindicalistas, empresarios sospechados de haber incurrido
en hechos de corrupción que sean amigos del poder. Pareciera que
estuviésemos frente a una categoría vulnerable que precisa de mayor
protección que las otras, cuando en realidad son individuos
poderosos. Da la impresión de que so pretexto de defender el debido
proceso se estuviese persiguiendo la impunidad de los delitos de
corrupción.
Queremos destacar que entre los motivos de nulidad se contempla
también, "la publicación de contenidos por parte de uno o más medios
de comunicación masiva que pudieran haber afectado la percepción
pública respecto del principio de inocencia sobre el afectado por la
resolución". Es decir: si los periodistas informan sobre una causa de
corrupción y un juez le dicta al acusado la prisión preventiva -aún bajo
las estrictas condiciones que rigen hoy-, esa persona puede exigir que
lo liberen. Es un serio ataque a la libertad de expresión, en tanto esta
constituye una de las herramientas más importantes que tienen las
personas en las sociedades democráticas para conocer lo que ocurre
en la esfera pública y luego obrar en consecuencia. Por ejemplo decidir
a quienes quieren votar.
Semejante cláusula solo puede ser concebida en sistemas totalitarios en
los que la actuación de los gobernantes se encuentra preservada de
modo de impedir que los gobernados puedan tomar conocimiento de
hechos violatorios del orden público de parte de "los que mandan". La
Argentina es signataria de las convenciones internacionales y
americana contra la corrupción, las que exigen a los estados parte, que
lleven a cabo todas las acciones enderezadas a un debido combate
contra la corrupción y su impunidad. El proyecto que comentamos,
lejos de ello, se sitúa en el sentido contrario y por lo tanto de
sancionarse, nuestro país podría incurrir en responsabilidad
internacional de resultas de su incumplimiento.
En suma, un proyecto lamentable que no puede sino provocar la
alarma de todos aquellos que queremos vivir en una República
democrática.

El autor es profesor titular y director de la carrera de posgrado en Derecho


Constitucional de la UBA

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