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Universidad del Atlántico -Facultad de arquitectura

Electiva de urbanismo lúdico - grupo 11


Estudiante: Christian Morelo Pérez
Puerto Colombia – Atlántico - 2021

En la actualidad las ciudades funcionan igual que hace más de 1000 años, son el
lugar donde confluyen el flujo de personas, el dinero y los bienes. Estas zonas
urbanas siempre han sido la manifestación física de las fuerzas que participan:
económica, social, cultural y ambientalmente. Lo que nos atrae a estas, es el
encuentro fortuito y el dinamismo interno de la propia ciudad, el cambio y el
permitir hacer un descubrimiento en su camino, generando un tejido complejo de
relaciones con el entorno, dando como resultado situaciones e impactos que
deben ser resueltos sin descomponer sus elementos.
Jane Jacobs, una mujer, “una pensadora urbana” que sin tener conocimiento
especifico sobre el urbanismo, datos estadísticos, ni acerca del contexto o el
porqué de las circunstancias en las que se desarrollaban las dinámicas sociales;
expresó como persona que vive su entorno a través del sentido común, la visión
que para si tenía sobre la urbe. Dicho pensamiento se resume en el libro: Muerte y
vida de las grandes ciudades; Delgado M., Muxi Z. & Valvidia E.
Para Jacobs, la ciudad o urbe es diversidad, encuentro, relaciones y
oportunidades. Pero, ¿Entendemos nosotros desde nuestro sentir, qué es la
ciudad? Como individuos sensibles en un mismo entorno, vivimos experiencias
separadas, diversas e irrepetibles sin importar el momento: al cruzar la calle,
saludar al prójimo, estar en un parque e incluso en las relaciones laborales; de
cada una de estas vivencias o escenarios, cada quien hace una “imagen de
ciudad” según la información aprehendida, y el grado de sensibilidad que se tenga.
Así coexiste la relación individuo-ciudad, un vínculo que dota de recuerdos y
significados a cualquier tipo de entorno explorado, sabiendo que no sólo se
observa, sino que también se participa de ese escenario con los demás.
Escenario que puede vivirse más de una vez en distintas formas, porque la ciudad
es un espacio que muta, un escenario singular dentro de cada individuo que
comprende sus calles, rincones, recorridos y la observa diferente sin aislarse de la
misma. Sin embargo, como aguja en un pajar ¿Cómo entender la idea de ciudad
que tiene cada individuo? ¿Será certera o factible? ¿Qué necesidades tiene el
individuo que suplir ante tal urbe? ¿Cómo solucionar los problemas de la urbe
actual?
En ese sentido, no hay que dejar de lado que las zonas urbanas son vistas como
focos de desarrollo económico y social, que atienden a un bajo enfoque en
planificación territorial, generando innegables impactos negativos al territorio.
Resultado de los intentos desesperados por organizar el territorio, desde el
“urbanismo oficial” de los años 50’s bajo preceptos de planificación territorial
abordados por arquitectos y pensadores de épocas anteriores, lo que
desencadenó hasta la actualidad: la densificación poblacional del territorio,
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seguido del exponencial proceso de ocupación del mismo y no menos importante,


por las fuertes demandas de recursos que los procesos (hábitat, salud, etc.)
requieren.
Estas situaciones han estado arraigadas a la estética no funcionalista, a
soluciones estratégicas a problemáticas que resultan indescifrables para un ente
gubernamental, tanto así que dentro de sus soluciones no contemplan al
ciudadano para configurar los espacios. Colocando en tela de juicio desde
generaciones, el modelo de desarrollo territorial, la gestión y la conciencia
colectiva de las urbes, tratando de identificar los problemas y soluciones que
atienden a la realidad urbana; en su libro “Muerte y vida de las ciudades”, Jacobs,
desmiembra las fórmulas y teorías que establecían los urbanistas para simplificar
la ciudad a simples funciones (viviendas, industria, comercio, espacios públicos y
demás) sectorizadas, generando procesos estáticos, aminorando el posible rasgo
de mutabilidad de cualquier proceso, es decir, siendo insistente en desacreditar lo
compleja y multifacética que puede llegar a ser una urbe o ciudad.
En este aspecto, los modelos de desarrollo territorial han generado desafíos,
acostumbrando a la sociedad a organizarse en red de asentamientos o bloques de
viviendas, que deterioran las relaciones del territorio o centro-periferia
sustituyendo a la urbanización por aglomeración. Haciendo notoria la carencia de
calidad e insuficiencia espacial, la impersonalidad en sus diseños, la imposibilidad
de interacción entre mobiliario, entorno y usuario, la falta de privacidad y
seguridad. Sosteniendo cambios a raíz de intereses económicos que derivan en
dos macro procesos: El hacinamiento desmedido y la desintegración
socioambiental a gran escala. Así surgen patrones de habitabilidad insostenibles
como las periferias, la dispersión desarticulada y equivocas modalidades
novedosas de ocupación del territorio.
No es para menos, el criterio pasado de los urbanistas ha sido adoptado y
adaptado a la configuración de las ciudades tras generaciones, desde que Le
Corbusier redujo la calle o vías a función de transporte, erradicando su función
como espacio de relación; así mismo, desde que Howard estableció los espacios
verdes como única zona de esparcimiento. Una fusión de teorías que evoca a una
ciudad mono funcional y muerta. Para Jacobs, resultó un patrón incompatible, pero
identificable en las urbes norteamericanas de la época que giraban en torno a la
productividad económica, cerrándose a la real comprensión de lo que es y cómo
funcionaba la ciudad en su momento.
Los procesos de urbanización parecen dejar de lado los principios de “eficiencia,
optimización y planificación” hacía el desarrollo urbano. El territorio debe ser
entendido en todos sus aspectos, dejar de ser visto como un elemento aislado.
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Está conformado por elementos como la diversidad, el caos, la probabilidad,


cuerpos andantes y demás que deben coexistir para configurar su realidad, es
decir, la realidad dentro de la urbe. Considerando su carácter limitado, escaso y
finito, resulta importante una eficiente planificación y ordenación del territorio,
maximizando sus efectos potenciales.
La planificación territorial es indispensable a cualquier escala y debe corresponder
a las determinantes y necesidades del territorio mismo, articulado a planes de
desarrollo. Resaltando primordialmente la participación de la comunidad con el fin
de mejorar la calidad de vida enfocada en un desarrollo integral que implica
equilibrio, integración, funcionalidad, coordinación administrativa, gestión y calidad
ambiental. Lo anterior, debido a que tanto los políticos como urbanistas han
aceptado, por comodidad, falta de criterio o por abandonarse en manos de los
poderes económicos teorías o procesos incongruentes para el territorio. La
planificación desde la comunidad es un paradigma estratégico que convoca a los
diversos sectores sociales de un territorio a integrarse en pro de que discutan y
decidan sobre sus prioridades, y configuren sus propios proyectos sin ser
dependientes, forjando cambios notables que la sociedad demanda con base a
sus realidades. Se piensa que la autoridad central es la única capaz de decidir
sobre los vectores a mejorar, son decisiones infundadas desde la cúspide de la
jerarquía social (de arriba a abajo), sin considerar la voz de “de los de abajo”,
aquellos que se enfrentad a una realidad de problemáticas y pueden aportar
desde sus experiencias algunas alternativas de solución para configurar una
“ciudad o territorio ideal.
Jacobs condensó todos los condicionamientos de un “territorio o ciudad ideal” en
dos variables: la libertad y la seguridad. Según son determinantes incompatibles,
pero por el simple hecho de que un territorio de desconocidos se ha puesto por
encima los intereses económicos en nombre de la “protección al ciudadano” o
“seguridad”, así, han retirado al individuo de la calle, acortado sus interacciones
sociales e incluso en espacios participativos con el pretexto de proveer lo que es
necesario en casos determinados, un proceso casi que paternalista y autoritario
por parte de gobernantes. Haciendo que la libertad de cada individuo se vea
violentada por “sentirse mas seguro”. Y por eso, ambas variables no cuajan en la
realidad preestablecida, pero Jacobs se argumenta que una coexiste gracias a la
otra; sólo bastó en contrastar experiencias entre paseos en rutas seguras y otras
algo peligrosas de la ciudad para denotar que la diversidad de actividades
presentes, en el día o la noche, las relaciones que ahí surgían entre conocidos y
desconocidos, era la definición de la ciudad en toda su complejidad, la mixticidad
te brinda el confort y seguridad para ser libre en el andar, vivir la ciudad y
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esclarecer las necesidades de la misma para aportar como ciudadano veedor, y


participativo en las políticas públicas del estado.
La planificación territorial y el cambio actitudinal tanto del gobierno como de la
población son cruciales para afrontar el reto de gestionar el territorio para vivirlo
seguro y libre. El espacio urbanizable o territorio es la primera línea determinante
de discusión y el no incluirlo, sería un error con consecuencias difíciles de evadir y
resolver. Hay que reconocer su funcionamiento como sistema complejo, donde el
espacio libre debe primar. Enfocándose en evitar la dispersión y fragmentación de
las mismas mejorando los grados de sostenibilidad. En estos espacios urbanos,
resulta igualmente importante posibilitar la mezcla de usos residenciales con usos
funcionales o no residenciales útiles (servicios públicos, comercio y otros), con el
objetivo de facilitar su integración espacial.
En segunda instancia, el aspecto de la cohesión social puesto que ha cobrado
protagonismo durante los últimos años ante la necesidad de planificación.
Haciendo al grado de mixticidad e interacción entre los grupos de personas de
diferentes edades, culturas o estratos que viven en la ciudad, conceptos altamente
ligados a la compacidad y la complejidad urbana. Abarca desde el espacio público
al espacio privado, buscando garantizar la cobertura de las necesidades básicas
de los ciudadanos en condiciones de igualdad de oportunidades.
La mezcla social tiene un efecto estabilizador sobre el sistema urbano, ya que
supone un equilibrio La diversidad ratifica la probabilidad de intercambios y
relaciones entre los componentes con información que interactúan dentro de la
ciudad. En cambio, la segregación social crea problemas de inestabilidad como
son la exclusión, la inseguridad o la marginación. Aplicar este principio permitir
que cualquier espacio sea ocupado por personas de diferente condición,
facilitando la convivencia y el establecimiento de interacciones entre ellas,
posibilitando de esta manera la disminución del conflicto, lo que determina la
estabilidad y madurez de un sistema complejo como lo es la ciudad.
La proximidad física entre equipamientos y viviendas, la mezcla de diferentes tipos
de vivienda destinados a diferentes grupos sociales, la integración de barrios
marginados a partir de la ubicación estratégica de elementos atractores, la
priorización de las conexiones para peatones o la accesibilidad de todo el espacio
público para personas con movilidad reducida, son elementos clave para no
excluir a ningún grupo social y garantizar las necesidades básicas de vivienda,
trabajo, educación, cultura e incluso no afectar al ambiente con las huellas
ecológicas que deja el hombre, etc.
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Finalmente, destacaría la importancia de los procesos de gobernanza territorial de


calidad y la aplicación de procesos de participación ciudadana para mejorar el
establecimiento de las actuaciones y facilitar la participación pública, en pro de
generar un equilibrio social, económico y ambiental.

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