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Arturo G. Rillo
Departamento de Investigación Científica de la UAEM,
La salud está determinada por la organización social... y el Estado no debe permitir que el
precio del neoliberalismo se pague con la salud del pueblo.
Federico Ortiz Quezada, 1986
Introducción
ISSN Impreso 1405-1435, Electrónico 2448-5799, UAEM, núm. 12/13, 1996, pp. 89-106
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ambos estados eran producidos por una causa. Aunque Aristóteles no es-
cribió acerca de la medicina de su tiempo, esta interpretación constituye el
primer antecedente en la historia de las ideas donde se destaca la dinámica
del Proceso Salud-Enfermedad.
Durante el oscurantismo de la Edad Media, e inclusive durante el Rena-
cimiento, los conceptos de salud y enferme- dad continuaron con gran in-
fluencia mágico-religiosa, y es hasta el advenimiento de la ciencia aplicada a la
tecnología que se llega a entender a la salud como la ausencia de enfermedad,
y ésta, como un proceso causado por un agente biológico (etapa unicausal de
la medicina). Estos conceptos prevalecieron por mucho tiempo en la cien-
cia médica; sin embargo, desde el siglo VII, la medicina proclamaba que los
problemas de salud eran fenómenos sociales que en su desarrollo incluían
tanto al individuo como a la sociedad. Esta corriente de pensamiento en la
medicina fue ahogada por condiciones propias de la época, pero revivieron
con el deterioro de la calidad de vida de la población y el surgimiento de la
industrialización y de la clase obrera organizada.
Ya integrada la Organización Mundial de la Salud, se consideró al indi-
viduo como un ser integral, comprendiéndose la importancia de sus esferas
biológica, social y psicológica para el mantenimiento de la salud, entendién-
dose ésta como el completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la au-
sencia de enfermedad.
Con la aparición de las nuevas ciencias que estudian al ser humano en re-
lación con su medio ambiente, surge el concepto ecologista de la salud. Este
pone de manifiesto el mecanismo de adaptación del individuo con base en un
estado de tolerancia y compensación fundamentado en la interacción de la tria-
da ecológica. Este modelo establece relaciones de multicausalidad basadas en el
binomio susceptibilidad-resistencia del huésped, contribuyendo al origen del
concepto de la Historia Natural y Social del Proceso Salud - Enfermedad.
Finalmente, dentro del esquema evolutivo descrito hasta aquí, mencio-
naremos por último que la salud se esta interpretando actualmente como un
bien económico, mismo que da respuesta al paradigma económico que está
dominando la interpretación del Proceso salud-Enfermedad.
Como vestigios de este desarrollo, en la actualidad han prevalecido di-
versos elementos conceptuales que permiten interpretar a la salud como:
a) Un estado que manifiesta una unidad biopsicosocial.
b) Un proceso de adaptación.
c) Un fenómeno sociocultural.
d) Un proceso que se observa dentro de un marco histórico determinado.
e) Un estado que refleja un alto contenido ideológico.
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B) Cultura.
El Problema:
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a) Transición demográfica.
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b) Transición epidemiológica.
Desde el punto de vista social, lo ideal sería una vida larga y productiva que
culminara en un súbito colapso terminal; una vitalidad que persiste hasta el
final y una muerte que llega sin temor ni tragedia al término natural de la
vida del sujeto. Aunque parece poco probable que este ideal se convierta en
norma, lo que si sería posible es reducir la morbilidad en la última fase de
la vida; orientando a comprender una vitalidad creciente y de una duración
limitada de la vida con la consiguiente comprensión de la morbilidad en un
breve período previo al final fatal.
Algunas enfermedades graves no transmisibles, como el cáncer de pul-
món y las cardiopatías, son cada vez más frecuentes en los países en desarro-
llo. Ello se debe, entre otras causas, a que la población abandona sus formas
de vida tradicionales para adoptar las de los países industrializados.
La transición epidemiológica implica el cambio de morbilidad en las si-
guientes direcciones:
• Una disminución de las carencias e infecciones nutricionales, como
también de las tasas de mortalidad de niños y jóvenes.
• Un aumento de caries dental, obesidad, hipertensión, diabetes y en-
fermedades vasculares.
• Un aumento de las enfermedades gastrointestinales, trastornos ma-
lignos del intestino grueso, diverticulítis y apendicitis.
• Una disminución de la tasa de ciertos tipos de cáncer, compensada
con creces por un aumento de muchos otros.
Padecemos el traslape de dos retos: de un lado, terminar con el rezago
representado por las enfermedades del subdesarrollo, tales como las infeccio-
nes comunes, la desnutrición y las muertes maternas y perinatales; del otro,
enfrentar los retos emergentes asociados a la industrialización y la urbani-
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pone límites al anterior, pues toda libertad conlleva una responsabilidad. Ello
es especialmente importante en el caso de aquellos bienes, como los servicios
de salud, que producen lo que los economistas llaman “externalidades”, esto
es, consecuencias para los demás de las decisiones propias. Así, el hecho de
que una persona no cuide su salud tiene efectos sobre los demás. Ello genera
una responsabilidad que limita la libertad de no atenderse. Por otra parte, el
carácter generalmente involuntario de las pérdidas de salud impone a los que
están sanos la responsabilidad de cuidar de los enfermos.
- Cultura + salud = bienestar. La renovación de las ciencias y artes ha
contribuido a la depuración de las costumbres. En el caso de México, los pro-
blemas de desigualdad social que ha originado el estilo de desarrollo econó-
mico se han reflejado en el nivel de salud de la población. El rezago de las
condiciones de salud y el deterioro de los servicios con base en los referentes
internacionales es un asunto que debe ser resuelto tras una clara decisión po-
lítica. Esto nos induce a recordar que el Estado de Bienestar es un ausente, o
su presencia circunstancial, fragmentada y/o acotada, a dado paso en Améri-
ca Latina a un “Estado de Malestar” pues se ha sufrido durante el decenio de
los ochenta un severo revés en términos de un grave retroceso económico que
ha acentuado el endeudamiento externo, elevando los procesos inflacionarios
y agudizando las desigualdades sociales.
El “Estado de Malestar” posee una dimensión psicosocial generada en
la conformación de una sociedad más dual en donde los estratos medios
tienden a desvanecerse, y en donde se congelan las perspectivas de movili-
dad social ascendente. Sobre la comprobada ausencia de los servicios socia-
les básicos del estado en los sectores de menores ingresos, se construye un
discurso de un individualismo dogmático que deja a cada persona liberada
a su propia suerte, resistiendo el tejido social y las redes comunitarias de so-
lidaridad. Esta dimensión conduce a una percepción colectiva o estado de
ánimo que se traduce en un estado de descreimiento, que ambos contribu-
yen a una reducción de las expectativas relacionadas con el mejoramiento
de la calidad de vida.
Al interior de las comunidades existen dinámicas que tienden a agravar
o solucionar la problemática del Proceso Salud-Enfermedad que deben ser
analizadas. Aquí resaltan las dimensiones de la comunidad, la familia y su
organización para generar y distribuir recursos, que influencian a la salud y se
manifiestan como redes locales y auto cuidado.
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Conclusiones
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