Durante la existencia de la humanidad se evidencia un producto literario enriquecido por
múltiples historias donde la felicidad es el común denominador. Todas las personas recrean su vida deleitándose con relatos narrativos, poéticos, dramáticos y cinematográficos que esbozan cómo los protagonistas luchan para alcanzar la felicidad. Sin embargo, en la ficción los finales felices son escasos, y solo se presenta el desafío para alcanzar el éxtasis del placer en un amor prohibido o imposible, o a través de situaciones donde la adversidad pone a prueba la semblanza del individuo para extraer de lo negativo alguna enseñanza que dignifican todo proyecto de vida. Es decir, de lo malo siempre resulta algo positivo que engrandece al ser humano. Es así, la felicidad es la confluencia de múltiples factores, como son los valores sociales, económicos y espirituales, junto con el producto de las virtudes las cuales son trabajadas en lo cotidiano con ahínco y dedicación para alcanzar el nivel de placer generando satisfacción y orgullo personal del deber cumplido. Por consiguiente, la felicidad es regulada por los valores indispensables y necesarios para mediatizar toda convivencia dentro de las comunidades del siglo XXI. El propósito de la convivencia es establecer normas, leyes, concepciones, opiniones demandadas por la jerarquización de los valores, para construir verdaderamente instituciones entre la más importante la familia eje y base de toda sociedad. Como afirma Aristóteles,” nos hacemos justos practicando actos de justicia, y temperantes haciendo actos de templanza y valientes ejercitando actos de valentía” es decir cada actuar, cada quehacer de la vida cotidiana debe convertirse en un sello personal o estilo de vida. Cuando los seres humanos entiende que la verdadera felicidad se encuentra en las cosas sencillas y cotidianas como ver el amanecer, sentir un abrazo que llene o una palabra que enriquezca seremos totalmente felices, con la convicción “cada rosa tiene espinas pero su belleza es sin igual”, para ser más directos la felicidad se logra cuando se sobrepasan exitosamente los retos, problemas, tristezas que día a día se presentan, porque todo es una siembra que a mediano y largo plazo obtendrán frutos con cosechas ilimitadas. Entonces, el tema principal de la felicidad está acompañado como palabras claves como valores, virtudes, bienes, pasión, prudencia, normas, hábitos y costumbres las cuales deben potencializarse desde lo personal; con un crecimiento del espíritu y el alma. Donde lo material pasa a un segundo plano y del cual se puede prescindir. En conclusión, la literatura desde los griegos hasta las historias del modernismo y el romanticismo recrean en cada personaje la lucha por alcanzar la tan anhelada felicidad. La mayoría de ellos representan valores, virtudes, acciones de normas y reglas que responde a su época pero cada uno de ellos se impone la justa tarea de buscar la felicidad; la clave está en albergar en el interior el alimento del bien y del deber cumplido. Para obtener la satisfacción, el placer y el orgullo personal sin importar todos los avatares que se presenten en el camino bien sea la maldad, la muerte y el fracaso. La tarea de todos es luchar en busca de la felicidad.