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LOS CONFLICTOS SOCIALES EN LA BAJA EDAD MEDIA

1. Los payeses de remensa (1450 y 1480)

Los payeses de remensa eran campesinos de la denominada Cataluña Vieja, que


trabajan tierras ajenas pero a las que se hallaban adscritos con carácter hereditario.
Podían librarse de esa sujeción mediante el pago de una redención, la “remensa”. Se
calcula que estos campesinos podían llega que podían llegar a ser un cuarto de la
población catalana, aproximadamente. Era un grupo social de condición servil.
En el siglo XV, los payeses de remensa protagonizaron una larga revuelta en contra de
los denominados “malos usos” y en defensa de su libertad, además de poder disfrutar
de su predio agrícola. Estos seis "usos" llamados malos, a los que estaba sujeto el
payés eran:

1. La "remensa", uso por el cual el payés no podía abandonar el predio que


cultivaba si no pagaba al señor el precio de la redención o "remensa" que el
señor fijaba arbitrariamente.
2. La "intestia", uso por el cual el señor se apropiaba de la mitad o tercera parte
de los bienes muebles del payés que fallecía sin haber testado.
3. La "exorchia", por el cual el señor se apropiaba de parte de los bienes del payés
que moría sin descendencia.
4. La "cugucia". Prestación que el payés debía hacer al señor en caso de que su
mujer cometiera adulterio y que consistía en la apropiación de la mitad de los
bienes de la adúltera.
5. La "arsia" o "arsina". El señor se apropiaba de parte del patrimonio del payés si
se incendiaba casualmente el predio que cultivaba.
6. La "firma de spolii". Gabela (tributo) que el señor percibía por autorizar al payés
para que hipotecase las tierras que tenía aquel en garantía de la dote de su
mujer y del "esponsalicio" o donación que el esposo hacía a la desposada por
razón de su virginidad.
La situación de estos campesinos había empeorado claramente con la crisis
bajomedieval. El descenso demográfico que produjo la peste en Cataluña produjo un
encarecimiento de la mano de obra y una clara disminución de las rentas señoriales.
Como en otros lugares de la Península Ibérica y de Europa, los señores hicieron pagar la
caída de sus rentas en un recrudecimiento de las condiciones de los campesinos,
especialmente de los de condición servil. Hay que tener en cuenta la recesión
demográfica producida por la Peste negra causando importantes despoblados en el
campo.

El fin de la Reconquista repercute en este panorama además de una época de crisis y


anarquía política en la que se suceden las guerras dinásticas en Castilla y Aragón
(situación de guerra civil) que dan lugar al enfrentamiento entre nobleza y la monarquía.

Encuadramos este enfrentamiento en los conflictos sociales generalizados de la Baja


Edad Media.

El conflicto terminó por extenderse por toda Cataluña entre los años 1450 y 1480.

La Sentencia Arbitral de Guadalupe de 1486 acabó con el conflicto, ya que a cambio del
pago de un censo a sus señores, los payeses consiguieron la abolición de los malos
usos y el reconocimiento de su domino sobre la tierra con facultad para traspasarla. El
señor seguía teniendo la propiedad de la tierra mientras que el campesinado conservaba
el dominio útil a cambio de una renta.

La rebelión de Cataluña es también una revuelta urbana, una confrontación social entre
la Biga (“partido” oligárquico y capitalista) y la Busca (un “partido” de carácter más
popular, en relación con la industria textil). Los enfrentamientos se producen
principalmente en Barcelona y en Mallorca (revuelta de los forans).

2. Conflicto Busca y Biga en Cataluña (1453- 1472)


En el siglo XV se habían perfilado dos grandes grupos en la ciudad de Barcelona. Por un
lado, estaría los denominados “ciudadanos honrados” (ciutadans honrats), es decir,
grandes comerciantes, pero también por grandes rentistas, ya que, la crisis económica
había provocado que un sector de la burguesía mercantil decidiese invertir en valores
más seguros, como la tierra y las propiedades urbanas.

Unos y otros constituían el patriciado urbano, es decir, la oligarquía que controlaba el


gobierno municipal a través del partido de la Biga (“Viga”, en catalán). Los bigaires, por
tanto, tenían una sólida base económica y desarrollaron una mentalidad que, en cierta
medida, les acercaba a la que poseía la nobleza

Por otro lado, los mercaderes, los profesionales y menestrales o artesanos eran un grupo
que demandaba profundas reformas ante las dificultades económicas que padecían.
Esas reformas atacaban los privilegios de la Biga. Con el apoyo de la realeza crearon su
propio partido, la Busca (“astilla” o “viruta”, en catalán).

Los buscaires, en realidad, pretendían acceder al poder municipal para poder llevar a
cabo esas reformas. En cierta medida, también contaron con el apoyo del conocido
como “pueblo menudo”. El lugarteniente real intervino en el conflicto posibilitando que
la Busca accediera al gobierno municipal de Barcelona en el año 1453. Se mantuvo en el
poder hasta 1462 cuando estalló la guerra civil. Durante este período de gobierno
los buscaires emprendieron las reformas perseguidas: devaluación de la moneda para
abaratar los productos catalanes y, de ese modo, ser competitivos en las exportaciones;
medidas proteccionistas de la industria textil; así como, medidas políticas conducentes
a democratizar el gobierno municipal y sanear la hacienda municipal.

Pero la Biga seguía controlando instituciones claves como las Cortes y la Generalitat.
Desde estos dos resortes de poder se opusieron a las reformas de la Busca porque
perjudicaban sus intereses. La devaluación de la moneda provocaba una clara
disminución de sus rentas y el proteccionismo impedía a los grandes comerciantes la
importación de textiles extranjeros de lujo, cuya venta les producía grandes beneficios.

El conflicto de la Biga y de la Busca terminó por integrarse en la guerra civil catalana de


1462, con el conflicto de los payeses de remensa en el campo, así como con el
enfrentamiento de esa oligarquía barcelonesa con Juan II, partidario de fortalecer el
poder real frente al tradicional pactismo.
La guerra civil catalana se complicó con deserciones de uno y otro bando y con la
intervención extranjera. Al final, en 1472 el conflicto terminó con la rendición de
Barcelona y la firma de la Capitulación de Pedralbes, en la que el monarca adoptó una
actitud conciliadora. La cuestión de los remensas se solucionaría posteriormente con
Fernando el Católico. A pesar de haber llegado la paz, Cataluña quedó arruinada.

3. La revuelta de los Ciompi en Florencia (extraído de “Los ojos de Hipatia, revista


cultural Valencia)

El primer gran conflicto de ese periodo abierto en 1378 fue el que tuvo por escenario
la ciudad italiana de Florencia.
Se trata de la denominada revuelta de los ciompi, término este que alude a los
trabajadores de más baja condición social y económica, carentes de cualquier
especialización. Un cronista de esa época entendía por "ciompi todo el que es
grasiento, sucio y mal vestido", opinión claramente reveladora del desprecio que
sentían hacia ellos los sectores sociales acomodados de la ciudad del Arno.
Otros identifican a los ciompi con diversos grupos de los trabajadores del textil. Tal era
el caso del cronista M. Stefani, el cual hablaba textualmente de los "cardadores,
peinadores, batidores, lavadores, bataneros y revisores y otros miembros de
profesiones a los que llamaban los ciompi".
Es posible, asimismo, que en la segunda mitad del siglo XIV los ciompi fueran
simplemente, como señala el historiador ruso V. Rutenburg, "los obreros asalariados
sin derechos de los gremios textiles de Florencia", equiparados, por lo tanto, sin más
precisiones, al "popolo minuto".
Ahora bien, ¿cómo y por qué se produjo esta revuelta?
Un cronista de la época, Acciaiuoli, afirmaba que "por el pecado cometido contra la
Santa Madre Iglesia... por los malos ciudadanos de Florencia... el Señor envió a nuestra
ciudad el castigo (la sublevación de los ciompi)". Sin duda era una explicación ingenua.
Ahora bien, para entender lo que sucedió en 1378 en Florencia es preciso traer a
colación el trasfondo socio-económico de la ciudad en aquellos años. El desarrollo
de las actividades artesanales había sido espectacular, lo que había derivado en la
aparición de un amplio sector de obreros asalariados, que vendían su fuerza de trabajo
a cambio de un salario. ¿No se ha dicho que allí se encontraban los gérmenes del
sistema de producción capitalista? Sin duda había grandes desigualdades entre los
trabajadores.
Abundaban los trabajadores que cobraban salarios muy bajos (hay que tener en
cuenta que no percibían el jornal los días de fiesta, ciertamente muy numerosos en
aquel tiempo). No hay que olvidar, por otra parte, que esa masa proletaria no tenía de
hecho posibilidades de asociarse, al tiempo que estaba totalmente excluida de la
participación en el gobierno local.
Ese trasfondo, evidenciado en la existencia de unos sectores populares dominados y
discriminados, explica que la tensión social estuviera en Florencia a flor de piel, por lo
menos desde mediados del siglo XIV.
Una queja frecuente de los "popolani", expresión alusiva a las gentes del común,
estribaba en las dificultades que les ponían los maestros de las corporaciones para
promover su desarrollo. Pero también era frecuente su queja por los elevados
impuestos que tenían que soportar.
Más para entender la explosión que tuvo lugar en 1378, a los factores de fondo
mencionados hay que añadir otros de carácter puramente coyuntural. Tales fueron la
escasez de granos del año 1375 y la caída, por más que relativa, que se produjo en la
producción textil de Florencia en el año 1377. Pero también desempeñó un importante
papel el sinsabor causado en la ciudad por la reciente guerra que había sostenido con
la Santa Sede, de la cual se había derivado un fuerte incremento de los impuestos,
destinados a hacer frente a los gastos bélicos.

La primera fase de la conmoción popular que vivió Florencia en el año 1378 tuvo lugar
en los meses de mayo y junio. Puede calificarse a esta etapa, sin la menor duda, de
reformista. El punto de partida fue la llegada de Salvestro dei Médici al puesto de
"gonfaloniero" de justicia, lo que aconteció el día 1 de mayo. Salvestro, aunque de
origen patricio, se presentaba como portavoz de los sectores populares y ante todo de
los artesanos. Su propósito era poner nuevamente en vigor todas aquellas medidas
favorables al pueblo que los poderosos habían derogado, en particular las "Ordenanzas
de justicia". Pero en vista de las numerosas trabas que encontró para sacar adelante
sus planes, en el mes de junio decidió utilizar, como medio de presión, a las capas
populares, incitándolas a la rebelión. A finales de junio tuvieron lugar los primeros
tumultos. La Señoría retrocedió, lo que, a su vez, dio alas a los sublevados. Así las
cosas, cuando comenzaba el mes de julio, Florencia, con las calles ocupadas por las
milicias populares, vivía un auténtico clima de preguerra civil.

La segunda fase de la revuelta ciompi, eminentemente revolucionaria, se desarrolló en


el mes de julio de 1378. Los insurrectos se dedicaron a redactar un programa, en el
que se recogían las principales aspiraciones tanto de las artes menores como de los
ciompi.
En dicho programa figuraba, por ejemplo, la creación de un arte del "popolo minuto".
Al fin y al cabo aquella era una forma de vengarse, por parte de los populares, del
monopolio ejercido en el pasado por las Artes mayores.
El triunfo se completó, por fin, el día 22, fecha en la que los priores de la ciudad
capitularon. Las masas populares pudieron cumplir un viejo sueño, entrar en el Palacio
Viejo. A su frente, enarbolando el gonfalón del "popolo minuto", se encontraba el
nuevo líder de la situación, el cardador Michele di Lando.
Inmediatamente los rebeldes constituyeron una nueva "balia", integrada por 37
miembros, de los cuales 32 ejercían el cargo por primera vez. Dicha "balia" sería, en
adelante, el auténtico poder ejecutivo de Florencia. Pero al mismo tiempo los
populares procedieron a armar caballeros del pueblo a 60 ciudadanos. Por más que,
como se decía en las proclamas, todo se hiciera en beneficio del pueblo, ¿no parecía
dicha acción una burda imitación de los gestos de los poderosos de siempre? Por si
fuera poco, se decidió organizar para el día 4 de agosto una solemne ceremonia
religiosa, con la cual se pretendía sancionar la toma del poder por los populares.

La revolución había triunfado plenamente en Florencia. Pero, de hecho, a partir del


mes de agosto, aunque pueda parecer sorprendente, se iniciaba una nueva fase, de
claro sentido descendente. Por de pronto, el poder no había quedado en manos de los
radicales, sino de gentes medias, que buscaban ante todo conservar los principales
logros adquiridos. De ahí que los sectores extremos, concretamente los ciompi,
comenzaran a pensar que la revolución no les había servido para nada. También
desempeñaron un papel negativo las condiciones económicas del momento.
Numerosos talleres habían sido cerrados, como consecuencia de los tumultos habidos.
Pero eso significaba un aumento considerable del desempleo. Florencia, por otra
parte, tenía dificultades crecientes de abastecimiento, lo que repercutía asimismo en
la vida cotidiana de la población. Así se expresaba el cronista Stefani: "El pueblo
rabiaba de hambre, porque casi todos los talleres estaban cerrados, pero incluso los
abiertos no funcionaban". Todos esos factores empujaron a los ciompi, que
consideraban a Michele di Lando un traidor, a actuar al margen del poder establecido
e incluso a atacarlo. Así se explica que el 31 de agosto los ciompi intentaran el asalto a
la Señoría. Pero a la postre fueron reducidos, lo que supuso de hecho su derrota.
Mientras tanto, se iba restableciendo a pasos agigantados la vieja situación. En los
meses siguientes, debilitada definitivamente la revuelta, se procedió a reprimir a los
sediciosos. Salvestro dei Médici y Michele di Lando, entre otros, fueron condenados al
destierro. Paralelamente se imponían diversas penas de muerte a los más radicales, y
se suprimían las artes creadas en beneficio de los ciompi. De hecho éstos, que habían
actuado guiados ante todo por impulsos emocionales y empujados por demagogos,
carecían tanto de ideología como de unos objetivos claramente trazados.
En cualquier caso, era evidente que el sueño igualitario de los ciompi había fracasado
ruidosamente. Florencia había vivido, en la primavera y el verano de 1378, una página
particularmente dura de su historia, que dejaría, no obstante, hondas secuelas cuando
menos de carácter mental.

4. Las Jacqueries en Francia (1358)

En mayo y junio de 1358, tenía lugar otra famosa revuelta campesina en las tierras de Île
de France (Isla de Francia) próximas a París, paralelamente a la protagonizada en la
ciudad a principios del año por Etienne Marcel (Esteban Marcel) al frente de la burguesía
parisina.

La Jacquerie movilizó a varios miles de campesinos, que contaron con dirigentes


como Guillermo Cale, pero no a la totalidad de la población.

Sin duda, el motivo último de la revuelta se inscribía en la estructura social del mundo
feudal, con su conocida dicotomía, señores-campesinos. Pero los azotes que habían
padecido los franceses en los años anteriores, desde la peste negra y los malos años
hasta la negativa evolución de la Guerra de los Cien Años (la crisis política y los excesos
de gentes de armas después de la derrota del rey francés en Poitiers; el país estaba a
merced de los ingleses y el monarca galo Juan II el Bueno había sido hecho prisionero)
y la demanda de contribuciones extraordinarias que se derivan de aquel conflicto,
contribuyeron sin duda a agravar el panorama.

Es posible incluso que uno de los principales motivos de la revuelta fuera la caída de los
precios de los granos (la Jacquerie se produce en una de las principales regiones
cerealísticas de Francia). Es decir la Jacquerie fue, en cierta medida, una revuelta "contra
las secuelas de la crisis frumentaria de principios de siglo".

La chispa que provocó el incendio fue un enfrentamiento entre los campesinos de una
comarca limítrofe del Beauvais y una banda de caballeros saqueadores, conflicto que se
saldó con la degollación de cuatro caballeros y cinco escuderos. Así pues, el origen del
conflicto fue una reacción defensiva de los labriegos. Pero a los pocos días la revuelta ya
tenía varios focos. Desde el Beauvais la insurrección se propagó hacia Beauce y Brie, así
como hacia Picardía, Normandía, Champagne y las proximidades de Lorena, si bien en
estas últimas regiones el movimiento tuvo muchos menos bríos.

El movimiento parecía una explosión de cólera, más o menos espontánea,


protagonizada por los campesinos de más baja condición. Así fue considerado por la
historiografía tradicional, aunque en estos últimos años se han matizado estos puntos
de vista. Es innegable, desde luego, que la rabia de los campesinos miserables jugó un
papel muy destacado en la insurrección de la Jacquerie. Pero no es menos cierto que en
la misma participaron también labriegos de buena posición económica. Hay que indicar,
asimismo, que la Jacquerie contó con el apoyo de algunos sectores urbanos,
particularmente de artesanos.

Por otra parte, el movimiento no fue tan anárquico como en principio podía parecer y
a pesar de cómo lo describen los cronistas de la época. Tuvo una organización y tuvo,
sobre todo, jefes, por ejemplo resalta Guillaume Carle(Guillermo Cale), caudillo
indiscutido de la insurrección. Carle organizó dentro del movimiento una especie de
cancillería. A él se debía igualmente la idea de ocupar sólo aquellos castillos que en
verdad tuvieran interés desde el punto de vista estratégico, evitando ataques
innecesarios a los restantes.

En cualquier caso, la Jacquerie fue un movimiento de gran intensidad pero de corta


duración. Ni los esfuerzos de Marcel, por una parte, ni los de Carle, por otra, lograron
que llegara a conectar el movimiento campesino con el que, por las mismas fechas,
había estallado en París.
Los testimonios que se han conservado de dicha sublevación campesina nos pintan un
cuadro ciertamente terrible, insistiendo, una y otra vez, en la violencia y la crueldad de
que dieron muestras los labriegos. De todas formas no se puede generalizar pues la
violencia campesina, únicamente se dirigió contra la nobleza laica, respetando en todo
momento, en cambio, los bienes eclesiásticos. Su desarrollo y sobre todo su final fueron
extremadamente violentos, pues existe en ella (como en otras) un “nerviosismo
patológico”, que afecta a los nobles represores (obsesionados por la necesidad del
castigo ejemplar y fuerte).

Su consecución fue rápida, el 10 de junio de 1358 Carlos el Malo acababa con la


resistencia de los jacques. Su líder, Guillaume Carle, fue hecho prisionero y,
posteriormente, ajusticiado. A continuación se puso en marcha una dura represión
contra los participantes en la revuelta. A comienzos de agosto, el delfín Carlos emitía ya
una carta de remisión de faltas que permitió la pacificación.

No obstante, las inseguridades, secuela de la guerra, contribuyeron a la aparición de


fenómenos locales de bandidismo en diversas regiones francesas hasta el siglo XV. Y
aunque fracasó, no se puede olvidar que la Jacquerie dejó una huella muy profunda en
la conciencia colectiva del campesinado del país galo.

El periodo comprendido entre los años 1358 y 1378 fue, dentro de lo que cabe, una era
de paz social. No puede negarse que si analizamos con un mínimo de detalle los
acontecimientos de esos años pueden señalarse movimientos populares en este o en
aquel lugar, aunque por lo general todos ellos fueran de escasa incidencia. Tal sería, por
ejemplo, el caso de la sublevación que se produjo en la ciudad alemana de Augsburgo
en 1368, o de determinados movimientos que tuvieron lugar por esas mismas fechas en
el mundo rural inglés. Es posible que ejercieran un peso muy fuerte, en esa situación de
relativa paz social, los gravísimos trastornos que habían padecido los europeos en los
años medios de la centuria, lo que habría originado un cansancio generalizado en todos
los sectores sociales. Pero en 1378 el fuego se reavivó, con inusitada fuerza,
inaugurando una etapa, ciertamente breve (apenas duró cinco años, desde 1378 hasta
1383), pero de especial intensidad por lo que a las luchas sociales se refiere siendo la
revuelta de los ciompi florentinos su máxima expresión.

5. El conflicto Irmañdiño (Anexo aparte)

6. Textos:

"Algunas gentes de las villas campesinas se reunieron sin jefes en


Beauvais. Al principio no eran ni 100 hombres y dijeron que todos los
nobles del Reino de Francia, caballeros y escuderos, traicionaban al Reino, y
que sería un gran bien destruirlos a todos... Entonces, sin otro consejo y sin
otra armadura más que bastones con puntas de hierro y cuchillos, se fueron
a la casa de un caballero, realizando actos de brutalidad sin cuento".

"Así hicieron en muchos castillos y buenas casas, y fueron creciendo tanto


que llegaron a 6.000... Estas gentes miserables incendiaron y destruyeron
más de sesenta buenas casas y fuertes castillos del país de Beauvais y de
los alrededores de Corbie, Amiens y Montdidier. Y si Dios no hubiera puesto
remedio con su gracia, la desgracia habría crecido de modo que todas las
comunidades habrían destruido a los gentileshombres, después a la santa
Iglesia, y a todas las gentes ricas de todo el país".

Crónica de Froissart (siglo XV)

“O dito Concello (…) por quanto (…) se facian e querían facer moitos
roubois, furtos e mortes de homes e males e quebrantamentos de camiños
(…) por ende acordaban e acordaron de faser Irmandade, segundo a
maneira que os señores reis (…) ordenaron e mandaron”

Irmandade compostelá, 1418

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