Está en la página 1de 1

CRISIS POLÍTICA EN EL PERÚ

Esta crisis política de nuestro país no es más que otro paso en un sistema institucional que
difícilmente puede considerarse estable, y no existe nada que permita ser optimista en
relación con su estabilidad futura.

Para comenzar, la reciente crisis presidencial peruana marca un nuevo paso en el desgaste
del sistema institucional peruano establecido después de la renuncia de Alberto Fujimori
al Poder en el año 2000. ¿Qué sabores tenemos a raíz de esta reciente crisis de política en
el Perú? Ese proceso ha visto al Gobierno y Congreso capturado en forma sucesiva por
distintos liderazgos que, además de corrosivos por mérito propio en varias de las
situaciones, han sido en forma regular receptores de acusaciones de corrupción. La
posición de presidente en el Perú ha evolucionado desde un cargo de liderazgo a un blanco
permanente de acusaciones de todo tipo que buscan su Poder. Pero, el proceso no acaba
ahí, el sistema institucional peruano ha recibido una erosión sostenida de parte de un
Congreso que progresivamente ha sido colonizado por grupos circunstanciales, partidos
de muy corta vida o derechamente especuladores del poder, que han ido demoliendo a
una plataforma de partidos que nunca ha sido especialmente sólida y consolidada. Un
ejemplo es la inesperada habilidad política de Martin Vizcarra, que lo llevo a disolver el
Congreso y sortear con éxito varias acusaciones de diferente tipo, que llegó a su final hace
pocos días, cuando una acción coordinada por la mayoría de sus miembros concluyó con
una defenestración que colocó en la Presidencia a Manuel Merino, anterior presidente del
Congreso. Lo burdo de la acción y lo evidente del carácter de defenestración llevó a un
nuevo reemplazo, colocando a una figura moderada del Partido Morado, una de las pocas
plataformas partidarias que no votó a favor de la remoción de Vizcarra. Nuevamente,
Francisco Sagasti es considerado una figura centrista moderada, que gobernará
interinamente hasta el próximo Julio del 2021. Por lo anterior, la necesidad critica de que
todo el sistema político valore la estabilidad institucional de forma sincera, y no busque
erosionarla para beneficios propios de corto plazo. El precio de una sucesión erosiva solo
termina por demoler el edificio y aplastar a todo el sistema de poder. Un Congreso
unicameral coopera difícilmente a aquello, pues la ausencia de una Cámara revisora
reduce las opciones de contener explosiones populistas.
Las inesperadas y multitudinarias manifestaciones que surgieron a consecuencia de la
deposición del Presidente Vizcarra nos muestra una vez mas como el “Fenómeno de la
Plaza” se convierte en algo común de la política global. Desde la Plaza Tahrir en Egipto
a la del Maidan en Ucrania, la Plaza del Sol en España, el propio Wallstreet en Nueva
York o nuestra local Plaza Baquedano han sido sede de manifestaciones que han eludido
en forma sostenida una interpretación univoca. Contra los intentos desesperados de
alguna izquierda, se les han escapado completamente de su control, y parece relacionarse
mas con el malestar de sectores medios que se sienten recibidos solo en forma parcial en
los usos de una sociedad de consumo. Dificultades de acceso y permanencia, la pérdida
de efectividad de los métodos de ascenso social al prestigio y prosperidad, la ineficiencia
del Estado y deficiencias consideradas como intolerables en el Mercado, han marcado
una sucesión de estallidos que están muy lejos de agotarse en interpretaciones locales o
conspiraciones nacionales.

También podría gustarte