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C apítulo IV

F u n c io n e s d e l le n g u a je , c a te g o ría s y tip o s d e te x to

Mi idea es que todas las traducciones se basan implícitamente en


una teoría del lenguaje (Jakobson, Firth y Wandruzska, en cambio,
piensan que toda teoría del lenguaje se basa en una teoría de la tra­
ducción). Así que —sólo— en cierto modo, toda traducción es un
ejercicio de lingüística aplicada. Parto de la adaptación que ha hecho
Jakobson de la teoría del lenguaje de Bühler, y he escogido esta teo­
ría como punto de partida por ser la que con mayor provecho se pue­
de aplicar a la traducción.
Según Bühler, las principales funciones del lenguaje son tres: la
expresiva, la informativa (o de “representación”) y la vocativa (o de
“apelación”). Y éstas son en realidad las tres principales finalidades
del uso del lenguaje.

La fu n ció n expresiva

El núcleo de la función expresiva es la mente del autor del enun­


ciado, hablante o escritor, quien lo utiliza para expresar sus impresio­
nes sin tener para nada en cuenta las posibles respuestas. Por lo que
a la traducción respecta, creo que los tipos de texto propiamente
“expresivos” son-,

1. La literatura imaginativa seria. De los cuatro tipos principales de
texto que cabrían en este apartado (poesía lírica, cuentos, novelas
y obras de teatro), el primero de ellos constituiría la expresión
más íntima, y el último, evidentemente, estaría más orientado ha-

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cia un numerosísimo auditorio, que, en traducción y en lo que a
las expresiones culturales se refiere, tiene derecho a que se le ayu­
de en cierto modo dándole claves culturales más próximas.
2. Las manifestaciones o textos autoritativos. Aquí cabe todo tipo de
textos que reciba su autoridad del alto estatus o de la fiabilidad y
competencia lingüística de sus autores, textos que, a pesar de no
ser connotativos sino denotativos, suelen llevar el “sello” personal
de sus autores. Son manifestaciones típicamente autoritativas los
discursos y documentos políticos de ministros o líderes de parti­
dos, los estatutos y documentos legales y los escritos científicos,
filosóficos y “académicos” de autoridades reconocidas.
3. Las autobiografías, ensayos y correspondencia personal. Estos tex­
tos son expresivos cuando se trata de efusiones de tipo personal,
cuando los lectores quedan en un último plano.

F unción Expresiva Inform ativa Vocativa


Núcleo Escritor “Verdad” Lectores
E status d el a u to r “Sagrado” “Anónimo” “Anónimo”

Tipo Tema Form ato


Lit. imaginativa seria Científico Manual Letreros
Textos autoritativos Tecnológico Informe Instruce.
Autobiografía Comercial Artículo Propaganda
Correspondencia person. Industrial Colaboración Publicidad
Económico M emorándum Lit. vulgar
Actas

Otras áreas de
conocimiento
o sucesos

Fig. 3. Funciones del lenguaje, categorías y tipos de texto

Es esencial que ustedes, como traductores, puedan distinguir los


componentes personales de estos textos, o sea, colocaciones insólitas
(“poco frecuentes”), metáforas originales, palabras “intraducibies”,
sobre todo adjetivos de “cualidad” cuya traducción requiere de dos o
tres palabras, sintaxis poco convencional, neologismos, palabras
extrañas (arcaísmos, dialectalismos, tecnicismos, que es lo que a
menudo se llama “idiolecto” o “dialecto personal”). En una palabra,
todo aquello que se opone al “lenguaje ordinario”, esto es, metáforas

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y modismos estereotipados, colocaciones corrientes, sintaxis normal,
expresiones y “faticismos” coloquiales: el cauce por donde discurre ha­
bitualmente el lenguaje. Los componentes personales constituyen
—aunque son sólo una parte— el elemento “expresivo” de un texto ex­
presivo, y un traductor no los debería normalizar nunca en una traduc­
ción. (Como ejemplo de texto expresivo, véase Parte II, texto núm. 3.)

La fu n ció n informativa

El núcleo de la función informativa del lenguaje es la situación


externa, los hechos de un contenido, la realidad extralingüística,
incluso las ideas o teorías expuestas. Por lo que respecta a la traduc­
ción, los textos típicamente “informativos” son los relacionados con
cualquier área del saber. Los textos, sin embargo, sobre temas litera­
rios, como suelen expresar juicios de valor, se inclinan hacia la
“expresividad”. El formato de un texto informativo es a menudo el
típico: un manual, un informe técnico, una colaboración de periódico
o revista, un artículo científico, una tesis, el acta o el orden del día de
una reunión.
Uno da por sentado generalmente que los textos están escritos en
un estilo moderno, no marcado ni regional, social o idiolécticamente,
que presenta cuatro variedades lingüísticas: a) un estilo técnico, for­
mal, no emotivo, caracterizado en inglés, por ejemplo, por oraciones
pasivas, lenguaje literal, sin metáforas, verbos semánticamente “va­
cíos”, compuestos multinominales, presentes y perfectos, vocabulario
latinizado y jergal; b) un estilo neutro o informal con términos técni­
cos definidos, propio de los libros de texto y caracterizado por el uso
del plural de modestia, metáforas conceptuales básicas, presentes y
verbos de actividad o de acción; c) un estilo informal, cálido o afec­
tuoso, el estilo de los libros de vulgarización científica o artística
(libros de gran formato, por ejemplo), caracterizado por estructuras
gramaticales simples, un vocabulario sencillo, aunque muy diverso,
que da cabida a definiciones y a numerosas ilustraciones, y por metá­
foras estereotipadas; d) un estilo familiar y vivo, nada técnico, carac­
terístico del periodismo popular y caracterizado por metáforas sor­
prendentes, oraciones cortas, argot americano, puntuación poco con­
vencional y coloquialismos. (Obsérvese cómo las metáforas pueden
servir de criterio para determinar la formalidad de un texto.) Mi expe­
riencia me dice que es probable que estos estilos presenten en inglés
mayor variedad y diferenciación que en otras lenguas, porque esa
lengua es léxicamente producto de varios grupos lingüísticos (sajón,

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n ò r d i c o , f r a n c é s , c lá s i c o ) y h a e s t a d o e n c o n t a c t o í n t i m o c o n g r a n
v a r i e d a d d e l e n g u a s : n o h a y q u e o l v i d a r q u e s e h a “l l e v a d o ” a c a s i
t o d a s l a s p a r t e s d e l m u n d o y e s e l p r i n c i p a l t r a n s m i s o r d e la t e c n o l o ­
g ía , y q u e n o h a e s t a d o s o m e t i d o , e x c e p t o e n u n p e q u e ñ o p e r í o d o
d e l s i g l o XVIII, a c a s i n i n g u n a p r e s i ó n p o r p a r t e d e a u t o r i d a d e s a c a d é ­
m ic a s .
Sin embargo, quisiera destacar dos aspectos: primero, que los tex­
tos “informativos” constituyen la mayor parte del trabajo de un tra­
ductor en nómina de organismos oficiales, multinacionales, empresas
privadas y agencias de traducción; y segundo, que una gran parte de
estos textos carecen a veces de exactitud y están mal escritos, y es el
traductor generalmente el que tiene que “corregir” los datos o los
hechos y el estilo (véase Capítulo XVIII). Así que, a pesar de los viejos
dichos (“la traducción es imposible”, etc.), la mayoría de las traduc­
ciones actuales son mejores que sus originales..., o al menos, debe­
rían serlo.

L a FUN CIÓ N VOCATIVA

El núcleo de la función vocativa del lenguaje es el lector, el desti­


natario. Utilizo el término “vocativo” en el sentido de “llamada” o “in­
vitación” al lector para actuar, pensar o sentir, en realidad para que
“reaccione” como quiere el texto (el vocativo es el caso utilizado para
dirigirse al lector en algunas lenguas con declinaciones). A esta fun­
ción del lenguaje se le ha dado varios nombres: “conativa”, “instru­
mental”, “operativa” y “pragmática” (en cuanto que se utiliza para
producir cierto efecto en los lectores). Obsérvese que hoy día los tex­
tos vocativos van muchas más veces destinados a los lectores que a
un lector. Por lo que a la traducción respecta, yo considero textos
típicamente “vocativos” letreros, instrucciones, publicidad, propagan­
da, escritos persuasivos (solicitudes, tesis) y, tal vez, la literatura de
quiosco del gusto del vulgo, cuyo propósito es vender el libro/entre-
tener al lector.
El primer factor a tener en cuenta en todo texto vocativo es la
conexión entre escritor y lector, que se realiza mediante varios tipos
de relaciones gramaticales o formas de tratamiento determinadas
social o personalmente: T (“tú”, tu, du) y V (“usted”, vous, Sie), y otras
variantes tales como infinitivos, imperativos, subjuntivos, indicativos,
pasivas, formas impersonales, nombres de pila y/o apellidos, títulos,
hipocorísticos y muletillas (“por favor”). Todas estas formas desempe­
ñan un papel importante a la hora de determinar las relaciones asimé-

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tricas o simétricas, las de poder o igualdad, las de mandato, petición
o persuasión.
El segundo factor es que estos textos deben estar escritos en un
lenguaje de pronta comprensión para el lector. Y por lo que a la tra­
ducción respecta, hay que decir que debemos repasar el nivel lin­
güístico y cultural del texto en la LO antes de asignarle un impacto
pragmático. Simple y llanamente, Gardez-vous d ’une blessure narcis­
sique.
Casi ningún texto es meramente expresivo, informativo o vocati­
vo. La mayoría abarca las tres funciones, aunque sea una sola la que
resalte. Sin embargo, la función expresiva, hablando en sentido es­
tricto, no tiene lugar en un texto vocativo o informativo..., si está allí
es solo inconscientemente, como “infravida”. La mayor parte de los
textos informativos o tienen un hilo vocativo que los recorre —es vital
para el traductor coger ese hilo— o la función vocativa se reduce a
una sección particular de recomendación, opinión o juicio de valor;
es difícil que un texto sea meramente informativo, esto es, objetivo.
Un texto expresivo, por otra parte, llevará siempre alguna carga de
información y un componente vocativo, que variará (sigue siendo
tema de debate entre críticos y traductores), según —al menos en par­
te— el porcentaje de sus componentes “universales” y “culturales”.
Así pues, “expresivo”, “informativo” y “vocativo” son epítetos que se
usan únicamente para mostrar el énfasis o el “empuje” (Schwerpunkt)
de un texto.
Hasta aquí lo único que he hecho ha sido proponer tres principa­
les tipos de texto. En el capítulo siguiente hablaremos de los métodos
de traducción que precisan, y ahora consideraremos las funciones del
lenguaje según Jakobson: la estética —llamada por Jakobson “poéti­
ca”—, la fática y la metalingüística.

La fun ció n estética

Esta función está ideada por el lenguaje para agradar a los senti­
dos, primero por su sonido real o imaginario y luego por sus metáfo­
ras. Claro que también contribuyen de forma importante el ritmo, el
equilibrio y contraste entre las oraciones, las cláusulas y las palabras.
Los efectos sonoros son los inventariados por la estilística: onomato-
peyas, aliteraciones, asonancia, rima, metro, entonación, acento, etc.
Algunos de ellos desempeñan un papel importante en la mayoría de
los tipos de texto, papel que se convierte en importantísimo en poe-

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sia, versos macarrónicos, canciones infantiles y publicidad (sobre
todo en los anuncios rimados de la televisión: “A mí, plin: yo duermo
en Pikolin”). En muchos casos es imposible “traducir” los efectos so­
noros, a no ser que uno transfiera las unidades lingüísticas pertinen­
tes : siempre es posible recurrir a cierto tipo de compensación. En la
traducción de textos expresivos —en especial, la poesía—, están
muchas veces en pugna la función expresiva y la estética, la “verdad”
y la “belleza”..., la fealdad de la traducción literal y la hermosura de la
traducción libre.
Los verbos descriptivos de movimiento y acción, como describen
una modalidad, son ricos en efectos sonoros (“musitar”, “susurrar”,
“galopar”, etc.), pero no son difíciles de traducir, a menos que “falte”
la palabra en la otra lengua, o lo que es lo mismo, que exista un vacío
léxico, que puede ocurrir ya que ésta es una característica universal
de las lenguas.
En los versos macarrónicos y trabalenguas (“Donde digo digo no
digo digo, sino que digo Diego”. Ein Wiesel sass a u f einem Kiesel in­
mitten einem Bachgeriesel. A ferret nibbling a carrot in a garret) el
efecto sonoro es más importante que el sentido. Asimismo, en la can­
ción infantil (“El cocherito, leré / me dijo anoche, leré...”) y en la li­
teratura parnasiana del arte por el arte (véase Levy 1969) de finales
del XK (Gautier, Verlaine, Swinburne, J. M. de Heredia, Dowson,
etc.), la “belleza” eufónica está por encima de la “verdad”. En otros
textos la función expresiva prima sobre la función estética, pero una
traducción “fea” puede anular el objetivo del texto.
La metáfora es el nexo de unión entre la función expresiva y la
estética, y, gracias a las imágenes que evoca, es además el único vín­
culo entre el lenguaje y cuatro de los cinco sentidos corporales: con
la producción de símbolos olorosos (“rosa”), gustátiles (“comida”),
tactiles (“piel”) y visuales (todas las imágenes), además de los sono­
ros (“pájaro”, “campana”), materia de que está hecho el lenguaje, la
metáfora conecta por la vía del lenguaje la realidad extralingüística
con el mundo de la mente. Lo que quiere decir que la metáfora origi­
nal, al ser un componente tanto expresivo como estético, se debe
mantener intacta en traducción.
En tanto que las cuatro funciones que acabamos de ver están rela­
cionadas con el texto en su totalidad, las dos siguientes, la fática y la
metalingüística, sólo suelen afectar a una parte del texto.

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La f u n c ió n f á t ic a

La función fática del lenguaje se utiliza principalmente no tanto


para comunicar una información ajena al texto sino para mantener un
contacto amistoso con el destinatario del texto. La función fática suele
darse, aparte de en el tono de voz, en las frases hechas, o “faticis-
mos”, que intercalamos de vez de en cuando para decirle al interlocu­
tor que seguimos escuchando (“ya”, “¿no es verdad?”, “sí”, “¿estás en
lo que te digo?”, “bueno”, “claro”). Las conversaciones sobre el tiem­
po, las preguntas sobre la salud y la familia, las fórmulas de saludo y
de adiós pertenecen a la función fática (véase Newmark 1981). Hay
algunos faticismos que son universales, pero otros (por ejemplo, las
referencias al tiempo) son culturales, y éstos se deberían pasar a la LT
por sus equivalentes estandarizados, que no son precisamente tra­
ducciones literales. (Las referencias al tiempo se podrían modificar al
traducirlas añadiendo un faticismo: Tu sais, il a fait vilain toute la
semaine.)
La función de los faticismos en la lengua escrita es la de ganar la
confianza y la credulidad del lector: “naturalmente", “indudablemen­
te”, “es interesante observar que”. Muchas veces lo que se hace con
ellos es adular al lector: “es de todos conocido”, “como todos ustedes
sabrán”. Quedan por añadir a los anteriores las partículas modales
alemanas (ja, eben, doch, etc.) y las formulas de encabezamiento y
cierre de la correspondencia oficial, ya pasadas de moda pero que
todavía perduran en las lenguas romances. El único problema que
plantean dichas partículas es saber si tenemos que omitirlas o sobre­
traducirlas. Y en cuanto a los faticismos de la correspondencia, lo
mejor que se puede hacer en español es elevar el tono hasta tal punto
que parezcan —a los ojos de un inglés, por ejemplo— casi serviles:
Mr. Rossi: “Ilustrísimo señor don”.

La fu n c ió n metalingüística

Finalmente, la función metalingüística del lenguaje indica la habi­


lidad de una lengua para explicar, denominar y criticar sus propios
rasgos. Cuando éstos son más o menos universales, como es el caso
de “gramática”, “verbo”, “oración”, etc. —aunque tal vez no existan
todavía en lenguas que sólo se hablen o hayan tenido poco contacto
con otras—, no plantean ningún problema de traducción. Sin embar-

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go, si estos elementos son característicos sólo de una lengua (“supi­


no”, “ilativo”, “optativo”, “ablativo”), debemos tener en cuenta para
su traducción múltiples y pertinentes factores contextúales (clase de
lectores, importancia del ítem en la LO, el texto de la LO y LT, proba­
bles recurrencias en la LT, etc. ) y emplear recursos que vayan desde
las explicaciones detalladas hasta un tercer término culturalmente
neutro pasando por los ejemplos y sus traducciones.
Tengan también en cuenta que, ante expresiones metalingüísticas
como “estrictamente hablando”, “literalmente”, “en el verdadero sen­
tido de la palabra”, “como su nombre indica”, etc., debemos actuar
con mucha cautela, no vaya a ser que, haciendo una traducción de
ellas uno-por-uno, la palabra siguiente en el texto de la LO no tuviera
precisamente el mismo sentido en la LT. Una solución podría ser dar
en la lengua terminal los dos sentidos: For the last fo u r years, I lit­
erally coined money: “Los últimos cuatro años los pasé acuñando
moneda y la verdad es que amasé una fortuna”.
He adoptado y adaptado las funciones del lenguaje de Bühler-Ja-
kobson operativamente, ya que es la forma más útil de aproximarse a
un texto para traducirlo. Es, además, conveniente dividir los textos
por temas en tres grandes categorías: literarios, institucionales y
científicos. El último apartado incluye todos los campos de la ciencia
y la tecnología, aunque tiende a fusionarse con los textos institucio­
nales en el área de las ciencias sociales. Los textos literarios se distin­
guen del resto en que sus connotaciones mentales e imaginativas tie­
nen más importancia que sus denotaciones reales.

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