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Notas sobre una experiencia institucional fallida.

O Shoros de puerto v/s las tías del jardín

Andres Leiva G.

A la Cátedra de Análisis Institucional


Valparaíso 2008

La cátedra de Análisis institucional: experiencias latinoamericanas, de la Escuela de


psicología de una universidad privada con sede en Valparaíso, durante el año 2008 se
propuso, vía el interés de su docente, en realizar una experiencia de aprendizaje sobre el
modo de intervención propio del análisis institucional.
Para esto se pensó en montar un dispositivo que nos permitiera dar cuenta de las
significaciones sociales imaginarias, que circulaban en un Congreso de trabajo comunitario
realizado por estudiantes de psicología de una universidad del sur del país.
Nos apoyamos en un trabajo de Ana María Fernández (La institución imaginaria del
encuentro, en Instituciones Estalladas, 2005, Eudeba) en el cual se describe una
experiencia de lectura institucional en un encuentro internacional de redes realizado en
Buenos Aires. Si bien el trabajo mencionado nos sirvió de apoyo, no podía en ningún caso
ser replicado, debido a que ese trabajo respondía a un requerimiento que fue asumido por
un equipo de intervención altamente entrenado, y nosotros necesitábamos una situación
experimental enmarcada en un requerimiento propio de aprendizaje del análisis
institucional.
Para este objetivo nos aprovechamos de la invitación realizada por los
organizadores del evento al docente de la cátedra, para que éste realizara una presentación
teórica, contraofertando que la participación sería en torno a la realización de una
experiencia realizada por la cátedra que pudiera puntuar algunas de las significaciones
sociales imaginarias presentes en el congreso.
Es así como se diseñó un dispositivo de tres partes principales, la primera consistía
en la participación de todas las instancias formales e informales posibles con un cuaderno
de campo. La segunda fue la realización de reuniones de trabajo diarias con los estudiantes,
que nos permitiera pensar las implicaciones de los mismos sobre la experiencia, en un
formato de elucidación grupal. Y la tercera consistía en la presentación teórica de parte del
docente, de un trabajo que versara sobre los contenidos de la convocatoria del congreso,
pero desde la óptica del análisis institucional.
Se buscaba permitir la emergencia de los modos de implicación que el equipo de
trabajo reprodujera, en tanto su análisis nos permitiría mostrar las naturalizaciones,
ocultaciones, normativas, distinciones que operan cercando el sentido al interior del
congreso. Es decir, nos preguntamos por el modo en el cual se instituyen representaciones y
prácticas en el congreso, pero sobre todo por lo que no se habla, por lo que no se considera,
lo que es negado por lo instituido.
Por esto esperábamos mostrar lo que se sostiene y que permite establecer
distinciones que visibilizaran lo que se imagina, reproduce y crea, como siendo real, por
este colectivo en Congreso.
Sobre la teoría del análisis

Para Lapassade (1975-2000) el socioanálisis pretende, el análisis de las


instituciones, en tanto el uso de analizadores construidos.
Esto es, la exploración activa del inconsciente político, que es el lugar de
reproducción de los conjuntos sociales, vía la ocultación de su origen histórico, que
consiste en negar la acción de creación de los colectivos involucrados.
El objeto del análisis institucional consiste entonces, en el analizar, es decir,
desmontar los elementos presentes en la institución, vía el uso de los analizadores creados,
a fin de movilizar lo oculto en el proceso de institucionalización.
Las instituciones según Lapassade, son un cruce de instancias económicas, políticas,
sociales, que forman la trama social que vincula y atraviesa a los individuos, quienes
gracias a la praxis, son al mismo tiempo, sostenedores y creadores de las instituciones
(ídem, ob. cit.).
Los colectivos instituyen un orden de realidad, lo que constituye un nuevo modo de
existencia en lo social-histórico. Es decir, los colectivos imaginan el orden del mundo y lo
crean apoyándose en lo que existe, pero su creación reorganiza todo lo previo, ya que no es
posible prever en nada anterior este nuevo estado, debido a que las significaciones sociales
imaginarias que los colectivos producen, son imaginarias porqué no remiten a nada
estrictamente real, y son sociales ya que sólo sostienen significaciones para el colectivo que
las instituye (Castoriadis, 1975-1993). Aquellas creaciones se presentifican y perpetúan en
las instituciones.
Un ejemplo de ello es el modo de entender el mundo que el capitalismo instala, vía
las significaciones que determinan “lo que cuenta y lo que no cuenta”, y que reorganiza
todo lo existente, en tanto la instalación de estas nuevas significaciones que a fuerza de
constituirse en verdad, modifican los modos sociales, instituyendo cercos de sentido
propios de los colectivos y al momento socio-histórico en el cual se crean; por ejemplo
sobre y en las más clásicas instituciones, como son la familia, el Estado, o el comercio.
Así el análisis institucional busca el desmontar aquello que no permite dar cuenta de
aquello que lo instituido ha negado de su origen, y que corresponde a lo producido por las
fuerzas instituyentes, permitiendo así sostener naturalizaciones de sentido, que son el modo
en el cual se establecen normativas, prerrogativas, distinciones, sobre por ejemplo, lo
permitido y lo prohibido, lo posible y lo imposible, lo bello y lo feo, etc. estableciendo al
orden instituido en un “real más real que lo real” parafraseando a Castoriadis.
Pero esto que parece tan abstracto, creo, debe ser explicado en torno al método
propuesto, a su lógica interna, a fin de dar cuenta cómo el análisis institucional mismo
pretende elucidar lo que en su accionar instituye, en tanto instituir un modo de entender los
procesos colectivos.
Y esto es un punto central si pensamos que el análisis no puede ser realizado a la
institución ya que es principalmente simbólica. Se debe por tanto analizar su proceso de
institucionalización, y para esto, se diseña un dispositivo que permita dar cuenta de ese
movimiento, al mismo tiempo que permite el análisis.
Para este caso el problema de su instalación es fundamental. El modo en el cual un
dispositivo de análisis debe ser implementado, debe ir más allá de la autogestión, y permitir
mostrar el hecho mismo de su creación. Esto es, debe poner en cuestión el hecho de instituir
un modo de disposición al análisis, desmontando el movimiento de instituir el dispositivo,
esto es por ejemplo, mostrar a que responde, cual son sus condiciones de posibilidad, sus
lógicas naturalizadas, su relación con sus causas y con sus efectos, es decir, permitiendo la
emergencia de la transversalidad en el análisis realizado por el colectivo involucrado.
No se trata de meramente crear un dispositivo cualquiera, sino de permitir la
emergencia de los atravesamientos en su lógica interna, de sus objetivos buscados, de sus
omisiones en sus lineamientos, de los impensados de sus lógicas de visibilidad. Esto es
poner de relieve no a la institución como cosa, sino a la institución como un movimiento, es
decir en una frase, el análisis se trata de analizar lo que se instituye en el dispositivo de
análisis.
Lo que diseñamos fue una puesta en disposición de situaciones, que permitieran la
emergencia de significaciones sociales imaginarias sobre lo que se sostiene como cerco
organizador de los sentidos propios del colectivo en congreso, esto es la acción de sus
instituciones, y que tenían que ver en el congreso con lo instituido por la psicología
comunitaria, en tanto conjunto de legalidades, prerrogativas, sobre el modo de lo que se
distingue en la institución de la intervención psicosocial, a fin de homogenizar los sentidos
que circulan en la misma. Se trata en definitiva de lo que se instituye en las acciones
llamadas comunitarias por la psicología.

Sobre la implementación del dispositivo de análisis

Para la implementación del análisis el equipo-curso debía seguir al pie de la letra el


diseño pactado. Se trata de confiar en él, y no creer en él, tal y como lo muestra Fernández
(Ídem Ob. Cit.), debido a que es necesario pensar que “sus fallos” en la implementación,
muestran que estos no se producen por una dificultad técnica sino por la acción de la
implicación de los integrantes del equipo, hecho que debe ser analizado.
Es decir, el trabajo de hacer el análisis, también está atravesado por las
significaciones sociales imaginarias que el colectivo de trabajo sostiene sobre su historia, su
razón de ser, y sus modos de entender sus prácticas y representaciones. Por lo tanto, ellos
construyen un imaginario propio para asumir las interrogantes de su formación como
colectivo, lo que también les da identidad, y orienta las legalidades de su formación social,
es decir, crean las condiciones en las cuales su trabajo y ejercicio es posible.
Aquí sin embargo es necesario hacer una pausa y sostener que este imaginario no es
creado por la cátedra, sino que a partir de la capacidad imaginante de los colectivos
mismos, y por tanto será ésta la que oriente el modo de desarrollo de las tareas asumidas, y
no el requerimiento institucional emanado desde la demanda docente. Situación que ya
veremos en esta experiencia, tiene un impacto mucho mayor a los esfuerzos de que los
estudiantes se “ordenen” en torno al deseo del docente.
Y si bien, estamos acostumbrados en los libros a que las cosas siempre resulten, lo
que podemos ver que acá sucedió, no tiene nada que ver con eso.

La llegada

El primer día del congreso después de la recepción a los estudiantes de Valparaíso,


por los estudiantes organizadores del Congreso, y después de haber escuchado las primeras
presentaciones, se produce el primer “fallo” de la instalación del dispositivo. Esto es, una
parte de los estudiantes de Valparaíso deciden ir a visitar otra ciudad.
Aquel fenómeno puede ser pensado en tanto el grupo de cátedra se mostró, desde el
minuto uno, como una multiplicidad que se resistió a armar identidad detrás o en relación
con la tarea emanada desde la cátedra, reduciéndose el grupo de análisis a la parte que
mantenía mayor identidad a partir de los intercambios históricos que mantenían, y que
instalaba cierta identidad grupal.
En las observaciones de esa primera mañana, realizadas por el equipo de cátedra que
quedó, remiten la afirmación de que, “la psicología comunitaria está institucionalizada”.
Se hacen ésta referencia a partir de que en el inicio del Congreso existe una paradoja
insalvable, esto es, el Congreso sostiene en su convocatoria el “desafío de la autonomía” y
la recepción se realiza en la sede del gobierno local de la ciudad. El equipo no puede sino
ver el atravesamiento de las instituciones que sostienen el Congreso y que remiten a su
relación con el Estado (es decir, la universidad, el gobierno local, los municipios, etc.).
En las diferentes reuniones que tuvimos, el grupo transito por diversas formas de
malestar y de crítica con este hecho que para ellos era muy grave y que mostraba que los
estudiantes organizadores, “no sabían nada de psicología comunitaria”.
Este hecho es importante debido a que los estudiantes de Valpo, tampoco actuaban
de manera “autónoma” como máxima a alcanzar, ya que su razón de ser tiene que ver con
su relación con la institución universitaria, aquello puede ser pensado en tanto fuente de la
resistencia que mostraron al irse del lugar, esto es, se resisten a todo orden de
determinación desde la cátedra, y desde la organización del congreso.
El equipo permanentemente enunciaba críticas desde diversos referentes hacia el
grupo de organizadores del Congreso. Así mismo comenzaron a llamar a los organizadores
“las tías del jardín” (principalmente eran mujeres) haciendo claro énfasis en su relación con
lo infantilizados que se sentían tratados por ellas, en tanto el modo “amable” en el que se
relacionaban con el grupo de Valparaíso, lo que era fuertemente rechazado por ellos. Los
estudiantes porteños veían que en este modo de relación, se repetía un modo de anulación a
sus críticas, que reducía su contenido debido a que los trataban como “los de Valpo” en
sentido peyorativo, significando una desvaloración de sus argumentos.
Si bien la crítica del equipo comunicaba el modo de sentir de sí mismos, permitía
dar cuenta en y por el grupo, de un malestar difuso que se extendía en diversos espacios del
congreso, y que se podía sentir, por ejemplo en el difícil proceso de conseguir el alimento
diario que las organizadoras entregaban a todos los asistentes, o al respeto de los horarios
de las presentaciones, ya que frente a la evidente desorganización de algunos trámites, la
respuesta repetidamente fue, es que “lo hacemos con amor”.
Esta situación que insistió durante los días del Congreso, permitió enunciar las
diferentes formas en que se cuestionaba en el Congreso a las experiencias presentadas por
distintos expositores. Esto puede ser referido principalmente como la instalación de una
lógica externa de un colectivo sobre otro, imponiendo de un modo que sostenía un “deber
ser” de la intervención en contra del modo de “ser” del colectivo en situación de análisis.
Por ahora volvamos sobre el grupo de cátedra. Este se desintegró en el momento
mismo de nuestra llegada al Congreso. ¿Cómo puede ser pensado esto?, si habíamos estado
planeando este trabajo desde hacía meses, y se había discutido en muchas instancias.
A partir del trabajo de elucidación grupal posterior a nuestra ida al Congreso, se
evidenció que la identidad grupal del colectivo de cátedra, fue puesta en tensión en
respuesta a la tarea propuesta, esto es, de manera defensiva frente a la ansiedad propia de
sentir que no sabían lo que estaban haciendo, lo que provocó que los estudiantes que se
sentían más identificados armaran grupos pequeños, proyectando sus ansiedades al grupo
amplio.
Al enfrentarse a una tarea que no comprendían en su totalidad (estaban en la mitad
del curso), las defensas grupales masivas se instalaron, en todo tipo de conductas evitativas
hacía la misma. En esto destaca, que algunos se “perdían” de los encuentros diarios, otros
dormían en el pasto mientras hacíamos las reuniones, algunos no entraron a ninguna
presentación, incluso hubieron los que durante el congreso se quejaron todo el tiempo de
este en el espacio grupal, pero sin participar de las presentaciones, sin embargo si de las
comidas o de los beneficios del mismo.
Es decir, actuaban su propia insatisfacción grupal, en torno a la proyección de lo
que no podían soportar, lo que era su propio no saber, sobre la razón de estar reunidos en el
congreso, lo que cuestionaba el imaginario propio de este colectivo, en tanto pensarse
haciendo un análisis y no aprendiendo-saber hacerlo.
Si siguiéramos la idea de que el grupo de trabajo de la cátedra actuaba
defensivamente, instituyendo un modo de relación que en sus palabras reproducía lo que
siempre habían hecho en Valparaíso, es decir su identidad grupal de “shoros de puerto”,
con las significaciones a las que remiten, en tanto críticos, culturales y cultos, bohemios,
peligrosos, etc. Aquello que insistía en ellos, les permitía dar cohesión al colectivo, en tanto
instalar legalidades reconocibles y que permitían la inscripción de los distintos estudiantes,
ya que no podían sostener su inscripción en torno a la tarea misma, es decir “debieron”
sostener el imaginario propio del estudiante de Valparaíso.

Una de las circunstancias a mi modo de ver que facilitó esta proyección, es que al
menos los dos colectivos, ya sean las organizadoras y el grupo de cátedra estaban en tarea.
Si bien unos realizaban un congreso, los otros necesitaban del congreso para hacer una
tarea de aprendizaje.
El grupo de cátedra y el grupo de organizadores, que actuaban las posiciones del
malestar en conflicto de manera explicita en sus diversas situaciones de relación, tanto en
los espacios formales como informales, habían entrado en oposición, sin que en ambos
grupos se permitiera comprender el porqué de este fenómeno. A mi juicio esto tiene que
ver, con que ambos despertaban ansiedades en torno a cuestionar esa identidad grupal que
la producción de imaginarios permite en los colectivos.
En este punto cabe señalar que el modo de construir imaginarios sociales siguiendo
el mismo trabajo de Fernández que nos inspiró, puede ser pensado al menos en dos formas.
Primero, a fuerza de insistencias de sus narrativas, “dónde a través de diferentes
discursos, en distintos focos, y con pequeñas variaciones en su enunciabilidad sostiene al
infinito una misma trama argumental” (ídem, Pág. 47). Producen en definitiva un real para
el colectivo. En segundo lugar, las líneas de significación se instituyen como universos
moralizadores y en tanto (este accionar) homogenizan y violentan lo diverso (ídem, Pág. 47
entre paréntesis mio.). Así en palabras de Fernández, naturalizan aquello que es necesario
interrogar. Es por lo anterior que todo cuestionamiento es vivido por el colectivo del que se
trate como una amenaza a sus soportes identitarios.
El modo de insistencia en torno a las críticas mutuas, y lo poco preparados que se
sentían ambos colectivos (cabe recordar, que una de las motivaciones del grupo
organizador para hacer el Congreso se debía a que ellos pensaban que la psicología
comunitaria no estaba desarrollada en su universidad) hacía que el modo de abordaje de
ambas tareas se sintiera amenazado por la presencia del otro en todos los espacios
ocupados. Para unos representaban todo lo que deseaban cuestionar, para los otros todo lo
que querían desalojar.
Esto es así incluso en torno a que los enfrentamientos de los organizadores con los
de Valpo, se extendió en estos, a no permitirse “mezclar” con nadie del congreso, incluso
no importando si eran de la organización o no.
Así mismo, los organizadores, extendieron su frustración con este grupo que
“cuestionaba todo” al docente de la cátedra. En esto fue decidor el momento en el cual, en
la presentación teórica del docente, el público arengado por una de las expositoras de la
mesa, lanzaron papeles al docente de estos “niños terribles” que se habían convertido los
alumnos de Valparaíso.

Pero la pregunta ronda, cómo es posible referir estos elementos a la construcción de


imaginarios sociales. Ensayemos una lectura. Los imaginarios sociales son el conjunto de
significaciones sociales imaginarias que los colectivos instalan para instituirse como tales
(Fernández, 2007: 39). Así mismo estas construcciones tienen en sus dimensiones una que
conserva lo dado, lo instituido, y la mismo tiempo genera nuevas formas de organización de
los sentido propios de los colectivos. A esto último lo llamamos lo instituyente.
Aquellas significaciones, para el caso del colectivo a cargo del congreso, organizaba
el sentido de una comunidad que debía ser creada entre todos, sin conflictos, dónde el hacer
con otros con amor, pudiera evitar el disenso, la crítica, la oposición, el conflicto propio de
toda formación social. Incluso esto fue expuesto en más de una vez por otros participantes
del congreso que veían en este accionar, un elemento que impedía toda crítica de las
presentaciones y las desorganizaciones, debido a que se hacía con “amor”. En una frase esta
forma instituida de hacer y pensar el modo de relación al interior del congreso reproducía el
modo ideológico académico, con el que suele identificarse a la psicología comunitaria, esto
es, un hacer ritualista que impide la construcción teórica crítica y el surguimiento de nuevas
acciones distintas a las programadas, en tanto estos elementos necesariamente son un
primer paso al cuestionamiento o la interrogación.
Para el caso del colectivo de la cátedra, este grupo, instituyo el imaginario en el cual
se referían significados, representaciones y prácticas ligadas a la postura habitual en la que
suele ser menospreciado el estudiante asociado a la universidad privada de la que
provienen, en tanto es un crítico mordaz, bohemio, que no se junta con nadie, y que no
tiene respeto por las formas instituidas propias del mundo académico o formal en el cual se
mueven los mundos profesionales. Es decir, son shoros de puerto revolucionarios, ejemplo
de esto es, que algunos no se inscribieron pero gozaron de los beneficios de los inscritos,
jugaron a la pelota en el mismo lugar donde el resto de los asistentes dormían, rompieron el
timbre que usaban para despertarlos, se robaron parte del alcohol que se usó para las
ceremonias, etc.
Pero este imaginario también permite sostener la idea de mostrarse seguros en torno
a lo que sabían producía ansiedad en los organizadores debido a su poca experiencia, ya
que los estudiantes de la cátedra ya habían hecho un congreso antes, y no tenían problemas
con las dificultades propias de las intervenciones, ya que la mayoría tenía experiencias
prácticas, etc. Así mismo ellos había promovido y sostenido la presencia de un grupo de
pacientes psiquiátricos como expositores del Congreso, lo que los ponía en una relación con
la locura de manera directa, lo que era visto por los demás como una experiencia límite, que
cuestionaba los esfuerzos de los estudiantes de relacionarse con uno de los aspectos más
amenazantes de la formación psicológica.
Pero un hecho era de especial relevancia, ellos traían y defendían un modo de hacer
las cosas diferentes en torno a la intervención psicosocial que los ponía en un lugar de
exterioridad que los aislaba de los demás, creando una suerte de fascinación por el grupo,
fomentando el mantenimiento de sus significaciones instituidas, cercando el sentido de su
ser de puerto y de su universidad.
Esto es de especial relevancia ya que al mismo tiempo que el grupo permite dar
curso a las fantasías grupales propias, fomenta y sostiene la instalación de un imaginario
que perpetúa las formas instituidas del conjunto social más amplio; esto es que, si bien el
grupo que quedó operaba una suerte de ilusión grupal, el conjunto amplio de los estudiantes
de la cátedra, mantenía el modo imaginario de los estudiantes porteños, incluso no
participando de la formación grupal más restringida.

Interesante puede ser puntuar que el modo de reproducción de estas legalidades


propias del modo de identificación grupal, por ejemplo se muestra en que en un momento
en el cual los estudiantes de la cátedra organizan un “carrete aparte” se van a instalar al
“cerro”, es decir, reproduciendo de manera inconsciente un espacio conocido, que permita
sentir seguridad y soporte grupal, a fin de desalojar de sí mismos la crítica frente a su poca
consideración al trabajo realizado por los organizadores, que les devolvían en sus propias
críticas su inseguridad en torno a la tarea propuesta por la cátedra.

Sobre el final de la experiencia

Ya llegado el día final del congreso y con cierta conciencia de estas


naturalizaciones, el equipo decide que además de presentar de manera leída estos parciales
resultados, creen que deben (ojo con el deben) hacer una experiencia que permita poner en
tensión esta unidad de amor/odio que instituyen los colectivos en pugna, que parecían hacer
cerco organizador en torno a negar el disenso/consenso en el conjunto del congreso.
Intuíamos que estas naturalizaciones lo que hacían eran igualar en torno a mostrarse
en diferencia de los demás, menospreciando al grupo en oposición, no logrando integrar los
elementos de esta tensión, por lo que siempre pensaban al otro como en “defecto”.
Se pensó entonces invitar al grupo total de participantes del congreso a juntarse,
sobre una tarea simple, y luego de esta hacer grupos pequeños a fin de ofrecer un espacios
de diálogo sobre las reacciones en torno a la misma.
Entonces se decide que después de presentar los resultados por el docente, este
invitará a los participantes del congreso a recoger la basura que se había producido durante
los días previos. Es así como al final de su exposición invitó a los asistentes del congreso a
salir de la sala de conferencias para participar de una actividad diseñada por la cátedra.
Una vez afuera, el grupo amplio de los estudiantes y de los asistentes, son
convocados a limpiar la basura, y las reacciones mostraron diversas reacciones al llamado
efectuado por el equipo de cátedra, algunas de estas son;
- Algunos “creyeron” entender la tarea y la imaginaron como una metáfora
del trabajo comunitario.
- Algunos que realizaban la tarea alegaban mientas la hacían, haciéndole
saber al resto que no la entendían pero de todas maneras no podían dejar
de hacerla.
- Otros no la hicieron, y se sintieron en desmedro, alegando que los
estudiantes de valpo les habían jugado una broma.
- Otros subieron a un segundo piso y se burlaron de los que hacían la tarea.
- Así mismo en el equipo de cátedra las reacciones fueron similares, algunos
colaboraron en la tarea de diversas maneras, y otros manifestaron su
rechazo, yéndose al baño, quedando paralizados no sabiendo que hacer,
acercándose al docente, etc.

Pasado unos pocos minutos, los estudiantes porteños invitaron a los demás a hacer
grupos a fin de conversar sobre lo realizado. En estos grupos algunos de sus integrantes
felicitaron a los estudiantes de la quinta región, por haber realizado una instancia de
reunión de los demás asistentes, haciendo hincapié en que no había estos espacios al
interior del congreso. Así mismo otros creyeron comprender que esta acción permitía dar
cuenta de los esfuerzos disimiles de los interventores sociales, cuando son llamados a hacer
una tarea en torno al beneficio de todos en la comunidad. También señalaron que la acción
permitía mostrar el gran esfuerzo que significaba “organizar a una comunidad” en torno a
una tarea, etc.
También los participantes del congreso, se mostraron sorprendidos de las diversas
reacciones de los demás que se burlaron o que no hicieron la tarea, sosteniendo la idea de
que esos otros no eran comunitarios, y que no había verdadera conciencia de la comunidad,
etc. Además creyeron ver en las reacciones “negativas” una incapacidad de hacerse cargo
de las responsabilidades por el cambio social en beneficio para todos como horizonte de las
intervenciones comunitarias.
Para nosotros lo que los grupos decían eran diversas formas de sostener la relación
de pares antagónicos, que el grupo de cátedra y el grupo organizadores habían sostenido
durante el congreso. Es decir, aparecía en sus relatos el modo de relación que se instituía en
el congreso mismo, y que sostenía el malestar difuso presente.

Pero también una reacción fue completamente inesperada, y fue que lo sucedió con
el grupo de organizadores, que al no participar de la experiencia, vieron en el hacer de los
estudiantes de valpo un nuevo boicot a la organización, entrando en pánico de que los
asistentes se fueran sin asistir a la sesión de cierre que estaba programada para después de
nuestra presentación.
La reacción de este grupo fue agresiva y violenta. Ellos maltrataron a los estudiantes
porteños y al docente, culpándonos de haber querido arruinar lo que ellos tenían planeado,
lo que los llevo a intervenir en los grupos que se realizaban en el patio, interrumpiendo en
los diálogos grupales y obligando a los asistentes a ingresar a la sala de conferencias.
Sin embargo después de esta reacción, los integrantes del grupo de cátedra, estaban
alegres y emocionados, impresionados por el modo correcto de la instalación de la
actividad, y se abrazaban y sacaban fotos, el malestar de los días anteriores parecía haberse
ido, y ahora estaban felices de haber participado de la experiencia.

A modo de conclusión

Como dijimos anteriormente, los imaginarios sociales son el conjunto de


significaciones sociales imaginarias que un colectivo instituye para instituirse como tal, lo
que podemos apreciar en esta experiencia, es que, los colectivos involucrados, instituyen
sus sentidos, al menos en un primer nivel más explicito, en torno a significaciones
emanadas desde esquemas totalizadores del deber ser académico identitario de sus
universidades y sus universos de significación, en torno a saber o no saber sobre psicología
comunitaria. Esto sostiene una tensión entre los modos de intervención que se implementan
y la ideología que está detrás de los mismos.
Así por un lado los organizadores del congreso actúan lo violento que puede ser un
estado homogenizador de los sentires al interior de una comunidad o colectivo, desalojando
de su interior toda forma de disenso, crítica o cuestionamiento a este imaginario, sintiendo
como una amenaza la conducta disruptiva de los estudiantes de Valpo, quienes actuaban
como una comunidad que se resistía a ser reducida, a ser parte de la comunidad de
estudiantes que participaban del congreso, pero por supuesto de manera agresiva.
Los estudiantes porteños, sostienen un discurso y prácticas homogenizadoras en
torno a un imaginario que sostiene la idea del shoro de puerto que no puede ser domeñado,
que es irrespetuoso, que es crítico, y que frecuenta espacios no académicos, sino que
revolucionarios. Es decir actúan su imaginario porteño, incluso más allá de sus conciencias
sobre estas determinaciones de sentido, que los atraviesan, y que les dan identidad, no
pudiendo salir de las legalidades que este cerco de sentido permite.
Así puede referirse que algunos de los discursos que insisten para ser en el
congreso, sostiene la idea de una masa que debe ser homogenizada, incluso desde la postura
del grupo de cátedra, en base a los deseos de otros, tanto en torno a un amor represor, como
a una negación de consensos o acuerdos necesarios para la sociabilidad.
Ambas dimensiones instituidas en los colectivos, a mi modo de ver son formas
presentes en el modo institucional de lo que llamamos de manera general el trabajo
comunitario, como momentos que impiden la emergencia a una sociabilidad en comunidad,
con otros y para todos.
Lo que esta experiencia nos muestra, es por un lado que los imaginarios pueden ser
fuente de una capacidad imaginante de saberes, sentires, representaciones y prácticas que
permiten hacer frente a los modos homogenizadores instituidos, pero también, su relación
siempre presente con la perpetuación de naturalizaciones que sin su abordaje, no permite el
avanzar en nuevas formas de hacer frente a los cambios necesarios por una sociedad mejor.

Cabe esperar entonces trabajar en estar atentos a estos elementos que los colectivos
no pueden dejar de considerar en sus determinaciones, a fin de poder comprender mejor sus
procesos de institución, y sus formas de movilización, en un ejercicio de interrogación
permanente sobre lo que instituimos cuando intervenimos, pero también sobre lo que queda
sin cuestionar y que sostenemos como verdad única e incuestionable.

Muchas Gracias.
Valparaíso 14 de Noviembre de 2009
2º Encuentro Nacional de Comunitarios.cl

Referencias bibliográficas

Fernández, Ana María (2007) Las lógicas colectivas, imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Editorial Biblos. Argentina.
- Ídem, (1993) Tiempo histórico y campo grupal. Editorial Nueva visión, Buenos Aires.
- Ídem, (2003) Instituciones estalladas, editorial Eudeba. Buenos Aires.
Lapassade, G. (1975-2000) Socioanálisis y potencial humano. Editorial Gedisa, Barcelona.
Lourau, R., (1970/1975) El análisis institucional. Amorrortu. Buenos Aires.
Castoriadis, C., (1975-1993) La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets editores, Buenos Aires, Argentina.

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