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14/8/2020 La simulación del acto jurídico. Simulación absoluta y relativa.

Bien explicado | LP

La simulación del acto jurídico. Simulación


absoluta y relativa. Bien explicado
POR SAUL JOSÉ COCA GUZMÁN - 16 MARZO, 2020

Sumario.- 1.- Introducción; 2.- La simulación en el Derecho Comparado; 2.1.- Simulación absoluta y
simulación relativa; 3.- Acción de nulidad contra el acto simulado; 4.- Inoponibilidad de la
simulación; 5.- Conclusiones; 6.- Bibliografía.

1.- Introducción

La manifestación de voluntad constituye la esencia misma del acto jurídico por cuanto mediante
ella se da a conocer la voluntad interna. Pero bien se sabe que la voluntad interna no es su ciente
pues necesita de la manifestación, de la misma manera como esta requiere de ella para la
formación del acto jurídico, ya que entre ambas es imprescindible que exista una correlación
máxime si la manifestación tiene por contenido la voluntad interna. (Vidal Ramírez, 2011, p. 421)

Sin manifestación de voluntad no cabría hablar de negocio jurídico máxime si la falta de aquella en
nuestro ordenamiento nacional es causal de nulidad del negocio jurídico (artículo 219, inciso 1).

Son varias las circunstancias que pueden lesionar la autenticidad, libertad y espontaneidad de la
voluntad negocial, y cualquiera sea la forma en que se las examine, tienen como denominador
común el hecho de que siempre provocan alguna forma de fractura entre lo representado-querido y
lo manifestado por el agente. Se los denomina vicios, anomalías o patologías de la voluntad,
siendo que generalmente se reserva la denominación vicios de la voluntad para describir el error, la
fuerza y el dolo (y en algunos casos, la lesión), en tanto suele hablarse de simples discordancias o
patologías de la voluntad, cuando se trata de anomalías de cuño diferente, como la simulación y la
reserva mental. (Parraguez Ruiz, 2012, p. 7)

La simulación del acto jurídico[1] está regulada en el Libro II, Título VI, del artículo 190 al 194 del
CC. A continuación abordaremos sucintamente tal institución.

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2.- La simulación en el Derecho Comparado

Para una doctrina italiana se da la simulación cuando la recíproca declaración de las partes no
corresponde a su común querer interno. El contraste entre lo que se quiere y declara y lo que se
conoce y quiere por ambas partes; en otro caso se daría sólo una doble reserva mental de no
querer lo que se declara. Por tanto, se dirá que en la simulación, más que divergencia entre
voluntad y declaración nos hallamos ante una divergencia entre dos voluntades concordes: aquella
que mira a crear la apariencia y la que atiende a la diversa y efectiva relación entre los contratantes;
se quiere el negocio pero no se desean sus efectos. La verdadera situación resulta de la
declaración reservada entre las partes que se emitió al momento de concluirse el negocio
aparente. (Trabucchi, 1967, p. 162)

De acuerdo con una doctrina francesa la simulación es una mentira, una mentira concreta. Simular
es mentir, decir o hacer una cosa que se sabe es falsa. La simulación es una operación que reposa
sobre una mentira. La simulación -dice un consejero de la Corte de Casación Francesa- puede ser
de nida de una manera general, como el disfraz de la verdad. Por su parte, según el vocabulario
jurídico de Gérard Cornu, la simulación es un “hecho consistente en la creación de un acto jurídico
aparente (ostensible) que no corresponde a la realidad de las cosas, sea para convencer a otros
sobre la existencia de una operación imaginaria, sea para enmascarar la naturaleza o el contenido
real de la operación, sea para mantener en secreto la identidad de una o más partes de la
operación”. (Saghy-Cadenas, 2012, p. 9)

Opina una doctrina brasileña que no existe en la simulación un vicio del consentimiento, porque el
querer del agente tiene en mira, efectivamente, el resultado que la declaración procura realizar o
conseguir. Pero tiene un defecto en el acto, o uno de aquellos que la doctrina denomina vicios
sociales, positivizado en la conformidad entre la declaración de voluntad y el orden legal, en
relación al resultado de aquella, o en razón de la técnica de su realización. La simulación consiste
en la celebración de un acto, de apariencia normal, pero que, en verdad, no mira al efecto que
jurídicamente debería producir. (Da Silva Pereira, 2011, p. 447)

Tradicionalmente, el derecho brasileño incluía a la simulación como un defecto ligado al interés de


las partes, y lo trataba, por lo tanto, como generadora de la anulabilidad del negocio. El Código de
2002 se inclinó por la solución propuesta por el derecho alemán (BGB, § 117), considerándola
como una causal de nulidad (art. 167). (Ídem)

En palabras de una doctrina venezolana, a grosso modo, la simulación constituye una operación
jurídica compleja caracterizada por el acuerdo entre las partes para ngir un negocio jurídico -o,
más especí camente un contrato- o para disimularlo, detrás de un negocio jurídico o contrato
aparente. De allí que, en el derecho comparado, la doctrina se oriente por identi car dos elementos
estructurales o esenciales de la simulación: de un lado, el acuerdo simulatorio entre las partes y,
del otro lado, la apariencia contractual o, lo que es lo mismo, el negocio jurídico o contrato
aparente. No obstante, no existe completo acuerdo en la doctrina respecto al concepto de
simulación y, además, su naturaleza jurídica, sus elementos y sus efectos son aún objeto de amplio
debate. (Pinto Oliveros, 2016, p. 32)

En el derecho chileno al utilizar la palabra “simulación” se re eren a “el concierto o inteligencia de


dos o más personas, autores de una convención o contrato, para engañar a terceros” y por
“simulación ilícita” a “aquella que se celebra con la intención positiva de perjudicar a terceros”.
Trasladado el tema a lo tributario, sería contrato simulado aquél en que dos o más personas se
conciertan para engañar y perjudicar al sco. Consideran que la simulación ilícita corresponde a lo
que comúnmente se denomina evasión. (Martínez Cohen, 2007, p. 357)

En el acto jurídico simulado, pues, hay un concierto de voluntades para presentar un acto jurídico
que no responde a la voluntad interna de las partes y que sólo sirve de medio para producir engaño
a terceros. De ahí que precisemos con Albaladejo que con el negocio simulado se persigue un n
de engaño, utilizando como medio una declaración divergente de la voluntad y que esta divergencia
se ja a través de un acuerdo simulatorio. Por ello, también consideramos plenamente vigente la
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clásica de nición de Ferrara según la cual la simulación es la declaración de un contenido de


voluntad no real, emitida conscientemente y de acuerdo entre las partes para producir, con nes de
engaño, la apariencia de un negocio jurídico. (Vidal Ramírez, 2011, pp. 422-423)

De la delimitación conceptual que hemos dejado trazada y tomando en consideración los


elementos de la clásica de nición de Ferrara, establecemos los siguientes caracteres del acto
jurídico simulado: a) disconformidad entre la voluntad interna y la voluntad manifestada; b)
concierto entre las partes para producir el acto simulado; y, c) propósito de engañar a los terceros.
(Ibídem, p. 423)

Otra doctrina nacional considera como características de la simulación las siguientes: a) el


propósito de provocar, bien inocuamente, un perjuicio de la ley o de terceros, una falsa creencia
sobre la realidad de lo declarado; b) la divergencia entre lo querido y lo que se declara debe ser
consciente; y, c) Convenio o acuerdo de simulación. (Lohmann Luca de Tena, 1994, pp. 364-366)

Habiendo visto las opiniones esbozadas por diversos doctrinarios, estamos en capacidad de
conceptualizar a la simulación. Así entendemos por esta a aquel negocio jurídico celebrado entre
dos partes cuyas voluntades internas discrepan, intencionalmente, de sus respectivas voluntades
declaradas con el objetivo de engañar a terceros haciéndoles creer que sus voluntades declaradas
realmente obedecen a sus voluntades internas. Ya sea para convencer a otros sobre la existencia
de una operación imaginaria, para enmascarar la naturaleza o el contenido real de la operación, o
para mantener en secreto la identidad de una o más partes de la operación.

2.1. Simulación absoluta y simulación relativa

Una doctrina nacional entiende que la simulación es un fenómeno de apariencia contractual creada
intencionalmente. Así, “los contrayentes pueden dar vida a una regulación solo aparente, siendo en
realidad, los intereses que aparecen en el negocio, inexistentes o diversos respecto a aquellos
efectivamente perseguidos, según la simulación sea absoluta o relativa. Piénsese, en el primer
caso, en una transferencia simulada que tiene la sola nalidad de hacer parecer fuera del
patrimonio del aparente enajenante un bien, con el n de evitar ejecuciones forzadas de los
acreedores. Piénsese, en el segundo caso, en una donación a la cual corresponde en apariencia
una compraventa, con el n de sustraer el bien a la acción de reducción a que correspondería a los
herederos legitimarios”. (Espinoza Espinoza, 2008, pp. 317-318)

Doctrina venezolana expresa que se ha prestado especial atención a la clasi cación de la


simulación en absoluta[2] y simulación relativa[3]. En el primer caso, las partes celebran un
negocio jurídico o contrato aparente u ostensible dirigido exclusivamente a servir de fachada o a
valer frente a terceros; ya que, entre ellas, dicho negocio jurídico o contrato no surtirá ningún tipo
de efectos. De hecho, la situación jurídica subjetiva preexistente entre las partes permanece
invariada. De allí que se trate de un negocio o contrato absolutamente falso o simulado o, lo que es
lo mismo, de una simulación absoluta, donde no existe (verdadera) voluntad de las partes de
producir los efectos jurídicos que derivarían del negocio jurídico o contrato simulado. (Pinto
Oliveros, 2016, pp. 32-33)

En el segundo caso, en cambio, existe voluntad de las partes de modi car la situación jurídica
subjetiva entre ellas mediante el negocio jurídico o contrato. Sin embargo, los verdaderos efectos
de este último son enmascarados por el negocio jurídico o contrato aparente u ostensible,
igualmente destinado a servir de fachada o a valer frente a terceros. De allí que se trate de un
negocio o contrato disimulado o, lo que es lo mismo, de una simulación relativa donde, se afecta(n)
alguno(s) de los demás elementos del verdadero negocio jurídico o contrato, es decir, el objeto, la
causa o (alguna de) las partes, que di ere(n) respecto a aquel(los) del negocio jurídico o contrato
aparente. (Ibídem, p. 33).

En esa línea de pensamiento, la simulación relativa comprendería la existencia de 2 actos, uno que
las partes en realidad no desean celebrar (acto simulado) pero que de igual forma celebran,

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haciéndolo público, y otro acto que realmente desean celebrar (acto disimulado) pero que
mantienen oculto a terceros:

1. Acto Simulado: Se presenta como verdadero un acto que las partes en realidad no desean celebrar
(digamos una compraventa)
2. Acto Disimulado: Es el acto que las partes realmente quieren celebrar pero que mantienen oculto
frente a terceros (digamos una donación).

Para que el lector pueda seguir con facilidad esta re exión nos valdremos de un caso práctico, el
que se expone a continuación: «A» simula vender con «B», su casa valorizada en US $ 100,000
celebrándose un contrato privado que luego es elevado a Escritura Pública. Dichas partes
suscriben un contradocumento concretando que la referida compraventa se hace para esconder
realmente una donación. El contradocumento es conocido solo por los contratantes quienes
deciden guardarlo. (Muñoz Wells, 1988, p. 84)

Vistas ambas especies, se explica nítidamente la diferencia entre el propósito de simular y el de


disimular. En el primer caso hay un apariencia absoluta que nada esconde u oculta, como no sea la
situación jurídica precedente; se induce a los terceros a creer que los agentes han tenido una
intención de resultado práctico o jurídico, cuando francamente no hay tal pretendida voluntad de
consecuencias jurídicas; en la relación entre las partes no se han modi cado ni derechos, ni
deberes ni atribuciones; su vinculación es netamente negativa: no hacer nada que permita destruir
la apariencia y por lo demás, todavía inter partes, su e cacia es neutra pues no altera en la verdad
la situación anterior. (Lohmann Luca de Tena, 1994, p. 372)

En la simulación relativa, por el contrario, el contenido del acto aparente es tan no querido como el
absolutamente simulado, pero cumple la función de ocultar un reglamento de interés distinto que a
su vez también es distinto del preexistente. Reglamento oculto que ha sido real y efectivamente
querido y que por ser acto de autonomía privada la ley permite y ampara si no tiene un n ilícito ni
es ilegal. En síntesis: simular signi ca hacer aparecer lo que no es; disimular signi ca esconder lo
que es haciendo gurar lo que no es. (Ídem)

Por tanto, entendemos por simulación absoluta a aquel negocio jurídico en el que las partes
acuerdan realizar intencionalmente declaraciones discrepantes de sus respectivas voluntades
internas para engañar a los terceros. Teniendo tal negocio jurídico celebrado el carácter de uno
aparente o simulado.

Mientras que entenderemos por simulación relativa a aquel negocio jurídico aparente o simulado
(debido a que las partes declararon algo distinto de sus respectivas voluntades internas) celebrado
por las partes que nunca quisieron celebrar pero que lo hacen con el propósito de ocultar otro acto
verdadero querido. Teniendo este acto querido, pero escondido de terceros, el carácter de
disimulado y la posibilidad de surtir efectos.

3. Acción de nulidad contra el acto simulado

Tanto en el supuesto de la simulación absoluta como en el de la relativa, el acto jurídico simulado


es siempre nulo por cuanto no contiene la verdadera voluntad de las partes contratantes, mientras
que en la simulación relativa el acto disimulado, en la medida en que contenga todos sus requisitos
de sustancia y forma será siempre válido por ser un acto jurídico verdadero y real y que contiene la
auténtica voluntad de las partes contratantes. (Taboada Córdova, 2002, p. 118)

En ese sentido, podrá solicitar la nulidad del acto simulado, tanto para casos de simulación
absoluta como para casos de simulación relativa, cualquiera de las partes como el tercero
perjudicado (artículo 193 del CC)

Hay que hacer notar, no obstante, que cuando se trate de un negocio simulado relativamente la
acción puede asumir dos vertientes, o momentos. La primera, dirigida a la declaración de nulidad

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absoluta del negocio aparente y la segunda a la declaración de nulidad del acto disimulado y
oculto. (Lohmann Luca de Tena, 1994, p. 386)

Cabe recordar que la simulación absoluta es causal de nulidad del acto jurídico (artículo 219, inciso
5) mientras que la simulación relativa causal de anulabilidad (artículo 219, inciso 3). En el primer
caso, la acción prescribirá a los 10 años (artículo 2001, inciso 1) mientras que para el segundo, la
acción prescribirá a los 2 años (artículo 2001, inciso 4). Algo adicional es la posibilidad que tienen
las partes de demandar los daños y perjuicios derivados de un acto simulado cuya acción
prescribe a los 7 años (artículo 2001, inciso 2).

Desde el momento en que las partes se ponen de acuerdo para declarar de forma distinta a sus
respectivas voluntades internas, la manifestación de voluntad de cada una de ellas no se logra
con gurar y la falta de estas (manifestación de voluntad) es causal de nulidad de los negocios
jurídicos. En esa línea de pensamiento, tanto en la simulación absoluta como en la simulación
relativa los negocios jurídicos se celebran habiendo una discrepancia entre la voluntad declarada y
la voluntad interna, esto es, sin manifestación de voluntad. Teniendo el negocio en ambos casos de
simulación el carácter de negocio simulado.

4.- Inoponibilidad de la simulación

La buena fe tiene un rol trascendental en la vida social: (i) primero, porque excusa de
responsabilidad a quien razonablemente actúa en la creencia de no estar cometiendo una
infracción a las normas del Derecho Privado; (ii) segundo, porque permite exigir actos que
razonablemente hubiesen sido pactados si los costos de transacción fuesen bajos; (iii) tercero,
porque permite asignar titularidades en base a un criterio que desincentiva el comportamiento
deshonesto; y, (iv) cuarto, porque permite defender titularidades en base a un criterio que incentiva
el comportamiento honesto. Sin buena fe, tanto los niveles de responsabilidad extracontractual
como los niveles de comportamientos contractuales oportunistas serían alarmantemente altos.
(Escobar Rozas, 2015, p. 322)

El principio de derecho que informa al Código Civil es el que hace prevalecer la evitación del daño
antes que favorecer un lucro, para hacer inoponible u oponible la simulación. De este modo, por el
artículo 194 la simulación es inoponible al adquirente de buena fe y a título oneroso pero le es
oponible al adquirente de mala fe sea a título oneroso o gratuito, que, por serlo, solo adquiere un
derecho precario que requerirá del transcurso del tiempo para convalidarse y legitimarse. (Vidal
Ramírez, 2011, p. 446)

4.1.- ¿Por qué no se protege a quien de buena fe pero a título gratuito haya adquirido derechos del
titular aparente?[4]

Imagínese que A vende su departamento a B y este posteriormente se lo trans ere a C. Ambas


transferencias se inscriben, sin embargo, al cabo de un tiempo se emite una sentencia (producto
de una demanda que nunca fue publicitada en la partida del inmueble) que declara nulo el contrato
A-B. ¿Dicha nulidad afecta la adquisición de C? (Pasco Arauco, 2018)

El principio de fe pública registral (2014° CC) protege a C de la nulidad del contrato precedente
siempre que su título de adquisición tenga carácter oneroso; es decir, para que la adquisición del
tercero resulte protegida, debe tener como contra cara una contraprestación o un sacri cio
patrimonial que haga las veces de correlativa atribución a favor de su transferente (B). Sería el
caso de una compraventa, una permuta, una dación en pago, un usufructo con pago de renta o una
super cie; por el contrario, la onerosidad queda típicamente descartada en el caso de una
donación. (Ídem)

Lo que se busca con esta exigencia es que sólo reciba protección quien se vale del Registro para
evitar un perjuicio patrimonial, y no así quien pretende asegurar un lucro. El permitir que la nulidad
del contrato A-B afecte la adquisición de C pese a que este pagó por el bien, implicaría forzarlo a
tener que accionar contra su transferente (B) para recuperar aquello que entregó como
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contraprestación; para no someterlo a este vía crucis es que su adquisición queda inmune ante
dicha nulidad. Por el contrario, si C hubiese adquirido la propiedad gratuitamente, el privarlo del
bien (para entregárselo a “A”) no le generaría mayor contingencia, pues no tendría necesidad de
accionar contra su transferente (B) para recuperar lo pagado. (Ídem)

Usando la lógica del principio de la buena fe pública registral (artículo 2014 del CC) la privación
de un bien de quien ha adquirido derechos del titular aparente (las partes en la simulación) de
buena fe pero a título gratuito, no le generaría mayor contingencia, pues no tendría necesidad
alguna de accionar contra su transferente para recuperar lo pagado. Además, lo que se buscaría
con la exigencia de la onerosidad es que sólo reciban protección quienes se valgan del Registro
para evitar un perjuicio patrimonial, y no así quienes persigan un n lucrativo (donatarios).

6. Conclusiones

Sin manifestación de voluntad no cabría hablar de negocio jurídico máxime si la falta de aquella en
nuestro ordenamiento nacional es causal de nulidad del negocio jurídico.

Entendemos por simulación a aquel negocio jurídico celebrado entre dos partes cuyas voluntades
internas discrepan, intencionalmente, de sus respectivas voluntades declaradas con el objetivo de
engañar a terceros haciéndoles creer que sus voluntades declaradas realmente obedecen a sus
voluntades internas. Ya sea para convencerlos sobre la existencia de una operación imaginaria,
para enmascarar la naturaleza o el contenido real de la operación, o para mantener en secreto la
identidad de una o más partes de la operación.

Entendemos por simulación absoluta a aquel negocio jurídico en el que las partes acuerdan
realizar intencionalmente declaraciones discrepantes de sus respectivas voluntades internas para
engañar a los terceros. Teniendo tal negocio jurídico celebrado el carácter de uno aparente o
simulado.

Entendemos por simulación relativa a aquel negocio jurídico aparente o simulado (debido a que las
partes declararon algo distinto de sus respectivas voluntades internas) celebrado por las partes
que nunca quisieron celebrar pero que lo hacen con el propósito de ocultar un verdadero acto
querido. Teniendo este acto querido, pero escondido de terceros, el carácter de disimulado y la
posibilidad de surtir efectos.

Desde el momento en que las partes se ponen de acuerdo para declarar de forma distinta a sus
respectivas voluntades internas, la manifestación de voluntad de cada una de ellas no se logra
con gurar y la falta de estas (manifestación de voluntad) es causal de nulidad de los negocios
jurídicos.

Tanto en la simulación absoluta como en la simulación relativa los negocios jurídicos se celebran
habiendo una discrepancia entre la voluntad declarada y la voluntad interna, esto es, sin
manifestación de voluntad. Teniendo el negocio, en ambos casos de simulación, el carácter
simulado y por tanto nulo.

Usando la lógica del principio de la buena fe pública registral (artículo 2014 del CC) la privación
de un bien de quien haya adquirido derechos del titular aparente (las partes en la simulación), de
buena fe pero a título gratuito, no le generaría mayor contingencia, pues no tendría necesidad
alguna de accionar contra su transferente para recuperar lo pagado. Además, lo que se buscaría
con la exigencia de la onerosidad es que sólo reciban protección quienes se valgan del Registro
para evitar un perjuicio patrimonial, y no así quienes persigan un n lucrativo (donatarios).

7.- Bibliografía

DA SILVA PEREIRA, Caio Mário (2011). Instituições de Direito Civil, Vol. 1, Introdução ao Direito Civil,
Teoria Geral de Direito, de acordo com o Código Civil de 2002. Revista e atualizada por Maria Celina
Marin de Moraes, Rio Janeiro: Forense.
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ESCOBAR ROZAS, Freddy (2015). “La muerte de la buena fe registral”. En: Themis, n. 67, Lima:
Pucp, pp. 321-332.

ESPINOZA ESPINOZA, Juan (2008). Acto Jurídico Negocial. Análisis Doctrinario, Legislativo y
Jurisprudencial. Lima: Gaceta Jurídica.

LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo (1994). El Negocio Jurídico. Lima: Grijley.

MARTÍNEZ COHEN, Rafael (2007). “El Error, la Simulación, el Fraude a la Ley y el Abuso de un
Derecho en el Derecho Tributario Chileno”. En: Revista de Derecho de la Ponti cia Universidad
Católica de Valparaíso, vol. 29, n. 2, julio, Valparaíso: Ponti cia Universidad Católica de Valparaíso,
pp. 351-378.

MUÑOZ WELLS, Jorge (1988). “Algunas notas sobre la simulación en nuestro Código Civil”. En:
Themis, Segunda Época, n. 13, Lima: Pucp, pp. 83-85.

PARRAGUEZ RUIZ, Luis Sergio (2012). “El Negocio Jurídico Simulado”. Tesis Doctoral dirigida por el
Profesor Dr. D. José Antonio Martín Pérez, Salamanca: Universidad de Salamanca, Facultad de
Derecho.

PASCO ARAUCO, Alan (2018). En: “¿Por qué la fe pública registral no protege las adquisiciones a
título gratuito?” Disponible aquí.

PINTO OLIVEROS, Sheraldine (2016). “Breve notas críticas sobre la simulación en el Derecho Civil
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et Vénézuélien. Thèse de doctorat en droit, sous la direction de Monsieur le Professeur Christian
Larroumet, Paris: Université Panthéon-Assas, École Doctorale de Droit Privé.

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Empresas y Sociedades, Derechos reales. VoIumen I, Madrid: Editorial Revista Derecho Privado.

VIDAL RAMIREZ, Fernando (2011). El Acto Jurídico. Lima: Gaceta Jurídica.

[1] Nosotros consideramos más apropiado el uso del término «negocio jurídico».

[2] Artículo 190.- Simulación absoluta Por la simulación absoluta se aparenta celebrar un acto
jurídico cuando no existe realmente voluntad para celebrarlo.

[3] Artículo 191.- Simulación relativa Cuando las partes han querido concluir un acto distinto del
aparente, tiene efecto entre ellas el acto ocultado, siempre que concurran los requisitos de
sustancia y forma y no perjudique el derecho de tercero.

[4] El siguiente ejemplo, propuesto por el profesor Alan Pasco, corresponde a la “fe pública
registral” pero resulta ilustrativo para la comprensión del artículo 194 del CC. Máxime si el citado
profesor considera que más allá de la justi cación en base al adagio romano, qui certat de damno
vitando anteponendus est ei qui certat de lucro captando, la exigencia de la “onerosidad” como un
requisito para la tutela del tercero resulta aplicable no solo respecto de la fe pública registral sino
también de la acción pauliana o en la protección frente a la nulidad derivada de la simulación.

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SAUL JOSÉ COCA GUZMÁN


Bachiller en Derecho por la Ponti cia Universidad Católica del Perú.

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