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PLANIFICACIÓN DE LA

EDUCACIÓN EMOCIONAL
EN EL AULA

MÓDULO N° 2
“BIOLOGÍA DE LAS EMOCIONES”

LIC. LUCAS J.J. MALAISI

Plataforma Educativa - Fundación Educación Emocional


Área Técnica y Soporte Técnico: Tel:+54 (9) 388-4638648 - email: soporte@educacionemocionalvirtual.org
MÓDULO N° 2: “BIOLOGIA DE LAS EMOCIONES”
TEMARIO:
1. Biología de las emociones
2. Duración de las emociones
3. Efecto de las emociones en el desempeño
1. Biología de las Emociones

Desde un punto de vista biológico, las emociones son simplemente una sustancia química
en sangre que provoca cambios en el organismo. Estos cambios son variados: reacciones
vasomotoras, intestinales (diarrea), secretoras (sudoración, lagrimeo), renales (poliuria),
musculares lisas (espasmos), circulatorias (taquicardia, cambios tensionales), respiratorias
(taquipnea, disnea), descenso de la resistencia eléctrica de la piel (reflejo psico-galvánico),
etc. Muchas de estas respuestas son objetivables y se pueden registrar (poligrafía). Todos
estos signos son muy importantes, porque nos ayudan a reconocer qué tipo de emoción
vivenciamos. Desde una simple sonrisa hasta una lágrima, estos pequeños indicios nos
dicen mucho acerca del afecto que subyace.

En la emoción se produce una variación psíquica y somática que actúa como estimulante
para movilizar los mecanismos de adaptación del individuo frente al estímulo.

2. Duración de las Emociones

Todas las emociones son temporales, ninguna de ellas en sí misma dura por siempre. La
duración de una emoción depende de la idea a la cual esté asociada. Quien tienda a ver el
lado negativo de las cosas seguramente extenderá la tristeza o la nostalgia. Tampoco el
amor mismo dura por siempre, a menos que se lo mantenga vivo nutriéndolo. Veamos…

Los sentimientos y emociones, por su misma naturaleza bioquímica, y aunque parezca


raro, tienden a desvanecerse. Lo que sí puede pasar es que una emoción se renueve por
sí misma, dando la impresión de que es permanente o muy duradera. Y el hecho de que
se renueve por sí misma o por otra depende de los hábitos, de la psicomotricidad (cómo
movemos el cuerpo) y fundamentalmente de los pensamientos.

Pero para comprender esto es necesario hacer un breve recorrido por la biología de las
emociones.

En el centro del cerebro existen unas estructuras llamadas amígdalas, que constituyen el
centro de las emociones. Cuando percibimos algo que decodificamos, por ejemplo, como
amenazante, inmediatamente la amígdala inicia una reacción en cadena1 que finaliza con
la segregación de una sustancia en sangre que es la responsable del correlato físico de la
emoción. Así, a nivel físico, las emociones no son otra cosa que una sustancia química en
sangre que provoca sudoración, lagrimeo, risa, taquicardia, tensión muscular y demás
cambios que mencioné más arriba. Lo interesante de todo esto es que la sustancia en
sangre –de cualquiera de las emociones– tarda aproximadamente 90 segundos en ser
metabolizada por el cuerpoi, es decir que le toma ese tiempo desaparecer junto a sus
efectos.

Esto es fácil de comprobar si recordás alguna vez que te diste un susto. Aunque
rápidamente descubrieras que la amenaza no era de temer, sentiste que tu corazón
seguía galopando y tus ojos seguían abiertos como huevos fritos. Esta sensación dura
unos instantes porque la adrenalina sigue dando vueltas por tu cuerpo, hasta que pasan
esos 90 segundos.

Seguramente sabrás que es frecuente que nos digan, cuando nos enojamos: “Contá hasta
10, contá hasta 100 que así te vas a tranquilizar”. Esto es para darle tiempo a nuestro
cuerpo de que se “desintoxique” del cóctel químico en sangre propio del enojo. También
es eficaz tomar distancia dando una pequeña caminata, beber agua, respirar varias veces
profundo y pausado o hacer cualquier cosa que te desvíe el foco de atención del motivo
del enojo. Pero si por el contrario seguimos haciendo foco en lo que nos enoja,
renovamos la emoción. Así hay quienes dicen “Ok, voy a contar hasta cien”, pero
mientras cuentan dicen “1, 2, 3… Es un maldito, 6, 7… Cómo pudo hacerme esto… 9, 10,
11… Pero quién se ha creído este… 14, 15… Seguramente lo hizo a propósito… 19, 20, 21…
Siempre me hace lo mismo, 25, 26… Cuando lo vea lo ahorco…”, y así continúan.
Entonces, ¿qué está haciendo la persona al contar así? Su foco se mantiene en lo mismo,
y continúa dándole a la amígdala un motivo para que siga segregando la misma sustancia.
Entonces la emoción queda “atrapada en un bucle de pensamiento recursivo” y sigue
renovándose por sí misma, alargándose su duración natural, pues sigue asociada al

1
La reacción en cadena; la amígdala envía proyecciones al hipotálamo, encargado de la activación del
sistema nervioso autónomo; los núcleos reticulares, para incrementar los reflejos de vigilancia, paralización
y escape/huida, a los núcleos del nervio trigémino y facial para las expresiones de miedo, al área tegmental
ventral, locus ceruleus, y núcleo tegmental laterodorsal para la activación de neurotransmisores de
dopamina, noradrenalina y adrenalina.
mismo pensamiento. Entonces esos 90 segundos se transforman en una cuenta de 90” +
90” + 90” + 90” … Esto es lo que en psicología se llama “rumiación mental”. La persona
sigue dándole vueltas a una misma idea una y otra vez, con el correlato emocional
correspondiente.

Está comprobado que quien padece depresión tiene una propensión a pensar en forma
pesimista, lo que renueva emociones de tristeza o desesperanza, extendiendo estos 90
segundos. Lo mismo con el enojo crónico, que se condice con un hábito de pensamiento
crítico y negativo; o con la felicidad, cuyo secreto es pensar en lo que se tiene y ser
agradecido por ello. Así, la gratitud es un estado mental que genera felicidad. Por esto es
que en psicología decimos “Todo aquello a lo que le prestes atención, crece”.
3.Efecto de las Emociones en el desempeño

En un momento de mucha bronca, ¿te pasó poder conciliar el sueño? ¿Pudiste


concentrarte en leer y estudiar un texto? ¿Qué pasó con tu apetito? ¿Pudiste continuar
con alguna actividad que requería de tus habilidades o concentración?
Seguramente me dirás que, en medio del enojo, el miedo o la angustia no te fue posible
dormir, tampoco comprender un texto. Quizá leíste varias hojas como un autómata, pero
no entendiste nada. A la mayoría de las personas se nos corta el apetito con esas
emociones (sin embargo, una minoría aprendió a canalizarlas mediante la ingesta de
comida). Lo que trato de mostrarte es que bajo el estado de emociones displacenteras
hay ciertas conductas que son biológicamente imposibles de llevar a cabo. Concentrarte
en lo que estudiás, tener relaciones sexuales, dormir, hacer las cuentas del mes, conducir
un auto, reír, tener una buena performance en un deporte, comer y digerir son
actividades imposibles o muy difíciles de realizar en dicho estado. Esto se debe a que la
sustancia en sangre propia de la emoción activa ciertos sistemas en el cuerpo, a la vez que
desactiva otros. Por ejemplo, en medio del miedo se activa el sistema simpático, que
acelera el corazón, dilata los bronquios, contrae las arterias e inhibe el aparato digestivo,
preparando al organismo para reaccionar con todos sus recursos ante la situación de
estrés. Mientras que emociones como placer, felicidad, alegría, alivio, dicha, deleite,
satisfacción, tranquilidad, amor, permiten el ingreso a escena del sistema parasimpático.
Éste se encarga de mantener al cuerpo en situaciones normales y de producir los efectos
opuestos del simpático, preparando al organismo para la alimentación, la digestión, la
reconstitución celular (autorreparación) y el reposo.
Emociones como miedo, enojo, vergüenza, pánico o angustia –es decir, cualquier
emoción displacentera– además de impedirte estudiar, ser habilidoso, recordar y demás
conductas deseadas, disminuyen tu salud física ya que activan el sistema simpático, que
tiene un efecto inmunosupresor2.

2
El sistema simpático fuerza al organismo a una actuación de “lucha o huida” a la vez que desactiva el
sistema parasimpático que permite la digestión y el reposo (teoría del ahorro de recursos). Las
consecuencias a largo plazo del estrés, debidas en parte a la inmunosupresión, no parecen justificar los
beneficios de la inhibición inmunitaria a corto plazo. Lo cierto es que en la actualidad no conocemos la
finalidad -si es que la tiene- de la inmunosupresión.
En este sentido un científico chileno de primer nivel mundial llamado Humberto
Maturana define las emociones como “disposiciones corporales que determinan
dominios de acciónii”. Dice el autor que cuando una emoción cambia, cambia también el
dominio de acción, y da el siguiente ejemplo. Al llegar a la oficina uno declara que piensa
pedir un aumento de sueldo al jefe, pero la secretaria amiga dice “No le pidas nada hoy
porque está enojado y no va a darte nada”. Todos sabemos que esto es así: bajo el enojo,
“sí” es una palabra poco dicha. Dicho de otra manera, bajo el dominio de acción del enojo
la conducta de conceder el aumento no es posible.
Esta es la razón por la cual todos tenemos esos días en los que “todo nos sale mal” y esos
otros en los que “todo nos sale bien”. Los días en que estamos bajo el dominio de acción
de emociones placenteras nos ponemos en Modo Creativo, que es el modo emocional del
alto desempeño. Mientras que las emociones displacenteras nos ponen en Modo
Defensa, que es una plataforma emocional que nos prepara para huir o defendernos,
pero deshabilita las funciones de descanso, digestión, inmunología, sexo, memoria,
creatividad, reconstitución celular, entre otras.
El día en que sentís que todo va mal estás bajo el dominio de acción de emociones como
enojo, miedo, vergüenza, etc., es decir, estás en Modo Defensa, en simpaticotonía.
Mientras que cuando te sentís un ganador y todo va bien, estás bajo el dominio de acción
de emociones que permiten que las cosas fluyan y tus proyectos prosperen. Podrás
estudiar, reflexionar, recordar, tener relaciones sexuales, comer, reír, bailar, cantar, hacer
deporte en forma habilidosa, estar atento y elocuente, etc. Este es el Modo Creativo,
caracterizado por un equilibrio entre el sistema simpático y el parasimpático.
Así como las emociones afectan las funciones mencionadas arriba, también afectan el
modo en que pensamos. Está comprobado científicamente que la tristeza nos hace
proclives a ver el lado negativo de las cosas –lo que, como vimos antes, genera más
tristeza. El enojo nos impide concentrarnos en la solución de los problemas, y a veces nos
lleva a malinterpretar actitudes. El amor suprime el pensamiento crítico, haciendo que
todo sea “color de rosas”. Por eso se dice que el amor es ciego
i
TAYLOR, B. (2009). Un ataque de lucidez. Un viaje personal hacia la superación. Argentina: Editorial Debate.
ii
MATURANA, H. (1990). Emociones y Lenguaje. Santiago de Chile: Editorial Comunicaciones Noreste.

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