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SENORIAL
EN LA CORONA
DE CASTILLA
LA NOBLEZA SENORÍAL
EN LA CORONA DE CASTILLA
M .â C o n c e p c ió n Q u in t a n il l a R a so
LA NOBLEZA SENORIAL
EN LA CORONA DE CASTILLA
G ran ad a
2 0 0 8
" C u a lq u ie r fo r m a d e re p ro d u cció n , d istr ib u c ió n , c o m u n ic a c ió n p ú b lic a o
tra n sfo rm a ció n d e esta o b ra só lo p u e d e s e r rea liza d a con la a u to riza ció n de sus
titulares, sa lv o ex c e p c ió n p re v ista p o r la ley.
D iríjase a C E D R O ( C entro Espariol de D erechos R epográficos - www.cedro.org),
si n ecesita fo to c o p ia r o esca rtear a lg ú n fr a g m e n to de esta o b ra " .
P r in te d in S p a in Im p reso en E spaha
PROCEDENCIA DE LOS TRABAJOS
1 . « L a so c ie d a d p o lític a . L a N o b le z a » . e n O r ig e n e s d e la M o
n a rq u ia H isp â n ic a . P r o p a g a n d a y le g itim a c ió n (ca. 1 4 0 0 -
1 5 2 0 ), d ir. J .M . N ie to S o ria , D y k in s o n , M a d r id , 1 9 9 9 ,
p á g s . 6 3 -1 0 3 .
2. « E l e s ta d o se n o ria ) n o b ilia rio c o m o e s p a c io d e p o d e r e n Ia
C a stilla b a jo m e d ie v a l» , e n L o s e s p a c io s d e p o d e r en la E s-
p a n a M e d ie v a l, XII S e m a n a d e E s tú d io s M e d ie v a le s d e
N á je ra , 2 0 0 1 , L o g ro n o , 2 0 0 2 , p á g s . 2 4 5 -3 1 4 .
3. « S o ciab ilid ad n o b iliaria y so lid a rid a d je rá rq u ic a e n Ia C astilla
d ei sig lo X V » . C u a d e rn o s d e H is to r ia d e E s p a n a , L X X V I,
B u e n o s A ires, 2 0 0 0 , p á g s . 1 5 5 -1 8 4 .
4. « P ro p ie d a d v in c u la d a y e n a je n a c io n e s . M é to d o s y ló g ic a s
n o b ilia ria s en la C a s tilla ta rd o m e d ie v a l» . H is to r ia I n s titu -
c io n e s D o c u m e n to s , 3 1 , S e v illa . 2 0 0 4 , p á g s . 4 9 3 -5 1 0 .
5. « L a a lta n o b le z a . C o n s o lid a c ió n y e n g r a n d e c im ie n to d e lo s
se n o re s d e títu lo en e l r e in a d o is a b e lin o » . T ra b a jo d e e n
c a r g o p r e s e n ta d o en e l C o n g r e s o I n te r n a c io n a l d e 2 0 0 4 ,
S E C C , y e n tre g a d o p a ra su e d ic ió n e n 2 0 0 5 , q u e . p o r e r ro r
d e lo s e d ito re s , n o ha s id o in c lu íd o e n la p u b lic a c ió n , I s a
b e l la C a tó lic a y su é p o c a . V a lla d o lid , 2 0 0 7 , 2 vols.
6 . « E l p ro c e so d e e n g r a n d e c im ie n to n o b ilia rio e n Ia C a s tilla
m e d ie v a l: d e lo s T ra s tá m a ra al I m p é rio » , e n E l S e n o r ío -
D u c a d o d e H ija r. S ie te s ig lo s d e H is to r ia N o b ilia r ia E sp a -
n o la , T eru el, 2 0 0 7 , p á g s . 1 5 -4 1 .
PREÂM BULO
Un s u je t o d e e s t ú d io : l a n o b l e z a s e n o r ia l c o m o e l it e
de po d er en la C a s t il l a b a jo m e d ie v a l
— 9 —
las que he ido abordando, de forma amplia, aspectos relaciona
dos con la evolución de los linajes, y, sobre todo, con la com-
pleja realidad de los d om inios senoriales situados bajo su
control; en este sentido, la edición, a finales de los setenta, de
la tesis doctoral sobre los Fernândez de Córdoba, con un trata-
miento especialmente centrado en la linea principal, la Casa de
Aguilar, que obtuvieron, en 1501, el marquesado de Priego,
constituye un claro referente de mis investigaciones sobre la alta
nobleza en la Andalucia bajomedieval, que he continuado has
ta el momento actual 2.
A los aspectos sustanciales de la nobleza andaluza, en es
pecial, de la nobleza senorial cordobesa, he dedicado mucha
atención a lo largo de más de très décadas, en las que he publi
cado trabajos sobre los más diversos temas, entre los que se
encuentran los siguientes: la organización de las estructuras
parentales, y las formulas de sociabilidad y relación clientelar; la
dimension urbana de las grandes casas nobles, protagonistas de
los bandos con los que dominaban la política en las grandes ciu-
dades andaluzas, com o sucediô de forma rotunda en Córdoba; la
orientaciôn fronteriza de los senores en sus grandes estados, con
atención especial al sistema de tenencia de las fortalezas de la
banda morisca; la panorâmica de las haciendas senoriales, y,
dentro del marco senorial, el tema de la ritualidad y la ceremo-
nia de las tomas de posesión, com o manifestaciones de la repre-
sentación del poder de los grandes senores, asi com o el estudio
de diversos conjuntos normativos de aplicación para los vasallos
en los grandes dominios nobiliarios; y, en fin, entre otras cues-
tiones, la dimension cultural de la alta nobleza, forjardora de
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e s p l ê n d i d a s bibliotecas, com o la del primer marqués de Priego,
al término de la Edad M edia3.
Con todo, desde muy pronto observé la conveniencia de
ampliar el horizonte de estudio en un doble sentido, territorial,
y temático, y tuve la oportunidad de iniciar lineas de investi-
gaciôn sobre temas nobiliarios generales, que luego han sido
muy seguidas. Por lo que se refiere al marco geográfico, he
estudiado desde hace arïos la posición del grupo noble en otros
âmbitos. A si se puede observar en mis primeros trabajos so
bre los titulares del senorio de Benavides en su etapa inicial,
cuando, desde su asentamiento en esa villa leonesa, controla-
ban un amplio dominio en esas tierras nortenas. Más tarde, en
diversas publicaciones he abordado el tem a en el obispado
conquense, atendiendo a la implantación de diversos linajes in-
sertos en la posición superior de senores de título — el caso de
los condes de Priego de Cuenca resulta un claro ejemplo— , al
tiempo que me he adentrado en el impacto de la senorialización
protagonizada por distintas casas altonobiliarias en determina
dos territorios, superando el estricto marco de análisis de un li-
naje y sus estados senoriales, como he tenido ocasión de hacer,
centrada en Ia Castilla centro-oriental, tanto personalmente, como
a través de la dirección de tesis doctorales 4.
Por otra parte, mis intereses se han dirigido hacia proble
máticas más amplias, con perspectivas generales. En este sen
tido, desde hace tiempo, me ocupo en el estudio de Ias distintas
vertientes de proyección del grupo altonobiliario, en general,
superando los particularismos de linaje y las concreciones de
territorio. Senalaré, en este punto, aparte de los trabajos con-
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S e is t e m a s p r in c ip a l e s p a r a e l c o n o c i m i e n t o d e l a n o b l e
za CASTELLANA BAJOMEDIEVAL
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realiza un detallado recorrido en el que se estudia en profundi-
dad la esencia del poder senorial, com o poder asumido, y, a la
vez, exhibido, a través de las im ágenes y los mensajes propios
de Ia ritualidad de las tomas de posesión. Finalmente, un pun-
to de conclusion permite demostrar la trascendencia del poder
político nobiliario en sus estados, plasmado en su faceta guber-
nativa, y, algo fundamental, en el ejercicio de la jurisdicción
com o centro de gravedad de la autoridad nobiliaria.
En el tercer capítulo se atiende, desde un enfoque so cio
lógico, a uno de los cam pos de estúdio más interesante: las
com plejas formas de relación internobiliaria entre los miem-
bros de la alta nobleza. Se centra, por una parte, en el desa-
rrollo de la intensa capacidad para articular en torno suyo todo
un denso entramado de vínculos verticales, que cuajaron en la
práctica del clientelism o, vector de fuerza im pulsado por la
cúpula nobiliaria y convertido en esplêndida fórmula de pro-
moción para los sectores m edios y bajos del grupo noble; y,
por otro lado, en el interés que lo s integrantes del grupo
altonobiliario manifestaron en los siglos bajom edievales por
multiplicar los lazos de relación interna, de sentido horizon
tal, que constituían verdaderas senas de identidad so cio -
políticas, penetradas de un intenso sentido jerárquico.
Y si estos aspectos de la relación internobiliaria resultan
fundamentales, tanto o más importancia alcanzan los que se
refieren al propio marco de organización parental de la alta
nobleza, y las fórmulas de transmisión patrimonial, al que se
dedica el siguiente apartado del libro. En él se recoge el con-
tenido de un trabajo centrado en la realidad del mayorazgo, de
planteamiento y contenido novedoso, sobre un aspecto apenas
entrevisto en la historiografia medieval ista. Su objeto lo cons-
tituye el estúdio de las numerosas y diversas situaciones de
distorsion de la vinculación patrimonial propia del régimen de
mayorazgo; de él se desprende la averiguación de una tenden-
cia que llevó a muchas grandes casas, cuyo poder se funda-
mentaba sobre sólidos patrimonios amayorazgados, a solicitar
licencia regia para la enajenación de algunos bienes del ma-
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y o razg o principal. En el estúdio se plantean las diversas estra-
tegias puestas en juego y se analizan los objetivos profundos,
desde el deseo de lograr mayor liquidez, hasta el afán para
incrementar la «dignitas» de la casa en cuestión, sin olvidar
una reflexión acerca de la actitud de aquiescencia que, en g e
neral. mantuvo la monarquia.
El siguiente trabajo presentado para el capítulo quinto ve
ahora la luz, y trata sobre las relaciones nobleza-monarquía en
el reinado de Isabel I, un período lleno de interés, porque, en
tre otras razones, suponía para la nobleza trastámara el punto
de llegada de una etapa importante de su evolución, en la que,
tras haber ampliado y fortalecido sus bases de poder político
y econôm ico y su liderazgo social, se desenvolvieron buscan
do su identidad en el nuevo escenario monárquico. Un esce-
nario en el que el triunfo de su posición com o senores de
título. Ia consagración del acercamiento a la Corona por la via
del tratamiento de parentesco ficitio, y otros tantos detalles, de-
muestran que, com o subrayaba la propia reina en su testamen
to, lo que se produjo fue Ia regulación, más que la supresión,
de las capacidades nobiliarias, al tiempo que se extendían sus
posibilidades de acción en horizontes cada vez más amplios.
Un tema de indudable interés, no abordado hasta ahora des
de el âmbito del medievalismo científico, es el desarrollado en el
último capítulo: el engrandecimiento nobiliario entre el medie-
vo y la modernidad. En las páginas de esta ponencia se hace un
planteamiento de la cuestión en su doble sentido: com o un pro-
ceso de ineludible jerarquización interna por parte de los integran
tes de la cúpula nobiliaria, convertidos desde el siglo X V en
nobleza titulada, y, algunos, dentro de ella, en grandes del reino;
y, posteriormente, como una décision monárquica de gran cala
do, que condujo al poder regio a situarse en el centro de grave-
dad para sujetar en torno suyo a aquellas casas nobles a las que
decidió honrar con todo un despliegue de signos de excelencia y
dignidad que constituyen la esencia de la Grandeza.
De lo dicho se desprende que son grandes campos temáti
cos nobiliarios, dotados de coherencia y sentido complementa-
rio, presentados desde una óptica de révision y actualización, y
tratados con una perspectiva amplia, lo que he tratado de ofre-
cer en esta edición. Una iniciativa para la que he contado, des
de el primer momento, con la generosidad y el firme apoyo de
mi buen amigo, el profesor D. Rafael G. Peinado Santaella, des
de su responsabilidad al frente de Ia Editorial Universidad de
Granada, donde lleva a cabo una ingente y eficaz labor, en la
que me siento honrada y agradecida de estar, desde este momen
to, incluida. Por ello, deseo expresar mi testimonio de agrade-
cim iento a todos quienes han participado en la edición, y de
modo muy especial a él, com o director.
la SO C IED A D P O L ÍT IC A . LA N O B L E Z A 1
— 17 —
privilegio, que sólo podia ser otorgada y sostenida por una
instancia de poder superior, Ia Corona, pero también de lograr
un grado lo más elevado posible de aceptación social. La tras-
cendencia de estos objetivos determino la adopción de actitu-
des, convertidas en signos indisolubles de la esencia nobiliaria
com o el servicio, la fidelidad, la sociabilidad, el paternalismo
en sentido estricto y figurado, etc.
Por la situación de preeminencia alcanzada, los miembros
de la clase nobiliaria se veían im pelidos a adoptar una estrate-
gia que legitimara los más diversos contenidos de su esencia el
poder, el honor, la tendencia incesante al engrandecimiento, Ia
sangre, la espada, la función cortesana, así com o a poner en jue-
go toda una serie de recursos de publicitación y propaganda de
su posición.
El proceso de legitimación désarroi lado por la nobleza se
relaciona con la propia condición noble, y con la obtención del
status, y era tarea en la que había que aportar recursos propios,
pero también ajenos; dicho proceso puede seguirse a través de
los actos, que podían legitimarlos, y, asimismo. de los textos,
difusores de una ideologia, que oscilaba entre justificativa y
apologética; además, la propia monarquia colaboro estrecha-
mente en el proceso de legitimación del acceso y promoción
nobiliarias, situándolos bajo su control. El objetivo legitimador,
por otra parte, indisolublemente unido a la esencia noble, se
asociaba a la configuración de un concepto, y no escapó a las
tendencias manipuladoras, ni al uso de coberturas justificativas.
Por otra parte, la irrefrenable actitud de ascenso y engran
decimiento propias del sector noble, debía quedar firmemente
sustentada por unos mecanismos de publicitación, relacionados
con el âmbito de la expresión y la ostentación, eje vertebral de
todo poder. Establecidos los argumentos justificativos de la le-
gitimidad nobiliaria, había que difundirlos y poner de manifiesto
la imagen del poder noble, con sus multiples perfiles, median
te una serie de representaciones, correspondientes al terreno de
la cultura oral y visual. En un sentido amplio, la propaganda se
enmarca en el campo de comunicación de ideas; pero también
— 18 —
en el de los hechos, relacionado con la ubicua presencia y la
propia acción nobiliarias.
L a s perspectivas de an álisis, pueden situarse entre el
m i c r o n i v e l del indivíduo, o — en el extrem o opuesto— , el
m a c r o n i v e l d e l sistema social. En un nivel intermedio, el de
la s o c ie d a d política, y, en concreto, las élites de poder. la cues
tión se plantea atendiendo a numerosos ejem plos mejor docu
m e n ta d o s , o más significativos, pero desde la superación de las
s i t u a c i o n e s individuales; las voluntades e intereses particula
r e s d e b e n ser entendidas a partir de una premisa básica: el in-
d i v i d u o no estaba aislado, sino inm erso en una com pleja
m a r a n a de redes sociales, y esta realidad se observa de modo
muy e s p e c i a l en el caso de la nobleza: por otra parte, a pesar
d e la atención a las decisiones concretas y personales, es evi
dente que en su base se encuentran las inévitables circunstan
c i a s d e ambiente y época, que permiten trascender el âmbito
d e lo p a r t i c u l a r , realizando un ejercicio de abstracción.
Tal como se ha concebido el tema, para abordar las numero
sas cuestiones que se desprenden del objetivo general, se impo-
ne el uso de una mültiplicidad de fuentes diversas, relacionadas
con los propios hechos nobiliarios, con la ideologia que los sos-
tenia. y con las representaciones o imágenes que los corrobora-
ban y exhibian. En función de la densidad del mismo y de los
numerosos prismas de análisis, se observa la conveniencia de
atender a las fuentes narrativas, historiográficas. la tratadistica.
etc., pero el papel de fuentes primarias corresponde a las fuen
tes diplomáticas, cuyo papel sustantivo queda siempre destaca
do: su propia tipologia, el contenido temático en si, y el análisis
semântico de sus formulas, permiten aproximarse sobre bases fir
mes tanto en lo que se refiere a las tácticas legitimadoras. como
a los aspectos de publicitación y propaganda2.
diversos, de no siem pre fácil acceso, adem ás de utilizar docum entación edita
da. U na pequena muestra. de todo el am plio material seleccionado y analiza-
do. se ofrece en el Apêndice documental, en el que se han seleccionado diversos
textos, directam ente relacionados con los objetivos del libro, y, en especial, con
el contenido de este capítulo.
3. Una corriente historiográfica tradicional, peculiarm ente alemana. c
ciertas conexiones francesas, postulaba la de una antigua nobleza permanente,
de las estirpes germ ânicas, en las que se observaba la existencia continuidad
entre los p ríncipes de la antigua Germ ania. los adalingi de las leyes sajonas
o bávaras, y la reichsadel o nobleza im perial de la Plena Edad Media. Me
nos frágil resulta Ia interpretación que plantea el origen de la nobleza medie
val. com o una clase que arrancaba del período tardocarolingio, ligada a Ia
organizacíón m ilitar en la forma feudal, así com o al correspondiente desper
tar de un sentim iento de Ia propia condición hegem ônica en Ia sociedad. La
conocida tesis de Marc Bloch. por su parte, ponía de relieve que el perfil es-
tricto de la nobleza medieval se consiguió cuando. a la posición dominante,
se asoció un estatuto jurídico privilegiado, que, transm itido por vía hereditaria.
confirmaba su supremacia, y, por último. Ia adopción de los ritos, usos y pathos
de la Caballeria, lo que sucedió en el Occidente Medieval en el siglo XII.
s i g l o X IV . Ia nobleza puso en juego una eficaz capacidad de
r e a c c ió n . que permitió a sus integrantes mantener su posición
e n e l n u e v o contexto socio-político. en el que quedaron insta
la d o s e n situación preeminente. sin rastros de erosión 4
E l p e r í o d o que abarca este estúdio coincide con una eta
p a s i n g u l a r de Ia nobleza medieval hispânica, caracterizada por
u n p r o c e s o de renovación. en el que no están exentos los ele
m e n t o s d e continuidad. pero también se observan suficientes
e l e m e n t o s de innovación. La situación nobiliaria alcanzó per
f ile s b i e n definidos en algunos âm bitos específicos com o Ia
C o r o n a d e Castilla. cuya estructura social regislraba una fuerte
a r i s t o c r a t i z a c ó n , y la historiografia de las últimas décadas ha
p u e s to de mamfiesto los múltiples perfiles correspondientes al
p a p e l desempenado por Ia nobleza en Ia sociedad política de
s i g l o X V . en especial en el âmbito castellan o-leon és 5 A fin
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de la Edad Media, pues, lo que encontramos es la presencia de
una nobleza renovada y renovadora, cuya situación derivó no
sólo de factores externos sino también de la propia y continua
da modificación en sus estructuras internas, y entre cuyos ras.
gos específicos destaca la intensificación y proyección de sus
signos externos de poder6. No debe pensarse, por último, en la
existencia de una distorsion entre la construcciôn de una Mo
narquia Hispânica, o de un nuevo orden estatal, y el papel de
la clase nobiliaria, que, pese a los vaivenes, supo encontrar su
identidad en el nuevo marco sociopolitico; lo que se observa a
este respecto, es, por el contrario, una complementariedad7.
La nobleza, com o clase dominante y privilegiada, encon-
traba su verdadera definición en el papel desempenado en el
— 22 —
s e n o d e la s o c i e d a d política. En este sentido, asum ió la nece-
s id a d d e d ir ig ir s u s esfuerzos de legitim ación, más allá de lo
q u e e r a s u s i t u a c ió n concreta, con una perspectiva más amplia-
p a r a l e g i t i m a r la condición noble había que partir de una acep-
ta c i ó n . s u f i c i e n t e m e n t e razonada, d e la desigualdad social
U n a v e z e s t a b l e c i d o este principio, se trataba de consagrar su
p o s i c ió n h e g e m ô n i c a m e d i a n t e dos tipos de recursos básicos
q u e , e n p r i n c i p i o , aparecían com o contradictorios, aunque
p o d í a n r e s u l t a r complementados: Ia im posición por Ia fuerza
y la p e r s u a s i o n . El objetivo de legitimación que aqui nos ocu
p a s e r e l a c i o n a directamente con este segundo, que se orien
[ab a h a c i a Ia consecución de un nivel suficiente de aceptación
d e c o n f o r m i d a d social, aunque siem pre lejos del consenso
q u e . e n t é r m in o s sociológicos, resulta prácticamente imposible
d e lo g ra r. El p r o c e s o de legitimación nobiliaria se insertaba nor
ta n to , e n e l marco de un equilíbrio funcional necesario en el
q u e p o d e r j u s t i f i c a r Ia posición preeminente que le corrésnon
d i a P o r e s o . lo s recursos y sistemas puestos en juego tuvieron
u n d o b l e a l c a n c e : Ia configuración del cuerpo social y Ia defi
n ic ió n d e Ia entidad nobiliaria. ’
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mientras, por otro, contemplaba la tendencia al fin de la ex.
clusividad de este grupo en matéria de ejercicio de funciones
y cargos, o del primado de su condición de élite militar. g n
nuestro suelo, el fenôm eno es convergente, y resultan nume
rosas las obras y autores inscritos en esta corriente de defini,
ción de una estructura social que consagrara la preeminencia
de la nobleza. Desde una aproximación teórica y conceptual
apoyada en recursos jurídicos, se observa que. pese al tr a d i
cional rechazo nobiliario de los contenidos del Derecho Co-
mún — por razones socio ló g ica s, al tratarse de un Derecho
técnico, esencialm ente diferenciado de los tradicionales, ba-
sados en las situaciones de privilegio de lugar, o de clase —[0
cierto es que la nobleza pasa a ser objeto de consideración pro
funda, precisamente por parte de los juristas del período bajo
medieval, los reconocidos teóricos del ius commune. Algunos
de los prestigiosos postglosadores, o mejor, comentaristas,
com o Accursio, Baldo, y, sobre todo, Bartolo de Sassoferrato,
lanzaron una propuesta de conceptualización de la nobleza, ba-
sada, entre otras cosas, en una identificación entre el concepto
de dignitas propio de la ley justinianea, y el de nobilitas , que,
en definitiva, justificaban la preservación de aquellos en los
que concurrían estos distintivos, de entre el conjunto social8.
Era punto integrante de su doctrina el establecim iento de tres
tipos de nobleza, «teológica», «natural», y «civil» o «políti
ca», y el alto interés con que se consideraba esta últim a9.
— 24 —
L a c o n c e p c ió n bartoliana experim entó un fenôm eno de
« r e c e p c iô n » e n la tratadística castellana bajomedieval Uno de
lo s e j e m p l o s c e n t r a d o s en la concepción de la «nobleza teo iï
g ic a » lo r e p r e s e n t a una obra realizada en el entorno de la cort -
d e J u a n I I . probablemente por el teólogo agustino Juan de
A l a r c ô n . y d e d i c a d a a don Alvaro d e Luna l0. En este texto
c o n c o n t e n i d o s teológico-filosóficos se encierra una doctrina
q u e . p o r u n a parte, básicamente, establece la responsabilidad
d iv in a d e l a c o n d i c i ó n noble, y del acceso a ella marcando si
a c e n to a d e m á s en la responsabilidad de los actos sobre el in
d iv id u o . n o sobre el linaje, al tiempo que. con un criterio mo
r a l i z a d o r . separa tajantemente el valor de la nobleza comn
c u a l i d a d . d e I a s riquezas, fama, y honores que puede lle ea r,
a l c a n z a r u n personaje, sin que necesariam ente éstas llevasen
a la n o b l e z a . sino al revés, porque sólo rara vez ennoblecian
a l b e n e f i c . a n o , sino que. por el contrario, constituian un fre
c u e n te r .e s g o de corrupciôn » . Otra idea de interés que se des
bleza teológica — de la que a su vez decia «A pud Deutn est nobilis, quem
Deus sua gratia sibi gratum facit»— . para establecer lo siguiente: «ita in foro
nostro ille est nobilis quem Princeps sua gratia vel lex sibi gratum vel nobilem
facit». Donati. ob. cit.. 4, nota 8.
10. No hay nada en el texto que asegure quién era ese autodefinido «in
digno frayle de la orden de Sant Agostin», que a veces se ha identificado con
fray Martin de Córdoba. pero un reciente estúdio filológico-ideológico lo atri-
buye a Alarcôn. personaje del entorno cortesano de Juan II: M.“ del Carmen
Pastor Cuevas. Estudio y edición del «Libro d e l regim iento de los senores»
de Juan de Alarcôn, Tesis doctoral. F acu ltad de F ilo lo g ia , U niv ersidad
Complutense, Madrid, 1993.
11. «Dios en esta vida a los omnes ensalça e dales estados e grandezas...»,
o «Dios por su pura vondad les dio estos bienes e onrras, e ellos no las alcançaron
por sus solos meritos». Las frases textuales, están tomadas, de la edición citada
supra, respectivamente: Segunda parte, epígrafe inicial, 410: Tercera parte, cap.
I, 454. En cuanto a la idea de la corrupción por el poder, se dice, en la Segunda
parte, capítulo VI, se dice «Cómmo algunos, quando Dios les da los senorios o
altezas e poderios. antes son buenos e despues fázense maios», 442, mientras que
sólo rara vez sucedia lo contrario: «Aunque tarde acaesçe, cómmo, seyendo ma
ios. con los bienes e onras que Dios les da, se fazen buenos», cap. VII, 443.
prende es la identificación entre objetivos, y funciones de |
nobleza y la monarquia, unidos por la misma tarea del «regj
m iento» — a abordar por cada uno en su condición, desde uni
actitud básica de honestidad. y capacidad, lo que resulta ser
la clave de la obra— y la común condición de «senores »12 ^
obra plantea, además, no sólo el tema del ennoblecimient 0
sino también el del «engrandecim iento», de particular interés
en relación con el status nobiliario, y que en este caso, se vin
cuia igualmente a la voluntad divina, com o se hace constar g,,
la dedicatória al con d estable13.
Con todo, los tratadistas hispanos se centraron principal,
mente en la concepción de «nobleza política» o «civil», Sjg
nificada por aquellos a quienes el representante del poder
político, en función de sus méritos, reconocia com o nobles
pasando así a ser considerados por la sociedad. La doctrina de
Sassoferrato pasó muy pronto a convertirse en objeto de de
bate, en el centro de gravedad de los com plejos procesos de
definición de la esencia nobiliaria. Las voces que la difundie-
ron, haciéndolas, a su vez, objeto de «com entário», no fueron
unânimes, sino que se alinearon en dos posturas contrarias.de
aceptación o rechazo, entre las cuales pueden detectarse cier-
tas actitudes ambíguas. La discusiôn se correspondia también,
en el fondo, con otra en la que se planteaba la consideración
de la nobleza com o un m odelo atemporal, o com o un grupo
social sujeto a evolución, sedim entación, y recambio. E inclu-
— 27 —
paradigma del Humanismo casteilano, refleja en sus o b r a s 1
m odificaciones en el pensamiento ético y sociopolítico del s-
glo XV 15. Opiniones aristotélicas , así com o cristianas, y J
autores recientes, llevaron a Valera a defender la diferencja
ción social, y, por tanto, a legitimar la superioridad nobilíarj
desde una situación preexistente de igualdad social, en función
de los valores personales, en una tesis de cierto contenido ín
novador, que se aprecia mejor al compararlo con otros auto
res. para los que la diferenciación social se correspondia con
una estructura estamental inspirada por la voluntad divina
Los argumentos legitimadores de Valera acerca de la nobleza
y su posición clave en la sociedad de la época, encubrían cier
tos intereses concretos; por un lado, com o se ha indicado, Ia
firme defensa de la tesis bartoliana convenía a su p a rtic u la r
deseo de promoción, y, por otro, en una obra com o ésta, qUe
dedicaba a Juan II, forzosam ente debía quedar reconocida y
sobrevalorada la figura regia com o agente indispensable de
enn oblecim iento17. R especto de la nobleza de sangre, Valera
rechazaba abiertamente que en la herencia radicara el origen
de la nobleza, y negaba, al m ism o tiem po, la función del li-
naje com o fundamento permanente de la condición noble; por
18. Existe una edición facsímil del Nobiliario Vero de Ferrán Mexia: ver
Manuel Sánchez M ariana (edit. y Prólogo), M adrid. 1974. El artículo de
Adeline Rucquoi. «Être noble en Espagne aux XlVe-XVIe siècles», en Otto
Gerhard Oexle, y Werner Paravicini, (edits.) N obilitas. F unktion u n d Re-
pràcsentation des Adels in Alteuropa, G ottingen, 1997, 273-298, hace un se-
guimiento detenido de la obra.
19. «es de saber que quai quier plebeo o onbre de obscuro linaje, bien
que sea puesto en quai quiera de las dignidades de yuso de prinçipe puesto,
que séria como es contra las leyes, como pareçe por ellas m ism as segund es
visto en la segunda partida»: Ibidem , cap. C. Tam bién es objeto de atención
dicha obra por parte de Rodriguez Velasco, ob, cit., 303.
— 29 —
m o m odo que en el conocido «juego» de ese nombre, habja
que dirigir sus «dardos», «flech as», o «viras de contrad'
cion» 20. Al demostrar que era la inserción en un linaje lo quJ
proporcionaba al individuo la condición noble — la cual Se
transmitia a las sucesivas generaciones, anteponiendo así el
valor de la nobleza de sangre por encima de la de privilegio_
utilizaba un tono rotundo, que demuestra que, independiente
mente de sus concepciones al respecto, no podia suscribirsea
su propia pertenencia a un linaje de hidalgos jiennenses 21
Una vez más, com o en el caso de Valera, se observa que |as
doctrinas trascendían el âmbito de la pura especulación o ré
flexion ideológica, y se orientaban en el sentido de la identifj.
cación y defensa de las situaciones particulares, aunque los
sentimientos personales pudiesen quedar enmascarados. Trata
dos y nobiliarios tenían una función claramente legitimadora
basada en el criterio de au ctoritas de las obras que servian de
inspiración 22.
— 31 —
sido destacada por algunos especialistas24. En general, la escri
tura siempre ha funcionado com o un resorte de poder, y en este
punto cabe destacar el papel desempenado por los grupos domj.
nantes, y por la nobleza en concreto, decidida en todo momen
to a situarse en el centro m ism o del proceso de producción de
los escritos, bien en la creación directa, bien mediante la
com itencia, pero siempre con la suficiente capacidad como
para orientar los contenidos, propiciando así la elaboración de
un mensaje favorecedor de sus intereses. En concreto, la rica
cronística castellana del siglo X V constituye un firme apoyo
para el tema sujeto a estúdio, porque dichas obras fueron ins
trumento utilizado para justificar la presencia y actuación del
grupo dominante, y constituyeron así un reflejo, más o menos
directo de una determ inada id eologia 25. Estos textos nos
muestran a indivíduos en acción, pero en muchas ocasiones se
observa una introspección, más acusada en el caso de deter
minados autores, que ofrecen no sólo una narración más o me
nos ordenada y sistematizada de acontecimientos, sino también
una doctrina sociopolítica, en la que la nobleza desempenaba
siempre un papel de primer orden.
El interés se centraba principalmente en la nobleza corte-
sana. Ia que constituía el círculo más continuada y directamen-
te en contacto con el monarca. Constantemente, en estas obras
se ponían de relieve las acciones y cualidades de nobles con-
24. Tal vez uno de los que m ás énfasis ha puesto en ia defensa de esta
idea es Ottavio di Camillo. quien ha llegado a afirm ar tajantem ente que tal cir
cunstancia explicaria «la falta de oposición al poder en los textos literários me-
dievales»: «^Existe una literatura de oposición en la Espana de fines de la Edad
Media?, en Rucquoi (edit.). Genèse médiévale de l'Espagne moderne. Du refus
à la révolte: les resistences. Nice. 1991. 145-169. concretam ente 162.
25. Así lo ponia de relieve un buen conocedor del género, como Michel
G arcia, «L 'H istoriographie et les groupes dom inants en C astille. Le g e r"
chronistique d 'A lp h o n se X au C hancelier Ayala», en VVAA. Les grouf
dom inants et (leur)s discours (domine ibérique et latino-am éricain). Pat
1984. 61-74.
— 32 —
pero con el sentido de configuración d e una sín tesk H
e r e to s ,
lo sprincípios concurrentes en la condición nobiliaria n- ' 7
aplicación general. Tales cualidades hacían referencia
lado. a valores morales, carácter franco y liberal ' P° [ U"
gran estado, valor heroico. etc.: por o t r l p a r ^
ia s de conducta propiamente nobiliaria, caza ju eeo s f
e tc .; y aspectos referentes a la presencia física forma d ^ ™ ’
,ir. de conducirse. etc.. que constituían un ingrediente igualm eT
le i n d i s p e n s a b l e en l a i m a g e n n o b i l i a r i a 26 • F i uaerazgo
i;h social
— 33 —
-
27. Ver ibidem , cap. XII, ano 1419, 31-32, en que el rey se desplazóa
Segovia «y po só en el alcaçar, y una serie de personajes (el condestable, el
alm irante, el adelantado Pero M anrique, y Juan Hurtado de Mendoza, «po-
saron con él, dentro en el alcàçar», lo que legitim aba su elevada condición,
que quedaba directam ente vinculada a la cercania física respecto del monar
ca: «declarô (el rey)que estuouiesen çerca dél para le ayudar a gouernar». En
este m ism o pasaje se pone de relieve la im portancia de la relación estrecha
entre nobles y monarca, en la alusiôn a Juan Hurtado de Mendoza, mayordo-
mo del rey, «con la continuaçion que syem pre ténia en el seruiçio del rey.
cresçiô en am or con él», 31-32
28. Así se desprende, por ejemplo, de la alocución que Hemando del Pul-
gar, en su Crônica de los Reyes Católicos, ponia en boca del alcaide del alcá-
zar de Toledo, al propugnar la responsabilidad personal del mantenimientodel
rango nobiliario, que se vinculaba estrechamente a los méritos personales, y no
exclusivam ente a la sangre, en coincidência con la interpretación firmemente
— 34 —
a n tité tic o s . se Uegaba mediante Ia descripción de actitud
ira p u e s ta s . com o servicio y «deservicio» fealraH « . S C° n'
„ ma e i n f a m ia . viccoria hcmrosa - d e quienes maJ J ' ' ™ " '
t a c t a - - f r e n t e a c r „ e d«d - d e los q „ e , recurriendo a l a T J
g a n z a . daban la muerte a los rendidos etc 29- por ot ( ^
29. Ver.como ejemplo. ibidem , cap. Il, 13-14, que hace referencia a las
situaciones contrapuestas de los «deseruidores» — nobles y prelados— y los
«servidores», que «con tanta constancia e lealtad le habian seruido»; la con-
traposición entre Victoria honrosa y crueldad, en el contexto de la guerra ci
vil. cap. LXVI. 220-221. Es fácil observar los indivíduos que, para Pulgar,
conformaban la imagen del buen y del mal noble, al leer los com entários de
dicados a diversos personajes: entre los que se correspondian con la prim era
destaca Pedro Fem ândez Velasco, condestable de C astilla y conde de Haro,
«onbre generoso e recto en sus contrataçiones, y obedeçiente a los manda-
mientos reales. e dava exenplo a otros que lo fuesen», del que senalaba, ade-
más, que era «el que tenía más número de vasallos que ningún otro senor de
todas aquellas tierras allende los puertos»: cap. LXX, 242-243; im portantes
elogios se dedican también, entre otros, a los M endoza en general, a Gutierre
de Sotomayor, conde de Belalcázar, protagonista de una de las m uertes en
batalla que suscitaron mayores m anifestaciones de p esar — «onbre de muy
buenos deseos, e tan bien condiçionado. que peso m ucho al Rey e ala Reyna
de su muerte, E dio tan grand tristeza en las gentes del real, que todos los que
andauan en la escaramuça, oyda la muerte de aquel conde, se recogieron», II.
cap. CLX. 124. y a Andrés de Cabrera, «uno de los privados que am o el rey»,
que. aunque no se silencia su estrecha vinculación durante un tiem po con
Pacheco, maestre de Santiago, aparece destacado com o objeto de su ingrati-
tud: ver I, cap. XV. 49-53, un largo relato de las quejas hechas por Cabrera
al maestre, de quien recibiô «grandes m aies», a pesar de haberle prom etido
«grandes bienes». Por su parte, los integrantes del sector alfonsino quedaban
mcluidos en la imagen del noble de conducta desviada, pero era Pacheco era
el verdadero prototipo de esa actitud: de entre todos los pasajes, por ejem plo
I. cap. V. 26. y capítulo X. 37.
— 35 —
se destacan com o inherentes a dicha condición aspectos ta|es
com o la vinculación determinante de la nobleza con las armas
o el m odo en que se constituian los partidos políticos, funda
mentados sobre los critérios de los distintos integrantes de |a
nobleza, al tiempo que no se escatiman críticas sobre la evj.
dencia de la anteposición por parte de los nobles, agrupad0s
en bandos, de sus intereses particulares, frente a la «buena
gouernaciôn del reyno que publicauan»30. Por otra parte, en
la im agen que de la nobleza intentaban dar algunos, como
Pulgar. no falta una actitud de contrapropaganda, centrada en
la fuerte crítica sobre el afán de ostentación de una alta noble-
za que dedicaba excesivos gastos al sostenim iento de cliente-
las de servidores demasiado nutridas, vestim entas y adornos
com idas, fiestas, y todos los lujos destinados a «mostrar gran-
— 36 —
d e s e s t a d o s » , lo que provocaba la em ulación de los nobles de
ra n g o i n f e r io r , conduciéndolos a todos a una situación de mo-
Ijc ie . p e r j u d ic ia l para el ejercicio d e las armas, sign o iden-
[if ic a d o r y clave legitimadora de su presencia 31.
E l inévitable subjetivismo de fondo aflora en los escritos
a v e c e s . de forma manifiesta, dando paso a una aparición fre-
c u e n te de excursos y reflexiones sobre los hechos y persona-
jes descritos, que traslucen la doctrina y pensamiento que las
su s te n ta . La Crônica de Enriquez del Castillo, correspondiente
al r e i n a d o de Enrique IV, uno de los períodos en que el pro
ta g o n is m o nobiliario alcanzó cotas más elevadas, constituye
un caso significativo, en el que el autor no escatim a los largos
p á r r a f o s dedicados a la crítica profunda respecto de las acii
tudes de traición. deslealtad, osadia, infamia, etc.representadas
por todo un sector de la nobleza 32. Y. sin embargo y pesé
iratarse de un texto orientado fundamentalmente a la defensa
de la monarquia com o institución. se alude constantemente al
innegable .nflujo nobiliario, en la definición y puesta en orác
tica del poder político; en este sentido, cabe m encionar los
parrafos dedicados a las recom endaciones efectuadas por los
nobles al rey. en cuanto a su actitud para con ellos m ism os o
las d.versas ocastones en que el autor senala la conveniencia
para la monarqma de una estrecha relación con los noble
— 37 —
-
especialm ente de la nobleza cortesana. y, por encima de tocfoB
de la creación de una «nobleza de servicio» propiamente d-' l
cha. fruto del engrandecimiento por voluntad regia, y que 33- 1
alcanzaba la legitim ación, com o instrumento necesario, g» ]
todo m om ento, para su seguridad y la del rein o 33. La obra
contiene, en definitiva, interesantes argumentos le g itim a d o re s
de la nobleza en su con jun to34. Una vez más, las a la b a n z a s
legitimadoras de unos y las durisimas críticas de otros, sirven
para profundizar en la consideración del comportamiento no
biliario correcto, y, por lo tanto, coincidente con esa actituH :
33. Ibidem, cap. VIII, 146-148. que recoge el parlam ento de] marqués
de Santillana, en nombre de la nobleza en general, instando al rey, entreotras
cosas a un trato de favor para con ellos: «que con m ucha dulzura, con gfg»l
benignidad trate a las gentes que lo fueren a servir, para que le tengan amor
y le ovedezcan su mandado»; en cuanto a la otra idea. se recoge con todacla-
ridad en esta frase; (el rey) «para tener mayor seguridad en su estado y estar
con m enos recelo de lo tal, acordô sublem ar algunos de sus criados e hasellos
grandes onbres para que fueren asi seru id o res leales que mirasen por su
seruiçio y osasen poner las m anos en quien lo deserv iese» ... tras lo cual
«pareçiôle que su estado rreal estava más creçido y con m ayor seguridad»
cap. XVI, 158; el párrafo se refiere a très personajes que fueron objeto de esa
« gracia regia», que los encum brô: el condestable M iguel Lucas de Iranzo.
G ôm ez de Câceres. a quien entregô el m aestrazgo de A lcântara, y su mayor-
dom o. Beltrân de la Cueva. al cual no se le escatimaban elogios. Un poco más
adelante, Enriquez del C astillo hace referencia a la im portancia de la com
pania del rey prestada por «los grandes de su reyno y los otros nobles que con
tal alto triunfo honrravan su corte»; cap. XXIV. 168-170.
34. En el cap. LXXXVII, 259-262, el autor pone en boca del rey unas
palabras — muy probablem ente derivadas de sus propios pensamientos— di
rigidas en carta a los nobles, que son interesantes por lo que implican de ac-
titu d leg itim ad o ra de la n obleza, en cu an to que sobre ello s descansa el
b ien estar del reino: «m as vosotros, on o rab les senores, vosotros soys los
cabdillos, vosotros los defensores, por cuya fuerça y abrigo será mejoradab
honrra. restituyda la fam a. ensalçada la rreal C o rona... salid con vuestros
pendones, despléguense las vanderas,... Catad que la gloria de Espaiiayla
gran corona délia en vuestras m anos es puesta. e sy zelo de Dios e de justiçia.
sy am or de la rrepublica e del bien com un de aquella, sy deseo de la paze
sosiego de los rreynos vos m ueve. com o creer se debe, no se pasen los dias
en vano e los tienpos sin provecho».
— 38 —
de legitim adon del rango nobiliario, y del engrandecimiento
q u e q u e d a b a . en este texto, vinculado, sobre todo a la rpsr><->
s a b ilid a d d i r e c t a del indivíduo35. P n‘
El in t e r é s s e extiende, también a las obras d e carácter bio
gráfico centradas en la historia de linajes e individuos y de las
q u e e x is te n e s p l e n d i d a s muestras para fines de la Edad Med
T ie n e n c o m o característica la participación bastante directa de
la n o b le z a . e n s u condición de com itentes, lo que las situa
,re la h i s t o r i a bien fundada en hechos reales, y |a inevitabl!
le n d e n c ia a l panegírico, propia d e toda obra de encargo C
m o d a lid a d específica, la obra crônica biográfica alcanza e n T
u ltim o s t i e m p o s u n valor más destacado, en función de I-
v a lo r iz a c iô n d e la posición del indivíduo com o suieto h L T
r i c o , r e i v i n d i c a d a desde el m ism o centro de gravedad ri.î
m e d i e v a l i s m o 36. La biografia hispânica del sig lo X V se cen
— 39 —
traba en los sectores sociales privilegiados — monarca ajt
clero, y nobleza— , orientando su contenido en el sentido de
los arquétipos medievales, aunque con la presencia de elemen
tos de innovación37. En las obras más apegadas a la corrien
te tradicional, el hilo del discurso se desplaza desde el mode|
teórico al ejem plo concreto, sin atender demasiado a los valo
res individuales, y centrando la justificación de la nobleza so
bre todo en el marco del linaje, critério éste que, por si mism0
conducía a una bastante generalizada crítica del ennobleCj
miento particular, desde una condición social inferior. L a ten
dencia innovadora se caracterizaba, en cambio, por iniciar e|
desplazamiento de la atención hacia el linaje, pero partiendode]
propio individuo, y reivindicando los valores y méritos particu
lares; se trataba de la concepción reacentista del personaje como
responsable de sus obras, y significaba, en último extremo, una
postura de legitimación del acceso a la nobleza desde una con
dición social inferior 38. En otro orden de cosas, el esquema ha-
dualism o», mientras que en el tom o III, dedicado a «Otros enfoques», no falta
una sección referida, concretam ente, a la «Biografia histórica». Una reivin-
dicació n del género en E lisabeth G aucher. L a biographie chevaleresque
Typologie d'un genre (Xllle-Xve siècle). Paris, 1994. Interesantes considéra»
nés al respecto se contienen en la edición de los resultados de uno de los sieie
grupos de trabajo integrados en la investigación de la Fondation Européenne*
la Sciencie, sobre Les origines de l'É tat moderne en Europe, Xllle-XVlIIesiède,
bajo la dirección general de Wim Blockm ans y Philippe Genett. concretamen
te el siguiente: Janet Colem an (edit.). L'individu dans la théorie et dans la
pratique, Paris, 1996; de su contenido vale la pena destacar, por su mayor
relación con lo aqui tratado, el capítulo 2. de Sverre Bage, «L'individu dans
l'historiographie médiévale», 43-70, que dedica un apartado específico a li
historiografia aristocrática, 51-55.
37. El conocido artículo de José Luis Rom ero, «Sobre la biografia es-
panola del siglo XV y los ideales de vida», Cuadernos de Historia de Espa-
n a I, II (1944), 115-138, sigue proporcionando reflexiones de interés sobre
este género, entre Ia L iteratura y la H istoria.
38. Veamos. a este respecto, algunas m uestras significativas: de acuerdc
con el enfoque tradicional. Díaz de Gám ez en su ob. cit., primer libro. em-
p ezab a su crônica biográfica d edicada a Pero Nino, con una description
— 40 —
bituai de estas obras, tanto las individuaies com o las cole r
se aborda el perfil del individuo. a través de su retrato r ’
sico como moral, y la fijación del carácter, utilizand ^
parâmetro los rasgos arquetípicos de su condición pa° C° m°
pletar la descripción con el desarrollo d e su actuac ^ C° m
último, la valoración definitiva del personaje. Con t 7 ’ ^ P° r
dencia manipuladora de tales obras es d e sobra con ° ' ^ ^
particular en las referidas a un linaje, es preciso teneTín “
ta la frecuencia con que se distorsionaba la realidad h " '
cabida a falsedades que contribuían a ensalzar la fí ’ ndo
sonaje y de su âmbito familiar 3Ç. ^Ura Per-
— 41 —
Entre las de mayor expresividad, cabe mencionar la de (Jq- 1
Álvaro de Luna, de G onzalo Chacón, configurada en t0m0 I
este personaje, en relación con el cual se diserïa un pensamien
to específico acerca de la condición nobiliaria: así, por ejem. '
plo, en el capítulo primera, el autor se adentra, por un la(j0
en la valoración de los distintos tipos de nobleza . establecien'
do com o premisa inicial la superioridad de los méritos perso*
nales, frente a los adquiridos por herencia, para pasar despuéj
a la consideración de los que se limitaban a la conservacíón
sin más de dicha condición heredada, y, finalmente, a q u e lia
representada por quienes con su com portamiento, lo g ra b a n
aunar los dos elem entos que, en definitiva, y de forma gene-
ralmente aceptada en la época, constítuían el mejor recurso de
legitim ación de la nobleza, es decir, la sangre y el mérito Per
sonal, con la que se identificada claramente al personaje en
cuestión 40. En definitiva, el tema del engrandecimiento, tan
estrechamente ligado a la esencia noble, aparece aqui perfec-
tamente delim itado, en un ejem plo bien sign ificativo41. En
— 42 —
obra e s t á n presentes, igualmente, los valores de la so-
dicha] ” ad ]a convivialidad. el establecim iento de nutridas.
C' a b l *| e l concepto de «mayor valer», así com o el ambiente
CllCn 6 o d o n d e u n indivíduo com o don Álvaro, podia des-
°° rsè con soltura, mostrando un com portamiento sicm-
CnVcuidadoso de su imagen física, para atraerse la atención del
prÊ d e lo s grandes nobles, y haciendo gala en todo momen-
TG^a i n d a u n a serie de cualidades externas, que justificaban
tO 0 6 lU U .
su p r o y e c c ió n sociopohtica .
1 rey según el autor, de transm itir toda su grandeza al entorno que los ro-
deaba- ver. por ejemplo. el cap. XI. donde el episodio de la entrada de am
bos en el castillo de Montalbán es narrada afirm ando que «aquél castillo.
como quiera que era estrecho e mal reparado, m ucho lo ennobleció e fizo
grande la real nobleza que dentro de sí contenía. Ca dentro de si contenía al
Rey e al derecho de su reyno, e aquél que verdaderam ente era guarda de su
vida, e acarreo de su servicio: e dentro estaba la corona e el cetro de la justi-
cia de Castilla. Alli se sa lv a b a por Ia m ano de aquél leal e virtuoso senor
seruidor don Álvaro de Luna». 43-44.
42. El sentido del «mayor valer» se aplicaba a los personajes del entor
no regio más próximo, precisam ente aquellos sobre los que se ejerció. al de-
cir del cronista, el poderoso atractivo de don Alvaro, de tal modo que «los que
más valían... todos lo preciaban m ucho e procuraban de le sem ejar, e todos
le seguían e non se partían dél»; ibidem, cap. III, 14. Son m uy num éros los
pasajes en que se hace referencia a las diversas cuestiones planteadas en el tex
to: por ejemplo, ibidem, cap. VI, 20, donde se habla de su destreza, muy supe
rior a la de los demás, en los juegos caballerescos, la danza, o cualquier otra
actividad lúdica y recreativa, así com o a su porte «tan gracioso e bien criado,
e de fermosa e gentil dispusición, e de muy dulçe fabla e conversaçiôn». lo que
no sólo le destacaba en el entom o regio. sino que adem ás le prorcionaba la
admiración femenina. aspecto éste que quedaba incluído, habitualm ente, en
tre las cualidades propiamente nobiliarias; el cap. LXVIII está dedicado, ade
más. a «la figura e fechura de don Álvaro de Luna. m aestre de Santiago, e de
las sus maneras e costumbres», 207-208, poniendo de relieve el porte físico,
la destreza militar, la caballerosidad, en el estricto sentido del térm ino, la ha-
bilidad en la caza. etc.. Es de destacar tam bién cóm o el cronista reconocia en
él otro de los valores intrínsecos nobilarios: la capacidad de satelizar en tor
no suyo a una pléyade de seguidores, de todo tipo. y la habilidad dem ostra
da al haber sabido prom ocionarlos: «E otros m uchos caballeros, m ançebos e
— 43 —
Las biografias de carácter colectivo, a medio camino
tre la biografia propiamente dicha y la crônica, cuentan *** ■
dos obras básicas, las de Fernán Pérez de Guzmán, y ^ ° n]
nando del Pulgar. concebidas com o antologias de persona' 1
destacados de su tiempo, entre los reinados de Enrique II}6*
R eyes Católicos. Pese a algunas diferencias, en ambos cas(wi
las semblanzas de nobles no responden a verdaderos retrat
individualizados, sin o que se ajustan al tipo de categorj
formularias, en las que se recogen una serie de clásicos vicj
y virtudes, acom panados de d escrip ciones físicas un tanto
estereotipadas, destinadas a configurar un ejemplo moraliza
dor. Ahora bien, por lo que aqui interesa, cabe destacar qUe Sj
estas obras se inscriben en el perfil de literatura moralizante
también puede decirse que constituían un recurso de definicíón
de un m odelo nobiliario, al que cada indivíduo debía aproxj
marse, y, al mismo tiempo, un instrumento de legitimación de
la nobleza en abstracto, legitimación que podia luego alcanzar
un nível de concreción en cada caso, en función de su adapta-
bilidad al modelo; un modelo construído sobre la base de todos
los valores y cualidades que se atribuían, personalizadamente
com o elo g io s particulares, a cada uno de los personajes en
cuestión, y que se referían a todas las facetas de la vida no
ble: actuación pública — gobierno, administración, guerra—
vida privada — aspectos familiares, marcos de relación y so-
ciabilidad— , y liderazgo so c ia l43. En cuanto a las caracteris-
pajes e ninos fijos de grandes senores que se criaban en la su casa del Con
destable, e después fueron m arqueses e condes e m aestres e grandes onbre
en los reynos de Castilla. procurándolo el m ism o Condestable». cap. XVII,
68-69 ; finalmente, en el cap. CXX II se destacaba la generosidad desmotrada
con algunos de sus servidores m ás directos, entre ellos, el propio Gonzalo
Chacón a quienes repartió dinero y bienes antes de su muerte. 395-399.
43. H aciendo abstracción de los epítetos particulares, se obtiene el r
cuento de las siguientes cualidades, com o las más destacadas: capacidadpara
el buen gobierno — en lo público y en lo privado (linaje, patrimonio)— pata
dar consejo. y para el servicio de la m onarquia, interés por el «bien comûn».
d e s c r i t a s , trataban, sobre todo, de identificar la
ticas f|Slca*obje con actjtudes y gestos — agraciado en cuer-
c o n d ic io n ^ buena presencia, bien proporcionado— es-
^ ’l^ e n d o una cierta correspondencia entre el aspecto físico
v e l v a lo r m o r a l 44-
— 45 —
forma más específica aún en los tratados genealógicos, q Ue j
graron su entidad al compás del proceso de definición de |a es
tructura de linaje; para la nobleza se trataba de su propia hist0rjj
lo que significaba la necesidad de ordenar los recuerdos, y pro>
yectarlos cada vez más atrás en el tiempo. con el objetivo de
terminante de legitim ación de su imparable acumulación cfe
prestigio y poder en el más amplio sentido45.
En un nivel más profundo, y com o grupo de poder, la no
bleza en el siglo XV utilizo una cobertura ideológica que, ba
sada en el trifuncionalismo, se ampliaba y modificaba en el
sentido de vinculación con la instancia de poder regio, y u
identificación con los intereses generales del «reino». L a teo
ria de la trifuncionalidad, desde su sentido general tal como
fue elaborada en las viejas concepciones transmitidas entre los
pueblos indoeuropeos, servia para justificar un orden social
que alcanzaba su equilíbrio mediante el reparto de funciones-
en su adaptación m edieval, se convirtió en la ideologia bási
ca de legitimación de la condición privilegiada de la desempe-
nada por los bellatores, por lo que es una de las cuestiones más
presentes en la teorización sobre los aspectos nobiliarios46. No
obstante, tal concepción debía renovarse, especialmente a par
tir del momento en que se acaba con el primado de la guerra
com o instrumento capaz de sustentar la legitimación de la con
dición de privilegio noble, de m odo que los integrantes de este
grupo tuvieron que ampliar y modificar el programa ideoló-
— 46 —
de su preeminencia. En la Baja Edad Media,
g jc o j u s t i f i c a t i v o
la id e a y concepción de «defensores» se ampliaba y se modi-
fjc a b a . s i e n d o sustituida por la de «servidores», m ucho más
a m p l i a y de mayor trascendencia en sus contenidos. En su
a p lic a c ió n . la nobleza la orientaba hacia dos objetivos funda-
m e n ta le s : la vinculación directa con la monarquia, y , parale
la m e n te . la identificación con los intereses del reino.
La p r o x i m i d a d a la monarquia era básica, porque en ella
s e r e c o n o c ía , en general, una de las más importante claves de
le g itim a c ió n . tanto para la obtención del rango, com o para el
e n c u m b r a m ie n to posterior. D e acuerdo con esta interpretación
la v o lu n ta d del príncipe aparecia com o la única instancia con
c a p a c id a d para otorgar dicha condición. En nuestro âmbito de
e s t ú d io , desde la perspectiva jurídica, en el entorno regio se
o b s e rv a u n a evidente identificación con esta doctrina- por un
la d o . e l apoyo de la monarquia castellana a la doctrina bar
to lia n a se hizo expreso en la famosa Pragmática de Juan II de
1 4 2 7 , c o n v e r tid a en verdadera «ley de citas», por la que las opi
n io n e s de d.cho autor alcanzaban la categoria d e alegables 47
S in e m b a r g o , lo importante es que la monarquia asumiera este
c o n c e p to de nobleza, y. especialmente, la forma de legitimar sn
acceso a la misma mediante la voluntad regia com o elem ento
determinante, lo que. por otra parte, contribuía decididamen
te a asegurar el control regio en lo referente a las baseT de
— 47 —
constitución del orden nobiliario, y el acceso al mismo.
pues, lo que com enzaba siendo la dem ostración de mérito/
específicos, integrados todo ellos en el concepto genérico & I
«virtud», necesitaba para cuajar definitivamente en un status
nobiliario, de la «gracia regia», com o elem ento determinan
te. A la condición privilegiada de nobleza, perfectamente |e
gilimada. se accedía mediante la consideración del principe
de virtutis causa, pero se necesitaba com o requisito im p re s
cindible la voluntas regis. La dependencia de la nobleza res
pecto del rey, en su faceta de «ennoblecedor, criador, y facedor
de nobles», aparece bien definida, aunque la monarquia, p0r
su parte, no prescindia del elem ento hereditário, en cuanto qyg
toda nobleza «creada» por privilegio real, — o toda situación
de encumbramiento producida por la misma voluntad regia—.
estaba destinada a convertirse en nobleza doblemente presti
giada al transformarse en nobleza «heredada» 48.
Tal situación implicaba la em isión de flujos de doble di-
rección entre nobleza y monarquia, lo que alcanzó un signi
ficado de enorm e interés para los n obles en el proceso de
definición de su poder, en cuanto que su papel en la sociedad
política estaba supeditado a su inserción en las estructuras
creadas por la Corona; la convergencia de intereses entre esas
— 49 —
y puede ser entendido a partir de ópticas distintas y c o m p le n J
tarias, desde el punto de vista conceptual. institucional, y pr^T
tic o 50. La idea de la fidelidad queda reflejada en el calificatiVo *
del «buen vasallo», que va siendo desbancado en las fuentej
tardomedievales, por el de «servidor», cada vez más frecuente
Todo parece indicar que el servicio, en su doble dimension, con
ceptual y práctica, alcanzó una enorme importancia. No obstan
te, no siempre existia homogeneidad en la consideración del
mismo entre nobleza y monarquia; así. por ejemplo, la idea ver
tebral de «servicio», consustancial a la nobleza, tendia a ser co n
siderada por el poder regio com o un sintoma de supeditaci6n
mientras los nobles, por su parte, la asumian en el sentido de « p rj.
vilegio de función». intentando rentabilizar en todo momento el
principio del engrandecimiento ob servitia 31.
La am plisim a docum entación que recoge las m u l t i p l e s
perspectivas de dicha relación. pone de relieve constantemente
la idea del servicio nobiliario com o criterio de engrandeci
miento, y elem ento susceptible del reconocim iento de la mo
narquia mediante la práctica de la «gracia regia». El servicio
a la Corona se ponia. además, en estrecha conexiôn con el ser
vicio a D ios, y con el bien público del reino, en un triple ra-
zonam iento para situar a los miembros de la nobleza en ese
marco de sujeción 52. La figura del noble acorde con esos pre-
7 núm. 110, por el que Enrique IV y dona Juana de Portugal establecían cier-
[os acuerdos con algunos grandes nobles, argum entando que por tratarse de
algo conveniente al «serviçio de Dios, e nuestro. e a la paz de los reinos», la
monarquia decidia estrechar sus relaciones con una serie de m iem bros de la
nobleza «queremos vos resçebir e resçibim os vos por nuestros espeçiales e
leales e buenos seruidores» mientras ellos prom etían servicio y fidelidad «para
el serviçio de los reyes. y el bien público, y paçífico estado de vuestros rei
nos y senoríos».Ver en el Apêndice docum ental, un docum ento sim ilar, loca
lizado ibidem. Patronato Real. leg. 11, núm . 79.
53. Así se pone de relieve en un docum ento que recoge el pleito hom e
naje hecho por don Diego López Pacheco, a Fernando el Católico y su hija
dona Juana: Archivo General de Simancas, Patronato Real. leg. 7. núm . 79.
fechado en Alba, 18 de enero de 1509.
54. Uno de entre muchos ejemplos que podrían citarse: «Porque razona-
ble e convenible cosa es a los reys e prinçipes de fazer graçias e merçedes a los
sus súbditos e naturales, e acreçentarlos en sus onrras e estados, espeçialmente
aquellos que lealmente e con pura voluntad los syguen e aman su serviçio... Aca
tando los buenos e leales serviçios que Iohan Pacheco,mi donzel e vasallo...me
ha fecho e faze de cada d ia... entendiendo que lo fará e contynuará asy de aqui
adelante, e en alguna emienda e remuneraçión de los dichos serviçios, e porque
sea enxenplo a otros...»: el documento se encuentra en el nuevo Archivo Gene-
— 51 —
El servicio se convirtiô en una de las claves más signjfj^
tivas de la relación nobleza-monarquia a lo largo del sigl0
y en el desarrollo del com plejo juego político en los inicios
la Monarquia Hispânica, con sus debates y luchas, el «servicW
prestado al rey se complementaba con el «seguimiento» <je J
causa. Así, la formula que se consagrô para indicar la adhesiôn
a la Corona, y la fidelidad al rey com o poder actuante era la(j
«servir y seguir», una expresiôn que aunaba las dos dirnensio.
nés. la estructural. y la correspondiente a la coyuntura55, u
b a se d e l e g i t i m a c i ó n : la situación privilegiada de la n o b le za T
re s e rv a b a e l d e r e c h o a l d e s e m p e n o d e | a s m á s a l t a s m a X r á
admimstracion, el gobierno, y e | eiérci.n , ,
lura s e n la
resultaba. en este sentido, determinante ’/ i 1 / ° '
lun tad r e g ia
* alribuirlas funciones. A p .n o * 01ras co„s id era ciô n «
b re e l p a p e l q u e p o d .a n s e g u ir d e s e m p e n a n d o lo s n n h i»
c o n c re to la alta nobleza, en un sistem a de eobiern y
ción hacia la tecnificación » hay que alender
y ^ue ° b ,eahora
r™ e "aevolu-
Ia di-
— 53 —
m ensión del cargo com o concesión regia, y, en este sen tie
los nombramientos hacen alusión a los méritos persona|e s°’
a la décision de premiar serviçios prestados 58. Los reyes ^
tendieron el ejercicio de las funciones com o un elemento mj.
— 54-
d e p r o x im id a d supeditada de la nobleza. cu yos miem bros en
su d i m e n s i o n d e «oficiales regios» eran considerados por la
m o n a r q u ia com o un grupo bajo su estricta. directa, y personai
d e p e n d e ncia . Por otra parte, es evidente que los monarcas
p r e m ia b a n valores nobiiiarios muy diversos, com o el «buen es-
f u e r z o et anymosidad. e buen seso , e entendim iento e ab
to r id a d » , pero resulta indudable que era su actitud de servicio
y e n c o n c r e to , los servicios militares, los aspectos que se encon
i'raban entre los más y mejor reconocidos para la recompensa 60
L a monarquia demostraba. respecto de los linajes nobles
u n r e c o n o c i m i e n t o especial, que no dudaba en calificar d
«respeto, consideraçiôn . , e acatamiento»,
. y* Hul-'
a Ue junio . ac-6
i,mt„ a las
mudes concretas de lealtad y colaboración, ponian en marcha
cl mecanismo de «magnífica - e n el sentido de m asnificen
c i a - remuneraçiôn». que llevaba al poder regio a «fa7er bien
c merçed», pero ademas a «onrrar, decorar, e sublimar» a altn,
nos individu», incrementando el poder de los individuos v l
las dinastias61. En las claves de acercamiento de la nobleza
parte del poder re^io. que podian contribuir a su legitim ac^n
como grupo pnv.leg,ado. la documentación alude al am o v
confianza depos.tado en los individuos de la alta n o b le z T L i
— 55 —
com o al parentesco, real o fictício utilizado com o signo de h- ;
tinción. pero sobre todo. de cercania al poder regio52. D eg^ J
modo. se potenciaba Ia imagen de los nobles com o «pares
rey», bajo una paternalista protección de la monarquia. TodH
estos aspectos, directam ente relacionados con Ia privan^
hacían de ésta un factor dei m áximo relieve para Ia leg iti^
ción dei engrandecimiento nobiliario, no ya sólo material, sjgj
también social.
Los miembros de las clases sociales dominantes que se eij.
contraban en el entorno regio eran quienes directamente se nu-
trían dei agua que manaba de la fuente de la «gracia» real
prerrogativa que, si por un lado subrayaba la preeminencia re
gia, por otro lado. satisfacía Ias necesidades directas de sus alie-
gados, quienes después podían trasvasarla a sus dependientej-
algunas de las figuras más próximas a los soberanos se convir'
tieron en paradigma de esa nobleza sostenida por la gracia regia
com o don Álvaro de Luna, don M iguel Lucas de Iranzo, don
Beltrán de la Cueva, y don Juan Pacheco, que destacan entre los
ejemplos más y mejor definidos de la «sublimación» nobiliaria®
62. Especialm ente en el últim o tercio dei siglo XV, los reyes se dirigían
a ios m iem bros de Ia alta nobleza dispensãndoles el trato de parientes, -tio.
sobrino, prim o- aunque no existiesen en realidad vínculos familiares, como
un signo m ás de los honores, preem inencias y prerrogativas que otorgarona
los «grandes» dei reino: ver. por ejem plo, en el Apêndice documental una re
ferencia a «Don Johan de Guzm án, mi tio», por parte de Enrique IV. en un
docum ento de 1456, junio 21.
63. La imagen dei rey com o fuente de la que m anaba una gracia vivi-
ficante se consagro de form a definitiva ya en época m oderna. Precisamente
en la historiografia m odernista actual ha experim entado un importante reco-
nocim iento: consideraciones al respecto, en José M artínez Millán (edit.),Ins-
tituciones y élites de p o d e r en la M onarquia hispana durante el siglo XVI.
M adrid, 1992. m ás concretam ente el artículo de M artinez Millán. Y Carlos
Javier de Carlos Morales, «La adm inistración de la G racia real: los miembros
de la C âm ara de Castilla». 25-45. En el âm bito de la historia institucionalha
encontrado acogida. igualm ente, dicha figura, y uno de los autores que se han
ocupado de Ia cuestión es Salustiano De Dios: Gracia, m e iv e d y patmnazgo
real. La C am arade Castilla. 1474-1530. M adrid, 1993.
— 56 —
D esde el punto de vista formal, la actitud de la alta
z a r e s p e c t o de la monarquia, en quien encontraba una v w
d e r a f u e n t e de legitim ación, oscilaba entre situarin™
d iv e rs a s . Por un lado, era habitual el acatam iento y ^ ° 1Uy
p u e s to s de relieve en fórmulas pertinentes, y
,os64: por o t r o . se observa también la existencia d ■ ^ ^
d e r e c i p r o c i d a d en esas relaciones, en las que *" ^ grado
a c u e r d o s , cada una de las dos partes se c o m p r o m e t e i ?
— 57 —
mente con Ia otra65. Sin embargo, tampoco faltan testimon'
de actitudes nobiliaria rayanas en Ia insolência, que, natura|
mente, es preciso contemplar en el marco de Ia evolución c
ereta de Ias relaciones nobleza-m onarquía 66. Por últim '
merece Ia pena senalar una actitud de m ím esis, de emulaci^
de Ia monarquia, que constituía para los grandes nobles, m»
estrategia de legitimación muy utilizada, y que afectaba a loj
más diversas facetas de su vida — ornato, presencia física r®.
laciones clientelares, imitación de determinados gestos, coqgl
el de armar caballeros, e t c .67. Esto resulta especialmente
J
Ias bases mismas del absolutism e regio, a
ta c a b a
bleza no a por via nombramientos, privilégios y
cUya som ^ cu ya autoridad recibia. adem ás. Ia garantia
mercede-s- > • • icjacj de su condición privilegiada en la
necesaria de leg
— 61 —
nos que justificaban dichos contratos '3. En algunas o c a s jJ
gustaban de definirse com o «miembros del cuerpo m istjjB
la cosa pública destos R eynos de Castilla e de León * 9
prinçipales como demuestra la esperiencia de nuestros Ù T B
estados e casas e faciendas e naturaleza»74. I g u a l m e n t e * ï
senta interés el hecho de que, incluso aspectos de l a vida « S
vada de la nobleza. que correspondían a intereses p a r t i c u l
— aunque alcanzaban una dim ension que iba más a l l á fe*"
pura esfera intima, porque podían tener tenía importantes6
percusiones externas— . eran presentados a la sociedad cJÜÍ
un gesto de defensa de los intereses públicos y generales^S
sucede, incluso, con las fundaciones de mayorazgos, e n j l
que. en ocasiones, se establecía una estrecha relación entre^
engrandecimiento del linaje y el interés general del r e i n o 75
73. Ver los diversos docum entos de este tipo incluidos en el Apêndi^
docum ental.
74. C onfederación entre don Juan de Guzm án. duque dc MedinaK.
donia, y don Juan Ponce de León, conde de Arcos. en Sevilla, el 26 de junin
de 1450. Archivo Histórico Nacional. Nobleza. Osuna, leg. 1635. núm 37
transcrito en la obra de Isabel Pastor Bodmer. Grandeza y tragédia de un va
lido. La m uerte de Don Álvaro de L una . M adrid. 1992. II. 270-272. I
75. En una escritura de institución de un mayorazgo. fechada el 15
marzo de 1508, don Martin Alonso de M ontemayor. decia lo siguiente: «Aca
tando los m uchos provechos que vienen a la República de los mayoradgos,
por los quales non solam ente dura e perm anesce la mem oria de los buenos,
m as aùn de los que del los deçienden, e procuran más la virtud, e entienden
más en las cosas de la honra por paresçer aquellos onde vienen, porque non
perescan sus linajes en ellos; otrosy, porque por los mayoradgos se confor-
man e abm entan más los linajes, e la virtud e honor paresce más en los que
más tienen, e aprovechan más, e porque con los bienes de fortuna mejorse
adquieren las virtudes e honras, e aùn ay taies délias que syn riquezas no se
pueden ganar nin adquirir, e aún porque con los taies bienes pueden mássenir
a Dios. e al rey, e aprovechar la República donde biben, e acatando todo lo
suso dicho, prim eram ente el serviçio de Dios nuestro se nor...»: Archivo His
tórico Nacional, Nobleza, Frias. leg. 1.334, núm. 18. Textos comoéstepre-
sentan también interés en lo relativo a la estrategia dinástica de la alta nobleza.
los intereses patrim oniales, etc. pero en este caso se ha querido resaltar il
valor del exordio justificativo en el sentido apuntado.
— 62 —
m
C O M O EXPRESIÓN Y REPRESENTACIÓN
I . propaganua
dELPODER MOBILIÁRIO
Mediante argumentos y estrategias de legitimación. en los
• nes de Ia Monarquia Hispânica se disenó un m odelo no-
°Tario. cuyos contenidos básicos — poder, preeminencia. pri-
- io -, dígnidad. honra— , fundamentados en una sim biosis
dé privilegio y sangre, debían ser objeto de un adecuado sis
tema de difusión en Ia sociedad. Este segundo plano, el de Ia
Dropaganda. se relaciona intimamente con Ia legitim ación. de
forma que Ias estrategias legitimadoras actuaron com o recur
sos propagandísticos mientras que los sím bolos, recursos y
aaentes utilizados para Ia propaganda nobiliaria, servian ade-
más para legitimaria.
La esencia básica de Ia acción propagandística nobiliaria
era Ia difusión de un mensaje — ética caballeresca. valor he
róico, elegancia cortesana. liderazgo social, capacidad ge-
nésica. poder en general con utilización de lenguajes o formas
de comunicación diversas — oral, escrita, gestual, m ixta__
mediante tácticas de persuasion, o coerción incluso; pero ade-
más existia otro nivel más directo e inmediato de transmisión
del discurso nobiliario, tendente a Ia publicitación, que hacía
de los propios nobles, unos em isores directos, y de la vida
nobiliaria, en su conjunto, un eficaz recurso publicitador de los
valores y poderes propios de su status; entre los sistemas de
difusión del mensaje cabe diferenciar, por un lado, los explíci
tos y circunstanciales. más relacionados con Ia acción propagan-
distica programada, y por otro, los im plícitos y continuados,
derivados de Ia publicitación o exhibición más espontânea 76. Es
— 63 —
preciso tomar en consideración el valor comunicativo de i j
escritos, los discursos, las cerem onias, etc., pero resulta tan,S
bién conveniente realizar un tratamiento de Ia Propagan(jJ
nobiliaria en su vertiente más intrínseca, partiendo de una íh
básica: las reglas que regian la vida noble, hacían que ésta
resumiera en un continuado esfuerzo de proyecciôn de su co!j
dición, o, lo que es lo m ism o. de su poder. En sus aspei<9
esenciales. Ia nobleza debía fundamentar su situación den^.
em inencia sobre una base de notoriedad. en definitiva rW
. , ’ os*
tentación. Sus lugares habituales de accion y presencia
batalla, Ia corte, el senorío, el castillo, e incluso la c i u d a d - ,
se convirtieron en escenarios naturales de représentation d e sy
poder, y todos los detalles de su actuación pueden ser vistos
a la luz de la perspectiva publicitadora y propagandística- |a
exhibición del poder nobiliario, su «visibilidad», era requisi
to indispensable para su propia existencia.
La amplia disponibilidad de fuentes, de sentido diverso
polifuncional, y complementario, enriquece el c o n o c i m i e n t ò
de un tema com o éste, que debe bascular entre la perspectiva
social y la antropológico-cultural '7. La densidad del contenido
— 65 —
terno, y de símbolos de reconocimiento externo78.
por las formulas de tratamiento, convertidas en eficaz 1
mento de propaganda de la posición de superioridad, a| ( 2 1
que sancionaban la jerarquización nobiliaria interna r e f ^ |
en las expresiones correspondientes19. Los complejos sisfeÜS
— 67 —
por la perpetuación de la línea de la sangre — con el patrojJ J
y la selecciôn de dos o très nombres de pila, continu
ternativamente en cada generacion— . hacia recaer el pe a''
buena manera. sobre un elem ento de clara orientación" en
pagandistica. com o era el cognom en. en referencia a un
zana. un lugar de senorío, o cualquier otra circunstan
honra o éxito. constituyendo asi uno de los primeros e l e ' ^
tos definidores y propagandisticos de personas y linajes8»
parecido podria decirse acerca del «solar», que se relacio
intimamente con los aspectos de publicitación. form andoiS
te de la formula de reconocimiento de la hidalguia «de
conocido»— ; o de las armas de linaje, que creaban dignidad
eran al mismo tiempo, signos de identificación y de o s te n ta d la
asi com o los estandartes, banderas y pendones, o los selios
lízados sólo por quienes habían alcanzado una elevada dignidad;
también de las villas y fortalezas, asi com o las capillas y cj.
terramientos, distintivos de poder personal y familiar; y, en(je
finitiva. de otros elem entos que tenian su propio sentido de
han e gozan e son guardadas a los otros condes de mis regnos. E seades recivido
a todos los actos e cosas a que ellos son e deven ser recividos»: A rchivo His
tórico Nacional, Nobleza, Frias. leg. 237, núm. 28, transcrito por Franco Sil
va, E l condado de Fuensalida en la Baja E dad Media. Cádiz, 1994,164-165
Sobre la acumulación de títulos en algunos linajes, ver Apéndice documentai
donación por Enrique IV del título de marqués de Cádiz a don Juan Ponce de
León, conde de Arcos, en enero de 1471.
80. La im portancia de estos aspectos fue destacada, hace tiem po. p
Jacques Heers, que lo definia com o uno de los más importantes sím bolos, con
contenidos totém icos, y sentido casi m ágico: E t clan fa m ilia r en la Edad
Media. Barcelona, 1978. 120; y por Karl Ferdinand Werner. «Liens d e parenté
et nom s de personne. Un problèm e historique et méthodologique», en Famille
et parenté dans l'O ccident M édiéval. Rom a, 1977, 25-34. Entre las primeras
aportaciones a la cuestión, referentes al âm bito casteilano, están la obra de
Gerbet, La Noblesse dans le Royaum e de C a stille ..., Q uintanilla R aso, «Es-
tructuras sociales y fam iliares... Sobre los nom bres de pila, ver B eceiro Pita.
«M odas estéticas y relaciones exteriores: la difusión de los mitos arturicosen
la Corona de Castilla (s. X lII-com ienzos del XVI)», En la Espana Medieval,
16 (1993). 135-167.
p r e e m in c n c ia y exclusividad - v e s t i d o s c o s t a s ■
adornos diversos, etc. 8I. )so s- r'qu ezas,
— 69 —
■
— 70 —
• es n in o s , ancianos, y celibes podian orientarse,
ies d e muje ^ ’privacidad, en el senlido de la proyecciôn del
m âs a lla r . C)S u t j |iz a d o s para compromisos políticos, ancianos
linaje 1 so)teros encargados del adiestramiento de los miem-
y Parien,la fam»,ia- muJeres encaminadas a estrechar. mediante
bros de a reiaciones ventajosas con otros linajes, o como
Cl m a l^ c as titu la r e s d e mayorazgos. a menudo eficaces. en au-
s p o r a d e varou. etc
esencia « 84. El celibato eclesiástico, independiente-
—' ^T coslituidos en ellos porque las casas de los hijosdalgo siem pre
enteras e en su eslado siem pre conservadas, e su linage e generaçiôn
<*>e^ t a d o e puedan los reyes ser m ejor servidos dellos e de aquellos que
*n venieren. e los nombres de los hijosdalgo e su generaçiôn no se pier-
vista la vuestra suplicaçión, e acatando los buenos e leales serviçios
los del vuestro linage fizieron a los reyes de gloriosa mem oria. mis pro-
^ tores, e a m i...entendiendo que cum ple asy a mi serviçio de mi poderio
féal absoluto, de mi propio motu et çierta çiençia e saviduria. vos doy la di-
cha liçençia...», fundación del m ayorazgo de Siruela. el 18 de octubre de
1439 Archivo Histórico Nacional. Nobleza, Frias. leg. 1.334, nùm . 17. La
vinculación de los mayorazgos a la autoridad regia alcanzaba un sentido tras-
cendente en la planificaciôn nobiliaria. y se pone de relieve, adem ás. en las
so lic itu d e s d e confirmación: «...suplico e pido por m erçed al dicho senor Rey
don Enrique, mi senor, que confirme e aprueve este dicho m ayoradgo, e in-
terponga a él su decreto e abtoridad real para que vala e sea firme e estable
para siempre jamás en todo e por todo. e supla qualesquier defectos. sy al
gunos ay. i alçando e curando, de su propio m otuo (sic) e çierta çiençia e po
derio real absoluto, qualesquier obstáculos e inpedimentos, e otras qualesquier
cosas. asi de fecho commo de derecho. de qualquier natura. vigor e efecto,
calidad e misterio(sic), que lo enbargue o enbargar pueda en qualquier ma-
nera...», Sevilla. 18 de agosto de 1455, solicitud hecha a E nrique IV por don
Juan Pacheco, Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Frias, leg. 662, núm . 5.
84. La historiografia nobiliaria castellana hace tiempo sc viene ocupando
lie algunos de los miembros que junto al «pariente mayor». cumplian el requisi
to de mantener. y difundir una imagen de la fama del linaje noble. Los trabajos
se refieren. especialmente, a la situación de la mujer, y entre los títulos pueden
mcncionarse los siguientes: Beceiro Pita, «La m ujer noble en la Baja Edad Me
dia castellana». La condición de la m ujer en la E dad Media, Madrid, 1986, 289-
313: Quintanilla Raso, «Capacidad de gestion y proyecciôn social de la mujer
noble en la Castilla bajomedieval». E! trabajo de las mujeres en la E dad Media
mente de! análisis de las voluntades individuales, s a b e tn 0s J
respondia a los intereses de los propios linajes, necesitad ^
determinados momentos de una proyección en el senod 3
instituciones eclesiásticas, de mayor interés, com o obisp^ujj
o entidades monásticas, femeninas y masculinas; la d i m e n
propagandistica de la espiritualidad encontraba aqui Un ^
sus vertientes más importantes 85. La política matrimonial?!
la cúspide nobiliaria, con sus elevados indices de nupciaij^
propios del tardo medievo, era. en si misma demostrativa^
una tendencia a la expresiôn de poder; un enlace m a tr im o n ia l
que, por lo comûn se resolvia bajo la premisa de intentar man.
tener o superar el nivel propio linaje en la eiección de cônynS
era un acto de poder que implicaba trabazón de las relacionj,
nobiliarias, reafirmación de vínculos políticos, aumento patrimo-
niai, e t c .86; y lo mismo sucedia con los altos niveles d e nata
11.390-396.
87. La elevada fertilidad de la nobleza castellana bajomedieval parece
asociada. sobre todo. a una actitud de confianza, optim ismo, y deseo de pro
yecciôn social, una vez superados, eso si, los riesgos de disolución patrimonial,
mediante el m ayorazgo: Quintanilla Raso, «Estructuras sociales y ..., ob. cit.
88. Un curioso documento del Apéndice documenlal pone de relieve la
creciente importancia, entre las propiedades y objetos nobiliarios, del libro, que
se convierte en objeto de transacción, o, en este caso concreto, de préstamo,
aunque aqui la situación es un tanto particular, pues se trata de una solicitud
tramitada por la m onarquia, en 1503. que el destinatario acataba. pero se ne-
gaba acumplir, argum entando que habia sido su padre, don Per Afán de Ribe-
ra. el propietario del libro en cuestión, sobre el que él mismo no habia mostrado
interés. El tema de las bibliotecas nobiliarias del tardo medievo despertô el in
terés de los historiadores, sobre todo a partir de los aiios ochenta. He aqui al
gunos títulos al resp ecto : Quintanilla Raso, «L a biblioteca del m arqués de
Priego (1518)», En la Espana M edieval I. (1981), 347-382; Ladero Q uesada y
Quintanilla Raso. «Bibliotecas de la alta nobleza castellana en el siglo XV»,
— 73 —
cuestión se relaciona de forma muy directa con la práetK^B
un m ecenazgo cultural y artístico, bien acreditado, de| ^ ^ 1
derivaba un incremento del carisma nobiliario, difundido^6^
vés de escritores, artistas, etc.situados bajo su protecció ^
gún se ha visto en el apartado de legitimación. antes tra ta ^ S
La espiritualidad constituía también un marco de r e ftw i
cia para la exaltación y propaganda de los valores y
nobiliarios. En el siglo XV se asiste a una evolución e n t
relaciones de la nobleza, que, para adecuarse con la tó •**
general, sintonizaba especialmente con las ordenes mendicam
— franciscanos, y dominicos— . y con las encargadas del rr.-
de cautivos90. El derecho de patronato eclesiástico por parte^
— 74 —
la alta nobleza. era considerado com o un funda-
miembros de a ^ prestigi0 indudable; se traducía en un con-
mentodepo C^nsabi|jdades. pero también de honores, que
junto de resp^ ^ ^ nob|eza un seguro de vida eterna, a la vez
proporciona ^ ^ jntervención en las estructuras eclesiás-
que esta Lapc^ndjcj5n de patronos, les proporcionaba un enor-
ticas. e n S U .Q
|es ofrecia la posibilidad de situar en dicha
me Prestl^10’a mjem 5ros de la familia. o clientes, convertidos
inSUtUC?entes propagandísticos. capaces de difundir ideas de
aSi en ag ^ ^ casa noble. y de lealtad hacia sus integran-
eX39Í3A caballo entre la dimension espiritual y el piano social
tes •
— 75 —
se sitúan las cofradias nobiliarias, de responsabilidad di J
o exclusiva, com o en el caso de las caballerescas, que
de las actividades litúrgicas, y Ias típicas solidaridades se
vertian en reducto de identificación de la caballeria noble
órgano de proyección de los valores correspondientes 92 v ' e"
a otras prácticas de espiritualidad. com o las percgrinacionÍ«l
grandes posibilidades a estos efectos, la actividad asiste * I
traducida en limosnas. y fundación o dotación de h o sp ita l^ ? ■
utilizada com o eficaz recurso propagandístico93.
don Pedro Fernândez de Velaseo, cam arero m ayor del rey, el 14 de agosto de
1455- En cuanto a la propaganda en función de la práctica de la caridad, un
testimonio muy elocuente, del testamento del primer duque del Infantado. don
Diego Hurtado de Mendoza, donde se dice: «quiero e es my voluntad que los
dichos mis executores e albaçeas gasten de la renta de los dichos tresientos
e sesenta myll mrs. por un ano. en sacar captivos christianos de tierra de moros
commo susodicho es, los quales es my voluntad que sean traidos aqui a la
çibdad de Guadalajara e ende sean espedidas e colgadas las cam isas que
traxieren sobre las sepulturas de los senores m is progenitores e m ia», docu
mento transcrito por Layna Serrano, ob. cit. II. 466-473, concretam ente 472.
94. Acerca de la teoria y la práctica de la funcionalidad de la Casa han
tratado, sobre todo, los m odernistas, a partir de las prem isas establecidas por
Otto Brunner, «La ‘Casa Grande' y la ‘O econom ia' de la Vieja Europa», Nue-
vos caminos de la historia social y constitucional, Buenos Aires, 1976. En
relación c o n el caso hispano, la obra de Juan Ignacio Atienza Hemândez. Aris-
incracia. poder y riqueza en la Espana M oderna. La Casa de Osuna, siglos
XV-XIX, Madrid. 1987. donde. además. incluye esquem as del organigram a.
— 77 —
p e c i a l a t e n c i ó n , c o m o l a s r e l a c i o n e s v a s a l l á t i c a s y C]je
e n m u c h o s c a s o s b a s a d a s e n la « c o n v i v i a l i d a d » , d e s
s i c o y d e a l c a n c e p o l í t i c o 95.
L a d i m e n s i o n s o c i o p o l í t i c a c o n s t i t u í a u n a fu e n t e o
d e r e c u r s o s y a r g u m e n t o s d e p u b l i c i t a c i ó n y p r o p a g arl(j ^ H
lo s m i e m b r o s d e la n o b l e z a , q u e h a c í a n d e e l lo una d e ^ 1
tien te s m á s cu ltiv a d as. L a c u e stió n p u e d e a b o rd a rse a n
d o s p la n o s : el d e la r e l a c ió n d ir e c ta c o n la m o n a r q u ia * -'
Ia s o c ia b ilid a d in te rn o b ilia ria .
E n el p r im e r o d e e llo s , el p u n to d e p a r tid a arran
te m a y a p la n tead o , del tra sc e n d e n te p ap el desem p en ad o
C o r o n a c o m o a g e n t e d e l e g i t i m a c i ó n p a r a Ia n o b le z a
n i v e l p a r t i c u l a r , y e n e l g e n e r a l , d e e s t a m e n t o o g r u p o socjjf
C a b e a n a d i r a h o r a . q u e l a n o b l e z a , q u e p o d i a c o n v e r t i r en
c u r s o p r o p a g a n d í s t i c o s u p r o x i m i d a d a la r e a l e z a , m á x im e
e l c a s o d e l a p r i v a n z a . I o g r ó a r r a n c a r d e l o s m o n a r c a s sign^
— 79 —
m o , p r o p o r c i o n a b a a Ia a l t a n o b l e z a Ia p o s i b i l i d a d d e p o n e r J
p rá c tic a el s is te m a d e « b ro k e ra g e » o p a tro n a to , p ara des
h a c i a s u s s a t é l i t e s l o s c o n t e n i d o s d e l f a v o r r e a l 97 . idr
U n a s i t u a c i ó n p a r t i c u l a r r e p r e s e n t a la d i m e n s i o n estrj
m e n t e m i l i t a r , q u e d e r i v a b a d e f o r m a n a t u r a l e n u n a a l t a re '
— 80 —
. p r o p a g a n d ís tic a d e I a a c c i ó n b é l i c a n o b i l i a r i a . y q u e .
ta b . H d 3 P* t a r d o m e d i e v a l , e n c o n t r o u n â m b i t o d e p r o y e c c i ô n
e" ^ m e n s o y p e r f i l a d o e n l a s c o m a r c a s f r o n t e r i z a s . y . e n e s -
m U 'V ! n Ia F r o n t e r a d e G r a n a d a , v e r d a d e r o e s c e n a r i o d e p r o -
P ^ ' k i n v e n g r a n d e c i m ie n t o n o b i l i a r i o s 9 8 .
m 0Cg ° e | p ia n o d e l a s r e l a c i o n e s i n t e r n o b i l i a r i a s . e s p r e c i s o
e n c u e n ta I a e f i c a c i a p r o p a g a n d í s t i c a d e l o s n u m e r o s o s
^ e r d o s . a m is ta d e s . a l i a n z a s , e t c . q u e p r o l i f e r a r o n e n e l s i g l o
v V e n e s p e c ia l e n I a C o r o n a d e C a s t i l l a , c o n s t i t u y e n d o e l a r -
a zó n d e l a s i n t e n s a s y f r e c u e n t e s l u c h a s p o l í t i c a s " , E l t i p o
— 81 —
d o c u m e n t a l m á s e x p l í c i t o y a b u n d a n t e lo c o n s t i t u y e n la j
t a s d e c o n f e d e r a c i ó n , e n t r e c u y o s m u l t i p l e s e n f o q u e s c- k Car'
n a l a r a q u i la p e r s p e c t i v a d e la a m i s t a d y la e n e m is ta d ^
v alo res p ro p ia m e n te n o b iiiario s, c o m o recu rso s m uy u t ï î 3 i
d o s p o r I a n o b l e z a e n s u d i m e n s i o n s o c i o p o l í t i c a 10° . L o s
d o s a d o p ta b a n un se n tid o d e so le m n id a d , y se p r a c t ic a b ^ J J
a c u e r d o c o n el e s p e c ífic o c ó d ig o d e c o n d u c ta n o b le , «p| •
h o m e n a j e » , a d e m á s d e l j u r a m e n t o r e l i g i o s o , f i r m a y spii
l o s p r o t a g o n i s t a s , y I a r e f e r e n c i a a l a h a b i t u a l a m e n a z a de
y d e s a f i o , a d e m á s d e d e m a n d a y m a l d i c i ó n , e n c a s o d e inc!***
p l i m i e n t o 101. A v e c e s l a r e a l e z a f i g u r a b a d i r e c t a m e n t e - Z ~ ! l
l a p a r t i c i p a c i ô n e x p l í c i t a d e l m o n a r c a e n u n a d e e s a s l i g a s 0**
m o m e n to s d e lu c h a s p o lític a s — . o in d ire c ta m e n te , com ounn
d e l o s i n t e g r a n t e s d e l a p a r t a d o d e e x c e p c i o n a l i d a d q u e en
i r a n a b a la e n e m i s t a d p r o f u n d a d e d i c h o s a c u e r d o s . D el ap
p o r l a d i f u s i ó n d e d i c h o s c o m p r o m i s o s d a i d e a l a c l á u s u l a ha
b i t u a l d e h a c e r l o s m a n i f i e s t o s a t o d o s l o s q u e l a escritura
« v i e r e n » . e i n c l u s o « o y e r e n » 102. E n c u a l q u i e r c a s o , q u e d a cia.
100. El análisis sem iótico de los docum entos, en el que ahora no po
dem os entrar por falta de espacio. presenta particular interés. Términos como
«am istança e unidad» se contraponen a los de «çizanna e hodio» parasigni-
ficar las posiciones de los confederados, y los excluidos, que automaticamente «
quedaban en situación de profunda enem istad. Ver varios documentos del
Apêndice documental sobre esta temática. Otra aproximación a estos aspec
tos. en el artículo de Ana Belén Sánchez Prieto, «Un tipo documental funda
m entalm ente nobiliario: Ia confederación. A spectos jurídico-diplomáticos
(siglos XV-XVI)», Cuadernos de E stúdios M edievales y Ciências y Técnicas
H istoriográficas, 20 (1995), 47-63.
1 0 1 . Un enfoque de los pactos nobiiiarios desde Ia perspectiva caballe-
resca, rayando en el tratam iento literário, en el artículo de Nelly Porro, «^De-
cad en cia o cam bio en la caballeria? Un pacto esclarecedor en la Castilla
bajom edieval», en Miguel M artinez Lôpez (edit.). Literature, culture and
S ociety o f the M iddle Ages. Studies in honour o f Ferrán Valls Taberner, IX.
Barcelona, 1989. 2.741-2.759. donde la autora se identifica con la conocida
tesis del «desgaste del idéal caballeresco» de Huizinga.
102. Prácticamentc todos los fondos archivísticos referidos a la alta no
bleza castellana cuentan con num erosas y expresivas cartas de confederación.
— 82 —
el hecho en si de las estrechas relacion es interno-
r0 .qUese y su p r o y e c c i ó n
concreta a partir de la formula de las
bil,arH
a!'aciones, resultaban un instrumento clarisim o de pro-
°da v. a ,a vez' de contraProPaSanda- cn cuanto que es-
Pagan lanteadas sobre la premisa de la enem istad frente a
Iilbar\< noestuvieran incluidos. com o protagonistas, o com o
q u ic n ^
excepiiiados.
— 83 —
conveniente tener en cucnta la multitud de datos y riqUe2a J
detalles proporcionados por otras fuentes, com o las narratjv
La topografia, el escenario de proyecciôn del mensaje, |0s ^
tagonistas, com o em isores del m ismo, y el público, como
mento receptor, eran determinantes en todas esas cereinon'
en las que destacan las palabras, objetos o símbolos utiliZa(j ^
Ia gestualidad, y todo el desarrollo cronológico, y lógicodeuS
actos, para comprender el alcance de Ia em isión del menc •
pertinente .
La fiesta, elem ento decisivo para el conocimiento dp,
sociedad, encerraba en sí misma, algunos contenidos qug^
adecuaban perfectamente a las pautas nobiliarias, como Iqj
gastos — la comensalidad, el recurso a la música, danza tea-
tro y otros ingredientes— . Ia sociabilidad — participación de
indivíduos de distinto rango, unión de elem entos b u rg u e se s y
aristocráticos-— y, naturalmente, la ostentación 104. Poreso es
fácil comprender la intensa identificación de la nobleza con la
actividad lúdica y festiva en las cortes, ciudades y p u e b lo s ; los
integrantes del grupo noble encontraron amplias p o sib ilid a-
des para proyectar su capacidad de control sobre las mani-
— 85 —
torneos. pasos de armas, «bofordos». tirar a tablados
juegos de canas, e t c .107. 1,1
A semejanza de la monarquia, aunque sin la m ism ' J
sidad y nivel, los integrantes del grupo noble en el si |lnt6lH
hicieron alarde de ritualidad en torno a los acontecim u^B
clave de su vida, nacim ientos. núpcias, muertes. y d e s ' T i l
ron un uso cérémonial, subrayado mediante actos e s p e c j f ’
— bautizos, bodas, funerales— encaminados a Ia publicit
y propaganda 108. Los dos actos de la vida nobiliaria
mas va-
lorados a estos efectos eran los casamientos y los
ent'erros.
Los primeros se convertian en hechos de enorme trascem jJ
cia, según se ha seiialado, y. por ello. se dejaba con stan cia,t
los mismos mediante la celebraciôn de los «desposorios» y |
«velaciones», con fiestas públicas, que traspasaban el plano3
rídico-institucional. y el âmbito de Ia ritualidad religiosa
proyectaban hacia el exterior, especialm ente en las ciudades
esplêndido escenario de proyecciôn, no sólo de Ia nobleza
media, sino de la alta nobleza 109. Del contenido de estos ritos
— 86 —
longados a lo largo de vários dias. se pone de re-
y festejo®' P ()rcjonaban recursos suficientes para una múlti-
lieve que pr( ^ poder, de linaje. de sociab ilid ad . y de
p!e Pr°P a g , es de destacar que, entre otros actos. se desa-
religi°sl corrjdas de toros, que, aunque se aplicaran a fies-
rrollaban estaban dotadas de un esp ecífico sim bolism o
tas £*iver c’on ia capacidad genésica del contrayente, deriva-
relaciona derramada por el animal u0. El incremento del
da dela sangre aen a f
— 87 —
linaje con un nuevo miembro era objeto de las natura|e
monias religiosas, y, además, se celebraba con fiestas d o ^
de mayor o menor espectacularidad111.
La muerte en la sociedad tardomedieval es un tema J
tema de grandes contenidos, y de m ultiples posibilidad^ U"
su planteamiento " 2. En el caso de las élites, y c o n c r e t a ^ n
te. del grupo noble, se convirtiô en una de las plataformasfcS
adecuadas para la expresión propagandística de poderes
lores U3. Para su tratamiento. el historiador cuenta con fuem '
multiples y polifuncionales. que, en su mayoría, se caractaj^B
por su alto grado de expresividad. Entre ellas destaca la impo"
tancia del testamento, docum ento representativo de la ij^
rrima voluntad de su otorgante, cuyo valor ha sido destacai
por todos los historiadores especializados en el tratamiento <fe
la nobleza; todo su contenido, desde las mandas religiosas
la caridad publicitada. hasta Ia elección y critérios de conféc
111. Una muestra, de nuevo en los Hechos del Condestable Iranzo. ob cit
cap. XXIV, 257 y ss. en relación con el nacimiento de la primera hija de don M i
guel Lucas, celebrado con el bautizo, y los correspondientes «regocijos p ú b lic o s *
112. No es éste el momento propicio para adentrarse con profundidad en
un tema que. por su densidad y trascendencia, requieren un tratamiento especi
fico. pormenorizado y extenso. Desde los aspectos materiales, y sociales, hasta
las facetas mentales, o las inquiétudes espirituales y religiosas, todo ello subyacía
en Ia forma en que el individuo afrontaba su muerte. Del interés mostrado poria
historiografia europea en la década de los ochenta — Philippe ARIÉS. La muer
te en Occidente, Barcelona. 1982. idem. E l hombre ante la muerte. M adrid, 1983-
se ha pasado al amplio tratamiento historiográfico en nuestro âmbito. H e aqui
algunas muestras, centradas en la época y âmbito de este estúdio: Susana Royer
de Cardinal. M oriren Espana (Castilla Baja E dad Media), Buenos Aires, 1992:
M.- del Carmen Carié, Una sociedad del siglo X V Los castellanos en sus testa
mentos. Buenos Aires, 1993; Fernando Martínez Gil, La muerte vivida. Muerte
y sociedad en Castilla durante la Baja Edad M edia, Toledo, 1996; M itre Fer-
nández, «La muerte del rey: la historiografia hispânica (1200-1348) y la mueite
entre las élites». En la Espana M edieval 11 (1988), 167-183.
113. A lgunos trabajos sobre el tem a: Clara Isabel López Benito, «La
nobleza salm antina ante la vida y la m uerte (1476-1535), Salamanca. 1991;
y M argarita C abrera Sánchez, «El sentido de Ia m uerte en Ia nobleza cordo-
besa durante la segunda mitad del siglo XV», M eridies I (1994). 63-83.
Itura, el recuento dc bienes patrim oniales a
ción de la ,^ Pmenciònes de los integrantes del linaje, y de los
transmit'1'1 a rezuma sentido y función de la propa-
ir -P - .S " ' '
ganda • ^ refiere concretamente a los ritos funerários,
**°r 'fuentes diplomáticas, com o las narrativas demuestran
tanto las ^ ^ proceso de solem nizaciôn creciente de los
13 eXlSÍes nobiiiarios a lo largo de la Baja Edad Media, con
tutiera L'corlejOS fúnebres, hasta llegar a situaciones de verda-
ampl|OSoxisino en |as manifestaciones de dolor — gritos de las
A titu d e slla n to s y gestos ruidosos y exagerados, abrumado-
m difusión d e lo s colores de luto— 115. Se trataba, en general.
114 Por su entidad y valor jurídico, los testam entos son de esa clase
de d o c u m e n t o s que siem pre han perm anecido cn los archivos nobiiiarios, y
más claramente se identifican con la evolución de los linajes. Dotados de
mãyor o menor solemnidad, son frecuentes en ellos los preâm bulos m ás o
menos retóricos, que plantean las inquiétudes espirituales. desde una óptica
de pretendido igualitarismo, en función de que la m uerte, y sus consecuen-
cias afectaban a todos. Resultan muy destacables los de Juan Pacheco, pu
blicados por Franco Silva, «Los testam entos de Juan Pacheco (1470-1472)»,
Congreso de Historia d el Senorio de Villena. Albacete, 1987, 157-174, que
constituyen un verdadero modelo de exordio solem ne y grandilocuente; como
contrapunto. el de don Gutierre de Sotomayor, fechado en Zalam ea. el 12 de
ociubre de 453, que, pese a tratarse de un m aestre de la O rden de Alcântara,
presenta una breve y escueta fórm ula com o preâm bulo: Archivo H istórico
Nacional, Nobleza. Osuna, leg. 325. núm. 6/1-3. En algunos se incluyen dis-
posiciones claramente propagandisticas: por ejem plo. el testam ento de Lope
López de Madrid, antepasado del m arqués de M oya. en el que se lee lo
siquiente: «mando que sea pintado en la yglesia de Sant M iguel desta çibdad,
(Cuenca) mi perrochia. en la pared, la historia de Sant A ndrés, e mi fygura
de fynojos fyncada antél»: Archivo Histórico Nacional. N obleza, Frias. leg.
834. núm. 11.
115. Para estos extremos puede recurrirse a la lectura de Crônicas, como
la del Halconero. ob. cit., que ofrece testim onios referentes a personajes cor-
tesanos, a lo largo de varios capítulos: las exequias de don Gonzalo Fem ández
de Córdoba, son objeto de com entário en la obra de A lonso De Santa Cruz,
Crônica de los Reyes Católicos. II. Sevilla, 1951, cap. LXVIII; interesa tam
bién la del Condestable Iranzo, ob. cit., cap. XXII. 234-252, por el tratamiento
— 89 —
de un tipo de duelo desorbitado, que podia tener en la J
ganda de status una de sus razones; no obstante ]a
dimension del sentimiento luctuoso exteriorizado d e te '^ '
que, en algunos casos, los testamentarios prohibiesen rni'n®
titudes desmedidas, bajo amenaza de pérdida de las ma ac'
tamentarias para quien incumpliese la disposición, y, tai a
el fondo de esos com portam ientos se podrian apuntar^ ^
motivos " 6. A esto se sumaba, naturalmente, todo un co • ' n
de m anifestaciones de dádivas a necesitados, con u n a ^ S
orientación propagandística, además de la natural p ro y e^ J
espiritual. Finalmente, com o demostración de la t r a s c e n d S
cia que para la acción publicitadora y propagandística <w
nobleza ténia la muerte, interesa recordar que en r e la c ió n * *
ella se plasmaba una de las más definidas imágenes nob^0"
rias. la que queria transmitir para la posteridad el indivíduo
de los funerales celebrados en Jaén por el herm ano del Condestable cuyi
com pleta y colorista narración ha sido aprovechada por diversos autores
com o Royer de Cardinal, 277-280. La activa participación de los miembros
del linaje en estas cerem onias ha sido tratada por Beceiro Pita y C órdobade
la Llave, ob. cit., en un apartado dedicado a «la expresión colectiva», 250-261
116. En una in terp retació n de corte antropológico, José M attoso
«Pressupostos mentais do culto dos m ortos». Arqueologia Medieval 5 ( 1996)
5-11, pone de relieve que en el trasfondo de tales prácticas se detectan creen-
cias paganas, encam inadas a conjurar a los espíritus malignos, y a neutrali
zar la perturbación cósm ica y social que podia provocar la desaparición de
un personaje de élite. En cualquier caso. hubo también una tendencia a la dis-
m inución del paroxism o, que ha sido identificada como fruto de la evolución
hacia una nueva espiritualidad en la tardia Edad Media, y así, algunos nobles
en sus testamentos prohibían esos duelos ruidosos: un ejemplo de ello lo te
nemos en el testamento de don Gonzalo Femández de Córdoba, Córdoba, 15 de
diciembre de 1379, donde se lee: «E mando que non fagan por mí Ilanto ningu-
no, nin dén pano de duelo de ninguna manera por mi a ninguna persona ni cria
tura. e qualquier o qualesquier personas a quien yo alguna cosa mandare en este
mi testamento o codicillo. que después fiziere o fizieren Ilanto por mí. m ando que
lo que les mandé, que lo pierdan e nunca gelo dén mis albaçeas a ningunasnin
algunas personas», Archivo Ducal de Medinaceli. Priego, leg. 1. doe, 13.
— 90 —
' mismo de su entorno familiar, y de sus actos.
noble de si todo cn )a idca dei servjc j0 a i)jos y a |a
ejempl|f,cac ° presado todo ello en los epitáfios, que, con su
monarquia- e J V uno de los más importantes recursos
nobiliaria"'.
de 13 internobiMarias estaban penetradas de sim-
> |a c io n e s
^ 3S ritualidad en todos sus contenidos. desde la propia
b°lisrn° ^ |a cof,esión grupai, hasta las manifestaciones de so-
esenc,a d e discórdia. La cohésion nobiliaria se fundamen-
lidarida^y ^ ^ entrar a compartir una misma fe. «a-fiar».
ta*>aen se excluian quienes incumplian las pautas de con-
dC 13 n o b le «des-afiar». lo que desem bocaba en la conocida
^uCta. de resolución judicial propia y exclusiva de sus asun-
pra j^nte un sistema de rem iniscencias ordálicas, consis-
tos meaiai“'-' , „
e n t e en los «rieptos» y «desatios», que se convirtieron un
e l e m e n t o fundamental en la esencia noble " 8. Pues bien, esto
tr a d u c ia en ceremonias especialm ente significativas, con
a rtic ip a c ió n del rey como juez. en cuya reglamentación y di-
— 91 —
fusion participaron los tratadistas del siglo XV U9. Corno J
plemento de ello. adquirió una gran trascendencia la D rár^j
de los «carteies de desafio», y las «cartas de batalla» tip0 jCa
cumental específico, bastante frecuente en el siglo XV ^
tado de una fuerte expresividad con perfiles literários
marco de las discórdias entre nobles en la tardia Edad lu6'
dia 120. Los hechos y situaciones que de ellas se derivah6'
constituyen, en cierto sentido, la vertiente ritualizada y ce» J
monial de las estrechas relaciones — en este caso de ■'
, . e n emis-
tad— , internobiliarias.
E n cuanto a la densa y com pleja relación n o b le z a - m o n js J
quia, más allá de las ceremonias cortesanas, de obligada re
ferencia, merece la pena recordar el interés de la ritu a liz a c ió n
que se observa en la práctica del «pleito-hom enaje» dirigjd0
a la realeza, en diferentes circunstancias, entre la s que desta
can los realizados en demostración de la solidaridad p o litica
— e n el contexto de las luchas de bandos— , o en o tro s casos
especiales, com o la entrega de la tenencia de un castillo o for-
taleza, situación constitutiva de un rico desarrollo c é ré m o n ia l
cuyo contenido sim bólico he tenido ocasiôn de a p r e c ia r des
de hace tiem p o 121.
— 92 —
m a r c o puede destacarse, por su carácter global v
CSlL nificación en torno a la propaganda nobiliaria. un
su amplld M m o n j a especifica: la investidura por el monarca de
tiP°deCe.r 0 com o caballero noble. En ella se contienen to
ur, indi' i ' .entes ^ ritualidad relacionados con la esencia
doS.,0!’ '• d e s d e la fuerza de la sangre, hasta la importancia
nobiliar'3- COrte, y desde la trascendencia de los bla-
, ia crianza e »1 ,a ^ j
hasta el alcance del servicio militar en cuyo contexto
50065 r o lla b a n e s te tipo de ceremonias. donde, además. se
SC 6va la presencia activa de los personajes cortesanos encar-
j e | p r o t o c o lo cérémonial — reyes de armas, farautes.
^ aidos p e r s e v a n te s — 122. Entre las más conocidas están la
de J u a n de V e la s c o . Juan López de Osorio, Pedro Carrillo de
H u e te y o tr o s personajes, armados caballeros en el Real en la
rra d e G r a n a d a , en 1407; pero, especialm ente, una que re
s u lta v e r d a d e r a m e n te emblemática, es la realizada por Enri-
IV ei 12 d e j u n i o de 1455. dirigida a don M iguel Lucas
de Ir a n z o , p a r a convertirle en «caballero de espuelas dora-
— 93 —
das», a la vez que le senalaba las armas que debia trae J
el escudo 123.
Finalmente, la dim ension senorial resulta una de las
joras plataformas de observación de la acción propaganist^?
de la nobleza tardomedieval. Los grandes estados senorial
dotados de capacidades de gobierno y jurisdicción, se conv^'
tieron, en manos de la nobleza, en una de las fórmula»; ^
efica ces del proceso de con solid ación y renovación nobi
liarias 124. La donación regia constituía el fundamento de de
la configuración del noble com o senor 125. En cuanto a ladj
m ensiôn cérémonial, son las tomas de posesiôn, con su me»
cia de ingredientes propios de las cerem onias de accesoaj
poder y de recepción, centran todo el interés; en eilas se pro.
126. En los senorios existían otros actos menos ritualizados. que corres
pondían a las «visitas senoriales». En estos casos, la situación de la villa y
vecinos vida debia alterarse ante la llegada del senor. en coincidência de lo
cual era común algún tipo de celebración, que, sin em bargo, está poco docu
mentado. Un ejemplo, referido al siglo XVIII, en el Archivo Histórico Nacio
nal. Nobleza. Frias, leg. 1270. núm . 3, que recoge una carta del conde de
Oropesa a sus vasallos para ordenarles que. en evitación de gastos, redujeran
las manifestaciones de júbilo por su llegada a los actos religiosos, suspendien-
do asi las fiestas de toros. juegos. y otras.
127. En su extenso, y ya clásico artículo. Jacques Le Goff, sentaba las
bases para Ia valoración de ese sistem a sim bólico: «Les gestes sym boliques
dans la vie sociale. Les gestes de la vassalité». S ettim ane cli Studio d e l Cen
tro Italiano di studi sul! Alto M edievo, XXIII. 2.°, Spoleto. (1976). 679-788.
— 95 —
ramas, tierra, llaves, varas de justicia, griletes, escribanías I
El conjunto de los ritos se desarrollaba conforme a una «
sión lógica, convirtiéndose así en un verdadero sistema
bólico, cuyo sentido se alcanzaba gracias a cada uno de?1
elem entos y pasos integrados en un conjunto coherente pS
escenario de la representación era, por lo común, el edifj •
más representativo de la topografia del poder nobiliari0 Cl°
decir, la fortaleza senorial, y. dentro de ella, la torre del
menaje, com o se expresa con insistência en la documenta
ción 128. El castillo senorial expresaba de forma permanente
una imagen de poder, que resultaba especialm ente apropi^
en estos actos; en este sentido, es preciso tener en cuenta qUe
en muchas ocasiones, la toma de posesión de la villa queda
ba subsumida en la del castillo, con un protagonismo muy acu
sado, a veces casi exclusivo, del a lc a id e 129. Eran decisivos el
lenguaje gestual — osculatio manuum, inmixitio manuum re
verencias, etc.— , y la presencia de los recursos icónicos es
pecíficos para la representación de la posesión del senorio con
todo lo que significaba — villa y término, facultad de gobier-
no y jurisdicción, «pechos y derechos»— ; pero también resul
taba determinante la expresión de la intencionalidad del senor
— 96 —
la «justa posesión». y la aceptación del senor por
d e e n t r a [ | o s ,3°-
losvasa ^ sefiorjal necesitaba ser legitim ado, declarado,
^:E1 P° ^es{je luego. representado. En relación con ello.
in[1puesto. y. ^ convierten en verdadero observatorio de
taies ce^ ^ pràctica de la acción publicitaria y propagandis-
la PueS^ | ja r ia dotada de todos los elem entos y requisitos, al-
l'catl a asi un alto valor com o difusoras de una expresiva
imag**^ autoridad seflorialn l .
— 97 —
ESTADO s e n o r ia l n o b il ia r io
P r e l im in a r e s
— 99 —
pel desempenado por el segmento auunuuiuano, capaz d
mir e intensificar por todos los m edios a su alcance el • «
cio de un tipo de poder senorial superior, que. arrancan^'
una yuxtaposición acumulativa de senorios, cuajó defin' j j
mente en una estructura coherente y organizada, com ofu!a
estado senorial. Una densa y diversificada temática, qUe [,
nido siendo iluminada por el sustancial aumento de investi^
ciones producido en las últimas décadas, en las que se 1 ^ 3
cubriendo importantes lagunas, com o se pone de reliev
algunas de las últimas revisiones historiográficas. con pefjxl
dicos estados de la cu estió n '.
— 10 0 —
I « • el tercer elem ento que integra el tílulo se rc-
P°r 11 U objeto de estúdio preferentemenlc de sociólo-
fiere al P° ' asi como antropólogos, présenta un aspecto
gos y P° 1 c^n e | qUe tienen cabida el poder basado en la fuer-
P°liédriC° oerción. pero también en la legitim ación. y en la
Za’ en lación Su entidad desborda el marco del presente tra-
mampu r ^ ^ aquj se analizará en la aplicación al âmbito
bajo. Por^e estudio del com portamiento de la nobleza seno-
concMO necesario contem plarlo. sobre todo.
•_i y p a rd
— 101 —
senorial otorgado por la monarquia, y a la forma en q Ue
presentaron y exhibieron ante sus vasallos, para, fjna] ° re'
acabar con unas con sid eraciones generales sobre Ia0161****
bración del poder en los grandes estados senoriales, en loj6*16"
en función de una serie de estrategias desplegadas p. o)rr T|a
nobleza. se produjo la proyecciôn del poder senorial q *alta
canzó su dimension máxima en el aspecto jurisdiccionai
terializado, b ásicam ente, en las cu estio n es de gobiei'
m 0v
justicia.
U n p u n t o d e p a r t id a . La r e d e f in ic ió n d e l s e n o r ío
— 102 —
Los cambios que se produjeron en las co n d icio n a
deaban la vida nobiliaria en la Castilla del sig lo X V J°"
jer0„ „„ im pacto im portante en e , seno M g m p o
delermmaron m od.fw acom , en c l pr„ p io c £ ' ;>
za. la esencia de la condición nobiliaria, y |os • ,e ~
a c c e s o y p ro m oción 4 . E l sentido y alcance d e la evol^ ™ 05 *
— 103 —
medieval aparece com o una realidad compleja, cuya t aJ
dencia la ha convertido desde hace algún tiempo en
tegoria de análisis. Para realizar una valoración e x - ^ °a'
fenôm eno no es cuestión sólo de contabilizar el número*1 ^
ereto de linajes extinguidos, supervivientes, o imp|antaj ^ H
pesar de que diversas circunstancias produjeron, junto S 3
naturales relevos generaciones, un innegable cambio de
jes en la escena política castellana. Por el contrario, el i 1
estriba en observar cóm o en las pautas de organizacióní<u a
m odelos conductuales, los horizontes de actuación y i^ ’ °
jetivos a cubrir en las distintas facetas de su proyecciôn
nuevos miembros del grupo noble reaccionaron ante los
mulos exteriores. En este sentido, se habia de la múltip|e
puesta de la nobleza ante la crisis bajomedieval, que iríadesd»
las reacciones legítimas y coherentes — difusiôn del mayora*
go. búsqueda del favor regio, introducción en las nuevasco.
rrientes econôm icas, etc.— a las ilegítim as e incohérentes
— violências y fuerzas contra los vasallos, guerras de bandos
etc.— 6. N o obstante, es preciso contemplar esta realidad en
toda su dimension, para poder observar que en las transforma-
ciones de la nobleza bajomedieval también pudieron actuarsus
— 104 —
I p o r te s internos, de modo que los estím ulos externos,
Pr°Pl0 'has ocasiones, sirvieron de catalizador de tendencias
en rTlU^|lacjas. o incluso asentadas; en este sentido, el estable-
Vâ aP,nto del régimen sucesorio de «pro indiviso», dentro del
cim'en ^ «légitim a», con la introducción del sistem a de
mar,|joratio». dando lugar a «mayorazgos arcaicos» es un buen
*me ' |o de una orientación ya patente en el linaje noble, que
conduciendo a los patrimonios consolidados y blinda-
f 13 antes de que se asentara la crisis 7. N o ob ed eció sólo a
factures exógenos exclusivamente el hecho de que los respon-
-ables de que algunas famílias nobles desaparecieran, mien-
Tas otras luchaban por su supervivencia, resultando asorbidas
transformadas, y. finalmente, otras se encumbraban defini
damente. Tal reajuste en la escena nobiliaria surgió com o
consecuencia de un complejo entramado de circunstancias ex-
temas, — socioeconóm icas y p olíticas— y de factores en-
dógenos. entre los cuales resultan destacab les las propias
estratégias de reproducción interna.
En relación con lo anterior, todo indica que se puede sos-
tencr la idea de que la nobleza trastamarista fue un sector so
cial renovado, no tanto partiendo de la observación de la nômina
nobiliaria. sino, sobre todo. a ténor de las nuevas actitudes pues-
tas en práctica. Bajo las transformaciones econômicas, sociales,
políticas o culturales. una fuerza interna subyacente era capaz
de ir introduciendo m odificaciones en el propio centro de gra-
vedad nobiliario. El legado transmitido, al ser gestionado por
nuevos protagonistas, — herederos directos de sangre unos. y
nuevos elementos otros— en un nuevo contexto social, político
y econômico, iba a experimentar una indudable transformación
como para permitir hablar de una nobleza renovada bajome-
— 105 —
dieval o trastamarista, capaz de salir de la crisis sin r
érosion, manteniendo su posición de élite de poder 8 °^
Entre los elem entos de caracterización de esa élite
liaria pueden destacarse algunos estrechamente relaci
y conectados con el tema que aqui se analiza. Por un l a d T
proceso de «engrandecimiento», que cuajaría en este np -°'
por parte de una alta nobleza. en tendencia incesante hac^^
«sublim ación», que consolido su posición de privilegio '3'3
diante la obtención de títulos nobiliarios. Convertida en nnk^
za titulada, se vió aupada en una ola ascendente, rodeánd 6
de un conjunto de elem entos y sím bolos de dignidad y defo*
nor hasta llegar a la institucionalización de la «G ran d eza»
el siglo X V I9. Estos «grandes del reino», com o grupo socfeí
orientado hacia la dirección, o. al menos, el control de los pro_
cesos sociopolíticos y de las estructuras econômicas, rnultipi;
caron su topografia de poder, ampliando el âmbito de acción
— 10 6 —
' artjr de ahora en varios escenarios, com o el espa-
cerUra '! ano, o las ciudades, pero siguieron teniendo un es-
CÍOCOfrtCdamèntal de identificación en el senorío. que, si habia
pacio u do un reCyrso para disenar el apellido, en clave de
v e n 'f ahora se utilizaba com o soporte del título con el
t0P,°'"reconocia su posición jerárquica en el seno del grupo
£lue| preCisamente entre los rasgos de esa nobleza renova-
1,0 narece en posición muy devante su protagonismo al frente
*** proceso de redefinición de los dom inios senoriales. por
J jnstrumentalizaron el poder regio en su beneficio, do-
làndose de multiples capacidades para el ejercicio del poder.
— 107 —
desde perspectivas más amplias y diversas, entre las que s g -a
cluiria. en directa relación con el tema que aqui se anali^
análisis del poder, en un sentido amplio, en el que lo polítjCo’
canza una dimension preferente10.
El senorio constituye una realidad de hondo calado
multiples facetas, que iban desde una ordenación humana si^0"
da bajo la dependencia de un sector social dominante, hasta
âmbito de explotación agraria, y. finalmente, y por en cim a d»
todo, un núcleo de ejercicio de poder jurisdiccional superi0
aspectos todos ellos integrantes de una estructura sometida
variaciones en el espacio y en el tiempo. Al término de su ev
lución, el senorio nobiliario. en la Baja Edad Media castellana
se presentaba com o un espacio fundamentalmente destinado a
— 108 —
las capacidades de gobierno y jurisdicción. y los núcleos
ejercer ' - ecjan como una compleja mezcla de bienes mue-
jenoHa^uebies. raices, derechos econôm icos, y capacidades de
blés. 1(1 ^ que vinicron a sumarse en la época trastámara
don,linac"onjunto ^ poderes traspasados de la Corona, y atri
t o un numerosos ijnajes nobiliarios. capaces de transmitir-
^ ^ r é g i m e n de propiedad vinculada, configurando asi una
,0S T amalgama de capacidades privadas, y de prerrogativas
^ V c a s que se p ro y eclab an sobre comunidades concejiles en
pUmay°r Parte de los caSOS estables y org anizadas-
De los senorios plenomedievales fundamentados en com-
• s derechos sobre la tierra. se evolucionó hacia los gran
d s dom inios se n o r ia le s en los que la n obleza acaparaba
. mjbernativos, judiciales. militares, fiscales, e incluso
cierto nivel de poder escriturario o cancilleresco. Consti-
tuian pues, un espacio de desarrollo de un poder nobiliario
lobai en el que se integraban diversos contenidos, com o el
caudillaje militar, la potestad de escritura, la percepción de
renias, pechos y derechos, y dos de los aspectos más densos
v controvertidos, la «propiedad» o derechos sobre el término,
y |a amplia facultad de la jurisdicción.
Los aspectos relacionados con la supremacia del mando
militar por parte de los titulares de los senorios aparece com o
una rotunda realidad, que no encierra ningún problema de in
terpretación. Si en alguna faceta de los contenidos del poder
senorial podia encontrar fáciles argumentos de justificación y
legitimidad la alta nobleza, éste era, sin duda, el más evidente.
Su expresión práctica se encontraba en la capacidad de reciu-
tar tropas en sus senorios, pero también, en la construcciôn y
mantenimiento de fortalezas que. sostenidas por alcaides y guar-
niciones especializadas, ponian de relieve de forma bien mani-
fiesta su capacidad de dominación en el âmbito senorial. Aparte
de otros significados, esta dimension del poder nobiliario ténia
una evidente trascendencia, en el terreno de la acción politico-
militar, porque les permitia contar con recursos en cualquier
momento necesario para llevar a cabo toda clase de hechos de
— 109 —
armas, desde la defensa frontera, a los constantes enf
mientos internobiliarios propios de las luchas de bandos U**-
control de los senores sobre las extensas redes de forta|e ' nj
sus estados, era muestra clara de un importante grado de n« 9
y. sobre esta perspectiva general, cabe decir que el nivel d e 6*’
yección de la capacidad bélica de la nobleza en sus senorí
incrementaba en determinadas circunstancias, entre las o
es preciso senalar la especial entidad de los senorios fronteri
donde la faceta militar, desde la doble perspectiva de ataqu^ã
sobre todo. de defensa. alcanzaba un sentido determinante12 p^'
lo general, todo lo relacionado con esta faceta de su poder tam,,
el control sobre alcaides y fortalezas, com o el derecho de reclu.
tar hombres de armas, tenía un sentido especialmente destâjvT
do para los senores 13.
— 110 —
,;t,,rínn v mantenimiento de cancillerias senoria-
i « co n stitu t-iu i' j
a se redactaban. emitian y validaban diversos tipos de
les d°n 0 emanados de la voluntad del titular viene siendo
documai hace aigún tiempo u . En general, se observa
destaca ciert0 grado de organización interna, cuya com ple-
eneMa^jaba según la importancia de la Casa nobiliaria. y de
jidad d£ patrimonios, derechos y poderes del senorío en
laarTIP En todo caso. este órgano del poder nobiliario res-
cuesti°n- ^ bjen Caracterizada actitud de m ím esis respecto
P011poder
Hel ' j , regiw.
rpuio jv eran demostrativas del ejercicio
. . . de la potes-
- rial manifiesta en escritos generadores de las carac-
concretos. en los que. entre otras cosas. se han publicado inventários do re-
" ° V púljtares. Ver. como ejemplo. 1res trabajos sobre los Sotomayor. condes
de Belalcázar. los Stùniga. y el condestable don Bernardino de Velasco, respec-
ivamente: Cabrera Munoz. E.: «La fortuna de una familia noble castellana a
través de un inventario de m ediados del siglo XV». H(historia) l(nslituciones)
D(ocumentos), 2 (1975), págs. 9-42; Lora Serrano, G.: «La organización de la
defensa militar de un estado senorial y el potencial bélico de un noble a me
diados del siglo XV». HID, 18 (1991). págs. 297-338; Franco Silva. A„ «Los
aisenales de dos fortalezas castellanas: Inventários de Torremormojón (1506)
v Pedraza de la Sierra». HID (1994). págs. 309-342. Un reciente artículo en el
que se realiza una valoración general sobre el papel m ilitar de los senoríos:
Garcia Hemán, D. «La función m ilitar de la nobleza en los orígenes de la Es
pana Moderna». Gladius, XX (2000), págs. 285-300.
14. Entre las primeras iniciativas destacan los estúdios realizados desde
el âmbito de la Paleografía y la Diplomática. A senalar, varios trabajos de Par
do Rodríguez, M.1 L., «La ‘Potestas'senorial: los docum entos de m andato del
condado de Medinaceli ». Senorío y Feudalism o..., ob. cit.. IV, págs. 107-133;
«La Diplomática senorial en Ia Corona de Castilla». AEM, 22 (1992), págs. 233-
246; Documentation d el Condado de M edinaceli (1368-1454), Soria, 1993.
Con carácter general, ver la interesante ponencia de Sanz Fuentes. M.‘ J., «Can
cillerias senoriales», La Nobleza p en insular.... ob. cit.. 325-341. Uno de los úl-
limos títulos publicados sobre estas cuestiones. subraya la im portancia de la
caneillería de los condes de Benavente: G onzález Rodríguez. R., «D ocum en
tation medieval de los Pimentel en el Archivo M unicipal de Benavente (siglo
XV)». El condado de Benavente. Relaciones Hispano-Pùrtuguesas en la Baja
Edad Media Benavente, 2000, págs. 215-234.
teristicas relaciones de poder-sumision propias de los ámkíJ
de senorialización. La regulacion escrituraria de la vida
senorío era, indudablemente. un instrumento, y, a la ve^
sintoma de la capacidad de p oder15.
Poder y renta son, por otra parte, cuestiones indisoci^ ^
mente unidas, y los derechos de fiscalidad representan ^
de las facetas más rotundas del poder nobiliario senorian?
Tema de extraordinaria com plejidad, que se relaciona
todos los demás. ha constituído siempre objeto de estudjo°n
los num erosos trabajos m onográficos sobre los distintos do
minios senoriales. y a veces. ha sido abordado con criteri^
más générales, de acuerdo con diversas tendencias. En algun*
ha primado el carácter global, y, hasta cierto punto. amorfo
flexible, de la presión fiscal senorial. fuera de toda sistematjaf
ción. mientras, desde otra perspectiva, se ha observado la con
veniencia de interpretar los derechos percibidos en relación
con las bases y fundamentos sobre los que se sostenía dicha
percepción, estableciendo clasificaciones de rentas y tributos
en las que, sin duda, aún siguen apareciendo algunos aspec-
tos com plejos y oscuros 17. En estos momentos de la investi-
la que ia [ '
Los derechos sobre Ia tierra y la facultad de jurisdicción
ran c o n t e n i d o s fundamentales del poder senorial. tanto en si
18. He defendido ya esta idea por escrito en alguna ocasión. Entre los
ejemplos de esa línea de investigación com plem entaria, rem ito a los trabajos
de Vtorán Martin. R..: «N aturaleza ju ríd ica de la infurción. I. C oncepto»,
Bnletin de la Facultad de Derecho UNED, 2 (1992), págs. 79-108: y «N atu
raleza jurídica de la infurción. II. Figuras afines y evolución hasta el siglo
XVI». ibidem 3 (1993). págs. 153-199. Su tesis doctoral está dedicada al es
túdio de Infurción y m artiniega durante la vigência del régim en senorial.
UNED. Madrid. 1989.
19. Los ejemplos de publicaciones a citar serían innum erables, va que
iodos los grandes senores pusieron en práctica la fórm ula de la injerencia en
las fiscalidades extrasenoriales, y de modo muy particular en la de la Coro-
rta. Por citar alguna más reciente, ver la m onografia de B eceiro Pita, I„ E l
condado de Benavente en el siglo XV, que recoge el contenido de su tesis doc-
loral del ano 1980. pero que acaba de ser editada en Benavente. 1998.
— 113 —
m ism os, com o en su interrelación. Estrechamente cone1
con la controvertida cuestión de la «propiedad», q u e n
plena cabida en la sociedad feudal, las complejas capaejn. 11'9
senoriales sobre la tierra se convirtieron en caballo de
en los procesos de incorporacion y abolicion del réginjçjyB
norial en el X IX 20. En este punto se establecía la contra •
ción entre los agentes senoriales, que trataban de demo50***
que los titulares de los senorios eran senores jurisdicción»^
de m odo que tenían sus tierras en calidad de propietafjT**
mientras los diputados gaditanos se esforzaban en a n u la rT '
bases jurídicas del régimen senorial, incluyendo los d ere d S
nobiliarios sobre la tierra21. Es cierto que el senorío de laa|
— 114 —
- medieval consistia básicamente poder de jurisdic-
no b le z a
titulares se sintieron atraidos especialmente por
ción. y que 22 [sj0 obstante, está demostrado que. sobre todo
eSt° S 3 del sig lo XV. la alta nobleza jurisdiccional también
3 un elevado interés por la tierra. y las posibilidades de
m° Str°=cimiento y poder que de ella se derivaban, de lal modo
enriqU miembros pusieron en práctica una política de expan-
<lue SUS(rjmonial consistente en la adquisición de tierras a sus
Sl° n - vasallos, mediante contratos de compraventa; contra-
pr° P l0 *os q u e s jn duda, la potestad senorial cumplía un papel
105 inante, que iria desde el propio hecho de la inducción a
venta hasta la manipulación de los precios, y los demás de-
ttllés que en dichos negocios se encerraban 23. En función de
— 115 —
esto, senorío y propiedad de la tierra que, en principj0 I
daban juntas en el senorío bajomedieval, acabarian c o n v iJ -J
dose en realidades convergentes24.
Por encim a de todo lo anterior, en el presente traba' * 3
va a prestar atención a la faceta específica del se n o r ío d e *6
baja Edad Media, la jurisdicción. que representaba laesenc-*
del poder senorial. en su pespectiva más completa y densa, üa
jurisdicción plena implicaba la potestad de n o m b ram ien toa,,
oficiales, la toma de decisiones en el gobierno ordinário de[
estado senorial, la capacidad normativa de o r d e n a n z a asj
com o la facultad para hacer cumplir las normas, para adminis.
trar justicia y ejecutarla, y se convirtiô, asi, d u ra n te el perj,,
do bajom edieval. en el eje sobre el que gravitaba e l p0(jer
nobiliario en el sen orío25.
— 118 —
Por último, en esta caracterización sobre el senorio nobi-
• ” ardomedieval hay que subrayar la sobredim ensión del
liar‘°0 senorial en el período trastámara, que llegó a producir
HeC àran acum ulación de senorios en manos de miembros de
rÜ lta nobleza. En su reparto geográfico se impuso el poli-
centrismo. reflejo de un panorama en el que las fuerzas cen-
Ct-fugas acabaron con un predomínio anterior del tercio norte.
'" e respondia fundamentalmente, a ineludíbles razones geo-
hístóricas. La distribucíón de los dom ín ios senoriales no-
biliarios en el siglo XV pone de relieve una destacada posición
de los territorios de Galicia, Asturias. y León-Castilla. donde
se localizaban casi cincuenta linajes con sus correspondientes
csiados senoriales; en la M eseta Sur se observa un desarrollo
progresivo de senorios nobiiiarios, emplazados tanto en el sec-
lor centro-oriental. com o en el territorio occidental, hasta un
10ial de veintinueve y veintitres. respectivamente, mientras en
las comarcas centrales, controladas por el arzobispado de To
ledo. y. por las Órdenes Militares, se observan grandes vacios
nobiiiarios; ya en el sur, el reino de Murcia albergô très impor-
lantes estados senoriales. entre los que el marquesado de Villena
alcanzô por sus particulares circunstancias, una enorme exten
sion. y, finalmente, una poderosa nobleza andaluza, ubicada
especialmente en los reinos de Sevilla y Córdoba. pero también
en el de Jaén. controlo en torno a veinticinco importantes do-
minios senoriales, con em plazam ientos muy significativos,
como la frontera granadina, o la fachada atlântica 30.
— 119 —
Finalmente, una cuestión de notable interés, que r ^
de a una evolución no sólo cuantitativa, sino, sobre todo^'^'
litativa del senorío nobiliario a fines del Medievo: los g
linajes no sólo fueron capaces de controlar una se r i »
mulativa de senorios yuxtapuestos, sino que, sobre todo30*1'
integraron en una estructura organizada, hasta dar lugar a' °*
nueva realidad: el «estado senorial». Se trataba de un es •
de poder en manos de una serie de linajes altonobiliarios *
puesto por un conjunto de células senoriales. que se fuJ>n*'
integrando en una entidad superior, verdadera aglomeración
distintas jurisdicciones, más o menos concentradas, y
menos homogêneas, pero articuladas y organizadas en forma
meramente de agregación. sino de integración coherente en un
estructura en la que, dentro de su jerarquización, destacabaum
entidad cabecera, al tiempo que se observa una coordinación de
todo este conjunto respecto del organismo principal que lo sus
tentaba, y que no era otro que la Casa nobiliaria31.
U n r e c o r r id o . El s e n o r í o n o b i l i a r i o c o m o e s p a c io
— 120 —
rios, para, finalmente, poder ser puesto en práctica.
situarse en una doble perspectiva de obser-
d e S tin a la p o r t a n t o ,
InierL'Sdaue n o s p e r m i t a apreciar cóm o la capacidad de ejerci-
p o d e r s e n o ria l por parle de las Casas nobles se establecía,
32. Quintanilla Raso, M.* C.. «La sociedad política. L a n o b leza...» ob.
cit. donde se trata con detenim iento esta cuestión.
33. Se trata de «Libro del regimiento de los senores» obra del agustino
Juan de Alarcón, personaje del entorno de Juan II, que. haciendo referencia a
los nobles poseedores de grandes «senorios e estados», al parecer, la dedicó a
— 121 —
Los senorios experimentaban un constante proceso d»
misiôn entre los integrantes de la nobleza mediante la ° ' rans'
práctica de diversos procedimientos. que iban d e sd e fa e-'taen
reditaria. a la «renuntiatio in favorem». el intercâmbio
quisición onerosa. Sin embargo, el hecho fundamenta/'*3**
acumulación de seiioríos en manos nobles, y el procedi • ^
por el que éstos lograron básicamente sus «justos e de
titulos» com o senores. fue la donación regia34. El p o d e r atri*
— 122 —
_________
I ra d i c a b a . asi, e n un gesto de merced r e a l, plasma-
do al sCn° r|ba|á o privilegio real, que solia incluir la formula
do en un^ |a re|acjôn vinculante «servicio noble / gracia re-
der»vac)0ue que nos situa en la interesante perspectiva de anà-
gjâ». y ^ ig g jtim a c iô n del poder senorial en función de la
lisis de r e g i s > ) como consecuencia del entramado de relacio-
„voluntas .jtjcas qUe aunaban estrechamente ambas instancias
^podénrealeza y nobleza 35.
— 1 23 —
E n la interpretación sobre los poderes senoria|e i
venido utilizando com o argumento básico de refer Se
documento fundacional. E s t e tipo de documentos presen°'a
una serie de formulas notariales, acunadas para los s n'a^an
castellano-leoneses a partir de los Trastámara, ajustánd ^
un m odelo generalizado, con ligeras variantes, y de las ^ 3
desprenden algunas ideas de interés. E n primer lugar
que se refiere a la actitud concreta de la monarquia selT -0
constar que se trataba de un acto de «desapoderamiento» 1
guido de una «entrega» y «cesión» al beneficiário, real'
con el carácter de merçed y donación, literalmente, «pur 1
non revocable», con sentido hereditário, de modo que a'
ces, a la concesión del senorío seguia después la confirma î*
con carácter de m ayorazgo36. E n definitiva, se tra ta b a de
traspaso de com petencias realizado desde e l âmbito regio al
nobiliario. que implicaba un acto simbólico de entrega, median
te una fórmula instalada en la más clara línea de la traditj0
— 124 —
ch artae^ por tanto, en cuanto a los actos dispositivos, era nre
ceptiv° el acto de entrega d e l a car,a. de modo que el pJ i fc
oj0porsi m tsm on o provocaba la iransmisión del senorío 3*
- En segundo termino, conviene recordar que en lo ,
d0CUm en m se especificaba la entidad de lo concedido e n 7
que s e inclui™. com o elementos básicos, el lérmtno. en tod" u
pension y d.verstdad. a lo que se anadian la j u n s d ic o in ■
gobierno. las responsabilidades militares, asi com o l y 6
ciôn de las rentas y derechos fiscales inherentes a t o r T ^ '
facultades. expresado todo ello en los términos s j g u i e n t e s ^
37 «Et por esta mi carta e con ella, e por la tradiçion que de ella.vos
o |a quai vos do e entrego por posesion e en nombre de posesion, vos do
ïraspaso la tenençia e posesion real, corportal, abtual, e çevil e natural de
s dicha villa e su tierra con todo lo susodicho.e la propiedad e senorio de todo
ello e de cada cosa e parte de ello»: Aranda. 25 de septiem bre de 1448. con-
cesién de la villa de Moya a don Juan Pacheco. AHN. Nobleza, Frias, caja
4 nùm. 16. La traditio chartae aparece tam bién, por ejem plo, en la m encio
nada co n cesió n de la villa de Saldana a don Irïigo Lôpez de Mendoza: Pérez
Bustamante, R. y Calderón Ortega J.M ., ob. cit., pág. 304: « ...e t por la pre
sente e por la tradiçion que d élia vos fago. vos do e entrego e traspaso la
posesion et quasi posesion e la propiedad e senorio de la dicha villa e su tie-
rr;, . a veces. los documentos expresaban con insistência y reiteración la idea
de desapoderamiento, en beneficio del nuevo senor: «E m e desapodero e
desenuisto de todo ello e de cada cosa e parte dello por m i e por mis herede-
ros e subçesores. presentes e por venir», donación de la villa de M ontalbân
a don Álvaro de Luna. por la reina Maria de Castilla, con licencia de su es
poso. Juan II, publicado por Franco Silva, A., E l senorio toledano de Mon-
talbân. De don Álvaro de Luna a los Pacheco. Universidad de Càdiz, 1992,
pàg. 106.
38. Ver comentários sobre la formula, y algunas ideas sobre m ateria de
donaciones, en las que se requeria el registro de la escritura en los libros de
cancilleria. y la propia entrega de la mism a, en la obra de Guilarte, A .M .a. El
régimen senorial en el siglo XVI. Valladolid. 1987, 2.* éd., pâg. 70.
— 12 5 —
términos, asi almoxarifadgos, portadgos, aduanas
e yantares, et otros qualesquier pecho et derechos e Van'as
foreros et non foreros, et heredades e posesiones
ayades todo bien et complidamente...et con la justiç^ ^ 6
criminal e mero e misto império, et con la juridiçión alta ^ e
et con el senorio de la dicha villa d e...e de sus aldeai^aXa'
minos, et con montes e valles e prados e pastos e dehesas &
e aguas corrientes e estantes, con fornos e bafios e a ^ f'°s
molinos et salinas e cameçerias e huertas e vinas e tierras ^ 6
que podades fazer alcáçar et fortaleza en la dicha villa d ’
otrosí, que podades poner en la dicha villa d e...e en sus
e términos alcaides e alguaziles et escrivanos públicos et
ofiçiales qualquier que cumplieren e menester fueren S9 °tr°S
39. Se han destacado en el texto los aspectos básicos de una típica do
nación de E nrique II, que, en este caso se trata del senorio de Aguilar de la
Frontera concedido a don G onzalo Fernández de Córdoba, fechada en Sevi
lla, a 30 de julio de 1370: ADM ., Privilegio Rodado núm. 43.
40. Sin duda. hubo senorios bajom edievales con perfil solariego. como
los preexistentes; pero, en general, y salvo excepciones, se trataria de senorios
surgidos en circunstancias especiales, com o, por ejem plo, los nacidos por
«derecho de conquista», por la fórm ula de la recom pensa al servicio militar
nobiliario, y situados en lugares poco poblados e insuficientemente organi
zados. sobre los que la facultad solariega o territorial tendría más posibilida-
des de ser ejercitada.
— 126 —
d e la potestad normativa de ordenanza. el reclutamiento
rr°audii|aje de tropas, y la percepción de rentas y tributos. En
y Cd n d e los linajes de más consolidados, titulares do nume-
SOS s e n o r i o s . su posicion les permitia poner en práctica una
contenidos41.
La s u b r o g a c i ó n de poderes regios en beneficio de una alta
nobleza en proceso de engrandecimiento, entre otros aspectos,
por la via del poder senorial, condujo a la monarquia a inten-
lar e s ta b le c e r un equilíbrio — frágil equilíbrio, sin duda— , en
tre el poder monárquico y el nobiliario. En este punto, importa
tener en consideración que la Corona habitualmente incluía en
sus concesiones senoriales unas cláusulas de retención por las
q u e se reservaba los «iura regalia», una serie de derechos
regalianos, «mayores» y «menores», y que. básicamente. coin-
cidian con el derecho de guerra y paz. la acunación de mone-
da. los derechos del subsuelo minas, salinas— , la percepción
de determinados derechos fiscales regios, y, especialmente, la
capacidad jurisdiccional suprema, la «mayoria de ju sticia»42
— 127 —
Pero, de acuerdo con la complejidad y diversidad del Se
norío castellano bajomedieval, ni siquiera este aspecto cons
tituye una realidad monolítica, y asi. se encuentran divers^
m odalidades en las donaciones regias de senorios, q Ue Van
desde la amplia consideración de tales retenciones, hasta |a
moderación en las mismas. En una de las cuestiones de ma
yor trasdencencia, com o la jurisdicción, y concretamente en
dim ension de administración de la justicia, a veces incluso
podia producirse la transferencia al senor de algunos derechos
reservados habitualmente a la Corona. La expresión d e los
derechos regalianos utilizada habitualmente era la siguiente-
— 128 —
de esta línea de sobredim ensión de los derechos que la
Anarquia se reservaba, podia hacerse expresa la formula de
Übligaciôn del senor y sus vasallos a acoger al monarca en el
° norio en cualquier forma y ocasión 44. Respecto a la segun-
f" itu a c iô n , correspondiente a la limitaciôn de las capacida-
A s m o n á r q u ic a s , son típicas las donaciones de Enrique II en
los dificiles inicios de su reinado. en las que, a veces. el «de
recho de alzada» fue traspasado al senor. de acuerdo con la
fórmula siguiente:
dam os vos en donaçion pura et non revocable, por juro de
h e r e d a t...la nuestra villa de.. .Et con las alçadas, porque ningunt
a d e l a n t a d o n in otro ofiçial alguno non aya en la dicha villa e sus
aldeas e su termino e juridiçion nin poderio alguno, salvo vos,
el d ic h o ..., o quien vos quisieredes 45.
44. «Et que nos acoiades en la dicha villa e castiello yrado e pagado»
se decia en la donación del senorío de Santibânez de la Mota. por Alfonso XI
a Juan Alfonso de Benavides. citada supra. .
45. ADM. Privilegio Rodado núm. 43. citado supra: concesión del se
norío jurisdiccional sobre la villa de Aguilar de la Frontera. en plena cam pi
na cordobesa. en 1370 a don G onzalo Fernández de Córdoba.
— 129 —
antes apuntado, o, según se verá más adelante, en el ejercicj0
la jurisdicción regia sobre los senorios. 1,1
La merced regia otorgaba. por tanto, la «propiedad», )a «
sesión», y. en resumen, «el senorio» con cláusulas réitérât/*^
sobre los derechos atribuidos en los diversos planos46. Para|^
lamente, el mandato regio inserto al concejo. oficiales y V e c j
nos del lugar, a los que se instaba a la dependencia vasalláti "
senalaba los contenidos que ésta llevaba aparejada, comp|etan
do, asi las atribuciones del nuevo senor, a la vez que se se su
brayaba el poder de quien tenía facultad para exigir todos esas
entregas y cum plim ientos47. En todo caso. para la nobleza 10
46. Veamos algún ejem plo textual: «vos do todo mi poder conplido con
facultad para que por vos m ism o o quien vuestro poder para ello oviere
podades entrar e tom ar e ocupar e aprender, e entredes e tomedes e o c u p d S
e aprehendedes la tenençia e posesion e propiedat e sennorio de la dicha vi
lia de G uayete con todos los dichos sus térm inos e distritos e jurediçion e
podades poner e quitar e pongades e quitedes alcaides e alguazil e regidores
e otros ofiçiales, e forca e açote en la dicha vuestra villa, e usar e usedes de
la dicha ju stiç ia çevil e crim inal, e fagades todas las otras cosas que vos
cunplieren e m enester fueren, e podades dem andar e levar e resçibir e abere
cobrar para vos mismo todos los dichos derechos e cosas al dicho sennorio
anexas e pertenesçientes»: albalá de Juan II fechado en 6 de noviembrede
1444, co n ced iendo al m aestre don G utierre de Sotom ayor el senorio de
G ahete, transcrito por C abrera M unoz. E., E l condado de Belalcázar (1444-
1518) Córdoba. 1977. págs. 388-389.
47. Una fórmula habitual solía ser la siguiente: «e por la presente man
do al conçejo e alcaides e alguazil e refidores e ofiçiales bezinos e moradores
de la dicha villa que vos ayan a resçiban luego por sennor de la dicha villa, e
vos obedezcan e cunplan vuestras cartas e mandamientos, e vos recudan e fagan
recudir con todos los dichos frutos e rentas e pechos e derechos e esquilmose
otras cosas al dicho sennorio delia anexas e pertenesçientes, todo bien e
conplidamente en guisa que vos non mengue ende cosa alguna»: c/r. : concesión
del senorio de Gahete. en noviem bre de 1444. mencionado supra. En ocasio
nes. se hace mención más explícita de otros contenidos del poder senorial. a
través del mandato a quienes debían acatarlo. como es el caso de las atribucio
nes del caudillaje militar y la defensa del lugar, que se argumentaban por mé
dio de la alusión a la dependencia expresa del alcaide: «E otrosy por esta mi
carta o por su traslado signado com o dicho es. mando al alcayde e tenedor o a
otra qualquier persona que por mi o en otra qualquier manera tyene el dicho
decisivo fue la capacidad para ejercer en sus senorios tardo-
fjiedievales. por encima de todo, el poder jurisdiccional.
0 poder e x h i b i d o . I m á g e n e s y m e n sa je s s e n o r ia le s
— 131 —
La expresión de una imagen senorial de poder se ca
zaba a través de varios procedimientos, pero es e v id e n t e J
de entre todos los registros posibles destaca la toma dp ^U6’
r uc Con
tacto con los ritos de acceso al senorio, cuyo análisis permi
adentrarse en la representación simbólica. Independientem ^
del valor que a dichos actos de toma de posesiôn se otorgô e
la historiografia anterior — en el sentido de diagnóstico de I
senorialización lograda por encima de cualquier r e siste n c ia
este tipo de ceremonias incluian una representación figurada
de los hechos, del máximo interés para el conocimiento de )ag
realidades senoriales 49. En definitiva, si los símbolos e imã
genes con los que se exhibe el poder constituyen una realidad
inséparable del mismo. en el caso concreto que nos ocupa po
dem os decir que estos actos de toma de posesiôn, por su ca
rácter de n ecesarios para acceder al senorío, en realid ad
«hacían» al senor. no sólo exhibian su poder50. El material
documental referente a estas cuestiones. relativamente abun
dante, fue utilizado durante algún tiempo com o indicador que
demostraba que el senor había conseguido la « p a ç if ic a p o -
sesion, syn contradiçion de persona alguna» 51, según lo esti-
49. Hace casi treinta anos, un esplêndido trabajo llamaba la atención so
bre el sim bolism o de la sociedad medieval haciendo notar la importanciade la
realidad cérémonial y simbólica en relación con los ritos del vasallaje: Le Goff.
J., «Les geste sym boliques dans la vie sociale. Les gestes de la vassalité».
Settim ane d i Studio del Centro Italiano di studi sulV alto Medioevo. XXIII.
Spoleto, 1976. II. págs. 679-788. Se ha difundido luego. sobre todo. en su ver
sion posterior en casteilano: «El ritual simbólico del vasallaje», en Tiempo, tra
bajo y cultura en el Occidente M edieval, Madrid. 1983. págs. 328-394. Entre
otros aspectos a tener en cuenta, resulta de interés el análisis de las formulas
que aparecen en la documentación. y que son la expresión de una determ inada
ideologia.
50. Ver las consideraciones de Balandier, G.. El p o d e r en escenas. De
la representación del p o d er a l p o d e r de la representación Barcelona. 1994.
51. De este modo se expresaba la idea habitualm ente en estos testim o-
nios d o c u m e n ta is , pero en algunos casos, el titular del senorío mostrabaun
especial interés en que el escribano y los testigos diesen fe de que el apode-
nulado. y pese al ricsg0 siem Pre existente de actitudes de re-
r . 52
sistencia •
En ocasiones, para el acceso al senorío se desarrollo un
acto d e carácter más contractual, y con un protagonismo muy
a c u s a d o de los vasallos, por el que los representantes del con-
T" J g l s e n o ríose habia producido en tal forma: de entre los que podrían
,f l'en c o n v ie n e m encionar uno muy característico, que es la tom a de pose-
CÍtarSj e | s e n o r í o toledano de T orrico, perteneciente al estado senorial de
slon n „i au e en varios de los apartados de que constaba el acto jurídi-
Oropesa- ^ ,
mbólico de la posesión se insistia en ello con la siguiente expresiôn:
^ ^1 o el dicho senor dixo que de comm o tomaua e tomó la posesion o casi
. ^ e s i o n de la dicha su jurisdiçion... e de com mo quedaua paçificamente
|adicha su posesion velcasi (sic).. .sin contradiçion de persona alguna. pi-
(j ó a mi el dicho escrib an o e no tario que g elo diese asi por testim o n io
s' nado » y adelante en el m ism o texto, «e de com m o tom aua e tomó
la posesion del dicho term ino e andouo por el et quedó en la dicha su posesion
acificamente sin contradiçion d e persona alguna. pidió a mi ei dicho escri
bano que gelo diese asi por testim onio para guarda de su derecho», AHN,
Nobleza, Frias. leg. 1.326 núm. 11, tom a de posesión del lugar de Torrico, por
don Fernán Álvarez de Toledo, el 2 de abril de 1447.
52. El receio ante una actitud de rechazo de los vasallos a acatar la or-
den regia, y recibir al nuevo senor podia alcanzar, a veces, un sentido más
intenso, en función de las circunstancias; ello explica que, a veces, en los
mismos privilégios reales se incluya alusiones expresas a esa realidad, como
se leeen el siguiente docum ento: «e por esta mi carta e con ella...v o s do po
der a autoridad para la entrar e tom ar e aprender e retener e defender, aun-
que falledes qualquier resistencia actual o virtual», Ávila. 12 de septiem bre
de 1445, por el que Ju an II concede a Juan C arrillo, su alcalde m ayor de
Toledo, el senorio jurisdiccional de su lugar de Layos, Archivo del conde de
Mora, leg- 3, núm. 25. transcrito por López Pita, P.. Layos: o rig e n y desarrollo
de un senorío medieval, Tesis Doctoral, UNED, Madrid 1986. p- 1082 y ss.
A veces, como sucedió en la tom a de posesión de Penafiel, en agosto de 1448,
se prohibia a los vasallos explicitam ente, en estos actos, el uso de arm as «de
fuste nin de fierro», en público, ni en privado: Aguado G onzález, F.J., E l as-
censode un linaje castella n o ... ob. cit. págs. 584-589; tal vez esta m edida se
debiera al temor ante un posible intento de resistencia antisenorial, adem ás
del lógico sentido general del interés senorial por la preservación del orden
y la paz.
— 133 —
cejo y vecinos prestaban el habitual juramento y pleito h o n j
naje, en reconocimiento de que acataban la autoridad spa ^
^noriai
al tiempo que estabiecian las condiciones de una espeCie
pacto o acuerdo para que el senor respetase sus privil 6-
históricos, manteniendo asi los usos y costum bres53• fFm ^l0s
iltr e I qc
— 13 4 —
En la mayor Parte *os casos- sin embargo, se trata de
tipicamente senoriales, presenciales y persuasivas.
c e r e m o n ia s
— 135 —
do de exhibición penelraba todos los actos que se segujan '
el ritual, y alcanzaba tanto a la autoridad senorial. c o m o al ^
mento vasallático57. M erece la rpena senalar wel sentido
c,n,a o d e^i
presencia del senor en el senorío. Es cierto que, con m
frecuencia. razones muy diversas impidieron a los sefi
asistir a esos actos, de m odo que éstos se desarrollaron 68
medio de una persona del entorno clientelar, de condición
ble, al m enos hidalgo, que, en virtud de una delegado,™^
poder, llevaba a cabo la ceremonia correspondiente, sin
por ello se mermasen los aspectos de solemne ritualidad aco*6
tum brados58. Pero. sin duda, el protagonismo senorial direc'
to en esos actos alcanzaba un significado muy especial del
que pueden destacarse, por un lado, el sentido de desplaza
— 136 —
t0 hacia sus vasallos. que podria indicar un geslo de cap-
'o fjefievolGfttiae* claramente relacionada con las estrategias
f^integración puestas en ju eg o con frecuencia en el tardo
jjevo por Ia nobleza senorial; con todo, estos gestos se
tfientaban. en definitiva, hacia el control social de sus villas
vasallos, y, Por e ^0 ’ conviene senalar la evidencia de que la
laparición» senorial debía tener, fundamentalmente, el senti
do de una actitud de exhibición intimidatoria. que a veces que
da s u b r a y a d a al indicarse que aparecia acom panado de un
nutrido séquito de vasallos. caballeros y escuderos 59.
El dispositivo cérém onial, destinado a representar la po
sesiôn por el senor de los con ten idos m ateriales, y de los
intangibles, que el senorío conllevaba. se iniciaba con la ma-
n i f e s t a c i ó n del animus. es decir. la intención de proceder a la
— 138 —
en práctica los actos de representación y propaganda del no
der. Eran varies los espacios del senorio donde se daban cita
e, senor y sus vasallos para proceder a la toma de posesión
c o m o l a casa del concejo. la plaza public a de la villa o la i X ’
— 139 —
La fortaleza senorial alcanzaba, indudablemente el !
tido de espacio sim bólico por excelencia. el lugar dond
jor podia proyectarse la imagen del poder senorial, y e|
más significado de relación entre el poder y la escena r l
castillos eran exponentes del poder militar del senor lim ! »
de corte. centros de percepción de rentas. y. desde l u e g ^ S
dían representar el papel de sede de la administraciôn
justicia senorial. donde desarrollar juicios, y apresar a condi*
nados. Como edificios más representativos de la topografia
poder nobiliario encarnaban todas las facetas integrantesdeU
relación de preem inencia y supeditación, respectivamente
sobre la que se sustentaba el orden senorial; más en concr '
to. la torre del homenaje. convertida en signo icônicodota*
de todos los elementos necesarios, incluso físicos. — altura ta
mano, grandiosidad— para la función de mensaje que todaar
quitectura desempena, albergaba con frecuencia algunos de los
gestos más destacados de estas ceremonias. en las que el nue
vo senor se investia ritualmente mediante la expulsion de los
presentes, el recorrido a pie por todo el edificio. y la posterior
invitación senorial a la entrada de los expulsados. Por to d o esto
es fácil entender que se trata de uno de los escenarios más uti
lizados para estas formas de representación del poder senorial65
— 140 —
Fn la toma d e posesión de la fortaleza ténia un papel muy des-
acad o el a l c a i d e . — personaje siempre perteneciente el entor-
q de la c a s a y clien tela senorial y, a v ec es, el acto se
désarroi laba en un momento distinto, con posterioridad a la de
la villa66: e n otras ocasiones se realizaba com o un acto pré
vio. c u a n d o e l concejo se encontraba reunido en la propia for
taleza s e n o r ia l , o ante las puertas de la misma. por lo que los
actos se c e l e b r a b a n allí. y los primeros gestos de poder seno
rial sc r e a liz a b a n en relación con la posesión de estas construc-
ciones61■Es más. en algunos casos se observa que la posesión
del castiNo encerraba un sentido global, en relación con todo
e| senorío. que quedaba asi implicitamente integrado en fun-
ción de la ceremonia que se dcsarrollaba en dicho espacio 68.
66 Ver, por ejem plo, los docum entos de tom a de posesión del senorío
de Hellín. para don D 'eS ° López Pacheco, el 27 de m ayo de 1468. a Io que
siguió en acto docum entado aparte, la de la fortaleza, el 29 de m ayo: cjr:
AHN, Nobleza, Frias, leg. 666 . núm . 2, y 666 , núm . 3.
67. «En Ia villa de C a n ete...estan d o en el castillo de la dicha villa
avuntados en su cabildo e conçejo» A.D.M . Priego, leg. 34 núm. 7. cit. supra.
En otro caso: «ante Ias puertas del dicho castillo e casa fuerte». en la tom a
de posesión del lugar toledano de Torrico, el 2 de abril de 1447: AHN. No
bleza, Frias. leg. 1.326. núm. 11, cit. supra. Un tercer ejem plo. «en par del
castillo e fortaleza» se realizaron los actos en el caso del senorío cordobés de
Montemayor. el 29 de mayo de 1459: AHN. Nobleza, Frias, leg. 1.340, núm.
4, complementario del núm . 5. cit. supra.
68. Uno de los testim onios más explícitos que conozco es el que pude
analizar hace algún tiem po. que contiene el testim onio de lo sucedido el 2 de
marzo de 1455 en Montilla, villa del estado senorial de la C asa de Aguilar.
cuya toma de posesión por don Alfonso Fernández de Córdoba se llevó a cabo
por completo en la fortaleza, «dentro en la torre mayor del om enaje que es
en el dicho castillo desta dicha villa en la bóveda mas alta de la dicha torre»
donde dijo ante el alcaide y los testigos presentes que queria tom ar la pose
sión «del castillo e fortaleza e villa, a boz e a nonbre de todas las tierras e
términos e heredamientos de la dicha villa». ADM , Sección H istórica, leg.
281. núm. 40, publicado en Orígenes de la M onarquia H ispânica.... ob. cit..
págs. 429-430; ha sido objeto de análisis en mi trabajo titulado «Contenidos.
símbolos e imágenes del poder n o b iliario.... ob. cit. Las consabidas obliga-
ciones contraídas por los alcaides. siem pre en el entorno m ás próxim o de la
— 141 —
El uso de un diversificado lenguaje — oral, e s c r i t o v - I
gestual—I
, yv ael! fformalismo de la palabra de los objetos **1,
n r m a i i c m n H a l a n a l n h r a H a 1« o ~ i _ •
— 142 —
. )rT1ente, de las manos. elem ento de sim bologia polisém ica
013 valor significante de acercamiento. por ejem plo con mo-
C° de la imposiciôn de las m ism as — inm ixtio m anuum — .
"racticada con los alcaides de las fortalezas, o en la entrada
^ |a villa o castillo de los vasallos tomados por las manos por
el senor. asi com o en el momento de la entrega de los signos
V ' re p re s e n ta b a n los oficios concejiles. que pasaban de las
pianos s e n o r ia le s a las vasallâticas; al mismo tiempo, las ma
nos eran senal de fuerza y poder, en concreto la mano derecha
receptora del beso de obediencia de los vasallos. y exponente,
entre otras cosas, de la capacidad para administrar justicia.
En lo que se refiere al tratamiento otorgado en las cerem o
nias especificamente a los distintos contenidos del poder se
norial. se observa que las atribuciones fiscales aparecen muy
p o c o c o n te m p la d o s en dichos ritos, en los que pocas veces se
71. Sobre la prim era idea, en la (orna de posesión del senorío de Olvera,
por don Alfonso Téllez Girón. en diciem bre de 1460. se m encionan los «dere
chos, martiniegas. escrivanías...e pagas e lievas»: ç/fcAtienza Hemández. I„ «El
poder real en el siglo X V ...» , ob. cit.., y algo parecido en la de Fontanaya, pu
blicada por Rodriguez Llopis, M„ «Las tomas de posesiôn bajom edievales...».
ob. cit., pág. 354. donde se alude a que se estaba tomando posesión de los «pe-
chos e derechos e martiniegas e escrivanias e portadgos e montadgo»: en el artí
culo de Franco Silva, A., «Fuensaldana y los V ivero...», ob. cit. pág. 827, nota
14, se indica que el sacerdote fue preguntado por los diezm os, y al mayordo-
model concejo se le pidieron cuentas por si se debía alguna cantidad al seno
río. En cuanto a la gestualidad. m uy escasa en relación con estos contenidos.
como se ha indicado, se incluye un testimonio de este carácter en un breve. pero
ilustrativo, en el docum ento que recoge la tom a de posesiôn del senorío de
— 143 —
de posesión de algunas propiedades m uebles, con dereokJ
fiscales anejos, a los que se hacia extensiva la gestualidad *■*
tuai, com o sucedia, por ejem plo, con las barcas y su co
pondiente derecho de. «pasaje», en expresiôn literal72
Los gestos relacionados con los derechos sobre el ténu-
no, los inmuebles y otros elem entos materiales y tangibles hT
senorio, se resolvían con el paseo del senor a caballo o a *
por la villa y las tierras anejas, acompanado de senales
pagandisticas de poder. efectuadas con ostentaciôn, queco '
sistian en tomar punados de tierra, o piedras, beber agua,
comer frutos, acciones que a menudo se subrayaban con gès
tos de destrucción. com o arrancar hierbas o cortar ramas a lo
que. a veces, se anadian actitudes que querian simbolizar la
participaciôn en los procesos de producción agraria, como su
cedia cuando se efectuaba un simulacro de arado de la tierra73
— 14 4 —
c n o c a s io n e s ,la gestualidad se hacía extensiva a las casas de
los v e c i n o s . quienes eran expulsados de ellas, en senal de la
sesión senorial. para después hacerlos entrar 74.
P° La f a c e t a jurisdiccional alcanzó. sin duda. una dimension
m uy e s p e c ia l en los actos de aprehensión del poder senorial.
Los s e n o r e s gustaron de propagar sus poderes juridiccionales,
y en las cerem onias, numerosos ritos exteriorizaban las diver
sas c a p a c id a d e s relacionadas con las facultades de gobierno,
jd m in is tr a c ió n , y ejecución de la justicia en el senorio. Si co-
m e n z a m o s por lo primero, el derecho de nombramiento de
personas para el desempeno de los oficios, — alcaldías ordina-
rias. alguazilazgo. escribanías. com o los más representativos—
de pies dentro de los heredam ientos.. ,e anduvo.. ,e cortó de las yervas.. .e puso
iedras por los lindes e m ojones...en senal de posesion», cit. supra. En la toma
de posesión de los senorios de Gandul y M archenilla, el 17 de marzo de 1492,
el procurador, en nombre del senor: «anduvo por la villa a pie y cabalgado...
quebródostexas...arranco piedras...fue a lafuenteprincipal de la villa de Gan
dul y bebió el agua delia.. .quebraua rramos de arboles.. .coxió çiertas naranxas
ecomió de una délias...cortó de unas parras e de unos alm endros e com ió de
las almadres. e arranco de Ias yeruas en senal de posesion», pero también en
otro momento «se apeó de un cauallo e tomó unos bueyes e tom ó trigo e senbró
e aró sobre ello con los dichos bueyes»: Franco Silva. A., «G andul y M ar
chenilla. Un enclave senorial de los Velasco en la Campina de Sevilla». V Co-
loquio Internacional de H istoria M edieval de A ndalucia, Córdoba, 1988,
págs. 405-419, y recogido después en la recopilación de trabajos titulada Se
nores y senorios (siglos XIV-XVI), Universidad de Jaén. 1997, concretam ente
págs. 185-188. El documento es m uy explícito, e incluye num erosos detalles
de gestualidad. en referencia a la tom a de posesión de tierras y molinos, el cas
tillo de Marchenilla, e incluso la iglesia de Gandul, con gestos paralelos a los
de las fortalezas — expulsar al clérigo y al sacristán del templo, para luego vol-
verlo a abrir con las llaves y meterlos «de su m ano».
74. No era un gesto frecuenle. pero se confirm a en un articulo de Franco
Silva, A.. «Fuensaldana y los V ivero...» ob. cit. pág. 827. nota 14.
— 145 —
se veia subrayado mediante la suspension de los oficiai
teriores, con gestos de ostentación de poder. por los qUe^ an'
rïor les «arrebataba» los atributos de su condición: las \ ^
la justicia. llaves. cadenas y prisiones de la cárcel. escrib— ^
etc.— , procediendo a continuación a designar a los Plas'
oficiales, que en numerosas ocasiones eran las mismas1111^ 05
nas. de las cuales recibia un específico juramento de
antes de quedar investidos de sus oficios por el nuevo '
mediante un acto de traditio de los signos identificativos de^ '
cargos 75. Resulta significativo el alto grado de interés que? *
senores demostraban por la cuestión judicial en este tipo
actos de representación. For un lado. no se limitaban aotôr
gar a los distintos oficiales los poderes, sino que insistian
las funciones concretas que debian desempenar, y, por otasl
parte, mostraban claros signos del relieve que para ellos alcan
zaba su papel com o responsable de la administraciôn de |a
justicia en su senorío. con el consiguiente objetivo de mante
nimiento de la paz y el orden en el sen orío76.
— 146 —
I análisis más detallado del tema proporciona claves de
IjjlJn3 0bservar los recursos puestos en juego en estos
una imagen adecuada de su poder com o
'n ie fL > a ra p r o y e c t a r
aCt° S iTiediante la inclusion de actos judiciales en la mayoría
iu°z' cerernonias. A veces. después del nombramiento de los
clela'S| correspondientes, eran éstos quienes. en nombre del
0 _ ge veían instados a administrar justiçia públicam ente11.
se'*°gn muchas otras ocasiones, era el propio senor, o su pro-
• ~ \ jo r por él. quien procedia a sentarse en audiência, desa-
cU Dando una escen ificación de uno o varios ju ic io s, que
Ü /f a n ten er carácter de simulacro, pero que. sin duda. alcan-
aban la eficacia perseguida en cuanto a los objetivos propa-
a n d ístico s del poder senorial 8. Se trataba tanto de pleitos
— 147 —
entre vecinos. com o de juicios por delitos cometidos co
propia autoridad senorial. La exhibiciôn del poder judiciai
senor podia acompaiîarse de característicos gestos de cle
cia, prerrogativa con la que la nobleza procuraba acerca
las pautas de com portamiento regio 79.
En su dimension ejecutiva. la faceta judicial era ob'
igualmente, de actos de representación de un alto conteni '
simbólico, en los que intervenian actitudes, formalismos verba*1
les. y. desde luego. determinados objetos identificativos80
— 148 —
de las cadenas, grilletes, cepos, cuchillos, e incluso llaves de
cárceI. considerados todos com o sím bolos de jurisdicción. lo
destacado eran la horca y la picota, elem entos altamente
présentât ivos de la ejecución de una justicia senorial que al
canzaba la máxima entidad — «civil y criminal, alta y baja. con
Ineroy mixto imperio» por lo que, necesariamente, todo lo
re la c io n a d o con ellos debía ocupar un lugar importante en el
contexto de la ritualidad en el acceso del nuevo sen or81.
El levantamiento de la horca. instrumento de aplicaciôn de
la pena de muerte, se hacia mediante la construcciôn en ma-
jera de dos palos. hincados en el suelo, que se trababan con
un tercero, y se instalaba en medio de las formalidades perti
nentes82. Estos signos icónicos de justicia se situaban en las
cision de ejercer alli la autoridad senorial, que le era disputada por M olina:
más detalles. en Quintanilla Raso, M.* C.. «El condado de Priego de C uen
ca. Un ejemplo de estrategia senorial en la Baja Edad M edia castellana». HID
19 (1992). págs. 381-402. En el âm bito de la bibliografia, hay que senalar el
sentido clásico del trabajo de Bernaldo de Q uirós. C.. La picota. C rim en esy
castigos en e lpaisaje casteilano en los tiem pos medios, M adrid 1907. (reed.
Madrid, 1975). La m ayor parte de los trabajos sobre estas cuestiones se ba
sait en el análisis de fuentes muy diversas, desde literarias hasta arqueológi
cas. y présentait un carácter erudito, por encim a de todo. A lgunos ejem plos:
G onzalez Blanco. A., Horcas y p ico ta s en ta Rioja. Aproxim ación a l proble
ma de los nollos y de su significado. Logrono. 1984: IDEM , «Horcas. Rollos.
Picotas y otros símbolos o instrum entos de la justicia en la Région de Mur-
cia». Homenaje a lp ro feso r Juan Torres..., ob. cit.. I, págs. 661-671. que es.
sobre to d o . un catálogo de testim onios arqueológicos de la presencia de es
tos elementos en el paisaje m urciano.
82. La instalación de la horca. en representación del poder jurisdiccio
nal. aparece bien documentada, entre otras. en la toma de posesiôn de Torrico:
— 14 9 —
cercanias de las villas, en su término, sin duda por el ^*3
cado sociojuridico que entranaba la ejecución de la
pena h
muerte, que debía alejarse fisicamente del núcleo de h-K-
ciôn; mientras, la picota, en la que se llevaban a cabo ca
corporales, dotados de un alto sentido infamente, y cargadrJ*
intención de ejemplaridad, se situaban en el interior del |
de senorio83. La instalación de estos elementos fue cobraiS
cada vez más importancia en el contexto del sim b o lism o ^
poder senorial; por eso, se llegó a situaciones de clara ostent».
ción de poder cuando el senor, en caso de encontrar dich
elem entos ya instalados en el senorio. tomaba la décision de °*
cambio de emplazamiento. lo que. más al lá de razones prácti
cas, era una senal de ratificación del poder del nuevo titular84
«paresçió el dicho senor Ferrand Alvarez e dixo que con ánimo e propósito
de aver para sy la posesion de la dicha juridiçión çevil e criminal, a lto e b a x o
e m er e misto ynperio. fizo levantar e poner e puso una força de très palos dé
m adera dentro del dicho término e territorio del dicho lugar del Torrico e fizo
colgar una soga desparto de la dicha força para penar et castigar a los de
linqüentes e m alfechores porque a él asi com o a senor e segund derecho
pertenesçia corregirlos e penarlos». cit. supra.
83. Queda muy clara esta diferenciación de significado y de funcionalidad
en un documento transcrito por Sánchez Prieto. A.B., La Casa del lnfantado...
doc. 49, fechado en 1473, en el que. al tomar posesion del senorio de Utande
por la m arquesa de Santillana. se dice que se ordenó instalar ambos elementos:
«que la dicha forca e picota fuesen fechas e puestas. la dicha picota en la plaça
publica de la dicha villa de Utande. e en el termino délia la dicha picota», y más
adelante. se insiste en la ubicación respectiva: «e luego la dicha seiiora perso-
nalmente fue a fazer poner la dicha picota dentro de la dicha villa, la quai puso
delante de las casas de.... e la dicha força se puso e asentô en término de la di
cha villa... ençim a de las vinas».
84. Una situación bien patente se dió en el senorio de Canete. cuando el
representante senorial ordenó al alguacil «que asentase una força de madera çerca
de la villa, en nobre del dicho Alfon Ferrandez, e el dicho alguasil dixo que puesta
estava, e el dicho Pedro de Vargas mandóle que la mudase de aquel lugar a otro.
e el dicho alguasil dixo que le plasia todo esto que dixo que fasia e fiso en senal
de posesion e por posesion que tomava de la jurediçiôn de la dicha villa»,
Quintanilla Raso. M .1 C„ «Canete de las Torres..., ob. cit.. pág. 105.
— 150 —
„ ia conversion de una villa senorial en senorío de
to d o
• ón se subrayaba con actos de construcccion e instala-
^ - ^ d 'e s ° s instrumentos de la justicia ejecutiva85.
C'0t]pn definitiv a - en las tomas de posesion de los senorios
! -r os en la Castilla bajomedieval se resume el valor alcan-
1,0 or e| poder senorial. en un espacio ordenado, y dotado de
t^ ° ^cia como escenario de proyecciôn de los valores jerár-
c°. reflejados en el reconocimiento hecho por los vasallos
^U'í|°còntexto de las formulaciones incluídas en las ceremonias
— 151 —
e s t ú d i o s : Ia c o n c u r r e n c i a d e p o d e r e s , y , p o r I o t a n t o , | a V er
t e b r a c i ó n d e i p o d e r . E r a é s t a u n a r e a l i d a d s o b r e l a q u e l0 s t '
tu l a r e s d e s e n o r ío s n o p a r c c ía n m o s tr a r s e m u y re c e p tiv o s p c , ”
d e Ia q u e a v e c e s lo s v a s a l lo s h a c ía n e x p r e s i ó n m a n ifie s ta
r o tu n d a , s e g ú n s e d e m u e s tr a e n a lg u n o s te s tim o n io s m u
i l u s t r a t i v o s , e n l o s q u e h a c í a n e x p l í c i t a r e f e r e n c i a a la s o tr
in s ta n c ia s d e p o d e r, a d e m á s d e la s e n o ria l:
g u a r d a n d o c o m o j u r a r o n d e g u a r d a r t o d a v i a e l s e r v i ç i o d e i re
n u e s tr o s e n o r e d e i d ic h o ...s u s e n o r, e el p ro e b ie n c o m u n d e
l a d i c h a v i l l a e d e la r e p u b l i c a e j u r i d i ç i ó n e t é r m i n o s d e l ia 86
M e d i a n t e e s t a i n t e r e s a n t e f ó r m u l a , a d e m á s . l o s h a b ita n te s
s u j e t o s a l s e n o r í o n o b i l i a r i o p o n í a n d e m a n i f i e s t o q u e s u fa c e ta
d e s ú b d i t o s r e g i o s . y d e v e c i n o s d e u n a c o m u n i d a d , n o d e b ía
d e s a p a r e c e r b a j o la p r e s i ó n d e l a a u t o r i d a d s e n o r i a l .
A c e r c a d e la p o s i c i ó n d e la m o n a r q u i a , e n p r in c ip io , cabe
d e c i r q u e s u i n t e n s i f i c a c i ó n p r o g r e s i v a e n l a d i r e c c i ó n d e los
p r o c e s o s s o c i o p o l í t i c o s g e n e r a l e s d e i r e i n o e s u n a r e l i d a d b ie n
c o n s t a t a d a — m a n i f e s t a , e s p e c i a l m e n t e e n e l d e s e n v o lv im ie n to
d e u n a a c c i ó n c r e a t i v a d e d e r e c h o , c o n u n a l e g i s l a c i ó n d e ap lí-
c a c i ó n g e n e r a l , a s í c o m o l a t o m a d e d e c i s i o n e s v i n c u l a n t e p ara
t o d o e l t e r r i t o r i o , y u n a o r g a n i z a c i ó n h a c e n d í s t i c a c e n tra liz a
d a 87— y s e s j t ú a e n e | p u n t o d e a r r a n q u e d e l a c o n s ti tu c i ó n
d e i s e n o r í o . E l m o n a r c a d e s i g n a b a p o r s u v o lu n t a d so b eran a
a l s e n o r , p o r l o q u e . e n s u p o s i c i ó n c o m o « f u e n t e d e g r a c ia » ,
s e c o l o c a b a e n u n n i v e l d e i n n e g a b l e p o d e r p o r e n c i m a dei
d o n a t a r i o , q u e q u e d a r i a a s í e n u n a p o s i c i ó n d e s o m e tim ie n to .
— 152 —
A
I g .nos générales, los monarcas, cualquiera que fuese su
En te . jg relación con el grupo noble, trataron de situarse
d'na nCima del lazo establecido entre senores y vasallos, in-
P°r . ^ c e r respetar por todos en el senorio el vínculo de
t£ n t u r a l e z a » , que- según se ve en los privilégios de donación
— 153 —
va es que, en los estados senoriales nobiliarios, el poder regj^l
alcanzaba un sentido de supremacia desdibujada y lejana.
En cuanto al poder concejil, el régimen senorial, p0r Su
propia naturaleza, representaba un obstáculo o freno. de modo
que la capacidad de maniobra de los concejos de senorio siem
pre era susceptible de resultar mediatizada. de muy diversas
formas, por la autoridad superpuesta. Pese a ello, la entidad
concejil trataba de mantener el pulso bajo la presiôn senorial
Los concejos senoriales siempre estuvieron dotados de un per!
sonal político integrado por vecinos que desarrollaban una ac
tuación circunscrita al âmbito más inmediato, y que, por ello
solian adoptar una actitud de identificación con los intereses
locales. Generalmente eran oficios menores, fieles, guardas del
campo. caballeros de la sierra, y, entre los más caracterizados
estaban los de mayordomo, y, sobre todo, los alcaldes ordiná
rios y alguaciles, encargados de la toma de decisiones, las cues-
tiones administrativas, y la función judicial en su sentido más
amplio. En teoria, los privilégios de concesión otorgaban a los
senores el derecho absoluto a nombrar los oficiales de sus vi
llas, pero ya se ha indicado antes que, en las tomas de posesion,
se sentaron las bases de una gestion compartida en este terre-
no, por la que las capacidades senoriales se veían más o menos
recortadas; a menudo, los concejos consiguieron que la eleccion
de oficiales se hiciera de forma concordada con la autoridad
senorial, y de manera reglada, y, al m enos, puede decirse que
casi siempre mantuvieron su derecho a establecer, en expresiôn
literal, la «matricula de ofiçiales» y el consabido «derecho de
presentación» sobre la mayor parte de los cargos locales, que
dando para el senor la eleccion entre varios candidatos, por
ejem plo, en número «doblado» 90. La presencia de jurados, o
90. C om o ejem plo puede citarse, entre otros m uchos, la situación del
senorio onubense de Cartaya. perteniente a los Stúníga, titulares del estado
y m arquesado de Gibraleôn, en cuyas ordenanzas. pese a responder a una ini
ciativa claram ente senorial. se reconocia esta clase de facultades del conce
jo : cfr.: Q uintanilla Raso. M.a C.. «La reglam entación de una villa de senorio
u r a d o r e s , que representaban los intereses de los vecinos,
P^carácter «perpetuo» de algunos cargos podrían ser inter-
y tacj0S. en algunas circunstancias, com o sintom as de una
or independencia vasallática, frente a la discrecionalidad
s e n o r ia l 91•
El control que los concejos tenian sobre sus propiedades
d erech o s concejiles, los bienes de propios, con su propia
^arcela de fiscalidad — rentas de pesas y m edidas, rentas del
j^edo del alm otacenazgo, etc.— , y su organización hacen-
(jjstica, eran otros tantos signos inequívocos del desarrollo que
dia alcanzar en el marco de los estados senoriales el gobier
no concejil, capaz incluso de gestionar la recaudación de los
trib u to s senoriales mediante reparto entre los vecinos por pa-
d ro n e s 92■ S u marco de acción se extendia también a la regu-
— 155 —
lacion de los asuntos por via normativa, mediante la redacc"
de ordenanzas que. por deberse a su iniciativa directa, asi coiuq-
por sus contenidos, y por el hecho de que la mayor parte de 1^
multas pecuniarias se destinasen al concejo. pueden ser caljfj
cadas de ordenanzas concejiles o municipales, pese a estar so-
metidas a la consabida y formularia aprobación senorial93
Otra cuestión primordial la constituye el talante de la socie
dad política local, y concretamente. de la oligarquia, que, des
de su dom inación interna en el lugar, podia inclinarse a |a
colaboración con el poder nobiliario — lo que solía ser renta
bilizado por los integrantes de las élites locales para su medro
particular— , o por el contrario, desarrollar una actitud antise-
norial, para evitar perder esa preeminencia, induciendo los com-
portamientos generales de concejo y vecinos. Las reacciones
vasalláticas no siempre fueron a remolque de la actuación se
norial, y en ocasiones, eran los oficiales concejiles y los veci
nos en general quienes estabiecian el punto de inflexion de las
capacidades senoriales, de m odo que, al menor roce con los
derechos e intereses de la comunidad, podia saltar la chispa de
la resistencia. En todo caso, hay que hablar de una duplicidad
de gestion, de una actuación concejil que, si bien podia situar-
se al margen de la gestion senorial, se mantenía siempre bajo
su sombra. Esa circunstancia hacia compleja la organización del
gobierno en los estados senoriales, y a veces podia provocar no
poco problemas, aunque en muchas ocasiones seria asumida sin
grandes inconvenientes, mediante un constante ajuste entre las
dos instancias.
— 15 6 —
Los datos con que contamos actualmente sobre el funcio-
íientct j e |os concejos en los seiioríos nobiliarios permiten
r ln ç m n H p I n c TTnn H p «=*llr»c r o t n n n H o
.Klf , __ básicamente. dos m odelos. Uno de ellos responde
blecer,
esta'
I aSo de lugares con un grado más o m enos elevado de en-
licia d histórica anterior a la senorialización. dotados de una
o rg a n iz a c ió n preexistente, con una oligarquia consciente de su
p o s is ic ió n . y deseosa de mantener unos privilégios, que se
h acían respetar por el senory4. Éste se veia asi forzado a esta-
blecer. d e s d e el principio, un firme com prom iso con la comu-
nidad d e concejo y vasallos, en definitiva, con la «republica» de
la v illa 95- En su dimension práctica, sabemos que no era mera
retó rica: muchas tensiones o enfrentamientos entre concejo-
v asallo s y senores obedecían a la consideración. objetiva o. a
veces. algo distorsionada, por parte de los primeros, de que el
sen o r no se habia atenido a tal com prom iso 96. En el otro ex
trem o se situaria el ejem plo muy frecuente de lugares serio-
ria liz a d o s en los que la entidad concejil quedaba desdibujada
bajo la cúpula senorial, y en los que, por ello. se puede obser
var un rotundo ejercicio de la autoridad y el poder por el senor
— 157 —
en su máxima extension, superponiéndose asi a los objetiy 1
intereses de los concejos y vasallos. que quedaban d e ^ 6
m odo, fuertem ente so m e tid o s97. Entre ambos, se c o n
todo tipo de situaciones, en un gradiente de mayor a m *
capacidad concejil en el âmbito senorial.
— 158 —
r 'ble en cada estado, ni tampoco en cada senorío concre-
rt1°' ue dependia de los m omentos, de las coyunturas, e in-
l° ^ de los relevos generacionales en el nivel senorial. De
ClU!'°ello se obtiene una imagen de diversidad en las numero-
í0^°entidades senoriales de la C astilla de fines del período
**fjjeVal de tal manera que. esencialmente. puede decirse que
^ I senor hace al senorío». y. en relación con esto. que «no hay
* . n s e n o r i a l , sino senorios». No obstante, se puede obser-
n las relaciones de poder en las numerosas entidades se-
var
oriales en la Castilla de fines de la Edad Media cierto grado
d e c o h e r e n c ia . si se tienen en cuenta las tendencias más gene
r alizad as de la alta nobleza. que se mostró capaz de désarroi lar
sus propias bases de poder. y. aún más. de extralimitarse. prac-
ticando la intromisión en el ejercicio de las capacidades de las
otras dos instancias, en las matérias más diversas, como los de
rechos sobre la tierra, la fiscalidad, el gobierno, o la justicia.
Los titulares de senorios tenían clara conciencia de haber
adquirido la «governaçión e administraçión e justiçia de todo
ello». y en su forma de ejercer esas capacidades demostraban
que consideraban sus lugares com o células autônomas, dis-
puestas para ser administradas y gobernadas de acuerdo con
sus propios intereses 98. La enajenacion de lugares y vecinos
y su entrega a los miembros de la nobleza, suponía el forta-
lecimiento de la élite senorial, a la vez que debilitaba a la mo
narquia. Los titulares de los senorios y estados se extralimitaban
frecuentemente en su actuación fiscal sobre los derechos de la
Corona y, utilizando todo tipo de procedimientos. básicamente
ilegales. tomaron para sí algunos de los más relevantes tribu
tos regios, y, con frecuencia. obstaculizaban el ejercicio de la
supremacia judicial regia, im pidiendo el recurso de apelación
de los vasallos, incluso en los casos bien dem ostrados de
98. La expresión. por otra parte, habitual, se contiene en una carta del
maestre de Santiago, don Juan Pacheco, y se refiere al m arquesado de Villena.
cedido en abril de 1468 a su hijo don Diego López Pacheco, a quien trans
mitia. literalmente, esos poderes: AHN. Nobleza. Frias 666/4.
— 159 —
«mala justiçia senorial». En su dimension fáctica de po^g
grupo altonobiliario dem ostro en sus senorios una a r t -
ambivalente respecto de su relación con la monarquia- si
un lado resulta clara la m ím esis respecto del poder regi0
nifiesta en todas la facetas — gobierno, fiscalidad, justic^"
cancillería— por otro, en cam bio, todos los sintomas p a reil
indicar que intentaban obviar el significado simbólico y
tico de la cúpula regia situada sobre la instancia senorial E
senor. en su condición de gobernante. situaba esta faceta
directa relación con el «serviçio de Dios nuestro sennor, eb"
e pro del dicho conçejo — e incluso no olvidaba consignar la
referencia a su propio interés— . e de mi hazienda». perosin
incluir ninguna referencia al «servicio regio»99. Todo ind'
que no tenían conciencia de su papel com o delegados del mo
narca. de forma que gobernaban y administraban sus senorios
en función de sus objetivos.
En cuanto su relación con concejos y vasallos, sus «jus
tos e derechos titulos» los reconocían com o una instancia de
poder en el senorío, con muchas capacidades de acción y dé
cision por encim a de la sociedad politica local, y eran acata-
— 160 —
j c de grado o por la luerza. por los vasallos com o «senor
i ítim o y verdadero». literalm ente aludido com o «sennor
onplid0>>- 0 «sennor natural» ,0°.
100. Podría m ultiplicar los testim onios: entre los más antiguos se en-
cuentra un «pleito hom enaje» realizado por los vasallos de Hita. en m arzo de
1405. por el que recibían a don ínigo de M endoza como «sennor conplido de
la dicha villa e de su tierra»: Pérez Bustam ante. R. & Calderón Ortega. J.M ..
El marqués de San ti lia n a ..., ob. cit., doc. 17. pág. 103. En la tom a de pose
sión de Villodo. en junio de 1422. por el m ism o don ínigo. los vecinos ma-
nifestaron «que les plazia de buena voluntad e por ende que resçibian al dicho
sennor Ynigo Lopes por su sennor natural»: Sánchez Prieto. A.B.. ob. cit. doc.
15. De «senor natural» se calificaba tam bién a don AlfonsoTélIez Girón. cuan
do fue recibido como senor en Olvera. en diciem bre de 1460: A tienza Her-
nàndez. I.. «El poder real en el siglo X V ...» ob. cit.. y a don Diego López
Pacheco, hijo del m arqués de Villena. en la tom a de posesion de Hellin en
1468. AHN. Nobleza. Frias. leg. 666 núm. 2.
ron de la visita ocasional a las villas de sus estados unatact- '
ca. que, más allá de su sentido práctico la visita s e n o r ia l **
ejercia para solucionar problemas puntuales, emitir m a n d a t
otorgar licencias, y realizar acuerdos con los vecinos— p0r
mezcla de ingredientes autoritarios y paternalistas les prop0rU
cionaba buenos resultados
La captación de las redes ciientelares locales en su s sefio.
rios fue otra de las estrategias puestas en práctica en el g 0bier_
no senorial. Los senores utilizaron m últiples fórmulas de
conexiôn con los sectores de la oligarquia local, a los que aca.
baron atrayendo a su órbita, bien al elegir a vecinos a los qUe
captaban. o bien, del m odo contrario, por introducir en el lu.
gar a gentes de su entorno 102. El otorgamiento de los ofiçios
con el sentido de «m erçed» o «gracia» senorial podia respon-
der tener también a ese ob jetiv o 103.
— 162 —
mezcla de dom ination, y persuasion, de control y pro-
en principio antitéticas, pero en realidad
' ' n p a t e r n a lis t a
,cC!°|n nentarias, solia dar buenos resultados para la clase se-
C° l ^si con ocasión de las frecuentes reivindicaciones
ÃOI*—
non*»1- r . , n n n i o n a n m a r c h a a l m a o i n l i - r v i n / - i Ino
va53Ilâticas,en *as 9 ue Ponian e n marcha el m ecanism o de las
|ransa c c i o n e s , se detecta una politica senorial que, si suponía
ia c e s iô n en algunos aspectos, lograba, sin embargo, mante-
nec jn c ó lu m e s sus más firmes intereses. Resulta bien probada
la ad ap tació n senorial a las circunstancias, con una alternada do-
sifica ció n d e posturas rígidas y momentos de flexibilidad 104.
— 163 —
La organización del gobierno en los estados senoriales de i
nobleza trastámara. en sus líneas básica, era sencilla: en la b a J
cada uno de los concejos vecinales. con ciertas posibilidades de
gestion local, aunque intervenidas por la voluntad del senor, y
encima, la autoridad senorial con su capacidad de organización
de un sistema de gobierno centralizado. Un evidente grado de
eficacia se observa en el gobiem o de la mayoria de esos estados
nobiiiarios, para lo que las Casas nobles contaban con una ma
quinaria cada vez más nutrida y cualificada. en la que incluso
existia un «consejo» senorial105. Aunque. en algunos casos, la
dispersion geográfica de los lugares integrados podia dificultar la
centralización y la coherencia. sabemos que los titulares de los
grandes dominios senoriales intensificaban el papel de aglutinante
del núcleo que hacia las veces de capital, convertido en centro
neurálgico del estado, y potenciaban las relaciones entre cada una
de las villas y vasallos10é.
— 164 —
gn lo referente a las amplias facultades gubernativas se-
jales ya se aPuntad ° que los senores no solían utilizar
sus capacidades potenciales respecto al nombramiento
ficiales locales, pero siempre se reservaban cierto derecho
^ in t e r v e n c ió n en su designación. aunque fuera sobre candida-
' r e s e n ta d o s por el concejo y vecinos. com o solia suceder en
*^50 d e los ofiçios de menor rango. Además. se observa que.
6 eran los senores quienes establecian los requisitos para
la nómina o «matricula» de oficiales, proyectando en este
fija r
a^unto claramente sus intereses lü7. Seguian de cerca la actua
ción algunos oficiales locales, sobre todo los relacionados más
d irectam ente con el âmbito judicial, y la práctica del «juicio
^ residência» se fue generalizando com o elem ento de control
cn las últimas décadas del siglo XV ,08. El control era aún más
e s tr e c h o en el caso de algunos cargos más directamente rela
cionados con la esfera senorial, com o los alcaides. responsa
bles de las fortalezas y de sus guarniciones. y. por extension.
controladas por el linaje, y. sobre todo. que los vecinos del senorío conqueense
de C aiiaveras debian desplazarse para realizar prestaciones de vigilancia en
la fo rtaleza de la villa de Castilnuevo, cercana a M olina.
107. Era normal reservar los cargos a caballeros. com o he podido obser
var. por ejemplo. en las ordenanzas del senorío de Santisteban del Puerto, fecha
das el 2 de marzo de 1503. donde quedaban obligados a hacer alardes periódicos:
ADM, Santisteban del Puerto, leg. 27. nùm. 27, en «La Casa senorial de Be
navides en Andalucia.... ob. cit. Pero también he documentado un caso m uy par
ticular y expresivo en el senorío de Cartaya. donde el senor, muy directamente
interesado en fomentar la dimension marítima de su estado, estableeió que los
cargos de alcalde y regidor quedaban reservados a quienes fueran propietarios de
carabelas, o tuvieran parte en ellas: «La reglamentación de una villa de senorío...,
ob. cit.. título III: «Que los que tuvieren caravelas sean ofiçiales.. .el que tuviere
caravela entera o media caravela sea alcallde. y el que tuviere parte en caravela
sea regidor». El hecho es. por otra parte, una interesante demostración de la ca
pacidad y el interés senorial para inducir las prácticas econômicas de sus vasallos.
108. Tuve ocasión de conocer este aspecto, a partir del estudio de las or
denanzas de Santisteban del Puerto. «La Casa senorial de B enavides..., ob. cit.,
y en las de Cartaya, de 1509, concretamente en el titulo XI que trata «Sobre la
resydençia de los alcalldes»: «La reglamentación de una villa ob. cit.
— 165 —
de los recursos militares del senorio. pero que, a m e n u d o - j l
ensancharse sus competencias por voluntad senorial c o m o
go se indicará 109. Por encima de esto, el signo más identífj
tivo de la preeminencia senorial en las villas de sus e s ta d o s b !
constituye el generalizado nombramiento senorial d e oficial
centrales, reclutados entre sus agentes, com o el alcalde m
corregidor. o justicia mayor, que. al superponerse en su s com '
petencias a los oficiales de rango local, en el fondo lograh
proyectar de manera muy efectiva la sombra del poder senoria|
sobre los asuntos locales. De esta forma, a fines d e la Edad
Media, en todos los grandes dom inios nobiiiarios castellan o-
leoneses existían continuadamente, al menos. dos o fic ia le s de
rango sociopolítico elevado, y con capacidades d e l m áxim o
nivel, relacionadas con las cuestiones militares, y jurídicas
que eran el alcaide, y el alcalde mayor, totalmente id en tifica
dos con el marco de actuación y la voluntad senorial.
La práctica del gobierno senorial se ponía de m an ifiesto a
través de mandamientos, instrucciones, requerimientos, provi-
siones, y cartas n0. En virtud de esto, la mayor parte de las de-
— 166 —
1 es que afectaban a 'a v'c*a comunidad. — en aspec-
c'si(’n|')r)ômicos, sociales, obras públicas, paz y orden general,
|0S eL ernanaban directamente del senor o eran asumidas por
etc- c
cis ofic'ales-
Una d e las manifestaciones mas representativas del poder
K.hemat*v0 ejercido por los titulares de estados senoriales era
f a c u l t a d normativa, que dit» lugar a la rédaction de esplén-
\a conjuntos de normas de aplicaciôn en sus dom inios. El
. rcicio d e dicha facultad se habia venido concretando en el
e{orgamiento senorial de fueros, o incluso de cartas pueblas,
Ot°tanto que en éstas se encuentran suficientes ingredientes
normativos, que les otorgan este carácter, más allá de su sen
t i d o contractual: pero, sobre todo. resaltan por su importancia
— 167 —
Un notable desarrollo normativo se produjo en los estados
noriales en la Castilla del último tercio del siglo XV y prit^ '
ras décadas del XVI. A veces. com o ha se ha indicado U
iniciativa partia de la comunidad de concejo y vecinos, Co^
se indica en la deciaración explicativa del preâmbulo, y ^
puiede apreciarse también en el propio contenido de las nor'
mas. con asuntos del interés directo de los habitantes, y en e|
reparto de las penas pecuniarias. dando participación al acu
sador. a los oficiales relacionados con las distintas cuestiones
y al propio concejo. aparte de las destinadas a sufragar obras
públicas de la localidad " 2. Un tipo intermedio de ordenanzas
lo representaban aquellas en las que. a propósito de una ini
ciativa vasallática reivindicativa. se-producia una participación
senorial directa, por la que el titular del senorío iba respon-
diendo a cada una de las cuestiones sugeridas por el concejo.
de forma que cada una de sus respuestas quedaba convertida
en norma Queda, finalmente, por destacar, la trascenden-
dad. y los dos últimos, sobre Chipiona (Cádiz) y Torrico de Oropesa (Toledo)
inéditos. Sobre el paso del Fuero a las ordenanzas de una villa de senorío
varios trabajos insertos en la obra sobre E l condado de Benavente..., ob. cit-
Morán Martin, R.. «Benavente: vivir en Fuero», págs. 157-177; Hernández
Vicente, S.. «La organización adm inistrativa y socioeconóm ica del concejo
de Benavente durante el siglo XV». págs. 179-197; y González Rodriguez.
A.. «D ocum entación medieval de los P im entel..., ob. cit.
112. Un ejem plo muy claro de ordenanzas de iniciativa concejil. aun
que se realizaron con la tutela de agentes senoriales. com o el justicia mayor
del estado senorial. en mi artículo titulado «O rdenanzas muncipales de Ca
nele de las T o rres.... ob. cit.
113. Testimonio de esta clase de textos normativos son las ordenanzas dc
M anzanares de 5 de noviembre de 1483. cuyo traslado ha sido transcrito por
Sánchez. Prieto, A.B.. La Casa d el Infantado.... ob. cit.. doc. 55. en cuya in
troducción se dice lo siguiente: «Las leyes e hordenanças que el Duque nues-
tro senor hizo el ano de ochenta e tres, estando en su villa de Mançanares, son
las syguientes;... Bien sabedes en com m o yo vine a esta mi villa por dar re
médio a algunos danos e maies que me eran quexados por algunos mis vasallos
que los veçinos e moradores de la dicha mi villa e condado padecian... Edes-
— 168 —
ue a l c a n z a b a en el panorama del gobierno de los estados
c,a l arjos la décision senorial de controlar directamante di-
"h 'facultad. y. en la mayor parte de los casos, orientaria en
ión de sus intereses. dando lugar a ordenanzas que, por los
2 , abordados, las sanciones impuestas, y todos los demás
íftalles que en ellas se daban, tenían un carácter propiamente
norial. El senor asumía claramente sus atribuciones com o
'fazedor y hordenador de leyes». y el núcleo motivador quedaba
referido, aparentemente, y según la habitual fórmula retórica, al
«servicio divino» y al «bien común», pero sin ocultar el obje
tivo preferente. que no era otro, que el beneficio senorial U4.
I n d i f e r e n c i a d a . en cierto m odo, d e la propia acción de
pués asi venido me fue dada una petiçion de diversos capitulos...»; la décision
senorial al respecto consistió en ir contestando a cada petición que le era for
mulada—«A esto vos respondo q u e...» — , y anadiendo algunas otras normas
que, lileralmente, «aliende de aquellas, a mi pareçió se devia proveer».
114. La expresión del texto está tom ada de las ordenanzas del senorio
onubense de Cartaya, Quintanilla Raso. M .1 C., «L a reglam entación de una
villa de senorio...»ob. cit. En cuanto a la fórm ula de justificación, solía ser
de este tipo: «a serviçio de Dios. e m io, e a pro e bien de las dichas mis
cibdades, villas e lugares m andé faser ciertas ordenanzas»: Franco Silva, A„
«Laorganización m unicipal de C h ipiona..., ob. cit.
— 16 9 —
Las fuentes son relativamente abundantes, pero dispe
y. junto a los testim onios de la práctica judicial, a isla d o s
muy frecuentes. una información fundamental se encuentra*'**
las ordenanzas. nacidas. según se hacia constar, con el fjn ! n
atender a la «justiçia e buena governaçion desta d ich a mi v'6
lia», y remediar la «falta de justiçia e buena governaçi0n»
para lo cual se dictaban normas con vistas a «proveer en |aj
cosas de la justiçia» u5.
El interés senorial en la administraciôn judicial e n sus es
tados obedecia a varias razones. Por un lado, en el m arco de
referencia teórico, la justicia era una de las m an ifestacion es
más claras del sentido de poder asumido por la autoridad se
norial. En el sentir y el decir de la época el «buen gobierno»
se identificaba con el cum plim iento de justicia, es decir. con
la «buena justicia». Justicia, y paz se consideraban co m o as
pectos encom endados a la monarquia por la divinidad, y. en
cierto modo, cabe pensar que los senores podian sentir que con
la trasposición de los poderes regios. les alcanzaba de lleno esa
responsabilidad 116. La dialéctica «ira/gratia». propia d e la jus
ticia divina se había hecho extensiva a la función ju d icial de
— 170 —
y. además, servia para que los senores en sus
o n a r q u ía .
esa capacidad con objetivos de similitud
ia 'ï o r i o s a s u m ie r a n
^'roxim ación a la Corona 11 '. La justiçia, además. se situa-
} 3gn el centro de gravedad de los procesos de control social,
convirtiô, en un m étodo de con solidación de la jerar-
^ SzaCiôn socio-politica, por lo que es fácil comprender que
ql" vasallos reconocieran esta práctica com o uno de los sig-
os más evidentes de la autoridad senorial, y que la alta no
bleza se sintiera claramente identificada con esta faceta del
ercicio de su poder en sus estados. Finalmente, a otro nivel,
[a proyecciôn econômica que se derivaba de su administración
era un interesante aliciente que la instancia senorial encontraba
en ia puesta en práctica de esta potestad en sus senorios.
En el plano fáctico, los poderes del senor se médian en en
competencia con los de la monarquia. Aunque sabem os que la
transferencia del poder judicial a los senores no era absolu-
taii8. la actuación senorial solia sobrepasar las capacidades
obtenidas por subrogation de la Corona. Por un lado, a esa
regalia de justicia, a veces en función de la coyuntura se le
aplicaron importantes deducciones en su cuota de ejercicio,
como. por ejemplo, en el caso de las alzadas incluidas a ve
ces en los privilégios a los senores U9. Por otra parte, las ape-
laciones al rey, en muchos casos. durante buena parte del siglo
XV no pasaban de ser un marco teórico de derechos — impli-
caba gastos, desplazam ientos, etc., especialm ente en el caso
de los más débiles y desfavorecidos.
— 171 —
D e este modo, se puede hablar de un alto nivel de a
mia judicial en los estados senoriales. En ellos, la admi ^
ción de la justicia se ponia en práctica a través de un
sistema, y con la directa intervención de dos tipos de ofip
Por una parte, la justicia local, que funcionaba c o m o una ^
mera instancia, y aparecia regulada con detalle en las ord
zas. Los oficios concejiles relacionados con la faceta iud- • ■
tenian atribuidas competencias muy diversas 120. Aunque a
ces se aludia a ellos genéricamente. com o «la justiçia destad
cha mi villa» o «los que tuvieren cargo de la justiçia destadichà
mi villa», sabemos que estaban directamente re la c io n a d o s
estas funciones entre otros, los jueces comisarios, jueces de
menores, procuradores, y regidores. pero eran, especialmente
los alcaides ordinários y los alguaciles quienes se encontraban
más directamente responsabilizados de la justicia local en las
villas de sen orio121.
Los alcaides estaban presentes en todos estos lugares y
sus com petencias resultan bien conocidas, entre otras cosas
— 172 —
rquc- a veces quedaban establecidas en el m ism o m omento
J ' acceso al senorío:
que en su nombre e por él — el senor-pueda conosçer et librar
e d e te r m in a r de todos e qualesquier pleitos e conliendas e
a c u s a ç io n e s çeuiles e creminales...entre los veçinos e mora
dores d e l dicho lugar d e...qu e sean sugebtos a la dicha su
• 122
ju r is d iç ió n ... •
— 173 —
amplia responsabilidad del alguacilazgo. encargado aden,-
del orden público, y del control de la cárcel, atrajo hacia^
cargo la atención del concejo y vecinos. por un lado, y> *
otro. de la autoridad senorial: sus atribuciones eran a men
do reguladas en los textos ordenancísticos, con vistas a la pre
vención y castigo de las, al parecer, frecuente irregularidades
com o el cobro de derechos excesivos, la negligencia, o la prà(/
tica de «ygualas e conveniençias con los vezin o s» 125. j)e (
trascendencia del mismo da idea el hecho de que era uno de
los que se integraban en el sistema de arrendamiento, general-
mente junto con la escribania, representando asi una fuente de
ingresos senorial nada despreciable ’26. El alguacil podia con
tar con un lugarteniente, e incluso con otros oficiales auxilia.
res para el desem peno de sus multiples funciones, ejerciendo
asi sus responsabilidades com o alguacil mayor responsable127.
— 17 4 —
Ambas figuras de la justicia local, alcalde y alguacil, queda-
I ^ jjujëtos â una práctica antes comentadai el «juicio de re-
r°d e n c i a » , obligación justificada por los titulares de estados
s e n o r ia le s . alegando que se trataba de una práctica beneficio-
sa para la autoridad senorial y para la villa, y que, en defini-
tjva. a c a b ó imponiéndose com o elem ento de co n tro l128 .
La esfera de la ju sticia propiam ente senorial quedaba
siempre suficientemente afianzada, pese a las posibles diver-
eencias en los distintos senorios. Por un lado, en función de
su facultad de control de los oficios, que iba desde la desig-
n ación . según formulas diversas, com o ya se ha indicado, hasta
la s u s p e n s io n en casos de corrupción. abusos, o incluso de fal
ia de competencia demostrada 1_ . Las disposiciones senoria
les intentaban marcar estrechamente el âmbito de capacidades
\ c o m p e t e n c ia s de cada uno de los oficiales locales, y su for
ma de actuación. e incluso a veces el senor se reservaba el de-
128. En las ordenanzas de Santisteban del Puerto que édité hace tiem
po se alude a que alcaldes y alguaciles quedaban sujetos al «juicio de resi-
dencia». en razón del directo interés senorial, «esto cunple a mi serviçio e al
bien e utylidad de mi tierra». debiendo ser realizado «al térm ino de treynta
dias. conforme a derecho», bajo pena conm inatoria de privación de los ofi
cios y de 10.000 mrs. destinados a las reparaciones de la fortaleza. En el texto
de las de Cartaya puede observar que en ellas se alude a que se trataba de una
práctica reciente. que se justificaba por su conveniencia para evitar abusos de
poder: «Otrosy por quanto por espiriençia de los tiem pos pasados se ha vis
to que a cabsa de no se tom ar residençia a los alcalldes hordinarios que tie-
nen cargo de justiçia m uchas vezes esçeden de lo que de razon y derecho
deven hazer, y con tener creydo que no se ha de saber lo que asy fisieron tie-
nen atrevimiento a hazer m ayores y erro s...» titulo XI, doc. cit.
129. Resulta de interés el dato correspondiente al marqués de Gibraleôn
que. en su senorio de Cartaya. insistia en la obligación de que los abogados
que actuasen en los procesos entre partes, debian ser «graduados en Studio
General», y dem ostrarlo ante los oficiales de la justicia de la villa, de forma
que, en caso contrario, establecia que deberian ser, literalmente, «exsaminados
por mi mandado, e que para usar del dicho ofiiçio ayan mi espeçial licençia
e mandado», bajo pena de la elevada cantidad de cinco mil mrs. para la câ
mara senorial: ordenanzas de Cartaya. título XXX, ob. cit.
— 175 —
recho a confirmar las penas impuestas en la instancia ant •
No es fácil intuir hasta qué punto los jueces locales form I
un grupo con conciencia política de actuación al m arge^jB
poder senorial, pero, aparte de las posibles injerencias y co
ciones senoriales en el nivel de primera instancia el mecanis C
establecido. a todos los efectos, producia la impresión de °
tarse una justicia local intervenida por la instancia s e n o r ia l 130'
El poder judicial senorial se hacía sentir a través de
conjunto de oficiales designados directamente entre quienes
formaban parte del entorno senorial, que actuaban en el |Uga
representando claramente los intereses de sus senores. En este
contexto se situaba, por un lado, el alcaide de la villa. cuyas
capacidades en matéria de justicia se debían, de un lado a 1
consabida indeterminación de las competencias judiciales de
esta época, y, sobre todo, a la posición influyente de que dí
chos oficiales gozaron en los senorios nobiiiarios, donde siem
pre tuvieron una estrecha y especial relación con el poder
senorial. que los diferenciaba del marco de actuación concejil
En ocasiones una misma persona concentraba los ofícios de
alcaide y alcalde mayor en un senorio 131. La figura de los a l
caides senoriales actuando en los procesos de oficio, y c o m -
partiendo responsabilidades en el establecim iento de penas.
— 176 —
! basicamente con el sentido de elem ento ajeno al ám-
aPaíXj^la justicia local. Ilegando a ser vistos con grandes re-
b't0 u |os oficiales y vecinos, que los denunciaban a los
ce'-°S s quienes, por su parte, mostraban con ellos un alto
^ H ^ d e com plicidad 132. Con todo, la m áxim a autoridad por
Sra -n Senorial. en el âmbito de la justicia. correspondia
fjgUras de corregidor y alcalde mayor o justicia mayor.
3 'Mentido similar, la primera está documentada en algunos
^ 'os en fecha temprana, desde principios del siglo X V 133.
S a lc a id e s mayores, grandes oficiales de las Casas senoria-
L°Sgozaban de una elevada posición. contaban con una for-
[nación acreditada com o bachilieres o doctores. y operaban
orno r e s p o n s a b le s por los senores del gobierno de sus esta
dos g ir a n d o visitas de inspección periódicas en los senorios
132. En septiem bre de 1498 el duque del Infantado estableció unas or
específicas sobre la alcaidía de M anzanares, haciéndose eco de las
d e n a n za s
quejas de los vecinos. que denunciaban diversos abusos com etidos por el al-
caide, en la línea tradicional de ostentación de armas, acogida de malhechores
en la fortaleza, uso de la fuerza militar, etc., pero, sobre todo, su intromisión
abusiva en los asuntos de justicia, ante lo que socilicitaban al senor, literalmente,
que «mande que el alcayde que es o fuere no se entrem eta en las cosas de
justiçia nin en parte de ellas ni em pache a las justiçias que no proçedan contra
los malfechores...y vuestra senoria declare las cosas en las quedeve enten
derei alcayde. para que los alcalldes no tengan otro superior, salvo vuestra
senoria commo es razo n ...su p licam os a vuestra senoria no m ande proveer ni
dar ofiçio de justiçia a los dichos alcayd es...p u es sabe que es proybido por
las leyes de estos reynos». La respuesta senorial dem uestra la sintonia y con-
nivencia con dicho oficial, al que ordenaba m antenerse al margen de la ju s
ticia de los alcaides, pero dejando un am plio margen a su critério: «salvo sy
yo por mi carta e m andam iento expreso le m andase entender en algunas co
sas»: Sánchez Prieto, A.B.. La C asa d el Infantado ob. cit. doc. 66.
133. En Alba de Tormes se detecta su presencia desde los inicios del
siglo XV: M onsalvo A nton. J.M .a: E l sistem a p o lítico c o n c e jil....ob. cit..
pág. 156. Ver, en relación con este estado senorial, el artículo de Calderôn
Onega. J.M.. «Los corregidores de los duques de Alba (1430-1535)», H om e
naje alprofesor G onzalo M artinez Diez, 1994. págs. 275-290.
— 177 —
para controlar la marcha de los asuntos locales y tomar 3
decisiones pertinentes, y colaborando en la redacción <jh 'aS
denanzas. entre otras cosas, al tiempo que se situaban a 1
beza de los oficios judiciales de corte sen oria l134. Las i ^
atribuciones de estos oficiales senoriales. que alcanzaban 1
cotas más elevadas en materia de gobierno y de justicia fa
recian los abusos de poder de la órbita senorial en Inc ^ °*
u r ■ 135 lo s <Jomi-
nios nobiliarios .
En la interrelación entre los dos pianos de la justicia en los
senorios se situaban los jueces de apelaciones, cuya actuaciô
se relacionaba con los sistemas de impugnación de las senten
cias. o los procuradores, considerados com o una reivindica
ción vasallática. aceptada. en condiciones normales, por ia
autoridad senorial, y cuyo com etido seria tomar testimonio de
las actuaciones judiciales irregulares en el âmbito local
— 179 —
diferenciadas competencias de los distintos foros, evitand J
interferencias, y, a veces, incluso, los senores prohibía0 '3*
apelaciones directas al tribunal senorial, por cuestion^s **
poca entidad. instando a la puesta en práctica de un siste ^
de transmisión que se configuraba en tres niveles: se p a r t '*
la instancia local, de la que se pasaría, en segundo térmjno 6
a
los oficiales correspondientes al aparato senorial — alcaide
corregidor o alcaide mayor— . quienes, a su vez, transmitir}^
las cu estion es al propio senor, en caso de ser necesario1^
Existia, por tanto, una marcada diferencia entre la justicia l0.
cal. y la justicia senorial. pero la realidad no sólo permitia qUe
entre una y otra se pusiera en marcha el mecanismo de la ape-
lación, sino que favorecia que en la práctica se generalizara
no tanto el desplazam iento sistem ático y constante de la jus
ticia local por los oficiales senoriales, cuanto la intromisión
coyuntural de la acción judicial senorial, especialmente por via
de sus agentes especializados. En cuanto a la actuación directa
de los senores en matéria de justicia, está atestiguada en los
actos de toma de posesión, según se indicó, aunque en este
caso. dentro de una óptica más sim bólica que efectiva. En la
práctica, se ejercería en causas graves, o en situaciones de
apelación de las instancias inferiores, de modo que la autori-
— 18 0 —
, se n o ria l se reservaba una especie de «mayoria de justicia».
da otra P arte< los titulares de senoríos habitualmente obsta-
r tJ iz a b a n e l paso al último nivel judicial, el de la suprema ju-
C‘sdicción real. com o parece desprenderse de las numerosas
r'S n r e s e n t a d a s por sus vasallos, en especial a fines del si-
g\o * . . « • • •
En la p r á c t i c a de la justicia tuvieron importancia la deter-
m in ació n espacial y temporal. La frecuencia y regularidad en
los a c t o s judiciales se observa com o una constante, en esp e
cial e n lo s textos normativos en los que se fijaban los dias se-
m an ales q u e los oficiales debían dedicar a la administraciôn
de ju s tic ia . frecuentemente los lunes, o los lunes y los vier
e s >41. L o s aspectos espaciales tenían un importante sign ifi
cado. p o r q u e la administraciôn de justicia se considero tarea
de s u fic ie n te trascendencia com o para requerir un espacio ade-
eu ad o , u n a ubicación estable; a veces se fijaba en espacios
abiertos, concurridos, com o las plazas o las puertas de las igle-
sias. a c o r d e s con el sentido público de la administraciôn de
ju stic ia l4-; en épocas más tardias se tendió a desarrollar es
tas f u n c io n e s en edificios cerrados, alguna casa del lugar a la
que se denominaba «casa de abdiençia» ,43. Con ello se esta-
— 181 —
ría produciendo una evolución hacia un cierto g r a d o d 1
cretism o» en el desarrollo de los juicios. que se contrai^H
asi al carácter esencialmente público que. generalmente ^C)n'a
tuvo la dim ension ejecutiva 144. En el caso de l a j u s t ic i
cida directamente por el senor. su carácter temporal e ra
se ha visto, esporádico, y en cuanto a la fijación d e l esp^ jS
debía cumplir una función esencial el castillo. q u e entre
funciones y significados, incluía el de servir de s e d e al -u!8
nal senorial
El sistema penal en los estados senoriales respondian
rios objetivos. Por un lado. la represión de las culpas seorien!
taba a la preservación del «bien común». además de nrr^
. • i j - j ” atirar
la reparacion del dano causado: pero. por otro, el titular d e l
norío podia considerar que cualquier contravención d e la s nor
mas debidas a su autoridad se convertia en una grave o f e n s a que
le alcanzaba directamente, por lo que el castigo c o r r e s p o n d ie n te
se convertia, en definitiva, en un acto de reafirmación d e l po
der senorial.
Estaba bastante désarroi lado el sentido punitivo, p e ro , so
bre todo, la ejemplaridad social. La publicidad de a l g u n o s cas
tigos se relacionaba con este objetivo, y se p la s m a b a e n un
conjunto de penas corporales, en las que se ponían e n aplica-
ción los instrumentos de la justicia ejecutiva, analizados e n un
apartado anterior. A si se ponía de manifiesto, por e je m p l o , en
aquellos delitos cuya gravedad derivaba de atentar c o n tr a el
nes que incum plían sus contratos de trabajo a «fazer una casa de abdiençia.
e fecha, para los reparos delia»: ob. cit.. En las de Puebla de Cazalla de 1504.
el senor ordenaba al concejo que dispusiese una casa. «la quai hagan sy non
la tienen. para donde se asyenten y estén los dichos alcalldes cada dia a oyr
de justiçia los pleitos e d eb ates.. .y estén allí con su escriuano fasta despachar
los dichos pleitos e cabsas»: Pardo Rodríguez. M.d L.. «Las ordenanzas dt
P u eb la.... ob. cit.. título 10. pág. 200.
144. Interesantes consideraciones al respecto en el artículo de Bonachia
Hernando. J.A .. «La justicia en los m unicipios castellanos bajomedievales».
E d a d Media, Revista de H istoria, 1 (1998). págs. 145-182.
— 182 —
rvicio y la fidelidad debida a! senor, considerado com o de-
y castigado habitualmente con la pena de muer-
H o d e tr a ic ió n
a p i icüda en la horca 145. Las fallas contra la moral y la
— 183 —
jatorio 147. Estas penas se relacionan con las disposic'
noriales que trataban de salvaguardar el orden social | LS Se'
nas costum bres. v la estabilidad social, com o sp 1 S. ^ '
c ponía h
relieve también en la prohibiciôn de los juegos, y de |a
sencia de «vagamundos» 148. El destierro, com o form a d e ^
jar los riesgos de alteración del orden en la comunidad^
hacia presente también en relación con esta clase de délit ■^
los que, com o era común. se tenía en cuenta como critério611
aplicación de penas, la reincidencia 149.
La mayoría de las penas a que se hace referencia en los
tos normativos eran. sin embargo, eran pecuniarias. En alm
ocasiones, el sistema penal recogido en las ordenanzas re fl •
ba los intereses de la colectividad, como lo demuestran los asun!
tos penalizados, v el hecho de que las multas se repartían entre
— 18 4 —
uSador, y el concejo, o los oficiales concretamente relacio-
con la cuestión. dejando para el senor sólo algunas más
y relacionadas con delitos considerados de mayor en-
eleIadura desde la óptica sen orial,50. A veces. algunos oficia-
tenian un papel destacado en el destino de las multas, entre
y sobre todo. los corregidores, y también los alguaciles 1 5 1 .
— 185 —
estricto control por parte del senor, que regulaba todos 1
talles. y encomendaba su gestion a oficiales especializaci0*
cribanos y receptores 153.
Con capacidad legalm ente atribuida para la su p erp 0 s - ..
sobre la instancia local, y con todo tipo de recursos p a r a ^
farse, por la via ilegal, del control de la suprema justicia **
cabe decir. finalmente, que la justicia senorial se asu m í
representaba, y se ejercia. por parte de los senores, e inC|'
se acataba, o se rechazaba por parte de sus destinatarios si
pre desde la consideración de que se trataba de una d e
máximas expresiones de p od erl:>4.
— 186 —
Co n s id e r a c io n e s f in a l e s
— 187 —
grupo noble desde el inicio del período trastámara, dió
en el siglo XV. a la constitución de amplios estados s it ^ ^ ^
bajo el poder nobiliario. Algunos presentaban una may0r °S
herencia y concentración geográfica, mientras en otros c ^
los linajes ejercieron su jurisdicción en territorios diversos '
dispersos, pero en ambas situaciones destaca la estratégia ^
expansion senorial altonobiliaria, y su profundo interés a(^
ejercicio del gobierno y la jurisdicción en estos lugares con»
las más rotundas m anifestaciones del amplio poder alcanza
do en el espacio senorial.
En lo que se refiere a la imbricación de los estados seno
riales nobiiiarios en el sistem a político del reino, o, dicho de
otro modo, al alcance y trascendencia del poder político dela
alta nobleza senorial, cabe distinguir entre diversas interpre
taciones. que van desde la consideración del senorio como una
mera fórmula de delegación del poder regio. en manos de no
bles que asumían la actitud de encargados por la monarquia
del desem peno de funciones políticas privatizadas, con pode
res circunscritos al âmbito local y ejercidos en el seno de una
monarquia en la que la superioridad regia quedaba firmemente
asentada sobrelas «pequenas soberanías» nobiliarias, hasta la
de la más rotunda afirmación de la entidad del poder senorial
en estados com o células de organización autônoma insertasen
el sistem a politico global, pero no mediatizadas por éste. que
eran una clara m anifestación de la fragmentación de la sobe
rania en el sistema político feudal ’56.
— 188 —
En relación con lo tratado a lo largo de las páginas anterio-
c re o que pueden sostencrse dos afirmaciones. En primer
hLar. la alta nobleza fue protagonista de formas de ejercicio del
(Vider diversas, definidas e indefinidas; el poder nobiliario se
se desarrollo en forma creciente. y. si en un principio pre-
to r ia l
— 189 —
y en cada lugar específico el signo de la correlación d f J
zas y poderes insertos en los eslados senoriales. éstos
un claro exponente y un rotundo espacio de proyecciôn d | ^
der econôm ico, social, militar, judicial y. desde luego
resumen de todo ello, del poder político de la alta noble 01,10
la Castilla bajomedieval.
— 19 0 —
SO C IA B IL ID A D N O B IL IA R IA
Y SO L ID A R ID A D JE R Á R Q U IC A
EN LA C A ST IL L A D EL SIGLO X V
Co n sid er a cio n es i n t r o d u c t o r i a s
— 191 —
contemplando el valor del individualismo 2, se orientaba
ferentemente hacia la trama social. Un alto grado de '
sivism o, extendido a los d iversos planos de la realidad^
directamente relacionado con su situación de «privilegio ^
elemento fundamental en la definición de la nobleza- tw 6ra
. ■ . l Lr°con-
viene tener en cuenta también. que la capacidad de articula
torno suyo un entramado de vínculos personales, con div ^
objetivos, constituía algo esencial en la caracterización del
jerarquia nobiliaria. La nobleza del siglo XV acunó un com*
plejo sistem a de relaciones sociales, en las que la figura del
n oble aparecia inserto en una extensa red de lazos inter
nobiiiarios, horizontales y verticales. Sociabilidad y solid '
dad nobiliarias se convirtieron en claves de referencia de la
nobleza. que emanaban de su misma esencia, y conectaban
directamente con sus valores más esenciales. Algunas de las
más caracterizadas cualidades atribuídas al grupo noble, como
el sentido de la autoridad, la capacidad de liderazgo, la libe
ral idad, o la lealtad, eran acciones sociales penetradas de sen
tido hegem ônico.
La sociabilidad propiamente. dicha se relaciona con los
vín cu lo s verticales, que cuajaron en la práctica del clien-
telism o, un vector de fuerza generalizado, elemental, y espon-
tâneamente desarrollado desde la cúpula nobiliaria, al tiempo
que representaba una esplêndida formula de promoción o in-
serción de los sectores caballerescos e inferiores. A otro nivel,
las formulas de relacion horizontal se correspondian con la prác
tica de una relacion más estrecha, de grupo, una solidaridad pro
movida desde la cima, de forma consciente y premeditada, en
— 19 2 —
0 a una causa común. Todo ello produjo una multiplicación
*?sjgnos y formas de relación diversas — alianzas. concordias,
onft-’deraC'oneS' e lC ’— ’ qUC c o n s titu y e ro n verdaderas senas de
Cj cniidad sociales y políticas, especialm ente en la jerarquía
nobiliaria-
La práctica pactista es, por tanto, materia nobiliaria por
e X c e l e n c i a . y constituye un recurso de primer orden para ca
— 193 —
centrados básicamenle en las épocas de mayor inestahii-,.1
política, com o los reinados de Juan II, y. en especial
IV, y el inicio del de los Reyes C atólicos4. J
Con todo, se han realizado esfuerzos para descentrar '
tema respecto del hecho político, y no han faltado public^-e*
nes en las que se ha tratado de aprehender el fenômeno '°^
diversidad. prestando atención a los aspectos culturales socT*
lógicos, o antropológicos, utilizando fuentes literarias y n
tivas. y abriendo nuevas perspectivas en el tratamiento de 1 "
— 19 4 —
tjones R e c ie n t e m e n t e , sc han abordado trabajos dc cortc
CUC* f u n c i o n a l i s t a 6 . y algunas obras co lectivas de am plias
^ fSpCCtivas '• Pero, en lincas gcnorales, sc ha venido actuando
^ a t e n d e r d e forma suficiente a las orientaciones teóricas, sin
bordar los aspectos conceptuales básicos subyacentes. En el
oresente artículo, la coyuntura política se mantiene al margen
de las preocupaciones. y, por el contrario, se ofrece una pers-
^■tiva en la que el sistema de relaciones de sociabilidad/soli-
daridad nobiliarias sc entiende desde su sentido preferentemente
social. Los vínculos personales. por su misma naturaleza. en
Iaque los aspectos formales se entremezclan con las cuestio-
nes p r iv a d a s , dificultan la sistem atización y caracterización
p e rfc c ta m e n te definidas. El objetivo consiste, por tanto, en
intentar una aproximación entre una perspectiva impersonal
del tema, bajo la cual se observan las circunstancias concre
ta s sólo como telon de fondo, y una orientación personai, en
— 195 —
la que. sin embargo, se minimizan las posiciones particula
dicho de otro modo, se trata de conseguir un equilibrio e ^ '
una orientaciôn estructuralista. ajena a la movilidad y e]
jetivism o propios de las relaciones personales, y un en f0
que. pese a esto, contempla y tiene en cuenta el dinamismo ^
las estructuras.
Caracterizado ya el objeto de estudio, éste se inserta en ei
sistema de valores, sentimientos. claves mentales, y m od elos d
conducta propiamente nobiliarios. Los compromisos entr
miembros de la nobleza permiten calibrar los mensajes de pro.
paganda nobiliaria que se desprenden de este sistema d e rela
ciones 8. Utilizando todas las posibilidades que ofrecen para una
aproximación más completa al âmbito mental propio d e la je_
rarquia noble, es posible captar la forma en que los pactos con-
tribuyeron a poner de manifiesto una ética particular, a propagar
unos sentimientos propios de grupo y, en definitiva, a confor
mar, junto con otros factores, una específica cultura nobiliaria.
El acercam iento al tema se realiza a través de fu e n tes
documentales, en su absoluta mayoria inéditas, c o rre s p o n d ie n
tes a distintos âmbitos, y diferentes linajes de la c ú p u la nobi
liaria castellano-leonesa. nobleza titulada, y grandes d e l reino.
enmarcadas a lo largo del siglo XV y principios del s ig u ie n
te, optando asi por un enfoque cronológico amplio, que sobre-
pasa el tradicional tratamiento reduccionista, en el que las dos
últimas décadas del siglo XV — habitualmente c o n s id e ra d a s
com o época de estabilidad— ponian fin al análisis9. La ade-
— 196 —
tradicionalmente planteada, entre los aspectos cultu-
cUaC1° n|0S textos de carácter literário, obras narrativas, y tra-
ralt no debe excluir esta otra posibilidad que significa la
,ados, ^ docum entos. Es evidente que este tipo de
ut , resenta un sentido particularista, y recoge hechos y
fuL*n^iones privados, pero también lo es que contienen una
SllU h ble carga de representatividad. a la que este trabajo se
? En este orden de cosas, parece conveniente reivindicar
aC°"Locimiento detenido del lenguaje documental, ya que, a
e' C° del análisis de su campo sem ântico, se puede realizar
^ ^ p roxim ación al tema, que acabe con la exclusividad de
Uatamiento de estas cuestiones a partir de fuentes cronísticas
v literarias.
M á s a llá del nivel de concreción a que pudieran conducir-
s ei a n á lis is de los documentos, éste puede dejar de lado la
. (jca particular, para orientarse a la búsqueda de una informa-
ción que sobrepasa esta perspectiva, de forma que su conteni-
do se u t i l i z a , no en su alcance concreto, sino en su sentido
e n e ra l. L a dimension analítica se completa con un esfuerzo
in te rp re ta tiv o ; a partir de toda una serie de fórmulas documen
tâtes. q u e se transcriben para poner en valor el repertorio con-
ceptual y terminológico que encierran, se trata de redefinir las
rela cio n es internobiliarias, tratando de apreciar las lógicas, rea
lidades. y distorsiones de ese complejo sistema de vínculos per-
sonales en el que las jerarquías se encontraban inmersas.
sar la barrera cronológica del fin de la guerra civil con la que com enzó el
gobierno de los Reyes Católicos, para observar la continuidad del fenômeno,
aunque pueda observarse que la intensidad dism inuyó de nivel, y los testimo-
nios, por ello, resultan m enos abundantes. En estos m om entos preparo un tra
bajo sobre el sentido y alcance de las alianzas nobiliarias y las clientelas
políticas en el paso a la M odem idad.
— 197 —
L ó g ic a s , c r it é r io s y f ó r m u l a s
— 19 8 —
1 os verbales aparece recogida en algunos testim onios,
pr° n j referente a don Beltrân de la Cueva, cuando, en una
C0I11Ü s u s c r i t a en junio de 1474 con don Juan Pacheco hacia
^ '^ n c ia a otros acuerdos, con distintas personas en esta
rÊ*t'rL , n„ algunas délias tengo confederaçion o amistad, por
{fOSP* i u 12
,'ip tu ras. o por palabra» >2.
g ra la formula escrita, el documento, sin embargo, lo que
B fonia un verdadero carácter de com prom iso a estos acuer-
impnn
— 199 —
dos. La importancia del hecho documentai, en el sistem ad J
pactos de la jerarquia nobiliaria, que podia asi rentabili^,.^
«poder de la escritura», resulta determinante u . En la e ^
sión escrita no sólo se aprecia mayor grado de solemnidg6'
sin o también mayor garantia para su cum piim iento por L
partes, com o de forma habituai se hacia constar, con fórm
las en las que expresamente el individuo vinculaba al escri^
su «otorgam iento» y «reconocim iento» público del compr0
miso: «Et para mayor firmeza e seguridad dello, por esta es
critura firmada de mi nombre e sellada con el sello de mi
armas, otorgo e conozco que de mi propia voluntad me con
federo e hago concordia e amistad con el dicho senor»14.
todo, el escrito de com prom iso podia verse sujeto a titubeos
o contradicciones, después de la redacción, de forma que a
veces, se hacia necesario anadir ciertas modificaciones, o pre
cisiones de tipo formal, o incluso algunos detalles de más en-
jundia, negociados con posterioridad, com o, por ejemplo, la
determinación de los nobles que quedaban a salvo de la di
m ension bélica de la confederación: «Et porque despues de
fecha esta escriptura fue acordado e asentado por nosotros, que
yo. el dicho almirante, oviese de salvar e reçebtar al senor...»ls.
— 200 —
I La diversidad de objetivos de los pactos nobiliarios se veia
• da en una multiplicidad de escrituras, cuya denomina-
rC^ oSpecifica varia de acuerdo con su contenido: por un lado
c'°n |0S tipos más habituales que recibian la denominación
tS ali a n z a » , o «am istad». que ponian de relieve los lazos
^ n o b ilia r io s fundamentados sobre la amistad com o valor
*n litico' los calificados com o «cofradía» y «hermandad» ,
P n t a d o s a m anifestar la cohésion interna de la jerarquia
y el exclusivism o asociativo nobiliario, que a veces
T ^ ib o ca b a en una relación de parentesco ficticio ,6; por otra
existia un tipo de pactos con un sentido más contractual.
la denominación de «asiento», «concierto», «capitula-
ció n » o incluso «contrato», o «contrato de obligación», apa-
recien d o a veces el calificativo de «p o liza » 17; no faltan los que
rec o g e n los términos de una négociation con la que se revol-
vian enfrentamientos anteriores, com o la «concordia» 18. En-
Irg todos ellos destacan las «confederaciones», o «cartas de
aITiistad y confederacion», las más abundantes, verdadera
s u b lim a c ió n del talante negociador, aunque también del espi-
riiu b e lic o s o de la jerarquia nobiliaria, que han sido objeto de
aten ción preferente en el panorama historiográfico, en especial
en su vertiente relacionada con la acción política, asi com o en
las investigaciones preferentemente orientadas a las estructuras
y r e la c io n e s nobiliarias en si, es decir, los estudios de linajes.
Se encuentran entre los documentos más propiamente aris
tocráticos, y constituyen. dentro del estudio de la nobleza, uno
— 201 —
de las temas preferentes. En sus aspectos formales, extem gB
estilo, y estructura diplomática, se observan diferencias ' ^
o menos apreciables. según el tipo de acuerdo establecido
se plasmaba en documentos de mayor o menor solerri ' ^
con un désarroi lo variable de los formalismos 19 Fn
• i este sen
tido. vale la pena senalar la aparición esporádica de al
tipos documentales breves, de estilo sencillo, y conciso w
últimas décadas del siglo XV: «otorgamos y conosçemosn
fazemos entre nosotros buena fiel e verdadera e p erp etu a am^
tad, para ser en unidad de voluntades, ayudadores y a
radores, e defensores el uno del otro e el otro del otrn o
. , * “n tal
manera que entre nosotros se aya de guardar e guarde la dj
cha amistad en verdaderas e non fingidas obras»20. Dicha ci
cunstancia parece acrecentarse en los inicios de la sigu ien te
centuria, en que se observa la presencia de documentos sim
pies, que prescindian incluso de los consabidos refu erzo s d
juramento religioso y «pleito homenaje», pero que resultaban
al m ism o tiempo, explícitos y elocuentes: «Lo que es asenta'
do e concertado entre... es lo que se s ig u e » 21. En e l extrem o
opuesto, otras escrituras recogen el resultado de acu erd os
com plejos, en los que se adivinan com plicadas conversacio-
nes previas, donde se negociaba lo que se podia exigir y pac_
tar, y se estabiecian los lim ites a lo exigido, plasmándose todo
ello con mucho detalle, por capítulos 22.
— 202 —
I Ita in n e g a b le que. a través de las escrituras de pactos.
sancionaban v cobraban fuerza los acuerdos. sino que
n° S<^ducía también un fenôm eno de difusiôn de las relaciones
se^r -, as así com o de sus lógicas y fundam entos. La impor-
• d e e s to s com prom isos les hacia sobrepasar el nivel de la
tanCIÍ'idad para insertarse en un esquem a propagandistico. con-
^ R i^ n a d o fuertemente por el afán de ostentación. punto bási-
H P ^ J j o d o de operar de una nobleza. necesitada, por su misma
Hffcfltidad d e grupo de poder, de la exh ib iciôn del m ism o.
P p e u n lado, se publicitaba el h ech o en si. y e llo atendien-
s o b re to d o a una razones coyunturales. de tipo p olítico: en
^°, S de fuerzas de la agitada p o lítica castellan a del sig lo
X V in te r e s a b a en todo m om ento co n o cer las a filia cio n es c o n
cretas d e cada m iem bro de la jerarquía n o b le. Pero adem ás.
t o s docum entos servían para propagar toda una serie de va
1 -
AHN. Nobleza. Frias 838-73. Todos estos linajes cuentan con bibliografia
especializada, entre cuyos títulos pueden m encionarse los siguientes: A. Fran
co Silva, El Condado de F uensalida en la Baja E dad M edia. Cádiz. 1994: J.
R. Palencia Herrejón. Los Ayala de Toledo. D esarrollo e instrum entos de p o
der de un linaje nobiliario en el siglo X V Toledo. 1995: M. A. Ladero Quesada.
Los senores de Andalucia. Investigaciones sob/v nobles y senorios cn los s i
glos XIII a XV. Cádiz. 1998. que contiene una recopilación de varios de sus
trabajos sobre linajes andaluces, com o los Ribera. v los Guzmán.
— 203 —
pias personas e por la guarda de nuestros estados e casas
«aquellos que desean el serviçio de la Corona real guar^ jjj
do la lealtad y fidelidad que deven a sus R eyes» 23.
Conscientes del valor comunicativo de los documentos
menudo los implicados en los acuerdos, hacían valer esta
cunstancia afianzándolo además con la explícita expresiôn d
su voluntad y su interés por utilizarlos con un sentido de difu
siôn, en las consabidas cláusulas de publicitaciôn, insertas
la disposición inicial: «Manifiesto sea a todos los que la presen
te vieren»24, o incluso «vieren y oyeren»25. Por todo esto la
23. Cada uno de estas frases está tom ada, respectivamente, de los s'
guientes docum entos: AHN. N obleza Frias, 1-9: ibidem , Osuna, 417-29/6.
ibidem, Osuna, 1635-3/18; ibidem . Osuna, 1635-3/21.
24. Asi se dice en sendas escrituras de alianza entre el duque de Arcos
don Rodrigo Ponce de León, y don Alfonso Fernández, senor de Montemayor
y Alcaudete: AHN, Nobleza. Osuna, 1635-3/18, fechadas en julio-agosto de
1490. Sobre la Casa de Arcos, ver las siguientes publicaciones: E. Solano Ruiz
«La H acienda de las Casas de M edina Sidonia y Arcos en la Andalucía del si
glo XV», Archivo Hispalense. 168 (1972), págs. 85-176; D. Garcia Hernán; Los
Grandes de Espana en la época de Felipe II: los duques de Arcos Tesis Doc
toral, Universidad Complutense, M adrid, 1992; F. Devis Márquez. Mayorazgo
y cambio político. Estudios sobre el mayorazgo de la Casa de Arcos al final de
la E dad M edia, Cádiz, 1999. En relación con los senores de Montemayor, una
de las ramas del gran linaje cordobés de los Fernández de Córdoba, —como los
senores de Aguilar, los condes de Cabra, y los Alcaides de los Donceles—, ver:
M.a C. Quintanilla Raso, Nobleza y senorios en el reino de Córdoba. La Casa
de A guilar (siglos X IV y XV) Córdoba, 1979; idem. «Los grandes linajes. Una
investigación histórica sobre el linaje de Fernández de Córdoba», Nobleza y
sociedad en la Espana M oderna, C. Iglesias, coord., Oviedo, 1996, págs. 73-
110; A. Franco Silva, «Montemayor. Origen y consolidación de un senorío cor
dobés en la Baja Edad Media», Homenaje a Tomás Quesada Quesada. Granada,
1998, págs. 231-270. Los ejemplos de esta cláusula, muy común, por lo demás.
podrían m u ltiplicarse: «C onosçida cosa sea a todos quantos esta presente
scriptura vieren», se dice, por ejemplo, en una confederación entre don Miguel
Lucas de Iranzo y don Juan Pacheco, firmada en 8 de julio de 1469. ibidem.
Frias, 12-9.
25. Expresiôn insërta en una alianza firmada el 24 de febrero de 1448 por
una serie de nobles andaluces: duque de Medina Sidonia don Juan de Guzmàn.
conde de Arcos don Juan Ponce de León, Adelantado Mayor de Andalucía don
— 204 —
(ación consciente de estas escrituras no solia ser habitual.
0011 ndo se formulaba por escrito. — com o se observa en un do-
y cU (jg septiembre de 1517, en que el comendador mayor
CUd istilla- confederado con el conde de Benavente, se compro-
' a silenciar el pacto, en estos términos: «que no la mos-
(la escritura de confederacion) ni lo diré a nadie, sino
*faI? ndo casso en que aya neçesidad e sea menester de la mos-
veIU 26 debía responder a circunstancias particulares deriva-
« del entramado político, que a veces hacian necesario el
^aS (enimiento secreto de las posiciones adoptadas.
1,1 C o n s i d e r a d o s com o documentos personales. los acuerdos
ntre nobles producían, sin embargo, com o todos sus actos y
(jecisiones, consecuencias muy directas en la vida política del
reino y ta* repercusión invita a considerarlos com o propios de
un âmbito más allá del privado. Este hecho se veia sanciona
do a m e n u d o , con la presencia de escribano y notario públi
co en el contexto de la negociación escrita, com o se observa
en una alianza m últiple suscrita en septiem bre de 1405 por
Dávalos, Stúniga,- Velasco y Manrique: «Et para que esto sea
firme otorgamos e fazemos todo lo sobredicho ante Pero Lopez
de Bocos. escrivano del dicho senor rrey e su notario publico
en la su corte e en todos los sus regnos, que presente está» 21.
Per Afán de Ribera. asi como el alcalde mayor de Sevilla don Pedro de Guzmán
y un «veinticuatro» del concejo Alfonso de Velasco, en AHN, Nobleza. Osuna.
1635-3/3. publicado en Orígenes de la M onarquia H ispânica..., ob. cit.. núm.
38, págs. 461-463.
26. AHN, Nobleza, Osuna. 422-2/1.
27. Ibidem, Frias. 1-9. Lo m ism o se afirm a en una confederación en
tre el conde de Benavente don A lfonso Pim entel y el de Valencia don Enri
que de Acuna, en noviem bre de 1500: «et para m ayor firm eza las otorgam os
porantel escrivano e notario publico de yuso escripto al qual rogam os que las
escribiese o fiziese escrevir e las signase con su signo»: Ibidem , Osuna, 418-
2/11. Sobre el linaje Acuna. ver, entre otros trabajos, el de J.I. Alonso C am
pos y J.M. Calderón Ortega, «Los Acuna: la expansion de un linaje de origen
português por tierras de Castilla», A ctas das II Jornadas Luso-Espanholas de
Historia M edieval. Porto, 1989, III, págs. 851-860.
— 205 —
Junto con la firmeza del com prom iso, los documentos*
nían com o función, al mismo tiempo, en teoria, la busquei
de una proyecciôn futura, proporcionando elementos básic0
para el recuerdo que se hacia presente a través de las palabr
escritas — «para memória y seguridad dello»— » . Los acu*
dos se plasmaban en sendas escrituras, redactadas conjuntamen
te. para cada una de las partes, según se recogia en cláusulas
corroboratorias de este tipo: «Sobre lo qual se fizieron dos es
crituras de un thenor. tal la una com m o la otra, para que la una
tengamos nos, el dicho duque... e con d e..., e la otra yo, el (jj.
ch o m a estre...» , o «de lo qual todo mandamos fazer dos
escripturas. tal la una com m o la otra. e la otra commo laotra.
para que tenga cada uno de nos la suya»; o «de lo qual otor-
gamos dos escripturas en un thenor, tal la una como la otra.
para cada uno la suya» A veces, sin embargo, la redacción
del acuerdo se acometia de forma individual, como hizo en 5
— 206 —
de 1516 el duque de Medinaceli al duque de Arcos:
je ft’brer° . ]jbre e agradable voluntad, por la presente otor-
m'inozco que agora e de aqui adelante, en todo tiempo.
ê° î buéno e fiel e leal e verdadero am igo de v o s...p o r firme-
16 de 1° ^ual otorSu® es^a escriptura ...» , aunque la recipro-
^dad aparece evidente al final del documento: «del ténor de
? nual vos, el dicho senor duque me enbiastes otra»30. Por
otra parte- además de la existencia del texto en si, era impor
tante la entrega de la misma, según se expresaba mediante la
fórmula al uso: «de lo qual, porque vuestra merçed çierto sea,
le enbio la presente escriptura» 31.
AHN. N o b leza, Osuna, 216-14. Los Stüniga representan otro ejemplo de lina
je bien d o c u m e n ta d o , y que ha despertado el interés de diversos especialistas,
entre los q u e pueden mencionarse los siguientes: M.a L. Villalobos, Los Stüniga.
El paso a Castilla de un linaje de la nobleza nueva y su elevaciôn con los
Trastámara. Madrid. 1985 (micrografia); G. Lora Serrano, L os senorios extre-
menosde los Stüniga. Tesis Doctoral. Universidad de Córdoba, 1987; idem. «La
Casa de S tü n ig a durante el reinado de Enrique IV: orto político de un linaje no
biliario». 1H Jornadas Hispano.Portuguesas de Historia Medieval. La Penín
sula Ibérica en la Era de los Descubrimientos. 1391-1492. Sevilla, 1997, [I.
págs. 1191-1238.
— 207 —
especifico, la cúspide nobiliaria, los verdaderos protagoni ta
este sistema de relaciones, que controlaban desde la cima
En un extremo, por tanto, se sitúan las fórmulas de r»i ^
cion entre nobles, pero de carácter vertical, de fuerte d
dencia clientelar. Un testim onio elocuente se encuentra en ***
documento de febrero de 1468. firmado por Al varo de M U°
doza. respecto del conde de Plasencia:
— 208 —
criados». insertos en un marco de relación pseudo-parental,
*C|as r e la c io n e s ciientelares propiamente dichas, las estable-
'Vjda„. d e s d e una lógica contractual y esporádica, con los «al le
rd o s» <lue alcanzaban, en general, m ayor relieve. por su
feniido claramente p o lítico 34.
p0r otra parte, la importancia del clientelism o en la estra-
iegja de actuación de la alta nobleza aparece también en los
nactos que anudaban horizontalmente a los integrantes de este
scctor. De un lado, a veces las circunstancias determinaban el
paso de dependientes de un noble, al servicio del otro. con el
c o n s e n tim ie n to previo del afectado:
34. El tema de las clientelas nobiliarias ocupa un lugar cada vez más
en la historiografia. Algunas m uestras: P. Sánchez León. «N oble
d e sta c a d o
za estado y clientelas en el feudalism o. En los lim ites de la historia social»,
en L a Historia Social en Espana. A ctu a lid a d y perspectivas, S. Castillo ed..
Madrid. 1991, págs. 197-215. C. Jular, «La participación de un noble en el
poder local a través de su clientela. Un ejem plo concreto de fines del siglo
XIV», Hispania 185 (1993), págs. 861-884: idem . «D om inios senoriales y
relaciones ciientelares en Castilla: Velasco. Porras y C árcam o. Siglos XIII-
XV». Hispania. 192 (1996), págs. 131-171. Interesantes consideraciones al
respecto, aunque referidas a un período posterior, en el artículo de A. Carrasco
Martínez, «Un modelo para el estudio de las formas de sociabilidad en la Edad
Moderna: las clientelas senoriales». M élanges de la Casa de Vetázquez, XXX-
2 (1994). págs. 117-129. M.C. G erbet ha realizado una atinada caracteriza-
ción de las distintas m odalidades de relación clientelar. en una Ponencia
presentadaen un Sem inário de Investigación, en El Escoriai, 1998, bajo el tí
tulo siguiente:» Nobleza y clientelismo en el reino de Castilla al fin de la Edad
Media:criatios y allegados en Extrem adura», (actualm ente en prensa).
35. Se trata de un traspaso de ocho miembros de la clientela del conde
de Altamira, al de Benavente, en mayo de 1478, mediante un firme compromiso.
bajo pena de quinientas doblas de oro: AHN. Nobleza, Osuna. 417-26/1.
— 209 —
De otro lado, por razones semejantes, pero en sentido
trario, a menudo se incluía en los documentos de confed^^**
ción la prohibición expresa de trasvase de clientes y vasal^*'
— 210 —
de Arcos. senor de Marchena e de la Serrania de Villaluen-
37 Llama la atención. además, el hecho de que algunos de
^ p a c to s recogieran con bastante précision la idea de que la
Dreeminente posición de éstos sobre el conjunto de la nobleza,
imprimia carácter, y sus decisiones alcanzaban una repercusión
fuera de lo común, por lo que resultaban decisivas para el con-
unto del reino: eran. por un lado la nobleza titulada, y, por en
cima de ellos aún. los «grandes del regno» , cuya «amistança»
y « c o n c o r d i a » , según se expresa en algún testimonio documen
tai resultaba mucho más necesaria, mientras que. por el con-
trario. la posibilidad de la «discórdia» entre ello s. por sus
amplios poderes, y los numerosos recursos que podian poner en
juego en los enfrentamientos. se observaba. según se d ice li
teralmente. com o «más peligrosa» 38. Estas actitudes se ponian
d e relieve incluso en las formulas referidas a la «fe » que co
— 211 —
n obleza titulada, m anifestando expresam ente su
hegem ônica de este modo: «damos nuestras fees co mP°sició
^ 'Cl° n
e cavalleros» 39. C()ndes
Los miembros de las jeraquias nobiliarias castellanas d
siglo XV — jefes de linaje. y a la vez patronos, y senoresJf
se encontraban rodeados de una verdadera red social, en Ia ’
los vínculos con sus iguales tenían una funcionalidad e s p ^
fica. y un sentido muy especial. Se fundamentaban en fórni,
las de solidaridad horizontal particularizada, superpuestaal'
cohésion interna propia del grupo noble
— 212 —
circunstancias específicas se sobreponían a
g n o c a s io n e s ,
• u a ld a d d econdición entre los firmantes de los acuerdos,
,a por ello aparecían en situación diferenciada, lo que se tra-
T ^ í a e n u n reconocimiento documental expreso, que dem os-
fraba u n a decidida orientación del com prom iso a favor de uno
Je los p r o t a g o n is t a s :
p o re n d enosotros unanimes e conformes de un consentymiento
y m ira n d o lo que conviniere e tocare a la casa y estado del di
cho s e n o r ... (otro de los firmantes, que podia aparecer en con
dición d e «segurador e fiador) 42.
— 213 —
confederaçion viene mucho bien e provecho, espeçialmente
hecha entre aquellos que debdo se tienen y am an»44.
Es cierto que las alianzas solian respetar los vínculos de
parentesco. Asi. en ocasiones de forma muy explicita se les dab»
a los parientes la oportunidad de integrarse en ellas, y e| reco
nocimiento de las relaciones de sangre se ponia de relieve tani
bién, a menudo, situándolos especificamente, para salvaguard»
de su seguridad. entre los exceptuados de la enemistad a que se
dirigian las alianzas políticas, com o sucediô en una confede
ración de diciembre de 1473. entre el conde de Fuensalida el
mariscai de Castilla. y otros dos nobles, en la que cada uno « s a l-
vaba» a algunos parientes, al tiempo que los dos primeros re-
conocian de este modo la fuerza del vínculo parental:
— 214 —
.. n e n e l futuro; entre otros m uchos ejem plos, podría ci-
re a la confederación que firmaron en octubre de 1645 dos de
destacados miembros de la nobleza de Andalucia, el
e de Medina Sidonia y el conde de Arcos, junto con el
Í^ U j e Calatrava, en la que se m enciona explicitam ente
' articiparon también «don Enrique e don Rodrigo, fijos
^ • oeenitos herederos de los dichos duque e co n d e» 46. La
e s e n c ia de los sucesores de los linajes en estas negociacio-
P forrnaba parte de su com plejo sistem a de aprendizaje, en
nf ip se incluian la transmisión de valores y códigos de con-
cl
ducta nobiliarios, y, al mismo tiempo, contenidos de experien-
cia política. Los jefes de los linajes trataban. por este medio. de
disenar una estrategia de futuro, aunque no siempre lo lograran.
Era usual también el recurso a parientes para su actuación
en calidad de árbitros, encargados de garantizar el cum pli-
miento de los acuerdos, com o se observa en uno suscrito por
el conde de Benavente y el marqués de Astorga, fechado en
febrero de 1492, en el que se confiaba el seguim iento de lo
pactado a parientes repectivos, aunque su actuación quedaba
vinculada a la presencia de expertos, que no eran otros que los
licenciados o alcaides mayores de la casa;
— 215 —
A veces su participaciôn se relacionaba con la tomada!
«pleito homenaje», para lo que se recurria a un pariente prôj^l
m o, com o su cediô en una confederación en noviembre h
1511, entre el condestable don Bernaldino de Velasco y el COn
de de Benavente, quienes «hicieron pleyto y omenaje comm'
cab alleros segund costunbre de Espana en manos de do°
Y nigo de Velasco (hermano del condestable)» 48.
Pero los lazos fam iliares no solo eran base de p a r tid a de
estos vínculos, sino que también constituía punto de Uegad»
Los pactos entre jerarquías nobiliarias desembocaban en una
consideración recíproca de los individuos com o familiares
dentro de un âmbito de parentesco sim bólico o fictício. Est'
tipo de relacion se proyectaba en las imágenes derivadas de las
relaciones de hermandad, y paternidad-filiación. Tal circuns
tancia se producia con toda evidencia en los acuerdos de sen
tido horizontal, en algunos de los cuales se establecia un firme
vínculo de union entre los im plicados, que se calificaban re
ciprocamente de «hermanos» — «que som os e siempre sere
m os buenos y verdaderos herm anos» (además de «leales e
fieles am igos»)49. Pero igualmente se observa en aquellos com
promisos entre personas de desigual condición o situación, quie
nes expresaban su situación en el sistema de relacion de forma
bien manifiesta; un ejemplo claro de ello lo encontramos en la
consideración de «padre» otorgada a quien, por cualquier cir
cunstancia — de status o de edad— , ocupaba en ese momento
una situación preeminente, lo que se reconocia, con formulas que
aludian a un triple vínculo de relacion: «vos prometo e seguro
que de aqui adelante allegaré e procuraré a vuestra merçed toda
honrra e provecho e acresçentamiento commo a bueno e ver-
50. Asi se recoge en la alianza suscrita por don Beltrán de la Cueva. du
que de Alburquerque y conde de Ledesm a. con don Juan Pacheco, en AHN.
Nobleza, Frias 16-28.
51. Capitulos acordados entre don Bernardino de Velasco, y don Alfon-
so Pimentel. en noviem bre de 1511: AHN. Nobleza. Osuna, 421-1/5.
— 217 —
los habian precedido, y. desde luego. fundamentado, j
observa en este ejemplo: « Yo don Pero Velez de G uevara c ^
de de Onate. digo que por quanto el senor condestable^'
Castilla ha havido por bien de casarme con la se n o r a d t /
Mencia de Velasco su sobrina. y porque demás del debdn ~
' Ql|0 !
en casa de su senoria yo tomo es razon que este çertificado de
mi voluntad. por la presente doy mi fe com o cavallero qut,
todas las cosas que su senoria se quisiere servir de mi persona
e de mi casa en las provinçias de Guipuzcoa e Vizcaya e Ala-
ba. yo le acudiré y le serviré com o fijo y servidor de su casa»52
La relación matrimonial, en cualquier caso, se convertia
en el sustrato básico de una de las claves de articulación
integradora entre los nobles, formulada mediante la expresión
de «debdo». Lo que otorgaba el sentido a la fuerza de la rela
ción era el enlace en si. independientemente de la persona, por
lo que se expresaba de forma indeterminada: por ejemplo,
entre los exceptuados de la enem istad, se salvaba también «a
la persona con quien tomare devdo. con cuya fija casare» ^
— 219 —
bulos. que en algunas ocasiones se incluian, y en lo s qUe J
mayor o menor extension, se recogen argumentos ju stifj C° n
vos de dicho acuerdo, en clave general, o bien con areum 311
más particulares. En el primer caso, las alusiones al « Se .
a D ios y al rey», o el interés del «bien público» representa^'0
nivel de formulaciones de corte teórico-ideológico q u e a v **
los nobles exhibían com o cobertura de sus decisiones
reses particulares 56. En ocasiones, los pactos nobiliarios*1*6'
nían determinados por la intervención directa de la monar *
com o sucedió, por ejem plo, en el caso de la alianza estab^
cida en julio de 1469 entre el condestable de Castilla don M'
guel Lucas de Iranzo. y el m aestre de Santiago don JUan
Pacheco, en Ia que el primero, antes de mostrar su «propia
voluntad com m o cavallero e a fe de cavallero», y su d e s e o d
«tener buena estrecha e verdadera amistad e c o n fe d e r a ç io n con
vos», reconocía estar actuando, literalmente, «por m andam ien-
to espeçial del rey nuestro sennor», anadiendo d e s p u é s los
consabidos argumentos relacionados con el servicio d iv in o «e
porque asi cum ple a serviçio de D ios e su y o » 57. A v e c e s el
56. Un ejem plo: Don Pedro Girón, don Juan Pacheco y el arzobispo Ca-
rrillo decían actuar, en su confederación de 1464. AHN, Nobleza Frias, caja 31-
11, publicado en M emórias de Enrique I V II, Madrid, 1835-1913, págs. 302-303
procurando, literalmente, el «bien e honra de la Corona real destos regnos» y
tratando de evitar «el deservicio de Dios nuestro senor e dapno e peligro irré
parable destos reynos y el gran dapno y destruicion de la cosa publica dellos».
57. AHN. Nobleza, Frias, 12-9. El personaje del condestable Iranzo está
bien docum entado, y su importante papel en el reinado de Enrique IV ha sido
objeto de atención por parte de distintos investigadores, tanto en lo que se re-
fiere a su relación con la monarquia, com o en lo referente a su asentamiento
de Jaén, constituyendo una verdadera corte que conform aba todas las facetas
de la vida ciudadana. Sobre el primer aspecto, puede verse la interpretación que
he realizado acerca de su engrandecimiento por parte de Enrique IV, con el otor-
gam iento de la «caballería de espuelas doradas», en junio de 1455: M.' C.
Quintanilla Raso, «La renovación nobiliaria en la Castilla bajomedieval. Entre
el debate y la propuesta». La nobleza peninsular en la E dad Media, Fudación
Sánchez Albomoz, León. 1999. págs. 257-295, en especial, págs. 267-268; so
bre estas cerem onias de investidura, interesa el libro recién publicado por N.R.
— 220 —
j e |a confederación insistia en argumentos justificativos
teX'ntados al servicio regio. sin determinaciones concretas de
orl^ , g(,s. como en la de octubre de 1465 entre el duque de
Medina Sidonia y el conde de Arcos:
e seremos unanimes e conformes e juntos de una vo
so m o s
luntad para guardar e que siempre guardaremos el serviçio del
dicho senor rey... e pomemos por el lo nuestras personas e es
tados e casas e gentes c allegaremos e faremos su serviçio 58.
Porra Girardi, La investidura de arm as en Castilla, del Rey Sabio a los Cató
licos, Junta de Castilla y León, 1998. En relación con la dim ension jiennense,
la bibliografia es muy amplia, utiliza en general los contenidos de la Crônica,
sumamente expresiva, y entre los trabajos más recientes destaca el de J. Rodrí-
guez Molina, La vida en la ciudad de Jaén en tiempos del condestable Iranzo,
Jaén. 1996.
58. AHN, Nobleza, Osuna 1635-3/11. Los nobles andaluces confede
rados en febrero de 1448 afirm aban que lo hacían «para el serviçio del m uy
alto e muy poderoso prinçipe rey e senor nuestro el rey, e para guardar el es
tado e bien publico de esta tierra»: ibidem, Osuna, 1635-3/3, publicado en Orí
genes de la M onarquia H ispânica..., ob. cit., doc. 38, págs. 461-463.
59. Expresiones tomadas de la confederación entre el almirante Enriquez
y el conde de Benavente. en mayo de 1479: AHN, Nobleza. Osuna, 417-26/15.
— 221 —
Por otro, se encuentran aquellos documentos que situ ab a
primer lugar una única justificación derivada del v in c u lo en
Per-
sonal por via de amistad o parentesco — «acatando el
gran
debdo de sangre que entre nosotros los susodichos ay e am0
e amistad antigua»— para pasar, a continuación a con sid er
el servicio regio no com o un elem ento de base, sino c o m o un
de los objetivos prácticos a cumplir en el compromiso:
60. A lianza entre el duque de Cádiz don Rodrigo Ponce de León, y don
A lfonso Fernández senor de M ontemayor. en el verano de 1490: AHN, No
bleza, Osuna, 1635-3/18,
61. Respectivam ente. AHN. Nobleza, Frias, 838/73; e ibidem, Osuna.
1635-3/18.
62. Ibidem Osuna, 417-29/3.
— 222 —
A ello se anadía de forma bastante generalizada una cláu-
u|a que aludia a la espontaneidad de la décision: «de nues
tra propia e agradable voluntad, nos juramos el uno al otro, e
el otro al otro»63.
gn m u c h a s ocasiones, la justificación se extendia al deseo
de m a n te n e r o respetar Io que podemos denominar el «bien co-
mun». e v ita n d o desordenes generales, lo que se utilizaba com o
a rg u m e n to para la firma de un acuerdo:
— 223 —
cia creciente era a hacer desaparecer esos exordios, y a 1
los intereses particulares encaminados a la seguridad def*111^
y promoción recíproca de los firmantes: «con todas nuestjïl
fuerzas e a todo nuestro leal e verdadero poder trabaiare ^
procuraremos porque nuestros estados honores e rentas de S E
uno de nos sean conservados e aumentados e acreçentad*18*^
se lee en una carta de «hermandad. amistad y confederaej^S
firmada por el conde de Benavente, y el senor de la
Aguilar en abril de 1467 en la que no aparecia ningún tipo de
consideración ni referencia de tipo p olítico66.
«republica» y «la paz de los reinos», constituía una táctica hábilmente ma
nejada por la nobleza com o clave ideológica de legitim ación: C/r.: M.a C.
Q uintanilla Raso. «La Nobleza». O rígenes cie la M onarquia Hispânica...ob.
cit., pág. 85.
66. AHN. Nobleza. Osuna. 417-8.
67. El docum ento al que corresponden ambas frases recoge una alianza
entre el duque de Arcos don Rodrigo Ponce de León, y el conde de Palma don
Luis Portocarrero, en diciembre de 1514: AHN. Nobleza. Osuna, 1635-3/20.
— 224 —
crnp er0 «y l ° s sobredichos nuestros debdos y amigos luvieren
entrellos los del uno con los del otro y los del otro
d if e r e n ç ia s
con l°s otro’ 9 ue en tal caso seamos obligados los di
c h o s ... a los poner en paz
— 225 —
la seguridad y defensa recíproca y el mutuo deseo de prom
ción aparece destacado de forma evidente en las e s c ritu r-
«procuraremos e trabajaremos a todo nuestro leal poder e en
tender en defender e anparar e acresçentar nuestras honrras
casas e estad os»70.
Mediante estos pactos, los nobles encontraban un eficaz
procedimiento de proteccion. que se extendia al «dicho, fech0
y consejo». La unión comprometida por dos o más integran
tes de la nobleza se traducía en ayuda directa, y se c o m p le .
mentaba con apoyos e informaciones indirectas:
— 226 —
En términos coyunturales, hay que tener en cuenta las tre-
as y las concordias. manifestaciones, al m enos en teoria, de
n deseo de estabilidad en las relaciones internobiliarias
capitulación m atrim onial con el duque de Alba: «seguran los dichos senores
que ninguno dellos por sy nin por terçera persona nin de otra ninguna m ane
ra que sea, no hablarân eneste devdo nin en otro ninguno cone el dicho du
que Dalva, nin con otra persona. syn consentim iento el uno del otro y el otro
del otro»: AHN. Nobleza, Osuna. 421-1/5.
73. 14 de febrero de 1492: el conde de B enavente y el m arqués de
Astorga llegaron a un acuerdo, en esos térm inos, que se conserva en AHN.
Nobleza, Osuna. 417-29/3.
74. A. McKay, «Los bandos: aspectos culturales», ob. cit.. pág. 15.
75. La expresión continua el texto com entado arriba, nota 67: AHN.
Nobleza. Osuna. 1635-3/20.
— 227 —
pacto contaba. pues, con la amistad de su aliado, pero al mis
mo tiempo le alcanzaba. de forma inévitable, la enemistad de
sus enem igos. Estos acuerdos significaban el establecimien
to de una relación de «am istad». pero. al m ism o tiem p o
com o consecuencia natural de la misma, implicaban la con so
lidación y ampliación de la «enem istad». que llegaba a afec.
tar a terceros.
Y es que, en verdad, las alianzas, según resulta bien co-
nocido. se firmaban para constituir grupos operativos en |0s
que se aunaban fuerzas. se organizaba un aparato militar y
estructurados en bandos, alcanzaban una dim ension política
innegable, com o para ser reconocidos com o el sustrato de los
«partidos», clave de la acción política en la Castilla del si
glo X V 76. Por eso, su inclusion en estos acuerdos es reflejo
de un especial estado de tension política y bélica en el reino,
y al mismo tiempo demuestra la actitud de la nobleza directa
mente implicada en la constitución de dichas fuerzas: «Otrosy
que sy de aqui adelante se ofresçiere en estos reynos alguna di
vision o bolliçio, por la qual qualquier de nos entienda o quie
ra seguir algun partido quel otro non quiera ni siga, que en tal
caso nos juntaremos para ser de un acuerdo y concordia e de
una voluntad y conformidad para poner en obra lo que convi-
niera al bien e provecho de nuestras honrras, casas e estados»77.
— 228 —
r Las confederaciones prcsentaban también una cara con-
. a |a de la vertebración integradora: era la de la desar-
W- l a c i ó n , propia de la con flictivid ad que producian. En
'rincipio. todos los no incluidos en una confederación eran sus-
P (ib|tíS de ser tenidos com o enem igos por quienes se aliaban
ese m o m e n t o . Por tanto, en esas circunstancias, era tan im-
rtante plantear una cláusula de excepcional idad, una rela
tion de «salvados», en expresión textual, según el critério de
c ada u n o de los firmantes del com prom iso, para preservarlos
de ia e n e m is t a d :
— 229 —
persona c fortalezas e bienes e vasa llo s» 79. En |a estra
utilizar, una vez caracterizado el enemigo común, se m ^ ' a a
el aislamiento de éste, con el que los firmantes debían
nerse en «contradiçión». y la voluntad defensiva reciprr^lante'
79. El ejem plo hace referencia a una alianza entre el conde dc Bena
vente y el senor de Santa M arta, en abril de 1458. por la que ambos se com-
prom etian a luchar contra Álvaro Páez de Sotomayor. con el que mantenian
un enfrentam iento por la entrega de Tuy: «E t nunca nuestras partes serán
alçadas de fazer guerra al dich o ... fasta que se ganada la dicha çibdad de Tuy»:
AHN, Nobleza. Osuna. 417-4.
80. Ibidem. Frias. 838/73.
81. Ibidem. Osuna, 326-4. Sobre las circunstancias bajo las que sepro-
dujo el acuerdo. ver E. Cabrera Munoz. E l condado de Belalcázar...ob. cit..
págs. 217-218.
— 230 —
•n e g o en dichos compromisos. Asi se recoge en un testimo-
" d o c u m e n ta l de una alianza multiple, fechada en diciembre
nK' l 4 7 3 . quecontiene. literalmente, el «Memorial de la gen-
con que han de acudir cada uno de nos los susodichos cada
t e e n e s ç e s a r i o fuere», y que sumaban veinte lanzas en el caso
— 231 —
de ellos sufragaria completamente los gastos, obliga(j0
pagar e sostener a su costa desde el dia que la resçibier!*
adelante hasta que la dicha gente sea buelta a sus casas 8<> 0
— 232 —
habituâtes juramentos religiosos, «Por fyrmeza de lo qual
wamos a Dios e a Santa Maria e a los Santos Evangelios e a
La s e n a l de cruz (cruz) corporalmente con nuestras manos
*anida» 88- A est0 se 31=1adia a veces algún «voto» especial, como
e | que h a c ia referencia a la peregrinación a Jerusalén, con es
tas p a la b ra s : «voto solepne a la Santa Casa de Jherusalem, don
de el c u e rp o de Nuestro Salvador Jhesu Christo fue sepultado,
e s o p e n a de yr alia los pies descalços» 89.
Se hacia constar la presencia de los implicados, que no era
d e m a s i a d o usual, y su protagonismo y responsabilidad se subra-
88. Entre los innumerables ejem plos que podrian citarse para docum en
tar esta formula habituai, ver: AHN. Nobleza. O suna, 1635-3/11, fechado en
13 de octubre de 1465. que contiene la confederación firm ada por el duque
de Medina Sidonia. el m aestre de Calatrava y el conde de Arcos.
89. Asi lo prom etieron el alm irante m ayor de C astilla y el conde de
Benavente, en su alianza firmada en mayor de 1479. y conservada en el AHN.
Nobleza. Osuna. 417-26/15. La p ráctica de la peregrinación a Jerusalén se
difundiô a fines del siglo XV entre la nobleza castellana, dentro de sus par
ticulares tendencias religiosas, m ezcladas con dosis de propaganda social,
afán cultural, y otros ingredientes. Uno de los casos más conocidos es el de
don Fadrique Enriquez de Ribera, que fue objeto de atención hace anos por
parte del archivera de la Casa Ducal de M edinaceli, Joaquin G onzález M o
reno. y sobre el que se ha publicado un reciente trabajo: Pedro G arcia M ar
tin, La Cruzada pacífica. La peregrinación a Jerusalén de Don Fadrique
Enriquez de Ribera, Barcelona. 1997.
90. Ver la confederación entre el duque de Béjar don Álvaro de Ziniga,
y el duque del Infantado don Diego Hurtado de Mendoza, el 18 de septiem -
brede 1516, en AHN, Nobleza, Osuna. leg. 1860-30.
— 233 —
nonbre, y la hice sellar con el sello de mis armas» h- .
en S evilla. el 15 de marzo de 1526. al duque de Sessa
de Cabra, quien. por su parte, recon ocia en Roma d e /
25 de mayo. que «hize escrevir esta poliça y la firmé d • ^
nonbre. y la hize sellar con mi sello de mis armas» 91 ^
Los protagonistas a menudo ratificaban e x p r e s a m e é
voluntad de cumplir los contenidos del mismo, « b ie n e I •SU
verdaderamente con efecto tem em os e guardaremos e *
pl iremos todo lo en esta escriptura contenido. n o s o tr o s e cÜaS
uno de nos. e cada cosa e parte dello»; a esto se anadian3*^
ces precisiones sobre la imposibilidad de actuar c o n tr a l o ^ '
tablecido «non yrem os nin vernem os contra ello n in contra
cosa alguna nin parte dello. directe nin yndirecte. e n a lg und
tiempo nin por alguna manera, razón ni color q u e s e a oser
pueda», e incluso se obligaban a no solicitar l a ^ b s o l u c i ó n de
sus com prom isos bajo ningún concepto, según se a p re c ia en
la formula al uso:
que no demandaremos nin procuraremos nos nin alguno de
nos absoluçion nin relaxaçion del Santo Padre nin de otra per
sona, deste juramente que fazemos, para yr o venir contra lo
en esta escriptura contenido nin contra parte dello, e aunque
nos sea conçedida e otorgada de propio motuo o a nuestra
postulaçion o en otra qualquier manera non usaremos nin nos
aprovecharemos délia 92.
— 234 —
I • u n s t a n c i a s específicas, superpuestas a Ia tônica gene-
: a c t u a c i ó n . imprimían un sentido y trascendencia particu-
ral 'lo s a c u e r d o s . cuya garantia requeria de ciertos ingredientes
la fii .m e n t a r io s Asi. en momentos de especial tensión políti-
o b s e r v a la tendencia a recurrir a rehenes. por ejemplo
Cí vi s de fortalezas, lo que determinaba que estos edificios
®"~jaran baj0 control recíproco, en garantia del cumplimiento
qU k> aCordado, com o se reconocia, en mayo de 1479, por par-
de °i aimirante de Castilla a su aliado:
tc ^
l e por seguridad dello, yo el almirante doy por mi rehen e fia-
dor a J u a n de Otel mi criado e mi alcayde de la mi fortaleza de
/Vguilar de Canpos, al qual por esta mi carta mando que faga
pleito e omenaje a vos el dicho senor conde de Benavente...
I porque sy yo quebrantare lo contenido eneila (la escritura) o
alguna cosa o parte dello, lo que Dios no quiera, por el mismo
fecho vos entregue la dicha mi fortaleza 94.
— 235 —
bredicho et fazer el dicho juramento e pleito e omenaje <3
Para el control del cum plim iento de los acuerdos, se i i*- ’
a veces alusiones explicitas a personajes que, en calidad d -30
bitros, deberían resolver los desacuerdos o ruptura de los ^
tenidos de los pactos entre nobles:
— 236 —
caen e t yncurren los cavalleros y onbres fijosdalgo que
efl qULe q u e b r a n ta n su fee y promesa y juramento et pleyto e
Pasan . 0 «sopena de (ser considerados) aleves y f e m e n t i -
— 237 —
tos expresan las razones que conducían a ello, como pUe(j
servarse a través de un elocuente testimonio, de agosto de Krtr
— 238 —
. in He conducta. que debía estar caracterizado por el
Ae ufinK X ^'
* c n y lad,gn.da<i.
t ue perdiéndose el crédito que debaxo desta fe y pleito y
p r „:e anda entre los nobles e fijosdalgo, en las batallas se
i rían s y n ninguna remisyón, y no acudirian a las prisiones
P re s titu y ría n Ias fortalezas ni pagaryan muchas debdas ni se
"ndrían c o n f ia n ç a de unos a otros para muchas cosas nes-
| r:as< mas en asechanças y maldades bibirian en gran con
fusion. fuera de razón y orden e de su dignidad 101.
101. AHN. Nobleza. Frias. 91-8. Entre las argumentaciones del texto, se
recurre referencias bíblicas, como el desafio de David a Goliat, y a otros ejem-
plos de la antigua Roma. asi como a su predecesor el rey Alfonso. que «dio logar
a que los condes de Carrion fuesen revtados,» e incluso a testimonios coetáneos:
«y vuestra alteza y la reyna nuestra senora que Dios aya. conzedieron canpo a
Mosen Margarit v Semenar en Sevilla». La documentación permite seguir Ia cues
tión con algo de detalle. En primer término, sabemos que los titulares de los li
najes Velasco y Pimentel habían establecido meses antes, en noviembre de 1511,
u n a confederación, en la que. además de la habitual lealtad y ayuda recíproca, se
habían comprometido mutuamente a no establecer vínculos matrimoniales con
la casa ducal de Alba: AHN. Nobleza. Osuna, 421-1/5. En el momento del desa
fio, una vez muerto don Bemaldino de Velasco, el incumplimiento al que se re
feria su hermano y sucesor. don Inigo. podría estar relacionado con este hecho.
102. Ibidem. Don Inigo de Velasco lo había pedido al rey. primero «en
presençia de cavalleros». y ahora lo suplicaba «por palabra e por escripto en
presençia de escrivano e de testigos. La figura del rey aparece en el centro del
proceso: ver. a este respecto. el apartado dedicado al «rey com o juez de retos
y desafios», en la obra de J.M . Nieto Soria. Ceremonias de la realeza. Propa
ganda v legitimación en la Castilla Trastámara. Madrid, 1993, en especial,
págs. 80-82.
— 239 —
habitual, consistió en una negativa, fundada astutamente
razones de política internacional103. La fórmula del «dexaf'^
por otra parte, llevaba consigo la puesta en práctica de un l0>>’
de relación epistolar, dotada de un particular sentido cabalI !'^ °
co, en su dimension más relacionada con lo literário104
La trascendencia de la negociación, por otra parte se
laciona de forma muy directa con el hecho de la d u ra ció n ^
u n c ,1
103. En su actitud dilatoria. Fernando el Católico recurrió a un sutil
gumento. habilm ente uilizado, consistente en su especial atención a ln«
a *vJS 35(11)-
tos italianos, y la defensa del Pontífice: «com m o sabeys, es muy manifies
quanto las cosas debinas deben ser preferidas a las humanas, y antepuestas I
públicas e universales a las particulares e privadas, y estando yo commo bp
tan ocupado en la defensión de nuestro muy santo padre Julio Segundo e de la
Santa Yglesia Romana nuestra madre, e de la libertad eclesyástica, en que te
nem os enpleados nuestros exércitos... por ende. yo vos ruego y encargo e s
neçesario es vos mando por todas m ejores vias y formas que debo y puedo que
en n inguna m anera vos proçedays agora m ás en este fecho durante estas
turbaçiones universales que en el mundo avemos, con tanto que bos seays çierto
que trayendo Dios nuestro las cosas de su Yglesia a la tranquilidad e sosyego
que yo deseo y procuro, que vos guardaré e administraré toda la justiçia que
bos perteneçiere syn mengua de cosa alguna» AHN. Nobleza, Frias 91-8.
104. La cuestión de las «cartas de batalla» o «carteies de desafio», que
los contendientes de dirigían entre sí, ha sido abordada desde hace tiempo por
especialistas en Literatura Medieval. M ención especial debe hacerse de la obra
clásica de M. De Riquer, Lletres de batalla, Cartells de desiximents i capiiols
de p a sso s d 'arm es Barcelona, 1963-1968. Entre los primeros trabajos parael
âm bito casteilano, está el de A. Góm ez Moreno, «Pleitos familiares en cartas
de batalla»... ob. cit., donde utiliza basicam ente documentación de la sección
de m anuscritos de la Biblioteca Nacional de M adrid. Entre otros testimonios
documentâtes, puede verse una carta de desafio fechada en julio-agosto de 1432,
y dirigida a don Gutierre de S otom ayor , por un caballero al servicio de los
Infantes de Aragón, transcrita en la obra de E. C abrera Munoz, El condado
de B elalcázar..., ob. cit., pág. 383, en la que se acusa a Sotomayor de haber
com etido «obras falsas e disim uladas, o por más propio decir, traiciones e
m avlestades», de m anera que le reconocía «despojado e priuado de todo igual
de honor e de linaje de cauallería por la notoria traiçión com etida por vos al
M aestre, vuestro tio e se n o r... e la gran m aldad por vos mismo fecha al se
nor Infante don P edro...», en razón de lo cual le ofrecía «purgaçión de todo
lo sobredicho», m ediante esta «carta partida por ABC».
— 240 —
sgja que oscilaba entre el momento concreto — en el caso de
nactos que asumian el sentido de alianza política de tipo
vuntural— y la proyecciôn vitalicia, que se daba con fre-
cuencia «agora, e de aqui adelante. en quanto yo biviere»o,
inclus0- Ia °lue adoptaba sentido de perpetuidad «fazem os en-
re nosotros buena. fiel e verdadera e perpetua amistad» l05. No
obstante, la voluntad de larga duraciôn, por parte de los im-
ücados. no se traducía en la sim ple transmisiôn por via oral,
ni siquiera en la transmisiôn documentai de la escritura origi
nal. sino que implicaba la renovación de ésta. La «memoria»
sustentada por el documento de com prom iso no era indefini
da. sino que necesitaba ser ratificada a m enudo, cuando lo
exigian diversas circunstancias. Una de ellas se relacionaba
con el relevo generacional en los linajes, com o sucediô en el
caso del nuevo conde de Benavente. que suscribiô, en noviem-
bre de 1500. una alianza y confederación con el conde de Va-
lencia, d iecisiete anos después de la establecida en 1483,
argumentando lo siguiente:
acatando el gran devdo e amor que syempre ovo entre los se
nores progenitores, que ayan santa gloria, e nuestras casas, e
nosotros, e queriendo aquello conservar e acreçentar, conos-
çemos e otorgamos de nuestras libres e agradable voluntades ,
que somos ygualados, unanimes e conformes de estar e per-
maneçer en el dicho amor e amistad 106.
— 241 —
redefinir las posiciones concretas en la dinâmica d e fue ^
enfrentadas. Los testim onios documentales proporcionan^*5
formación acerca de ese com plejo juego de fuerzas p o lítjc 'n~
y del estrechamiento del círculo de aliados; naturalmente ^
utilizaba com o uno de los argumentos básicos, la antigiipH86!
de la relación — «mirando el debdo y amistad antigua»__
pecificando después la conveniencia de renovación d e |a m js'
ma para hacer frente com ün contra en em igos c o in c id e n te s
— «por quanto el dicho senor condestable (se refiere a don
Bernaldino de Velasco) teme o espera temer algunos debates!
y diferençias con el duque de Najera y con sus hijos, y asímis
m o con el almirante y su casa, y asim ism o con el m a rq u e s de
Aguilar y con don Luys su hijo y con su casa»— , a la v e z que
el otro firmante, el conde de Osorno, manifestaba tener o te
mer «debates y contiendas», con los m ism os personajes107
R e f l e x io n e s f in a l e s
— 242 —
c o n s t a n t e renovacion de los pactos venía a demostrar la des-
108. Resulta curioso el razonam iento por el que el duque del lnfantado,
en 4 de febrero de 1539. reconociendo haber suscrito una confederación con
el condestable de C astilla desde su etapa de herederos. que fue renovada al
suceder en sus casas, decidiô enviarle su escritura a través del conde de Co-
runa, como m ediador, y a la vez pedirle la que el condestable ténia, al tiem
po que cada uno de ellos se com prom etia a anular su valor: «da por ninguna
y de ningun valor ni efecto la dicha escritura», expresando el convencim ien-
to de que «donde ay tanta obligaçiôn y deudo com m o entre el senor condes
table e mi, no es m enester más fuerça de scritura que la dicha obligaçiôn»:
AHN, Nobleza, Osuna. 1860-9. Ha sido transcrito por A.B. Sànchez Prieto,
en La Casa del lnfantado ...ob. cit., II, pág. 415.
109. Acerca del significado de la traición, ver las consideraciones gé
nérales del artículo de L.V. Diaz Martin. «EI preludio de Ia guerra civil: la trai
ción nobiliaria en Castilla», Gênées m édiévale de L 'E spagne M oderne...ob.
cit., págs. 31-49.
— 243 —
WW"
— 244 —
tid a d " 2- En el último período medieval, su utilización por
' te de la nobleza se mezclaba con otros elementos de relación
Cernobiliaria, y quedaba fuertemente condicionada a intereses
'^aernáticos de estabilización o prom oción. En su vertiente
clientelar se proyectaban fórmulas de relación, consistentes en un
n te r c a m b io de servicios, — prestaciones/recompensas— orien
tado a la armonización de intereses. que si bien eran diferentes,
a p a r e c i an com o complementarios — protección/captación de
f u e r z a s . r e s p e c tiv a m e n te — .
Amor y amistad eran los soportes de la peculiar solidari-
dad nobiliaria. Encerraban una clara referencia a un âmbito de
afectividad y Iealtad. que, más allá de sentim ientos persona-
]es, se desenvolvia en una sintonia de intereses particulares,
d e l grupo cn concreto, o de afinidades de opción política. Eran
sólo estereotipos, que se utilizaban de forma récurrente para
justificar la union accidentai, esporádica e interesada de los
aliados. Con frecuencia, la Iealtad era atraicionada, y la amis
tad quedaba distorsionada por el interés individual, que podia
transformar súbitamente, la afectividad en «desafección». Por
eso. en los documentos que recogen las confederaciones se
insistia en la necesidad de que la amistad pactada fuese «ver
dadera», al tiempo que se incluian fórmulas que. demostrando
una indudable desconfianza. aclaraban la obligación de evitar
fraudes, o traiciones: «sin arte nin cabtela nin engano alguno,
e sin otra fiçion ni simulaçion que sean o ser puedan» n3.
— 245 —
L a f u e r z a d e l a s a n g r e t é n i a u n p a r t i c u l a r v a l o r com o aglu
t i n a n t e , y a s i s e r e f l e j a b a e n l a s a l i a n z a s . P e r o , e n cambio
p a r e c e q u e p u e d a d e c i r s e q u e a t r a v é s d e é s t a s s e trataba de
c o n s o l i d a r l a s r e l a c i o n e s d e p a r e n t e s c o n 4 . E s t i p o de v in c u
l a c i ó n s e e x t e n d i ô p o r t o d o s l o s p r o c e d i m i e n t o s , y , desde 1
g e n e r a l i z a c i ó n d e l a p r á c t i c a e n d o g á m i c a . s e c o n v i r t i ó en u
e l e m e n t o a r e n t a b i l i z a r a l s e r v i c i o d e f i n e s p a r t i c u l a r e s . El tér
m i n o y e l c o n c e p t o d e « d e u d o » , q u e s e i d e n t i f i c a c o n e l hech
d e t o m a r a a l g u i e n p o r p a r i e n t e , — t r a d u c i d o e n l a expresión
« d e u d o d e s a n g r e » — p a r e c e a l u d i r a q u e e n e s a circunstancia
d e e m p a r e n t a r s e r e c o n o c e u n a a f e c t i v i d a d , q u e s e derivaba d e
u n a s i t u a c i ó n d e r e c o n o c i m i e n t o e s p e c i a l . L a i n s i s t ê n c i a con
q u e a p a r e c e e n l o s t e s t i m o n i o s d o c u m e n t a l e s demuestra la
i m p o r t a n c i a d e l a t á c t i c a e n d o g á m i c a , c o n s u s derivaciones
p o l í t i c a s . E n t o d o c a s o , e l v í n c u l o d e p a r e n t e s c o , e n general
s e i n s t r u m e n t a l i z o , p o n i é n d o l o a l s e r v i c i o d e l o s i n t e r e s e s so
b r e l o s q u e , e n c a d a m o m e n t o y c i r c u n s t a n c i a , s e establecian
l o s c o m p r o m i s o s . Y s e c o n v i r t i ó , p o r t a n t o , e n u n eficaz ins
tr u m e n to e n la e s tr a te g ia s o c io p o l iti c a d e la a lta n o b le z a .
E n t r e l o s a r g u m e n t o s j u s t i f i c a t i v o s m á s f r e c u e n t e s , la «ra
z ó n » s e u t l i z a b a e n e l s e n t i d o d e i m p u l s o e n t r e n a t u r a l e in
t e l e c t u a l , q u e c o n d u c i a a v a l o r a r l a s c o s a s e n s u s términos
j u s t o s , y a p a r e c i a , a s i , c o m o l a m a n i f e s t a c i ó n d e u n a l ó g i c a na
t u r a l s u b y a c e n t e a l o s c o m p r o m i s o s , d e r i v a d a d e l o s vínculos
f a m i l i a r e s , o d e l c o n s e n s o s o c i o p o l i t i c o . E n c u a n t o a la inten-
c i o n a l i d a d p e r s e g u i d a , l a e x p r e s i ó n m á s u t i l i z a d a e r a la refe
r e n t e a l a « h o n r a » , u n c o n c e p t o a m b i g u o , q u e r e p r e s e n t a uno
d e l o s e l e m e n t o s q u e c o n t r i b u y ô d e f o r m a m á s d i r e c t a a mo
d e l a r l a i m a g e n d e l a n o b l e z a , t a n t o e n s u d i m e n s i o n subjeti
v a , p e r o , s o b r e to d o , e n e l m a r c o d e lo s s i g n o s d e o s te n ta c ió n
p r o p a g a n d i s t i c a , p o r l o q u e s u r e l a c i ó n c o n l a « f a m a » e r a muy
e s t r e c h a . S e a s o c i a b a c o n e l o r d e n , y s e p r o y e c t a b a n o sólo
— 247 —
a b o c a d a s , i n e v i t a b l e m e n t e , a l a v i o l ê n c i a e n general, y e ^ 3
t i c u l a r , a l a v i o l ê n c i a i n t e r n o b i l i a r i a . E l t a l a n t e b é l i c o an - ^
is e n te e n e lla s . c o m o e l á n im o n e p o c ia r ln r C|â
en p n n
c i p i o , la s in s p ir a b a : la « a m i s t a n ç a e u m d a d » d e u n o s se
t r a p o n i a a l a « ç i z a n n a e h o d i o » q u e s e m a n t e n i a c o n otros>i7 1
Y e l l o e r a a s í n o s ó l o c o m o c o n s e c u e n c i a . s i n o q u e , en realidgj"
a c t u a b a n c o m o i m p u l s o d e l a m i s m a , d e t a l m o d o que las
con.
f e d e r a c i o n e s s u s t e n t a b a n u n m o d o d e o p e r a r d e la
n°bleZa
c a r a c t e r i z a d o p o r l a v i o l ê n c i a c o m o a c t i t u d v i t a l . Por otra par
t e , n o e r a e l v a l o r l o q u e e s t a b a d e t r á s d e l a s c o n t i n u a d a s acti
t u d e s v i o l e n t a s d e l a n o b l e z a o , a l m e n o s , n o e n s u sentido de
« v i r t u d » n o b l e , c o n s i s t e n t e e n l a p r á c t i c a h o n r o s a d e lucharcon
t r a e n e m i g o s e n c o n d i c i o n e s d e r a z o n a b l e i g u a l d a d ; por el con
t r a r i o , e r a m á s b i e n e l m i e d o l o q u e l e s l l e v a b a a blindarse de
e s t e m o d o 118. Y . f i n a l m e n t e , n o s e t r a t a b a s ó l o d e l a suma de
r e c u r s o s m i l i t a r e s l o q u e b u s c a b a n l o s i n s e r t o s e n e l grupo de
a c c i ó n e n q u e d e s e m b o c a b a l a a l i a n z a , s i n o q u e l o s métodos que
s e d e s p r e n d e n d e l a s n e g o c i a c i o n e s h a c e n r e f e r e n c i a a prácti
c a s r e c í p r o c a s d e p r u d ê n c i a o d e a s t ú c i a , c o n s i s t e n t e s básica-
m e n te e n d e la c io n e s , y h a s ta e s p io n a je .
E n d e f i n i t i v a , l o s p a c t o s p o n e n d e r e l i e v e t o d a u n a propa
g a n d a d e v a l o r e s y s e n t i m i e n t o s p r o p i o s d e l a i d e n t i d a d de la
n o b l e z a b a j o m e d i e v a l , p e r o a l m i s m o t i e m p o e n c i e r r a n un des-
p l i e g u e d e e l e m e n t o s a n t i t é t i c o s , p r o p i o s d e l o q u e podríamos
c o n s id e r a r u n a v e r d a d e r a a n tip r o p a g a n d a n o b ilia ria .
— 248 —
O PIE D A D V I N C U L A D A Y E N A J E N A C I O N E S .
PR M ÉTODOS Y L Ó G I C A S N O B I L I A R I A S
E N L A C A S T IL L A T A R D O M E D IE V A L
O D U C C IÓ N . L a te n d e n c ia a l a s e n a je n a c io n e s
pE LA P R O P IE D A D VINCULADA
En la s ó l i d a y c o h e s i o n a d a e s t r u c t u r a d e p a r e n t e s c o n o b i -
Üario la s i t u a c i ó n p a t r i m o n i a l s e d e s a r r o l l o d e a c u e r d o c o n e l
sistema d e p r o p i e d a d v i n c u l a d a , p o r e l c u a l , l o s b i e n e s a c u m u
lados y t r a n s m i t i d o s d u r a n t e g e n e r a c i o n e s c o r r e s p o n d i a n , e n
realidad. a l l i n a j e , y n o p o d i a n s e r g e s t i o n a d o s c o m o p a t r i m o -
nio personal ’ . S i n e m b a r g o , l o s t i t u l a r e s d e m a y o r a z g o s d e s a -
rrollaron u n a f u e r t e t e n d e n c i a a l a m o d i f i c a t i o n , y , e n c o n c r e t o ,
a la e n a j e n a c i ô n d e b i e n e s , q u e s e i n t e n s i f i c o d e s d e l a s e g u n d a
mitad del s i g l o X V 2.
— 249 —
Su máximo nivel se alcanzó durante el reinado de los a J !
Católicos. En este período, en el que se va a centrar el ^
trabajo, las instituciones de mayorazgo seguian mantemendo***
habituales cláusulas de prohibiciôn de enajenar los bienes "
lados, de los que se decia expresamente que
— 251 —
El fondo de la cuestión radicaba en el interés dem
por los titulares de los linajes por, literalmente, «m uda^ 0
mayoradgo» 6, que ponia en marcha la instancia a la m ^
quia con vistas a la obtención de la correspondiente facui**'
que los reyes otorgaban para poder libremente tener e fa? /
los bienes de mayorazgo) com o de cosa suya 1.
Los poseedores de propiedades vinculadas presentaban
súplica a los monarcas, habitualmente por anticipado SÜ
poder realizar las más diversas enajenaciones de villas I
res, fortalezas, inmuebles, rentas. etc. En muchas o c a s io
no se precisaba el alcance y contenido de los bienes a apar
tar. por lo que la licencia regia se otorgaba en términos am
plios, com o en el caso de la concedida por Isabel I al conde
de Fuensalida, en octubre de 1496, para que, literalmente
— 252 —
Y no faltan casos en los que se determinaba con e x a ctitu d
valor econôm ico de los bienes sujetos a enajenaciôn, fijan<T
asi el limite en una cantidad concreta, com o se e x p r e s a e n °
docum ento de agosto de 1490, referente a don F a d r iq u e En '
quez. en cuyo encabezam iento se lee: «Para q u e l alm iran tè
pueda sacar de su mayoradgo cuento y medio de ren ta p ara
don Bernaldino, su hermano» ,ü.
La manipulaciôn de los m ayorazgos se traducia, a veces
en sim ples trueques. y las licencias regias, en ocasiones sé
otorgaban con la condición de sustituir las propiedades apar
tadas por otras equivalente, de m odo que. en principio, no ten
dria que suponer graves pérdidas para el patrimonion . Una
Guzm àn, para hipotecar la villa de Orgaz; Burgos, 11 enero 1497, fol. 4 don
Garci Fernândez M anrique. conde de C astaneda y m arqués de Aguilar. y su
hijo m ayor Luis M anrique, para obligar los lugares de Viilanueva e Iscarcon
su fortaleza: Burgos, 11 enero 1497. fol. 5, don Pedro de Ayala. conde de
Fuensalida. para obligar su villa de H uecas y la dehesa de Portusa, término
de G uadam ur; Burgos, 21 abril 1497, fol. 8 y 9 don Diego Hurtado de Men
d oza senor de Canete, para obligar las villas de Una, Poyatos y Tragacete-
Burgos, 3 mayo 1497, fol. 6, don Juan M anrique y su hijo Fadrique Manrique
para vender el lugar de Villalumbroso: Ocana. 11 enero 1499, fol. 1, don lnigo
M anrique para hipotecar los bienes que ténia en M âlaga y su tierra.
10. Corresponde el párrafo al docum ento localizado en RGS, 17 agos
to 1490. Córdoba, fol. 12. De entre los otros casos que se conservan en ese
m ism o fondo docum ental, destacan los siguientes: Sevilla, 1 abril 1491, fol.
5. don E nrique de Acuna, conde de Valencia de don Juan, recibiô tras su sú
plica a la monarquia, facultad para obligar bienes por valor de 5.000.000 mrs.;
Real de la Vega de Granada. 30 agosto 1491, fol. 1, don Alvaro de Sotomayor
conde de Camina para obligarse hasta 2.095.000 mrs.; Madrid, 3 febrero 1495,
fol. 20. don Garci Fernândez M anrique, conde de Castaneda y marqués de
A g uilar, p ara em p en ar un lugar h asta 2.000.000 de m rs.; 21 julio 1495,
Burgos, fol. 7, don Álvaro de Zûniga duque de Béjar, para vender bienes hasta
un total de 500.000 mrs. Burgos, 6 mayo 1497, fol. 7, el duque de Béjar para
sacar de su m ayorazgo 204.907 mrs.
11. Un ejem plo: RGS, Alcalá de Henares, 20 enero 1486, fol. 3. con-
firm ación regia, a pelición de don Juan Hurtado de M endoza senor de Cane
te, y su hijo y heredero Honorato de M endoza, del trueque de Beamud, La
Frontera, las casas «dichas del cardenal» en Cuenca, y otros bienes del ma-
— 254 —
ión usual se daba con la desvinculación de propiedades
as para adquirir otras en su lugar de implantaciôn. bus-
Ho una concentración en el espacio, que resultara más fa-
rable para las expectativas patrimoniales y senoriales 12.
hecho por el prim ero con su herm ano don Inigo López de Mendoza.
os documentos referentes a este linaje perm iten observar lo que era un
ortamiento habitual com o se verá a lo largo del trabajo: del m ayorazgo
comp°n
dl He Canete. instituido por don Diego Hurtado de M endoza y su esposa
(tonal
origina
: Teresa de G uzm án en Cuenca, 10 de abril de 1442, ver, AGS, Diversos
Castilla, leg- 38, núm . 7, se habían sacado, vendido y trocado bienes, y,
a d e m á s sabemos que posteriorm ente Juan Hurtado de M endoza solicito de
l o s monarcas, en 19 de febrero de 1487, facultad para instituir un segundo ma-
— 255 —
Es indudable que en la política econôm ica de la alta
bajom edieval. que habia experim entado un proceso de eZa
ciô n para adecuarse a las nuevas circunstancias, se obse ^
critérios de racionaiidad. m uy presentes, especialm ente
com portam iento de las grandes casas a finales del sig |0 X y u
el interés por mejorar la rentabilidad del patrimonio propici' 1
d esp lazam ien to de a lgu n os b ien es v in cu lad os, y se kO ly îA
j
.
m ediante estrategias diversas, orientadas en muchas ocasion
al lucro. que se encontraba explicitam en te entre las causasd»!
las prohibiciones de enajenaciôn inherentes al mayorazgo
gûn se ha puesto d e relieve a n te s 14. Las enajenaciones estab®.
a m enudo. estrecham ente relacionadas con el deseo, o con la
n ecesidad de liquidez 15. El sistem a de valores nobiliario que
aunque mostraba ciertas innovaciones, seguia potenciando mj
especial m odo de vida, supuso para la nobleza de fines del pe
riodo m edieval una política d e gastos crecientes derivados de su
estatus, entre los que destacaban el con su m o suntuario, y igj
actividades politico-m ilitares. Estas últimas, tuvieron, a veces
un alcance extraordinario, co m o por ejem plo, con motivo de las
— 256 —
el reino, según sucedió precisam ente en el período que
c r'S'S ^ a en el que la participación de la nobleza en la guerra
n°S sión produjo agobios eco n ô m ico s, que, en bastantes ca
fte suC (jvaron la decisión d e enajenar bienes por cuantias im-
s°s' 111 16 y . d esd e lu ego. las licen cia s co n ced id a s por los
P°r arCas en bastantes o ca sio n e s aludian exp resam en te a la
1110 idad econôm ica com o razón de las enajenaciones l7.
neCLpóro además de esto. hay que tener presente que la ena-
‘ón de bienes vincu lad os constituía un fen ô m en o de am-
• nerspectivas. en cu yo desarrollo se observa una estrecha
L» ión con las com p lejas ló g ica s qu e regian las relacion es
de| parentesco nobiliario 18.
— 257 —
E n l a t r a n s m i s i ô n p a t r i m o n i a l a l o l a r g o de sucesivas g
n e r a c i o n e s , p e s e a e s t a r d e f i n i d o s l o s c r i t é r i o s sucesorios e
e l s i s t e m a d e m a y o r a z g o , s e p r o d u j e r o n f r e c u e n t e s ir r e g u la r U
d a d e s ; l o s c a s o s d e « d e s h e r e d a m i e n t o » d e l l l a m a d o a suceder
e n e l p a t r i m o n i o , o l a i n c o r p o r a c i ó n , p o r p a r t e d e l o s herede-
r o s — e n s u c l a r a t e n d e n c i a d e n o s ó l o p r e s e r v a r , s i n o también
a c r e c e n t a r la e n t id a d d e l m a y o r a z g o , d e b i e n e s de o t r o s pa.
r i e n t e s , e r a n s i t u a c i o n e s b a s t a n t e c o m u n e s , q u e desem bocar^
e n f r e c u e n t e s p l e i t o s e n t r e f a m i l i a r e s p o r e l c o n t r o l d e l p a t r i
m o n i o , t a n t o m a t e r i a l , c o m o s i m b ó l i c o , q u e s e i n c l u í a e n el
m a y o r a z g o , o p o r e l m a n t e n i m i e n t o d e s u s correspondientes
c u o t a s h e r e d i t a r i a s 19. L o s l i t i g i o s p r o v o c a r o n l a q u i e b r a de las
r e l a c i o n e s , a l o l a r g o d e p r o l o n g a d a s e t a p a s d e desafectoque
s o lía n z a n ja r s e a l c o n c lu ir c o n la firm a d e « ig u a la s » o «con-
— 258
\ 20 E n c a s o s c o m o é s t o s , l o s b i e n e s d e l m a y o r a z g o ,
c0rC*'aSv e c e s s e h a b í a l o g r a d o c o n e s f u e r z o , s e r v í a n , a t r a v é s
' e n a j e n a c iô n , p a r a a t e n d e r a l o s g a s t o s d e r i v a d o s d e l m i s -
& la ^ , e s o , y h a c e r f r e n t e a s u r e s o l u c i ó n 21.
^ El p r 0 P '° r é g i m e n d e v i n c u l a c i ó n p a t r i m o n i a l s u p o n í a
.
^portantes r e s tr i c c io n e s e n lo s d e r e c h o s d e lo s e x c lu íd o s . A s i,
22. Se trata del docum ento citado supra: RGS, Zaragoza, 3 de octubre
de 1492, foi. 12. concesión de facultad al m arquês del Cenete. para instituir
un m ayorazgo de todos sus bienes.
23. Interesantes consideraciones al respecto. en B. Clavero. ob. cit.. en
especial. 169-180. En la doctrina y en las actitudes regias, a veces. se detec-
tan determ inadas convicciones morales, tendentes a sistem as menos rigidos
en el reparto de la herencia. aunque sin plantear claram ente los métodos
conpensatorios.
— 260 —
F , 24 ei titular del mayorazgo, en su función de «parien-
deUI debía atender, de algún m odo, a esas expectativas
16 jjsfrute patrimonial de los parientes próximos. La solida-
de co h e s iô n del linaje exigian que el conjunto de miembros
v ie r a n un adecuado nivel socioeconômico correspondiente
n,antuosieiôn; y de esta realidad se derivaban, desde la nece-
Î L g d d e a s e g u r a r la posición de las madres en su situación de
u d e d a d . hasta la de mantener la honra y dignidad de los va-
? es y d o t a r convenientem ente a las mujeres de la casa para
matrimonio- E n definitiva, a todas estas situaciones, de pre-
te n siô n de derechos hereditários, se les daba salida. habitual
mente utilizando algunos de los bienes del mismo mayorazgo.
e r e s u l t a b a n donados. vendidos, traspasados. o hipotecados
s a tis fa c e r las demandas, y, en general, compensar los de
re c h o s de los parientes. De este modo, las enajenaciones fun-
c io n a b a n com o elem en tos correctores de los abusos, pero
ombién, de las contradicciones internas del sistema.
R e s u lta muy frecuente. por un lado, la situación por la que
el b e n e fic iá r io del mayorazgo solicitaba licencia para enaje-
nar a lg u n o s bienes con los que cumplir determinadas mandas
testamentarias, con relacion a derechos de las viudas, o de és-
tas y los hermanos 25. La salida de propiedades sujetas a vin-
— 262 —
e mayoradgo», por las que los monarcas permitian, en
tressa ^ gjjnjrante don Fadrique Enriquez, «sacar algunos
eSlÊ C| e heredamientos, e rentas e bienes el dicho vuestro
' aSa r a d g o . especialmente para lo dar e dexar a don Bernai-
rI'a'°g nrjqUez vuestro hermano». con el usual com prom iso de
cir en el mayorazgo bienes equivalentes para compen-
in‘r; as pgr(jidas «p oniend o otros tantos b ien es e rentas e
^sallos en el dicho vuestro mayoradgo. com o sacásedes dél».
' t a b le c ie n d o , además. que los bienes acrecentados debían
^ vcp «con aquellos vínculos e oblígaçíones con que estauan
d ic h o s bienes que asy sacáredes» . Razones de peso mo-
on en este caso. el interés por apartar estos bienes vincu-
ados según se documenta unos meses después, en otra solícitud
del Almirante- En ella. trataba de justificar su décision, en pri-
r lugar. en razón del incremento patrimonial experimentado
n su período de titularidad -—«por graçia de Nuestro Senor
e por merçed de vuestra Alteza, en mi poder la dicha casa de
mjs anteçesores es acreçentada e aumentada de mucho mayor
sen orio e renta»— , aludiendo, en concreto, a la obtencion del
con d ad o aportado por su esposa com o heredera — « y o tengo
e p o s e o el condado de M odica que es cosa de grand senorio
e rentas» — , de modo que ambos patrímonios unidos pasarian
com o mayorazgo acrecentado a su posible heredero; no obstan
te. en prévision de falta de descendencia, don Fadrique inten-
taba transmitir a su hermano un soporte econôm ico, consistente
en un millôn y medio de mrs. de renta anual, para mantener su
posición — «porquel dicho don Vernaldino mi hermano no tie-
ne bienes ni fazienda ni las rentas e vasallos segund quien es e
meresçe tener»—-, y esto estaba especialmente orientado hacia
una alianza matrimonial con la hermana de su esposa, dona Isa
bel de Cabrera, que permitiera la union de casas y fortunas, de
modo que, según indicaba, literalmente,
— 263 —
mi hermano se oviere de desposar e casar con ella
tas casas de mis anteçesores e más la casa e co n d a d o ^ °S'
brera (sic) questán juntas por merçed e mandado d ■*^ <”a'
Alteza que non se dividiesen ni apartasen sy a Nuest ' Uesira
pluguiere que yo e la dicha condesa non oviérem os'f^ **
consuno 28. '■|0s
— 264 —
na de Ias causas más frecuentes e importantes de enaje-
^ ón. El incremento de su cuantía a lo largo de la Baja Edad
JJtedia, y. de m odo especial a finales del siglo XV, convirtió
práctica en generalizada necesidad, según se reconoce ex-
^sam ente en documentos com o el referente al conde de Alba
Liste- que solicitó a los reyes facultad para vender el lugar
de villacís. de su m ayorazgo, con vistas a obtener liquidez
pagar el dinero de las dotes de sus hijas 31.
La muestra documental aqui analizada, y en general, los
testimonios y estudios sobre casas y linajes nobles, ponen de
relieve que las capitulaciones matrimoniales solían gestionarse
con |a enajenación, generalm ente temporal — aunque el in-
cumplimiento de las condiciones podia convertirla en defini
tiva— , mediante el sistem a de hipoteca, de bienes diversos,
decidida por el padre, com o titular del mayorazgo, aunque en
muchos casos se trataba de involucrar al hermano, a pesar de
que sus intereses com o heredero podían quedar afectados. Un
claro ejemplo de estas estrategias matrimoniales, que, frecuen
temente, desembocaron en la desvinculación de propiedades
del m ayorazgo por parte d el titular, y del hijo llam ado a
heredarlo, es el referente al duque de Nájera, don Pedro Man
rique, y a su primogênito, don Manrique, a quienes los monar
cas se dirigían en los siguientes términos:
31. El solicitante era don A lonso E nriquez de Guzm án. titular del ci
tado condado: RGS, M adrid, 24 enero 1495, foi. 16
vasallos al dicho don Carlos en çinco anos primeros venideros
y en prendas e hipoteca de los dichos mrs. le aveys de dar la <)•'
cha villa de Sant Pedro con su fortaleza e juridiçiôn e vasalloi
et porque la dicha villa e vasallos es de vuestro mayoradgo n<^
suplicastes e pedistes por merçed que vos mandâsemos dar
nuestra carta en que por ella vos diésemos licencia e poder ç
facultad para lo poder diuidir y dar e enajenar y enpenare hi
potecar en la manera que dicha es...lo qual por nos vistoe por
vos fazer bien e e merçed, e porquel dicho casamiento...sea
cumplido e guardado, tovímoslo por biên
— 266 —
ear al m ism o tiem po a los padres de ambos contra-
hacia
•jla 16 marzo 1478, foi. 12. de la reina, y Sevilla. 27 de mayo de 1478, foi.
** j e ambos m onarcas. Ver detalles sobre Ia cuantía de la dote entregada —
'Uones de mrs., importantes rentas anuales, oro y plata— en mi libro No-
îfc w y senorios... 266. Sobre el mayorazgo de Portocarrero. trata la monografia
^ a Gonzalez Gómez. E l senorio de M oguer en la Baja E dad Media. 1248-
]$J8 Huelva. 1977; recientemente. me he acercado a la situación de este per
sonne P°r su en*ace con 'a ^eredera del m aestre de Santiago, don Alonso de
Cárdenas. en un trabajo titulado «Critérios y estrategias de reproducción de las
asas nobles tardom edievales. Los Cárdenas de la Puebla del M aestre». Ho-
menaje al Prof. José M arques, Porto, 2004 (en prensa).
34 . Un ejemplo de ello: los monarcas accedían a que el conde de Salinas.
Don Diego Gómez Sarmiento. y su heredero. Diego, pudieran obligar bienes de
su mayorazgo. para la dote de su hija y hermana. respectivamente, Maria Sarmien
to y en el mismo documento, consentían que don Diego de Rojas hiciera lo mis-
mo con vistas a la donación que, en casamiento, iba a efectuar a su hijo Juan, para
su enlace con la citada senora: RGS, Ocana, 3 de marzo de 1499, foi. 5.
35. U naselección de los num erosos testim onios del RGS: M edina del
Campo. 6 noviembre 1480, foi. 11, el conde de Oropesa recibía de la reina el
derecho de hipotecar ciertos bienes de su m ayorazgo, para la seguridad de la
dotación de su esposa dona Guiom ar de Mendoza, hija del conde de Coruna;
sobre el estado de Oropesa, ver. entre otras publicaciones, la de A. Franco Sil
va, «Oropesa, el nacimiento de un senorio toledano», AEM, 15, (1985), 299-314.
RGS. Córdoba, 31 octubre 1490. foi. 257, el m ariscai Payo de Ribera para ven
der la heredad de Mochares con que com pletar el importe de la dote y arras de
dona Juana de Toledo, viuda de su hijo; Sevilla, 1 abril 1491, foi. 5, don Enri
que de Acuna, conde de Valencia de don Juan para obligarse hasta 5.000.000
de mrs. para la dote y arras de su mujer dona M.“ de Ayala; Real de la Vega de
Granada, 30 agosto 1491. fol. 1, don Álvaro de Sotomayor, conde de Camina,
para obligar hasta 3.095.000 mrs. de arras y dote de su m ujer dona Inès de
Monroy; Santa Fe, 7 febrero 1492, foi. 8, don P edro M anrique, conde de
Osorno. para obligar ciertos bienes de su m ayorazgo a la dote de su esposa D.1
Maria Cabrera hija de los marqueses de Moya; sobre el linaje y su senorio, ver
D esde la óptica monárquica, se puede observar el '
de los reyes por intervenir en la compleja política m atrirno^
del grupo altonobiliario, contribuyendo así al diseno de Ia*1'3'
rrespondiente estrategia, sobre todo, en el caso de persona
de su entorno más cercano 36. Entre los ejemplos que pued
el artículo de P. Molina, «La form ación del patrim onio de los marques
Moya», E M (la) E(spaiia) M (edieval) 12 (1989), 285-304; RGS, S egcv^ jn
julio 1494. foi. 21, don Juan Arias de Ávila, senor de Torrejón, obtuvo licenc'
para obligar ciertas heredades a la dote y arras de su mujer dona Maria Girô^
hija del conde de Cifuentes; sobre la casa de los Silva, titulares de este condâ^
do: B. Riesco de Iturri, «Propiedades y fortuna de los condes de Cifuentes- la
constitución de su patrimonio a lo largo del siglo XV», EEM, 15 ( 1992 ) 137
159; RGS. Madrid, 19 febrero 1495, fol. 21, don Juan de Portocarrero conde
de Medellin. para obligar ciertos bienes de su mayorazgo a la dote de su mu
je r la condesa dona Inès de Ribera; Madrid, 16 marzo 1495, fol. 9, don Este
ban de Guzmàn, para obligar e hipotecar la villa de Orgaz a la dote y arras de
su m ujer dona Isabel de Mendoza, hija de los condes de Tendilla; Burgos 21
abril 1497, fol. 8, y fol. 9, don Juan Hurtado de M endoza senor de C anete.p ara
obligar Una, Poyatos, y Tragacete, de su m ayorazgo, a la seguridad de la dote
y arras de dona Isabel Cabrera, hija de los marqueses de Moya, que iba a ca
sar con su nieto, don Diego Hurtado de M endoza: cfr J.l. Ortega Cervigôn, ob
cit., y M.4C. Q uintanilla Raso, «Im plantación de la nobleza.», ob.cit., y «Mar
cos y formas de proyección.», ob.cit. Otros testimonios sobre dotes y arras eje-
cutadas sobre bienes de mayorazgo, en I. Beceiro y R. Córdoba, ob. cit., 179,
36. Asi se expresa en algunos docum entos de enajenaciones para dotes,
com o los siguientes: RGS, Burgos, 20 julio 1495, gol. 8, don Diego de Ztmiga
recibia facultad para obligar ciertos bienes de su mayorazgo a la seguridad de
la dote y arras de su esposa, dona M.* de Velàzquez, de la que se decia que era
dam a de la reina; Granada, 30 de julio de 1499, fol. 4, a don Juan de Vega y a
Fernando de Vega, para obligar ciertos bienes a la dote de Ia esposa de Fernando,
dona Blanca Enriquez, hija del conde de Buendia. igualmente dama de lsabel
I. Fernando de la Vega, gobernador de Galicia para su enlace, decidiô obligar-
se, textualmente, por «el dote que con la dicha dona Blanca recibiô», y para te
ner «seguras las arras, a lo que los monarcas accedieron para que pudiese obligar
qualesquier bienes del dicho m ayoradgo... la quai dicha obligación vala bien
asy e a tan complidamente .. .como sy fuesen bienes partibles». Granada, 30ju-
lio 1499, fol. 4. En estos casos, habitualm ente la m onarquia contribuía a asen-
tar las bases econômicas de la célula conyugal, con generosas donaciones a las
seiioras, «en casamiento».
— 268 —
r más ilustrativos, podemos senalar un enlace que ge-
r£S de los mayorazgos del padre, el marqués
.p a je n a c io n e s
ner? ui|ar, y del esposo, el conde de Fuensalida, y que fue
• to de interés especial por parte de la monarquia, por la
- rción de la esposa, dona Catalina Manrique, en el entor-
'ní dc Ia reina. Por un lado, don Garci Fernández Manrique
° ° ués de Aguilar y conde de Castaneda, solicito licencia
^ j a para empenar un lugar de su m ayorazgo con el fin de
l^ener dos m illones de maravedíes, necesarios para dotar a
hija en su enlace con el conde de Fuensalida. mientras. por
'u parte, el conde lo hizo para obligar algunos bienes de su
may0razgo a la dote de su esposa 37. En 1496, la reina se di-
ri ía al esposo, para, literalmente, conceder «licencia al con
de de F u e n s a lid a para obligarse al dote y arras de su muger»,
a quien mencionaba com o «dama de mi casa», con la que se
había «desposado por palabras de presente» y con la cual se
ie habían prometido
en dote e casamiento çiertas contyas de mrs. e otras cosas, e que
para saneamiento e seguridad del dicho dote e de las arras, que
vos le prometisteis e se asentó que vos dariades e ypotecaríades
algunos de vuestros bienes que bastasen para el dicho sanea
miento.
37. RGS, M adrid, 3 febrero 1495, foi. 20; y Santa Fe, 16 abril 1492. foi.
10, respectivamente. A propósito de cada uno de esos linajes y estados, ver
el libro de R. M ontera Tejada. ob. cit.. sobre el m arqués de Aguilar, y el de
A. Franco Silva, sobre E l condado de F uensalida en la B aja E dad Media,
Universidad de Cádiz, 1994.
— 269 —
...le dio «liçençia e autoridad, poder e facultad»... para J
cuando quisiere, pudiese obligar e ypotecar los bienes necesj^
rios para el saneamiento. pasando por encima de las prohibicio
nes y limitaciones del propio mayorazgo, que, sin embargo s o l '
se derogaba «en quanto a esto atane, quedando en su f u e r ç a e
vigor para en todas las otras cosas adelante»38. Dote y arras
aparecen. asi com o un elemento, en cierto modo, distorsionador
de la vinculación patrimonial. Pero, en cualquier caso, las a lia
zas matrimoniales eran un aspecto clave en los procesos d e re
producciôn de las casas nobles, que proporcionaba importantes
rentabilidades políticas, sociales, o simbólicas, con las q u e se
solían compensar los desequilíbrios patrimoniales.
Entre las lógicas de los procesos de enajenación relacio
nadas con el sistema de parentesco ocupó también un papel
determinante la fundación de m ayorazgos secundários o m e
nores. Esta realidad, muy extendida en el caso del segmento
altonobiliario a fines del m edievo, resultó posible, porque lo s
cuantiosos patrimonios acum ulados permitian desgajar u n a
parte, manteniendo los valores y contenidos necesarios p a r a la
perpetuación de la entidad y la «dignitas» del mayorazgo p r in
cipal, y resultó, además, conveniente para las grandes c a s a s ,
38. RGS, Burgos, 2 octubre 1496, fol. 10. U n ano más tarde, los im
plicados en el enlace seguian solicitando licencia para la enajenación de bie
nes concretos: el m arqués de A guilar lo hizo involucrando a su heredero, don
Luis M anrique, que, de este modo, aceptaba la décision de obligar los luga
res de Villanueva e Iscar, con su fortaleza, para el cum plim iento de la dote de
su herm ana; al mismo tiempo, otro docum ento real de la m isma fecha otor-
gaba al conde de Fuensalida la facultad para hipotecar su villa de Huecas y
la dehesa de Portusa, en térm ino de Guadamur, para seguridad de la dote y
arras de dona Catalina: Burgos, 11 enero 1497, fol. 4, y fol. 5, respectivamen
te. El caso ha sido considerado por parte de los autores citados supra, nota
37: en este sentido. A. Franco trata con m ucho detenimiento, en concreto, 101-
102. lo com plejo de la gestion de esta dote, estableciendo, además, interesan
tes co n sid eracio n es generales sobre lo que aqui se ha puesto también de
relieve, el elevado capítulo de gastos que las dotes representaban en el âmbi
to de las capitulaaciones m atrim oniales de la alta nobleza.
— 270 —
e signifie3*33 I3 ampliación de los instrumentos de pro-
P°canda del poder del lin aje39.
La multiplication de m ayorazgos se difundiô en las últi-
décadas del siglo XV. Los Reyes Católicos, aparte de las
'"merosas licencias para instituir lotes amayorazgados para
nU rimogénitos, accedieron frecuentemente a la fundación de
ademâs del principal, en el seno de los linajes. En el
je la alta nobleza, se habían ido constituyendo en distin-
generaciones algunos mayorazgos para los segundones, lo
ue permitió el sucesivo desgajam iento de líneas familiares,
neralmente en franco y rápido proceso de consolidación,
arte del tronco del que procedían 40. Pero además, a fines del
eríodo medieval, lo que se produjo fue la institution de va
lets mayorazgos al mismo tiempo, una tendencia que se dió,
incluso en algunos linajes m enos consolidados, y que se pue
de observar en casas de la nobleza de primera fila, com o la de
los Enriquez 41.
q u e a c e p t a b a n que pudiera
— 273 —
A veces. la institución de m ayorazgos menores s e pr0(j
cia con la condicion expresa de no perjudicar la en tid a d dei
m ayorazgo principal. A si. entre otros ejem plos, en en ero (L
1492 don Pedro Enriquez adelantado de Andalucia, o b te nj
«licencia para mayoradgo». para poner en práctica la sig u ient
décision: partiendo del argumento de la «abundancia d e bie
nes». — «villas e lugares e bienes e muebles e mrs. d e ju r o de
heredad e otras rentas que vos pertenecen por justos e dere
chos titulos»— , y del habitual recurso a la «necesidad» y «j^,
ta causa», «por algunas justas cabsas ...complideras a salud de
vuestra ánima e descargo de vuestra conciencia e a vuestra
honrra e de vuestros d eçen d ien tes» ,... queria, en realidad
«disponer de los dichos b ien es»... de los que se especificaba
que. literalmente, «non sean de mayoradgo. nin de lo s qUe
ovistes con la dicha dona Beatriz (de Ribera) vuestra primera
muger, e syn perjuizio de terçero» 45.
Pero no siempre se respetaba dicha condicion, p or lo que,
en bastantes casos, los nuevos m ayorazgos se e s ta b le c ia n a
costa de bienes del antiguo, mediante enajenaciones. m otivan
do asi las quejas y denuncias del heredero de la casa.
C o n c l u s io n . L o s d e r e c h o s d e l s u c e s o r f r e n t e a l a s ena
je n a c io n e s
45. Ibidem, Santa Fe. 25 enero 1492, fol. 3; sobre los Adelantados, M.A.
Ladero Quesada. «De Per Afán A Catalina de Ribera. Siglo y medio en la his
toria de un linaje sevillano (1371-1514)», EEM , 4 (1984), 447-497, dondese
trata la reintegración, a la m uerte de don Pedro, de la mayor parte del patri-
m onio antiguo, que había experim entado diversas situaciones de desvincula-
ción. Por citar otro ejem plo: Sevilla, 9 diciem bre 1490, fol. 5, don Garci
Fernândez M anrique y dona A ldonza de Ayala, su mujer. recibian facultad
para crear otro m ayorazgo con sus bienes en Andalucia. a su hijo don Irïigo
M anrique. sin perjuicio del ya hecho a su hijo don Bernaldino Manrique.
— 274 —
' jos titulares, en las grandes casas nobles. Con ello se
estra un innegable interés de la alta nobleza por gestio-
ictivamente sus propiedades. con vistas a la obtención dc
H , minados objetivos, bien directamente econôm icos, rela-
•^ados con intereses lucrativos y con necesidades derivadas
C su posición sociopolítica, o, en m uchos casos, orientados
cornp|ejas lógicas derivadas del sistem a de parentesco. La
aoiuntad de enajenar bienes vinculados, que fueron cam bia
dos traspasados, hipotecados, o apartados, temporal o defini-
• atnente en esas últimas décadas del siglo XV, fue, en muchos
os reconocida por la monarquia, a veces incluso después
He haberse llevado a cabo la enajenaciôn 46.
Estas decisiones se llevaban a cabo, muy a m enudo. en
contra de los intereses de los herederos del mayorazgo prin-
cjpal Existen testim onios que ponen de relieve la capacidad
de r e a c c ió n de éstos. quienes, al sentirse fuertemente perjudi- -
cados en sus intereses, trataban de defenderlos, procurando de
los reyes el respeto hacia el m ayorazgo antiguo y consolida
do en la casa, con quejas sobre el habitual argumento de «su
ag rav io e perjuyzio. e notoria injusticia»... y aiïadiendo ade
más la gravedad de haber actuado «contra la horden e dispu-
siçio n e vin cu los»... con que se habían establecido los «m a
yo razg o s antiguos e vinculados»..., de tal forma que la súplica
m o tiv ab a la intervención regia encaminada a «proueer e reme-
46. RGS. Medina del Campo. 19 septiem bre, 1480, foi. 142: los m o
narcas aprobaban la venta, y a realizada, por el duque de A lba al monasterio
de San Juan de los Reyes de Toledo, de dos pares de casas que, por estar «in
clusas e vinculadas en el m ayorazgo, las non podistes vender nin exim ir nin
apartar nin sacar del dicho vuestro m ayoradgo syn nuestra licencia»,...sin
embargo de lo cual, ante la súplica posterior, respondian que, «por vos fazer
bien e m erçed ...av ien d o aqui por ynserta e incorporada la dicha carta de
venta...la confirm am os e aprobam os...com o sy con licencia nuestra la fizié-
redes». Otro ejem plo de confirm ación y aprobación a posteriori: ibidem, 16
marzo 1495, Madrid, fol. 1. a don Pedro M anrique, senor de Valdezcaray, de
la venta del lugar y fortaleza de Santurde.
— 275 —
diar con justiçia», negando la licencia, o revocando la exjs
— 276 —
I . . reSp0nsabilidad a los destinatarios de los bienes ena-
8ra 49 La décision regia podia zanjarse con la anulación
jL'n ,ua|qUier derecho de terceros y la devolución de lo adqui-
P asi com o del precio correspondiente, pero eran conse-
^ ° cias habituales de estos com portamientos la pérdida de
° ancias para uno y otro, e incluso la imposición de multa 50.
® c0nsideraciôn de indebidas para estas desvinculaciones,
las razones apuntadas. motivó, además, la ém ision de or
denes regias a los concejos, oficiales y vecinos de los senorios
riesgo de enajenación, por las que el derecho de toma de
seSiôn del sucesor en la casa, debia serle reconocido en sus
illas y lugares, sin atender a posibles derechos de terceros 51.
4 9 . RGS, Barcelona, 12 junio 1493, fol. 77: denuncia, por com pra in-
debida de don Alfonso Fernândez de Córdoba, senor de la casa de Aguilar,
en la Que se acusa^ a a * c ° m P ra d o r de haber contravenido las ordenes regias:
«aviendo Nos m andado e defendido por nuestras cartas e m andam ientos que
ninguna nin algunas personas non com prasen bienes razyzes algunos que fue-
sen de don Françisco de Benavides.. contra el ténor e form a de la dicha nues-
tracarta e de la dispusiçion del dicho mayoradgo. aveys comprado e comprastes
un lugar que se llam a Santa Cruz». Ver m ás detalles en mi libro N obleza y
senorios,... 291, donde se indica que la razón de la venta fue el pago de unas
deudas.
50. Se hacia constar que. literalmente, «qualquier em penam iento e obli-
gaçión e hipoteca non valgan, e sean ansi ningunos e de ningund efecto e va
lor»: AGS, Diversos de Castilla, leg. 39, núm. 47, provision de Isabel 1, de
1489. En el docum ento antes com entado sobre la com pra indebida de Santa
Cruz, se contiene la siguiente advertencia: «que ninguna nin alguna persona...
non sea osado de com prar b ienes... sopena que si los com prare, que pierda
el preçio que por ellos dyere, e más otro tanto de sus bienes para nuestra câ
mara e fisco, e que la venta sea en sy ninguna, e que por ello non pase nin
pueda pasar el senorio ni posesyiôn de los dichos b ien es... en la persona que
asy los comprare», RGS, Barcelona, 12 junio 1493, fol. 77.
51. Se expresaba el m andato regio en estos térm inos: «a todos los con-
çejos, alcalldes, alguaçiles, caualleros, escuderos, oficiales e om es buenos de
todas las villas e lugares del dicho m ayoradgo et a los alcaydes de las forta
lezas délias, q u e... después de los dias de v o s... acudan con todas las forta
lezas e villas e lugares e rentas e pechos e derechos del dicho m ayoradgo al
dicho.. com o a verdadero e legitim o su b çeso r... syn em bargo de qualquier
— 277 —
Las denuncias de los sucesores, que consideraron lesio '
sus intereses por la desvinculaciôn de algunos bienes de^°S
mayorazgos, provocaron en la monarquia cambios de acr *°S
por los que se reorientaban a favor de la inalienabilidad de
propiedad vinculada, y con los que trataban. entre otras c
de exim irse de su responsabilidad en el perjuicio al mav
go principal 52. u
alienaçion ...q u e vos ayades fecho», AGS. Diversos de Castilla, leg.39, nüm
47. de Isabel I al duque de Nájera. Sim ilar es este otro documento sobre la
prohibiciôn de enajenar La G uardia por parte de don Gonzalo Mexia, senor
de Santofim ia, y su esposa: «m andam os a los dichos alcaydes de las dichas
fortalezas de Santofim ia y La Guardia que fagan pleito e omenage a vos los
dichos G onçalo Mexia e dorïa Inès Mexia, y después de vuestros dias al di
cho don Rodrigo M anrique vuestro fijo e vuestro heredero... so aquelias pe
nas en que cahen los alcaydes que non cum plen los mandamientos de su Rey
e Reyna e senores naturales», RGS. Granada 14octubre de 1499, fol. 427.
52. Asi, las correspondientes decisiones de prohibiciôn. o de revocación,
parecian adoptar, a veces, visos de autocensura: por ejemplo, en la revocación
de la licencia concedida al duque de A Iba para enajenar, los monarcas, ma-
nifestaban actuar entre otras razones ya senaladas. literalmente, «por descar
go de nuestra conciencia». ver supra, nota 47. La valoración detallada de la
política regia en tom o a la enajenaciôn, que, en su vertiente permisiva, ha sido
interpretada a veces como reflejo de una actitud maquiavélica tendente a des
truir el m ayorazgo, y, con él, las bases del poder nobiliario — en opinion de
N. Porro, ob. cit., mientras que B. Clavero. ob. cit.. no coincrde con esta in-
terpretaciôn— . es cuestión que excede del marco de este trabajo, y será ob
jeto de consideración en otro com plem entario.
— 278 —
LA
l a a
a il t a N O B L E Z A . C O N SO L ID A C IO N
EN
y\/ P GR
NG R.A N D E C IM IE N T O D E LO S S E N O R E S
p E TÍTU LO EN EL R E IN A D O IS A B E L IN O 1
A M0 D 0 de INTRODUCCIÓN
— 279 —
último tercio del siglo XV ajustaron sus pautas de c o m p 0n a
miento. entre otras cosas, a las perspectivas del proyecto n<v
litico y la acción de gobierno de la monarquia; la alta n ob les
castellanoleonesa necesitaba ampliar y fundamentar sus bases
de poder. y. especialm ente, efectuar el definitivo impulso en
el proceso de engrandecim iento. que los distinguiria de l0s
otros niveles en la jerarquía nobiliaria. Tal proceso habia de
realizarse en el contexto de un sistem a monárquico, que pre.
cisaba del concurso nobiliario, pero sujeto a un proyecto po
lítico de afirmación definitiva del poder regio. Los grandes
nobles utilizaron los tiem pos y los espacios más adecuados,
dentro del nuevo âmbito político, en el que. además. su actua
ción quedaba inserta en un com plejo marco de relaciones con
el poder regio. Más allá de los intereses particularistas. y de las
situaciones concretas y coyunturales — a lo largo del reinado
incluso cambiaron los protagonistas en algunos linajes, porei
lógico relevo generacional— , podemos, sin embargo, tratar de
— 280 —
tpnción en las tendencias generales, que se observan
•fS - ’
s m iem bros de la alta nobleza consolidaron su posición
L ^ e n te sobre unos marcos de acción y représentation, en
Prec,T1 s0bresalen su integración en la Corte regia, y el ejerci-
^ de una carrera política basada en el servicio a la monarquia,
C'° utilizaron también algunos resortes de poder propios de su
por un lado, las potentes estructuras familiares — con
^ ^ n siôn al marco de relación clánica y clientelar— , cuya
o lid a c ió n permitiria articular nuevas ramas familiares en
600 e s o de rápido desarrollo. m ultiplicando asi los recursos
^nãgandísticos de las respectivas Casas nobiliarias: por otro.
la o b te n c ió n de los títulos nobiliarios, que se convirtieron en
im p o rta n te sím bolo del engrandecim iento nobiliario, y e le
m ento b ie n definido en la jerarquización y la caracterización
de los grandes nobles. Y. finalmente, cabe destacar su posición
• | fre n te del gobierno de sus grandes dominios, verdadero cen
tro d e gravedad de un poder nobiliario que encontro en ellos
— 282 —
La'das de un último trienio en el que la nobleza asistiô al
seguln v o l v ■ -—
im ie n to definitivo de ila-------------------------------------^
nueva monarquia, funda- •
■d ep -'e
í® 1 -------------- „ f ____♦ : _______ i ____________ 1 1 _ : ____________________ 1
tada en un claro y efectivo desarrollo institucional, en
rn^n
seno buscô y encontro claras opciones de intervención
cuy° -
*de p r o m o c ió n sociopolítica; en este contexto, las Cortes de
t |edo. en 1480. establecieron una política de révision m ode
l a de los poderes y derechos nobiliarios. fijando la atención
necialmente en las situaciones de abuso y usurpación, tan
frecuentes desde el reinado anterior. Por otra parte, el decenio
entre l^82- y 14^2- Perm'tiô que los responsables de las gran
d s casas nobles, alineados ya definitivamente junto al poder
jegio en franco desarrollo, se convirtieran. con sus clientes y
v a s a llo s. en protagonistas destacados de algunas de las gran
des empresas del reinado, especialm ente la conquista del rei
no de Granada. Y, finalmente, en la última década del reinado
is a b e lin o , frente a la opinion de que el fin de esta guerra Ile
vé a la alta nobleza a aceptar, resignada, un papel secundário
en el consolidado gobierno monárquico, lo cierto es que su
protagonismo, en su condicion de «servidores de la monarquia»,
se mantuvo entre 1492 y 1504, etapa en la que la política regia
quiso y pudo confiar muchos asuntos internos, y, en especial, la
gestion de las complejas relaciones exteriores — tanto de signo
militar, como diplomático— a los representantes de los grandes
linajes nobiliarios.
En el balance que cabe hacer de Ia inserción altonobiliaria
en la monarquia de Isabel I, hay que subrayar. una vez más, que,
superadas las interpretaciones de la historiografia liberal, en
estos momentos, está demostrado que la política isabelina se
caracterizo por un revisionismo moderado de los poderes nobi
liarios, y que, frente al tópico de la monarquia antinobiliaria. los
reyes se situaron en el centro de gravedad de la nobleza, soste-
niendo el ritmo de consolidación de los grandes linajes, mediante
el adecuado desenvolvimiento de sus relaciones de parentesco,
sus estrategias de transmisión patrimonial, su posición política,
su disfrute de las más diversas manifestaciones del honor social,
etc. El modelo absolutista de la Corona fue compatible con la
— 283 —
presencia de los grandes nobles com o protagonistas de la
política, y participantes activos en el gobierno monárquico?'^*1
idea del despiazamiento de la alta nobleza por una clase
cionarial de burocratas resulta muy difícil de sostener- l0s ^Un'
des nobles siguieron conformando, con otros sectores el
social del que se nutria el gobierno y la administración •
cluso en el caso de cargos de perfil muy técnico y de |a ^
fianza regia, los estudios prosopográficos indican la imDort°n
presencia de miembros de la alta nobleza1.
Entre los testim onios con que podemos contar p a r a soste
ner esta idea se encuentran los docum entos de « r a c io n e s » '
«quitaciones», o las relaciones de «acostamientos», q ue n ^
acercan la imagen de una alta nobleza muy in te g r a d a e n el
entorno regio. Por mencionar algún ejemplo, e n u n e x p re siv
documento de Isabel I, fechado el 26 de marzo de 1 4 8 1 se alu
de a una cuarentena de ellos — m uchos de los cuales ap arecen
m encionados con su correspondiente título nobiliario , a |os
que se referia en los siguientes términos:
— 284 —
y0 |a reina, hago saber a mis contadores mayores que mi
merçed y voluntad es de tomar de vivienda para que viban con
I Rey mi senor y conmigo y nos sirvan con sus casas, a los
caualleros y personas que adelante dirá, e que tengan del Rey
• senor e de mi acostamiento cada uno cada ano las contias
je mrs. que adelante dirá8.
8. R(eal) A(cadem ia) (de) (la) H (istoria), Salazar y C astro, M-23, fol.
161 Se senalan en tres colum nas algunos obipos. y, sobre todo, num erosos
miembros de la nobleza en relación con las distintas cantidades que debian
percibir.
— 285 —
chos de la alta nobleza se mantuvo dentro de unos n ivele s a ,
moderación. según se desprende también del análisis d e |a
tuación en que quedó la generalizada extralimitación alt0n^
biliaria en la percepción de juros; asi, se sabe que. la monarqaj.
optó por suprimir las mercedes emitidas en albalaes falsos ocô^
enganos, — sobre todo se revisaron las de los nobles résiste,,,
tes. y. en especial, las efectuadas desde 1464. y las correspon.
dientes a entregas en dinero. no tanto las que se pagaban en
especie— . conservando, sin embargo, la alta nobleza, los suel-
dos. acostamientos. y entregas otorgadas por buenos servici0s
sobre todo si eran anteriores a esa fecha. Asi. aunque hubo, en
algunos casos. reducciones significativas, en especial entre |a
nobleza rebelde en la guerra de sucesiôn, en la práctica, el tra
dicionalmente destacado revisionismo de la política de entrega
de rentas regias a los nobles no fue tan drástico9.
— 286 —
v e n c ia en la c a sa y c o r te reg ia s
la P ^
— 288 —
m0 uno de los casos más destacados y estudiados especí-
f ^ e n t e . el de los Manrique, a quienes correspondia la res-
s a b i l i d a d sobre la cancillería regia ,3.
g n definitiva, si la alta nobleza se penetro de la cortesania,
gdsenanza y crianza de sus hijos en ese ambiente, intervención
|os círculos literários cortesanos, etc.. sus miembros im-
regnaron la corte, aunque abierta a la presencia de letrados
fid a lg o s, de sentido aristocrático-nobiliario.
13. M ontera Tejada. R.M .3, y Garcia Vera. M.® j.. «La alta nobleza en
la cancillería real castellana del siglo XV», Espacio, Tiempo y Forma III. H .“
Medieval. V (1992), págs. 163-210.
14. Ver, al respecto. algunos trabajos especializados en esta cuestión y
en esta época: O choa Brun, M. A „ «Los usos diplom áticos en la época del
Tratado de T ordesillas», C ongreso Intern a cio n a l de H .“E l T ra ta d o .... II,
págs. 801-824.
15. A propósito de la im portancia de la dim ension m ilitar de la noble
za, conviene ver un interesante estado de la cuestión, con am plia bibliogra
fia: Garcia Vera. M.“ J. y Castrillo Llamas, C., «N obleza y poder m ilitar en
Castilla a fines de la E dad Media», M edievalism o 3 (1993). págs. 19-37.
— 289 —
militares, dotadas de especial trascendencia. entre las cUaie
sobresale. por numerosas razones, la conquista de Granada
Los grandes nobles castellano-leoneses, en general, y |os ^
daluces. en particular, supieron comprender la trascendencia
de esta guerra y conviene senalar su alto grado de irnplicaeión
en una empresa dotada de fuerte contenido político, con una
inevitable carga sim bólica dentro de los proyectos de la
narquía. pero en la que también se detecta un claro regusto
aristocrático16
La conquista del reino nazarí alcanzó para el grupo noble
un significado muy especial, y represento la plasmación de la
alianza entre una monarquia necesitada de apoyo financieroy
colaboración militar, y una alta nobleza dispuesta a ofrecer
ambas cosas, entre otras razones, no sólo por involucrarse en
el proyecto de la monarquia, sino para encauzar y proyectar
los ideales caballerescos. que seguían manteniendo su trascen-
dencia en la sociedad bajom edieval. hacia un proyecto de
«guerra justa», la realizada, literalmente, contra los, textual
mente, «enem igos de nuestra santa fee ca tó lica » 17; con ello
trataban de recobrar o aumentar el prestigio altonobiliario, a
menudo debilitado por su habitual tendencia a las luchas de
bandos y partidos, claras m anifestaciones de la guerra entre
— 290 —
stianos. calificada com o «guerra perversa» 18. Dado lo avan-
Ao de la época, en la que ya habían finalizado las rebeldias
^biliarias. no sólo intervinieron en ella los habitualmente fie-
j1” a la causa isabelina, sino también los que habían mante-
. „na actitud de fuerte resistencia en los inicios del reinado.
t\lOu i' . .
en cuyo caso, sabian que, con su participación activa en esa
spléndida manifestación de bellum iustum, podrían limpiar
definitivamente su imagen 19.
La relación de los veintiséis confirmantes de las capitula-
ciones c o n las que se ponia fin a esa esplêndida manifestación
de la «guerra divinal». a los que se alude con referencias a su
estrecha relación politico-feudal y parental o pseudo parental
con la m o n a r q u i a , constituye todo un sím bolo de la estrecha
c o la b o r a c ió n , y del protagonismo de los grandes junto a la
Corona20. En la primera colum na se m enciona a don A lonso
de C á rd e n a s maestre de la orden de Santiago. En la segunda
a Á lv a r o de Zûrïiga duque de Béjar y conde de Banares, jus-
licia m a y o r de la Casa del rey y de la reina y su vasallo; Pe
dro F e r n â n d e z de V elasco cam arero m ayor de los reyes y
v a s a llo real; D iego Sarmiento conde de Salinas repostero ma
yor de los monarcas y vasallo real; Pedro Enriquez adelanta-
do m a y o r de Andalucia y vasallo real; Gutierre de Cárdenas
c o m e n d a d o r mayor de León de la orden de Santiago y conta-
— 291 —
dor mayor de los reyes; Juan Chacón adelantado del r i
Murcia y contador mayor; el comendador Rodrigo d e 7 ° ^
contador mayor del rey y de la reina. En la tercera colu
Fadrique Enriquez almirante mayor de Castilla conde de k?3'
dica. primo del rey y su vasallo; Juan A lonso de G u zm án ~
que de Medina Sidonia conde de Niebla, primo del re °
la reina y vasallo real: ín igo López de Mendoza duque^ Ui
Infantado y marqués de Santillana, primo de los monarcas^
su vasallo; Fadrique de Toledo duque de Alba y conde ^
Oropesa, primo del rey y su vasallo; Pedro Manrique du ^
de Nájera y conde de Trevino, vasallo del rey; Beltrán deT
Cueva duque de Alburquerque y conde de Ledesma. vasa||0
real; Rodrigo Ponce de León duque de Cádiz y conde de Ar
cos, vasallo real; Andrés de Cabrera marqués de Moya y va
sallo de los reyes; Garci Fernández Manrique marqués de
Aguilar. vasallo real; R odrigo A lfo n so Pimentel conde de
Benavente y vasallo de los reyes; D iego Fernández de Córdoba
conde de Cabra, vizconde de Iznájar y senor de Baena- Ber
nardino de Mendoza conde de Coruna y vasallo real; Diego
López Pacheco conde de Santisteban y vasallo de los reyes-
Juan Manrique conde de Castaneda y vasallo real. La relacion
de nombres finaliza con los cuatro notarios del reino: Juan
Téllez Girón conde de Uruena y notario mayor de Castilla;
Juan de Ribera notario mayor del reino de Toledo; Pedro En
riquez de Ribera notario mayor de Andalucia; y Francisco de
León notario mayor del reino de León.
Su activo e importante papel en la guerra, a la que aporta-
ron su presencia directa en muchas ocasiones, con sus clientes
y vasallos. que representaron entre un treinta y un cuarenta y
cinco por ciento de la caballeria. y un apoyo econômico muy
considérable, significo, además. para los grandes nobles la ob-
tención de las correspondientes mercedes regias, en especial
juros, y, además, senorios en el territorio recién incorporado; de
este modo, la colaboración con el proyecto político regio se pro
longo en la senorialización del reino de Granada, proceso com-
plejo en el que la monarquia pudo asi contar con su presencia
I | c0ntrol de ciertas áreas — aparte de las confiadas a las
?‘ifi (jeS , y aplicar, además, su política nobiliaria de arbitra-
C'U de contención de las fuerzas altonobiliarias dentro de una
stiuaC'ón equilibrada 21-
L o s in te g r a n te s d e la a lta n o b le z a p u s ie r o n e n práctica
p o l í t i c a d e a f ir m a c ió n d e s u s r e l a c io n e s d e p a r e n te sc o -
m u v c o n s o l i d a d a s d e s p u é s d e la e v o l u c i ó n b a j o m e d i e v ^ *
q u e s e c o n v ir t ie r o n e n im p o r ta n t e r e s o r t e d e p o d e r y pr
c i ó n 22. P a ra e l l o , n o s ó l o p r o c u r a r o n e l f o r ta le c im ie n t
t r o n c o c e n t r a l, s in o q u e . al m is m o t ie m p o . fo m e n ta r o n 1»°
r ic ió n d e n u m e r o s a s r a m a s , q u e . d e s e c u n d a r ia s , p asaron lu*'
g o a p r o m o c i o n a r s e c o n v i r t i é n d o s e e n o t r o s t a n t o s lin •
a lt o n o b i l i a r io s ; l o s m a y o r a z g o s d e s e g u n d o g e n it u r a . en
c h o s c a s o s b a s a d o s e n e l p a t r im o n io a p o r t a d o p o r la esn o
fu e r o n un b u e n p r o c e d im ie n to p ara e s ta b le c e r . a d e m á s del ma
y o r a z g o p r in c ip a l, u n n ú c l e o p a tr im o n ia l s u f ic ie n t e m e n t e só
lid o , q u e , c o n c a r á c te r d e p r o p ie d a d v in c u la d a , a p a recia com o
p u n to d e p a r tid a d e u n a n u e v a lin e a f a m ilia r . A s i la dignitas
d e lo s g r a n d e s lin a je s , s e v i ó in c r e m e n ta d a , c o n ta n d o , adem ás
c o n n u e v o s in s t r u m e n t o s d e r e p r e s e n t a c ió n d e s u p o d e r 23. En
e l s e n o d e la a lta n o b le z a , c u a j ó , a d e m á s , u n c o m p le j o orgá-
— 294 —
funcional, la casa, don d e, partiendo de una organización
P f ° v at tenían cabida, jun to a los parientes, un con ju n to de
° allos. a lleg a d o s y cria d o s, rep resen tan tes d e la práctica
v nteiar. im prescindib le en la ex h ib ició n de lid erazgo d e la
' ula nobiliaria, caracterizada por su in n eg a b le cap acid ad
articular en torno su yo una red de relacion es de profun
do alcance sociop olitico. C om plem entada con la funcionalidad
jg|acorte nobiliaria. com puesta por un personal cada v ez más
eroso y especializado, a su servicio. ambas permitian a los
ndes nobles d esen v o lv erse en m ed io de un entorno orga-
pizativo de m im esis respecto de la m o n a rq u ia 24.
La transmisión patrimonial en el sen o de las grandes casas
e sta b a asegurada m ediante el eficaz régim en de vin cu lación del
mayorazgo, plenam ente instalado en el marco altonobiliario, y
en proceso de am plia difusiôn ahora entre las capas m édias, e
incluso entre otros grupos so cia les. N o obstante, en este perío
do. nuevas circunstancias y distintos intereses, condujeron a los
miembros de la alta nobleza a diversas y com p lejas estrategias
en torno a sus patrim onios v in c u la d o s25. En este con texto, se
observa que lo s titulares d e los grandes linajes, con frecuencia,
intentaban poner en práctica distintas form ulas de enajenación
de algunas de las propiedades sujetas al régim en de vinculación
propio del m ayorazgo, en función de razones diversas: d esd e la
necesidad de liquidez para el pago d e deudas, hasta el desarro
llo de com prom isos relacionados con una política de linaje que
necesitaba hacer frente a los pagos d e la cuota fem en in a en las
24. Más detalles, en Q uintanilla Raso, M.a C., «La nobleza...». Oríge
nes de la Monarquia H isp â n ica ...
25. Para la introducción en el tem a resulta básica la obra de Clavero,
B.. Mayorazgo. P ropiedad fe u d a l en Castilla. 1369-1836. M adrid, 1989, 2.®
éd.. Sobre los m otivos y el alcance de esas prácticas de desvinculación de al
gunos bienes am ayorazgados en función de los diversos intereses puestos en
juego por los responsables de los grandes linajes, he tratado en el siguiente
artículo: Q uintanilla Raso, M ^ C ., «P ropiedad vinculada y enajenaciones.
Métodos y lógicas nobiliarias en la Castilla tardom edieval», HID. 31 (2004),
págs. 493-510.
— 295 —
capitulaciones malrimoniales, o afrontar otras compensac'
para los otros hijos o hermanos. ya que. con la práctica de|0 l |
yorazgo. se intensificaba en exceso la disimetria en la cuota h
reditaria, haciendo difícil, a veces, a los otros miembros
linaje el mantenimiento de un estatus adecuado. Además
viene senalar la tendencia creciente a la fundaciôn de nuevo"
m ayorazgos junto al principal, por ejem plo. uno de segun
dogenitura, según se ha senalado antes, o incluso de varios •'
m ultáneos26.
Todas estas circunstancias determinaban los complejos in
tereses de los grandes nobles, que los presentaban a la monar
quía, com o argumentos, en las solicitud es de la preceptiva
licencia regia para enajenar propiedades del mayorazgo princi
pal de la Casa, y se veían, en muchos casos, correspondidas con
la respuesta aprobatoria de la reina, que se hacia eco de esas
«causas justas». El interés nobiliario arrastró, en numerosas
ocasiones, la actitud monárquica, que otorgó el deseado permi-
so, lo que ha sido interpretado por algunos com o sintoma de un
maquiavélico comportamiento regio. tendente a socavar las ba
ses del poder patrimonial de la alta nobleza 27. Sin embargo, no
es m enos cierto que. en algunas ocasiones, el receio y las pro
testas de los herederos. condujeron a que los reyes negaran las
licencias, o las revocaran, para no lesionar los derechos deés-
tos, argumentando que lo hacían, además, literalmente, «por
descargo de nuestra conciencia» 28. En cualquier caso, lo impor-
— 296 —
te es observar el interés y la capacidad que dem ostraron los
an d e s nobles para reorientar las fórm ulas de transm isiôn de
los mayorazgos, orientadas hacia la co n secu ció n de lo que. en
cada momento, eran sus intereses prioritários.
cibido la licencia de Enrique IV, y había visto cóm o los Reyes C atólicos se
la confirmaron hasta que, m ovidos por sus quejas, revocaron el perm iso, con
ese argumento: RGS, Córdoba, 4 agosto 1484, foi. 4: Q uintanilla Raso, M .â
C., «Propiedad vinculada y enajenaciones...».
29. He abordado esta cuestión en profundidad en un extenso capítulo
de un libro colectivo, que se encuentra en prensa: Títulos, G randes d e l R ei
no y Grandeza en la sociedad política. Sus fundam entos m edievales, Q uin
tanilla Raso, M .-C. (dir.). Sobre la inform ación de Partidas: Los Siete Partidas
delsabio rey don A lonso el nono, edición glosada por G regorio López, 1555,
Partida II. Título I, Ley XI: «Q uales son los otros grandes, e honrrados Se
nores que non son Emperadores, nin Reyes. Principes. Duques, Condes, Mar
queses. luges, Vizcondes, son llam ados los otros Senores de que fablam os de
suso: que han honrra de Senorio por heredam iento».
— 297 —
La condicion más elevada correspondia a la d ig n id a(i
sobre la que nunca existieron dudas acerca de su p o s d '
perior a los otros títulos, y sobre algunos rasgos específjc SU'
implicaban una mayor proximidad respecto de la mona * ^Ue
En el reinado de los Reyes Católicos, la nômina de d u q ues *1
tellano-leoneses incluía los siguientes títulos:
Alba Infantado
Alburquerque Maqueda
Arcos Medinaceli
Béjar Medina Sidonia
Escalona Nájera
Frias
— 298 —
pj nivel siguiente en la jerarquia de la nobleza titulada co-
jiguientes:
— 299 —
P o r ú ltim o, co m p leta n d o el e le n c o de lo s títu lo s n o b i-
I • e se situaban los v izco n d es — en ép oca isab elin a están
mentados los de Iznájar, Puebla de A lcocer, y Torija, entre
-u n ca bien d efin id o s en cuanto a su carácter y pre-
otros"- 33
rrogativ a s
□ Ducados
■ M arquesados
□ C ondados
□ V i/condados
33. Ibidem: «E vizconde, tanto quiere dezir com o oficial, que tiene lu
gar de conde».
34. Véase a propósito de esto: A tienza Hernández, I„ «La aristocracia
en tiempos de Isabel I de Castilla: una aproxim ación cuantitativa y cualitati
va», Sociedad y eco n o m ia en tiem pos de Isa b e l la C a tólica, J. V aldeón
Baruque, ed„ Valladolid, 2002, págs. 133-149, en concreto, pág. 134, donde
seestablecen la siguientes precisiones: E nrique IV concedió veintinueve tí
tulos (tres ducados, dos m arquesados, veintitrés condados y un vizcondado)
y bajo el gobierno isabelino. los m iem bros de la alta nobleza lograron cua-
renta y uno (diez ducados, once m arquesados, y diecinueve condados).
— 301 —
condados, y unos cuanlos vizcondados. Por otra parte al f
lizar el siglo XV. ciertos jefes de linaje habían logrado disf
tar de varios títulos simultâneos, com o don Álvaro de Z ú '
duque de Béjar, marqués de Gibraleón y conde de Banares^'
otros casos eran los de Mendoza. duque del Infantado y ^
qués de Santillana; La Cerda. duque de Medinaceli y cond Üu
Puerto de Santa Maria; Guzmán, duque de Medina Sidoni
conde de Niebla; Álvarez de Toledo, duque de Alba y conde d?
Oropesa. Beltrân de La Cueva. duque de Alburquerque y con
de de Ledesma: Manrique. duque de Nájera y conde de Trevifio
Ponce de León. duque de Cádiz y conde de Arcos, mientras '
D iego Fernândez de Cordoba era conde de Cabra, y vizconde
de Iznájar. Además grupos de parientes nobles contaban con va
rios títulos, correspondientes a cada una de sus lineas familia
res pertenecientes a un tronco central com o los Stúniga, duques
de Béjar, marqueses de Gibraleón, condes de Plasencia de
Banares. de Miranda del Castanar y de Nieva; o los Mendoza
duques del Infantado, marqueses de Santillana, y de El Cenete
y condes de Tendi 11a; los Manrique. duques de Nájera. marque
ses de Aguilar y condes de Castaneda y de Trevifio; y e n el
âmbito andaluz las cuatro lineas de los Fernândez de Córdoba
lograron, en el reinado de Isabel I, en diciembre de 1501, el
marquesado de Priego para los senores de la Casa de A g u ila r.
que se sumó al vizcondado de Iznájar, y al condado de Cabra,
concedido por Enrique IV, a los que se anadieron posteriormen
te el marquesado de Comares y el condado de Alcaudete36.
— 302 —
gn otros casos, en cambio, la obtención del título respon-
, una promoción rápida com o sucedió con Andrés de Ca-
freray Beatriz Bobadilia, integrados en la nobleza titulada
0mo marqueses de Moya bajo el reinado de Isabel. Precisa
mente en este nombramiento observamos un buen ejem plo de
ia e s p e c ia l solemnidad aplicada en este tipo de ceremonias.
fruto del interés de los reyes, que no dudaban en solicitar las
•nSt r u c c i o n e s pertinentes para realizar el ritual, destinado a
r o p o r c io n a r la honra correspondiente al personaje en cues
tión pero cuya repercusión alcanzaba también a la propia mo
n arqu ia, que manifestaba su voluntad de imprimir al acto el
nivel de dignidad necesario, para que, literalmente, «sea lo
cumplidamente y mejor que ser pueda, porque tanto es
mas honra nuestra» 37. En definitiva, convertidos en nobleza
titulada, los grandes linajes vieron definitivamente consolidaba
su p o s ic ió n de privilegio, rodeados de un conjunto de elem en
tos y símbolos de dignidad y honor.
también una perspectiva de conjunto de los otros tres linajes procedentes del
primero; de todas estas lineas familiares traté en otra publicación posterior: «Los
grandes linajes. Una investigación histórica sobre el linaje Fernández de Cór
doba», Nobleza y so cied a d en la Espana M oderna,, Iglesias, M.a C., (dir.),
Oviedo. 1996. págs. 79-110. Para las otras grandes Casas existe bibliografia
específica, y para ello conviene recurrir a los trabajos historiográficos citados
supra, nota 2.
37. Se trata de la carta ya citada supra, por la que los m onarcas, en ju-
liode 1480, pedían a Valera información sobre el cérém onial de nom bram ien
to de marqués, que recibió la cum plida respuesta de este autor: ver los detalles
en el documento, donde se alude a la solem ne presencia regia, el protago-
nismodel rey de arm as, y su proclam ación ritual, «nobleza, nobleza, noble
za. quel muy alto e m uy excelente príncipe e senor nuestro rey ylustra e faze
marques de tal lugar a Fulano», el preceptivo corte de las puntas del estan
darte para convertido en bandera, el sonido de las trom petas, la com ensalidad
de! nuevo marqués con el rey, la intervención de una com itiva de parientes y
amigos del investido, etc.
— 303 —
E l gobierno de los estados senoriales
— 305 —
distintas, a veces muy aiejadas; resulta sintomático a este res
to, entre otros casos, el de los titulares del ducado soriano d'
Medinaceli, poseedores, además de un dominio senorial ern6
Baja Andalucia, en torno al condado del Puerto de Santa
ria; en relación con esto, en el caso de Andalucia, por tanto
puede decir que, junto a las casas propiamente andaluzas hubo
numerosos linajes y senores extra-andaluces — como los con
des de Uruena, o los de Miranda del Castanar, entre otros mu
chos— , que hicieron de las tierras méridionales un escenario
complementario de su poder senorial, centrado más al norte
Sin embargo, la gran novedad de este reinado en cuanto al
hecho senorial fue que, con la conquista del reino de Granada
se abrió un nuevo proceso de senorialización nobiliaria en esos
territorios incorporados, según un ritmo acorde con la reorga-
nización del territorio, en el que fueron beneficiários casi to
dos los grandes linajes, en especial los andaluces; entre sus
características estaba el hecho de estar poblados por mudéja-
res — aunque en algunos casos los senores impulsaron tras-
vases de población desde sus otros dom inios senoriales o
su reducida entidad, por lo general — algunos eran mononu-
cleares— , de modo que, para la alta nobleza, fueron más bien
apêndices de sus grandes estados, y, desde su frecuente actitud
absentista, se utilizaron para una estrategia de compraventa,
generando frecuentes câmbios de manos, o fueron destinados a
pagar dotes y compromisos matrimoniales, y, sobre todo, a con
solidar, mediante mayorazgos de segundogenitura, nuevas lineas
familiares 38. El caso es que en estas comarcas surgieron estados
38. Un claro ejem plo de esto últim o: los senorios de AImuna. Lucar,
Sierro y Suflí concedidos a A lfonso Fernândez de Córdoba. senor de la Casa
de Aguilar. constituyeron la base de un mayorazgo. desgajado del principal,
para su segundogénito, Francisco Pacheco: Q uintanilla Raso, M.3 C.. «La no
bleza andaluza en la co n q u ista ...», Los Reyes Católicos y G ranada... Las di
rectrices, m anifestaciones y consecuencias de la senorialización nobiliaria en
el reino de G ranada se pueden seguir a través de publicaciones de diversos au
tores: entre otros, M.A. Ladero Quesada, J.E. López de Coca, E. Pérez Bo-
— 306 —
senoriales com o soportes de títulos nobiiiarios esp ecífico s,
coitio los marquesados de El Cenete y de Comares, que llega-
r0n a alcanzar pronto el estatus de Grandeza. A si pues, a fina
l e s del siglo XV, los grandes senores controlaban la mayor parte
yero.y J.M .a Ruiz Povedano, citadas supra. Ver tam bién algunos trabajos de
modernistas, com o Soria Mesa, E.. entre ellos: Senores y oligarcas. Los se
norios del Reino de Granada en la E dad M oderna, Granada. 1997, con pun-
tos de vista que no siem pre coinciden con los de los autores citados, com o
he senalado en el trabajo citado supra.
39. Ladero Quesada. M.A.. «Sociedad y poder real en tiem pos de Isa
bel la Católica», E l m undo social de Isabel la C atólica.... págs. 11-28, en con
creto. pág. 19.
40. La realidad del estado senorial nobiliario ha sido objeto de atención
en algunos trabajos: Beceiro Pita. I., «Los estados senoriales com o estructu
ra de poder en la Castilla del siglo XV», R ealidad e im ágenes del p oder. E s
pana a fin e s de la E d a d M edia, R ucquoi, A., (coord.). V alladolid. 1988.
págs. 293-323. He tratado el tem a extensam ente en una publicación recien-
te, sobre la esencia del poder senorial, asum ido por la alta nobleza, y exhibi-
do a través de m ensajes e imágenes, en su dim ension de ritualidad, y en cuya
— 307 —
al término del siglo X V com ponian un conjunto de es»
imbricados en el sistem a politico monárquico, en |os qug0*
poder nobiliario se situaba en un sistema de concurrenci- ^
el con cejo, y. sobre todo, con el poder regio. En el àmh°n
concejil, su personal politico trataba de mantener el pulso h °
la presiôn senorial. y en ocasiones, los habitantes advertian a i°
senores de su triple condicion de súbditos regios y vecinos ade
más de ser vasallos del sen orío41. Por su parte, la m on arquiã
irataba de mantener el respeto a las regalias, asi com o la oblj
gaciôn de guardar el «servicio regio». Pero. en la práctica los
titulares de los grandes estados senoriales lograron. por (0 ge
neral, situarse por encima de esas dos instancias de poder
La pauta general por parte de los senores de título consis
tió en actuar com o gobernantes de sus estados, comprometidos
con el servicio divino, y a veces hacían explicita la atención al
i-nterés del concejo y vecinos. pero no solían hacer referencia a
su compromiso para con la Corona 42. Entre las estrategias u ti-
— 308 —
1 „Has en las relaciones con sus vasallos destaca la tendencia
adm>n'strar su propia presencia física, mediante la visita se-
a 3 al con un senl'do de cercania protectora, y. al tiem-
n° de control e intimidación 43. Respecto a la oligarquia local,
P ^ 'liz a b a n pr0cedimientos alternativos: bien introduciendo en
U senorios a gentes del entorno clientelar de su casa. o. por el
trario , incluyendo entre su clientela a algunos vecinos ele-
c°. s a [os que se situaba bajo su órbita 44.
E s tá demostrado que los grandes senores mantuvieron, en
I reinado isabelino. su interés por la propiedad de tierras.
niendo en práctica un com plejo y concienzudo sistema de
jd q u is ic ió n . mediante trueques. y compras, incluso a sus pro-
• s vasallos, y desarrollando prácticas abusivas, que la propia
înonarquia tuvo que condenar. Asi, en un interesante docu
m ento, en mayo de 1492, los reyes denunciaban los abusos de
trece senores cordobeses, que compraban tierras. sobre las que
luego ejercian su jurisdicción:
A N o s e s f e c h a r e la c ió n ...c o m p ra y s a lg u n o s h e r e d a m ie n to s ...
ç e rc a d e l o s l i n d e r o s d e v u e s t r a s v i l l a s e l o g a r e s . . . p o c o a p o c o
p r o c u r a i s d e a p r o p i a r la j u r i d i ç i o n e s e n o r i o d e l o s d i c h o s
h e r e d a m ie n to s ... e p o r s e r c o m o s o is c a b a lle r o s e p e r s o n a s p o
d e ro s a s n o a y q u ie n lo c o n t r a d i g a ... m a n d a m o s q u e d e a q u i
de Dios e a mi honrra e pro desta dicha mi villa platiquen e ordenen las co
sas que convinieren a mi seruiçio e al bien publico», en las ordenanzas que
édité, con un am plio estudio introductorio, « La reglam entación de una villa
de senorio...» en concreto, las de 1509, título V.
43. La visita, con sus aspectos y ritos propagandísticos, com binando la
dominación-persuasión, el control y el paternalism o, está escasam ente docu
mentada para el período medieval, pero sirven de referencia algunos testim o
nios posteriores: Quintanilla Raso, \1 . C., «El estado se norial...», pág. 293.
nota 101.
44. Ver, a propósito. Beceiro Pita. I.. «Las redes de la oligarquia en los te-
rritorios de senorio: la élites de Benavente y su entomo», E l condado de Bena
vente. Relaciones Hispano-Ponuguesas en la Baja Edad Media. Benavente, 2000.
págs. 199-214.
— 309 —
adelante... non compreys nin sean osados de vos las vender ^
trocar nin cambiar... sopena que perdays todo lo auP n'n
Y COrr>
praredes e el preçio que por ello dieredes 45.
45. AGS., RGS. Santa Fe, 4 de m ayo de 1492, foi. 269. Hace unos anos
abordé esta cuestión en el siguiente trabajo: Q uintanilla Raso. M.“C., «Pro-
piedades y derechos en los senorios nobiiiarios cordobeses de la Baja Edad
M edia. Nuevas interpretaciones», H ID . 24 1997), págs. 291-414.
46. Un análisis de la form ulación del ejercicio del poder gubernativo
senorial a través de sus docum entos en el artículo de Pardo Rodriguez, M.1
L., «La ‘P o testas’ senorial: los docum entos de m andato del condado de Me-
dinaceli. Senorio y feudalism o en la Península Ib érica ... págs. 107-133. Y a
propósito del desarrollo cancilleresco por parte de las grandes casas nobles,
de esta m ism a autora: «La D iplom ática senorial en la Corona de Castilla»,
A E M . 22 (1992), págs. 233-246; tam bién la ponencia de Sanz, M.“ J„ «Can
cillerias senoriales», La Nobleza pen in su la r en la E dad M edia. VI Congreso
de E studios M edievales. Fundaciôn Sánchez-A lbornoz, 1999, págs. 325-341.
47. He tenido ocasión de abordar el tem a en «O rdenanzas municipales
de C anete de las Torres (Córdoba)». H ID 2(1975). págs. 483-521. que cons-
tituyen un ejem plo muy claro de iniciativa concejil; también en «La Casa se
norial de Benavides en Andalucía», HID 3 (1976). págs. 441-484, que contiene
la transcripción y análisis de las del senorio giennense de Santisteban del Puerto,
perteneciente al condado de este nom bre, de los Benavides: y, por último, en
— 310 —
L oobierno de los grandes senores era cada vez mas nutrido
^ uaüficac*0, con destacada presencia de oficiales del entor-
* seiiorial, com o el alcalde mayor, corregidor o justicia ma-
r q u e P r° y e c t a b a n d e f ° rm a muy efectiva la sombra del
W?Lr spnorial sobre el âmbito local, y en este reinado, se dé
jà incluso, especialm ente en las grandes casas, la presen-
j. de un «consejo senorial» 48. Los senores se reservaban el
derecho de intervención en la designación de los ofiçios más
d estacad os, y fijaban los requisitos para ser incluidos en la nô-
tnjna de oficiales, proyectando en este asunto claramente sus
intereses 49. En este período, además, se fue im poniendo el
«juicio de residencia». elem ento de control aplicado especial
mente a quienes desempenaban cargos de mayor trascenden
cia. como los alcaides, y los alcaides de las fortalezas, que
solian ensanchar sus com petencias de forma abusiva50.
— 311 —
El poder jurisdiccional significo para los grandes se'
del reinado isabelino una de las bases más sólidas y ren ^
tativas del ejercicio del poder, representado icónicamente
la horca y la picota51. Pero la administración de justicia
senorío presentaba. al menos en teoria, tres niveles: el nrj ^
correspondia a los oficiales de rango local, los alcaldes ord
rios, de los que se pasaba a la instancia senorial. y, posteriormen
te. mediante alzada. a la «mayoria de justicia», correspondiei °
nte
a la monarquia52. Tal vez los jueces locales pudieron actuar. a
veces. al margen del poder senorial. pero su actuación quedô
sujeta. com o hemos dicho, al juicio de residencia, de modo que
la impresión general es que se trataba de una justicia local, con
cierta capacidad de acción y d écision , pero intervenida. en
51. Asi se refleja en las tom as de posesion de los senorios, con todo su
sim bolism o ritual, en el que se daba cabida a decisiones y gestos jud iciales
por parte del senor. He abordado recientem ente la cuestión del e je rc ic io de la
capacidad jurisdiccional por los grandes senores: Quintanilla Raso, M * C
«Vertebración del poder y lógica senorial: la justicia en los estados nobiliarios
de la Baja Edad Media castellana». Os Reinos Ibéricos na Idade Media, Pono
2003, págs. 955-966.
52. La expresiôn textual en la donación regia de un senorio era la si
guiente: «dam os vos en donación la nuestra villa de Aguylar de la Frontera.
con la ju stiçia civil et crim inal e m ero e m ixto imperio, et con la juridiçion
alta e baxa. et con el senorio de la dicha villa. ..e t si se m enguare la justiçia
la m andem os Nos com plir: tom ado del A(rchivo) D(ucal) (de) M(edinaceli),
Privilegio Rodado núm. 43, fechado en Sevilla, 30 de julio de 1370 otorgada
por Enrique II a G onzalo Fernández de Córdoba. La posición de la monar
quia com o instancia superior en la justicia de los estados senoriales, se incluía,
ya desde A lfonso XI. en las cláusulas de retención de la Corona, expresadas
habitualm ente asi: «et retenem os para Nos las alçadas, e moneda forera...et
m ineras de oro e de p lata...et la justiçia, si la m enguaredes vos o el que la
oviere de fazer por vos, que la m andem os Nos com plir»: ADM. Privilegio
Rodado núm. 27, por el que Alfonso XI, el 28 de septiembre de 1336, conce-
dió el senorio jurisdiccional de Cheles (Badajoz) a Juan Alfonso de Benavides.
Sobre la preem inencia de la m onarquia en m ateria de justicia tratô hace anos
Bermejo, J.L.. «Mayoria de justicia del rey y jurisdicciones senoriales en la Baja
Edad M edia castellana». / Jornadas de M etodologia Aplicada de las Ciencias
Históricas. Santiago de Compostela. 1975. II. págs. 191-206.
— 312 —
a y o r o menor grado, por la instancia senorial. Además, los
andes senores hacían sentir su poder a través de un conjun-
o f i c i a l e s designados directamente de entre su entorno,
orno los alcaides, que por ello solian ser denunciados por los
vecinos ante la autoridad senorial, que mostraba con ellos gran
^ p l i c i d a d 53; y, sobre todo sobresalía la figura del alcalde
mayor o justicia mayor, grandes oficiales, con una sólida for-
fliación. por lo general54. En la práctica, todo indica que los ti
tulares de los grandes estados senoriales acabaron imponiendo
un mecanismo de triple nivel, en el que, en la práctica, los
vasallos dificilmente podian apelar a la Corona — según se des
prende de las numerosas quejas presentadas en este reinado por
los vasallos de los estados senoriales— , de modo que, partien-
do de los alcaides ordinários, se llegaba luego al alcalde mayor,
primero, y finalmente a la décision senorial55.
53. Sãnchez Prieto, A.B., La Casa del In fantado... doc. 66, que con-
tiene unas ordenanzas específicas sobre la alcaidía del senorio de Manzanares,
e s ta b le c id a s en 1498 por el duque del Infantado, ante las quejas de los habi
tantes. entre otros aspectos, por su intromisión en las cuestiones judiciales, por
|o que se dirigían al senor en los siguientes térm inos: «suplicam os a vuestra
senoria no m ande proveer ni dar ofiçio de justiçia a los dichos alcaydes...pues
sabe que es prohibido por las leyes de estos reynos».
54. El senorio de Alba de Tormes es uno de los lugares donde más pron
to se documenta: M onsalvo Antón, J. V1.a, El sistem a político concejil; el ejem
plo del senorio m edieval de A lba de Tormes y su concejo de villa y tierra.
Salamanca, 1988. En Ia confluência entre los dos planos de la ju stic ia se
situaban los ju eces de apelaciones, o los procuradores, nom brados po r los
senores, por lo general, a instancias de sus vasallos. Se docum entan jueces
de apelaciones. entre otros muchos estados, en el condado de Buendía: Riesco
de Iturri, B„ Nobleza y senorios en la Castilla centro-oriental en la B aja Edad
Media, Tesis doctoral, Universidad C om plutense, 1996, pág. 1056. En cuan-
to a los procuradores, aparecen en las ordenanzas de C artaya: Q uintanilla
Raso, M C . , «La reglam entación de una villa de se n o rio ...» .
55. En las disposiciones de Don Rodrigo Ponce de León, en su senorio
de Chipiona la gradación se fijaba asi: «Prim eram ente que el alcayde e alcalde
mayor de mi lugar de Chipiona no conosca por prim era instançia de cabsa al
guna çevil ni crem inalm ente, salvo los alcalldes o rdinários...e que de los di
chos alcalldes ordinários puedan apelar los que se sintieren agraviados ante el
— 313 —
Las facultades gubernativas constituian una im portan t' •
fuente de ingresos en el conjunto patrimonial, y eran una5'?13
taforma básica para la estructura de la hacienda a lto n o b ir •
El fortalecimiento del patrimonio se fundamento so b r e bas*
cada vez más diversificadas: gestion de sus propiedades
rritoriales inmuebles, etc.— . percepción de ingresos por libran
za con cargo a la hacienda regia. — sueldos. juros, e tc j"
capacidad fiscal senorial. junto a la apropiación, en su s seno
rios. de otras rentas, en especial rentas reales. Fruto de todo ello
era la elevada rentabilidad que estas grandes casas c o n se g u ia n
anualmente, y sobre las que se pueden realizar algunas aprox"
maciones, situândolas en distintos niveles, entre los 6 0 .0 0 0 v los
12.000 ducados56.
R especto al modo en que los senores de título organiza
ron sus haciendas senoriales, se refleja su especial habilidad
para aumentar los ingresos procedentes de las denominadas
«rentas antiguas», sueldos y mercedes regias, benefícios de
rivados de sus propiedades, «pechos» vasallâticos tradiciona-
dicho alcayde como alcalde mayor, de las quales cabsas el solamente pueda
conocer en grado de apelación, e non en otra manera como dicho es», para aca
bar finalmente, con la apelación ante el senor «e si del dicho alcayde e alcalde
m ayor alguna de las partes se sintiere agraviada, que apele ante mi.» a que se
hace referencia en el texto: Franco Silva, A., «La organización municipal de
Chipiona a través de sus ordenanzas». Estudios sobre ordenanzas municipales
(siglos X IV y XV), Cádiz. 1998. págs. 247-287. y en concreto, pág. 273.
56. La cifra superior era la estimación de la renta anual del duque de Frias,
el conde de Benavente, y el de Cabra; 55.000 se atribuian al duque de Medina
Sidonia; se cifraban en 50.000 los que obtenian el duque del Infantado; y en
40.000 los duques de Alba y Béjar y el m arqués de Priego, mientras que los ti
tulares de los ducados de Nájera, Medinaceli y M aqueday los marqueses de Los
Vêlez y de El Cenete alcanzaban los 30.000, y, por debajo se situaban el con
de de M iranda del Castanar. con 20.000, el marqués de M ondéjarcon 15.000,
y los marqueses de Aguilar de Campoo y de Comares y el conde de Lemos. con
12.000. Son datos procedentes de la obra de Marineo Siculo, L .D e las cosas
mém orables de Espana, 1539, fol. XXIII. en el apartado siguiente: «Quéda-
nos agora por dezir de los grandes de Espana y de la renta que tiene cada uno».
— 314 —
les en sus senorios etc., con la obtención de «rentas nuevas»,
' derivaban de su introduction en las nuevas corrientes eco-
nórnicas centradas en las relaciones mercantiles y el sector ser
v i c e s , y- adem ás, de su tendencia a la apropiación de los
jngresos procedentes otras esferas de fiscal idad en sus senorios,
rentas concejiles, diezmos eclesiásticos y, especialmente, ren
ias r e a l e s 57. Como realidades específicas de este reinado cabe
sen alar. por un lado, la tendencia a seguir apropiándose de ren-
(3S r e a le s . Asi, no faltan noticias de donaciones específicas, por
parte de los monarcas, a los grandes senores, de ciertos dere
ch os regios, com o, por ejemplo, las tercias58. Y, además, la or
den de que los su eld os y acostam ientos se situaran en las
a lc a b a la s y las tercias de sus correspondientes senorios, una
práctica que perpetuaba la peligrosa confusion entre su dere
cho a percibir ingresos de la hacienda regia y su tendencia a
q u ed a rse directamente con las rentas reales de sus dom inios,
partiô, en ocasiones, de la propia reina:
E los mrs. que cada uno dellos ouiere de haber según se con-
tiene en esta dicha nomina libradselos este presente ano... y
dende en adelante en cada un ano en las rentas de las mis
alcaualas y tercias y otros pechos y derechos de las villas y
I lugares solariegos de los dichos caualleros e personas susodi-
chas... e si caso fuere quel dicho Rey mi senor e yo man-
dáremos librar a los dichos caualleros y personas este dicho
ario o de aqui adelante en algun ano algunas contias de mrs.
para aiuda a sus costas, los taies mrs. les librad en las rentas
— 315 —
de las mismas alcaualas y terçias y otros mis p e c h o s
chos de las dichas villas y lugares solariegos59.
P ara f in a l iz a r
59. Asi se lee en el docum ento citado en nota 8: RAH, Salazar y Cas
tro. M-23, fol. 161 supra.
60. En estos mom entos preparo un trabajo de investigación acerca de
la posición de los senores de título en relacion con el com plejo proceso de
gestion de los bienes y deudas de los judios, con motivo de su expulsion.
61. Asi lo hacían. por ejem plo. al instara que el marquesado de Villena
perm aneciera en manos de la princesa Juana y su marido, sin enajenar, al tiem
po que justificaba la incorporación a la Corona de la ciudad de Gibraltar, que
— 316 —
r
I pecto de las am biciones de los grandes senores, lo que tra-
taba de remediar en el futuro, incluyendo, además. expresiones
ytQcensura, en las que se ponía de relieve su preocupación.
, jnluir los comportamientos altonobiliarios encam inados al
j^cirniento desmedido de su poder, presagiando asi la inesta-
jlidad que estallaría en la relación nobleza-monarquia a su
diuerte. Sus disposiciones al respecto se centraban en dos he-
chos de gran importancia. Uno se referia al indebido cobro de
a lc a b a la s y rentas reales en sus senorios, com o consecuencia
de la propia tolerancia regia:
— 317 —
Y el otro se relacionaba con algo a lo que la reina conce
dia extraordinaria importancia, com o era la obstaculizaciôn dè
la «mayoria de justicia» regia en los estados senoriales, cuyos
duenos impedian a los vasallos la apelación a la justicia rëa]
una práctica reconocida en su testamento com o bastante fre
cuente. y considerada com o grave perjuicio para la Corona-
Item por quanto yo hobe sido informada que algunos Grandes
e Caballeros e personas de los dichos mis Reynos e senorios
por formas e maneras exquisitas que non viniesen a nuestrà
noticia, impedian a los vecinos e moradores de sus lugares e
tierras que apelasen dellos e de sus justicias para ante Nos e
nuestra chancillerias, como eran obligados... por ende, p0r
descargo de mi consciência, digo e declaro que si algo de lo
susodicho ha quedado por remediar ha sido por non haber ve-
nido a mi noticia63.
— 318 —
entidad en los inicios de la época moderna, com o una condi-
cjón superior, a la que accedieron algunas casas nobles esco-
das, definitivamente, que podrían asi sentir asi la cercania
irnbólica y representativa de los monarcas, convertidos en sus
«parientes m ayores», y gozar de un estatus de dignidad y ho
nor que se subrayaba con una com pleja gestualidad propia y
excluyente64.
Condados; 6
k Ducados; U □ Ducados
■ M arquesados
□ Condados
M arquesados; 8
— 319 —
EL PR O C ESO DE E N G R A N D E C IM IE N T O
N O BILIA R IO EN LA C A ST IL L A M E D IEV A L:
DE LO S T R A ST Á M A R A A L IM PERIO
Pr eâ m bulo
S e n o r e s d e t í t u l o en l a C a s t i l l a b a jo m e d ie v a l
— 323 —
este contexto, contamos con un claro ejemplo de estrecha co
nexión entre teoria y realidad, referido a la concesión del Du
cado de Medina Sidonia, que se convirtió en objeto de análisis
detallado por parte de uno de los autores más sobresalientes de
este período, el hidalgo cordobés Juan de Mena. (Mena, J. de)
Su conocido «Tratado sobre el titulo de Duque» (ed L
Vasvari) está dedicado a la dignidad otorgada en febrero de
1445 por Juan II, al tercer conde de Niebla. nacido en 1410. qUe
murió com o primer duque de Medina Sidonia en diciembre de
1468. La concesión del Ducado debió constituir un hito impor
tante en el panorama de la cúpula nobiliaria, y en el sentir ge
neral de la sociedad política de su época. Interesa senalar. a este
respecto, el sentido «didáctico» de la obra, además de su carác
ter panegírico. En la definición del título. Mena establecía una
triple tipologia: los «duques por sucessión» — adquirido por
herencia— , «duques por creacion» — obtenido por privilegio
r e a l— , y un tercer tipo de carácter temporal y electivo, los «du
ques por eiección» con el que hacia referencia al caso de los
gobiernos ducales de las ciudades italianas.
Entre las prerrogativas inherentes a dicha condición, se
establece en la obra el derecho de utilizar un modelo especí
fico de corona, el «ducissim o», com o sím bolo dignificante, y,
en cuanto a las ensenas, afirmaba, literalmente, que
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Al finalizar su tratado, instaba este autor, además, a los
puques, a ejercer, en calidad de delegados de reyes o empe-
r a d o r e s , el control de los territorios que les correspondian.
ç a b e senalar la insistência del autor acerca de la excelencia
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Asy dygo que la dygnydal ducyal es la mayor despues de
real... Los duques traen coronel en la cabeça, del q u a j 3
dyferençya no ay a la corona rreal, salvo que el coronel es
trecho y las flores son yguales; traenles delante el espada aun
que la punta arryba en dyferençia de los rreyes; traen çe tro d è
oro en la mano: asyentanse en sylia en ausençia de los rreyes-
tyenen doser a las espaldas: vesan el evangelio; oyen misa en
cortynas donde los rreyes no estan, y sy el rrey es presente
todos los duques que ende estan oyen la mysa dentro en las
cortinas con el rrey: quando los duques vyenen de camino los
rreyes los salen a rrecebyr y les dan paz.
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tyenpos mucho antyguos los marqueses fueron a los du-
los
s preferydos o antepuestos» . Les atribuía el derecho al
qu<-
jiijsmo tratamiento que los Duques, «ilustres, ínclitos. magní-
E p s se acostumbran escrevir a los marqueses», y a compartir
con los poseedores de los Ducados, — al menos en Inglaterra e
Italia— 'a facultad de ocupar lugares especiales en las cerem o
nias, subrayando con la escenografia y los elem entos gestuales
esa identidad. Con todo, D iego de Valera reconocía que, en la
evolución histórica, los Duques fueron. literalmente, «puestos
ante los marqueses, cono agora lo son, en todas las partes del
mundo».
El tercer nivel de la nobleza titulada lo ocupa en esta obra
la dignidad Condal. Su posición inferior respecto del título de
parques ha sido ya comentada, pero Valera establece una ex-
cepción, en caso de tratarse de un linaje superior por su origen,
o por sus estados, situación ésta en la que el Conde precederia
al Marques, literalmente, «por la ynclyta nobleza de su lynaje,
y por la grandeza de su senorya». En Ias consideraciones espe
cíficas. ponia el énfasis en su proximidad cotidiana al centro del
poder político, y el ejercicio de un tipo de servicio regio habi
tual y constante, apenas se tratan otros aspectos, lo que indica
un cierto desinterés del autor por esta dignidad, en comparación
con las anteriores.
Aparte de exponer su doctrina sobre los títulos nobiliarios.
Valera se convirtió en el inspirador de las ceremonias correspon
dientes en que se plasmaba, con un lenguaje oral y gestual es
pecífico, la necesaria ritualidad que proyectaba la imagen de
superioridad de la nobleza Titulada y su cercania a la realeza.
Uno de los ejem plos más destacados se refiere al condes
table Iranzo, que se convirtió en paradigma del proceso de
engrandecimiento nobiliario de la nobleza de servicio, alim en
tada por la fuente de la gracia regia, según se observa en dos
conocidas ceremonias, extraordinariamente representativas. La
primera co n sistió en su investidura por el rey Enrique IV,
como «caballero de espuelas doradas», en 1454, en ei Real
sobre Granada, un escenario y una circunstancia sumamente
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apropiadas para dar el salto desde la hidaguía a la c a b a ll -
noble («Memórias de Enrique IV»), Y, sobre todo interesaotr3
en la que el rey, en 1458, le invistió con las dignidades de
Barón, Conde y Condestable. en una triple ceremonia en el
alcázar de Madrid, en presencia de testigos de relieve em
bajador del Papa, «perlados y grandes de sus regnos », apa
reciendo com o actuantes el maestro de ceremonias, Alonso de
Velasco. el rey de armas Castilla. y los farautes, todo lo cual
aparece descrito con d etalle en la correspondiente fu e n te
cronistica, verdadero espejo de la vida nobiliaria en la segunda
mitad del siglo XV (ed. J. Cuevas Mata, J. del Arco Moya y
J. del Arco Moya).
Otro testim onio del papel de Valera com o inspirador de
esta específica ritualidad lo encontramos en el reinado de los
R eyes C atólicos, cuando fue requerido por los monarcas, en
carta fechada el 6 de julio de 1480, para indicara el c é r é m o
nial adecuado para investir a su mayordomo Andrés de Cabre
ra, con el título de Marquês de Moya. En su respuesta el autor
exponia los elem entos principales de un ritual en el que se
aprecia el sim bolism o del lugar, el momento, la gestualidad,
la com ensalidad con el rey y el hecho de compartir su copa,
etc., muy similar a la ya comentada, pero con algunos deta
lles anadidos, com o el regalo de la ropa vestida por el rey en
esa ocasión, y el paseo a caballo del nuevo marqués, con la
vestidura regia, acompafiado de, literalmente, «todos los gran
des» que se encontraban en la corte, asi com o la celebraciôn
posterior, no exenta de gestos de largueza, propios de su ele
vada condición.
En las últimas décadas del siglo XV. Hernán Mexia, en su
«Nobiliario Vero» (Mexia, H. ) se pronuncio también sobre las
dignidades nobiliarias, sus «çirim onias y preeminençias y
perrogatiuas». Establecía en su tratado el fuerte paralelismo y
proximidad entre reyes y Duques, indicando, con referencias
bíblicas, que a veces los monarcas asumían la dignidad Ducal
en m omentos de protagonismo. El panorama de las prerroga
tivas D ucales se com pleta con la alusión a su amplia autori-
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dad s e n o r ia l, «senorio por el qual no conosçe superior en lo
tenporal»- se dice exactamente, y en cuanto al tratamiento de-
b i d o . presta bastante atención a las fórmulas, «deue ser dicho
c l a r i s i m o - . .sobre yllustres. m agnifico, generoso noble pode
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Punto fundamental en el tratamiento del concepto y ^
terización de la nobleza titulada es su tratado sobre el « o rj
gen de las dignidades seglares de Castilla y Léon», de cuyoj
cuatro libros interesa sobre todo el tercero. dedicado a la con
sideración de los títulos de Conde, Marqués y Duque. por estg
orden.
El autor abordó de forma prolija los orígenes y e v o lu c ió n
de la dignidad Condal, subrayando el sentido del s e rv ic io q Ue
implicaba la necesidad de los reyes, los cuales «se h o n ra b an
y adornaban con los condes». Sobre el Marquesado, destaca
su identificación con el gobierno de las comarcas fronterizas
y su perspectiva judicial, senalando, además, que el títu lo no
había alcanzado gran profusion. Entre las razones que, a su
entender, explicaban la precedencia de este titulo sobre el
Condal estaba su carácter más reciente, así com o la escasez
indicando, además. que dicha precedencia se daba en Italia y
Espana. pero no en Alemania y Francia, donde eran más esti
m ados los Condes.
Con base en referencias bíblicas y textos jurídicos — Códi
go Teodosiano. Código justinianeo. etc.— . se construye en la
obra el apartado sobre la dignida Ducal, muy estimada por la
monarquia, que la concedia en muchas ocasiones a miembros
del linaje regio, y a la que el autor atribuía capacidades y pri
vilégios ya senalados por otros autores, com o oir misa en cor
tinas. Ilevar porteros de maza, traer coronel sobre el escudo de
sus armas e incluso acunar m oneda, de donde literalmente,
«quedó el nombre á los ducados», com o conclusion de lo cual,
el autor no dudaba en afirmar que todos eran «grandes senores».
Con todo, al incluir una breve, pero sentenciosa, caracte-
rización de los tres grandes títulos nobiliarios, parece mani
festar una opinion equilibrada en cuanto a la trascendencia de
cada uno de ellos:
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companero del Rey, el Duque su Capitan, o el Marques defen
sor de sus tierras.
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del siglo XIV al siguiente, se sostuvo esta misma tônica (Suár
Fernández, L., 1977-1982; 2003; Mitre Fernández, E. 1968)
Un cam bio cualitativo y cuantitativo se aprecia en la prj
mera mitad del siglo XV. en coincidência con el gobierno de
Juan II (Porras, P.). Este período, en el que se desarrolló una
frenética actividad política de tipo partidista por parte de los
miembros de la alta nobleza. generó una intensificación muy
notable en la política de mercedes regias, con el objetivo de
afianzar su causa, dando lugar al incremento de los senorios
nobiiiarios, y, al mismo tiem po, a la proliferación de títulos
con que la alta nobleza se despegaba del grupo altonobiliarío
general.
Durante la segunda mitad del siglo, continuo el engrande
cim iento de la alta nobleza. En el reinado de Enrique IV, apo-
yados en sus grandes dom inios, los miembros de la cúpula
nobiliaria vieron aumentar también sus títulos, por la gracia
regia (Garcia Vera, M.â J.). Se intensifico la política de con-
cesiones de una monarquia envuelta en un proceso de agita-
ción política, durante el cual se llegó al un golpe de fuerza que
determino la polarización en dos sectores: seguidores, enri-
quenos. y resistentes — alfonsinos, partidarios del infante don
A lfonso. al que instituyeron com o rey— . (Quintanilla Raso,
M.a C., 2005). Finalizada la etapa de crisis más profunda, el
monarca continuo dando muestras de su interés por, literal
m ente, «onrar, decorar e sublimar a los grandes de los reinos
e senorios», según se dice en la concesiôn del título de Mar
qués de Cádiz. al linaje Ponce de León, en 1471, o, con ex
presión similar, en el otorgamiento del Ducado de Escalona a
Pacheco, un aiio después (AHN, N obleza, Osuna, leg. 136- 3,
y AHN, Nobleza, Frias, 697/3) . A si, a lo largo del reinado, se
incremento en una treintena, aproximadamente, el número de
los títulos en el reino (Atienza Hernández. I.).
La situación alcanzó un interés especial durante el reina
do de los Reyes Católicos (Highfield. J.R.I.). Los grandes no
b les se vieron inm ersos en un proceso de búsqueda de su
identidad com o élite de poder, en el seno de un complejo sis-
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r
J te 0 a pol*1*00 c 'ara afirmación del poder monárquico (La-
dero Quesada, M .A ., 1993). En este contexto, contaron, sin
embargo, con la voluntad regia, que legitimo los critérios aris
t o c r á t ic o s de organización social, e im pulsô la jerarquización
interna, permitiendo el engrandecimiento de las más importan
t s casas nobles, y el desarrollo de la nobleza titulada (Quin
ta n illa Raso. M.â C., 2004).
Uno de los espacios principales de acción y représentation
de su amplio poder — además del servicio en la corte, el con
trol de la vida urbana, etc.— era, desde luego, el âmbito se
norial . La sobredimensiôn de los senorios nobiliarios, que en
laépoca Trastámara produjo una acumulación de dom inios y
de vasallos en manos de la alta nobleza, parecia haber tocado
techo al iniciarse el reinado de Isabel I, hasta encontrar un
nuevo im pulso tras la incorporation del reino de Granada. En
su évolution, además, los senorios de la alta nobleza, dejaron
de responder a un mero criterio acumulativo de yuxtaposiciôn,
porque los grandes senores Iograron convertirlos en estructu
ras organizadas y coherentes, verdaderos estados senoriales,
polinucleares, con entidades más o m enos concentradas en el
espacio, y más o m enos hom ogêneas, pero articuladas, según
critérios de jerarquización, con un núcleo cabecero, con fun
ciones de capitalidad, y una clara integración de todo el con
junto respecto del organismo que lo sustentaba. que no era otro
que la casa nobiliaria (Beceiro Pita. I, 1988; Senorio y Feuda
lismo en la Península Ib é ric a , eds. E. Sarasa y E. Serrano;
Quintanilla Raso, M.â C., 2002).
Los títulos fueron utilizados com o sím bolos del poder no-
biliario-senorial, y signos de honor social, y, apoyados en los
senorios más representativos de entre los que integraban sus
grandes estados, se convirtieron en importante elem ento de re
présentation, y paso definitivo en el camino hacia el engrande
cimiento de las casas nobles. Su número alcanzó su cénit bajo
los Reyes Católicos, y, precisamente, se pueden establecer com-
paraciones entre este reinado y el anterior, que demuestran. una
vez más, la in con sistên cia de la teoria acerca del carácter
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antinobiliario del reinado de Isabel I: frente a los en torn
treinta títulos recibidos de su antecesor, bajo el gobierno '
belino los miembros de la alta nobleza castellanoleonesa lo g ra
ron diez ducados, doce marquesados, y diecinueve condado'
(Atienza Hernández, I.; Quintanilla Raso, M.a C., 2006) S
Al término del siglo XV. y en las primeras décadas del si
glo siguiente. por tanto, la relación de Duques incluía los si
guientes: Alba. Alburquerque, Arcos, Béjar, Escalona, Frias
Infantado, Maqueda, Medinaceli, Medina Sidonia. y Nájera En
el nivel del Marquesado, resultan bien documentados éstos-
Aguilar de Campoo, Astorga. El Cenete, Comares, Coria, Gibra
león, Mondéjar, Moya, Priego de Córdoba. Santillana, Sarria
Tarifa, Villafranca. Los Vêlez, y Villena. La alta nobleza caste
llanoleonesa disfrutaba en esta época, además, de numerosos
Condados, com o los que siguen: Aguilar, Alba de Liste, Alta-
mira, Andrade, Aranda, Banares, Belalcázar, Benavente, Buen-
dia, Cabra, Camina, Castaneda, Castro, Cifuentes, Coruna
Feria, Fuensalida. Haro, Ledesm a, Lem os, Luna, Medellin
Melgar, Miranda, Los Molares, Monteagudo, Monterrey, Nie-
bla, Nieva, Onate, Oropesa, Osorno, Palma, Paredes de Nava,
Plasencia, Priego de Cuenca, Puebla del Maestre, Puerto de
Santa Maria, Real de Manzanares, Ribadavia, Ribadeo, Risco,
Saldana, Salinas, Salvatierra, San Esteban de Gormaz, San
tisteban del Puerto, Santa Marta, Siruela, Tendilla, Trevino,
Uruena. y Valencia de don Juan.
A finales del m edievo y en los inicios del siguiente perío
do, varias docenas de linajes habían conseguido auparse en la
cúspide nobiliaria, sobre más de ochenta títulos: once Duca
dos, quince Marquesados, alrededor de cincuenta y cuatro
Condados, y unos cuantos Vizcondados — Fuensaldana, Iznà-
jar, Puebla de Alcocer, Torija— . Para determinados linajes, la
incorporación al âmbito superior de la nobleza titulada había
com enzado tiempo atrás, dando lugar así, al disfrute simulta
neamente de varios títulos.
En algunos casos, los ostentaban sus distintas lineas fami
liares desgajadas del tronco principal: asi sucedió con los
Stúniga. titulares del D ucado de Béjar, el M arquesado de
Cibraleón, y los Condados de Plasencia, Banares y Miranda;
v con los varios linajes sal idos del tronco común de los Men-
áo'1 'à- 9 ue disfrutaban del Ducado del Infantado, los Mar-
q u e s a d o s de Santillana y de El Cenete, asi com o del Condado
I deTendilIa; similar fue la situación de los Manrique, que acu-
mularon el Ducado de Nájera. el Marquesado de Aguilar, y los
C o n d a d o s de Castaneda y de Trevino. Por último, uno de los
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d e d e l R e a l d e M a n z a n a r e s , e d e S a l d a n a » ( A H N , Noblez
F ria s . 6 9 8 -1 ).
L a s m á s im p o r ta n te s C a s a s d e la a lta n o b le z a c a s te ila n o
le o n e s a s e e n c a r a m a r o n s o b r e s u s tí tu lo s n o b il ia r i o s , lo s c u a
le s r e f le ja b a n u n a m u ltip le r e a lid a d : d e s d e s u p re p o n d e ra n te
p a p e l s o c i o - p o l i t i c o y c o r t e s a n o . h a s ta e l g o b ie r n o d e e s ta d o s
s e n o r ia le s p o te n te s y c o h e s i o n a d o s , a lo q u e s e s u m a b a e l e je r
c ic io d e p o d e re s d iv e rs o s , c o n c a rá c te r e fe c tiv o , y , ad e m á s
p e n e tr a d o s d e s e n ti d o s im b ó l ic o - s o c i a l. C o m o ta le s , g e s tio n a -
b a n c o n s id é r a b le s p a trim o n io s , e je r c ia n u n p o d e r p o litic o m uy
n o ta b le , ta n t o e n lo s o r g a n i s m o s d e la a d m i n is t r a c i ô n c e n tra l
c o m o e n la s c i u d a d e s , y e n s u s e x te n s o s d o m in io s , y d is fru -
ta b a n d e u n a e n o r m e c a p a c id a d d e lid e r a z g o , e n c o n trâ n d o s e
r o d e a d o s , a d e m a s , d e u n c o n ju n to d e e le m e n to s y s ím b o lo s d e
d ig n id a d y h o n o r, s e g ú n s e h a in d ic a d o .
G r a n d e s y g r a n d e s d e l r e in o
A l f in a liz a r la é p o c a m e d ie v a l , lo s S e n o r e s d e T ítu lo s e v ie
r o n a u p a d o s e n u n p r o c e s o d e e n g r a n d e c im ie n t o , q u e lo s c o n -
s o l i d a b a e n s u p o s i c i ó n d e p r e e m i n e n c i a e n l a s o c i e d a d p o lí tic a .
L a e x is te n c ia d e la G r a n d e z a n o b ilia r ia h a s id o o b je to d e c o n -
s i d e r a c i ó n , s o b r e t o d o , a p a r t i r d e l a é p o c a m o d e r n a . E n e s te
c a s o , p o r t a n t o , m e p r o p o n g o r e c l a m a r la a t e n c ió n d e la h is
to r io g r a f ia m e d ie v a l, c o n v e n c id a d e la im p o r ta n c ia d e e s a re a
l i d a d , q u e h e t r a t a d o d e e x a m i n a r d e n t r o d e l m a r c o d e la
s o c ie d a d p o lí tic a d e l r e in o , e n e l c o n t e x to d e la c o m p le ja d in â
m i c a d e r e l a c i ó n n o b l e z a - m o n a r q u í a , d e s d e l o s T r a s t á m a r a h a s ta
e l in i c io d e l I m p e r io ( Q u in ta n ill a R a s o , M .â C ., 2 0 0 6 ) .
S e g ú n u n a c o r r ie n te d e o p in io n in s ta la d a tr a d ic io n a lm e n te
e n la h is to r i o g r a f ia d e s d e é p o c a m o d e r n a , C a r lo s V h a b ria
i n s t i t u c i o n a l i z a d o la G r a n d e z a , e n 1 5 2 0 , tr a s s u c o r o n a c ió n e n
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A qu 'sS ra n - d ic h a c e re m o n ia , d e e id ió im p o n e r s e a la « a l
ti v e z d e l a a l t a n o b l e z a e s p a n o l a » , s i r v i é n d o s e d e l D u q u e d e
A lb a p a r a p e r s u a d i r a « l o s G r a n d e s y T í t u l o s » d e E s p a n a d e
q u e p e r m a n e c ie s e n e n e l ritu a l d e s c u b ie r to s , c o m o lo s g r a n
d es n o b le s e u r o p e o s , p ro m e tie n d o « g r a tif ic a r s u o b e d ie n c ia »
( C a rrillo , A .) . D e s p u é s , s e n a l ó lo s n o m b r e s d e la s C a s a s q u e ,
d esd e e s e m o m e n to , p o d ría n d is fru ta r d e d ic h a d ig n id a d .
A p r o p ó s ito d e e s te te m a . p o r u n la d o , s e a f ir m a q u e n o
h u b o G ra n d e z a a n te s d e 1 5 2 0 , d e m o d o q u e e l c o m p o rta m ie n -
to d e la a l t a n o b l e z a e n A q u i s g r á n , y la s u b s i g u i e n t e d é c i s i o n
de C a rlo s I y a c o m e n ta d a , m a rc ó u n a n te s y u n d e s p u é s (F e r
n á n d e z d e B e t h e n c o u r t, F .); p o r o tr a p a r t e , n o f a l ta n q u ie n e s ,
p o r el c o n tr a r io , in d ic a n q u e e s p r e c is o n e g a r la v e ra c id a d d el
re la to , y o m i tir , a c o n t i n u a c i ó n , c u a l q u i e r t r a s c e n d e n c i a y s ig
n i f i c a d o a l a h i p o t é t i c a d é c i s i o n d e C a r l o s V ( S o r i a M e s a , E .,
2001). E x i s t e n , a d e m á s , o t r a s i n t e r p r e t a c i o n e s m e n o s t a j a n t e s
(P é re z , J .) y , a p r o p ó s it o d e la c u e s t ió n s e p u e d e p e n s a r e n la
p ro b a b ilid a d d e q u e , s o b re u n a r e a lid a d a c e p ta d a d e s d e tie m
po a trá s , s e p ro d u je s e u n a o rd e n a c ió n d e fin itiv a , e n v irtu d d e
u n a d é c is io n r e g ia , m e d ia n te la c u a l la m o n a r q u ia p o d ia u ti
liz a r e n s u f a v o r la e l e v a d a c o n s id e r a c ió n y lo s r e c u r s o s d e
p o d e r a c u m u la d o s p o r a q u e llo s a q u ie n e s la « u n iv e rs a l e s tim a -
c ió n » te n ía y a p o r G r a n d e s ( G a r c ia H e r n á n , D .) .
D e s d e n u e s tr a ó p tic a , e l e n f o q u e q u e c a b r ía h a c e r, v e n d ría
d e te rm in a d o p o r la s s ig u ie n te s c la v e s . E n p r im e r lu g a r, s e tr a
ta ria d e o b s e r v a r la a p a r i c ió n d e la G r a n d e z a c o m o u n p r o c e
so e n e l m a r c o d e la n o b le z a b a jo m e d ie v a l, m a n if ie s to a p a rtir
d e d is tin to s te s tim o n io s , c o m o , p o r e je m p lo , la u tiliz a c ió n d el
té rm in o G r a n d e s e n Ia s f u e n te s d e la é p o c a , u n a p r e s e n c ia
lé x ic a q u e h a b r í a q u e a n a liz a r e n r e l a c ió n c o n la r e a l id a d
s o c io p o lític a . F in a lm e n te , p a r a la v a l o r a c ió n d e la d é c is io n
c a ro lin a , r e s u lta p r e c is o c a lib r a r s i e x is tia n c ir c u n s ta n c ia s e s
p e c ífic a s q u e h u b ie r a n m o tiv a d o n u e v a s p a u ta s d e r e la c ió n
n o b le z a - m o n a r q u ía ; u n a s p a u ta s e n la s q u e s e m a n if e s ta r a el
in te r é s r e g io p o r p r e m ia r c i e r to s a p o y o s a l to n o b il ia r i o s e n
m o m e n to s d if ic ile s , y e n s itu a r b a jo s u ó r b ita a u n s e c to r d e
— 337 —
la a l t a n o b l e z a q u e h a b i a m o s t r a d o a c t i t u d e s v e l e id o s a s
p o c o a n te s , y a h o r a m a n if e s ta b a r e c e lo a n te lo s n o b le s e x tra n
j e r o s ; e n ú l t i m o té r m in o , s e r i a n e c e s a r i o a v e r i g u a r s i la n u e
v a m o n a r q u ia p u d o te n e r in te r é s e n a lz a r s e e n el c e n tro d e
g r a v e d a d d e la G r a n d e z a .
D e s d e m e d ia d o s d e l s ig lo X IV , e l té rm in o G ra n d e , c o n se n
t i d o s u s t a n t i v o , y l a e x p r e s i ó n G r a n d e s d e l r e i n o s e f u e r o n in -
tr o d u c i e n d o e n lo s e s c r i to s , s i g n if i c a n d o , p o r ta n to , q u e e x is tia
c o n c ie n c ia d e q u e e n el s e c to r a lto n o b ilia r io s e h a b ia p ro d u c i
d o la s e le c c ió n d e u n a é lite . E n e l in ic io d e la é p o c a T ra s tá m a ra
te s tim o n io s d iv e rs o s , p r o c e d e n te s d e fu e n te s d is tin ta s , d e m u e s
tr a n q u e ta n to la v o z , c o m o la r e a lid a d q u e r e f le ja b a , to m a ro n
c a r t a d e n a t u r a le z a e n el p a n o r a m a d e la e s tr u c tu r a s o c io p o litic a .
Y s i a v e c e s la s c r ô n ic a s p a r e c e n o to r g a r le u n s e n tid o m e ra m e n
te c a lif ic a tiv o , lo c ie r to e s q u e y a e n la tr a ta d is tic a n o b ilia r ia
m o d e r n a s e a tr ib u y ô a e s ta é p o c a e l a s e n ta m ie n to d e la e x p re
s ió n . c o n to d a s u tra s c e n d e n c ia :
D e s d e el re y E n riq u e el S e g u n d o q u e e n g ra n d e c iô m u ch as
C a s a s ilu s t r e s c o n d a r le s p o d e r o s o s E s ta d o s , f u e r o n lla m a n -
d o s e G r a n d e s l o s q u e f u e r o n r i c o s h o m b r e s , y c o m p o n i a s e la
G r a n d e z a d e l a a u t o r i d a d d e l a C a s a d e l o s m u c h o s v a s a l lo s
y ( B . N . M s s . 1 .4 4 0 ) .
E n l a s ú l t i m a s d é c a d a s d e l s i g l o s e f u e g e n e r a l i z a n d o la
m e n c ió n d e lo s « G r a n d e s d e l R e in o » . T a l u s o lé x ic o s e d o c u
m e n ta e n e l re in a d o d e J u a n I e n e l g é n e ro c ro n is tic o , y, d e s
d e lu e g o , e n la s C o r te s , d e s d e la s d e S e g o v ia d e 1 3 8 6 (M o râ n
M a r ti n , R .; M itr e F e r n á n d e z , E „ 1 9 8 8 ) . D u r a n te e l tr â n s ito al
s i g l o X V , s e m a n tu v o u n a c l a r a c o n t i n u i d a d e n d ic h a te n d e n -
c ia , y e n tr a d a la c e n tú r ia , r e s u lta e v id e n te q u e y a e x is tia u n a
c o n c ie n c i a c la r a s o b r e u n a s itu a c ió n d e « e x c e le n c ia n o b ilia ria »
e n la q u e s e s itu a b a n a q u e llo s a lo s q u e , e n g e n e ra l, n o se d u -
d a b a e n c a lif ic a r c o n d ic h a e x p re s ió n .
— 338 —
E n e l â m b ito d e l m e d ie v a lis m o , e n o c a s io n e s s e h a p e n s a -
j o q u e f u e e n e l r e in a d o d e J u a n II. c o n o c a s ió n d e la s c r is is
p o lític a s , c u a n d o a lg u n o s lin a je s y c a s a s r e c ib ie r o n h a b itu a l
m e n te e l tr a ta m ie n to d e G r a n d e s , c o m o r e c o n o c im ie n to d e s u
p r e e m in e n c ia . P e r o y a h e m o s v is to q u e s u o r ig e n e s a n te r io r , p o r
lo q u e e n e s t a é p o c a t a l d i g n i d a d e s t a b a y a a s e n t a d a , s e g ú n lo
e x p r e s a , p o r e j e m p l o , J u a n d e M e n a , e n la i n t r o d u c c i ó n d e s u
« T ra ta d o s o b r e e l titu lo d e d u q u e » a l a lu d ir a lo s « G r a n d e s » ,
a f ir m a n d o q u e e s ta b a n e n « la c u m b r e d e la d i g n i d a d » .
L a u tiliz a c ió n d e l v o c a b lo , c o n to d o s u s e n tid o y e n tid a d ,
se d o c u m e n ta ta m b ié n e n la s f u e n te s d ip lo m á tic a s . E n c o n tr a
m o s e je m p lo s s ig n if ic a tiv o s e n e l m a r c o d e la s o c ia b ilid a d
in te r n o b ilia r ia , q u e s e p la s m a b a e n e n la s c a r t a s d e c o n f e d e
r a c i ó n y a l i a n z a , y u n a b u e n a m u e s t r a d e e l l o l o r e p r e s e n t a la
f i r m a d a e n G u a d a l a j a r a , e l 11 d e n o v i e m b r e d e 1 4 4 3 , e n t r e e l
C o n d e d e M e d in a c e li, y d o n In ig o L ó p e z d e M e n d o z a , s e n o r
d e la V e g a y f u tu r o M a r q u é s d e S a n ti lla n a , e n e l q u e e s t o s d e s
ta c a d o s p e r s o n a je s h a c ía n g a la d e s u p o s ic ió n c o m o « G r a n d e s
d el re in o » ; u n a s itu a c ió n d e p r e e m in e n c ia q u e o s te n ta b a n m a
n ife s ta n d o s u a lta re s p o n s a b ilid a d al fre n te d e l re in o , c o m o
g a ra n te s d e l « b ie n c o m û n » ;
P o r q u a n to e n e s te re g n o h a n s e y d o e s o n g ra n d e s b o lliç io s ,
g u e rra s e e s c a n d a lo s e m u e r te s .. .p o r s e r s e n b r a d a ta n ta s iz a n n a
e h o d io e n tr e lo s G r a n d e s d e l R e g n o u n o s c o n o t r o s ...p a r a e s to
re m e d ia r p rin c ip a lm e n te s e r ia m u y c o n p lid e r o e a u n n e c e s a rio
p r o c u r a r u n id a d e a m is ta n ç a e n t r e lo s d ic h o s G r a n d e s d e l
R e g n o . . . p o r s e r la d i s c ó r d i a d e a q u e l l o s m a s p e l i g r o s a ( A H N .
N o b le z a , O s u n a , 1 .8 6 0 -5 ).
E n e l r e i n a d o d e E n r i q u e I V la d o c u m e n ta c i ó n p r o p o r c i o
n a n u m e r o s o s t e s t im o n i o s , e n lo s q u e la m o n a r q u i a e r a c o n s
c ie n te d e la c o n v e n ie n c ia d e c o n ta r e n s u e n to r n o c o n u n a
n o b le z a d e s ta c a d a p o r e n c im a d e lo s d e m á s lin a je s , a c u y o s
m ie m b ro s n o d u d a b a e n c a lific a r c o m o G ra n d e s d e s u s re in o s .
A si s e e x p re s a , p o r e je m p lo , e n u n a c a rta d e s e g u ro d irig id a ,
e n 1 4 6 1 , al m a r q u é s d e S a n tilla n a :
— 339 —
v o s g u a r d a r é v u e s tra p e r s o n a , o n ra , c a s a e e s ta d o , e v o s o n
c o m m o q u ie n v o s s o y s e c o m m o a lo s o tr o s G r a n d e s d e •
r e g n o s q u e m e s i r u e n e s i g u e n e h a n d e s e r u i r e s e g u i r (A H i« S
N o b le z a , O s u n a , 1 .8 6 0 -1 0 ).
B a jo Is a b e l I, s e h a b ia im p u e s to e l u s o te rm in o ló g ic o de
lo q u e e r a u n a r e a l i d a d c a d a v e z m á s d e f i n i d a , d e f o r m a q u e
p o d r i a m o s m u l t i p l i c a r l o s t e s t i m o n i o s , e n t r e l o s q u e u n o d e lo s
m á s e x p l í c i t o s e s s u p r o p i o t e s t a m e n t o , e n e l q u e s e u t i l i z a la
e x p r e s iô n , e n tr e o tr a s o c a s io n e s , a l a lu d ir a la p e rc e p c iô n d e
a lc a b a la s , re c o n o c ie n d o h a b e r s id o u n a p rá c tic a to le ra d a po r
e lla m is m a ,
a l g u n o s G r a n d e s e c a b a l l e r o s e p e r s o n a s d e l l o s h a y a n lle v a -
d o la s a l c a v a la s e te r c ia s e p e c h o s e d e r e c h o s p e r te n e s c ie n te s
a la C o r o n a e p a t r im o n i o re a l d e m is R e y n o s e n s u s lu g a re s e
tie rra s ,
o a l s e n a l a r lo s a b u s o s c o m e ti d o s p o r lo s ti tu la r e s d e e s ta d o s
s e n o r ia le s e n la a d m in is tr a c ió n d e ju s ti c ia :
a l g u n o s G r a n d e s e c a b a l l e r o s e p e r s o n a s d e l o s d i c h o s m is
R e y n o s e s e n o r io s ...im p e d ia n a lo s v e c in o s e m o ra d o re s de
s u s lu g a r e s e tie r r a s q u e a p e la s e n d e llo s e d e s u s ju s tic ia s p ara
a n te N o s e n u e s tra s c h a n c ille r ia s (e d . L . S u á re z F e rn á n d e z ).
— 340 —
S id o n ia , F r i a s , A l b a , y E s c a l o n a , a s i c o m o e l d e S e s s a y T e r r a -
n0v a y , a d e m á s , e l C o n d e d e U r e n a , y lo s M a r q u e s e s d e P r ie g o
y D é n ia a p a r e c ía n — ju n t o a l m o n a r c a y a l c a rd e n a l C is n e r o s ,
a lg u n o s e m b a j a d o r e s , H e r n a n d o d e V e g a , p r e s i d e n t e d e la s
C o r te s , a s i c o m o l o s p r o c u r a d o r e s d e l a s c i u d a d e s — , c o n e l
tra ta m ie n to d e « m u y m a g n íf ic o s s e n o r e s » , y r e c ib ía n la d e n o -
fn in a c ió n d e « G r a n d e s » , q u e a p a r e c e p e r f e c ta m e n te d if e r e n
c ia d a d e l o s « c a v a l l e r o s e r i c o s o m e s » ( A H N , N o b l e z a F r i a s ,
1 7 -6 3 ). P o r o tra p a rte , e l tra to d is p e n s a d o p o r F e rn a n d o e l C a
tó lic o a la n o b l e z a t i tu la d a , y , e n g e n e r a l, a lo s m i e m b r o s d e
la s c a s a s n o b l e s m á s d e s t a c a d a s , m a n t e n í a l a f ó r m u l a d e l p a
re n te s c o s im u la d o .
F i n a l m e n t e , e n e l r e i n a d o d e C a r l o s I s e m a n t u v o l a u t i l i-
z a c ió n d e la e x p r e s i ó n « G r a n d e s » r e f e r i d a a u n s e c t o r d e la
c ú s p id e n o b ilia r ia , d if e r e n c ia d o p e r f e c ta m e n te d e lo s « c a v a
lle r o s » , y d e s t a c a e l tr a ta m ie n t o d e « p r im o » c o n c e d i d o a lo s
p rim o g ê n ito s d e lo s G r a n d e s : a s i, s e d ir i g ia a l c o n d e d e H a ro ,
p rim o g ê n ito d e l c o n d e s ta b le , c o m o « E l R e y . C o n d e , p rim o » ;
al p a r e c e r , t a m b i é n lo h iz o , r e s p e c t i v a m e n t e , c o n lo s d e lo s
d u q u e s d e l I n fa n ta d o , M e d in a S id o n ia , E s c a lo n a , y N á je ra , d e
m o d o q u e la e x t e n s io n d e la f ó r m u l a d e p a r e n t e s c o a d ic h o s
p r im o g ê n ito s , c o n s ti tu y e u n a m u e s t r a m á s d e la c o n s o lid a c ió n
d e e s ta d ig n id a d (A H N , N o b le z a , F ria s , 9 1 -8 ). N o o b s ta n te ,
a d e m á s d e p o r lo s e n a la d o , e l g o b ie r n o d e C a r lo s I s o b r e s a le
en im p o r ta n c ia , s o b r e to d o , p o rq u e tr a d ic io n a lm e n te h a q u e
d a d o a s o c ia d o a la c u e s tió n o b je to d e v a lo r a c ió n : la d e f in iti
va in s ta u r a c ió n d e la G r a n d e z a .
C o n v ie n e , e n e s te p u n to , a p r o x i m a r s e a la d o c t r in a s o b r e
la G r a n d e z a c o n t e n i d a e n a l g u n a s o b r a s . P o r u n l a d o , e s t a r í a n
la s d e a l g u n o s g e n e a l o g i s t a s , q u e r e d a c t a r o n m e m o r i a l e s p a r a
la d e f e n s a d e l a s p r e r r o g a t i v a s d e G r a n d e z a d e d i s t i n t a s C a
s a s a l t o n o b i l i a r i a s , e n lo s q u e , a d e m á s d e t r a t a r la s c i r c u n s t a n
c ia s e s p e c íf ic a s , in c lu y e r o n r e f le x io n e s g e n e r a le s s o b r e su
— 341 —
e s t a t u s , o r i g e n , p r e r r o g a t i v a s , e t c . . d e m o d o q u e , en d e f i • •
v a , o f r e c i a n d o c t r i n a s o b r e l a m a t é r i a d e l a G r a n d e z a . U no d '
l o s e j e m p l o s l o e n c o n t r a m o s e n e l d e P e l l i c e r d e Tovar redac
t a d o a i n s t a n c i a s d e l o s c o n d e s d e M i r a n d a , e n 1 6 6 8 , en e l qUo
s e s e n a l a n d e t a l l e s d e i n t e r é s , r e l a c i o n a d o s c o n el la ges
tu a lid a d e x c lu s iv a
la m a y o r p r e e m i n e n c i a q u e f u e la d e s e n t a r s e i c u b r i r s e e n pre
s e n c i a d e l o s R e y e s : q u e e s la m a s s u p r e m a , i q u e m a s v e n e r a n
la s N a c i o n e s . . . , la m e r c e d d e C o b e r t u r a . . . f u e u n a c o n t i n u a c i o n
d e la p r e r o g a t i v a i n m e m o r i a l , q u e r e s i d i a e n l o s G r a n d e s a n
te s d e la D i s t i n c i o n ( P e l l i c e r d e T o v a r . J .) .
P e r o , p o r e n c i m a d e t o d a s , s o b r e s a l e e l t r a t a d o d e A lonso
C a r r i l l o , e d i t a d o a m e d i a d o s d e l s i g l o X V I I , s o b r e el «O rigen
d e l a d i g n i d a d d e G r a n d e d e C a s t i l l a » , q u e s e s i t u a e n el cen
t r o n u c l e a r d e l a t e o r i a s o b r e l o s G r a n d e s y l a G r a n d e z a (Carri
llo , A ., e d . S o r ia M e s a . E .) .
E n la s p á g in a s in ic ia le s , c e n tr é s u in te r é s e n la s « P rim e
r a s n o t i c i a s q u e s e h a l l a n d e l a D i g n i d a d d e G r a n d e » , una
c u e s t i ó n q u e l e l l e v ô a p l a n t e a r l a s i g u i e n t e m e t á f o r a acerca
d e la d if i c u lt a d d e c o n o c im i e n to d e l o r ig e n d e la G r a n d e z a :
A u n q u e v e m o s p o r d o n d e c o r r e n l o s r i o s c a u d a l o s o s , p o r la
m a y o r p a r te ig n o r a m o s d e d o n d e n a c e n : a s i, p u e s , la D ig n i
d a d d e q u e tr a ta m o s , a u n q u e c o n o c id a p o r s u s e x c e le n c ia s , e s
c o n d e su v e rd a d e ro p rin c ip io .
D e m o s tr a d a s u e x is te n c ia e n e l s ig lo X V , c u a n d o , lite ra l
m e n te . y a e r a « m u y c o n o c id a la G r a n d e z a e n C a s tilla » , e l a u
to r in s is ti a e n q u e la m u e r te d e I s a b e l I, y la lle g a d a d el
a r c h id u q u e F e lip e s u p u s o u n c a m b io : n u m e ro s o s m ie m b ro s de
la a l t a a b r a z o n la c a u s a f e l i p i s t a , y s u b y u g a d o s p o r e l c é r é m o
n ia l b o r g o n ô n , y a in s ta n c ia s d e l D u q u e d e N á je r a , a b a n d o n a -
ro n a lg u n o s p e rfile s d e s u ritu a lid a d e s p e c ífic a , c o m o el d e re c h o
c u b r ir s e a n te la r e a le z a , m ie n tr a s lo s p a r tid a r io s d e F e rn a n d o
e l C a tó lic o s m a n te n ie n d o lo s d e ta lle s r itu a le s , « s e c u b r ia n e n
su p re s e n c ia » .
— 342 —
Tras la desaparicíón de Felipe I, «cubriéronse otra vez»
continuando la costumbre antigua, al m enos por el momento,
y la situación daria un giro con Carlos I, persuadido de que,
aunque la Grandeza, no tenía en él su origen, si debía recibir
de su voluntad «algunas circunstancias de su exaltacion», al
Impulsar la, literalmente, «perfeccion ultima» de dicha digni
d a d . Coronado en Aquisgrán, habiendo logrado im ponerse
frente a la altiva nobleza hispana — según se ha comentado an
tes— , decidió «mandar cubrir à algunos esp an oles...q u e por
sus Estados, antigüedad y riquezas fueron llamados Grandes
de la universal estim acion», medida ésta intepretada por Ca
rrillo com o una «restitucion» — tras la privación m omentâ
nea — y com o una «distincion» , porque tal restitucion no
correspondió a todos, sino sólo a algunos.
Llegados a este punto, se trata de averiguar los motivos
profundos de la décision y las razones por las que fueron pri
vilegiados algunos sobre otros. Y a ambos aspectos daba res-
puesta Carrillo, cuando, a continuación de todo lo anterior,
expresaba de forma clara y rotunda, lo siguiente:
— 343 —
La Grandeza nobiliaria: del proceso bajomedieval
al pacto en los inicios del siglo xvi
— 345 —
L in aje Título
G u zm án D . d e M ed in a S id o n ia (L ad ero, M .A . 199^
1998; G alán I)
La C u eva D . d e A lb u rq u erq u e (F ran co S ilv a . A ., 2002-
C arceller, P.)
A varez d e T o led o D . d e A lb a (C alderón O rtega, J.M .)
P a ch eco D. d e E scalon a (Pretel, A . y R od rígu ez Llopis
M .)
M en d oza D. del Infantado (Sánchez Prieto, A .B .; C a r r a s c o
M artínez, A.)
La C erda D. d e M ed in a celi (Pardo R od rígu ez, M .a L )
M an riq u e D. d e N ájera (M on tera Tejada, R.)
Stúniga D. de Béjar (V illalobos, M.'! L.; Lora Serrano, G )
V elasco D. de Frias (G o n zá lez C respo, E.)
P o n c e d e L eón D. d e A rco s (G arcia H ernán, D.; D ev is, F.; Ca-
rriazo, J.L.)
C árd en as D. d e M aq u ed a (B .N . M s. 18.682; M s. 18.758)
P im en te! C ./D . d e B e n a v e n te (B e c e ir o Pita, I., 1998)
O so rio M. d e A storga (M arin F uertes, J.A .)
M anrique M. d e A guilar d e C am p oo (M ontera Tejada, R.)
S an d oval M. d e D en ia (Franco S ilv a , A ., 1984)
M en d o za M . d el C en ete (Pérez B oyero, E.; Soria Mesa,
E.. 1997)
F d ez. d e Córdoba M . d e P riego (Q uintanilla R aso. M .s C ., 1979)
Fajardo M. d e lo s V élez (F ran co S ilva, A ., 1982)
F dez. d e C órdoba M . d e C om ares (Q uintanilla R aso, M .- C., 1996 >)
M en d o za M. d e M on d éjar (Franco S ilva, A ., 1982)
F d ez. d e C órdoba C. d e Cabra (Q u in tan illa R aso. M .â C ., 1996)
O so rio /C a stro C. d e L em o s (Pardo d e G uevara. E.)
S tú n iga C. d e M iranda (P ellicer d e Tovar, J.; Duque de
B erw ick )
G irón C. d e Urena (A tienza, I.. 1987; A guado. J., Viria
Brito, A.)
E nriquez C. d e M e lg a r (M a rtín ez S o p en a , P.; Yun Ca-
salilla, B.)
— 346 —
sentados por importantes títulos nobiliarios se encontraban
dispersos por los distintos reinos, desde Galicia, hasta el Reino
de León, y el de Castilla en sus distintos âmbitos (norte, y cen-
tro-oriental), el R eino de Toledo, el de Murcia y los Reinos
andaluces de Córdoba y Sevilla, así com o el tardiamente in
corporado de Granada (Quintanilla Raso, M .â C., 2006). En
cuanto a lo que se refiere al momento de arranque de los dis
tintos títulos, abarcan desde finales del siglo X IV -1398, Con
dado de Benavente, hasta el reinado de Carlos I y D.â Juana,
en los primeros decenios del XVI.
La posición econôm ica de estas grandes Casas presentaba,
igualmente, una situación de diversidad, aunque dentro de una
consolidación patrimonial y un elevado nivel de ingresos en to
dos los casos. A sí, los cálculos ofrecidos por Lucio Marineo
Siculo (Marineo Siculo, L.) los situan en unos niveles de ren-
tabilidad anual de entre 60.000 ducados com o máximo, en el
que se encontraban el Duque de Frias y el Conde de Cabra, o
los 55.000 con que contaba el Duque de Medina Sidonia, y los
demás de ahí hacia abajo, con 55.000, 50.000. 40.000, 30.000,
25.000. 15.000 y, finalmente, 12.000 ducados, atribuídos a los
Marqueses de Aguilar de Campoo y de Comares, y al Conde de
Lemos.
Todos ellos compartían una serie de aspectos formalistas
y determinados contenidos de honor, que constituían, tanto en
el caso de los Senores de Título com o, de forma más intensa,
en el de los Grandes del Reino, todo un eficaz aparato de pro
paganda. En el segundo caso, el tratado de A lonso Carrillo
(Carrillo, A.) plantea las «Preem inencias de que gozan los
Grandes», senalando los pormenores del derecho de cobertu
ra en presencia del monarca, e incluyendo los derechos, que,
por extension, se transmitían a sus esposas — «sus m ugeres se
adornan de los resplandores de sus maridos»— ; se incluyen
también las consideraciones del autor sobre las posiciones y
lugares destacados que ocupaban en las ceremonias, próximos
a la realeza, así com o era objeto de valoración su determinante
presencia en la Corte, — «los Grandes son el principal lustre
— 347 —
y adorno de la corte de Espana». La obra hace referencias
plicitas a la fômula de parentesco regio — «primo» COn que
la monarquia los distinguia. asi com o al tratamiento de «se
noria» y «excelencia» que les correspondia, y en este mismo
apartado se alude a los derechos penales de los Grandes con
referencia detallada al caso de la rebelión del marqués de
Priego, castigada, con «razon» y «zelo» por Fernando el Ca
tôlico. El autor se hacia eco, además, del derecho de esta élite
de poder al ejercicio de los mejores cargos en la administra
ción y gobierno, con alusiones también a su presencia en la
crisis de las Comunidades; y. finalmente, Carrillo planteaba la
estrecha relacion entre el poder regio y el poder de los Gran
des. manifiesta en las siguientes expresiones: «en e s ta -e x c e -
lencia de su Rey principalm ente se fundan los Grandes de
Castilla», mientras, al m ismo tiempo, habia que tratar de «re
dundar la autoridad y lustre de los primeros vasallos en ma
yor gloria y exaltaciôn de su Principe».
— 348 —
En suma, la gestualidad excluyente, la ubicación en luga
res destacados, el lenguaje de honor utilizado, y todos esos ele
mentos que dibujaban la esp ecífica imagen de la Grandeza
nobiliaria, apuntan, especialmente, a los contenidos que cons-
tituían el eje vertebral de la condición: la cercania sim bólica y
representativa respecto de la realeza, y, en su condición de los
más próximos y directos «servidores de la monarquia» (Con
tamine, Ph.), su situación com o élite natural, a la cabeza de la
sociedad política, en el centro de gravedad del poder.
— 349 —
350 —
_
F u e n t e s u t il iz a d a s y c it a d a s
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Ín d ic e
E l E stado s e n o r i a l n o b i l i a r i o c o m o e s p a c io d e p o d e r
en la C a s t il l a b a jo m e d ie v a l ................................................ 99
S o c ia b il id a d n o b il ia r ia y s o l id a r id a d je r á r q u ic a e n
la C a s t il l a d e l s ig l o xv ........................................................ 191
P r o p ie d a d v in c u l a d a y e n a j e n a c io n e s . M éto do s y ló
g ic a s N O B IL IA R IA S EN L A C A S T IL L A T A R D O M E D IE V A L . 249
F u e n t e s u t il iz a d a s y c it a d a s ......................................................... 351
B i b l i o g r a f í a u t i l i z a d a y c i t a d a ....................................... 353
— 359 —
Este libro con tien e una se rie d e trabajos cen trad os en los g ra n d es c a m p o s
tem áticos nobiliarios en la Castilla bajom edieval. En él s e atien de al co n cep to
d e la n o b leza y s u s form as d e representación, a la c a b e z a d e la so c ie d a d
política, y s e aborda en profundidad eL desarrollo d e los e s ta d o s serioriales
co m o e s p a c io d e poder. También so n objeto d e tratam iento el patrimonio
vin cu lad o y s u s d istorsion es a fines d el m ed ievo, asi co m o las form as d e
sociabilidad internobiliarias, d e sd e una p erspectiva antropológica. Y, por último,
s e incluyen una detallada valoración d e la p osición d e los se n o r es d e título en
el reinado d e Isabel I, y un estudio sob re el p ro ceso d e engrandecim iento d e
la cim a nobiliaria a finales del siglo XV. Los tem as, com plem entarios, incluyen
lineas d e investigación n o v ed o sa s, s e presentan d e s d e una óptica d e revisiôn
y actualización, y, con su am plia perspectiva, tienen com o objetivo contribuir
al mejor conocim iento del sector altonobiliario en el trânsito del m edievo a la
modernidad.
î b d Biblioteca d e Bolsillo
DIVULGATIVA C O L L E C T A N E A LIMITANEA D IR E C T O R : RAFAEL G. PEINADO SANTAELLA
U n iv e r s id a d d e G r a n a d a