Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
view=text;rgn=main#N1
En este punto, cumplo –o al menos, espero haberlo hecho– mi función de “editor” y dejo
hablar a los textos.
Sin embargo, debo reconocer que esta función me hizo olvidar de responder yo mismo a la
pregunta que había planteado. Es demasiado tarde para hacerlo, y esto quizá no esté mal. Me
contento con indicar aquí, brevemente, la dirección que habría podido adoptar mi respuesta.
La definición mayor del sujeto filosófico es para mí la de Hegel: “lo que es capaz de retener en
sí su propia contradicción”. Que la contradicción sea propia (se reconoce la ley dialéctica), es
decir, que la alienación o extrañamiento [extranéation] sea propia, y que la subjetividad
consista en re-apropiar este propio ser-fuera-de-sí, he aquí lo que compromete la definición.
La lógica del sujeto es una gramática (cf. Nietzsche, pero también Leibniz: praedicatum inest
subjecto) del sujeto que se reapropia por anticipado, teleológicamente y absolutamente, de la
exterioridad y la extranjeridad de su predicado (ejemplo hegeliano canónico, al menos en su
interpretación ordinaria: “lo racional es real”). Esta apropiación se realiza con el verbo “ser”.
“Ser” tiene aquí, entonces, la función de operador de apropiación: significa de hecho “tener”,
o “producir”, o “comprender”, o “soportar”, etc. En una palabra, podría intentar decir: es la
interpretación técnica [technicienne] del ser.
Incluso es necesario para ello que el sujeto sea, absolutamente y sin predicado. En efecto, es
por esto que comienza la instauración del sujeto de la filosofía moderna: ego sum. “Ser”
significa entonces lo que enuncia la redundancia cartesiana: ego sum, ego existo. El ser es la
realidad de la existencia (o incluso, esta “noción que pertenece de modo absoluto a todos los
individuos de la naturaleza”, como dice Spinoza). La existencia en tanto realidad “no es un
predicado, sino la simple posición de la cosa” (Kant). La existencia es la esencia del sujeto en
tanto que aquél es, ante todo predicación. (Y es por esto –incluso en Spinoza– que la esencia
de una sustancia infinita, o de “Dios”, comprende necesariamente la existencia).
Descartes, Spinoza, Kant –se podría continuar: la metafísica indica por sí misma que lo que he
propuesto como una pregunta por el “después” (en la historia) es también una pregunta por el
“antes” (en la lógica del ser). Antes del sujeto de una predicación (digamos, antes del sujeto-
de) hay (esta es la “palabra” de Levinas –y en Heidegger: es gibt, es donado, eso dona) el
sujeto, o el sujeto sin “de”, el sujeto-ser, la existencia, o mejor, el existente singular.
¿Pero qué, la existencia? No es una esencia, es la esencia cuya esencia es existir, realmente, de
hecho, en la experiencia, hic et nunc. Es el existente, y no la existencia del existente. En este
sentido, la pregunta se dirige al ¿“quién”? Lo que equivale a decir que la cuestión de la esencia
“¿qué, la existencia?” llama al “quién” como respuesta. La cuestión era entonces una
respuesta a la cuestión de la existencia, de su “ser” o de su “sentido”, nada más, nada menos.
La pregunta “¿quién?” responde a la pregunta “¿qué?” para descalificarla a ésta como
cuestión de esencia o de propiedad. Pero cuando se responde a una pregunta con otra
pregunta, es que le dirige a la primera el desafío de llegar a plantearse.
Todo “qué” que existe es un “quién”, si quién quiere decir: este “qué” real, existente, en tanto
que existe, puntuación fáctica (diría incluso: material) del ser, unus quis.
Después/antes del sujeto: quién. Ante todo, es una afirmación: el ser es quién (y no algo). En
un sentido, esto es Heidegger: el Ser no es más que existente, retirado de toda esencia del Ser
y de todo ser de esencia. (Pero no sé incluso por ello si conviene o no determinar este
existente sólo de la manera en que Heidegger describe el Dasein, suponiendo al menos que
esta descripción haya devenido lo suficientemente clara. “Después del sujeto”: ¿hombres,
dioses, vivientes, qué “cosas” incluso? No iré más lejos aquí.
Pero es también una pregunta: ¿quién es quién? Esta no es una cuestión de esencia (“¿qué es
quién?”) sino de identidad, si se quiere. Como cuando se pregunta frente a la fotografía de un
grupo de personas de la cual se conocen los nombres pero no los rostros: ¿quién es quién?
¿Ese de ahí es Kant? ¿Aquél Heidegger? ¿Y este otro, allí? Se trata de una pregunta de
presencia: ¿quién está ahí? ¿Quién está presente ahí, quién viene aquí a la presencia?
¿Pero qué, la presencia? Es la esencia del existente: este no es una esencia. La presencia es la
esencia de lo que no tiene una esencia. Presente es lo que ocupa un lugar. El lugar es lugar –
sitio, situación, dis-posición– por la venida al espacio de un tiempo, por un espaciamiento que
permite que algo venga a la presencia, por un tiempo singular que se engendra en este punto
del espacio, y como su espaciamiento. (Lugares divinos, donde la presencia se retira, lugares
de nacimientos, donde la presencia se presenta, lugares comunes, donde ella se particiona,
lugares de amor, donde ella va-y-viene, lugares históricos, geografía de presencia, etc. –pero
cada lugar es todo eso a la vez).
Allí donde no había nada (ni incluso “allí”: en el “there is no there there” de Gertrude Stein),
alguna “cosa”, algún uno viene. Es “uno” porque “viene”, y no por una unidad substancial:
éste, ese o aquel que viene puede ser uno y único en su venida, pero “en sí” múltiple y
repetido. La presencia tiene lugar, es decir, viene a la presencia. Es lo que viene
indefinidamente a sí, no dejando de venir, de llegar, de advenir: el “sujeto” que no es jamás el
sujeto de sí mismo. La “ipseidad” de la presencia, es lo que se engendra o se abre a la
presencia. En un sentido, forma una presencia a sí, pero donde este “sí” mismo no es más que
el a de la presencia (el tener-lugar, el espaciamiento).[3] “Yo engendro el tiempo” es el
enunciado del primer esquema kantiano (esquema = trazado, espaciamiento). En sentido
estricto, significa: engendro la forma a priori del sentido interno, y por consecuencia, yo me
engendro (operación en la cual “yo” no es nada aún). Lo “interno” se engendra en la
exterioridad para ser lo “interno” que es: para existir. Toda su intimidad está en esta venida a
la presencia, en presencia a. ¿De qué? ¿De quién? Del mundo. Pero el mundo, es el tener-lugar
compartido [partage] por todos los lugares. La presencia viene entonces a la presencia, ella
es a la presencia, sin ser jamás en sí misma (y por consecuencia, “engendrarse” es una mala
metáfora para “existir”, pero “existir” es la metáfora del transporte de sí fuera de sí ante sí...).
Esta presencia-a que no es a-sí no forma una contradicción, y no remite a la potencia dialéctica
que la “conserva en sí”. Esto, o este quién, no sé llamarlo de otro modo que bajo el nombre de
“libertad”. No la libertad en tanto que propiedad de un sujeto (“el sujeto es libre”), sino la
libertad en tanto que experiencia misma del venir a la presencia, de ser librado, de ser
necesariamente/libremente librado a este a: el a del “hacia”, del “por”, del “incluso”, del “en
vistas de”, del “junto a”, y del abandono, de la ofrenda, y del “cuerpo perdido”, del “acerca
de”, del “con motivo de”, del “en el límite”, pero también del “a diestra y siniestra” o del “a
sangre y fuego” (pues la libertad es donde es necesario decidirse a... –Volveré en otra parte).
“Yo engendro el tiempo” como el esquema, el espaciamiento del lugar donde yo (quién) tiene
lugar, donde el yo viene a la presencia. (¿Quién? Yo vengo: heme aquí. Es decir, allí de nuevo la
posibilidad de preguntar: ¿quién?). El “yo” no pre-existe a esta esquematización. Él no le
sucede tampoco: él le “es” o él le “existe”, si se puede emplear este verbo así. Si la existencia,
como Heidegger subraya, existe según la Jemeinigkeit, el “a cada vez mío”, esto no es según
una apropiación por el “yo”, a cada instante, de cada tener-lugar. Pero cada vez, yo soy según
la libertad de una venida singular. La libertad no es una cualidad, ni una operación del
existente: es su venida a la presencia existente.
Si la presencia es presencia a la presencia sin ser presente a sí, es que es, cada vez,
presencia en común. La venida en presencia es plural: “cada vez nuestra” en tanto
“mía”. Quién es en común. Esta comunidad sin esencia de comunidad, sin ser común, es la
condición ontológica de la existencia en tanto presencia-a. La venida plural es la venida
singular –y esto no es una predicación. ¿Pero cómo decir lo que “esto es”? ¿Y quién lo dirá?
Se (¿quién?) tratará de decir: el plural libera (o particiona) el singular, el singular particiona (o
libera) el plural, en una comunidad sin sujeto. Es esto lo que nosotros tenemos que pensar.
¿Quién piensa, en efecto, sino la comunidad?
Notas
1. J.L. Nancy, “Présentation”, en Cahier Confrontation “Après le sujet qui vient”, N° 20, 1989.
Traducimos acá una parte de la “Presentación” del dossier preparado sobre el tema del
sujeto para la revista anglosajona Topoi y luego publicado en la revista
francesa Confrontation. La parte traducida es aquella dónde Nancy establece los
lineamientos de la convocatoria y las preguntas que surgen allí, omitiendo las referencias
puntuales al armado mismo del dossier. El dossier fue preparado para un número especial
de la revista en lengua inglesa Topoi, dirigida por Emanno Bencivegna y por Enrico M. Forni,
y publicado por D. Reidel Publishing Company (Dordrecht, Holanda y Boston, USA). Este
número fue publicado en octubre de 1988 bajo el título: Who Comes After the Subject? –
René Major solicitó una versión francesa de este conjunto para Confrontation (Hiver -
1989).
2. La compilación estaba compuesta por los siguientes escritos: A. Badiou, D’un sujet sans
objet / E. Balibar, Citoyen-Sujet / M. Blanchot, Qui? / M. Borch-Jakkobsen, Le sujet
freudien, du politique à l’èthique / J.F. Courtine, Voix de la conscience et vocation de
l’être / G. Deleuze, Un concept philosophique / J. Derrida, “Il faut bien manger”, ou le calcul
du sujet / V. Descombes, A propos de la “critique du sujet” et de la critique de cette critique
/ G. Granel, Qui vient après le sujet? / M. Henry, La critique du sujet / Ph. Lacoue-Labarthe,
La réponse d’Ulysse / J.F. Lyotard, Sensus communis, le sujet à l’ètat naissant / J.L. Marion,
L’interloqué / J. Rancière, Après quoi.
3. A lo largo del texto se trabaja con la expresión “presence à” (p.e., “le à de la présence”) que
no resulta sencillo traducir al español por las consecuencias que tendría su modificación
como “en”, “de”, etc. Por ejemplo, la distinción que realiza Nancy entre presencia-a que no
es presencia-a-sí, se vería sustancialmente modificada si se traduce como presencia-en que
no es presencia-en-sí. Por estos motivos, hemos elegido mantener cierta literalidad que a
ser cotejada con las posibilidades abiertas por la lengua francesa.
TOP OF PAGE
Hosted by Michigan Publishing, a division of the University of Michigan Library.
For more information please contact mpub-help@umich.edu.
Online ISSN: 2007-5227