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1.1.1 La estética como herramienta para acercarse al estudio del arte rupestre.

A la estética Hegel la reconoce como la “Filosofía del arte”. No es el único. A lo largo de la


historia desde Baumgarten –quién acuña dicho concepto– la estética se caracteriza por ser
una rama de la filosofía que estudia aquello relacionado con lo bello. 1 Los Juicios Estéticos
para Kant son aquellos juicios de reflexión relacionados con lo sensible, son juicios donde
“el principio determinante es la sensación.”2 un juicio estético que no se basa en la
búsqueda de conocimiento sino en las sensaciones de placer o displacer. Así un juicio
estético esta relacionado con lo bello, bueno y verdadero, aunque subjetivo. Aunque el
trabajo de Kant centra su atención en la verdad y conocimiento, no en la belleza.
A partir de lo anterior la experiencia estética es juicios de valor subjetivo que se refiere al
placer y displacer. En el caso del paisaje dicha experiencia nos permite generar este tipo de
juicios estéticos, donde el hombre lo hace suyo el paisaje a partir de juicios reflexivos y
sensibles que le permiten apropiarse de su entorno.
Actualmente nuestro reconocimiento del paisaje lo hacemos a partir de categorías que
distan de las utilizadas en las cosmovisiones prehispánicas, tal vez las sensaciones que nos
brinda aquel paisaje se asemejen a las que experimentaron nuestros congéneres en épocas
anteriores. De tal forma, es posible reconocer huellas tanto físicas como simbólicas que
corresponden a otra temporalidad y por medio de éstas acercarnos a la historia de los
habitantes de antaño.
Una marca hecha por los antiguos pobladores que nos permite intuir el devenir histórico de
aquellos espacios es el arte rupestre, una expresión viva, que fue hecha de forma directa en
la roca, con poca o nula preparación del soporte, donde, las irregularidades del mismo
deformaron las imágenes, las cuales, más que buscar precisión acentuaban la intención de
un contacto directo con la roca. Sus creadores procuraron marcar lugares específicos que
rememoraban pasajes cosmogónicos particulares. Ahora, nosotros no tenemos la misma
reverencia de quienes pintaron, aunque las sensaciones ofrecidas por el paisaje nos acercan
a las experiencias sensibles de los pobladores de antaño. Como seres humanos nos

1
Martin Seel, Estética del Aparecer,(Buenos Aires: Katz editores, 2010),11-38.
2
Inmanuel, Kant, Primera Introducción a la Crítica del Juicio”, 2da Ed. (Madrid: La bolsa de la Medusa,
2011), 74.
maravillamos frente a la naturaleza, incluso aunque nuestra precepción sobre ésta se aparte
de la percepción de los antiguos pobladores.
Después de subir la montaña, las sensaciones frente a ésta son varias, desde asombro por la
belleza del espacio hasta el cansancio y sed que merman la entereza física. Al llegar a los
sitios de pintura, además de la experiencia estética que nos ofrece el paisaje, descubrimos
una dimensión simbólica en el mismo, donde las pinturas ocupan un espacio importante
dentro del paisaje; sean abrigos, laderas, la base de una montaña, piedras exentas o paredes
de enormes acantilados. Son espacios escogidos no por ser idóneos para realizar los trazos,
sino por representar más que un muro en la roca; son lugares que rememoran
simbólicamente espacios liminales, de tránsito y de culto. No se trata de pintar en cualquier
lugar, sino de hacer evidente la sacralidad del espacio por medio de marcas físicas.
En el caso de la pintura rupestre en la región norte de Morelos, para quiénes hicieron
aquellas imágenes, parece que lo más importante es el contacto directo con la roca. Es
posible que fuera un grupo de personas especializadas quiénes realizaban las pinturas que
–a pesar de tener cierto dominio en la técnica– privilegiaron el espacio donde deberían ser
plasmadas las figuras sobre la viabilidad del soporte. Generalmente son rocas con múltiples
relieves que impiden trazos limpios, trazos que a pesar de lo accidentado del espacio donde
fueron pintados son reconocibles. Las imágenes pintadas evocan la cosmogonía que debía
plasmarse en puntos específicos, sin importar la superficie irregular de la roca, que en más
de una ocasión aporta a la imagen volumen y movimiento.
Si bien algunos dibujos parecen tener un trazo irregular o realizados con cierto descuido,
esto se debe al soporte que las resguarda más a que a una falta de pericia por parte de los
pintores, quienes pueden hacer tanto figuras de gran tamaño en superficies rocosas con
grandes irregularidades, como imágenes pequeñas en las que nos dejan ver su habilidad,
algunas figuras se destacan por el detalle y maestría en su factura que se integran a los
cánones estilísticos imperantes en la región. A partir de lo anterior podemos intuir que
existe una manera de hacer las pinturas, donde los pintores muestran la capacidad técnica
en un estilo determinado, y a pesar de ello, privilegian la acción de marcar el paisaje por
sobre la maestría o perfección en los trazos. La factura de las imágenes no afecta el gran
impacto visual que muchas de ellas conservan hasta nuestros días. Dichas imágenes
contuvieron simbolismos importantes para quiénes las pintaron y para quiénes las
observaban, desde cierta distancia o en la cercanía, dependiendo del discurso y la manera
de plasmarlo, simbolismos que apenas logramos distinguir pero que hasta hoy no han
desaparecido por completo.
Cuando caminamos para llegar a las pinturas nos invade cierta emoción, quizá por razones
distintas a las de sus creadores, es la experiencia estética nos permite enlazar las
sensaciones de ahora con las de antaño, con un dejo de subjetividad que nos persigue, sin
pretensión de verdad, sino con la intención de abonar a una rica discusión sobre el tema.
Aquí, hablaremos del arte rupestre por considerarlo una expresión humana que puede ser
aprehendida por medio de la experiencia estética; sin que las expresiones de este tipo
pretendan encajar en los cánones occidentales de belleza o técnica, sino entendiendo que
los referentes visuales son otros, los cánones de belleza son diferentes y no por ello
inválidos. Tienen códigos visuales con una estética propia, que si bien comunica discursos
insertos en una cosmovisión específica, implica un conocimiento técnico para construir las
herramientas de grabado y pintado, así como para hacer las mezclas correctas de materiales
para crear el pigmento; seguir un estilo definido al momento de crear las figuras, que a
pesar de la distancia, siguen siendo reconocibles para nosotros.
Acerca de los creadores de las imágenes si bien eran personas especializadas en el dibujo,
también tenían un profundo conocimiento sobre la cosmovisión que respalda aquellas
imágenes, pero, difícilmente se puede hablar de ellos como artistas especializados de
tiempo completo, pues seguramente participaban activamente en su comunidad en otras
tareas y solo en momentos específicos ejecutaban aquellos dibujos en los distintos parajes
de la región de estudio. Por tanto, probablemente el arte rupestre de aquella región fue
hecho por especialistas, con un gusto particular, que dominaban una técnica específica y
que siguieron un estilo definido por el momento histórico, donde la experiencia estética
tanto del creador como del observador, nos permite hasta hoy acercarnos a sus valores
como un medio de comunicación entre el hombre y sus congéneres, así como con su
paisaje.

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