Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CÉSAR
–CASA SULÀ-
CÉSAR
CALPURNIA
SILA
ESCLAVO
MARCO ANTONIO
COMENTARISTA 1
COMETARISTA 2
PÚBLICO (coro)
MENAPIOS
LEÓN
BELOVESO
DAGAMUNDO
ESCLAVO 1
ESCLAVO 2
ADIVINO
CASIO
BRUTO
SENADOR 1
SENADORES (figurantes)
ESCENA I – CÉSAR SE ENAMORA DE CALPURNIA Y DESAFÍA A SILA
(Aparecen CÉSAR y CALPURNIA)
CÉSAR: (dirigiéndose al público) ¡Oh, dulce Venus! ¿Qué ven mis ojos? ¿Quién es esta bella
criatura que bebe de las frescas aguas del manantial?
CÉSAR: Mi nombre es Cayo Julio César, de la noble familia Julia. I tú, criatura hermosa, ¿eres un
ángel o tal vez una ninfa que mora en esta fuente?
CÉSAR: Hablas y tus palabras son miel para mis oídos. ¡Oh Calpurnia! Cupido me ha atravesado
con una flecha envenenada de amor. Ahora mi corazón es tuyo: te amo, Calpurnia, y quiero que
te cases conmigo.
CALPURNIA: ¡Oh, César! Yo también te amo desde el primer momento en que te vi. Pero, por
desgracia, nuestro amor es imposible...
CÉSAR: ¿Por qué dices eso, oh Calpurnia? ¿Quién maldice este amor tan puro?
CALPURNIA: (triste) Tú eres de noble linaje, pero yo pertenezco a una humilde familia plebeya.
¿No sabes que el dictador Sila, que con crueldad gobierna nuestra Republica, ha prohibido el
matrimonio entre patricios y plebeyos?
CÉSAR: (solemne, dirigiéndose al público) Sé que en Roma la ley es sagrada y que el precio de
no obedecerla puede ser la muerte. Pero no hay nada que hacer... Amo a esta mujer y voy a
casarme con ella
ESCLAVO: Debéis saber, Amo Sila, excelentísimo Dictador de Roma, que Julio César, de la noble
familia Julia, ha desobedecido la ley y se ha casado con Calpurnia, una vulgar plebeya.
SILA: (encolerizado) ¿¿¡¡Qué!!?? ¡¡¡Por las Furias!!! Esto va en contra de la Ley... ¡Mi Ley! Me
está desobedeciendo deliberadamente... Voy a agarrar a ese mocoso insolente y le voy a cortar
la cabeza con mi propia espada. ¡Lo juro por Marte! ¿Me has oído?
(SILA y ESCLAVO desaparecen de escena. Aparecen CÉSAR i CALPURNIA, que caminan atentos a
su alrededor como si huyeran de alguien)
CALPURNIA: Tengo miedo, oh César. Los soldados de Sila nos están buscando por toda Italia. Y
no va a parar hasta que nos encuentren y nos maten.
CÉSAR: No te preocupes, querida. Todo irá bien. Nos ocultaremos en este frondoso bosque hasta
que pase la tormenta.
SILA: Habla de una vez, esclavo. ¿Dime, traes alguna novedad sobre el asunto de Julio César y su
aventura amorosa?
ESCLAVO: ¡Ciertamente! Muchos senadores y parientes de Julio César han acudido al palacio
para pediros clemencia. Piden que seáis magnánimo con el joven patricio.
SILA: (resignado) ¡Bah! Al fin y al cabo, si tanta ilusión le hace casarse con aquella plebeya, ¡que
lo haga! Y que la Fortuna les acompañe. He dicho.
CALPURNIA: ¡Bendita sea Juno! ¡Por fin nos dejan libres! Se acabó el escondernos y escaparnos
todo el tiempo. Por fin nuestro amor será tolerado.
CÉSAR: Sí, Calpurnia. Sepas que los dioses están a tu favor. Eres la esposa de un gran hombre a
quien la historia hará inmortal. Yo soy… (hace pausa y se dirige al público) Julio César.
NARRADOR: Unos años después, Julio César se ha convertido en el hombre más poderoso de
Roma. Sus enemigos le temen, mientras que el pueblo le ama. Esa mañana, César ha organizado
un gran espectáculo en el anfiteatro de Roma. Miles de romanos están sentados en las gradas,
sedientos de sangre y entretenimiento. César está sentado en la tribuna junto con Marco
Antonio, su fiel amigo y senador.
COMENTARISTA 1: Buenos días a todos. Nos encontramos en el Coliseo de Roma. Los luchadores
ya están listos. El público está impaciente.
COMENTARISTA 1: Ya están los dos contendientes en la arena. ¿Quién de los dos será el
vencedor? ¡Que empiece el combate!
(MENAPIOS y LEÓN luchan. Parece que MENAPIOS va a vencer al LEÓN, pero finalmente el león
lo hiere y le da muerte. Entra ESCLAVO 1, que se lleva al LEÓN y entra ESCLAVO 2, que se lleva
el cuerpo de MENAPIOS. Los cuatro desaparecen de escena)
COMENTARISTA 1: Ahora vamos con el plato fuerte de la mañana. Se van a enfrentar a muerte
los dos mejores gladiadores de Roma. En un lado de la arena tenemos a BELOVESO, el feroz
guerrero celta (aparece BELOVESO y el público lo aclama) y en el otro lado de la arena tenemos
a DAGAMUNDO, el terrible guerrero teutón (aparece DAGAMUNDO y el público lo abuchea).
BELOVESO y DAGAMUNDO: (mirando al CÉSAR y haciendo el saludo romano, gritan) ¡Ave, César!
¡Los que han de morir te saludan!
(los dos gladiadores luchan. Parece que BELOVESO va a derrotar a DAGAMUNDO, pero en el
último momento DAGAMUNDO consigue derrotar a BELOVESO, sin darle muerte)
COMENTARISTA 1: ¡Vaya! El guerrero teutón, Dagamundo, ha ganado el combate. Ahora va
hacia la tribuna donde está el César.
COMENTARISTA 2: El gran César tendrá la última palabra. Él decidirá si el guerrero vencido vivirá
o morirá.
MARCO ANTONIO: (con una corona en las manos) Oh, César, guerrero invencible, hijo de Marte.
Escucha cómo los romanos, tus hijos, gritan tu nombre. Todos te adoran como a un rey. El rey
más poderoso que haya existido jamás sobre la faz de la Tierra.
(levanta la corona sobre la cabeza de CÉSAR) Dame permiso, ¡oh César! Y déjame que coloque
esta corona en tu cabeza. Deja que en este momento te proclamemos como Rey de Roma.
Acepta esta corona y harás feliz a este pueblo que tanto te ama.
CÉSAR: (apartando la corona) No, Marco Antonio. No acepto la corona porque en Roma no hay
reyes, ni los habrá. Yo soy y seguiré siendo, simplemente, el César.
MARCO ANTONIO: (dirigiéndose al público) ¿Habéis escuchado? Qué espíritu tan humilde tiene
nuestro líder. ¡Larga vida al César!
CÉSAR: (dirigiéndose al público) ¿Pero qué está diciendo este viejo? No sabe lo que dice: está
chocho.
ADIVINO: Por favor, César. Ten en consideración lo que te digo… ¡¡Tu vida corre peligro!! ¡Gente
de tu confianza, muy cercana a ti, está tramando asesinarte! Protégete el día de los Idus de
Marzo. Escucha lo que te dice este pobre anciano, que te quiere bien.
NARRADOR: Bruto y Casio, dos senadores muy allegados al César, conspiran en voz baja en los
pasillos del senado.
CASIO: Hoy en el anfiteatro, sucedió algo muy preocupante. El público aclamaba a César… y el
senador Marco Antonio, amigo suyo, le ofreció una corona para proclamarlo rey, delante de
todos.
BRUTO: Sí, yo estaba allí, Casio. Lo vi con mis propios ojos. César es muy popular. Todo el mundo
lo ama. Y él demostró su humildad cuando rechazó ser coronado como rey delante de todo el
público que lo aclamaba.
CASIO: ¿Pero no te das cuenta de que esto es muy peligroso? Nunca antes había habido alguien
tan poderoso en Roma. Es un tirano, y nadie se atreve a enfrentarlo.
CASIO: Hay muchos senadores que gustosamente acabarán con la vida de ese tirano. Y tú, Bruto,
le vas a dar el golpe final que acabará con su vida.
BRUTO: ¡Por las barbas de Júpiter! ¿Estás hablando en serio? ¿Pretendes que yo traicione al
César? Él siempre me ha tratado como si yo fuera su propio hijo. Él me ha dado todo lo que
tengo y es amable conmigo.
CASIO: ¡Tú sabes que él es un tirano! Para salvar la República: ¡Debe morir!
BRUTO: (en silencio y pensativo, da unos pasos y habla) Está bien. Tienes razón. El César debe
morir. ¿Pero cómo lo haremos?
CASIO: Lo haremos aquí mismo, en el Senado. A plena luz del día. Será un acto honorable. El
César morirá y la República será salvada.
CALPURNIA: (se despierta de una pesadilla. Aterrada) ¡Ah, qué horror! ¡Veo sangre! ¡Muerte!
¡Desgracia fatal!
CÉSAR: ¡Oh, Calpurnia, esposa mía! ¿¡Qué te sucede!? ¿Qué son estos gritos?
CALPURNIA: He tenido una premonición. Por favor, no vayas al Senado. Hay una conspiración
contra ti. ¡Te van a matar!
CÉSAR: (se levanta) ¿Pero qué dices? Eso no puede ser. Debo cumplir con mi deber. Todo el
mundo me está esperando.
CALPURNIA: (se arrodilla a los pies de César) ¡Te lo suplico, no vayas! ¡No quiero perderte!
BRUTO: César, ¿qué haces? ¿Es que no vienes al Senado? Todos te estamos esperando.
BRUTO: (con tono de burla) Ah… ¿Y qué quieres que les diga, que el César no vino porque su
mujer ha tenido un sueño?
CÉSAR: (dirigiéndose al público) ¡No! Eso no puede ser. Se burlarían de mí (dirigiéndose a
BRUTO) Tienes razón. ¡Vengo, Bruto!
(desaparece CALPURNIA lamentándose y llorando. BRUTO y CÉSAR caminan por la calle. Aparece
el ADIVINO)
CÉSAR: (Riendo) ¡Anciano! ¿No lo ves? Tu profecía no se cumplió. Ya es el día que dijiste y ¡sigo
vivo!
(Desaparece el ADIVINO)
(CÉSAR y BRUTO llegan al Senado. Están todos los SENADORES esperando. Todos lo miran serios)
SENADOR 1: (Se acerca a CÉSAR) Escucha, CÉSAR, ¿has reconsiderado concederme aquello que
te pedí?
CÉSAR: ¡Agh!
(Todos los senadores se apartan y lo dejan yaciendo en el suelo solo, herido y ensangrentado.
Se acerca BRUTO, vacilante, con su puñal en la mano temblorosa)
CÉSAR: (con la voz débil y entrecortada, mirando a los ojos de Bruto) ¿Tu también, Bruto? Hijo
mío… (se cubre la cara con la túnica y muere)