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JULIO

CÉSAR

Obra de teatro para el Semillero 3

–CASA SULÀ-

Escrita por Jesus Nobajas


PERSONAJES:
NARRADOR

CÉSAR

CALPURNIA

SILA

ESCLAVO

MARCO ANTONIO

COMENTARISTA 1

COMETARISTA 2

PÚBLICO (coro)

MENAPIOS

LEÓN

BELOVESO

DAGAMUNDO

ESCLAVO 1

ESCLAVO 2

ADIVINO

CASIO

BRUTO

SENADOR 1

SENADORES (figurantes)
ESCENA I – CÉSAR SE ENAMORA DE CALPURNIA Y DESAFÍA A SILA
(Aparecen CÉSAR y CALPURNIA)

NARRADOR: Nos encontramos en la ciudad de Roma. Un joven muchacho de familia noble


llamado Julio César va paseando tranquilamente por los jardines de la ciudad. El tiempo se
detiene cuando se encuentra con una joven doncella que está llenando un cántaro en la fuente.

CÉSAR: (dirigiéndose al público) ¡Oh, dulce Venus! ¿Qué ven mis ojos? ¿Quién es esta bella
criatura que bebe de las frescas aguas del manantial?

CALPURNIA: ¿Quién es ese joven que me mira? ¿Qué quiere de mí?

CÉSAR: Mi nombre es Cayo Julio César, de la noble familia Julia. I tú, criatura hermosa, ¿eres un
ángel o tal vez una ninfa que mora en esta fuente?

CALPURNIA: (tímida) Me llamo Calpurnia, oh joven señor.

CÉSAR: Hablas y tus palabras son miel para mis oídos. ¡Oh Calpurnia! Cupido me ha atravesado
con una flecha envenenada de amor. Ahora mi corazón es tuyo: te amo, Calpurnia, y quiero que
te cases conmigo.

CALPURNIA: ¡Oh, César! Yo también te amo desde el primer momento en que te vi. Pero, por
desgracia, nuestro amor es imposible...

CÉSAR: ¿Por qué dices eso, oh Calpurnia? ¿Quién maldice este amor tan puro?

CALPURNIA: (triste) Tú eres de noble linaje, pero yo pertenezco a una humilde familia plebeya.
¿No sabes que el dictador Sila, que con crueldad gobierna nuestra Republica, ha prohibido el
matrimonio entre patricios y plebeyos?

CÉSAR: (solemne, dirigiéndose al público) Sé que en Roma la ley es sagrada y que el precio de
no obedecerla puede ser la muerte. Pero no hay nada que hacer... Amo a esta mujer y voy a
casarme con ella

(CÉSAR coge en brazos a CALPURNIA y se la lleva de escena)

(Aparece en su palacio el dictador SILA, a su lado está su ESCLAVO)

SILA: ¡Esclavo! ¿Qué noticias me traes?

ESCLAVO: Debéis saber, Amo Sila, excelentísimo Dictador de Roma, que Julio César, de la noble
familia Julia, ha desobedecido la ley y se ha casado con Calpurnia, una vulgar plebeya.

SILA: (encolerizado) ¿¿¡¡Qué!!?? ¡¡¡Por las Furias!!! Esto va en contra de la Ley... ¡Mi Ley! Me
está desobedeciendo deliberadamente... Voy a agarrar a ese mocoso insolente y le voy a cortar
la cabeza con mi propia espada. ¡Lo juro por Marte! ¿Me has oído?

ESCLAVO: Sí, amo...


SIL·LA: (suspira y se tranquiliza un poco) Dile a aquél miserable mocoso que le concedo un día
de gracia para que se separe de esa mujer. Y déjale bien claro que, si no lo hace, ¡morirá!

ESCLAVO: Yo oigo y obedezco, oh venerable Amo Sila.

(SILA y ESCLAVO desaparecen de escena. Aparecen CÉSAR i CALPURNIA, que caminan atentos a
su alrededor como si huyeran de alguien)

CALPURNIA: Tengo miedo, oh César. Los soldados de Sila nos están buscando por toda Italia. Y
no va a parar hasta que nos encuentren y nos maten.

CÉSAR: No te preocupes, querida. Todo irá bien. Nos ocultaremos en este frondoso bosque hasta
que pase la tormenta.

(Se van CÉSAR y CALPURNIA y aparecen SILA y ESCLAVO)

ESCLAVO: Pido permiso para hablar, oh Amo.

SILA: Habla de una vez, esclavo. ¿Dime, traes alguna novedad sobre el asunto de Julio César y su
aventura amorosa?

ESCLAVO: ¡Ciertamente! Muchos senadores y parientes de Julio César han acudido al palacio
para pediros clemencia. Piden que seáis magnánimo con el joven patricio.

SILA: (suspira serio) Ya veo…

ESCLAVO: Y bien… ¿Qué vais a hacer al respecto?

SILA: (resignado) ¡Bah! Al fin y al cabo, si tanta ilusión le hace casarse con aquella plebeya, ¡que
lo haga! Y que la Fortuna les acompañe. He dicho.

(Desaparecen SILA y ESCLAVO. Aparecen CÉSAR y CALPURNIA locos de alegría; saltando y


tomándose de las manos)

CALPURNIA: ¡Bendita sea Juno! ¡Por fin nos dejan libres! Se acabó el escondernos y escaparnos
todo el tiempo. Por fin nuestro amor será tolerado.

CÉSAR: Sí, Calpurnia. Sepas que los dioses están a tu favor. Eres la esposa de un gran hombre a
quien la historia hará inmortal. Yo soy… (hace pausa y se dirige al público) Julio César.

(Desaparecen de escena CÉSAR y CALPURNIA)


ESCENA II – CÉSAR Y MARCO ANTONIO EN EL COLISEO
(Aparecen CÉSAR y MARCO ANTONIO, sentados y mirando hacia la arena del anfiteatro)

NARRADOR: Unos años después, Julio César se ha convertido en el hombre más poderoso de
Roma. Sus enemigos le temen, mientras que el pueblo le ama. Esa mañana, César ha organizado
un gran espectáculo en el anfiteatro de Roma. Miles de romanos están sentados en las gradas,
sedientos de sangre y entretenimiento. César está sentado en la tribuna junto con Marco
Antonio, su fiel amigo y senador.

(Aparecen COMENTARISTA 1 y COMENTARISTA 2)

COMENTARISTA 1: Buenos días a todos. Nos encontramos en el Coliseo de Roma. Los luchadores
ya están listos. El público está impaciente.

COMENTARISTA 2: El primer combate enfrentará a Menapios (sale MENAPIOS con su espada y


saluda al público), un valeroso guerrero capturado en la Galia… contra un feroz león salvaje (sale
el león) traído directamente desde África.

COMENTARISTA 1: Ya están los dos contendientes en la arena. ¿Quién de los dos será el
vencedor? ¡Que empiece el combate!

(MENAPIOS y LEÓN luchan. Parece que MENAPIOS va a vencer al LEÓN, pero finalmente el león
lo hiere y le da muerte. Entra ESCLAVO 1, que se lleva al LEÓN y entra ESCLAVO 2, que se lleva
el cuerpo de MENAPIOS. Los cuatro desaparecen de escena)

COMENTARISTA 1: ¡Qué increíble combate!

COMENTARISTA 2: Nadie se esperaba un desenlace tan dramático. El público ruge de alegría e


incluso el mismo CÉSAR parece estar disfrutando.

COMENTARISTA 1: Ahora vamos con el plato fuerte de la mañana. Se van a enfrentar a muerte
los dos mejores gladiadores de Roma. En un lado de la arena tenemos a BELOVESO, el feroz
guerrero celta (aparece BELOVESO y el público lo aclama) y en el otro lado de la arena tenemos
a DAGAMUNDO, el terrible guerrero teutón (aparece DAGAMUNDO y el público lo abuchea).

COMENTARISTA 2: Los dos se dirigen a saludar al César.

BELOVESO y DAGAMUNDO: (mirando al CÉSAR y haciendo el saludo romano, gritan) ¡Ave, César!
¡Los que han de morir te saludan!

CÉSAR: (Los saluda con la mano)

COMENTARISTA 1: ¡Que empiece el combate!

(los dos gladiadores luchan. Parece que BELOVESO va a derrotar a DAGAMUNDO, pero en el
último momento DAGAMUNDO consigue derrotar a BELOVESO, sin darle muerte)
COMENTARISTA 1: ¡Vaya! El guerrero teutón, Dagamundo, ha ganado el combate. Ahora va
hacia la tribuna donde está el César.

COMENTARISTA 2: El gran César tendrá la última palabra. Él decidirá si el guerrero vencido vivirá
o morirá.

COMENTARISTA 1: ¿Qué decidirá el César?

CÉSAR: (hace un gesto con la mano que significa ‘muerte’)

COMENTARISTA 2: ¡El César ha hablado! Beloveso, el guerrero galo, será ejecutado.

(DAGAMUNDO da muerte a BELOVESO y sale saludando al público, que lo aclama. ESCLAVO 1 Y


ESCLAVO 2 aparecen y se llevan el cuerpo de BELOVESO. Los cuatro desaparecen de escena. El
público grita: ‘¡CÉSAR, CÉSAR, CÉSAR!))

COMENTARISTA 1: El público aclama al gran César.

COMENTARISTA 2: Parece que Marco Antonio quiere hablar. Escuchémosle.

MARCO ANTONIO: (con una corona en las manos) Oh, César, guerrero invencible, hijo de Marte.
Escucha cómo los romanos, tus hijos, gritan tu nombre. Todos te adoran como a un rey. El rey
más poderoso que haya existido jamás sobre la faz de la Tierra.

(levanta la corona sobre la cabeza de CÉSAR) Dame permiso, ¡oh César! Y déjame que coloque
esta corona en tu cabeza. Deja que en este momento te proclamemos como Rey de Roma.
Acepta esta corona y harás feliz a este pueblo que tanto te ama.

PÚBLICO: ¡César, César, César!

CÉSAR: (apartando la corona) No, Marco Antonio. No acepto la corona porque en Roma no hay
reyes, ni los habrá. Yo soy y seguiré siendo, simplemente, el César.

MARCO ANTONIO: (dirigiéndose al público) ¿Habéis escuchado? Qué espíritu tan humilde tiene
nuestro líder. ¡Larga vida al César!

PÚBLICO: (con entusiasmo encendido) ¡César, César, César!

COMENTARISTA 1: Hasta aquí los juegos de hoy.

COMENTARISTA 2: Esperemos que hayan disfrutado. ¡Hasta la próxima!


ESCENA III – LOS IDUS DE MARZO (MUERTE DE CÉSAR)
NARRADOR: César se dirige al Senado para decidir sobre los asuntos de la República de Roma;
cuando de repente aparece un Adivino que afirma poder ver el futuro.

(Aparecen CÉSAR y ADIVINO)

ADIVINO: ¡CÉSAR, escucha!

CÉSAR: ¿Qué quieres, anciano?

ADIVINO: ¡Protégete de los Idus de Marzo!

CÉSAR: (dirigiéndose al público) ¿Pero qué está diciendo este viejo? No sabe lo que dice: está
chocho.

ADIVINO: Por favor, César. Ten en consideración lo que te digo… ¡¡Tu vida corre peligro!! ¡Gente
de tu confianza, muy cercana a ti, está tramando asesinarte! Protégete el día de los Idus de
Marzo. Escucha lo que te dice este pobre anciano, que te quiere bien.

CÉSAR: (dirigiéndose al público, con desdén) ¡Bah, un loco!

(Desaparecen CÉSAR i ADIVINO)

(Aparecen BRUTO i CASIO)

NARRADOR: Bruto y Casio, dos senadores muy allegados al César, conspiran en voz baja en los
pasillos del senado.

CASIO: Entonces, amigo Bruto, ¿Te enteraste de la noticia?

BRUTO: A qué te refieres, ¿estimado Casio?

CASIO: Hoy en el anfiteatro, sucedió algo muy preocupante. El público aclamaba a César… y el
senador Marco Antonio, amigo suyo, le ofreció una corona para proclamarlo rey, delante de
todos.

BRUTO: Sí, yo estaba allí, Casio. Lo vi con mis propios ojos. César es muy popular. Todo el mundo
lo ama. Y él demostró su humildad cuando rechazó ser coronado como rey delante de todo el
público que lo aclamaba.

CASIO: ¿Pero no te das cuenta de que esto es muy peligroso? Nunca antes había habido alguien
tan poderoso en Roma. Es un tirano, y nadie se atreve a enfrentarlo.

BRUTO: Tienes razón, pero… ¿qué podemos hacer nosotros al respecto?

CASIO: (muy solemne) El CÉSAR… (pausa y mira al público) ¡DEBE MORIR!

BRUTO: (asustado) ¿Qué estás insinuando?

CASIO: Hay muchos senadores que gustosamente acabarán con la vida de ese tirano. Y tú, Bruto,
le vas a dar el golpe final que acabará con su vida.
BRUTO: ¡Por las barbas de Júpiter! ¿Estás hablando en serio? ¿Pretendes que yo traicione al
César? Él siempre me ha tratado como si yo fuera su propio hijo. Él me ha dado todo lo que
tengo y es amable conmigo.

CASIO: ¡Tú sabes que él es un tirano! Para salvar la República: ¡Debe morir!

BRUTO: (muy tenso) ¡Aparta esa idea de mí!

CASIO: ¡Acepta tu deber, Bruto!

BRUTO: (en silencio y pensativo, da unos pasos y habla) Está bien. Tienes razón. El César debe
morir. ¿Pero cómo lo haremos?

CASIO: Lo haremos aquí mismo, en el Senado. A plena luz del día. Será un acto honorable. El
César morirá y la República será salvada.

(CASIO I BRUTO se quedan en silencio, preocupados. Se dan la mano emocionados, conscientes


de la gran responsabilidad que han adquirido)

(Desaparecen CASIO y BRUTO)

(Aparecen CALPURNIA i CÉSAR. Están durmiendo en la cama)

CALPURNIA: (se despierta de una pesadilla. Aterrada) ¡Ah, qué horror! ¡Veo sangre! ¡Muerte!
¡Desgracia fatal!

CÉSAR: ¡Oh, Calpurnia, esposa mía! ¿¡Qué te sucede!? ¿Qué son estos gritos?

CALPURNIA: He tenido una premonición. Por favor, no vayas al Senado. Hay una conspiración
contra ti. ¡Te van a matar!

CÉSAR: (se levanta) ¿Pero qué dices? Eso no puede ser. Debo cumplir con mi deber. Todo el
mundo me está esperando.

CALPURNIA: (se arrodilla a los pies de César) ¡Te lo suplico, no vayas! ¡No quiero perderte!

CÉSAR: (conmocionado, está en silencio un momento; se dirige al público) Un escalofrío me


recorrió el cuerpo con el grito de Calpurnia. Jamás antes la vi así. Lo mejor será hacerle caso y
no arriesgarme. (dirigiéndose a Calpurnia) Me quedaré en casa.

CALPURNIA: (Abraza a CÉSAR) ¡Gracias a Juno! ¡Gracias! ¡Gracias!

(Llaman a la puerta. Entra BRUTO)

BRUTO: César, ¿qué haces? ¿Es que no vienes al Senado? Todos te estamos esperando.

CÉSAR: No puedo venir. Mi mujer ha tenido un sueño premonitorio…

BRUTO: (con tono de burla) Ah… ¿Y qué quieres que les diga, que el César no vino porque su
mujer ha tenido un sueño?
CÉSAR: (dirigiéndose al público) ¡No! Eso no puede ser. Se burlarían de mí (dirigiéndose a
BRUTO) Tienes razón. ¡Vengo, Bruto!

BRUTO: (sonríe aliviado) Fantástico. Vamos, entonces.

(desaparece CALPURNIA lamentándose y llorando. BRUTO y CÉSAR caminan por la calle. Aparece
el ADIVINO)

CÉSAR: (Riendo) ¡Anciano! ¿No lo ves? Tu profecía no se cumplió. Ya es el día que dijiste y ¡sigo
vivo!

ADIVINO: ¡Todavía no terminó el día, oh César!

(Desaparece el ADIVINO)

(CÉSAR y BRUTO llegan al Senado. Están todos los SENADORES esperando. Todos lo miran serios)

CÉSAR: Bien, ya hemos llegado al Senado. Podemos comenzar la sesión.

SENADOR 1: (Se acerca a CÉSAR) Escucha, CÉSAR, ¿has reconsiderado concederme aquello que
te pedí?

CÉSAR: ¿Pero qué dices? Ya te dije que no.

(SENADOR 1 se queda vacilante y le da un tirón a la toga de César por detrás)

CÉSAR: (soberbio) ¿Cómo osas tocarme?

(Todos los Senadores se miran entre sí nerviosos, sin atreverse a actuar)

CASIO: ¡Esa es la señal! ¡Hacedlo, ahora!

(Todos los senadores envuelven a CÉSAR por detrás y empiezan a apuñalarlo)

CÉSAR: ¡Agh!

(Todos los senadores se apartan y lo dejan yaciendo en el suelo solo, herido y ensangrentado.
Se acerca BRUTO, vacilante, con su puñal en la mano temblorosa)

BRUTO: (con la mirada perdida) No puedo... No puedo hacerlo...

CASIO: ¡Debes hacerlo, Bruto! ¡Vamos!

BRUTO: (apuñala a CÉSAR en el estómago)

CÉSAR: (con la voz débil y entrecortada, mirando a los ojos de Bruto) ¿Tu también, Bruto? Hijo
mío… (se cubre la cara con la túnica y muere)

(Se corre el telón y, tras una pausa, todos salen a saludar)

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