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LA NOBLEZA

SENORIAL
EN LA CORONA
DE CASTILLA
LA NOBLEZA SENORÍAL
EN LA CORONA DE CASTILLA
M .â C o n c e p c ió n Q u in t a n il l a R a so

LA NOBLEZA SENORIAL
EN LA CORONA DE CASTILLA

G ran ad a
2 0 0 8
" C u a lq u ie r fo r m a d e re p ro d u cció n , d istr ib u c ió n , c o m u n ic a c ió n p ú b lic a o
tra n sfo rm a ció n d e esta o b ra só lo p u e d e s e r rea liza d a con la a u to riza ció n de sus
titulares, sa lv o ex c e p c ió n p re v ista p o r la ley.
D iríjase a C E D R O ( C entro Espariol de D erechos R epográficos - www.cedro.org),
si n ecesita fo to c o p ia r o esca rtear a lg ú n fr a g m e n to de esta o b ra " .

© M .1 C O N C EPC IÓ N Q U IN TA N ILLA RASO.


© U N IV E R S ID A D D E G R A N A D A .
L A N O B LE ZA S E N O R IA L E N LA CORONA
D E CA STILLA .
ISBN: 9 7 8 -8 4 -3 3 8 -4 8 5 4 -3 . D ep ó sito legal: G R ./ l.362-2008.
E d ita: E d ito ria l U n iv ersid ad de G ranada.
C am p us U n iv ersitário de C artuja. G ranada.
D isen o de cu b ierta: R osa M aria R o d ríg u ez M érida.
F o to co m p o sició n : G arcia S an ch ís, M . J., S. L. G ranada.
Im prim e: Im p ren ta C o m ercial. M otril. G ranada.

P r in te d in S p a in Im p reso en E spaha
PROCEDENCIA DE LOS TRABAJOS

1 . « L a so c ie d a d p o lític a . L a N o b le z a » . e n O r ig e n e s d e la M o ­
n a rq u ia H isp â n ic a . P r o p a g a n d a y le g itim a c ió n (ca. 1 4 0 0 -
1 5 2 0 ), d ir. J .M . N ie to S o ria , D y k in s o n , M a d r id , 1 9 9 9 ,
p á g s . 6 3 -1 0 3 .
2. « E l e s ta d o se n o ria ) n o b ilia rio c o m o e s p a c io d e p o d e r e n Ia
C a stilla b a jo m e d ie v a l» , e n L o s e s p a c io s d e p o d e r en la E s-
p a n a M e d ie v a l, XII S e m a n a d e E s tú d io s M e d ie v a le s d e
N á je ra , 2 0 0 1 , L o g ro n o , 2 0 0 2 , p á g s . 2 4 5 -3 1 4 .
3. « S o ciab ilid ad n o b iliaria y so lid a rid a d je rá rq u ic a e n Ia C astilla
d ei sig lo X V » . C u a d e rn o s d e H is to r ia d e E s p a n a , L X X V I,
B u e n o s A ires, 2 0 0 0 , p á g s . 1 5 5 -1 8 4 .
4. « P ro p ie d a d v in c u la d a y e n a je n a c io n e s . M é to d o s y ló g ic a s
n o b ilia ria s en la C a s tilla ta rd o m e d ie v a l» . H is to r ia I n s titu -
c io n e s D o c u m e n to s , 3 1 , S e v illa . 2 0 0 4 , p á g s . 4 9 3 -5 1 0 .
5. « L a a lta n o b le z a . C o n s o lid a c ió n y e n g r a n d e c im ie n to d e lo s
se n o re s d e títu lo en e l r e in a d o is a b e lin o » . T ra b a jo d e e n ­
c a r g o p r e s e n ta d o en e l C o n g r e s o I n te r n a c io n a l d e 2 0 0 4 ,
S E C C , y e n tre g a d o p a ra su e d ic ió n e n 2 0 0 5 , q u e . p o r e r ro r
d e lo s e d ito re s , n o ha s id o in c lu íd o e n la p u b lic a c ió n , I s a ­
b e l la C a tó lic a y su é p o c a . V a lla d o lid , 2 0 0 7 , 2 vols.
6 . « E l p ro c e so d e e n g r a n d e c im ie n to n o b ilia rio e n Ia C a s tilla
m e d ie v a l: d e lo s T ra s tá m a ra al I m p é rio » , e n E l S e n o r ío -
D u c a d o d e H ija r. S ie te s ig lo s d e H is to r ia N o b ilia r ia E sp a -
n o la , T eru el, 2 0 0 7 , p á g s . 1 5 -4 1 .
PREÂM BULO

Un s u je t o d e e s t ú d io : l a n o b l e z a s e n o r ia l c o m o e l it e

de po d er en la C a s t il l a b a jo m e d ie v a l

El lector tiene en sus manos una serie de trabajos sobre


algunos temas principales acerca de la nobleza bajomedieval
en la Corona de Castilla, que he ido realizando en la última
década. Para la mejor com prensión de las razones que han
motivado esta edición recopilatoria, y dei m odo en que se ha
concebido y preparado su contenido, conviene realizar algu-
nas consideraciones previas.
Empezaré por indicar que este âmbito temático ha forma­
do parte preferente de mis líneas de investigación desde mucho
antes, con resultados desde 1974, en que apareció un artículo
sobre los orígenes de la casa de Benavides, seguido de otro pos­
terior sobre su evolución bajomedieval, cuando se convirtieron
en titulares dei condado giennnense de Santisteban dei Puerto '.
Mi interés por Ia nobleza senorial asentada en tierras andaluzas
se ha plasmado, desde entonces. en numerosas publicaciones en

1. «Aportación al estúdio de la nobleza en Ia Edad Media. La Casa se­


norial de Benavides ». Historia Instituciones Documentos, 1 , (1974), págs. 167-
220. Y «La Casa senorial de Benavides en Andalucía», H istoria Instituciones
Documentos. 3 (1976), págs. 441-484.

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las que he ido abordando, de forma amplia, aspectos relaciona­
dos con la evolución de los linajes, y, sobre todo, con la com-
pleja realidad de los d om inios senoriales situados bajo su
control; en este sentido, la edición, a finales de los setenta, de
la tesis doctoral sobre los Fernândez de Córdoba, con un trata-
miento especialmente centrado en la linea principal, la Casa de
Aguilar, que obtuvieron, en 1501, el marquesado de Priego,
constituye un claro referente de mis investigaciones sobre la alta
nobleza en la Andalucia bajomedieval, que he continuado has­
ta el momento actual 2.
A los aspectos sustanciales de la nobleza andaluza, en es­
pecial, de la nobleza senorial cordobesa, he dedicado mucha
atención a lo largo de más de très décadas, en las que he publi­
cado trabajos sobre los más diversos temas, entre los que se
encuentran los siguientes: la organización de las estructuras
parentales, y las formulas de sociabilidad y relación clientelar; la
dimension urbana de las grandes casas nobles, protagonistas de
los bandos con los que dominaban la política en las grandes ciu-
dades andaluzas, com o sucediô de forma rotunda en Córdoba; la
orientaciôn fronteriza de los senores en sus grandes estados, con
atención especial al sistema de tenencia de las fortalezas de la
banda morisca; la panorâmica de las haciendas senoriales, y,
dentro del marco senorial, el tema de la ritualidad y la ceremo-
nia de las tomas de posesión, com o manifestaciones de la repre-
sentación del poder de los grandes senores, asi com o el estudio
de diversos conjuntos normativos de aplicación para los vasallos
en los grandes dominios nobiliarios; y, en fin, entre otras cues-
tiones, la dimension cultural de la alta nobleza, forjardora de

2. N obleza y senorios en el reino de Córdoba. La Casa de A g u ila r (si-


g lo s X I V y XV), Córdoba, 1979. P or lo que se refiere a la actualidad, mencio-
naré la reciente ponencia presentada en el VII Coloquio de Historia M edieval
de Andalucia, Granada. 24-27 de octubre de 2007 sobre «El papel de la no­
bleza en la A ndalucia del siglo XV. Identidad, proyecciôn y representación
del poder nobiliario».

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e s p l ê n d i d a s bibliotecas, com o la del primer marqués de Priego,
al término de la Edad M edia3.
Con todo, desde muy pronto observé la conveniencia de
ampliar el horizonte de estudio en un doble sentido, territorial,
y temático, y tuve la oportunidad de iniciar lineas de investi-
gaciôn sobre temas nobiliarios generales, que luego han sido
muy seguidas. Por lo que se refiere al marco geográfico, he
estudiado desde hace arïos la posición del grupo noble en otros
âmbitos. A si se puede observar en mis primeros trabajos so­
bre los titulares del senorio de Benavides en su etapa inicial,
cuando, desde su asentamiento en esa villa leonesa, controla-
ban un amplio dominio en esas tierras nortenas. Más tarde, en
diversas publicaciones he abordado el tem a en el obispado
conquense, atendiendo a la implantación de diversos linajes in-
sertos en la posición superior de senores de título — el caso de
los condes de Priego de Cuenca resulta un claro ejemplo— , al
tiempo que me he adentrado en el impacto de la senorialización
protagonizada por distintas casas altonobiliarias en determina­
dos territorios, superando el estricto marco de análisis de un li-
naje y sus estados senoriales, como he tenido ocasión de hacer,
centrada en Ia Castilla centro-oriental, tanto personalmente, como
a través de la dirección de tesis doctorales 4.
Por otra parte, mis intereses se han dirigido hacia proble­
máticas más amplias, con perspectivas generales. En este sen­
tido, desde hace tiempo, me ocupo en el estudio de Ias distintas
vertientes de proyección del grupo altonobiliario, en general,
superando los particularismos de linaje y las concreciones de
territorio. Senalaré, en este punto, aparte de los trabajos con-

3. La mayoría de estas publicaciones. com o Ias de otros autores, están ci­


tadas en el apêndice de mi trabajo sobre: «La sociedad politica. La Nobleza».
/ Encuentm de H istoria M edieval de Andalucia, Sevilla. 1999. págs. 107-124.
4. Entre otros trabajos propios publicados sobre eslos aspectos. «M ar­
cos y formas de proyección de la nobleza conquense en su entorno urbano y
territorial». Congreso Internacional de Historia. E l Tratado de Tordesillasy
su época. 1995. I. págs. 131-145.
tenidos en el presente libro, los realizados sobre Ia estructura
y funcionamiento de las haciendas senoriales en los distintos
territorios de la Corona de Castilla; o en relación con el com-
plejo proceso de renovación protagonizado por Ia nobleza
trastámara; también los centrados en la posición sociopolítica
de Ia nobleza en la Castilla bajomedieval; y, finalmente, entre
otros, los que se refieren a uno de los ângulos de la relación
entre nobleza y monarquia, com o era la tenencia de fortalezas 5.
En muchos de estos casos, com o en el de la biblioteca nobiliaria
de los marqueses de Priego, o en los relacionados con la proble­
mática de los senoríos fronteros, se trata de líneas de investiga-
ción innovadoras, que luego han dado interesantes resultados. Por
otra parte, inserta de lleno en esta línea de investigación, he ile-
vado a cabo algo que parece de interés: la publicación de suce-
sivos estúdios de carácter historiográfico sobre la nobleza en la
Corona de Castilla, en los que he ofrecido mis consideraciones
acerca de las orientaciones seguidas en la investigación sobre te­
mas nobiliarios, y el modo en que las cuestiones han sido trata­
das, incluyendo la necesaria valoración sobre los aspectos menos
atendidos en la historiografia 6.

5. S obre lo prim ero: «La renovación nobiliaria en Ia C astilla bajom e­


dieval. Entre el debate y la propuesta», en La Nobleza pen in su la r en la E dad
Media. VI Congreso de Estudios Medievales de la Fundación Sánchez-Albor-
noz. León, 1999, págs. 257-295. A cerca de su papel en el marco político ge­
neral: «La nobleza en la historia política castellana en Ia segunda m itad del
siglo XV. Bases de poder y pautas de comportamiento». Congresso Internacio­
nal Bartolom eu D ias e a sua epoca. Porto. 1989, I, págs. 181-200. Finalm en­
te, en relación con Ia tenencia: «La tenencia de fortalezas en Castilla durante
Ia Baja Edad Media». En la Espana M edieval V. Estudios en m emória del pro-
fesor D. Claudio Sánchez-Albom oz, Madrid. 1986. II, págs. 861-895.
6 . Desde 1984, he publicado cuatro trabajos de este tipo: «Nobleza y se­
noríos en Castilla durante la Baja Edad Media. Aportaciones de la historiografia
reciente». Anuário de Estudios M edievales. 14 (1984), págs. 613-639; «Histo­
riografia de una élite de poder: Ia nobleza castellana bajomedieval», Hispania
L-2, 175 (1990), págs. 719-736: «El protagonism o nobiliario en Ia Castilla
bajomedieval. Una révision historiográfica», Medievalismo. 7 (1997). págs. 187-
233; y el ya citado en nota 3 sobre al âm bito andaluz.

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S e is t e m a s p r in c ip a l e s p a r a e l c o n o c i m i e n t o d e l a n o b l e ­

za CASTELLANA BAJOMEDIEVAL

Al d eseo de contribuir al con ocim ien to profundo de Ia


posición de Ia alta nobleza en el seno de Ia sociedad política
castellana durante la Baja Edad Media, responden los traba­
jos presentados para esta edición recopilatoria, uno de ellos in­
édito, y otros cinco insertos en distintas muestras editoriales,
revistas especializadas. Actas de Congresos internacionales, y
obras colectivas resultado de proyectos de investigación. En
general, se trata de publicaciones extensas, realizadas con uso
de numerosas fuentes inéditas, preferentemente diplomáticas,
localizadas en distintos centros de investigación, pero también
sobre la información proporcionada por otro tipo de fuentes,
com o las cronísticas, narrativas en general, etc. El objetivo
planteado ha determinado la selección de los capítulos, en los
que se ha preferido la densidad, la generalidad y la inclusion
de temas principales, tratados de forma extensa, frente al cri­
tério de un número más abundante de trabajos sobre aspectos
más concretos.
El primer capítulo del libro contiene un am plio estúdio
centrado, en primer término, en el concepto y Ia teoria acer­
ca del hecho nobiliario, seguida de una valoración sobre su
posición com o grupo privilegiado en la sociedad de la Castilla
bajomedieval. Constituyen aspectos esenciales de su contenido
los referentes a los argumentos legitimadores con los que sus-
tentaban su liderazgo, y los com plejos recursos y mecanismos
de expresión y representación. que contribuían de forma de­
terminante al fundamento último de su poder.
Sigue a éste un trabajo extenso sobre Ia compleja realidad
del estado senorial nobiliario. El tema se articula en torno a un
punto de partida, Ia redefinición del senorío a partir de los
Trastámara, que evolucionó hacia la facultad de gobierno y ju-
risdicción, en un proceso en el que, además, se iba pasando de
la tradicional yuxtaposición de villas de senorío. hasta su inte-
gración en los grandes estados senoriales. Posteriormente, se

— 13 —
realiza un detallado recorrido en el que se estudia en profundi-
dad la esencia del poder senorial, com o poder asumido, y, a la
vez, exhibido, a través de las im ágenes y los mensajes propios
de Ia ritualidad de las tomas de posesión. Finalmente, un pun-
to de conclusion permite demostrar la trascendencia del poder
político nobiliario en sus estados, plasmado en su faceta guber-
nativa, y, algo fundamental, en el ejercicio de la jurisdicción
com o centro de gravedad de la autoridad nobiliaria.
En el tercer capítulo se atiende, desde un enfoque so cio ­
lógico, a uno de los cam pos de estúdio más interesante: las
com plejas formas de relación internobiliaria entre los miem-
bros de la alta nobleza. Se centra, por una parte, en el desa-
rrollo de la intensa capacidad para articular en torno suyo todo
un denso entramado de vínculos verticales, que cuajaron en la
práctica del clientelism o, vector de fuerza im pulsado por la
cúpula nobiliaria y convertido en esplêndida fórmula de pro-
moción para los sectores m edios y bajos del grupo noble; y,
por otro lado, en el interés que lo s integrantes del grupo
altonobiliario manifestaron en los siglos bajom edievales por
multiplicar los lazos de relación interna, de sentido horizon­
tal, que constituían verdaderas senas de identidad so cio -
políticas, penetradas de un intenso sentido jerárquico.
Y si estos aspectos de la relación internobiliaria resultan
fundamentales, tanto o más importancia alcanzan los que se
refieren al propio marco de organización parental de la alta
nobleza, y las fórmulas de transmisión patrimonial, al que se
dedica el siguiente apartado del libro. En él se recoge el con-
tenido de un trabajo centrado en la realidad del mayorazgo, de
planteamiento y contenido novedoso, sobre un aspecto apenas
entrevisto en la historiografia medieval ista. Su objeto lo cons-
tituye el estúdio de las numerosas y diversas situaciones de
distorsion de la vinculación patrimonial propia del régimen de
mayorazgo; de él se desprende la averiguación de una tenden-
cia que llevó a muchas grandes casas, cuyo poder se funda-
mentaba sobre sólidos patrimonios amayorazgados, a solicitar
licencia regia para la enajenación de algunos bienes del ma-

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y o razg o principal. En el estúdio se plantean las diversas estra-
tegias puestas en juego y se analizan los objetivos profundos,
desde el deseo de lograr mayor liquidez, hasta el afán para
incrementar la «dignitas» de la casa en cuestión, sin olvidar
una reflexión acerca de la actitud de aquiescencia que, en g e­
neral. mantuvo la monarquia.
El siguiente trabajo presentado para el capítulo quinto ve
ahora la luz, y trata sobre las relaciones nobleza-monarquía en
el reinado de Isabel I, un período lleno de interés, porque, en­
tre otras razones, suponía para la nobleza trastámara el punto
de llegada de una etapa importante de su evolución, en la que,
tras haber ampliado y fortalecido sus bases de poder político
y econôm ico y su liderazgo social, se desenvolvieron buscan­
do su identidad en el nuevo escenario monárquico. Un esce-
nario en el que el triunfo de su posición com o senores de
título. Ia consagración del acercamiento a la Corona por la via
del tratamiento de parentesco ficitio, y otros tantos detalles, de-
muestran que, com o subrayaba la propia reina en su testamen­
to, lo que se produjo fue Ia regulación, más que la supresión,
de las capacidades nobiliarias, al tiempo que se extendían sus
posibilidades de acción en horizontes cada vez más amplios.
Un tema de indudable interés, no abordado hasta ahora des­
de el âmbito del medievalismo científico, es el desarrollado en el
último capítulo: el engrandecimiento nobiliario entre el medie-
vo y la modernidad. En las páginas de esta ponencia se hace un
planteamiento de la cuestión en su doble sentido: com o un pro-
ceso de ineludible jerarquización interna por parte de los integran­
tes de la cúpula nobiliaria, convertidos desde el siglo X V en
nobleza titulada, y, algunos, dentro de ella, en grandes del reino;
y, posteriormente, como una décision monárquica de gran cala­
do, que condujo al poder regio a situarse en el centro de grave-
dad para sujetar en torno suyo a aquellas casas nobles a las que
decidió honrar con todo un despliegue de signos de excelencia y
dignidad que constituyen la esencia de la Grandeza.
De lo dicho se desprende que son grandes campos temáti­
cos nobiliarios, dotados de coherencia y sentido complementa-
rio, presentados desde una óptica de révision y actualización, y
tratados con una perspectiva amplia, lo que he tratado de ofre-
cer en esta edición. Una iniciativa para la que he contado, des­
de el primer momento, con la generosidad y el firme apoyo de
mi buen amigo, el profesor D. Rafael G. Peinado Santaella, des­
de su responsabilidad al frente de Ia Editorial Universidad de
Granada, donde lleva a cabo una ingente y eficaz labor, en la
que me siento honrada y agradecida de estar, desde este momen­
to, incluida. Por ello, deseo expresar mi testimonio de agrade-
cim iento a todos quienes han participado en la edición, y de
modo muy especial a él, com o director.
la SO C IED A D P O L ÍT IC A . LA N O B L E Z A 1

Una cuestión aparece siempre presente, en primer térmi­


no en cualquier estúdio acerca de la nobleza: la concepción
y definición de este grupo dominante, que sólo alcanza verda-
dera entidad si se aborda a partir de su inserción en un orden
social determinado, y en relación con la estructura política
existente. En su dimension intrínseca, el concepto de noble­
za está definido por unos elem entos caracterizadores, com o
son Ia condición de privilegio, el poder, y un conjunto de cua-
lidades morales, sociales, políticas, englobadas bajo la deno-
minación de virtus. Como clase dirigente, y en su condición
de grupo privilegiado, la posición nobiliaria se define sobre
todo en función de su núcleo de relaciones: por un lado, con
la instancia de poder superior, la monarquia, ante la cual los
nobles adoptaron diversas actitudes, que iban desde la autoa-
firmación hasta una aproximación rayana en la m ím esis; por
otro, con los integrantes del tejido social, ante los que desa-
rrollaron sus capacidades de liderazgo y exhibición de pode­
res. Indudablemente, se trataba de obtener una posición de

1. Realizado dentro del Proyecto de Investigación de la Universidad


Compiutense núm. 5686/94: «Propaganda y legitim ación en los orígenes de
Ia Monarquia H ispânica». Han colaborado M .‘ J. Garcia Vera. C. C astrillo y
Elena Cortés en condición de becarias, cuyas tesis doctorales se han realiza­
do bajo mi dirección.

— 17 —
privilegio, que sólo podia ser otorgada y sostenida por una
instancia de poder superior, Ia Corona, pero también de lograr
un grado lo más elevado posible de aceptación social. La tras-
cendencia de estos objetivos determino la adopción de actitu-
des, convertidas en signos indisolubles de la esencia nobiliaria
com o el servicio, la fidelidad, la sociabilidad, el paternalismo
en sentido estricto y figurado, etc.
Por la situación de preeminencia alcanzada, los miembros
de la clase nobiliaria se veían im pelidos a adoptar una estrate-
gia que legitimara los más diversos contenidos de su esencia el
poder, el honor, la tendencia incesante al engrandecimiento, Ia
sangre, la espada, la función cortesana, así com o a poner en jue-
go toda una serie de recursos de publicitación y propaganda de
su posición.
El proceso de legitimación désarroi lado por la nobleza se
relaciona con la propia condición noble, y con la obtención del
status, y era tarea en la que había que aportar recursos propios,
pero también ajenos; dicho proceso puede seguirse a través de
los actos, que podían legitimarlos, y, asimismo. de los textos,
difusores de una ideologia, que oscilaba entre justificativa y
apologética; además, la propia monarquia colaboro estrecha-
mente en el proceso de legitimación del acceso y promoción
nobiliarias, situándolos bajo su control. El objetivo legitimador,
por otra parte, indisolublemente unido a la esencia noble, se
asociaba a la configuración de un concepto, y no escapó a las
tendencias manipuladoras, ni al uso de coberturas justificativas.
Por otra parte, la irrefrenable actitud de ascenso y engran­
decimiento propias del sector noble, debía quedar firmemente
sustentada por unos mecanismos de publicitación, relacionados
con el âmbito de la expresión y la ostentación, eje vertebral de
todo poder. Establecidos los argumentos justificativos de la le-
gitimidad nobiliaria, había que difundirlos y poner de manifiesto
la imagen del poder noble, con sus multiples perfiles, median­
te una serie de representaciones, correspondientes al terreno de
la cultura oral y visual. En un sentido amplio, la propaganda se
enmarca en el campo de comunicación de ideas; pero también

— 18 —
en el de los hechos, relacionado con la ubicua presencia y la
propia acción nobiliarias.
L a s perspectivas de an álisis, pueden situarse entre el
m i c r o n i v e l del indivíduo, o — en el extrem o opuesto— , el
m a c r o n i v e l d e l sistema social. En un nivel intermedio, el de
la s o c ie d a d política, y, en concreto, las élites de poder. la cues­
tión se plantea atendiendo a numerosos ejem plos mejor docu­
m e n ta d o s , o más significativos, pero desde la superación de las
s i t u a c i o n e s individuales; las voluntades e intereses particula­
r e s d e b e n ser entendidas a partir de una premisa básica: el in-
d i v i d u o no estaba aislado, sino inm erso en una com pleja
m a r a n a de redes sociales, y esta realidad se observa de modo
muy e s p e c i a l en el caso de la nobleza: por otra parte, a pesar
d e la atención a las decisiones concretas y personales, es evi­
dente que en su base se encuentran las inévitables circunstan­
c i a s d e ambiente y época, que permiten trascender el âmbito
d e lo p a r t i c u l a r , realizando un ejercicio de abstracción.
Tal como se ha concebido el tema, para abordar las numero­
sas cuestiones que se desprenden del objetivo general, se impo-
ne el uso de una mültiplicidad de fuentes diversas, relacionadas
con los propios hechos nobiliarios, con la ideologia que los sos-
tenia. y con las representaciones o imágenes que los corrobora-
ban y exhibian. En función de la densidad del mismo y de los
numerosos prismas de análisis, se observa la conveniencia de
atender a las fuentes narrativas, historiográficas. la tratadistica.
etc., pero el papel de fuentes primarias corresponde a las fuen­
tes diplomáticas, cuyo papel sustantivo queda siempre destaca­
do: su propia tipologia, el contenido temático en si, y el análisis
semântico de sus formulas, permiten aproximarse sobre bases fir­
mes tanto en lo que se refiere a las tácticas legitimadoras. como
a los aspectos de publicitación y propaganda2.

2. En cierto sentido, uno de los |>osibles valores que pueden de.sprenderse


de este trabajo consiste en el análisis de un aparato documental extenso, aun-
que selectivo, que incluye numerosos fondos inéditos, procedentes de archivos
La l e g i t i m a c i ó n d e l a n o b l e z a e n l a s o c ie d a d p o l ít i c a

El hecho nobiliario en los origenes de la Monarquia His­


pânica se caracteriza por un proceso de renovación, propio de
la nobleza, com o grupo social dinâm ico y cambiante, cuya
historia se desenvolvia en un contexto de continuadas modi-
ficaciones, reestructuraciones, y m utaciones, a lo largo de una
evolución, que. en lineas generales, se corresponde con las
grandes etapas definidas en el período m edieval3. La sociedad
del tardo medievo debía dar respuesta a los retos que imponia
el intenso grado de câmbios políticos, sociales, econôm icos y
culturales, y, en este panorama, el singular papel de la noble­
za, com o clase dominante orientada hacia la dirección de las
estructuras en su más amplio sentido, adoptó una doble orien-
tación: por un lado, la adaptación a las nuevas configuraciones,
y, por otro, el ejercicio de una influencia determinante sobre
ellas. A sí fue como, sobreponiéndose a la compleja situación del

diversos, de no siem pre fácil acceso, adem ás de utilizar docum entación edita­
da. U na pequena muestra. de todo el am plio material seleccionado y analiza-
do. se ofrece en el Apêndice documental, en el que se han seleccionado diversos
textos, directam ente relacionados con los objetivos del libro, y, en especial, con
el contenido de este capítulo.
3. Una corriente historiográfica tradicional, peculiarm ente alemana. c
ciertas conexiones francesas, postulaba la de una antigua nobleza permanente,
de las estirpes germ ânicas, en las que se observaba la existencia continuidad
entre los p ríncipes de la antigua Germ ania. los adalingi de las leyes sajonas
o bávaras, y la reichsadel o nobleza im perial de la Plena Edad Media. Me­
nos frágil resulta Ia interpretación que plantea el origen de la nobleza medie­
val. com o una clase que arrancaba del período tardocarolingio, ligada a Ia
organizacíón m ilitar en la forma feudal, así com o al correspondiente desper­
tar de un sentim iento de Ia propia condición hegem ônica en Ia sociedad. La
conocida tesis de Marc Bloch. por su parte, ponía de relieve que el perfil es-
tricto de la nobleza medieval se consiguió cuando. a la posición dominante,
se asoció un estatuto jurídico privilegiado, que, transm itido por vía hereditaria.
confirmaba su supremacia, y, por último. Ia adopción de los ritos, usos y pathos
de la Caballeria, lo que sucedió en el Occidente Medieval en el siglo XII.
s i g l o X IV . Ia nobleza puso en juego una eficaz capacidad de
r e a c c ió n . que permitió a sus integrantes mantener su posición
e n e l n u e v o contexto socio-político. en el que quedaron insta­
la d o s e n situación preeminente. sin rastros de erosión 4
E l p e r í o d o que abarca este estúdio coincide con una eta
p a s i n g u l a r de Ia nobleza medieval hispânica, caracterizada por
u n p r o c e s o de renovación. en el que no están exentos los ele
m e n t o s d e continuidad. pero también se observan suficientes
e l e m e n t o s de innovación. La situación nobiliaria alcanzó per
f ile s b i e n definidos en algunos âm bitos específicos com o Ia
C o r o n a d e Castilla. cuya estructura social regislraba una fuerte
a r i s t o c r a t i z a c ó n , y la historiografia de las últimas décadas ha
p u e s to de mamfiesto los múltiples perfiles correspondientes al
p a p e l desempenado por Ia nobleza en Ia sociedad política de
s i g l o X V . en especial en el âmbito castellan o-leon és 5 A fin

4 . La situación de una clase nobiliaria capaz de adaptarse al nuevo mé­


dio v de salir airosa de la crisis. m anteniendo su condición de fuerza políti­
ca econômica y social, fue común. en líneas generales. a todo el Occidente.
Entre otros ejemplos, el caso de Ia nobleza inglesa ha quedado bien de ma-
nifiesto en Rosemary Horrox (edit.). Fifteenth Cenlury attitudes. Perceptions
o f society in late m edieval England. C am bridge U niversity Press. 1994 (reed.
1996). concretam ente en el artículo de Kate Mertes. «A ristocracy», 42-60.
5. Una m onografia de síntesis sobre Ia nobleza en el âm bito hispânico.:
Marie-Claude G erbet, Las noblezas espanolas en Ia E dad Media. Siglos XI-
XV. M adrid. M adrid 1997 S obre Ia C orona d e C astilla. alguno s trabajos
hisloriográficos. sin incurrir en optim ism os com placientes. ponen de relieve
Ia abultada producción, mayoritariamente centrada en Ia época trastám ara: M.“
Concepción Quintanilla Raso. «Nobleza y senorios en Castilla durante Ia Baja
Edad Media. Aportaciones de Ia historiografia reciente». A nuário de Estudios
Medicvales, 14 (1984). 613-639; idem. «H istoriografia de una élite de poder:
Ia nobleza castellana bajom edieval», H ispania L/2, 175 (1990), 719-736;
idem. «El protagonism o nobiliario en la C astilla bajom edieval. Una révision
historiográfica (1984-1997)». M edievalism o. 7 (1998). 187-233. D esde una
perspectiva más amplia, un extenso repertorio bibliográfico, precedido de una
extensa introducción, en José Maria Monsalvo Antón. «Historia de los poderes
medievales, del Derecho a Ia Antropologia (el ejem plo castellano: monarquia,
concejos y senorios en los siglos XII-XV)», C arlos Barros (edit.). H istoria a
Debate. Medieval. Santiago de Com postela. 1995. 81-149.

— 21 —
de la Edad Media, pues, lo que encontramos es la presencia de
una nobleza renovada y renovadora, cuya situación derivó no
sólo de factores externos sino también de la propia y continua­
da modificación en sus estructuras internas, y entre cuyos ras.
gos específicos destaca la intensificación y proyección de sus
signos externos de poder6. No debe pensarse, por último, en la
existencia de una distorsion entre la construcciôn de una Mo­
narquia Hispânica, o de un nuevo orden estatal, y el papel de
la clase nobiliaria, que, pese a los vaivenes, supo encontrar su
identidad en el nuevo marco sociopolitico; lo que se observa a
este respecto, es, por el contrario, una complementariedad7.
La nobleza, com o clase dominante y privilegiada, encon-
traba su verdadera definición en el papel desempenado en el

6 . La cuestión fue objeto de análisis en el âmbito de la Europa meridional,


hace unos anos en un Coloquio: La noblesse dans l'E urope méridionale au
M oyen Age: accès e t renouvellement. Arquivos do Centro Cultural Português.
X XV II, Paris, 1989. con participación de G erbet, «A ccès à la noblesse et
renouvellement nobiliaire dans le Royaume de Castille (de la Réconquête au XV
siècle)», 359-388. Recientemente he tenido ocasiôn de presentar un amplio con­
junto de reflexiones acerca de esto, dispuestas ya para su publicación: «La re­
novación nobiliaria en la Castilla bajomedieval. Entre el debate y la propuesta»,
e a La Nobleza peninsular en la E dad M edia, VI Congreso de Estudios Medie-
vales, Fundación Sãnchez Albornoz, León, 1997, (en prensa). Ver también el
artículo de Miguel Ángel Ladero Quesada, «La consolidación de Ia nobleza en
la Baja Edad Media», en M.a del Carm en Iglesias (coord.), Nobleza y sociedad
en la Espana M oderna, Oviedo, 1996, 11-45, y el de Emilio M itre Femândez,
«La nobleza castellana en la baja Edad Media: lineas maestras de formación y
promoción», en Las Instituciones casatellano-leonesas y portuguesas antes del
Tratado de Tordesil las, Va 11ado Iid. 1995, 121-130.
7. Cada vez resulta más evidente que la «m odernidad» de las estructu­
ras políticas se fraguô sobre la m ezcla de innovaciôn con fuertes dosis de
continuidad. Ver al respecto, las palabras de M. Le Mène, en la «Conclusion»
de la obra colectiva: Philippe C ontam ine (edit.), L 'É ta t e t les Aristocraties,
X Ile X V Ile siècle (France, Angletere, É cosse), Paris, 1989. 386-394. Son nu­
m erosas las publicaciones sobre época m oderna, que se abren con el análisis
de la nobleza bajomedieval. en su proceso de renovación y sedimentación: ver.
com o ejem plo, Jonathan Dewald, The European Nobility, 1400-1800. Nueva
York, C am dridge, 1996.

— 22 —
s e n o d e la s o c i e d a d política. En este sentido, asum ió la nece-
s id a d d e d ir ig ir s u s esfuerzos de legitim ación, más allá de lo
q u e e r a s u s i t u a c ió n concreta, con una perspectiva más amplia-
p a r a l e g i t i m a r la condición noble había que partir de una acep-
ta c i ó n . s u f i c i e n t e m e n t e razonada, d e la desigualdad social
U n a v e z e s t a b l e c i d o este principio, se trataba de consagrar su
p o s i c ió n h e g e m ô n i c a m e d i a n t e dos tipos de recursos básicos
q u e , e n p r i n c i p i o , aparecían com o contradictorios, aunque
p o d í a n r e s u l t a r complementados: Ia im posición por Ia fuerza
y la p e r s u a s i o n . El objetivo de legitimación que aqui nos ocu
p a s e r e l a c i o n a directamente con este segundo, que se orien
[ab a h a c i a Ia consecución de un nivel suficiente de aceptación
d e c o n f o r m i d a d social, aunque siem pre lejos del consenso
q u e . e n t é r m in o s sociológicos, resulta prácticamente imposible
d e lo g ra r. El p r o c e s o de legitimación nobiliaria se insertaba nor
ta n to , e n e l marco de un equilíbrio funcional necesario en el
q u e p o d e r j u s t i f i c a r Ia posición preeminente que le corrésnon
d i a P o r e s o . lo s recursos y sistemas puestos en juego tuvieron
u n d o b l e a l c a n c e : Ia configuración del cuerpo social y Ia defi
n ic ió n d e Ia entidad nobiliaria. ’

Argumentos legitim adores

Entre los recursos puestos en práctica para dicho fin. los


textos — tratados, historiografia, y otras obras— proporciona-
ban algunos de los argumentos de más peso, tanto en Ia dimen­
sion particular, com o en el plano colectivo.
La tratadística especializada en cuestiones nobiliarias se
désarroiló mucho en todo el âmbito europeo en Ia Baja Edad
Media. Probablemente fueron las esp eciales circunstancias
que concurrían en el ambiento sociopolítico de Ia época las
que condujeron a ideólogos, tratadistas, juristas y humanistas
a pronunciarse acerca de la superioridad de la nobleza en un
mundo sujeto a fuertes m utaciones, que, por un lado asistía a
los intentos de establecer postulados de igualitarismo social.

— 23 —
mientras, por otro, contemplaba la tendencia al fin de la ex.
clusividad de este grupo en matéria de ejercicio de funciones
y cargos, o del primado de su condición de élite militar. g n
nuestro suelo, el fenôm eno es convergente, y resultan nume­
rosas las obras y autores inscritos en esta corriente de defini,
ción de una estructura social que consagrara la preeminencia
de la nobleza. Desde una aproximación teórica y conceptual
apoyada en recursos jurídicos, se observa que. pese al tr a d i­
cional rechazo nobiliario de los contenidos del Derecho Co-
mún — por razones socio ló g ica s, al tratarse de un Derecho
técnico, esencialm ente diferenciado de los tradicionales, ba-
sados en las situaciones de privilegio de lugar, o de clase —[0
cierto es que la nobleza pasa a ser objeto de consideración pro­
funda, precisamente por parte de los juristas del período bajo­
medieval, los reconocidos teóricos del ius commune. Algunos
de los prestigiosos postglosadores, o mejor, comentaristas,
com o Accursio, Baldo, y, sobre todo, Bartolo de Sassoferrato,
lanzaron una propuesta de conceptualización de la nobleza, ba-
sada, entre otras cosas, en una identificación entre el concepto
de dignitas propio de la ley justinianea, y el de nobilitas , que,
en definitiva, justificaban la preservación de aquellos en los
que concurrían estos distintivos, de entre el conjunto social8.
Era punto integrante de su doctrina el establecim iento de tres
tipos de nobleza, «teológica», «natural», y «civil» o «políti­
ca», y el alto interés con que se consideraba esta últim a9.

8 . En el tratado de Sassoferrato. fundam entado en el commentus del li­


bro XII. D e dignitatibus. del D igesto se decía que una y otra representaban
un tipo de cualidad «quae facit personam diferre a plebeis». Resultan de in­
terés las consideraciones sobre esta obra por parte de C laudio Donati, L idea
d i nobiltá in Italia. Secoli X lV -X V lll, Rom a-Bari 1988. en particular en el
capítulo prim ero, donde abordan las teorias de juristas y hum anistas de los
siglos XIV y XV acerca de la nobleza, 3-28.
9. L a conocida definición bartoliana establecía que la nobleza politica
o civil era: «Q ualitas illata per principatum tenentem , qua quis ultras hones­
tos pebeios acceptus ostenditur»; su esencia se ponía en relación con la no-

— 24 —
L a c o n c e p c ió n bartoliana experim entó un fenôm eno de
« r e c e p c iô n » e n la tratadística castellana bajomedieval Uno de
lo s e j e m p l o s c e n t r a d o s en la concepción de la «nobleza teo iï
g ic a » lo r e p r e s e n t a una obra realizada en el entorno de la cort -
d e J u a n I I . probablemente por el teólogo agustino Juan de
A l a r c ô n . y d e d i c a d a a don Alvaro d e Luna l0. En este texto
c o n c o n t e n i d o s teológico-filosóficos se encierra una doctrina
q u e . p o r u n a parte, básicamente, establece la responsabilidad
d iv in a d e l a c o n d i c i ó n noble, y del acceso a ella marcando si
a c e n to a d e m á s en la responsabilidad de los actos sobre el in
d iv id u o . n o sobre el linaje, al tiempo que. con un criterio mo
r a l i z a d o r . separa tajantemente el valor de la nobleza comn
c u a l i d a d . d e I a s riquezas, fama, y honores que puede lle ea r,
a l c a n z a r u n personaje, sin que necesariam ente éstas llevasen
a la n o b l e z a . sino al revés, porque sólo rara vez ennoblecian
a l b e n e f i c . a n o , sino que. por el contrario, constituian un fre
c u e n te r .e s g o de corrupciôn » . Otra idea de interés que se des

bleza teológica — de la que a su vez decia «A pud Deutn est nobilis, quem
Deus sua gratia sibi gratum facit»— . para establecer lo siguiente: «ita in foro
nostro ille est nobilis quem Princeps sua gratia vel lex sibi gratum vel nobilem
facit». Donati. ob. cit.. 4, nota 8.
10. No hay nada en el texto que asegure quién era ese autodefinido «in­
digno frayle de la orden de Sant Agostin», que a veces se ha identificado con
fray Martin de Córdoba. pero un reciente estúdio filológico-ideológico lo atri-
buye a Alarcôn. personaje del entorno cortesano de Juan II: M.“ del Carmen
Pastor Cuevas. Estudio y edición del «Libro d e l regim iento de los senores»
de Juan de Alarcôn, Tesis doctoral. F acu ltad de F ilo lo g ia , U niv ersidad
Complutense, Madrid, 1993.
11. «Dios en esta vida a los omnes ensalça e dales estados e grandezas...»,
o «Dios por su pura vondad les dio estos bienes e onrras, e ellos no las alcançaron
por sus solos meritos». Las frases textuales, están tomadas, de la edición citada
supra, respectivamente: Segunda parte, epígrafe inicial, 410: Tercera parte, cap.
I, 454. En cuanto a la idea de la corrupción por el poder, se dice, en la Segunda
parte, capítulo VI, se dice «Cómmo algunos, quando Dios les da los senorios o
altezas e poderios. antes son buenos e despues fázense maios», 442, mientras que
sólo rara vez sucedia lo contrario: «Aunque tarde acaesçe, cómmo, seyendo ma­
ios. con los bienes e onras que Dios les da, se fazen buenos», cap. VII, 443.
prende es la identificación entre objetivos, y funciones de |
nobleza y la monarquia, unidos por la misma tarea del «regj
m iento» — a abordar por cada uno en su condición, desde uni
actitud básica de honestidad. y capacidad, lo que resulta ser
la clave de la obra— y la común condición de «senores »12 ^
obra plantea, además, no sólo el tema del ennoblecimient 0
sino también el del «engrandecim iento», de particular interés
en relación con el status nobiliario, y que en este caso, se vin
cuia igualmente a la voluntad divina, com o se hace constar g,,
la dedicatória al con d estable13.
Con todo, los tratadistas hispanos se centraron principal,
mente en la concepción de «nobleza política» o «civil», Sjg
nificada por aquellos a quienes el representante del poder
político, en función de sus méritos, reconocia com o nobles
pasando así a ser considerados por la sociedad. La doctrina de
Sassoferrato pasó muy pronto a convertirse en objeto de de­
bate, en el centro de gravedad de los com plejos procesos de
definición de la esencia nobiliaria. Las voces que la difundie-
ron, haciéndolas, a su vez, objeto de «com entário», no fueron
unânimes, sino que se alinearon en dos posturas contrarias.de
aceptación o rechazo, entre las cuales pueden detectarse cier-
tas actitudes ambíguas. La discusiôn se correspondia también,
en el fondo, con otra en la que se planteaba la consideración
de la nobleza com o un m odelo atemporal, o com o un grupo
social sujeto a evolución, sedim entación, y recambio. E inclu-

12. Las alusiones a estos aspectos resultan sugestivas: «Rey o prinçipe


o serïor de reyno o de tierra debe trabajar por aver sabiduria para regyr sus pue-
blos»; «los regimientos de los pueblos non deven ser encomendados a fidalgos
e ricos om es, mas a om nes de sano juyzio. cuerdos, maduros, onestos e sa-
bidores. los quales naturalm ente son dignos de ser senores de los otros c
regidores»: Ibidem, Primera parte, capítulo VIII, 382 y 384, respectivamente.
13. En ella, el autor afirma que lo que le había llevado a concebirel tex­
to era «la buena voluntad que tengo a vuestra noble persona, la quai Dios, que
todas las cosas govierna, en esta vida ha prosperado e engrandeçido mucho»:
Ib id em , 333.
• de este enfrentamiento subyacia la discusiôn
so, p o r L a-' ra He la bipolarizaciôn de la nobleza: de
más profunda acerca
„ o de privilegio.
Al defender la prioridad de la nobleza adquirida por mê­
la tesis bartoliana constituía una firme base para susten-
n I 0 |S s i t u a c i o n e s d e recienie acceso a la condición noble; es
ia r S' c o r r e s p o n d i a con los intereses de quienes defendian
'ualidad y valor de la nobleza reciente. frente a la nobleza
13 Vlf natural. Entre los autores que suscribieron dicha teo-
ant'destacan A l o n s o de Cartagena, o Juan Rodriguez del Pa-
pero fue s o b r e todo D iego de Valera quien asumiô con
rnáTintensidad to d o s los contenidos de la misma, y, hacién-
dola suya. se esforzó por difundiria en su âmbito u . Sin duda.
sus conocidas circunstancias personales, derivadas de su ori-
n converso, le hacían especialm ente proclive, por su propio
interés. a una doctrina com o ésta, que justificaba el acceso a
la nobleza partiendo de la condición popular. D icho autor,

14. El grado de identificación de Valera con la tesis bartoliana fue tan


intenso que se ha Ilegado a decir que su conocida obra Espejo de verdadera
nobleza era. en realidad. poco m ás que la traducciôn castellana del tratado de
Sassoferrato sobre las Dignidades: así lo afirm a Jesús D. Rodriguez Velasco,
El debate sobre la caballeria en e l siglo XV. La tratadística caballeresca cas-
tellana en su marco europeo, Salam anca, 1996, 267. donde se recoge la si-
guiente frase del texto: «Bartulo pone tal difiniçion de aquesta nobleza cevil
o fidalguia por nosotros llamada: Nobleza es una calidad dada por el principe,
por la qual alguno parece ser m as acepto allende los otros onestos plebeos».
Segûn se observa, m antiene un seguim iento exacto. A cerca de A lfonso de
Cartagena. intersa sobre tod su D octrinal de caballeros, en elque se plantea
la estrecha relación entre el letrado y las formas de cultura nobiliaria: ver Luis
Fernández Gallardo. «Cultura jurídica, renacer de la A ntigüedad e ideologia
politica. A propósito de un fragm ento inédito de Alonso de Cartagena», En
la Espana M edieval 16 (1993), 119-134. De interés tam bién, a propósito del
sentido de la caballeria medieval, los estudios sobre la «m ilitia» en la Anti­
güedad: Ángel Gómez Moreno, «La militia clásica y la caballeria medieval:
las lecturas de re m ilitari entre Medievo y Renacimiento, Euphrosyne. Revista
de Filologia Clásica. XXIII (1995), 83-97.

— 27 —
paradigma del Humanismo casteilano, refleja en sus o b r a s 1
m odificaciones en el pensamiento ético y sociopolítico del s-
glo XV 15. Opiniones aristotélicas , así com o cristianas, y J
autores recientes, llevaron a Valera a defender la diferencja
ción social, y, por tanto, a legitimar la superioridad nobilíarj
desde una situación preexistente de igualdad social, en función
de los valores personales, en una tesis de cierto contenido ín
novador, que se aprecia mejor al compararlo con otros auto
res. para los que la diferenciación social se correspondia con
una estructura estamental inspirada por la voluntad divina
Los argumentos legitimadores de Valera acerca de la nobleza
y su posición clave en la sociedad de la época, encubrían cier
tos intereses concretos; por un lado, com o se ha indicado, Ia
firme defensa de la tesis bartoliana convenía a su p a rtic u la r
deseo de promoción, y, por otro, en una obra com o ésta, qUe
dedicaba a Juan II, forzosam ente debía quedar reconocida y
sobrevalorada la figura regia com o agente indispensable de
enn oblecim iento17. R especto de la nobleza de sangre, Valera
rechazaba abiertamente que en la herencia radicara el origen
de la nobleza, y negaba, al m ism o tiem po, la función del li-
naje com o fundamento permanente de la condición noble; por

15. Así se pone de relieve en la interpretación que se ha hecho de su


obra desde la interrelación entre ética y política: Ottavio Dl Camillo, «Las teo­
rias de la nobleza en el pensam iento de Diego de Valera», en la obra colecti-
va de Julio Rodriguez Puértolas, Ottavio di Cam illo, José M aria Díaz Borque,
y M iguel Á ngel M onedero B erm ejo, M osén D iego de Valera y su tiempo,
Cuenca, 1996. 47-81.
16. Entre otros m uchos, puede verse cóm o G utierre Díaz de Gámezen
la Introducción de E l Victoria!. Crônica de don Pero Nino, conde de Buelna,
afirm aba que Dios disenó la estructura social sobre la base de «tres estados
de gentes: oradores, e defensores e labradores, e que cada uno usase de su
ofiçio»: edición de Rafael Beltrán. M adrid. 1997..
17. Así lo manifestaba en esta frase: «E tanto se puede alguno dezir más
noble quanto es más cercano a Ia corona rea l...» : P rvsistas castellanosdel
siglo X V, edición y estúdio por M ario Penna, BAE, I, M adrid, 1959, «Espejo
de verdadera nobleza», 89-116. el texto concretam ente en 100-101.
bien el individuo podia beneficiarse de un pro­
el c o n tra rio , s i
ceso de «re-generación» ennoblecedora, purgando así los con­
te n id o s de la «villanía», una vez logrado el status nobiliario.
debía identificarse con las pautas de conducta propias de su
e s ta d o , porque la nobleza podia perderse en un fenôm eno de
«de-generación». motivado por el apartamiento de los valores
de su rango.
En la posición opuesta, el postulado que establecía el va­
lor de la herencia com o requisito indispensable para el logro
del satus nobiliario era suscrito y mantenido fuertemente por
autores que, a menudo, actuaban al dictado de los nobles de
linaje, en algunos de los cuales, por otra parte, concurría esa
misma circunstancia de haber heredado la nobleza. Un inte
resante ejemplo lo encontramos en Ferrán M exia, autor de uno
de los más expresivos Nobiliarios, que pasa por ser uno de los
instrumentos más reconocidos de legitim ación. en el que el
autor intentaba establecer los fundamentos de la «alta noble
za e fidalguía» Solidamente apoyado en las opiniones de
autores clas.cos, así com o en las Partidas y en autores de su
epoca. Mexia propugnaba la prioridad absoluta de la nobleza
heredada, respecto a la de nueva creación 19 El objetivo
cipal de la misma era. en principio, la destrucción sistem átT
ca de los postulados bartolianos. que, en alusión metafórica
del m.smo autor, eran com o «tablas», contra las que del mis

18. Existe una edición facsímil del Nobiliario Vero de Ferrán Mexia: ver
Manuel Sánchez M ariana (edit. y Prólogo), M adrid. 1974. El artículo de
Adeline Rucquoi. «Être noble en Espagne aux XlVe-XVIe siècles», en Otto
Gerhard Oexle, y Werner Paravicini, (edits.) N obilitas. F unktion u n d Re-
pràcsentation des Adels in Alteuropa, G ottingen, 1997, 273-298, hace un se-
guimiento detenido de la obra.
19. «es de saber que quai quier plebeo o onbre de obscuro linaje, bien
que sea puesto en quai quiera de las dignidades de yuso de prinçipe puesto,
que séria como es contra las leyes, como pareçe por ellas m ism as segund es
visto en la segunda partida»: Ibidem , cap. C. Tam bién es objeto de atención
dicha obra por parte de Rodriguez Velasco, ob, cit., 303.

— 29 —
m o m odo que en el conocido «juego» de ese nombre, habja
que dirigir sus «dardos», «flech as», o «viras de contrad'
cion» 20. Al demostrar que era la inserción en un linaje lo quJ
proporcionaba al individuo la condición noble — la cual Se
transmitia a las sucesivas generaciones, anteponiendo así el
valor de la nobleza de sangre por encima de la de privilegio_
utilizaba un tono rotundo, que demuestra que, independiente
mente de sus concepciones al respecto, no podia suscribirsea
su propia pertenencia a un linaje de hidalgos jiennenses 21
Una vez más, com o en el caso de Valera, se observa que |as
doctrinas trascendían el âmbito de la pura especulación o ré­
flexion ideológica, y se orientaban en el sentido de la identifj.
cación y defensa de las situaciones particulares, aunque los
sentimientos personales pudiesen quedar enmascarados. Trata­
dos y nobiliarios tenían una función claramente legitimadora
basada en el criterio de au ctoritas de las obras que servian de
inspiración 22.

20. El enunciado de las consignas de la obra de Sassoferrato contra las


que arrem etia era el siguiente: «el linaje no da nobleza»: «la nobleza sin dig-
nidad no se entiende a la cuarta generacion»; y «m ás noble es aquel que es
hecho nuevamente noble que el que desciende de noble y antigua generacion».!
Naturalm ente, la réplica a estos principios era concluyente: «se comprehende
que el nuevo noble no puede ser noble de si m ism o. Por que no trae linaje de
los pasados»; «son llamados nobles solam ente aquellos los quales»: Ibidem,
Libro II. capítulo I. capítulo VII. y capítulo XXIX.
21. M ás aún, la obra de M exia se inscribe en un proceso de abierto en­
frentam iento contra el inspirador de la vida en la ciudad de Jaén, el condes-
table Iranzo. personaje engrandecido por la voluntad regia, que se convirtio
en objeto de una revuelta en la que intervino en posición destacada dicho au­
tor, que fue condenado por ello. Para una am bientación de la época, ver la
m onografia de José Rodriguez M olina, La vida en la ciudad de Jaén en tiem-
p o s d el condestable Iranzo. Jaén. 1996.
22. M ayoritariamente. la tratadística bajomedieval otorgô un alto reco-
nocimiento al «noble de privilegio», pero la im portancia de la «nobleza de san­
gre» se mantuvo hasta épocas muy avanzadas. Un expresivo testimonio de esto
últim o se encuentra en la obra de Juan Pablo M ártir Rizo, Historia de Cuen-
h i s t o r i o g r a f i a alcanzó. por su parle, una importancia
. en re|ación con estos asuntos, en una época com o la
decisi' d jnicjada con un drástico y violento relevo en el tro-
Tr3de forma que en este contexto adquirió un carácter indispen-
n0biee situándose entre la propaganda política y la reflexión
1 acerca de los protagonistas y sus comportamientos 2i. La
m° ra tica de la época encerraba. en general, un sentido prono-
c- o y (os autores ponían de relieve que un sistema de valo-
' 'claramente aristocrático. La elevada presencia de escritores,
er^todos los gêneros, pertenecientes a los cuadros nobiliarios ha

escrita en 1629 por encargo de don Garcia Hurtado de Mendoza, marquês


de canete. y reeditada en Cuenca. 1971. en cuya Tercera Parte. cap. I. se lee
lo siguiente: «Que trata de la nobleza y se prueua como en la antigüedad con­
siste la nobleza y q u e solamente es noble el que deciende de antiguo linage...,
porque asi como este (el noble nuevo) se ha criado rusticam ente. y de la
grossedad de su nutrimiento ha hecho su m atéria gruesa. .. .por el contrario, el
que deciende de antiguo y claro linage esta alim entado de otra forma con di­
ferente regia, y orden, con moderada abstinência ó tem plança, con delicados y
sutiles manjares, y por esto trae natural y hereditariam ente mas sutiles humo­
res, lo qual es causa de sutilizar el ingenio, eleuar el entendim iento, purificar
y engendrar mas limpia sangre y m as pura...».
23. El hecho es suficientemente conocido com o para no necesitar de un
desarrollo explicativo amplio. Con todo, es interesante recordar, a este res­
pecto, las opiniones acerca del alto valor que alcanzó la figura del historia-
dor-cronista en el siglo XV en la transm isión de una d efinición sobre la
sociedad de su m om ento: ver R obert B rian T ate. E n sa y o s so b re la h is­
toriografia peninsular d el siglo X V, M adrid, 1970; A lan D eyerm ond, «La
historiografia Trastámara: <,Una cuarentena de obras perdidas?. E studios en
Homenaje a don Claudio Sánchez A lb o m o z en sus 90 anos. Anexos de Cua-
dernos de H istoria de E spana, Buenos A ires, 1986. P o r su parte. M itre
Fernande/., ha puesto de relieve la responsabilidad directa de las fuentes na­
rrativas en la difusión de la imagen del m onarca derrotado, y de la figura de
Enrique II. como faceta de la denom inada «revolución nobiliaria», que fra-
guô acompanó la instauración de ia dinastia Trastám ara: «La historiografia
bajomedieval ante la revolución T rastám ara: p ro p ag an d a p o lítica y mo-
ralismo», Estudios de Historia M edieval. H om enaje a L uis Suárez. Vallado-
lid. 1991, 333-347.

— 31 —
sido destacada por algunos especialistas24. En general, la escri­
tura siempre ha funcionado com o un resorte de poder, y en este
punto cabe destacar el papel desempenado por los grupos domj.
nantes, y por la nobleza en concreto, decidida en todo momen­
to a situarse en el centro m ism o del proceso de producción de
los escritos, bien en la creación directa, bien mediante la
com itencia, pero siempre con la suficiente capacidad como
para orientar los contenidos, propiciando así la elaboración de
un mensaje favorecedor de sus intereses. En concreto, la rica
cronística castellana del siglo X V constituye un firme apoyo
para el tema sujeto a estúdio, porque dichas obras fueron ins­
trumento utilizado para justificar la presencia y actuación del
grupo dominante, y constituyeron así un reflejo, más o menos
directo de una determ inada id eologia 25. Estos textos nos
muestran a indivíduos en acción, pero en muchas ocasiones se
observa una introspección, más acusada en el caso de deter­
minados autores, que ofrecen no sólo una narración más o me­
nos ordenada y sistematizada de acontecimientos, sino también
una doctrina sociopolítica, en la que la nobleza desempenaba
siempre un papel de primer orden.
El interés se centraba principalmente en la nobleza corte-
sana. Ia que constituía el círculo más continuada y directamen-
te en contacto con el monarca. Constantemente, en estas obras
se ponían de relieve las acciones y cualidades de nobles con-

24. Tal vez uno de los que m ás énfasis ha puesto en ia defensa de esta
idea es Ottavio di Camillo. quien ha llegado a afirm ar tajantem ente que tal cir­
cunstancia explicaria «la falta de oposición al poder en los textos literários me-
dievales»: «^Existe una literatura de oposición en la Espana de fines de la Edad
Media?, en Rucquoi (edit.). Genèse médiévale de l'Espagne moderne. Du refus
à la révolte: les resistences. Nice. 1991. 145-169. concretam ente 162.
25. Así lo ponia de relieve un buen conocedor del género, como Michel
G arcia, «L 'H istoriographie et les groupes dom inants en C astille. Le g e r"
chronistique d 'A lp h o n se X au C hancelier Ayala», en VVAA. Les grouf
dom inants et (leur)s discours (domine ibérique et latino-am éricain). Pat
1984. 61-74.

— 32 —
pero con el sentido de configuración d e una sín tesk H
e r e to s ,
lo sprincípios concurrentes en la condición nobiliaria n- ' 7
aplicación general. Tales cualidades hacían referencia
lado. a valores morales, carácter franco y liberal ' P° [ U"
gran estado, valor heroico. etc.: por o t r l p a r ^
ia s de conducta propiamente nobiliaria, caza ju eeo s f
e tc .; y aspectos referentes a la presencia física forma d ^ ™ ’
,ir. de conducirse. etc.. que constituían un ingrediente igualm eT
le i n d i s p e n s a b l e en l a i m a g e n n o b i l i a r i a 26 • F i uaerazgo
i;h social

26 N um erosos ejemplos proporciona, entre otras. la obra de don Lope


de Barrientos. Refundición de la Crônica del Halconero. ed. y est. Por Juan de
Mata Carriazo y Arroquia. Madrid. 1946. Uno de ellos lo constituye el pasaje
dedicado a la figura de don Fadrique. duque de Arjona. que. con ocasiôn de la
noticia de su muerte. era puesto com o ejem plo ajustado al modelo de alta no­
bleza- «Este duque era muy generoso, y de grand estado; que ténia apoderado,
desde Astorga. todo el rreyno de Gallizia, asy legos com o clérigos. Fue muy
grant montera y caçador. Ténia de nômina mill y dozientos sabuesos y dozientos
alanos y lebreles. Ténia veynte caçadores de neblis y gerifaltes y sacres y açores.
Fue muy franco y muy liberal: y oyendo su grandeza, tenian con él hermandad
de armas el duque de Borgona y el duque de Saboya. Veuian con él quantos
grandes auia en G allizia...». cap. XLIX. ano 1430. 94. Com o puede observar-
se. la atención se centra de modo muy especial en su inclinación a la práctica
cinegética. extremadamente valorada por la especial condición del autor de la
Crônica, el Halconero mayor Pedro Carrillo de Huete. m áxim o responsable di­
recto de la cetreria regia en este reinado. En cuanto al porte físico, y la actitud,
existen referencias a diversos personajes — «Todos estos caualleros y onbres de
armas... venian muy bien vestido, segunt sus estados»: cap. XXVI, 57-58-,
pero, a menudo el ejemplo escogido en esta misma Crônica es el condestable
don Álvaro de Luna. del que constantem ente se resaltan. no sólo sus actuacio-
nes en el terreno político, sino también esos otros aspectos: su destreza en las
justas y fiestas caballerescas. y su aparición en com pania de pajes, escuderos,
etc., haciendo gala de una destacada presencia física — «el condestable venia
muy bien vestido, bordado de argenteria. Traya quatro pajes vestidos asy de
argenteria. en quatro corseles muy buenos y m uy bien guarnidos a marauilla»,
cap. XXVI. ano 1428. 57-58 en las fiestas de Valladolid; o «el gran condesta­
ble vino a la tela muy fermosamente e ha fecho notables e grandes encuentros».
cap. LXXXIX, ano 1434, 150-154, en relación con otra de las num erosas fies­
tas cortesanas y caballerescas celebradas en Valladolid. elem ento a su vez pro-
pagandistico del poder compartido por m onarquia y nobleza.

— 33 —
-

aparece claramente manifiesto en la capacidad para establecer


relaciones de horizontalidad con otros miembros de la noble­
za, y de aglutinar servidores, escuderos, gente a su servicj0
cuya compania en su ida a la corte por sí misma proporcionaba
la prestancia necesaria en estos momentos; y, por otro lado, se
senala la relación personal, el trato directo y continuado con
el monarca, — a menudo se destacan las ocasiones en que se
aposentaban con él, o compartían com ida, justas, cacerías o
actividades lúdicas— , fuente de poder de la que se nutria la
nobleza, y, desde luego, la idea de servicio al monarca, corno
soporte de la grandeza nobiliaria27.
La atención a los acontecim ientos y figuras concretas, al
hilo de la acción política, en suma, no impedia a los cronis­
tas adentrarse en el terreno de la teoria, para contribuir, des­
de su óptica, y partiendo del conocim iento muy directo de las
actuaciones concretas, a ir modelando la concepción de noble­
za, que se impuso a lo largo del siglo XV. A sí, se observan en
este tipo de textos introspecciones acerca de cuestiones de in­
terés, com o la debatida sobre la prioridad de la nobleza de san­
gre, o la adquirida por méritos 28. Al establecimiento de modelos

27. Ver ibidem , cap. XII, ano 1419, 31-32, en que el rey se desplazóa
Segovia «y po só en el alcaçar, y una serie de personajes (el condestable, el
alm irante, el adelantado Pero M anrique, y Juan Hurtado de Mendoza, «po-
saron con él, dentro en el alcàçar», lo que legitim aba su elevada condición,
que quedaba directam ente vinculada a la cercania física respecto del monar­
ca: «declarô (el rey)que estuouiesen çerca dél para le ayudar a gouernar». En
este m ism o pasaje se pone de relieve la im portancia de la relación estrecha
entre nobles y monarca, en la alusiôn a Juan Hurtado de Mendoza, mayordo-
mo del rey, «con la continuaçion que syem pre ténia en el seruiçio del rey.
cresçiô en am or con él», 31-32
28. Así se desprende, por ejemplo, de la alocución que Hemando del Pul-
gar, en su Crônica de los Reyes Católicos, ponia en boca del alcaide del alcá-
zar de Toledo, al propugnar la responsabilidad personal del mantenimientodel
rango nobiliario, que se vinculaba estrechamente a los méritos personales, y no
exclusivam ente a la sangre, en coincidência con la interpretación firmemente

— 34 —
a n tité tic o s . se Uegaba mediante Ia descripción de actitud
ira p u e s ta s . com o servicio y «deservicio» fealraH « . S C° n'
„ ma e i n f a m ia . viccoria hcmrosa - d e quienes maJ J ' ' ™ " '
t a c t a - - f r e n t e a c r „ e d«d - d e los q „ e , recurriendo a l a T J
g a n z a . daban la muerte a los rendidos etc 29- por ot ( ^

^ f ^ d i d T ^ ú n se ha visto por un im portante sector de la tratadística «Dios


fizo ornes e no fizo linages en que escogiesen. A todos fizo nobles en su naci-
miento E pues a ninguno dieron eiección de linage cuando nació, e a todos
se dio eiección de costumbres quando viven. imposible seria, según razón. ser
el bueno privado de honra, ni el m aio tenerla, aunque sus prim eros la hayan te-
nido»' H e rn an d o del Pulgar, Crônica de los Reyes C atólicos, edic. y est.
y Arroquia. Madrid, 1943, I. cap. XCVIII. ano 1478, 350.
C a rria z o

29. Ver.como ejemplo. ibidem , cap. Il, 13-14, que hace referencia a las
situaciones contrapuestas de los «deseruidores» — nobles y prelados— y los
«servidores», que «con tanta constancia e lealtad le habian seruido»; la con-
traposición entre Victoria honrosa y crueldad, en el contexto de la guerra ci­
vil. cap. LXVI. 220-221. Es fácil observar los indivíduos que, para Pulgar,
conformaban la imagen del buen y del mal noble, al leer los com entários de­
dicados a diversos personajes: entre los que se correspondian con la prim era
destaca Pedro Fem ândez Velasco, condestable de C astilla y conde de Haro,
«onbre generoso e recto en sus contrataçiones, y obedeçiente a los manda-
mientos reales. e dava exenplo a otros que lo fuesen», del que senalaba, ade-
más, que era «el que tenía más número de vasallos que ningún otro senor de
todas aquellas tierras allende los puertos»: cap. LXX, 242-243; im portantes
elogios se dedican también, entre otros, a los M endoza en general, a Gutierre
de Sotomayor, conde de Belalcázar, protagonista de una de las m uertes en
batalla que suscitaron mayores m anifestaciones de p esar — «onbre de muy
buenos deseos, e tan bien condiçionado. que peso m ucho al Rey e ala Reyna
de su muerte, E dio tan grand tristeza en las gentes del real, que todos los que
andauan en la escaramuça, oyda la muerte de aquel conde, se recogieron», II.
cap. CLX. 124. y a Andrés de Cabrera, «uno de los privados que am o el rey»,
que. aunque no se silencia su estrecha vinculación durante un tiem po con
Pacheco, maestre de Santiago, aparece destacado com o objeto de su ingrati-
tud: ver I, cap. XV. 49-53, un largo relato de las quejas hechas por Cabrera
al maestre, de quien recibiô «grandes m aies», a pesar de haberle prom etido
«grandes bienes». Por su parte, los integrantes del sector alfonsino quedaban
mcluidos en la imagen del noble de conducta desviada, pero era Pacheco era
el verdadero prototipo de esa actitud: de entre todos los pasajes, por ejem plo
I. cap. V. 26. y capítulo X. 37.

— 35 —
se destacan com o inherentes a dicha condición aspectos ta|es
com o la vinculación determinante de la nobleza con las armas
o el m odo en que se constituian los partidos políticos, funda
mentados sobre los critérios de los distintos integrantes de |a
nobleza, al tiempo que no se escatiman críticas sobre la evj.
dencia de la anteposición por parte de los nobles, agrupad0s
en bandos, de sus intereses particulares, frente a la «buena
gouernaciôn del reyno que publicauan»30. Por otra parte, en
la im agen que de la nobleza intentaban dar algunos, como
Pulgar. no falta una actitud de contrapropaganda, centrada en
la fuerte crítica sobre el afán de ostentación de una alta noble-
za que dedicaba excesivos gastos al sostenim iento de cliente-
las de servidores demasiado nutridas, vestim entas y adornos
com idas, fiestas, y todos los lujos destinados a «mostrar gran-

30. En diversas ocasiones, Pulgar aludia al condestable don Pedro Fer-


nández de Velasco. que, responsabilizado de su función com o condestable, ha-
c ía ver a los m onarcas que su lugar estaba en la batalla. no «en la tierra
paçifica», lo cual podría ser objeto de crítica generalizada: «las gentes no
avrían por bien»: ibidem. II, cap. CXX X, 19-20. Las diversas actitudes man-
tenidas en los m om entos de turbulência política vienen referidas a «las gen­
tes» del reino, pero es fácil detectar que, detrás de ellas, se encuentran los
critérios y dictados nobiliarios, y, por otra parte, aunque se identifican por
parte del autor, con «diversos pensam ientos». lo cierto es que se aprecia en
ellos un evidente hom ogeneidad, que se desprende de la com ûn prevalencia
de los intereses privados en casi todas las posiciones: ibidem . I, cap. XXXI,
100: «A los unos pesaua mucho, rreçelando los m aies que venian a todos ge-
neralm ente de las guerras e diuisiones de los rreynos, y éstos eran los ornes
paçificos e de buenos deseos. Otros, aunque eran afiçionados al seruiçio del
Rey e de la Reyna, plaziales de aquellos escândalos, por ver necesidad en que
los oviesen de seruir, porque fiziesen m ençiôn dellos, e por aver merçedes e
ofiçios. A otros muchos plazia por ver m udanzas de tienpos, en que pensauan
adquirir rriquezas e honores. Otros pensauan allegarse a la parte que mejor
partido les fiziese. E a otros m uchos plazia, no por otro rrespeto, sino por ver
tiem po d isoluto. sin ninguna orden ni m iedo de ju stiçia. donde pensauan
avançar con rrobos y fuerças». En cuanto a la alusiôn del texto a los intere­
ses particulares, ver 1, cap. I, 6-7, con motivo de la constitución del partido
rebelde antienriqueno. articulado en torno al infante don Alfonso.

— 36 —
d e s e s t a d o s » , lo que provocaba la em ulación de los nobles de
ra n g o i n f e r io r , conduciéndolos a todos a una situación de mo-
Ijc ie . p e r j u d ic ia l para el ejercicio d e las armas, sign o iden-
[if ic a d o r y clave legitimadora de su presencia 31.
E l inévitable subjetivismo de fondo aflora en los escritos
a v e c e s . de forma manifiesta, dando paso a una aparición fre-
c u e n te de excursos y reflexiones sobre los hechos y persona-
jes descritos, que traslucen la doctrina y pensamiento que las
su s te n ta . La Crônica de Enriquez del Castillo, correspondiente
al r e i n a d o de Enrique IV, uno de los períodos en que el pro
ta g o n is m o nobiliario alcanzó cotas más elevadas, constituye
un caso significativo, en el que el autor no escatim a los largos
p á r r a f o s dedicados a la crítica profunda respecto de las acii
tudes de traición. deslealtad, osadia, infamia, etc.representadas
por todo un sector de la nobleza 32. Y. sin embargo y pesé
iratarse de un texto orientado fundamentalmente a la defensa
de la monarquia com o institución. se alude constantemente al
innegable .nflujo nobiliario, en la definición y puesta en orác
tica del poder político; en este sentido, cabe m encionar los
parrafos dedicados a las recom endaciones efectuadas por los
nobles al rey. en cuanto a su actitud para con ellos m ism os o
las d.versas ocastones en que el autor senala la conveniencia
para la monarqma de una estrecha relación con los noble

3 t. Ibidem, cap. CIXIX. en el contexto de la guerra de Granada. 146-149.


32. Diego Enriquez del Castillo. C tvnica de Enrique IV. edic. critica de
Aureliano Sénchez Martin. Valladolid. 1994, cap. X, 149-152, donde, desde
su doble condición de cronista y consejero real, se recreaba en condenar a
quienes intentaban traicionar al rey, con sus propias palabras: «;F alsa desleal­
tad de vasallos, feo pensamiento de súbditos, desonesta em presa de cavalleros
súditos, cruel atrevimiento de hidalgos, que tal osadia presum iades empren-
derpara desdorar la nobleza de vuestra sangre!», con ocasiôn de lo cual, di-
cho cronista engrosa la lista de autores que consideraban a cada individuo
responsable de mantener la honra heredada, al afirm ar que «;,quién sostuviera
vuestra honrra. quando vosotros la desonestáyades syn rreal vytuperio? Bas­
te. pues, saber de vosotros que vos plazia perder lo que ninguno vos podiera
dar. y queriades avatir lo que jam ás rrecobraredes».

— 37 —

-
especialm ente de la nobleza cortesana. y, por encima de tocfoB
de la creación de una «nobleza de servicio» propiamente d-' l
cha. fruto del engrandecimiento por voluntad regia, y que 33- 1
alcanzaba la legitim ación, com o instrumento necesario, g» ]
todo m om ento, para su seguridad y la del rein o 33. La obra
contiene, en definitiva, interesantes argumentos le g itim a d o re s
de la nobleza en su con jun to34. Una vez más, las a la b a n z a s
legitimadoras de unos y las durisimas críticas de otros, sirven
para profundizar en la consideración del comportamiento no­
biliario correcto, y, por lo tanto, coincidente con esa actituH :

33. Ibidem, cap. VIII, 146-148. que recoge el parlam ento de] marqués
de Santillana, en nombre de la nobleza en general, instando al rey, entreotras
cosas a un trato de favor para con ellos: «que con m ucha dulzura, con gfg»l
benignidad trate a las gentes que lo fueren a servir, para que le tengan amor
y le ovedezcan su mandado»; en cuanto a la otra idea. se recoge con todacla-
ridad en esta frase; (el rey) «para tener mayor seguridad en su estado y estar
con m enos recelo de lo tal, acordô sublem ar algunos de sus criados e hasellos
grandes onbres para que fueren asi seru id o res leales que mirasen por su
seruiçio y osasen poner las m anos en quien lo deserv iese» ... tras lo cual
«pareçiôle que su estado rreal estava más creçido y con m ayor seguridad»
cap. XVI, 158; el párrafo se refiere a très personajes que fueron objeto de esa
« gracia regia», que los encum brô: el condestable M iguel Lucas de Iranzo.
G ôm ez de Câceres. a quien entregô el m aestrazgo de A lcântara, y su mayor-
dom o. Beltrân de la Cueva. al cual no se le escatimaban elogios. Un poco más
adelante, Enriquez del C astillo hace referencia a la im portancia de la com­
pania del rey prestada por «los grandes de su reyno y los otros nobles que con
tal alto triunfo honrravan su corte»; cap. XXIV. 168-170.
34. En el cap. LXXXVII, 259-262, el autor pone en boca del rey unas
palabras — muy probablem ente derivadas de sus propios pensamientos— di­
rigidas en carta a los nobles, que son interesantes por lo que implican de ac-
titu d leg itim ad o ra de la n obleza, en cu an to que sobre ello s descansa el
b ien estar del reino: «m as vosotros, on o rab les senores, vosotros soys los
cabdillos, vosotros los defensores, por cuya fuerça y abrigo será mejoradab
honrra. restituyda la fam a. ensalçada la rreal C o rona... salid con vuestros
pendones, despléguense las vanderas,... Catad que la gloria de Espaiiayla
gran corona délia en vuestras m anos es puesta. e sy zelo de Dios e de justiçia.
sy am or de la rrepublica e del bien com un de aquella, sy deseo de la paze
sosiego de los rreynos vos m ueve. com o creer se debe, no se pasen los dias
en vano e los tienpos sin provecho».

— 38 —
de legitim adon del rango nobiliario, y del engrandecimiento
q u e q u e d a b a . en este texto, vinculado, sobre todo a la rpsr><->
s a b ilid a d d i r e c t a del indivíduo35. P n‘
El in t e r é s s e extiende, también a las obras d e carácter bio
gráfico centradas en la historia de linajes e individuos y de las
q u e e x is te n e s p l e n d i d a s muestras para fines de la Edad Med
T ie n e n c o m o característica la participación bastante directa de
la n o b le z a . e n s u condición de com itentes, lo que las situa
,re la h i s t o r i a bien fundada en hechos reales, y |a inevitabl!
le n d e n c ia a l panegírico, propia d e toda obra de encargo C
m o d a lid a d específica, la obra crônica biográfica alcanza e n T
u ltim o s t i e m p o s u n valor más destacado, en función de I-
v a lo r iz a c iô n d e la posición del indivíduo com o suieto h L T
r i c o , r e i v i n d i c a d a desde el m ism o centro de gravedad ri.î
m e d i e v a l i s m o 36. La biografia hispânica del sig lo X V se cen

35 Una vez más se presenla al conde de Haro, con ocasiôn de su falle-


cimiento. como modelo de noble intachable: cap. CXLII, 345-346: por el con­
trario. al marqués de Villena se le atribuyen todo tipo de vicios y defectos.
a c o m p a n a d o s de las constantes reflexiones personales del autor. que encierran
durisimas críticas: ver, por ejemplo, el cap. CXX VI, 317-318, donde afirma
Enriquez del Castillo de él que «ni bibiendo se pudo Mamar varôn de Iimpia
fama», «ni en la muerte digno de rrica memoria» y, además, el cap. CLVI, 395-
396, donde, al aludir a su muerte. no duda en afirm ar la hereditariedad de su
infamia, «Qué memoria será la tuya?, (',qué rrenom bre dexarâs a tus hijos? ...
Baste. pues, saber de ti, que dexas feo apellido de tu nombre, e m ayor infamia
de tus obras».Por último, en cuanto a las razones de la «sublim aciôn» de don
Beltrân de la Cueva, el autor opinaba — frente a la interpretación ya senalada
de Juan de Alarcôn, por ejemplo— , que se debia a sus valores intrínsecos: «avia
en él tantas partes de bondad que lo hasia m ereçedor de toda la prosperidad e
bien andança que le vino». cap. XXIV, 168-170.
36. La biografia ha em pezado a valorarse con nuevas claves desde que
se ha puesto de relieve la necesidad de acabar con el prim ado de la historia
de las colectividades, para dar entrada tam bién a las individualidades, en el
cntendimiento de que detrás de cada una de esas situaciones particulares pue­
de reconstruirse todo un am biente social, en función del m undo de relacio­
nes en el que el individuo se encontraba inm erso. Ver. a este respecto, Barros
(edit.) Historia a Debate, Santiago de Com postela. 1995 tom o II. que lleva
por título «Retorno del sujeto», donde se incluye un apartado sobre «Indivi-

— 39 —
traba en los sectores sociales privilegiados — monarca ajt
clero, y nobleza— , orientando su contenido en el sentido de
los arquétipos medievales, aunque con la presencia de elemen
tos de innovación37. En las obras más apegadas a la corrien
te tradicional, el hilo del discurso se desplaza desde el mode|
teórico al ejem plo concreto, sin atender demasiado a los valo
res individuales, y centrando la justificación de la nobleza so­
bre todo en el marco del linaje, critério éste que, por si mism0
conducía a una bastante generalizada crítica del ennobleCj
miento particular, desde una condición social inferior. L a ten
dencia innovadora se caracterizaba, en cambio, por iniciar e|
desplazamiento de la atención hacia el linaje, pero partiendode]
propio individuo, y reivindicando los valores y méritos particu
lares; se trataba de la concepción reacentista del personaje como
responsable de sus obras, y significaba, en último extremo, una
postura de legitimación del acceso a la nobleza desde una con­
dición social inferior 38. En otro orden de cosas, el esquema ha-

dualism o», mientras que en el tom o III, dedicado a «Otros enfoques», no falta
una sección referida, concretam ente, a la «Biografia histórica». Una reivin-
dicació n del género en E lisabeth G aucher. L a biographie chevaleresque
Typologie d'un genre (Xllle-Xve siècle). Paris, 1994. Interesantes considéra»
nés al respecto se contienen en la edición de los resultados de uno de los sieie
grupos de trabajo integrados en la investigación de la Fondation Européenne*
la Sciencie, sobre Les origines de l'É tat moderne en Europe, Xllle-XVlIIesiède,
bajo la dirección general de Wim Blockm ans y Philippe Genett. concretamen­
te el siguiente: Janet Colem an (edit.). L'individu dans la théorie et dans la
pratique, Paris, 1996; de su contenido vale la pena destacar, por su mayor
relación con lo aqui tratado, el capítulo 2. de Sverre Bage, «L'individu dans
l'historiographie médiévale», 43-70, que dedica un apartado específico a li
historiografia aristocrática, 51-55.
37. El conocido artículo de José Luis Rom ero, «Sobre la biografia es-
panola del siglo XV y los ideales de vida», Cuadernos de Historia de Espa-
n a I, II (1944), 115-138, sigue proporcionando reflexiones de interés sobre
este género, entre Ia L iteratura y la H istoria.
38. Veamos. a este respecto, algunas m uestras significativas: de acuerdc
con el enfoque tradicional. Díaz de Gám ez en su ob. cit., primer libro. em-
p ezab a su crônica biográfica d edicada a Pero Nino, con una description

— 40 —
bituai de estas obras, tanto las individuaies com o las cole r
se aborda el perfil del individuo. a través de su retrato r ’
sico como moral, y la fijación del carácter, utilizand ^
parâmetro los rasgos arquetípicos de su condición pa° C° m°
pletar la descripción con el desarrollo d e su actuac ^ C° m
último, la valoración definitiva del personaje. Con t 7 ’ ^ P° r
dencia manipuladora de tales obras es d e sobra con ° ' ^ ^
particular en las referidas a un linaje, es preciso teneTín “
ta la frecuencia con que se distorsionaba la realidad h " '
cabida a falsedades que contribuían a ensalzar la fí ’ ndo
sonaje y de su âmbito familiar 3Ç. ^Ura Per-

^ l ú d T d í T l a trayectoria del noble linaje en el que se inscribia el persona-


■en esta misma linea. Femán Pérez de Guzm án en sus «G eneraciones. Sem-
Manzas é Obras de los excelentes reyes de Esparïa don E nrique el tercero 6
don Juan el Segundo, y de l.os venerables perlados y notables caballeros que
en tiempos destos reyes fueron», en Crônicas de los R eyes de Castilla, II.
BAE LXIX. Madrid. 1953. cap. XXX, 711, traza el retrato de Hem án Alfonso
de Robles en tono abiertamente crítico, tanto en lo referente al aspecto físi­
co que comenta con expresiones alusivas a su cuerpo espeso y su m irada tur­
bada y corta, como, especialmente, a la conducta. calificándolo com o áspero,
malicioso, presuntuoso. etc.. sin olvidar constatar lo que constituía, probable­
mente. la razón de su desprecio: el hecho de carecer de orígenes nobles, en
definitiva, su «apartada condicion»; puede verse esto m ism o en Ia edición de
la obra hecha por TATE, Londres, 1965, 34. Por el contrario, pese a sus os-
curos orígenes, don Rodrigo de Villandrando, conde de Ribadeo, era objeto
de complaciente atención por parte de Pulgar, en su obra Claros varones de
Castilla, edición y estúdio por TATE, M adrid. 1985, 109-114, donde le cali-
ficaba de hombre agraciado, de cuerpo fuerte y proporcionado, y de notables
cualidades. como el valor y la buena disposición para el com bate, así como
la cordura, la diligencia y su carácter justo y franco.
39. Numerosos ejemplos podrían utilizar.se como testim onio de este he­
cho. por otra parte, bien conocido. Algunas consideraciones de interés respec­
to a la fuerte carga de subjetividad. y de verdadera m anipulación en este tipo
de obras, realizadas con el único fin de justificar y ensalzar al com itente, en
el artículo de Alfonso Franco S ilv a y Juan A ntonio G arcia L uján, «Los
Pacheco. La imagen mítica de un linaje português en tierras de Castilla». A c­
ras das II Jornadas de História M edieval, Porto 1989, III. 943-991.

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Entre las de mayor expresividad, cabe mencionar la de (Jq- 1
Álvaro de Luna, de G onzalo Chacón, configurada en t0m0 I
este personaje, en relación con el cual se diserïa un pensamien
to específico acerca de la condición nobiliaria: así, por ejem. '
plo, en el capítulo primera, el autor se adentra, por un la(j0
en la valoración de los distintos tipos de nobleza . establecien'
do com o premisa inicial la superioridad de los méritos perso*
nales, frente a los adquiridos por herencia, para pasar despuéj
a la consideración de los que se limitaban a la conservacíón
sin más de dicha condición heredada, y, finalmente, a q u e lia
representada por quienes con su com portamiento, lo g ra b a n
aunar los dos elem entos que, en definitiva, y de forma gene-
ralmente aceptada en la época, constítuían el mejor recurso de
legitim ación de la nobleza, es decir, la sangre y el mérito Per­
sonal, con la que se identificada claramente al personaje en
cuestión 40. En definitiva, el tema del engrandecimiento, tan
estrechamente ligado a la esencia noble, aparece aqui perfec-
tamente delim itado, en un ejem plo bien sign ificativo41. En

40. G onzalo Chacón, Crônica de don Á lvaro de Luna, condestable de


Castilla. maestre de Santiago, edic. y est. Carriazo y Arroquia. Madrid. 1940,
7-8. cap. I «D e las diuersidades de los linages, e de la casa e linaje de don
Á lvaro de Luna, m aestre de Santiago e condestable de C astilla».., «Estos
atales — se refiere al últim o tipo de nobles indicado en el texto— , velando e
trabajando de noche e de dia. porfian tanto con la fortuna, que sobran e pa-
san toda la nobleza e grandeza de sus linajes, ...e no sólo m erescen rescebir
gloria para si m esm os, mas acrecientan la de los sus pasados. e déxanla más
estendida e acrecentada a los que después de ellos vienen». Interesa senalar
la observación del autor. en la introducción al m ism o capítulo, acerca de lo
que consideraba propio del âm bito de Ia teoria, que era la discutida legitima­
ción de la nobleza. planteada sobre la dicotom ia de la condición adquirida,
o heredada «Question fue muy antigua e dubda muy porfiada entre los sabios
que m ucho supieron», para pasar a continuación a situar el tem a en una di­
m ension m ás cercana a la realidad. que era la que le interesaba.
41. Ver, en relación con esto, ibidem el cap. VIII, 27, cuyo epígrafe dice
lo siguiente: «Com o iba cresciendo don Á lvaro de Luna en estado e virtu­
d e s ...» . A lgunos pasajes de la obra resultan especialm ente significativos en
lo que se refiere a la sobrevaloración de cualidades del personaje, capaz, con

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obra e s t á n presentes, igualmente, los valores de la so-
dicha] ” ad ]a convivialidad. el establecim iento de nutridas.
C' a b l *| e l concepto de «mayor valer», así com o el ambiente
CllCn 6 o d o n d e u n indivíduo com o don Álvaro, podia des-
°° rsè con soltura, mostrando un com portamiento sicm-
CnVcuidadoso de su imagen física, para atraerse la atención del
prÊ d e lo s grandes nobles, y haciendo gala en todo momen-
TG^a i n d a u n a serie de cualidades externas, que justificaban
tO 0 6 lU U .
su p r o y e c c ió n sociopohtica .

1 rey según el autor, de transm itir toda su grandeza al entorno que los ro-
deaba- ver. por ejemplo. el cap. XI. donde el episodio de la entrada de am­
bos en el castillo de Montalbán es narrada afirm ando que «aquél castillo.
como quiera que era estrecho e mal reparado, m ucho lo ennobleció e fizo
grande la real nobleza que dentro de sí contenía. Ca dentro de si contenía al
Rey e al derecho de su reyno, e aquél que verdaderam ente era guarda de su
vida, e acarreo de su servicio: e dentro estaba la corona e el cetro de la justi-
cia de Castilla. Alli se sa lv a b a por Ia m ano de aquél leal e virtuoso senor
seruidor don Álvaro de Luna». 43-44.
42. El sentido del «mayor valer» se aplicaba a los personajes del entor­
no regio más próximo, precisam ente aquellos sobre los que se ejerció. al de-
cir del cronista, el poderoso atractivo de don Alvaro, de tal modo que «los que
más valían... todos lo preciaban m ucho e procuraban de le sem ejar, e todos
le seguían e non se partían dél»; ibidem, cap. III, 14. Son m uy num éros los
pasajes en que se hace referencia a las diversas cuestiones planteadas en el tex­
to: por ejemplo, ibidem, cap. VI, 20, donde se habla de su destreza, muy supe­
rior a la de los demás, en los juegos caballerescos, la danza, o cualquier otra
actividad lúdica y recreativa, así com o a su porte «tan gracioso e bien criado,
e de fermosa e gentil dispusición, e de muy dulçe fabla e conversaçiôn». lo que
no sólo le destacaba en el entom o regio. sino que adem ás le prorcionaba la
admiración femenina. aspecto éste que quedaba incluído, habitualm ente, en­
tre las cualidades propiamente nobiliarias; el cap. LXVIII está dedicado, ade­
más. a «la figura e fechura de don Álvaro de Luna. m aestre de Santiago, e de
las sus maneras e costumbres», 207-208, poniendo de relieve el porte físico,
la destreza militar, la caballerosidad, en el estricto sentido del térm ino, la ha-
bilidad en la caza. etc.. Es de destacar tam bién cóm o el cronista reconocia en
él otro de los valores intrínsecos nobilarios: la capacidad de satelizar en tor­
no suyo a una pléyade de seguidores, de todo tipo. y la habilidad dem ostra­
da al haber sabido prom ocionarlos: «E otros m uchos caballeros, m ançebos e

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Las biografias de carácter colectivo, a medio camino
tre la biografia propiamente dicha y la crônica, cuentan *** ■
dos obras básicas, las de Fernán Pérez de Guzmán, y ^ ° n]
nando del Pulgar. concebidas com o antologias de persona' 1
destacados de su tiempo, entre los reinados de Enrique II}6*
R eyes Católicos. Pese a algunas diferencias, en ambos cas(wi
las semblanzas de nobles no responden a verdaderos retrat
individualizados, sin o que se ajustan al tipo de categorj
formularias, en las que se recogen una serie de clásicos vicj
y virtudes, acom panados de d escrip ciones físicas un tanto
estereotipadas, destinadas a configurar un ejemplo moraliza
dor. Ahora bien, por lo que aqui interesa, cabe destacar qUe Sj
estas obras se inscriben en el perfil de literatura moralizante
también puede decirse que constituían un recurso de definicíón
de un m odelo nobiliario, al que cada indivíduo debía aproxj
marse, y, al mismo tiempo, un instrumento de legitimación de
la nobleza en abstracto, legitimación que podia luego alcanzar
un nível de concreción en cada caso, en función de su adapta-
bilidad al modelo; un modelo construído sobre la base de todos
los valores y cualidades que se atribuían, personalizadamente
com o elo g io s particulares, a cada uno de los personajes en
cuestión, y que se referían a todas las facetas de la vida no­
ble: actuación pública — gobierno, administración, guerra—
vida privada — aspectos familiares, marcos de relación y so-
ciabilidad— , y liderazgo so c ia l43. En cuanto a las caracteris-

pajes e ninos fijos de grandes senores que se criaban en la su casa del Con­
destable, e después fueron m arqueses e condes e m aestres e grandes onbre
en los reynos de Castilla. procurándolo el m ism o Condestable». cap. XVII,
68-69 ; finalmente, en el cap. CXX II se destacaba la generosidad desmotrada
con algunos de sus servidores m ás directos, entre ellos, el propio Gonzalo
Chacón a quienes repartió dinero y bienes antes de su muerte. 395-399.
43. H aciendo abstracción de los epítetos particulares, se obtiene el r
cuento de las siguientes cualidades, com o las más destacadas: capacidadpara
el buen gobierno — en lo público y en lo privado (linaje, patrimonio)— pata
dar consejo. y para el servicio de la m onarquia, interés por el «bien comûn».
d e s c r i t a s , trataban, sobre todo, de identificar la
ticas f|Slca*obje con actjtudes y gestos — agraciado en cuer-
c o n d ic io n ^ buena presencia, bien proporcionado— es-
^ ’l^ e n d o una cierta correspondencia entre el aspecto físico
v e l v a lo r m o r a l 44-

E s tr a té g ia s y recursos de legitim ación

El papel de la escritura como estrategia de autolegitimación


o b ilia ria es u n hecho bien probado, puesto de manifiesto de

entido de la autoridad. fortaleza, capacidad de esfuerzo. valor, osadía. des-


se" en el com bate, honra, astúcia, ingenio. sagacidad. persévérant-ia. pru­
dência sentido de lajusticia, prodigalidad. liberalidad, franqueza, capacidad
a ra ejerce r la gracia, discreción. templanza. diligencia, cortesia, caballero-
sidad generosidad. clemencia. sinceridad. cordura, m esura en el com er y be­
ber capacidad de raciocinio. gusto por la cultura y el estúdio en general
—ciências, letras, astrologia— piedad. y. en bastantes casos, se alude a la in-
clinación a Ias mujeres, entendida como elogio.
44 . Tate. Claros varones d e .... insiste en que las descripciones de ras­
gos físicos no parecen responder a la realidad. La aproxim ación a la figura
de los indivíduos necesita de las fuentes iconográficas. que perm iten contras­
tar la información escrita. Así. en el caso del linaje M endoza. contam os con
retratos pintados, como el del m arqués de Santillana, y su esposa dona Cata-
lina Suárez de Figueroa, en el fam oso Retablo de los Á ngeles, de la iglesia
del Hospital de Buitrago, obra de Jorge Inglês, en 1455. en el que se los ve
en actitud orante, acompanados de un paje y una duena, respectivam ente; o
el del duque del Infantado atribuido al m aestro de Sopetrán, hacia 1470, pro­
cedente de dicho monasterio: ver, al respecto. el análisis realizado a propó­
sito del primer duque del Infantado. utilizando las palabras de Pulgar, y el
retrato de Don Diego Hurlado de M endoza en el retablo de S opetrán, por
Francisco Layna Serrano. H istoria de G uadalajaray su s M endozas en los
siglos XVy XVI. Guadalajara, 1993 (rééd.), II, 15-16. A m bas pinturas fueron
recogidas en el Catálogo de la Exposición realizada en Toledo, en 1992: Fer­
nando Checa Cremades, y Rosário Díez del Corral G arnica (edits.), Reyes y
Mecenas. Los Reyes Católicos, M aximiliano I y los inicios de la casa de Aus-
tna en Espana, Toledo, 1992, núm. 38, y núm . 39 de la relación de obras ex-
puestas, 308-310.

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forma más específica aún en los tratados genealógicos, q Ue j
graron su entidad al compás del proceso de definición de |a es
tructura de linaje; para la nobleza se trataba de su propia hist0rjj
lo que significaba la necesidad de ordenar los recuerdos, y pro>
yectarlos cada vez más atrás en el tiempo. con el objetivo de
terminante de legitim ación de su imparable acumulación cfe
prestigio y poder en el más amplio sentido45.
En un nivel más profundo, y com o grupo de poder, la no
bleza en el siglo XV utilizo una cobertura ideológica que, ba
sada en el trifuncionalismo, se ampliaba y modificaba en el
sentido de vinculación con la instancia de poder regio, y u
identificación con los intereses generales del «reino». L a teo­
ria de la trifuncionalidad, desde su sentido general tal como
fue elaborada en las viejas concepciones transmitidas entre los
pueblos indoeuropeos, servia para justificar un orden social
que alcanzaba su equilíbrio mediante el reparto de funciones-
en su adaptación m edieval, se convirtió en la ideologia bási­
ca de legitimación de la condición privilegiada de la desempe-
nada por los bellatores, por lo que es una de las cuestiones más
presentes en la teorización sobre los aspectos nobiliarios46. No
obstante, tal concepción debía renovarse, especialmente a par­
tir del momento en que se acaba con el primado de la guerra
com o instrumento capaz de sustentar la legitimación de la con­
dición de privilegio noble, de m odo que los integrantes de este
grupo tuvieron que ampliar y modificar el programa ideoló-

45. La revalorización de Ia Genealogia como ciência y método de investi­


gación, es tarea importante, que viene siendo realizada por algunos especialistas
desde la últim a década. Una demostración del valor histórico de Genealogia y
Heráldica, en el libro de Faustino Menéndez Pidal, Los emblemas heráldicos. Una
interprétation histórica, Real Academia de la Historia, Madrid, 1993.
46. Resulta suficientem ente explícito que, en el proceso de readaptación
m edieval, una de esas funciones, la de los bellatores, pronto se identificaria,
en la consideración general, con una situación de privilegio y honor recono*
cidos. Una visión de conjunto en el libro de Javier Alvarado Planas. De la
ideologia trifuncional a la séparation de poderes, M adrid. 1993.

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de su preeminencia. En la Baja Edad Media,
g jc o j u s t i f i c a t i v o
la id e a y concepción de «defensores» se ampliaba y se modi-
fjc a b a . s i e n d o sustituida por la de «servidores», m ucho más
a m p l i a y de mayor trascendencia en sus contenidos. En su
a p lic a c ió n . la nobleza la orientaba hacia dos objetivos funda-
m e n ta le s : la vinculación directa con la monarquia, y , parale­
la m e n te . la identificación con los intereses del reino.
La p r o x i m i d a d a la monarquia era básica, porque en ella
s e r e c o n o c ía , en general, una de las más importante claves de
le g itim a c ió n . tanto para la obtención del rango, com o para el
e n c u m b r a m ie n to posterior. D e acuerdo con esta interpretación
la v o lu n ta d del príncipe aparecia com o la única instancia con
c a p a c id a d para otorgar dicha condición. En nuestro âmbito de
e s t ú d io , desde la perspectiva jurídica, en el entorno regio se
o b s e rv a u n a evidente identificación con esta doctrina- por un
la d o . e l apoyo de la monarquia castellana a la doctrina bar
to lia n a se hizo expreso en la famosa Pragmática de Juan II de
1 4 2 7 , c o n v e r tid a en verdadera «ley de citas», por la que las opi
n io n e s de d.cho autor alcanzaban la categoria d e alegables 47
S in e m b a r g o , lo importante es que la monarquia asumiera este
c o n c e p to de nobleza, y. especialmente, la forma de legitimar sn
acceso a la misma mediante la voluntad regia com o elem ento
determinante, lo que. por otra parte, contribuía decididamen
te a asegurar el control regio en lo referente a las baseT de

47. Dicha Pragm ática ha despertado interés, desde distintos ângulos,


entre medievalistas e iushistoriadores. Aqui lo que conviene destacar es su
sentido de instrumento destinado a fijar los autores y doctrinas susceptibles
de ser utilizados en el panorama jurídico castellano-leonés: «Don Johan. por
la graçia de Dios rey de C astilla... establesco e quiero e m ando e ordeno por
esta mi Carta... que las partes nin sus letrados e abogados, nin otros algunos,
non sean osados de allegar... en los tales pleitos e causas e q uestiones... opi­
nion ...de qualquier D octor nin D octores... de los que han seido fasta aqui
después de Juan Andrés e Bartulo»: M iguel Á ngel Pérez de la Canal. «La
Pragmática de Juan II, de 8 de febrero de 1427», A nuário de H istoria del
Derecho Espanol, 26. (1956), 664.

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constitución del orden nobiliario, y el acceso al mismo.
pues, lo que com enzaba siendo la dem ostración de mérito/
específicos, integrados todo ellos en el concepto genérico & I
«virtud», necesitaba para cuajar definitivamente en un status
nobiliario, de la «gracia regia», com o elem ento determinan
te. A la condición privilegiada de nobleza, perfectamente |e
gilimada. se accedía mediante la consideración del principe
de virtutis causa, pero se necesitaba com o requisito im p re s
cindible la voluntas regis. La dependencia de la nobleza res
pecto del rey, en su faceta de «ennoblecedor, criador, y facedor
de nobles», aparece bien definida, aunque la monarquia, p0r
su parte, no prescindia del elem ento hereditário, en cuanto qyg
toda nobleza «creada» por privilegio real, — o toda situación
de encumbramiento producida por la misma voluntad regia—.
estaba destinada a convertirse en nobleza doblemente presti­
giada al transformarse en nobleza «heredada» 48.
Tal situación implicaba la em isión de flujos de doble di-
rección entre nobleza y monarquia, lo que alcanzó un signi­
ficado de enorm e interés para los n obles en el proceso de
definición de su poder, en cuanto que su papel en la sociedad
política estaba supeditado a su inserción en las estructuras
creadas por la Corona; la convergencia de intereses entre esas

48. La idea aparece recogida en m ultitud de fuentes: entre las má


presivas se encuentra uno de los casos m ás definidos de encumbramiento por
la voluntad regia, el del condestable M iguel L ucas de Iranzo. a quien Enri­
que IV otorgó el engrandecim iento en el estado nobiliario. mediante laob-
tención de «caballeria sobre hidalguía», en el Real sobre Granada, el 12 de
ju n io de 1455: «A los Reyes pertenesçe en su real actoridad, y por la sobera­
na dignidad suya ennoblecer y criar y facer nobles à las personas que sonde
virtud d o tad as,... yo vos ennoblesco y vos crio y fago noble, y vos constitu-
yo y pongo en linage, estado y grado de nobleza para que perpetuamente vos
y vuestros fijos, nietos y bisnietos. y los que de vos y dellos son y serán des-
cen d ien tes (y collatérales) por recta línea seades y vos podades llamary
llam edes n o b les... com o persona noble y tal que de si m esmo da comienzo
de generoso linaje»: docum ento transcrito en M em órias de D. Enrique IVde
C astilla. Real A cademia de la Historia. M adrid, 1835, II. 141-143.
doS in s ia n c ia s de poder, contribuía a! reforzamiento recíproco
y s e p la n te a b a com o recurso básico de equilibrio funcional en
la f o rm a c ió n político-social Si se puede. y se debe. hablar de
complementariedad — pnt rp monarouía
entre monarquia yv nobleza.
nobleza. ee incluso
incluso He
de
s im b io s is e n t r e ellas, éste es uno de los aspectos que corrobo­
ra c o n másclaridad la idea. Había. evidentem ente, una conver-
g e n c ia d e intereses entre am bos, y dicha relación puede ser
a b o r d a d a desde la perspectivas la coyuntural — q ue impri '
u n s e n t id o especial, m odificando y trastocando algu nos'e l'f
mentos y bases de dicha relación- , y, sobre todo. resulta nri
m o rd ia l el planteamiento desde la dim ension estructural 49
En la base de dicha relación dos conceptos aparecen espe
c ia lm e n te bien delimitados: fidelidad. y s e r v id o R esoecin í i
p r im e m de ellos, su sentido, desde el âmbito de relaciones f J
d ales. h a b í a ido evolucionando a lo largo del período medieval’

49 La relación entre nobleza y m onarquia en el período bajomedieval


era compleja, intensa, y, sobre todo, pese a que la en la bibliografia especia­
lizada se ha insistido habitualm ente en la dim ension de la coyuntura políti­
ca dicha relación iba más al lã de las situaciones concretas, porque respondia
a razones más profundas. Ver, en ese sentido, la opinion de Antoni Maczak.
«Nécessité et com plexité des rélations entre É tat et noblesse», W olfgang
Reinhard (edit.). Les élites du p o u vo ir et la construction de l'É ta t en Europe,
Paris. 1996, 259-283. La identificación entre nobleza y poder político, en su
forma de Estado, queda expresada de forma rotunda en un reciente trabajo de
Philippe Contamine. «N oblesse et service: l'id é e et la réalité dans la France
de la fin du Moyen Age», en Oexle, y Paravicini. ob. cit.. 299-311, donde se
lee lo siguiente: «Dès lors que l'id ée de noblesse im plique celle de statut, il
faut admettre l'existence, au niveau supérieur, d 'u n e ou de plusieurs autorités
reconnues, d'un ou de plusieurs pouvoirs établis, susceptibles de susciter, de
définir ou pour le moins de garantir officiellement ce statut. Sans ces pouvoirs,
sans ces autorités de nature publique, pas de véritable statut, dès lors pas de
véritable noblesse. A la limite, l'existence d 'u n e noblesse im pliquerait donc
I existence d'un E tat... Entre noblesse et Etat, au sens le plus large ou le plus
vague, la liaison est ou serait inévitable», 299. Para el âm bito casteilano, re­
sulta obligada la referencia a las obras de Luis Suárez Fernández. y entre ellas
una de las más recientes: M onarquia hispana y revolución Trastámara. Real
Academia de la Historia, Madrid, 1994.

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y puede ser entendido a partir de ópticas distintas y c o m p le n J
tarias, desde el punto de vista conceptual. institucional, y pr^T
tic o 50. La idea de la fidelidad queda reflejada en el calificatiVo *
del «buen vasallo», que va siendo desbancado en las fuentej
tardomedievales, por el de «servidor», cada vez más frecuente
Todo parece indicar que el servicio, en su doble dimension, con
ceptual y práctica, alcanzó una enorme importancia. No obstan­
te, no siempre existia homogeneidad en la consideración del
mismo entre nobleza y monarquia; así. por ejemplo, la idea ver­
tebral de «servicio», consustancial a la nobleza, tendia a ser co n ­
siderada por el poder regio com o un sintoma de supeditaci6n
mientras los nobles, por su parte, la asumian en el sentido de « p rj.
vilegio de función». intentando rentabilizar en todo momento el
principio del engrandecimiento ob servitia 31.
La am plisim a docum entación que recoge las m u l t i p l e s
perspectivas de dicha relación. pone de relieve constantemente
la idea del servicio nobiliario com o criterio de engrandeci­
miento, y elem ento susceptible del reconocim iento de la mo­
narquia mediante la práctica de la «gracia regia». El servicio
a la Corona se ponia. además, en estrecha conexiôn con el ser­
vicio a D ios, y con el bien público del reino, en un triple ra-
zonam iento para situar a los miembros de la nobleza en ese
marco de sujeción 52. La figura del noble acorde con esos pre-

50. Interesantes consideraciones respecto al sentido de la fidelidad a fi­


nes del período m edieval, en el artículo de una especialista en nobleza fran­
cesa: M arie-Thérese Caron. «L a fidélité dans la noblesse bourguignone à la
fin du Moyen Age», Contam ine (edit.), L 'É tat et les A ristocraties.... 103-128.
51. Contam ine, ob. cit.. term ina el artículo afirm ando que se produjo
una verdadera invasion del concepto de servicio honroso en la mentalidad no­
biliaria, y que de ello am bas partes obtuvieron ventajas: 310. De particular
interés. asim ism o, sobre el encum bram iento, el trabajo de Rudolf Braun,
« R ester au som m et: m odes de reproduction so cio cu ltu relle des élites du
pouvoir européennes» en W olfgand Reinhard (edit.). Les élites du pouvoir et
la construction de l'E ta t en E urope. Paris. 1996, 323-353.
52. Entre otros m uchos ejem plos, pueden verse las form ulas incluidas
en el siguiente documento: Archivo General de Simancas. Patronato Real. leg.
s u p u e s to sregios era la del «seruidor de su alteza... bueno leal
v v e r d a d e r o . .. en hecho, dicho y consejo» , es decir que nu
s ie r o n e n prácuca la ideal del servicio en términos de comi"
n u id a d . y en el más amplio se n tid o ^ . El ep i.eto de servidor
s e f u e s u p e r p o n i e n d o as. al de súbdito. y vasallo para confi
g u ra r y d e f i n i r la relación d e los nobles respecto de la Cor
n a . E s . asimismo, la idea y la realidad práctica del servicio’
_ e n e s t e caso. en el mvel práctico y c o y u n tu r a l- |0 ou e ’
te n ta e n cierta medida la actuación generosa de |a m o n a m u í
re s p e c to de la nobleza: en el contexto de las donaciones reeia
lo s d o s argumentos u flizad os eran. por un lado. el convenH ’
m ie n to regio de la necesidad de contar con una poderosa noble
za, c u y o r e fle jo alcanzara a la propia Corona. y viceversa
o tro . e l obligado compromiso de recompensa por servidos p r e f
Iad o s . que. por otra parte, podia actuar com o acicate de adhe
s io n a la causa regia, en determinados momentos 54.

7 núm. 110, por el que Enrique IV y dona Juana de Portugal establecían cier-
[os acuerdos con algunos grandes nobles, argum entando que por tratarse de
algo conveniente al «serviçio de Dios, e nuestro. e a la paz de los reinos», la
monarquia decidia estrechar sus relaciones con una serie de m iem bros de la
nobleza «queremos vos resçebir e resçibim os vos por nuestros espeçiales e
leales e buenos seruidores» mientras ellos prom etían servicio y fidelidad «para
el serviçio de los reyes. y el bien público, y paçífico estado de vuestros rei­
nos y senoríos».Ver en el Apêndice docum ental, un docum ento sim ilar, loca­
lizado ibidem. Patronato Real. leg. 11, núm . 79.
53. Así se pone de relieve en un docum ento que recoge el pleito hom e­
naje hecho por don Diego López Pacheco, a Fernando el Católico y su hija
dona Juana: Archivo General de Simancas, Patronato Real. leg. 7. núm . 79.
fechado en Alba, 18 de enero de 1509.
54. Uno de entre muchos ejemplos que podrían citarse: «Porque razona-
ble e convenible cosa es a los reys e prinçipes de fazer graçias e merçedes a los
sus súbditos e naturales, e acreçentarlos en sus onrras e estados, espeçialmente
aquellos que lealmente e con pura voluntad los syguen e aman su serviçio... Aca­
tando los buenos e leales serviçios que Iohan Pacheco,mi donzel e vasallo...me
ha fecho e faze de cada d ia... entendiendo que lo fará e contynuará asy de aqui
adelante, e en alguna emienda e remuneraçión de los dichos serviçios, e porque
sea enxenplo a otros...»: el documento se encuentra en el nuevo Archivo Gene-

— 51 —
El servicio se convirtiô en una de las claves más signjfj^
tivas de la relación nobleza-monarquia a lo largo del sigl0
y en el desarrollo del com plejo juego político en los inicios
la Monarquia Hispânica, con sus debates y luchas, el «servicW
prestado al rey se complementaba con el «seguimiento» <je J
causa. Así, la formula que se consagrô para indicar la adhesiôn
a la Corona, y la fidelidad al rey com o poder actuante era la(j
«servir y seguir», una expresiôn que aunaba las dos dirnensio.
nés. la estructural. y la correspondiente a la coyuntura55, u

ral Nobiliario, constituído en el Hospital Tavera. en Toledo. Archivo Histórico Na­


cional. Nobleza, Prias Caja 4. núm. 5. fechado en Toro, 17 de mayo de I 447 En
algunos casos, el reconocimiento se remonta a serviçios prestados porantepasa.
dos del personaje en cuestión: «et considerando a los muy altos et muy grandes
et muy senalados serviçios que aquellos donde venides vos... fisieron a los Re.
yes de gloriosa memoria, nuestros progenitores, et a la Corona real de nuestros
Reynos. poniendo en serviçio suyo sus personas et casas e estados a todo arries-
go e peligro, fasta alguno dellos morir et otros derramar por ellos la sangre, a
asymesmo vos... ca nos avedes muy alta et muy grande et senaladamente servido
Et con mucho amor et buena voluntad...»: Concesión del título de duque del
Infantado por los Reyes Católicos a don Diego Hurtado de Mendoza, en el Real
sobre Toro, 22 de julio de 1475, en Francisco Layna Serrano, Historia de Gua-
dalajanay sus M endozas en los siglos X V y XVI, Guadalajara, 1993 (rééd.). Il,
Apêndice Documental, 474. Una promenorizada enumeración de los serviçios
prestados, referente a don Alvaro de Luna. en el privilegio de fundación de su
mayorazgo. de 1438: Alfonso Franco Silva, El senorío toledano de Montalbân,
de don Álvaro de Luna a los Pacheco, Cádiz, 1992, 67-68. nota 26.
55. De entre los num erosos docum entos en que se recogen estas expre-
siones, citem os una concordia entre Enrique IV y el maestre de Santiago, con
don Pedro Lôpez de Ayala, conde de Fuensalida, el 1 de julio de 1472. en la
que se dice lo siguiente: «Primeramente. quel dicho conde agora e de aqui ade-
lante aya de guardar e guarde la vida e persona e real estado del dicho senor
Rey. et le aya de servir et seguir, e servirá e seguirá bien, e leal, e verdadera-
mente com m o a su Rey e senor»... lo que se com pletaba. por parte del conde.
con la promesa. seguridad. y el gesto de besam anos: Archivo Histórico Nacio­
nal. Nobleza, Frias. leg. 12. núm. 20. Otra muestra se encuentra en al Apêndi­
ce docum ental, en el acuerdo establecido entre el m ism o monarca y varios
nobles, as! como el arzobispo de Toledo, en junio de 1456, por el queéstospto-
metian lo siguiente: «servirem os e seguirem os a vos el nuestro senor rey».
iW p o rta n c ia del servicio generó expresiones para aludir al in
cumplimiento de tal com promiso, consustancial al raneo de ahã
nobleza. c o m o l a s de «deservicio» y «deservidor». utilizadas on
r e f e r e n c i a a la ruptura de relaciones nobleza-monarquía V P

m is m o c o n c e p t o se tema en cuenta com o clave en las situ' ’


nes de restitución de las mismas. por el perdón regio 56
La p r o y e c c i ó n práctica del servicio al rey se resolv'
diante el desem peno de cargos, y |a obtención d e los mi*
s e c o r re s p o n d ia con un doble razonamiento, que constituí

b a se d e l e g i t i m a c i ó n : la situación privilegiada de la n o b le za T
re s e rv a b a e l d e r e c h o a l d e s e m p e n o d e | a s m á s a l t a s m a X r á
admimstracion, el gobierno, y e | eiérci.n , ,
lura s e n la
resultaba. en este sentido, determinante ’/ i 1 / ° '
lun tad r e g ia
* alribuirlas funciones. A p .n o * 01ras co„s id era ciô n «
b re e l p a p e l q u e p o d .a n s e g u ir d e s e m p e n a n d o lo s n n h i»
c o n c re to la alta nobleza, en un sistem a de eobiern y
ción hacia la tecnificación » hay que alender
y ^ue ° b ,eahora
r™ e "aevolu-
Ia di-

56 Archivo Histórico Nacional. Nobleza, Osuna. leg. 1.965. 1, núm. 5.


acuerdos entre Juan II y el conde de Castro, en 1430, con ocasión de fuertes
debates y tensiones políticas en el reino, en que se hacen constantes alusio-
„es a esta realidad del «deserviçio», y a los que «deservían». Ver A pêndice
documental, perdón otorgado. en 1446, por Juan II a don Fernando de León.
Otro ejemplo de perdón: Juan II respondia así en 1451 al conde de Benavente:
«nunca vuestra yntençión nin voluntad fuera errar contra m i nin me enojar,
mas antes fuera e es servir bien e fiel e leal e verdaderam ente com m o a vues-
tro Rev e sennor natural...», para justificar su décision de clem encia, «por­
que a los Reyes es propio de usar clem ençia con sus súbditos e naturales. e
los perdonar. e los traher a su serviçio. ca m uchas vezes acaesçe ser después
mucho servido dellos», en clara alusión al carácter m udable de la nobleza en
sus posiciones políticas: Ib id em .... Sobre los Pim entel, condes de Benavente.
acaba de aparecer una m onografia de Isabel B eceiro Pita. E l condado de
Benavente en el siglo XV, Benavente, 1998.
57. Al plantear esta cuestión. es necesario situarse en las coordenadas
de la sociedad política, y la historia social de Ia adm inistración, tem a que al-
canza en estos m omentos un papel de prim er orden en la investigación. Los
trabajos de corte prosopográfico. cada vez más valorados, y difundidos des­
de otras áreas de conocim iento diferentes a la del m edievalism o. perm iten

— 53 —
m ensión del cargo com o concesión regia, y, en este sen tie
los nombramientos hacen alusión a los méritos persona|e s°’
a la décision de premiar serviçios prestados 58. Los reyes ^
tendieron el ejercicio de las funciones com o un elemento mj.

obtener conclusiones reveladoras acerca del perfil social de la clase dirige™


te a fines de la Edad Media, no exentas de sorpresas, com o se pone de re|j^
ve en la obra de M arvin Lunenfeld. L os corregidores de Isabel la Católin,
Barcelona, 1989, que recoge num erosos ejem plos de nobles en el desemà*!
de tal función. El desplazam iento com pleto de la nobleza por una «clj^
funcionaria! de burocratas» parece difícil de sostener, mientras que, porelcoj.
trario, se observa la presencia e influjo directo e indirecto de la poderosa
nobiliaria en los mecanism os de tom a de décision del gobierno y administra
ción. Del m áxim o interés. en relación con estos aspectos, resulta la ediciónde
las Actas de Coloquio Internacional, celebrado en Paris, 1991, con ausência^
medievalistas hispanos: Jean-Philippe Genet y Günther Lottes, L'État Moderne
et les élites. X llle -X V llle siècles. A pports et lim ites de la méhode prnSt
p o g rahique. Paris, 1996; de entre las aportaciones, interesa destacaria^]
Neithard Bulst, «Les officiers royaux en France dans la deuxième moitié du XVt
siècle: bourgeois au service de l'É tat?», 111 -121. Yo m ism a me he interesado
por esta cuestión en algunas ocasiones, como, por ejem plo, en una ponencia
titulada «.La nobleza en la historia politica castellana en la segunda mitaddel
siglo XV. Bases de poder y pautas de comportamiento», Congresso Internacio­
nal Bartolomeu Dias e a sua epoca, Porto 1989, I, 181-200. Una muestra de
tratam iento del papel nobiliario en un período de gobierno en concreto, eu la
tesis doctoral de M.* José Garcia Vera. «La nobleza castellana bajomedieval.
Bases de su predom inio y ejercicio de su p o d e r en laform aciôn politico-so­
cial del siglo XV: et reinado de E nrique IV. Universidad Complutense, 1997.
58. A lo prim era se refieren frases com o ésta: «acatando la sufiçiençia.
ydoneidad y discreçiôn de v o s...» : mientras, la otra circunstancia se recono-
ce con expresiones de este tipo: «y los buenos e agradables serviçios que con­
tinuam ente me avedes fecho, e fasedes» Las form ulas proceden de un albali
de E nrique IV por el que nom bra consejero real a don Juan de Guzmàn,«su
vasallo»: Real A cadem ia de la H istoria, S a la z a r y Castro. M-25, fol.s 168-
168v, s.l., 16 de junio de 1465. Com o ejem plo de reconocim iento a los mé­
ritos de personajes anteriores, puede verse un docum ento fechado en Segovia.
20 de diciem bre de 1469, por el que E nrique IV concede a don Juan Telle;
Girón, conde de Uruena, el oficio de Notario mayor de Castilla, por la cota-
boración prestada por su padre, don Pedro Girôn. y en espera de la suya:Ar-
chivo Histórico Nacional. Nobleza. Osuna. leg. 3. nùm . 4 a-c.

— 54-
d e p r o x im id a d supeditada de la nobleza. cu yos miem bros en
su d i m e n s i o n d e «oficiales regios» eran considerados por la
m o n a r q u ia com o un grupo bajo su estricta. directa, y personai
d e p e n d e ncia . Por otra parte, es evidente que los monarcas
p r e m ia b a n valores nobiiiarios muy diversos, com o el «buen es-
f u e r z o et anymosidad. e buen seso , e entendim iento e ab
to r id a d » , pero resulta indudable que era su actitud de servicio
y e n c o n c r e to , los servicios militares, los aspectos que se encon
i'raban entre los más y mejor reconocidos para la recompensa 60
L a monarquia demostraba. respecto de los linajes nobles
u n r e c o n o c i m i e n t o especial, que no dudaba en calificar d
«respeto, consideraçiôn . , e acatamiento»,
. y* Hul-'
a Ue junio . ac-6
i,mt„ a las
mudes concretas de lealtad y colaboración, ponian en marcha
cl mecanismo de «magnífica - e n el sentido de m asnificen
c i a - remuneraçiôn». que llevaba al poder regio a «fa7er bien
c merçed», pero ademas a «onrrar, decorar, e sublimar» a altn,
nos individu», incrementando el poder de los individuos v l
las dinastias61. En las claves de acercamiento de la nobleza
parte del poder re^io. que podian contribuir a su legitim ac^n
como grupo pnv.leg,ado. la documentación alude al am o v
confianza depos.tado en los individuos de la alta n o b le z T L i

59. En una carta dirigida por E nrique IV al conde de Arcos. el 20 de


septembre de 1460, se refiere a Juan de Guzm àn, senor de Teba, a quien ha-
bia concedido una veimicuatria de las acrecentadas, en la ciudad de Sevilla,
y de quien decia «e porque él es mio e yo lo tengo por offeçial seruidor», y
que «vos lo recomiendo singularmente, asy com o propio m io»: Archivo His­
tórico Nacional, Nobleza. Osuna. leg. 117, núm. 18; más allé de que se quisiera
destacar que se trataba de un oficio de caracter real, frente a los concejiles. es
evidente que esto se corresponde con el interés de la m onarquia por difundir
la idea de que se trataba de «sus oficiales».
60. Layna Serrano, ob. cit.. concesión del título de duque del Infantado.
documento citado supra, 475.
61. Las expresiones están tomadas de un interesante docum ento por el
que Enrique IV, en 20 de enero de 1471. confirm ô a don Juan Ponce de Leôn
la merced de Cádiz, con el título de m arqués: ver A péndice docum entai. In-
teresantes consideraciones al respeto en el artículo se H ilda G rassotti, «Pro
bono et fideli servitio», Cuadernos de H istoria de E spana, (1961).

— 55 —
com o al parentesco, real o fictício utilizado com o signo de h- ;
tinción. pero sobre todo. de cercania al poder regio52. D eg^ J
modo. se potenciaba Ia imagen de los nobles com o «pares
rey», bajo una paternalista protección de la monarquia. TodH
estos aspectos, directam ente relacionados con Ia privan^
hacían de ésta un factor dei m áximo relieve para Ia leg iti^
ción dei engrandecimiento nobiliario, no ya sólo material, sjgj
también social.
Los miembros de las clases sociales dominantes que se eij.
contraban en el entorno regio eran quienes directamente se nu-
trían dei agua que manaba de la fuente de la «gracia» real
prerrogativa que, si por un lado subrayaba la preeminencia re
gia, por otro lado. satisfacía Ias necesidades directas de sus alie-
gados, quienes después podían trasvasarla a sus dependientej-
algunas de las figuras más próximas a los soberanos se convir'
tieron en paradigma de esa nobleza sostenida por la gracia regia
com o don Álvaro de Luna, don M iguel Lucas de Iranzo, don
Beltrán de la Cueva, y don Juan Pacheco, que destacan entre los
ejemplos más y mejor definidos de la «sublimación» nobiliaria®

62. Especialm ente en el últim o tercio dei siglo XV, los reyes se dirigían
a ios m iem bros de Ia alta nobleza dispensãndoles el trato de parientes, -tio.
sobrino, prim o- aunque no existiesen en realidad vínculos familiares, como
un signo m ás de los honores, preem inencias y prerrogativas que otorgarona
los «grandes» dei reino: ver. por ejem plo, en el Apêndice documental una re­
ferencia a «Don Johan de Guzm án, mi tio», por parte de Enrique IV. en un
docum ento de 1456, junio 21.
63. La imagen dei rey com o fuente de la que m anaba una gracia vivi-
ficante se consagro de form a definitiva ya en época m oderna. Precisamente
en la historiografia m odernista actual ha experim entado un importante reco-
nocim iento: consideraciones al respecto, en José M artínez Millán (edit.),Ins-
tituciones y élites de p o d e r en la M onarquia hispana durante el siglo XVI.
M adrid, 1992. m ás concretam ente el artículo de M artinez Millán. Y Carlos
Javier de Carlos Morales, «La adm inistración de la G racia real: los miembros
de la C âm ara de Castilla». 25-45. En el âm bito de la historia institucionalha
encontrado acogida. igualm ente, dicha figura, y uno de los autores que se han
ocupado de Ia cuestión es Salustiano De Dios: Gracia, m e iv e d y patmnazgo
real. La C am arade Castilla. 1474-1530. M adrid, 1993.

— 56 —
D esde el punto de vista formal, la actitud de la alta
z a r e s p e c t o de la monarquia, en quien encontraba una v w
d e r a f u e n t e de legitim ación, oscilaba entre situarin™
d iv e rs a s . Por un lado, era habitual el acatam iento y ^ ° 1Uy
p u e s to s de relieve en fórmulas pertinentes, y
,os64: por o t r o . se observa también la existencia d ■ ^ ^
d e r e c i p r o c i d a d en esas relaciones, en las que *" ^ grado
a c u e r d o s , cada una de las dos partes se c o m p r o m e t e i ?

54 Un curioso documento, con la habitual fórmula de acatam iento «et


| d ic h ocondestable dixo que obedesçía la dicha carta del dicho senor Rey.
C la mayor reverençia que podia e devia, así com o carta de su Rey e su
s .por natural, cuya vida e salud cobdiçia sobre todas las cosas, e que la
besava e ponia ençim a de su cabeça», en el Archivo G eneral de Simancas,
Estado-CastiUa. 1. núm. 120, fechado en A rjona. el 16 de enero de 1430,
recoge la respuesta de don Ruy López D ávalos a Juan II. con ocasión de su
Mamada para que acudiera ante él «e sabed que es conplidero a mi serviçio
la vuestra venida para.mí»; esto no significaba. sin em bargo, el cum plim ien-
io de la orden regia, ante la cual el condestable argum ento cierta enferm e-
dad que le impedia ir a su presencia. El respeto ante la autoridad real. que.
como hemos indicado, no se corresponde n ecesariam ente con obediencia
estricta, a veces se convierte en una actitud forzada p o r el m iedo ante la
presión regia, en una coyuntura política determ inada: así se pone de relie­
ve en la protesta del conde de Luna. don Diego Fernández de Q uinones, por
el llamamiento efectuado por E nrique IV ante el tem or de que le ordenase
jurar a su hija dona Juana por princesa heredera: «E agora porque el Rey
me ha enviado llamar, é manda que yo vaya personalm ente donde quiera que
él estoviere. é temo que me m andará e com pellerá que yo ju re á la dicha
dona Juana por P rincesa..., pero porque el m andam iento del Rey induce
justo miedo. por m anera que non lo faciendo, así a mi persona, com o casa
é estado, podría venir grant dano, segunt todas las cosas van en estos regnos
fuera de razon é justiçia; por ende y o ..., en la m ejor form a é m anera que de
derecho debo é puedo, protesto que si el tal juram ento ficiere de obedesçer. é
tener á la dicha dona Juana por Princesa, que lo fago forzado por el mandamien-
10 del Rey, al cual non puedo resistir, é fuera de mi propio é libre alvedrío,
el qual se requiere para que el juram ento valga». L aguna. 27 de noviem bre
de 1470, Archivo del D uque d e F rias, P a p eles d e la C asa d e Villena.
transcrito en Colecciòn de D ocum entos Inéditos para la H istoria de Espa-
na. 14, 421-423.

— 57 —
mente con Ia otra65. Sin embargo, tampoco faltan testimon'
de actitudes nobiliaria rayanas en Ia insolência, que, natura|
mente, es preciso contemplar en el marco de Ia evolución c
ereta de Ias relaciones nobleza-m onarquía 66. Por últim '
merece Ia pena senalar una actitud de m ím esis, de emulaci^
de Ia monarquia, que constituía para los grandes nobles, m»
estrategia de legitimación muy utilizada, y que afectaba a loj
más diversas facetas de su vida — ornato, presencia física r®.
laciones clientelares, imitación de determinados gestos, coqgl
el de armar caballeros, e t c .67. Esto resulta especialmente

65. Entre innum erables testim onios, en el Apêndice documental se hag


incluido algunos ejemplos, referentes al reinado de Enrique IV, y tomados dei
Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Osuna. leg. 1.635. núm. 3-10, y Archivo
General de Simancas. Patronato Real, leg. 11. núm. 79.
66 . Ver en el Apêndice docum ental, los capítulos asentados, en 1430, en.
tre Juan II y don Diego Gômez de Sandoval. en los que éste solicita del rey la
renuncia a su derecho a ser acogido en los castillos, aceptando que su herma-
no. com o responsable, «no los entregue ni pueda entregar a mi ni a otro pormi
mandado, e que non caia por ello en (mal) caso, non desirviéndome vos, el di-
cho conde», comprometiéndose, ademàs. a que en caso de ir alli, su llegadano
debía provocar «ningún em pacho».En este tipo de documentos, por otra parte,
se recogen expresiones bien significativas de lo que constituían pautas de con-
ducta habituales en el juego político del m om ento: «çesante todo fraude,e
cabtela, e engano, e ficçión, e sym ullaçión, e toda otra cosa que en contrario
puede ser»; Archivo Histórico Nacional, Nobleza. Frias, caja 15, núm. 3, que
contiene un compromiso entre el rey y algunos caballeros y prelados que hi-
cieron pleito homenaje en manos de don Juan Pacheco, marqués deVillena.
67. En relación con esto últim o, algunos documentos recogen la licencia
regia para que un m iem bro de la nobleza pudiese arm ar caballeros, con las
m ism as prerrogativas que si se tratase del rey: Archivo Ducal de Medinaceli,
Sección H istórica. Caja 1, núm. 102, 30 de junio de 1430, Juan II autoriza
al conde de M edinaceli. don Luis de la Cerda. a arm ar caballero a un vecino
de la villa, «el quai después de por vos assy arm ado cauallero, es mi merçede
m ando que goze de todas las honrras e graçias e m erçedes e franquezas e
prehem inençias e libertades que han e gozan todos los otros caualleros pormi
armados», transcrito por M.a Luisa Pardo Rodriguez, D o c u m e n t a t i o n del con­
dado de M edinaceli (1368-1454) Soria, 1993. doc. 170. 406.
• en la dimension senorial, donde la nobleza, a los
signif,catl^ ciedacli procuraba legitimar su autoridad en direc-
ojos de la s ^ monarquia, de la que emanaba directamente
ta relacion (egjtimidad sen0rial de la nobleza se configura-
su poder • ^ ^ marco de relaciones de poder con la Coro-
ba. por “ nrivaban en )as amplias capacidades obtenidas por los
na. que^ ^ y c u y a justificación se sostenia en la idea

nobleS C.| como delegados del monarca, aunque también su-


de su papier ^ ^ otras estratégias de legitimación para la
pieron j„ ,prhos e ingresos derivados de su relacion con
aereoiu
o b te n c io n d e
otras instituciones .

68 El tema. de enorme interés. encierra una cxtraordinaria densidad, que


ede ser objelo de seguimienlo en este trabajo de corte general. Sobre la
"° ^ t i v a de los seiiorios como escenario de ejercicio del (Xider, ver Paulino
Sndld«Senorios jurisdiccionales y poderes públicos a finales de la Edad Me­
dia» 23 Semana de Estudios M edievales de Este/la, Poderes públicos en la
Èumpa Medieval: Principados, Reinos, y Com nas. Pamplona, 1997, 69-116.
Los documentos de cõncesión de senorios por la Corona ponen de relieve las
respectiva situación de los derechos regios — con sus cláusulas de retención de
regalias-, y nobiiiarios — como beneficiários de la subrogación de poderes de
gobiemo y jurisdicción— en los senorios bajom edievales. Una aproximación
reciente en Quintanilla Raso. «Propiedades y derechos en los senorios no-
biliarios eordobeses de la Baja Edad Media. Nuevas interpretaciones». Histo­
r ia Instituciones Documentos 24 (1997). 381-404, donde se incluyen expresivas

formulas documentâtes. Una curiosa situación de inversion de papeles se pro-


ducia en algunos casos de venta de senorios al rey por parte m iem bros de la
nobleza: ver. como muestra. un documento incluido en el Apéndice documen­
tai. fechado en Valladolid, el 11 de noviembre de 1503. por el que el conde de
Ribadeo y Antonio Franco, en el contexto de una capitulación con Isabel la
Católica, le vendian el senorio de Ventosilla; otro docum ento similar, que con-
iiune la venta de Monterrey a la Corona. por parte de don Francisco de Zûniga.
para saldar una deuda con la reina lsabel, se conserva en el mismo Archivo
General de Simancas, Patronato Real, leg. 33, nùm. 25.
69. El titular de un senorio en el siglo XV trataba de aparecer com o de­
legado del poder regio, argumento que les servia de justificación, por ejemplo,
para la tendencia al cobro de alcabalas, pero a veces tam bién argum entaban su
responsabilidad en los asuntos de la vida eclesiástica, lo que les conducia al
intento, bastante frecuente, de obtencion de diezm os y derechos eclesiásticos.
En el piano de la coyuntura, aunque no es éste el enf
aqui adoptado. observamos algunos hechos de interés. En
mer lugar, las diversas fuentes, y en especial las document ■
recogen multitud de pactos, capitulaciones y acuerdos de
tipo entre grupos de nobles, y entre algunos de ellos y i0
pios reyes. que sólo pueden entenderse a la luz del vertigjn
ritmo político de la época tardomedieval70. En ellos aparece
nobleza dispuesta a todo para tomar el pulso a los monarcas8*
concreto, a limitar sus actuaciones «exorbitantes» Y en un
contexto, cabe hacer mención de uno de los momentos cumbr
del afianzamiento nobiliario. por via de legitimación de su hq.
sición en los aparatos de estado, y en el control del poder
trata de la «Sentencia Arbitral de Medina del Campo», de 14^5
que supuso, en plena efervescencia política, un intento dees^
tablecimiento de una limitación práctica de los poderes regio*
situados bajo el control nobiliario, en un momento especialmgj.
te significativo de la política castellana71. No obstante, lano-

70. La bibliografia al respecto es amplisim a, en especial en lo referente


a la Corona de Castilla. Una perspectiva de sintesis reciente en: Quintanilla
Raso. «Facciones, clientelas y partidos en Espaiia. en el trânsito de la Edad
Media a la Modemidad», Alvarado Planas (edit.), Poder, economia, clientelismo
Madrid. 1997, 15-49.
71. En principio, la Sentencia aparecia com o un proyecto de constitución
de un sistema monárquico distinto, con una firme posición de la alta nobleza, y,
com o tal. podia considerarse contrapunto a los principios políticos establecidos
en Olmedo, en 1455. momento cumbre del desarrollo del «poder absoluto» por
Juan II. De la lectura del texto — reproducido en M emorias de Enrique IVde
Castilla. ...II. 355-479— se desprenden las críticas y solicitudes hechasporlos
grandes al monarca y. entre ellas. destacan los dos capitulos que se refierenmàs
directamente a su posición, que son el XXLII. y XLIII, 397-398, donde. entre
otras cosas. consiguen un habeas copus bien definido. El texto ha sido interpre­
tado com o un «proyecto de constitución nobiliaria», M.a Dolores Carmen Mo­
rales Muniz, Alfonso de Ávila, rey de Castilla, Ávila. 1988, cap. IV. 63-86, No
obstante, parece evidente que el absolutismo regio no se tambaleó demasiado ante
este embite: ver, al respecto. las opiniones de José Manuel Nieto Soria, «El «po­
derio real absoluto» de Olmedo (1455) a Ocana (1469): la monarquia comocon-
flicto, En la Espana Medieval. 21 (1998), 159-228. concretamente. 214-219.

J
Ias bases mismas del absolutism e regio, a
ta c a b a
bleza no a por via nombramientos, privilégios y
cUya som ^ cu ya autoridad recibia. adem ás. Ia garantia
mercede-s- > • • icjacj de su condición privilegiada en la
necesaria de leg

s°ciedat| ro gran recurs0 puesto en práctica por Ia nobleza era


. ° ^ proyección del mensaje de su identificación con
su rellLr corT|1jn», en definitiva, con el interés general de los
el «b|e^ onStjtuye Una táctica hábilmente manejada com o cla-
lóeica de legitimación. que aparece constantemente en
ve 1 umentación más diversa, y no sólo en la de carácter po-
n ia que parecia necesario justificar actitudes agre-
llM o de abusos de poder atribuyéndolas falsam en te al
S'terés público— sino también en relación con asuntos priva­
dos propios de Ias dinastias nobiliarias. De Io primero tenemos
blindantes ejemplos en Ias numerosas cartas de confederación
suscritas por los nobles, en la compleja trayectoria politica del
siglo XV. En ellas se encuentran reiteradas expresiones acerca
dei «bien común»,.la «república», que junto a las alusiones al
«servicio de Dios», y «del rey», así com o al «buen gobierno de
Ia república» y la «paz de los reinos», se esgrimían com o razo-

72. El necesario apuntalam iento recíproco entre nobleza y m onarquia


es, en la actualidad. una idea bien asentada, tanto para quienes enfocan la
cuestión desde Ia perspectiva nobiliaria, com o para los que Io hacen desde la
óptica monárquica. Entre los prim eros. Contam ine, «N oblesse et Service...»
Io pone de manifiesto con toda claridad; en cuanto al análisis desde el plano
del poder regio. ver. entre otros. el reciente trabajo de N ieto Soria, «El «po­
derio real absoluto»...donde se alude a la idea de que la nobleza se veia
involucrada. e interesada directam ente. en el abolutism o regio im puesto en la
Castilla del siglo XV, del que obtenia tanto cargos, bienes. etc., com o perdón
y clemencia; en dicho artículo, pág. 163, nota 11, el autor se hace eco tam­
bién de las opiniones de De Dios. «Las Cortes de Castilla y León y Ia admi-
nistración central», en Las Cortes de Castilla y León, V alladolid, 1988, II.
316-317. acerca de que fueron los grupos privilegiados, nobles y prelados, los
que. incluso, potenciaron el absolutism o regio, com o garantia y legitim ación
de su propia condición de privilegio.

— 61 —
nos que justificaban dichos contratos '3. En algunas o c a s jJ
gustaban de definirse com o «miembros del cuerpo m istjjB
la cosa pública destos R eynos de Castilla e de León * 9
prinçipales como demuestra la esperiencia de nuestros Ù T B
estados e casas e faciendas e naturaleza»74. I g u a l m e n t e * ï
senta interés el hecho de que, incluso aspectos de l a vida « S
vada de la nobleza. que correspondían a intereses p a r t i c u l
— aunque alcanzaban una dim ension que iba más a l l á fe*"
pura esfera intima, porque podían tener tenía importantes6
percusiones externas— . eran presentados a la sociedad cJÜÍ
un gesto de defensa de los intereses públicos y generales^S
sucede, incluso, con las fundaciones de mayorazgos, e n j l
que. en ocasiones, se establecía una estrecha relación entre^
engrandecimiento del linaje y el interés general del r e i n o 75

73. Ver los diversos docum entos de este tipo incluidos en el Apêndi^
docum ental.
74. C onfederación entre don Juan de Guzm án. duque dc MedinaK.
donia, y don Juan Ponce de León, conde de Arcos. en Sevilla, el 26 de junin
de 1450. Archivo Histórico Nacional. Nobleza. Osuna, leg. 1635. núm 37
transcrito en la obra de Isabel Pastor Bodmer. Grandeza y tragédia de un va­
lido. La m uerte de Don Álvaro de L una . M adrid. 1992. II. 270-272. I
75. En una escritura de institución de un mayorazgo. fechada el 15
marzo de 1508, don Martin Alonso de M ontemayor. decia lo siguiente: «Aca­
tando los m uchos provechos que vienen a la República de los mayoradgos,
por los quales non solam ente dura e perm anesce la mem oria de los buenos,
m as aùn de los que del los deçienden, e procuran más la virtud, e entienden
más en las cosas de la honra por paresçer aquellos onde vienen, porque non
perescan sus linajes en ellos; otrosy, porque por los mayoradgos se confor-
man e abm entan más los linajes, e la virtud e honor paresce más en los que
más tienen, e aprovechan más, e porque con los bienes de fortuna mejorse
adquieren las virtudes e honras, e aùn ay taies délias que syn riquezas no se
pueden ganar nin adquirir, e aún porque con los taies bienes pueden mássenir
a Dios. e al rey, e aprovechar la República donde biben, e acatando todo lo
suso dicho, prim eram ente el serviçio de Dios nuestro se nor...»: Archivo His­
tórico Nacional, Nobleza, Frias. leg. 1.334, núm. 18. Textos comoéstepre-
sentan también interés en lo relativo a la estrategia dinástica de la alta nobleza.
los intereses patrim oniales, etc. pero en este caso se ha querido resaltar il
valor del exordio justificativo en el sentido apuntado.

— 62 —

m
C O M O EXPRESIÓN Y REPRESENTACIÓN
I . propaganua
dELPODER MOBILIÁRIO
Mediante argumentos y estrategias de legitimación. en los
• nes de Ia Monarquia Hispânica se disenó un m odelo no-
°Tario. cuyos contenidos básicos — poder, preeminencia. pri-
- io -, dígnidad. honra— , fundamentados en una sim biosis
dé privilegio y sangre, debían ser objeto de un adecuado sis­
tema de difusión en Ia sociedad. Este segundo plano, el de Ia
Dropaganda. se relaciona intimamente con Ia legitim ación. de
forma que Ias estrategias legitimadoras actuaron com o recur­
sos propagandísticos mientras que los sím bolos, recursos y
aaentes utilizados para Ia propaganda nobiliaria, servian ade-
más para legitimaria.
La esencia básica de Ia acción propagandística nobiliaria
era Ia difusión de un mensaje — ética caballeresca. valor he­
róico, elegancia cortesana. liderazgo social, capacidad ge-
nésica. poder en general con utilización de lenguajes o formas
de comunicación diversas — oral, escrita, gestual, m ixta__
mediante tácticas de persuasion, o coerción incluso; pero ade-
más existia otro nivel más directo e inmediato de transmisión
del discurso nobiliario, tendente a Ia publicitación, que hacía
de los propios nobles, unos em isores directos, y de la vida
nobiliaria, en su conjunto, un eficaz recurso publicitador de los
valores y poderes propios de su status; entre los sistemas de
difusión del mensaje cabe diferenciar, por un lado, los explíci­
tos y circunstanciales. más relacionados con Ia acción propagan-
distica programada, y por otro, los im plícitos y continuados,
derivados de Ia publicitación o exhibición más espontânea 76. Es

76. Desde Ia década de los sesenta. el concepto de propaganda se ha en­


focado con un sentido histórico, y ha ido cobrando im portancia. tanto desde Ia
perspectiva antropológica, como socio-política: Jacques Ellul, Propagandes.
Paris. 1962; idem. Histoire de la propagande. Paris. 1976. H ace algunos anos
Ladcro Quesada, publicô un artículo acerca de estas cuestiones: «Com unica­
ción y propaganda de creencias. opiniones e ideas en la Europa de los siglos

— 63 —
preciso tomar en consideración el valor comunicativo de i j
escritos, los discursos, las cerem onias, etc., pero resulta tan,S
bién conveniente realizar un tratamiento de Ia Propagan(jJ
nobiliaria en su vertiente más intrínseca, partiendo de una íh
básica: las reglas que regian la vida noble, hacían que ésta
resumiera en un continuado esfuerzo de proyecciôn de su co!j
dición, o, lo que es lo m ism o. de su poder. En sus aspei<9
esenciales. Ia nobleza debía fundamentar su situación den^.
em inencia sobre una base de notoriedad. en definitiva rW
. , ’ os*
tentación. Sus lugares habituales de accion y presencia
batalla, Ia corte, el senorío, el castillo, e incluso la c i u d a d - ,
se convirtieron en escenarios naturales de représentation d e sy
poder, y todos los detalles de su actuación pueden ser vistos
a la luz de la perspectiva publicitadora y propagandística- |a
exhibición del poder nobiliario, su «visibilidad», era requisi
to indispensable para su propia existencia.
La amplia disponibilidad de fuentes, de sentido diverso
polifuncional, y complementario, enriquece el c o n o c i m i e n t ò
de un tema com o éste, que debe bascular entre la perspectiva
social y la antropológico-cultural '7. La densidad del contenido

XIV y XV». Revista de la Universidad Complutense. 1981/3. 193-211. Un re-


ciente trabajo, de corte teórico-m etodológico: Ana Isabel Carrasco Manchado,
«Aproximación al problem a de Ia consciência propagandística en algunos es-
critores políticos del siglo XV», En la Espana M edieval. 21 (1998). 229-269.
77. Por poner un ejem plo. podem os m encionar el caso de las prácticas
m atrim oniales entre Ia nobleza. im portantes recursos de publicitación y pro­
paganda. que deben ser abordadas a partir de fuentes diversas: Ver. en este
sentido, respectivam ente, cartas de dote. com o Ia transcrita por M.* Rosa
Ayerbe Iríbar. H istoria del condado de O n a te y senorío de los Guevaralsi-
g lo s XI-XV ). A portación al estúdio del régim en senorial en Castilla, Gui
pú zco a, 1 9 8 5 , II, doc. 5 1 , o to rg ad a p o r don P edro M anrique. condedí
Trevino. a favor de don Victor de Guevara, con motivo del desposorio de ésle
con su hija dona Juana, fechada el 1 3 de junio de 1 4 7 9 : c e r e m o n ia l e s de des-
posorios y velaciones, com o los del enlace entre Juan de Luna y Maria de
Luna. en 1 4 4 9 . conservados en la docum entación de la Sección de Osum
(Archivo Histórico Nacional. Sección Nobleza. en la obra de Beceiro Pila)
las cuestiones. y focal i/ar sobre algunos de los
o b lig 3 a ^H'^ayor interés, com o son la vida noble — desde el
a sp ec to s de ^ reiaciones familiares, prolongadas y amplia-
p rop< ° ent° ^ njcaSi
y ciientelares— . la dim ension socio-poli-
das e n la s c ^ pr0yecciôn: la relación con la monarquia,
tic a 'con ^ de goiidaridad y discórdia internobiliarios— ,
y |o s co”.mo e | âmbito senorial. com o interesante marco de
y- Por U.^n de una acción propagandistica de gran intensidad
p ro y e c c ^ contenidos. En cada uno de los très âmbitos se
y ri£luez^na jQbie perspectiva: la de los hechos en si. en su
°*rt^ente intrínseca, y la de los ritos y ceremonias de represen-
'a c ió n . E m p e c e m o s por la primera.

P u b lic ita c ió n y propaganda d el hecho n obiliario

La vida noble era objeto de una trasposición desde la pri-


vacidad hacia la proyección pública y notoria en todos sus con­
tenidos. El linaje, o rígida estructura de organización familiar
nobiliaria fundamentada en la sangre, así com o su extension
natural hacia otros círculos de relaciones clánicas. vasalláticas
y ciientelares, representa una magnífica caja de resonancia de
la acción publicitadora y propagandistica. asumida por la pro­
pia nobleza, se trata, por tanto, de una autopublicitación o
autopropaganda, y, por otra parte, por los intervinientes en esos
âmbitos de relación. Los signos de definición de los linajes. en
los que la personalidad de cada miembro de la nobleza queda-
ba integrada, aparecen en su doble condición de aglutinante in-

R icardo Córdoba L allave, Parentesco, p o d er y mentalidad. La nobleza cas­


tellana. Siglos XU-XV. Madrid. 1990 concretam ente, 205, 209-211; o las es­
plendidas descripciones d e las bodas de don M iguel L ucas de Iranzo. en la
C rônica, Hechos del condestable don M iguel Lucas de Iranzo.... 41-61 ; y fi­
nalm ente, como testim onio, en el plano m aterial, del valor de dichos actos.
pueden v e rse arcas de novia. de las que hay una fotografiada y descrita en el
C atálogo d e la obra Reyes y M ecenas.... ob. cit. 300-391.

— 65 —
terno, y de símbolos de reconocimiento externo78.
por las formulas de tratamiento, convertidas en eficaz 1
mento de propaganda de la posición de superioridad, a| ( 2 1
que sancionaban la jerarquización nobiliaria interna r e f ^ |
en las expresiones correspondientes19. Los complejos sisfeÜS

78. Las referencias a la integración de la persona noble en un


tura de linaje, que la superaba. son constantes; entre otros testimonios ^
argum entaciones de las donaciones reales era corriente subrayar los n u ü î l
del linaje, no sólo los del beneficiário. Ver A péndice documentai d o c j ^ l
to de 1471, dirigido a don Juan Ponce de León, conde de Arcos, en e l ® |
justifica la donación del titulo de m arqués de Càdiz en razón del
inspiraba a Enrique IV el «noble, generoso e antiguo linaje de donde « ■
v o s...» , y donde se da otra m uestra del valor que para la monarquiatov
estructura y organización interna del linaje, al hacer extensivo el titulo a) •
mogénito, don Rodrigo Ponce de León, en razón de que «el dicho don
es con vos conjunta persona e a de subçeder en vuestra casa e mayoraH
com m o vuestro fijo prim ogênito heredero». Otro ejemplo, en la formula^
docum ento del Archivo H istórico Nacional, Nobleza. Frias, caja 2, nùtn s
por el que Juan II nom braba a Pacheco m iem bro del Consejo Real, «Co*j.
derando la persona, estado e linaje de vos, Juan Pacheco». Sin ànimo de trans-
m itir una impresión dem asiado optim ista, es preciso, no obstante, subrayai
lo m ucho que se ha avanzado en las últimas décadas, especialmente en el caso
de la Corona de Castilla, superando asi los trasnochados planteamientosa»
teriores. Resultó básica en el despegue la obra de Gerbet, La Noblesse dans
le Royaum e de Caslille. É tude su r ses structures sociales en Estrémadunik
1454 à 1516. Paris, 1979. Al com pás del interés manifiesto por la fune ion de
la fam ilia en la estructura social se han desarrollado los estudios sobre la or­
ganización fam iliar nobiliaria, verdadera piedra de toque en el conocimiemo
de este grupo; por su gran interés para estas cuestiones destaca la sintesis
conjunta, ya citada, de Beceiro Pita y Córdoba de la Llave. Bastantes anos an­
tes, yo m ism a me he ocupado de la organización interna, asi como de la pro­
yecciôn sociopolitica de los linajes cordobeses. en algunos trabajos, y, mas
especificam ente en el titulado «Estructuras sociales y familiares y papel po­
lítico de la nobleza cordobesa (siglos XIV y XV)», En la Espana Medievd.
III (1982), 331-352. Una m onografia reciente de interés, entre otras, la de
Rosa M ontero Tejada, N obleza y sociedad en Castilla. El linaje Manriqui
(siglos X1V-XV1). Madrid. 1996.
79. De abajo a arriba, la condición inferior de la hidalguia. caracteriza­
da com o «om es fijosdalgo notorios e de solar conosçido e devengar quimen-
el âmbito nobiliario habian evolucionado hasta
onomásticos Lfl manteniendo cl interés publicitador
dar paso a un «peu

com o objelo Ia publicitación de su condición de nobleza no-


^ s u e ld o s » .lerl^ tratam jent0 de Ia nobleza media, «noble cavallero». en alu-
(oria. de sangre- nob|e; | a a ita nobleza. los «ricos-om es». en e.xpresión
sión a la L'a 3 mantenida aún en el siglo XV. cuyos miem bros estaban
plenomedieva . I ^ ^ epitetos de honor, com o «muy illustre, muy enno-
adornados di U" ^ ^ nl^ CQ senor don», o «su senoría». a los que se anadieron
breçido y nlu^ ^ n o b i li a r i o s . reconocidos com o expresión de una situación de
después los mu ^ ^ cima nobiliaria. y. finalmente. Ia categoria superior de
dignidad supe^^ Reyno», preludio de Ia institucionalización del estatuto de
los «grandes e En[rc otros testim 0 nio.<.. ver. por ejemplo. una carta de
G randeza c ^ c e d jda ^ ^ Reyes C ató| lcos e | 20 de septiem bre de 1477, a
hidalguia Sancho González, transcrita en Ramón Carande y Carriazo
unvecino ^ ^ ^ fumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla.
y |ggg 99-103. Sobre la caballeria noble trata Ia obra de Rafael Sán-
"he Saus. C a b a l le r i a y linaje en la Sevilla medieval. E stúdio genealógico y
C a! Sevilla 1 9 8 9 . Algunos testim onios docum entales sobre las fórmulas de
traumiento de la alta nobleza en Pardo Rodriguez.. doc. 148. 331. ano 1417.
doc 168 401, referidos a don Luis de la Cerda. conde de M edinaceli. y doc.
1 g8 440. una confederación de 1443, donde se alude a los «grandes»; también
en Lavna Serrano. Il, 453. 465, 479. 481. Sobre el tratam iento como «su seno­
ría» v e r A pêndice documental, 1473. julio 28. Trujillo. en referencia a Juan
Pacheco. La expresión «ricos-omes» aparece, asi como la mención de «Gran­
des» en la Sentencia de Medina del Campo. de 1645. M emorias de Don Enri­
que IV d e Castilla.... 355. En cuanto a la titulación nobiliaria. he aqui un
ejemplo. concretam ente de título condal concedido por Enrique IV en noviem-
bre de 1470, «Don E nrique... acatando los m uchos e buenos e leales e senna-
lados serviçios que vos.Pero Lôpez de Ayala. mi alcalde m ayor de Toledo e del
mi consejo, me havéis fecho e faeéis de cada d ia...p o r la presente... vos fago
e crio conde de la vuestra villa de Fuensalida, e quiero e mando que de aqui
adelante. vos y vuestro fijo mayor, e los que dél vinieren, que vuestra casa e
mavorazgo heredaren, para siemore jamás, hayades e tengades el dicho título
de conde de la villa de Fuensalida. e que en todos los logares que vos hoviéredes
de llamar e nombrar e intitular vos nom bredes e llamedes e intituledes, e vos
nombren e intitulen e llamen, don Pero Lôpez de Ayala, conde de la dicha
Fuensalida, y que vos sea fecha la salva e cerimonia, e las otras cosas que a los
condes de mis regnos se facen e acostum bran facer. e otrosi que ayades e
guardedes. e vos sean guardadas todas las honras, gracias e mercedes, franque-
zas y libertades. preheminencias, dignidades e prerrogativas e previllejos de que

— 67 —
por la perpetuación de la línea de la sangre — con el patrojJ J
y la selecciôn de dos o très nombres de pila, continu
ternativamente en cada generacion— . hacia recaer el pe a''
buena manera. sobre un elem ento de clara orientación" en
pagandistica. com o era el cognom en. en referencia a un
zana. un lugar de senorío, o cualquier otra circunstan
honra o éxito. constituyendo asi uno de los primeros e l e ' ^
tos definidores y propagandisticos de personas y linajes8»
parecido podria decirse acerca del «solar», que se relacio
intimamente con los aspectos de publicitación. form andoiS
te de la formula de reconocimiento de la hidalguia «de
conocido»— ; o de las armas de linaje, que creaban dignidad
eran al mismo tiempo, signos de identificación y de o s te n ta d la
asi com o los estandartes, banderas y pendones, o los selios
lízados sólo por quienes habían alcanzado una elevada dignidad;
también de las villas y fortalezas, asi com o las capillas y cj.
terramientos, distintivos de poder personal y familiar; y, en(je
finitiva. de otros elem entos que tenian su propio sentido de

han e gozan e son guardadas a los otros condes de mis regnos. E seades recivido
a todos los actos e cosas a que ellos son e deven ser recividos»: A rchivo His
tórico Nacional, Nobleza, Frias. leg. 237, núm. 28, transcrito por Franco Sil­
va, E l condado de Fuensalida en la Baja E dad Media. Cádiz, 1994,164-165
Sobre la acumulación de títulos en algunos linajes, ver Apéndice documentai
donación por Enrique IV del título de marqués de Cádiz a don Juan Ponce de
León, conde de Arcos, en enero de 1471.
80. La im portancia de estos aspectos fue destacada, hace tiem po. p
Jacques Heers, que lo definia com o uno de los más importantes sím bolos, con
contenidos totém icos, y sentido casi m ágico: E t clan fa m ilia r en la Edad
Media. Barcelona, 1978. 120; y por Karl Ferdinand Werner. «Liens d e parenté
et nom s de personne. Un problèm e historique et méthodologique», en Famille
et parenté dans l'O ccident M édiéval. Rom a, 1977, 25-34. Entre las primeras
aportaciones a la cuestión, referentes al âm bito casteilano, están la obra de
Gerbet, La Noblesse dans le Royaum e de C a stille ..., Q uintanilla R aso, «Es-
tructuras sociales y fam iliares... Sobre los nom bres de pila, ver B eceiro Pita.
«M odas estéticas y relaciones exteriores: la difusión de los mitos arturicosen
la Corona de Castilla (s. X lII-com ienzos del XVI)», En la Espana Medieval,
16 (1993). 135-167.
p r e e m in c n c ia y exclusividad - v e s t i d o s c o s t a s ■
adornos diversos, etc. 8I. )so s- r'qu ezas,

lasones eran. como ei apellido, una especie de retrato social del


81- Los e g n cuanto a los sellos. tenian un carácter personal. pero
noble y de su 1 se identifjcaban con el linaje. De interés sobre este aspecto,
al mism° tlcmF^ ras de Menéndez Pidal: Los emblemas heráldicos.... y. Ma-
enffe °lr«s. ,as °spafi0ies (siglos X II al XVI). Madrid. 1987. La documentación.
iricesdesc (es(|monjos materiales, constatan Ia amplia utilización de armas,
y los pr°PIO!,e||os en situaciones y âmbitos muy diversos, desde las ropas, edi-
blasones. V L ^ ^ cartas de confederación entre nobles, en las que cada
ficios. vaji y ponia su sello para dar validez a los acuerdos. Ver Apén-
. confederación entre don Pedro Girón. don Juan Ponce de
dice dot^ ^ ^on Rodrig0 , el 12 de agosto de 1465. en dos escrituras firma-
Le° n" nombres, y selladas con los sellos de sus armas. De la espectacu-
los enterramientos nobiliarios ha tratado, desde el plano artístico.
laIÍ Yar/a Luaces. «La imagen del rey y la imagen del noble en el siglo XV
^ l ' i o » en R ucquoi. R ealidade imágenes d e lp o d e r .... 267-291 : sin entrar
Ci^ n ip a ra c io n e s con los panteones reales. lo cierto es que la nobleza ofreciô
611 e una de sus m ás rotundas imágenes de poder a través de sus sepulcros.
en si mismos se convierten en una interesante fuente de información. a partir
dTcuyo estúdio artístico e iconográfico — situación del sepulcro, disposición
de la efigie. presentación de ojos abiertos o cerrados, etc.— se puede ampliar
el c o n o c im ie n to de sus protagonistas: ver, al respecto, la obra de M.a Jésus
Gómez Bárcena. Escultura gótica funeraria en B urgos, Burgos, 1988. De in­
terés también resultan los documentos que encierran disposiciones acerca de la
ubicación. forma, y elem entos de las co nstrucciones funerarias. com o el
transcrito en la obra de Emilio C abrera M unoz. E l condado de B elalcázar
H444-1518). Córdoba. 1977, doc. 50. 481-484, que recoge el proyecto hecho
por el duque de Belalcázar, junto con el célebre cantero Hernân Ruiz. hacia
1544. para disponer los enterramientos de los Sotomayor, poniendo de relieve
su sentido de referencia de la solidaridad. pero también de la jerarquización del
linaje. asi como la utilización propagandística de los panteones Por últim o, en
relación con los elementos de vestido, adom o suntuario, etc. existe un tipo do­
cumentai muy expresivo. que son los inventários de bienes y propíedades. pre­
sentes en todos los fondos de las casas nobles, y de los que se han publicado
algunas muestras interesantes: Cabrera Munoz, «La fortuna de una família noble
castellana a través de un inventario de mediados del siglo XV, Historia Insti­
tutions Documentos, 2 (1975), 9-42; y diversos inventários, estudiados por
Franco Silva en varios trabajos: ver la publicación conjunta de algunos de sus
artículos, en La fortuna y el poder. Estudios sobre las bases econôm icas de la
aristocracia castellana (s. XIV-XV). Càdiz, 1996.

— 69 —

En este contexto, aparece com o elem ento determina M


mayorazgo, instilución directamente relacionada con u n a jS
ción programada de legitimación y propaganda del linaje
individuo. a partir de la jefatura del linaje, convertida iS
representación misma de dicha organización. asumiencj11 **
función de engrandecimiento de la estructura familiar I
proyección de sus valores y poderes82. Para ello, adentZsB
nobleza contaba con la monarquia com o agente propagan{j-'3
tico. que, entre otros aspectos, com o argumento justifica*-1*"
de su décision, incorporaba las referencias a los servicios ^
Iizados por el individuo o sus antecesores, dando proyeccj'
social a los m ism os83. Por su parte, las situaciones individus-

82. «.. .queriendo que el linage que desçende e desçendiere de aqpifr-jM


lante de nos, los dichos Pero G onçález e dona Aldonça, sea más rico emás
onrrado, e aya meior en qué se m antener. Et porque el nuestro linage non
m engue nin se consum a... Et por quanto Diego Furtado, dijo de nos, los d'
c h o s... es nuestro fijo maior, et por ende debe seer más rico e más onrrado
porque á de sostener la onrra e la carga de su linage. e a los otros sus hernta-
nos». expresivo párrafo, correspondiente a la fundación de un mayorazgop*
don Pedro G onzalez de M endoza. «en cabeza de» su hijo don Hurtado en I
G uadalajara. 13 de febrero de 1380. transcrito por Layna Serrano, ob. cit I
293.Existe una am plísim a bibliografia sobre el m ayorazgo, de entre Iaque
puede d estacarse. por ejem plo, el artículo de Gerbet. «Majorat. stratégie !
fam iliale et pouvoir royal en C astille d 'a p rè s quelques exemples pris en
Estrém adure à la fin du Moyen Age», Les Espagnes Médiévales. Mélanges I
offerts à Jean Gautier-Dalché. Niza. 1983, 257-276.
83. Asi se pone de relieve en la insistência con que se alude al permi- 1
so regio en los docum entos de fundación de los mayorazgos: «...porquanto
el muy alto e muy poderoso rey don Juan, que Dios mantenga e dexe vivire !
reynar por m uchos tiem pos, por facer bien e m erçed a nos, Hernandode
Velasco e dona Leonor C arrillo. nos dio autoridad e facultad para que fizié- •
sem os m ayoradgo en nuestra vida e al tiempo de nuestros finamientos... (in­
corporada la concesión regia) Yo el rey. por facer bien e merçed a vos Hemando
de Velasco. mi vasallo e mi cam arero de mi câm ara de mis armas de la gineta.
e del mi consejo, e a vos dona Leonor Carrillo, muger de vos, por quanto me
lo p e d is te s... que vos d iese liçen çia para que pudiéseis facer e ordenar
m ayoradgo. uno o dos o quantos q u isiéred es... e por ende yo, acatandod
provecho que viene a los mis reynos por aver los dichos m a y o r a d g o s en se

— 70 —
• es n in o s , ancianos, y celibes podian orientarse,
ies d e muje ^ ’privacidad, en el senlido de la proyecciôn del
m âs a lla r . C)S u t j |iz a d o s para compromisos políticos, ancianos
linaje 1 so)teros encargados del adiestramiento de los miem-
y Parien,la fam»,ia- muJeres encaminadas a estrechar. mediante
bros de a reiaciones ventajosas con otros linajes, o como
Cl m a l^ c as titu la r e s d e mayorazgos. a menudo eficaces. en au-
s p o r a d e varou. etc
esencia « 84. El celibato eclesiástico, independiente-

—' ^T coslituidos en ellos porque las casas de los hijosdalgo siem pre
enteras e en su eslado siem pre conservadas, e su linage e generaçiôn
<*>e^ t a d o e puedan los reyes ser m ejor servidos dellos e de aquellos que
*n venieren. e los nombres de los hijosdalgo e su generaçiôn no se pier-
vista la vuestra suplicaçión, e acatando los buenos e leales serviçios
los del vuestro linage fizieron a los reyes de gloriosa mem oria. mis pro-
^ tores, e a m i...entendiendo que cum ple asy a mi serviçio de mi poderio
féal absoluto, de mi propio motu et çierta çiençia e saviduria. vos doy la di-
cha liçençia...», fundación del m ayorazgo de Siruela. el 18 de octubre de
1439 Archivo Histórico Nacional. Nobleza, Frias. leg. 1.334, nùm . 17. La
vinculación de los mayorazgos a la autoridad regia alcanzaba un sentido tras-
cendente en la planificaciôn nobiliaria. y se pone de relieve, adem ás. en las
so lic itu d e s d e confirmación: «...suplico e pido por m erçed al dicho senor Rey
don Enrique, mi senor, que confirme e aprueve este dicho m ayoradgo, e in-
terponga a él su decreto e abtoridad real para que vala e sea firme e estable
para siempre jamás en todo e por todo. e supla qualesquier defectos. sy al­
gunos ay. i alçando e curando, de su propio m otuo (sic) e çierta çiençia e po­
derio real absoluto, qualesquier obstáculos e inpedimentos, e otras qualesquier
cosas. asi de fecho commo de derecho. de qualquier natura. vigor e efecto,
calidad e misterio(sic), que lo enbargue o enbargar pueda en qualquier ma-
nera...», Sevilla. 18 de agosto de 1455, solicitud hecha a E nrique IV por don
Juan Pacheco, Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Frias, leg. 662, núm . 5.
84. La historiografia nobiliaria castellana hace tiempo sc viene ocupando
lie algunos de los miembros que junto al «pariente mayor». cumplian el requisi­
to de mantener. y difundir una imagen de la fama del linaje noble. Los trabajos
se refieren. especialmente, a la situación de la mujer, y entre los títulos pueden
mcncionarse los siguientes: Beceiro Pita, «La m ujer noble en la Baja Edad Me­
dia castellana». La condición de la m ujer en la E dad Media, Madrid, 1986, 289-
313: Quintanilla Raso, «Capacidad de gestion y proyecciôn social de la mujer
noble en la Castilla bajomedieval». E! trabajo de las mujeres en la E dad Media
mente de! análisis de las voluntades individuales, s a b e tn 0s J
respondia a los intereses de los propios linajes, necesitad ^
determinados momentos de una proyección en el senod 3
instituciones eclesiásticas, de mayor interés, com o obisp^ujj
o entidades monásticas, femeninas y masculinas; la d i m e n
propagandistica de la espiritualidad encontraba aqui Un ^
sus vertientes más importantes 85. La política matrimonial?!
la cúspide nobiliaria, con sus elevados indices de nupciaij^
propios del tardo medievo, era. en si misma demostrativa^
una tendencia a la expresiôn de poder; un enlace m a tr im o n ia l
que, por lo comûn se resolvia bajo la premisa de intentar man.
tener o superar el nivel propio linaje en la eiección de cônynS
era un acto de poder que implicaba trabazón de las relacionj,
nobiliarias, reafirmación de vínculos políticos, aumento patrimo-
niai, e t c .86; y lo mismo sucedia con los altos niveles d e nata

Hispana. Madrid. 1988. 49-67. La aproximación al âmbito de la ancianidad*


plasm ô en una obra de gran interés. referida al âmbito europeo, de Geoigg
Minois, Historia de la vejez. De la Antigiiedad al Renacimiento. Madrid. 19®.
consideraciones acerca de la vejez en el marco hispânico en la obra reciente de
Raquel Homet, Los viejosy la vejez en la Edad Media. Sociedad e imaginário
Argentina, 1997, especialmente 60-71, donde pasa revista a la función de los an-
cianos nobles como depositários de la m emoria del linaje, y transmisores de su
propia experiencia politico-militar a los otros integrantes del mismo. avecesde
forma más específica, como ayos de los menores. El estúdio de la infancia, como
en tantas otras épocas, constituye el mayor vacío historiográfico.
85. La íntima relación entre nobleza e Iglesia, o alto clero, no ha sido su
ficientemente estudiada en nuestra historiografia. Conviene no olvidar que la
nobleza era la que surtia los altos puestos eclesiásticos, estableciendo una fir­
me trabazón entre ambas. Algunas alusiones al respecto en el articulo de Ca­
brera Munoz, «Los grupos privilegiados en Castilla en la segunda mitad del
siglo XV», Congreso Internacional de Historia. E l Tratado de Tordesillas vsu
época. Valladolid. 1 9 9 5 ,1. 265-290.
8 6 . Un detenido análisis de la «estrategia y m ercado matrimonial».en
Beceiro Pita y Córdoba de la Llave, ob. cit., capítulo 2, 109-212. El hecho ju­
rídico del matrimonio estaba acom panado por una serie de compromisos y ri­
tos. que, ajustados a las tres fases de petitio, disponsatio y nuptiae. Ilegarona
tener una gran trascendencia de todo tipo — econômica, social, e incluso poli-
fundam eniaban en la difusiôn del régimen de
lidad. que S^cuiada, circunstancia ésta que. identificada com o
propiedad ' ,nc jdad genésica de una nobleza .calificada, por
especial caPa a>>> negô a alcanzar el sentido de valor espe-
ello.de «g ®0 ob]ej com o m ezcla de aptitudes físicas, y
CÍfÍCn°es econôm icas, políticas, y m en tales87.
razones cuitural, la nobleza, con su acreditada y exten-
51 mi ncia a la formation de posesiôn de importantes co-
didalen de |jbros, intentaba. entre otras cosas, difundir una
leCCl0ne<je su aptitud para combinar política, armas, y letras,
im a g e^ a cof) )a evolución de la sociedad bajomedieval 88. La

T T tâ rc u a n d o . con el enlace, se pretendia iograr esta clase de ayuda— .


UC°"- lo de solem nidad y trascendencia en los trâmites lo encontram os en
tritu ra de cap itu lacio n es m atrim oniales establecidas. en 1446, por don
G tierre de Soiom ayor. p a ra el enlace de su hijo Alfonso con Elvira. hija de
don Álvaro de Stùniga. en las que se aprecia el interés de los S oiom ayor por
esiablecer un vinculo firme con el poderoso linaje de los Stùniga, representa­
do en el contraio no sólo p or los padres de la desposada —don Álvaro y su es­
posa dona Leonor Manrique— . sino también por los abuelos — el conde de
Pedro de Stùniga. y la condesa dona tsabel de Guzmàn: ver la transcripeión del
in te resa n te docum ento en Cabrera Munoz. E l condado de B elalcázar .... doc.

11.390-396.
87. La elevada fertilidad de la nobleza castellana bajomedieval parece
asociada. sobre todo. a una actitud de confianza, optim ismo, y deseo de pro­
yecciôn social, una vez superados, eso si, los riesgos de disolución patrimonial,
mediante el m ayorazgo: Quintanilla Raso, «Estructuras sociales y ..., ob. cit.
88. Un curioso documento del Apéndice documenlal pone de relieve la
creciente importancia, entre las propiedades y objetos nobiliarios, del libro, que
se convierte en objeto de transacción, o, en este caso concreto, de préstamo,
aunque aqui la situación es un tanto particular, pues se trata de una solicitud
tramitada por la m onarquia, en 1503. que el destinatario acataba. pero se ne-
gaba acumplir, argum entando que habia sido su padre, don Per Afán de Ribe-
ra. el propietario del libro en cuestión, sobre el que él mismo no habia mostrado
interés. El tema de las bibliotecas nobiliarias del tardo medievo despertô el in­
terés de los historiadores, sobre todo a partir de los aiios ochenta. He aqui al­
gunos títulos al resp ecto : Quintanilla Raso, «L a biblioteca del m arqués de
Priego (1518)», En la Espana M edieval I. (1981), 347-382; Ladero Q uesada y
Quintanilla Raso. «Bibliotecas de la alta nobleza castellana en el siglo XV»,

— 73 —
cuestión se relaciona de forma muy directa con la práetK^B
un m ecenazgo cultural y artístico, bien acreditado, de| ^ ^ 1
derivaba un incremento del carisma nobiliario, difundido^6^
vés de escritores, artistas, etc.situados bajo su protecció ^
gún se ha visto en el apartado de legitimación. antes tra ta ^ S
La espiritualidad constituía también un marco de r e ftw i
cia para la exaltación y propaganda de los valores y
nobiliarios. En el siglo XV se asiste a una evolución e n t
relaciones de la nobleza, que, para adecuarse con la tó •**
general, sintonizaba especialmente con las ordenes mendicam
— franciscanos, y dominicos— . y con las encargadas del rr.-
de cautivos90. El derecho de patronato eclesiástico por parte^

Livre et lecture en Espagne et en France sous l'Ancien Régime, Paris, 19g] «


59; Beceiro Pita y Franco Silva, «Cultura nobiliar y biblioteca. Cinco ejemplœ
de las postrimerias del siglo XIV. a m ediados del siglo XV», Historia Insiin,
ciones Documentos, 12 (1985), 277-350. El marco de la educación nobiliaria
en Beceiro Pita, «Educación y cultura de la nobleza(siglos XIII-XV)»,
rio de Estudios M edievales. 21 (1991). 571-589.
89. Conviene senalar, en relación con esto, que autores como Pérezde
Guzm àn, y Pulgar, incluian entre las cualidades que definian al noble la ac.
titud de prom over la construcciôn de edificios: cfr., las obras citadas de am­
bos autores, cap. IX, 703-704, y 117-120, respectivamente, en referencia a don
Diego Hurtado de Mendoza, alm irante de Castilla. y al duque del Infantado
U na interesante aproxim ación a estos aspectos,a través de dos linajes en el
artículo de Ladero Quesada, «El m odo de vida noble y su entomo social v
cultural en Andalucia a fines de la Edad Media: Guzmanes y Ponces», Il Con-
greso de Academias Iberoamericanas de la H istoria», Madrid, 1994,291-318.
La ob. cit. Reyes y M e c e n a s..., ofrece una interesante panorâmica general
sobre lo la perspectiva artística de la nobleza del siglo XV.
90. Asi se pone de relieve en la docum entación, por ejemplo, en los tes­
tam entos, en los que las m andas piadosas se dirigian mayoritariamente a fran­
ciscanos, clarisas, dom inicos. m ercedarios y trinitarios. La utilizaciônhechî
por los nobles de estas donaciones en aras de su prestigio social es muy evi­
dente, a partir de numerosos testim onios. E sto se observa, por ejem p lo , enel
docum ento por el que la Orden de la Merced dió carta de Hermandad a don
Luis de la C erda conde de M edinaceli. en m arzo de 1435: «Al m uy enno
b reçid o don Luys de la Ç erda, conde de M e d in aceli...Y o fray Diego de

— 74 —
la alta nobleza. era considerado com o un funda-
miembros de a ^ prestigi0 indudable; se traducía en un con-
mentodepo C^nsabi|jdades. pero también de honores, que
junto de resp^ ^ ^ nob|eza un seguro de vida eterna, a la vez
proporciona ^ ^ jntervención en las estructuras eclesiás-
que esta Lapc^ndjcj5n de patronos, les proporcionaba un enor-
ticas. e n S U .Q
|es ofrecia la posibilidad de situar en dicha
me Prestl^10’a mjem 5ros de la familia. o clientes, convertidos
inSUtUC?entes propagandísticos. capaces de difundir ideas de
aSi en ag ^ ^ casa noble. y de lealtad hacia sus integran-
eX39Í3A caballo entre la dimension espiritual y el piano social
tes •

dotor en theología. procurador que so de Santa Maria de la M erçed...


^ ^ 'd e ra n d o la helemosna que fezistes para redem ir los dichos christianos
C0IIS P o r ende. vos reçibo por herm ano e cobfrade fam iliar, e que
LaP*des de todos los bienes que se faran en toda la religion, ansi en la vida
commo en la muerte. Otrosi vos son otorgadas las graçias e indulgençias que los
Santos Padres Apostólicos de Roma dieron a los bienfechores de la redençiôn.. .»,
transcrito por Pardo Rodriguez. doc. 168. 401: el mismo conde. en su politicade
donaciones a instituciones religiosas, trasladaba. a veces. a sus vasallos de se­
norio la responsabilidad de los pagos correspondientes: ver ibidem, doc. 182,
474-429 . en que situaba el pago de dinero y cantidades de trigo y vino al con­
vento de Santa Maria Magdalena, en las rentas de sus salinas, cercanas a su se­
norio de Medinaceli. que debian pagar los vecinos. Muy habituai era también
la práctica testamentaria de donaciones para el em bellecim iento de iglesias
donde estaban los enterramientos de linaje, porque el edificio se ponia en di­
recta relacion con el prestigio de la persona y su entorno familiar: ver el testa­
mento de dona Aldonza de Mendoza. de 16 de junio de 1435, en el que encargaba
obras en la iglesia del monasterio de San Bartolomé de Lupiana a fin de que fuese
«convenyble segunt my estado e del dicho monasterio»: Layna Serrano. 1.315.
91. Uno de los casos más evidentes, y bien docum entados, es el de los
Enriquez. en relacion con el m onasterio de Santa C lara de Palencia: M. De
Castro. El real monasterio de Santa Clara de Palencia y los Enriquez, almiran­
tes de Castilla. Palencia, 1982. Ver también Pascual M artinez Sopena, E l es­
tado senorial de M edina d e R ioseco bajo e l alm irante A lo n so E nriquez,
1389-1430, Valladolid, 1977. A veces se producia la conjunción entre realeza
y nobleza en su inclinación hacia el m ecenazgo religioso: ver, a este respecte:
Ladero Quesada. «Mecenazgo real y nobiliario en m onasterios espanoles: los
jerónim os (siglos XV y XVI)»,H om enaje al Profesor Lacarra, 1986, 409-439.

— 75 —
se sitúan las cofradias nobiliarias, de responsabilidad di J
o exclusiva, com o en el caso de las caballerescas, que
de las actividades litúrgicas, y Ias típicas solidaridades se
vertian en reducto de identificación de la caballeria noble
órgano de proyección de los valores correspondientes 92 v ' e"
a otras prácticas de espiritualidad. com o las percgrinacionÍ«l
grandes posibilidades a estos efectos, la actividad asiste * I
traducida en limosnas. y fundación o dotación de h o sp ita l^ ? ■
utilizada com o eficaz recurso propagandístico93.

92. Tuve ocasión de analizar un inleresante ejemplo de estas c o fra lfl


hace anos: Manuel Peláez del Rosai y Q uintanilla Raso, Priego de CóMfeJ
en la E dad M edia. Salam anca. 1977. doc. 8 . 194-198. donde está t r a r a d 2 |
el acta de fundación y las ordenanzas de una cofradía de caballeros de Pri
de Córdoba. en julio de 1426. constituída por don Alfonso Fernández de
doba. senor de la villa, y un am plio grupo de cofrades caballeros. Recieju
m ente se ha editado una obra que recoge los contenidos del Libro de|«
Cofradía burgalesa de Santiago, en el siglo XIV, que es, al mismo tiempo el
m ás antiguo y com pleto arm orial conocido en la Corona de Castilla- Me i
néndez Pidal. Caballeria m edieval burgalesa. Burgos-Cádiz. 1 996, que inclu
ye una m agnífica galeria de retratos de los caballeros burgaleses, y valiosas I
referencias ai desarrollo de todo tipo de celebraciones festivas y luctuosas,aa 1
com o de juegos, fiestas y ejercicios propiam ente nobiliarios —justas,
lanzam iento de bohordos, etc. Dentro de los presupuestos de una caballeria
sacralizada, otro testim onio de interés lo representa la constitución de lacon-
gregación caballeresca de la Vera Cruz, por el conde de Haro: ver datosv
com entários en Rodriguez Velasco, 144-145.
93. Es conocida la peregrinación a Jerusalén de don Fadrique Enriquez
de Ribera, tem a éste docum entado en el Archivo Ducal de Medinaceli.que I
fue objeto de atención hace anos por el archivero de la Casa, Joaquin G»
zález M oreno, y sobre el que acaba de publicarse una monografia: Pedro
Garcia Martin, La Cruzada pacifica. La peregrinación a Jerusalén de Dm
Fadrique Enriquez de Ribera. Barcelona. 1997. Acerca de los hospitales, ver
Fernando Mazo Rom ero «El Hospital de la Salutación de Zafra», Revistaik I
Estudios Extrem enos, 1976, fundado por los Suárez de Figueroa, y Franco
Silva. «La asistencia hospitalaria en los estados de los Velasco», Historia lis-
tituciones Documentos, 13 (1986), 63-88. En el Archivo Histórico Nacional
Nobleza, Frias. leg. 238, núm. 31 a), se conserva el traslado del testimonio j
de la fundación del Hospital de la Santa Vera Cruz de Medina de Pomarpa !
Il' del estricto círculo familiar, la nobleza tardo-
a taba un particular interés por ampliar sus relacio-
medieval prese^ unos sistemas de articulación más adecuados y
nés. y eSt^ )a g aj a g^ad Media cuaja la institución de ese efi-
eficaces. ^ orgànic 0-funcional, la «Casa» 94; la organización
cazcomp J ^ q de una nutrjda y especializada cor­
po*' el n°as qUC por cierto. se intentaba la reproducciôn de la
16^ tu ra m o n á rq u ica — , de un amplio staff, y de un organis-
estruc ^ ^ rigidamente estructurado y organizado, la
m° 03 finalmente, la organización clánica. con el conjunto de
^3Sa dos y criados, y la práctica clientelar consagrada firme-
nor entonces, demostraban su eficacia en la articulación
^ r e la cio n es sociales muy diversas en su entorno, y una in-
6 a b le capacidad de liderazgo o poder social. La marana de
"■des sociales verticales se cruzaba con las solidaridades ho-
z o n ta le s , y todo ello se identificaba. en definitiva, con una
sociabilidad. manifiesta. que. bien manejada por la nobleza.
funcionaba com o eficaz recurso de publicitación y de propa­
ganda. De todos estos contenidos hay algunos que merecen es-

don Pedro Fernândez de Velaseo, cam arero m ayor del rey, el 14 de agosto de
1455- En cuanto a la propaganda en función de la práctica de la caridad, un
testimonio muy elocuente, del testamento del primer duque del Infantado. don
Diego Hurtado de Mendoza, donde se dice: «quiero e es my voluntad que los
dichos mis executores e albaçeas gasten de la renta de los dichos tresientos
e sesenta myll mrs. por un ano. en sacar captivos christianos de tierra de moros
commo susodicho es, los quales es my voluntad que sean traidos aqui a la
çibdad de Guadalajara e ende sean espedidas e colgadas las cam isas que
traxieren sobre las sepulturas de los senores m is progenitores e m ia», docu­
mento transcrito por Layna Serrano, ob. cit. II. 466-473, concretam ente 472.
94. Acerca de la teoria y la práctica de la funcionalidad de la Casa han
tratado, sobre todo, los m odernistas, a partir de las prem isas establecidas por
Otto Brunner, «La ‘Casa Grande' y la ‘O econom ia' de la Vieja Europa», Nue-
vos caminos de la historia social y constitucional, Buenos Aires, 1976. En
relación c o n el caso hispano, la obra de Juan Ignacio Atienza Hemândez. Aris-
incracia. poder y riqueza en la Espana M oderna. La Casa de Osuna, siglos
XV-XIX, Madrid. 1987. donde. además. incluye esquem as del organigram a.

— 77 —
p e c i a l a t e n c i ó n , c o m o l a s r e l a c i o n e s v a s a l l á t i c a s y C]je
e n m u c h o s c a s o s b a s a d a s e n la « c o n v i v i a l i d a d » , d e s
s i c o y d e a l c a n c e p o l í t i c o 95.
L a d i m e n s i o n s o c i o p o l í t i c a c o n s t i t u í a u n a fu e n t e o
d e r e c u r s o s y a r g u m e n t o s d e p u b l i c i t a c i ó n y p r o p a g arl(j ^ H
lo s m i e m b r o s d e la n o b l e z a , q u e h a c í a n d e e l lo una d e ^ 1
tien te s m á s cu ltiv a d as. L a c u e stió n p u e d e a b o rd a rse a n
d o s p la n o s : el d e la r e l a c ió n d ir e c ta c o n la m o n a r q u ia * -'
Ia s o c ia b ilid a d in te rn o b ilia ria .
E n el p r im e r o d e e llo s , el p u n to d e p a r tid a arran
te m a y a p la n tead o , del tra sc e n d e n te p ap el desem p en ad o
C o r o n a c o m o a g e n t e d e l e g i t i m a c i ó n p a r a Ia n o b le z a
n i v e l p a r t i c u l a r , y e n e l g e n e r a l , d e e s t a m e n t o o g r u p o socjjf
C a b e a n a d i r a h o r a . q u e l a n o b l e z a , q u e p o d i a c o n v e r t i r en
c u r s o p r o p a g a n d í s t i c o s u p r o x i m i d a d a la r e a l e z a , m á x im e
e l c a s o d e l a p r i v a n z a . I o g r ó a r r a n c a r d e l o s m o n a r c a s sign^

95. Un elocuente ejem plo de la im portancia del «vivir en casa de»


un docum ento del A pêndice docum ental, fechado en Trujillo, el 28 de julío
de 1473. que recoge el pleito-hom enaje hecho por Fernando de Monroy se
nor de Beivís, al maestre de Santiago, don Juan Pacheco, en el que se lee|0
siguiente: « ...q u e yo sea e aya de ser de bivienda en su casa del dicho senor
m aestre (en otro mom ento se refiere a él com o «el m uy magnífico senor, mi
senor, el m aestre de Santiago»), e mis fijo s ... doy mi fe como cavalleroe
onbre fijodalgo, que de oy de la fecha desta escritura m iraré e procurare por
el serviçio del dicho senor maestre, com o cavallero suyo e de su casa, e como
son obligados de servir a los senores con quien biven de bivienda». En la
h isto rio g ra fia reciente está alcanzando in terés el tem a de las relaciones
clientelares: Cristina Jular. «L a participación de un noble en el poder locala
través de su clientela. Un ejem plo concreto de fines del siglo XIV». Hispania
185 (2993), 861-884: idem, «D om inios senoriales y relaciones clientelares en
Castilla: Velasco. Porras y Cárcam o. Siglos X III-XV». Hispania 192 (1996).
137-171; Pablo Sánchez León, «N obleza, estado y clientelas en el feudalis­
mo, En los limites de Ia Historia Social», en Santiago Castillo (edit.), La His­
toria Social en Espana, A ctualidad y perspectivas, M adrid, 1991. 197-215.
C onsideraciones de interés tam bién en el artículo de A dolfo Carrasco Marti-
nez, «U n m odelo para el estúdio de las form as de sociabilidad en Ia Edad
Moderna: las clientelas senoriales». M élanges de la Casa de Velázquez, XXX.
2 (1994), 17-129.
expressos de esa es,rocha rclacón nobleza-monarquía ames
analiZada. Signos que se traducían. entre otras cosas en nom
bramientos esp eciales para cargos honoríficos, convertidos a^i
e „ r e c u r s o s propagandisticos. sobre todo para una alta noble

za como miembros privilegiados d e la sociedad cortes.n'


considerados, por tanto, como espejo que reflejaba la eranH
r e g i a . Los nobles eran integrantes principales de la Cor,o

v e r t i d a en un âmbito esplêndido d e propaganda donde Z


pide nobiliaria. se vió agraciada con títulos de nar,
„ f i c i d o - con I. monarquia, con p „st, j fin *
je,os que simbolizaban amplias capacidades de norW ,
d a s p o r l a Corona. con el derecho a ocupar lugares de',°
e n l a s c e r e m o m a s y, finalmente, adornada — en l ados
r a l del término— con ropas pertenecientes a los Sem,d°
nas. y todo tipo de donaciones sim bólicas oue n > y rei~
beneficiários exhibirlos para propagar n perm,"an a sus
* junto , la mo „ , ^ , » I

96 El estúdio de la corte y de la sociedad de corte despegó a raiz de


|a difusión de la obra de Norberto Elias, L a sociedad cortesana. México,
19 g? Resultan de interés los trabajos de especialistas en Alta M odernidad.
de entre cu y o s resultados pueden destacarse algunos titulos: M artinez Millán
ledit ) Instituciones y élites de p o d e r...; idem , (edit.) La corte de Felipe / / ,
Madrid. 1994- Una m uestra reciente de interés, sobre el âm bito português, en
la obra de Rita COSTA Gomes, a Corte dos reis de Portugal no fin a ! da Idade
Média. Mémoria e Sociedade. L inda-a-V elha, 1995. En cuanto a las do­
naciones de alto contenido sim bólico y de prestigio, cabe hablar de algunos
casos bien documentados y dotados de suficiente expresividad, com o el de los
condes de Oropesa como «estoqueros m ayores del rey», con derecho a por­
tar en las ceremonias reales el estoque real. sim bolo de la suprem a justicia
se pone de relieve en un docum ento del siglo XIX, conservado en el Archivo
del P alacio Real: ver Apêndice docum ental. Desgraciadam ente, a pesar de mi
reiterada búsqueda en el Archivo H istórico N acional. N obleza, Frias, leg.
1.279, núm. 1 (signatura antigua, leg. 535, núm . 1), no he podido localizar
el d o c u m e n to que. según el catálo g o , reco g e el « D erecho de la C asa de
O ropesa a llevar el real estoque»: ver Pilar L eón Tello, Inventario del Archi­
va de los Duques de Frias, M adrid, 1973, III, 73, doc. 352; exam inado todo
el legajo, lo que contiene son 26 docum entos referentes a bienes y derechos

— 79 —
m o , p r o p o r c i o n a b a a Ia a l t a n o b l e z a Ia p o s i b i l i d a d d e p o n e r J
p rá c tic a el s is te m a d e « b ro k e ra g e » o p a tro n a to , p ara des
h a c i a s u s s a t é l i t e s l o s c o n t e n i d o s d e l f a v o r r e a l 97 . idr
U n a s i t u a c i ó n p a r t i c u l a r r e p r e s e n t a la d i m e n s i o n estrj
m e n t e m i l i t a r , q u e d e r i v a b a d e f o r m a n a t u r a l e n u n a a l t a re '

de la Casa, venta de esclavos, reglam entación de oficios, etc. de época


derna etc.; es posible que el original de Ia donación se haya perdido, p u â S
el texto del Archivo del Palacio Real se dice que «este documento se haob"
curecido por uno de aquellos accidentes á que de ordinário están sujetos los
A rchivos». El sim bolismo del estoque, o espada de ceremonia, era muy c|a
ro. y tam bién lo era la carga de dignidad y prestigio que proporcionaba al
destinatario de esta merced: un caso relativam ente parecido lo enconttjj^J
en el conde de Tendilla. don ínigo López de Mendoza. que recibió un esto.
que del Papa Inocencio V lll, en recom pensa por Ia labor como embajadorde
Fernando el Católico, una pieza conservada en el Museo Lázaro Galdiano
reproducida en el Catálogo de Reyes y M ecen a s..., 318. En el Archivo del
Palacio Real. Sección Histórica, Privilégios de Grandes de Espana, caja 75
se conservan otros privilégios, com o el de las vestiduras reales usadas en la
festividad del 8 de septiem bre, concedido por los Reyes Católicos a don
Rodrigo Ponce de León, en Sevilla. el 23 de diciem bre de 1484; ibidem, caja
71, privilegio de Juan II, concediendo, en enero de 1441, a los condes de Sa­
linas y Ribadeo. la gracia de com er a Ia m esa del rey en la festividad de la
Epifania. y de llevar la vestidura real de ese dia. Otro ejem plo más. referido
a loa m arqueses de Moya; en 1500 recibieron la merced real de una copade
oro al ano, en la fiesta de Santa Lucia, y el derecho a situarse en la misa del
dia de Navidad «junto a la cortina real», de m odo que, en el momento de efec-
tuar el gesto de la paz, don Andrés de Cabrera la recibiria de la mano del rey,
y dona Beatriz de Bobadilla de la de la reina: docum entos comentados por
Franco Silva, «El condado de Chinchôn. Los problemas internos de un senorio
en tierras de Segovia (1480-1555)». E studios de H istoria y Arqueologia Me-
dievales, XI (1996), 134, donde se m enciona su localización en los fondosde
Frias, cajón 70, que se encuentra sin inventariar, por lo que mi bûsquedade
los m ism os en el Archivo del Hospital Tavera ha resultado infructuosa.
97. Las relaciones entre patronos y clientes, las formas de clientelismo
y subclientelism o. tenian su propio sim bolism o, y tendian a ser visibles y re-
conocidas. G unner Lind. «G rands et petits am is: clientélism e et élites du
pouvoir». Reinhard, (edit.). ob. cit.. 163-201. A cerca de la practicadel «ser­
vicio», com o elem ento nuclear en la jerarquización nobiliaria, un ejemplo en
el A péndice docum entai, 1473 ju lio 28. sobre Fernando de Monroy, senor de
Belvis, y sus hijos, respecto de Pacheco, m aestre de Sabtiago.

— 80 —
. p r o p a g a n d ís tic a d e I a a c c i ó n b é l i c a n o b i l i a r i a . y q u e .
ta b . H d 3 P* t a r d o m e d i e v a l , e n c o n t r o u n â m b i t o d e p r o y e c c i ô n
e" ^ m e n s o y p e r f i l a d o e n l a s c o m a r c a s f r o n t e r i z a s . y . e n e s -
m U 'V ! n Ia F r o n t e r a d e G r a n a d a , v e r d a d e r o e s c e n a r i o d e p r o -
P ^ ' k i n v e n g r a n d e c i m ie n t o n o b i l i a r i o s 9 8 .
m 0Cg ° e | p ia n o d e l a s r e l a c i o n e s i n t e r n o b i l i a r i a s . e s p r e c i s o
e n c u e n ta I a e f i c a c i a p r o p a g a n d í s t i c a d e l o s n u m e r o s o s
^ e r d o s . a m is ta d e s . a l i a n z a s , e t c . q u e p r o l i f e r a r o n e n e l s i g l o
v V e n e s p e c ia l e n I a C o r o n a d e C a s t i l l a , c o n s t i t u y e n d o e l a r -
a zó n d e l a s i n t e n s a s y f r e c u e n t e s l u c h a s p o l í t i c a s " , E l t i p o

98 La b ib lio g rafia sobre estas cuestiones es am plisim a. y. en mi caso.


encuentro id en tificad a con ella desde que, hace décadas, realicé un estú­
dio sobre uno de los linajes m ás intensam ente relacionado con los asuntos de
Ia frontera granadina: Q uintanilla Raso, N obleza y senoríos en el reino de
Cónioba. La Casa de A guilar (siglos X IV y X V ), Córdoba, 1979. A lgunas re­
ferencias bibliográficas recientes: Sánchez Saus. «A ristocracia y frontera en
Ia A ndalucia M edieval». III Jornadas Hispano. Portuguesas de H istoria Me­
dieval. La Península Ibérica en la Era de los D escubrim ientos, 1391-1492,
Sevilla. 1997. II. 1387-1404; M anuel Rojas Gabriel. «En torno al liderazgo
nobiliario en Ia frontera occidental granadina durante el siglo XV». Historia
Instituciones Documentos, 20 (1993), 499-522.
99. Esta cuestión présenta multitud de connotaciones — políticas, socia­
les. institucionales— . se relaciona tanto con Ia coyuntura política, com o con Ia
estructura social nobiliaria, o con Ia vida ciudadana. especialm ente en Castilla.
y ha sido objeto de estúdio por parte de diversos autores. Una de las primera
en abordar el tema fue Gerbet. en su primer libro sobre Ia nobleza extremena.
ya citado: La Noblesse dans te Royaume de C astille... Personalm ente. me ha
interesado y lo he seguido de cerca en bastantes ocasiones: ver com o muestra,
Quintanilla Raso, «Les confédérations de nobles et les bandos dans le Royaume
de Castille au Bas-Moyen Age. L 'exem ple de Cordoue». Journal o f M edieval
History, 16 (1990). 165-179, y «Política ciudadana y jerarquización del poder.
Bandos y parcialidades en Cuenca», En la Espana M edieval 20 (1997), 219-
250. Un tratamiento general de ligas y bandos en el artículo de Ladero Quesada.
«Linajes. bandos y parcialidades en la vida política de las ciudades castellanas».
Bandosy querellas dinásticas en Espana alfin a l de ta E dad Media. Paris. 1991,
105-134. Otro trabajo de interés, el de Beceiro Pita. «Doléances et ligues de la
noblesse dans la Castille de la fin du Moyen Age (1420-1464)». en Rucquoi,
ledit.) Genèse M édiévale de l'E spagne M oderne. Du refus à la révolte: les
’vsistences. Niza, 1991, 107-126.

— 81 —
d o c u m e n t a l m á s e x p l í c i t o y a b u n d a n t e lo c o n s t i t u y e n la j
t a s d e c o n f e d e r a c i ó n , e n t r e c u y o s m u l t i p l e s e n f o q u e s c- k Car'
n a l a r a q u i la p e r s p e c t i v a d e la a m i s t a d y la e n e m is ta d ^
v alo res p ro p ia m e n te n o b iiiario s, c o m o recu rso s m uy u t ï î 3 i
d o s p o r I a n o b l e z a e n s u d i m e n s i o n s o c i o p o l í t i c a 10° . L o s
d o s a d o p ta b a n un se n tid o d e so le m n id a d , y se p r a c t ic a b ^ J J
a c u e r d o c o n el e s p e c ífic o c ó d ig o d e c o n d u c ta n o b le , «p| •
h o m e n a j e » , a d e m á s d e l j u r a m e n t o r e l i g i o s o , f i r m a y spii
l o s p r o t a g o n i s t a s , y I a r e f e r e n c i a a l a h a b i t u a l a m e n a z a de
y d e s a f i o , a d e m á s d e d e m a n d a y m a l d i c i ó n , e n c a s o d e inc!***
p l i m i e n t o 101. A v e c e s l a r e a l e z a f i g u r a b a d i r e c t a m e n t e - Z ~ ! l
l a p a r t i c i p a c i ô n e x p l í c i t a d e l m o n a r c a e n u n a d e e s a s l i g a s 0**
m o m e n to s d e lu c h a s p o lític a s — . o in d ire c ta m e n te , com ounn
d e l o s i n t e g r a n t e s d e l a p a r t a d o d e e x c e p c i o n a l i d a d q u e en
i r a n a b a la e n e m i s t a d p r o f u n d a d e d i c h o s a c u e r d o s . D el ap
p o r l a d i f u s i ó n d e d i c h o s c o m p r o m i s o s d a i d e a l a c l á u s u l a ha
b i t u a l d e h a c e r l o s m a n i f i e s t o s a t o d o s l o s q u e l a escritura
« v i e r e n » . e i n c l u s o « o y e r e n » 102. E n c u a l q u i e r c a s o , q u e d a cia.

100. El análisis sem iótico de los docum entos, en el que ahora no po­
dem os entrar por falta de espacio. presenta particular interés. Términos como
«am istança e unidad» se contraponen a los de «çizanna e hodio» parasigni-
ficar las posiciones de los confederados, y los excluidos, que automaticamente «
quedaban en situación de profunda enem istad. Ver varios documentos del
Apêndice documental sobre esta temática. Otra aproximación a estos aspec­
tos. en el artículo de Ana Belén Sánchez Prieto, «Un tipo documental funda­
m entalm ente nobiliario: Ia confederación. A spectos jurídico-diplomáticos
(siglos XV-XVI)», Cuadernos de E stúdios M edievales y Ciências y Técnicas
H istoriográficas, 20 (1995), 47-63.
1 0 1 . Un enfoque de los pactos nobiiiarios desde Ia perspectiva caballe-
resca, rayando en el tratam iento literário, en el artículo de Nelly Porro, «^De-
cad en cia o cam bio en la caballeria? Un pacto esclarecedor en la Castilla
bajom edieval», en Miguel M artinez Lôpez (edit.). Literature, culture and
S ociety o f the M iddle Ages. Studies in honour o f Ferrán Valls Taberner, IX.
Barcelona, 1989. 2.741-2.759. donde la autora se identifica con la conocida
tesis del «desgaste del idéal caballeresco» de Huizinga.
102. Prácticamentc todos los fondos archivísticos referidos a la alta no­
bleza castellana cuentan con num erosas y expresivas cartas de confederación.

— 82 —
el hecho en si de las estrechas relacion es interno-
r0 .qUese y su p r o y e c c i ó n
concreta a partir de la formula de las
bil,arH
a!'aciones, resultaban un instrumento clarisim o de pro-
°da v. a ,a vez' de contraProPaSanda- cn cuanto que es-
Pagan lanteadas sobre la premisa de la enem istad frente a
Iilbar\< noestuvieran incluidos. com o protagonistas, o com o
q u ic n ^
excepiiiados.

Manifestaciones d e la rep resen ta ció n

La nobleza del siglo XV. en consonancia con el despegue


de la dim ension festiva, asi com o de la ritualidad y cere-
monialidad propios del fin de la Edad Media, asumiô con gus-
toesta faceta de impulso de la dimension ritual, cérémonial y
festiva, desde su propia vida privada, hasta su actividad cn los
más diversos âmbitos, convirtiendo todo ello en verdadero
espectáculo propagandistico. La sociedad bajomedieval esta­
ba penetrada por el pensamiento sim bólico y las prácticas ri-
tuales. y. asi se observa fácilmente que ritualidad y simbolismo
estaban presentes en todas las m anifestaciones de la vida
nobiliaria. desde Ias privadas a las públicas, y, en m uchos ca­
sos, asociadas a la dimension lúdica y festiva. En razón de la
brevedad aqui impuesta. será preciso hacer una valoración
general, entrando sólo en la consideración de algunas ceremo-
nias más expresam ente relacionadas con los ob jetivos de
publicitación y propaganda. En el análisis deben ser tenidas
en cuenta diversas perspectivas, desde la social, a la antro-
pológico-cultural y. además de las fuentes docum entales. es

En el Apéndice docum entai se han incluido algunas m uestras; entre ellas. la


de la formula de «Magnifiesta cosa sea a todos quantos la presente escriptura
vieren e oyeren»: Archivo Histórico Nacional, Nobleza. Osuna. leg. 1.635,
nùm. 3/3.

— 83 —
conveniente tener en cucnta la multitud de datos y riqUe2a J
detalles proporcionados por otras fuentes, com o las narratjv
La topografia, el escenario de proyecciôn del mensaje, |0s ^
tagonistas, com o em isores del m ismo, y el público, como
mento receptor, eran determinantes en todas esas cereinon'
en las que destacan las palabras, objetos o símbolos utiliZa(j ^
Ia gestualidad, y todo el desarrollo cronológico, y lógicodeuS
actos, para comprender el alcance de Ia em isión del menc •
pertinente .
La fiesta, elem ento decisivo para el conocimiento dp,
sociedad, encerraba en sí misma, algunos contenidos qug^
adecuaban perfectamente a las pautas nobiliarias, como Iqj
gastos — la comensalidad, el recurso a la música, danza tea-
tro y otros ingredientes— . Ia sociabilidad — participación de
indivíduos de distinto rango, unión de elem entos b u rg u e se s y
aristocráticos-— y, naturalmente, la ostentación 104. Poreso es
fácil comprender la intensa identificación de la nobleza con la
actividad lúdica y festiva en las cortes, ciudades y p u e b lo s ; los
integrantes del grupo noble encontraron amplias p o sib ilid a-
des para proyectar su capacidad de control sobre las mani-

103. En relación con esto. resultan interesantes los aspectos conceptua-


les del artículo de Nilda Guglielm i, «El discurso político en la ciudad medie­
val italian a (siglos XIV y X V )», en G uglielm i y R ucquoi, (coords.). El
discurso po lítico en la E dad M edia, Conicet, CNRS. 1995, 51-75, donde sc
abordan cuestiones de ritualidad y aspectos cerem oniales, marcando sus di­
ferencias, pese a la com plem entariedad. y se plantea la «circularidad» de lo
ideológico, lo imaginario. y lo m ental, com o très dim ensiones de la realidad
histórica, de enriquecim iento recíproco. Respecto al alcance del campo ideo-
lógico-m ental, ver tam bién las obras de Michel Vovelle. Ideologias y menta
lidades, B arcelona, 1985, y H ervé M artin. M entalités médiévales. XI-XV
siècle. Paris, 1996, asi com o las reflexiones de Nieto Soria. «Ideologiay cen-
tralización política en la crisis bajomedieval. Vias de aproximación y dificul-
tades interpretativas», Barros. (edit.), H istoria a D ebate Medieval, Santiago
de Com postela. 1995, 151-164.
104. Una interesante sintesis, en Heers, Fêtes, je u x e t joutes dans les
sociétés dÔ ccident à la Jin du M oyen Age. M ontréal-Paris. 1971.
d e l a dimension lúdica popular, especialm ente.
fe sta c io n e s <
urbano, donde a fines de la Edad M edia se ha-
en e l â m b i t o ^ f jrrne décision, especialm ente en la Coro-
bian situa ^ Algunos ejemplos demuestran cóm o incluso
na de aSre]jgjosa, profundamente identificada con la vida ur-
uria fiesta era e | c orpus. podia ser mediatizada, moldeada y
bana. conjo |a nobleza en su propio beneficio 106. La ins-
reorien ya efa utilizada por la clase dominante, para
t i t i i c i o n m e n s a j e pr0pagandistico del noble com o m odelo de

llrtud y"de protección paternal.


[jn aspecto fundamental lo constituye el desarrollo de las
de status, las propiamente nobiliarias. de las que hubo un
^norrne despliegue en el tardo medievo, un momento en el que,
6 es sabido, la espectacularidad teatralizada domino la vida
c a b a lle re s c a , y el âmbito nobiliario, en general, por lo que han
sido o b je to de consideración, tal vez preferentemente, desde la
pectiva literaria; la mayoria de ellas hacian de la vertiente
J^jütar real o simulada— su fundamento, y el eje de su de­
s a rro llo : la dimension bélica aparece en las conocidas justas.

105. Entre las referencias bibliográficas, puede hacerse m ención del


análisis realizado para el caso de M urcia, por parte de M.* de los Llanos Mar-
linez Carrillo, «Elitismo y participaciôn popular en las fiestas medievales».
Miscelânea M edieval Murciana. Á rea de H istoria M edieval, XVIII (1993-
1994), 95-107.
106. Una reciente monografia, referente pone de m anifiesto esta situa­
ción, a través del análisis detenido del com portam iento de los Stúniga, duques
de Béjar, en relacion con esas cerem onias y fiestas en la segunda m itad del
siglo XVI: Alejandro Lôpez Álvarez, Ideologia, control social y conflicto en
el Amiguo Régimen: e l derecho d e patronato de la Casa ducal sobre la pro-
cesion de Corpus Christi de Béjar, Centro de Estudios Bejaranos, 1996. Es
cierto que este ejem plo se centra en un lugar de sefiorío, pero basta leer los
Hechos del condestable Iranzo. para observar el protagonism o acusado de la
nobleza en todas las fiestas religioso-cívicas del calendario anual, en u n a ciu-
dad como Jaén, entre ellas las de Navidad, Epifania, Sem ana Santa y Pascua,
y. desde luego. el Corpus.

— 85 —
torneos. pasos de armas, «bofordos». tirar a tablados
juegos de canas, e t c .107. 1,1
A semejanza de la monarquia, aunque sin la m ism ' J
sidad y nivel, los integrantes del grupo noble en el si |lnt6lH
hicieron alarde de ritualidad en torno a los acontecim u^B
clave de su vida, nacim ientos. núpcias, muertes. y d e s ' T i l
ron un uso cérémonial, subrayado mediante actos e s p e c j f ’
— bautizos, bodas, funerales— encaminados a Ia publicit
y propaganda 108. Los dos actos de la vida nobiliaria
mas va-
lorados a estos efectos eran los casamientos y los
ent'erros.
Los primeros se convertian en hechos de enorme trascem jJ
cia, según se ha seiialado, y. por ello. se dejaba con stan cia,t
los mismos mediante la celebraciôn de los «desposorios» y |
«velaciones», con fiestas públicas, que traspasaban el plano3
rídico-institucional. y el âmbito de Ia ritualidad religiosa
proyectaban hacia el exterior, especialm ente en las ciudades
esplêndido escenario de proyecciôn, no sólo de Ia nobleza
media, sino de la alta nobleza 109. Del contenido de estos ritos

107. La utilización de Crônicas resulta indispensable para el seguim ien


to de estas cuestiones. y. sobre todo, de algunas más expresivas, como Ia Crô­
nica del H alconero. ob. cit.. C ontinua siendo útil Ia síntesis que so b re el
particular publico Rosana de Andrés, «Las fiestas de caballería en Ia Castilla
de los Trastám ara». En la Espana M edieval. 5. (1986). I. 81-107.
108. Como referencia básica hay que senalar Ia obra de Nieto Soria. Ce­
remonias de Ia realeza. Propaganda y legitimación en Ia Castilla Trastámara.
Madrid. 1993. en la que establece una clasificación de todo tipo de ceremo­
nias de la m onarquia, realizando un análisis profundo del tema.
109. Constituye ya casi un tópico — y, por lo tanto. tiene mucho de ra­
zón— recurrir a la Crônica del condestable Iranzo, por su riquisima expresivi-
dad, para ilustrar todo tipo de cerem onias y fiestas de protagonismo nobiliario
en el marco de la Castilla del siglo XV; en el caso de las ceremonias nuptia­
les, conviene hacer un seguim iento detenido de los detalles aportados porel
autor para describir las «m agníficas bodas del Condestable con dona Teresa
d e Torres, prim a del conde de Haro, y nieta del Adelantado mayor de Anda
lucia». en la que se ponen de relieve todos los detalles. desde los ritos, y las
cerem onias religiosas, a las comidas, convites, en general, celebraciôn de fies­
tas y espectáculos, todo ello con insistência en el gran número de participan-

— 86 —
longados a lo largo de vários dias. se pone de re-
y festejo®' P ()rcjonaban recursos suficientes para una múlti-
lieve que pr( ^ poder, de linaje. de sociab ilid ad . y de
p!e Pr°P a g , es de destacar que, entre otros actos. se desa-
religi°sl corrjdas de toros, que, aunque se aplicaran a fies-
rrollaban estaban dotadas de un esp ecífico sim bolism o
tas £*iver c’on ia capacidad genésica del contrayente, deriva-
relaciona derramada por el animal u0. El incremento del
da dela sangre aen a f

en los esplêndidos cortejos, a caballo y a pie, y en la presencia de


jgs. tanto q subrayando asi la dim ension propagandistica del evento:
"unteroso p ^ y 38-61. La esplêndida inform ación proporcionada por esta
ver o b aún màs sj se compara con el tratamiento aplicado a dicho tema
fuen,e fuentes del mismo tipo: ver, por ejem plo, la C rônica de Pero Nino,
C" ° ^ Scap XXXIII. 89. donde el cronista describe el enlace diciendo que
°pero Nino e dona Costança fueron desposados en uno: e viniendo por con-
■ de su padre e de sus parientes. fiçieron sus vodas m uy honradam ente
C o m o complemento, la obra citada de Rodriguez Molina. Una interesante y

completa aproximación a las ceremonias y ritos nupciales, incluyendo las fies­


tas de «boda y tornaboda», en la m onografia de Beceiro Pita y Córdoba de
IaLIave. 197-213.
110. Las fiestas taurinas tienen una larga tradición. profundam ente
arraigada en viejas prácticas rituales, que antropólogos e historiadores han tra-
lado de desvelar. Julio Caro Baroja, en Ritos y mitos equívocos. Madrid. 1974,
100. ss. senaló las rem iniscencias dionisiacas, y la vinculación a la fertilidad,
v repróducción en la fiesta del «Toro de San M arcos», en cerem onias del
âmbito agrario. Por su parte. Antonio Álvarez de M iranda, R itos y ju eg o s del
tom. Madrid, 1962. se ocupaba am pliam ente de las corridas nupciales, 91 y
ss., Alfonso X recogió un testim onio de esta práctica, en uno de los milagros
versificados en las Cantigas de Santa M aria, prim orosam ente ilustrado en el
Códice T-J-I de la Biblioteca del M onasterio de El E scoriai, relativo a la sal-
vación por la Virgen de un joven em bestido por un toro en una corrida «de
bodas» de Plasencia. Las corridas de toros alcanzaron tam bién un sentido más
general, y se difundieron con un carácter popular: ver. por ejem plo, un testi­
monio de esa práctica celebrada en un senorío. donde, adem ás, se convirtió
en fuente de exacción senorial. en Franco Silva, «Senores y senorios en tie-
rras de Soria a fines del siglo XV», en La fo rtu n a y el poder. E studios sobre
las bases econômicas de la aristocracia castellana (s. XIV-XV). Cádiz, 1996.
233. donde se alude a la costum bre de los vasallos de C aracena de correr dos
toros el dia de San Juan, y a la m ulta im puesta po r el senor en 1494.

— 87 —
linaje con un nuevo miembro era objeto de las natura|e
monias religiosas, y, además, se celebraba con fiestas d o ^
de mayor o menor espectacularidad111.
La muerte en la sociedad tardomedieval es un tema J
tema de grandes contenidos, y de m ultiples posibilidad^ U"
su planteamiento " 2. En el caso de las élites, y c o n c r e t a ^ n
te. del grupo noble, se convirtiô en una de las plataformasfcS
adecuadas para la expresión propagandística de poderes
lores U3. Para su tratamiento. el historiador cuenta con fuem '
multiples y polifuncionales. que, en su mayoría, se caractaj^B
por su alto grado de expresividad. Entre ellas destaca la impo"
tancia del testamento, docum ento representativo de la ij^
rrima voluntad de su otorgante, cuyo valor ha sido destacai
por todos los historiadores especializados en el tratamiento <fe
la nobleza; todo su contenido, desde las mandas religiosas
la caridad publicitada. hasta Ia elección y critérios de conféc

111. Una muestra, de nuevo en los Hechos del Condestable Iranzo. ob cit
cap. XXIV, 257 y ss. en relación con el nacimiento de la primera hija de don M i
guel Lucas, celebrado con el bautizo, y los correspondientes «regocijos p ú b lic o s *
112. No es éste el momento propicio para adentrarse con profundidad en
un tema que. por su densidad y trascendencia, requieren un tratamiento especi­
fico. pormenorizado y extenso. Desde los aspectos materiales, y sociales, hasta
las facetas mentales, o las inquiétudes espirituales y religiosas, todo ello subyacía
en Ia forma en que el individuo afrontaba su muerte. Del interés mostrado poria
historiografia europea en la década de los ochenta — Philippe ARIÉS. La muer­
te en Occidente, Barcelona. 1982. idem. E l hombre ante la muerte. M adrid, 1983-
se ha pasado al amplio tratamiento historiográfico en nuestro âmbito. H e aqui
algunas muestras, centradas en la época y âmbito de este estúdio: Susana Royer
de Cardinal. M oriren Espana (Castilla Baja E dad Media), Buenos Aires, 1992:
M.- del Carmen Carié, Una sociedad del siglo X V Los castellanos en sus testa­
mentos. Buenos Aires, 1993; Fernando Martínez Gil, La muerte vivida. Muerte
y sociedad en Castilla durante la Baja Edad M edia, Toledo, 1996; M itre Fer-
nández, «La muerte del rey: la historiografia hispânica (1200-1348) y la mueite
entre las élites». En la Espana M edieval 11 (1988), 167-183.
113. A lgunos trabajos sobre el tem a: Clara Isabel López Benito, «La
nobleza salm antina ante la vida y la m uerte (1476-1535), Salamanca. 1991;
y M argarita C abrera Sánchez, «El sentido de Ia m uerte en Ia nobleza cordo-
besa durante la segunda mitad del siglo XV», M eridies I (1994). 63-83.
Itura, el recuento dc bienes patrim oniales a
ción de la ,^ Pmenciònes de los integrantes del linaje, y de los
transmit'1'1 a rezuma sentido y función de la propa-
ir -P - .S " ' '
ganda • ^ refiere concretamente a los ritos funerários,
**°r 'fuentes diplomáticas, com o las narrativas demuestran
tanto las ^ ^ proceso de solem nizaciôn creciente de los
13 eXlSÍes nobiiiarios a lo largo de la Baja Edad Media, con
tutiera L'corlejOS fúnebres, hasta llegar a situaciones de verda-
ampl|OSoxisino en |as manifestaciones de dolor — gritos de las
A titu d e slla n to s y gestos ruidosos y exagerados, abrumado-
m difusión d e lo s colores de luto— 115. Se trataba, en general.

114 Por su entidad y valor jurídico, los testam entos son de esa clase
de d o c u m e n t o s que siem pre han perm anecido cn los archivos nobiiiarios, y
más claramente se identifican con la evolución de los linajes. Dotados de
mãyor o menor solemnidad, son frecuentes en ellos los preâm bulos m ás o
menos retóricos, que plantean las inquiétudes espirituales. desde una óptica
de pretendido igualitarismo, en función de que la m uerte, y sus consecuen-
cias afectaban a todos. Resultan muy destacables los de Juan Pacheco, pu­
blicados por Franco Silva, «Los testam entos de Juan Pacheco (1470-1472)»,
Congreso de Historia d el Senorio de Villena. Albacete, 1987, 157-174, que
constituyen un verdadero modelo de exordio solem ne y grandilocuente; como
contrapunto. el de don Gutierre de Sotomayor, fechado en Zalam ea. el 12 de
ociubre de 453, que, pese a tratarse de un m aestre de la O rden de Alcântara,
presenta una breve y escueta fórm ula com o preâm bulo: Archivo H istórico
Nacional, Nobleza. Osuna, leg. 325. núm. 6/1-3. En algunos se incluyen dis-
posiciones claramente propagandisticas: por ejem plo. el testam ento de Lope
López de Madrid, antepasado del m arqués de M oya. en el que se lee lo
siquiente: «mando que sea pintado en la yglesia de Sant M iguel desta çibdad,
(Cuenca) mi perrochia. en la pared, la historia de Sant A ndrés, e mi fygura
de fynojos fyncada antél»: Archivo Histórico Nacional. N obleza, Frias. leg.
834. núm. 11.
115. Para estos extremos puede recurrirse a la lectura de Crônicas, como
la del Halconero. ob. cit., que ofrece testim onios referentes a personajes cor-
tesanos, a lo largo de varios capítulos: las exequias de don Gonzalo Fem ández
de Córdoba, son objeto de com entário en la obra de A lonso De Santa Cruz,
Crônica de los Reyes Católicos. II. Sevilla, 1951, cap. LXVIII; interesa tam ­
bién la del Condestable Iranzo, ob. cit., cap. XXII. 234-252, por el tratamiento

— 89 —
de un tipo de duelo desorbitado, que podia tener en la J
ganda de status una de sus razones; no obstante ]a
dimension del sentimiento luctuoso exteriorizado d e te '^ '
que, en algunos casos, los testamentarios prohibiesen rni'n®
titudes desmedidas, bajo amenaza de pérdida de las ma ac'
tamentarias para quien incumpliese la disposición, y, tai a
el fondo de esos com portam ientos se podrian apuntar^ ^
motivos " 6. A esto se sumaba, naturalmente, todo un co • ' n
de m anifestaciones de dádivas a necesitados, con u n a ^ S
orientación propagandística, además de la natural p ro y e^ J
espiritual. Finalmente, com o demostración de la t r a s c e n d S
cia que para la acción publicitadora y propagandística <w
nobleza ténia la muerte, interesa recordar que en r e la c ió n * *
ella se plasmaba una de las más definidas imágenes nob^0"
rias. la que queria transmitir para la posteridad el indivíduo

de los funerales celebrados en Jaén por el herm ano del Condestable cuyi
com pleta y colorista narración ha sido aprovechada por diversos autores
com o Royer de Cardinal, 277-280. La activa participación de los miembros
del linaje en estas cerem onias ha sido tratada por Beceiro Pita y C órdobade
la Llave, ob. cit., en un apartado dedicado a «la expresión colectiva», 250-261
116. En una in terp retació n de corte antropológico, José M attoso
«Pressupostos mentais do culto dos m ortos». Arqueologia Medieval 5 ( 1996)
5-11, pone de relieve que en el trasfondo de tales prácticas se detectan creen-
cias paganas, encam inadas a conjurar a los espíritus malignos, y a neutrali­
zar la perturbación cósm ica y social que podia provocar la desaparición de
un personaje de élite. En cualquier caso. hubo también una tendencia a la dis-
m inución del paroxism o, que ha sido identificada como fruto de la evolución
hacia una nueva espiritualidad en la tardia Edad Media, y así, algunos nobles
en sus testamentos prohibían esos duelos ruidosos: un ejemplo de ello lo te­
nemos en el testamento de don Gonzalo Femández de Córdoba, Córdoba, 15 de
diciembre de 1379, donde se lee: «E mando que non fagan por mí Ilanto ningu-
no, nin dén pano de duelo de ninguna manera por mi a ninguna persona ni cria­
tura. e qualquier o qualesquier personas a quien yo alguna cosa mandare en este
mi testamento o codicillo. que después fiziere o fizieren Ilanto por mí. m ando que
lo que les mandé, que lo pierdan e nunca gelo dén mis albaçeas a ningunasnin
algunas personas», Archivo Ducal de Medinaceli. Priego, leg. 1. doe, 13.

— 90 —
' mismo de su entorno familiar, y de sus actos.
noble de si todo cn )a idca dei servjc j0 a i)jos y a |a
ejempl|f,cac ° presado todo ello en los epitáfios, que, con su
monarquia- e J V uno de los más importantes recursos
nobiliaria"'.
de 13 internobiMarias estaban penetradas de sim-
> |a c io n e s
^ 3S ritualidad en todos sus contenidos. desde la propia
b°lisrn° ^ |a cof,esión grupai, hasta las manifestaciones de so-
esenc,a d e discórdia. La cohésion nobiliaria se fundamen-
lidarida^y ^ ^ entrar a compartir una misma fe. «a-fiar».
ta*>aen se excluian quienes incumplian las pautas de con-
dC 13 n o b le «des-afiar». lo que desem bocaba en la conocida
^uCta. de resolución judicial propia y exclusiva de sus asun-
pra j^nte un sistema de rem iniscencias ordálicas, consis-
tos meaiai“'-' , „
e n t e en los «rieptos» y «desatios», que se convirtieron un
e l e m e n t o fundamental en la esencia noble " 8. Pues bien, esto
tr a d u c ia en ceremonias especialm ente significativas, con
a rtic ip a c ió n del rey como juez. en cuya reglamentación y di-

1)7. El hecho parece suficientemente evidente, y existen numerosos tes-


timonios que lo avalan: como ilustración. puede m encionarse un caso poco
conocido. pero en el que se aprecian todos esos contenidos. incluso el de la
fama perpetua, que se sobrepone a la m uerte: se trata del epitáfio escrito en
latin en la lapida funeraria de G arcia Lasso, hijo del senor de Feria, muerto.
en un combate contra los musulmanes, el 21 de septiembre de 1455. y que dice
asi: Egregius miles clarisque p w e n tib u s ortus / Ism aelitarum terror custos
patriaeque / G ardas iacet hic L asso cognom ine dictus / A n te suum regem
pertusus namque sagitta / Corruit expirons in gutture uulnere f i x a / A t mors nil
nocuit nam uiuit fa m a perennis. en Juan G arcia Gutiérrez. «El epitáfio latino
de Garcia Lasso en el convento de Santa Clara, de Zafra», en Congreso con-
memorativo del VI Centenário del Senorío de Feria (1394-1994). Mérida, 1996.
63-65: más detalles, y una reproducción del sepulcro en foto, en la obra de Mazo
Romero. Et condado de Feria (1394-1505) Badajoz, 1980, 192.
118. Este aspecto se consideraba com o requisito a m encionar en la de-
finición del status noble: ver. por ejem plo. la form ula «que podades e pue-
dan afiar e desafiar, e rebtar e ser rebtados. e afiados e desafiados», en el
documento de concesión de hidalguia por los Reyes Católicos a un vecino de
Sevilla. cit. supra.

— 91 —
fusion participaron los tratadistas del siglo XV U9. Corno J
plemento de ello. adquirió una gran trascendencia la D rár^j
de los «carteies de desafio», y las «cartas de batalla» tip0 jCa
cumental específico, bastante frecuente en el siglo XV ^
tado de una fuerte expresividad con perfiles literários
marco de las discórdias entre nobles en la tardia Edad lu6'
dia 120. Los hechos y situaciones que de ellas se derivah6'
constituyen, en cierto sentido, la vertiente ritualizada y ce» J
monial de las estrechas relaciones — en este caso de ■'
, . e n emis-
tad— , internobiliarias.
E n cuanto a la densa y com pleja relación n o b le z a - m o n js J
quia, más allá de las ceremonias cortesanas, de obligada re
ferencia, merece la pena recordar el interés de la ritu a liz a c ió n
que se observa en la práctica del «pleito-hom enaje» dirigjd0
a la realeza, en diferentes circunstancias, entre la s que desta
can los realizados en demostración de la solidaridad p o litica
— e n el contexto de las luchas de bandos— , o en o tro s casos
especiales, com o la entrega de la tenencia de un castillo o for-
taleza, situación constitutiva de un rico desarrollo c é ré m o n ia l
cuyo contenido sim bólico he tenido ocasiôn de a p r e c ia r des­
de hace tiem p o 121.

119. Existen m uchas posibilidades de interpretación de estas ceremo-


nias y ritos; asi, por ejem plo, en el estudio sobre el cérém onial regio. Nieto
Soria, Las cerem onias d e ..., las incluye entre las denom inadas «Ceremonias
de justicia». 80-82. insistiendo en el papel jugado por la monarquia.
120. Es preciso reconocer que el interés acerca de esta cuestión se ha
centrado preferentem ente en el âm bito de la Literatura. Dos ejemplos bastan
para dem ostrarlo: la conocida obra de M artin de Riquer, Lletres de batalla,
Cartells de deseiximents i capitols de passos d 'armes. Barcelona, 1963-1968..
y algunos trabajos de Ángel Góm ez M oreno, com o «Pleitos familiares en car-
tas de batalla». Bandos y querellas dinásticas en E spana..., 9 5 -1 0 4 . Puede
verse una transcripciôn de uno de estos carteies de desafio en la obra de Ca­
brera Munoz, El condado de B ela lc á za r..., doc. 5 . 383.
121. Sobre las ceremonias cortesanas. ver Jeanne Alllard. «Le naissance
de l etiquette: les régies de vie à la cour de Castille à la fin du Moyen-Age»,
en G uglielm i y Rucquoi, (edic.). 11-28. En cuanto a la tenencia de fortale­
zas. en el libro de Nieto Soria, Ceremonias de la realeza..., capítulo 3, 59-

— 92 —
m a r c o puede destacarse, por su carácter global v
CSlL nificación en torno a la propaganda nobiliaria. un
su amplld M m o n j a especifica: la investidura por el monarca de
tiP°deCe.r 0 com o caballero noble. En ella se contienen to­
ur, indi' i ' .entes ^ ritualidad relacionados con la esencia
doS.,0!’ '• d e s d e la fuerza de la sangre, hasta la importancia
nobiliar'3- COrte, y desde la trascendencia de los bla-
, ia crianza e »1 ,a ^ j
hasta el alcance del servicio militar en cuyo contexto
50065 r o lla b a n e s te tipo de ceremonias. donde, además. se
SC 6va la presencia activa de los personajes cortesanos encar-
j e | p r o t o c o lo cérémonial — reyes de armas, farautes.
^ aidos p e r s e v a n te s — 122. Entre las más conocidas están la
de J u a n de V e la s c o . Juan López de Osorio, Pedro Carrillo de
H u e te y o tr o s personajes, armados caballeros en el Real en la
rra d e G r a n a d a , en 1407; pero, especialm ente, una que re­
s u lta v e r d a d e r a m e n te emblemática, es la realizada por Enri-
IV ei 12 d e j u n i o de 1455. dirigida a don M iguel Lucas
de Ir a n z o , p a r a convertirle en «caballero de espuelas dora-

76 aparecen como «ceremonias de cooperación». Hace anos planteé los pre-


supuestos generales de dicha institución, en un prim er artículo al que luego
han seguido varios. titulado «La tenencia de fortalezas en C astilla durante la
Baja Edad Media». En la Esparia M edieval 5 (1986). II. 861-895. L a tesis
doctoral de Concepción C astrillo Llam as. La tenencia de fo rta le za s en la
Comna de Castilla en la Baja E d a d Media. Relaciones de p o d e r entre m o­
narquia, nobleza y ciudades (siglos X lll-X V ), U niversidad C om plutense,
1997. ofrece una am plísim a y muy docum entada perspectiva del tema. En el
Apêndice documental pueden verse algunas m uestras de estas cerem onias,
como la referida al Senorio de M olina. que form a parte de la tesis doctoral
de M.‘ Elena Cortés Ruiz. A rticulación jurisdiccional, y estructura socioe-
conómica del territorio de M olina de Aragón durante la B aja E dad Media.
(en última fase de realización).
122. Por tratarse de actos cerem oniales de responsabilidad regia, como
otorgante. han sido estudiadas en este contexto por Nieto Soria, Las cerem o­
nias de la realeza..., entre las de cooperación. 73-76. A cerca de los oficia­
les encargados de los asuntos protocolarios, Alfonso Ceballos-Escalera y Gila.
Heraldosy Reyes de A rm as en la Corte de E spana, M adrid. 1993.

— 93 —
das», a la vez que le senalaba las armas que debia trae J
el escudo 123.
Finalmente, la dim ension senorial resulta una de las
joras plataformas de observación de la acción propaganist^?
de la nobleza tardomedieval. Los grandes estados senorial
dotados de capacidades de gobierno y jurisdicción, se conv^'
tieron, en manos de la nobleza, en una de las fórmula»; ^
efica ces del proceso de con solid ación y renovación nobi
liarias 124. La donación regia constituía el fundamento de de
la configuración del noble com o senor 125. En cuanto a ladj
m ensiôn cérémonial, son las tomas de posesiôn, con su me»
cia de ingredientes propios de las cerem onias de accesoaj
poder y de recepción, centran todo el interés; en eilas se pro.

123. Ver, respectivamente: Pérez de Guzmán, Crônica de Juan II, BAE


II, Madrid. 1953. cap. XLVIII. 297: y. sobre Iranzo. la cédula real que recoge
la investidura está transcrita en las M emórias de Enrique IV ... 141-143, donde
se incluye el dibujo del escudo cuartelado. Este texto se complementa con oita
interesante ceremonia en que este personaje fue investido como condestable,tn
el Alcázar de Madrid, con presencia de num erosos cortesanos, y un nutrido sé­
quito de acompanam iento de Iranzo, en medio de un verdadero despliegue de
ritos, gestos, y sonidos de trompetas: ver la detallada descripciôn en los Hechos
del condestable ...cap. I, ano 1458. 3-13, que acaba con la alusiôn a la prácti­
ca de la «comensalidad», aquél dia com iô el condestable en la mesa con el rey,
para sim bolizar la situación de privanza conseguida.
124. Para el caso de la Corona de Castilla. véase la bibliografia de Quin-
tanilla Raso, y de Monsalvo Anton, obs. cits. Conviene mencionar aqui. porsu
carácter m ás especifico, el artículo de Beceiro Pita. «Los estados senoriales
com o estructura de poder en la Castilla del siglo XV», en Rucquoi (edit.).feu-
lidad e imágenes .... 293-323.
125. En el Apéndice docum entai se incluye una interesante concesiôn
del senorío de la villa de M oya en 1448 por el principe don Enrique a don
Juan Pacheco, en la que, aparte de recogerse la cláusula habituai de retención
para la Corona de los iura regalia, se detalla el contenido de la donación. asi
com o el m andato al concejo y vecinos para que le recibieran «por su senor».
y se alude a la formula de la tradilio chartae, «E por esta mi carta, e con ella.
e por Ia tradiçiôn que de ella vos fago», para expresar el firme sentido de la
donación.
v e c ia b a u n a imagen cod.f.cada, com pleta y estructurada del
p o d e r s e n o r ia l.a través de un lenguaje diversificado y d e un
c o n ju n t o d e ritos y sím bolos, que «hacían» al senor. y quc
« e n s e r ïa b a n » — publicitaban y propagaban— su poder, difun-
d ie n d o u n c l a r o m ensaje de dom inación, aunque también
m e rc e d a tácticas persuasivas. de tutela y protección. y todo
e l l o d ir i g i d o a unos receptores, que. a su vez, se veían obliga

dos a ofrecer su respuesta 126.


La representación sim b ólica o figurada de los h echos
c o n s titu y e un aspecto del máximo interés para el conocim ien
to . por parte de! historiador, de la sociedad que los vive; en
e ste s e n tid o , si entendemos por «im agen» la representación
v iv a y eficaz de algo por m edio de un lenguaje — visual ver
ba! (oral. escrito, mixto), gestual— . y aplicamos este concento
a la r e a lid a d del poder nobiliario senorial. observarem os la
importancia de las ceremonias de toma de posesión 127 El ti
diplomático específico recoge con detalle este tipo d e actos
ritu a le s . con inclusion de todos los elem entos sim b ólicos oor
e x c e le n c ia : locus. palabras, signos, objetos, y gestos Duran
te los actos. profundamente ritualizados, ambos protagonistas'
senor y vasallos. pronunciaban frases, ejecutaban gestos P7
presivos. y arrebataban. entregaban. o recibían. respectivam™
te, objetos que sim bolizaban distintos poderes y funciones’

126. En los senorios existían otros actos menos ritualizados. que corres­
pondían a las «visitas senoriales». En estos casos, la situación de la villa y
vecinos vida debia alterarse ante la llegada del senor. en coincidência de lo
cual era común algún tipo de celebración, que, sin em bargo, está poco docu­
mentado. Un ejemplo, referido al siglo XVIII, en el Archivo Histórico Nacio­
nal. Nobleza. Frias, leg. 1270. núm . 3, que recoge una carta del conde de
Oropesa a sus vasallos para ordenarles que. en evitación de gastos, redujeran
las manifestaciones de júbilo por su llegada a los actos religiosos, suspendien-
do asi las fiestas de toros. juegos. y otras.
127. En su extenso, y ya clásico artículo. Jacques Le Goff, sentaba las
bases para Ia valoración de ese sistem a sim bólico: «Les gestes sym boliques
dans la vie sociale. Les gestes de la vassalité». S ettim ane cli Studio d e l Cen­
tro Italiano di studi sul! Alto M edievo, XXIII. 2.°, Spoleto. (1976). 679-788.

— 95 —
ramas, tierra, llaves, varas de justicia, griletes, escribanías I
El conjunto de los ritos se desarrollaba conforme a una «
sión lógica, convirtiéndose así en un verdadero sistema
bólico, cuyo sentido se alcanzaba gracias a cada uno de?1
elem entos y pasos integrados en un conjunto coherente pS
escenario de la representación era, por lo común, el edifj •
más representativo de la topografia del poder nobiliari0 Cl°
decir, la fortaleza senorial, y. dentro de ella, la torre del
menaje, com o se expresa con insistência en la documenta
ción 128. El castillo senorial expresaba de forma permanente
una imagen de poder, que resultaba especialm ente apropi^
en estos actos; en este sentido, es preciso tener en cuenta qUe
en muchas ocasiones, la toma de posesión de la villa queda
ba subsumida en la del castillo, con un protagonismo muy acu
sado, a veces casi exclusivo, del a lc a id e 129. Eran decisivos el
lenguaje gestual — osculatio manuum, inmixitio manuum re
verencias, etc.— , y la presencia de los recursos icónicos es­
pecíficos para la representación de la posesión del senorio con
todo lo que significaba — villa y término, facultad de gobier-
no y jurisdicción, «pechos y derechos»— ; pero también resul­
taba determinante la expresión de la intencionalidad del senor

128. « ...estan d o dentro en la torre m ayor del om enaje, que es en el


castillo d esta dicha villa, en la bóveda m ás alta de la dicha torre...», se lee.
literalm ente, en la tom a de posesión del castillo y la villa de Montilla por
don A lfonso Fernândez de C órdoba, el 2 de m arzo de 1455: ver Apéndice
docum entai.
129. El ejem plo citado de M ontilla es uno de los más evidentes, por­
que todo se hizo en función de la fortaleza senorial, y su tenente se conviniô
en el único interlocutor del senor, asum iendo la representación de toda la vi­
lla: Q uintanilla Raso, «Contenidos, sím bolos, e im ágenes del poder nobilia­
rio en la M ontilla bajomedieval, VI Congreso de Profesores Investigadores.
Córdoba, 1988. 11-17. Con todo, están docum entados otros muchos casos
sim ilares, aunque m enos acusados; ver, por ejem plo, el documento referido
al senorio de M ontemayor. el 25 de m ayo de 1 4 59,, donde castillo y alcaide
desem penaron un papel determ inante: Archivo H istórico Nacional. Nobleza.
Frias. leg. 1.340, núm. 5.

— 96 —
la «justa posesión». y la aceptación del senor por

d e e n t r a [ | o s ,3°-
losvasa ^ sefiorjal necesitaba ser legitim ado, declarado,
^:E1 P° ^es{je luego. representado. En relación con ello.
in[1puesto. y. ^ convierten en verdadero observatorio de
taies ce^ ^ pràctica de la acción publicitaria y propagandis-
la PueS^ | ja r ia dotada de todos los elem entos y requisitos, al-
l'catl a asi un alto valor com o difusoras de una expresiva
imag**^ autoridad seflorialn l .

]30 En el docum ento de la tom a de posesión de Torrico. el 2 de abril


1447 se iee: «Et luego eldicho senor Ferrand Álvarez dixo que por quanto
^dich o lugar de Torrico era suyo, por título de com pra que dél avia fecho.
venia al dicho lugar del Torrico con ánim o e propósito de tomar la posc-
siôn dél"’ Archivo Histórico Nacional, Nobleza, Frias. leg. 1326. núm. 11.
131 Los documentos de toma de posesión fueron rescatados para una
h is to r io g r a fia que intentaba fundam entar el conocim iento de la realidad se­
norial sobre bases más firmes: una prim icia en esta línea fue el breve articu­
lo de Beceiro Pita. «La imagen del poder feudal en las tom as de posesión
b a jo m e d ie v a le s castellanas», Studia Histórica. H istoria M edieval 2 (1984),
157-162: anos después, ha am pliado sus consideraciones en «El escrito, la
palabra y el gesto en las tomas de posesión senoriales», Studia Histórica.
Historia Medieval 12 (1994), 53-82. Otros autores se han ocupado igualmente
del tema. como M iguel Rodríguez L lopis. «L as tom as de posesión bajo­
medievales y la ideologia feudal. L a incorporación de la tierra de A larcón al
marquesado de Villena». Congreso de H istoria del Senorío de Villena. Al-
bacete. 1987, 349-356. Personalmente. he dem ostrado mi interés en esta cues-
tiòn en diversas publicaciones: Quintanilla Raso. «Canete de las Torres en Ia
Baja Edad Media», en Canete de las Torres. Vision histórica de un pueblo
andaluz, Canete. 1987, donde aparece publicada una interesante tom a de po­
sesión de esta villa senorial, fechada en 1424: idem, «C ontenidos, sím bolos
e imágenes...»; recientemente he vuelto a ocuparm e de esto en «Propiedades
y derechos e n los senoríos nobiliarios cordobeses de la baja Edad Media. Nue-
vasinterpretaciones». Historie' Instituciones D ocum entos 24 (1997). 391-414:
y en -El poder senorial como representación: ritualidad y cerem onia a fines de
la Edad Media», Anuário de Estúdios M edievales, 28 (en prensa).

— 97 —
ESTADO s e n o r ia l n o b il ia r io

COMO ESPACIO D E PODER


en l a c a s t il l a b a j o m e d ie v a l

P r e l im in a r e s

EI amplio tema que me ha sido encom endado para su de-


s a rro llo e n la presente Semana de Estudios M edievales nece-
jta d e u n a s consideraciones previas para centrar los aspectos
de su c o n te n id o . De entrada conviene hacer referencia a cada
uno d e lo s t é r m in o s que se contienen en el enunciado, y que
c o rre s p o n d e n a realidades de por si llenas de com plejidad:
n o b le z a . s e n o r ío , y poder, en la Castilla bajomedieval.
Sobre las dos primeras, intrínsecamente relacionadas, con­
viene tener preswente que el reino castellano-leonés fue, en la
baja Edad Media, escenario de un fenôm eno de intensa con-
s o lid a c ió n de los sectores aristocráticos, cuya influencia de­
terminante penetro en las estructuras. políticas, institucionales.
socioeconómicas, e incluso culturales. Además, en la época
tardomedieval se asistió a un proceso de engrandecim iento
nobiliario, que dió lugar a la configuración de una alta nobleza
cuyos miembros alcanzaron un punto de desarrollo máximo de
sus poderes y capacidades en todos los planos. Al mismo tiem­
po. durante la época trastámara, tuvo lugar un increm ento sin
precedentes en la senorialización del espacio, un desarrollo
muy notable de los senorios nobiliarios, tanto los correspon-
dientes a niveles medios y bajos, com o a los grandes dominios
senoriales, y, finalmente, una decisiva transformación en la
caracterización del senorío. En este panorama destaca el pa-

— 99 —
pel desempenado por el segmento auunuuiuano, capaz d
mir e intensificar por todos los m edios a su alcance el • «
cio de un tipo de poder senorial superior, que. arrancan^'
una yuxtaposición acumulativa de senorios, cuajó defin' j j
mente en una estructura coherente y organizada, com ofu!a
estado senorial. Una densa y diversificada temática, qUe [,
nido siendo iluminada por el sustancial aumento de investi^
ciones producido en las últimas décadas, en las que se 1 ^ 3
cubriendo importantes lagunas, com o se pone de reliev
algunas de las últimas revisiones historiográficas. con pefjxl
dicos estados de la cu estió n '.

1. Las últimas décadas han registrado un cambio notable en la interp^


tación y valoración de la entidad de la nobleza senorial en la organizaciôn
litica. la estructura socioeconóm ica. e incluso en el plano cultural, en el rehx,
castellano-leonés en la Edad Media. Hace tiem po he ido realizando periódicas
valoraciones sobre el peso de los estúdios acerca de la nobleza castellanj
bajomedieval: Quintanilla Raso. M.a C., «Nobleza y senorios en Castilla durant
la Baja Edad Media. Aportaciones de la historiografia reciente», A (nuariof fru
E(studios) M(edievales) 14. (1984), págs. 613-639: «Historiografia de una élite
de poder: la nobleza castellana bajom edieval». H ispania L / 175, ( 1990)
págs. 719-736: «El protagonism o nobiliario en la Castilla bajom edieval. Una
révision historiográfica (1984-1997)». M edievalismo 7 (1997), págs. 187-233
Entre los trabajos historiográficos sobre el grupo nobiliario en el reino caste­
llano-leonés. durante la época medieval y en los inicios de la modemidad, pue.
den citarse los siguientes, ordenados cronologicamente: Bermejo C abrera. J.L.
«Sobre nobleza, senorios y mayorazgo», A(nuario) (de) H(isloria) (del) D(ert-
cho) E(spanol), LV (1985), págs. 283-305; Lôpez Pita. P., «Senorios nobiiiarios
bajomedievales», E(spacio), T(iempo) (y) F(orma) III. H .“Medieval4(1991).
págs. 243-284: Iradiel M urugarren, P., «Economia y sociedad feudo-senorial:
cuestiones de método y de historiografia», Senorio y Feudalismo en la Penín­
sula Ibêricatsiglos XII-X IX). E. Sarasa y E. Serrano, eds., Zaragoza, 1993,
págs. 17-50: Colás Latorre, G„ «La historiografia sobre el senorio tardofeudak
Senorio y Feudalismo..... ob. cit.. págs. 51-105; Martinez Sopena, P., «La no­
bleza de Léon y C astilla en los siglos XI y XII. Un estado de la cuestión».
H ispania 185 (1993), págs. 801-822; Garcia Hernán. D„ «El estamento nobi­
liario: los estúdios clásicos y el nuevo horizonte historiográfico», Hispania 184
(1993). págs. 407-539; Guilarte Zapatero. A.. «Veinte anos de historiografia
acerca del régimen senorial», AHDE, LXIII-LXIV (1994), págs. 1239-1255;

— 10 0 —
I « • el tercer elem ento que integra el tílulo se rc-
P°r 11 U objeto de estúdio preferentemenlc de sociólo-
fiere al P° ' asi como antropólogos, présenta un aspecto
gos y P° 1 c^n e | qUe tienen cabida el poder basado en la fuer-
P°liédriC° oerción. pero también en la legitim ación. y en la
Za’ en lación Su entidad desborda el marco del presente tra-
mampu r ^ ^ aquj se analizará en la aplicación al âmbito
bajo. Por^e estudio del com portamiento de la nobleza seno-
concMO necesario contem plarlo. sobre todo.
•_i y p a rd

diendo a la interrelación entre los distintos planos de con-


aten(ua|jzación. pero. especialm ente, representación y fun-
c io n a lid a d “ - . .
Sobre estos supuestos previos, el objetivo consiste en ex-
r un conjunto de consideraciones acerca del desenvoh i-
isento del poder nobiliario en el âmbito senorial en la Castilla
de la Edad Media tardia. Para ello se establece. com o punto
de partida, el proceso por el que el senorío quedó convertido
en un espacio de poder jurisdiccional en manos de la alta no­
bleza. y a Partir de ahí‘ se inicia un recorrido en el que se da
cabida al modo en que los grandes nobles asumieron el poder

Monsalvo Antón, J.M.*. «Historia de los poderes m edievales: del derecho a la


antropologia (el ejemplo casteilano)». Historia a Debate. Historia Medieval. C.
Barros. edit.. Santiago de Compostela, 1995. págs. 81-149: González Jiménez,
M.. «Historia política y estructura de poder. Castilla y León», X X V S em a n a de
Estudios Medievales de Estella: La Historia M edieval en Espana. Un balance
historiográfico (1968-1998). Pamplona. 1999. págs. 175-283: Ladero Quesada.
M.A.. -Historia institucional y política de la Península Ibérica en la EdadMedia
(La investigación en la década de los 90)», E M (la) E(spana) M fedieval). 23
(2000), págs. 441-481.
2. Son muchas las formas de conceptualización y de ejercicio del po­
der, y. en general, alcanza sentidos m uy diferentes según los autores. Algu­
nas formulaciones y caracterizaciones del poder en su dim ension téorica. en
publicaciones clásicas. y recientes, com o por ejem plo. Foucault, M., Micro-
fisica del poder, Madrid. 1978: Barnes, B., L a naturaleza d el poder B arce­
lona, 1990: Luhmann Poder, Barcelona, 1995.

— 101 —
senorial otorgado por la monarquia, y a la forma en q Ue
presentaron y exhibieron ante sus vasallos, para, fjna] ° re'
acabar con unas con sid eraciones generales sobre Ia0161****
bración del poder en los grandes estados senoriales, en loj6*16"
en función de una serie de estrategias desplegadas p. o)rr T|a
nobleza. se produjo la proyecciôn del poder senorial q *alta
canzó su dimension máxima en el aspecto jurisdiccionai
terializado, b ásicam ente, en las cu estio n es de gobiei'
m 0v
justicia.

U n p u n t o d e p a r t id a . La r e d e f in ic ió n d e l s e n o r ío

NOBILIARIO EN LA BAJA EDAD MEDIA

Los siglos XIV y XV, y en especial este último, fuer


siglos de redefinición del régimen senorial, en un procesopa
ralelo al de la renovación nobiliaria que se observa en laeta
pa bajomedieval.

La nobleza casíellano-leonesa como élite de poder

La entidad de la nobleza en la Baja Edad Media castella-


no-leonesa se corresponde con una etapa del proceso de evo­
lución seguido por este sector en la jerarquía social, que se
desarrollo en paralelo a cada uno de los tres períodos que se
vienen distinguiendo en nuestra Edad M edia3.

3. La trascendencia del tem a fue objeto de atención del VI Congreso de


Estúdios Medievales de la Fundación Sánchez Albornoz. cuyas Actas se edi-
taron con el siguiente título: La Nobleza Peninsular en la Edad Media. León.
1999. En ellas se incluye una ponencia sobre «Los orígenes de la nobleza cas-
tellano-leonesa», de Álvarez Palenzuela, V.A., págs. 67-88. Una visión general
sobre la nobleza bajom edieval. en Ladero Quesada. M.A., «La consolidación
de la nob leza en la B aja E dad M edia», N obleza y sociedad en la Espana
M oderna. M.a C. Iglesias coord.. Oviedo. 1996, págs. 11-45. Recientemen-
te, he tenido ocasión de publicar una reflexión global sobre la alta nobleza

— 102 —
Los cambios que se produjeron en las co n d icio n a
deaban la vida nobiliaria en la Castilla del sig lo X V J°"
jer0„ „„ im pacto im portante en e , seno M g m p o
delermmaron m od.fw acom , en c l pr„ p io c £ ' ;>
za. la esencia de la condición nobiliaria, y |os • ,e ~
a c c e s o y p ro m oción 4 . E l sentido y alcance d e la evol^ ™ 05 *

perimentada po r la nobleza castellanoleonesa en la r ^


Media ha sido objeto d e un intenso debate hisior d
d que. frenie a la tesis clâsica de „ c o m L tS
«vieja» plenom edieval, y una «nueva» n o h ^
n o b le z a

lâmara. se instaló otra. radicalmente distinta basaHa . ^


duración de la v.eja nobleza pienomedieval’ haSla J r
E d a d Media1 5. La renovación nobiliaria en la Ca l " ^

iTcastilla tardomedieval. atendiendo especialm ente a los aspectos de le-


e0. iôn y publicitación de sus poderes y privilégios, en el siguiente tra-
b ' • Q u in ta n illa Raso, M.“ C.. «La sociedad política. La Nobleza». Orígenes
J l a M onarquia Hispânica. Propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), J.M.

Nieto Soria, dir., Madrid, 1999, págs. 63-103.


4 Las reflexiones sobre esta cuestión fueron objeto de tratam iento en el
marco intelectual de la época, por parte de juristas y humanistas. Al abordar el
tema de la evolución de la nobleza castellana, hace poco, he apuntado algunas
consideraciones al respecto. en las que, junto a la clave de definición de la esen­
cia nobiliaria, como habitualmente se ha venido poniendo de relieve. — el va­
lor de la nobleza política, en la tesis bartoliana, «creada» o adquirida por méritos
frente a la nobleza «heredada». etc.— también he Mamado la atención sobre la
derivación de estos argumentos hacia la contraposición entre una concepción
cerrada e inmovilista, y otra que valoraba, por encim a de todo, la fuerte movi-
lidad y el dinamismo nobiliario en el acceso y promoción: Q uintanilla Raso,
M.‘ C.. «La renovación nobiliaria en la Castilla bajom edieval. Entre el debate
y la propuesta», La nobleza penin sular..., ob. cit., págs. 255-295.
5. La primera corresponde a la opinion defendida con énfasis por Moxó,
S. de. «De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transform ación nobiliaria
castellana en la Baja Edad Media». C uadem os de Historia. 3 (1969). págs. 1-
210. El autor de la tajante réplica es Binayan Carm ona. N „ «De la nobleza
vieja...a la nobleza vieja», C(uademos) (de) H(istoria) (de) E(spana). Anexos.
Homenaje a don Claudio Sánchez-Albornoz IV (1986), págs. 103-139. En el
trabajo citado supra, «La renovación no b iliaria...» tuve ocasión de analizar

— 103 —
medieval aparece com o una realidad compleja, cuya t aJ
dencia la ha convertido desde hace algún tiempo en
tegoria de análisis. Para realizar una valoración e x - ^ °a'
fenôm eno no es cuestión sólo de contabilizar el número*1 ^
ereto de linajes extinguidos, supervivientes, o imp|antaj ^ H
pesar de que diversas circunstancias produjeron, junto S 3
naturales relevos generaciones, un innegable cambio de
jes en la escena política castellana. Por el contrario, el i 1
estriba en observar cóm o en las pautas de organizacióní<u a
m odelos conductuales, los horizontes de actuación y i^ ’ °
jetivos a cubrir en las distintas facetas de su proyecciôn
nuevos miembros del grupo noble reaccionaron ante los
mulos exteriores. En este sentido, se habia de la múltip|e
puesta de la nobleza ante la crisis bajomedieval, que iríadesd»
las reacciones legítimas y coherentes — difusiôn del mayora*
go. búsqueda del favor regio, introducción en las nuevasco.
rrientes econôm icas, etc.— a las ilegítim as e incohérentes
— violências y fuerzas contra los vasallos, guerras de bandos
etc.— 6. N o obstante, es preciso contemplar esta realidad en
toda su dimension, para poder observar que en las transforma-
ciones de la nobleza bajomedieval también pudieron actuarsus

en detalle las bases y contenidos de la polêmica, y de establecer u n a propuesta


para caracterizar a una nobleza que mostró una clara y consciente disposición
para dar respuesta a los câm bios, y que, por ello mismo, experimento un fe­
nômeno de renovación, en el que se observan lineas de continuidad, pero iam-
bién aceleración de tendencias. rupturas, e innovaciones.
6. Aunque la problem ática es m ás am plia, el impacto de la crisis de l
crisis del siglo XIV en la nobleza senorial se ha centrado sobre to d o e n ladis-
m inución de sus rentas agrarias. com o lo ha hecho, entre otros. V ai Valdivieso.
VI.4 I. del, «La reacción de la nobleza vizeaina ante la crisis bajomedieval»,
EEM. E stúdios en m em ória d el pro fe so r D. Salvador de Moxó III (1982).
págs. 695-704; y «La nobleza frente a la crisis del siglo XIV: D on Alfonso
de Aragón y sus ordenanzas sobre la recaudación de rentas en el Marquesado
de Villena», Congreso de H istoria del Senorío de Villena. A lb a c e te , 1987.
págs. 145-156.

— 104 —
I p o r te s internos, de modo que los estím ulos externos,
Pr°Pl0 'has ocasiones, sirvieron de catalizador de tendencias
en rTlU^|lacjas. o incluso asentadas; en este sentido, el estable-
Vâ aP,nto del régimen sucesorio de «pro indiviso», dentro del
cim'en ^ «légitim a», con la introducción del sistem a de
mar,|joratio». dando lugar a «mayorazgos arcaicos» es un buen
*me ' |o de una orientación ya patente en el linaje noble, que
conduciendo a los patrimonios consolidados y blinda-
f 13 antes de que se asentara la crisis 7. N o ob ed eció sólo a
factures exógenos exclusivamente el hecho de que los respon-
-ables de que algunas famílias nobles desaparecieran, mien-
Tas otras luchaban por su supervivencia, resultando asorbidas
transformadas, y. finalmente, otras se encumbraban defini­
damente. Tal reajuste en la escena nobiliaria surgió com o
consecuencia de un complejo entramado de circunstancias ex-
temas, — socioeconóm icas y p olíticas— y de factores en-
dógenos. entre los cuales resultan destacab les las propias
estratégias de reproducción interna.
En relación con lo anterior, todo indica que se puede sos-
tencr la idea de que la nobleza trastamarista fue un sector so­
cial renovado, no tanto partiendo de la observación de la nômina
nobiliaria. sino, sobre todo. a ténor de las nuevas actitudes pues-
tas en práctica. Bajo las transformaciones econômicas, sociales,
políticas o culturales. una fuerza interna subyacente era capaz
de ir introduciendo m odificaciones en el propio centro de gra-
vedad nobiliario. El legado transmitido, al ser gestionado por
nuevos protagonistas, — herederos directos de sangre unos. y
nuevos elementos otros— en un nuevo contexto social, político
y econômico, iba a experimentar una indudable transformación
como para permitir hablar de una nobleza renovada bajome-

7. Si la consolidación del m ayorazgo se produjo en época trastám ara.


e Incluso no se institucionalizo hasta las C ortes de Toro, en 1505. lo cierto
es que se conocen balbuceos desde fines del siglo XIII: M oreno Núnez, J.I..
«Mayorazgos arcaicos en Castilla», EEM, IV (1984). págs. 695-708.

— 105 —
dieval o trastamarista, capaz de salir de la crisis sin r
érosion, manteniendo su posición de élite de poder 8 °^
Entre los elem entos de caracterización de esa élite
liaria pueden destacarse algunos estrechamente relaci
y conectados con el tema que aqui se analiza. Por un l a d T
proceso de «engrandecimiento», que cuajaría en este np -°'
por parte de una alta nobleza. en tendencia incesante hac^^
«sublim ación», que consolido su posición de privilegio '3'3
diante la obtención de títulos nobiliarios. Convertida en nnk^
za titulada, se vió aupada en una ola ascendente, rodeánd 6
de un conjunto de elem entos y sím bolos de dignidad y defo*
nor hasta llegar a la institucionalización de la «G ran d eza»
el siglo X V I9. Estos «grandes del reino», com o grupo socfeí
orientado hacia la dirección, o. al menos, el control de los pro_
cesos sociopolíticos y de las estructuras econômicas, rnultipi;
caron su topografia de poder, ampliando el âmbito de acción

8. Paralelos de esta situación se encuentran con carácter generalizado en


los países de la Europa occidental. Adem ás de las interpretaciones traditions
les, ver, por ejemplo, el reciente tratam iento de la nobleza por Mertes, K en
«Aristocracy», Fifteenth Century attitudes. Perceptions o f society in late me­
dieval England, R. Horrox, edit., Cambridge 1994, (reed. 1996), págs. 42-60
9. Aparte del reconocimiento que suponían los epítetos honoríficos, como
los referentes al parentesco sim ulado con la monarquia, es importante indicar
que, a fines del período medieval se conoce la existencia de 51 títu lo s conda-
les, 8 m arquesados — incluido el de Priego de Córdoba, que d a ta d e 1501—. y
4 ducados, todos ellos controlados por 32 grandes linajes altonobiliarios, algu­
nos de los cuales acumularon varios títulos ya en el siglo XV, como los Men-
doza, Stúniga, Manrique, o Fernández de Córdoba. En época de C arlos V, 20
de las primeras familias nobles espanolas con 25 títulos, lograron el estatuto de
Grandes, y entre ellas eran m ayoritarias las castellanoleonesas: Fernández de
Bethencourt, F., Historia genealógica y heráldica de la Monarquia Espaiiok
Casa Real y Grandes de Espana Madrid. 1877-1910, vol. VI, 1905, págs. En
estos m om entos tengo en m archa la dirección de un Proyecto de Investigación
financiado sobre las grandes casas nobles, en particular en lo referente a aspec­
tos de su identidad política, el espacio social de proyecciôn, en especial en sus
estados senoriales. y la form alización institucional del nuevo orden nobiliario.
en el trânsito del Medievo a la Modernidad.

— 10 6 —
' artjr de ahora en varios escenarios, com o el espa-
cerUra '! ano, o las ciudades, pero siguieron teniendo un es-
CÍOCOfrtCdamèntal de identificación en el senorío. que, si habia
pacio u do un reCyrso para disenar el apellido, en clave de
v e n 'f ahora se utilizaba com o soporte del título con el
t0P,°'"reconocia su posición jerárquica en el seno del grupo
£lue| preCisamente entre los rasgos de esa nobleza renova-
1,0 narece en posición muy devante su protagonismo al frente
*** proceso de redefinición de los dom inios senoriales. por
J jnstrumentalizaron el poder regio en su beneficio, do-
làndose de multiples capacidades para el ejercicio del poder.

E l s e n o r ío nobiliario en la época tardom edieval

Contamos ya, afortunadamente, con un material historio-


gráfico abundante, y diversificado, a partir del cual, y pese a los
inévitables claroscuros. pueden iluminarse muchas de las fa­
cetas del tema. Desde los anos setenta, y, sobre todo, ochenta,
empezaron a soplar vientos de empuje y révision de esta ampli-
sima temática de nuestro pasado medieval, la correspondiente al
desenvolvimiento del senorío nobiliario en los siglos finales del
medievo. que encerraba un conjunto de cuestiones de amplio es­
pectro. sobre las que hasta ese m omento se habían realizado
ciertas iniciativas de análisis, y determinadas aproximaciones
leórico-institucionales. En las très últimas décadas se ha presta­
do mayor atención a estas realidades, y ello ha tenido com o re­
sultado un notable incremento cuantitativo de los trabajos, asi
como un cambio cualitativo, en el que se ha dado cabida a todo
tipo de enfoques, desde Ias propuestas metodológicas, hasta los
irabajos de base, o las posteriores síntesis comarcales o supra-
comarcales. y, en general, se ha logrado superar la rigidez de
anteriores esquemas interpretativos. En los últimos anos, apar-
lede los interesantes enfoques socioeconóm icos. en los que ha
avanzado notablemente el conocimiento sobre los senoríos alia­
do a los estúdios sobre la economia agraria, se ha venido dan­
do un paso más al plantear el estúdio del fenôm eno senorial

— 107 —
desde perspectivas más amplias y diversas, entre las que s g -a
cluiria. en directa relación con el tema que aqui se anali^
análisis del poder, en un sentido amplio, en el que lo polítjCo’
canza una dimension preferente10.
El senorio constituye una realidad de hondo calado
multiples facetas, que iban desde una ordenación humana si^0"
da bajo la dependencia de un sector social dominante, hasta
âmbito de explotación agraria, y. finalmente, y por en cim a d»
todo, un núcleo de ejercicio de poder jurisdiccional superi0
aspectos todos ellos integrantes de una estructura sometida
variaciones en el espacio y en el tiempo. Al término de su ev
lución, el senorio nobiliario. en la Baja Edad Media castellana
se presentaba com o un espacio fundamentalmente destinado a

10. A parte de los trabajos de corte historiográfico citados supra, nota


1 . una buena aproxim ación a la proyecciôn de esta tem ática en la investiga
ción m edievalista se contiene en los sucesivos congresos y reuniones cienu'
ficas celebradas en torno a ella. El punto de arranque, podría ser el Coloquj0
de Toulouse de 1 9 6 8 , sobre Les estrucrures sociales de l'Aquitaine, du Lan­
g uedoc et de l'E spagne au prem ier âge féo d a l, Paris, 1 9 6 9 , al que seguiria
diez arios después el de Roma, publicado con el título de Structures féodales
et féo d a lism e dans l'O ccident m éditérranéen (X -X Ill siècles). Bilan et pers­
p ectives de recherche, Roma, 1 9 8 0 . En nuestro pais, el I Congreso de Estú­
dios M edievales de la Fundaciôn Sànchez A lbom oz, en septiembre de 1987,
estuvo dedicado al estudios de num erosas cuestiones, y su ediciôn lleva por
titulo En torno a l feudalism o hispânico. Ávila, 1 9 8 9 . Por esas fechas, la in-
teresante inciativa conjunta de medievalistas y modernistas en Z a ra g o z a , 1989,
daria sus frutos en cuatro volûm enes de ponencias y comunicaciones: Seno­
rio y feud a lism o en la Península Ib erica ...,ob. cit. En el mismo ano 1993 tuvo
lugar un C olloque International à la M aison des Pays Ibériques, que ha sido
editado, recientem ente: Les origines de la féodalité. H om m age à Claudio
Sanchez A lbornoz, J . Pérez et S. A guadé edits., Madrid. 2 0 0 0 . El e nfoque po­
lítico del senorio encontro su hueco en la XXIII Sem ana de Estudios Medie­
vales de E stella. en 1 9 9 6 , centrada en los Poderes p ú b lico s en la Europa
M edieval: P rincipados, reinos y Coronas, Pam plona, 1 9 9 7 . F in a lm e n te , la
presente Sem ana de Estudios Medievales de E stella ha dedicado su réunion
anual de 2 0 0 1 , la XXVIII al tem a de Senores, s ie r v o s y vasallos en la Alta
E d a d M edia, que esperem os se prolongue en el futuro en otro curso sobre la
época bajom edieval.

— 108 —
las capacidades de gobierno y jurisdicción. y los núcleos
ejercer ' - ecjan como una compleja mezcla de bienes mue-
jenoHa^uebies. raices, derechos econôm icos, y capacidades de
blés. 1(1 ^ que vinicron a sumarse en la época trastámara
don,linac"onjunto ^ poderes traspasados de la Corona, y atri­
t o un numerosos ijnajes nobiliarios. capaces de transmitir-
^ ^ r é g i m e n de propiedad vinculada, configurando asi una
,0S T amalgama de capacidades privadas, y de prerrogativas
^ V c a s que se p ro y eclab an sobre comunidades concejiles en
pUmay°r Parte de los caSOS estables y org anizadas-
De los senorios plenomedievales fundamentados en com-
• s derechos sobre la tierra. se evolucionó hacia los gran­
d s dom inios se n o r ia le s en los que la n obleza acaparaba
. mjbernativos, judiciales. militares, fiscales, e incluso
cierto nivel de poder escriturario o cancilleresco. Consti-
tuian pues, un espacio de desarrollo de un poder nobiliario
lobai en el que se integraban diversos contenidos, com o el
caudillaje militar, la potestad de escritura, la percepción de
renias, pechos y derechos, y dos de los aspectos más densos
v controvertidos, la «propiedad» o derechos sobre el término,
y |a amplia facultad de la jurisdicción.
Los aspectos relacionados con la supremacia del mando
militar por parte de los titulares de los senorios aparece com o
una rotunda realidad, que no encierra ningún problema de in­
terpretación. Si en alguna faceta de los contenidos del poder
senorial podia encontrar fáciles argumentos de justificación y
legitimidad la alta nobleza, éste era, sin duda, el más evidente.
Su expresión práctica se encontraba en la capacidad de reciu-
tar tropas en sus senorios, pero también, en la construcciôn y
mantenimiento de fortalezas que. sostenidas por alcaides y guar-
niciones especializadas, ponian de relieve de forma bien mani-
fiesta su capacidad de dominación en el âmbito senorial. Aparte
de otros significados, esta dimension del poder nobiliario ténia
una evidente trascendencia, en el terreno de la acción politico-
militar, porque les permitia contar con recursos en cualquier
momento necesario para llevar a cabo toda clase de hechos de

— 109 —
armas, desde la defensa frontera, a los constantes enf
mientos internobiliarios propios de las luchas de bandos U**-
control de los senores sobre las extensas redes de forta|e ' nj
sus estados, era muestra clara de un importante grado de n« 9
y. sobre esta perspectiva general, cabe decir que el nivel d e 6*’
yección de la capacidad bélica de la nobleza en sus senorí
incrementaba en determinadas circunstancias, entre las o
es preciso senalar la especial entidad de los senorios fronteri
donde la faceta militar, desde la doble perspectiva de ataqu^ã
sobre todo. de defensa. alcanzaba un sentido determinante12 p^'
lo general, todo lo relacionado con esta faceta de su poder tam,,
el control sobre alcaides y fortalezas, com o el derecho de reclu.
tar hombres de armas, tenía un sentido especialmente destâjvT
do para los senores 13.

En mis trabajos sobre banderías nobiliarias en Córdoba, hepodidn


observar el importante papel que desem penaban los núcleos de senorio <fe|œ
d istintos linajes enfrentados, porque eran lugares donde se refugiaban los
derrotados, al ser expulsados de la ciudad, y de los que se obtenían recursos
vários, y. sobre todo. m ilitares, para desarrollar los enfrentamientos luhm n ü
Q uintanilla Raso. M.a C.. «Les confédérations de nobles et les bandos dam
le R oyaum e de Castille au Bas Moyen Âge. L'exenm ple de Cordoue»Joiinuil
o f M edieval History. 16 (1990). págs. 165-179.
12. He tenido contacto, desde el inicio de mis investigaciones. con esta
particularidad de los senorios fronteros, en un âm bito especialmente recono-
cido com o era el de la frontera casteliano-granadina. En ellos se reconocen
m uchas facetas específicas de organización de los territorios, entre lasque
destacan, por ejem plo, la obsesiôn senorial por increm entar los niveles de
poblaciôn. sobre todo en función de la seguridad. o el libramiento de canti-
dades especiales por parte de la m onarquia para subvenir a las necesidades
de unas gentes prácticam ente en arm as, las conocidas pagas e lievas Iibrad3s
cada aiio a los caballeros, ballesteros y lanceros, en cuya gestion se implica-
ban de form a muy directa los senores: Q uintanilla Raso. M.a C„ «El senorio
de la Casa de Aguilar: un dom inio en la cam pina y un núcleo frente al Islam».
A ndalucia Medieval. Nuevos Estudios. Córdoba, 1979. págs. 105-145: y. en­
tre otros, «Consideraciones sobre la vida en la frontera de Granada». III Colo-
quio de Historia Medieval Andaluza, Universidad de Jaén, 1984. págs. 501-519.
13. Pese a todo, no es una cuestión suficientemente tratada en plantea-
mientos generales, sino que ha sido abordada en algunos trabajos sobre seno-

— 110 —
,;t,,rínn v mantenimiento de cancillerias senoria-
i « co n stitu t-iu i' j
a se redactaban. emitian y validaban diversos tipos de
les d°n 0 emanados de la voluntad del titular viene siendo
documai hace aigún tiempo u . En general, se observa
destaca ciert0 grado de organización interna, cuya com ple-
eneMa^jaba según la importancia de la Casa nobiliaria. y de
jidad d£ patrimonios, derechos y poderes del senorío en
laarTIP En todo caso. este órgano del poder nobiliario res-
cuesti°n- ^ bjen Caracterizada actitud de m ím esis respecto
P011poder
Hel ' j , regiw.
rpuio jv eran demostrativas del ejercicio
. . . de la potes-
- rial manifiesta en escritos generadores de las carac-

concretos. en los que. entre otras cosas. se han publicado inventários do re-
" ° V púljtares. Ver. como ejemplo. 1res trabajos sobre los Sotomayor. condes
de Belalcázar. los Stùniga. y el condestable don Bernardino de Velasco, respec-
ivamente: Cabrera Munoz. E.: «La fortuna de una familia noble castellana a
través de un inventario de m ediados del siglo XV». H(historia) l(nslituciones)
D(ocumentos), 2 (1975), págs. 9-42; Lora Serrano, G.: «La organización de la
defensa militar de un estado senorial y el potencial bélico de un noble a me­
diados del siglo XV». HID, 18 (1991). págs. 297-338; Franco Silva. A„ «Los
aisenales de dos fortalezas castellanas: Inventários de Torremormojón (1506)
v Pedraza de la Sierra». HID (1994). págs. 309-342. Un reciente artículo en el
que se realiza una valoración general sobre el papel m ilitar de los senoríos:
Garcia Hemán, D. «La función m ilitar de la nobleza en los orígenes de la Es­
pana Moderna». Gladius, XX (2000), págs. 285-300.
14. Entre las primeras iniciativas destacan los estúdios realizados desde
el âmbito de la Paleografía y la Diplomática. A senalar, varios trabajos de Par­
do Rodríguez, M.1 L., «La ‘Potestas'senorial: los docum entos de m andato del
condado de Medinaceli ». Senorío y Feudalism o..., ob. cit.. IV, págs. 107-133;
«La Diplomática senorial en Ia Corona de Castilla». AEM, 22 (1992), págs. 233-
246; Documentation d el Condado de M edinaceli (1368-1454), Soria, 1993.
Con carácter general, ver la interesante ponencia de Sanz Fuentes. M.‘ J., «Can­
cillerias senoriales», La Nobleza p en insular.... ob. cit.. 325-341. Uno de los úl-
limos títulos publicados sobre estas cuestiones. subraya la im portancia de la
caneillería de los condes de Benavente: G onzález Rodríguez. R., «D ocum en­
tation medieval de los Pimentel en el Archivo M unicipal de Benavente (siglo
XV)». El condado de Benavente. Relaciones Hispano-Pùrtuguesas en la Baja
Edad Media Benavente, 2000, págs. 215-234.
teristicas relaciones de poder-sumision propias de los ámkíJ
de senorialización. La regulacion escrituraria de la vida
senorío era, indudablemente. un instrumento, y, a la ve^
sintoma de la capacidad de p oder15.
Poder y renta son, por otra parte, cuestiones indisoci^ ^
mente unidas, y los derechos de fiscalidad representan ^
de las facetas más rotundas del poder nobiliario senorian?
Tema de extraordinaria com plejidad, que se relaciona
todos los demás. ha constituído siempre objeto de estudjo°n
los num erosos trabajos m onográficos sobre los distintos do­
minios senoriales. y a veces. ha sido abordado con criteri^
más générales, de acuerdo con diversas tendencias. En algun*
ha primado el carácter global, y, hasta cierto punto. amorfo
flexible, de la presión fiscal senorial. fuera de toda sistematjaf
ción. mientras, desde otra perspectiva, se ha observado la con
veniencia de interpretar los derechos percibidos en relación
con las bases y fundamentos sobre los que se sostenía dicha
percepción, estableciendo clasificaciones de rentas y tributos
en las que, sin duda, aún siguen apareciendo algunos aspec-
tos com plejos y oscuros 17. En estos momentos de la investi-

15. Ver consideraciones al respecto en el trabajo de Ruiz Garcia, E.. «El


poder de la escritura y la escritura del poder», Orígenes de la Monarquia His­
p â n ic a ..., ob. cit., págs. 275-313.
16. En cualquier investigación sobre senorios el estúdio de la renta, la
fiscalidad, y la hacienda senorial representa una línea de trabajo básica. Ver.
por ejem plo. las ponencias y com unicaciones insertas en la sección dedica­
da a «la renta senorial», en el Congreso sobre Senorío y Feudalismo.... ob.ciL.
vol. II, y vol. III.
17. Un ejem plo de la prim era tendencia, en el libro de Martinez Moro,
L a renta fe u d a l en la Castilla d el siglo XV: Los Stúnigas, Valladolid, 1977.
Los esfuerzos de sistem atización com enzaron. sobre todo. con los trabajos de
S. de M oxô en la década de los setenta (ver los estados de la cuestión cita­
dos supra), y prosiguieron en la siguiente. Personalm ente. es un tema que me
ha venido interesando de forma muy directa, y tuve ocasión de abordarlo hace
anos, en una ponencia durante un Congreso en Homenaje a Garcia de Valdea*
vellano. en 1980, publicada luego con el siguiente título: Quintanilla Raso.
I rece conven ien te combinar el a n álisis empírico in-
,ación. P ref|exión de corte teórico, y la aproximación
.-/jihle. c o * ' . _____

la que ia [ '
Los derechos sobre Ia tierra y la facultad de jurisdicción
ran c o n t e n i d o s fundamentales del poder senorial. tanto en si

y - c « H acien d as senoriales nobiliarias en el reino de C astilla a fines de la


Edad Media». Historia de la H acienda Espariola. Épocas antigua y m edie­
val Madrid. 1982, págs. 767-798: de forma más concreta, en «Haciendas se­
noriales andaluzas a fines de la Edad Media». II Coloquio de Historia Medieval
Andaluza Sevilla, 1982, págs. 53-65: ultim am ente he analizado la problem áti­
ca específica de algunas rentas peculiares en ciertos senorios del R eino de
Toledo, como los alajores: «Pechos y derechos agrários y lógica senorial. Pre-
c i s i o n e s desde el âmbito toledano». H ID , 25 (1998), págs. 563-576.

18. He defendido ya esta idea por escrito en alguna ocasión. Entre los
ejemplos de esa línea de investigación com plem entaria, rem ito a los trabajos
de Vtorán Martin. R..: «N aturaleza ju ríd ica de la infurción. I. C oncepto»,
Bnletin de la Facultad de Derecho UNED, 2 (1992), págs. 79-108: y «N atu­
raleza jurídica de la infurción. II. Figuras afines y evolución hasta el siglo
XVI». ibidem 3 (1993). págs. 153-199. Su tesis doctoral está dedicada al es­
túdio de Infurción y m artiniega durante la vigência del régim en senorial.
UNED. Madrid. 1989.
19. Los ejemplos de publicaciones a citar serían innum erables, va que
iodos los grandes senores pusieron en práctica la fórm ula de la injerencia en
las fiscalidades extrasenoriales, y de modo muy particular en la de la Coro-
rta. Por citar alguna más reciente, ver la m onografia de B eceiro Pita, I„ E l
condado de Benavente en el siglo XV, que recoge el contenido de su tesis doc-
loral del ano 1980. pero que acaba de ser editada en Benavente. 1998.

— 113 —
m ism os, com o en su interrelación. Estrechamente cone1
con la controvertida cuestión de la «propiedad», q u e n
plena cabida en la sociedad feudal, las complejas capaejn. 11'9
senoriales sobre la tierra se convirtieron en caballo de
en los procesos de incorporacion y abolicion del réginjçjyB
norial en el X IX 20. En este punto se establecía la contra •
ción entre los agentes senoriales, que trataban de demo50***
que los titulares de los senorios eran senores jurisdicción»^
de m odo que tenían sus tierras en calidad de propietafjT**
mientras los diputados gaditanos se esforzaban en a n u la rT '
bases jurídicas del régimen senorial, incluyendo los d ere d S
nobiliarios sobre la tierra21. Es cierto que el senorío de laa|

20. El mencionado Congreso de Zaragoza sobre Senorío y Feudalismo


incluyó una sección dedicada a «la disolución del régimen senorial», rçÿDlj I
en el vol. II. pero, además, es un tema que se incluve también en la pone^b
de corte metodológico e historiográfico de Colás Latorre, G.. «La HistoriogrA
sobre el senorío tardofeudal..., ob. cit. Sobre el concepto de propiedad en la
sociedad feudal, ideas clarificadoras en la obra de un especialista en este teu»
com o Grossi. P.. El orden jurídico medieval, editado con Prólogo de F. Tomás
y Valiente. en Madrid. 1996. especialmente en págs. 111-116, y 235-236.
2 1 . Recientem ente. en una interesante publicación, se pone de relieve
cóm o en los anos treinta, con ocasión de una reform a agraria, aún el dipuia-
do don Claudio Sánchez-A lbornoz planteaba en las Cortes, con su habitual
apasionam iento, la dialéctica propíedad/jurisdicción en los senorios: Mann, I
J.L.. «Los senorios explicados por D. C laudio a los dipuitados de las Cortes
espanolas en 1932», Les origines de la fé o d a lité ..., ob. cit.. págs. 159-168:
en su exposición, diferenciaba la condición de propietarios respecto de la de
senores, poniendo de relieve que el senor, literalm ente, «ejerce los poderes
públicos por delegación del m onarca, y puede ser o puede no ser propietario
de la tierra. El rey le ha dado su poder, lo único que el rey puede darle. Si
adem ás, él es propietario por otros cam inos. unirá a su condición de senor la
condición de propietario; si no. tan sólo será senor», pág. 165. De todos mo­
dos, la cuestión présenta una gran com plejidad, y se observan maticesdife-
renciadores, dependiendo del m om ento de la senorialización, y de la propia
ubicación del núcleo, incluso en un m ism o dom ínio senorial: he tenidooca­
sión de analizarlo en detalle hace poco en el âm bito cordobés: Quinlaniila
Raso. M .a C., «Propiedades y derechos en los senorios nobiliarios cordobe-
ses de la Baja Edad Media. Nuevas interpretaciones», HID 24 (1997), págs. 381-

— 114 —
- medieval consistia básicamente poder de jurisdic-
no b le z a
titulares se sintieron atraidos especialmente por
ción. y que 22 [sj0 obstante, está demostrado que. sobre todo
eSt° S 3 del sig lo XV. la alta nobleza jurisdiccional también
3 un elevado interés por la tierra. y las posibilidades de
m° Str°=cimiento y poder que de ella se derivaban, de lal modo
enriqU miembros pusieron en práctica una política de expan-
<lue SUS(rjmonial consistente en la adquisición de tierras a sus
Sl° n - vasallos, mediante contratos de compraventa; contra-
pr° P l0 *os q u e s jn duda, la potestad senorial cumplía un papel
105 inante, que iria desde el propio hecho de la inducción a
venta hasta la manipulación de los precios, y los demás de-
ttllés que en dichos negocios se encerraban 23. En función de

404 donde se pasa revista a la distinta situación en los senorios de Caiiete de


las Torres. A guilar, y Priego. La conclusion, desde luego, es la m isma que se
apuntaba arriba.
22 En un extenso artículo de hace escasos anos de M onsalvo Antón.
j M ‘ «Las dos escalas de la senorialización nobiliaria al sur del Duero: con-
cejos de villa-y-tierra frente a senorialización menor (Estúdio a partir de casos
del s e c t o r occidental: senorios abulenses y salm antinos)». Revista d'H istória
Medieval, 8 (1997), págs. 275-335, se destaca la diferenciación en las pautas
de conducta e intereses m ostrados por los senores pertenecientes a capas
nobiliarias médias y bajas, en sus senorios de escasa envergadura, donde el
interés por la renta agraria constituía el núcleo fundam ental de sus objetivos,
frente a los grandes nobles, protagonistas de una senorialización a gran es­
cala. y mucho menos interesados en los derechos sobre la tierra.
23. El fenômeno del incremento de patrim onios nobiliario con la com ­
pra de tierras en sus propios senorios es algo que se ha venido observando ya
hace tiempo: ver. por ejemplo, el trabajo de M ata Olmos. R.. «Participaciôn de
la alla nobleza andaluza en el mercado de la tierra: la Casa de Arcos (siglos XV-
XVII)», Congreso de Historia Rural, siglos X V -W X Madrid, 1984. págs. 681-
710. Entre otros aspectos, sôlo desde su condición de propietarios directos de
ilerras se puede explicar las elevadas cantidades de cereal, vino. aceite y otras
producciones que los senores almacenaban, segùn tuve ocasiôn de constatarlo
va en mi tesis: Nobleza y senorios en el reino de Córdoba. L a Casa de A guilar
(siglos XIVy XV) Córdoba, 1979. Por lo dem ás, los miem bros del segmento
altonobiliario mostraron, como los titulares de senorios más discretos, capaci-

— 115 —
esto, senorío y propiedad de la tierra que, en principj0 I
daban juntas en el senorío bajomedieval, acabarian c o n v iJ -J
dose en realidades convergentes24.
Por encim a de todo lo anterior, en el presente traba' * 3
va a prestar atención a la faceta específica del se n o r ío d e *6
baja Edad Media, la jurisdicción. que representaba laesenc-*
del poder senorial. en su pespectiva más completa y densa, üa
jurisdicción plena implicaba la potestad de n o m b ram ien toa,,
oficiales, la toma de decisiones en el gobierno ordinário de[
estado senorial, la capacidad normativa de o r d e n a n z a asj
com o la facultad para hacer cumplir las normas, para adminis.
trar justicia y ejecutarla, y se convirtiô, asi, d u ra n te el perj,,
do bajom edieval. en el eje sobre el que gravitaba e l p0(jer
nobiliario en el sen orío25.

dad e interés en organizar la producciôn en sus senorios. con vistas a fundamen­


tar su capacidad de extracción de rentas. y ello les llevaba a veces a réorienta
las producciones: Quintanilla Raso. M.11C.. «Los derechos sobre la tierraenel
sector centro-oriental de la Extrem adura castellana. Usos y abusos a fines de
la Edad Media», M endies III. Univ. de Córdoba. (1996). págs. 29-50. dondese
aborda la problemática creada por los senores al inducir a sus vasallos a la roza
de tierras en la Sierra de Cuenca. para dedicarlas al cultivo, rompiendo latra-
dición de uso com unitário y de explotación ganadera.
24. Un clarificador testimonio al respecto: en un documento del A(rchivo)
G(eneral) (de) S(imancas). Registro General del Sello. Santé Fe, 4 demayode
1492. fol. 269. dirigido por los Reyes Católicos, al conde de Cabra, al senor de
la Casa de Aguilar, y a otros grandes senores andaluces, se pone de relievecômo
la práctica habituai de la nobleza de segunda fila, consistente en hacerse con
tierras en propiedad. en las que luego se iban apropiando de la jurisdicción, se
habia extendido también a la alta nobleza de los grandes senores, que adqui-
rian heredamientos lindantes con sus senorios, y una vez se hacian propietarios
de las tierras, extendian hacia ellas su poder senorial. Ver mi artículo sobre «Pro­
piedad y derechos... ob. cit. en especial el apartado dedicado exactamentea
«senorío y propiedad: la inévitable convergencia». págs. 395-398. donde se
transcribe lo fundamental del docum ento.
25. La identificación en este caso es tan absoluta, que como gustande
decir algunos autores, sobre todo los m odernistas, hablar de «senorío juris-
diccional» podría resultar una reiteración: cfr. , Colás Latorre, G.. «La his­
torio g rafia..., ob. cit.
, nobiliario con poderes jurisdiccionales. propio
l|E I s e * a(j j^edia. se configuro com o resultado de un
de Ia L,v0iución en el que el primer paso se dió cuando
proceso vj||as y lugares, que habían experimentado una
determi anterior. vieron cóm o sus senores recibian de
senorial’7-3'' jQS ^ jnmunidad jurisdiccional. que supo-
13 COfna especie de segregación. del lugar, respecto del gobier-
n‘an U • 26 Las cartas de inmunidad se habían otorgado con
n° rtíg()ridad a las grandes entidades eclesiásticas, que. a su
anier^ grandes propietarios. iban sumando muchas otras
^ 'c id a d e s de intervención en sus lu gares27. Por lo que se
ca^a tü alta nobleza. dichas concesiones arrancan de fines
refiere a . • j i .
j jelo XIII- y princípios del siguiente. y se recogen en do-
u m e n t o s suficientemente explícitos sobre lo que la monarquia

otorgaba, expresado en los siguientes términos:

queremos que sepan por este nuestro privilegio... por gran


voluntad que avemos de fazer mucho bien e mucha merçed a
tenemos por bien e mandamos que el lugar de ...con todos
sus términos que.sean franquiados e privillegiados para siem-

26. La problemática de las concesiones de inmunidad por la monarquia


y su evolución hasta llegar a la jurisdicción senorial ha
c a s te lla n o -le o n e s a ,
sido un tema tratado detenidam ente en varios trabajos sucesivos, que résul­
tait básicos, por Grassotti, H., «La inm unidad en el O ccidente peninsular del
Rey Magno al Rey Santo», CHE. LXVII LXVIII (1982), págs. 72-122: «H a­
cia las concesiones de senorío 'con mero y m ixto im pério’», CHE, Anexos.
Homenaje a Don. Claudio Sánchez-A lbornoz, III. (1985). págs. 113-150:
Novedad y tradición en las donaciones ‘con m ero y m ixto im pério’ en León
y Castilla», H om enaje a! p ro fe so r Juan Torres Fontes. I. M urcia, 1987,
págs. 723-736.
27. Consideraciones al respecto de la trascendencia de la fórm ula de la
inmunidad en Ia Plena Edad Media, en virtud de la cual. entre otras cosas, sus
beneficiários podían percibir algunos tributos reales, y las autoridades adm i­
nistrativas y judiciales regias se veian sustituidas por las senoriales, en el ar­
ticulo de Monsalvo Antón, «L a form ación del sistem a concejil en la
zona de Burgos (siglo XI-mediados del siglo XIII)», Burgos en la Plena Edad
Media. III Jornadas burgalesas de H istoria, Burgos, 1994. págs. 127-210.
pre jamas, en lal manera que non entre y por mi adel
nin merino nin alcallde nin justiçia nin otro ome ninnÜ ^I
fazer justiçia nin otro mal ninguno, salvo este...ho a n° a
que el pusiere en su lugar ho aquellos que lo heredarenís

A si se constituyeron los senorios «inmunes», a ]os 1


más adelante se otorgarían las facultades jurisdiccionales
pletas; el privilegio de inmunidad se convirtiô. pues, eneU^**
conductor, que dió paso a la realidad evolucionada del seft
rio bajomedieval. el «senorío de jurisdicción», que. évident
mente, superpuso esta amplia capacidad de gobierno y jus(- , j
a las facultades solariegas plenom edievales29.

28. Se trata del privilegio otorgado por Fernando IV a su vasallos Juan


A lfonso de Benavides, titular del senorío de esta villa leonesa, para la
ahora se le concedia la inm unidad. conocido y citado a través de trasladtaii
cuyo original tuve ocasión de encontrar y transcribir hace anos. fechado *
León, el 28 de agosto de 1306, en el fondo correspondiente al ducado de
S abtisteban del Puerto, en el A(rchivo) D(ucal) (de) M(edinaceli), Privilegj0
Rodado núm . 19. Ver, sobre este dom inio senorial: Q uintanilla Raso, M *C
«A portación al estúdio de la nobleza en la Edad Media: la Casa sen o rial de
Benavides». HID, 1 (1974), págs. 165-219.
29. El proceso desde esos prim eras privilégios de inmunidad a la conse-
cución del definitivo senorío de jurisdicción de fines del medievo es. en estos
m om entos, un tem a escasamente tratado en la historiografia. Como ejemplo
concreto, puedo senalar aqui la evolución del senorío cordobés de Canete de
las Torres, en Ia que concurrieron las voluntades de tres monarcas, en tres pe­
ríodos bien caracterizados de esa evolución: segregado de la jurisdicción de
Córdoba a instancias de Sancho IV, fue entregado por la ciudad en 1293 a Al­
fonso Fernández de Córdoba con carácter de senorío solariego un tanto parti­
cular, que im plicaba facultad de nom brar alcaldes y alguacil, pero sin plenitud
de jurisdicción — «y vos que la pobledes a nuestm fuero, e los que y moraren
que sean vuestms, e los alcalldes e el alguazil que sean p o r vos, e la justiçia e
las alçadas que vengan ante los nuestm s alcalldes»: ADM. Priego, leg. 18 doc.
1, fechado en Córdoba a 1 de junio del citado ano: posteriormente, el 19 de julio
de 1306 Fernando IV concedió al senor facultad para juzgar los pleitos, sin re-
currir a la ciudad, y, finalmente, el 22 de julio de 1370, Gonzalo Fernández de
Córdoba recibió de Enrique II expresam ente el derecho de jurisdicción en su
más amplio sentido: se puede seguir todo esto con detalle, en Quintanilla Raso.
M.a C., Nobleza y senorios en el Reino de C órdoba..., ob. cit.

— 118 —
Por último, en esta caracterización sobre el senorio nobi-
• ” ardomedieval hay que subrayar la sobredim ensión del
liar‘°0 senorial en el período trastámara, que llegó a producir
HeC àran acum ulación de senorios en manos de miembros de
rÜ lta nobleza. En su reparto geográfico se impuso el poli-
centrismo. reflejo de un panorama en el que las fuerzas cen-
Ct-fugas acabaron con un predomínio anterior del tercio norte.
'" e respondia fundamentalmente, a ineludíbles razones geo-
hístóricas. La distribucíón de los dom ín ios senoriales no-
biliarios en el siglo XV pone de relieve una destacada posición
de los territorios de Galicia, Asturias. y León-Castilla. donde
se localizaban casi cincuenta linajes con sus correspondientes
csiados senoriales; en la M eseta Sur se observa un desarrollo
progresivo de senorios nobiiiarios, emplazados tanto en el sec-
lor centro-oriental. com o en el territorio occidental, hasta un
10ial de veintinueve y veintitres. respectivamente, mientras en
las comarcas centrales, controladas por el arzobispado de To­
ledo. y. por las Órdenes Militares, se observan grandes vacios
nobiiiarios; ya en el sur, el reino de Murcia albergô très impor-
lantes estados senoriales. entre los que el marquesado de Villena
alcanzô por sus particulares circunstancias, una enorme exten­
sion. y, finalmente, una poderosa nobleza andaluza, ubicada
especialmente en los reinos de Sevilla y Córdoba. pero también
en el de Jaén. controlo en torno a veinticinco importantes do-
minios senoriales, con em plazam ientos muy significativos,
como la frontera granadina, o la fachada atlântica 30.

30. El estúdio del reparto geográfico y la ubicación de los senorios


nobiiiarios en el espacio, con un sentido general — por encim a de la sintesis
comarcal o régional— y evolutivo, form a parte de las cuestiones de interés
queaùn necesitan de intensificación en las investigaciones; y, en relacion con
ello. las tentativas cartográficas correspondientes a todo el territorio de la
Corona de Castilla resultan aún m ás escasas. A parte del trabajo clásico de
Mitre Femández. E.. Evolución d e la nobleza en C astilla bajo E nrique ll l
(1396-1406). Valladolid, 1968, donde se hacia una valoración de las fuerzas
centrífugas y centripetas en la im plantación nobiliario-senorial en el reino, re-

— 119 —
Finalmente, una cuestión de notable interés, que r ^
de a una evolución no sólo cuantitativa, sino, sobre todo^'^'
litativa del senorío nobiliario a fines del Medievo: los g
linajes no sólo fueron capaces de controlar una se r i »
mulativa de senorios yuxtapuestos, sino que, sobre todo30*1'
integraron en una estructura organizada, hasta dar lugar a' °*
nueva realidad: el «estado senorial». Se trataba de un es •
de poder en manos de una serie de linajes altonobiliarios *
puesto por un conjunto de células senoriales. que se fuJ>n*'
integrando en una entidad superior, verdadera aglomeración
distintas jurisdicciones, más o menos concentradas, y
menos homogêneas, pero articuladas y organizadas en forma
meramente de agregación. sino de integración coherente en un
estructura en la que, dentro de su jerarquización, destacabaum
entidad cabecera, al tiempo que se observa una coordinación de
todo este conjunto respecto del organismo principal que lo sus
tentaba, y que no era otro que la Casa nobiliaria31.

U n r e c o r r id o . El s e n o r í o n o b i l i a r i o c o m o e s p a c io

DE PODER EN LA CASTILLA BAJOMEDIEVAL

El poder nobiliario, para su desenvolvimiento en el espacio


senorial, necesitaba, en primer lugar, ser asumido con critérios
de legitimidad, y al mismo tiempo debía ser publicitado ante sus

cientem ente se ha realizado un planteam iento general por parte de Garcia


Vera, M.a J ..L a nobleza castellana bajomedieval. B ases de su predomínio y
ejercicio d el p o d e r en la form ación político-social del siglo XV: el reinado
de Enrique IV tesis doctoral, Universidad Complutense. Madrid, 1997, 3 vols.,
con un interesante com plem ento cartográfico.
31. La idea del estado senorial nobiliario lleva ya tiempo asentadae
la investigación sobre estos tem as: c/r. Beceiro Pita. 1.,: «Los estados seno­
riales com o estructura de poder en la Castilla del siglo XV», Realidade imá-
g e n e s d e l poder. E spana a fin e s de la E d a d M e d ia . A. Rucquoi coord..
Valladolid, 1988. págs. 293-323.

— 120 —
rios, para, finalmente, poder ser puesto en práctica.
situarse en una doble perspectiva de obser-
d e S tin a la p o r t a n t o ,
InierL'Sdaue n o s p e r m i t a apreciar cóm o la capacidad de ejerci-
p o d e r s e n o ria l por parle de las Casas nobles se establecía,

C'° merlugar' por la donaci6n regia' aj uslada cn todo momen-


6,1 ^'cambiante marco de relaciones nobleza-monarquía; y, en
j^undo té r m in o , quedaba fijada en el momento de la recepción
j sen o r por parte del concejo y vasallos. a través de una com -
3 S 3 p u e s ta e n escena en la que se proyectaban interesantes
f^gencs y mensajes del poder nobiliario senorial.

g l p o d e r asu m id o : la legitim idad senorial

Desde postulados teóricos, podria hablarse de unas propues-


tas de legitimación del poder senorial, por extension respecto
je ias más abundantes formulaciones centradas en el grupo no­
ble como élite de poder. La tratadística abordaba básicamente
la condición nobiliaria, al hilo de las teorias de ideólogos, ju­
ristas y humanistas, y en nuestro territorio ese fenôm eno tuvo
c o m o centro de gravedad Ia propuesta de conceptualización de

la nobleza Bartolo de Sassoferrato. que otorgaba un sentido pre-


ferente a la nobleza «política» o «civil», y que fue asumida por
buena parte de los tratadistas del âmbito castellano-leonés 32.
Por lo que se refiere concretamente a su condición de titulares
de senorios. destaca una obra en la que se plantea esta cuestión
concreta, partiendo de la identificación de objetivos y funcio­
nes entre nobleza y monarquia, que estarían unidos por una
misma tarea. la del «regimiento» de tierras y hombres, compar-
tiendo, la común condición de «senores» 33.

32. Quintanilla Raso, M.* C.. «La sociedad política. L a n o b leza...» ob.
cit. donde se trata con detenim iento esta cuestión.
33. Se trata de «Libro del regimiento de los senores» obra del agustino
Juan de Alarcón, personaje del entorno de Juan II, que. haciendo referencia a
los nobles poseedores de grandes «senorios e estados», al parecer, la dedicó a

— 121 —
Los senorios experimentaban un constante proceso d»
misiôn entre los integrantes de la nobleza mediante la ° ' rans'
práctica de diversos procedimientos. que iban d e sd e fa e-'taen
reditaria. a la «renuntiatio in favorem». el intercâmbio
quisición onerosa. Sin embargo, el hecho fundamenta/'*3**
acumulación de seiioríos en manos nobles, y el procedi • ^
por el que éstos lograron básicamente sus «justos e de
titulos» com o senores. fue la donación regia34. El p o d e r atri*

ilon Álvaro de Luna: PaMor Cuevas. M. C., Esnulio y edición del « Z a jn


ivgimiemu de lus scïioivs » de Main t/c Ala/vt'm. lesis doctoral. L’niversidarfr
plutense. Madrid. 1995.
34. El sistem a hereditário de transm isión estaba absolutamente
ralizado. a partir de la consolidation de la estructura de linaje enénoc»î2 S
m edieval, com o se lee. por ejem plo. en la tom a de posesión d e l
cordobés de M ontemayor. el 25 de mayo de 1459: «por quanto el d ich o Alf
de M ontem ayor. su senor e padre era pasado desta presente v id a p o r *
finam iento. el dicho Martin Alfon asy com o su fjjo m ayor legitimo avia
dado e era senor e a quien pertenesçia e pertenesçe por titulo de m ayorâdm
la dicha villa de M ontem ayor... esto por virlud del lestamento quel dicho Al
fonso de M ontem ayor ordenó e fizo ante que finase»: A(rchivo) H(istôrico)
N(acional), Nobleza. Frias, leg. 1.340 núm. 5. Ha sido publicado por Franco
Silva. A. «M ontemayor. origen y consolidación de un senorio cordobesenla
Baja Edad Media». H om enaje a Tomás Quesada Quesada. Universidadde
G ranada. 1998. págs. 231.270. Acerca de los senores de Montemayor. luego
condes de Alcaudete. linea desgajada del tronco del linaje de los Femânda
de Córdoba, puede verse tam bién: Quintanilla Raso. M.a C., Nobleza y seno­
rios en el R eino de C órdoba.... ob. cit.: idem «Los grandes linajes. Unain-
vestig ació n histórica sobre el linaje F ernàndez de Córdoba», Noblezay
sociedad en la E sp a n a ... ob. cit., págs. 73-110. La renuncia por parentesco I
fue un fenôm eno relativam ente frecuente: ver, por ejem plo, la «donaçione
traspasaçion» del senorio de Saldaria realizada por el arzobispo d e Toledoa
su sobrino Diego Gôm ez de Sandoval. en 1418: c/r.. AHN, Nobleza, Osuna.
leg-, 1.334, núm. 9. publicado en Orígenes de la M onarquia Hispânica....A
cit., doc. 14. págs. 425-428: o la renuncia del senorio de Chinchilla y Bel­
monte. y otras villas del m arquesado de Villena por don Juan Pacheco a fa­
vor de su hijo. a quien otorgô una carta de m andato para que la presentaraa I
los vasallos: «desde agora para despues de los dias de nuestra vida...ayades I
de reçibir e reçibades por vuestro senor.. .e le desde e presentedes la obediençia I
e fidelidad que como a senor vuestro devedes dar e presentar»: Arévalo, 20*

— 122 —

_________
I ra d i c a b a . asi, e n un gesto de merced r e a l, plasma-
do al sCn° r|ba|á o privilegio real, que solia incluir la formula
do en un^ |a re|acjôn vinculante «servicio noble / gracia re-
der»vac)0ue que nos situa en la interesante perspectiva de anà-
gjâ». y ^ ig g jtim a c iô n del poder senorial en función de la
lisis de r e g i s > ) como consecuencia del entramado de relacio-
„voluntas .jtjcas qUe aunaban estrechamente ambas instancias
^podénrealeza y nobleza 35.

—; 146 gA H N , Nobleza. Frias. leg. 666 . núm. 4 (inserto). Finalmente, un


abril<ie ■ je 'c omPraventa un seftor'° lo encontram os en el lugar toledano
[gslimont0 de este m0 (i 0 p()r Fernàn Alvarez de Toledo, senor de
fc Toim° g t |ueg0 e | dicho senor Ferrand Alvarez dixo que por quanto el di-
d e l Torrico e ra suyo, por titulo de conpra que dél avia fecho...»: AHN,

cho lugar j J26, núm. 1 1 , fechado el 2 de abril de 1447.


Niobteza. ^ ^ t j p j c a fórmula de la merced regia concedida a los nobles pro
etfideli servitio. Dicha form ula podia referirse al «servicio» en términos
*générales,
’0n° i „ nem
peiu en muchas ocasiones se recreaba en detallar la covuntura
J con
tododetalle. Un ejemplo del primer caso: «a v os...por los muchos. buenos e
lealesserviçios...fago yQS mer,.c(j c graçia e donaçion buena. e pura e perfec-
ia acabada, para siempre ja m a s...d e todo qualquier senorio...que a mi per-
gnesçiere en la villa d e...» : donación del senorio de Fuensalida por Enrique
IV a don Pedro Lôpez de Ayala. el 5 de junio de 1471 : cfr. Franco Silva. A „ E l
condado de Fuensalida en la Baja E dad M edia. Càdiz, 1994, págs. 165-170.
En cuanto al tipo de documento cenido a la situación coyuntural, ver, entre otros
ejemplos. la concesiôn de la villa de Saldana y su tierra, por Juan II, al marqués
de Santillana, y conde del Real, el 20 de diciembre de 1445, en que se indican
textualmente «los serviçios que me fezistes en los movimientos e levantamientos
qut-l Rey don Johan de Navarra e el infante don Enrique su hermano fizieron en
mis Regnos...E otrosy por quanto vos açertastes comigo en uno con los otros
erandes de mis Regnos...en la batalla que yo di a los dichos Rey de Navarra e
ynfante don Enrique...en el Real de sobre O lm edo...en la quai batalla vos me
senistes bien...», transcrito en el libro de Pérez Bustamante, R. y Calderôn
Onega. J.M.. E l marqués de Santillana. Biografia y docum entation, Santillana
del Mar. 1983, concretamente pág. 302. Sobre la im portancia del «servicio»
como clave de la relación entre la m onarquia y la nobleza en la C astilla
bajomedieval, ver Contam ine, P h ilippe, «N oblesse et service: l'id é e et la
réalité dans la France de la fin du M oyen Âge», en Nobilitas. Funktion und
Représentation des Adels in Alteuropa, O.G. Oexle, y W. Paravicini, edits.,
Gottingen. 1997, págs. 299-311.

— 1 23 —
E n la interpretación sobre los poderes senoria|e i
venido utilizando com o argumento básico de refer Se
documento fundacional. E s t e tipo de documentos presen°'a
una serie de formulas notariales, acunadas para los s n'a^an
castellano-leoneses a partir de los Trastámara, ajustánd ^
un m odelo generalizado, con ligeras variantes, y de las ^ 3
desprenden algunas ideas de interés. E n primer lugar
que se refiere a la actitud concreta de la monarquia selT -0
constar que se trataba de un acto de «desapoderamiento» 1
guido de una «entrega» y «cesión» al beneficiário, real'
con el carácter de merçed y donación, literalmente, «pur 1
non revocable», con sentido hereditário, de modo que a'
ces, a la concesión del senorío seguia después la confirma î*
con carácter de m ayorazgo36. E n definitiva, se tra ta b a de
traspaso de com petencias realizado desde e l âmbito regio al
nobiliario. que implicaba un acto simbólico de entrega, median­
te una fórmula instalada en la más clara línea de la traditj0

36. Como ejemplo, el texto de la concesión del senorío de Uruenaadon


Pedro G irón. fechada en M edina del Campo, el 25 de junio de 1445: «E por
esta mi carta me desapodero de la tenençia e posesion e propiedat esenorio I
e razon que yo he e tengo en la dicha villa e su tierra e castillo e fortalezae
jurisdiçion e pechos e derechos délia, e lo do e entrego e çedo e traspaso en
vos e para vos»: AHN, Nobleza, O suna, carp. 2 núm . 3, trasncrito por Agua-
do Gonzâlez, J„ El ascenso de un linaje casteilano en la segunda mitaddel
siglo XV: Los Téllez Girón, condes de Uruena, Tesis doctoral, Universidad
C om plutense, Madrid, 1990. La expresiôn de la donación «pura» etc., en un
docum ento de Sevilla. 30 de julio de 1370. concesión del senorío cordobés
de A guilar a Gonzalo Fernândez de Córdoba, ADM, Privilegio Rodado núm.
43. Finalm ente, sobre la concesión del senorío en régimen de mayorazgo, ver
docum ento fechado en Segovia, 26 de julio de 1376, concesión por el mis­
mo rey a Men R odriguez de B enavides del senorío y mayorazgo de San-
tisteban del Puerto: «que la dicha villa e castiello con sus términos e con todo
lo o tro so b red ich o que sea m ayoradgo para siem pre jam as para vuestro
linage». cfr. ADM . Privilegio Rodado núm. 55, publicado por Quintanilla
Raso, M.* C.. «A portación al estúdio de la nobleza en la Edad Media,... ob.
cit.. pág. 217.

— 124 —
ch artae^ por tanto, en cuanto a los actos dispositivos, era nre
ceptiv° el acto de entrega d e l a car,a. de modo que el pJ i fc
oj0porsi m tsm on o provocaba la iransmisión del senorío 3*
- En segundo termino, conviene recordar que en lo ,
d0CUm en m se especificaba la entidad de lo concedido e n 7
que s e inclui™. com o elementos básicos, el lérmtno. en tod" u
pension y d.verstdad. a lo que se anadian la j u n s d ic o in ■
gobierno. las responsabilidades militares, asi com o l y 6
ciôn de las rentas y derechos fiscales inherentes a t o r T ^ '
facultades. expresado todo ello en los términos s j g u i e n t e s ^

...damos vos en donaçión pura et non revocihh-


heredai. ...la nuestra villa de ...con todas sus f o r t a lc v ^ T *
,odos sus vasallos que y moraren de aqui adelante . f ' con
, condiçiôn q„e se»„.

37 «Et por esta mi carta e con ella, e por la tradiçion que de ella.vos
o |a quai vos do e entrego por posesion e en nombre de posesion, vos do
ïraspaso la tenençia e posesion real, corportal, abtual, e çevil e natural de
s dicha villa e su tierra con todo lo susodicho.e la propiedad e senorio de todo
ello e de cada cosa e parte de ello»: Aranda. 25 de septiem bre de 1448. con-
cesién de la villa de Moya a don Juan Pacheco. AHN. Nobleza, Frias, caja
4 nùm. 16. La traditio chartae aparece tam bién, por ejem plo, en la m encio­
nada co n cesió n de la villa de Saldana a don Irïigo Lôpez de Mendoza: Pérez
Bustamante, R. y Calderón Ortega J.M ., ob. cit., pág. 304: « ...e t por la pre­
sente e por la tradiçion que d élia vos fago. vos do e entrego e traspaso la
posesion et quasi posesion e la propiedad e senorio de la dicha villa e su tie-
rr;, . a veces. los documentos expresaban con insistência y reiteración la idea
de desapoderamiento, en beneficio del nuevo senor: «E m e desapodero e
desenuisto de todo ello e de cada cosa e parte dello por m i e por mis herede-
ros e subçesores. presentes e por venir», donación de la villa de M ontalbân
a don Álvaro de Luna. por la reina Maria de Castilla, con licencia de su es­
poso. Juan II, publicado por Franco Silva, A., E l senorio toledano de Mon-
talbân. De don Álvaro de Luna a los Pacheco. Universidad de Càdiz, 1992,
pàg. 106.
38. Ver comentários sobre la formula, y algunas ideas sobre m ateria de
donaciones, en las que se requeria el registro de la escritura en los libros de
cancilleria. y la propia entrega de la mism a, en la obra de Guilarte, A .M .a. El
régimen senorial en el siglo XVI. Valladolid. 1987, 2.* éd., pâg. 70.

— 12 5 —
términos, asi almoxarifadgos, portadgos, aduanas
e yantares, et otros qualesquier pecho et derechos e Van'as
foreros et non foreros, et heredades e posesiones
ayades todo bien et complidamente...et con la justiç^ ^ 6
criminal e mero e misto império, et con la juridiçión alta ^ e
et con el senorio de la dicha villa d e...e de sus aldeai^aXa'
minos, et con montes e valles e prados e pastos e dehesas &
e aguas corrientes e estantes, con fornos e bafios e a ^ f'°s
molinos et salinas e cameçerias e huertas e vinas e tierras ^ 6
que podades fazer alcáçar et fortaleza en la dicha villa d ’
otrosí, que podades poner en la dicha villa d e...e en sus
e términos alcaides e alguaziles et escrivanos públicos et
ofiçiales qualquier que cumplieren e menester fueren S9 °tr°S

Los dominios senoriales instalados en el reino castellan


leones a fines de la Edad Media nacieron a la sombra de la di
nastía Trastámara. directamente com o senorios jurisdiccional
Fue asi, entre otras razones, por el propio interés de la alta no
bleza, que vió en el senorio jurisdiccional uno de los instrumen
tos más eficaces de con solid ación de su prestigio, y de su
poder40. Esto significa que, mediante los privilégios d e conce-
sión de senorios sus beneficiários lograban. amplios derechos
y facultades, que iban, al m enos en teoria, desde la libre dispo-
sición de las tierras de la villa y términos, al n om b ram ien to de
oficiales, la administración de justicia civil y criminal, el desa-

39. Se han destacado en el texto los aspectos básicos de una típica do­
nación de E nrique II, que, en este caso se trata del senorio de Aguilar de la
Frontera concedido a don G onzalo Fernández de Córdoba, fechada en Sevi­
lla, a 30 de julio de 1370: ADM ., Privilegio Rodado núm. 43.
40. Sin duda. hubo senorios bajom edievales con perfil solariego. como
los preexistentes; pero, en general, y salvo excepciones, se trataria de senorios
surgidos en circunstancias especiales, com o, por ejem plo, los nacidos por
«derecho de conquista», por la fórm ula de la recom pensa al servicio militar
nobiliario, y situados en lugares poco poblados e insuficientemente organi­
zados. sobre los que la facultad solariega o territorial tendría más posibilida-
des de ser ejercitada.

— 126 —
d e la potestad normativa de ordenanza. el reclutamiento
rr°audii|aje de tropas, y la percepción de rentas y tributos. En
y Cd n d e los linajes de más consolidados, titulares do nume-
SOS s e n o r i o s . su posicion les permitia poner en práctica una

r^ p l e j a e s t r u c t u r a de gobierno en sus villas, integrada por un


C°a|ifjcad° aparato administrativo-gubernativo. judicial, fiscal,
^jlitar, v cancilleresco, propio de un verdadero estado senorial.
Con todo. la formularia donación regia nos situa en un nivel de
a b s t r a c c i ô n . y la realidad se concretaba luego. en función de los
p r o c e d i m i e n t o s de representación y puesta en práctica de sus

contenidos41.
La s u b r o g a c i ó n de poderes regios en beneficio de una alta
nobleza en proceso de engrandecimiento, entre otros aspectos,
por la via del poder senorial, condujo a la monarquia a inten-
lar e s ta b le c e r un equilíbrio — frágil equilíbrio, sin duda— , en­
tre el poder monárquico y el nobiliario. En este punto, importa
tener en consideración que la Corona habitualmente incluía en
sus concesiones senoriales unas cláusulas de retención por las
q u e se reservaba los «iura regalia», una serie de derechos
regalianos, «mayores» y «menores», y que. básicamente. coin-
cidian con el derecho de guerra y paz. la acunación de mone-
da. los derechos del subsuelo minas, salinas— , la percepción
de determinados derechos fiscales regios, y, especialmente, la
capacidad jurisdiccional suprema, la «mayoria de ju sticia»42

41. Un conocido trabajo de A tienza Hernández, I.. «El poder real en el


siglo XV: lectura crítica de los docum entos de donación de villas y lugares.
La formation de los Estados de Osuna», Revista Internacional de Sociologia.
48. XLI, octubre-diciembre 1983. págs. 557-591 venia ya a insistir en la im-
portancia del análisis crítico que perm itiera apreciar la disociación entre las
capacidades potenciales, por un lado, y. por otro, las realidades en el desen-
volvimiento del poder por parte de la nobleza senorial.
42. Una valoración de la reserva de la suprem a jurisdicción para la Co­
rona, en el conocido trabajo de Berm ejo Cabrero, J.L., «M ayoria de justicia
del rey y jurisdicciones senoriales en la Baja Edad M edia castellana». I Jor­
nadas de Metodologia aplicada de las Ciências H istóricas, II. Santiago de
Compostela. 1975, págs. 191-206. La fórm ula habituai para identificar las

— 127 —
Pero, de acuerdo con la complejidad y diversidad del Se
norío castellano bajomedieval, ni siquiera este aspecto cons
tituye una realidad monolítica, y asi. se encuentran divers^
m odalidades en las donaciones regias de senorios, q Ue Van
desde la amplia consideración de tales retenciones, hasta |a
moderación en las mismas. En una de las cuestiones de ma­
yor trasdencencia, com o la jurisdicción, y concretamente en
dim ension de administración de la justicia, a veces incluso
podia producirse la transferencia al senor de algunos derechos
reservados habitualmente a la Corona. La expresión d e los
derechos regalianos utilizada habitualmente era la siguiente-

Et retenemos para Nos las alçadas, e moneda forera quando


acaesçier de nos la dar en la nuestra tierra, et mineras de oro
o de plata e de otro metal sy las ha o oviere daqui adelante.
et la justiçia, si la menguaredes vos, o el que la oviere de fazer
por vos, que la mandemos Nos conplir43;

regalias consistia en lo siguiente: « ...e t retener ende para mi et para la Co­


rona Real de mis Regnos e para los Reyes que despues de mi subçedieren en
ellos, alcavalas e terçias e pedidos e m onedas quando los otros de mis Regnos
m e las ovieren a pagar, e m ineras de oro e de plata e otros metales, e Ia
m ayoria de la justiçia, et todas las otras cosas que pertenesçen al senorio so­
beran o real e se non pueden apartar del»: cfr.: coneesión del senorio de
Saldaria por Juan II al m arqués de Santillana, docum ento fechado en Toledo.
20 de diciem bre de 1445. publicado por Pérez Bustam ante. R. y Calderón
Ortega. J.M .. ob. cit.. pág. 303.
43. Documento fechado en el Real sobre Lerma. el 28 de septiembre de
1336. y conservado entre los fondos del ADM. Privilegio Rodado núm. 27, por
el que Alfonso XI concedia a Juan Alfonso de Benavides el senorio jurisdic­
cional sobre la villa de pacense de Cheles. En otra donación del mismo monar­
ca. fechada en Madrid, el 28 de enero de 1341, por el que entregaba al mismo
personaje el senorio de Santibánez de la Mota. se hace hincapié en la «men-
gua de justicia». y el «derecho de alzadas» aspectos insertos en el conceploy
práctica de la «mayoria de justicia» regia: «et la justiçia, si la vos menguaredes.
que la fagamos nos complir, et las alçadas que fueren fechas de los vueslros
alcalldes que vos pusieredes en la dicha villa e castiello, que las fagan ante nos.
e de vos que vengan para ante nos»: publicado por Quintanilla Raso. M.‘ C.
«A portación al estúdio de la nobleza.... ob. cit.. pág. 214.

— 128 —
de esta línea de sobredim ensión de los derechos que la
Anarquia se reservaba, podia hacerse expresa la formula de
Übligaciôn del senor y sus vasallos a acoger al monarca en el
° norio en cualquier forma y ocasión 44. Respecto a la segun-
f" itu a c iô n , correspondiente a la limitaciôn de las capacida-
A s m o n á r q u ic a s , son típicas las donaciones de Enrique II en
los dificiles inicios de su reinado. en las que, a veces. el «de­
recho de alzada» fue traspasado al senor. de acuerdo con la
fórmula siguiente:
dam os vos en donaçion pura et non revocable, por juro de
h e r e d a t...la nuestra villa de.. .Et con las alçadas, porque ningunt
a d e l a n t a d o n in otro ofiçial alguno non aya en la dicha villa e sus
aldeas e su termino e juridiçion nin poderio alguno, salvo vos,
el d ic h o ..., o quien vos quisieredes 45.

La expresiôn y reconocimiento de las regalias representa-


ron un innegable intento de lim itaciôn del poder de la noble­
za en sus estados senoriales. En cualquier caso, no parece que
dichas cláusulas de retención fueran un obstáculo insalvable
para la nobleza en su intento por acumular y diversificar capa­
cidades en el âmbito senorial. Lo habituai fue que los senores 11e-
garan a controlar en sus villas los derechos correspondientes a las
regalias menores — salinas, feria y mercado, entre otras— y, por
otra parte, aún conservando los monarcas Ias regalias mayores a
menudo se produjcron por parte de los poderes senoriales avan­
ces sobre algunas de las más representativas parcelas del po­
der monárquico, com o sucedió con toda claridad en el âmbito
de la política fiscal, en el caso de las tercias reales y las alcabalas.

44. «Et que nos acoiades en la dicha villa e castiello yrado e pagado»
se decia en la donación del senorío de Santibânez de la Mota. por Alfonso XI
a Juan Alfonso de Benavides. citada supra. .
45. ADM. Privilegio Rodado núm. 43. citado supra: concesión del se­
norío jurisdiccional sobre la villa de Aguilar de la Frontera. en plena cam pi­
na cordobesa. en 1370 a don G onzalo Fernández de Córdoba.

— 129 —
antes apuntado, o, según se verá más adelante, en el ejercicj0
la jurisdicción regia sobre los senorios. 1,1
La merced regia otorgaba. por tanto, la «propiedad», )a «
sesión», y. en resumen, «el senorio» con cláusulas réitérât/*^
sobre los derechos atribuidos en los diversos planos46. Para|^
lamente, el mandato regio inserto al concejo. oficiales y V e c j
nos del lugar, a los que se instaba a la dependencia vasalláti "
senalaba los contenidos que ésta llevaba aparejada, comp|etan
do, asi las atribuciones del nuevo senor, a la vez que se se su
brayaba el poder de quien tenía facultad para exigir todos esas
entregas y cum plim ientos47. En todo caso. para la nobleza 10

46. Veamos algún ejem plo textual: «vos do todo mi poder conplido con
facultad para que por vos m ism o o quien vuestro poder para ello oviere
podades entrar e tom ar e ocupar e aprender, e entredes e tomedes e o c u p d S
e aprehendedes la tenençia e posesion e propiedat e sennorio de la dicha vi
lia de G uayete con todos los dichos sus térm inos e distritos e jurediçion e
podades poner e quitar e pongades e quitedes alcaides e alguazil e regidores
e otros ofiçiales, e forca e açote en la dicha vuestra villa, e usar e usedes de
la dicha ju stiç ia çevil e crim inal, e fagades todas las otras cosas que vos
cunplieren e m enester fueren, e podades dem andar e levar e resçibir e abere
cobrar para vos mismo todos los dichos derechos e cosas al dicho sennorio
anexas e pertenesçientes»: albalá de Juan II fechado en 6 de noviembrede
1444, co n ced iendo al m aestre don G utierre de Sotom ayor el senorio de
G ahete, transcrito por C abrera M unoz. E., E l condado de Belalcázar (1444-
1518) Córdoba. 1977. págs. 388-389.
47. Una fórmula habitual solía ser la siguiente: «e por la presente man­
do al conçejo e alcaides e alguazil e refidores e ofiçiales bezinos e moradores
de la dicha villa que vos ayan a resçiban luego por sennor de la dicha villa, e
vos obedezcan e cunplan vuestras cartas e mandamientos, e vos recudan e fagan
recudir con todos los dichos frutos e rentas e pechos e derechos e esquilmose
otras cosas al dicho sennorio delia anexas e pertenesçientes, todo bien e
conplidamente en guisa que vos non mengue ende cosa alguna»: c/r. : concesión
del senorio de Gahete. en noviem bre de 1444. mencionado supra. En ocasio­
nes. se hace mención más explícita de otros contenidos del poder senorial. a
través del mandato a quienes debían acatarlo. como es el caso de las atribucio­
nes del caudillaje militar y la defensa del lugar, que se argumentaban por mé­
dio de la alusión a la dependencia expresa del alcaide: «E otrosy por esta mi
carta o por su traslado signado com o dicho es. mando al alcayde e tenedor o a
otra qualquier persona que por mi o en otra qualquier manera tyene el dicho
decisivo fue la capacidad para ejercer en sus senorios tardo-
fjiedievales. por encima de todo, el poder jurisdiccional.

0 poder e x h i b i d o . I m á g e n e s y m e n sa je s s e n o r ia le s

Más allá de las capacidades potenciales otorgadas en los


d o cu m e n to s de donación. conviene ver de qué forma el poder
senorial se ponía en práctica m ediante la com binación de las
tácticas de representación y las estrategias de actuación en el
s e n o r io . que se mostraba com o un espacio privilegiado para
la p r o y e c c iô n de los poderes nobiiiarios.
Desde el âmbito de la Antropologia, tanto social com o po­
lítica, se viene insistiendo en la necesidad de Ia dramaturgia
del poder, la demostracion pública del m ism o en un escena­
rio apropiado. mediante el uso de sím bolos e im ágenes ade-
cuadas. como algo consustancial al mismo. El objetivo de todo
poderes mantenerse, mediante un adecuado sistema de repre­
sentación. que, trascendiendo la realidad inmediata de su pues-
ia en práctica, aparece sin em bargo, incardinado en el la,
orientado a reafirmaria y completaria. El recurso a las im áge­
nes y símbolos de expresión resulta básico, y aunque pudiera
parecer que éstos constituyen tan sólo un paso previo a la ex­
presión definitiva, cada vez se demuestra más la evidencia de
que el simbolismo del poder es un com ponente esencial del
mismo, que lo caracteriza y lo ob jetiviza48.

castillo de Montaluán e su fortaleza, que vos lo dé e entregue a vuestro çierto


mandado e vos acoja en lo alto e baxo del e vos lo dexe libre e desembargado
con todas sus armas e pertrechos e bastim entos»: concesión del senorio de
Montalbán por Enrique IV a don Juan Pacheco, en 24 de diciem bre de 1461.
Archivo Histórico Nacional. Nobleza. Frias, catálogo 54. núm. 16. transcrito por
Franco Silva. A.. El senorio tolecicino de M ontalbán.... pág. 186.
48. La primera linea de interpretación se identifica con la escuela am eri­
cana. mientras la segunda postura sobre la función que desem penan los sím ­
bolos es la representada por la escuela de antropologia francesa seguidora de
la esteia de Le Goff.

— 131 —
La expresión de una imagen senorial de poder se ca
zaba a través de varios procedimientos, pero es e v id e n t e J
de entre todos los registros posibles destaca la toma dp ^U6’
r uc Con
tacto con los ritos de acceso al senorio, cuyo análisis permi
adentrarse en la representación simbólica. Independientem ^
del valor que a dichos actos de toma de posesiôn se otorgô e
la historiografia anterior — en el sentido de diagnóstico de I
senorialización lograda por encima de cualquier r e siste n c ia
este tipo de ceremonias incluian una representación figurada
de los hechos, del máximo interés para el conocimiento de )ag
realidades senoriales 49. En definitiva, si los símbolos e imã
genes con los que se exhibe el poder constituyen una realidad
inséparable del mismo. en el caso concreto que nos ocupa po
dem os decir que estos actos de toma de posesiôn, por su ca
rácter de n ecesarios para acceder al senorío, en realid ad
«hacían» al senor. no sólo exhibian su poder50. El material
documental referente a estas cuestiones. relativamente abun­
dante, fue utilizado durante algún tiempo com o indicador que
demostraba que el senor había conseguido la « p a ç if ic a p o -
sesion, syn contradiçion de persona alguna» 51, según lo esti-

49. Hace casi treinta anos, un esplêndido trabajo llamaba la atención so­
bre el sim bolism o de la sociedad medieval haciendo notar la importanciade la
realidad cérémonial y simbólica en relación con los ritos del vasallaje: Le Goff.
J., «Les geste sym boliques dans la vie sociale. Les gestes de la vassalité».
Settim ane d i Studio del Centro Italiano di studi sulV alto Medioevo. XXIII.
Spoleto, 1976. II. págs. 679-788. Se ha difundido luego. sobre todo. en su ver­
sion posterior en casteilano: «El ritual simbólico del vasallaje», en Tiempo, tra­
bajo y cultura en el Occidente M edieval, Madrid. 1983. págs. 328-394. Entre
otros aspectos a tener en cuenta, resulta de interés el análisis de las formulas
que aparecen en la documentación. y que son la expresión de una determ inada
ideologia.
50. Ver las consideraciones de Balandier, G.. El p o d e r en escenas. De
la representación del p o d er a l p o d e r de la representación Barcelona. 1994.
51. De este modo se expresaba la idea habitualm ente en estos testim o-
nios d o c u m e n ta is , pero en algunos casos, el titular del senorío mostrabaun
especial interés en que el escribano y los testigos diesen fe de que el apode-
nulado. y pese al ricsg0 siem Pre existente de actitudes de re-
r . 52
sistencia •
En ocasiones, para el acceso al senorío se desarrollo un
acto d e carácter más contractual, y con un protagonismo muy
a c u s a d o de los vasallos, por el que los representantes del con-

T" J g l s e n o ríose habia producido en tal forma: de entre los que podrían
,f l'en c o n v ie n e m encionar uno muy característico, que es la tom a de pose-
CÍtarSj e | s e n o r í o toledano de T orrico, perteneciente al estado senorial de
slon n „i au e en varios de los apartados de que constaba el acto jurídi-
Oropesa- ^ ,
mbólico de la posesión se insistia en ello con la siguiente expresiôn:
^ ^1 o el dicho senor dixo que de comm o tomaua e tomó la posesion o casi
. ^ e s i o n de la dicha su jurisdiçion... e de com mo quedaua paçificamente
|adicha su posesion velcasi (sic).. .sin contradiçion de persona alguna. pi-
(j ó a mi el dicho escrib an o e no tario que g elo diese asi por testim o n io
s' nado » y adelante en el m ism o texto, «e de com m o tom aua e tomó
la posesion del dicho term ino e andouo por el et quedó en la dicha su posesion
acificamente sin contradiçion d e persona alguna. pidió a mi ei dicho escri­
bano que gelo diese asi por testim onio para guarda de su derecho», AHN,
Nobleza, Frias. leg. 1.326 núm. 11, tom a de posesión del lugar de Torrico, por
don Fernán Álvarez de Toledo, el 2 de abril de 1447.
52. El receio ante una actitud de rechazo de los vasallos a acatar la or-
den regia, y recibir al nuevo senor podia alcanzar, a veces, un sentido más
intenso, en función de las circunstancias; ello explica que, a veces, en los
mismos privilégios reales se incluya alusiones expresas a esa realidad, como
se leeen el siguiente docum ento: «e por esta mi carta e con ella...v o s do po­
der a autoridad para la entrar e tom ar e aprender e retener e defender, aun-
que falledes qualquier resistencia actual o virtual», Ávila. 12 de septiem bre
de 1445, por el que Ju an II concede a Juan C arrillo, su alcalde m ayor de
Toledo, el senorio jurisdiccional de su lugar de Layos, Archivo del conde de
Mora, leg- 3, núm. 25. transcrito por López Pita, P.. Layos: o rig e n y desarrollo
de un senorío medieval, Tesis Doctoral, UNED, Madrid 1986. p- 1082 y ss.
A veces, como sucedió en la tom a de posesión de Penafiel, en agosto de 1448,
se prohibia a los vasallos explicitam ente, en estos actos, el uso de arm as «de
fuste nin de fierro», en público, ni en privado: Aguado G onzález, F.J., E l as-
censode un linaje castella n o ... ob. cit. págs. 584-589; tal vez esta m edida se
debiera al temor ante un posible intento de resistencia antisenorial, adem ás
del lógico sentido general del interés senorial por la preservación del orden
y la paz.

— 133 —
cejo y vecinos prestaban el habitual juramento y pleito h o n j
naje, en reconocimiento de que acataban la autoridad spa ^
^noriai
al tiempo que estabiecian las condiciones de una espeCie
pacto o acuerdo para que el senor respetase sus privil 6-
históricos, manteniendo asi los usos y costum bres53• fFm ^l0s
iltr e I qc

tipos de ceremonias existentes, por tanto, habia algu n as


incluian m ensajes más o m enos expresos o sublim inales^
derechos vasalláticos, obligando al nuevo senor a aceptaj J
com prom iso de su reconocim iento54.

53. Un testimonio de estos actos. juridicamente llenos de contenidd


desprovistos de los ingredientes simbólicos y rituales que constituian la práctic»
habitual, lo encontramos en la toma de posesión del senorio de Hita por parte d
ínigo Lôpez de Mendoza, y sus tutores, el 15 de marzo de 1405, en virtud del
pleito homenaje hecho por los procuradores del concejo. quienes manifestant
que «les plazia de resçebir e aver por su senor al dicho Ynigo de la dicha villa
de su tierra et de los vecinos e moradores en reconocimiento de lo cual le «besa-
ron la mano al dicho Ynigo estando presentes los dichos tutores», para pasar fi
nalmente al apartado de solicitudes concretas, precedidas de una genérica petición
al nuevo senor. a fin de que, literalmente, «les toviesen e guardasen sus fuerose
previllejos et sus buenos usos e costunbres que de sienpre acá ovieron de los Reyes
e de los dichos (sus antecesores) Pero Gonzâlez e don Diego Furtado», cfr:: AHN
Nobleza, Osuna, leg. 1.671 núm. 8 . publicado por Pérez Bustamante, R. y Cal-
derón Ortega, J.M., ob. cit., págs. 100-109.
54. Habia situaciones curiosas, como la que se dió en la toma de pose­
sión de Buitrago, en 3 de noviem bre de 1404, por ínigo López de Mendoza
acom panado de sus tutores, cuyo testim onio se centraba en todo momento en
la iniciativa concejil y vecinal — «Commo los alcaides e alguacil e regidorese
om m es buenos de Buitrago e su tierra resçibieron a Ynigo Lopez porsennon>—
y en el transcurso de la cual. dichos oficiales se permtieron dudar y discutir so­
bre el acatam iento al senor, pidiendo a los tutores «que les diesen lugar a que
se apartasen e oviesen su deliberaçion sobrello... E avida su deliberaçione
co n sejo ...q u e estavan prestos para le besar la m ano en reconosçimientode
senorio», cfr.: Sánchez Prieto, A.B., La Casa del Infantado (1350-1531). Re­
laciones políticas, p o d er senorial y organización del linaje, Tesis Doctoral.
Universidad Complutense, Madrid. 1994, doc. 9. A veces, los vasallos inten-
taron rom per la imagen de la directa y exclusiva dependencia bajo la autoridad
senorial. haciendo expresa alusiôn a las otras instancias de poder insertasenel
senorio, «el rey nuestro senor», y la «republica» de la villa: cfr. toma de pose­
sión de Montemayor. AHN, Nobleza, Frias, leg. 1.340, núm. 5. cit. supra.

— 13 4 —
En la mayor Parte *os casos- sin embargo, se trata de
tipicamente senoriales, presenciales y persuasivas.
c e r e m o n ia s

en la-s Que *0S vasa^os acalaban el mandato regio, acompana-


jode la g e s tu a lid a d característica en estos casos, y reconocían
cl poder s e n o r ia l Aparte de la obligada presencia vasallática,
(je v e c in o s y oficiales concejiles, lo habituai era que el senor
adoptara el papel de gran protagonista del acto de apodera-
miento de toda esa masa de derechos y facultades, en un con­
texto c é r é m o n ia l de considérable sim b olism o, orientado a
propagar, sobre todo, una imagen de dom inación 56. El senti-

55 «tomaron la carta del rey en sus m anos. besáronla e pusieronla so-


sus cabezas e dixeron que la o b ed ezian ...e reçevian por su senor a...» :
, . mos multiplicar los ejem plos, pero basta senalar que puede verse en la
toma de posesion de Osuna. en 1464, por Luis de Pernia, en nom bre de don
Alfonso Tellez Giron cfr.. Aguado González. F.J. E! ascenso de un linaje cas-
tellano.... ob. cit. pág. 641.
56. Este tipo de docum entación com ienza a aparecer en los inicios del
siglo XV. y a partir de lá segunda década del siglo se van haciendo habituâ­
tes al menos en los fondos de las grandes Casas nobles. Tenian el sentido de
escrituras probatórias, y presentan una notable riqueza en form ulas jurídicas,
cuyo significado sem ântico interesa observar. En ellos se recoge con detalle
la ritualidad, en su dim ension más amplia, una notable exteríorización céré­
monial, en el piano de la exhibición m ás caracterizada. El estudio de este tipo
de documentación se iniciô hace anos, y uno de los prim eros trabajos fue un
breve articulo de Beceiro, I„ «La im agen del poder feudal en las tom as de
posesiôn bajom edievales castellanas», en S(tudia) H (istorica). H (historia)
M(edieval). 2 (1984), págs. 157-162, al que siguió después otro más exten­
so. titulado «El escrito, la palabra y el gesto en las tom as de posesiôn seno­
riales», SH.H.M. 12 (1994), págs. 53-82. La escasa bibliografia sobre este
tema cuenta con otras m uestras. com o la com unicación de Rodriguez Llopis,
M.. «Las tomas de posesiôn bajom edievales y la ideologia feudal. Lá incor-
poración de la tierra de Alarcôn al m arquesado de Villena», Congreso de H is­
toria del Senorío de Villena, Albacete, 1987, págs. 349-356; Q uintanilla Raso,
M." C„ «Contenidos, sím bolos e im ágenes del poder nobiliario en la M ontilla
bajomedieval». VI C ongreso de P rofesores Investigadores Córdoba. 1988,
págs. 11-17, entre otras aproxim aciones al tem a, al que he dedicado mayor
atención, sobre todo, en el reciente artículo titulado: «El orden senorial y su
representación sim bólica. R itualidad y cerem onia en C astilla a fines de la

— 135 —
do de exhibición penelraba todos los actos que se segujan '
el ritual, y alcanzaba tanto a la autoridad senorial. c o m o al ^
mento vasallático57. M erece la rpena senalar wel sentido
c,n,a o d e^i
presencia del senor en el senorío. Es cierto que, con m
frecuencia. razones muy diversas impidieron a los sefi
asistir a esos actos, de m odo que éstos se desarrollaron 68
medio de una persona del entorno clientelar, de condición
ble, al m enos hidalgo, que, en virtud de una delegado,™^
poder, llevaba a cabo la ceremonia correspondiente, sin
por ello se mermasen los aspectos de solemne ritualidad aco*6
tum brados58. Pero. sin duda, el protagonismo senorial direc'
to en esos actos alcanzaba un significado muy especial del
que pueden destacarse, por un lado, el sentido de desplaza

Edad M edia», AEM, 29 (1999), págs. 843-873, en el que he tenido ocasión


de proceder a un análisis e interpretación de la estructura y significado de las
cerem onias. en el contexto de las relaciones propias del orden senorial, refo,
ciones de m andato/obediencia, poder/sum isión.
57. En un docum ento fechado el 31 de diciem bre de 1 4 5 3 , la marque-
sa de Santillana daba poder a su criado para tom ar posesión de los lugares de
M onesterio. Campillo y Las Pozas, a cuyos vasallos debía instar a que «fagan
e esiban e presten la obediençia e reverençia que vasallos deven prestar a su
seiior natural»: transcrito por Sánchez Prieto, A.B.. La Casa del Infamado...,
ob. cit., doc. 29.
58. La toma de posesión de la localidad cordobesa de Canete de las To­
rres, el 4 de mayo de 1424, que tuve ocasión de publicar hace algún tiempo.
se produjo con todo tipo de gestos y expresiones dentro del significado ritual
de esos actos, a pesar de tratarse de un casa de delegación realizada en favor
de «el honrrado Pedro de Vargas fijo de Ruy Diaz de Vargas, veynte e quairo
de la muy noble çibdat de Cordova, en nonbre procuratorio de Alfon Ferrandts
de A guilar...»: ADM. Priego. leg. 34. núm. 7, publicado por Quintanilla Raso,
M.s C., «Canete de las Torres en la Baja Edad Media». Canete de las Torres.
Vision histórica de un pueblo andaluz, Córdoba. 1987, págs. 102-106. Un ejem­
plo de carta de poder por la que el senor daba posesion a un procurador para
que actuase en su nombre, en el libro de Pardo Rodríguez, M .1 L„ Documen­
tation del condado de M edinaceli..., ob. cit., doc. 184, págs. 433-435 por el
que don Gaston de la Cerda dió poder a su criado Luis de Aguilera, en enero
de 1442, para tomar posesion de Enciso y otros lugares.

— 136 —
t0 hacia sus vasallos. que podria indicar un geslo de cap-
'o fjefievolGfttiae* claramente relacionada con las estrategias
f^integración puestas en ju eg o con frecuencia en el tardo
jjevo por Ia nobleza senorial; con todo, estos gestos se
tfientaban. en definitiva, hacia el control social de sus villas
vasallos, y, Por e ^0 ’ conviene senalar la evidencia de que la
laparición» senorial debía tener, fundamentalmente, el senti­
do de una actitud de exhibición intimidatoria. que a veces que­
da s u b r a y a d a al indicarse que aparecia acom panado de un
nutrido séquito de vasallos. caballeros y escuderos 59.
El dispositivo cérém onial, destinado a representar la po­
sesiôn por el senor de los con ten idos m ateriales, y de los
intangibles, que el senorío conllevaba. se iniciaba con la ma-
n i f e s t a c i ó n del animus. es decir. la intención de proceder a la

toma de posesión del senorío . A continuación, la ceremonia


s e a r t i c u l a b a en una serie de gestos y actitudes senoriales en-
eaminadas a la representación sim bólica de cada una da las
facetas de su poder. Durante estos actos tenían cabida, en tér­
minos generales todos los elementos sim bólicos por excelencia:
u n espacio cargado de significado, con una serie de edifícios y

lugares de sentido especial, unas fórmulas rituales explícitas,

59. «Paresçió y presente el dicho senor» es la expresión que se contie­


n t por ejemplo. en la tom a de posesión de las feligresías de la tierra de Aguiar
por don Juan Pimentel: AHN, N obleza. Osuna, leg. 516-311. 16 de abril de
1461. Sobre los Pimentel, condes de Benavente. interesa el libro de Beceiro
Pita, I.. El condado de B e n a ven te..., ob. cit.,. En la tom a de posesión de
Torrico (Toledo), se decia esto m ism o. y se anadia lo siguiente: «e con é l....
cavallero, e.... e .... e otros m uchos escuderos» lo que da la im presión de un
despliegue de tropas de sentido propagandístico del poder senorial. que, con
estos recursos podría infundir m ayor respeto a sus nuevos vasallos: AHN,
Nobleza, Frias, leg. 1326, núm. 11, cit. supra.
60. «Et luego el dicho senor Ferrand Alvarez dixo q u e...v en ia al dicho
lugar del Torrico con anim o e proposito de tom ar la posesion del». es decir,
de entrar en la «justa posesión». la que se obtenía según derecho. y con ple­
na autoridad: toma de posesión de dicho senorio toledano, AHN. Nobleza,
Frias. leg. 1.326, núm. 11, cit. supra.
unos signos y objetos con doblc dimension, práctic
lizada, y un lenguaje gestual dotado de fuerte exprCs' r'tUa'
conformando todo ello un verdadero sistema simbór
« - ,- Mj Gn
que los elem entos puestos en juego respondian a una ° ^
lógica, cuyo sentido se alcanzaba gracias a la integrac^''*1
cada uno de ellos, en un conjunto coherente61.
La puesta en escena resultaba bastante compleja A
los rituales se prolongaban durante varios dias, en l o s n ü ^ l
pasos a seguir, de acuerdo con un análisis sistematizado^üÏÏfl
los siguientes: presencia senorial, v del concejo y habita^*1
notificación y lectura del privilegio de donación; a ceo b ã ^ l
expresa del senor por los oficiales concejiles y los vecinô/**
general; besamanos y juramento de fidelidad; su sp en sió Ü!
los oficios mediante la entrega de los símbolos de su ejer^
cio: nombramiento de nuevos oficiales. acompanada del
ceptivo juramento y pleito homenaje. con significado especã)
en el caso del alcaide de la fortaleza; expresiôn senorial (fe
apoderamiento del lugar; desarrollo de actos judicialesense
nal de senorío; y, en su caso, juramento del senor de guardar
los privilégios y usos del lugar62.
U no de los asp ectos de m ayor interés lo representa el
locus, o escenario sim bólico por definición, donde se ponían

61. Se ha senalado en diversas ocasiones el carácter estereotipado de


los actos cerem oniales, con la presencia constante de determinados aspectos
claves e imprescindibles: ver Beceiro Pita. I., «La imagen del poder feudal....
ob. cit.. pág. 157. Con todo. creo que, por encim a de esa realidad. pueden
apreciarse tam bién diferencias de mayor o m enor entidad. que ponendere-
lieve las distintas circunstancias que a veces concurrían por parte de los pro­
tagonistas de tales actos: Q uintanilla Raso, M.a C., «El orden senorial y su
reprersentación sim bólica..», ob. cit.
62. Uno de los ejem plos de tom a de posesión prolongada en el tiempo
que conozco. fue la del senorío de Penafiel por don Pedro Girón, que contó
con la actuación de un procurador en nom bre del senor, y se desarrollo. en
cuatro m om entos, a lo largo del mes de agosto de 1448: jueves 5. viemes 16.
sábado 17. y lunes 22: cfr: A guado G onzález. J.. E l ascenso de un linaje cas-
tellano..., ob. cit., págs. 584-589.

— 138 —
en práctica los actos de representación y propaganda del no
der. Eran varies los espacios del senorio donde se daban cita
e, senor y sus vasallos para proceder a la toma de posesión
c o m o l a casa del concejo. la plaza public a de la villa o la i X ’

■a 63. de cada uno de ellos puede extraerse algún significado


e s p e c i a l , pero destaca sobre todo el desplazam iento del senor

0 s u p r o c u r a d o r , hasta el âmbito propiamente conceii! d n n T


s e r e u n i a n los oficiales para tratar sus asuntos lo que’tal

podría estar indicando, un cierto grado de desarrollo d e la T


c i e d a d política y del gobterno local, y. hasta cierto nurnn

r e c o n o c i m i e n t o por parte del senor. Las P u erto

„ labor de d efen s, d e „ villa. asi ^


» las ,u e el senor podi» ejercer „„ , m p lio co n 8 » . »-
derecho de palrona.o , otras c a p ,c id a d e ,. s e c o n v e n a n t
espaces de represem acon del p od er sen orial c o n ta „ 7
posesión rimai, m édian,e lo s ele m e n .o s representaiivos
ves. campanas, h b ros y ornam entos sagrados etc
característicos gestos y actitudes senoriales 64 ’ ’y

63 «En la villa de S ax ...estando ayuntados a conçejo. a boz de pregón,


seaund que lo han de uso e de costunbre, en el portai de la plaça desta villa»:
AHN Nobleza. Frias, leg. 666 núm. 4. «En la villa de S ald an a...estando en
la vglesia de Sant Estevan. que es en la plaça de la dicha villa, e estando y el
conçejo e omes buenos de la dicha v illa...ay u n tad o s a conçejo a cam pana
tanida, segunt que lo han de uso e de costunbre de se juntar»: AHN, N oble­
za, Osuna. leg. 3.334 núm. 9. A veces no se indica el lugar con précision,
como en los siguientes casos: « E n el lugar de P erey ro ...d o n d e han uso e
costunbre de se juntar concegilmente»: o, «estando çerca de la yglesia de Sant
Lorenço del dicho lugar ayuntados en conçejo»: respectivam ente, AHN, No­
bleza. Osuna. leg. 516-311, y ADM , Feria, leg. 58 núm . 15, publicado por
Mazo Romero, F., El Condado de Feria (1394-1505) Badajoz, 1980. pág. 581
que trata de la toma de posesión del lugar de M orera.
64. Dona Leonor de la Vega. al tomar posesión de Velcasirga, en un acto
que se realizo, precisamente en la iglesia. el 14 de mayo de 1420, «ayuntados
porcanpana repicada». literalmente mandó que «la obedesçiesen e oviesen por
su seriora del dicho lugar e yglesia e casa e palaçios del dicho lugar»: Sànchez
Priera. A.B.. La Casa del lnfa n la d o.... ob. cit. doc. 12. Franco Silva, A., pone

— 139 —
La fortaleza senorial alcanzaba, indudablemente el !
tido de espacio sim bólico por excelencia. el lugar dond
jor podia proyectarse la imagen del poder senorial, y e|
más significado de relación entre el poder y la escena r l
castillos eran exponentes del poder militar del senor lim ! »
de corte. centros de percepción de rentas. y. desde l u e g ^ S
dían representar el papel de sede de la administraciôn
justicia senorial. donde desarrollar juicios, y apresar a condi*
nados. Como edificios más representativos de la topografia
poder nobiliario encarnaban todas las facetas integrantesdeU
relación de preem inencia y supeditación, respectivamente
sobre la que se sustentaba el orden senorial; más en concr '
to. la torre del homenaje. convertida en signo icônicodota*
de todos los elementos necesarios, incluso físicos. — altura ta
mano, grandiosidad— para la función de mensaje que todaar
quitectura desempena, albergaba con frecuencia algunos de los
gestos más destacados de estas ceremonias. en las que el nue
vo senor se investia ritualmente mediante la expulsion de los
presentes, el recorrido a pie por todo el edificio. y la posterior
invitación senorial a la entrada de los expulsados. Por to d o esto
es fácil entender que se trata de uno de los escenarios más uti­
lizados para estas formas de representación del poder senorial65

de relieve el acto de toma de posesiôn de una iglesia, tanendo la campana, y


haciendo claros gestos de poder con los libros y ornamentos sagrados, en su
artículo sobre «Fuensaldana y los Vivero. Un conflicto antisenorial». Hispania.
LIX/3 203 (1999). pág. 827. nota 14.
65. El sentido polifuncional de los castillos. desde su carácter militar,
hasta su valor sim bólico, se recogen en los diversos trabajos que eomponen
el libro colectivo titulado: La fo rta leza medieval. R ealidad y símbolo. Actas
XV Asam blea General de la Sociedad Espanola de Estudios Medievales. J.A.
Barrio. y J.V. Cabezuelo (eds.). Destacan, entre otros, los de Pérez de T u d e u .
M.* I.. «El castillo senorial en su contexto histórico», págs. 163-176: Casti­
llo y Cáceres. F.. «El Castillo.Palacio de Escalona, corte y escenario de po­
d er de A lvaro de Luna». págs. 281-292: Varela Agui. E„ «La dimension
sim bólica del castillo plenom edieval». págs. 345-356.

— 140 —
Fn la toma d e posesión de la fortaleza ténia un papel muy des-
acad o el a l c a i d e . — personaje siempre perteneciente el entor-
q de la c a s a y clien tela senorial y, a v ec es, el acto se
désarroi laba en un momento distinto, con posterioridad a la de
la villa66: e n otras ocasiones se realizaba com o un acto pré­
vio. c u a n d o e l concejo se encontraba reunido en la propia for­
taleza s e n o r ia l , o ante las puertas de la misma. por lo que los
actos se c e l e b r a b a n allí. y los primeros gestos de poder seno­
rial sc r e a liz a b a n en relación con la posesión de estas construc-
ciones61■Es más. en algunos casos se observa que la posesión
del castiNo encerraba un sentido global, en relación con todo
e| senorío. que quedaba asi implicitamente integrado en fun-
ción de la ceremonia que se dcsarrollaba en dicho espacio 68.

66 Ver, por ejem plo, los docum entos de tom a de posesión del senorío
de Hellín. para don D 'eS ° López Pacheco, el 27 de m ayo de 1468. a Io que
siguió en acto docum entado aparte, la de la fortaleza, el 29 de m ayo: cjr:
AHN, Nobleza, Frias, leg. 666 . núm . 2, y 666 , núm . 3.
67. «En Ia villa de C a n ete...estan d o en el castillo de la dicha villa
avuntados en su cabildo e conçejo» A.D.M . Priego, leg. 34 núm. 7. cit. supra.
En otro caso: «ante Ias puertas del dicho castillo e casa fuerte». en la tom a
de posesión del lugar toledano de Torrico, el 2 de abril de 1447: AHN. No­
bleza, Frias. leg. 1.326. núm. 11, cit. supra. Un tercer ejem plo. «en par del
castillo e fortaleza» se realizaron los actos en el caso del senorío cordobés de
Montemayor. el 29 de mayo de 1459: AHN. Nobleza, Frias, leg. 1.340, núm.
4, complementario del núm . 5. cit. supra.
68. Uno de los testim onios más explícitos que conozco es el que pude
analizar hace algún tiem po. que contiene el testim onio de lo sucedido el 2 de
marzo de 1455 en Montilla, villa del estado senorial de la C asa de Aguilar.
cuya toma de posesión por don Alfonso Fernández de Córdoba se llevó a cabo
por completo en la fortaleza, «dentro en la torre mayor del om enaje que es
en el dicho castillo desta dicha villa en la bóveda mas alta de la dicha torre»
donde dijo ante el alcaide y los testigos presentes que queria tom ar la pose­
sión «del castillo e fortaleza e villa, a boz e a nonbre de todas las tierras e
términos e heredamientos de la dicha villa». ADM , Sección H istórica, leg.
281. núm. 40, publicado en Orígenes de la M onarquia H ispânica.... ob. cit..
págs. 429-430; ha sido objeto de análisis en mi trabajo titulado «Contenidos.
símbolos e imágenes del poder n o b iliario.... ob. cit. Las consabidas obliga-
ciones contraídas por los alcaides. siem pre en el entorno m ás próxim o de la

— 141 —
El uso de un diversificado lenguaje — oral, e s c r i t o v - I
gestual—I
, yv ael! fformalismo de la palabra de los objetos **1,
n r m a i i c m n H a l a n a l n h r a H a 1« o ~ i _ •

la acción, resultaba básico. Cada uno de esos elementos^8


integraba en una gestualidad que respondia a un sistern se
co-
dificado, en lo esencial69. El simbolismo corporal alcanzaba
valor determinante, y en él destacaban, por un lado, la Dr .
posición adoptada en cada instante — de pie y en movimie
en determinados momentos, o, por el contrario, sentado y e
reposo cuando recibía los gestos de obediencia vasallâtica^
Hay que subrayar, también. la fuerza expresiva de los n j '
com o indicador de la toma de posesión del término, y es

casa senorial. consistian en el com prom iso de acoger y rechazar s ie m p re a l


personas de acuerdo con el criterio senorial — haciendo salvedad d e l víncu­
lo para con la monarquia — «el que non acojeria nin acojera en e l d ic h o casfi.
llo e villa a persona alguna poderosa, saluo al rey nuestro senor e al d ich o don
Alfonso (el nuevo senor)», prom etia, por ejemplo, el alcaide de la fortaleza de
M ontilla, en el docum ento cit. supra, actuando en cualquier c a s o con la fideli-
dad debida en la defensa en de la fortaleza hasta, literalmente, « m o rir por la
defensa délia» com o se lee en la tom a de posesión de la fortaleza d e Villavega
en nombre del duque del lnfantado, el 13 de marzo de 1511: ç^; S à n c h e z Prieto
A.B.. La Casa del lnfantado.... ob. cit., doc. 95 del apéndice.
69. Schmitt, J.C., uno de los intervinientes en el Seminário de investiga-
ción dirigido por J. Le Goff en los anos setenta para elaborar un fichero de ges­
tos, partiendo de documentos, textos jurídicos, fuentes literarias, o testimonios
iconográficos, destaca en su obra La raison des gestes dans l'Occident médiéval.
Paris, 1990, el sentido de la «teoria del gesto» en que se incluian movimien
tos, palabras, y objetos. A senalar tam bién el estudio de Edeline. F., Klin-
kenberg, J.M ., y Minguet, PH., Traité du signe visuel. Pour une léthoriquede
l'image, Paris, 1992, sobre los contenidos de la sem iótica de las imâgenesvi-
suales, y la retórica de los signos.
70. Muy característico era el gesto del senor al sentarse. p ro v o c a n d o in-
m ediatam ente el levantam iento y gestos de reverencia de los v a s a llo s . según
se indica, por ejemplo, en el docum ento sobre Torrico: «El dicho s e n o r se posé
en un poyo e estando posado levantaronse los om es buenos susodichos
vezinos e m oradores en el dicho lugar cada uno por sy. uno a u n o venieron
donde el dicho senor Ferran Alvarez estaua faziendole la r e u e r e n ç i a e todos
le besaron la m an o ...» , cit. supra.

— 142 —
. )rT1ente, de las manos. elem ento de sim bologia polisém ica
013 valor significante de acercamiento. por ejem plo con mo-
C° de la imposiciôn de las m ism as — inm ixtio m anuum — .
"racticada con los alcaides de las fortalezas, o en la entrada
^ |a villa o castillo de los vasallos tomados por las manos por
el senor. asi com o en el momento de la entrega de los signos
V ' re p re s e n ta b a n los oficios concejiles. que pasaban de las
pianos s e n o r ia le s a las vasallâticas; al mismo tiempo, las ma­
nos eran senal de fuerza y poder, en concreto la mano derecha
receptora del beso de obediencia de los vasallos. y exponente,
entre otras cosas, de la capacidad para administrar justicia.
En lo que se refiere al tratamiento otorgado en las cerem o­
nias especificamente a los distintos contenidos del poder se­
norial. se observa que las atribuciones fiscales aparecen muy
p o c o c o n te m p la d o s en dichos ritos, en los que pocas veces se

m e n c io n a b a n explicitamente los derechos senoriales, mientras


que en algunas ocasiones se pedian cuentas sobre los ingre-
sos c o n c r e to s a percibir por el senor, y sólo en muy pocos ca­
sos se incluian gestos de representación de la relación entre
poder y renta. que, a veces se sim bolizaba con la toma por el
senor a algun pechero de un signo identificativo de su con d i­
ción de tal 71. Muy particulares resultan los casos de las tomas

71. Sobre la prim era idea, en la (orna de posesión del senorío de Olvera,
por don Alfonso Téllez Girón. en diciem bre de 1460. se m encionan los «dere­
chos, martiniegas. escrivanías...e pagas e lievas»: ç/fcAtienza Hemández. I„ «El
poder real en el siglo X V ...» , ob. cit.., y algo parecido en la de Fontanaya, pu­
blicada por Rodriguez Llopis, M„ «Las tomas de posesiôn bajom edievales...».
ob. cit., pág. 354. donde se alude a que se estaba tomando posesión de los «pe-
chos e derechos e martiniegas e escrivanias e portadgos e montadgo»: en el artí­
culo de Franco Silva, A., «Fuensaldana y los V ivero...», ob. cit. pág. 827, nota
14, se indica que el sacerdote fue preguntado por los diezm os, y al mayordo-
model concejo se le pidieron cuentas por si se debía alguna cantidad al seno­
río. En cuanto a la gestualidad. m uy escasa en relación con estos contenidos.
como se ha indicado, se incluye un testimonio de este carácter en un breve. pero
ilustrativo, en el docum ento que recoge la tom a de posesiôn del senorío de

— 143 —
de posesión de algunas propiedades m uebles, con dereokJ
fiscales anejos, a los que se hacia extensiva la gestualidad *■*
tuai, com o sucedia, por ejem plo, con las barcas y su co
pondiente derecho de. «pasaje», en expresiôn literal72
Los gestos relacionados con los derechos sobre el ténu-
no, los inmuebles y otros elem entos materiales y tangibles hT
senorio, se resolvían con el paseo del senor a caballo o a *
por la villa y las tierras anejas, acompanado de senales
pagandisticas de poder. efectuadas con ostentaciôn, queco '
sistian en tomar punados de tierra, o piedras, beber agua,
comer frutos, acciones que a menudo se subrayaban con gès
tos de destrucción. com o arrancar hierbas o cortar ramas a lo
que. a veces, se anadian actitudes que querian simbolizar la
participaciôn en los procesos de producción agraria, como su
cedia cuando se efectuaba un simulacro de arado de la tierra73

M orera (Badajoz) por Lorenzo Suàrez de Figueroa. en la que se dice exacta-


m ente que «fizo tom ar a Alfon Âlvarez, vezino pechero del dicho lugar, un
suario que ténia en el ombro en senal de prenda de los pechos e derechos»-
Mazo Romero. F„ El condado de F eria..., ob. cit., pág. 581.
72. Puede verse una situación de estas características en dos documen­
tos que recogen sendas tom as de posesion de la Isla de León el 27de maizo
de 1511. y el 26 de septiem bre de 1527, donde se lee lo siguiente: «entré en
la barca del pasaje e dixo que tom ava e tom ô la posesion de la dicha barcae
pasaje e en sennal de posesion tom ó dos rem os e rem ô en la dicha barca. e
asi quedô e perm anesçiô en la dicha su posesion quieta e paçificamente sin
co n trad içio n alguna» ; y. «en tré dentro de la dicha barca e ally dixo que
tom ava e tom ô e aprehendia e aprehendiô la tenençia e posesyiôn e easy
posesyón real abtual corporal vel easy de la dicha barca e pasaje y en sennal
de posesyón y abto corporal anduvo de pies por la dicha barca a una e otra
parte de pies corporalm ente e asy q u ed ô ...en la dicha su posesyón quietae
paçificam ente syn contradiçion de persona alguna»: cfr. Franco Silva, h.,La
Isla de León en la Baja Edad M edia. Càdiz. 1995, apéndice documentai, con
cretam ente págs. 95, y 115, respectivam ente
7 3 . «andovo por todo el dicho termino redondo e montes e çerros e va-
Ues dél e fizo poner e puso iertos mojones e lim ites...e corto con un cochillo
que en sus m anos traya çiertas ram as de enzinas e robles questán en la dehesa

— 14 4 —
c n o c a s io n e s ,la gestualidad se hacía extensiva a las casas de
los v e c i n o s . quienes eran expulsados de ellas, en senal de la
sesión senorial. para después hacerlos entrar 74.
P° La f a c e t a jurisdiccional alcanzó. sin duda. una dimension
m uy e s p e c ia l en los actos de aprehensión del poder senorial.
Los s e n o r e s gustaron de propagar sus poderes juridiccionales,
y en las cerem onias, numerosos ritos exteriorizaban las diver­
sas c a p a c id a d e s relacionadas con las facultades de gobierno,
jd m in is tr a c ió n , y ejecución de la justicia en el senorio. Si co-
m e n z a m o s por lo primero, el derecho de nombramiento de
personas para el desempeno de los oficios, — alcaldías ordina-
rias. alguazilazgo. escribanías. com o los más representativos—

dizen de Valdepalaçios» se dice en la toma de posesión de Torrico. doc. cit..


g n ei caso de M ontemayor lo que se senala es que. literalmente, «usan-
dode la dicha posesion anduvo por la dicha villa de M ontemayor com m o se-
• d e l i a de unas partes a o tras...e en presençia de testigos entró corporalmente

de pies dentro de los heredam ientos.. ,e anduvo.. ,e cortó de las yervas.. .e puso
iedras por los lindes e m ojones...en senal de posesion», cit. supra. En la toma
de posesión de los senorios de Gandul y M archenilla, el 17 de marzo de 1492,
el procurador, en nombre del senor: «anduvo por la villa a pie y cabalgado...
quebródostexas...arranco piedras...fue a lafuenteprincipal de la villa de Gan­
dul y bebió el agua delia.. .quebraua rramos de arboles.. .coxió çiertas naranxas
ecomió de una délias...cortó de unas parras e de unos alm endros e com ió de
las almadres. e arranco de Ias yeruas en senal de posesion», pero también en
otro momento «se apeó de un cauallo e tomó unos bueyes e tom ó trigo e senbró
e aró sobre ello con los dichos bueyes»: Franco Silva. A., «G andul y M ar­
chenilla. Un enclave senorial de los Velasco en la Campina de Sevilla». V Co-
loquio Internacional de H istoria M edieval de A ndalucia, Córdoba, 1988,
págs. 405-419, y recogido después en la recopilación de trabajos titulada Se­
nores y senorios (siglos XIV-XVI), Universidad de Jaén. 1997, concretam ente
págs. 185-188. El documento es m uy explícito, e incluye num erosos detalles
de gestualidad. en referencia a la tom a de posesión de tierras y molinos, el cas­
tillo de Marchenilla, e incluso la iglesia de Gandul, con gestos paralelos a los
de las fortalezas — expulsar al clérigo y al sacristán del templo, para luego vol-
verlo a abrir con las llaves y meterlos «de su m ano».
74. No era un gesto frecuenle. pero se confirm a en un articulo de Franco
Silva, A.. «Fuensaldana y los V ivero...» ob. cit. pág. 827. nota 14.

— 145 —
se veia subrayado mediante la suspension de los oficiai
teriores, con gestos de ostentación de poder. por los qUe^ an'
rïor les «arrebataba» los atributos de su condición: las \ ^
la justicia. llaves. cadenas y prisiones de la cárcel. escrib— ^
etc.— , procediendo a continuación a designar a los Plas'
oficiales, que en numerosas ocasiones eran las mismas1111^ 05
nas. de las cuales recibia un específico juramento de
antes de quedar investidos de sus oficios por el nuevo '
mediante un acto de traditio de los signos identificativos de^ '
cargos 75. Resulta significativo el alto grado de interés que? *
senores demostraban por la cuestión judicial en este tipo
actos de representación. For un lado. no se limitaban aotôr
gar a los distintos oficiales los poderes, sino que insistian
las funciones concretas que debian desempenar, y, por otasl
parte, mostraban claros signos del relieve que para ellos alcan
zaba su papel com o responsable de la administraciôn de |a
justicia en su senorío. con el consiguiente objetivo de mante
nimiento de la paz y el orden en el sen orío76.

75. En el ritual correspondiente al acceso al senorío de la villa cordo-


besa de M ontemayor por Martin Alfonso. se lee lo siguiente «quitó e privô e
sospendiô de los ofiçios de alcalldias a los d ichos...e al dicho alguzil del di­
cho ofiçio de alguaciladgo. e a los d ich o s...d e los dichos ofiçios de juraderias
e a ...d e los dichos ofiçios de escarivanias publicas...e asy quitados e privados
el dicho Martin Alfon de M ontemayor, comm o senor de la dicha villa e pors_v
mismo. los tom ô a poner e elegir, e puso e eligô por sy en los dichos ofiçios»:
AHN. Nobleza, Frias, leg. 1.340 nùm. 5. cit. supra. En otros casos, se insiste
en la entrega de los objetos representativos: «en senal de la posesion de la
dicha jurisd içión... entrego las varas al d ich o ... alcallde e al dicho... alguazil,
e les m andó que en adelante usasen de la dicha su jurisdiçión e cumpliesen
de derecho a los que antes ellos persçiesen e les dem andasen cumplimiemo
de justiçia»: cfr. , toma de posesiôn de Torrico, cit. supra. En la toma de po­
sesiôn de los lugares de M onesterio. C am pillo y Las Pozas por la marquesa
de Santillana, en enero de 1454, se alude, literalm ente, a la «tradiçion de las
varas de justiçia»: Sánchez Prieto. A.B. La Casa del Infantado.... ob. cit., doc.
29 del apéndice.
76. La idea de la paz. de tan larga y arraigada tradiciôn en la sociedad
medieval, se expresaba de forma explicita con la prohibiciôn de uso de armas

— 146 —
I análisis más detallado del tema proporciona claves de
IjjlJn3 0bservar los recursos puestos en juego en estos
una imagen adecuada de su poder com o
'n ie fL > a ra p r o y e c t a r
aCt° S iTiediante la inclusion de actos judiciales en la mayoría
iu°z' cerernonias. A veces. después del nombramiento de los
clela'S| correspondientes, eran éstos quienes. en nombre del
0 _ ge veían instados a administrar justiçia públicam ente11.
se'*°gn muchas otras ocasiones, era el propio senor, o su pro-
• ~ \ jo r por él. quien procedia a sentarse en audiência, desa-
cU Dando una escen ificación de uno o varios ju ic io s, que
Ü /f a n ten er carácter de simulacro, pero que. sin duda. alcan-
aban la eficacia perseguida en cuanto a los objetivos propa-
a n d ístico s del poder senorial 8. Se trataba tanto de pleitos

|o s v e c in o s , que se contiene en algunas tomas de posesión: c/r. la toma de


8 esiónde Olvera:. Atienza Hernández, I„ «El poder real en el siglo X V ...»,
ob cit pág. 567, y Franco Silva, A „ «Fuensaldana y los V ivero...»ob. cit.
ág 827, nota 14. Es cierto que en algunas ocasiones — según lo he apuntado
en texto más arriba— tal hecho podria interpretarse desde un punto de vista cir­
cu nstancial, en función de determ inados indicios de reticencia frente al poder
senorial. o incluso de luchas internas de bandos en el senorío. En cualquier caso,
estainterpretación coyuntural puede sum arse a la anterior, pero no la invalida.
77 . «Et asy tornados e asentados (se refiere a los alcaldes que acaba-
ban de ser restituidos en sus cargos) com ençaron luego a judgar pleitos», se
|ee en la toma de posesión del senorío de M ontem ayor el 20 de mayo de 1459
por parte de Alfonso de Mesa, en nom bre del senor: AHN.Nobleza, Frias, leg.
I.340. núm. 4, cit. supra.
78. A veces se trataba de juicios completos, que acababan con la sentencia
y el mandato para realizar la justiçia ejecutiva en nombre del senor. En la toma
de posesión de Penafiel, en nombre de don Pedro Girón, en agosto de 1448, se
realizaron varias «audiençias», en diversos dias, en representación del senor:
cfr.. Aguado González, F.J., E l ascenso de un linaje castellano..., ob. cit.. vol
II., cap. 10 , donde se hace un com entário detallado del documento, aunque no
incluye la transcripciôn. Si aparece la transcripciôn de una cerem onia de este
tipo que incluye un juicio senorial. en el apéndice docum entai de la obra de
Sánchez Prieto, A.B., La Casa d el Infantado... ob. cit., doc. 49, que recoge la
toma de posesion de Utande, en 1473. en la que la m arquesa de Santillana aten-
dió una denuncia de un vecino respecto de una agresiôn fisica practicada por
un «despensero» del marqués, a la que la senora respondiô que daba orden al

— 147 —
entre vecinos. com o de juicios por delitos cometidos co
propia autoridad senorial. La exhibiciôn del poder judiciai
senor podia acompaiîarse de característicos gestos de cle
cia, prerrogativa con la que la nobleza procuraba acerca
las pautas de com portamiento regio 79.
En su dimension ejecutiva. la faceta judicial era ob'
igualmente, de actos de representación de un alto conteni '
simbólico, en los que intervenian actitudes, formalismos verba*1
les. y. desde luego. determinados objetos identificativos80

alguacil para apresar al denunciado: «que prendades el euerpo de lohan des


pensero del marqués mi senor». El procurador del marqués de Villena Gonza-
lo de Soto. al tom ar posesion de la aldea de Hontanaya. en 25-26 de octobre
de 1445. realizô un acto judicial: «en la plaça publica del dicho lugar Fontana»
en lugar acostunbrado de juzgar açentose a ju iz io ...(a continuación se descri
be una dem anda de un vecino contra otro, por deudas).. .e dijo que dava e dio
por quito al d ich o ...d e la dem anda contra él ante puesta por el dicho e
condenava e condenó al dich o .. .en las costas», cfr. : Rodriguez Llopis, M„ «Las
tomas de posesion bajom edievales...» ob. cit.. pág. 355. Un ejemplo más, que
recoge una situación de cooperación por parte de la autoridad sefiorial, y |os
alcaides locales, en la toma de posesion del senorio de Villalba. en la que el
procurador, después de nombrar a los oficiales del concejo, «asentôse en juysio
e oyô querellas e pleitos e dem andas que eran entre algunos vezinos...e otras
mandó que libraran los alcalldes»: Mazo Romero. F., «El Condado de Feria...».
pág. 407, nota 22.
79. Un caso de clemencia senorial en el contexto del proceso judicial, en
la toma de posesion del senorio de Canete de las Torres: «a Pero Lopez vesino
de la dicha villa que estava preso en poder del dicho alguazil, una cadena al pie,
et luego el dicho Pedro de Vargas (representante del senor) le preguntô por que
razón estava preso e el dicho Pero Lopes le dizo que por seys cafises de trigo que
dévia de renta al senorio de la dicha villa, e pidiôle que porque era viejo e flaco
que lo m andase soltar e que él estava presto para dar fiadores.... e luego el di­
cho Pedro de Vargas mandó soltar al dicho Pero Lopes e el dicho alguasil soltólo
luego»: Quintanilla Raso. M.a C.. «Canete de las Torres..., ob. cit., pág. 105.
80. La trascendencia de los signos icónicos era determinante en este tipo
de actos: ver. a este respecto. la enum eración de casi cien objetos provistos
de valor sim bólico en rituales de investidura y tom a de posesion. que. toma­
dos del G losario de Du Cange. aparecen com o apéndice en el artículo de Le
Goff. J.. «Les gestes sym boliques...», ob. cit.

— 148 —
de las cadenas, grilletes, cepos, cuchillos, e incluso llaves de
cárceI. considerados todos com o sím bolos de jurisdicción. lo
destacado eran la horca y la picota, elem entos altamente
présentât ivos de la ejecución de una justicia senorial que al­
canzaba la máxima entidad — «civil y criminal, alta y baja. con
Ineroy mixto imperio» por lo que, necesariamente, todo lo
re la c io n a d o con ellos debía ocupar un lugar importante en el
contexto de la ritualidad en el acceso del nuevo sen or81.
El levantamiento de la horca. instrumento de aplicaciôn de
la pena de muerte, se hacia mediante la construcciôn en ma-
jera de dos palos. hincados en el suelo, que se trababan con
un tercero, y se instalaba en medio de las formalidades perti­
nentes82. Estos signos icónicos de justicia se situaban en las

gl En un docum ento de 1503 por el que la villa de Trijueque alcanza-


urisdicción. desgajada de la villa de Hita. se alude a todos esos símbolos:
horca pica o picota, azote, cepo, cadena y cuchillo: AHN, Osuna. leg. 1 .672
núm 5 ilustrativo testimonio de esta identificación entre la horca y el ejer-
-icio del poder senorial,’en un docum ento de AHN. Nobleza, Diversos Títu­
los y F am ílias, leg. 2.004. fechado en Molina el 4 de julio de 1494. por el que
esta villa s e querellaba contra el conde de Priego de C uenca por haber man­
d a d o p o n er la horca en la localidad de Castilnuevo, lo que significaba su dé­

cision de ejercer alli la autoridad senorial, que le era disputada por M olina:
más detalles. en Quintanilla Raso, M.* C.. «El condado de Priego de C uen­
ca. Un ejemplo de estrategia senorial en la Baja Edad M edia castellana». HID
19 (1992). págs. 381-402. En el âm bito de la bibliografia, hay que senalar el
sentido clásico del trabajo de Bernaldo de Q uirós. C.. La picota. C rim en esy
castigos en e lpaisaje casteilano en los tiem pos medios, M adrid 1907. (reed.
Madrid, 1975). La m ayor parte de los trabajos sobre estas cuestiones se ba­
sait en el análisis de fuentes muy diversas, desde literarias hasta arqueológi­
cas. y présentait un carácter erudito, por encim a de todo. A lgunos ejem plos:
G onzalez Blanco. A., Horcas y p ico ta s en ta Rioja. Aproxim ación a l proble­
ma de los nollos y de su significado. Logrono. 1984: IDEM , «Horcas. Rollos.
Picotas y otros símbolos o instrum entos de la justicia en la Région de Mur-
cia». Homenaje a lp ro feso r Juan Torres..., ob. cit.. I, págs. 661-671. que es.
sobre to d o . un catálogo de testim onios arqueológicos de la presencia de es­
tos elementos en el paisaje m urciano.
82. La instalación de la horca. en representación del poder jurisdiccio­
nal. aparece bien documentada, entre otras. en la toma de posesiôn de Torrico:

— 14 9 —
cercanias de las villas, en su término, sin duda por el ^*3
cado sociojuridico que entranaba la ejecución de la
pena h
muerte, que debía alejarse fisicamente del núcleo de h-K-
ciôn; mientras, la picota, en la que se llevaban a cabo ca
corporales, dotados de un alto sentido infamente, y cargadrJ*
intención de ejemplaridad, se situaban en el interior del |
de senorio83. La instalación de estos elementos fue cobraiS
cada vez más importancia en el contexto del sim b o lism o ^
poder senorial; por eso, se llegó a situaciones de clara ostent».
ción de poder cuando el senor, en caso de encontrar dich
elem entos ya instalados en el senorio. tomaba la décision de °*
cambio de emplazamiento. lo que. más al lá de razones prácti
cas, era una senal de ratificación del poder del nuevo titular84

«paresçió el dicho senor Ferrand Alvarez e dixo que con ánimo e propósito
de aver para sy la posesion de la dicha juridiçión çevil e criminal, a lto e b a x o
e m er e misto ynperio. fizo levantar e poner e puso una força de très palos dé
m adera dentro del dicho término e territorio del dicho lugar del Torrico e fizo
colgar una soga desparto de la dicha força para penar et castigar a los de­
linqüentes e m alfechores porque a él asi com o a senor e segund derecho
pertenesçia corregirlos e penarlos». cit. supra.
83. Queda muy clara esta diferenciación de significado y de funcionalidad
en un documento transcrito por Sánchez Prieto. A.B., La Casa del lnfantado...
doc. 49, fechado en 1473, en el que. al tomar posesion del senorio de Utande
por la m arquesa de Santillana. se dice que se ordenó instalar ambos elementos:
«que la dicha forca e picota fuesen fechas e puestas. la dicha picota en la plaça
publica de la dicha villa de Utande. e en el termino délia la dicha picota», y más
adelante. se insiste en la ubicación respectiva: «e luego la dicha seiiora perso-
nalmente fue a fazer poner la dicha picota dentro de la dicha villa, la quai puso
delante de las casas de.... e la dicha força se puso e asentô en término de la di­
cha villa... ençim a de las vinas».
84. Una situación bien patente se dió en el senorio de Canete. cuando el
representante senorial ordenó al alguacil «que asentase una força de madera çerca
de la villa, en nobre del dicho Alfon Ferrandez, e el dicho alguasil dixo que puesta
estava, e el dicho Pedro de Vargas mandóle que la mudase de aquel lugar a otro.
e el dicho alguasil dixo que le plasia todo esto que dixo que fasia e fiso en senal
de posesion e por posesion que tomava de la jurediçiôn de la dicha villa»,
Quintanilla Raso. M .1 C„ «Canete de las Torres..., ob. cit.. pág. 105.

— 150 —
„ ia conversion de una villa senorial en senorío de
to d o
• ón se subrayaba con actos de construcccion e instala-
^ - ^ d 'e s ° s instrumentos de la justicia ejecutiva85.
C'0t]pn definitiv a - en las tomas de posesion de los senorios
! -r os en la Castilla bajomedieval se resume el valor alcan-
1,0 or e| poder senorial. en un espacio ordenado, y dotado de
t^ ° ^cia como escenario de proyecciôn de los valores jerár-
c°. reflejados en el reconocimiento hecho por los vasallos
^U'í|°còntexto de las formulaciones incluídas en las ceremonias

PUNTO DE CONCLUSION. EL EJERCICIO DEL PODER EN LOS


esTADOS SENORIALES NOBILIARIOS CASTELLANO-LEONESES A
f ^n es DE LA E d a d M e d ia

El panorama que ofrecen los dom inios senoriales de los


randes nobles castellano-leoneses a fines de la Edad Media es
I jg un conjunto de estados, estructuras coherentes, más o
menos homogêneas, y más o menos concentradas en el espacio.
que. imbricadas en el sistema político del reino, aparecen como
células de poder en manos nobiliarias. En ellas, el poder seno­
rial se encontraba en un sistema de concurrencia, junto con otras
dos instancias de poder: monarquia y concejos.

La vertebración del p oder

Para el estudio de la funcionalidad del poder en el âmbi­


to senorial es preciso tener en cuenta esta cuestión fundamen­
tal, que no siem pre ha sid o bien percibida en este tipo de

85. En el caso m encionado supra de la tom a de posesion del lugar de


Utande por la m arquesa de Santillana. en 1473, el establecim iento de horca
y picota se debiô a la décision senorial de separación del lugar de la jurisdic­
ción de Jadraque, para convertirlo en villa, en la que sus vecinos dejaban de
ser «vasallos solariegos», segûn se dice textualm ente en el docum ento, para
quedar sujetos a la jurisdicción senorial.

— 151 —
e s t ú d i o s : Ia c o n c u r r e n c i a d e p o d e r e s , y , p o r I o t a n t o , | a V er
t e b r a c i ó n d e i p o d e r . E r a é s t a u n a r e a l i d a d s o b r e l a q u e l0 s t '
tu l a r e s d e s e n o r ío s n o p a r c c ía n m o s tr a r s e m u y re c e p tiv o s p c , ”
d e Ia q u e a v e c e s lo s v a s a l lo s h a c ía n e x p r e s i ó n m a n ifie s ta
r o tu n d a , s e g ú n s e d e m u e s tr a e n a lg u n o s te s tim o n io s m u
i l u s t r a t i v o s , e n l o s q u e h a c í a n e x p l í c i t a r e f e r e n c i a a la s o tr
in s ta n c ia s d e p o d e r, a d e m á s d e la s e n o ria l:

g u a r d a n d o c o m o j u r a r o n d e g u a r d a r t o d a v i a e l s e r v i ç i o d e i re
n u e s tr o s e n o r e d e i d ic h o ...s u s e n o r, e el p ro e b ie n c o m u n d e
l a d i c h a v i l l a e d e la r e p u b l i c a e j u r i d i ç i ó n e t é r m i n o s d e l ia 86

M e d i a n t e e s t a i n t e r e s a n t e f ó r m u l a , a d e m á s . l o s h a b ita n te s
s u j e t o s a l s e n o r í o n o b i l i a r i o p o n í a n d e m a n i f i e s t o q u e s u fa c e ta
d e s ú b d i t o s r e g i o s . y d e v e c i n o s d e u n a c o m u n i d a d , n o d e b ía
d e s a p a r e c e r b a j o la p r e s i ó n d e l a a u t o r i d a d s e n o r i a l .
A c e r c a d e la p o s i c i ó n d e la m o n a r q u i a , e n p r in c ip io , cabe
d e c i r q u e s u i n t e n s i f i c a c i ó n p r o g r e s i v a e n l a d i r e c c i ó n d e los
p r o c e s o s s o c i o p o l í t i c o s g e n e r a l e s d e i r e i n o e s u n a r e l i d a d b ie n
c o n s t a t a d a — m a n i f e s t a , e s p e c i a l m e n t e e n e l d e s e n v o lv im ie n to
d e u n a a c c i ó n c r e a t i v a d e d e r e c h o , c o n u n a l e g i s l a c i ó n d e ap lí-
c a c i ó n g e n e r a l , a s í c o m o l a t o m a d e d e c i s i o n e s v i n c u l a n t e p ara
t o d o e l t e r r i t o r i o , y u n a o r g a n i z a c i ó n h a c e n d í s t i c a c e n tra liz a ­
d a 87— y s e s j t ú a e n e | p u n t o d e a r r a n q u e d e l a c o n s ti tu c i ó n
d e i s e n o r í o . E l m o n a r c a d e s i g n a b a p o r s u v o lu n t a d so b eran a
a l s e n o r , p o r l o q u e . e n s u p o s i c i ó n c o m o « f u e n t e d e g r a c ia » ,
s e c o l o c a b a e n u n n i v e l d e i n n e g a b l e p o d e r p o r e n c i m a dei
d o n a t a r i o , q u e q u e d a r i a a s í e n u n a p o s i c i ó n d e s o m e tim ie n to .

86. Párrafo tom ado de la tom a de posesión de la villa cordobesade


M ontemayor, en mayo de 1459: AHN, Nobleza, Frias, leg. 1.340 núm. 5, cit.
supra.
87. Una panorâm ica dei desarrollo dei poder regio en la Castilla de los
siglos XIII-XV. en diversos trabajos de Nieto Soria. J.M ., como, porejemplo.
los siguientes: F undam entos ideológicos dei p o d e r real en Castilla, siglos
X lll-X V l Madrid. 1988; Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación
en la Castilla Trastámara, M adrid, 1993.

— 152 —

A
I g .nos générales, los monarcas, cualquiera que fuese su
En te . jg relación con el grupo noble, trataron de situarse
d'na nCima del lazo establecido entre senores y vasallos, in-
P°r . ^ c e r respetar por todos en el senorio el vínculo de
t£ n t u r a l e z a » , que- según se ve en los privilégios de donación

<<n eflejaba en *a reserva c*e fideüdad regia. puesta de mani-


86 e n tr e otros aspectos, en la obligación de acogida al rey
^ M o rta leza y, e n general, en el sen o rio 88.
6,1 En c o n s o n a n c ia con ello, trataron de mantener sus rega-
, e s p e c ia lm e n t e las de mayor entidad. — com o las relacio-
'adas c o n la justicia, y la fiscal i d a d , — y de som eter a los
tados senoriales al Derecho de creación regia. con normas
v ig e n c ia y aplicación general en todo el territorio, y a la
toma de decision es m onárquicas, que debían resultar vin-
culantes para todo el rein o89. La obligación de guardar en el
senorio el «servicio regio» con sentido preminente era una evi­
dente n e c e s id a d , al menos en teoria. N o obstante, en la aplica­
ción del sistema, intervenian una serie de fuerzas y factores que
podian provocar distorsiones. y en la real id a d , lo que se obser­

88. Incluso en m om entos en los que la m onarquia se vio obligada a ha-


cer «generosa» donación de m uchos de sus poderes, com o fue el caso de En­
rique II. se incluian en los privilégios de concesiôn de senorios cláusulas como
esta: «et que nos acojades a Nos, et después de los nuestros dias al Infante
d o n Johan mio fijo prim ero h ered ero ...en lo alto e en lo baxo, cada que y
llegáremos yrado o pagado con pocos o con muchos de noche e de dia et a
oualquier ora que y llegárem os»: concesiôn de Aguilar de la Frontera, 30 ju-
lio 1370. ADM. Privilegio Rodado núm . 43. cit. supra.
89. Nos situamos de nuevo frente a la típica donación de Enrique II. ca­
racterizada por la am plitud de poderes traspasados al senor. com o es la ya
citada de donación de Aguilar de la Frontera a G onzalo Fernândez de Cór­
doba. para poder observar que. incluso en estos casos, aparece la alusiôn ex­
plicita a los derechos regalianos: «E t retenem os para Nos e para los Reyes que
después de Nos regnaren en Castiella e en L eôn m ineras de oro o de plata o
de otro métal o de azul, sy las ha o oviere de aqui adelante, et m onedas e
serviçios e alcabalas e terçias e moneda forera de siete en siete an o s... Et que
fagades ende guerra por nuestro mandado et paz por nuestro mandado». ADM.
Privilegio Rodado núm . 43, cit. supra.

— 153 —
va es que, en los estados senoriales nobiliarios, el poder regj^l
alcanzaba un sentido de supremacia desdibujada y lejana.
En cuanto al poder concejil, el régimen senorial, p0r Su
propia naturaleza, representaba un obstáculo o freno. de modo
que la capacidad de maniobra de los concejos de senorio siem
pre era susceptible de resultar mediatizada. de muy diversas
formas, por la autoridad superpuesta. Pese a ello, la entidad
concejil trataba de mantener el pulso bajo la presiôn senorial
Los concejos senoriales siempre estuvieron dotados de un per!
sonal político integrado por vecinos que desarrollaban una ac­
tuación circunscrita al âmbito más inmediato, y que, por ello
solian adoptar una actitud de identificación con los intereses
locales. Generalmente eran oficios menores, fieles, guardas del
campo. caballeros de la sierra, y, entre los más caracterizados
estaban los de mayordomo, y, sobre todo, los alcaldes ordiná­
rios y alguaciles, encargados de la toma de decisiones, las cues-
tiones administrativas, y la función judicial en su sentido más
amplio. En teoria, los privilégios de concesión otorgaban a los
senores el derecho absoluto a nombrar los oficiales de sus vi­
llas, pero ya se ha indicado antes que, en las tomas de posesion,
se sentaron las bases de una gestion compartida en este terre-
no, por la que las capacidades senoriales se veían más o menos
recortadas; a menudo, los concejos consiguieron que la eleccion
de oficiales se hiciera de forma concordada con la autoridad
senorial, y de manera reglada, y, al m enos, puede decirse que
casi siempre mantuvieron su derecho a establecer, en expresiôn
literal, la «matricula de ofiçiales» y el consabido «derecho de
presentación» sobre la mayor parte de los cargos locales, que­
dando para el senor la eleccion entre varios candidatos, por
ejem plo, en número «doblado» 90. La presencia de jurados, o

90. C om o ejem plo puede citarse, entre otros m uchos, la situación del
senorio onubense de Cartaya. perteniente a los Stúníga, titulares del estado
y m arquesado de Gibraleôn, en cuyas ordenanzas. pese a responder a una ini­
ciativa claram ente senorial. se reconocia esta clase de facultades del conce­
jo : cfr.: Q uintanilla Raso. M.a C.. «La reglam entación de una villa de senorio
u r a d o r e s , que representaban los intereses de los vecinos,
P^carácter «perpetuo» de algunos cargos podrían ser inter-
y tacj0S. en algunas circunstancias, com o sintom as de una
or independencia vasallática, frente a la discrecionalidad
s e n o r ia l 91•
El control que los concejos tenian sobre sus propiedades
d erech o s concejiles, los bienes de propios, con su propia
^arcela de fiscalidad — rentas de pesas y m edidas, rentas del
j^edo del alm otacenazgo, etc.— , y su organización hacen-
(jjstica, eran otros tantos signos inequívocos del desarrollo que
dia alcanzar en el marco de los estados senoriales el gobier­
no concejil, capaz incluso de gestionar la recaudación de los
trib u to s senoriales mediante reparto entre los vecinos por pa-
d ro n e s 92■ S u marco de acción se extendia también a la regu-

en el trânsito d e la Edad Media a la Modema. O rdenanzas de Cartaya (Huelva)


(fines s. X V -p rim e ra m ita d s. XVI)», HID. 13 (1987). págs. 189-261. Se tra­
ta d e u n trabajo elaborado a partir de un conjunto de textos norm ativos de
rango local de dicha localidad, fechados entre 1499 y 1542, que se conser-
van en el Archivo M unicipal de Cartaya, y en el AHN, Nobleza, O suna. Otras
o r d e n a n a n z a s de C artaya de este últim o archivo, sección Osuna, fueron edi­
tadas por Lora Serrano, G „ «O rdenanzas m unicipales de C arta.a ano 1542»,
Huelva en su H isto ria ..., ob. cit.. págs. 225-243.
91. En La Puebla de Cazaila en 1504 había cargos anuales como el mayor-
domo. los alcaides, y los jurados- mientras los regidores, alguacil y escribanos
eran perpetuos: cft:. Aguado González, F.J., E l ascenso de un linaje.... ob. cit..
1, pág. 4 9 4 . Había jurados, por ejemplo, en el senorío de Cifuentes: cfk, Riesco
de Iturri, B .. Nobleza y senorios en la Castilla centro-oriental en la Baja Edad
M edia Tesis Doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 1996, pág. 1.027. Exis-
ten no ticias sobre la existencia de procurador en Cartaya. en 1509: ordenanzas,
tit. VI, cfr. Quíntanilla Raso, M.“ C„ «La reglamentación de una villa...», ob. cit.
9 2 . Ordenanzas de Cartaya de 1509, ver supra. Los Libros de Actas de
aquellos concejos de senorío en los que se han conservado, dan cuenta de la
puesta en práctica de sus capacidades de gestion en los diversos pianos, y. en
general, en la faceta ejecutiva. Uno de los ejem plos m ás clarificadores de un
nivel de gestion m uy alto por parte de la instancia concejil, en la obra de
M o n salv o Anton. J.M .1, E l sistem a p o lítico concejil. E l ejem plo del senorío
medieval de Alba de T orm esy su concejo de villa y tierra. Salam anca. 1988.

— 155 —
lacion de los asuntos por via normativa, mediante la redacc"
de ordenanzas que. por deberse a su iniciativa directa, asi coiuq-
por sus contenidos, y por el hecho de que la mayor parte de 1^
multas pecuniarias se destinasen al concejo. pueden ser caljfj
cadas de ordenanzas concejiles o municipales, pese a estar so-
metidas a la consabida y formularia aprobación senorial93
Otra cuestión primordial la constituye el talante de la socie
dad política local, y concretamente. de la oligarquia, que, des
de su dom inación interna en el lugar, podia inclinarse a |a
colaboración con el poder nobiliario — lo que solía ser renta
bilizado por los integrantes de las élites locales para su medro
particular— , o por el contrario, desarrollar una actitud antise-
norial, para evitar perder esa preeminencia, induciendo los com-
portamientos generales de concejo y vecinos. Las reacciones
vasalláticas no siempre fueron a remolque de la actuación se­
norial, y en ocasiones, eran los oficiales concejiles y los veci­
nos en general quienes estabiecian el punto de inflexion de las
capacidades senoriales, de m odo que, al menor roce con los
derechos e intereses de la comunidad, podia saltar la chispa de
la resistencia. En todo caso, hay que hablar de una duplicidad
de gestion, de una actuación concejil que, si bien podia situar-
se al margen de la gestion senorial, se mantenía siempre bajo
su sombra. Esa circunstancia hacia compleja la organización del
gobierno en los estados senoriales, y a veces podia provocar no
poco problemas, aunque en muchas ocasiones seria asumida sin
grandes inconvenientes, mediante un constante ajuste entre las
dos instancias.

93. He podido observar esta realidad. a propósito de un conjunto de or­


denanzas del senorio cordobés de C anete de las Torres, en las que. pese a la
presencia del «gobernador e justiçia m ayor» y el cum plim iento del requisito
de sanción senorial. la iniciativa fue tom ada por el concejo y vecinos. en ra-
zón de intereses fundam entalm ente locales, los cuales se hacían notar además
en los aspectos de contenido, y en la notable presencia de los oficiales y del
concejo com o receptores de las multas establecidas: Quintanilla Raso, M.aC..
«O rdenanzas m unicipales de Canete de las Torres (Córdoba) (1520-1532)».
H ID 2 (1975). págs. 483-521.

— 15 6 —
Los datos con que contamos actualmente sobre el funcio-
íientct j e |os concejos en los seiioríos nobiliarios permiten
r ln ç m n H p I n c TTnn H p «=*llr»c r o t n n n H o
.Klf , __ básicamente. dos m odelos. Uno de ellos responde
blecer,
esta'
I aSo de lugares con un grado más o m enos elevado de en-
licia d histórica anterior a la senorialización. dotados de una
o rg a n iz a c ió n preexistente, con una oligarquia consciente de su
p o s is ic ió n . y deseosa de mantener unos privilégios, que se
h acían respetar por el senory4. Éste se veia asi forzado a esta-
blecer. d e s d e el principio, un firme com prom iso con la comu-
nidad d e concejo y vasallos, en definitiva, con la «republica» de
la v illa 95- En su dimension práctica, sabemos que no era mera
retó rica: muchas tensiones o enfrentamientos entre concejo-
v asallo s y senores obedecían a la consideración. objetiva o. a
veces. algo distorsionada, por parte de los primeros, de que el
sen o r no se habia atenido a tal com prom iso 96. En el otro ex ­
trem o se situaria el ejem plo muy frecuente de lugares serio-
ria liz a d o s en los que la entidad concejil quedaba desdibujada
bajo la cúpula senorial, y en los que, por ello. se puede obser­
var un rotundo ejercicio de la autoridad y el poder por el senor

94. Un caso notable y muy bien estudiado lo representa el del senorío


de Alba de Tormes. donde, según se desprende del trabajo de Monsalvo Antón,
J.M.*. E l sistema p o lítico co n cejil.... ob. cit., la autoridad senorial dejó al
concejo un amplio m argen para la puesta en práctica de sus capacidades, en
definitiva, de sus «flujos decisionales».
95. Recuérdese la expresiôn de los vasallos de M ontemayor, cit. supra
en el texto.
96. Por citar uno de los ejem plos más notables y conocidos de reacción
vasallática a propósito del incum plim iento senorial de los acuerdos pactados
con la comunidad, ver el caso del M emorial de Benavente, de 1400, locali­
zado en el AGS, Diversos de Castilla. leg- 39, foi. 31 en el que, a lo largo de
sus 4 hojas, hoy en mal estado de conservación, «el conçejo e regidores» iban
desgrananado capítulo a capítulo lo que consideraban agravios y abusos se­
noriales. en muchos casos por contravenir pactos prévios. Intersantes consi-
deraciones sobre la capacidad de respuesta v asallática o rganizada, en la
colaboración de Laliena Corbera, C., «Coerción y consenso: un levantamiento
antisenoral aragonés. Maella, 1436-1444», en Scripta. E stúdios en hom ena-
je aÉlida Garcia Garcia, Oviedo, 1998. págs. 297-319.

— 157 —
en su máxima extension, superponiéndose asi a los objetiy 1
intereses de los concejos y vasallos. que quedaban d e ^ 6
m odo, fuertem ente so m e tid o s97. Entre ambos, se c o n
todo tipo de situaciones, en un gradiente de mayor a m *
capacidad concejil en el âmbito senorial.

El poder senorial como poder acluante superior

En la correlaciôn de fuerzas que se concentraban en el


norio, el poder nobiliario despuntô en el piano social, milita,,
y fiscal, y, por encima de todo, en el ejercicio de la jurisdic
ciôn senorial. es decir. del poder gubernativo y ju d ic ia l qUe
com o hem os establecido en la premisa inicial, resu m ia n de
una u otra forma, todas las facetas del poder.
Para abordar esta cuestión. resulta obligado rea liza r un
cam ino de ida y vuelta, desde las form ulaciones teó rica s y
generales, al análisis em pírico. Entre los factores a tom ar en
consideración están. por un lado, la época, el lugar y las cir­
cunstancias de la senorializacion, el grado de desarrollo del
núcleo de gobierno preesixtente, o la actitud de los integran­
tes de la sociedad política local. Pero. además de todo esto, el
propio comportamiento senorial. constituye un factor d e pri­
mer orden, en si mismo, y en sus horizonte de posibles com-
binaciones en el marco de relacion con los très focos de poder;
es más. ni siquiera podria hablarse de una actitud fija e ina-

97. Situación muy generalizada, que se docum enta, por ejemplo. en el


senorio soriano de Almazân. en el condado de Montegaudo: Diago Hernando.
M.. Estructuras de po d er en Soria a fin e s de la E dad Media Junta de Castilla
y Léon. 1993., en especial cap. IV, dedicado al papel político de la nobleza
en sus estados, págs. 102 y ss. En más de una ocasiôn, dicho autor ha insis­
tido en las grandes diferencias en la capacidad de acción y organización
concejil entre el senorio de A lba de Tormes, estudiado por J.M.* Monsalvo.
citado su p ra. y este senorio de A lm azân. cuyo ejem plo propone como con-
trapunto del anterior.

— 158 —
r 'ble en cada estado, ni tampoco en cada senorío concre-
rt1°' ue dependia de los m omentos, de las coyunturas, e in-
l° ^ de los relevos generacionales en el nivel senorial. De
ClU!'°ello se obtiene una imagen de diversidad en las numero-
í0^°entidades senoriales de la C astilla de fines del período
**fjjeVal de tal manera que. esencialmente. puede decirse que
^ I senor hace al senorío». y. en relación con esto. que «no hay
* . n s e n o r i a l , sino senorios». No obstante, se puede obser-
n las relaciones de poder en las numerosas entidades se-
var
oriales en la Castilla de fines de la Edad Media cierto grado
d e c o h e r e n c ia . si se tienen en cuenta las tendencias más gene­
r alizad as de la alta nobleza. que se mostró capaz de désarroi lar
sus propias bases de poder. y. aún más. de extralimitarse. prac-
ticando la intromisión en el ejercicio de las capacidades de las
otras dos instancias, en las matérias más diversas, como los de­
rechos sobre la tierra, la fiscalidad, el gobierno, o la justicia.
Los titulares de senorios tenían clara conciencia de haber
adquirido la «governaçión e administraçión e justiçia de todo
ello». y en su forma de ejercer esas capacidades demostraban
que consideraban sus lugares com o células autônomas, dis-
puestas para ser administradas y gobernadas de acuerdo con
sus propios intereses 98. La enajenacion de lugares y vecinos
y su entrega a los miembros de la nobleza, suponía el forta-
lecimiento de la élite senorial, a la vez que debilitaba a la mo­
narquia. Los titulares de los senorios y estados se extralimitaban
frecuentemente en su actuación fiscal sobre los derechos de la
Corona y, utilizando todo tipo de procedimientos. básicamente
ilegales. tomaron para sí algunos de los más relevantes tribu­
tos regios, y, con frecuencia. obstaculizaban el ejercicio de la
supremacia judicial regia, im pidiendo el recurso de apelación
de los vasallos, incluso en los casos bien dem ostrados de

98. La expresión. por otra parte, habitual, se contiene en una carta del
maestre de Santiago, don Juan Pacheco, y se refiere al m arquesado de Villena.
cedido en abril de 1468 a su hijo don Diego López Pacheco, a quien trans­
mitia. literalmente, esos poderes: AHN. Nobleza. Frias 666/4.

— 159 —
«mala justiçia senorial». En su dimension fáctica de po^g
grupo altonobiliario dem ostro en sus senorios una a r t -
ambivalente respecto de su relación con la monarquia- si
un lado resulta clara la m ím esis respecto del poder regi0
nifiesta en todas la facetas — gobierno, fiscalidad, justic^"
cancillería— por otro, en cam bio, todos los sintomas p a reil
indicar que intentaban obviar el significado simbólico y
tico de la cúpula regia situada sobre la instancia senorial E
senor. en su condición de gobernante. situaba esta faceta
directa relación con el «serviçio de Dios nuestro sennor, eb"
e pro del dicho conçejo — e incluso no olvidaba consignar la
referencia a su propio interés— . e de mi hazienda». perosin
incluir ninguna referencia al «servicio regio»99. Todo ind'
que no tenían conciencia de su papel com o delegados del mo­
narca. de forma que gobernaban y administraban sus senorios
en función de sus objetivos.
En cuanto su relación con concejos y vasallos, sus «jus
tos e derechos titulos» los reconocían com o una instancia de
poder en el senorío, con muchas capacidades de acción y dé­
cision por encim a de la sociedad politica local, y eran acata-

99. La realidad estaba muy lejos de las opiniones de Castillo de Bo


dilla. J.. Política de corregidoresy senores de vasallos Madrid, 1597, que es-
tablecía el paralelism o entre estas dos actuaciones por delegación real. Podrian
citarse infinidad de testinionios docum entales en los que la monarquia no se
tiene en cuenta para nada en el horizonte de objetivos a cubrir en el gobier­
no senorial. Veamos algunos ejem plos: en unas ordenanzas de Pueblade Ca-
zalla el conde de Uruena instaba a los oficiales a reunirse en concejo para
«proveer en las cosas del seruiçio de Dios nuestro sennor, e bien e pro del
dicho conçejo. e de mi hazienda»: Osuna. 20 de febrero de 1508, AHN. No­
bleza. Osuna, leg. 3.428, núm. 1, editadas por Pardo Rodríguez, M.a L.: «Las
ordenanzas d e Puebla de C azalla», I I C ongreso de H istoria de Andalucia.
A ndalucía M edieval, I. Córdoba. 1994. págs. 197-203, tít. 1, pág. 199. En las
de C artaya de 1509, se lee un m andato senorial a los oficiales, muy similar
al anterior: «todos juntos, m irando solamente al seruiçio de Dios e a mi honrra
e pro desta dicha mi villa platiquen e ordenen las cosas que convinierena mi
serviçio a al bien publico», ver doc. cit. supra, tít. V.

— 160 —
j c de grado o por la luerza. por los vasallos com o «senor
i ítim o y verdadero». literalm ente aludido com o «sennor
onplid0>>- 0 «sennor natural» ,0°.

£ s tr a te g ia s se n o ria le s: p o d er, g o b ie r n o . y ju s tic ia

Para calibrar el alcance y significado del poder senorial


como poder superior, es preciso tomar en consideración tan-
10 los princípios y lógicas sobre los que se sustentaba, — de
|0S que se ha tratado en los apartados anteriores— , com o Ias
estrategias puestas en practica.
La presencia física fue utilizada por los grandes senores
para proyectar su poder en el âmbito bajo su jurisdicción. y,
en cierto modo. presentar una imagen de cercania protectora
para con sus vasallos. Es cierto que en el siglo XV. la alta no­
bleza había hecho de otros escenarios. sobre todo el espacio
cortesano. y. en general, las ciudades, sus lugares de implan-
tación básicos, protagonizando un innegable cam bio de resi­
dência habitual desde el castillo senorial al palacio urbano;
pero también lo es que, haciéndose eco de las actitudes reco­
mendadas por algunos tratadistas de la época que aludían a la
conveniencia de que los senores visitaran sus senorios, hicie-

100. Podría m ultiplicar los testim onios: entre los más antiguos se en-
cuentra un «pleito hom enaje» realizado por los vasallos de Hita. en m arzo de
1405. por el que recibían a don ínigo de M endoza como «sennor conplido de
la dicha villa e de su tierra»: Pérez Bustam ante. R. & Calderón Ortega. J.M ..
El marqués de San ti lia n a ..., ob. cit., doc. 17. pág. 103. En la tom a de pose­
sión de Villodo. en junio de 1422. por el m ism o don ínigo. los vecinos ma-
nifestaron «que les plazia de buena voluntad e por ende que resçibian al dicho
sennor Ynigo Lopes por su sennor natural»: Sánchez Prieto. A.B.. ob. cit. doc.
15. De «senor natural» se calificaba tam bién a don AlfonsoTélIez Girón. cuan­
do fue recibido como senor en Olvera. en diciem bre de 1460: A tienza Her-
nàndez. I.. «El poder real en el siglo X V ...» ob. cit.. y a don Diego López
Pacheco, hijo del m arqués de Villena. en la tom a de posesion de Hellin en
1468. AHN. Nobleza. Frias. leg. 666 núm. 2.
ron de la visita ocasional a las villas de sus estados unatact- '
ca. que, más allá de su sentido práctico la visita s e n o r ia l **
ejercia para solucionar problemas puntuales, emitir m a n d a t
otorgar licencias, y realizar acuerdos con los vecinos— p0r
mezcla de ingredientes autoritarios y paternalistas les prop0rU
cionaba buenos resultados
La captación de las redes ciientelares locales en su s sefio.
rios fue otra de las estrategias puestas en práctica en el g 0bier_
no senorial. Los senores utilizaron m últiples fórmulas de
conexiôn con los sectores de la oligarquia local, a los que aca.
baron atrayendo a su órbita, bien al elegir a vecinos a los qUe
captaban. o bien, del m odo contrario, por introducir en el lu.
gar a gentes de su entorno 102. El otorgamiento de los ofiçios
con el sentido de «m erçed» o «gracia» senorial podia respon-
der tener también a ese ob jetiv o 103.

101. En el Libro d el regimiento de los senores, obra m e n cio n ad a supra


Juan de Alarcôn recom endaba a los senores que visitaran sus villas con fre
cuencia para «alegrarlas con sus presencias corporales». L a v is ila senorial
respondia a la ineludible necesidad de «ser visto», com o modo d e hacerpa
tente su dom inación. y facilitaba un contacto senor-vasallos p en e trad o de as
pectos distintos y com plentarios, desde el autoritarism o al p atern alism o y |a
integración. La visita del senor, con sus ritos propagandisticos y sentido de
integraciôn en el âm bito senorial, es una cuestión escasamente documentada
en la baja E dad M edia, m ientras que se conoce m ucho m ejor su importância
en períodos posteriores: sirva de ejem plo un docum ento del AHN, Nobleza.
Osuna, leg. 1.270 núm. 3, perteneciente al condado de Oropesa, y fechado en
1725. en el que se alude a las desm otraciones de júbilo, ce leb rac io n es reli­
giosas y festejos taurinos con que acogieron sus vasallos al co n d e . quien se
dirigia a ellos con expresiones acerca del «paternal am or» que inspirabasu
gobierno, asi com o el de sus antepasados.
102. Una reciente vision de este asunto en el artículo de Beceiro Pita 1..
«Las redes de la oligarquia en los territorios de senorío: las élites de Benavente
y su entorno». E ! condado de B enavente. R elaciones H ispano.... ob. cit..
págs. 199-214.
103. «ordeno que los dichos ofiçios — regimiento, escribania del coraùn
alcaldias m ayores de la villa y condado, que se habían convertido en petpe-
tuos— e cada uno de ellos sean anales e se ayan de proveer por mi en cada
un an o .. .para que yo faga m erçed de cada uno de ellos a la persona que viere

— 162 —
mezcla de dom ination, y persuasion, de control y pro-
en principio antitéticas, pero en realidad
' ' n p a t e r n a lis t a
,cC!°|n nentarias, solia dar buenos resultados para la clase se-
C° l ^si con ocasión de las frecuentes reivindicaciones
ÃOI*—
non*»1- r . , n n n i o n a n m a r c h a a l m a o i n l i - r v i n / - i Ino
va53Ilâticas,en *as 9 ue Ponian e n marcha el m ecanism o de las
|ransa c c i o n e s , se detecta una politica senorial que, si suponía
ia c e s iô n en algunos aspectos, lograba, sin embargo, mante-
nec jn c ó lu m e s sus más firmes intereses. Resulta bien probada
la ad ap tació n senorial a las circunstancias, con una alternada do-
sifica ció n d e posturas rígidas y momentos de flexibilidad 104.

" ^ np]e a m i serviçio e al bien, utilidat e procom unt de esta mi villa e


» vasallos». ordenanzas de M anzanares el Real, de 1483, Sánchez Prie-
rjerrta c v®-3
A g La Casa del In fa n ta d o ..., doc. 55.
104. De las actitudes senoriales tendentes a evitar el conflicto abierto
con sus vasallos se viene hablando ya hace tiem po. Ver, entre otros, Atienza
Hemândez. 1„ «Consenso, solidaridad vertical e integración ‘versus’ violên­
cia» S en o rio y F eudalism o..., ob. cit. II. págs. 275-318. En lo referente a las
cesiôn en las pretensiones senoriales, a cam bio de obtener benefícios más
importante creo que constituye un buen ejem plo la práctica. que se fue ge­
n era liz a n d o . del pago de las prestaciones vasallâticas en trabajo — construc-
cion de fortalezas, acarreo de m ateriales, d e sp lazam ien to s por m otivos
senoriales, etc.— que el senor se veia obligado a compensar con jornales, pero
que. en definitiva le perm itian disponer de la fuerza de trabajo necesaria en
cada momento. He docum entado esta cuestión en mi trabajo sobre «El con­
dado de Priego de C u en ca...» . ob. cit., en especial págs. 393-400, donde se
comenta, entre otros aspectos, que los Carrillo de M endoza habian cedido al
concejo de su senorio de Villar del Saz de Don Guillén las rentas del almota-
cenazgo. homo y correduria, y que en todas sus villas pagaban las «facenderas»
y las «vêlas» a sus vasallos, pero la impresión general en cuanto al ejercicio
desus derechos y el m onto de sus ingresos no se veia m erm ada en absoluto,
pese a esas cesiones. Sobre esta cuestión, m ucho antes, en un articulo, titu­
lado «La Casa senorial de Benavides en Andalucia». HID 3 (1976). págs. 441-
484, pude observar o tro ejem plo de transacciones senoriales eficaces: en
Jabalquinto (Jaén) el senor transigia a las peticiones vasallâticas, renuncian­
do a los tradicionales derechos de «posada y yantar» pero los com pensaba con
la toma de porcentajes de la producción agricola. e insistia en mantener, en­
tre otras cosas, algo sobre lo que m ostraba gran interés: el derecho al reclu-
lamiento de tropas con vistas a cualquier tipo de enfrentam iento.

— 163 —
La organización del gobierno en los estados senoriales de i
nobleza trastámara. en sus líneas básica, era sencilla: en la b a J
cada uno de los concejos vecinales. con ciertas posibilidades de
gestion local, aunque intervenidas por la voluntad del senor, y
encima, la autoridad senorial con su capacidad de organización
de un sistema de gobierno centralizado. Un evidente grado de
eficacia se observa en el gobiem o de la mayoria de esos estados
nobiiiarios, para lo que las Casas nobles contaban con una ma­
quinaria cada vez más nutrida y cualificada. en la que incluso
existia un «consejo» senorial105. Aunque. en algunos casos, la
dispersion geográfica de los lugares integrados podia dificultar la
centralización y la coherencia. sabemos que los titulares de los
grandes dominios senoriales intensificaban el papel de aglutinante
del núcleo que hacia las veces de capital, convertido en centro
neurálgico del estado, y potenciaban las relaciones entre cada una
de las villas y vasallos10é.

105. La presencia de estos organism os está comprobada, sobre todo en


los grandes Casas: ver. por ejem plo. la referencia docum ental de 1483 sobre
el ducado del lnfantado: Sánchez Prieto. A.B.. L a Casa del lnfantado... ofo
cit.. doc. 55. un texto de ordenanzas donde a apropósito de la función del re­
ceptor de cuentas, el senor dice textualm ente, que una vez era obligado a dar
razón de los ingresos y gastos, «e ansy dado, lo lieven ante los del mi Con­
sejo para que ellos lo vean e exsam inen e me fagan relaçiôn de ello».
106. U no de los autores que más se han venido ocupando de la orga­
nización gubernativa de los estados senoriales castellano-leoneses a fines de la
Edad Media es Calderón Ortega. J.M .: «Aspectos políticos del proceso de for-
m ación de un estado senorial: el ducado de Alba y el senorio de Valdecomeja.
1350-1488», Estudios Abulenses 23 (1995), págs. 11-17: o. «El gobierno y la
administración de un estado senorial: el Consejo de los duques de Alba (1484-
1531)». E E M . 19 (1996), págs. 311-346. Los aspectos básicos de la fun-
cio n alid ad de las capitales de estad o s sen o riales en el artículo de Diago
Hernando. M.: «Alm azân en época de los Reyes Católicos. Estructura social
de una pequena capital de estado senorial». E E M , 16 (1993), págs. 239-264.
A cerca de las relaciones entre villas y vasallos de distintos senorios induci-
das por los titulares, he encontrado bastantes testim onios, entre ellos en mi
artículo sobre «El condado de Priego de C u en ca..., ob. cit.. donde se senala.
entre otras cosas. que los vasallos de los senorios conquenses del condado
eran obligados a abastecerse de sal en las salinas de Molina. en Guadalajara.

— 164 —
gn lo referente a las amplias facultades gubernativas se-
jales ya se aPuntad ° que los senores no solían utilizar
sus capacidades potenciales respecto al nombramiento
ficiales locales, pero siempre se reservaban cierto derecho
^ in t e r v e n c ió n en su designación. aunque fuera sobre candida-
' r e s e n ta d o s por el concejo y vecinos. com o solia suceder en
*^50 d e los ofiçios de menor rango. Además. se observa que.
6 eran los senores quienes establecian los requisitos para
la nómina o «matricula» de oficiales, proyectando en este
fija r
a^unto claramente sus intereses lü7. Seguian de cerca la actua­
ción algunos oficiales locales, sobre todo los relacionados más
d irectam ente con el âmbito judicial, y la práctica del «juicio
^ residência» se fue generalizando com o elem ento de control
cn las últimas décadas del siglo XV ,08. El control era aún más
e s tr e c h o en el caso de algunos cargos más directamente rela­
cionados con la esfera senorial, com o los alcaides. responsa­
bles de las fortalezas y de sus guarniciones. y. por extension.

controladas por el linaje, y. sobre todo. que los vecinos del senorío conqueense
de C aiiaveras debian desplazarse para realizar prestaciones de vigilancia en
la fo rtaleza de la villa de Castilnuevo, cercana a M olina.
107. Era normal reservar los cargos a caballeros. com o he podido obser­
var. por ejemplo. en las ordenanzas del senorío de Santisteban del Puerto, fecha­
das el 2 de marzo de 1503. donde quedaban obligados a hacer alardes periódicos:
ADM, Santisteban del Puerto, leg. 27. nùm. 27, en «La Casa senorial de Be­
navides en Andalucia.... ob. cit. Pero también he documentado un caso m uy par­
ticular y expresivo en el senorío de Cartaya. donde el senor, muy directamente
interesado en fomentar la dimension marítima de su estado, estableeió que los
cargos de alcalde y regidor quedaban reservados a quienes fueran propietarios de
carabelas, o tuvieran parte en ellas: «La reglamentación de una villa de senorío...,
ob. cit.. título III: «Que los que tuvieren caravelas sean ofiçiales.. .el que tuviere
caravela entera o media caravela sea alcallde. y el que tuviere parte en caravela
sea regidor». El hecho es. por otra parte, una interesante demostración de la ca­
pacidad y el interés senorial para inducir las prácticas econômicas de sus vasallos.
108. Tuve ocasión de conocer este aspecto, a partir del estudio de las or­
denanzas de Santisteban del Puerto. «La Casa senorial de B enavides..., ob. cit.,
y en las de Cartaya, de 1509, concretamente en el titulo XI que trata «Sobre la
resydençia de los alcalldes»: «La reglamentación de una villa ob. cit.

— 165 —
de los recursos militares del senorio. pero que, a m e n u d o - j l
ensancharse sus competencias por voluntad senorial c o m o
go se indicará 109. Por encima de esto, el signo más identífj
tivo de la preeminencia senorial en las villas de sus e s ta d o s b !
constituye el generalizado nombramiento senorial d e oficial
centrales, reclutados entre sus agentes, com o el alcalde m
corregidor. o justicia mayor, que. al superponerse en su s com '
petencias a los oficiales de rango local, en el fondo lograh
proyectar de manera muy efectiva la sombra del poder senoria|
sobre los asuntos locales. De esta forma, a fines d e la Edad
Media, en todos los grandes dom inios nobiiiarios castellan o-
leoneses existían continuadamente, al menos. dos o fic ia le s de
rango sociopolítico elevado, y con capacidades d e l m áxim o
nivel, relacionadas con las cuestiones militares, y jurídicas
que eran el alcaide, y el alcalde mayor, totalmente id en tifica
dos con el marco de actuación y la voluntad senorial.
La práctica del gobierno senorial se ponía de m an ifiesto a
través de mandamientos, instrucciones, requerimientos, provi-
siones, y cartas n0. En virtud de esto, la mayor parte de las de-

109. No parece necesario justificar la estrecha relación entre el senor y


el responsable de la tenencia del castillo senorial. de lo que además ya se ha
tratado, pero valga una referencia muy expresiva: en 1484 don Rodrigo Ponce
de León aludia al tenente de la fortaleza de su lugar de Chipiona, con estas pa­
labras: «el alcayde Pedro de Pinos, mi espeçial amigo»: Franco Silva, A„ «La
organización municipal de Chipiona a través de sus ordenanzas», en Estudios
sobre ordenanzas municipales (siglos XIV-XVI). Cádiz, 1998, págs. 247-287.
110. Puede verse una valoración de la form ulación del ejercicio del po­
d er gubernativo senorial en sus docum entos, en un articulo dedicado a la
plasm ación diplom ática del poder: Pardo Rodríguez, M.a L.: «La 'Potestas'
senorial: los docum entos de m andato del condado de Medinaceli», Senorio
y F e u d a lis m o ..ob. cit., IV, págs. 107-133. Son constantes en los documentos
las alusiones a la necesidad de disponer de «liçençia e mandado» del senor
para los m ás diversos asuntos de la vida local. En 1480. por ejemplo. el mar­
qués de Cádiz daba orden a sus oficiales de que se reunieran en concejo to­
dos juntos para reconocer y acatar sus m andatos, «quando yo enviare cartas
tocantes al regim iento dese mi lugar»: Franco Silva. A.. «La organización
m unicipal de Chipiona ... ob. cit.. pág. 275.

— 166 —
1 es que afectaban a 'a v'c*a comunidad. — en aspec-
c'si(’n|')r)ômicos, sociales, obras públicas, paz y orden general,
|0S eL ernanaban directamente del senor o eran asumidas por
etc- c
cis ofic'ales-
Una d e las manifestaciones mas representativas del poder
K.hemat*v0 ejercido por los titulares de estados senoriales era
f a c u l t a d normativa, que dit» lugar a la rédaction de esplén-
\a conjuntos de normas de aplicaciôn en sus dom inios. El
. rcicio d e dicha facultad se habia venido concretando en el
e{orgamiento senorial de fueros, o incluso de cartas pueblas,
Ot°tanto que en éstas se encuentran suficientes ingredientes
normativos, que les otorgan este carácter, más allá de su sen­
t i d o contractual: pero, sobre todo. resaltan por su importancia

c u a n t i t a t i v a y cualitativa las ordenanzas bajom edievales 1".

111. La década de los ochenta conociô un gran em puje en las investi-


aciones sobre ordenanzas. En el trabajo dedicado a las de C artaya (Huelva),
«Lareglamentación de una villa de se n o rio ...» , ob. cit., he tenido ocasión de
realizar una introducción general acerca del valor y la trascendencia de esta
fuen ted e información sobre los senorios castellano-leoneses bajomedievales;
en él se incluyen referencias sobre algunas de las más im eresantes ordenan-
jas de villas senoriales editadas por entonces. com o. por ejem plo. G onzâlez
Gémez. A., Ordenanzas m unicipales de Lepe Huelva. 1982; G alán Parra. I„
y Ladero Quesada. M.A.. «Sector agrario y ordenanzas locales: el ejem plo del
ducado de Medina Sidonia y condado de Niebla», Congreso de H istoria Ru­
ral.... ob. cit.. págs. 75-94: y Galán Parra. I.. «Regim enes m unicipales y po­
der senorial: las ordenanzas de 1504 para el condado de Niebla y el ducado
de Medina Sidonia», H uelva en su historia. M iscelânea histórica. Huelva.
1986, págs. 201-223. Desde una perspectiva general, resultan de gran interés
las consideraciones generales sobre esta fuente, cada vez m ás apreciada, en
el artículo de Ladero Quesada. M .A.. y G alán Parra. I., «Las ordenanzas lo­
cales en la Corona de Castilla com o fuente histórica y tem a de investigación
(siglos XIII al XVIII)», A nales de la U niversidad de Alicante. H isroria Me­
dieval, 1 (1982), págs. 221-243. Y, para cuestiones formales. la obra de sínte-
sis de Corral Garcia. E., Ordenanzas de los concejos castellanos. Formation,
contenido y manifestaciones (siglos XIII-XVIII) Burgos, 1988. Recientem ente
se ha publicado una recopilación de textos ordenancísticos de diversos seno-
ríos: Franco Silva. A.: E stúdios sobre ordenanzas m u n icip a les.... ob. cit..
donde se recogen diez trabajos suyos. ocho de ellos editados con anteriori-

— 167 —
Un notable desarrollo normativo se produjo en los estados
noriales en la Castilla del último tercio del siglo XV y prit^ '
ras décadas del XVI. A veces. com o ha se ha indicado U
iniciativa partia de la comunidad de concejo y vecinos, Co^
se indica en la deciaración explicativa del preâmbulo, y ^
puiede apreciarse también en el propio contenido de las nor'
mas. con asuntos del interés directo de los habitantes, y en e|
reparto de las penas pecuniarias. dando participación al acu­
sador. a los oficiales relacionados con las distintas cuestiones
y al propio concejo. aparte de las destinadas a sufragar obras
públicas de la localidad " 2. Un tipo intermedio de ordenanzas
lo representaban aquellas en las que. a propósito de una ini­
ciativa vasallática reivindicativa. se-producia una participación
senorial directa, por la que el titular del senorío iba respon-
diendo a cada una de las cuestiones sugeridas por el concejo.
de forma que cada una de sus respuestas quedaba convertida
en norma Queda, finalmente, por destacar, la trascenden-

dad. y los dos últimos, sobre Chipiona (Cádiz) y Torrico de Oropesa (Toledo)
inéditos. Sobre el paso del Fuero a las ordenanzas de una villa de senorío
varios trabajos insertos en la obra sobre E l condado de Benavente..., ob. cit-
Morán Martin, R.. «Benavente: vivir en Fuero», págs. 157-177; Hernández
Vicente, S.. «La organización adm inistrativa y socioeconóm ica del concejo
de Benavente durante el siglo XV». págs. 179-197; y González Rodriguez.
A.. «D ocum entación medieval de los P im entel..., ob. cit.
112. Un ejem plo muy claro de ordenanzas de iniciativa concejil. aun­
que se realizaron con la tutela de agentes senoriales. com o el justicia mayor
del estado senorial. en mi artículo titulado «O rdenanzas muncipales de Ca­
nele de las T o rres.... ob. cit.
113. Testimonio de esta clase de textos normativos son las ordenanzas dc
M anzanares de 5 de noviembre de 1483. cuyo traslado ha sido transcrito por
Sánchez. Prieto, A.B.. La Casa d el Infantado.... ob. cit.. doc. 55. en cuya in­
troducción se dice lo siguiente: «Las leyes e hordenanças que el Duque nues-
tro senor hizo el ano de ochenta e tres, estando en su villa de Mançanares, son
las syguientes;... Bien sabedes en com m o yo vine a esta mi villa por dar re­
médio a algunos danos e maies que me eran quexados por algunos mis vasallos
que los veçinos e moradores de la dicha mi villa e condado padecian... Edes-

— 168 —
ue a l c a n z a b a en el panorama del gobierno de los estados
c,a l arjos la décision senorial de controlar directamante di-
"h 'facultad. y. en la mayor parte de los casos, orientaria en
ión de sus intereses. dando lugar a ordenanzas que, por los
2 , abordados, las sanciones impuestas, y todos los demás
íftalles que en ellas se daban, tenían un carácter propiamente
norial. El senor asumía claramente sus atribuciones com o
'fazedor y hordenador de leyes». y el núcleo motivador quedaba
referido, aparentemente, y según la habitual fórmula retórica, al
«servicio divino» y al «bien común», pero sin ocultar el obje­
tivo preferente. que no era otro, que el beneficio senorial U4.
I n d i f e r e n c i a d a . en cierto m odo, d e la propia acción de

gobierno. la justicia representaba. com o ningún otro aspecto


tal vez. la esencia del poder. Dentro de la funcionalidad del
s e n o r i o jurisdiccional, esta amplia faceta se corresponde con

el sentido técnico y preciso del propio término «jurisdicción»


consistente básicamente en la facultad para establecer normas,
v ponerlas en aplicación. Después de haber observado el pro­
ceso de constitución del poder judicial en los senorios caste-
llan o-leon eses en la Baja Edad Media, desde los privilégios de
inmunidad a las donaciones de jurisdicción trastámaras, y el
modo en que los senores gustaron de representar sim bolica­
mente sus atribuciones judiciales en los ritos de toma de po­
sesión, es preciso ahora centrarse en algunos de los rasgos mas
caracterizados en el ejercicio de dicho poder senorial.

pués asi venido me fue dada una petiçion de diversos capitulos...»; la décision
senorial al respecto consistió en ir contestando a cada petición que le era for­
mulada—«A esto vos respondo q u e...» — , y anadiendo algunas otras normas
que, lileralmente, «aliende de aquellas, a mi pareçió se devia proveer».
114. La expresión del texto está tom ada de las ordenanzas del senorio
onubense de Cartaya, Quintanilla Raso. M .1 C., «L a reglam entación de una
villa de senorio...»ob. cit. En cuanto a la fórm ula de justificación, solía ser
de este tipo: «a serviçio de Dios. e m io, e a pro e bien de las dichas mis
cibdades, villas e lugares m andé faser ciertas ordenanzas»: Franco Silva, A„
«Laorganización m unicipal de C h ipiona..., ob. cit.

— 16 9 —
Las fuentes son relativamente abundantes, pero dispe
y. junto a los testim onios de la práctica judicial, a isla d o s
muy frecuentes. una información fundamental se encuentra*'**
las ordenanzas. nacidas. según se hacia constar, con el fjn ! n
atender a la «justiçia e buena governaçion desta d ich a mi v'6
lia», y remediar la «falta de justiçia e buena governaçi0n»
para lo cual se dictaban normas con vistas a «proveer en |aj
cosas de la justiçia» u5.
El interés senorial en la administraciôn judicial e n sus es
tados obedecia a varias razones. Por un lado, en el m arco de
referencia teórico, la justicia era una de las m an ifestacion es
más claras del sentido de poder asumido por la autoridad se­
norial. En el sentir y el decir de la época el «buen gobierno»
se identificaba con el cum plim iento de justicia, es decir. con
la «buena justicia». Justicia, y paz se consideraban co m o as­
pectos encom endados a la monarquia por la divinidad, y. en
cierto modo, cabe pensar que los senores podian sentir que con
la trasposición de los poderes regios. les alcanzaba de lleno esa
responsabilidad 116. La dialéctica «ira/gratia». propia d e la jus­
ticia divina se había hecho extensiva a la función ju d icial de

115. Respectivam ente, ordenanzas de Cartaya, de 1509, ob. cit. título


IV; de M anzanares el Real, 1483,ob. cit., doc. 55; y Chipiona, 1480, ob. cit
pág. 273.
116. Resulta interesante que, si en época altomedieval se consideraba
a los antiguos senores no sólo com o sucesores del responsable de la comu­
nidad gentilicia, sino tam bién com o representantes de la divinidad; mucho
m ás tarde, en la tratadística del siglo XVI, se mantuvo viva esta idea: ver a
propósito el testim onio de Juan de Avila, un clérigo del entom o del mar-
quesado de Priego, en su «C arta prim era a un senor de estos reinos...», don­
de hacia esta consideración sobre los titulares de senorios: «El senor de
vasallos, lugarteniente es de Dios, el cual ordena que haya en la tierra bue­
nos que rijan y manden, y otros que obedezcan...P ues mire el hombrequees
oficio de D ios para con el hom bre, y sabrà ser senor para con sus hombres»:
cfr. \ C arrasco M artinez. A., «H erencia y virtud. Interpretaciones e imágenes
de lo nobiliario en la segunda mitad del siglo XV», Las sociedades ibéricas
y e l m a r a fin a le s del siglo XVI. La Corona de Castilla, IV. Madrid, 1998.
págs. 231-271, concretam ente pág. 238.

— 170 —
y. además, servia para que los senores en sus
o n a r q u ía .
esa capacidad con objetivos de similitud
ia 'ï o r i o s a s u m ie r a n
^'roxim ación a la Corona 11 '. La justiçia, además. se situa-
} 3gn el centro de gravedad de los procesos de control social,
convirtiô, en un m étodo de con solidación de la jerar-
^ SzaCiôn socio-politica, por lo que es fácil comprender que
ql" vasallos reconocieran esta práctica com o uno de los sig-
os más evidentes de la autoridad senorial, y que la alta no­
bleza se sintiera claramente identificada con esta faceta del
ercicio de su poder en sus estados. Finalmente, a otro nivel,
[a proyecciôn econômica que se derivaba de su administración
era un interesante aliciente que la instancia senorial encontraba
en ia puesta en práctica de esta potestad en sus senorios.
En el plano fáctico, los poderes del senor se médian en en
competencia con los de la monarquia. Aunque sabem os que la
transferencia del poder judicial a los senores no era absolu-
taii8. la actuación senorial solia sobrepasar las capacidades
obtenidas por subrogation de la Corona. Por un lado, a esa
regalia de justicia, a veces en función de la coyuntura se le
aplicaron importantes deducciones en su cuota de ejercicio,
como. por ejemplo, en el caso de las alzadas incluidas a ve­
ces en los privilégios a los senores U9. Por otra parte, las ape-
laciones al rey, en muchos casos. durante buena parte del siglo
XV no pasaban de ser un marco teórico de derechos — impli-
caba gastos, desplazam ientos, etc., especialm ente en el caso
de los más débiles y desfavorecidos.

117. Ver, a propósito del sentido de la justicia regia, el reciente artículo


deGauvard. C., «Les juges jugent-ils?. Les peines prononcées par le Parlement
criminel, vers 1380-vers 1435», P enser le p o u v o ir au M oyen Âge, VIII-XV
siècle. Études offerts à Françoise Autrand, D. Boutet et J. Verger, coords., Paris.
2000, págs. 69-87,
118. Bermejo Cabrero. J.L., en su artículo «M ayoria de ju stic ia ..., ob.
cit., ya senalô que la suprem acia de jurisdicción de la m onarquia perm itia la
mtervención de agentes regios en los senorios.
119. Recuérdese el texto de donación del senorio de Aguilar de la Fron­
tera por Enrique II, incluido en el texto, supra.

— 171 —
D e este modo, se puede hablar de un alto nivel de a
mia judicial en los estados senoriales. En ellos, la admi ^
ción de la justicia se ponia en práctica a través de un
sistema, y con la directa intervención de dos tipos de ofip
Por una parte, la justicia local, que funcionaba c o m o una ^
mera instancia, y aparecia regulada con detalle en las ord
zas. Los oficios concejiles relacionados con la faceta iud- • ■
tenian atribuidas competencias muy diversas 120. Aunque a
ces se aludia a ellos genéricamente. com o «la justiçia destad
cha mi villa» o «los que tuvieren cargo de la justiçia destadichà
mi villa», sabemos que estaban directamente re la c io n a d o s
estas funciones entre otros, los jueces comisarios, jueces de
menores, procuradores, y regidores. pero eran, especialmente
los alcaides ordinários y los alguaciles quienes se encontraban
más directamente responsabilizados de la justicia local en las
villas de sen orio121.
Los alcaides estaban presentes en todos estos lugares y
sus com petencias resultan bien conocidas, entre otras cosas

120. En las ordenanzas de Cartaya. 1509. se alude, por ejemplo, a su


responsabilidad en el buen funcionam iento de los tutores de menores, laobli-
gaciôn de otorgar, por orden senorial, licencias para ciertos usos agrarios y
forestales, hacer la visita de térm inos y cam inos, el control de las activida-
des de transporte y com ercio, la evitación de fuegos en el campo, y. desde
luego, de cum plir las ordenanzas y hacerlas cumplir, en tanto que literalmente,
«el hazer de leyes y hordenanças aprovecha poco e no trae fruto alguno no
syendo exsecutadas ni anparadas por los m inistros y exsecutores de justiçia
según y en la form a e m anera que es m andado y hordenado por el fazedor y
hordenador de las dichas leyes», respectivam ente, titulos XIX. XVII. XX,
XXX, XXIIII, y fol. 19v.s.
121. Las form ulas proceden del texto norm ativo ya citado de Cartaya.
1509, Por lo que se refiere a los regidores, sabem os que en el senorio de Alba
de Torm es cum plieron un im portante papel, según se indica en la obrade
M onsalvo A nton, E l sistem a político concejil...». ob. cit. También se
los m enciona com o oficiales destacados por ejem plo, en Zafra, en un docu­
m ento de 1401, en la m onografia de M azo Romero, F.. El condado de Fe­
r ia .... ob. cit.. págs. 554-559.

— 172 —
rquc- a veces quedaban establecidas en el m ism o m omento
J ' acceso al senorío:
que en su nombre e por él — el senor-pueda conosçer et librar
e d e te r m in a r de todos e qualesquier pleitos e conliendas e
a c u s a ç io n e s çeuiles e creminales...entre los veçinos e mora­
dores d e l dicho lugar d e...qu e sean sugebtos a la dicha su
• 122
ju r is d iç ió n ... •

I n v e s tid o s por el poder senorial. los alcaides oían los plei­


n s y debates, contaban con un escribano para despachar los
asuntos. y podían actuar tanto en los habituales procedimien-
ios de «instancia de parte», com o en los «de oficio» 123. Por
su parte, los alguaciles. oficiales encargados de la justicia eje-
cutiva tenían un papel fundamental en el sistem a com o com ­
plemento indispensable de la función de la alcaldía ,24. La

122. Toma de posesión del senorío de Torrico en el condado de Oropesa:


Nobleza. Frias. leg. 1.326 núm. 11, cit. supra.. Las ordenanzas de este
lusar han sido publicadas por Franco Silva, A., «La organización de una com u­
nidad rural toledana a fines de la Edad Media. El caso del Torrico de Oropesa
v sus ordenanzas». Estudios sobre ordenanzas.... ob. cit. págs. 289-319; según
ie indica en el título, este texto normativo, que se rem onta a 1470, correspon­
de a un núcleo predominantemente rural, de escaso desarrollo de su nivel gu-
bemativo, y sus contenidos tratan preferentem ente temas de econom ia agraria.
123. Se recoge asi en los docum entos: «los dió por alcalldes ordinários
e les dio poder bastante para usar e adm inistrar Ia jurisdiçión del dicho lugar,
çevil e criminal, asi en los casos que de ofiçio puede e debe ser proçedido.
commo a pedimentos e instançia de partes»: párrafo de la tom a de posesión del
senorio pacense de Morera, en el estado senorial de Feria, de los Suárez de
Figueroa: Mazo Romero, F.; El condado de F eria.... ob. cit., pág. 581. Sobre
el significado que alcanzaba cada uno de los procedimientos judiciales, Alfonso,
Isabel., «Resolución de disputas y prácticas judiciales en el Burgos medieval».
Burgos en la Plena Edad Media. / / / Jornadas burgalesas de Historia. Burgos,
1994, págs. 211-238, en especial en la introducción teórica, págs. 213-222.
124. Asi se expresa en el docum ento de tom a de posesión de Torrico:
■e para que pueda fazer execuçion de lo qual todo puso e nonbró por alguazil
a...al qual mandó que cunpliese e executase las cartas e m andam iento del
dicho...alcallde»; se alude a los alcaides ordinários tam bién, cit. supra.

— 173 —
amplia responsabilidad del alguacilazgo. encargado aden,-
del orden público, y del control de la cárcel, atrajo hacia^
cargo la atención del concejo y vecinos. por un lado, y> *
otro. de la autoridad senorial: sus atribuciones eran a men
do reguladas en los textos ordenancísticos, con vistas a la pre
vención y castigo de las, al parecer, frecuente irregularidades
com o el cobro de derechos excesivos, la negligencia, o la prà(/
tica de «ygualas e conveniençias con los vezin o s» 125. j)e (
trascendencia del mismo da idea el hecho de que era uno de
los que se integraban en el sistema de arrendamiento, general-
mente junto con la escribania, representando asi una fuente de
ingresos senorial nada despreciable ’26. El alguacil podia con­
tar con un lugarteniente, e incluso con otros oficiales auxilia.
res para el desem peno de sus multiples funciones, ejerciendo
asi sus responsabilidades com o alguacil mayor responsable127.

125. La frase procede de las ordenanzas de Cartaya. de 1509. titulo VIII


«Q ue los alguazyles no fagan ygualas» doc. cit. La mayoria de los textos nor
m ativos de senorios dedicaban una parte im portante de sus capítulos al tra
tam ien to de esta cuestión: asi lo pude com probar. por ejem plo. en las de
Canete de las Torres, en la edición ya citada. Sobre el control de la actividad
carcelaria se trata de form a expresiva en estas m ism as ordenanzas. titulo 23-
«m ando que el dicho alguazil no suelte ningún preso de la carçel ni lo dexe
ir a su casa a dorm ir ni a otra cosa sin liçençia e m andam iento espreso de la
ju stiç ia ...» . En algunos casos, la instancia senorial dictaba normas especifi­
cas sobre el alguacilazgo: ver las ordenanzas que sobre esta cuestión dictóel
m arquês de Cádiz en diciem bre de 1484 para su lugar de Chipiona: Franco
Silva, A.. «La organización m unicipal...», págs. 277-279.
126. Hay noticias bastante antiguas del arrendam iento del alguazilazgo,
por ejem plo. en el senorio de Zafra, en 1398. fecha desde la que aparece como
un ingreso senorial fijo: M azo Rom ero. F.. El condado de Feria..., pág. 377.
Las rentas del alguacilazgo de C artaya ascendían a 52.000 mrs. en el ano
1518: L adero Q uesada. M .A.. «L os senores de G ibraleón», Cuademos de
H istoria 7 (1977), págs. 33-95, en concreto, pág. 94.
127. En las ordenanzas de M anzanares de 1483. el duque lo justifica-
ba alegando lo siguiente: «pero que el alguazil pueda poner e ponga los
ofiçiales que querrá e nesçesario viere porque es ofiçio que por una persona
no se pu ed e se rv ir nin exserçer»: S ánchez P rieto. A.B., La Casa del In­
fa m a d o .... ob. cit.. doc. 1455.

— 17 4 —
Ambas figuras de la justicia local, alcalde y alguacil, queda-
I ^ jjujëtos â una práctica antes comentadai el «juicio de re-
r°d e n c i a » , obligación justificada por los titulares de estados
s e n o r ia le s . alegando que se trataba de una práctica beneficio-
sa para la autoridad senorial y para la villa, y que, en defini-
tjva. a c a b ó imponiéndose com o elem ento de co n tro l128 .
La esfera de la ju sticia propiam ente senorial quedaba
siempre suficientemente afianzada, pese a las posibles diver-
eencias en los distintos senorios. Por un lado, en función de
su facultad de control de los oficios, que iba desde la desig-
n ación . según formulas diversas, com o ya se ha indicado, hasta
la s u s p e n s io n en casos de corrupción. abusos, o incluso de fal­
ia de competencia demostrada 1_ . Las disposiciones senoria­
les intentaban marcar estrechamente el âmbito de capacidades
\ c o m p e t e n c ia s de cada uno de los oficiales locales, y su for­
ma de actuación. e incluso a veces el senor se reservaba el de-

128. En las ordenanzas de Santisteban del Puerto que édité hace tiem ­
po se alude a que alcaldes y alguaciles quedaban sujetos al «juicio de resi-
dencia». en razón del directo interés senorial, «esto cunple a mi serviçio e al
bien e utylidad de mi tierra». debiendo ser realizado «al térm ino de treynta
dias. conforme a derecho», bajo pena conm inatoria de privación de los ofi­
cios y de 10.000 mrs. destinados a las reparaciones de la fortaleza. En el texto
de las de Cartaya puede observar que en ellas se alude a que se trataba de una
práctica reciente. que se justificaba por su conveniencia para evitar abusos de
poder: «Otrosy por quanto por espiriençia de los tiem pos pasados se ha vis­
to que a cabsa de no se tom ar residençia a los alcalldes hordinarios que tie-
nen cargo de justiçia m uchas vezes esçeden de lo que de razon y derecho
deven hazer, y con tener creydo que no se ha de saber lo que asy fisieron tie-
nen atrevimiento a hazer m ayores y erro s...» titulo XI, doc. cit.
129. Resulta de interés el dato correspondiente al marqués de Gibraleôn
que. en su senorio de Cartaya. insistia en la obligación de que los abogados
que actuasen en los procesos entre partes, debian ser «graduados en Studio
General», y dem ostrarlo ante los oficiales de la justicia de la villa, de forma
que, en caso contrario, establecia que deberian ser, literalmente, «exsaminados
por mi mandado, e que para usar del dicho ofiiçio ayan mi espeçial licençia
e mandado», bajo pena de la elevada cantidad de cinco mil mrs. para la câ­
mara senorial: ordenanzas de Cartaya. título XXX, ob. cit.

— 175 —
recho a confirmar las penas impuestas en la instancia ant •
No es fácil intuir hasta qué punto los jueces locales form I
un grupo con conciencia política de actuación al m arge^jB
poder senorial, pero, aparte de las posibles injerencias y co
ciones senoriales en el nivel de primera instancia el mecanis C
establecido. a todos los efectos, producia la impresión de °
tarse una justicia local intervenida por la instancia s e n o r ia l 130'
El poder judicial senorial se hacía sentir a través de
conjunto de oficiales designados directamente entre quienes
formaban parte del entorno senorial, que actuaban en el |Uga
representando claramente los intereses de sus senores. En este
contexto se situaba, por un lado, el alcaide de la villa. cuyas
capacidades en matéria de justicia se debían, de un lado a 1
consabida indeterminación de las competencias judiciales de
esta época, y, sobre todo, a la posición influyente de que dí
chos oficiales gozaron en los senorios nobiiiarios, donde siem
pre tuvieron una estrecha y especial relación con el poder
senorial. que los diferenciaba del marco de actuación concejil
En ocasiones una misma persona concentraba los ofícios de
alcaide y alcalde mayor en un senorio 131. La figura de los a l­
caides senoriales actuando en los procesos de oficio, y c o m -
partiendo responsabilidades en el establecim iento de penas.

130. La realidad de cada estado senorial présenta matices. En el con­


dado de Feria está docum entado en 1401 un caso de intento de injerencia se­
n orial en Z afra. que, al parecer, encontro dificultades: con motivo de la
sentencia dictada por un regidor, que condenó a un mayordomo senorial a una
m ulta y al apresam iento durante diez dias «en la cadena», el senor intervino
en su favor, según m anifestaba el propio regidor, al decir que «que el dicho
senor m aestre m anda que yo non dé la pena corporal, salvo pecuniaria», aun­
que, en este caso, se ratificaba en su décision, «e yo de mi ofiçio le do la pena
de la cadena allende de la pena pecuniaria...e por esta mi sentençia definiti­
va lo pronunçio e m ando todo asi»: Mazo Romero, F., E l condado de Feria...,
ob.. cit.. doc. 3, págs. 554-559.
131. Asi se observa, por ejem plo, en el senorio de Chipiona. del mar-
quesado de Cádiz: Franco Silva, A., «La organización municipal de.... ob. cit..
pág. 273.

— 176 —
! basicamente con el sentido de elem ento ajeno al ám-
aPaíXj^la justicia local. Ilegando a ser vistos con grandes re-
b't0 u |os oficiales y vecinos, que los denunciaban a los
ce'-°S s quienes, por su parte, mostraban con ellos un alto
^ H ^ d e com plicidad 132. Con todo, la m áxim a autoridad por
Sra -n Senorial. en el âmbito de la justicia. correspondia
fjgUras de corregidor y alcalde mayor o justicia mayor.
3 'Mentido similar, la primera está documentada en algunos
^ 'os en fecha temprana, desde principios del siglo X V 133.
S a lc a id e s mayores, grandes oficiales de las Casas senoria-
L°Sgozaban de una elevada posición. contaban con una for-
[nación acreditada com o bachilieres o doctores. y operaban
orno r e s p o n s a b le s por los senores del gobierno de sus esta­
dos g ir a n d o visitas de inspección periódicas en los senorios

132. En septiem bre de 1498 el duque del Infantado estableció unas or­
específicas sobre la alcaidía de M anzanares, haciéndose eco de las
d e n a n za s
quejas de los vecinos. que denunciaban diversos abusos com etidos por el al-
caide, en la línea tradicional de ostentación de armas, acogida de malhechores
en la fortaleza, uso de la fuerza militar, etc., pero, sobre todo, su intromisión
abusiva en los asuntos de justicia, ante lo que socilicitaban al senor, literalmente,
que «mande que el alcayde que es o fuere no se entrem eta en las cosas de
justiçia nin en parte de ellas ni em pache a las justiçias que no proçedan contra
los malfechores...y vuestra senoria declare las cosas en las quedeve enten­
derei alcayde. para que los alcalldes no tengan otro superior, salvo vuestra
senoria commo es razo n ...su p licam os a vuestra senoria no m ande proveer ni
dar ofiçio de justiçia a los dichos alcayd es...p u es sabe que es proybido por
las leyes de estos reynos». La respuesta senorial dem uestra la sintonia y con-
nivencia con dicho oficial, al que ordenaba m antenerse al margen de la ju s­
ticia de los alcaides, pero dejando un am plio margen a su critério: «salvo sy
yo por mi carta e m andam iento expreso le m andase entender en algunas co­
sas»: Sánchez Prieto, A.B.. La C asa d el Infantado ob. cit. doc. 66.
133. En Alba de Tormes se detecta su presencia desde los inicios del
siglo XV: M onsalvo A nton. J.M .a: E l sistem a p o lítico c o n c e jil....ob. cit..
pág. 156. Ver, en relación con este estado senorial, el artículo de Calderôn
Onega. J.M.. «Los corregidores de los duques de Alba (1430-1535)», H om e­
naje alprofesor G onzalo M artinez Diez, 1994. págs. 275-290.

— 177 —
para controlar la marcha de los asuntos locales y tomar 3
decisiones pertinentes, y colaborando en la redacción <jh 'aS
denanzas. entre otras cosas, al tiempo que se situaban a 1
beza de los oficios judiciales de corte sen oria l134. Las i ^
atribuciones de estos oficiales senoriales. que alcanzaban 1
cotas más elevadas en materia de gobierno y de justicia fa
recian los abusos de poder de la órbita senorial en Inc ^ °*
u r ■ 135 lo s <Jomi-
nios nobiliarios .
En la interrelación entre los dos pianos de la justicia en los
senorios se situaban los jueces de apelaciones, cuya actuaciô
se relacionaba con los sistemas de impugnación de las senten
cias. o los procuradores, considerados com o una reivindica
ción vasallática. aceptada. en condiciones normales, por ia
autoridad senorial, y cuyo com etido seria tomar testimonio de
las actuaciones judiciales irregulares en el âmbito local

134. De su cualificada posición da idea el tratam iento que recibian en


la docum entación, com o m uestra este ejem plo: «el muy noble senor gober-
nador e justiçia m ayor...por los muy illustres senores...», referente al bachi-
ller Juan de Figueroa. del estado senorial de Priego de Córdoba, con motivo
de su presencia en Canete de las Torres controlando el proceso de redacción
de las ordenanzas que édité hace anos: ob. cit.
135. Un caso especifico se observa en la ciudad de Nàjera, durante su
senoriaiizaciôn bajo el poder de los M anrique, condes de Trevino. marcada,
a fines del siglo XV y prim eras décadas del XVI, por una acentuada con-
flictiv id ad , en la que tuvieron un im portante grado de responsabilidad y
protagonism o los corregidores, y sus tenientes, según se pone de relieve en
un reciente trabajo: G oicolea Julián, F.J., «La ciudad de Nàjera en el trânsi­
to de la Edad M edia a la M oderna: el concejo, el senor y la sociedad política
ciudadana», H ispania LX/2 205 (2000). págs. 4256-452.
136. En el condado de Buendia se documentan jueces de apelaciones: cfr.
Riesco de iturri. B.. Nobleza y senorios en la C astilla.... ob. cit., pág. 1.056.
El marqués de Gibraleôn. senor de Cartaya. decia refiriéndose a sus vasallos de
esta villa, que le habian suplicado que nombrase un «procurador», cargo que.
por décision senorial. deberia recaer en un pechero «de los medianos, los más
ábiles e sufiçientes». para tom ar testim onio de los actos cometidos «contra
justiçia» por parte de los jueces del lugar. para enviarlo al senor. con el fin de
que éste tom ase una décision: ordenanzas. ob. cit.
o r t a n to , un elem ento de enlace y relación entre la ges-

P j i o c a l y |a potestad judicial del senor; un eslabón más de


'.'^ a d e n a d e transmisiôn en la que estaban implicados también
lâC - o f i c i a l e s . com o los alcaides. alcaides mayores, y corre-
° Î J ’S s e g ú n se documenta de forma muy expresiva en al-
gùnos c » o s . com o el siguiente:
Q u e lo s a l c a i d e s . ..hagan
saber las cosas de justiçia al dicho
m i a lc a lld e mayor», a través de «m ensajeros»...»Q ue los
m e n s a je ro s que el dicho alcallde mayor nos enbiare sobre las
i c o s a s d e justiçia los paguen los mayordomos de nuestra ha-
zicn d a d e la s dichas villas y lugares 137.

L a m o n a rq u ia habia establecido en los «senorios de juris­


d ic c ió n » , un sistema de administración de la justicia con très
â m b ito s d e gestion: el primero, representado por los alcaides
o rd in á rio s , con posibilidad de apelación a la justicia senorial,
y p o s t e r i o r m e n t e , de ésta se pasaba a l derecho de alzarse a la
ju s tic ia r e g i a 138. E n teoria, dicho sistem a se mantenia. con las

137. Encontre este ejemplo en las Instrucciones dictadas por el senor de


Canete de las Torres para la buena administración de justicia en su senorio: or­
denanzas de Canete, ob. cit.. En las de Cartaya se instaba a que la apelación de
la sentencia se dirigiese al corregidor para que él, con conocim iento de la cau­
sa y autos, pronunciara una sentencia, después de la cual «sy las partes se
syntieren agraviadas puedan apelar ante mi», dando paso asi a la definitiva ac­
tuación del poder del senor como juez. Junto a estos oficiales, a veces se de-
tecta la presencia de alcaides de alzadas. ajenos al senorio y encargados de este
tipo de juicios, por ejemplo en Alba deT orm es: Monsalvo Anton. E ! sis­
tema politico co n cejil..., ob. cit.. pág. 160: o en el senorio de Hita. donde los
vasallos pedian a los tutores del nuevo senor. en 1405. literalm ente «que die-
sen alcallde de las alçadas que sea de la dicha villa de Hita.s egund diz que lo
fue en tiempo de los dichos Pero Gonçalez e Almirante»: Pérez Bustamante,
R. y Calderón Ortega. J.M .. El marqués de Santillana ob.cit. pág. 106.
138. Entre otros testim onios, ver la declaración de Juan I. en su Crô­
nica. en respuesta a las quejas por la negativa del m arqués de Villena a per­
mitir la apelación al rey: «Que todos los pleytos de los senorios se librasen
ante los alcaides ordinários de la villa o lugar...fasta que diesen sentencia: é

— 179 —
diferenciadas competencias de los distintos foros, evitand J
interferencias, y, a veces, incluso, los senores prohibía0 '3*
apelaciones directas al tribunal senorial, por cuestion^s **
poca entidad. instando a la puesta en práctica de un siste ^
de transmisión que se configuraba en tres niveles: se p a r t '*
la instancia local, de la que se pasaría, en segundo térmjno 6
a
los oficiales correspondientes al aparato senorial — alcaide
corregidor o alcaide mayor— . quienes, a su vez, transmitir}^
las cu estion es al propio senor, en caso de ser necesario1^
Existia, por tanto, una marcada diferencia entre la justicia l0.
cal. y la justicia senorial. pero la realidad no sólo permitia qUe
entre una y otra se pusiera en marcha el mecanismo de la ape-
lación, sino que favorecia que en la práctica se generalizara
no tanto el desplazam iento sistem ático y constante de la jus­
ticia local por los oficiales senoriales, cuanto la intromisión
coyuntural de la acción judicial senorial, especialmente por via
de sus agentes especializados. En cuanto a la actuación directa
de los senores en matéria de justicia, está atestiguada en los
actos de toma de posesión, según se indicó, aunque en este
caso. dentro de una óptica más sim bólica que efectiva. En la
práctica, se ejercería en causas graves, o en situaciones de
apelación de las instancias inferiores, de modo que la autori-

si la parte se sintiese agraviada. apelase al Senor de tal villa o logar; é si el


S enor non le ficiese derecho é le agraviase, estonce pudiese apelar ante el
Rey». transcrita por Grassotti. H., «N ovedad y tradición en las donaciones....
ob. cit.. pág. 735.
139. R esultan ilustrativas, a propósito de esta cuestión. las siguientes
indicaciones de don Rodrigo Ponce de León: «Prim eram ente que el alcayde
e alcaide m ayor de mi lugar de Chipiona no conosca por primera instancia de
cabsa alguna cevil ni crem inalm ente, salvo los alcaldes ordinarios...equede
los dichos alcaldes ordinários puedan apelar los que se sintieren agraviados
ante el dicho alcayde com o alcaide mayor, de las quales cabsas él solamente
pueda conoscer en grado de apelación. e non en otra m anera como dicho es.
E si del dicho alcalyde e alcaide m ayor alguna de las partes se sintiera agra­
viada que apele ante mi»; Franco Silva, A., «La organización municipal...,
ob. cit.. pág. 273.

— 18 0 —
, se n o ria l se reservaba una especie de «mayoria de justicia».
da otra P arte< los titulares de senoríos habitualmente obsta-
r tJ iz a b a n e l paso al último nivel judicial, el de la suprema ju-
C‘sdicción real. com o parece desprenderse de las numerosas
r'S n r e s e n t a d a s por sus vasallos, en especial a fines del si-

g\o * . . « • • •
En la p r á c t i c a de la justicia tuvieron importancia la deter-
m in ació n espacial y temporal. La frecuencia y regularidad en
los a c t o s judiciales se observa com o una constante, en esp e­
cial e n lo s textos normativos en los que se fijaban los dias se-
m an ales q u e los oficiales debían dedicar a la administraciôn
de ju s tic ia . frecuentemente los lunes, o los lunes y los vier­
e s >41. L o s aspectos espaciales tenían un importante sign ifi­
cado. p o r q u e la administraciôn de justicia se considero tarea
de s u fic ie n te trascendencia com o para requerir un espacio ade-
eu ad o , u n a ubicación estable; a veces se fijaba en espacios
abiertos, concurridos, com o las plazas o las puertas de las igle-
sias. a c o r d e s con el sentido público de la administraciôn de
ju stic ia l4-; en épocas más tardias se tendió a desarrollar es­
tas f u n c io n e s en edificios cerrados, alguna casa del lugar a la
que se denominaba «casa de abdiençia» ,43. Con ello se esta-

140. Dada la tendencia a extralimitarse en sus capacidades y poderes por


parte de los grandes senores en sus estados, cabe preguntarse hasta qué punto
se respetaría el derecho de intervención regia en la justicia de sus senorios.
Numerosos testimonios apuntan a una respuesta negativa: por ejemplo, el Re­
gistro General del Sello. en el AGS contiene abundante docum entación sobre
las demandas de vasallos contra sus senores por esta cuestión.
141. Por citar uno de los muchos ejem plos que podrian mencionarse, en
las ordenanzas de Puebla de Cazalla se destinaba el lunes a esas cuestiones:
Pardo Rodriguez, M." L.. «Las ordenanzas de Puebla d e ..., ob, cit., pág. 199.
142. El sentido público y abierto se hacia notar en expresiones com o
ésta: «audiençias que publicam ente hazen», en referencia a los alcaides or­
dinários: ordenanzas de M anzanares, de 1483: Sánchez Prieto, A.B., La Casa
del Infantado.... ob. cit.. doc. 55.
143. He podido observar que en unas ordenanzas del senorío onubense
de Cartaya, de 1512, título VII, se destinaban las m ultas im puestas a los peo-

— 181 —
ría produciendo una evolución hacia un cierto g r a d o d 1
cretism o» en el desarrollo de los juicios. que se contrai^H
asi al carácter esencialmente público que. generalmente ^C)n'a
tuvo la dim ension ejecutiva 144. En el caso de l a j u s t ic i
cida directamente por el senor. su carácter temporal e ra
se ha visto, esporádico, y en cuanto a la fijación d e l esp^ jS
debía cumplir una función esencial el castillo. q u e entre
funciones y significados, incluía el de servir de s e d e al -u!8
nal senorial
El sistema penal en los estados senoriales respondian
rios objetivos. Por un lado. la represión de las culpas seorien!
taba a la preservación del «bien común». además de nrr^
. • i j - j ” atirar
la reparacion del dano causado: pero. por otro, el titular d e l
norío podia considerar que cualquier contravención d e la s nor
mas debidas a su autoridad se convertia en una grave o f e n s a que
le alcanzaba directamente, por lo que el castigo c o r r e s p o n d ie n te
se convertia, en definitiva, en un acto de reafirmación d e l po­
der senorial.
Estaba bastante désarroi lado el sentido punitivo, p e ro , so ­
bre todo, la ejemplaridad social. La publicidad de a l g u n o s cas­
tigos se relacionaba con este objetivo, y se p la s m a b a e n un
conjunto de penas corporales, en las que se ponían e n aplica-
ción los instrumentos de la justicia ejecutiva, analizados e n un
apartado anterior. A si se ponía de manifiesto, por e je m p l o , en
aquellos delitos cuya gravedad derivaba de atentar c o n tr a el

nes que incum plían sus contratos de trabajo a «fazer una casa de abdiençia.
e fecha, para los reparos delia»: ob. cit.. En las de Puebla de Cazalla de 1504.
el senor ordenaba al concejo que dispusiese una casa. «la quai hagan sy non
la tienen. para donde se asyenten y estén los dichos alcalldes cada dia a oyr
de justiçia los pleitos e d eb ates.. .y estén allí con su escriuano fasta despachar
los dichos pleitos e cabsas»: Pardo Rodríguez. M.d L.. «Las ordenanzas dt
P u eb la.... ob. cit.. título 10. pág. 200.
144. Interesantes consideraciones al respecto en el artículo de Bonachia
Hernando. J.A .. «La justicia en los m unicipios castellanos bajomedievales».
E d a d Media, Revista de H istoria, 1 (1998). págs. 145-182.

— 182 —
rvicio y la fidelidad debida a! senor, considerado com o de-
y castigado habitualmente con la pena de muer-
H o d e tr a ic ió n
a p i icüda en la horca 145. Las fallas contra la moral y la

religióH- com etidas por b lasfem os o renegadores, llevaban


a p a r e ja d a s penas corporales con ingredientes infam antes,
com o aquellas. muy características, en que los senores dispo-
njan. literalmente,
que por ello le corten la lengua y sy por alguna consideraçión
se le quisiere aliviar algo esta pena que se pueda comutar en
que lo trayan a la verguüença cavallero en un asno por toda
la villacon una mordaza a la lengua y le pongan con el la en
la picota o le enclaven la lengua en la dicha picota 146.

E n general, se observa una diferenciación. sobre todo cua-

liiativa. acorde con la extracción social de los individuos. pero


n i a n t e n i e n d o su sentido de exhibición pública y carácter ve-

145 . Un ejemplo de este tipo de sentencias, la dictada por los alcaides


deC om ago. en m omentos de enfrentam ientos internos durante el reinado de
Enrique IV. en que se constituyeron dos bandos en el lugar, frente a unos ve­
cinos acusados de traiciôn a su «senor natural» por defender la opción de aco-
gida al realengo: D iago H ernando, M., E structuras de p o d e r en S o ria ...
pág. 128. Naturalmente, los casos de alzam iento violento contra la autoridad
senorial suponian la imposición de pena de m uerte y confiscación de propie-
dadespara los responsables: ver. por ejem plo, el caso del senorio de Nàjera,
donde, con ocasiôn del levantam iento antisenorial de 1520, el duque am ena-
zaba a los insurgentes aludiendo a que estaban com etiendo, literalm ente,
«alebe contra la fidelidad y obediencia y vasallaxe que me debeis de h ech o ...
e aveis incurrido en pena de muerte y en perdimiento de todos vuestros bienes»,
antes de que el episodio terminase con la represiôn senorial, y la ejecución en la
horca de los cabecillas, acusados de «maldad», «alevosia», y «sedicion»: Goicolea
Julián. FJ.. «La ciudad de Nàjera...», ob. cit. pág. 446-447.
146. Remito de nuevo a las ordenanzas de Cartaya, que édité en 1987,
ob. cit.. titulo XLIII. «Sobre las blasfêm ias e reniegos e juegos». La ju stifi­
cación del senor para aplicar dicha pena hace referencia al hecho de que por
esos delitos se incumplia uno de los objetivos del buen gobierno de los se­
norios el servicio de Dios, literalm ente expresado diciendo que, con dichas
actitudes. «Dios nuestro senor es desservido».

— 183 —
jatorio 147. Estas penas se relacionan con las disposic'
noriales que trataban de salvaguardar el orden social | LS Se'
nas costum bres. v la estabilidad social, com o sp 1 S. ^ '
c ponía h
relieve también en la prohibiciôn de los juegos, y de |a
sencia de «vagamundos» 148. El destierro, com o form a d e ^
jar los riesgos de alteración del orden en la comunidad^
hacia presente también en relación con esta clase de délit ■^
los que, com o era común. se tenía en cuenta como critério611
aplicación de penas, la reincidencia 149.
La mayoría de las penas a que se hace referencia en los
tos normativos eran. sin embargo, eran pecuniarias. En alm
ocasiones, el sistema penal recogido en las ordenanzas re fl •
ba los intereses de la colectividad, como lo demuestran los asun!
tos penalizados, v el hecho de que las multas se repartían entre

147. La pena transcrita en el texto seria la correspondiente al «onhre dc


baxo estado»; en el caso de los renegadores de superior condición socia! las
ordenanzas de Cartaya establecen que «se com ute la dicha pena en que le
fagan que esté en la yglesia o en otro lugar publico en cuerpo y descalçocon
una candeia en la mano durante el tiem po de alguna proçesión o de la misa
m ay o r... en algún dia de fiesta prinçipal». Ibidem.
148. Sobre la prohibiciôn del juego. a través de las ordenanzas de Car-
taya. de 1509. pude observar que se extendía también a la asistencia pasiva. y
en la penalización se establecían varios niveles de multas, dependiendo de b
reticência, y del estrato social, de modo que en las situaciones de pobreza se
conm utaba por la pena vergonzante de picota, «que les pongan a la picota en
vergüenza». y en el caso de personas de nivel superior, pero sin recursos.se
sustituía por un destierro de tres m eses. En cuanto a los vagabundos, tradicio­
nalmente rechazados por cualquier instancia de poder, ver el siguiente testimo­
nio; «O trosy que ningund vagam undo nin persona que non tenga senor ni
bivienda en la dicha villa no esté en ella más de terçero dia. sopena de çient
açotes», orden expresa de don Juan Téllez Girón, conde de Uruena y senor de
Puebla de Cazalla. en su afán por mantener el orden en su estado: Pardo Ro-
driguez. M.* L.. «Las ordenanzas dc Puebla de C azalla.... ob. cit.. titulo 8.
149. Lo acabamos de ver supra aplicada a los jugadores, pero he po­
dido saber que se aplicaba tam bién, por ejem plo, a los blasfemos reinciden­
tes de no muy baja extracción: «que sea desterrado por seys meses y pague
dos mill m rs.»: ordenanzas de Cartaya. fol. 21v.°. ob. cit.

— 18 4 —
uSador, y el concejo, o los oficiales concretamente relacio-
con la cuestión. dejando para el senor sólo algunas más
y relacionadas con delitos considerados de mayor en-
eleIadura desde la óptica sen orial,50. A veces. algunos oficia-
tenian un papel destacado en el destino de las multas, entre
y sobre todo. los corregidores, y también los alguaciles 1 5 1 .

C on todo. en la tipificación delictual y el establecim iento de


se observa a menudo la importancia concedida a los de-
£ 0S reiacionados con la práctica de actividades que atentaban
contra los intereses senoriales. y sus penas correspondientes:
jnduso. a través de estos aspectos se puede calibrar si un texto
norm ativo respondia prioritaria o exclusivam ente a la voluntad
senorial, no sólo por los contenidos de los capítulos tratados,
sino también por el destino de las multas. En el caso de las or­
denanzas propiamente senoriales llama la atención que los asun-
losde interés directo senorial veian multiplicadas las penas. y.
al mismo tiempo. casi todas las multas se convertian en «penas
de câmara», y quedaban destinadas, mayoritariamente, a la ha­
c i e n d a senorial. desde las más elevadas, de miles de maravedies,

hasta incluso las que representaban cantidades insignifican­


tes l,z- La im posición y cobro de dichas penas eran objeto de un

150. Encontre un claro ejem plo de esta situación en el conjunto de or­


denanzas de Canete de las Torres, ob. cit..
151. En las normas senoriales destinadas al gobierno y justicia del se-
jiorio gaditano de Chipiona se decia lo siguiente: «de los furtos que se fisieren
en el dicho mi lugar y sus tertninos que paguen las setenas com o es ley ge­
neral del reyno. y que dello lieve el alguasil la setena parte»: Franco Silva,
A.. «La organización m unicip al.... ob. cit. pág. 278.
152. Pude observar en las ordenanzas de Cartaya de 1509 un caso muy
ilustativo: prácticamente todos sus capitulos establecian penas destinadas a
la câmara senorial, bien de forma com partida. sobre la base general de dos
tercios. y el otro tercio generalmente para el acusador, o bien enteram ente para
las arcas senoriales. com o los 600 mrs. con los que se castigaba el cortar gra­
na. los 1.000 mrs. im puestos a quienes com prasen vino o uva. los 2.000 mrs.
a los oficiales que no protegieran los cam inos. o a quienes no respetaran los
abrevaderos, los 5.000 mrs. con que se castigaba la venta de barcos a foras-

— 185 —
estricto control por parte del senor, que regulaba todos 1
talles. y encomendaba su gestion a oficiales especializaci0*
cribanos y receptores 153.
Con capacidad legalm ente atribuida para la su p erp 0 s - ..
sobre la instancia local, y con todo tipo de recursos p a r a ^
farse, por la via ilegal, del control de la suprema justicia **
cabe decir. finalmente, que la justicia senorial se asu m í
representaba, y se ejercia. por parte de los senores, e inC|'
se acataba, o se rechazaba por parte de sus destinatarios si
pre desde la consideración de que se trataba de una d e
máximas expresiones de p od erl:>4.

teros, o la actuación de abogados faltos de com petencia, o, finalmente los


10.000 mrs. que aparecen com o cláusula conm inatoria para prevenir irregu
laridades de los oficiales.
153. Por ejem plo. Don Juan Téllez Girón hizo en 1504 una regulación
con todo detalle del sistem a de cobro de las penas de câmara en su senorio
de Puebla de C azalla: Pardo R odríguez. M.1 L..: «Las ordenanzas de Pue-
b la .... ob. cit., título 12. pág. 201. En alguna ocasión se alude a multas des­
tinadas a las arcas senoriales con la expresión «para mi mesa», como en el
caso del duque del lnfantado. que. en la disposición final de sus ordenanzas
d e 1348 para M anzanares. establecia com o cláusula conminatoria para su
oligado cum plim iento, la cantidad de 1.000 mrs. destinadas a ese fin: Sánchez
Prieto. A.B.. La Casa del ln fa n ta d o .... ob. cit.. doc. 55.
154. Las num erosas querellas y procesos presentados ante el Consejo
y la A udiência Real en los anos finales del siglo XV permiten observar un in­
dudable cam bio en la situación. Al m argen de que en esos momentos se in-
tensificase la presión senorial en todos los planos — fiscal, gubernativo, e
incluso judicial— . lo cierto es que el notable desarrollo y la eficacia centra­
lizadora de las instituciones de gobierno y justicia monárquicas, estimularon
la canalización de las quejas individuales y colectivas de los vasallos de se­
norio contra sus senores hacia la esfera regia. En muchos casos, se trataba de
quejas que se relacionaban con la «m engua de justicia» o la «mala justicia-
aplicada por la instancia senorial: veam os uno de los innumerables ejemplos
de dicha situación: en el condado de Priego de Cuenca, un vecino se queja-
ba por las agresiones de un mayoral del conde, y. especialmente, porque éste
encom endo el asunto a un alcalde de Canaveras, incompetente «simple labra­
dor». y con una dem ostrada actitud de connivencia con el senor; en el mis-

— 186 —
Co n s id e r a c io n e s f in a l e s

L o s esfuerzos realizados en torno al conocimiento de los se­


norios nobiliarios han ido permitido realizar un conveniente des-
p la zam ien to desde la description a la interprétation, y han dado
lu e a ra l abandono progresivo de la tradicional vision simplifica-
day plana de la realidad senorial. De la mano de la historia eco­
nômica. y concretamente de los estudios sobre fiscalidad y de la
historia agraria, el senorio, en especial en sus manifestaciones alto
y plenomedievales. logrô importantes avances en nuestra his­
to rio g ra fia . En su modalidad tardomedieval, interesa tomar en
c o n s id é r a tio n que los estados senoriales nobiliarios eran mucho
más q u e unidades de production, y, por ello deben ser analiza-
dos desde una perspectiva de ejercicio de poder, y, más en con­
creto incluso, de poder político, com o se viene haciendo en los
últim os tiempos i55.
La alta nobleza castellano-leonesa fue protagonista en la
B a ja Edad Media de un proceso de incremento sustancial del
senorío, tanto en* su dimension cuantitativa, com o en su con­
figuration interna com o âmbito de poder. La acumulación de
núcleos bajo la autoridad de los miembros más destacados del

mo âmbito, dona Leonor de Tapia, vida de D iego Hurtado de M endoza, re-


celaba de recibir justicia del conde, que le adeudaba una im portante cantidad
de dinero, por tratarse ella de una persona «pobre y viuda» y, especialm ente
porque é era «persona poderosa», de la que, parece intuirse. por su condición
de tal, no podria alcanzarse una «buena justicia»: Q uintanilla Raso, M.1 C.,
«El condado de Priego de C u enca..., ob. cit., pág. 392.
155. Entre otros ejemplos, la inclusion de dos ponencias sobre aspectos
senoriales en el marco de la XXI II Semana de Estudios Medievales de Estella.
en 1996, dedicada al estudio de los Poderes públicos en la Europa Medieva.
Principados, Reinos y Coronas ob. cit., dem uestra este interés por la face­
ta del poder político de los senores: Iradiel M urugarren. P.. «Senorios jurisdic-
cionales y poderes públicos a finales de la Edad Media», págs. 69-116. y Garcia
de Cortázar., J.A.: «El Senorio de Vizcaya: personalidad y territorialidad en la
estmclura institucional de un senorio bajomedieval, págs. 117-148.

— 187 —
grupo noble desde el inicio del período trastámara, dió
en el siglo XV. a la constitución de amplios estados s it ^ ^ ^
bajo el poder nobiliario. Algunos presentaban una may0r °S
herencia y concentración geográfica, mientras en otros c ^
los linajes ejercieron su jurisdicción en territorios diversos '
dispersos, pero en ambas situaciones destaca la estratégia ^
expansion senorial altonobiliaria, y su profundo interés a(^
ejercicio del gobierno y la jurisdicción en estos lugares con»
las más rotundas m anifestaciones del amplio poder alcanza
do en el espacio senorial.
En lo que se refiere a la imbricación de los estados seno­
riales nobiiiarios en el sistem a político del reino, o, dicho de
otro modo, al alcance y trascendencia del poder político dela
alta nobleza senorial, cabe distinguir entre diversas interpre
taciones. que van desde la consideración del senorio como una
mera fórmula de delegación del poder regio. en manos de no­
bles que asumían la actitud de encargados por la monarquia
del desem peno de funciones políticas privatizadas, con pode
res circunscritos al âmbito local y ejercidos en el seno de una
monarquia en la que la superioridad regia quedaba firmemente
asentada sobrelas «pequenas soberanías» nobiliarias, hasta la
de la más rotunda afirmación de la entidad del poder senorial
en estados com o células de organización autônoma insertasen
el sistem a politico global, pero no mediatizadas por éste. que
eran una clara m anifestación de la fragmentación de la sobe­
rania en el sistema político feudal ’56.

156. Argum entos y propuestas de estas interpretaciones clarament


ferenciadas en los siguientes trabajos: Pérez-Prendes. J.M., «Potestad real. Se­
norios y feudalism o en Castilla-León». En torno a l Feudalismo Hispânico...,
ob. cit.. págs. 475-484, en que, desde una posición de defensa de la amplitud
de los poderes nobiiiarios en sus senorios, con reconocim iento de Ia potes­
tad política propia, alude a la posición de Sánchez-Albornoz por la que su-
brayaba la superioridad regia sobre las soberanías nobiliarias. El enfoque de
las capacidades nobiliarias en los senorios com o funciones, no como pode­
res, en la obra de A tienza H ernández, I., Aristocracia, po d er y riqueza en la

— 188 —
En relación con lo tratado a lo largo de las páginas anterio-
c re o que pueden sostencrse dos afirmaciones. En primer
hLar. la alta nobleza fue protagonista de formas de ejercicio del
(Vider diversas, definidas e indefinidas; el poder nobiliario se­
se desarrollo en forma creciente. y. si en un principio pre-
to r ia l

senló el aspecto de un poder delegado, fue evolucionando hacia


un s e n tid o , cuando m enos, semiautônom o. Los estados seno­
riales nobiliarios del tardo m edievo eran poderes políticos in-
[e r m e d io s . no m eros poderes d elegad os, y se ajustaban al
m o d e lo tripartito de estado, en el que, junto al poder regio, y
al p a p e l de los súbditos, se afianzaba la posición de los pode­
i s semisubordinados. En segundo término, efectuado el reco­
rrido previsto, se ha podido observar cóm o los grandes senores.
al fr e n te de la jurisdicción en sus estados senoriales, habían
s a b id o superar los m om entos de crisis in iciales de la Baja
E dad Media, y en el siglo X V ofrecían una imagen de verda­
d era é l i t e de poder, cuyos perfiles resultan cada vez mejor
c o n o c id o s . Finalmente, en relación con ello. parece claro que.
independientemente de cuál fuera en cada m omento concreto

Espana Moderna. La Casa de Osuna, siglos XV-XIX. M adrid, 1987; ver, a


propósito la amplia resena de Clavero, B., «De un Estado, el de Osuna, y un
concepto. el de Estado». A nuário de H istoria del D erecho Espanol. 1987,
págs. 943-964. En situación opuesta a esta interpretación, la puesta de mani-
fiesto en diversos trabajos por M onsalvo Antón, J.M.*. y, entre los más recien-
tes, en el titulado La B a ja E dad M edia en los sig lo s XIV- XV. P olítica y
cultura. Madrid, 2000. concretam ente cap. 4, dedicado a «L os poderes loca­
les y senoriales», donde defiende el protagonism o nobiliario com o parte in­
tegrante del poder estatal de la m onarquia, págs. 141-158. Sobre las formas
de participación en el poder político por parte de la alta nobleza. sin alterar
el proceso de fortalecim iento de la Corona. ver algunas publicaciones de La-
deroQuesada. M.A.. com o «La consolidación de la nobleza en la Baja Edad
Media». Nobleza y sociedad en la Espana M o derna.... ob. cit.. págs. 11-45,
y. especialmente, su ponencia «P oder y adm inistración en Espana». Congre­
so Internacional. E l Tratado de Tordesillas y su época. Valladolid. 1995, I.
págs. 63-89.

— 189 —
y en cada lugar específico el signo de la correlación d f J
zas y poderes insertos en los eslados senoriales. éstos
un claro exponente y un rotundo espacio de proyecciôn d | ^
der econôm ico, social, militar, judicial y. desde luego
resumen de todo ello, del poder político de la alta noble 01,10
la Castilla bajomedieval.

— 19 0 —
SO C IA B IL ID A D N O B IL IA R IA
Y SO L ID A R ID A D JE R Á R Q U IC A
EN LA C A ST IL L A D EL SIGLO X V

Co n sid er a cio n es i n t r o d u c t o r i a s

L a historiografia actual presta cada vez mayor interés al


ampüo panorama de vínculos que en toda sociedad se daban
de forma natural, y se favorecian de manera intencionada. En
su sentido sustantivo, la sociabilidad ha sido convertida en
c a te g o r ia histórica, y, de acuerdo con esta perspectiva, el aná­
lisis de sus distintas formas y m anifestaciones constituye un
referente de primer orden para el estudio de las sociedades
históricas, y, dentro de ellas, de cada grupo '.
En el caso de la nobleza bajomedieval, la cuestión alcan-
za una indudable importancia. Los m odelos de eonducta, aûn

1. El esfuerzo por rescatar la sociabilidad de su sentido adjetivo, y do-


tarlo de entidad se debiô, sobre todo, a M. Agulhon, que la introdujo en el
repertorio conceptual de los especialistas en historia m oderna y contem porâ­
nea. desde la edición de su libro sobre Pénitents etfrancsm asons de l'ancienne
Provence. Essai su r ia sociabilité m éridionale. Paris, 1968, y especialm ente
en e sta s dos últim as décadas en publicaciones com o L es associations au
village. Actes du Sud. 1981, o «L a so c ia b ilité com e categ o ria sto rica» ,
Dimensioni eproblem i delta ricerca storica. 1 (1992), págs. 39-47. En la Re­
vista Esludius de H istoria Social, 50-51 (1989). J. M aurice se hizo eco de
estos inicios. en su artículo «Propuestas para una historia de la sociabilidad
en la Espana contem porânea». págs. 133-143.

— 191 —
contemplando el valor del individualismo 2, se orientaba
ferentemente hacia la trama social. Un alto grado de '
sivism o, extendido a los d iversos planos de la realidad^
directamente relacionado con su situación de «privilegio ^
elemento fundamental en la definición de la nobleza- tw 6ra
. ■ . l Lr°con-
viene tener en cuenta también. que la capacidad de articula
torno suyo un entramado de vínculos personales, con div ^
objetivos, constituía algo esencial en la caracterización del
jerarquia nobiliaria. La nobleza del siglo XV acunó un com*
plejo sistem a de relaciones sociales, en las que la figura del
n oble aparecia inserto en una extensa red de lazos inter
nobiiiarios, horizontales y verticales. Sociabilidad y solid '
dad nobiliarias se convirtieron en claves de referencia de la
nobleza. que emanaban de su misma esencia, y conectaban
directamente con sus valores más esenciales. Algunas de las
más caracterizadas cualidades atribuídas al grupo noble, como
el sentido de la autoridad, la capacidad de liderazgo, la libe­
ral idad, o la lealtad, eran acciones sociales penetradas de sen­
tido hegem ônico.
La sociabilidad propiamente. dicha se relaciona con los
vín cu lo s verticales, que cuajaron en la práctica del clien-
telism o, un vector de fuerza generalizado, elemental, y espon-
tâneamente desarrollado desde la cúpula nobiliaria, al tiempo
que representaba una esplêndida formula de promoción o in-
serción de los sectores caballerescos e inferiores. A otro nivel,
las formulas de relacion horizontal se correspondian con la prác­
tica de una relacion más estrecha, de grupo, una solidaridad pro­
movida desde la cima, de forma consciente y premeditada, en

2. L a noción de individualism o, y el papel del individuo como sujeto


histórico, han sido objeto de teorización y redefinición: L Individu dans la
théorie e t dans la pratique J. Colem an, éd., Paris, 1966, donde S. Bage, en
el capítulo II, trata sobre «L 'in d iv id u dans la historiographie médiévale»,
p ágs. 43-70, dedicando un apartado especial a la historiografia aristocrática,
págs. 51-55. Ver tam bién M.* C. Iglesias, Individualismo noble, individualis­
mo burguês. M adrid, 1991.

— 19 2 —
0 a una causa común. Todo ello produjo una multiplicación
*?sjgnos y formas de relación diversas — alianzas. concordias,
onft-’deraC'oneS' e lC ’— ’ qUC c o n s titu y e ro n verdaderas senas de
Cj cniidad sociales y políticas, especialm ente en la jerarquía
nobiliaria-
La práctica pactista es, por tanto, materia nobiliaria por
e X c e l e n c i a . y constituye un recurso de primer orden para ca ­

r a c t e r i z a r y redefinir las im ágenes de poder y propaganda de

|a nobleza. Los lazos de sangre, las alianzas políticas, y todo


[ipo de opciones de integración. que se daban juntos y entre-
mezclados, representan algunos de los temas más detenida-
mente tratados en el marco de la historiografia especializada
en la nobleza castellana bajomedieval 3. A lo largo de los úl­
timos veinticinco anos, los trabajos se iniciaron con una d eci­
dida orientación hacia el estúdio de las consecuencias políticas
de ias relaciones internobiliarias. Es evidente que este enfoque
se ha producido de forma natural, com o resultado del hecho de
que las relaciones ciientelares, y. sobre todo. los pactos entre
miembros de la alta nobleza, se convirtieron en instrumento
fundamental de acción política, en su dimension de soporte de
la faccionalidad y la acción de los «partidos». El sistem a de
relaciones nobiliarias se proyectaba constantem ente sobre la
acción de gobierno. y la evolución política; por ello, su papel
en los conflictos y luchas civiles, en el marco general del rei­
no, o en su dimension regional, e incluso en uno de sus esce-
narios predominantes, el urbano, fueron las cu estion es que
afloraban de forma constante en m uchos de estos trabajos,

3. Un panorama historiográfico general se ofrece en varios de mis tra-


bajos: «Nobleza y senorios en C astilla en la Baja Edad M edia. Aportaciones
de la historiografia reciente», A nuario de E studios M edievales, 14 (1984),
págs. 617-639. «H istoriografia de una élite de poder: la nobleza castellana
bajomedieval». Hispania L/2, 175 (1990), págs. 719-736. Y, el más reciente:
-El protagonismo nobiliario en la C astilla bajom edieval». M edievalism o 1
0997), págs. 187-233. con am plias referencias bibliográficas, en las que pue­
den verse diversos títulos relacionados con estas cuestiones.

— 193 —
centrados básicamenle en las épocas de mayor inestahii-,.1
política, com o los reinados de Juan II, y. en especial
IV, y el inicio del de los Reyes C atólicos4. J
Con todo, se han realizado esfuerzos para descentrar '
tema respecto del hecho político, y no han faltado public^-e*
nes en las que se ha tratado de aprehender el fenômeno '°^
diversidad. prestando atención a los aspectos culturales socT*
lógicos, o antropológicos, utilizando fuentes literarias y n
tivas. y abriendo nuevas perspectivas en el tratamiento de 1 "

4. Resultaria interminable m encionar todos los trabajos, ni siquiera|Q6


m ás destacados, que se han producido en esta linea de investigación Atitu
lo de m uestra, pueden citarse algunos ejem plos, que van desde trabajos clã-
sicos, y de corte general, a otros m ás recientes y especializados: L Suárez
Fernández. N obleza y monarquia. P untos cie vista sobre la historia políti
castellana en el siglo XV. Valladolid. 1975 I2r éd.); M.” I. Del Vál Valdivieso
«Los bandos nobiliarios durante el reinado de Enrique IV», Hispania XXXV
(1975). págs. 249-293. E. Benito Ruano. Toledo en el siglo XV. Madrid, 1961
M.A. Ladero Quesada, Andalucia en el siglo XV. Estudios de historia poliu,
ca. M adrid. 1973: idem. «Linajes. bandos y parcialidades en la vida política
de las ciudades castellanas». Bandos y querellas dinásticas en Espana al fi­
n a l de la E d a d Media. Paris, 1991, págs. 105-134; C.I. López Benito, Ban­
dos n o biliarios en Salam anca al iniciarse la E dad M oderna . Salamanca.
1983. 1. Beceiro Pita «D oléances et ligues de la noblesse dans la Castille de
la fin du Moyen Age (1420-1464)», Genèse m édiévale de I Espagne Moderne.
Du réjus à la révolte: les resistences, A. Rucquoi dir.. Nice, 1991. págs. 107-
126: D.C. M orales Muniz. «Las confederaciones nobiliarias durante la gue­
rra civil de 1465». Anuario de E studios M edievales, 18 (1988). pp. 454-467;
M.1 C. Q uintanilla Raso. «Les confédérations de nobles et les bandos dans le
R oyaum e de Castille au Bas Moyen Age. L ’exem ple de Cordoue», Journal
o f M edieval H istory 16, North-H olland. 1990, págs. 165-179; idem. «Políti­
ca ciudadana y jerarquización del poder. Bandos y parcialidades en Cuenca»,
En la Espana M edieval. 20 (1997), págs. 219-250: írfem,»Facciones. clientelas
y partidos en Espana en el trânsito de la Edad M edia a la Modemidad». Po­
der, econom ia, clientelism o J. Alvarado. coord., M adrid.1997, págs. 15-49.
Interesa tam bién la obra de 1. Pastor Bodmer, Grandeza y tragédia de un va­
lido. La m uerte de don Álvaro de Luna M adrid. 1992. en cuyo Apéndice do­
cu m en tal. que ocupa el vol. 11. se co n tien en num erosos documentos de
alianzas. tan frecuentes en el periodo en cuestión.

— 19 4 —
tjones R e c ie n t e m e n t e , sc han abordado trabajos dc cortc
CUC* f u n c i o n a l i s t a 6 . y algunas obras co lectivas de am plias
^ fSpCCtivas '• Pero, en lincas gcnorales, sc ha venido actuando
^ a t e n d e r d e forma suficiente a las orientaciones teóricas, sin
bordar los aspectos conceptuales básicos subyacentes. En el
oresente artículo, la coyuntura política se mantiene al margen
de las preocupaciones. y, por el contrario, se ofrece una pers-
^■tiva en la que el sistema de relaciones de sociabilidad/soli-
daridad nobiliarias sc entiende desde su sentido preferentemente
social. Los vínculos personales. por su misma naturaleza. en
Iaque los aspectos formales se entremezclan con las cuestio-
nes p r iv a d a s , dificultan la sistem atización y caracterización
p e rfc c ta m e n te definidas. El objetivo consiste, por tanto, en
intentar una aproximación entre una perspectiva impersonal
del tema, bajo la cual se observan las circunstancias concre­
ta s sólo como telon de fondo, y una orientación personai, en

5 E n mayo de 1987. un Coloquio organizado por J. Heers, sobre los


gandos n o b iiia rio s y las luchas dinásticas en la Espana bajom edieval. cele­
brado en la Sorbonne y en la Biblioteca E spanola de Paris, nos perm itió a los
participantes tomar contacto con otras perspectivas de tratam iento del tema,
luego p u b lic a d a s en la obra colectiva titulada B andos y querellas dinásticas
cn Espana... ob. cit. Entre ellas cabe destacar las siguientes: A. MaCkay. «Los
bandos: aspectos culturales», págs. 15-27: L .Clare /M. G arcia, «La guerre
entre fa c tio n s ou clientèles dans la Crônica de M iguel L ucas de Iranzo»,
págs. 59-75: A. G óm ez M oreno, «Pleitos fam iliares en cartas de batalla».
págs. 95-104.
6. Un ejemplo centrado en el análisis diplom ático: A .B. Sánchez Prie­
ra, «Un tip o docum ental fundam entalm ente nobiliario: la confederación. A s­
pectos jurídico-diplom áticos sig lo s X1V-XV1)», C uadernos de E studios
Sledievalesy Ciências y Técnicas H istoriográficas, 20 (1995). págs. 47-63.
7. En relación con este tem a se encuentra la reciente publicación titu­
lada: La lucha de bandos en el Pais Vasco: de los Parientes M ayores a ta Hi-
dalguía Universal. Guipúzcoa, de los bandos a la Provincia (siglos X IV a
XVI). J.R . D ía z de D urana Ortiz de Urbina, edit., Bilbao, 1998, con intere-
'antes trab ajo s sobre aspectos historiográficos y m etodológicos, cuestiones de
linajes. siste m a s de parentesco com o base m edular de la com posición de las
facciones. etc .

— 195 —
la que. sin embargo, se minimizan las posiciones particula
dicho de otro modo, se trata de conseguir un equilibrio e ^ '
una orientaciôn estructuralista. ajena a la movilidad y e]
jetivism o propios de las relaciones personales, y un en f0
que. pese a esto, contempla y tiene en cuenta el dinamismo ^
las estructuras.
Caracterizado ya el objeto de estudio, éste se inserta en ei
sistema de valores, sentimientos. claves mentales, y m od elos d
conducta propiamente nobiliarios. Los compromisos entr
miembros de la nobleza permiten calibrar los mensajes de pro.
paganda nobiliaria que se desprenden de este sistema d e rela
ciones 8. Utilizando todas las posibilidades que ofrecen para una
aproximación más completa al âmbito mental propio d e la je_
rarquia noble, es posible captar la forma en que los pactos con-
tribuyeron a poner de manifiesto una ética particular, a propagar
unos sentimientos propios de grupo y, en definitiva, a confor­
mar, junto con otros factores, una específica cultura nobiliaria.
El acercam iento al tema se realiza a través de fu e n tes
documentales, en su absoluta mayoria inéditas, c o rre s p o n d ie n ­
tes a distintos âmbitos, y diferentes linajes de la c ú p u la nobi­
liaria castellano-leonesa. nobleza titulada, y grandes d e l reino.
enmarcadas a lo largo del siglo XV y principios del s ig u ie n ­
te, optando asi por un enfoque cronológico amplio, que sobre-
pasa el tradicional tratamiento reduccionista, en el que las dos
últimas décadas del siglo XV — habitualmente c o n s id e ra d a s
com o época de estabilidad— ponian fin al análisis9. La ade-

8. Los pactos y alianzas entre m iembros de la alta nobleza. y las redes


ciientelares con integrantes de sectores m edios constituyeron un eficaz ins­
trum ento de propaganda nobiliaria. tema éste al que he dedicado atención re-
cientemente: M.a C. Quintanilla Raso, «La nobleza», Orígenes de la Monarquia
Hispânica: Propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), J.M . Nieto Soria. dir..
M adrid. 1999. págs. 63-103.
9. El predom inio de la óptica política aplicada al estudio de los pactos
nobiliarios. ha venido determinando la adecuaciôn de su estudio especialmen­
te a los m om entos de conflicto abierto. En este caso, se ha procurado traspa-

— 196 —
tradicionalmente planteada, entre los aspectos cultu-
cUaC1° n|0S textos de carácter literário, obras narrativas, y tra-
ralt no debe excluir esta otra posibilidad que significa la
,ados, ^ docum entos. Es evidente que este tipo de
ut , resenta un sentido particularista, y recoge hechos y
fuL*n^iones privados, pero también lo es que contienen una
SllU h ble carga de representatividad. a la que este trabajo se
? En este orden de cosas, parece conveniente reivindicar
aC°"Locimiento detenido del lenguaje documental, ya que, a
e' C° del análisis de su campo sem ântico, se puede realizar
^ ^ p roxim ación al tema, que acabe con la exclusividad de
Uatamiento de estas cuestiones a partir de fuentes cronísticas
v literarias.
M á s a llá del nivel de concreción a que pudieran conducir-
s ei a n á lis is de los documentos, éste puede dejar de lado la
. (jca particular, para orientarse a la búsqueda de una informa-
ción que sobrepasa esta perspectiva, de forma que su conteni-
do se u t i l i z a , no en su alcance concreto, sino en su sentido
e n e ra l. L a dimension analítica se completa con un esfuerzo
in te rp re ta tiv o ; a partir de toda una serie de fórmulas documen­
tâtes. q u e se transcriben para poner en valor el repertorio con-
ceptual y terminológico que encierran, se trata de redefinir las
rela cio n es internobiliarias, tratando de apreciar las lógicas, rea­
lidades. y distorsiones de ese complejo sistema de vínculos per-
sonales en el que las jerarquías se encontraban inmersas.

sar la barrera cronológica del fin de la guerra civil con la que com enzó el
gobierno de los Reyes Católicos, para observar la continuidad del fenômeno,
aunque pueda observarse que la intensidad dism inuyó de nivel, y los testimo-
nios, por ello, resultan m enos abundantes. En estos m om entos preparo un tra­
bajo sobre el sentido y alcance de las alianzas nobiliarias y las clientelas
políticas en el paso a la M odem idad.

— 197 —
L ó g ic a s , c r it é r io s y f ó r m u l a s

1. En la Castilla del siglo XV, los integrantes del gru 1


ble fueron protagonistas de un com plejo sistema de rela ' ^
personales, m u y desarrolladas, y las q u e han quedado
rosos testim onios escritos. N o obstante, es preciso tene*1*6'
cuenta, en primer término, el papel de la oralidad, m a n ifje en
«to
en los acuerdos sustentados exclusivam ente en este S“
, • , 3IMemadele
expresión, y, al m ism o tiempo. en las intensas y a veces dil
tadas negociaciones que precedian a los compromisos p
tos por escrito; a esta fase de tratos verbales anteriores
entrevistas personales. se hacia a veces referencia en las :
crituras de pactos, de forma velada, o incluso explicita, con là
siguiente expresión: «por quanto entre los muy illustres seno­
res... se a platicado algunas cosas que conviene al bien dp
in SUS
casas» 1U— . En cualquier caso, el establecimiento de un acuer
do entre partes llevaba aparejado, tanto la seguridad y confian
za intrínsecas, com o la difusión, por diversos procedimientos-
«entre nuestras personas y casas aya syenpre verdadera amis-
tad, y entre nosotros se m anifieste y conozxa por palabras y
por escripto y por todas las vias que para conservaçiôn y
acreçentamiento de nuestros estados y casas commo entre ver-
daderos am igos se puede mostrar» n . La existencia de com-

10. Asi se reconocia en una confederación entre el condestable de


C astilla. del linaje Velasco, y el conde de Benavente, del linaje de los Pi-
m entel, en noviem bre de 1511. conservada en el gran centro de documenta-
ciôn nobiliaria, depositado en el Hospital Tavera, de Toledo, en el que se han
centralizado los fondos docum entales de las más im portantes casas: Archivo
H istórico N acional, (en adelante AHN), Nobleza, Osuna, 421-1/5. Para un
enfoque desde la perspectiva particular, puede verse, sobre la trayectoria de
los Velasco. la Tesis D octoral de E. G onzález Crespo, Elevacion de un lina­
j e n o b iliario castellano en la B aja E dad M edia: los Velasco, Universidad
Com plutense. M adrid, 1981. Respecto a los Pim entel. la Tesis Doctoral de 1.
B eceiro Pita. de 1980, acaba de ser publicada, bajo el siguiente título: El con­
dado de B enavente en el siglo X V Benavente. 1998.
11. El texto de una alianza entre el duque del lnfantado y don Diego
de Cárdenas. fechada en G uadalajara 3 de febrero de 1516, lo expresa de este

— 19 8 —
1 os verbales aparece recogida en algunos testim onios,
pr° n j referente a don Beltrân de la Cueva, cuando, en una
C0I11Ü s u s c r i t a en junio de 1474 con don Juan Pacheco hacia
^ '^ n c ia a otros acuerdos, con distintas personas en esta
rÊ*t'rL , n„ algunas délias tengo confederaçion o amistad, por
{fOSP* i u 12
,'ip tu ras. o por palabra» >2.
g ra la formula escrita, el documento, sin embargo, lo que
B fonia un verdadero carácter de com prom iso a estos acuer-
impnn

AHN. Nobleza, Osuna, 1860-31/1-3. Para situar los hechos en su con-


^ [O particular, conviene ver la bibliografia referente a los M endoza, repre-
* ,° n tes d e la Casa del Infantado, en mis artículos citados supra, nota 3.
Sobre este linaje ha realizado su tesis doctoral A.B. Sánchez Prieto, La Casa
del Infantado (1350-1531). Relaciones políticas, p o d er social y organización
del linaje U n iv e rs id a d C om pltense, M adrid, 1994, 2 vols.
12 AHN, Nobleza, Frias. 1 6 /2 8 . El objetivo de la frase consiste en ha-
, e r r e f e r e n c i a a que esos com prom isos anteriores quedarian supeditados a la

c o n f e d e r a ç i o n que en ese m om ento firm aba con Pacheco. Sobre la controver­

tida fig u ra d e don Beltrân de la Cueva no existe apenas bibliografia específi­


ca ap arte d e algún trabajo antiguo. com o el de A. R odriguez Villa, Bosquejo
historiográfico de D. Beltrân d e la Cueva. p rim e r duque de Alburquerque,
Madrid. 1881; este personaje ha sido objeto de atención en estos m om entos,
en un tra b a jo realizado por P. C arceller C ervino, sobre D iego E nriquez del
Castillo y la tratadística caballeresca d el siglo XV: «De re m ilitari» de Paris
de Puteo Universidad Complutense, Memoria de Licenciatura, 1999. en la que
el duque d e Alburquerque aparece com o destinatario de la traducción hecha

p o r E n riq u ez del C astillo de la obra del autor italiano. En cuanto a Pacheco,

ha d esp ertad o atención en la historiografia reciente, sobre todo por parte de


un reconocido especialista en la nobleza castellana bajom edieval, com o A.
Franco Silva, E l senorío toledano de M ontalbán. D e Á lvaro de L una a los
Pacheco Cádiz, 1992; idem, «Los testam entos de Juan Pacheco (1470-1472)»,
Congreso de H istoria d e l Senorío de Villena, Albacete, 1987, págs. 157-174,
y por quienes se han acercado a la am plia tem ática del Senorío de Villena,
como A. Pretel, «L os b andos del M arquesado en el sig lo X V », ibidem .
págs. 333.348. Ver, en general, las Actas del C ongreso. Finalm ente, el papel
desem penado por la alta nobleza castellano-leonesa en esa época crucial, es
el tema de la Tesis Doctoral de M .1 J. G arcia Vera, La nobleza castellana

bajomedieval. B ases de predom ínio y ejercicio del p o d e r en la fo rm a c iô n


político-social del sig lo XV: el reinado de E nrique IV (1454-1474). U niver­
sidad Complutense, M adrid, 1997. 3 vols.

— 199 —
dos. La importancia del hecho documentai, en el sistem ad J
pactos de la jerarquia nobiliaria, que podia asi rentabili^,.^
«poder de la escritura», resulta determinante u . En la e ^
sión escrita no sólo se aprecia mayor grado de solemnidg6'
sin o también mayor garantia para su cum piim iento por L
partes, com o de forma habituai se hacia constar, con fórm
las en las que expresamente el individuo vinculaba al escri^
su «otorgam iento» y «reconocim iento» público del compr0
miso: «Et para mayor firmeza e seguridad dello, por esta es­
critura firmada de mi nombre e sellada con el sello de mi
armas, otorgo e conozco que de mi propia voluntad me con
federo e hago concordia e amistad con el dicho senor»14.
todo, el escrito de com prom iso podia verse sujeto a titubeos
o contradicciones, después de la redacción, de forma que a
veces, se hacia necesario anadir ciertas modificaciones, o pre
cisiones de tipo formal, o incluso algunos detalles de más en-
jundia, negociados con posterioridad, com o, por ejemplo, la
determinación de los nobles que quedaban a salvo de la di­
m ension bélica de la confederación: «Et porque despues de
fecha esta escriptura fue acordado e asentado por nosotros, que
yo. el dicho almirante, oviese de salvar e reçebtar al senor...»ls.

13. Interesantes consideraciones al respecta, en la colaboración de E.


Ruiz G arcia, «El poder de la escritura y la escritura del poder», en Orígenes
de la M onarquia H ispânica..., ob. cit. págs. 275-313.
14. Frase tomada del docum ento de confederación ya mencionado, sus-
crito en febrero de 1516 por el duque del lnfantado y don Diego de Càrde-
nas: AHN. Nobleza. Osuna. 1860-31/1-3.
15. Tal sucediô en el com prom iso firmado en mayo de 1479 porei al­
m irante Enriquez y el conde de Benavente: AHN. Nobleza, Osuna, 417-26/
15. A cerca del linaje de los Enriquez, pueden citarse com o referencias bási­
cas las obras de P. Martinez Sopena, E l estado senorial de Medina de Rioseco
b ajo e l alm irante A lonso Enriquez, 1389-1430 Valladolid, 1977; y B. Yun
C asalilla, «A ristocracia, senorio y crecim iento econôm ico en Castilla: algu­
nas reflexiones a partir de los Pim entel y los Enriquez (siglos XVI y XVII)»,
R evista de H istoria Econômica, III (1985).

— 200 —
I La diversidad de objetivos de los pactos nobiliarios se veia
• da en una multiplicidad de escrituras, cuya denomina-
rC^ oSpecifica varia de acuerdo con su contenido: por un lado
c'°n |0S tipos más habituales que recibian la denominación
tS ali a n z a » , o «am istad». que ponian de relieve los lazos
^ n o b ilia r io s fundamentados sobre la amistad com o valor
*n litico' los calificados com o «cofradía» y «hermandad» ,
P n t a d o s a m anifestar la cohésion interna de la jerarquia
y el exclusivism o asociativo nobiliario, que a veces
T ^ ib o ca b a en una relación de parentesco ficticio ,6; por otra
existia un tipo de pactos con un sentido más contractual.
la denominación de «asiento», «concierto», «capitula-
ció n » o incluso «contrato», o «contrato de obligación», apa-
recien d o a veces el calificativo de «p o liza » 17; no faltan los que
rec o g e n los términos de una négociation con la que se revol-
vian enfrentamientos anteriores, com o la «concordia» 18. En-
Irg todos ellos destacan las «confederaciones», o «cartas de
aITiistad y confederacion», las más abundantes, verdadera
s u b lim a c ió n del talante negociador, aunque también del espi-
riiu b e lic o s o de la jerarquia nobiliaria, que han sido objeto de
aten ción preferente en el panorama historiográfico, en especial
en su vertiente relacionada con la acción política, asi com o en
las investigaciones preferentemente orientadas a las estructuras
y r e la c io n e s nobiliarias en si, es decir, los estudios de linajes.
Se encuentran entre los documentos más propiamente aris­
tocráticos, y constituyen. dentro del estudio de la nobleza, uno

16. Términos docum entados, respectivam ente, en estos testim onios:


..amistad y cofradia», AHN. Nobleza, Frias, 18-151/153, julio de 1505: «ver­
dadera hermandad. leal e fiel am istad e confederaçiôn»: ibidem, Osuna. 417-
8, abril de 1467.
17. «Sepan quantos este contrabto vieren»: AHN. Nobleza. Frias. 1-9.
septiembre de 1405: «carta de contrabto de obligaçiôn»: ibidem, Osuna, 417-
26/1. mayo de 1478; «para m em oria y seguridad dello hize escre v ir esta
poliça»; ibidem. Osuna. 1635-3/25, marzo de 1526.
18. Se expresa. generalm ente. de este modo: «fazem os entre nos verda­
dera paz e debdo e am istad e concordia»: AHN, Nobleza. Frias. 839-13, 1475.

— 201 —
de las temas preferentes. En sus aspectos formales, extem gB
estilo, y estructura diplomática, se observan diferencias ' ^
o menos apreciables. según el tipo de acuerdo establecido
se plasmaba en documentos de mayor o menor solerri ' ^
con un désarroi lo variable de los formalismos 19 Fn
• i este sen
tido. vale la pena senalar la aparición esporádica de al
tipos documentales breves, de estilo sencillo, y conciso w
últimas décadas del siglo XV: «otorgamos y conosçemosn
fazemos entre nosotros buena fiel e verdadera e p erp etu a am^
tad, para ser en unidad de voluntades, ayudadores y a
radores, e defensores el uno del otro e el otro del otrn o
. , * “n tal
manera que entre nosotros se aya de guardar e guarde la dj
cha amistad en verdaderas e non fingidas obras»20. Dicha ci
cunstancia parece acrecentarse en los inicios de la sigu ien te
centuria, en que se observa la presencia de documentos sim
pies, que prescindian incluso de los consabidos refu erzo s d
juramento religioso y «pleito homenaje», pero que resultaban
al m ism o tiempo, explícitos y elocuentes: «Lo que es asenta'
do e concertado entre... es lo que se s ig u e » 21. En e l extrem o
opuesto, otras escrituras recogen el resultado de acu erd os
com plejos, en los que se adivinan com plicadas conversacio-
nes previas, donde se negociaba lo que se podia exigir y pac_
tar, y se estabiecian los lim ites a lo exigido, plasmándose todo
ello con mucho detalle, por capítulos 22.

19. Una aproxim ación a estos acuerdos. desde la Diplomática, en el ar­


tículo de A.B. Sànchez Prieto: «Un tipo docum ental fundamentalmente no­
b iliario ...» , ob. cit.
20. Tomado de un breve docum ento de acuerdo firmado por el conde
de Benavente. don Rodrigo A lfonso Pim entel, y el de Valencia, don Enrique
de Acuna en m arzo de 1483: AHN, Nobleza. Osuna. 417-29/6.
21. Ibidem Osuna. 422-2/1 : acuerdo suscrito en septiembre de 1517 por
el conde de Benavente y el com endador mayor de Castilla. Hemando de Vega.
22. E ntre los m uchos ejem plos que podrian m encionarse, ver la alian-
za m ultiple entre el conde de Fuensalida don Pedro Lôpez de Ayala. el ma­
riscai Per A fán de Ribera, don Á lvaro Pérez de G uzm àn, y el clavero de
Calatrava. don G arcia Lôpez de Padilla, firmada el 20 de diciembre de 1473:

— 202 —
I Ita in n e g a b le que. a través de las escrituras de pactos.
sancionaban v cobraban fuerza los acuerdos. sino que
n° S<^ducía también un fenôm eno de difusiôn de las relaciones
se^r -, as así com o de sus lógicas y fundam entos. La impor-
• d e e s to s com prom isos les hacia sobrepasar el nivel de la
tanCIÍ'idad para insertarse en un esquem a propagandistico. con-
^ R i^ n a d o fuertemente por el afán de ostentación. punto bási-
H P ^ J j o d o de operar de una nobleza. necesitada, por su misma
Hffcfltidad d e grupo de poder, de la exh ib iciôn del m ism o.
P p e u n lado, se publicitaba el h ech o en si. y e llo atendien-
s o b re to d o a una razones coyunturales. de tipo p olítico: en
^°, S de fuerzas de la agitada p o lítica castellan a del sig lo
X V in te r e s a b a en todo m om ento co n o cer las a filia cio n es c o n ­
cretas d e cada m iem bro de la jerarquía n o b le. Pero adem ás.
t o s docum entos servían para propagar toda una serie de va­

l u e s p r o p io s de la esen cia nobiliaria. A través de e llo s. co m o


a tr a v é s de otros m uchos instrum entos, la n ob leza proyecta-
ba de sí m is m a una im agen de superioridad, y se hacia e c o de
lo s e le m e n to s integrantes de las pautas de conducta nobiliaria
re c o n o c id a s fuera y dentro de su âm bito. — unidad. lealtad.
a m is ta d , fid elid ad . honra, s e r v ic io — , que ap arecen p rofu ­
sam ente recogidas con expresiones de este tipo: «buenos e lea­
les e verdaderos am orios, com m o buenos e verdaderos am igos
d e v e n e quieren fazer»; «para ser en unidad de v o lu n ta d es
a y u d a d o re s e anparadores e d efen d ed ores el uno del otro e el
otro del otro»; «por conservar la honrra e vida de nuestras pro-

1 -
AHN. Nobleza. Frias 838-73. Todos estos linajes cuentan con bibliografia
especializada, entre cuyos títulos pueden m encionarse los siguientes: A. Fran­
co Silva, El Condado de F uensalida en la Baja E dad M edia. Cádiz. 1994: J.
R. Palencia Herrejón. Los Ayala de Toledo. D esarrollo e instrum entos de p o ­
der de un linaje nobiliario en el siglo X V Toledo. 1995: M. A. Ladero Quesada.
Los senores de Andalucia. Investigaciones sob/v nobles y senorios cn los s i­
glos XIII a XV. Cádiz. 1998. que contiene una recopilación de varios de sus
trabajos sobre linajes andaluces, com o los Ribera. v los Guzmán.

— 203 —
pias personas e por la guarda de nuestros estados e casas
«aquellos que desean el serviçio de la Corona real guar^ jjj
do la lealtad y fidelidad que deven a sus R eyes» 23.
Conscientes del valor comunicativo de los documentos
menudo los implicados en los acuerdos, hacían valer esta
cunstancia afianzándolo además con la explícita expresiôn d
su voluntad y su interés por utilizarlos con un sentido de difu
siôn, en las consabidas cláusulas de publicitaciôn, insertas
la disposición inicial: «Manifiesto sea a todos los que la presen
te vieren»24, o incluso «vieren y oyeren»25. Por todo esto la

23. Cada uno de estas frases está tom ada, respectivamente, de los s'
guientes docum entos: AHN. N obleza Frias, 1-9: ibidem , Osuna, 417-29/6.
ibidem, Osuna, 1635-3/18; ibidem . Osuna, 1635-3/21.
24. Asi se dice en sendas escrituras de alianza entre el duque de Arcos
don Rodrigo Ponce de León, y don Alfonso Fernández, senor de Montemayor
y Alcaudete: AHN, Nobleza. Osuna, 1635-3/18, fechadas en julio-agosto de
1490. Sobre la Casa de Arcos, ver las siguientes publicaciones: E. Solano Ruiz
«La H acienda de las Casas de M edina Sidonia y Arcos en la Andalucía del si­
glo XV», Archivo Hispalense. 168 (1972), págs. 85-176; D. Garcia Hernán; Los
Grandes de Espana en la época de Felipe II: los duques de Arcos Tesis Doc­
toral, Universidad Complutense, M adrid, 1992; F. Devis Márquez. Mayorazgo
y cambio político. Estudios sobre el mayorazgo de la Casa de Arcos al final de
la E dad M edia, Cádiz, 1999. En relación con los senores de Montemayor, una
de las ramas del gran linaje cordobés de los Fernández de Córdoba, —como los
senores de Aguilar, los condes de Cabra, y los Alcaides de los Donceles—, ver:
M.a C. Quintanilla Raso, Nobleza y senorios en el reino de Córdoba. La Casa
de A guilar (siglos X IV y XV) Córdoba, 1979; idem. «Los grandes linajes. Una
investigación histórica sobre el linaje de Fernández de Córdoba», Nobleza y
sociedad en la Espana M oderna, C. Iglesias, coord., Oviedo, 1996, págs. 73-
110; A. Franco Silva, «Montemayor. Origen y consolidación de un senorío cor­
dobés en la Baja Edad Media», Homenaje a Tomás Quesada Quesada. Granada,
1998, págs. 231-270. Los ejemplos de esta cláusula, muy común, por lo demás.
podrían m u ltiplicarse: «C onosçida cosa sea a todos quantos esta presente
scriptura vieren», se dice, por ejemplo, en una confederación entre don Miguel
Lucas de Iranzo y don Juan Pacheco, firmada en 8 de julio de 1469. ibidem.
Frias, 12-9.
25. Expresiôn insërta en una alianza firmada el 24 de febrero de 1448 por
una serie de nobles andaluces: duque de Medina Sidonia don Juan de Guzmàn.
conde de Arcos don Juan Ponce de León, Adelantado Mayor de Andalucía don

— 204 —
(ación consciente de estas escrituras no solia ser habitual.
0011 ndo se formulaba por escrito. — com o se observa en un do-
y cU (jg septiembre de 1517, en que el comendador mayor
CUd istilla- confederado con el conde de Benavente, se compro-
' a silenciar el pacto, en estos términos: «que no la mos-
(la escritura de confederacion) ni lo diré a nadie, sino
*faI? ndo casso en que aya neçesidad e sea menester de la mos-
veIU 26 debía responder a circunstancias particulares deriva-
« del entramado político, que a veces hacian necesario el
^aS (enimiento secreto de las posiciones adoptadas.
1,1 C o n s i d e r a d o s com o documentos personales. los acuerdos
ntre nobles producían, sin embargo, com o todos sus actos y
(jecisiones, consecuencias muy directas en la vida política del
reino y ta* repercusión invita a considerarlos com o propios de
un âmbito más allá del privado. Este hecho se veia sanciona­
do a m e n u d o , con la presencia de escribano y notario públi­
co en el contexto de la negociación escrita, com o se observa
en una alianza m últiple suscrita en septiem bre de 1405 por
Dávalos, Stúniga,- Velasco y Manrique: «Et para que esto sea
firme otorgamos e fazemos todo lo sobredicho ante Pero Lopez
de Bocos. escrivano del dicho senor rrey e su notario publico
en la su corte e en todos los sus regnos, que presente está» 21.

Per Afán de Ribera. asi como el alcalde mayor de Sevilla don Pedro de Guzmán
y un «veinticuatro» del concejo Alfonso de Velasco, en AHN, Nobleza. Osuna.
1635-3/3. publicado en Orígenes de la M onarquia H ispânica..., ob. cit.. núm.
38, págs. 461-463.
26. AHN, Nobleza, Osuna. 422-2/1.
27. Ibidem, Frias. 1-9. Lo m ism o se afirm a en una confederación en­
tre el conde de Benavente don A lfonso Pim entel y el de Valencia don Enri­
que de Acuna, en noviem bre de 1500: «et para m ayor firm eza las otorgam os
porantel escrivano e notario publico de yuso escripto al qual rogam os que las
escribiese o fiziese escrevir e las signase con su signo»: Ibidem , Osuna, 418-
2/11. Sobre el linaje Acuna. ver, entre otros trabajos, el de J.I. Alonso C am ­
pos y J.M. Calderón Ortega, «Los Acuna: la expansion de un linaje de origen
português por tierras de Castilla», A ctas das II Jornadas Luso-Espanholas de
Historia M edieval. Porto, 1989, III, págs. 851-860.

— 205 —
Junto con la firmeza del com prom iso, los documentos*
nían com o función, al mismo tiempo, en teoria, la busquei
de una proyecciôn futura, proporcionando elementos básic0
para el recuerdo que se hacia presente a través de las palabr
escritas — «para memória y seguridad dello»— » . Los acu*
dos se plasmaban en sendas escrituras, redactadas conjuntamen
te. para cada una de las partes, según se recogia en cláusulas
corroboratorias de este tipo: «Sobre lo qual se fizieron dos es­
crituras de un thenor. tal la una com m o la otra, para que la una
tengamos nos, el dicho duque... e con d e..., e la otra yo, el (jj.
ch o m a estre...» , o «de lo qual todo mandamos fazer dos
escripturas. tal la una com m o la otra. e la otra commo laotra.
para que tenga cada uno de nos la suya»; o «de lo qual otor-
gamos dos escripturas en un thenor, tal la una como la otra.
para cada uno la suya» A veces, sin embargo, la redacción
del acuerdo se acometia de forma individual, como hizo en 5

28, Como se dice en sendas escrituras firmadas y selladas porei duque


de Arcos, y el duque de Sessa y conde de Cabra, en marzo y mayo de 1526-
AH N. Nobleza, Osuna, 1635-3/25. Sobre el condado de Cabra, ver mis pu-
blicaciones citadas supra., nota 24.
29. Véanse los siguientes testim onios docum entâtes: AHN. Nobleza
O suna 1635-3/11, fechado en octubre de 1465, en el que los protagonistas
eran el duque de Medina Sidonia. el conde de Arcos, y don Pedro Girón :
ibidem 417-8. que recoge la confederación entre el conde de Benavente y el
senor de Aguilar. en abril de 1467; e ibidem. 417-26/15, mayo de 1479, alian-
za entre el alm irante Enríquez y el conde de Benavente. Entre la bibliografia
referida a los Girón, fundadores de la C asa y el estado senorial de Osuna.
pueden destacarse los siguientes títulos: F.J. Aguado Gonzalez, El ascensode
un linaje castellano en la segunda m itad del siglo XV: los Téllez Girón, con­
des de Uruena (el origen del senorío de Osuna) Tesis Doctoral. Universidad
Com plutense, M adrid. 1990; J.I. A tienza H ernández, Aristocracia, poder y
riqueza en la Espana Moderna, La Casa de Osuna, siglos XV-XIX. Madrid.
1987; A. Franco Silva, «Don Pedro G irón, fundador de la Casa de Osuna
(1432-1466)». Osuna, entre los tiem pos m edievalesy modernos (siglos XIII-
XVIII). Sevilla. 1995. págs. 63-93; A. Vina Brito. M o ró n y Osuna en la Baja
E d a d M edia, Sevilla, 1991.

— 206 —
de 1516 el duque de Medinaceli al duque de Arcos:
je ft’brer° . ]jbre e agradable voluntad, por la presente otor-
m'inozco que agora e de aqui adelante, en todo tiempo.
ê° î buéno e fiel e leal e verdadero am igo de v o s...p o r firme-
16 de 1° ^ual otorSu® es^a escriptura ...» , aunque la recipro-
^dad aparece evidente al final del documento: «del ténor de
? nual vos, el dicho senor duque me enbiastes otra»30. Por
otra parte- además de la existencia del texto en si, era impor­
tante la entrega de la misma, según se expresaba mediante la
fórmula al uso: «de lo qual, porque vuestra merçed çierto sea,
le enbio la presente escriptura» 31.

2. El universo noble se caracterizaba por estar penetrado de


un discurso común y unificador. En principio, los pactos en el
seno de la nobleza se insertaban en el marco de su estrecha y
particular cohésion interna, y trataban de propagar este valor. En
un compromiso tipicamente nobiliario, con juramento especí­
fico. la condición de «cavalleros» y de «onbres fijosdalgo» era
básica, como clave identificativa y, a la vez excluyente respec-
io de otros grupos sociales. Pero, por encima de la cohésion, se
alzaba la estratificación. que producia el cierre más reducido.
fundamentando en la unidad de grupo, sobre todo en un sector

30. AHN. Nobleza. Osuna. 1635-3/23.


31. E n e s te sentido se expresaba en 1468 don Álvaro de Mendoza al di-
rigirse al c o n d e de Plasencia don Alvaro de Stüniga, prometiéndole «serviçio»,
en reco n o cim ien to de su «amistad», «debdo» y «amor», 15 de febrero de 1468:

AHN. N o b leza, Osuna, 216-14. Los Stüniga representan otro ejemplo de lina­
je bien d o c u m e n ta d o , y que ha despertado el interés de diversos especialistas,
entre los q u e pueden mencionarse los siguientes: M.a L. Villalobos, Los Stüniga.
El paso a Castilla de un linaje de la nobleza nueva y su elevaciôn con los
Trastámara. Madrid. 1985 (micrografia); G. Lora Serrano, L os senorios extre-
menosde los Stüniga. Tesis Doctoral. Universidad de Córdoba, 1987; idem. «La
Casa de S tü n ig a durante el reinado de Enrique IV: orto político de un linaje no­
biliario». 1H Jornadas Hispano.Portuguesas de Historia Medieval. La Penín­
sula Ibérica en la Era de los Descubrimientos. 1391-1492. Sevilla, 1997, [I.
págs. 1191-1238.

— 207 —
especifico, la cúspide nobiliaria, los verdaderos protagoni ta
este sistema de relaciones, que controlaban desde la cima
En un extremo, por tanto, se sitúan las fórmulas de r»i ^
cion entre nobles, pero de carácter vertical, de fuerte d
dencia clientelar. Un testim onio elocuente se encuentra en ***
documento de febrero de 1468. firmado por Al varo de M U°
doza. respecto del conde de Plasencia:

consyderando el debdo que yo he con vos, el muy magnifi


senor (el mencionado conde) deseando creçer el dicho debdn
e amor en todo lo que en mí fuere, por la presente os do •
fe e çierta palabra commo quien so, que en todo tiempo e
todas cosas seré a vuestro mandado e seguiré vuestro serviçj0
en dicho e fecho e consejo... vos serviré e seguiré vuestro
serviçio e seré puesto e çierto a él con mi persona, casa e es
tado en todas cosas que posibles me sean 32.

Todo este âmbito de relaciones verticales eran propias de


una alta n obleza necesitada de ellas, com o recursos orga-
nizativos para su propio desenvolvim iento, aunque en su ac­
titud no sólo se detecta espontaneidad. o rutina, sino también
una puesta en práctica consciente, por la que se produjo la
adaptación de la vieja estructura feudovasallática a la nueva
situación de fines del M ed ievo33. En este sentido, en tomo a
la nobleza del siglo XV se aglutinaban distintos grupos de per­
sonas. y existían claras diferencias en el complejo y estructu-
rado grupo de dependientes, cuyo nivel de relación respondia
a distintas lógicas: la más doméstica, constante, propia de los

32. AHN. Nobleza, Osuna, 216-14.


33. Véanse al respecto. las consideraciones de G. Lind. «Grands et petits
amis: clientélism e et élites du pouvoir», en Les élites du pouvoir et la cons­
truction de l'ëta t en Europe, W. Reinhard ed. Pris. 1966. págs. 163-201. De in­
terés tam bién por su relación con el tem a la obra de H. Martin. Mentalités
médiévales. X l-X V siècle, Paris. 1996. en concreto el capítulo XII. en su apar­
tado dedicado a «La Noblesse du Bas Moyen-Age», págs. 377-389.

— 208 —
criados». insertos en un marco de relación pseudo-parental,
*C|as r e la c io n e s ciientelares propiamente dichas, las estable-
'Vjda„. d e s d e una lógica contractual y esporádica, con los «al le­
rd o s» <lue alcanzaban, en general, m ayor relieve. por su
feniido claramente p o lítico 34.
p0r otra parte, la importancia del clientelism o en la estra-
iegja de actuación de la alta nobleza aparece también en los
nactos que anudaban horizontalmente a los integrantes de este
scctor. De un lado, a veces las circunstancias determinaban el
paso de dependientes de un noble, al servicio del otro. con el
c o n s e n tim ie n to previo del afectado:

nos. ...fidalgos escuderos e criados que somos del senor conde,


de su liçençia y espreso mandado, que para lo ynfracscripto nos
da... fazemos pleito e omenaje .. .a vos el magnifico senor con­
de... nos despediremos et partyremos del dicho conde... nues-
tro senor e non seremos suyos, antes seremos de vos el dicho
senor conde... e a todo vuestro serviçio e mandado 35.

34. El tema de las clientelas nobiliarias ocupa un lugar cada vez más
en la historiografia. Algunas m uestras: P. Sánchez León. «N oble­
d e sta c a d o
za estado y clientelas en el feudalism o. En los lim ites de la historia social»,
en L a Historia Social en Espana. A ctu a lid a d y perspectivas, S. Castillo ed..
Madrid. 1991, págs. 197-215. C. Jular, «La participación de un noble en el
poder local a través de su clientela. Un ejem plo concreto de fines del siglo
XIV», Hispania 185 (1993), págs. 861-884: idem . «D om inios senoriales y
relaciones ciientelares en Castilla: Velasco. Porras y C árcam o. Siglos XIII-
XV». Hispania. 192 (1996), págs. 131-171. Interesantes consideraciones al
respecto, aunque referidas a un período posterior, en el artículo de A. Carrasco
Martínez, «Un modelo para el estudio de las formas de sociabilidad en la Edad
Moderna: las clientelas senoriales». M élanges de la Casa de Vetázquez, XXX-
2 (1994). págs. 117-129. M.C. G erbet ha realizado una atinada caracteriza-
ción de las distintas m odalidades de relación clientelar. en una Ponencia
presentadaen un Sem inário de Investigación, en El Escoriai, 1998, bajo el tí­
tulo siguiente:» Nobleza y clientelismo en el reino de Castilla al fin de la Edad
Media:criatios y allegados en Extrem adura», (actualm ente en prensa).
35. Se trata de un traspaso de ocho miembros de la clientela del conde
de Altamira, al de Benavente, en mayo de 1478, mediante un firme compromiso.
bajo pena de quinientas doblas de oro: AHN. Nobleza, Osuna. 417-26/1.

— 209 —
De otro lado, por razones semejantes, pero en sentido
trario, a menudo se incluía en los documentos de confed^^**
ción la prohibición expresa de trasvase de clientes y vasal^*'

Otrosí para mejor guardar la amistad e buen amorio entm ,^


sotros acordamos e queremos que ninguno de nos non p u ^
tomar nin resçebir uno de otro caballero nin escudero que
el otro viba nin a guarda nin resçebir vasalio nin vasallos»
«et asimismo yo... no pueda reçibir ni reçiba ningund caval|er°
ni escudero ni otra persona alguna de la casa de vos 36.

En uno u otro sentido, com o vem os, las alianzas y pactos


trataban de establecer un control y una instrumentalización del
clientelism o.
Los integrantes del segm ento altonobiliario estabiecian
con enorme profusion pactos internos que utilizaban. de for­
ma coordinada con otros recursos, en concordancia con su
progresivo encapsulamiento. La posición jerárquica se ponía
de relieve en los docum entos, en los que se hace constar la
consideración de los intitulantes con todo detalle, manifestan­
do su condición magnaticia. expresada a veces con la denomi-
nación de «ricos onbres», y anotando en la intitulación todos los
títulos, cargos y dignidades de los implicados, como se lee en una
confederación de julio-agosto de 1490, entre don Alfonso Fer-
nández de Córdoba. senor de Montemayor, y el titular del linaje
de los Ponce de León, al que se alude de este modo:»nos don
Rodrigo Ponçe de Leon duque de Cadiz, marques de Zahara, con-

36. El prim er testim onio corresponde a una alianza multiple, (Dávalos,


Stúniga, Velasco. Gómez M anrique), en septiem bre de 1405. AHN, Nobleza.
Frias 1-9. El segundo está tom ado de una concordia firmada porei conde de
Benavente don Rodrigo Alfonso Pim entel. y el marqués de Astorgadon Pe­
dro Álvarez Osorio, en 14 de febrero de 1492: Ibidem ,Osuna, 417-29/3. En
am bos casos se trata de acuerdos establecidos para zanjar una situación de
enem istad anterior, y denotan un cierto nivel de desconfianza reciproca, que
perm ite com prender m ejor esta cláusula.

— 210 —
de Arcos. senor de Marchena e de la Serrania de Villaluen-
37 Llama la atención. además, el hecho de que algunos de
^ p a c to s recogieran con bastante précision la idea de que la
Dreeminente posición de éstos sobre el conjunto de la nobleza,
imprimia carácter, y sus decisiones alcanzaban una repercusión
fuera de lo común, por lo que resultaban decisivas para el con-
unto del reino: eran. por un lado la nobleza titulada, y, por en­
cima de ellos aún. los «grandes del regno» , cuya «amistança»
y « c o n c o r d i a » , según se expresa en algún testimonio documen­
tai resultaba mucho más necesaria, mientras que. por el con-
trario. la posibilidad de la «discórdia» entre ello s. por sus
amplios poderes, y los numerosos recursos que podian poner en
juego en los enfrentamientos. se observaba. según se d ice li­
teralmente. com o «más peligrosa» 38. Estas actitudes se ponian
d e relieve incluso en las formulas referidas a la «fe » que co ­

mún y reciprocamente se otorgaban en los acuerdos, y a la que


se conferia un sentido especial, derivado de la condición de

37. R e s p e c tiv a m e n te , AHN. N oble/a. Osuna. 1635-3/11. alian/a fecha­


da en 13 d e octubre de 1465, donde se utiliza dicha expresiôn referida al du­
que de M ed in a Sidonia don Juan de Guzm àn, y el conde de Arcos don Juan
Ponce d e León, y sus respectivos herederos, y al m aestre de C alatrava, E
ibidem. Osuna. 1635-3/18.
38. Ibidem. Osuna, 1860-5. en noviembre de 1443, confederacion entre
el conde de Medinaceli don Luis de La Cerda, y don Ifiigo Lopez de M endoza
senor de la Vega. Ver, al respecto del linaje de La Cerda, la obra de M.L.Pardo
Rodriguez. Docum entation del condado de M edinaceli (1368.1450), Soria.
1993, donde se encuentra transcrito el documento, págs. 439-440. La utiliza­
ción de dicha expresiôn de «grandes del reino», que se documenta, com o ve­
mos. en 1443, empezô a difundirse de forma generalizada sobre todo a partir
del ultimo tercio del siglo XV. a especialm ente a partir del reinado de RRCC.
por lo que su uso en esa fecha resulta bastante tem prano. En la obra de I.
Beceiro Pita Sobre E l condado de Benavente.... ob. cit., págs. 51-52, se cons­
tata por primera vez el titulo de «G rande del reino» atribuído al segundo con­
de. en el reinado de Juan II. Una alusiôn a «cavalleros y grandes Despana» se
encuentra en un documento de noviembre de 1478, referido al conde de Be­
navente. AHN. Nobleza, Osuna, 417-25. Sobre la dignidad de «Grande», ver
D. Garcia Heman, Los Grandes de E sp a n a ..., ob. cit., págs. 125-174.

— 211 —
n obleza titulada, m anifestando expresam ente su
hegem ônica de este modo: «damos nuestras fees co mP°sició
^ 'Cl° n
e cavalleros» 39. C()ndes
Los miembros de las jeraquias nobiliarias castellanas d
siglo XV — jefes de linaje. y a la vez patronos, y senoresJf
se encontraban rodeados de una verdadera red social, en Ia ’
los vínculos con sus iguales tenían una funcionalidad e s p ^
fica. y un sentido muy especial. Se fundamentaban en fórni,
las de solidaridad horizontal particularizada, superpuestaal'
cohésion interna propia del grupo noble

yo, don Rodrigo Alfonso Pimentel, conde de Benavente, et yo


don Pedro Álvarez Osorio, marquês de Astorga... somo"
ygualados, unanimes et conformes de tener desde oy dia en
delante de tener buena e verdadera et entera amistad 40.

A veces, la compleja red de lazos, com o consecuencia de


su agitado protagonismo en los âmbitos de gestion y décision
política y bélica del reino, imponía la necesidad de jeraquizar
los propios pactos, en especial de los que contenían mayor
carga política. Por eso, en algunas escrituras de confederaçion
se observa la presencia de cláusulas explícitas de prioridad, de
este tipo: «Et sy por ventura nos o qualquier de nos alguna o
algunas tiene fechas e asentadas con qualquier persona o per­
sonas declaramos que es nuestra voluntad que esta preçeda a
todas las otras»41.

39. Así lo manifestaban el conde de Benavente y el conde de Valencia


en una alianza el 6 de noviem bre de 1500: AHN, Nobleza, Osuna.418-2/11.
40. 14 de febrero de 1492: Ibidem , Osuna, 417-29/3.
41. De este modo se estableció en la confederación entre el conde de
Benavente don Rodrigo Pim entel, y don Alfonso Fernández de Córdoba se­
nor de la Casa de Aguilar, firm ada en abril de 1467: AHN. Nobleza, Osuna.
417-8. Para una aproxim ación al contexto particular de ambos linajes. y la
am bientación general en su época, ver las obras citadas de I. Beceiro Pita. nota
10, y M.â C. Quintanilla Raso, nota 24.

— 212 —
circunstancias específicas se sobreponían a
g n o c a s io n e s ,
• u a ld a d d econdición entre los firmantes de los acuerdos,
,a por ello aparecían en situación diferenciada, lo que se tra-
T ^ í a e n u n reconocimiento documental expreso, que dem os-
fraba u n a decidida orientación del com prom iso a favor de uno
Je los p r o t a g o n is t a s :
p o re n d enosotros unanimes e conformes de un consentymiento
y m ira n d o lo que conviniere e tocare a la casa y estado del di­
cho s e n o r ... (otro de los firmantes, que podia aparecer en con­
dición d e «segurador e fiador) 42.

3. Está más que demostrado que cualquier actuación de las


jerarquías nobiliarias sobrepasaba el nivel individual para situar-
se en el marco de referencia del linaje, la casa, y el estado. La
som bra del parentesco se proyectaba también firmemente sobre
|0S pactos y acuerdos entre nobles, cualquiera que fuese su
o b jetiv o últim o43. Los pactos entre nobles preservaban los
valores del parentesco natural, al tiempo que los rentabilizaban,
\ . ad em ás tendían á producir un parentesco simbólico, en el que
se m e z c la b a n , entre otros ingredientes, la afectividad. y la
sin tonia política.
L as relaciones de sangre implicaban un evidente compro-
miso de protección recíproca. La fuerza del vínculo parental
afiadía gravedad a cualquier enfrentamiento o discórdia entre
quienes estaban unidos de esa forma. Por eso. resultaba habi­
tual la fórmula en la que se reconocía que «de la amistad e

42. Un ejemplo de tal situación lo encontram os en la alianza estable-


cida en agosto de 1479 por los condes de Altam ira, y de Ribadavia, y el m a­
riscai Suero Gómez de Sotomayor. en la que el conde de Benavente aparecia
en una posición de «segurador e fiador», claram ente preferente, com o se da
a entender en el docum ento: AHN, Nobleza. O suna. 417-26/6.
43. En su libro sobre Parentesco, p o d er y m ental idad. La nobleza cas­
tellana, siglos X lf-X V , Madrid. 1990. T. Beceiro y R. Córdoba. ofrecen una
serie de consideraciones acerca de la im portancia del grupo fam iliar com o
soporte de las relaciones de disputas y alianzas entre nobles: págs. 307-331.

— 213 —
confederaçion viene mucho bien e provecho, espeçialmente
hecha entre aquellos que debdo se tienen y am an»44.
Es cierto que las alianzas solian respetar los vínculos de
parentesco. Asi. en ocasiones de forma muy explicita se les dab»
a los parientes la oportunidad de integrarse en ellas, y e| reco
nocimiento de las relaciones de sangre se ponia de relieve tani
bién, a menudo, situándolos especificamente, para salvaguard»
de su seguridad. entre los exceptuados de la enemistad a que se
dirigian las alianzas políticas, com o sucediô en una confede­
ración de diciembre de 1473. entre el conde de Fuensalida el
mariscai de Castilla. y otros dos nobles, en la que cada uno « s a l-
vaba» a algunos parientes, al tiempo que los dos primeros re-
conocian de este modo la fuerza del vínculo parental:

tenemos asiento de escritura con nuestros sobrinos e parien­


tes... entiéndase que, sy todos los suso dichos o qualquiera
dellos al presente no firmaren esta escritura, que los salvamos
en esta dicha conformidad, et cada e quando que ellos o
qualquiera dellos la quisiere firmar e seer en ella que sean
resçbidos commo nosotros mismos 45.

Sin embargo, no parece que los vínculos de sangre se vie-


ran reforzados por las alianzas y pactos, sino que, en el con-
vencimiento de que no todos los integrantes del linaje asumian
una misma op tion , todo parece indicar que se necesitaba del
refuerzo de la sintonia política para que la union entre parien­
tes se mantuviera consagrada por los pactos.
El parentesco natural aparecia com o un medio a utilizar,
constituyendo una firme base de partida en estos compromi-
sos. Resulta, en este sentido, habitual encontrar acuerdos en
los que los primogênitos actúan conjuntamente con los titula­
res del linaje, com prom etiéndose asi a continuar una lineade

44. Confederación firm ada en abril-m ayo de 1515, entre el duquede


A rcos y don Pedro Laso de la Vega. AHN. Nobleza. Osuna, 1635-3/21.
45. Ibidem . Frias, 838/73.

— 214 —
.. n e n e l futuro; entre otros m uchos ejem plos, podría ci-
re a la confederación que firmaron en octubre de 1645 dos de
destacados miembros de la nobleza de Andalucia, el
e de Medina Sidonia y el conde de Arcos, junto con el
Í^ U j e Calatrava, en la que se m enciona explicitam ente
' articiparon también «don Enrique e don Rodrigo, fijos
^ • oeenitos herederos de los dichos duque e co n d e» 46. La
e s e n c ia de los sucesores de los linajes en estas negociacio-
P forrnaba parte de su com plejo sistem a de aprendizaje, en
nf ip se incluian la transmisión de valores y códigos de con-
cl
ducta nobiliarios, y, al mismo tiempo, contenidos de experien-
cia política. Los jefes de los linajes trataban. por este medio. de
disenar una estrategia de futuro, aunque no siempre lo lograran.
Era usual también el recurso a parientes para su actuación
en calidad de árbitros, encargados de garantizar el cum pli-
miento de los acuerdos, com o se observa en uno suscrito por
el conde de Benavente y el marqués de Astorga, fechado en
febrero de 1492, en el que se confiaba el seguim iento de lo
pactado a parientes repectivos, aunque su actuación quedaba
vinculada a la presencia de expertos, que no eran otros que los
licenciados o alcaides mayores de la casa;

et porque entre nosotros ...o algunas personas de nuestras ca­


sas o entre nuestras tierras e vasallos o dellos o de qualquier
dellos podran ocurrir algunos debates o diferençias desde ago­
ra nombramos para ello yo el dicho con d e...a... mi primo, et
al liçençiado... mi alcallde mayor, et yo el dicho marques...
a mi pariente... et al liçençiado... para que... ayan de enten­
der e entiendan en los tales debates et diferençias 4/.

46. Ibidem Osuna 1635-3/11.


47. Se trata de una concordia en un contexto difícil después de una eta­
pa de enfrentamientos. entre el conde de Benavente, que nom braba a su primo
Juan Pimentel y a su alcalde m ayor A lonso de M ercado, y el m arqués de
Astorga, que disponía para esa misión de su pariente Luis de Tursenco, y del
licenciado Bernaldino: el docum ento se conserva en AHN. Nobleza. Osuna.
417-29/3.

— 215 —
A veces su participaciôn se relacionaba con la tomada!
«pleito homenaje», para lo que se recurria a un pariente prôj^l
m o, com o su cediô en una confederación en noviembre h
1511, entre el condestable don Bernaldino de Velasco y el COn
de de Benavente, quienes «hicieron pleyto y omenaje comm'
cab alleros segund costunbre de Espana en manos de do°
Y nigo de Velasco (hermano del condestable)» 48.
Pero los lazos fam iliares no solo eran base de p a r tid a de
estos vínculos, sino que también constituía punto de Uegad»
Los pactos entre jerarquías nobiliarias desembocaban en una
consideración recíproca de los individuos com o familiares
dentro de un âmbito de parentesco sim bólico o fictício. Est'
tipo de relacion se proyectaba en las imágenes derivadas de las
relaciones de hermandad, y paternidad-filiación. Tal circuns
tancia se producia con toda evidencia en los acuerdos de sen­
tido horizontal, en algunos de los cuales se establecia un firme
vínculo de union entre los im plicados, que se calificaban re­
ciprocamente de «hermanos» — «que som os e siempre sere­
m os buenos y verdaderos herm anos» (además de «leales e
fieles am igos»)49. Pero igualmente se observa en aquellos com­
promisos entre personas de desigual condición o situación, quie­
nes expresaban su situación en el sistema de relacion de forma
bien manifiesta; un ejemplo claro de ello lo encontramos en la
consideración de «padre» otorgada a quien, por cualquier cir­
cunstancia — de status o de edad— , ocupaba en ese momento
una situación preeminente, lo que se reconocia, con formulas que
aludian a un triple vínculo de relacion: «vos prometo e seguro
que de aqui adelante allegaré e procuraré a vuestra merçed toda
honrra e provecho e acresçentamiento commo a bueno e ver-

48. AHN. Nobleza. O suna, 421-1/5.


49. De esta form a se expresaban el conde de Benavente y el senor de
Aguilar, com prom etidos en alianza. el 26 de abril de 1467: AHN. Nobleza.
Osuna, 417-8.
Àaíier0 senor e padre e am igo» 30. El reconocimiento debido, en
I marco de los acuerdos, se expresaba a veces de forma recí-
y complementaria, y con insistência:

qu e el dicho senor condestable promete y segura que mirará


por la persona del dicho senor conde y por todas las cosas que
a su casa tocaren commo por senor y verdadero hijo, pues lo
es y Por tal lo ,iene-• • Yten 9ue el dicho senor conde promete
y segura que sirbirá y siguirá al dicho senor condestable
commo a senor y verdadero padre 5I.

Un aspecto de notable interés lo representa la rentabi-


lización del vínculo matrimonial a efectos de cualquier tipo de
pactos y en particular las alianzas de carácter político-militar.
La idea dei matrimonio com o instrumento operativo en un jue-
2o de estrategias diversas en el seno de los linajes, es algo de
sobra demostrado. En este punto tendríamos que hacer refe­
rencia también al doble sentido que alcanzó este tipo de con ­
trato: si por un lado, fortalecia las redes de alianzas, por otro,
implicaba la preservación respecto de la vertiente conflictiva,
de los protagonistas de la union. En muchas ocasiones, las ca-
pitulaciones llevaban aparejadas el firme com prom iso políti­
co suscrito por los linajes que protagonizaban la relación: y no
sólo de manera implícita, sino que a veces se hacia constar de
forma bien manifiesta en la documentation relacionada con los
trâmites del enlace matrimonial, com o capitulaciones y cartas
de dote, en las que, en el m ism o momento de la negociación.
se incluían cláusulas alusivas al com prom iso político; mien-
tras, en otros casos, son los propios docum entos de con fed e­
ración los que hacen referencia a los vínculos matrimonales que

50. Asi se recoge en la alianza suscrita por don Beltrán de la Cueva. du­
que de Alburquerque y conde de Ledesm a. con don Juan Pacheco, en AHN.
Nobleza, Frias 16-28.
51. Capitulos acordados entre don Bernardino de Velasco, y don Alfon-
so Pimentel. en noviem bre de 1511: AHN. Nobleza. Osuna, 421-1/5.

— 217 —
los habian precedido, y. desde luego. fundamentado, j
observa en este ejemplo: « Yo don Pero Velez de G uevara c ^
de de Onate. digo que por quanto el senor condestable^'
Castilla ha havido por bien de casarme con la se n o r a d t /
Mencia de Velasco su sobrina. y porque demás del debdn ~
' Ql|0 !
en casa de su senoria yo tomo es razon que este çertificado de
mi voluntad. por la presente doy mi fe com o cavallero qut,
todas las cosas que su senoria se quisiere servir de mi persona
e de mi casa en las provinçias de Guipuzcoa e Vizcaya e Ala-
ba. yo le acudiré y le serviré com o fijo y servidor de su casa»52
La relación matrimonial, en cualquier caso, se convertia
en el sustrato básico de una de las claves de articulación
integradora entre los nobles, formulada mediante la expresión
de «debdo». Lo que otorgaba el sentido a la fuerza de la rela­
ción era el enlace en si. independientemente de la persona, por
lo que se expresaba de forma indeterminada: por ejemplo,
entre los exceptuados de la enem istad, se salvaba también «a
la persona con quien tomare devdo. con cuya fija casare» ^

52, Se trata de un elocuente testim onio fechado en 9 de septiembre de


1507, conservado en el AHN, Nobleza. Frias 18/152., por el que se pone de
relieve cóm o el conde se procuraba refuerzos en sus tensas relaciones en su
âm bito. En relación con este m ism o linaje, hay que tener en cuenta que la
«escritura de dote» otorgada en junio de 1479 por el conde de Trevino duque
de N ájera a don Victor Vêlez de Guevara. transcrita por M.® Rosa Ayerbe
Iribar, en Historia del condado de Onate y senorio de los Guevara (s. XI-XVI).
G uipuzcoa, 1985, doc. 51, págs. 225-226, apunta, por encima de todo, a una
confederación entre ambos, porque, si por un lado, se dice: «vos aseguroy
doy me fe de os dar y pagar en dote y casam iento con la dicha mi fija.,.», a
continuación se anade lo que parece más importante: «Asi mesmo por Ia pre­
sente doy fe com o cavallero que yo no consentire que el lugar ni la casa de
H erram elluri ni la hacienda de Haro ni las cosas de la casa de vuestro padre
bos sean apartadas ni quitadas. Y que so b r'elllo bos ayudare con mi casa y
parientes y amigos».
53. A si se reconoce por parte del conde de Benavente en una confede­
ración con el conde de V alencia, en noviem bre de 1500: AHN, Nobleza.
O suna. 4 1 8 -2 /1 1 .
jón «debdo de sangre», en alusión al parentesco que
LaexPr re|ación. se utilizaba a menudo com o justi-
; ^ n de las alianzas:

• os que visto e acatado el gran debdo de sangre que en-


• los sobredichos ay e amor e amistad antigua que siem-
ire nos i
prenosavem„.,pmns tenido e tenemos. queriendo aquella conservar
-e nos
a c re ç e n ta r

R e s u lta evidente, además, que el vocablo hace referencia


m ucha frecuencia al vínculo matrimonial, por lo que pue-
d e d e c irs e que encuentra en este tipo de parentesco, com o se
ha in d ic a antes, una de sus más cuajadas m anifestaciones.
El v í n c u l o parental se reafirmaba a veces por encim a de
laaüanza política: se convertia así en un elem ento que inclu­
so Ile g a b a a distorsionar el sentido de la confederación, siem ­
pre o r ie n ta d a a la ayuda recíproca, que sin em bargo, podia
q u e d a r a veces pospuesta a esa otra relación, com o se obser­
va con claridad en la siguiente fórmula:

Et porque yo (don Pero Laso) tengo mucha rrazón para ser­


v ir al (duque del Infantado).mi senor, por ser casado con su
sobrina y venir de su linaje y casa, digo que eçebto su perso-
na (sic) y casa en sus casos propios que se le ofresçieren para
no ser contra su senoria nin contra su casa y para le servir e
a y u d a r contra qualquier persona que sea, aunque sea contra
vos, el dicho senor (duque de Arcos) 55.

4. Los tipos documentales analizados, más allá de su di­


m ension formal, ofrecen numerosas claves de referencia para
la comprensiôn de la intencionalidad y objetivos de la nego-
ciación inserta. Llaman la atención, por una parte, los preâm-

54. Confederación firmada en el verano de 1490 por el duque de Cádiz


y el sefior de M ontemayor: AHN, Nobleza, O suna, 1635-3/18.
55. Testimonio que recoge la alianza entre estos dos nobles, en abril-
mayode 1515, conservada en el AHN. Nobleza, Osuna, 1635-3/21.

— 219 —
bulos. que en algunas ocasiones se incluian, y en lo s qUe J
mayor o menor extension, se recogen argumentos ju stifj C° n
vos de dicho acuerdo, en clave general, o bien con areum 311
más particulares. En el primer caso, las alusiones al « Se .
a D ios y al rey», o el interés del «bien público» representa^'0
nivel de formulaciones de corte teórico-ideológico q u e a v **
los nobles exhibían com o cobertura de sus decisiones
reses particulares 56. En ocasiones, los pactos nobiliarios*1*6'
nían determinados por la intervención directa de la monar *
com o sucedió, por ejem plo, en el caso de la alianza estab^
cida en julio de 1469 entre el condestable de Castilla don M'
guel Lucas de Iranzo. y el m aestre de Santiago don JUan
Pacheco, en Ia que el primero, antes de mostrar su «propia
voluntad com m o cavallero e a fe de cavallero», y su d e s e o d
«tener buena estrecha e verdadera amistad e c o n fe d e r a ç io n con
vos», reconocía estar actuando, literalmente, «por m andam ien-
to espeçial del rey nuestro sennor», anadiendo d e s p u é s los
consabidos argumentos relacionados con el servicio d iv in o «e
porque asi cum ple a serviçio de D ios e su y o » 57. A v e c e s el

56. Un ejem plo: Don Pedro Girón, don Juan Pacheco y el arzobispo Ca-
rrillo decían actuar, en su confederación de 1464. AHN, Nobleza Frias, caja 31-
11, publicado en M emórias de Enrique I V II, Madrid, 1835-1913, págs. 302-303
procurando, literalmente, el «bien e honra de la Corona real destos regnos» y
tratando de evitar «el deservicio de Dios nuestro senor e dapno e peligro irré­
parable destos reynos y el gran dapno y destruicion de la cosa publica dellos».
57. AHN. Nobleza, Frias, 12-9. El personaje del condestable Iranzo está
bien docum entado, y su importante papel en el reinado de Enrique IV ha sido
objeto de atención por parte de distintos investigadores, tanto en lo que se re-
fiere a su relación con la monarquia, com o en lo referente a su asentamiento
de Jaén, constituyendo una verdadera corte que conform aba todas las facetas
de la vida ciudadana. Sobre el primer aspecto, puede verse la interpretación que
he realizado acerca de su engrandecimiento por parte de Enrique IV, con el otor-
gam iento de la «caballería de espuelas doradas», en junio de 1455: M.' C.
Quintanilla Raso, «La renovación nobiliaria en la Castilla bajomedieval. Entre
el debate y la propuesta». La nobleza peninsular en la E dad Media, Fudación
Sánchez Albomoz, León. 1999. págs. 257-295, en especial, págs. 267-268; so­
bre estas cerem onias de investidura, interesa el libro recién publicado por N.R.

— 220 —
j e |a confederación insistia en argumentos justificativos
teX'ntados al servicio regio. sin determinaciones concretas de
orl^ , g(,s. como en la de octubre de 1465 entre el duque de
Medina Sidonia y el conde de Arcos:
e seremos unanimes e conformes e juntos de una vo­
so m o s
luntad para guardar e que siempre guardaremos el serviçio del
dicho senor rey... e pomemos por el lo nuestras personas e es­
tados e casas e gentes c allegaremos e faremos su serviçio 58.

Lo habitual era la expresión de varios argumentos com bi­


nados. c o m o fundamento de los pactos suscritos. Entre la di-
versidad de fórmulas encontramos dos más destacadas. Por un
lado. a q u e lla que establecía en primer lugar com o punto de
partida un razonamiento de corte teórico, un «argumento po­
lítico» tenido de ideologia relacionada con la responsabilidad
de la nobleza en el servicio divino y regio «acatando el ser­
viçio de Dios e del Rey e Reyna nuestros senores: a ello le
seguia la exposición de un «argumento parental y/o amical»
«e q u e r ie n d o conservar e acresçentar el devdo e amor que nos
avemos»; finalmente, a continuación se daba cuenta de un ter-
cer argumento, el del «interés particular» — «et porque asy
conviene al bien de nuestras personas e casas e estados» 59.

Porra Girardi, La investidura de arm as en Castilla, del Rey Sabio a los Cató­
licos, Junta de Castilla y León, 1998. En relación con la dim ension jiennense,
la bibliografia es muy amplia, utiliza en general los contenidos de la Crônica,
sumamente expresiva, y entre los trabajos más recientes destaca el de J. Rodrí-
guez Molina, La vida en la ciudad de Jaén en tiempos del condestable Iranzo,
Jaén. 1996.
58. AHN, Nobleza, Osuna 1635-3/11. Los nobles andaluces confede­
rados en febrero de 1448 afirm aban que lo hacían «para el serviçio del m uy
alto e muy poderoso prinçipe rey e senor nuestro el rey, e para guardar el es­
tado e bien publico de esta tierra»: ibidem, Osuna, 1635-3/3, publicado en Orí­
genes de la M onarquia H ispânica..., ob. cit., doc. 38, págs. 461-463.
59. Expresiones tomadas de la confederación entre el almirante Enriquez
y el conde de Benavente. en mayo de 1479: AHN, Nobleza. Osuna, 417-26/15.

— 221 —
Por otro, se encuentran aquellos documentos que situ ab a
primer lugar una única justificación derivada del v in c u lo en
Per-
sonal por via de amistad o parentesco — «acatando el
gran
debdo de sangre que entre nosotros los susodichos ay e am0
e amistad antigua»— para pasar, a continuación a con sid er
el servicio regio no com o un elem ento de base, sino c o m o un
de los objetivos prácticos a cumplir en el compromiso:

somos acordados e conçertados...primeramente que amos


dos juntamente e cada uno de nos mirara e miraremos el
serviçio del Rey e de la Reyna nuestros senores, con todo
nuestro leal saber e poder com o cavalleros leales lo deven
guardar e mirar» 60.

N o faltan testim onios en los que la voluntad de compro­


m iso entre los implicados se vincula expresamente al âmbito
de la «razón» o incluso de la «obligación» en que se encon-
traban inmersos, según se observa en algunos ejemplos más
elocuentes: «Por quanto es cosa muy razonable que entre los
cavalleros que estan juntos e conform es asy por debdo de san­
gre com m o por buena voluntad...»; o «com m o la razon nos
obliga y el debdo lo requiere»61. A veces, se mezclabanen la
argumentación planteamientos generales y teóricos, sobre el
valor de la amistad, junto con intereses personales, según se
dice textualmente en una alianza de febrero de 1492, entre el
conde de Benavente y el marqués de Astorga:

acatando que la verdadera amistad no solamente es cosa muy


loable, mas aun conveniente e nesçesaria para la conservaçion
e acreçentamiento de las personas y casas de aquellos que bien
y enteramente la quieren et tienen et aman b~.

60. A lianza entre el duque de Cádiz don Rodrigo Ponce de León, y don
A lfonso Fernández senor de M ontemayor. en el verano de 1490: AHN, No­
bleza, Osuna, 1635-3/18,
61. Respectivam ente. AHN. Nobleza, Frias, 838/73; e ibidem, Osuna.
1635-3/18.
62. Ibidem Osuna, 417-29/3.

— 222 —
A ello se anadía de forma bastante generalizada una cláu-
u|a que aludia a la espontaneidad de la décision: «de nues­
tra propia e agradable voluntad, nos juramos el uno al otro, e
el otro al otro»63.
gn m u c h a s ocasiones, la justificación se extendia al deseo
de m a n te n e r o respetar Io que podemos denominar el «bien co-
mun». e v ita n d o desordenes generales, lo que se utilizaba com o
a rg u m e n to para la firma de un acuerdo:

Por q u a n to es cosa muy conosçida que la discórdia e dyvision


donde esta es causa de grandes males e abatymiento de honrras
casas y estados que vemos muchas vezes venir por causa suya
en grand desolaçion e perdida que redunda en grand deserviçio
de Dios e dano de la tierra 64.

La manifestation de intereses generales encuentra a veces


un carácter exclusivo entre los razonamientos que conducían a
la firma de alianzas, y un sentido positivo — por quanto de la
mistad e confederaçion viene mucho bien e provecho espe-
çíalmente hecha entre aquellos que debdo se tyenen e aman y
desean el serviçio de la corona real» 65. N o obstante, la tenden-

63. Asi se manifestaban. recírprocam ente, el conde de Benavente y el de


Santa Marta, en una escritura de pacto de abril de 1458: AHN. Nobleza, Osuna
417-4.
64. Se trata de una concordia establecida entre el conde de Fuensalida
don Pedro López de Ayala. el conde de C ifuentes don Juan de Silva, el senor
de Montemayor , don Pedro de Ayala, y dona A ldonza Carrillo, en m ayo de
1475: AHN. N obleza, Frias 839-13. Los Silva, titu lares del condado de
Cifuentes, han sido estudiados por B. Riesco de Iturri, ««Propiedades y for­
tuna de los condes de Cifuentes: la constitución de un patrim onio a lo largo
del siglo XV», En la Espana M edieval, 15 (1992), pág. 137-159; idem , No­
bleza y senorios en la Castilla centm -oriental en la B aja E dad M edia Tesis
Doctoral. Universidad C om plutense, M adrid, 1996.
65. Alianza del duque de A rcos con don Pero Laso de la Vega senor de
Cuerva y Batres, en m ayo de 1515: AHN. Nobleza, O suna, 1635-3/21. La
reiterada proyecciôn del m ensaje de identificación con el «bien com ún», o la

— 223 —
cia creciente era a hacer desaparecer esos exordios, y a 1
los intereses particulares encaminados a la seguridad def*111^
y promoción recíproca de los firmantes: «con todas nuestjïl
fuerzas e a todo nuestro leal e verdadero poder trabaiare ^
procuraremos porque nuestros estados honores e rentas de S E
uno de nos sean conservados e aumentados e acreçentad*18*^
se lee en una carta de «hermandad. amistad y confederaej^S
firmada por el conde de Benavente, y el senor de la
Aguilar en abril de 1467 en la que no aparecia ningún tipo de
consideración ni referencia de tipo p olítico66.

5. Los pactos, alianzas, confederaciones. y to d o tipo de


acuerdos de este carácter constituían un verdadero aglutinan
te entre los indivíduos nobles en la Castilla bajomedieval Este
tipo de com prom iso fortalecia la unidad entre los firm antes
— «nos confederamos e am istamos e aliamos para se r e que
seam os buenos e leales e verdaderos am igos el uno del otro e
el otro del otro»— , pero además provocaba una e x te n s io n de
la red de alianzas de forma automática entre quienes mante-
nían relación con cada uno de los aliados — «e amigo d e am i­
go» 67. Así pues, los pactos unían a los directamente im plicad os
y a sus satélites, y en ocasiones, también incluian d isp o sic io n e s
orientadas a difundir la estabilidad de las relaciones interno-
biliarias, porque los aliados se comprometían a garan tizar la
pacificación entre los integrantes de cada uno de los círcu los
encabezados por ellos m ismos:

«republica» y «la paz de los reinos», constituía una táctica hábilmente ma­
nejada por la nobleza com o clave ideológica de legitim ación: C/r.: M.a C.
Q uintanilla Raso. «La Nobleza». O rígenes cie la M onarquia Hispânica...ob.
cit., pág. 85.
66. AHN. Nobleza. Osuna. 417-8.
67. El docum ento al que corresponden ambas frases recoge una alianza
entre el duque de Arcos don Rodrigo Ponce de León, y el conde de Palma don
Luis Portocarrero, en diciembre de 1514: AHN. Nobleza. Osuna, 1635-3/20.

— 224 —
crnp er0 «y l ° s sobredichos nuestros debdos y amigos luvieren
entrellos los del uno con los del otro y los del otro
d if e r e n ç ia s
con l°s otro’ 9 ue en tal caso seamos obligados los di­
c h o s ... a los poner en paz

abierta la posibilidad de reaccionar ante la


aunq u e q u e d a b a
de lograr la avenencia. en cuyo caso habia que
?m p o s ib ilid a d
prever su tônica de actuación — «et que si non pudieremos.
qUe cada uno de nosotros ayude a su pariente. quedando siem ­
pre en nuestra amistad» 68.
El elemento dispositivo expresaba, en el documento corres-
p o n d ien te. el objetivo del acuerdo. En principio, lo que se resal-
taba era la voluntad de unión. expresada de muy diversas formas.:
..todos en uno e a una voluntad seam os concordes e juntos», o
.,amos a dos juntamente»— , pero siempre coincidentes en lo
e s e n c ia l. que era la actuación conjunta, y la ayuda mutua,
«para ser en unidad de voluntades ayudadores e anparadores
e defendedores el uno del otro e el otro del otro» 69. El obje-
tivo concreto que se pretendia habitualmente basculaba entre

68. Quienes se expresaban asi eran don Pedro Portocarrero senor de


M oeuer y de Villanueva del Fresno, y don Alonso de Sotom ayor conde de
Belalcázar en su concierto de marzo de 1506: AHN. Nobleza, Osuna. 326-4;
e | co n tex to en que se desenvolvió dicho acuerdo es objeto de com entário en la
obra de E. Cabrera Munoz. El condado de B elalcázar (1444-1518). Córdoba.
1977. págs. 216-218. En relación con los P ortocarrero. senores de la villa
onubense de Moguer. la monografia de A. González Gómez. M ogueren la Baja
Edad Media (1248-1538) Huelva. 1977. A un com prom iso sim ilar llegó el du­
que del lnfantado, en su confederación con el Adelantado de Granada don Diego
de Cárdenas. en febrero de 1516: «sy alguno de los dichos mis debdos tuviere
alguna diferençia con los debdos del dicho senor adelantado. que procuraré por
mi p arte de los poner en toda paz»: Ibidem. O suna. 1860-31/1-3.
69. En el prim er caso se trata de una alianza m ultiple, fechada en sep­
tiem bre de 1405: AHN. Nobleza. Frias 1-9; la otra frase procede de una con­
federación entre el duque de Cádiz y el senor de M ontemayor, en julio-agosto
de 1490: Ibidem O suna. 1635-3/18: el últim o párrafo está tom ado del pacto
fim tado en marzo de 1483 por el conde de Benavente y el de Valencia: Ibidem
Osuna. 417-29/6.

— 225 —
la seguridad y defensa recíproca y el mutuo deseo de prom
ción aparece destacado de forma evidente en las e s c ritu r-
«procuraremos e trabajaremos a todo nuestro leal poder e en
tender en defender e anparar e acresçentar nuestras honrras
casas e estad os»70.
Mediante estos pactos, los nobles encontraban un eficaz
procedimiento de proteccion. que se extendia al «dicho, fech0
y consejo». La unión comprometida por dos o más integran
tes de la nobleza se traducía en ayuda directa, y se c o m p le .
mentaba con apoyos e informaciones indirectas:

e donde quiera que cada uno de nos viere o supiere el dapno


del otro o de su casa e estado, lo estorvará e arredrará a todo
su leal poder e saber por quantas vias e maneras pudiéremos
e donde quiera que viéremos o qualquiera de nos viere el pro­
vecho e honrra de su persona e casa e estado del otro y el otro
del otro, lo allegará e conservará e acreçentará commo mejor
pudiere, segund que buenos parientes e verdaderos amigos lo
suelen e deven fazer71.

Naturalmente, esta estrecha relación implicaba también un


elem ento de control recíproco, que a veces quedaba de mani­
fiesto con suficiente claridad:

Yten aseguran y prometen los dichos senores...que de oy


d ia...en adelante, no harán amistad nin confederaçion con
ningund grande nin perlado nin con otra persona ninguna de
ninguna calidad nin condiçiôn que sea en estos reynos, syn
que entramos dos sean de una voluntad y consientan el uno en
lo que hiçiere el otro72.

70. Se recoge asi en Ia confederacion de los condes de Benavente y Va-


lencia. en marzo de 1483: AHN. Nobleza, Osuna. 417-29/6.
71. A lianza entre el duque de Cádiz y el senor de Montemayor, en el
verano de 1490: AHN, Nobleza, Osuna, 1635-3/18.
72. De esta form a se com prom etian en noviem bre de 1511 los «muy
illustres senores» condestable de Castilla y conde de Benavente. quienes, ade­
más, en otra cláusula de la negociación prom etieron abstenerse de cualquier

— 226 —
En términos coyunturales, hay que tener en cuenta las tre-
as y las concordias. manifestaciones, al m enos en teoria, de
n deseo de estabilidad en las relaciones internobiliarias

a c a ta n d o que la verdadera a m is t a d n o solamente es cosa muy


loable, mas aun conveniente e nesçesaria para la conservaçiôn
e a c r e ç e n ta m ie n to de las personas e casas de aquellos que bien
la q u ie r e n e tienen e aman, et quitando e apartando de nos todo
odio et rencor et enemiga que en qualquier tiempo entre nos
y nuestras casas aya seydo 73,

aunque en muchas ocasiones esto no fuera más que una parén-


tesis breve en una continuada relación de enemistad.
Hasta aqui se han expuesto algunas consideraciones tra­
tando de realizar lo que lo que. para algunos constituye una
«lectura positiva» de este sistem a de relaciones 74: la que se
refiere a las facetas de unidad. estabilidad. pacificación, que,
sin duda, ha sido siempre menos valorada por la historiografia,
mucho más encaminada sjempre a tomar en consideración la
vertiente politico-militar de las alianzas y confederaciones. Sin
embargo, lo cierto es que, a pesar de esa expresión insistente
de deseos recíprocos de unidad. ayuda, etc. la carga deses-
tabilizadora se desprende con toda claridad de esas com ple­
jas alianzas, en las que, junto al com prom iso de compartir
amistad entre ellos y sus allegados, se hacia valer la garantia
de ser también «enem igo de enem igo» 75. El firmante de un

capitulación m atrim onial con el duque de Alba: «seguran los dichos senores
que ninguno dellos por sy nin por terçera persona nin de otra ninguna m ane­
ra que sea, no hablarân eneste devdo nin en otro ninguno cone el dicho du­
que Dalva, nin con otra persona. syn consentim iento el uno del otro y el otro
del otro»: AHN. Nobleza, Osuna. 421-1/5.
73. 14 de febrero de 1492: el conde de B enavente y el m arqués de
Astorga llegaron a un acuerdo, en esos térm inos, que se conserva en AHN.
Nobleza, Osuna. 417-29/3.
74. A. McKay, «Los bandos: aspectos culturales», ob. cit.. pág. 15.
75. La expresión continua el texto com entado arriba, nota 67: AHN.
Nobleza. Osuna. 1635-3/20.

— 227 —
pacto contaba. pues, con la amistad de su aliado, pero al mis
mo tiempo le alcanzaba. de forma inévitable, la enemistad de
sus enem igos. Estos acuerdos significaban el establecimien
to de una relación de «am istad». pero. al m ism o tiem p o
com o consecuencia natural de la misma, implicaban la con so­
lidación y ampliación de la «enem istad». que llegaba a afec.
tar a terceros.
Y es que, en verdad, las alianzas, según resulta bien co-
nocido. se firmaban para constituir grupos operativos en |0s
que se aunaban fuerzas. se organizaba un aparato militar y
estructurados en bandos, alcanzaban una dim ension política
innegable, com o para ser reconocidos com o el sustrato de los
«partidos», clave de la acción política en la Castilla del si­
glo X V 76. Por eso, su inclusion en estos acuerdos es reflejo
de un especial estado de tension política y bélica en el reino,
y al mismo tiempo demuestra la actitud de la nobleza directa­
mente implicada en la constitución de dichas fuerzas: «Otrosy
que sy de aqui adelante se ofresçiere en estos reynos alguna di­
vision o bolliçio, por la qual qualquier de nos entienda o quie­
ra seguir algun partido quel otro non quiera ni siga, que en tal
caso nos juntaremos para ser de un acuerdo y concordia e de
una voluntad y conformidad para poner en obra lo que convi-
niera al bien e provecho de nuestras honrras, casas e estados»77.

76. L. Suárez , en su artículo «Gestación de partidos políticos castella-


nos en el siglo XV», en Bandos y querellas dinásticas.... ob. cit. págs. 29-35,
afirm a que el térm ino, «partido» está docum entado, al menos, desde 1398. En
la docum entación m anejada aqui aparece en algunas de las confederaciones
de m ayor carga política, com o la que el duque de Alburquerque y conde de
L edesm a, don Beltrán de la Cueva. suscribió con don Juan Pacheco, en ju-
nio de 1474: AHN. Nobleza, Frias. 16-28. en la que se comprometia conel
m aestre de Santiago a que «en qualquier de los dichos partidos e conçiertos
que se fagan terné m anera con todas m is fuerças que se fagan los fechos de
vuestra m erçed. e con ellos los m ios».
77. C arta de amistad y confederación de la duquesa de Medina Sidonia
dona L eonor de Guzm án — en nom bre de su hijo. heredero de la casa— con
el duque de Arcos, en mayo de 1513: AHN, Nobleza, Osuna. 1635-3/19.

— 228 —
r Las confederaciones prcsentaban también una cara con-
. a |a de la vertebración integradora: era la de la desar-
W- l a c i ó n , propia de la con flictivid ad que producian. En
'rincipio. todos los no incluidos en una confederación eran sus-
P (ib|tíS de ser tenidos com o enem igos por quienes se aliaban
ese m o m e n t o . Por tanto, en esas circunstancias, era tan im-
rtante plantear una cláusula de excepcional idad, una rela­
tion de «salvados», en expresión textual, según el critério de
c ada u n o de los firmantes del com prom iso, para preservarlos
de ia e n e m is t a d :

Yten porque entranbos tenemos debdos y amigos contra quien


no p o d r ía m o s ser, yo el conde salvo y saco a ... y y o ... salvo
y s a c o„ a* . . . 78•

La conflicitivad que se desprendia podia estar orientada,


en t é r m in o s generales, a todos los no incluidos — salvo los ex-
c e p tu a d o s — , pero otras veces tenía un alcance más concreto,
y p o d ia orientarse no sólo en sentido defensivo, com o era lo
h a b itu a l, sino que a veces llegaba a presentar un sentido cla­
ram en te ofensivo. D e hecho, en muchas alianzas era la volun­
tad d e enfrentamiento contra un adversario concreto, Io que
a c tu a b a com o detonante del com prom iso, situación que se
e x p o n ía con toda claridad

que ninguno de nosotros tratara con el ninguna abenençia, an­


tes le faremos todo mal e dapno... que pudiéremos... e nun­
ca los mandaremos çesar nin resistir (los daiios a infringir) syn
acuerdo de anbos a dos

d e ja n d o constancia de que, asi com o la mutua protección se


e x te n d ía a las personas, pero también a las casas, estados y
h o n o r e s , vasallos, etc. la enemistad se dirigia también a «su

78. Tomada de la confederación de m arzo de 1506 entre el conde de


Belalcázar y el senor de Moguer: AHN, Nobleza. Osuna. 326-4.

— 229 —
persona c fortalezas e bienes e vasa llo s» 79. En |a estra
utilizar, una vez caracterizado el enemigo común, se m ^ ' a a
el aislamiento de éste, con el que los firmantes debían
nerse en «contradiçión». y la voluntad defensiva reciprr^lante'

nos responderemos los unos a los otros cada e quando f J


nesçesario...seyendo requeridos por aquel o aq u ellos ° U^ 1
tocare el fecho.

según se dice en una confederacion del conde de Fuen iiÊ


y otros très nobles, que mantenian enfrentamientos contr
mariscai Fernando de R ibadeneira80.
A veces. la necesidad de defensa se extendía respecto de I»
amenazas de «qualesquier grandes personas e çibdades» como
sucedió en la alianza firmada en marzo de 1506 porei senor de
Moguer y Villanueva del Fresno con el conde de Belalcázar
la que este último detallaba su receio ante las amenazas en po­
tência de la ciudad de Córdoba y sus máximos dirigentes:

Yten si Cordova o su tierra vinieren a tierra de mi el dicho con


de de Belalcázar a me fazer hacer algund dano en ella, y e|
marqués de Priego viniere alli en persona, asy commo regidor
y alcallde mayor... que yo el dicho don Pedro Portocarrerosea
obligado a vos yr a ayudar e defender vuestra casa y tierra81

En ocasiones las negociaciones establecian por escrito,


con cierta concreción, los recursos que los firmantes ponían

79. El ejem plo hace referencia a una alianza entre el conde dc Bena­
vente y el senor de Santa M arta, en abril de 1458. por la que ambos se com-
prom etian a luchar contra Álvaro Páez de Sotomayor. con el que mantenian
un enfrentam iento por la entrega de Tuy: «E t nunca nuestras partes serán
alçadas de fazer guerra al dich o ... fasta que se ganada la dicha çibdad de Tuy»:
AHN, Nobleza. Osuna. 417-4.
80. Ibidem. Frias. 838/73.
81. Ibidem. Osuna, 326-4. Sobre las circunstancias bajo las que sepro-
dujo el acuerdo. ver E. Cabrera Munoz. E l condado de Belalcázar...ob. cit..
págs. 217-218.

— 230 —
•n e g o en dichos compromisos. Asi se recoge en un testimo-
" d o c u m e n ta l de una alianza multiple, fechada en diciembre
nK' l 4 7 3 . quecontiene. literalmente, el «Memorial de la gen-
con que han de acudir cada uno de nos los susodichos cada
t e e n e s ç e s a r i o fuere», y que sumaban veinte lanzas en el caso

je |os c o n f e d e r a d o s con d e de Fuensalida, A lvar P crez de


Guzmán y el clavero de Calatrava, mientras el mariscai de
C a s tilla se comprometia a acudir con d o c e 82; una cantidad
ceducida. si se la compara con las cien por cada parte, o las
och e n ta y «todo el peonaje que pudiere sacar de mi tierra»,
como se dice en otros casos 8?. En muchas ocasiones, las men­
ciones de los m edios a aportar por cada uno de los aliados te-
nían un sentido general, marcando la insistência en que se
trataria de actuar «con todas nuestras fuerzas e a todo nuestro
leal e verdadero poder» 8J. Lo mismo sucede respecto del tiem­
po de actuación comprometido, no siempre explícito, aunque en
los casos en que s í lo era, solía consistir en un período concre-
10 —«por espaçio de veynte dias»— , pasado el cual, el solici­
tante de las tropas debería sufragar los gastos, que pasarían «a
su costa e misyon» 85. Otros compromisos adoptaban la fórmula
de una amplitud de recursos sin limite:

obligado de yr e acudir al otro luego que asy fuere requerido


en esta manera: yo el dicho duque ...con mi persona e la gente
de mi casa e estado, e yo el dicho conde...con mi persona e
la gente de mi casa e tierra e la que más pudiere aver para ello
de mis parientes e amigos», y una garantia de que cada uno

82. AHN. Nobleza. Frias. 838/73.


83. Véase la confederación entre el conde de Benavente y et m arqués
deAstorga, en febrero de 1492: AHN, N obleza. Osuna, 417-29/3; y la del ti­
tular de dicho condado en abril de 1458. con el senor de Santa Marta: Ibidem,
Osuna. 417-4.
84. Asi se dice en la alianza entre el senor de la C asa de A guilar y el
conde de Benavente, en abril de 1467: AHN. Nobleza. O suna, 417-8.
85. De esta forma lo acordaron. según era frecuente. el conde de Belal­
cázar y el senor de Moguer, en marzo de 1506: AHN. Nobleza. Osuna, 326-4.

— 231 —
de ellos sufragaria completamente los gastos, obliga(j0
pagar e sostener a su costa desde el dia que la resçibier!*
adelante hasta que la dicha gente sea buelta a sus casas 8<> 0

En cualquier caso. toda una estrategia de acción se


rïaba en estos com prom isos, en los que la conflictividad d "
fensivo-ofensiva se manifestaba de forma tan patente.

6. La firmeza de los compromisos se expresaba a través de


distintos requisitos, cuyas variantes, por encima de la situación
generalizada, se correspondian con la trascendencia del acuer­
do. En primer término, el otorgam iento mutuo de la «fe de
cavallero», expresión utilizada de forma generalizada. A veces
bastaban la «fe»y la «palabra» otorgada común y reciprocamen­
te para tener la seguridad de cumpiimiento:, «prometen y dan
su fee y palabra que cunplirám y guardarâm bien e fielmente en
todo lo suso dicho» , sin ninguna otra formula o juramento de
garantia87. Con todo, lo habitual era utilizar toda una serie de
requisitos, empezando por los com prom isos especificamente
derivados de la identidad nobiliaria, — com o el característico
«pleito homenaje», de uso generalizado, bajo la expresión ge­
neral de «fazemos pleito e omenaje una dos e très vezes, según
fuero e costumbre de Espana com m o ricos hombres cavalleros
fijosdalgo»— , al tiempo que desempenaban un papel esencial

86. Este es uno de los puntos establecidos por el duque de Arcos y el


conde de Palm a en su alianza de diciem bre de 1514: AHN, Nobleza. Osuna.
1635-3/20.
8 7. A si se recoge en un docum ento de 1517, en el que el conde de
Benavente y don Hernando de Vega. se com prom etieron en una carta de amis-
tad: AHN. N obleza. O suna. 422-2/1. L a ausencia del «pleito-homenaje» se
observa tam bién en los pactos en los que uno de los concertados era una mu­
jer. com o sucediô con el suscrito en Sevilla en mayo de 1513 por la duquesa
de M edina Sidonia. — com o tutora de su hijo— con el duque de Arcos. en el
que la prom esa se expresa de este m odo: «prom etem os commo hijosdalgo e
juram os a D io s...»: Ibidem Osuna. 1635-3/19.

— 232 —
habituâtes juramentos religiosos, «Por fyrmeza de lo qual
wamos a Dios e a Santa Maria e a los Santos Evangelios e a
La s e n a l de cruz (cruz) corporalmente con nuestras manos
*anida» 88- A est0 se 31=1adia a veces algún «voto» especial, como
e | que h a c ia referencia a la peregrinación a Jerusalén, con es­
tas p a la b ra s : «voto solepne a la Santa Casa de Jherusalem, don­
de el c u e rp o de Nuestro Salvador Jhesu Christo fue sepultado,
e s o p e n a de yr alia los pies descalços» 89.
Se hacia constar la presencia de los implicados, que no era
d e m a s i a d o usual, y su protagonismo y responsabilidad se subra-

vaba. no sólo con la firma, según la expresión habitual — «y por


mayor seguridad lo firmaron de sus nonbres las dichas dos es­
c ritu ra s . et las sellaron con los sellos de sus armas»— sino con
alusiones a su situación «de presente», para indicar su directo
in t e r é s en la formalización del com prom iso90. Igualmente, pa­
rece que era valorada de forma especial la fórmula autografa,
q u e encontramos a veces. sobre todo en períodos tardios, com o

se o b s e rv a en una escritura del duque de* Arcos, don Rodrigo


Ponce de León, — «escriví esta de mi m an o...y la firmé de mi

88. Entre los innumerables ejem plos que podrian citarse para docum en­
tar esta formula habituai, ver: AHN. Nobleza. O suna, 1635-3/11, fechado en
13 de octubre de 1465. que contiene la confederación firm ada por el duque
de Medina Sidonia. el m aestre de Calatrava y el conde de Arcos.
89. Asi lo prom etieron el alm irante m ayor de C astilla y el conde de
Benavente, en su alianza firmada en mayor de 1479. y conservada en el AHN.
Nobleza. Osuna. 417-26/15. La p ráctica de la peregrinación a Jerusalén se
difundiô a fines del siglo XV entre la nobleza castellana, dentro de sus par­
ticulares tendencias religiosas, m ezcladas con dosis de propaganda social,
afán cultural, y otros ingredientes. Uno de los casos más conocidos es el de
don Fadrique Enriquez de Ribera, que fue objeto de atención hace anos por
parte del archivera de la Casa Ducal de M edinaceli, Joaquin G onzález M o­
reno. y sobre el que se ha publicado un reciente trabajo: Pedro G arcia M ar­
tin, La Cruzada pacífica. La peregrinación a Jerusalén de Don Fadrique
Enriquez de Ribera, Barcelona. 1997.
90. Ver la confederación entre el duque de Béjar don Álvaro de Ziniga,
y el duque del Infantado don Diego Hurtado de Mendoza, el 18 de septiem -
brede 1516, en AHN, Nobleza, Osuna. leg. 1860-30.

— 233 —
nonbre, y la hice sellar con el sello de mis armas» h- .
en S evilla. el 15 de marzo de 1526. al duque de Sessa
de Cabra, quien. por su parte, recon ocia en Roma d e /
25 de mayo. que «hize escrevir esta poliça y la firmé d • ^
nonbre. y la hize sellar con mi sello de mis armas» 91 ^
Los protagonistas a menudo ratificaban e x p r e s a m e é
voluntad de cumplir los contenidos del mismo, « b ie n e I •SU
verdaderamente con efecto tem em os e guardaremos e *
pl iremos todo lo en esta escriptura contenido. n o s o tr o s e cÜaS
uno de nos. e cada cosa e parte dello»; a esto se anadian3*^
ces precisiones sobre la imposibilidad de actuar c o n tr a l o ^ '
tablecido «non yrem os nin vernem os contra ello n in contra
cosa alguna nin parte dello. directe nin yndirecte. e n a lg und
tiempo nin por alguna manera, razón ni color q u e s e a oser
pueda», e incluso se obligaban a no solicitar l a ^ b s o l u c i ó n de
sus com prom isos bajo ningún concepto, según se a p re c ia en
la formula al uso:
que no demandaremos nin procuraremos nos nin alguno de
nos absoluçion nin relaxaçion del Santo Padre nin de otra per­
sona, deste juramente que fazemos, para yr o venir contra lo
en esta escriptura contenido nin contra parte dello, e aunque
nos sea conçedida e otorgada de propio motuo o a nuestra
postulaçion o en otra qualquier manera non usaremos nin nos
aprovecharemos délia 92.

En documentos posteriores la formula de no solicitar la dis­


pensa del compromiso se amplia a la monarquia, «a la Reyna
nuestra senora» y a cualquier otra instancia «nin a otro perlado
nin juez alguno»93.

91. Ibidem ,, Osuna, 1635-3/25.


92. De este m odo se recoge en el pacto establecido entre el conde de
Benavente y don Alfonso Fernândez de Córdoba, senor de la Casa de Aguilar.
en abril y m ayo de 1467: AHN. N obleza, O suna, 417-8.
93. El duque del lnfantado. en la alianza suscrita con el Adelantado de
Granada, en febrero de 1516 — AHN, Nobleza, Osuna, 1860-31/1-3— , lo re­
conocia asi.

— 234 —
I • u n s t a n c i a s específicas, superpuestas a Ia tônica gene-
: a c t u a c i ó n . imprimían un sentido y trascendencia particu-
ral 'lo s a c u e r d o s . cuya garantia requeria de ciertos ingredientes
la fii .m e n t a r io s Asi. en momentos de especial tensión políti-
o b s e r v a la tendencia a recurrir a rehenes. por ejemplo
Cí vi s de fortalezas, lo que determinaba que estos edificios
®"~jaran baj0 control recíproco, en garantia del cumplimiento
qU k> aCordado, com o se reconocia, en mayo de 1479, por par-
de °i aimirante de Castilla a su aliado:
tc ^
l e por seguridad dello, yo el almirante doy por mi rehen e fia-
dor a J u a n de Otel mi criado e mi alcayde de la mi fortaleza de
/Vguilar de Canpos, al qual por esta mi carta mando que faga
pleito e omenaje a vos el dicho senor conde de Benavente...
I porque sy yo quebrantare lo contenido eneila (la escritura) o
alguna cosa o parte dello, lo que Dios no quiera, por el mismo
fecho vos entregue la dicha mi fortaleza 94.

Otro ejemplo de fórmula de segurid'ad. frecuentemente uti­


lizada por razones coyunturales, era la entrega de castillos «en
tercería», com o encontram os en una confederación de tres
«grandes» andaluces, donde se dice textualmente: «y porque
esto aya seguridad entre nosotros y con mas firmeza se pueda
guardar, yo el dicho duque de Arcos pongo en tercería de mi
parte la fortaleza e castillo de mi villa de Casares con los lu­
gares de su tierra, en m anos de vos el muy m agnifico senor
conde de Palma o del senor don Fadrique Manrique vuestro
hermano», mientras los otros dos confederados, el conde de
Uruena y don Pedro Girón entregaban las de Olvera y Caza­
lla en poder de Juan de Saavedra 95.
Como garantia del compromiso aparecían a veces en la va-
lidación, algunos testigos: «testigos que bieron otorgar lo so-

94. Ibidem. O suna. 417-26/15.


95. Ibidem. O suna. 1635-3/22. Hay una copia del docum ento en el Ar­
chivo General de Sim ancas, Patronato Real, 11-183.

— 235 —
bredicho et fazer el dicho juramento e pleito e omenaje <3
Para el control del cum plim iento de los acuerdos, se i i*- ’
a veces alusiones explicitas a personajes que, en calidad d -30
bitros, deberían resolver los desacuerdos o ruptura de los ^
tenidos de los pactos entre nobles:

que sy en algund tiempo naçíere qualquier discórdia


fcrençia entre qualquier de nos los que aqui firmamos °
tros nonbres, que por atajar lo semejante e dar forma cn
todo inconviniente çese, todos juntamente tomamos e d
agora reçebimos por juezes a los senores nuestros n r i ^
Ynigo de Davalos e Diego de Ribera para que lo ellos judgUeS
e determinen commo entendieren que cunple a la conservaç
de nuestra amistad,

establecian en diciembre de 1473 el conde de Fuensalida el


mariscai de Castilla Perafán de Ribera, el clavero de Calatrava
y don Alvaro Pérez de Guzmán com prometidos en una con­
federación 9/.
La alusión a las penas en las cláusulas conminatorias, re-
sultaba muy habitual, en estas escrituras. A veces se expresa-
ban de forma genérica — «so las penas en que caen los ricos
onbres cavalleros fijosdalgo que quebrantan juramento e pleito
omenaje»— mientras en otras muchas ocasiones se hacían ex­
plícitas con todo tipo de detalle:

sopena que si alguno de nos, lo que Dios no quiera contra ello


fuere o viniere, por el mismo fecho sea ynfame e fementido
e caya en caso de menos valer e en todas las penas e disfamias

96. Entre otros testim onios. puede verse el de 3 de septiembre de 1405.


d e donde está tom ada la frase del texto, que contiene una alianza múltiple,
sin duda con im plicaciones políticas, en la que se m encionan como testigos
a «lohan Rodriguez de Villa Rreal. thesorero del dicho senor rey de la casa
de la m oneda de Toledo, et Diego G onzalez de M edina, veçino de Sevilla.
thesorero del dicho senor rey de la casa de la m oneda de la dicha çibdad de
Burgos»: AHN. Nobleza. Frias. 1-9.
97. Ibidem, Frias. 838-73.

— 236 —
caen e t yncurren los cavalleros y onbres fijosdalgo que
efl qULe q u e b r a n ta n su fee y promesa y juramento et pleyto e
Pasan . 0 «sopena de (ser considerados) aleves y f e m e n t i -

Îy Pe' sonas de menos valer98’


fa lta n . por otra parte, los casos en que, a todo este con­
de penas infamantes, se anadian penas pecuniarias expre-
junl° [(3rrninos muy concretos: asi, las «doze mill doblas de
sadas c nombre de pena» se estabiecian en una alianza
E u te de 1405; o las «quinientas doblas de oro», a cuyo pago
^^ligaban I°s 0C*10 hidalgos de la casa del conde de Altamira,
^ suscribian relacion de clientela con el conde de Benavente.
• ralmente. «sy contra lo suso dicho fueremos com m o dicho
- 0 ,0s «çien mill ducados de buen oro e justo peso del cuno
deCastilla «como pena impuesta reciprocamente por cada uno
de los tres «grandes» andaluces, en febrero de 1516 — cada uno
de nos nos ponemos pena contra qualquiera de nos que lo con­
trario hiziere... en los quales desde agora nos damos por con-
99
d e pnados» •
El incumplimiento del acuerdo por alguna de las partes
entranaba el consabido «desafio», propio de las pautas de com-
p o rta m ie n to y relacion intemobiliaria 10°. Los propios documen-

98. Respectivamente: AHN. Nobleza, O suna, 1635-3/11 - com prom i­


so entre el duque de M edina Sidonia, el m aestre de Calatrava y el conde de
Arcos, en octubre de 1465— . Ibidem , Osuna, 417-29/3 — concordia entre el
conde de Benavente y el m arqués de Astorga. en febrero de 1492-. Ibidem .
Osuna. 1635-3/19 — alianza entre la duquesa de M edina Sidonia y el duque
de Arcos, en mayor de 1513— .
99. Ver los siguientes docum entos: AHN, Nobleza, Frias 1-9; ibidem.
Osuna 417-26/1. 11 de m ayo de 1478; e ibidem Osuna, 16353/22, y AGS,
Patronato Real 11-183.
100. Tema de extraordinaria densidad, el «desafio» ha sido objeto de
análisis desde ópticas diversas, aunque destaca el enfoque jurídico, en el que.
entre otras cuestiones, se plantean sus connotaciones ordálicas. M. Torres
López. «Naturaleza juridico-penal y procesal del desafio y el riepto en Léon
v Castilla en la Edad M edia». A nuario de H istoria del D erecho E spanol.
10(1933). págs. 161-174; A. Otero Varela, «El riepto en el derecho castella-

— 237 —
tos expresan las razones que conducían a ello, como pUe(j
servarse a través de un elocuente testimonio, de agosto de Krtr

condestable mi hermano, que Dios aya, e de mi casa

argumentando que, literalmente:

es notorio que la permisyón e los revtos e desafios y duelos so­


bre tres cosas está prençipalmente fundado y se suele conçeder
sobre trayçión, o alebe, e quebrantamiento de fe e pleito y
omenaje.

En este punto, importaba dejar bien sentado, como justi-


ficación del «desafio», la situación según la cual:

quien comete cosa solene no debida contra persona noble y


que está seguro desta ofensa, quebrantando el antigua aliança
questá çelebrada y asentada entre los nobles e fijosdalgo para
guarda e conservaçión de la paz e concordia, que sea revtado
e sea castigado de quien tubiere razon e cabsa legitima para
ello, y esto mesmo faga contra qualquier quebrantador de fe
y pleito y omenaje dada por palabra o por escripto.

A ello se anadían, además, algunas consideraciones gene-


rales sobre la necesidad de reconducir las actitudes particulares,
de acuerdo con las pautas nobiliarias, para evitar la deformación

no-leonés», Dos estudios histórico-jurídicos. Rom a-Madrid. 1955, págs. 9-82.


En un reciente trabajo vuelve sobre la cuestión J.L. Berm ejo Cabrero: «As­
pectos norm ativos sobre rieptos y desafios a fines de la Edad Media», En la
Espana Medieval, 22 (1999), págs. 37-60, a partir de un tratado realizado por
el licenciado Pedro de Orozco, dedicado a su senor el conde de Paredes y
condestable de Castilla.

— 238 —
. in He conducta. que debía estar caracterizado por el
Ae ufinK X ^'
* c n y lad,gn.da<i.
t ue perdiéndose el crédito que debaxo desta fe y pleito y
p r „:e anda entre los nobles e fijosdalgo, en las batallas se
i rían s y n ninguna remisyón, y no acudirian a las prisiones
P re s titu y ría n Ias fortalezas ni pagaryan muchas debdas ni se
"ndrían c o n f ia n ç a de unos a otros para muchas cosas nes-
| r:as< mas en asechanças y maldades bibirian en gran con­
fusion. fuera de razón y orden e de su dignidad 101.

!i E l « d e s a fio » implicaba la necesidad de contar con la licen-


• o to r g a d a por el monarca, a quien se invocaba. en su fun-
cíón de máxima instancia judicial, por parte de Ia nobleza.
cottio en el caso aqui analizados, — «que vuestra alteza admi­
nistrando justiçia no me lo debe negar»— . para lo que había
ue p r e s e n ta r las «grandes e justas cabsas» que asistían al que
|osolicitaba 102. La respuesta regia, en línea con lo que solía ser

101. AHN. Nobleza. Frias. 91-8. Entre las argumentaciones del texto, se
recurre referencias bíblicas, como el desafio de David a Goliat, y a otros ejem-
plos de la antigua Roma. asi como a su predecesor el rey Alfonso. que «dio logar
a que los condes de Carrion fuesen revtados,» e incluso a testimonios coetáneos:
«y vuestra alteza y la reyna nuestra senora que Dios aya. conzedieron canpo a
Mosen Margarit v Semenar en Sevilla». La documentación permite seguir Ia cues­
tión con algo de detalle. En primer término, sabemos que los titulares de los li­
najes Velasco y Pimentel habían establecido meses antes, en noviembre de 1511,
u n a confederación, en la que. además de la habitual lealtad y ayuda recíproca, se
habían comprometido mutuamente a no establecer vínculos matrimoniales con
la casa ducal de Alba: AHN. Nobleza. Osuna, 421-1/5. En el momento del desa­
fio, una vez muerto don Bemaldino de Velasco, el incumplimiento al que se re­
feria su hermano y sucesor. don Inigo. podría estar relacionado con este hecho.
102. Ibidem. Don Inigo de Velasco lo había pedido al rey. primero «en
presençia de cavalleros». y ahora lo suplicaba «por palabra e por escripto en
presençia de escrivano e de testigos. La figura del rey aparece en el centro del
proceso: ver. a este respecto. el apartado dedicado al «rey com o juez de retos
y desafios», en la obra de J.M . Nieto Soria. Ceremonias de la realeza. Propa­
ganda v legitimación en la Castilla Trastámara. Madrid, 1993, en especial,
págs. 80-82.

— 239 —
habitual, consistió en una negativa, fundada astutamente
razones de política internacional103. La fórmula del «dexaf'^
por otra parte, llevaba consigo la puesta en práctica de un l0>>’
de relación epistolar, dotada de un particular sentido cabalI !'^ °
co, en su dimension más relacionada con lo literário104
La trascendencia de la negociación, por otra parte se
laciona de forma muy directa con el hecho de la d u ra ció n ^

u n c ,1
103. En su actitud dilatoria. Fernando el Católico recurrió a un sutil
gumento. habilm ente uilizado, consistente en su especial atención a ln«
a *vJS 35(11)-
tos italianos, y la defensa del Pontífice: «com m o sabeys, es muy manifies
quanto las cosas debinas deben ser preferidas a las humanas, y antepuestas I
públicas e universales a las particulares e privadas, y estando yo commo bp
tan ocupado en la defensión de nuestro muy santo padre Julio Segundo e de la
Santa Yglesia Romana nuestra madre, e de la libertad eclesyástica, en que te
nem os enpleados nuestros exércitos... por ende. yo vos ruego y encargo e s
neçesario es vos mando por todas m ejores vias y formas que debo y puedo que
en n inguna m anera vos proçedays agora m ás en este fecho durante estas
turbaçiones universales que en el mundo avemos, con tanto que bos seays çierto
que trayendo Dios nuestro las cosas de su Yglesia a la tranquilidad e sosyego
que yo deseo y procuro, que vos guardaré e administraré toda la justiçia que
bos perteneçiere syn mengua de cosa alguna» AHN. Nobleza, Frias 91-8.
104. La cuestión de las «cartas de batalla» o «carteies de desafio», que
los contendientes de dirigían entre sí, ha sido abordada desde hace tiempo por
especialistas en Literatura Medieval. M ención especial debe hacerse de la obra
clásica de M. De Riquer, Lletres de batalla, Cartells de desiximents i capiiols
de p a sso s d 'arm es Barcelona, 1963-1968. Entre los primeros trabajos parael
âm bito casteilano, está el de A. Góm ez Moreno, «Pleitos familiares en cartas
de batalla»... ob. cit., donde utiliza basicam ente documentación de la sección
de m anuscritos de la Biblioteca Nacional de M adrid. Entre otros testimonios
documentâtes, puede verse una carta de desafio fechada en julio-agosto de 1432,
y dirigida a don Gutierre de S otom ayor , por un caballero al servicio de los
Infantes de Aragón, transcrita en la obra de E. C abrera Munoz, El condado
de B elalcázar..., ob. cit., pág. 383, en la que se acusa a Sotomayor de haber
com etido «obras falsas e disim uladas, o por más propio decir, traiciones e
m avlestades», de m anera que le reconocía «despojado e priuado de todo igual
de honor e de linaje de cauallería por la notoria traiçión com etida por vos al
M aestre, vuestro tio e se n o r... e la gran m aldad por vos mismo fecha al se­
nor Infante don P edro...», en razón de lo cual le ofrecía «purgaçión de todo
lo sobredicho», m ediante esta «carta partida por ABC».

— 240 —
sgja que oscilaba entre el momento concreto — en el caso de
nactos que asumian el sentido de alianza política de tipo
vuntural— y la proyecciôn vitalicia, que se daba con fre-
cuencia «agora, e de aqui adelante. en quanto yo biviere»o,
inclus0- Ia °lue adoptaba sentido de perpetuidad «fazem os en-
re nosotros buena. fiel e verdadera e perpetua amistad» l05. No
obstante, la voluntad de larga duraciôn, por parte de los im-
ücados. no se traducía en la sim ple transmisiôn por via oral,
ni siquiera en la transmisiôn documentai de la escritura origi­
nal. sino que implicaba la renovación de ésta. La «memoria»
sustentada por el documento de com prom iso no era indefini­
da. sino que necesitaba ser ratificada a m enudo, cuando lo
exigian diversas circunstancias. Una de ellas se relacionaba
con el relevo generacional en los linajes, com o sucediô en el
caso del nuevo conde de Benavente. que suscribiô, en noviem-
bre de 1500. una alianza y confederación con el conde de Va-
lencia, d iecisiete anos después de la establecida en 1483,
argumentando lo siguiente:

acatando el gran devdo e amor que syempre ovo entre los se­
nores progenitores, que ayan santa gloria, e nuestras casas, e
nosotros, e queriendo aquello conservar e acreçentar, conos-
çemos e otorgamos de nuestras libres e agradable voluntades ,
que somos ygualados, unanimes e conformes de estar e per-
maneçer en el dicho amor e amistad 106.

Otras veces eran las circunstancias políticas, que provoca-


ban sensación de inseguridad, lo que determinaba la necesi-
dad de renovar los com prom isos, en un intento de reafirmar
vínculos, aquilatar los recursos con que se contaba, asi com o

105. AHN, Nobleza, Frias, 12-9, pacto establecido entre el condesta­


ble Lucas de Iranzo, y el m aestre Pacheco. Ibidem, Osuna, 417-29/6, acuer­
do entre los condes de Benavente y de Valencia, en m arzo de 1483.
106. AHN, Nobleza. Osuna. 418-2/11. Entre otras cosas, este hecho de-
muestra la fuerza de la estructura de linaje, que se superponia a las situacio­
nes y decisiones individuales.

— 241 —
redefinir las posiciones concretas en la dinâmica d e fue ^
enfrentadas. Los testim onios documentales proporcionan^*5
formación acerca de ese com plejo juego de fuerzas p o lítjc 'n~
y del estrechamiento del círculo de aliados; naturalmente ^
utilizaba com o uno de los argumentos básicos, la antigiipH86!
de la relación — «mirando el debdo y amistad antigua»__
pecificando después la conveniencia de renovación d e |a m js'
ma para hacer frente com ün contra en em igos c o in c id e n te s
— «por quanto el dicho senor condestable (se refiere a don
Bernaldino de Velasco) teme o espera temer algunos debates!
y diferençias con el duque de Najera y con sus hijos, y asímis
m o con el almirante y su casa, y asim ism o con el m a rq u e s de
Aguilar y con don Luys su hijo y con su casa»— , a la v e z que
el otro firmante, el conde de Osorno, manifestaba tener o te
mer «debates y contiendas», con los m ism os personajes107

R e f l e x io n e s f in a l e s

El sistema de relaciones nobiliarias descrito, alcanzó un alto


grado de difusiôn, y tendia a ser visible y reconocido c o m o el
modo de operar característico de la nobleza bajomedieval en su
dimension sociopolitica. Se insertaba en el âmbito personal, de
forma que quedô sometido a toda una serie de distorsiones, pro-
pias del particularismo que proyectaba los intereses e sp e c ífic o s
sobre los modelos abstractos o las categorias fundamentales. La
contraposición entre la imagen que se desprende del m ensaje
contenido en esos pactos, con su elevada dosis de sim b o lism o
y formalismo, y la realidad conocida, pone de relieve su s pro­
fundas contradicciones internas.
La práctica pactista se caracterizaba por su sentido firme,
y hasta solem nem ente establecido, regulado, y fijado, y, sin
embargo, resultaba extremadamente vulnérable en la práctica.

107. Ibidem , Frias. 18-151/153: 21 de julio de 1505.

— 242 —
c o n s t a n t e renovacion de los pactos venía a demostrar la des-

onfjanza recíproca, y la real idad demuestra que las alianzas no


s o s t e n i a n por el tiempo. En esta linea. las anulaciones de las

ituras de confederación. con devolución recíproca de las


jSITias, respetando, sin embargo, los términos de la amistad y
cooperac'ôn — com o la que se produjo en 1539 por parte del
duque del lnfantado y el condestable de Castilla— . se resisten
a una explicaciôn basada en la relacion proporcional entre la
duración del compromiso y la firmeza del mismo; por el con­
trario. habria que pensar en otras razones, com o el desinterés
mutuo. o la ausencia de problemas, en un ambiente de estabi-
Iidad política I08.
Las alianzas entre miembros de la jeraquia nobiliaria esta­
ban o r ie n ta d a s , en teoria, a realizar un ejercicio de ostentación
de la práctica nobiliaria del «servicio» regio, fundamentado en
la le a lta d . y de su compromiso con el interés público. Pese a
ello, en s i mismas contenian los resortes para la práctica muy
g e n e ra liz a d a d e l «deservicio», y la «traición», y en su forma de
p ro y e c ta rs e suponian la conversion de la clave ideológica del
«bien común» en un mero tópico, una sim ple cobertura ideo­
lógica sin ningún valor en el conjunto de referencias con las que
o p e ra b a n las jerarquías nobiliarias 109.

108. Resulta curioso el razonam iento por el que el duque del lnfantado,
en 4 de febrero de 1539. reconociendo haber suscrito una confederación con
el condestable de C astilla desde su etapa de herederos. que fue renovada al
suceder en sus casas, decidiô enviarle su escritura a través del conde de Co-
runa, como m ediador, y a la vez pedirle la que el condestable ténia, al tiem ­
po que cada uno de ellos se com prom etia a anular su valor: «da por ninguna
y de ningun valor ni efecto la dicha escritura», expresando el convencim ien-
to de que «donde ay tanta obligaçiôn y deudo com m o entre el senor condes­
table e mi, no es m enester más fuerça de scritura que la dicha obligaçiôn»:
AHN, Nobleza, Osuna. 1860-9. Ha sido transcrito por A.B. Sànchez Prieto,
en La Casa del lnfantado ...ob. cit., II, pág. 415.
109. Acerca del significado de la traición, ver las consideraciones gé­
nérales del artículo de L.V. Diaz Martin. «EI preludio de Ia guerra civil: la trai­
ción nobiliaria en Castilla», Gênées m édiévale de L 'E spagne M oderne...ob.
cit., págs. 31-49.

— 243 —
WW"

E n cu an to a las rela c io n e s internas, los c lic h é s de b


sobre lo s que se fundam entaban los v ín cu lo s eran la fe ia ^
delidad. el amor, la am istad, o el deudo. Constantem ente
habla de e llo en las fu en tes d ocu m en tales atribuyéndoles **
carácter de valores exclu siv a m en te, o , al m en os, preferentn
m ente, aristocráticos. U n breve repaso sem ântico conduce a
sen tid o dentro de la con figu ración d e la im agen n o b ilia r ia
su m odelo ideal de conducta; pero junto a ello , el co n o c im ie j
to del con texto histórico perm ite calibrar la verdadera ace
ció n que alcanzaron en la realidad.
La «fe» se corresponde con la sólida union en el se n o del
grupo noble. Los integrantes de la nobleza eran los ú n ic o s q u e
podian «afiar» o compartir esa «fe y palabra» com o v ín cu lo
característico y exclusivo n0. Por si mismo, el vocablo h acia re
ferencia, en principio, a esa fuerte cohésion interna, q u e, do-
blada de exclusivismo, les alejaba del resto de la sociedad. Pero
esa identidad cohesionada, com o hemos visto antes, sucum bia
ante la imposición del criterio de jerarquía, que otorgaba a los
miembros de la cúspide nobiliaria su condición superior, plena­
mente asumida por ellos, y proyectada al exterior por todo tipo
de procedimientos m .
La fidelidad, en su vertiente nobiliaria, se traducia en un vín­
culo de carácter feudal, que proporcionaba al individuo un núcleo
de relaciones jerarquizadas, cuya ruptura suponia una pérdida de

110. Los documentos de concesión de nobleza, por parte de la monarquia,


lo ponian de relieve con detalle: Ver el citado de Enrique IV respecto del condes­
table Iranzo, publicado en Memorias de Enrique IV d e Castilla.. .ob. cit., pág. 141.
111. Un refiejo de la autoestim ación de los m iembros de la alta noble­
za, lo encontram os en la form a en que se definian a si mismos, en un docu­
m ento de confederación, el duque de M edina Sidonia, y el conde de Arcos:
«m iem bros del cuerpo m istico de la cosa publica destos Reynos de Castilla
e de Léon, tanto prinçipales como dem uestra la esperiençia de nuestros lina­
jes, estados e casas e faziendas e naturaleza». D ocum ento fechado en Sevi-
11a el 26 de ju n io de 1450, AHN. Nobleza,O suna, 1635-37; transcrito en la
o b ra de I. P asto r Bodm er. G randeza y tragedia de un v a lid o ...ob. cit.,II.
págs. 270-272.

— 244 —
tid a d " 2- En el último período medieval, su utilización por
' te de la nobleza se mezclaba con otros elementos de relación
Cernobiliaria, y quedaba fuertemente condicionada a intereses
'^aernáticos de estabilización o prom oción. En su vertiente
clientelar se proyectaban fórmulas de relación, consistentes en un
n te r c a m b io de servicios, — prestaciones/recompensas— orien­
tado a la armonización de intereses. que si bien eran diferentes,
a p a r e c i an com o complementarios — protección/captación de

f u e r z a s . r e s p e c tiv a m e n te — .
Amor y amistad eran los soportes de la peculiar solidari-
dad nobiliaria. Encerraban una clara referencia a un âmbito de
afectividad y Iealtad. que, más allá de sentim ientos persona-
]es, se desenvolvia en una sintonia de intereses particulares,
d e l grupo cn concreto, o de afinidades de opción política. Eran
sólo estereotipos, que se utilizaban de forma récurrente para
justificar la union accidentai, esporádica e interesada de los
aliados. Con frecuencia, la Iealtad era atraicionada, y la amis­
tad quedaba distorsionada por el interés individual, que podia
transformar súbitamente, la afectividad en «desafección». Por
eso. en los documentos que recogen las confederaciones se
insistia en la necesidad de que la amistad pactada fuese «ver­
dadera», al tiempo que se incluian fórmulas que. demostrando
una indudable desconfianza. aclaraban la obligación de evitar
fraudes, o traiciones: «sin arte nin cabtela nin engano alguno,
e sin otra fiçion ni simulaçion que sean o ser puedan» n3.

112. M.T. Caron, «La fidélité dans la noblesse bourguignone à la fin du


Moyen Age», en L 'É ta t et aristocraties, XlIe-XVIIe siècles (France, Anglaterre,
Escosse) Ph. Contamine, ed- Paris, 1989, págs. 103-128, se ocupa del difuso
papel de la fidelidad vasallática. en ese mundo cam biante de fines del período
medieval, y de su m anejo por parte de la nobleza. a partir de critérios de utili-
dad. hasta el punto de proponer una proporcionalidad entre el establecim iento
de fidelidades, y el logro de éxitos por parte de individuos y familias nobles.
113. La frase está tomada de una confederación entre el maestre de San­
tiago y el senor de Los Cam eros, fechada en Segovia, en febrero de 1472:
AHN, Nobleza, Frias, 12-19,

— 245 —
L a f u e r z a d e l a s a n g r e t é n i a u n p a r t i c u l a r v a l o r com o aglu
t i n a n t e , y a s i s e r e f l e j a b a e n l a s a l i a n z a s . P e r o , e n cambio
p a r e c e q u e p u e d a d e c i r s e q u e a t r a v é s d e é s t a s s e trataba de
c o n s o l i d a r l a s r e l a c i o n e s d e p a r e n t e s c o n 4 . E s t i p o de v in c u
l a c i ó n s e e x t e n d i ô p o r t o d o s l o s p r o c e d i m i e n t o s , y , desde 1
g e n e r a l i z a c i ó n d e l a p r á c t i c a e n d o g á m i c a . s e c o n v i r t i ó en u
e l e m e n t o a r e n t a b i l i z a r a l s e r v i c i o d e f i n e s p a r t i c u l a r e s . El tér
m i n o y e l c o n c e p t o d e « d e u d o » , q u e s e i d e n t i f i c a c o n e l hech
d e t o m a r a a l g u i e n p o r p a r i e n t e , — t r a d u c i d o e n l a expresión
« d e u d o d e s a n g r e » — p a r e c e a l u d i r a q u e e n e s a circunstancia
d e e m p a r e n t a r s e r e c o n o c e u n a a f e c t i v i d a d , q u e s e derivaba d e
u n a s i t u a c i ó n d e r e c o n o c i m i e n t o e s p e c i a l . L a i n s i s t ê n c i a con
q u e a p a r e c e e n l o s t e s t i m o n i o s d o c u m e n t a l e s demuestra la
i m p o r t a n c i a d e l a t á c t i c a e n d o g á m i c a , c o n s u s derivaciones
p o l í t i c a s . E n t o d o c a s o , e l v í n c u l o d e p a r e n t e s c o , e n general
s e i n s t r u m e n t a l i z o , p o n i é n d o l o a l s e r v i c i o d e l o s i n t e r e s e s so­
b r e l o s q u e , e n c a d a m o m e n t o y c i r c u n s t a n c i a , s e establecian
l o s c o m p r o m i s o s . Y s e c o n v i r t i ó , p o r t a n t o , e n u n eficaz ins­
tr u m e n to e n la e s tr a te g ia s o c io p o l iti c a d e la a lta n o b le z a .
E n t r e l o s a r g u m e n t o s j u s t i f i c a t i v o s m á s f r e c u e n t e s , la «ra­
z ó n » s e u t l i z a b a e n e l s e n t i d o d e i m p u l s o e n t r e n a t u r a l e in­
t e l e c t u a l , q u e c o n d u c i a a v a l o r a r l a s c o s a s e n s u s términos
j u s t o s , y a p a r e c i a , a s i , c o m o l a m a n i f e s t a c i ó n d e u n a l ó g i c a na­
t u r a l s u b y a c e n t e a l o s c o m p r o m i s o s , d e r i v a d a d e l o s vínculos
f a m i l i a r e s , o d e l c o n s e n s o s o c i o p o l i t i c o . E n c u a n t o a la inten-
c i o n a l i d a d p e r s e g u i d a , l a e x p r e s i ó n m á s u t i l i z a d a e r a la refe­
r e n t e a l a « h o n r a » , u n c o n c e p t o a m b i g u o , q u e r e p r e s e n t a uno
d e l o s e l e m e n t o s q u e c o n t r i b u y ô d e f o r m a m á s d i r e c t a a mo­
d e l a r l a i m a g e n d e l a n o b l e z a , t a n t o e n s u d i m e n s i o n subjeti­
v a , p e r o , s o b r e to d o , e n e l m a r c o d e lo s s i g n o s d e o s te n ta c ió n
p r o p a g a n d i s t i c a , p o r l o q u e s u r e l a c i ó n c o n l a « f a m a » e r a muy
e s t r e c h a . S e a s o c i a b a c o n e l o r d e n , y s e p r o y e c t a b a n o sólo

114. Así lo afirm a A. MaCkay, «Los Bandos: aspectos culturales»..,


ob. cit., pág. 15.
H la s p e r s o n a s , s i n o t a m b i é n s o b r e lo s « e s t a d o s » y la s « c a -
S° brL ■in c lu s o , e n u n s e n t i d o l l e n o d e p r a g m a t i s m o , a l a s « r e n -
^ En c ie rto m o d o , e r a s in ô n im o d e p r e s tig io , p o d e r, y
ju»- -
S>nocimiento s o c i a l , y l o s p a c t o s , c o m o h e m o s v i s t o antes,
reconocimiento a n te s ,
•je n ta b a n n o s ó l o a s u c o n s e r v a c i ô n , s i n o a s u d e s a r r o l l o
i j •
Vacrecentamiento, e n la te n d e n c ia c l a r a m e n te a p u n t a d a h a c ia
e i c o n c e p t o y l a r e a l i d a d d e l « m a y o r v a l e r » 115. P e r o e n e s t o s
c0mpromisos s e o b s e r v a l a i n d i c a c i ô n d e s u s r e s p e c t i v o s c o n -
irapuntos: la « d i s f a m i a » , y e l s e n t i d o d e l « m e n o s v a l e r » , s i ­
tu a c io n e s d e p r o f u n d a d i s t o r s i o n d e l o s v a l o r e s n o b l e s , p e r o
ia n com unes, p o r o t r a p a r t e , c o m o c o n s e c u e n c i a d e l a s f r e -
cuentes d e s v i a c i o n e s p o r p a r t e d e l o s m i e m b r o s d e la j e r a r q u i a
n o b ilia ria r e s p e c to d e Ia s p a u t a s d e c o n d u c ta d e la s q u e e lla
m is m a s e h a b i a d o t a d o n 6 .
El s e n tid o c o n tr a d ic to r io a f e c ta b a ta m b ié n a o tr o s c o n te n i­
d o s b á s ic o s d e l o s p a c t o s e n t r e m i e m b r o s d e l a n o b l e z a . E n p r i n ­
c ip io , r e s u l t a b a n i n s t r u m e n t o s d e a r t i c u l a c i ó n s o l i d a r i a , e n l o s
que se e s tre c h a b a n r e la c io n e s . S in e m b a r g o , n o s ó lo s e o p e ra -
ba so b re ló g ic a s d e c a r á c te r p o s itiv o , s in o q u e ta n ta o m á s
in f l u e n c i a t e n í a n l a s n e g a t i v a s , c o m o l a d e r i v a d a d e l a « m a l -
q u e r e n c ia » , q u e c o n v e r t i a n l a s a l i a n z a s , e n r e a l i d a d , e n r e s o r t e s
de d e s a rtic u la c ió n c o n f lic tiv a . L a s c o n f e d e r a c io n e s e s ta b a n

115. Una conceptualización del tema de la honra, a través de fuentes jurí­


dicas. en la obra de M. Madero. M anos violentas, palabras vedadas. La injuria
en Castillay Léon (siglos XIII-XV). Madrid. 1992, en especial en la Introducciôn,
y capítulo I, en el apartado de «Honra y valor». Ver también, al respecto, la obra
de V. Gibello Bravo, La imagen de la nobleza castellana en la Baja E dad M e­
dia. Universidad de Extremadura, 1998, capítulos I — «Fama»— y VI — «Hon­
ra»— de la Primera Parte. Sobre la fama escribiô su conocida obra M.- R. Lida
de Makiel, La idea de la fa m a en la E dad M edia castellana Madrid, 1983. Con-
sideraciones sobre el «mayor valer» en mi trabajo sobre «La Nobleza». Oríge­
nes de la Monarquia Hispânica..., ob. cit.. pág. 76.
116. Precisamente, el libro de V. G ibello Bravo. La imagen de la no­
bleza..., ob. cit., se orienta hacia la contraposición entre el nivel imaginario,
Primera Parte. «El Idéal», y la realidad cotidiana. Segunda Parte. «El com-
portamiento», a partir del análisis de fuentes narrativas coetáneas.

— 247 —
a b o c a d a s , i n e v i t a b l e m e n t e , a l a v i o l ê n c i a e n general, y e ^ 3
t i c u l a r , a l a v i o l ê n c i a i n t e r n o b i l i a r i a . E l t a l a n t e b é l i c o an - ^
is e n te e n e lla s . c o m o e l á n im o n e p o c ia r ln r C|â
en p n n
c i p i o , la s in s p ir a b a : la « a m i s t a n ç a e u m d a d » d e u n o s se
t r a p o n i a a l a « ç i z a n n a e h o d i o » q u e s e m a n t e n i a c o n otros>i7 1
Y e l l o e r a a s í n o s ó l o c o m o c o n s e c u e n c i a . s i n o q u e , en realidgj"
a c t u a b a n c o m o i m p u l s o d e l a m i s m a , d e t a l m o d o que las
con.
f e d e r a c i o n e s s u s t e n t a b a n u n m o d o d e o p e r a r d e la
n°bleZa
c a r a c t e r i z a d o p o r l a v i o l ê n c i a c o m o a c t i t u d v i t a l . Por otra par
t e , n o e r a e l v a l o r l o q u e e s t a b a d e t r á s d e l a s c o n t i n u a d a s acti
t u d e s v i o l e n t a s d e l a n o b l e z a o , a l m e n o s , n o e n s u sentido de
« v i r t u d » n o b l e , c o n s i s t e n t e e n l a p r á c t i c a h o n r o s a d e lucharcon­
t r a e n e m i g o s e n c o n d i c i o n e s d e r a z o n a b l e i g u a l d a d ; por el con­
t r a r i o , e r a m á s b i e n e l m i e d o l o q u e l e s l l e v a b a a blindarse de
e s t e m o d o 118. Y . f i n a l m e n t e , n o s e t r a t a b a s ó l o d e l a suma de
r e c u r s o s m i l i t a r e s l o q u e b u s c a b a n l o s i n s e r t o s e n e l grupo de
a c c i ó n e n q u e d e s e m b o c a b a l a a l i a n z a , s i n o q u e l o s métodos que
s e d e s p r e n d e n d e l a s n e g o c i a c i o n e s h a c e n r e f e r e n c i a a prácti­
c a s r e c í p r o c a s d e p r u d ê n c i a o d e a s t ú c i a , c o n s i s t e n t e s básica-
m e n te e n d e la c io n e s , y h a s ta e s p io n a je .
E n d e f i n i t i v a , l o s p a c t o s p o n e n d e r e l i e v e t o d a u n a propa­
g a n d a d e v a l o r e s y s e n t i m i e n t o s p r o p i o s d e l a i d e n t i d a d de la
n o b l e z a b a j o m e d i e v a l , p e r o a l m i s m o t i e m p o e n c i e r r a n un des-
p l i e g u e d e e l e m e n t o s a n t i t é t i c o s , p r o p i o s d e l o q u e podríamos
c o n s id e r a r u n a v e r d a d e r a a n tip r o p a g a n d a n o b ilia ria .

117. AHN. Nobleza. O suna, 1860-5.


118. Ver al respecto: V. G ibello Bravo. L a imagen de la nobleza... ob.
cit., capitulo III de la Prim era Parte, y 1 de la Segunda.

— 248 —
O PIE D A D V I N C U L A D A Y E N A J E N A C I O N E S .
PR M ÉTODOS Y L Ó G I C A S N O B I L I A R I A S
E N L A C A S T IL L A T A R D O M E D IE V A L

O D U C C IÓ N . L a te n d e n c ia a l a s e n a je n a c io n e s
pE LA P R O P IE D A D VINCULADA

En la s ó l i d a y c o h e s i o n a d a e s t r u c t u r a d e p a r e n t e s c o n o b i -
Üario la s i t u a c i ó n p a t r i m o n i a l s e d e s a r r o l l o d e a c u e r d o c o n e l
sistema d e p r o p i e d a d v i n c u l a d a , p o r e l c u a l , l o s b i e n e s a c u m u ­
lados y t r a n s m i t i d o s d u r a n t e g e n e r a c i o n e s c o r r e s p o n d i a n , e n
realidad. a l l i n a j e , y n o p o d i a n s e r g e s t i o n a d o s c o m o p a t r i m o -
nio personal ’ . S i n e m b a r g o , l o s t i t u l a r e s d e m a y o r a z g o s d e s a -
rrollaron u n a f u e r t e t e n d e n c i a a l a m o d i f i c a t i o n , y , e n c o n c r e t o ,
a la e n a j e n a c i ô n d e b i e n e s , q u e s e i n t e n s i f i c o d e s d e l a s e g u n d a
mitad del s i g l o X V 2.

1. Para todos los aspectos doctrinales, jurídicos e institucionales del ma­


yorazgo, resulta indispensable, desde 1974. la am plia y bien conocida obra
de B. Clavero. Mayorazgo. Propiedad feu d a l en Castilla. 1369-1836. Madrid.
1989. 2.* éd., cuyo contenido se ha tenido en cuenta com o referencia básica
en este trabajo.
2. N. R. Porro, «La inalienabilidad de los bienes de m ayorazgo. Tres
documentos inéditos del siglo X V para su estúdio». R evista del Instituto de
Historia del Derecho Ricardo Levene. 21, Buenos Aires (1970), 125-166. En
este interesante artículo se abordan los modos y causas de la enajenaciôn. para
concluir co n la transcripciôn de tres ejem plos docum entales de los reinados
de Enrique III, Juan II, y Enrique IV. época en la que se detiene su estudio.

— 249 —
Su máximo nivel se alcanzó durante el reinado de los a J !
Católicos. En este período, en el que se va a centrar el ^
trabajo, las instituciones de mayorazgo seguian mantemendo***
habituales cláusulas de prohibiciôn de enajenar los bienes "
lados, de los que se decia expresamente que

non podiesen ser partidos nin divididos nin vendidos nin


jenados por cosa alguna nin por caso alguno que sea o ser '
da todos los dichos bienes que asy posiéredes en el d ^
mayoradgo, nin parte alguna dellos por titulo honroso °
lucratiuo nin por dote nin por arras nin por donación nr ^
núpcias nin por redención de cabtiuos nin por alimentos
por utilidad de la cosa publica nin por otra causa alguna °
yor o igual de las susodichas et aunque sean mas p ia s e m '
favorables que las de suso nombradas... 3.

Pero esta perspectiva de la vinculación patrimonial con


trasta abiertamente con las numerosas modificaciones que en
realidad, se produjeron, en los mayorazgos, en las últimas dé­
cadas del siglo XV, entre las que hubo acrecentamientos ge­
neralizados y habituales com o con secu en cia del principio
general de acum ulación inherente al propio mayorazgo_
pero también revocaciones, disoluciones, y apartamientos de
bienes, es decir, enajenaciones, que contradecian los principios
de inalterabilidad, indivisibilidad, y, en definitiva, de inalie-
nabilidad del mismo.
La cuestión, que ha sido abordada habitualmente desde las
situaciones particulares de algunos linajes, présenta un indu-

3. (A rchivo) G (eneral) (de) S (im ancas) R (egistro) (G eneral) (del)


S(ello). Z aragoza, 3 de octubre de 1492, fol. 2, que contiene Ia facultad con­
seguida de la m onarquia por don Rodrigo de M endoza, m arqués del Cenete,
para la fundación de un m ayorazgo; los m onarcas accedian a que lo consti-
tuyera «libre e desem bargadam ente a toda vuestra libre voluntad con las co­
rrespondientes costituçiones e dispusyçiones e ordenaciones que vos sobre la
dicha razon fiziéredes e d ispusyéredes...» que. entre otros aspectos, se refe-
rian a la inalienabilidad, senalada supra.
F -nterés. por las im plicacioncs sociales y econôm icas,
da ^también políticas, que todo Io relacionado con los mayo-
^er°l s presentaba J. Más alla de la ejecución concreta de las
ra7^ 0!>aciones, aqui se présenta, a partir de una amplia mues-
■|í®^cu[Tiental correspondiente a diversas casas nobiliarias. una
P? reflexión general acerca de las lineas generales de es-
Prl ocesos, las formulas puestas en práctica, y, especialmen-
|!të lógicas sobre las que se basaban las actitudes nobiliarias5.

j^ÉTODOS Y LÓGICAS NOBILIARIAS EN LOS PROCESOS


d E E N A J E N A C IÓ N

En el último tercio del siglo XV se observa una constan-


te modificación y recomposiciôn de los mayorazgos del grupo
altonobiliario, — nuevas instituciones, agregaciones, separación
debienes. etc.— , recurriendo. para ello, a las disposiciones ju­
rídicas apropiadas. Hay que partir de la base de que. en situa­
ciones de prolongado disfrute transgeneracional. las distintas
c ir c u n s t a n c ia s y los intereses cambiantes condujeron a pian-
lear la explotación del patrimonio desde la óptica de la movi-
lidad. orientada hacia la rentabilidad y la liquidez. A lo largo
de las très o cuatro generaciones de disfrute y transmisiôn de
la propiedad vinculada, que, en la época de la que aqui se trata,
se habian sucedido en las grandes casas nobles, se hacia pre­
sente la necesidad de modificar su contenido.

4. Un análisis del m ayorazgo. entre la óptica del parentesco, y la polí­


tica regia: M.C. G erbet, «M ajorai, stratégie fam iliale e t pouvoir royal en
Castille. D 'aprés quelques exem ples pris en Estrém adure à la fin du M oyen-
Âge». Les Espagnes médiévales. Aspectos économ iques et sociaux. Mélanges
offerts à J. Gautier-D alché, Nice, 1983. 257-276.
5. El presente texto trata de adecuarse a la extension y entidad estable-
cidas en esta publicación. Su contenido. sin em bargo, se enm arca dentro de
un estúdio más am plio, sobre la realidad de la propiedad vinculada de la no­
bleza castellanoleonesa a fines del período medieval.

— 251 —
El fondo de la cuestión radicaba en el interés dem
por los titulares de los linajes por, literalmente, «m uda^ 0
mayoradgo» 6, que ponia en marcha la instancia a la m ^
quia con vistas a la obtención de la correspondiente facui**'
que los reyes otorgaban para poder libremente tener e fa? /
los bienes de mayorazgo) com o de cosa suya 1.
Los poseedores de propiedades vinculadas presentaban
súplica a los monarcas, habitualmente por anticipado SÜ
poder realizar las más diversas enajenaciones de villas I
res, fortalezas, inmuebles, rentas. etc. En muchas o c a s io
no se precisaba el alcance y contenido de los bienes a apar
tar. por lo que la licencia regia se otorgaba en términos am
plios, com o en el caso de la concedida por Isabel I al conde
de Fuensalida, en octubre de 1496, para que, literalmente

podades sacar e saquedes del dicho vuestro mayoradgo e de los


bienes en él inclusos e incorporados en él, la parte dellos que
fuere menester... para que los podades obligar e ypotecar ...cada
e quando quisiéredes et por bien touiéredes 8.

6. A(rchivo) H(istôrico) N (acional), Nobleza, Osuna, 495-26, traslado


del docum ento del Alm irante don A lonso Enriquez. de 1482, por el que afir-
m aba haber solicitado y obtenido de los reyes licencia para disponer del acre-
centam iento de bienes que él habia hecho al m ayorazgo heredado, asi como
para apartar de su «casa e m ayoradgo» determ inados bienes con los que de-
cidió instituir otros tres m ayorazgos, adem ás del principal, para cuatro desus
hijos. Ver tam bién ibidem, 495-22.
7. Asi se expresa en el docum ento por el que los reyes accedian a la so-
licitud de Don G arcia Álvarez de Toledo, duque de Alba confirmando la venta
ya realizada de unas casas de su m ayorazgo en Toledo: RGS, Medina del
Cam po, 19 septiem bre 1480, fol. 142.
8. El texto está tomado del siguiente documento: RGS, Burgos, 2 octu­
bre 1496, fol. 10. Están docum entados otros muchos casos, como los siguien­
tes: RGS Toledo, 4 marzo 1480, fol, 283, don Diego López Pacheco, marqués
de Villena recibia facultad para vender, donar o cam biar las villas, lugares, o
maravedies de juro que quisiera: 21 noviembre 1483, fol. 6, la obtenia el con­
de de Cabra don Diego Fernández de Córdoba; Écija. 14 febrero 1490, fol. 27,
el Alm irante don Fadrique Enriquez; Santa Fe, 25 enero 1492, fol. 3. don Pe­
dro Enriquez, Adelantado de Andalucía; Santa Fe. 7 febrero 1492, fol. 8. don

— 252 —
Y no faltan casos en los que se determinaba con e x a ctitu d
valor econôm ico de los bienes sujetos a enajenaciôn, fijan<T
asi el limite en una cantidad concreta, com o se e x p r e s a e n °
docum ento de agosto de 1490, referente a don F a d r iq u e En '
quez. en cuyo encabezam iento se lee: «Para q u e l alm iran tè
pueda sacar de su mayoradgo cuento y medio de ren ta p ara
don Bernaldino, su hermano» ,ü.
La manipulaciôn de los m ayorazgos se traducia, a veces
en sim ples trueques. y las licencias regias, en ocasiones sé
otorgaban con la condición de sustituir las propiedades apar
tadas por otras equivalente, de m odo que. en principio, no ten
dria que suponer graves pérdidas para el patrimonion . Una

Guzm àn, para hipotecar la villa de Orgaz; Burgos, 11 enero 1497, fol. 4 don
Garci Fernândez M anrique. conde de C astaneda y m arqués de Aguilar. y su
hijo m ayor Luis M anrique, para obligar los lugares de Viilanueva e Iscarcon
su fortaleza: Burgos, 11 enero 1497. fol. 5, don Pedro de Ayala. conde de
Fuensalida. para obligar su villa de H uecas y la dehesa de Portusa, término
de G uadam ur; Burgos, 21 abril 1497, fol. 8 y 9 don Diego Hurtado de Men­
d oza senor de Canete, para obligar las villas de Una, Poyatos y Tragacete-
Burgos, 3 mayo 1497, fol. 6, don Juan M anrique y su hijo Fadrique Manrique
para vender el lugar de Villalumbroso: Ocana. 11 enero 1499, fol. 1, don lnigo
M anrique para hipotecar los bienes que ténia en M âlaga y su tierra.
10. Corresponde el párrafo al docum ento localizado en RGS, 17 agos­
to 1490. Córdoba, fol. 12. De entre los otros casos que se conservan en ese
m ism o fondo docum ental, destacan los siguientes: Sevilla, 1 abril 1491, fol.
5. don E nrique de Acuna, conde de Valencia de don Juan, recibiô tras su sú­
plica a la monarquia, facultad para obligar bienes por valor de 5.000.000 mrs.;
Real de la Vega de Granada. 30 agosto 1491, fol. 1, don Alvaro de Sotomayor
conde de Camina para obligarse hasta 2.095.000 mrs.; Madrid, 3 febrero 1495,
fol. 20. don Garci Fernândez M anrique, conde de Castaneda y marqués de
A g uilar, p ara em p en ar un lugar h asta 2.000.000 de m rs.; 21 julio 1495,
Burgos, fol. 7, don Álvaro de Zûniga duque de Béjar, para vender bienes hasta
un total de 500.000 mrs. Burgos, 6 mayo 1497, fol. 7, el duque de Béjar para
sacar de su m ayorazgo 204.907 mrs.
11. Un ejem plo: RGS, Alcalá de Henares, 20 enero 1486, fol. 3. con-
firm ación regia, a pelición de don Juan Hurtado de M endoza senor de Cane­
te, y su hijo y heredero Honorato de M endoza, del trueque de Beamud, La
Frontera, las casas «dichas del cardenal» en Cuenca, y otros bienes del ma-

— 254 —
ión usual se daba con la desvinculación de propiedades
as para adquirir otras en su lugar de implantaciôn. bus-
Ho una concentración en el espacio, que resultara más fa-
rable para las expectativas patrimoniales y senoriales 12.

hecho por el prim ero con su herm ano don Inigo López de Mendoza.
os documentos referentes a este linaje perm iten observar lo que era un
ortamiento habitual com o se verá a lo largo del trabajo: del m ayorazgo
comp°n
dl He Canete. instituido por don Diego Hurtado de M endoza y su esposa
(tonal
origina
: Teresa de G uzm án en Cuenca, 10 de abril de 1442, ver, AGS, Diversos
Castilla, leg- 38, núm . 7, se habían sacado, vendido y trocado bienes, y,
a d e m á s sabemos que posteriorm ente Juan Hurtado de M endoza solicito de
l o s monarcas, en 19 de febrero de 1487, facultad para instituir un segundo ma-

o, a favor de su hijo Luís Hurtado: AGS, Câm ara de Castilla. Perso­


nas le g . 13^ Ia condición de no perjudicar el antiguo. no evitó las protestas
de los parientes, com o Francisco Hurtado de M endoza, que m anifesto sus
d e re c h o s a la legitim a de su m adre, en la que estaban algunas propiedades
in c lu íd a s en el nuevo m ayorazgo instituido por don Juan Hurtado de M en­
doza' RGS- Burgos. 21 abril 1497, foi. 10. M e he ocupado de este linaje en
diversos trabajos sobre la nobleza conquense, entre otros, en los siguientes:
M* C. Quintanilla Raso. «M arcos y form as de proyecciôn de la nobleza
c o n q u e n s e en su entorno urbano y territorial», Congreso Internacional de
Historia. El Tratado de Tordesillasy su época. Junta de Castilla y León, Va-
lladolid, 1995, I, 131-154; y en este otro, « Im plantaciôn de la nobleza y re­
laciones de poder en la tierra de Cuenca». Relaciones de p o d e r en Castilla:
el ejemplo de Cuenca. Cuenca. 1997, 103-132. La cuestión del m ayorazgo se
(rata con detalle en una publicación reciente: J.I.O rtega Cervigôn, «La acción
política y senorial de los Hurtado de M endoza en Cuenca y su tierra durante
el siglo XV», Prem ios de Investigation Juan Jim énez de Aguilar, Archivo
Histórico Provincial de Cuenca, 2003. 10-84. Por su parte, el almirante mayor
don Fadrique Enriquez, obtuvo la facultad correspondiente para apartar bienes,
a condición de m eter otros equivalentes: RGS, Écija. 14febrero 1490, fol. 27.
Algo similar, en el caso de don Juan Arias de Avila, senor de Torrejôn, al que
se permitia sacar 20.000 mrs. de censo, a cam bio de incorporar al m ayorazgo
la legítima de su hermano: RGS. Alcalá de Henares. 20 enero 1498, fol. 4.
12. Tuve ocasión de estudiar hace aiios un caso asi: se trata de la transmi-
siôn del patrimonio del linaje Benavides, básicamente en el reino de León, por
falta de herederos directos, a un linaje giennense de parientes, el de los Biedma,
que se fueron desvinculando de estos bienes que, por la lejania, no debian satis-
facer sus apetencias: M .1 C. Quintanilla Raso, «La Casa senorial de Benavides
en Andalucía», Historia Instituciones Documentos. 3, (1976), 441-484.

— 255 —
Es indudable que en la política econôm ica de la alta
bajom edieval. que habia experim entado un proceso de eZa
ciô n para adecuarse a las nuevas circunstancias, se obse ^
critérios de racionaiidad. m uy presentes, especialm ente
com portam iento de las grandes casas a finales del sig |0 X y u
el interés por mejorar la rentabilidad del patrimonio propici' 1
d esp lazam ien to de a lgu n os b ien es v in cu lad os, y se kO ly îA
j
.
m ediante estrategias diversas, orientadas en muchas ocasion
al lucro. que se encontraba explicitam en te entre las causasd»!
las prohibiciones de enajenaciôn inherentes al mayorazgo
gûn se ha puesto d e relieve a n te s 14. Las enajenaciones estab®.
a m enudo. estrecham ente relacionadas con el deseo, o con la
n ecesidad de liquidez 15. El sistem a de valores nobiliario que
aunque mostraba ciertas innovaciones, seguia potenciando mj
especial m odo de vida, supuso para la nobleza de fines del pe
riodo m edieval una política d e gastos crecientes derivados de su
estatus, entre los que destacaban el con su m o suntuario, y igj
actividades politico-m ilitares. Estas últimas, tuvieron, a veces
un alcance extraordinario, co m o por ejem plo, con motivo de las

13. Sobre el alcance del proceso de renovación de la nobleza en el tran­


sito a la Baja Edad Media. M .! C. Q uintanilla Raso. «La renovación nobiliaria
en la C astilla bajomedieval. Entre el debate y la propuesta», en La Nobleza
P eninsular en la E dad Media. VI C ongreso de E studios M edievales de la
F undaciôn Sànchez A lb o m o z Léon, 1999, 257-295. Una de las exposiciones
m ás com pletas y detalladas acerca de la explotación del patrimonio vincula­
do. de acuerdo con intereses econôm icos, en la obra de F. Devis Márquez,
M ayorazgo y cam bio político. E studios sobre e l m ayorazgo de la Casa de
A rcos a l fin a l de la E dad M edia. Universidad de Cádiz, 1999, especialmente
en el capitulo IV, donde se aborda el problem a de la enajenaciôn como sin­
tom a del interés por la rentabilidad, pero tam bién, desde el inicio del siglo
XVI. com o obligada consecuencia de un proceso de endeudamiento.
14. Ver supra, en texto, párrafo del docum ento referido al marqués del
Cenete.
15. Entre otros testimonios. uno referente a don Diego Sarmiento, conde
de Salinas, repostero mayor de los Reyes, y m iem bro del Consejo Real, que
obtuvo de los monarcas facultad para sacar de las rentas de su mayorazgo cier-
ta cantidad de trigo para vender: RGS. Valladolid. 4 febrero 1489, fol. 7.

— 256 —
el reino, según sucedió precisam ente en el período que
c r'S'S ^ a en el que la participación de la nobleza en la guerra
n°S sión produjo agobios eco n ô m ico s, que, en bastantes ca­
fte suC (jvaron la decisión d e enajenar bienes por cuantias im-
s°s' 111 16 y . d esd e lu ego. las licen cia s co n ced id a s por los
P°r arCas en bastantes o ca sio n e s aludian exp resam en te a la
1110 idad econôm ica com o razón de las enajenaciones l7.
neCLpóro además de esto. hay que tener presente que la ena-
‘ón de bienes vincu lad os constituía un fen ô m en o de am-
• nerspectivas. en cu yo desarrollo se observa una estrecha
L» ión con las com p lejas ló g ica s qu e regian las relacion es
de| parentesco nobiliario 18.

16 El conocido ejem plo del conde de Feria, don G óm ez Suárez de


Áaneioa resulta representativo: su activa intervención en la guerra civil, le
numerosos problem as financieros. por lo que necesitó licencia para
ender bienes de su m ayorazgo. ya en época de E nrique IV en 1473, y des-
•és en 1484. los Reyes Católicos le ratificaron el permiso para enajenar bie­
nes todo lo cual le condujo a deshacerse de propiedades por valor de varios
millones de mrs. hasta que las circunstancias generales y particulares permi-
tieron el saneamiento de la hacienda y la recom posición del m ayorazgo: F.
Vlazo Romero, E l condado de Feria (1394-1505), Badajoz, 1980. La situa­
ción ha sido también objeto de com entário, desde Ia doble perspectiva poli-
tica v econômica, por M .C. Gerbet, ob. cit.. en concreto. 274-276.
17. Entre la causística muy diversa que puede observarse. tenem os por
ejemplo. el caso siguiente: RGS, Barcelona. 23 en ero l4 9 3 , foi. 14. referente
a don Enrique de Toledo, herm ano de don Fadrique de Toledo, heredero de
la Casa de Alba. el cual decidido a irse a Rodas a integrarse en la O rden de
San Juan. pidió a los m onarcas licencia para vender V illoria, villa heredada
de su padre en m ayorazgo, lo que hicieron. literalm ente, «vista la petición e
suplicaçion, e acatando las cabsas porque vos queredes vender la dicha villa,
e la necesidad que para ello teneys».
18. Para la com pleta com prensión de estas cuestiones. conviene partir
de un conocimiento am plio de los princípios que regian las estructuras de los
linajes y casas nobiliarios, com o el que se ofrece en la obra de I. Beceiro y
R. Córdoba. Parentesco, p o d er y mentalidad. La nobleza castellana, siglos
A7/-XV. CSIC. Madrid, 1990. Resulta de interés también la perspectiva antro­
pológica. como la de algunos trabajos del reciente libro colectivo: Familia,
transmisión y perpetuación (siglos X VI-X IX ), A. Irigoyen López. y A.L. Pé-
rez Ortiz, (eds.), M urcia, 2002.

— 257 —
E n l a t r a n s m i s i ô n p a t r i m o n i a l a l o l a r g o de sucesivas g
n e r a c i o n e s , p e s e a e s t a r d e f i n i d o s l o s c r i t é r i o s sucesorios e
e l s i s t e m a d e m a y o r a z g o , s e p r o d u j e r o n f r e c u e n t e s ir r e g u la r U
d a d e s ; l o s c a s o s d e « d e s h e r e d a m i e n t o » d e l l l a m a d o a suceder
e n e l p a t r i m o n i o , o l a i n c o r p o r a c i ó n , p o r p a r t e d e l o s herede-
r o s — e n s u c l a r a t e n d e n c i a d e n o s ó l o p r e s e r v a r , s i n o también
a c r e c e n t a r la e n t id a d d e l m a y o r a z g o , d e b i e n e s de o t r o s pa.
r i e n t e s , e r a n s i t u a c i o n e s b a s t a n t e c o m u n e s , q u e desem bocar^
e n f r e c u e n t e s p l e i t o s e n t r e f a m i l i a r e s p o r e l c o n t r o l d e l p a t r i­
m o n i o , t a n t o m a t e r i a l , c o m o s i m b ó l i c o , q u e s e i n c l u í a e n el
m a y o r a z g o , o p o r e l m a n t e n i m i e n t o d e s u s correspondientes
c u o t a s h e r e d i t a r i a s 19. L o s l i t i g i o s p r o v o c a r o n l a q u i e b r a de las
r e l a c i o n e s , a l o l a r g o d e p r o l o n g a d a s e t a p a s d e desafectoque
s o lía n z a n ja r s e a l c o n c lu ir c o n la firm a d e « ig u a la s » o «con-

19. Las irregularidades en la sucesiôn constituyen un aspecto tratado


por lo general, en los estudios sobre la evolución de determ inadas casas no­
bles. H ace tiem po tuve oportunidad de analizar ciertas situaciones de «deshe­
redam iento». que dieron lugar a largos pleitos, y costosas compensaciones
econôm icas a los excluidos: M.* C. Q uintanilla Raso, Nobleza y senorios en
et reino de Córdoba. La Casa de A guilar (siglos X I V y XV), Córdoba, 1979,
en co n creto 78-83 sobre la situación en que quedô Alfonso Femândez de
Córdoba. nieto de la linea prim ogênita de don Alfonso 11 Femândez de Cór­
doba, el cual prefirió a su otro nieto, de la segunda linea. para sucesor del ma­
yorazgo y la casa de Aguilar, dando lugar asi a un largo pleito, entre 1424 y
1439 en que se firm ô una concordia entre ambos primos, por la que el titular
del m ayorazgo lo conservo a cam bio de sustanciosos pagos a su pariente, co-
nocido para siem pre com o «el desheredado», quien recibia casas y tierras en
Santaella — com pensadas más tarde con 2.100.000m rs— , 10.000 doblas de
oro. 1.500.000 mrs., 45.000 mrs de «tierra» del rey, y unas pagas alimentí­
cias en especie, en seguridad de todo lo cual quedaba hipotecado el senorio
de Montilla. uno de los más im portantes del mayorazgo. mediante el compro­
m iso del alcaide de entregar la villa al desheredado si no se cumplian los pa­
gos; desde su ex ilio en tierras pacenses, éste fue enviando los finiquitos por
las cantidades recibidas. En otra rama del linaje. la casa de Montemayor, poco
después se dió una situación similar, en este caso por preferencia del hijo se­
gundo. frente a los derechos del nieto de la prim era linea. lo que provocô las
correspondientes tensiones, hasta lograr el acuerdo: ibidem , pág. 164.

— 258
\ 20 E n c a s o s c o m o é s t o s , l o s b i e n e s d e l m a y o r a z g o ,
c0rC*'aSv e c e s s e h a b í a l o g r a d o c o n e s f u e r z o , s e r v í a n , a t r a v é s
' e n a j e n a c iô n , p a r a a t e n d e r a l o s g a s t o s d e r i v a d o s d e l m i s -
& la ^ , e s o , y h a c e r f r e n t e a s u r e s o l u c i ó n 21.
^ El p r 0 P '° r é g i m e n d e v i n c u l a c i ó n p a t r i m o n i a l s u p o n í a
.
^portantes r e s tr i c c io n e s e n lo s d e r e c h o s d e lo s e x c lu íd o s . A s i,

Ë 20 Entre otros casos, ver RGS. Burgos. 13 de febrero de 1497, fol. 1,


jgeoge la concordia, y la confirm ación por los reyes de la «iguala» esta-
** .j Hoiia M encía de Mendoza. en nom bre de sus hijos, y su cunado
Álvaro Carrillo de A lbom oz, com o tutor de los hijos de don Inigo López
Mend°za s° b re e * m a)'oraz8° de Góm ez C arrillo de Albornoz. que gene-
^ i reo v com plicado proceso. Don Juan M anrique tuvo que vender a su
rQun - ,
anoel lugar de Villalumbroso. de su m ayorazgo, segun se reconocia. para
j^b arco n los pleitos: ibidem. Burgos. 3 de m ayo de 1497, foi. 6. O troejem -
, h c o n c o r d i a , confirm ada por los Reyes C atólicos, entre don Francisco
jje ja c ueva duque de Alburquerque, y la duquesa viuda. sobre las villas de
Cuellar M om b eltrán y Roa, en el m arco de un largo conflicto: ibidem. Bar-
lona, 20 mayo 1493, foi. 9 y 13. Ver, a propósito, A. Franco Silva, Estudios
s o b r e D . Beltrán de la C u e v a y e l ducado de A lburquerque, Cáceres. 2002,
enespeCiaI «Notas sobre D. Beltrán de la Cueva», 13-101, en que se estudian
el mayorazgo y testam ento de don Beltrán. y se plantea en el epílogo la com ­
plicada gestion de su herencia. Sobre la casa ducal, tam bién los trabajos de
p Carceller Cervino, en el marco de su tesis doctoral, en preparación. sobre
«Realidad y representación de la nobleza en el siglo XV: el linaje de la C ue­
va y la casa ducal de Alburquerque».
21. Algunas situaciones conocidas, como, por ejemplo, la de don Alvaro
de Zúniga, duque de Béjar que tuvo que vender bienes del m ayorazgo hasta
llegar a los 500.000m m rs. de juro que estaba obligado a pagar a la duquesa
de Alba, su tia. por haber renunciado ella a los senorios de Burguillos y Ca-
pilla: RGS, Burgos, 21 de julio de 1495, foi, 7, y Burgos, 6 de mayo de 1497,
foi. 7, en que se trataba de sacar del m ayorazgo 204.207 m rs. de juro a cuenta
de esa renta anual de 500.000 mrs.de juro prometidos. Don Alfonso Fernández
de Córdoba. senor de M ontemayor. logró facultad para em penar rentas de su
mayorazgo hasta los 2.500.000 mrs. que debía pagar a su pariente Alfonso de
Montemayor: Ibidem, Madrid. 9 de mayo de 1495, fol. 9, y 21 mayo 1495, fol.
2. De forma muy expresiva se recoge este tipo de situaciones en un docum ento
referente a Pedro de Vargas, vecino de Córdoba. que solicitaba a los reyes li­
cencia para, expresamente, poder pagar con bienes del mayorazgo. los gastos
que le acarreó el pleito con su tio para la obtención de ese m ism o mayorazgo:
Ibidem. 12diciem bre 1497, Madrid, fol. 191.
cuando. a fines del siglo XV. los Reyes Católicos ot0r
las licencias para instituir m ayorazgos, lo hacían funda
tando en su «poderio real absoluto» la facultad del corres^**" I
diente fundador, con el reconocimiento expreso de las granA^
lim itaciones de los derechos de los parientes:

non embargante las leyes en que diz quel padre o la madre


pueden desheredar nin agrauiar a sus fijos de la légitima ^
les pertenece ... e otrosy non enbargante las leyes y derecho6
que dizen que aunquel padre por priuilegio espeçial pueda
agrauiar a sus fijos o les menguar su legitima, pero que no les
puede priuar del todo de la dicha legitima 22.

Con este tipo de fórmulas, la acumulación en una sola mano


del contenido principal del patrimonio parecia quedar justificada
ante los restantes miembros del linaje, y, en consecuencia, los
derechos de legítima no podrían ser considerados como base de
alegación para la enajenación de propiedades del mayorazgo
Con todo. hay que recordar que el sólido edificio de la pro­
piedad vinculada se encontraba inmerso en un mundo de con-
tradicciones, que provocaban inévitables fracturas23. En este
contexto, pese a la superioridad de los derechos de los suceso­
res en la farándula, — por lo común, primogênitos varones se­
gún la farándula de masculinidad pura, o la más drástica de
rigurosa agnación— , eran prévisibles ciertas pretensiones de los
parientes, contra los que el mayorazgo atentaba, argumentan­
do sobre los derechos que, literalmente, «com o a tal fijo legiti­
mo por derecho divino e natural e posetyvo le pertenece e es

22. Se trata del docum ento citado supra: RGS, Zaragoza, 3 de octubre
de 1492, foi. 12. concesión de facultad al m arquês del Cenete. para instituir
un m ayorazgo de todos sus bienes.
23. Interesantes consideraciones al respecto. en B. Clavero. ob. cit.. en
especial. 169-180. En la doctrina y en las actitudes regias, a veces. se detec-
tan determ inadas convicciones morales, tendentes a sistem as menos rigidos
en el reparto de la herencia. aunque sin plantear claram ente los métodos
conpensatorios.

— 260 —
F , 24 ei titular del mayorazgo, en su función de «parien-
deUI debía atender, de algún m odo, a esas expectativas
16 jjsfrute patrimonial de los parientes próximos. La solida-
de co h e s iô n del linaje exigian que el conjunto de miembros
v ie r a n un adecuado nivel socioeconômico correspondiente
n,antuosieiôn; y de esta realidad se derivaban, desde la nece-
Î L g d d e a s e g u r a r la posición de las madres en su situación de
u d e d a d . hasta la de mantener la honra y dignidad de los va-
? es y d o t a r convenientem ente a las mujeres de la casa para
matrimonio- E n definitiva, a todas estas situaciones, de pre-
te n siô n de derechos hereditários, se les daba salida. habitual­
mente utilizando algunos de los bienes del mismo mayorazgo.
e r e s u l t a b a n donados. vendidos, traspasados. o hipotecados
s a tis fa c e r las demandas, y, en general, compensar los de­
re c h o s de los parientes. De este modo, las enajenaciones fun-
c io n a b a n com o elem en tos correctores de los abusos, pero
ombién, de las contradicciones internas del sistema.
R e s u lta muy frecuente. por un lado, la situación por la que
el b e n e fic iá r io del mayorazgo solicitaba licencia para enaje-
nar a lg u n o s bienes con los que cumplir determinadas mandas
testamentarias, con relacion a derechos de las viudas, o de és-
tas y los hermanos 25. La salida de propiedades sujetas a vin-

24. RGS. Córdoba. 4 de agosto de 1484. fol. 4. docum ento de denun­


cia y solicitud de sus derechos por parte de don Fadrique Alvarez de Toledo,
hijo del duque de Alba.
25. RGS. 20 febrero 1480. fol. 23. por el que don Diego López Pacheco
marqués de Villena co n sig u iô facultad para vender la villa de C astillo de
Garcimunoz para cum plir mandas del testamento de su padre el maestre; so­
bre el contenido del mismo: A. Franco Silva. «Los testamentos de Juan Pacheco
(1470-1472)», Congreso d e Historia del Senorio de Villena, Albacete. 1987.
157-174. Un poco después. otro documento, del 30 de marzo de 1480. fol. 11,
aclara que la licencia obtenida para apartar de su mayorazgo la villa y el casti­
llo tenía como objetivo entregarlo com o parte de la herencia a la viuda dona M.s
de Velasco. y a su hija dona M.â Pacheco. Otro caso: Ibidem, Toledo. 2 de ju-
liode 1480, fol. 1, don Juan de Portocarrero. conde de M edellín. recibía fa­
cultad para apartar de su m ayorazgo el lugar de Fuentes y las tercias de Écija.
culo podia compensarse con la introducción en el p a tr j J
de bienes similares o equivalentes, lo que se relaciona ° n'°
principio de conservación del nivel de riqueza y entid h ° n
casa y mayorazgo. Por ejem plo. don Juan Manrique y Su °*a
Fadrique extrajeron del mayorazgo el lugar de Villalnmu
para venderlo a su hermano, con el compromiso de i
el precio obtenido para acrecentar el mayorazgo, de"?^63*
que, textualmente, «se comprase otro tan buen logar o
para el dicho don Juan Manrique e después de sus dias*1
su hijo mayor e subçesor que sucediese en su mayoradgo»^
Las enajenaciones realizadas para proteger los d e r e c h o » !
la honra y el estatus de los parientes próximos se ajustaban *
argumento de las «justas cabsas». que además eran presenta
das com o «mucho com plideras al buen gobernación d e vues

para dárselos a su madre, la condesa dona Beatriz Pacheco. A propósito E


C abrera Munoz, «Beatriz Pacheco y los orígenes del condado de Medellín»
A (nuario) (de) E(studios) M(edievciles) 15 (1985). 513-551. También donPe
dro M anrique. senor de Valdezcaray. logró la confirmación y aprobación de
la venta del lugar y fortaleza de Santurde para poder pagar a su madre y her
mano 1.300.000 mrs. según el acuerdo a que habían llegado: Ibidem, Madrid
16 m arzo 1495. fol. 1. Y don E nrique de Acuna. conde de Valencia de don
Juan, recibiô facultad para separar de su m ayorazgo el lugar de Monasterio
con el térm ino de Truébano para entregarlo a su hermano. en pago del valor
de la parte de la herencia que le había correspondido de su padre: Ibidem
Toledo, 11 m ayo de 1498, fol. 5.
26. La conform idad real respecto de la venta, en RGS. Burgos, 3 de
m ayo de 1497, fol. 6. El reconocim iento de la necesidad de acrecentar el ma­
yorazgo. ibidem . Madrid. 14 de m ayo de 1499, fol. 6.
En este caso no parece que se pusiera dem asiado interés, o, al menos.
suficiente celeridad en la práctica com pensatoria, según se refleja en el pro­
pio docum ento: «como quiera que se a trabajado de com prar...otro taie tan
bueno o m ejor logar, no se a podido av er...q u e rendiese tanto o mas quel di­
cho logar.. nos suplicastes e pedistes por m erçed que vos mandásemos dar li­
cencia e facultad para que los m rs...se puedan destribuyr comprando dellos
un logar o dos o très o m as otros logares que rentasen tanto o màs...e sea
encorporado en los bienes e m ayoradgo quel dicho don Juan Manrique dexô
a vos, el dicho don Fadrique M anrique. com o a su hijo varon mayor».

— 262 —
e mayoradgo», por las que los monarcas permitian, en
tressa ^ gjjnjrante don Fadrique Enriquez, «sacar algunos
eSlÊ C| e heredamientos, e rentas e bienes el dicho vuestro
' aSa r a d g o . especialmente para lo dar e dexar a don Bernai-
rI'a'°g nrjqUez vuestro hermano». con el usual com prom iso de
cir en el mayorazgo bienes equivalentes para compen-
in‘r; as pgr(jidas «p oniend o otros tantos b ien es e rentas e
^sallos en el dicho vuestro mayoradgo. com o sacásedes dél».
' t a b le c ie n d o , además. que los bienes acrecentados debían
^ vcp «con aquellos vínculos e oblígaçíones con que estauan
d ic h o s bienes que asy sacáredes» . Razones de peso mo-
on en este caso. el interés por apartar estos bienes vincu-
ados según se documenta unos meses después, en otra solícitud
del Almirante- En ella. trataba de justificar su décision, en pri-
r lugar. en razón del incremento patrimonial experimentado
n su período de titularidad -—«por graçia de Nuestro Senor
e por merçed de vuestra Alteza, en mi poder la dicha casa de
mjs anteçesores es acreçentada e aumentada de mucho mayor
sen orio e renta»— , aludiendo, en concreto, a la obtencion del
con d ad o aportado por su esposa com o heredera — « y o tengo
e p o s e o el condado de M odica que es cosa de grand senorio
e rentas» — , de modo que ambos patrímonios unidos pasarian
com o mayorazgo acrecentado a su posible heredero; no obstan­
te. en prévision de falta de descendencia, don Fadrique inten-
taba transmitir a su hermano un soporte econôm ico, consistente
en un millôn y medio de mrs. de renta anual, para mantener su
posición — «porquel dicho don Vernaldino mi hermano no tie-
ne bienes ni fazienda ni las rentas e vasallos segund quien es e
meresçe tener»—-, y esto estaba especialmente orientado hacia
una alianza matrimonial con la hermana de su esposa, dona Isa­
bel de Cabrera, que permitiera la union de casas y fortunas, de
modo que, según indicaba, literalmente,

27. RGS. Ecija. 14 de febrero de 1490, fol. 27.

— 263 —
mi hermano se oviere de desposar e casar con ella
tas casas de mis anteçesores e más la casa e co n d a d o ^ °S'
brera (sic) questán juntas por merçed e mandado d ■*^ <”a'
Alteza que non se dividiesen ni apartasen sy a Nuest ' Uesira
pluguiere que yo e la dicha condesa non oviérem os'f^ **
consuno 28. '■|0s

Situaciones com o ésta demuestran la existência de


sos de enajenaciôn com plejos, motivados por una intp t0C*'
te, e igualm ente com pleja, estrategia de linaje, a un ti
matrimonial y patrimonial.
Precisamente la política de alianzas matrimoniales de 1
grandes casas nobles, es otra de las motivaciones que incid”
más directamente sobre el conjunto de bienes amayorazgados
El vín cu lo conyugal era un instrumento claramente renta
bilizado en los procesos de consolidación y reproducciôn de
las casas nobles. El pacto econôm ico correspondiente, soporte
protector del nuevo núcleo familiar, se convirtiô en un impor
tante capítulo de gastos para los linajes 29. Las dotes, arras y
«donaciones propter nupciae» se enumeraban en las habitua
les expresiones sobre el impedimento para realizar, literalmen­
te. «acto alguno de enajenaciôn de cosa alguna del mayoradgo
...» con la prohibiciôn específica de que, literalmente, «non
vendades ni troquedes nin donedes nin dedes por titulo de dote
nin arras... a persona alguna asy de vuestros fijos e fijas e pa­
rientes e afines com o a otras qualesquier estranas», según se
dice expresamente en una provision de Isabel I dirigida, en
1489, al duque de N ájera30. Pero, pese a ello, se convirtieron

28. Ibidem, Córdoba. 17 de agosto de 1490. foi. 12.


29. La estrategia m atrim onial, y todos los elem entos que llevaba apa-
rejados. entre los que destacan las diversas donaciones. alcanza un importante
significado en la obra de 1. Beceiro y R. Córdoba, ob.cit.. donde se trata con
detalle, 170-197. Al mismo tiempo. es una cuestión abordada especificamente
en todos los estudios sobre las distintas casas nobles.
30. AGS, Diversos de Castilla, legajo 39, núm. 47.

— 264 —
na de Ias causas más frecuentes e importantes de enaje-
^ ón. El incremento de su cuantía a lo largo de la Baja Edad
JJtedia, y. de m odo especial a finales del siglo XV, convirtió
práctica en generalizada necesidad, según se reconoce ex-
^sam ente en documentos com o el referente al conde de Alba
Liste- que solicitó a los reyes facultad para vender el lugar
de villacís. de su m ayorazgo, con vistas a obtener liquidez
pagar el dinero de las dotes de sus hijas 31.
La muestra documental aqui analizada, y en general, los
testimonios y estudios sobre casas y linajes nobles, ponen de
relieve que las capitulaciones matrimoniales solían gestionarse
con |a enajenación, generalm ente temporal — aunque el in-
cumplimiento de las condiciones podia convertirla en defini­
tiva— , mediante el sistem a de hipoteca, de bienes diversos,
decidida por el padre, com o titular del mayorazgo, aunque en
muchos casos se trataba de involucrar al hermano, a pesar de
que sus intereses com o heredero podían quedar afectados. Un
claro ejemplo de estas estrategias matrimoniales, que, frecuen­
temente, desembocaron en la desvinculación de propiedades
del m ayorazgo por parte d el titular, y del hijo llam ado a
heredarlo, es el referente al duque de Nájera, don Pedro Man­
rique, y a su primogênito, don Manrique, a quienes los monar­
cas se dirigían en los siguientes términos:

en casamiento que teneys contratado entre dona Guiomar Man­


rique fija legitima de vos el dicho duque e hermana de vos el
dicho don Manrique, e don Carlos de Arellano fijo mayor le­
gitimo e heredero de don Carlos de Arellano conde de Aguilar,
teneys asentado de dar en dote e casamiento con la dicha dona
Guiomar çiento e çincuenta e çinco vasallos de las aldeas e tie­
rra de la vuestra villa de San Pedro, çerca de Yanguas. fazia la
parte de Aguilar ...e mas seys cuentos de mrs. e tres mill
florines de oro, los quales han de ser pagados allende los dichos

31. El solicitante era don A lonso E nriquez de Guzm án. titular del ci­
tado condado: RGS, M adrid, 24 enero 1495, foi. 16
vasallos al dicho don Carlos en çinco anos primeros venideros
y en prendas e hipoteca de los dichos mrs. le aveys de dar la <)•'
cha villa de Sant Pedro con su fortaleza e juridiçiôn e vasalloi
et porque la dicha villa e vasallos es de vuestro mayoradgo n<^
suplicastes e pedistes por merçed que vos mandâsemos dar
nuestra carta en que por ella vos diésemos licencia e poder ç
facultad para lo poder diuidir y dar e enajenar y enpenare hi­
potecar en la manera que dicha es...lo qual por nos vistoe por
vos fazer bien e e merçed, e porquel dicho casamiento...sea
cumplido e guardado, tovímoslo por biên­

io que significaba poder hipotecar la villa de San P ed ro a


cuenta del dinero prometido, anulando asi la prohibiciôn de
enajenaciôn con que el mayorazgo estaba establecido 32- A ve­
ces, la responsabilidad de la dote afectaba también a los titu ­
lares de m ayorazgos secundários, en razón del principio ya
seiialado por el que dotar a las mujeres se convirtiô en uno de
los rasgos de solidaridad del linaje, o, simplemente, porque el
titular del mayorazgo hacia extensiva la responsabilidad a va­
rios de sus hijos 33. Y, en ocasiones, la licencia de los reyes se

32. El docum ento se encuentra en el RGS. Real sobre Baza, 29 de julio


de 1489, foi. 14. La gestion debió resultar complicada, como, por otra pane
era habitual en los matrim onios de la alta nobleza: poco después, padre e hijo
recibieron licencia regia para hipotecar la villa de Ocón para pago de esta misma
dote: Córdoba, 2 de julio de 1490, foi. 4. Sobre esta cuestión, R. Montera
Tejada, Nobleza y sociedad en Castilla. El linaje M anrique (siglos XIV-XVI).
Madrid, 1996, que recoge su interesante tesis doctoral sobre este linaje, en la
que se plantea el mencionado caso, a partir de traslados de la documentación.
conservados en la R(eal) A(cademia) (de) (la) H(historia). (colec.) Salazary
Castro, en que. al parecer, se mencionan 150 vasallos, mientras que el original
aqui m anejado del RGS indica claram ente la cantidad de 155.
33. Asi sucedió en el caso de don Pedro de Portocarrero, senor de
M o g u e r— segundogénito del m arqués de Villena, don Juan Pacheco—, de
cuyo m ayorazgo, integrado básicam ente por un lote patrimonial de proceden-
cia m aterna, se enajenaron algunas heredades de Jerez, para pagar la dote de
su herm ana dona Catalina, en su m atrim onio con don Alfonso. senor de la
Casa de Aguilar, según las facultades que recibió de la monarquia: RGS. Se-

— 266 —
ear al m ism o tiem po a los padres de ambos contra-
hacia

yen‘^ |a propia célula conyugal, las seguridades que, nece-


■ .^ , ente, debía ofrecer el marido a la esposa, motivaban la
^ en práctica de las correspondientes hipotecas y obliga-
Pu ‘ j g propiedades insertas en el m ayorazgo, que se refle-
CI° pn abundante documentación 35.
j3fl

•jla 16 marzo 1478, foi. 12. de la reina, y Sevilla. 27 de mayo de 1478, foi.
** j e ambos m onarcas. Ver detalles sobre Ia cuantía de la dote entregada —
'Uones de mrs., importantes rentas anuales, oro y plata— en mi libro No-
îfc w y senorios... 266. Sobre el mayorazgo de Portocarrero. trata la monografia
^ a Gonzalez Gómez. E l senorio de M oguer en la Baja E dad Media. 1248-
]$J8 Huelva. 1977; recientemente. me he acercado a la situación de este per­
sonne P°r su en*ace con 'a ^eredera del m aestre de Santiago, don Alonso de
Cárdenas. en un trabajo titulado «Critérios y estrategias de reproducción de las
asas nobles tardom edievales. Los Cárdenas de la Puebla del M aestre». Ho-
menaje al Prof. José M arques, Porto, 2004 (en prensa).
34 . Un ejemplo de ello: los monarcas accedían a que el conde de Salinas.
Don Diego Gómez Sarmiento. y su heredero. Diego, pudieran obligar bienes de
su mayorazgo. para la dote de su hija y hermana. respectivamente, Maria Sarmien­
to y en el mismo documento, consentían que don Diego de Rojas hiciera lo mis-
mo con vistas a la donación que, en casamiento, iba a efectuar a su hijo Juan, para
su enlace con la citada senora: RGS, Ocana, 3 de marzo de 1499, foi. 5.
35. U naselección de los num erosos testim onios del RGS: M edina del
Campo. 6 noviembre 1480, foi. 11, el conde de Oropesa recibía de la reina el
derecho de hipotecar ciertos bienes de su m ayorazgo, para la seguridad de la
dotación de su esposa dona Guiom ar de Mendoza, hija del conde de Coruna;
sobre el estado de Oropesa, ver. entre otras publicaciones, la de A. Franco Sil­
va, «Oropesa, el nacimiento de un senorio toledano», AEM, 15, (1985), 299-314.
RGS. Córdoba, 31 octubre 1490. foi. 257, el m ariscai Payo de Ribera para ven­
der la heredad de Mochares con que com pletar el importe de la dote y arras de
dona Juana de Toledo, viuda de su hijo; Sevilla, 1 abril 1491, foi. 5, don Enri­
que de Acuna, conde de Valencia de don Juan para obligarse hasta 5.000.000
de mrs. para la dote y arras de su mujer dona M.“ de Ayala; Real de la Vega de
Granada, 30 agosto 1491. fol. 1, don Álvaro de Sotomayor, conde de Camina,
para obligar hasta 3.095.000 mrs. de arras y dote de su m ujer dona Inès de
Monroy; Santa Fe, 7 febrero 1492, foi. 8, don P edro M anrique, conde de
Osorno. para obligar ciertos bienes de su m ayorazgo a la dote de su esposa D.1
Maria Cabrera hija de los marqueses de Moya; sobre el linaje y su senorio, ver
D esde la óptica monárquica, se puede observar el '
de los reyes por intervenir en la compleja política m atrirno^
del grupo altonobiliario, contribuyendo así al diseno de Ia*1'3'
rrespondiente estrategia, sobre todo, en el caso de persona
de su entorno más cercano 36. Entre los ejemplos que pued

el artículo de P. Molina, «La form ación del patrim onio de los marques
Moya», E M (la) E(spaiia) M (edieval) 12 (1989), 285-304; RGS, S egcv^ jn
julio 1494. foi. 21, don Juan Arias de Ávila, senor de Torrejón, obtuvo licenc'
para obligar ciertas heredades a la dote y arras de su mujer dona Maria Girô^
hija del conde de Cifuentes; sobre la casa de los Silva, titulares de este condâ^
do: B. Riesco de Iturri, «Propiedades y fortuna de los condes de Cifuentes- la
constitución de su patrimonio a lo largo del siglo XV», EEM, 15 ( 1992 ) 137
159; RGS. Madrid, 19 febrero 1495, fol. 21, don Juan de Portocarrero conde
de Medellin. para obligar ciertos bienes de su mayorazgo a la dote de su mu
je r la condesa dona Inès de Ribera; Madrid, 16 marzo 1495, fol. 9, don Este
ban de Guzmàn, para obligar e hipotecar la villa de Orgaz a la dote y arras de
su m ujer dona Isabel de Mendoza, hija de los condes de Tendilla; Burgos 21
abril 1497, fol. 8, y fol. 9, don Juan Hurtado de M endoza senor de C anete.p ara
obligar Una, Poyatos, y Tragacete, de su m ayorazgo, a la seguridad de la dote
y arras de dona Isabel Cabrera, hija de los marqueses de Moya, que iba a ca­
sar con su nieto, don Diego Hurtado de M endoza: cfr J.l. Ortega Cervigôn, ob
cit., y M.4C. Q uintanilla Raso, «Im plantación de la nobleza.», ob.cit., y «Mar­
cos y formas de proyección.», ob.cit. Otros testimonios sobre dotes y arras eje-
cutadas sobre bienes de mayorazgo, en I. Beceiro y R. Córdoba, ob. cit., 179,
36. Asi se expresa en algunos docum entos de enajenaciones para dotes,
com o los siguientes: RGS, Burgos, 20 julio 1495, gol. 8, don Diego de Ztmiga
recibia facultad para obligar ciertos bienes de su mayorazgo a la seguridad de
la dote y arras de su esposa, dona M.* de Velàzquez, de la que se decia que era
dam a de la reina; Granada, 30 de julio de 1499, fol. 4, a don Juan de Vega y a
Fernando de Vega, para obligar ciertos bienes a la dote de Ia esposa de Fernando,
dona Blanca Enriquez, hija del conde de Buendia. igualmente dama de lsabel
I. Fernando de la Vega, gobernador de Galicia para su enlace, decidiô obligar-
se, textualmente, por «el dote que con la dicha dona Blanca recibiô», y para te­
ner «seguras las arras, a lo que los monarcas accedieron para que pudiese obligar
qualesquier bienes del dicho m ayoradgo... la quai dicha obligación vala bien
asy e a tan complidamente .. .como sy fuesen bienes partibles». Granada, 30ju-
lio 1499, fol. 4. En estos casos, habitualm ente la m onarquia contribuía a asen-
tar las bases econômicas de la célula conyugal, con generosas donaciones a las
seiioras, «en casamiento».

— 268 —
r más ilustrativos, podemos senalar un enlace que ge-
r£S de los mayorazgos del padre, el marqués
.p a je n a c io n e s
ner? ui|ar, y del esposo, el conde de Fuensalida, y que fue
• to de interés especial por parte de la monarquia, por la
- rción de la esposa, dona Catalina Manrique, en el entor-
'ní dc Ia reina. Por un lado, don Garci Fernández Manrique
° ° ués de Aguilar y conde de Castaneda, solicito licencia
^ j a para empenar un lugar de su m ayorazgo con el fin de
l^ener dos m illones de maravedíes, necesarios para dotar a
hija en su enlace con el conde de Fuensalida. mientras. por
'u parte, el conde lo hizo para obligar algunos bienes de su
may0razgo a la dote de su esposa 37. En 1496, la reina se di-
ri ía al esposo, para, literalmente, conceder «licencia al con ­
de de F u e n s a lid a para obligarse al dote y arras de su muger»,
a quien mencionaba com o «dama de mi casa», con la que se
había «desposado por palabras de presente» y con la cual se
ie habían prometido
en dote e casamiento çiertas contyas de mrs. e otras cosas, e que
para saneamiento e seguridad del dicho dote e de las arras, que
vos le prometisteis e se asentó que vos dariades e ypotecaríades
algunos de vuestros bienes que bastasen para el dicho sanea­
miento.

Para ello, «por ser los dichos bienes de vuestro mayoradgo


inclusos e yncororados en él», suplico a la reina, quien,

acatando los muchos e buenos e leales servicios...e por vos


fazer bien e merçed, e porque fazer lo susodicho es serviçio
de Dios por ser causa matrimonial,

37. RGS, M adrid, 3 febrero 1495, foi. 20; y Santa Fe, 16 abril 1492. foi.
10, respectivamente. A propósito de cada uno de esos linajes y estados, ver
el libro de R. M ontera Tejada. ob. cit.. sobre el m arqués de Aguilar, y el de
A. Franco Silva, sobre E l condado de F uensalida en la B aja E dad Media,
Universidad de Cádiz, 1994.

— 269 —
...le dio «liçençia e autoridad, poder e facultad»... para J
cuando quisiere, pudiese obligar e ypotecar los bienes necesj^
rios para el saneamiento. pasando por encima de las prohibicio
nes y limitaciones del propio mayorazgo, que, sin embargo s o l '
se derogaba «en quanto a esto atane, quedando en su f u e r ç a e
vigor para en todas las otras cosas adelante»38. Dote y arras
aparecen. asi com o un elemento, en cierto modo, distorsionador
de la vinculación patrimonial. Pero, en cualquier caso, las a lia
zas matrimoniales eran un aspecto clave en los procesos d e re
producciôn de las casas nobles, que proporcionaba importantes
rentabilidades políticas, sociales, o simbólicas, con las q u e se
solían compensar los desequilíbrios patrimoniales.
Entre las lógicas de los procesos de enajenación relacio­
nadas con el sistema de parentesco ocupó también un papel
determinante la fundación de m ayorazgos secundários o m e ­
nores. Esta realidad, muy extendida en el caso del segmento
altonobiliario a fines del m edievo, resultó posible, porque lo s
cuantiosos patrimonios acum ulados permitian desgajar u n a
parte, manteniendo los valores y contenidos necesarios p a r a la
perpetuación de la entidad y la «dignitas» del mayorazgo p r in ­
cipal, y resultó, además, conveniente para las grandes c a s a s ,

38. RGS, Burgos, 2 octubre 1496, fol. 10. U n ano más tarde, los im­
plicados en el enlace seguian solicitando licencia para la enajenación de bie­
nes concretos: el m arqués de A guilar lo hizo involucrando a su heredero, don
Luis M anrique, que, de este modo, aceptaba la décision de obligar los luga­
res de Villanueva e Iscar, con su fortaleza, para el cum plim iento de la dote de
su herm ana; al mismo tiempo, otro docum ento real de la m isma fecha otor-
gaba al conde de Fuensalida la facultad para hipotecar su villa de Huecas y
la dehesa de Portusa, en térm ino de Guadamur, para seguridad de la dote y
arras de dona Catalina: Burgos, 11 enero 1497, fol. 4, y fol. 5, respectivamen­
te. El caso ha sido considerado por parte de los autores citados supra, nota
37: en este sentido. A. Franco trata con m ucho detenimiento, en concreto, 101-
102. lo com plejo de la gestion de esta dote, estableciendo, además, interesan­
tes co n sid eracio n es generales sobre lo que aqui se ha puesto también de
relieve, el elevado capítulo de gastos que las dotes representaban en el âmbi­
to de las capitulaaciones m atrim oniales de la alta nobleza.

— 270 —
e signifie3*33 I3 ampliación de los instrumentos de pro-
P°canda del poder del lin aje39.
La multiplication de m ayorazgos se difundiô en las últi-
décadas del siglo XV. Los Reyes Católicos, aparte de las
'"merosas licencias para instituir lotes amayorazgados para
nU rimogénitos, accedieron frecuentemente a la fundación de
ademâs del principal, en el seno de los linajes. En el
je la alta nobleza, se habían ido constituyendo en distin-
generaciones algunos mayorazgos para los segundones, lo
ue permitió el sucesivo desgajam iento de líneas familiares,
neralmente en franco y rápido proceso de consolidación,
arte del tronco del que procedían 40. Pero además, a fines del
eríodo medieval, lo que se produjo fue la institution de va­
lets mayorazgos al mismo tiempo, una tendencia que se dió,
incluso en algunos linajes m enos consolidados, y que se pue­
de observar en casas de la nobleza de primera fila, com o la de
los Enriquez 41.

39 . B. Clavero, ob. cit.. 97. Me he ocupado de los recursos legitimadores


ypropagandisticos de la nobleza castellana bajomedieval. en un trabajo de corte
general: «La Nobleza», en Origenes de la M onarquia Hispânica. Propaganda
y legitimación (ca. 1400-1529), J.M . Nieto. dir.. Madrid. 1999. 63-103.
40. Tuve ocasión de estudiar un caso relevante y clarificador, el de los
Fernández de Córdoba. de cuyo tronco principal, la casa de Aguilar. se fue­
ron desgajando otras tres linajes. por el otorgam iento de m ayorazgos a tres
sucesivos segundones: en 1327 el de los senores de M ontem ayor; en 1343 el
de los Alcaides de los Donceles; y en 1384 el de los senores y luego condes
de Cabra: Nobleza y senorios..., ob. cit.
41. Sobre los E nriquez, docum entos del AHN, N obleza, O suna, leg.
495-22, Toro, 19 de abril de 1426, fundación de dos m ayorazgos, con facul­
tad otorgada por Juan II el 15 de abril, y para el reinado de los Reyes Católi­
cos, ibidem, leg. 495-26, que contiene Ias cláusulas de los m ayorazgos de la
casa, de 1482-1484. cuyos beneficiários eran el prim ogênito don Fadrique, y
Bernardino. Enrique, y Fernando, eclesiástico, al que se concedia un senorío
para Ia obtención de rentas, con la condición de que después se reintegrara
al mayorazgo principal. Noticias y com entários sobre m ayorazgos sim ultâneos
de esta casa y de otras, en I. Beceiro y R. Córdoba, ob. cit.. 239-242. Acerca
del patrimonio y senorío de este linaje, ver: P. M artínez Sopena, E l estado
Una de las motivaciones principales de los m a y o r a z g 0 s '
relacionaba con la práctica de los segundos m a t r im ô n i o s •
tuación en la que las propias capitulaciones m a t r i m o n i ' t
solian establecer la necesidad de instituir otro m a y o r a z g o Tj
ejem plo bien conocido lo tenem os en el caso del marqué ^
Villena y duque de Escalona, don Diego López P a c h e c o q Uj
a la muerte de su primera esposa, tomó la décision d e hac
lo, a lo que accedieron los monarcas, reconociendo. e x n rp
mente, que:

por cabsas muy justas e complideras a la consideraçiôn de vues


tra casa acordastes de vos casar segunda vez... con dona Juan
Enrriquez... fija de don Alonso Enrriquez nuestro almirante
mayor de Castilla, e al tiempo de vuestro casamiento a s e n ta s t e s
e capitulastes que ouiésedes de fazer otro mayoradgo de la vues
tra villa de Escalona e su tierra e de los nueveçientos mill mrs
de juro que nos vos mandamos situar...para que fuese mayo­
radgo para el fijo o fija que ouiéredes de la dicha marquesa dona
Juana Enrriquez, vuestra muger 42.

sen o ria l de M edina de R ioseco bajo el A lm irante A lonso Enriquez. 1389-


1430, Valladolid, 1977: y B. Yun C asalilla, N otas sobre el régimen senorial
de Valladolid y e l estado senorial de M edina de Rioseco en el siglo X V III,
Valladolid, 1982. Un caso interesante referido a un linaje de menor relieve,
es el que he analizado recientem ente, «C ritérios y estrategias de reproduc­
c ió n ...» , se trata de don Pedro de Portocarrero y dona Juana de Cárdenas, que,
en mayo de 1518, utilizando el argum ento de la «abundancia de bienes». ins-
tituyeron nada m enos que otros très lotes de propiedad vinculada, además del
mayorazgo principal: RAH, S alazary Castro, M-45, fols. 304-330v.*; también
A. González Gôm ez, ob. cit.
42. RGS, Ecija, 16 febrero 1490, fol. 11. Se conserva información so­
bre los mayorazgos de la casa de Villena en el AHN. Nobleza, Frias, por ejem­
plo, leg. 662 núm. 4, que contiene la facultad real, en mayo de 1457, para la
triple fundación. y el núm. 12, de diciem bre de 1472, con la aceptación por
los hijos de los m ayorazgos instituidos por sus padres. Se aborda también en
el trabajo de A. Franco Silva, «Los testam entos d e ...» , y en el mio sobre
«C ritérios y estrategias de reproducción...».
A menudo eran los bienes acrecentados, es decir, adqui-
ÎLiqs por el titular de un mayorazgo, además del patrimonio
0 e d a d o - los 9ue servían Para Ia constitución de esos lotes de
^ o i e d a d e s vinculadas para otros hijos. En este sentido, re-

P . c | a r a la solicitud hecha por don D iego Fernández de

C ó r d o b a . conde de Cabra y vizconde de Iznájar a los reyes.

q u e a c e p t a b a n que pudiera

fazer e constituyr mayoradgo o mayoradgos en alguno o al­


gunos de vuestros fijos, de los bienes raices e rentas que
e touiéredes de aqui adelante demás e allende de los
te n e d e s
bienes del mayoradgo que vos tenedes, en que subçedistes por
fin de vuestro padre 43.

En este contexto destaca una situación de interés, bastan­


te generalizada, que se refiere al mayorazgo acrecentado a tra-
vés de la mujer: una vez con stituid o el m atrim onio, para
mantener la entidad de valores y contenidos del linaje de la es­
posa. solia evitarse expresamente la agregación de su patrimo­
nio vinculado al antiguo y principal, constituyendo con él un
típico mayorazgo de segundogenitura, que encargaba al hijo
s e g u n d o , — por lo general, con la obligación de uso del ape-
llido y armas correspondientes— la preservación del patrimo­
nio econômico y sim bólico del linaje materno 44.

43. RGS. sin lugar. 21 noviembre 1483. fol. 6. En su respuesta. los m o­


narcas estabiecian el principio de su potestad para otorgar dicha facultad, en el
sentido de «merçed». para quienes «bien Io m erecen», con el objetivo de man-
tenimiento de la entidad de la casa, «porque sus casas queden enteras», y. fi­
nalmente. para asegurar la estrecha relacion entre gracia regia y servicio noble
en el futuro, a lo que aludian m anifestando que «los que en ellas subçeden ten-
gan con qué mejor nos seruir».
44. Algunos ejem plos de m ayorazgos de segundones en la obra de I.
Beceiro, y R. Córdoba, ob. cit., 241, y. entre otros. el que acabo de estudiar de
los Portocarrero-Cárdenas. en el que se observa una situación sim ilar en dos
generaciones sucesivas: don Pedro Portocarrero. segundogénito de don Juan
Pacheco y dona Maria Portocarrero, recibiô el mayorazgo matemo, y, después.
su segundo hijo don Alonso, heredô de su madré, dona Juana de Cárdenas, su
apellido y su patrimonio, en mayorazgo: «Critérios y estrategias...».

— 273 —
A veces. la institución de m ayorazgos menores s e pr0(j
cia con la condicion expresa de no perjudicar la en tid a d dei
m ayorazgo principal. A si. entre otros ejem plos, en en ero (L
1492 don Pedro Enriquez adelantado de Andalucia, o b te nj
«licencia para mayoradgo». para poner en práctica la sig u ient
décision: partiendo del argumento de la «abundancia d e bie
nes». — «villas e lugares e bienes e muebles e mrs. d e ju r o de
heredad e otras rentas que vos pertenecen por justos e dere
chos titulos»— , y del habitual recurso a la «necesidad» y «j^,
ta causa», «por algunas justas cabsas ...complideras a salud de
vuestra ánima e descargo de vuestra conciencia e a vuestra
honrra e de vuestros d eçen d ien tes» ,... queria, en realidad
«disponer de los dichos b ien es»... de los que se especificaba
que. literalmente, «non sean de mayoradgo. nin de lo s qUe
ovistes con la dicha dona Beatriz (de Ribera) vuestra primera
muger, e syn perjuizio de terçero» 45.
Pero no siempre se respetaba dicha condicion, p or lo que,
en bastantes casos, los nuevos m ayorazgos se e s ta b le c ia n a
costa de bienes del antiguo, mediante enajenaciones. m otivan­
do asi las quejas y denuncias del heredero de la casa.

C o n c l u s io n . L o s d e r e c h o s d e l s u c e s o r f r e n t e a l a s ena ­

je n a c io n e s

A lo largo de la exposición, se ha puesto de manifiesto la


importancia de la enajenación de bienes vinculados practica-

45. Ibidem, Santa Fe. 25 enero 1492, fol. 3; sobre los Adelantados, M.A.
Ladero Quesada. «De Per Afán A Catalina de Ribera. Siglo y medio en la his­
toria de un linaje sevillano (1371-1514)», EEM , 4 (1984), 447-497, dondese
trata la reintegración, a la m uerte de don Pedro, de la mayor parte del patri-
m onio antiguo, que había experim entado diversas situaciones de desvincula-
ción. Por citar otro ejem plo: Sevilla, 9 diciem bre 1490, fol. 5, don Garci
Fernândez M anrique y dona A ldonza de Ayala, su mujer. recibian facultad
para crear otro m ayorazgo con sus bienes en Andalucia. a su hijo don Irïigo
M anrique. sin perjuicio del ya hecho a su hijo don Bernaldino Manrique.

— 274 —
' jos titulares, en las grandes casas nobles. Con ello se
estra un innegable interés de la alta nobleza por gestio-
ictivamente sus propiedades. con vistas a la obtención dc
H , minados objetivos, bien directamente econôm icos, rela-
•^ados con intereses lucrativos y con necesidades derivadas
C su posición sociopolítica, o, en m uchos casos, orientados
cornp|ejas lógicas derivadas del sistem a de parentesco. La
aoiuntad de enajenar bienes vinculados, que fueron cam bia­
dos traspasados, hipotecados, o apartados, temporal o defini-
• atnente en esas últimas décadas del siglo XV, fue, en muchos
os reconocida por la monarquia, a veces incluso después
He haberse llevado a cabo la enajenaciôn 46.
Estas decisiones se llevaban a cabo, muy a m enudo. en
contra de los intereses de los herederos del mayorazgo prin-
cjpal Existen testim onios que ponen de relieve la capacidad
de r e a c c ió n de éstos. quienes, al sentirse fuertemente perjudi- -
cados en sus intereses, trataban de defenderlos, procurando de
los reyes el respeto hacia el m ayorazgo antiguo y consolida­
do en la casa, con quejas sobre el habitual argumento de «su
ag rav io e perjuyzio. e notoria injusticia»... y aiïadiendo ade­
más la gravedad de haber actuado «contra la horden e dispu-
siçio n e vin cu los»... con que se habían establecido los «m a­
yo razg o s antiguos e vinculados»..., de tal forma que la súplica
m o tiv ab a la intervención regia encaminada a «proueer e reme-

46. RGS. Medina del Campo. 19 septiem bre, 1480, foi. 142: los m o­
narcas aprobaban la venta, y a realizada, por el duque de A lba al monasterio
de San Juan de los Reyes de Toledo, de dos pares de casas que, por estar «in­
clusas e vinculadas en el m ayorazgo, las non podistes vender nin exim ir nin
apartar nin sacar del dicho vuestro m ayoradgo syn nuestra licencia»,...sin
embargo de lo cual, ante la súplica posterior, respondian que, «por vos fazer
bien e m erçed ...av ien d o aqui por ynserta e incorporada la dicha carta de
venta...la confirm am os e aprobam os...com o sy con licencia nuestra la fizié-
redes». Otro ejem plo de confirm ación y aprobación a posteriori: ibidem, 16
marzo 1495, Madrid, fol. 1. a don Pedro M anrique, senor de Valdezcaray, de
la venta del lugar y fortaleza de Santurde.

— 275 —
diar con justiçia», negando la licencia, o revocando la exjs

La postura de los agraviados, al ver peligrar a lg u n o s de SUs


derechos patrimoniales, arrastró la actitud de los monarcas
quienes, en muchos de esos casos, pusieron en juego su facui'
tad de denegación de la política de enajenaciones p ra c tíc a d a
por los titulares de los mayoragos, con prohibiciones expre.
sas, o revocaciones de la licencia después de concedida, asi
com o revisiones de enajenaciones practicadas en é p o c a s an­
teriores48. En la prohibiciôn real se atribuía también cierto

47. A si se dem uestra en un interesante docum ento — RGS, Córdoba. 4


agosto 1484. foi. 4— . que recoge la denuncia efectuada por don Fadrique j
Toledo, heredero del m ayorazgo de la casa de Alba. sobre la política de ena
jenaciones practícada por su padre, el duque don Garcia Alvarez de Toledo
quien recibió la facultad de enajenaciôn de E nrique IV. confirmada por |os
Reyes C atólicos, con la condición de incluir bienes equivalentes. Su encabe
zam iento induce a error, porque indica que se trata de una licencia «pj^,
que pueda sacar del mayoradgo del duque de A lua algunas villas e logares e
dineros e otros heredam ientos»— , y sin em bargo, lo que contiene es una re-
vocación de la misma. El heredero m anifestaba su tem or ante las incontrola-
bles decisiones paternas, orientadas «en perjuyzio de los dichos mayoradgos
antiguos. e suyo».
48. Entre otras situaciones. sabem os de la révision de la venta de la casa
d e D aganzo casi trein ta anos antes, p o r p arte de don D iego Hurtado de
M endoza. abuelo del entonces titular, quien «desfecho» el mayorazgo insti­
tuído por sus «rebisabuelos», con una política de enajenaciôn. que ahora los
m onarcas consideraban ilegal: RGS. Toledo. 12 mayo 1480, foi. 181. Otro
ejem plo: don G onzalo Mejía senor de Santa Eufem ia, y su mujer dona Inés
M ejía, encontraron la negativa de los reyes respecto de su interés enenaje-
nar propiedades de su m ayorazgo: RGS. Barcelona, 20 agosto 1493, foi. 45:
seis anos después, ibidem, G ranada 20 septiem bre 1499, foi. 100. condena-
ban la venta de la villa y fortaleza de La Guardia. perteneciente al mayoraz­
go de la esposa, a su yerno don Fadrique Osorio. y les obligaban a que lo
reintegraran al mayorazgo: finalm ente, los reyes afirm aban expresamente la
defensa de los derechos del heredero, don Rodrigo M ejía, anulando la entre­
ga del senorio d ed ich a villa y sus rentas al yerno, e instando a la devolución.
y a que los alcaides hicieran pleito hom enaje com o senor al heredero: ibidem,
G ranada 14octubre 1499, fol. 427.

— 276 —
I . . reSp0nsabilidad a los destinatarios de los bienes ena-
8ra 49 La décision regia podia zanjarse con la anulación
jL'n ,ua|qUier derecho de terceros y la devolución de lo adqui-
P asi com o del precio correspondiente, pero eran conse-
^ ° cias habituales de estos com portamientos la pérdida de
° ancias para uno y otro, e incluso la imposición de multa 50.
® c0nsideraciôn de indebidas para estas desvinculaciones,
las razones apuntadas. motivó, además, la ém ision de or­
denes regias a los concejos, oficiales y vecinos de los senorios
riesgo de enajenación, por las que el derecho de toma de
seSiôn del sucesor en la casa, debia serle reconocido en sus
illas y lugares, sin atender a posibles derechos de terceros 51.

4 9 . RGS, Barcelona, 12 junio 1493, fol. 77: denuncia, por com pra in-
debida de don Alfonso Fernândez de Córdoba, senor de la casa de Aguilar,
en la Que se acusa^ a a * c ° m P ra d o r de haber contravenido las ordenes regias:
«aviendo Nos m andado e defendido por nuestras cartas e m andam ientos que
ninguna nin algunas personas non com prasen bienes razyzes algunos que fue-
sen de don Françisco de Benavides.. contra el ténor e form a de la dicha nues-
tracarta e de la dispusiçion del dicho mayoradgo. aveys comprado e comprastes
un lugar que se llam a Santa Cruz». Ver m ás detalles en mi libro N obleza y
senorios,... 291, donde se indica que la razón de la venta fue el pago de unas
deudas.
50. Se hacia constar que. literalmente, «qualquier em penam iento e obli-
gaçión e hipoteca non valgan, e sean ansi ningunos e de ningund efecto e va­
lor»: AGS, Diversos de Castilla, leg. 39, núm. 47, provision de Isabel 1, de
1489. En el docum ento antes com entado sobre la com pra indebida de Santa
Cruz, se contiene la siguiente advertencia: «que ninguna nin alguna persona...
non sea osado de com prar b ienes... sopena que si los com prare, que pierda
el preçio que por ellos dyere, e más otro tanto de sus bienes para nuestra câ­
mara e fisco, e que la venta sea en sy ninguna, e que por ello non pase nin
pueda pasar el senorio ni posesyiôn de los dichos b ien es... en la persona que
asy los comprare», RGS, Barcelona, 12 junio 1493, fol. 77.
51. Se expresaba el m andato regio en estos térm inos: «a todos los con-
çejos, alcalldes, alguaçiles, caualleros, escuderos, oficiales e om es buenos de
todas las villas e lugares del dicho m ayoradgo et a los alcaydes de las forta­
lezas délias, q u e... después de los dias de v o s... acudan con todas las forta­
lezas e villas e lugares e rentas e pechos e derechos del dicho m ayoradgo al
dicho.. com o a verdadero e legitim o su b çeso r... syn em bargo de qualquier

— 277 —
Las denuncias de los sucesores, que consideraron lesio '
sus intereses por la desvinculaciôn de algunos bienes de^°S
mayorazgos, provocaron en la monarquia cambios de acr *°S
por los que se reorientaban a favor de la inalienabilidad de
propiedad vinculada, y con los que trataban. entre otras c
de exim irse de su responsabilidad en el perjuicio al mav
go principal 52. u

alienaçion ...q u e vos ayades fecho», AGS. Diversos de Castilla, leg.39, nüm
47. de Isabel I al duque de Nájera. Sim ilar es este otro documento sobre la
prohibiciôn de enajenar La G uardia por parte de don Gonzalo Mexia, senor
de Santofim ia, y su esposa: «m andam os a los dichos alcaydes de las dichas
fortalezas de Santofim ia y La Guardia que fagan pleito e omenage a vos los
dichos G onçalo Mexia e dorïa Inès Mexia, y después de vuestros dias al di­
cho don Rodrigo M anrique vuestro fijo e vuestro heredero... so aquelias pe­
nas en que cahen los alcaydes que non cum plen los mandamientos de su Rey
e Reyna e senores naturales», RGS. Granada 14octubre de 1499, fol. 427.
52. Asi, las correspondientes decisiones de prohibiciôn. o de revocación,
parecian adoptar, a veces, visos de autocensura: por ejemplo, en la revocación
de la licencia concedida al duque de A Iba para enajenar, los monarcas, ma-
nifestaban actuar entre otras razones ya senaladas. literalmente, «por descar­
go de nuestra conciencia». ver supra, nota 47. La valoración detallada de la
política regia en tom o a la enajenaciôn, que, en su vertiente permisiva, ha sido
interpretada a veces como reflejo de una actitud maquiavélica tendente a des­
truir el m ayorazgo, y, con él, las bases del poder nobiliario — en opinion de
N. Porro, ob. cit., mientras que B. Clavero. ob. cit.. no coincrde con esta in-
terpretaciôn— . es cuestión que excede del marco de este trabajo, y será ob­
jeto de consideración en otro com plem entario.

— 278 —
LA
l a a
a il t a N O B L E Z A . C O N SO L ID A C IO N
EN
y\/ P GR
NG R.A N D E C IM IE N T O D E LO S S E N O R E S
p E TÍTU LO EN EL R E IN A D O IS A B E L IN O 1

A M0 D 0 de INTRODUCCIÓN

El tema a desarrollar, encargado por los organizadores del


Congreso, se enmarca en una linea de estúdio acerca de las
reacciones y actitudes que el nuevo y com plejo escenario po­
lítico del reinado de Isabel I provoco en la cûspide nobiliaria,
y de los critérios por los que sus miembros se desenvolvieron
enbusca de su identidad, en el nuevo escenario monárquico.
Un escenario que supuso la regulación, más que la supresiôn,
de sus capacidades, al tiempo que extendia las posibilidades
de acción de la alta nobleza en âmbitos cada vez más diver­
sos, y con horizontes más am plios.
El reinado isabelino represento para el grupo altonobiliario
el punto de llegada de una etapa de su evolución, iniciada con
la dinastia trastámara, en la que, a lo largo de más de una cen­
túria. sus integrantes ampliaron y fortalecieron sus bases de
poder político, y econôm ico, y su liderazgo s o c ia l2. En este

1. El presente trabajo se inserta entre los que llevo a cabo. en el marco


de un Proyecto de Investigaciôn que dirijo, del M inistério de E ducación y
Ciência, con referencia BHA 2002-00029, sobre las G randes casas nobles en
la Castilla tardomedieval.
2. El tema de la nobleza présenta una extraordinaria densidad, tanto por
razones intrinsecas. la m ultiple proyecciôn de sus integrantes en todos los
órdenes, politico, institucional, socioeconóm ico, com o por las diversas pers-

— 279 —
último tercio del siglo XV ajustaron sus pautas de c o m p 0n a
miento. entre otras cosas, a las perspectivas del proyecto n<v
litico y la acción de gobierno de la monarquia; la alta n ob les
castellanoleonesa necesitaba ampliar y fundamentar sus bases
de poder. y. especialm ente, efectuar el definitivo impulso en
el proceso de engrandecim iento. que los distinguiria de l0s
otros niveles en la jerarquía nobiliaria. Tal proceso habia de
realizarse en el contexto de un sistem a monárquico, que pre.
cisaba del concurso nobiliario, pero sujeto a un proyecto po­
lítico de afirmación definitiva del poder regio. Los grandes
nobles utilizaron los tiem pos y los espacios más adecuados,
dentro del nuevo âmbito político, en el que. además. su actua­
ción quedaba inserta en un com plejo marco de relaciones con
el poder regio. Más allá de los intereses particularistas. y de las
situaciones concretas y coyunturales — a lo largo del reinado
incluso cambiaron los protagonistas en algunos linajes, porei
lógico relevo generacional— , podemos, sin embargo, tratar de

pectivas de enfoque. Un reciente repertorio bibliográfico, con más de très mil


referencias, constituye un instrum ento indispensable: Sanz Cuesta, M., Ru-
bio Liners, M.* C., y G arcia Hernán. D„ La N obleza en Espana, editado en
la serie de B ibliografias de H istoria de E spana, núm . 11, CINDOC, CSIC,
M adrid. 2001. 2 vols. A lgunos trabajos de corte historiográfico, que no se li-
m itan a la enum eración de obras, sino que incluyen estados de la cuestión.
pueden ser útiles para una aproxim ación de conjunto, y ayudan a conocer la
verdadera entidad de la cuestión: por orden cronológico: Quintanilla Raso. M.1
C .. «N obleza y senorios en Castilla durante la Baja Edad Media. Aportacio-
nes de la historiografia reciente». AEM , 14 (1984). págs. 613-639; Bermejo
C abrero, J.L. «Sobre nobleza. senorios y m ayorazgos». AHDE, LV (1985).
págs. 283-305; para época m oderna, el de Garcia Hernán, D„ «El estamento
nobiliario: los estudios clásicos y el nuevo horizonte historiográfico». His­
p ania 184 (1993). págs. 497-539: Quintanilla Raso. M.*C., «El protagonismo
nobiliario en la C astilla bajom edieval. Una révision historiográfica». Me-
dievalism o SEEM . 7 (1997). págs. 187-233, que constituye una ampliación
y actualización del que publiqué anos antes, con reflexiones y valoraciones
más detalladas. y un extenso listado de obras.

— 280 —
tpnción en las tendencias generales, que se observan

•fS - ’
s m iem bros de la alta nobleza consolidaron su posición
L ^ e n te sobre unos marcos de acción y représentation, en
Prec,T1 s0bresalen su integración en la Corte regia, y el ejerci-
^ de una carrera política basada en el servicio a la monarquia,
C'° utilizaron también algunos resortes de poder propios de su
por un lado, las potentes estructuras familiares — con
^ ^ n siôn al marco de relación clánica y clientelar— , cuya
o lid a c ió n permitiria articular nuevas ramas familiares en
600 e s o de rápido desarrollo. m ultiplicando asi los recursos
^nãgandísticos de las respectivas Casas nobiliarias: por otro.
la o b te n c ió n de los títulos nobiliarios, que se convirtieron en
im p o rta n te sím bolo del engrandecim iento nobiliario, y e le ­
m ento b ie n definido en la jerarquización y la caracterización
de los grandes nobles. Y. finalmente, cabe destacar su posición
• | fre n te del gobierno de sus grandes dominios, verdadero cen­
tro d e gravedad de un poder nobiliario que encontro en ellos

3. Conviene tener en cuenta algunos trabajos prévios sobre el marco de


relación monarquía-nobleza especificam ente centrados en este periodo, como
los de Ladero Quesada. M .A.. «L a Couronne e t la noblesse au temps des Rois
C atholiques», Pouvoir et Institutions en Europe au X V I siècle, Stegm an. A.,
(dir.l, Paris, 1987, págs. 75-87; y «Los Reyes Católicos y la nobleza en Es­
pana». H ispania-Austria. Los R eyes C atólicos, M a x im ilia n o y los inicios de
la Casa de Austria en Espana., Oldenburg, R„ München. 1993, págs. 68-85.
Aunque no se lim ita a la alta nobleza, la incluye en su planteam iento C abre­
ra Munoz. E„ «Los grupos privilegiados en C astilla en la segunda m itad del
siglo XV», Congreso Internacional de H .“. E l Tratado d e Tordesillas y su
época. Junta de Castilla y León. 1 9 9 5 .1, págs. 265-290. E ntre los más recien-
tes. una breve aproxim ación de C arrasco M artinez. A.. «L a nobleza e Isabel
I. La evolución de los grandes linajes castellanos y la form ación de la cultu­
ra política nobiliaria a fines del siglo XV, L os Reyes C atólicos y Granada.
SECC, 2004, págs. 59-68. Y una puesta al dia del tema. en Q uintanilla Raso,
M .'C ., «Los grandes nobles». E l m undo so c ia l de Isabel la Católica. La so ­
ciedad castellana a fin a les del siglo XV. L adero Q uesada. M.A., (coord.),
Dykinson. Madrid, 2004. págs. 127-142.
su escenario más específico, con un claro sentido minorit
y excluyente, respecto del conjunto social. Sobre estos n°
sos, se produjo su consolidación y engrandecimiento en
trânsito de la Edad Media a la Modernidad 4.

LOS GRANDES NOBLES Y SU INSERCIÓN EN EL PROYECTO


POLÍTICO ISABELINO

El escenario en el que los miembros de la nobleza m agna


ticia tuvieron que situarse, se desenvolviô a lo largo de los
treinta anos transcurridos entre las dos grandes crisis suce-
sorias en que se enmarca el reinado de Isabel la Católica5. En
ese tiempo, entre 1474 y 1504, se distinguen sucesivamente en
la política regia, très trienios y dos decenios. En primer lugar
desde 1474 hasta 1482 se desarrollô un trienio de proyecciôn
sociopolitica de una alta nobleza claramente escindida en dos
bloques, seguidores de la reina. por un lado, y resistentes, por
otro, continuado por otra etapa de duración similar, durante la
cual los integrantes del sector altonobiliario colaborador, con-
solidaron sus posiciones, mientras los responsables de los úl­
tim os focos de resistencia se sujetaban al pacto con el poder
regio, lo que les permitia — pese a la pérdida de algunas po­
siciones y de ciertos derechos usurpados— asegurarse el res­
peto a su posición de élite de poder; estas dos fases fueron

4. He tenido ocasiôn de plantear en detalle una perspectiva general acer­


ca de los diversos recursos legitim adores y propagandísticos del poder de la
alta nobleza castellanoleonesa al fin de la Edad Media: Quintanilla Raso, M.s
C., «L a sociedad política. La N obleza». Orígenes de la M onarquia Hispâni­
ca. Propaganda y legitimación (ca. 1400-1520). Nieto Soria, J.M . (dir.). Ma­
drid, 1999. págs. 63-103.
5. Indispensable para la introducción en el conocim iento del reinado
esta reciente aproxim ación bibliográfica, con cerca de nueve mil referencias:
C arrasco M anchado. A.I.. Rábade Obradó, M.‘! P.. L os Reyes Católicos y su
tiempo. Repertorio bibliográfico, en Bibliografias de H .ude Espana, núm. 12.
L adero Q uesada. M.A. (dir.). CSIC, CINDOC. y FCNE. 2004. 2 vols.

— 282 —
La'das de un último trienio en el que la nobleza asistiô al
seguln v o l v ■ -—
im ie n to definitivo de ila-------------------------------------^
nueva monarquia, funda- •
■d ep -'e
í® 1 -------------- „ f ____♦ : _______ i ____________ 1 1 _ : ____________________ 1
tada en un claro y efectivo desarrollo institucional, en
rn^n
seno buscô y encontro claras opciones de intervención
cuy° -
*de p r o m o c ió n sociopolítica; en este contexto, las Cortes de
t |edo. en 1480. establecieron una política de révision m ode­
l a de los poderes y derechos nobiliarios. fijando la atención
necialmente en las situaciones de abuso y usurpación, tan
frecuentes desde el reinado anterior. Por otra parte, el decenio
entre l^82- y 14^2- Perm'tiô que los responsables de las gran­
d s casas nobles, alineados ya definitivamente junto al poder
jegio en franco desarrollo, se convirtieran. con sus clientes y
v a s a llo s. en protagonistas destacados de algunas de las gran­
des empresas del reinado, especialm ente la conquista del rei­
no de Granada. Y, finalmente, en la última década del reinado
is a b e lin o , frente a la opinion de que el fin de esta guerra Ile­
vé a la alta nobleza a aceptar, resignada, un papel secundário
en el consolidado gobierno monárquico, lo cierto es que su
protagonismo, en su condicion de «servidores de la monarquia»,
se mantuvo entre 1492 y 1504, etapa en la que la política regia
quiso y pudo confiar muchos asuntos internos, y, en especial, la
gestion de las complejas relaciones exteriores — tanto de signo
militar, como diplomático— a los representantes de los grandes
linajes nobiliarios.
En el balance que cabe hacer de Ia inserción altonobiliaria
en la monarquia de Isabel I, hay que subrayar. una vez más, que,
superadas las interpretaciones de la historiografia liberal, en
estos momentos, está demostrado que la política isabelina se
caracterizo por un revisionismo moderado de los poderes nobi­
liarios, y que, frente al tópico de la monarquia antinobiliaria. los
reyes se situaron en el centro de gravedad de la nobleza, soste-
niendo el ritmo de consolidación de los grandes linajes, mediante
el adecuado desenvolvimiento de sus relaciones de parentesco,
sus estrategias de transmisión patrimonial, su posición política,
su disfrute de las más diversas manifestaciones del honor social,
etc. El modelo absolutista de la Corona fue compatible con la

— 283 —
presencia de los grandes nobles com o protagonistas de la
política, y participantes activos en el gobierno monárquico?'^*1
idea del despiazamiento de la alta nobleza por una clase
cionarial de burocratas resulta muy difícil de sostener- l0s ^Un'
des nobles siguieron conformando, con otros sectores el
social del que se nutria el gobierno y la administración •
cluso en el caso de cargos de perfil muy técnico y de |a ^
fianza regia, los estudios prosopográficos indican la imDort°n
presencia de miembros de la alta nobleza1.
Entre los testim onios con que podemos contar p a r a soste
ner esta idea se encuentran los docum entos de « r a c io n e s » '
«quitaciones», o las relaciones de «acostamientos», q ue n ^
acercan la imagen de una alta nobleza muy in te g r a d a e n el
entorno regio. Por mencionar algún ejemplo, e n u n e x p re siv
documento de Isabel I, fechado el 26 de marzo de 1 4 8 1 se alu
de a una cuarentena de ellos — m uchos de los cuales ap arecen
m encionados con su correspondiente título nobiliario , a |os
que se referia en los siguientes términos:

6. He defendido, desde hace tiempo. esta idea de la presencia continuada


de la nobleza en los centros decisivos de acción y de tom a de décision de la
política: Q uintanilla Raso. M.® C.. «La nobleza en la historia política caste­
llana en la segunda mitad del siglo XV. B ases de poder y pautas de compor
tam iento». Congresso Internacional B artolom eu D ias e a sua epoca. Porto
1989. I. pãgs. 181-200. En esa m ism a linea, Bulst, N„ «Les officiers royaux
en France dans la deuxièm e m oitié du XV siècle : bourgeois au service de
l'É tat?», L 'État m oderne et les élites. X III-X V III siècles. Apports et limites
de la m éthode prosopographique, J.Ph. Genet y G. Lottes eds., Paris, 1996,
págs. 111-121. A propósito de esto, Nieto Soria, J.M .. «Los fundamentos ideo­
lógicos del poder regio», Isabel la C atólica y la política. Valdeón, J„ (éd.).
Valladolid, 2002, págs. 181-216: y «La realeza caballeresca en la Castilla de
m ediados del siglo XV: representación literaria y form alización juridico-po-
Iitica». La Chevalerie en C astille à la fin du M oyen Age. Aspects sociaux,
idéologiques et imaginaires. Paris, 2001, págs. 61-79.
7. Asi se dem uestra. en lo referente al oficio del corregimiento, en el
que se insertaron num erosos m iem bros de la alta nobleza, como se observa
en las nôm inas incluidas en la obra de L unenfeld, M., Los corregidores de
Isa b el la Católica. Barcelona. 1989.

— 284 —
y0 |a reina, hago saber a mis contadores mayores que mi
merçed y voluntad es de tomar de vivienda para que viban con
I Rey mi senor y conmigo y nos sirvan con sus casas, a los
caualleros y personas que adelante dirá, e que tengan del Rey
• senor e de mi acostamiento cada uno cada ano las contias
je mrs. que adelante dirá8.

gn el documento se establecieron las cantidades a percibir:


I máximo. 100.000 mrs., correspondia a los titulares de los
c o n d a d o s de Valencia, Castro, Aguilar, Cifuentes. M edellín,

paredes. Oropesa, Monteagudo y San Esteban de Gormaz, asi


como al Adelantado de Murcia, Portocarrero senor de Palma.
gonzalo Mejia senor de Santofimia, además de a otros perso-
najes de menor relieve; en el siguiente nivel se situaban el conde
de Ribadeo, Alvar Pérez de Guzmán, A lfonso senor de Monte­
m ayor, Diego de Rojas senor de Lerma, el Adelantado Pedro
López. el Alcaide de los Donceles, y Fernando de Monroy, se­
nor de Belvis, con 80.000 mrs.; a continuation, entre otros, el
conde de Monterrey, Alfonso Téllez, Garcia, hijo del conde de
C a s ta n e d a , el conde de Salinas, y Pedro de Luna, senor de
Fuentiduena, recibirian 70.000 mrs.; algo menos, 60.000 mrs.,
séria la asignación de los condes de Santisteban del Puerto,
Ribadavia, Altamira y Nieva, además del senor de Luque, y al­
gún otro miembro de sectores nobiliarios medios; les seguian
en cantidad, con 50.000 mrs., y 40.000 mrs. el senor de Cebo-
11a, el mariscai Per Afán, y Payo (de Ribera), por debajo de los
cuales se situaba la asignación de 30.000 y 20.000 mrs., respec­
tivamente, para otras personas de estatus inferior.
En relation con esto, hay que insistir en que la tendencia
reduccionista aplicada por la monarquia respecto de los dere-

8. R(eal) A(cadem ia) (de) (la) H (istoria), Salazar y C astro, M-23, fol.
161 Se senalan en tres colum nas algunos obipos. y, sobre todo, num erosos
miembros de la nobleza en relación con las distintas cantidades que debian
percibir.

— 285 —
chos de la alta nobleza se mantuvo dentro de unos n ivele s a ,
moderación. según se desprende también del análisis d e |a
tuación en que quedó la generalizada extralimitación alt0n^
biliaria en la percepción de juros; asi, se sabe que. la monarqaj.
optó por suprimir las mercedes emitidas en albalaes falsos ocô^
enganos, — sobre todo se revisaron las de los nobles résiste,,,
tes. y. en especial, las efectuadas desde 1464. y las correspon.
dientes a entregas en dinero. no tanto las que se pagaban en
especie— . conservando, sin embargo, la alta nobleza, los suel-
dos. acostamientos. y entregas otorgadas por buenos servici0s
sobre todo si eran anteriores a esa fecha. Asi. aunque hubo, en
algunos casos. reducciones significativas, en especial entre |a
nobleza rebelde en la guerra de sucesiôn, en la práctica, el tra­
dicionalmente destacado revisionismo de la política de entrega
de rentas regias a los nobles no fue tan drástico9.

9. Entre los trabajos centrados en la reducciôn de mercedes y juros por los


monarcas hay que em pezarpor el clásico de Matilla Tascôn. A., Declanuorias
de los Reyes Católicos sobre reducciôn de juros y otras mercedes, Madrid. 1952,
en el que interesan, además del propio estudio, y de la amplia relación de datos
algunos documentos, como el núm. 13: «Ley XXVI: «Revocación de las mer­
cedes y donaciones que el rey D. Enrique hizo. Ano 1480». págs. 41 -45; y e|
núm. 14: «Embargo de todo el situado y salvado puesto desde que el Rey D
Enrique reinó acá. Toledo. 5 abril 1480», págs. 45-47. A ello hay que anadir
otros posteriores, en especial algunos de los muchos centrados en la política
hacendística regia publicados porL adero Quesada. M.A.. empezando por La
Hacienda real de Castilla en et siglo XV. Universidad de La Laguna. 1973, don­
de analiza la decisión de la m onarquia de reducir el «situado» y la supresión
de mercedes, en las Cortes de Toledo de 1480. medidas que no alcanzaron su­
ficiente eficacia. Cabe senalar tam bién algunas aproximaciones muy recientes
al tema. con carácter monográfico. com o la de Ortega Cervigón. I., «La reduc­
ciôn de juros de 1480 de los Reyes Católicos, y la nobleza conquense», Archi­
vo C onquense. 6 (2004) (en prensa), en la que se pone de relieve cómo los
nobles del obispado de Cuenca perdieron 828.850 mrs. de las rentas realesque
percibian por distintos conceptos. es decir, un tercio de lo anterior, por decisión
regia, que se ajustaba. entre otros aspectos, a la orientaciôn partidista de los gran­
des, de modo que fue especialmente significativo el caso de Lope Vázquez de
Acuna, que apenas conservo el dieciocho por ciento, por su posición antiisabelina.

— 286 —
v e n c ia en la c a sa y c o r te reg ia s
la P ^

W jj re c ta relacion con lo anterior, m erece la pena recordar


t g e r c i ó n altonobiliaria en los âm bitos cortesanos de la m o-
-P con un sentido más continuado y m enos coyuntural. La
***** jva tecnificación y esp ecialización de este entorno regio
l*^orde con la centralización y mejora de los sistem as de ad-
^E gíración y gobierno propios de este reinado— . no sign ifi-
. ^ fin d e la presencia de la alta nobleza; por el contrario, sus
^ginbros se integraron m ediante form ulas de relacion perso-
. y s o b r e todo. a partir del servicio a la monarquia, en un
ifgriodo en el que la política regia se proponía contar con los
nobles castellanos com o leales servidores de la C oronal0.
prutod e las innovaciones del reinado, eso s organismos aparecian
owno âmbitos dotados de un especial y creciente ritualidad. tra-
(jucida en gestos de saludos — besamanos, reverencias— . actos de
conv i v i a l i d a d y de comensalidad. y utilización de los espacios fi-

cjcos d e mayor cercania a los monarcas, de acuerdo con critérios


de honor y dignidad. por ejem plo. el derecho a situarse en la Misa
junto a la cortina real para recibir de lo s m onarcas el portapaz.
En e llo s se fundian el sentido funcional y el carácter estético del
cargo, un carácter del que lo s nobles se dejaron penetrar. N u­
merosos testim onios demuestran que el servicio a la monarquia
por parte de la alta nobleza se acom pasaba muy bien con su di-

10. Un interesante y muy com pleto estado de la cuestión. de m uy am ­


plias perspectivas. en: Garcia Vera. M .ã J., «Los estudios sobre la C orte y la
sociedad cortesana a fines de la Edad Media. Un balance historiográfico».
Medievalismo 10 (2001), págs. 207-267, que incluye un extenso repertoriode
publicaciones. Entre la bibliografia especializada hay que indicar los siguien-
tes títulos: Ladero Quesada. M.A., «La Casa Real en la Baja Edad M edia»,
Historia Instituciones D ocum entos, 25 (1998), págs. 327-350. Y la monografia
recién aparecida de G onzález M arrero. M.a C.. La Casa de Isabel la C atóli­
ca. Espacios dom ésticos y vida cotidiana. Diputación Provincial de Ávila.
Institución Gran Duque de Alba. Ávila. 2005. En relación con la Corte, cen­
trado en este reinado, el libro de Fernández de Córdova. A.. La corte de Isa­
bel /. Ritos y ceremonias de una reina, M adrid, 2002.
mensión cortesana, que se desplegó en muliitud de manife
ciones, entre ellas su activa y directa participación en |a v h
cérémonial, incluso sufragando gastos, y organizando fiestas'n
La clave de la intervención de los grandes nobles en l
política, y en los âmbitos cortesanos se basaba en la fórmula
del servicio regio. En su condición de «servidores de la m
narquia». obtenían interesantes rentas. incrementaban su pres'
tigio, y veían favorecida y asegurada su participación en e|
poder político, que. además. significaba para ellos la proyec.
ción práctica de lo que entendían com o un verdadero « p r jvi.
legio de función». es decir. el desem peno de los altos cargos
con carácter exclu sivo-excluyente. o, al menos, prioritário
Mientras. para la monarquia suponía la incorporación de la
alta nobleza a su proyecto político, el apoyo por via de fide.
lidad y servicio. que redundaba. entre otras cosas, en la con­
veniente estabilidad sociop olítica, en el âmbito central de
gobierno, y, por extension, en los grandes estados senoriales
dominados por ellos 12. En suma. muchos de esos grandes no­
bles desarrollaron importantes cargos de carácter más corte-
sano. que quedaron vinculados a determinados linajes durante
generaciones, y que implicaban una innegable capacidad de
acción en el âmbito político. Asi, los de condestable y cama-
rero mayor, recayeron en los Velasco, el de justicia mayor en
los Stùniga, el de almirante mayor en los Enriquez, la mayor-
domía mayor en los Pacheco, y entre otros, conviene senalar,

11. Fernández de Córdova. A., «Sociedad cortesana y entorno regio».


E l m undo social de Isabel la C a tó lica ..., págs. 49-78. Sobre su condición de
servidores de la m onarquia, Haliczer, S., «The Castilian Aristocracy and the
M ercedes Reform of 1478-1482». The Hispanic American Historical Reviex
55 (1973/ 3), págs. 449-467.
12. A cerca del concepto y trascendencia del servicio regio, como cla­
ve de la relació n nobleza-m o n arq u ía, y elem ento básico de la identidad
nobiliaria en la politica regia, ver Contamine, Ph. «Noblesse et service: l'idée
et la réalité dans la France de la fin du Moyen Âge», Nobilitas. Funktion und
Repràesentation des Adels in A lteuropa, Oexle, O.G., y Paravicini, W. (eds.).
G ottingen. 1997, págs. 299 -3 1 1.

— 288 —
m0 uno de los casos más destacados y estudiados especí-
f ^ e n t e . el de los Manrique, a quienes correspondia la res-
s a b i l i d a d sobre la cancillería regia ,3.
g n definitiva, si la alta nobleza se penetro de la cortesania,
gdsenanza y crianza de sus hijos en ese ambiente, intervención
|os círculos literários cortesanos, etc.. sus miembros im-
regnaron la corte, aunque abierta a la presencia de letrados
fid a lg o s, de sentido aristocrático-nobiliario.

£ 1 protagonism o altonobiliario en la diplomacia v la guerra

Además de su presencia cortesana, conviene senalar el des­


empeno por parte de los grandes nobles, de importantes funcio­
nes. entre otras, las relacionadas con la activa p olítica de
r e la c io n e s exteriores decidida por la monarquia en los últimos
afios del siglo, que hizo necesario su apoyo en las relaciones
diplomáticas, para las que se necesitaba la activa colaboración
de los miembros del alto clero, y de la alta nobleza u .
Más importante aún era su inserción en las empresas m i­
litares gestadas por los monarcas, en las que contaban con la
destacada participación altonobiliaria, acorde con su papel de
grandes vasallos regios, y también, más adelante, com o titu­
lares de la jefatura de los ejércitos reales 15. En este plano, in-
teresa observar con detalle alguna de esas grandes campanas

13. M ontera Tejada. R.M .3, y Garcia Vera. M.® j.. «La alta nobleza en
la cancillería real castellana del siglo XV», Espacio, Tiempo y Forma III. H .“
Medieval. V (1992), págs. 163-210.
14. Ver, al respecto. algunos trabajos especializados en esta cuestión y
en esta época: O choa Brun, M. A „ «Los usos diplom áticos en la época del
Tratado de T ordesillas», C ongreso Intern a cio n a l de H .“E l T ra ta d o .... II,
págs. 801-824.
15. A propósito de la im portancia de la dim ension m ilitar de la noble­
za, conviene ver un interesante estado de la cuestión, con am plia bibliogra­
fia: Garcia Vera. M.“ J. y Castrillo Llamas, C., «N obleza y poder m ilitar en
Castilla a fines de la E dad Media», M edievalism o 3 (1993). págs. 19-37.

— 289 —
militares, dotadas de especial trascendencia. entre las cUaie
sobresale. por numerosas razones, la conquista de Granada
Los grandes nobles castellano-leoneses, en general, y |os ^
daluces. en particular, supieron comprender la trascendencia
de esta guerra y conviene senalar su alto grado de irnplicaeión
en una empresa dotada de fuerte contenido político, con una
inevitable carga sim bólica dentro de los proyectos de la
narquía. pero en la que también se detecta un claro regusto
aristocrático16
La conquista del reino nazarí alcanzó para el grupo noble
un significado muy especial, y represento la plasmación de la
alianza entre una monarquia necesitada de apoyo financieroy
colaboración militar, y una alta nobleza dispuesta a ofrecer
ambas cosas, entre otras razones, no sólo por involucrarse en
el proyecto de la monarquia, sino para encauzar y proyectar
los ideales caballerescos. que seguían manteniendo su trascen-
dencia en la sociedad bajom edieval. hacia un proyecto de
«guerra justa», la realizada, literalmente, contra los, textual­
mente, «enem igos de nuestra santa fee ca tó lica » 17; con ello
trataban de recobrar o aumentar el prestigio altonobiliario, a
menudo debilitado por su habitual tendencia a las luchas de
bandos y partidos, claras m anifestaciones de la guerra entre

16. De entre las num erosas publicaciones de Ladero Quesada, M.A.,


d estacam os su obra clásica. C astilla y la conquista del reino de Granada.
Valladolid. 1967. y 2.aed. Granada. 1993. Uno de sus últim os trabajos publi­
cados lleva por título: L as guerras de G ranada en e l siglo X V, Barcelona.
2002: aún m ás reciente. «G uerra y diplom acia en la conquista de Granada
(1482-1492)». Los Reyes Católicos y G ranada. SEEC. 2004, págs. 93-116.
17. La expresiôn literal está tom ada del docum ento siguiente: A(rchivo)
G (eneral) (de) S(im ancas). R(egistro) G(eneral) (del) S(ello). Guadalupe. 23
ju n io 1492, foi. 8. por el que los Reyes Católicos concedieron a don Alfonso
de Aguilar, m iem bro muy destacado de la alta nobleza cordobesa, un seno­
río polinuclear en el territorio alm eriense. en recom pensa por sus servicios
en la guerra. Un estúdio porm enorizado del linaje y la Casa en: Quintanilla
Raso. M.‘ C., N obleza y senorios en el reino de Córdoba. La Casa de Aguilar
(siglos X I V y XV). Córdoba. 1979.

— 290 —
stianos. calificada com o «guerra perversa» 18. Dado lo avan-
Ao de la época, en la que ya habían finalizado las rebeldias
^biliarias. no sólo intervinieron en ella los habitualmente fie-
j1” a la causa isabelina, sino también los que habían mante-
. „na actitud de fuerte resistencia en los inicios del reinado.
t\lOu i' . .
en cuyo caso, sabian que, con su participación activa en esa
spléndida manifestación de bellum iustum, podrían limpiar
definitivamente su imagen 19.
La relación de los veintiséis confirmantes de las capitula-
ciones c o n las que se ponia fin a esa esplêndida manifestación
de la «guerra divinal». a los que se alude con referencias a su
estrecha relación politico-feudal y parental o pseudo parental
con la m o n a r q u i a , constituye todo un sím bolo de la estrecha
c o la b o r a c ió n , y del protagonismo de los grandes junto a la
Corona20. En la primera colum na se m enciona a don A lonso
de C á rd e n a s maestre de la orden de Santiago. En la segunda
a Á lv a r o de Zûrïiga duque de Béjar y conde de Banares, jus-
licia m a y o r de la Casa del rey y de la reina y su vasallo; Pe­
dro F e r n â n d e z de V elasco cam arero m ayor de los reyes y
v a s a llo real; D iego Sarmiento conde de Salinas repostero ma­
yor de los monarcas y vasallo real; Pedro Enriquez adelanta-
do m a y o r de Andalucia y vasallo real; Gutierre de Cárdenas
c o m e n d a d o r mayor de León de la orden de Santiago y conta-

18. Sobre la proyección de los ideales y la contraposición con las prác­


ticas, en la dimension caballeresca de la alta nobleza, he tratado recientemen-
te, «Imágenes y m aneras nobiliarias y caballerescas en la sociedad castellana
entre la tardia Edad M edia y el com ienzo de la M odernidad», Annali d i Storici
Moderna e Contem porânea. 9 (2003), págs. 345-368.
19. E ntre otros casos, se ha estudiado bien el de R odrigo Ponce de
León, de los ejem plos más rotundos de posición antiisabelina, que, sin em ­
bargo, participo activa y destacadamente en la conquista de Granada: Carriazo
Rubio, J.L., La m em oria del linaje. Los Ponce de León y su s antepasados a
fines de la E dad M edia. Sevilla. 2002.
20- A(chivo) H (istôrico) N (acional), Nobleza. Frias, 34, núm. 18. pri­
vilegio rodado de asiento y capitulaciones para la entrega de la ciudad de Gra­
nada a los Reyes C atólicos, fechado en Santa Fe. a 30 de diciem bre de 1492.

— 291 —
dor mayor de los reyes; Juan Chacón adelantado del r i
Murcia y contador mayor; el comendador Rodrigo d e 7 ° ^
contador mayor del rey y de la reina. En la tercera colu
Fadrique Enriquez almirante mayor de Castilla conde de k?3'
dica. primo del rey y su vasallo; Juan A lonso de G u zm án ~
que de Medina Sidonia conde de Niebla, primo del re °
la reina y vasallo real: ín igo López de Mendoza duque^ Ui
Infantado y marqués de Santillana, primo de los monarcas^
su vasallo; Fadrique de Toledo duque de Alba y conde ^
Oropesa, primo del rey y su vasallo; Pedro Manrique du ^
de Nájera y conde de Trevino, vasallo del rey; Beltrán deT
Cueva duque de Alburquerque y conde de Ledesma. vasa||0
real; Rodrigo Ponce de León duque de Cádiz y conde de Ar
cos, vasallo real; Andrés de Cabrera marqués de Moya y va
sallo de los reyes; Garci Fernández Manrique marqués de
Aguilar. vasallo real; R odrigo A lfo n so Pimentel conde de
Benavente y vasallo de los reyes; D iego Fernández de Córdoba
conde de Cabra, vizconde de Iznájar y senor de Baena- Ber
nardino de Mendoza conde de Coruna y vasallo real; Diego
López Pacheco conde de Santisteban y vasallo de los reyes-
Juan Manrique conde de Castaneda y vasallo real. La relacion
de nombres finaliza con los cuatro notarios del reino: Juan
Téllez Girón conde de Uruena y notario mayor de Castilla;
Juan de Ribera notario mayor del reino de Toledo; Pedro En­
riquez de Ribera notario mayor de Andalucia; y Francisco de
León notario mayor del reino de León.
Su activo e importante papel en la guerra, a la que aporta-
ron su presencia directa en muchas ocasiones, con sus clientes
y vasallos. que representaron entre un treinta y un cuarenta y
cinco por ciento de la caballeria. y un apoyo econômico muy
considérable, significo, además. para los grandes nobles la ob-
tención de las correspondientes mercedes regias, en especial
juros, y, además, senorios en el territorio recién incorporado; de
este modo, la colaboración con el proyecto político regio se pro­
longo en la senorialización del reino de Granada, proceso com-
plejo en el que la monarquia pudo asi contar con su presencia
I | c0ntrol de ciertas áreas — aparte de las confiadas a las
?‘ifi (jeS , y aplicar, además, su política nobiliaria de arbitra-
C'U de contención de las fuerzas altonobiliarias dentro de una
stiuaC'ón equilibrada 21-

CI0S Y TÁCTICAS DE LA CONSOLIDACIÓN


e NGRa n d e c i m i e n t o

L0S miembros del grupo altonobiliario demostraron su in­


terés por Ia utilización de ciertos espacios e instrumentos apro-
• dos para su consolidación. Uno de ellos era. sin duda. la
Structura de parentesco basada en el linaje y la casa, importante
lem en to de cohésion y articulación interna, y también de ex-
hibición y proyecciôn al exterior. Además, se centraron en cier­
tos rec u r so s dotados de una semiología especial, y aprovechados
consentido exclusivo-excluyente, incluso para los otros m iem ­
bros del grupo noble, com o eran los títulos nobiliarios. Y. por
encima de todo, sobresalen sus grandes estados senoriales. ver­
dadero centro de gravedad del poder altonobiliario.

21. A propósito, interesan. entre otras, las siguientes publicaciones: La-


dero Q u e sa d a . M.A., «La repoblación del reino de G ranada anterior a 1500»,
Hispania 110 1968), págs. 489-563; y «M ercedes reales en Granada anteriores
alano 1500. Catálogo y com entário», H ispania, 112, (1969), págs. 355-424.
Ruiz P o v e d a n o . J.M .â, «C onsideraciones sobre la im plantaciôn de los seno­
rios en el recién conquistado reino de Granada», I Congreso de H .ade A nda­
lucía. Andalucía M edieval. Córdoba. 1978, II, pp. 353-373; López de Coca.
J.E.. «L o s senorios del reino de G ranada (1490-1568). Introducción a su es­
túdio», Senorío y Feudalismo en la Península Ibérica (siglos XIII-XIX), Sa-
rasa. E.. y Serrano. E., (eds.), Zaragoza 1993, I, págs. 129-173. Pérez Boyero,
E., Moriscosy cristianos en los senorios del reino de G ranada (1490-1568),
Granada. 1997; y «Los senorios y el mundo rural». Historia del reino de Gra­
nada. I, Granada. 2000, págs. 567-610. Acabo de realizar un balance de la
situación. en el siguiente trabajo: Quintanilla Raso. M.â C.. «La nobleza an-
daluzaen la conquista y la senorialización del reino de G ranada». Los Reyes
Católicos y G ranada págs. 69-82.
La sólida estructura de linaje y casa

L o s in te g r a n te s d e la a lta n o b le z a p u s ie r o n e n práctica
p o l í t i c a d e a f ir m a c ió n d e s u s r e l a c io n e s d e p a r e n te sc o -
m u v c o n s o l i d a d a s d e s p u é s d e la e v o l u c i ó n b a j o m e d i e v ^ *
q u e s e c o n v ir t ie r o n e n im p o r ta n t e r e s o r t e d e p o d e r y pr
c i ó n 22. P a ra e l l o , n o s ó l o p r o c u r a r o n e l f o r ta le c im ie n t
t r o n c o c e n t r a l, s in o q u e . al m is m o t ie m p o . fo m e n ta r o n 1»°
r ic ió n d e n u m e r o s a s r a m a s , q u e . d e s e c u n d a r ia s , p asaron lu*'
g o a p r o m o c i o n a r s e c o n v i r t i é n d o s e e n o t r o s t a n t o s lin •
a lt o n o b i l i a r io s ; l o s m a y o r a z g o s d e s e g u n d o g e n it u r a . en
c h o s c a s o s b a s a d o s e n e l p a t r im o n io a p o r t a d o p o r la esn o
fu e r o n un b u e n p r o c e d im ie n to p ara e s ta b le c e r . a d e m á s del ma
y o r a z g o p r in c ip a l, u n n ú c l e o p a tr im o n ia l s u f ic ie n t e m e n t e só
lid o , q u e , c o n c a r á c te r d e p r o p ie d a d v in c u la d a , a p a recia com o
p u n to d e p a r tid a d e u n a n u e v a lin e a f a m ilia r . A s i la dignitas
d e lo s g r a n d e s lin a je s , s e v i ó in c r e m e n ta d a , c o n ta n d o , adem ás
c o n n u e v o s in s t r u m e n t o s d e r e p r e s e n t a c ió n d e s u p o d e r 23. En
e l s e n o d e la a lta n o b le z a , c u a j ó , a d e m á s , u n c o m p le j o orgá-

22. Para aproxim arse al alcance y trascendencia del parentesco, Beceiro


Pita. y Córdoba de La Llave. R.. Parentesco, p o d e r y menlalidad. La noble­
za castellana. Siglos XII-XV. M adrid. 1990.
23. En un trabajo muy reciente. he puesto de relieve un interesante ejem-
plo. en el que. en dos generaciones sucesivas, se otorgaron a los segundogénitos
mayorazgos instituidos con los bienes matemos, cuyo apellido de linaje se com-
prometían a ostentar: se trata de Pedro Portocarrero. segundogénito del marqués
de Villena. Juan Pacheco, que heredô el senorio onubense de Moguery otros
bienes. de su madré. Maria Portocarrero: a continuación. con su esposaJuana
de Cárdenas, hija y heredera única de Alonso de Cárdenas, maestre de Santia­
go, decidieron crear varios mayorazgos, además del principal, uno de los cua-
les. compuesto por senorios y bienes de su madre, pasô a su segundo hijo. que.
com o beneficiário. Ilevariael apellido del linaje materno, e incluso el nombre
de su abuelo, pasando asi a ser A lonso de Cárdenas. segundo del nombre:
Quintanilla Raso, M.8 C., «Critérios y estrategias de reproducciôn de las Casas
nobles tardomedievales. Los Cárdenas de la Puebla del Maestre». Homenagem
ao prof. J. M arques. Porto. 2005. págs. 497-509.

— 294 —
funcional, la casa, don d e, partiendo de una organización
P f ° v at tenían cabida, jun to a los parientes, un con ju n to de
° allos. a lleg a d o s y cria d o s, rep resen tan tes d e la práctica
v nteiar. im prescindib le en la ex h ib ició n de lid erazgo d e la
' ula nobiliaria, caracterizada por su in n eg a b le cap acid ad
articular en torno su yo una red de relacion es de profun­
do alcance sociop olitico. C om plem entada con la funcionalidad
jg|acorte nobiliaria. com puesta por un personal cada v ez más
eroso y especializado, a su servicio. ambas permitian a los
ndes nobles d esen v o lv erse en m ed io de un entorno orga-
pizativo de m im esis respecto de la m o n a rq u ia 24.
La transmisión patrimonial en el sen o de las grandes casas
e sta b a asegurada m ediante el eficaz régim en de vin cu lación del
mayorazgo, plenam ente instalado en el marco altonobiliario, y
en proceso de am plia difusiôn ahora entre las capas m édias, e
incluso entre otros grupos so cia les. N o obstante, en este perío­
do. nuevas circunstancias y distintos intereses, condujeron a los
miembros de la alta nobleza a diversas y com p lejas estrategias
en torno a sus patrim onios v in c u la d o s25. En este con texto, se
observa que lo s titulares d e los grandes linajes, con frecuencia,
intentaban poner en práctica distintas form ulas de enajenación
de algunas de las propiedades sujetas al régim en de vinculación
propio del m ayorazgo, en función de razones diversas: d esd e la
necesidad de liquidez para el pago d e deudas, hasta el desarro­
llo de com prom isos relacionados con una política de linaje que
necesitaba hacer frente a los pagos d e la cuota fem en in a en las

24. Más detalles, en Q uintanilla Raso, M.a C., «La nobleza...». Oríge­
nes de la Monarquia H isp â n ica ...
25. Para la introducción en el tem a resulta básica la obra de Clavero,
B.. Mayorazgo. P ropiedad fe u d a l en Castilla. 1369-1836. M adrid, 1989, 2.®
éd.. Sobre los m otivos y el alcance de esas prácticas de desvinculación de al­
gunos bienes am ayorazgados en función de los diversos intereses puestos en
juego por los responsables de los grandes linajes, he tratado en el siguiente
artículo: Q uintanilla Raso, M ^ C ., «P ropiedad vinculada y enajenaciones.
Métodos y lógicas nobiliarias en la Castilla tardom edieval», HID. 31 (2004),
págs. 493-510.

— 295 —
capitulaciones malrimoniales, o afrontar otras compensac'
para los otros hijos o hermanos. ya que. con la práctica de|0 l |
yorazgo. se intensificaba en exceso la disimetria en la cuota h
reditaria, haciendo difícil, a veces, a los otros miembros
linaje el mantenimiento de un estatus adecuado. Además
viene senalar la tendencia creciente a la fundaciôn de nuevo"
m ayorazgos junto al principal, por ejem plo. uno de segun
dogenitura, según se ha senalado antes, o incluso de varios •'
m ultáneos26.
Todas estas circunstancias determinaban los complejos in
tereses de los grandes nobles, que los presentaban a la monar
quía, com o argumentos, en las solicitud es de la preceptiva
licencia regia para enajenar propiedades del mayorazgo princi
pal de la Casa, y se veían, en muchos casos, correspondidas con
la respuesta aprobatoria de la reina, que se hacia eco de esas
«causas justas». El interés nobiliario arrastró, en numerosas
ocasiones, la actitud monárquica, que otorgó el deseado permi-
so, lo que ha sido interpretado por algunos com o sintoma de un
maquiavélico comportamiento regio. tendente a socavar las ba­
ses del poder patrimonial de la alta nobleza 27. Sin embargo, no
es m enos cierto que. en algunas ocasiones, el receio y las pro­
testas de los herederos. condujeron a que los reyes negaran las
licencias, o las revocaran, para no lesionar los derechos deés-
tos, argumentando que lo hacían, además, literalmente, «por
descargo de nuestra conciencia» 28. En cualquier caso, lo impor-

26. El caso de los Portoearrero-Cárdenas es ilustrativo: en el testamento


de Pedro Portocarrero, redactado el 16 de mayo de 1518. decidió fundar, junto
al de prim ogenitura. correspondiente a Ia Casa de M oguer y Villanueva del
Fresno, nada m enos que otros tres: Q uintanilla Raso. M .“ C., «Critérios y es-
tralegias de reproducción...».
27. Asi lo puso de relieve Porro, N„ «La inalienabilidad de los bienes de
mayorazgo. Tres documentos inéditos del siglo XV para su estúdio» Revista del
Instituto de H .“del Derecho Rica/xlo Levene, 21 (1970). pág. 125-166.
28. La expresión procede de Ia docum entación referente al caso de
Fadrique de Toledo, heredero del duque de A lba G arcia Alvarez de Toledo,
que protesto energicam ente contra los propósitos de su padre, quien había re-

— 296 —
te es observar el interés y la capacidad que dem ostraron los
an d e s nobles para reorientar las fórm ulas de transm isiôn de
los mayorazgos, orientadas hacia la co n secu ció n de lo que. en
cada momento, eran sus intereses prioritários.

A lc a n c e y trascendencia de los títulos nobiliarios

E n el proceso d e diferenciación y engrandecim iento d e al­


gunos lin a je s , en el seno d e la alta nobleza, la monarquia, ade-
más de distinguir a algunos con un tratamiento de parentesco
fictício— «pariente» o «primo»— , decidió en tendencia creciente
en el último tercio del siglo XV, otorgarles títulos nobiliarios con
el o b jetiv o de honrrar asi co m o «decorar» y «sublimar» a los más
d e s ta c a d o s integrantes. Aparecían co m o claros sintom as d e la
ten d en cia de la Corona a distribuir sign os de honor social, y se
c o n v irtie ro n en importante sím bolo dignificante, que supuso un
paso firme en el cam ino hacia el engrandecim iento nobiliario.
En su dim ension de cód igo identificativo de los grandes nobles,
p re s e n ta b a n , adem ás, un claro sen tid o d e jerarquización, que
arran ca ya de las Partidas y que lu ego fue objeto de considera-
ción por diversos tratadistas nobiliarios del sig lo X V 29.

cibido la licencia de Enrique IV, y había visto cóm o los Reyes C atólicos se
la confirmaron hasta que, m ovidos por sus quejas, revocaron el perm iso, con
ese argumento: RGS, Córdoba, 4 agosto 1484, foi. 4: Q uintanilla Raso, M .â
C., «Propiedad vinculada y enajenaciones...».
29. He abordado esta cuestión en profundidad en un extenso capítulo
de un libro colectivo, que se encuentra en prensa: Títulos, G randes d e l R ei­
no y Grandeza en la sociedad política. Sus fundam entos m edievales, Q uin­
tanilla Raso, M .-C. (dir.). Sobre la inform ación de Partidas: Los Siete Partidas
delsabio rey don A lonso el nono, edición glosada por G regorio López, 1555,
Partida II. Título I, Ley XI: «Q uales son los otros grandes, e honrrados Se­
nores que non son Emperadores, nin Reyes. Principes. Duques, Condes, Mar­
queses. luges, Vizcondes, son llam ados los otros Senores de que fablam os de
suso: que han honrra de Senorio por heredam iento».

— 297 —
La condicion más elevada correspondia a la d ig n id a(i
sobre la que nunca existieron dudas acerca de su p o s d '
perior a los otros títulos, y sobre algunos rasgos específjc SU'
implicaban una mayor proximidad respecto de la mona * ^Ue
En el reinado de los Reyes Católicos, la nômina de d u q ues *1
tellano-leoneses incluía los siguientes títulos:

Alba Infantado
Alburquerque Maqueda
Arcos Medinaceli
Béjar Medina Sidonia
Escalona Nájera
Frias

30. En Partidas..., II. I. 11, se define del modo siguiente:«E duquetn.


to quiere decir com o cabdillo guiador de hueste, que torno este oficio
guam ente de mano del Emperador. E por este oficio que era mucho honrado
heredaron los Em peradores a los que los tenian, de grandes tierras que
agora llam ados ducados: e son por ellas vasallos del Imperio»: En cuanto
los tratadistas del siglo XV. ver: M ena. J. de. Tratado sobre el título de Du
que. edición de Vasvari Fainberg, L.. Londres, 1976, dedicada a Juan Alfon
so de Guzm ân. tercer conde de Niebla, y prim er duque de Medina Sidonia
por concesión de Juan II en febrero de 1445, una de las más tempranas mer-
cedes de este tipo, donde se aborda la etim ologia del nombre, «Duque des-
ciende de ducere, que se dize en latin por levar o traer, porque duque en otro
tiem po se llamava aquel que levara e traía la gente por donde entendia que
iria mejor, e a él sólo avian de seguir», asi com o la distinción entre varios ti­
pos de ducados, «duques por sucesión, e duques por eiección, e duques por
creación», págs. 86-87. y, a lo largo de otros capitulos, se incluyen diversas
apreciaciones sobre Ias prerrogativas, el tipo de corona que debian portar, etc.
P or su parte, M osén Diego de Valera, en el reinado de los Reyes Católicos,
establecía consideraciones respecto al origen y alcance del título de duque,
en una carta de respuesta a la m isiva de los m onarcas, fechada en Toledo, el
6 de julio de 1480. B.N., Mss. 10.445, en la que se refiere a su relación con
el caudillaje militar, y al hecho de que se elegia para ello a parientes regios:
«los em peradores e reyes...enbiauan por duque o caudillo al hermano o pri­
mo o pariente mas cercano»; respecto a la proxim idad para con Ia monarquia,
cabe decir que los primeros títulos ducales que se concedieron en la Baja Edad
M edia, después de la desaparición de la dignidad tras la época visigótica y
los prim eros anos del período altom edieval. lo fueron a miembros de la fa-
m ilia real, o a parientes m ás o m enos cercanos.

— 298 —
pj nivel siguiente en la jerarquia de la nobleza titulada co-

jiguientes:

Aguilar de Campoo Priego de Córdoba


A s to r g a Santillana
E l C e n e te Sarria
C o m a re s Tarifa
C o r ia Villafranca
G ib r a le ó n Los Vélez
M o n d é ja r Villena
M oya

E1 título condal cerraba el marco de los títulos nobiiiarios que


proporcionaban a los individuos y linajes verdaderos perfiles de
honor social, ocupando la tercera posición, aunque en las Parti­
das, c o m o ya se ha indicado, se anticipaba al marquesado, y se
le concedia mucha atención, destacando su cercania a la corte

31. Partidas.... II, I. 11. lo definia, después de haber mencionado la dig-


nidad condal, del m odo siguiente: «E m arques tanto quiere decir com o Senor
de alguna gran tierra que esta en com arca de reynos». Valera, en su carta ci­
tada supra, le otorgaba a la dignidad de m arqués una elevada consideración.
que. en algún tiempo, debió anteceder a la de duque: «A ntiguam ente los mar­
queses fueron proferidos (sic) o antepuestos a los duques, com o parece por
la decretal...en el sesto libro de las Decretales». Y, en todo caso, expresaba
rotundamente su prioridad sobre el de conde, aludiendo al error provocado por
el texto alfonsino: «El contrario desto pareçe tenerse en vuestros reynos en
la orden del escreuir el qual erro r es tom ado de la orden de la letra de Ia
honzena ley del titulo prim ero de la Segunda Partida, donde prim ero faze
mención de los condes que de los marqueses, y de alli los secretários an con­
tinuado este error en vuestras cartas patentes».

— 299 —
P o r ú ltim o, co m p leta n d o el e le n c o de lo s títu lo s n o b i-
I • e se situaban los v izco n d es — en ép oca isab elin a están
mentados los de Iznájar, Puebla de A lcocer, y Torija, entre
-u n ca bien d efin id o s en cuanto a su carácter y pre-
otros"- 33
rrogativ a s

T itu lo s a fin e s del s. X V

□ Ducados
■ M arquesados
□ C ondados
□ V i/condados

En cuanto a los aspectos cuantitativos y el ritmo con que los


nobles ascendieron a la nobleza titulada, en un proceso que arran­
ca definitivamente del reinado de Juan II, se pueden establecer
comparaciones, especialm ente entre la monarquia isabelina y el
reinado anterior, el de Enrique IV, que demuestran, una vez más,
la inconsistência de la teoria acerca del carácter antinobiliario del
reinado isab elin o34. En suma, al térm ino del reinado de los Re­
yes Católicos, varias docenas de linajes habían conseguido afian-
zarse e n la cúspide nobiliaria, sobre m ás de ochenta títulos, once
d u ca d o s, quince marquesados, alrededor de cincuenta y cuatro

33. Ibidem: «E vizconde, tanto quiere dezir com o oficial, que tiene lu­
gar de conde».
34. Véase a propósito de esto: A tienza Hernández, I„ «La aristocracia
en tiempos de Isabel I de Castilla: una aproxim ación cuantitativa y cualitati­
va», Sociedad y eco n o m ia en tiem pos de Isa b e l la C a tólica, J. V aldeón
Baruque, ed„ Valladolid, 2002, págs. 133-149, en concreto, pág. 134, donde
seestablecen la siguientes precisiones: E nrique IV concedió veintinueve tí­
tulos (tres ducados, dos m arquesados, veintitrés condados y un vizcondado)
y bajo el gobierno isabelino. los m iem bros de la alta nobleza lograron cua-
renta y uno (diez ducados, once m arquesados, y diecinueve condados).

— 301 —
condados, y unos cuanlos vizcondados. Por otra parte al f
lizar el siglo XV. ciertos jefes de linaje habían logrado disf
tar de varios títulos simultâneos, com o don Álvaro de Z ú '
duque de Béjar, marqués de Gibraleón y conde de Banares^'
otros casos eran los de Mendoza. duque del Infantado y ^
qués de Santillana; La Cerda. duque de Medinaceli y cond Üu
Puerto de Santa Maria; Guzmán, duque de Medina Sidoni
conde de Niebla; Álvarez de Toledo, duque de Alba y conde d?
Oropesa. Beltrân de La Cueva. duque de Alburquerque y con
de de Ledesma: Manrique. duque de Nájera y conde de Trevifio
Ponce de León. duque de Cádiz y conde de Arcos, mientras '
D iego Fernândez de Cordoba era conde de Cabra, y vizconde
de Iznájar. Además grupos de parientes nobles contaban con va
rios títulos, correspondientes a cada una de sus lineas familia
res pertenecientes a un tronco central com o los Stúniga, duques
de Béjar, marqueses de Gibraleón, condes de Plasencia de
Banares. de Miranda del Castanar y de Nieva; o los Mendoza
duques del Infantado, marqueses de Santillana, y de El Cenete
y condes de Tendi 11a; los Manrique. duques de Nájera. marque­
ses de Aguilar y condes de Castaneda y de Trevifio; y e n el
âmbito andaluz las cuatro lineas de los Fernândez de Córdoba
lograron, en el reinado de Isabel I, en diciembre de 1501, el
marquesado de Priego para los senores de la Casa de A g u ila r.
que se sumó al vizcondado de Iznájar, y al condado de Cabra,
concedido por Enrique IV, a los que se anadieron posteriormen­
te el marquesado de Comares y el condado de Alcaudete36.

35. En unas ordenanzas de la villa de C artaya. perteneciente al mar­


quesado de G ibraleón, del ano 1509, aparece citado textualmente: «Yo don
Alvaro de Çuniga duque de Bejar, m arques de Gibraleón, conde de Banares»:
Q uintanilla Raso, M.a C., «La reglam entación de una villa de senorío en el
trânsito de la Edad Media a la M oderna. O rdenanzas de Cartaya (Huelva)».
H ID . 13 (1986), págs. 189-259, y la cita concretam ente. en pág. 237.
36. Sobre este último linaje, Fernândez de Córdoba, he tratado detalla-
dam ente en Nobleza y senorios en el reino de Córdoba.... de forma más espe­
cífica en lo que se refiere al tronco central, la Casa de Aguilar. pero planteando

— 302 —
gn otros casos, en cambio, la obtención del título respon-
, una promoción rápida com o sucedió con Andrés de Ca-
freray Beatriz Bobadilia, integrados en la nobleza titulada
0mo marqueses de Moya bajo el reinado de Isabel. Precisa­
mente en este nombramiento observamos un buen ejem plo de
ia e s p e c ia l solemnidad aplicada en este tipo de ceremonias.
fruto del interés de los reyes, que no dudaban en solicitar las
•nSt r u c c i o n e s pertinentes para realizar el ritual, destinado a
r o p o r c io n a r la honra correspondiente al personaje en cues­
tión pero cuya repercusión alcanzaba también a la propia mo­
n arqu ia, que manifestaba su voluntad de imprimir al acto el
nivel de dignidad necesario, para que, literalmente, «sea lo
cumplidamente y mejor que ser pueda, porque tanto es
mas honra nuestra» 37. En definitiva, convertidos en nobleza
titulada, los grandes linajes vieron definitivamente consolidaba
su p o s ic ió n de privilegio, rodeados de un conjunto de elem en­
tos y símbolos de dignidad y honor.

también una perspectiva de conjunto de los otros tres linajes procedentes del
primero; de todas estas lineas familiares traté en otra publicación posterior: «Los
grandes linajes. Una investigación histórica sobre el linaje Fernández de Cór­
doba», Nobleza y so cied a d en la Espana M oderna,, Iglesias, M.a C., (dir.),
Oviedo. 1996. págs. 79-110. Para las otras grandes Casas existe bibliografia
específica, y para ello conviene recurrir a los trabajos historiográficos citados
supra, nota 2.
37. Se trata de la carta ya citada supra, por la que los m onarcas, en ju-
liode 1480, pedían a Valera información sobre el cérém onial de nom bram ien­
to de marqués, que recibió la cum plida respuesta de este autor: ver los detalles
en el documento, donde se alude a la solem ne presencia regia, el protago-
nismodel rey de arm as, y su proclam ación ritual, «nobleza, nobleza, noble­
za. quel muy alto e m uy excelente príncipe e senor nuestro rey ylustra e faze
marques de tal lugar a Fulano», el preceptivo corte de las puntas del estan­
darte para convertido en bandera, el sonido de las trom petas, la com ensalidad
de! nuevo marqués con el rey, la intervención de una com itiva de parientes y
amigos del investido, etc.

— 303 —
E l gobierno de los estados senoriales

Los integrantes de la cûspide nobiliaria rnultipljcaron


topografia del poder, política general y marco cortesano SU
narios militares, vida urbana, etc., pero alcanzaron su e s ^ 0^'
principal de acción y représentation de su posición privil? • *°
y su amplio poder en el âmbito senorial.
El triunfo de la senorialización nobiliaria en la época tras
tâmara produjo una acumulación de dominios en manos d
alta nobleza. Al iniciarse el reinado de Isabel I dicha realidad
parecia haber llegado a su m áximo nivel, en cuanto a su inte
sidad y en lo relativo a su extension geográfica, que, con sen
tido policéntrico. reflejaba el hecho de que, por razones geo
históricas, las fuerzas centrífugas acabaron con el anterior pre
dom inio del tercio norte. A si, los dominios que llegaron a ser
soporte de los correspondientes títulos nobiliarios la Corona
castellanoleonesa. presentaban la siguiente distribution, de nor
te a sur. En el reino de Galicia, la presencia de la alta nobleza
se concretaba, entre otros, en el condado de Lemos, el de
Camina, de los Sotomayor, y el de Monterrey de los Stùniga
En Asturias, Cantabria, y León, los condados de Luna, de los
Quinones, y de Benavente, de los Pimentel, y los marquesados
de Astorga de los Osorio, y de Santillana, de los Mendoza. Más
al este, el condado de Onate, del linaje de Guevara, y entre
Burgos y la frontera navarra el ducado de Frias y el condado de
Haro, de los Velasco, condestables de Castilla, mientras en La
Rioja se situaban el ducado de Nàjera y el condado de Treviiïo,
de los Manrique. En tierras vallisoletanas y en el valle del Duero
se localizaban los condados de Melgar, de los Enriquez. de
Uruena, de los Téllez de Girón, de Valencia de don Juan, de los
Acuna, asi com o el de Paredes, de los Manrique, y en tierras
zamoranas el condado de Alba de Liste, de los Enriquez, a la
vez que, en tierras sorianas y en las cercanias de Guadalajara,
los La Cerda disfrutaban del ducado de Medinaceli. En las co­
marcas salmantina y extremena se situaban los ducados de Alba.
de los Alvarez de Toledo, de Alburquerque, del linaje de La
va y de Plasencia, de los Stùniga, y los condados de Béjar,
este mismo linaje, el de Miranda, de otra rama de los Stû-
a y e| de Medellin. de los Portocarrero. En la Meseta Sur.
comarcas centrales, controladas por la mitra toledana y
Órdenes Militares, existian grandes vacios nobiliario-seno-
" pero la nobleza titulada ténia dominios tanto en el sec-
f centro-oriental — obispados de Cuenca, y Sigüenza— , com o
o c c id e n ta l — reino de Toledo, tierras extremenas— : eran los du­
cados de Escalona, de los Pacheco, Infantado, de los Mendoza.
35Í c o m o los condados de Fuensalida, de los Ayala. Oropesa. de
|0S Alvarez de Toledo. Priego de Cuenca. de los Carrillo de
V je n d o z a , Cifuentes, de los Silva, Buendia de los Acuna, y el
r q u e s a d o de Moya. de Andrés de Cabrera, mientras que en
el s e c t o r meridional de Extremadura. se ubicaban el condado de

peria. de los Suárez de Figueroa. y el de La Puebla del Maestre.


d e los Portocarrero-Cárdenas. En el sureste, el reino de Murcia
y sus prolongaciones hacia la Andalucía oriental albergaban tres
importantes estados nobiliarios, entre los que destaca por sus
p a r t i c u l a r e s circunstancias y su gran extension, el marquesado

de Villena controlado por los Pacheco, y el de los Vêlez, co ­


r r e s p o n d i e n t e a los Fajardo. Por su parte, una poderosa nobleza

titulada andaluza, especialm ente en los reinos de S evilla y


C ó r d o b a , y algo en el de Jaén, controlaba importantes dom i­
nios, con emplazamientos muy significativos, com o la facha­
da atlântica, o la frontera del reino nazari; entre ellos, destacan
el ducado de Medina Sidonia. de los Guzmán, el ducado de
C à d iz , de los Ponce de León, los marquesados de Priego de
Córdoba. de la Casa de Aguilar, y de Gibraleôn, de los Stùniga,
y los condados de Puerto de Santa Maria, de los La Cerda, asi
como los cordobeses de Cabra, de los Fernández de Córdoba,
Palma, de los Portocarrero, y Belalcázar, de los Sotomayor, y
por último, los gienneses de Santisteban del Puerto, de los
Benavides, y Alcaudete de los Fernández de Córdoba. Sabe­
mos, además, que muchos de estos grandes estados de los se ­
nores de título no sólo presentaban un carácter polinuclear,
sino que, además, a menudo estaban ubicados en comarcas

— 305 —
distintas, a veces muy aiejadas; resulta sintomático a este res
to, entre otros casos, el de los titulares del ducado soriano d'
Medinaceli, poseedores, además de un dominio senorial ern6
Baja Andalucia, en torno al condado del Puerto de Santa
ria; en relación con esto, en el caso de Andalucia, por tanto
puede decir que, junto a las casas propiamente andaluzas hubo
numerosos linajes y senores extra-andaluces — como los con
des de Uruena, o los de Miranda del Castanar, entre otros mu
chos— , que hicieron de las tierras méridionales un escenario
complementario de su poder senorial, centrado más al norte
Sin embargo, la gran novedad de este reinado en cuanto al
hecho senorial fue que, con la conquista del reino de Granada
se abrió un nuevo proceso de senorialización nobiliaria en esos
territorios incorporados, según un ritmo acorde con la reorga-
nización del territorio, en el que fueron beneficiários casi to
dos los grandes linajes, en especial los andaluces; entre sus
características estaba el hecho de estar poblados por mudéja-
res — aunque en algunos casos los senores impulsaron tras-
vases de población desde sus otros dom inios senoriales o
su reducida entidad, por lo general — algunos eran mononu-
cleares— , de modo que, para la alta nobleza, fueron más bien
apêndices de sus grandes estados, y, desde su frecuente actitud
absentista, se utilizaron para una estrategia de compraventa,
generando frecuentes câmbios de manos, o fueron destinados a
pagar dotes y compromisos matrimoniales, y, sobre todo, a con­
solidar, mediante mayorazgos de segundogenitura, nuevas lineas
familiares 38. El caso es que en estas comarcas surgieron estados

38. Un claro ejem plo de esto últim o: los senorios de AImuna. Lucar,
Sierro y Suflí concedidos a A lfonso Fernândez de Córdoba. senor de la Casa
de Aguilar. constituyeron la base de un mayorazgo. desgajado del principal,
para su segundogénito, Francisco Pacheco: Q uintanilla Raso, M.3 C.. «La no­
bleza andaluza en la co n q u ista ...», Los Reyes Católicos y G ranada... Las di­
rectrices, m anifestaciones y consecuencias de la senorialización nobiliaria en
el reino de G ranada se pueden seguir a través de publicaciones de diversos au­
tores: entre otros, M.A. Ladero Quesada, J.E. López de Coca, E. Pérez Bo-

— 306 —
senoriales com o soportes de títulos nobiiiarios esp ecífico s,
coitio los marquesados de El Cenete y de Comares, que llega-
r0n a alcanzar pronto el estatus de Grandeza. A si pues, a fina­
l e s del siglo XV, los grandes senores controlaban la mayor parte

del territorio senorializado en la Corona de Castilla.casi la mi-


tad del reino, y más de la tercera parte de sus habitantes 39.
por otra parte, en esta época de transición entre el siglo XV
y p r i n c í p i o s del XVI. el incremento de fuentes — en especial las
d i p l o m á t i c a s — y su mayor expresividad. permiten un conoci-
j n i e n t o más profundo del hecho senorial, en el que se puede rea­

liz a r . incluso, un doble recorrido, d esde las form ulaciones


t e ó r i c a s y el panorama normativo y jurídico, hasta el análisis
e m p í r i c o . En este reinado se com pleto la evolución bajom e­
d ie v a l. según la cual los senorios de la alta nobleza, dejaron de
r e s p o n d e r a un critério de mera yuxtaposición. al convertirse en

v e r d a d e r o s «estados senoriales», polinucleares, organizados se­


g ú n critérios de jerarquización, en torno a un núcleo cabecero.
p e r o con una clara integración de todo el conjunto respecto del
o r g a n i s m o que lo sustentaba, que no era otro que la casa no­
b i l i a r i a 4 0 . Los grandes domínios senoriales castellanoleoneses

yero.y J.M .a Ruiz Povedano, citadas supra. Ver tam bién algunos trabajos de
modernistas, com o Soria Mesa, E.. entre ellos: Senores y oligarcas. Los se ­
norios del Reino de Granada en la E dad M oderna, Granada. 1997, con pun-
tos de vista que no siem pre coinciden con los de los autores citados, com o
he senalado en el trabajo citado supra.
39. Ladero Quesada. M.A.. «Sociedad y poder real en tiem pos de Isa­
bel la Católica», E l m undo social de Isabel la C atólica.... págs. 11-28, en con­
creto. pág. 19.
40. La realidad del estado senorial nobiliario ha sido objeto de atención
en algunos trabajos: Beceiro Pita. I., «Los estados senoriales com o estructu­
ra de poder en la Castilla del siglo XV», R ealidad e im ágenes del p oder. E s­
pana a fin e s de la E d a d M edia, R ucquoi, A., (coord.). V alladolid. 1988.
págs. 293-323. He tratado el tem a extensam ente en una publicación recien-
te, sobre la esencia del poder senorial, asum ido por la alta nobleza, y exhibi-
do a través de m ensajes e imágenes, en su dim ension de ritualidad, y en cuya

— 307 —
al término del siglo X V com ponian un conjunto de es»
imbricados en el sistem a politico monárquico, en |os qug0*
poder nobiliario se situaba en un sistema de concurrenci- ^
el con cejo, y. sobre todo, con el poder regio. En el àmh°n
concejil, su personal politico trataba de mantener el pulso h °
la presiôn senorial. y en ocasiones, los habitantes advertian a i°
senores de su triple condicion de súbditos regios y vecinos ade
más de ser vasallos del sen orío41. Por su parte, la m on arquiã
irataba de mantener el respeto a las regalias, asi com o la oblj
gaciôn de guardar el «servicio regio». Pero. en la práctica los
titulares de los grandes estados senoriales lograron. por (0 ge
neral, situarse por encima de esas dos instancias de poder
La pauta general por parte de los senores de título consis­
tió en actuar com o gobernantes de sus estados, comprometidos
con el servicio divino, y a veces hacían explicita la atención al
i-nterés del concejo y vecinos. pero no solían hacer referencia a
su compromiso para con la Corona 42. Entre las estrategias u ti-

expresiôn m ostraban sus estrateguas adecuadas para aparecer como instancia


actuante superior: Q uintanilla Raso. M .a C., «El estado senorial nobiliario
com o espacio de poder en la C astilla bajom edieval». Los espacios de poder
en La Espana M edieval, XII Sem ana de Estudios Medievales Nájera 2001
Logrono, 2002. págs. 245-314.
41. Asi, los habitantes de la villa cordobesa de Montemayor. en la toma
de posesión del senorío, literalm ente: «juraron de guardar todavia el serviçio
del rey nuestro senor e del dicho su senor. e el pro e bien com un de la dicha
villa e de la republica e juridiçion e term inos délia». AHN, Nobleza, Frias.
1.340 nùm. 5, fechado en 1459.
42. Veamos un ejemplo: el conde de Uruena, en unas normas dadas para
su senorío de Puebla de Cazalla. aludia a la necesidad de, literalmente, «pro­
veer en las cosas del seruiçio de Dios nuestro Sennor, e bien e pro del dicho
eonçejo. e de mi hazienda: «O rdenanzas de Puebla de Cazalla del conde de
Uruena, Osuna. 20 febrero 1508. AHN.. Nobleza. Osuna. editadas por Pardo
Rodriguez. M.a L. «Las ordenanzas de Puebla de Cazalla». / / Congreso de H
d e A ndalucia. A ndalucia M edieval. I. Córdoba, 1994, págs. 197-203. título I,
pág. 199. En la villa onubense de Cartaya, el senor dirigia un mandato a los
oficiales muy sim ilar al anterior: «todos juntos, m irando solamente al seruiçio

— 308 —
1 „Has en las relaciones con sus vasallos destaca la tendencia
adm>n'strar su propia presencia física, mediante la visita se-
a 3 al con un senl'do de cercania protectora, y. al tiem-
n° de control e intimidación 43. Respecto a la oligarquia local,
P ^ 'liz a b a n pr0cedimientos alternativos: bien introduciendo en
U senorios a gentes del entorno clientelar de su casa. o. por el
trario , incluyendo entre su clientela a algunos vecinos ele-
c°. s a [os que se situaba bajo su órbita 44.
E s tá demostrado que los grandes senores mantuvieron, en
I reinado isabelino. su interés por la propiedad de tierras.
niendo en práctica un com plejo y concienzudo sistema de
jd q u is ic ió n . mediante trueques. y compras, incluso a sus pro-
• s vasallos, y desarrollando prácticas abusivas, que la propia
înonarquia tuvo que condenar. Asi, en un interesante docu­
m ento, en mayo de 1492, los reyes denunciaban los abusos de
trece senores cordobeses, que compraban tierras. sobre las que
luego ejercian su jurisdicción:

A N o s e s f e c h a r e la c ió n ...c o m p ra y s a lg u n o s h e r e d a m ie n to s ...
ç e rc a d e l o s l i n d e r o s d e v u e s t r a s v i l l a s e l o g a r e s . . . p o c o a p o c o
p r o c u r a i s d e a p r o p i a r la j u r i d i ç i o n e s e n o r i o d e l o s d i c h o s
h e r e d a m ie n to s ... e p o r s e r c o m o s o is c a b a lle r o s e p e r s o n a s p o ­
d e ro s a s n o a y q u ie n lo c o n t r a d i g a ... m a n d a m o s q u e d e a q u i

de Dios e a mi honrra e pro desta dicha mi villa platiquen e ordenen las co­
sas que convinieren a mi seruiçio e al bien publico», en las ordenanzas que
édité, con un am plio estudio introductorio, « La reglam entación de una villa
de senorio...» en concreto, las de 1509, título V.
43. La visita, con sus aspectos y ritos propagandísticos, com binando la
dominación-persuasión, el control y el paternalism o, está escasam ente docu­
mentada para el período medieval, pero sirven de referencia algunos testim o­
nios posteriores: Quintanilla Raso, \1 . C., «El estado se norial...», pág. 293.
nota 101.
44. Ver, a propósito. Beceiro Pita. I.. «Las redes de la oligarquia en los te-
rritorios de senorio: la élites de Benavente y su entomo», E l condado de Bena­
vente. Relaciones Hispano-Ponuguesas en la Baja Edad Media. Benavente, 2000.
págs. 199-214.

— 309 —
adelante... non compreys nin sean osados de vos las vender ^
trocar nin cambiar... sopena que perdays todo lo auP n'n
Y COrr>
praredes e el preçio que por ello dieredes 45.

La capacidad de gobierno. expresada a través d e manda-


m ientos. instrucciones. requerimientos. provisiones o cartas
revela la importancia de las cancillerias senoriales, documen'
tadas en los grandes dom inios nobiiiarios de f i n e s d e l sigi(J
XV 46. Una de las manifestaciones más representativas e n este
período fueron los esplêndidos conjuntos de o r d e n a n z a s , que
de acuerdo con la iniciativa, la entidad de los temas, y e| d e s­
tino de las penas pecuniarias. respondían a tres tipos, desde las
surgidas a instancias del concejo. a las producidas por acuer­
do e intereses conjuntos del senor y la villa. y las p ro p ia m e n -
te senoriales, en las que la instancia senorial solía recurrir,
com o argumentos motivadores, a los conceptos r e t ó r i c o s del
«servicio divino» y el «bien com ún» de los vecinos, aunque
no dudaba en anadir su propio interés4'. Además, el aparato

45. AGS., RGS. Santa Fe, 4 de m ayo de 1492, foi. 269. Hace unos anos
abordé esta cuestión en el siguiente trabajo: Q uintanilla Raso. M.“C., «Pro-
piedades y derechos en los senorios nobiiiarios cordobeses de la Baja Edad
M edia. Nuevas interpretaciones», H ID . 24 1997), págs. 291-414.
46. Un análisis de la form ulación del ejercicio del poder gubernativo
senorial a través de sus docum entos en el artículo de Pardo Rodriguez, M.1
L., «La ‘P o testas’ senorial: los docum entos de m andato del condado de Me-
dinaceli. Senorio y feudalism o en la Península Ib érica ... págs. 107-133. Y a
propósito del desarrollo cancilleresco por parte de las grandes casas nobles,
de esta m ism a autora: «La D iplom ática senorial en la Corona de Castilla»,
A E M . 22 (1992), págs. 233-246; tam bién la ponencia de Sanz, M.“ J„ «Can­
cillerias senoriales», La Nobleza pen in su la r en la E dad M edia. VI Congreso
de E studios M edievales. Fundaciôn Sánchez-A lbornoz, 1999, págs. 325-341.
47. He tenido ocasión de abordar el tem a en «O rdenanzas municipales
de C anete de las Torres (Córdoba)». H ID 2(1975). págs. 483-521. que cons-
tituyen un ejem plo muy claro de iniciativa concejil; también en «La Casa se­
norial de Benavides en Andalucía», HID 3 (1976). págs. 441-484, que contiene
la transcripción y análisis de las del senorio giennense de Santisteban del Puerto,
perteneciente al condado de este nom bre, de los Benavides: y, por último, en

— 310 —
L oobierno de los grandes senores era cada vez mas nutrido
^ uaüficac*0, con destacada presencia de oficiales del entor-
* seiiorial, com o el alcalde mayor, corregidor o justicia ma-
r q u e P r° y e c t a b a n d e f ° rm a muy efectiva la sombra del
W?Lr spnorial sobre el âmbito local, y en este reinado, se dé­
jà incluso, especialm ente en las grandes casas, la presen-
j. de un «consejo senorial» 48. Los senores se reservaban el
derecho de intervención en la designación de los ofiçios más
d estacad os, y fijaban los requisitos para ser incluidos en la nô-
tnjna de oficiales, proyectando en este asunto claramente sus
intereses 49. En este período, además, se fue im poniendo el
«juicio de residencia». elem ento de control aplicado especial­
mente a quienes desempenaban cargos de mayor trascenden­
cia. como los alcaides, y los alcaides de las fortalezas, que
solian ensanchar sus com petencias de forma abusiva50.

un estudio sobre un am plio conjunto del senorío onubense de Cartaya. inte­


grado en el m arquesado de Gibraleón. de los Stúniga, «La reglam entación de
una villa de se n o río ...» .
48. Sobre todo en las grandes Casas: en un docum ento de los Mendoza
senores del Infantado. de 1483. en el que. acerca de las cuentas tom adas por
el receptor, el senor disponia, se dice textualm ente, que «lo lieven ante los del
mi C o n s e jo para que ellos lo vean e exam inen e me fagan relación de ello»:
Sánchez Prieto. A.B.. L a Casa d e l Infantado (1350-1531). R elaciones p o lí­
t i c a s , p o d er social, y organización d e l lin a je, Tesis doctoral, Universidad

Complutense. 1994, doc. 55: un extracto de la obra ha sido publicado con el


sig u ien te título: La Casa d e M endoza hasta e l tercer duque del Infantado
(1350-1531). M adrid. 2001.
49. Por ejem plo. las ordenanzas del senorío giennense de Santisteban
del Puerto indicaban. com o otras m uchas, que debian tener la condicion de
caballeros. pero, en cam bio, las referentes a Cartaya, localidad m arítim a onu­
bense, especificaban la obligatoriedad de ser propietarios de carabelas, o te­
ner participación en ellas, lo que se iden tifica con el d eseo se n o rial de
fomentar el com ercio y la pesca. Ver para m ás detalles, la transcripciones y
los estudios de am bos ejem plos que hice, citados supra.
50. Tuve ocasión de conocer este aspecto, a partir de los estudios de orde­
nanzas citados supra: «La Casa senorial de Benavides...», y en las de Cartaya.
concretamente en las de 1509, título XI. que trata especificamente «Sobre la re­
sidencia de los alcalldes»: «La reglamentación de una villa de senorío...».

— 311 —
El poder jurisdiccional significo para los grandes se'
del reinado isabelino una de las bases más sólidas y ren ^
tativas del ejercicio del poder, representado icónicamente
la horca y la picota51. Pero la administración de justicia
senorío presentaba. al menos en teoria, tres niveles: el nrj ^
correspondia a los oficiales de rango local, los alcaldes ord
rios, de los que se pasaba a la instancia senorial. y, posteriormen
te. mediante alzada. a la «mayoria de justicia», correspondiei °
nte
a la monarquia52. Tal vez los jueces locales pudieron actuar. a
veces. al margen del poder senorial. pero su actuación quedô
sujeta. com o hemos dicho, al juicio de residencia, de modo que
la impresión general es que se trataba de una justicia local, con
cierta capacidad de acción y d écision , pero intervenida. en

51. Asi se refleja en las tom as de posesion de los senorios, con todo su
sim bolism o ritual, en el que se daba cabida a decisiones y gestos jud iciales
por parte del senor. He abordado recientem ente la cuestión del e je rc ic io de la
capacidad jurisdiccional por los grandes senores: Quintanilla Raso, M * C
«Vertebración del poder y lógica senorial: la justicia en los estados nobiliarios
de la Baja Edad Media castellana». Os Reinos Ibéricos na Idade Media, Pono
2003, págs. 955-966.
52. La expresiôn textual en la donación regia de un senorio era la si­
guiente: «dam os vos en donación la nuestra villa de Aguylar de la Frontera.
con la ju stiçia civil et crim inal e m ero e m ixto imperio, et con la juridiçion
alta e baxa. et con el senorio de la dicha villa. ..e t si se m enguare la justiçia
la m andem os Nos com plir: tom ado del A(rchivo) D(ucal) (de) M(edinaceli),
Privilegio Rodado núm. 43, fechado en Sevilla, 30 de julio de 1370 otorgada
por Enrique II a G onzalo Fernández de Córdoba. La posición de la monar­
quia com o instancia superior en la justicia de los estados senoriales, se incluía,
ya desde A lfonso XI. en las cláusulas de retención de la Corona, expresadas
habitualm ente asi: «et retenem os para Nos las alçadas, e moneda forera...et
m ineras de oro e de p lata...et la justiçia, si la m enguaredes vos o el que la
oviere de fazer por vos, que la m andem os Nos com plir»: ADM. Privilegio
Rodado núm. 27, por el que Alfonso XI, el 28 de septiembre de 1336, conce-
dió el senorio jurisdiccional de Cheles (Badajoz) a Juan Alfonso de Benavides.
Sobre la preem inencia de la m onarquia en m ateria de justicia tratô hace anos
Bermejo, J.L.. «Mayoria de justicia del rey y jurisdicciones senoriales en la Baja
Edad M edia castellana». / Jornadas de M etodologia Aplicada de las Ciencias
Históricas. Santiago de Compostela. 1975. II. págs. 191-206.

— 312 —
a y o r o menor grado, por la instancia senorial. Además, los
andes senores hacían sentir su poder a través de un conjun-
o f i c i a l e s designados directamente de entre su entorno,
orno los alcaides, que por ello solian ser denunciados por los
vecinos ante la autoridad senorial, que mostraba con ellos gran
^ p l i c i d a d 53; y, sobre todo sobresalía la figura del alcalde
mayor o justicia mayor, grandes oficiales, con una sólida for-
fliación. por lo general54. En la práctica, todo indica que los ti­
tulares de los grandes estados senoriales acabaron imponiendo
un mecanismo de triple nivel, en el que, en la práctica, los
vasallos dificilmente podian apelar a la Corona — según se des­
prende de las numerosas quejas presentadas en este reinado por
los vasallos de los estados senoriales— , de modo que, partien-
do de los alcaides ordinários, se llegaba luego al alcalde mayor,
primero, y finalmente a la décision senorial55.

53. Sãnchez Prieto, A.B., La Casa del In fantado... doc. 66, que con-
tiene unas ordenanzas específicas sobre la alcaidía del senorio de Manzanares,
e s ta b le c id a s en 1498 por el duque del Infantado, ante las quejas de los habi­
tantes. entre otros aspectos, por su intromisión en las cuestiones judiciales, por
|o que se dirigían al senor en los siguientes térm inos: «suplicam os a vuestra
senoria no m ande proveer ni dar ofiçio de justiçia a los dichos alcaydes...pues
sabe que es prohibido por las leyes de estos reynos».
54. El senorio de Alba de Tormes es uno de los lugares donde más pron­
to se documenta: M onsalvo Antón, J. V1.a, El sistem a político concejil; el ejem­
plo del senorio m edieval de A lba de Tormes y su concejo de villa y tierra.
Salamanca, 1988. En Ia confluência entre los dos planos de la ju stic ia se
situaban los ju eces de apelaciones, o los procuradores, nom brados po r los
senores, por lo general, a instancias de sus vasallos. Se docum entan jueces
de apelaciones. entre otros muchos estados, en el condado de Buendía: Riesco
de Iturri, B„ Nobleza y senorios en la Castilla centro-oriental en la B aja Edad
Media, Tesis doctoral, Universidad C om plutense, 1996, pág. 1056. En cuan-
to a los procuradores, aparecen en las ordenanzas de C artaya: Q uintanilla
Raso, M C . , «La reglam entación de una villa de se n o rio ...» .
55. En las disposiciones de Don Rodrigo Ponce de León, en su senorio
de Chipiona la gradación se fijaba asi: «Prim eram ente que el alcayde e alcalde
mayor de mi lugar de Chipiona no conosca por prim era instançia de cabsa al­
guna çevil ni crem inalm ente, salvo los alcalldes o rdinários...e que de los di­
chos alcalldes ordinários puedan apelar los que se sintieren agraviados ante el

— 313 —
Las facultades gubernativas constituian una im portan t' •
fuente de ingresos en el conjunto patrimonial, y eran una5'?13
taforma básica para la estructura de la hacienda a lto n o b ir •
El fortalecimiento del patrimonio se fundamento so b r e bas*
cada vez más diversificadas: gestion de sus propiedades
rritoriales inmuebles, etc.— . percepción de ingresos por libran
za con cargo a la hacienda regia. — sueldos. juros, e tc j"
capacidad fiscal senorial. junto a la apropiación, en su s seno­
rios. de otras rentas, en especial rentas reales. Fruto de todo ello
era la elevada rentabilidad que estas grandes casas c o n se g u ia n
anualmente, y sobre las que se pueden realizar algunas aprox"
maciones, situândolas en distintos niveles, entre los 6 0 .0 0 0 v los
12.000 ducados56.
R especto al modo en que los senores de título organiza
ron sus haciendas senoriales, se refleja su especial habilidad
para aumentar los ingresos procedentes de las denominadas
«rentas antiguas», sueldos y mercedes regias, benefícios de­
rivados de sus propiedades, «pechos» vasallâticos tradiciona-

dicho alcayde como alcalde mayor, de las quales cabsas el solamente pueda
conocer en grado de apelación, e non en otra manera como dicho es», para aca­
bar finalmente, con la apelación ante el senor «e si del dicho alcayde e alcalde
m ayor alguna de las partes se sintiere agraviada, que apele ante mi.» a que se
hace referencia en el texto: Franco Silva, A., «La organización municipal de
Chipiona a través de sus ordenanzas». Estudios sobre ordenanzas municipales
(siglos X IV y XV), Cádiz. 1998. págs. 247-287. y en concreto, pág. 273.
56. La cifra superior era la estimación de la renta anual del duque de Frias,
el conde de Benavente, y el de Cabra; 55.000 se atribuian al duque de Medina
Sidonia; se cifraban en 50.000 los que obtenian el duque del Infantado; y en
40.000 los duques de Alba y Béjar y el m arqués de Priego, mientras que los ti­
tulares de los ducados de Nájera, Medinaceli y M aqueday los marqueses de Los
Vêlez y de El Cenete alcanzaban los 30.000, y, por debajo se situaban el con­
de de M iranda del Castanar. con 20.000, el marqués de M ondéjarcon 15.000,
y los marqueses de Aguilar de Campoo y de Comares y el conde de Lemos. con
12.000. Son datos procedentes de la obra de Marineo Siculo, L .D e las cosas
mém orables de Espana, 1539, fol. XXIII. en el apartado siguiente: «Quéda-
nos agora por dezir de los grandes de Espana y de la renta que tiene cada uno».

— 314 —
les en sus senorios etc., con la obtención de «rentas nuevas»,
' derivaban de su introduction en las nuevas corrientes eco-
nórnicas centradas en las relaciones mercantiles y el sector ser­
v i c e s , y- adem ás, de su tendencia a la apropiación de los
jngresos procedentes otras esferas de fiscal idad en sus senorios,
rentas concejiles, diezmos eclesiásticos y, especialmente, ren­
ias r e a l e s 57. Como realidades específicas de este reinado cabe
sen alar. por un lado, la tendencia a seguir apropiándose de ren-
(3S r e a le s . Asi, no faltan noticias de donaciones específicas, por
parte de los monarcas, a los grandes senores, de ciertos dere­
ch os regios, com o, por ejemplo, las tercias58. Y, además, la or­
den de que los su eld os y acostam ientos se situaran en las
a lc a b a la s y las tercias de sus correspondientes senorios, una
práctica que perpetuaba la peligrosa confusion entre su dere­
cho a percibir ingresos de la hacienda regia y su tendencia a
q u ed a rse directamente con las rentas reales de sus dom inios,
partiô, en ocasiones, de la propia reina:

E los mrs. que cada uno dellos ouiere de haber según se con-
tiene en esta dicha nomina libradselos este presente ano... y
dende en adelante en cada un ano en las rentas de las mis
alcaualas y tercias y otros pechos y derechos de las villas y
I lugares solariegos de los dichos caualleros e personas susodi-
chas... e si caso fuere quel dicho Rey mi senor e yo man-
dáremos librar a los dichos caualleros y personas este dicho
ario o de aqui adelante en algun ano algunas contias de mrs.
para aiuda a sus costas, los taies mrs. les librad en las rentas

57. Interesada en la cuestión desde hace tiempo. tuve oportunidad de es-


tudiar la política hacendistica puesta en práctica por los grandes nobles caste­
llano-leoneses en el siglo XV: «Haciendas senoriales nobiliarias en el reino de
Castilla a fines de la Edad Media», Historia de la Hacienda Espanola. Épocas
antiguay medieval, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1982, págs. 767-798.
58. Entre otros testim onios. ver la m erced co ncedida a E nrique E n­
riquez, m ayordomo m ayor del rey. para él y sus sucesores. de las tercias de
su villa de Villodra, en el obispado de León: AGS. RGS, RG S, 30 abril 1494,
Medina del Campo, fol. 26.

— 315 —
de las mismas alcaualas y terçias y otros mis p e c h o s
chos de las dichas villas y lugares solariegos59.

Otra novedad respecto de las fuentes de ingresos de la


nobleza en este reinado lo representa su posicipn resoe t
los bienes y deudas correspondientes a los judios; de un lad
se trataba de los bienes que les eran confiscados por los ■’
bunales inquisitoriales, y, sobre todo, de las haciendas h •
das por los expulsados por el decreto isabelino de I 492 E
este caso, el deseo de la monarquia de compensar las consi
guientes pérdidas que para los senores significaba la salida de
los judios de los dom inios nobiiiarios, se sumô al interés de
los grandes nobles por obtener benefícios diversos, a cuenta
del com plejo proceso de gestion de las deudas a los hebreos
y el destino de sus propiedades abandonadas al partir60

P ara f in a l iz a r

Lejos ya de la interpretación del reinado isabelino como


un período antinobiliario, conviene observar la complejidad de
la postura regia de Isabel I en sus relaciones con los grandes
nobles, que se pone de relieve, entre otros testimonios, en su
propio testamento, En ese momento final, la reina, que, por un
lado, habia tomado ciertas decisiones relacionadas con el con­
trol de los derechos de la alta nobleza, se sintiô obligada a ex-
p licarlas61. Pero, por otro lado, reconocia su consentimiento

59. Asi se lee en el docum ento citado en nota 8: RAH, Salazar y Cas­
tro. M-23, fol. 161 supra.
60. En estos mom entos preparo un trabajo de investigación acerca de
la posición de los senores de título en relacion con el com plejo proceso de
gestion de los bienes y deudas de los judios, con motivo de su expulsion.
61. Asi lo hacían. por ejem plo. al instara que el marquesado de Villena
perm aneciera en manos de la princesa Juana y su marido, sin enajenar, al tiem­
po que justificaba la incorporación a la Corona de la ciudad de Gibraltar, que

— 316 —
r
I pecto de las am biciones de los grandes senores, lo que tra-
taba de remediar en el futuro, incluyendo, además. expresiones
ytQcensura, en las que se ponía de relieve su preocupación.
, jnluir los comportamientos altonobiliarios encam inados al
j^cirniento desmedido de su poder, presagiando asi la inesta-
jlidad que estallaría en la relación nobleza-monarquia a su
diuerte. Sus disposiciones al respecto se centraban en dos he-
chos de gran importancia. Uno se referia al indebido cobro de
a lc a b a la s y rentas reales en sus senorios, com o consecuencia
de la propia tolerancia regia:

Otrosi... despues que yo sucedi en estos mis Reynos e Seno­


rios, yo he tolerado tácitamente que algunos Grandes e Caba-
lleros e personas dellos hayan llevado las alcabalas e tercias
e pechos e derechos pertenecientes a la Corona e patrimonio
Real de los dichos mis Reynos en sus lugares e tierras, e dado
licencia de palabra a algunos dellos para las llevar por los ser­
vidos que me ficieron... por la presente, por descargo de mi
consciência digo e declaro que todo lo tolerado por mi cerca
de lo susodicho no pare juicio a la dicha Corona E Patrimo­
nio R eal...e de mi propio motu e cierta ciência e poderio Real
absoluto de que en esta parte quiero usar e uso, revoco, caso
anulo e do por ninguno e de ningún valor e efeto la dicha to­
lerancia e licencia... e por hacer merçed les hago merced e
donación de lo que dello fasta aqui han llevado para que non
les sea pedido ni demandado 62.

había sido concedida por Enrique IV al duque de Medina Sidonia; y po r otra


parte, respecto a los senorios otorgados al m arqués de M oya, y al duque de
Alba, respectivam ente en tierras de Segovia y de Ávila, provocando las pro­
testas de am bas ciudades, ordenaba que fueran sustituidos por senorios en el
nuevo reino de Granada: ver la edición de Ballesteros G aibrois, M., L a obra
de Isabel la C atólica, Segovia. 1953, doc. XIV, págs. 371-400, en concreto,
págs. 377-79.
62. Ibidem , págs. 380-381. En este punto conviene recordar el testim o­
nio visto supra, por el que la reina ordenaba situar el pago de acostam ientos
sobre las rentas reales de los senorios.

— 317 —
Y el otro se relacionaba con algo a lo que la reina conce
dia extraordinaria importancia, com o era la obstaculizaciôn dè
la «mayoria de justicia» regia en los estados senoriales, cuyos
duenos impedian a los vasallos la apelación a la justicia rëa]
una práctica reconocida en su testamento com o bastante fre
cuente. y considerada com o grave perjuicio para la Corona-
Item por quanto yo hobe sido informada que algunos Grandes
e Caballeros e personas de los dichos mis Reynos e senorios
por formas e maneras exquisitas que non viniesen a nuestrà
noticia, impedian a los vecinos e moradores de sus lugares e
tierras que apelasen dellos e de sus justicias para ante Nos e
nuestra chancillerias, como eran obligados... por ende, p0r
descargo de mi consciência, digo e declaro que si algo de lo
susodicho ha quedado por remediar ha sido por non haber ve-
nido a mi noticia63.

En definitiva, los grandes nobles fueron destinatarios de


una ambivalente política isabelina. que com binó la firmeza
con la tolerancia. Por eso, conviene tener en cuenta que, a lo
largo de su gobierno, se legitimaron los critérios aristocráti­
cos de organización social y, la vez, se impulsó el definitivo
engrandecim iento de las más importantes casas nobiliarias
castellanoleonesas. Una buena muestra de ello es el hecho de
que, durante su reinado, según se ha senalado, se impulsó la
concesión de títulos nobiliarios con los que muchos de ellos
ascendieron a la cima; al m ism o tiempo, Isabel I consagro la
formula de tratamiento de parentesco simulado, aplicado a los
miembros más destacados de entre la alta nobleza, establecién-
dose ya, por parte de la monarquia, una distinción entre el gra­
do de «pariente», destinado a los senores de título, en general,
y el más cercano de «primo». Este último, mucho más restrin­
gido. en el fondo, se iba identificando con el concepto y la rea­
lidad de la Grandeza, que acabaria de cobrar su verdadera

63. Testam ento, cit. supra, pág. 381.

— 318 —
entidad en los inicios de la época moderna, com o una condi-
cjón superior, a la que accedieron algunas casas nobles esco-
das, definitivamente, que podrían asi sentir asi la cercania
irnbólica y representativa de los monarcas, convertidos en sus
«parientes m ayores», y gozar de un estatus de dignidad y ho­
nor que se subrayaba con una com pleja gestualidad propia y
excluyente64.

T ítu lo s con G ra n d e za a co m ie n z o s del


rein ad o de C a rlo s I

Condados; 6
k Ducados; U □ Ducados
■ M arquesados
□ Condados
M arquesados; 8

64. He tenido oportunidad de estudiar el tem a de los orígenes de la


Grandeza en la sociedad política medieval, en un extenso trabajo que se pu­
blicará dentro de un libro colectivo, citado supra, nota 29: Títulos. Grandes
del reino y G randeza...

— 319 —
EL PR O C ESO DE E N G R A N D E C IM IE N T O
N O BILIA R IO EN LA C A ST IL L A M E D IEV A L:
DE LO S T R A ST Á M A R A A L IM PERIO

Pr eâ m bulo

D eseo iniciar mi intervención con unas palabras de agra-


decimiento a los organizadores de las presentes Jornadas, por
h a b e r m e ofrecido la oportunidad de presentar, en esta ponen-
cia. algunas reflexiones, ideas y datos acerca de un tema nodal,
c o m o es el origen, alcance y trascendencia del engrandeci­
miento nobiliario en la sociedad política castellana en la tar­
dia Edad Media.
Durante el período bajomedieval, resulta evidente la sólida
posición de la nobleza castellanoleonesa en el panorama no­
biliario hispano (Gerbet, M.C.; Ladero Quesada, M .A., 1996;
Quintanilla Raso, M.ã C.. 1999). En la Corona de Castilla. el
grupo noble experimentó un importante proceso de consolida-
ciôn, en el que se pueden senalar com o algunas de las senas
más identificativas la obtención de Títulos nobiliarios, y el
logro de un estatus de preeminencia en la sociedad política,
como Grandes del reino. En la presente intervención se reali­
za la valoración de esta doble realidad, desde la posición de
la nobleza Titulada, al finalizar el M edievo. para concluir en
los inicios de la Modernidad, cuando la monarquia decidió
situarse en el centro de gravedad de Títulos y Grandes, para
seleccionar a aquellas casas nobles capaces de asumir y repre­
sentar el estatus de la Grandeza.
Partiendo del conocim iento historiogràfico sobre la real'
dad de la nobleza castellana bajomedieval (Quintanilla R
M .a C.. 1984; 1990; 1997; Sanz Cuesta. M., Rubio Liniers'
M.C. y Garcia Hernán. D.), he planteado esta intervención ' ’
detenerme en el âmbito de los particularismos, sino tratand
de aplicar un sentido panorâmico al tratamiento de un tem
que. pese a su extraordinario interés en el âmbito de los estu
dios nobiliarios, y en el marco de la sociedad política, no ha
bía sido abordado en profundidad por parte del medievalismo
científico hasta el momento(Quintanilla Raso. M.a C.. 2006 )

S e n o r e s d e t í t u l o en l a C a s t i l l a b a jo m e d ie v a l

Caracterización y jerarquización de los títulos nobiliarios

Diversas fuentes jurídicas y tratadísticas, que, sobre ma­


téria de alta nobleza, se escribieron entre el medievo y la mo-
dernidad, servirán para plantear esta cuestión.
Una de las primeras m uestras de conceptualización y
jerarquización de los títulos que ostentaba la nobleza castella­
na se encuentra en las «Siete Partidas» (ed. de G. López). Por
un lado, en dicho texto — II P. tít. I. ley XI— se establece una
tipificación genérica, aplicable a todos los Títulos en general,
y basada en el ejercicio del senorío, mantenido dentro de un
linaje, por transmisiôn hereditaria. Y. al m ism o tiempo se se-
nalan las notas distintivas de cada uno de ellos.
La condición superior se identificaba con el título de Du­
que, al que se otorgaba una notoria antigüedad, vinculado a la
décision del poder político, que lo atribuía a quien tenía ca­
pacidad para el mando militar , sin faltar la alusión al otro de
los rasgos principales: el dom inio de grandes territorios, con­
cedidos por el poder político central:

Duque tanto quiere dezir como cabdillo guiador de hueste, que


tomo este oficio antiguamente de mano del Emperador. E por
oficio que era mucho honrrado, heredaron los Emperado-
e ste
a los que los tenian, de grandes tierras que son agora 11a-
res
mados ducados.

A continuación, se hacia referencia a la dignidad de Con­


d e, de la que se destaca la cercania al gobernante, en algunos
c a s o s con presencia continuada en palacio, el desem peno de
servicios regios constantes, y, al m ism o tiempo el gobierno y
c o n tr o l de los territorios condales:

Conde, tanto quiere dezir, como companero que acompana


cotidianamente al Emperador, o al Rey faziendole seruicio
senalado; e algunos condes auia a que llamauan Palatinos que
muestra tanto como condes de Palacio, por que en aquel logar
los acompaiïauan. e les fazian seruicio continuamente, e los
heredamientos que fueron dados a estos oficiales son llama-
dos condados.

La tercera posición la ocupaba el Marquesado, el título de


más reciente aparición en la Corona de Castilla. La responsa-
bilidad de la defensa de una comarca fronteriza parece ser su
nota definitoria basculando, asi, sobre dos de las claves esen-
ciales de la nobleza magnaticia: las altas responsabilidades
militares, propias de su esencia nobiliaria, y el dominio de te­
rritorios: «Marques tanto quiere dezir com o Senor de alguna
gran tierra que esta en comarca de reynos» .
Hay que subrayar, además, que en el texto se establece un
evidente paralelism o entre la monarquia y la nobleza en su
condición de senores: «E deuen usar ... de su poderio dere-
chamente en las tierras que son Senores, en aquella manera,
que en las leyes de suso dixim os que lo han de fazer los Em-
peradores, e los R eyes».
Establecida ya esta caracterización. hay que avanzar hasta
el inicio de la dinastia Trastámara para encontrar un despliegue
de la nobleza titulada. El incremento de los senores de título,
en especial en el siglo XV, despertô el interés de los autores que
asumieron la tarea de definir su esencia y sus prerrogativas. En

— 323 —
este contexto, contamos con un claro ejemplo de estrecha co
nexión entre teoria y realidad, referido a la concesión del Du
cado de Medina Sidonia, que se convirtió en objeto de análisis
detallado por parte de uno de los autores más sobresalientes de
este período, el hidalgo cordobés Juan de Mena. (Mena, J. de)
Su conocido «Tratado sobre el titulo de Duque» (ed L
Vasvari) está dedicado a la dignidad otorgada en febrero de
1445 por Juan II, al tercer conde de Niebla. nacido en 1410. qUe
murió com o primer duque de Medina Sidonia en diciembre de
1468. La concesión del Ducado debió constituir un hito impor­
tante en el panorama de la cúpula nobiliaria, y en el sentir ge­
neral de la sociedad política de su época. Interesa senalar. a este
respecto, el sentido «didáctico» de la obra, además de su carác­
ter panegírico. En la definición del título. Mena establecía una
triple tipologia: los «duques por sucessión» — adquirido por
herencia— , «duques por creacion» — obtenido por privilegio
r e a l— , y un tercer tipo de carácter temporal y electivo, los «du­
ques por eiección» con el que hacia referencia al caso de los
gobiernos ducales de las ciudades italianas.
Entre las prerrogativas inherentes a dicha condición, se
establece en la obra el derecho de utilizar un modelo especí­
fico de corona, el «ducissim o», com o sím bolo dignificante, y,
en cuanto a las ensenas, afirmaba, literalmente, que

los duques por creación pueden traher vandera sin puntas,


quadrada de todas quatro partes, la qual non tiene otra dife­
rencia del pendón real, salvo ser menor que él, en la qual
deven traher sus armas.

Además, en relación con el «riepto e desafio», se atribuye


a los duques de sangre un privilegio, en principio reservado a
la monarquia, la presidencia — al menos, en caso de persona­
jes extranjeros— , y algo similar sucede en el caso de la facul­
tad regia para armar caballero, que Mena aplicaba a los Duques
de sangre y de privilegio, los cuales podían, a alguno de sus
«criados», literalmente, «armarlo cavallero e darle nuevo escudo
de armas», aunque debían solicitar la confirmación al rey.

— 324 —
Al finalizar su tratado, instaba este autor, además, a los
puques, a ejercer, en calidad de delegados de reyes o empe-
r a d o r e s , el control de los territorios que les correspondian.
ç a b e senalar la insistência del autor acerca de la excelencia

del título Ducal y su proximidad a la autoridad monárquica,


lle g a n d o a afirmar que, en ocasiones, dicho Título se prefirió,
in c lu s o , al monárquico, en especial con ocasión de los acon-
tecimientos militares, en que los reyes llegaron a adoptar el de
«duque», com o en el caso de Agam enón, frente a M enelao,
« p o r mayor excellen cia e auctoridad». En consonancia con
e llo , finalmente, los Duques eran merecedores del derecho a
ver sus gestas narradas, una idea que desprende elitism o, y un
c l a r o sentido de propaganda y publicitaciôn.
En la segunda mitad del siglo XV, en el âmbito de la defini-
ciôn de los modelos jerárquicos altonobiliarios, destaca la presen­
cia de otro autor que se convirtiô en referente fundamental para
todo lo concemiente a la nobleza titulada: Diego de Valera. Su
doctrina nobiliaria se plasmô en su «Espejo de verdadera noble­
za», escrito hacia 1441, pero en esta ocasión, nos interesa espe­
cialmente el «Cérémonial de Príncipes» (Valera. D. de). En sus
diecisiete folios, se contiene una interesante reflexión acerca de
la entidad de los títulos de nobleza. en la que el autor daba rien-
d a suelta al bagaje de conocimientos y experiencias logrado en
su activa vida, que le llevó a distintos reinos, cuya realidad mos­
tro ilustrando su tratado con ejemplos de nobleza titulada de otros
âmbitos, al tiempo que se remontaba a épocas pasadas. Entre to­
das las autoridades a que recurrió, sobresale Sassoferrato, cuyo
«Tractatus de insignis et armis» (Sassoferrato, B.) penetrô con
fuerza en un amplio sector de la tratadistica castellana, de la que
dicho autor fue su máximo exponente (Rodríguez Velasco, J.).
En la obra de Valera, destaca una jerarquización de los tí­
tulos que difiere de la establecida en las Partidas, ya que aqui
el orden de prelaciôn desciende desde Duque a Marqués, para
acabar con la dignidad Condal.
Acerca del título Ducal se da cabida en la obra a determi­
nados privilégios, en especial con ocasión de ritos y ceremonias:

— 325 —
Asy dygo que la dygnydal ducyal es la mayor despues de
real... Los duques traen coronel en la cabeça, del q u a j 3
dyferençya no ay a la corona rreal, salvo que el coronel es
trecho y las flores son yguales; traenles delante el espada aun
que la punta arryba en dyferençia de los rreyes; traen çe tro d è
oro en la mano: asyentanse en sylia en ausençia de los rreyes-
tyenen doser a las espaldas: vesan el evangelio; oyen misa en
cortynas donde los rreyes no estan, y sy el rrey es presente
todos los duques que ende estan oyen la mysa dentro en las
cortinas con el rrey: quando los duques vyenen de camino los
rreyes los salen a rrecebyr y les dan paz.

A ello se anadía la capacidad para «criar nobles», y «dar


armas com o rrey», asi com o «tener rreyes darmas», y las for­
mas de intitulación que convenian a los duques: «ylustres,
ynclitos. m agnyficos, claros, y aun algunos dellos se yntitulan
superylustres». Por último, se reconoce a los duques su con­
dición de «grandes senoryas». no sólo por su origen en el en­
torno familiar regio, «por la dygnidad con que naçyan», sino
también por el ejercicio de su función de gobierno senorial.
«por las provynçyas que serïoreavan».
En el siguiente nivel — en contra de lo indicado en Parti­
das— se aborda el Marquesado, antes del titulo condal. Valera
propuso repetidamente en sus escritos, la necesidad de alterar
lo que, a su juicio, era una confusion del texto alfonsino:
el qual error en nynguna parte del mundo se tyene, salvo en
Castilla, el qual fue tomado de la orden de la letra de la onzena
ley del tytulo prymero de la Segunda Partyda, donde haze
prymero mençyon de los condes que de los marqueses, y dally
los secretaryos contynuaron este error en las cartas del rrey...
A mayor abundancya digo que esta es general costumbre en
el mundo, a todos notoria y magnyfiesta, la quai haze dere­
ch o... la dygnydad de marques ser mayor que de condes.

U tilizo la «Historia Teutonica», y el libro sexto de las


«D ecretales» para justificar la excelencia del Marquesado. a
veces incluso por encima de la dignidad Ducal: «D igo quen

— 326 —
tyenpos mucho antyguos los marqueses fueron a los du-
los
s preferydos o antepuestos» . Les atribuía el derecho al
qu<-
jiijsmo tratamiento que los Duques, «ilustres, ínclitos. magní-
E p s se acostumbran escrevir a los marqueses», y a compartir
con los poseedores de los Ducados, — al menos en Inglaterra e
Italia— 'a facultad de ocupar lugares especiales en las cerem o­
nias, subrayando con la escenografia y los elem entos gestuales
esa identidad. Con todo, D iego de Valera reconocía que, en la
evolución histórica, los Duques fueron. literalmente, «puestos
ante los marqueses, cono agora lo son, en todas las partes del
mundo».
El tercer nivel de la nobleza titulada lo ocupa en esta obra
la dignidad Condal. Su posición inferior respecto del título de
parques ha sido ya comentada, pero Valera establece una ex-
cepción, en caso de tratarse de un linaje superior por su origen,
o por sus estados, situación ésta en la que el Conde precederia
al Marques, literalmente, «por la ynclyta nobleza de su lynaje,
y por la grandeza de su senorya». En Ias consideraciones espe­
cíficas. ponia el énfasis en su proximidad cotidiana al centro del
poder político, y el ejercicio de un tipo de servicio regio habi­
tual y constante, apenas se tratan otros aspectos, lo que indica
un cierto desinterés del autor por esta dignidad, en comparación
con las anteriores.
Aparte de exponer su doctrina sobre los títulos nobiliarios.
Valera se convirtió en el inspirador de las ceremonias correspon­
dientes en que se plasmaba, con un lenguaje oral y gestual es­
pecífico, la necesaria ritualidad que proyectaba la imagen de
superioridad de la nobleza Titulada y su cercania a la realeza.
Uno de los ejem plos más destacados se refiere al condes­
table Iranzo, que se convirtió en paradigma del proceso de
engrandecimiento nobiliario de la nobleza de servicio, alim en­
tada por la fuente de la gracia regia, según se observa en dos
conocidas ceremonias, extraordinariamente representativas. La
primera co n sistió en su investidura por el rey Enrique IV,
como «caballero de espuelas doradas», en 1454, en ei Real
sobre Granada, un escenario y una circunstancia sumamente

— 327 —
apropiadas para dar el salto desde la hidaguía a la c a b a ll -
noble («Memórias de Enrique IV»), Y, sobre todo interesaotr3
en la que el rey, en 1458, le invistió con las dignidades de
Barón, Conde y Condestable. en una triple ceremonia en el
alcázar de Madrid, en presencia de testigos de relieve em
bajador del Papa, «perlados y grandes de sus regnos », apa
reciendo com o actuantes el maestro de ceremonias, Alonso de
Velasco. el rey de armas Castilla. y los farautes, todo lo cual
aparece descrito con d etalle en la correspondiente fu e n te
cronistica, verdadero espejo de la vida nobiliaria en la segunda
mitad del siglo XV (ed. J. Cuevas Mata, J. del Arco Moya y
J. del Arco Moya).
Otro testim onio del papel de Valera com o inspirador de
esta específica ritualidad lo encontramos en el reinado de los
R eyes C atólicos, cuando fue requerido por los monarcas, en
carta fechada el 6 de julio de 1480, para indicara el c é r é m o ­
nial adecuado para investir a su mayordomo Andrés de Cabre­
ra, con el título de Marquês de Moya. En su respuesta el autor
exponia los elem entos principales de un ritual en el que se
aprecia el sim bolism o del lugar, el momento, la gestualidad,
la com ensalidad con el rey y el hecho de compartir su copa,
etc., muy similar a la ya comentada, pero con algunos deta­
lles anadidos, com o el regalo de la ropa vestida por el rey en
esa ocasión, y el paseo a caballo del nuevo marqués, con la
vestidura regia, acompafiado de, literalmente, «todos los gran­
des» que se encontraban en la corte, asi com o la celebraciôn
posterior, no exenta de gestos de largueza, propios de su ele­
vada condición.
En las últimas décadas del siglo XV. Hernán Mexia, en su
«Nobiliario Vero» (Mexia, H. ) se pronuncio también sobre las
dignidades nobiliarias, sus «çirim onias y preeminençias y
perrogatiuas». Establecía en su tratado el fuerte paralelismo y
proximidad entre reyes y Duques, indicando, con referencias
bíblicas, que a veces los monarcas asumían la dignidad Ducal
en m omentos de protagonismo. El panorama de las prerroga­
tivas D ucales se com pleta con la alusión a su amplia autori-

— 328 —
dad s e n o r ia l, «senorio por el qual no conosçe superior en lo
tenporal»- se dice exactamente, y en cuanto al tratamiento de-
b i d o . presta bastante atención a las fórmulas, «deue ser dicho
c l a r i s i m o - . .sobre yllustres. m agnifico, generoso noble pode­

roso. temido de sus enem igos».


E n cuanto a l Marquesado, del mismo modo que Valera, des-
a p r o b a b a explicitamente l a jerarquización de las Partidas «mar­

q u e s deue ser antepuesto al con d e... manifiesto según pareçe

por la universal costunbre sabida e observada entre todos los


c r i s t i a n o s » , y remiténdose a «la costunbre de Ynglaterra», es­

t a b l e c í a las coincidências con el título D u c a l , aunque con evi­


d e n t e s diferencias «no pueden traer çetro», «no le pueden traer

e s t o q u e » , ni podría «traer ante si porteras de maça», entre otras.


El título Condal es objeto de atención en tercer lugar, plantean-
do, en cuanto a la jerarquización, argumentos incluso de orden
pragmático: «ninguno de los marqueses dexo el titulo de mar­
q u e s por llamarse conde, lo q u a l deueria bastar para concluyr
la dicha opinion». En cuanto al origen. etim ologia y esencia de
la dignidad. se marcaba el énfasis en la proximidad física a la
monarquia: «acompanauan o tenian siempre conpania los con­
d e s a los rreyes en todo lugar».

A lo largo de los siglos siguientes destacan otras obras,


como la dedicada al Conde de Urena, y Duque de Osuna, ha­
cia 1577, por Jerónimo Gudiel (Gudiel, J.). quien, confesando
haber seguido las opiniones de autores anteriores, Mexia, Fer­
nández de Mendoza, Pérez de Vargas, Barahona, o Aponte, se
situaba en la corriente de op inion — aún viva, por tanto— , que
defendia la prioridad del título Condal, basándose, entre otras
razones, en que superaba a los de Duque y Marqués, en antigüe-
dad. Y en el siglo XVII se observa la presencia de algunos au­
tores sobresalientes en este gênero, com o López de Haro (López
de Haro A.) o Francisco Aguirre (Aguirre Vaca y Sotomayor, F.)
—defensores ambos de la prioridad del Condado, respecto del
Marquesado— y, sobre todo, resulta destacable la obra de
Salazar de M endoza (Salazar de M endoza, P. ed. E. Soria
Mesa).

— 329 —
Punto fundamental en el tratamiento del concepto y ^
terización de la nobleza titulada es su tratado sobre el « o rj
gen de las dignidades seglares de Castilla y Léon», de cuyoj
cuatro libros interesa sobre todo el tercero. dedicado a la con
sideración de los títulos de Conde, Marqués y Duque. por estg
orden.
El autor abordó de forma prolija los orígenes y e v o lu c ió n
de la dignidad Condal, subrayando el sentido del s e rv ic io q Ue
implicaba la necesidad de los reyes, los cuales «se h o n ra b an
y adornaban con los condes». Sobre el Marquesado, destaca
su identificación con el gobierno de las comarcas fronterizas
y su perspectiva judicial, senalando, además, que el títu lo no
había alcanzado gran profusion. Entre las razones que, a su
entender, explicaban la precedencia de este titulo sobre el
Condal estaba su carácter más reciente, así com o la escasez
indicando, además. que dicha precedencia se daba en Italia y
Espana. pero no en Alemania y Francia, donde eran más esti­
m ados los Condes.
Con base en referencias bíblicas y textos jurídicos — Códi­
go Teodosiano. Código justinianeo. etc.— . se construye en la
obra el apartado sobre la dignida Ducal, muy estimada por la
monarquia, que la concedia en muchas ocasiones a miembros
del linaje regio, y a la que el autor atribuía capacidades y pri­
vilégios ya senalados por otros autores, com o oir misa en cor­
tinas. Ilevar porteros de maza, traer coronel sobre el escudo de
sus armas e incluso acunar m oneda, de donde literalmente,
«quedó el nombre á los ducados», com o conclusion de lo cual,
el autor no dudaba en afirmar que todos eran «grandes senores».
Con todo, al incluir una breve, pero sentenciosa, caracte-
rización de los tres grandes títulos nobiliarios, parece mani­
festar una opinion equilibrada en cuanto a la trascendencia de
cada uno de ellos:

Duque quiere decir Capitan o Cabdillo, Marques defensa de


los limites del Reyno, Conde companero del Rey. Pues júzgue-
se agora quál es mas prééminente y calificado oficio, quál
mayor dignidad, quál debe ser antepuesta: el Conde que es

— 330 —
companero del Rey, el Duque su Capitan, o el Marques defen­
sor de sus tierras.

j# re a lid a d d e lo s sen ores d e títu lo en e l m a rco so c io p o lític o

La presencia de la nobleza de Título en la sociedad polí­


tica de la Corona de Castilla em pieza a ser una realidad, se­
gún se ha indicado, con la dinastia Trastámara, y cabe decir
que fue un sintoma más de un com pejo proceso de renovación
nobiliaria, que se produjo, con carácter general, al inicio de la
época bajomedieval, y en el que, junto al m antenim iendo de
pautas anteriores, se observan evidentes signos de innovación
en muchos aspectos (Quintanilla Raso, M.a C.. 1999). A si se
observa, entre otros rasgos, en su inclinación hacia la vida ur­
bana. el triunfo del mayorazgo, la dim ension cortesana, o la
integración de sus senorios en grandes estados senoriales, don­
de ejercían am plios poderes gubernativos, jurisdiccionales y
fiscales.
La concesión de títulos aparecia en estrecha relación con
el proceso de senorialización nobiliaria. que despegó con fuer-
za en el inicio de la nueva dinastia, y que daria lugar a un po­
deroso grupo de grandes senores. de entre cuyas villas sujetas
a su autoridad, se escogió la que habría de representar su tí­
tulo de nobleza. A partir de entonces, dichos títulos aumenta-
ron en número, y, sobre todo, dejaron de ser meros adornos,
y convertidos en transmisibles, por via de herencia, se apoya-
ron en la dim ension senorial de sus beneficiários, pasando a
ser símbolo de su posición de preeminencia en la sociedad y en
la vida política del reino. En las últimas décadas del siglo XIV,
y los inicios del siguiente, todo tipo de fuentes — narrativas, di­
plomáticas— demuestran su difusiôn entre la alta nobleza, que
los integrô en sus mayorazgos, y supo fundamentarlos en la po­
sesión de senorios en los que los grandes nobles ejercían po­
der político, gobierno y jurisdicción, además de dom ination
econôm ica y control social sobre sus vasallos. D espués, a lo
largo de los reinados de Juan I y Enrique III , en la transition

— 331 —
del siglo XIV al siguiente, se sostuvo esta misma tônica (Suár
Fernández, L., 1977-1982; 2003; Mitre Fernández, E. 1968)
Un cam bio cualitativo y cuantitativo se aprecia en la prj
mera mitad del siglo XV. en coincidência con el gobierno de
Juan II (Porras, P.). Este período, en el que se desarrolló una
frenética actividad política de tipo partidista por parte de los
miembros de la alta nobleza. generó una intensificación muy
notable en la política de mercedes regias, con el objetivo de
afianzar su causa, dando lugar al incremento de los senorios
nobiiiarios, y, al mismo tiem po, a la proliferación de títulos
con que la alta nobleza se despegaba del grupo altonobiliarío
general.
Durante la segunda mitad del siglo, continuo el engrande­
cim iento de la alta nobleza. En el reinado de Enrique IV, apo-
yados en sus grandes dom inios, los miembros de la cúpula
nobiliaria vieron aumentar también sus títulos, por la gracia
regia (Garcia Vera, M.â J.). Se intensifico la política de con-
cesiones de una monarquia envuelta en un proceso de agita-
ción política, durante el cual se llegó al un golpe de fuerza que
determino la polarización en dos sectores: seguidores, enri-
quenos. y resistentes — alfonsinos, partidarios del infante don
A lfonso. al que instituyeron com o rey— . (Quintanilla Raso,
M.a C., 2005). Finalizada la etapa de crisis más profunda, el
monarca continuo dando muestras de su interés por, literal­
m ente, «onrar, decorar e sublimar a los grandes de los reinos
e senorios», según se dice en la concesiôn del título de Mar­
qués de Cádiz. al linaje Ponce de León, en 1471, o, con ex­
presión similar, en el otorgamiento del Ducado de Escalona a
Pacheco, un aiio después (AHN, N obleza, Osuna, leg. 136- 3,
y AHN, Nobleza, Frias, 697/3) . A si, a lo largo del reinado, se
incremento en una treintena, aproximadamente, el número de
los títulos en el reino (Atienza Hernández. I.).
La situación alcanzó un interés especial durante el reina­
do de los Reyes Católicos (Highfield. J.R.I.). Los grandes no­
b les se vieron inm ersos en un proceso de búsqueda de su
identidad com o élite de poder, en el seno de un complejo sis-

— 332 —
r
J te 0 a pol*1*00 c 'ara afirmación del poder monárquico (La-
dero Quesada, M .A ., 1993). En este contexto, contaron, sin
embargo, con la voluntad regia, que legitimo los critérios aris­
t o c r á t ic o s de organización social, e im pulsô la jerarquización
interna, permitiendo el engrandecimiento de las más importan­
t s casas nobles, y el desarrollo de la nobleza titulada (Quin­
ta n illa Raso. M.â C., 2004).
Uno de los espacios principales de acción y représentation
de su amplio poder — además del servicio en la corte, el con­
trol de la vida urbana, etc.— era, desde luego, el âmbito se­
norial . La sobredimensiôn de los senorios nobiliarios, que en
laépoca Trastámara produjo una acumulación de dom inios y
de vasallos en manos de la alta nobleza, parecia haber tocado
techo al iniciarse el reinado de Isabel I, hasta encontrar un
nuevo im pulso tras la incorporation del reino de Granada. En
su évolution, además, los senorios de la alta nobleza, dejaron
de responder a un mero criterio acumulativo de yuxtaposiciôn,
porque los grandes senores Iograron convertirlos en estructu­
ras organizadas y coherentes, verdaderos estados senoriales,
polinucleares, con entidades más o m enos concentradas en el
espacio, y más o m enos hom ogêneas, pero articuladas, según
critérios de jerarquización, con un núcleo cabecero, con fun­
ciones de capitalidad, y una clara integración de todo el con­
junto respecto del organismo que lo sustentaba. que no era otro
que la casa nobiliaria (Beceiro Pita. I, 1988; Senorio y Feuda­
lismo en la Península Ib é ric a , eds. E. Sarasa y E. Serrano;
Quintanilla Raso, M.â C., 2002).
Los títulos fueron utilizados com o sím bolos del poder no-
biliario-senorial, y signos de honor social, y, apoyados en los
senorios más representativos de entre los que integraban sus
grandes estados, se convirtieron en importante elem ento de re­
présentation, y paso definitivo en el camino hacia el engrande­
cimiento de las casas nobles. Su número alcanzó su cénit bajo
los Reyes Católicos, y, precisamente, se pueden establecer com-
paraciones entre este reinado y el anterior, que demuestran. una
vez más, la in con sistên cia de la teoria acerca del carácter

— 333 —
antinobiliario del reinado de Isabel I: frente a los en torn
treinta títulos recibidos de su antecesor, bajo el gobierno '
belino los miembros de la alta nobleza castellanoleonesa lo g ra
ron diez ducados, doce marquesados, y diecinueve condado'
(Atienza Hernández, I.; Quintanilla Raso, M.a C., 2006) S
Al término del siglo XV. y en las primeras décadas del si
glo siguiente. por tanto, la relación de Duques incluía los si
guientes: Alba. Alburquerque, Arcos, Béjar, Escalona, Frias
Infantado, Maqueda, Medinaceli, Medina Sidonia. y Nájera En
el nivel del Marquesado, resultan bien documentados éstos-
Aguilar de Campoo, Astorga. El Cenete, Comares, Coria, Gibra­
león, Mondéjar, Moya, Priego de Córdoba. Santillana, Sarria
Tarifa, Villafranca. Los Vêlez, y Villena. La alta nobleza caste­
llanoleonesa disfrutaba en esta época, además, de numerosos
Condados, com o los que siguen: Aguilar, Alba de Liste, Alta-
mira, Andrade, Aranda, Banares, Belalcázar, Benavente, Buen-
dia, Cabra, Camina, Castaneda, Castro, Cifuentes, Coruna
Feria, Fuensalida. Haro, Ledesm a, Lem os, Luna, Medellin
Melgar, Miranda, Los Molares, Monteagudo, Monterrey, Nie-
bla, Nieva, Onate, Oropesa, Osorno, Palma, Paredes de Nava,
Plasencia, Priego de Cuenca, Puebla del Maestre, Puerto de
Santa Maria, Real de Manzanares, Ribadavia, Ribadeo, Risco,
Saldana, Salinas, Salvatierra, San Esteban de Gormaz, San­
tisteban del Puerto, Santa Marta, Siruela, Tendilla, Trevino,
Uruena. y Valencia de don Juan.
A finales del m edievo y en los inicios del siguiente perío­
do, varias docenas de linajes habían conseguido auparse en la
cúspide nobiliaria, sobre más de ochenta títulos: once Duca­
dos, quince Marquesados, alrededor de cincuenta y cuatro
Condados, y unos cuantos Vizcondados — Fuensaldana, Iznà-
jar, Puebla de Alcocer, Torija— . Para determinados linajes, la
incorporación al âmbito superior de la nobleza titulada había
com enzado tiempo atrás, dando lugar así, al disfrute simulta­
neamente de varios títulos.
En algunos casos, los ostentaban sus distintas lineas fami­
liares desgajadas del tronco principal: asi sucedió con los
Stúniga. titulares del D ucado de Béjar, el M arquesado de
Cibraleón, y los Condados de Plasencia, Banares y Miranda;
v con los varios linajes sal idos del tronco común de los Men-
áo'1 'à- 9 ue disfrutaban del Ducado del Infantado, los Mar-
q u e s a d o s de Santillana y de El Cenete, asi com o del Condado
I deTendilIa; similar fue la situación de los Manrique, que acu-
mularon el Ducado de Nájera. el Marquesado de Aguilar, y los
C o n d a d o s de Castaneda y de Trevino. Por último, uno de los

ejemplos más notables lo encontram os en los Fernández de


C ó r d o b a , que habian logrado en época de Enrique IV, el Con­
dado de Cabra para los senores de Cabra y Baena, al tiempo
que eran, además, Vizcondes de Iznájar, y que, en el reinado
de Isabel la C atólica, en diciem bre de 1501, obtuvieron el
Maquesado de Priego de Córdoba para los senores de la Casa
d e Aguilar; a estos se anadió luego. en 1512 el Marquesado de

Comares, para la linea de los A lcaides de los D onceles, y, por


último, bajo Carlos V, el otro linaje salido del tronco común,
los senores de M ontem ayor. con sigu ieron el C ondado de
A lc a u d e te (Quintanilla Raso. M.a C., 1979; 1996).
La jerarquización interna entre los propios Senores de ti­
tulo condujo a la monarquia a otorgar a varios individuos uno
de rango superior, que anadían al anterior asi. por ejemplo, los
Velasco lograron de los Reyes Católicos el de Duques de Frias
para anadirlo al que ya poseían de Condes de Haro, y entre
otros ejem p los destacan los Guzm án, D uques de M edina
Sidonia y, además, Condes de Niebla; los Álvarez de Toledo.
Duques de Alba. Marqueses de Coria, y condes de Oropesa;
los La Cueva. titulares del Ducado de Alburquerque y el Con­
dado de Ledesma; Pedro Manrique. a la vez Duque de Nájera
y Conde de Trevino; Pedro Ponce de León, Duque de Arcos
y Marqués de Cádiz. Más de dos títulos nobiiiarios acumula-
ban, en los inicios del siglo XVI, Álvaro de Zúniga, que era.
además de Duque de Béjar, Marqués de Gibraleón y Conde de
Banares, y D iego Hurtado de M endoza, m encionado, en un
documento de 1509 com o «senor de las casas de M endoza y
de la Vega, duque del Ynfantadgo, marques de Santillana, con-

— 335 —
d e d e l R e a l d e M a n z a n a r e s , e d e S a l d a n a » ( A H N , Noblez
F ria s . 6 9 8 -1 ).
L a s m á s im p o r ta n te s C a s a s d e la a lta n o b le z a c a s te ila n o
le o n e s a s e e n c a r a m a r o n s o b r e s u s tí tu lo s n o b il ia r i o s , lo s c u a
le s r e f le ja b a n u n a m u ltip le r e a lid a d : d e s d e s u p re p o n d e ra n te
p a p e l s o c i o - p o l i t i c o y c o r t e s a n o . h a s ta e l g o b ie r n o d e e s ta d o s
s e n o r ia le s p o te n te s y c o h e s i o n a d o s , a lo q u e s e s u m a b a e l e je r­
c ic io d e p o d e re s d iv e rs o s , c o n c a rá c te r e fe c tiv o , y , ad e m á s
p e n e tr a d o s d e s e n ti d o s im b ó l ic o - s o c i a l. C o m o ta le s , g e s tio n a -
b a n c o n s id é r a b le s p a trim o n io s , e je r c ia n u n p o d e r p o litic o m uy
n o ta b le , ta n t o e n lo s o r g a n i s m o s d e la a d m i n is t r a c i ô n c e n tra l
c o m o e n la s c i u d a d e s , y e n s u s e x te n s o s d o m in io s , y d is fru -
ta b a n d e u n a e n o r m e c a p a c id a d d e lid e r a z g o , e n c o n trâ n d o s e
r o d e a d o s , a d e m a s , d e u n c o n ju n to d e e le m e n to s y s ím b o lo s d e
d ig n id a d y h o n o r, s e g ú n s e h a in d ic a d o .

G r a n d e s y g r a n d e s d e l r e in o

A l f in a liz a r la é p o c a m e d ie v a l , lo s S e n o r e s d e T ítu lo s e v ie ­
r o n a u p a d o s e n u n p r o c e s o d e e n g r a n d e c im ie n t o , q u e lo s c o n -
s o l i d a b a e n s u p o s i c i ó n d e p r e e m i n e n c i a e n l a s o c i e d a d p o lí tic a .
L a e x is te n c ia d e la G r a n d e z a n o b ilia r ia h a s id o o b je to d e c o n -
s i d e r a c i ó n , s o b r e t o d o , a p a r t i r d e l a é p o c a m o d e r n a . E n e s te
c a s o , p o r t a n t o , m e p r o p o n g o r e c l a m a r la a t e n c ió n d e la h is ­
to r io g r a f ia m e d ie v a l, c o n v e n c id a d e la im p o r ta n c ia d e e s a re a ­
l i d a d , q u e h e t r a t a d o d e e x a m i n a r d e n t r o d e l m a r c o d e la
s o c ie d a d p o lí tic a d e l r e in o , e n e l c o n t e x to d e la c o m p le ja d in â ­
m i c a d e r e l a c i ó n n o b l e z a - m o n a r q u í a , d e s d e l o s T r a s t á m a r a h a s ta
e l in i c io d e l I m p e r io ( Q u in ta n ill a R a s o , M .â C ., 2 0 0 6 ) .

El origen de la grandeza entre el debate y la propuesta

S e g ú n u n a c o r r ie n te d e o p in io n in s ta la d a tr a d ic io n a lm e n te
e n la h is to r i o g r a f ia d e s d e é p o c a m o d e r n a , C a r lo s V h a b ria
i n s t i t u c i o n a l i z a d o la G r a n d e z a , e n 1 5 2 0 , tr a s s u c o r o n a c ió n e n

— 336 —
A qu 'sS ra n - d ic h a c e re m o n ia , d e e id ió im p o n e r s e a la « a l­
ti v e z d e l a a l t a n o b l e z a e s p a n o l a » , s i r v i é n d o s e d e l D u q u e d e
A lb a p a r a p e r s u a d i r a « l o s G r a n d e s y T í t u l o s » d e E s p a n a d e
q u e p e r m a n e c ie s e n e n e l ritu a l d e s c u b ie r to s , c o m o lo s g r a n ­
d es n o b le s e u r o p e o s , p ro m e tie n d o « g r a tif ic a r s u o b e d ie n c ia »
( C a rrillo , A .) . D e s p u é s , s e n a l ó lo s n o m b r e s d e la s C a s a s q u e ,
d esd e e s e m o m e n to , p o d ría n d is fru ta r d e d ic h a d ig n id a d .
A p r o p ó s ito d e e s te te m a . p o r u n la d o , s e a f ir m a q u e n o
h u b o G ra n d e z a a n te s d e 1 5 2 0 , d e m o d o q u e e l c o m p o rta m ie n -
to d e la a l t a n o b l e z a e n A q u i s g r á n , y la s u b s i g u i e n t e d é c i s i o n
de C a rlo s I y a c o m e n ta d a , m a rc ó u n a n te s y u n d e s p u é s (F e r­
n á n d e z d e B e t h e n c o u r t, F .); p o r o tr a p a r t e , n o f a l ta n q u ie n e s ,
p o r el c o n tr a r io , in d ic a n q u e e s p r e c is o n e g a r la v e ra c id a d d el
re la to , y o m i tir , a c o n t i n u a c i ó n , c u a l q u i e r t r a s c e n d e n c i a y s ig ­
n i f i c a d o a l a h i p o t é t i c a d é c i s i o n d e C a r l o s V ( S o r i a M e s a , E .,
2001). E x i s t e n , a d e m á s , o t r a s i n t e r p r e t a c i o n e s m e n o s t a j a n t e s
(P é re z , J .) y , a p r o p ó s it o d e la c u e s t ió n s e p u e d e p e n s a r e n la
p ro b a b ilid a d d e q u e , s o b re u n a r e a lid a d a c e p ta d a d e s d e tie m ­
po a trá s , s e p ro d u je s e u n a o rd e n a c ió n d e fin itiv a , e n v irtu d d e
u n a d é c is io n r e g ia , m e d ia n te la c u a l la m o n a r q u ia p o d ia u ti­
liz a r e n s u f a v o r la e l e v a d a c o n s id e r a c ió n y lo s r e c u r s o s d e
p o d e r a c u m u la d o s p o r a q u e llo s a q u ie n e s la « u n iv e rs a l e s tim a -
c ió n » te n ía y a p o r G r a n d e s ( G a r c ia H e r n á n , D .) .
D e s d e n u e s tr a ó p tic a , e l e n f o q u e q u e c a b r ía h a c e r, v e n d ría
d e te rm in a d o p o r la s s ig u ie n te s c la v e s . E n p r im e r lu g a r, s e tr a ­
ta ria d e o b s e r v a r la a p a r i c ió n d e la G r a n d e z a c o m o u n p r o c e ­
so e n e l m a r c o d e la n o b le z a b a jo m e d ie v a l, m a n if ie s to a p a rtir
d e d is tin to s te s tim o n io s , c o m o , p o r e je m p lo , la u tiliz a c ió n d el
té rm in o G r a n d e s e n Ia s f u e n te s d e la é p o c a , u n a p r e s e n c ia
lé x ic a q u e h a b r í a q u e a n a liz a r e n r e l a c ió n c o n la r e a l id a d
s o c io p o lític a . F in a lm e n te , p a r a la v a l o r a c ió n d e la d é c is io n
c a ro lin a , r e s u lta p r e c is o c a lib r a r s i e x is tia n c ir c u n s ta n c ia s e s ­
p e c ífic a s q u e h u b ie r a n m o tiv a d o n u e v a s p a u ta s d e r e la c ió n
n o b le z a - m o n a r q u ía ; u n a s p a u ta s e n la s q u e s e m a n if e s ta r a el
in te r é s r e g io p o r p r e m ia r c i e r to s a p o y o s a l to n o b il ia r i o s e n
m o m e n to s d if ic ile s , y e n s itu a r b a jo s u ó r b ita a u n s e c to r d e

— 337 —
la a l t a n o b l e z a q u e h a b i a m o s t r a d o a c t i t u d e s v e l e id o s a s
p o c o a n te s , y a h o r a m a n if e s ta b a r e c e lo a n te lo s n o b le s e x tra n
j e r o s ; e n ú l t i m o té r m in o , s e r i a n e c e s a r i o a v e r i g u a r s i la n u e
v a m o n a r q u ia p u d o te n e r in te r é s e n a lz a r s e e n el c e n tro d e
g r a v e d a d d e la G r a n d e z a .

La presencia de los Grandes

D e s d e m e d ia d o s d e l s ig lo X IV , e l té rm in o G ra n d e , c o n se n ­
t i d o s u s t a n t i v o , y l a e x p r e s i ó n G r a n d e s d e l r e i n o s e f u e r o n in -
tr o d u c i e n d o e n lo s e s c r i to s , s i g n if i c a n d o , p o r ta n to , q u e e x is tia
c o n c ie n c ia d e q u e e n el s e c to r a lto n o b ilia r io s e h a b ia p ro d u c i­
d o la s e le c c ió n d e u n a é lite . E n e l in ic io d e la é p o c a T ra s tá m a ra
te s tim o n io s d iv e rs o s , p r o c e d e n te s d e fu e n te s d is tin ta s , d e m u e s ­
tr a n q u e ta n to la v o z , c o m o la r e a lid a d q u e r e f le ja b a , to m a ro n
c a r t a d e n a t u r a le z a e n el p a n o r a m a d e la e s tr u c tu r a s o c io p o litic a .
Y s i a v e c e s la s c r ô n ic a s p a r e c e n o to r g a r le u n s e n tid o m e ra m e n ­
te c a lif ic a tiv o , lo c ie r to e s q u e y a e n la tr a ta d is tic a n o b ilia r ia
m o d e r n a s e a tr ib u y ô a e s ta é p o c a e l a s e n ta m ie n to d e la e x p re ­
s ió n . c o n to d a s u tra s c e n d e n c ia :

D e s d e el re y E n riq u e el S e g u n d o q u e e n g ra n d e c iô m u ch as
C a s a s ilu s t r e s c o n d a r le s p o d e r o s o s E s ta d o s , f u e r o n lla m a n -
d o s e G r a n d e s l o s q u e f u e r o n r i c o s h o m b r e s , y c o m p o n i a s e la
G r a n d e z a d e l a a u t o r i d a d d e l a C a s a d e l o s m u c h o s v a s a l lo s
y ( B . N . M s s . 1 .4 4 0 ) .

E n l a s ú l t i m a s d é c a d a s d e l s i g l o s e f u e g e n e r a l i z a n d o la
m e n c ió n d e lo s « G r a n d e s d e l R e in o » . T a l u s o lé x ic o s e d o c u ­
m e n ta e n e l re in a d o d e J u a n I e n e l g é n e ro c ro n is tic o , y, d e s­
d e lu e g o , e n la s C o r te s , d e s d e la s d e S e g o v ia d e 1 3 8 6 (M o râ n
M a r ti n , R .; M itr e F e r n á n d e z , E „ 1 9 8 8 ) . D u r a n te e l tr â n s ito al
s i g l o X V , s e m a n tu v o u n a c l a r a c o n t i n u i d a d e n d ic h a te n d e n -
c ia , y e n tr a d a la c e n tú r ia , r e s u lta e v id e n te q u e y a e x is tia u n a
c o n c ie n c i a c la r a s o b r e u n a s itu a c ió n d e « e x c e le n c ia n o b ilia ria »
e n la q u e s e s itu a b a n a q u e llo s a lo s q u e , e n g e n e ra l, n o se d u -
d a b a e n c a lif ic a r c o n d ic h a e x p re s ió n .

— 338 —
E n e l â m b ito d e l m e d ie v a lis m o , e n o c a s io n e s s e h a p e n s a -
j o q u e f u e e n e l r e in a d o d e J u a n II. c o n o c a s ió n d e la s c r is is
p o lític a s , c u a n d o a lg u n o s lin a je s y c a s a s r e c ib ie r o n h a b itu a l­
m e n te e l tr a ta m ie n to d e G r a n d e s , c o m o r e c o n o c im ie n to d e s u
p r e e m in e n c ia . P e r o y a h e m o s v is to q u e s u o r ig e n e s a n te r io r , p o r
lo q u e e n e s t a é p o c a t a l d i g n i d a d e s t a b a y a a s e n t a d a , s e g ú n lo
e x p r e s a , p o r e j e m p l o , J u a n d e M e n a , e n la i n t r o d u c c i ó n d e s u
« T ra ta d o s o b r e e l titu lo d e d u q u e » a l a lu d ir a lo s « G r a n d e s » ,
a f ir m a n d o q u e e s ta b a n e n « la c u m b r e d e la d i g n i d a d » .
L a u tiliz a c ió n d e l v o c a b lo , c o n to d o s u s e n tid o y e n tid a d ,
se d o c u m e n ta ta m b ié n e n la s f u e n te s d ip lo m á tic a s . E n c o n tr a ­
m o s e je m p lo s s ig n if ic a tiv o s e n e l m a r c o d e la s o c ia b ilid a d
in te r n o b ilia r ia , q u e s e p la s m a b a e n e n la s c a r t a s d e c o n f e d e ­
r a c i ó n y a l i a n z a , y u n a b u e n a m u e s t r a d e e l l o l o r e p r e s e n t a la
f i r m a d a e n G u a d a l a j a r a , e l 11 d e n o v i e m b r e d e 1 4 4 3 , e n t r e e l
C o n d e d e M e d in a c e li, y d o n In ig o L ó p e z d e M e n d o z a , s e n o r
d e la V e g a y f u tu r o M a r q u é s d e S a n ti lla n a , e n e l q u e e s t o s d e s ­
ta c a d o s p e r s o n a je s h a c ía n g a la d e s u p o s ic ió n c o m o « G r a n d e s
d el re in o » ; u n a s itu a c ió n d e p r e e m in e n c ia q u e o s te n ta b a n m a ­
n ife s ta n d o s u a lta re s p o n s a b ilid a d al fre n te d e l re in o , c o m o
g a ra n te s d e l « b ie n c o m û n » ;

P o r q u a n to e n e s te re g n o h a n s e y d o e s o n g ra n d e s b o lliç io s ,
g u e rra s e e s c a n d a lo s e m u e r te s .. .p o r s e r s e n b r a d a ta n ta s iz a n n a
e h o d io e n tr e lo s G r a n d e s d e l R e g n o u n o s c o n o t r o s ...p a r a e s to
re m e d ia r p rin c ip a lm e n te s e r ia m u y c o n p lid e r o e a u n n e c e s a rio
p r o c u r a r u n id a d e a m is ta n ç a e n t r e lo s d ic h o s G r a n d e s d e l
R e g n o . . . p o r s e r la d i s c ó r d i a d e a q u e l l o s m a s p e l i g r o s a ( A H N .
N o b le z a , O s u n a , 1 .8 6 0 -5 ).

E n e l r e i n a d o d e E n r i q u e I V la d o c u m e n ta c i ó n p r o p o r c i o ­
n a n u m e r o s o s t e s t im o n i o s , e n lo s q u e la m o n a r q u i a e r a c o n s ­
c ie n te d e la c o n v e n ie n c ia d e c o n ta r e n s u e n to r n o c o n u n a
n o b le z a d e s ta c a d a p o r e n c im a d e lo s d e m á s lin a je s , a c u y o s
m ie m b ro s n o d u d a b a e n c a lific a r c o m o G ra n d e s d e s u s re in o s .
A si s e e x p re s a , p o r e je m p lo , e n u n a c a rta d e s e g u ro d irig id a ,
e n 1 4 6 1 , al m a r q u é s d e S a n tilla n a :

— 339 —
v o s g u a r d a r é v u e s tra p e r s o n a , o n ra , c a s a e e s ta d o , e v o s o n
c o m m o q u ie n v o s s o y s e c o m m o a lo s o tr o s G r a n d e s d e •
r e g n o s q u e m e s i r u e n e s i g u e n e h a n d e s e r u i r e s e g u i r (A H i« S
N o b le z a , O s u n a , 1 .8 6 0 -1 0 ).

B a jo Is a b e l I, s e h a b ia im p u e s to e l u s o te rm in o ló g ic o de
lo q u e e r a u n a r e a l i d a d c a d a v e z m á s d e f i n i d a , d e f o r m a q u e
p o d r i a m o s m u l t i p l i c a r l o s t e s t i m o n i o s , e n t r e l o s q u e u n o d e lo s
m á s e x p l í c i t o s e s s u p r o p i o t e s t a m e n t o , e n e l q u e s e u t i l i z a la
e x p r e s iô n , e n tr e o tr a s o c a s io n e s , a l a lu d ir a la p e rc e p c iô n d e
a lc a b a la s , re c o n o c ie n d o h a b e r s id o u n a p rá c tic a to le ra d a po r
e lla m is m a ,

a l g u n o s G r a n d e s e c a b a l l e r o s e p e r s o n a s d e l l o s h a y a n lle v a -
d o la s a l c a v a la s e te r c ia s e p e c h o s e d e r e c h o s p e r te n e s c ie n te s
a la C o r o n a e p a t r im o n i o re a l d e m is R e y n o s e n s u s lu g a re s e
tie rra s ,

o a l s e n a l a r lo s a b u s o s c o m e ti d o s p o r lo s ti tu la r e s d e e s ta d o s
s e n o r ia le s e n la a d m in is tr a c ió n d e ju s ti c ia :

a l g u n o s G r a n d e s e c a b a l l e r o s e p e r s o n a s d e l o s d i c h o s m is
R e y n o s e s e n o r io s ...im p e d ia n a lo s v e c in o s e m o ra d o re s de
s u s lu g a r e s e tie r r a s q u e a p e la s e n d e llo s e d e s u s ju s tic ia s p ara
a n te N o s e n u e s tra s c h a n c ille r ia s (e d . L . S u á re z F e rn á n d e z ).

E n e s te r e in a d o , a d e m á s , d e n tr o d e la p o lític a n o b ilia ria


in te g r a d o r a d e la m o n a r q u ia , tr iu n f o d e f in itiv a m e n te la f o rm u ­
la d e tr a ta m ie n to d e p a r e n t e s c o r e g io a p l ic a d o a lo s in te g r a n ­
te s d e l g r u p o a lto n o b ilia r io , u n tr a ta m ie n to e n e l q u e y a se
d is tin g u ia e n tr e « p a r ie n te » , a p lic a d o a la n o b le z a titu la d a en
g e n e r a l , y « p r i m o » , m á s r e s t r i n g i d a y q u e , e n r e a l i d a d , s e ib a
id e n tif i c a n d o c o n la c o n d i c ió n d e G r a n d e .
M á s ta r d e , p o d e m o s m e n c io n a r la p r e s e n c ia d e u n n u tri­
d o y c u a lif ic a d o g r u p o a lto n o b ilia r io c o m o p ro ta g o n is ta s del
ju r a m e n to d e F e rn a n d o e l C a tó lic o e n s u c o n d ic ió n d e g o b er-
n a d o r d e l r e i n o y d e l p r in c ip e C a r l o s , c o m o s u c e s o r , e n o c tu -
b r e d e 1 5 1 0 , e n la s C o r te s d e M a d r id . L o s D u q u e s d e M e d in a

— 340 —
S id o n ia , F r i a s , A l b a , y E s c a l o n a , a s i c o m o e l d e S e s s a y T e r r a -
n0v a y , a d e m á s , e l C o n d e d e U r e n a , y lo s M a r q u e s e s d e P r ie g o
y D é n ia a p a r e c ía n — ju n t o a l m o n a r c a y a l c a rd e n a l C is n e r o s ,
a lg u n o s e m b a j a d o r e s , H e r n a n d o d e V e g a , p r e s i d e n t e d e la s
C o r te s , a s i c o m o l o s p r o c u r a d o r e s d e l a s c i u d a d e s — , c o n e l
tra ta m ie n to d e « m u y m a g n íf ic o s s e n o r e s » , y r e c ib ía n la d e n o -
fn in a c ió n d e « G r a n d e s » , q u e a p a r e c e p e r f e c ta m e n te d if e r e n ­
c ia d a d e l o s « c a v a l l e r o s e r i c o s o m e s » ( A H N , N o b l e z a F r i a s ,
1 7 -6 3 ). P o r o tra p a rte , e l tra to d is p e n s a d o p o r F e rn a n d o e l C a ­
tó lic o a la n o b l e z a t i tu la d a , y , e n g e n e r a l, a lo s m i e m b r o s d e
la s c a s a s n o b l e s m á s d e s t a c a d a s , m a n t e n í a l a f ó r m u l a d e l p a ­
re n te s c o s im u la d o .
F i n a l m e n t e , e n e l r e i n a d o d e C a r l o s I s e m a n t u v o l a u t i l i-
z a c ió n d e la e x p r e s i ó n « G r a n d e s » r e f e r i d a a u n s e c t o r d e la
c ú s p id e n o b ilia r ia , d if e r e n c ia d o p e r f e c ta m e n te d e lo s « c a v a ­
lle r o s » , y d e s t a c a e l tr a ta m ie n t o d e « p r im o » c o n c e d i d o a lo s
p rim o g ê n ito s d e lo s G r a n d e s : a s i, s e d ir i g ia a l c o n d e d e H a ro ,
p rim o g ê n ito d e l c o n d e s ta b le , c o m o « E l R e y . C o n d e , p rim o » ;
al p a r e c e r , t a m b i é n lo h iz o , r e s p e c t i v a m e n t e , c o n lo s d e lo s
d u q u e s d e l I n fa n ta d o , M e d in a S id o n ia , E s c a lo n a , y N á je ra , d e
m o d o q u e la e x t e n s io n d e la f ó r m u l a d e p a r e n t e s c o a d ic h o s
p r im o g ê n ito s , c o n s ti tu y e u n a m u e s t r a m á s d e la c o n s o lid a c ió n
d e e s ta d ig n id a d (A H N , N o b le z a , F ria s , 9 1 -8 ). N o o b s ta n te ,
a d e m á s d e p o r lo s e n a la d o , e l g o b ie r n o d e C a r lo s I s o b r e s a le
en im p o r ta n c ia , s o b r e to d o , p o rq u e tr a d ic io n a lm e n te h a q u e ­
d a d o a s o c ia d o a la c u e s tió n o b je to d e v a lo r a c ió n : la d e f in iti­
va in s ta u r a c ió n d e la G r a n d e z a .

Los contenidos doctrinales

C o n v ie n e , e n e s te p u n to , a p r o x i m a r s e a la d o c t r in a s o b r e
la G r a n d e z a c o n t e n i d a e n a l g u n a s o b r a s . P o r u n l a d o , e s t a r í a n
la s d e a l g u n o s g e n e a l o g i s t a s , q u e r e d a c t a r o n m e m o r i a l e s p a r a
la d e f e n s a d e l a s p r e r r o g a t i v a s d e G r a n d e z a d e d i s t i n t a s C a ­
s a s a l t o n o b i l i a r i a s , e n lo s q u e , a d e m á s d e t r a t a r la s c i r c u n s t a n ­
c ia s e s p e c íf ic a s , in c lu y e r o n r e f le x io n e s g e n e r a le s s o b r e su

— 341 —
e s t a t u s , o r i g e n , p r e r r o g a t i v a s , e t c . . d e m o d o q u e , en d e f i • •
v a , o f r e c i a n d o c t r i n a s o b r e l a m a t é r i a d e l a G r a n d e z a . U no d '
l o s e j e m p l o s l o e n c o n t r a m o s e n e l d e P e l l i c e r d e Tovar redac
t a d o a i n s t a n c i a s d e l o s c o n d e s d e M i r a n d a , e n 1 6 6 8 , en e l qUo
s e s e n a l a n d e t a l l e s d e i n t e r é s , r e l a c i o n a d o s c o n el la ges
tu a lid a d e x c lu s iv a

la m a y o r p r e e m i n e n c i a q u e f u e la d e s e n t a r s e i c u b r i r s e e n pre
s e n c i a d e l o s R e y e s : q u e e s la m a s s u p r e m a , i q u e m a s v e n e r a n
la s N a c i o n e s . . . , la m e r c e d d e C o b e r t u r a . . . f u e u n a c o n t i n u a c i o n
d e la p r e r o g a t i v a i n m e m o r i a l , q u e r e s i d i a e n l o s G r a n d e s a n
te s d e la D i s t i n c i o n ( P e l l i c e r d e T o v a r . J .) .

P e r o , p o r e n c i m a d e t o d a s , s o b r e s a l e e l t r a t a d o d e A lonso
C a r r i l l o , e d i t a d o a m e d i a d o s d e l s i g l o X V I I , s o b r e el «O rigen
d e l a d i g n i d a d d e G r a n d e d e C a s t i l l a » , q u e s e s i t u a e n el cen­
t r o n u c l e a r d e l a t e o r i a s o b r e l o s G r a n d e s y l a G r a n d e z a (Carri­
llo , A ., e d . S o r ia M e s a . E .) .
E n la s p á g in a s in ic ia le s , c e n tr é s u in te r é s e n la s « P rim e ­
r a s n o t i c i a s q u e s e h a l l a n d e l a D i g n i d a d d e G r a n d e » , una
c u e s t i ó n q u e l e l l e v ô a p l a n t e a r l a s i g u i e n t e m e t á f o r a acerca
d e la d if i c u lt a d d e c o n o c im i e n to d e l o r ig e n d e la G r a n d e z a :

A u n q u e v e m o s p o r d o n d e c o r r e n l o s r i o s c a u d a l o s o s , p o r la
m a y o r p a r te ig n o r a m o s d e d o n d e n a c e n : a s i, p u e s , la D ig n i­
d a d d e q u e tr a ta m o s , a u n q u e c o n o c id a p o r s u s e x c e le n c ia s , e s ­
c o n d e su v e rd a d e ro p rin c ip io .

D e m o s tr a d a s u e x is te n c ia e n e l s ig lo X V , c u a n d o , lite ra l­
m e n te . y a e r a « m u y c o n o c id a la G r a n d e z a e n C a s tilla » , e l a u ­
to r in s is ti a e n q u e la m u e r te d e I s a b e l I, y la lle g a d a d el
a r c h id u q u e F e lip e s u p u s o u n c a m b io : n u m e ro s o s m ie m b ro s de
la a l t a a b r a z o n la c a u s a f e l i p i s t a , y s u b y u g a d o s p o r e l c é r é m o ­
n ia l b o r g o n ô n , y a in s ta n c ia s d e l D u q u e d e N á je r a , a b a n d o n a -
ro n a lg u n o s p e rfile s d e s u ritu a lid a d e s p e c ífic a , c o m o el d e re c h o
c u b r ir s e a n te la r e a le z a , m ie n tr a s lo s p a r tid a r io s d e F e rn a n d o
e l C a tó lic o s m a n te n ie n d o lo s d e ta lle s r itu a le s , « s e c u b r ia n e n
su p re s e n c ia » .

— 342 —
Tras la desaparicíón de Felipe I, «cubriéronse otra vez»
continuando la costumbre antigua, al m enos por el momento,
y la situación daria un giro con Carlos I, persuadido de que,
aunque la Grandeza, no tenía en él su origen, si debía recibir
de su voluntad «algunas circunstancias de su exaltacion», al
Impulsar la, literalmente, «perfeccion ultima» de dicha digni­
d a d . Coronado en Aquisgrán, habiendo logrado im ponerse
frente a la altiva nobleza hispana — según se ha comentado an­
tes— , decidió «mandar cubrir à algunos esp an oles...q u e por
sus Estados, antigüedad y riquezas fueron llamados Grandes
de la universal estim acion», medida ésta intepretada por Ca­
rrillo com o una «restitucion» — tras la privación m omentâ­
nea — y com o una «distincion» , porque tal restitucion no
correspondió a todos, sino sólo a algunos.
Llegados a este punto, se trata de averiguar los motivos
profundos de la décision y las razones por las que fueron pri­
vilegiados algunos sobre otros. Y a ambos aspectos daba res-
puesta Carrillo, cuando, a continuación de todo lo anterior,
expresaba de forma clara y rotunda, lo siguiente:

En esta restitucion obró el César la mayor acción politica que


hasta aquella ocasión habia executado en su oficio de Rey. Pues
considerando que los Grandes obedientes à sus ordenes en Ale-
mania, y los que en Castilla al mismo tiempo le conservaba es­
tas Provincias con sus espadas, contra la voz popular de los
comuneros, merecian ser remunerados, como lo pedia la impor­
tancia de sus servicios ... Instituyó otra mayor distincion entre
los Grandes y los Títulos, con permitir a pocos lo que era común
a tantos, cubriendo las cabezas de las mayores Casas de Espana,
en quien quedaron honradas sus numerosas familas y parentelas.

Por una parte, es preciso interpretar tal medida com o una


importante décision política; y, por otra, entre las razones que
la motivaron, se apunta a la conveniencia, o la necesidad de
la monarquia, de mostrar su reconocim iento por el servicio
prestado en las crisis políticas, en especial, en lo relacionado
con el m ovim iento de las Comunidades (López Pita. P.).

— 343 —
La Grandeza nobiliaria: del proceso bajomedieval
al pacto en los inicios del siglo xvi

Según se ha venido planteando. la jerarquización nobil ja


ria habia dado lugar en los siglos bajom edievales a una eus
pide en la que se reconocian tanto los sig n o s de poder
riqueza, com o los elem entos sim bólicos y representativos de
honor social. Pero, llegado un m omento, la monarquia, qUe
siempre se habia esforzado por situarse en el centro de grave
dad de los procesos de nobilización de la sociedad, hizo lo
m ismo en el caso de la Grandeza, intentando situarse en el eje
m ism o de dicha realidad. Y lo hizo de modo que la décision
parecia responder a una especie de pacto tácito, que presen-
taba varias vertientes: por una parte, se trataba de premiar y
atraer a unos, pero también, al m ism o tiempo, de provocar la
disensiôn en el seno de la alta nobleza. Con esta medida, que
ténia un sentido de afirmación de la fuerza monárquica, pero
también de aproximación — respecto de los beneficiários de
la «distinción»— , dicha dignidad quedaba, en adelante, suje-
ta a la décision real. De este m odo, superponiéndose a la evo­
lución anterior, la monarquia lograba colocarse en el epicentro
de la Grandeza, tratando de que apareciera, com o «hechura re­
gia», y reorientando, asi, la situación de cada Casa altono-
biliaria, definitivamente, en función de la voluntas regis, capaz
de otorgar, o reconocer la Grandeza de persona. de casa, y de
senorio o estado.
En cuanto al número de los reconocidos, se han venido
manejando casi siempre dos cifras: nueve, y doce. Por un lado,
el número de nueve podria estar en relacion con los que reci-
bieron el collar de la orden del Toison de Oro, en el capítulo
que, com o maestre, celebrô en 1519 en Barcelona, donde selec-
cionô a varios Grandes, Duques de Alba, Béjar. Escalona, Frias,
Infantado, y Nájera, asi com o el Marqués de Astorga y el Al­
mirante, del linaje Enriquez, además del aragonés Duque de
Cardona para «distinguirlos» con la entrega del collar de la or­
den borgonona (Ceballos-Escalera. A.). Por otra parte, sobre la
de doce — por la que, se inclinaba Pellicer de Tovar, en­
c if r a
tre otros— , no parece necesario insistir en el hecho de que res­
ponderia al sim bolism o que alcanzó tradicionalmente.
Por lo general, para la determinación de los linajes que
parece fueron reconocidos com o Grandes por Carlos V en la
segunda década del siglo XVI, se suele tomar por válida la
relación ofrecida por Fernândez de Bethencourt — veinticin­
co títulos, veinte linajes— . Con todo, la consulta de fuentes
diversas permite presentar este otro elenco, en el que, sobre in-
formaciones distintas y complem entarias, se han tomado en
cuenta sólo los datos referentes a los Senores de Título de la
Corona de Castilla. anadiendo, a los listados habituales, otros
cinco linajes más, documentados en otras fuentes (Catálogo
de los Grandes de E sp a n a ... BN . M ss. 18.758; Relación de
Grandes conservados, restituidos o creados p o r los Reyes
C atólicos , B N ., M ss. 18.682; Tratado de los G randes de
Castilla..., BN. M ss., 11.592; Tratado de los Títulos y Gran­
des de Espana. B N ., M ss., 8.316).

— 345 —
L in aje Título

G u zm án D . d e M ed in a S id o n ia (L ad ero, M .A . 199^
1998; G alán I)
La C u eva D . d e A lb u rq u erq u e (F ran co S ilv a . A ., 2002-
C arceller, P.)
A varez d e T o led o D . d e A lb a (C alderón O rtega, J.M .)
P a ch eco D. d e E scalon a (Pretel, A . y R od rígu ez Llopis
M .)
M en d oza D. del Infantado (Sánchez Prieto, A .B .; C a r r a s c o
M artínez, A.)
La C erda D. d e M ed in a celi (Pardo R od rígu ez, M .a L )
M an riq u e D. d e N ájera (M on tera Tejada, R.)
Stúniga D. de Béjar (V illalobos, M.'! L.; Lora Serrano, G )
V elasco D. de Frias (G o n zá lez C respo, E.)
P o n c e d e L eón D. d e A rco s (G arcia H ernán, D.; D ev is, F.; Ca-
rriazo, J.L.)
C árd en as D. d e M aq u ed a (B .N . M s. 18.682; M s. 18.758)
P im en te! C ./D . d e B e n a v e n te (B e c e ir o Pita, I., 1998)
O so rio M. d e A storga (M arin F uertes, J.A .)
M anrique M. d e A guilar d e C am p oo (M ontera Tejada, R.)
S an d oval M. d e D en ia (Franco S ilv a , A ., 1984)
M en d o za M . d el C en ete (Pérez B oyero, E.; Soria Mesa,
E.. 1997)
F d ez. d e Córdoba M . d e P riego (Q uintanilla R aso. M .s C ., 1979)
Fajardo M. d e lo s V élez (F ran co S ilva, A ., 1982)
F dez. d e C órdoba M . d e C om ares (Q uintanilla R aso, M .- C., 1996 >)
M en d o za M. d e M on d éjar (Franco S ilva, A ., 1982)
F d ez. d e C órdoba C. d e Cabra (Q u in tan illa R aso. M .â C ., 1996)
O so rio /C a stro C. d e L em o s (Pardo d e G uevara. E.)
S tú n iga C. d e M iranda (P ellicer d e Tovar, J.; Duque de
B erw ick )
G irón C. d e Urena (A tienza, I.. 1987; A guado. J., Viria
Brito, A.)
E nriquez C. d e M e lg a r (M a rtín ez S o p en a , P.; Yun Ca-
salilla, B.)

El listado aqui incluido présenta un reparto geográfico


centrifugo, de forma que los grandes estados senoriales repre-

— 346 —
sentados por importantes títulos nobiliarios se encontraban
dispersos por los distintos reinos, desde Galicia, hasta el Reino
de León, y el de Castilla en sus distintos âmbitos (norte, y cen-
tro-oriental), el R eino de Toledo, el de Murcia y los Reinos
andaluces de Córdoba y Sevilla, así com o el tardiamente in­
corporado de Granada (Quintanilla Raso, M .â C., 2006). En
cuanto a lo que se refiere al momento de arranque de los dis­
tintos títulos, abarcan desde finales del siglo X IV -1398, Con­
dado de Benavente, hasta el reinado de Carlos I y D.â Juana,
en los primeros decenios del XVI.
La posición econôm ica de estas grandes Casas presentaba,
igualmente, una situación de diversidad, aunque dentro de una
consolidación patrimonial y un elevado nivel de ingresos en to­
dos los casos. A sí, los cálculos ofrecidos por Lucio Marineo
Siculo (Marineo Siculo, L.) los situan en unos niveles de ren-
tabilidad anual de entre 60.000 ducados com o máximo, en el
que se encontraban el Duque de Frias y el Conde de Cabra, o
los 55.000 con que contaba el Duque de Medina Sidonia, y los
demás de ahí hacia abajo, con 55.000, 50.000. 40.000, 30.000,
25.000. 15.000 y, finalmente, 12.000 ducados, atribuídos a los
Marqueses de Aguilar de Campoo y de Comares, y al Conde de
Lemos.
Todos ellos compartían una serie de aspectos formalistas
y determinados contenidos de honor, que constituían, tanto en
el caso de los Senores de Título com o, de forma más intensa,
en el de los Grandes del Reino, todo un eficaz aparato de pro­
paganda. En el segundo caso, el tratado de A lonso Carrillo
(Carrillo, A.) plantea las «Preem inencias de que gozan los
Grandes», senalando los pormenores del derecho de cobertu­
ra en presencia del monarca, e incluyendo los derechos, que,
por extension, se transmitían a sus esposas — «sus m ugeres se
adornan de los resplandores de sus maridos»— ; se incluyen
también las consideraciones del autor sobre las posiciones y
lugares destacados que ocupaban en las ceremonias, próximos
a la realeza, así com o era objeto de valoración su determinante
presencia en la Corte, — «los Grandes son el principal lustre

— 347 —
y adorno de la corte de Espana». La obra hace referencias
plicitas a la fômula de parentesco regio — «primo» COn que
la monarquia los distinguia. asi com o al tratamiento de «se
noria» y «excelencia» que les correspondia, y en este mismo
apartado se alude a los derechos penales de los Grandes con
referencia detallada al caso de la rebelión del marqués de
Priego, castigada, con «razon» y «zelo» por Fernando el Ca
tôlico. El autor se hacia eco, además, del derecho de esta élite
de poder al ejercicio de los mejores cargos en la administra
ción y gobierno, con alusiones también a su presencia en la
crisis de las Comunidades; y. finalmente, Carrillo planteaba la
estrecha relacion entre el poder regio y el poder de los Gran­
des. manifiesta en las siguientes expresiones: «en e s ta -e x c e -
lencia de su Rey principalm ente se fundan los Grandes de
Castilla», mientras, al m ismo tiempo, habia que tratar de «re­
dundar la autoridad y lustre de los primeros vasallos en ma­
yor gloria y exaltaciôn de su Principe».

CO N SID ERACIONES FINALES

El estatus de la Grandeza, con todos sus contenidos pri­


mordiales de sim bolism o y representación reposaba sobre dos
claves principales: la cubrición en presencia de la autoridad
regia — a lo que se unia la facultad de acompanar a la monar­
quia, ocupando posiciones cercanas en las ceremonias— , y el
derecho a ser considerados com o prolongación de la familia
real, en tanto que los reyes aparentaban ser sus «parientes ma-
yores». Y, en relacion con esta evidencia, vale la pena sena-
lar que todas esas formas de expresión, esa ritualidad que, en
la actualidad, se nos antoja extraiia y caprichosa, podian tener
mayor trascendencia de la que, en principio, cabria atribuir-
les. Porque es evidente que, si por un lado permitian la osten-
tación en el entorno social, es preciso tener en cuenta que lo
que trataban de subrayar era, sobre todo, el hecho fundamen­
tal de la proximidad a la realeza, y su preeminente situación,
firmemente instalados en el entorno monárquico.

— 348 —
En suma, la gestualidad excluyente, la ubicación en luga­
res destacados, el lenguaje de honor utilizado, y todos esos ele­
mentos que dibujaban la esp ecífica imagen de la Grandeza
nobiliaria, apuntan, especialmente, a los contenidos que cons-
tituían el eje vertebral de la condición: la cercania sim bólica y
representativa respecto de la realeza, y, en su condición de los
más próximos y directos «servidores de la monarquia» (Con­
tamine, Ph.), su situación com o élite natural, a la cabeza de la
sociedad política, en el centro de gravedad del poder.

— 349 —
350 —

_
F u e n t e s u t il iz a d a s y c it a d a s

Casas ilustres de Espana. Recogi-


A g u i r r e V a c a y S o t o m a y o r . F..
das de diferentes autores en el anno 1624y en el de 1641, aumen­
tado de muchas cosas, BN. m s.18.355).
A r c h iv o H i s t ó r ic o N a c io n a l . N o b l e z a ( A H N , N o b le z a ) (d iv e rs a s
s e c c io n e s ).
B i b l io t e c a N a c io n a l . M a n u s c r it o s ( B N . . m s s .)
C a r r i l l o , A.. Origen de la dignidad de Grande de Castilla. Preemi-
nencias que goza en los actos públicos y palacio de los Reyes de
Espana, ed. y estudio, por E. Soria Mesa, Granada. 1998.
C a t á l o g o de los Grandes de Espana con expresión del ano en que
obtuvieron la Grandeza, BN. Mss. 18.758.
D u q u e d e B e r w i c k y A l b a . Noticias históricas y genealógicas de los
Estados de Montijoy Teba, M a d r id , 1 9 1 5 .
F e r n â n d e z d e B é t h e n c o u r t , F., Historia genealógica y heráldica de
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1877-1910. Nueva éd.: Fabiola de Publicaciones Hispalenses, Se-
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G u d i e l , G ., Compêndio de los Girones, BN. Mss. 11.321.
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Opus de rebus Hispaniae memorabilibus modo
M a r i n e o S ic u l o . L .
castigatum atque Caesarear maiestatis iussi in lucem editum,
Impressum Compluti per Michelem de Eguila, 1533.
M e m ó r i a s d e D . Enrique IVde Castilla, II. R A H . M a d r id . 1835.
M e n a , J.de, Obra completa, ed. A. Gómez Moreno y T. Jiménez
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M e x ÍA , F., Nobiliario Vero. Sevilla 1492, ed. de M. Sánchez Marian
Madrid. 1974.
Justificación de la Grandeçay Cobertura d e
P e l l i c e r d e T o v a r . J.,
Primera Clase en la casa y persona de d. Fernando de Zuniga, no
veno conde de Miranda. Madrid. 1688: AHN. Nobleza, Osuna, 253
7, 7 (bis); y RAH, Salazar y Castro, E-30. fols. 1-144.
R e la c ió n de Grandes conservados, restituidos o creados por lo s R e -
yes Católicos, BN.. Mss. 18.682.
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Ín d ic e

Preâm bulo ........................................................................................... 9

L A SOCTEDAD POLÍTICA. L a NOBLEZA ....................................... 17

E l E stado s e n o r i a l n o b i l i a r i o c o m o e s p a c io d e p o d e r

en la C a s t il l a b a jo m e d ie v a l ................................................ 99

S o c ia b il id a d n o b il ia r ia y s o l id a r id a d je r á r q u ic a e n

la C a s t il l a d e l s ig l o xv ........................................................ 191

P r o p ie d a d v in c u l a d a y e n a j e n a c io n e s . M éto do s y ló ­
g ic a s N O B IL IA R IA S EN L A C A S T IL L A T A R D O M E D IE V A L . 249

L a ALTA NOBLEZA. CONSOLIDACIÓN Y ENGRANDECIMIENTO


DE LOS SENORES DE TÍTULO EN EL REINADO ISABELINO . 279

E l PROCESO DE ENGRANDECIMIENTO NOBILIARIO EN LA CAS­


TILLA MEDIEVAL: DE LOS TRASTÁMARA AL IMPERIO . . . . 321

F u e n t e s u t il iz a d a s y c it a d a s ......................................................... 351

B i b l i o g r a f í a u t i l i z a d a y c i t a d a ....................................... 353

— 359 —
Este libro con tien e una se rie d e trabajos cen trad os en los g ra n d es c a m p o s
tem áticos nobiliarios en la Castilla bajom edieval. En él s e atien de al co n cep to
d e la n o b leza y s u s form as d e representación, a la c a b e z a d e la so c ie d a d
política, y s e aborda en profundidad eL desarrollo d e los e s ta d o s serioriales
co m o e s p a c io d e poder. También so n objeto d e tratam iento el patrimonio
vin cu lad o y s u s d istorsion es a fines d el m ed ievo, asi co m o las form as d e
sociabilidad internobiliarias, d e sd e una p erspectiva antropológica. Y, por último,
s e incluyen una detallada valoración d e la p osición d e los se n o r es d e título en
el reinado d e Isabel I, y un estudio sob re el p ro ceso d e engrandecim iento d e
la cim a nobiliaria a finales del siglo XV. Los tem as, com plem entarios, incluyen
lineas d e investigación n o v ed o sa s, s e presentan d e s d e una óptica d e revisiôn
y actualización, y, con su am plia perspectiva, tienen com o objetivo contribuir
al mejor conocim iento del sector altonobiliario en el trânsito del m edievo a la
modernidad.

î b d Biblioteca d e Bolsillo
DIVULGATIVA C O L L E C T A N E A LIMITANEA D IR E C T O R : RAFAEL G. PEINADO SANTAELLA

U n iv e r s id a d d e G r a n a d a

M .a C O N C EPC IÓ N Q UINTANILLA RASO es


catedrâtica de Historia Medieval en la Universidad
Complutense de Madrid. De entre sus lineas de
investigación, se pueden senalar las referentes a
las sociedades de frontera, la tenencia de fortalezas,
o las convulsiones de la sociedad urbana. Desde
1974 ha venido publicando numerosos trabajos
-libros, artículos, ponencias en Congresos- sobre
los más diversos contenidos acerca de la nobleza
sefiorial castellanoleonesa, durante la Baja Edad
Media. De su obra, reconocida como una de las
más destacadas en la historiografia sobre estos
temas, sobresalen, entre otras publicaciones,
ISBN 978-84-338-4854-3
Noblezay senorios en el reinode Córdoba. La Casa
de Aguilar. Además, La sociedad política: la
Nobleza. Asi, también, El estado senorial nobiliario
como espacio de poder. Y, recientemente, Títulos,
Grandes del reino y Grandeza en la sociedad
política, obra realizada bajo su dirección y

Or galardonada en 2007, con el Premio Nacional de


Estudios Nobiliarios de la Federación Espanola de
Genealogia y Heráldica y Ciências Históricas.

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