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AGENDA ESCOLAR

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Año:

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Horario de clases
LUNES MARTES MIÉRCOLES JUEVES VIERNES

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1.ª

2.ª

3.ª

4.ª

5.ª

6.ª

7.ª

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MARZO

LUNES MARTES MIÉRCOLES JUEVES VIERNES SÁBADO DOMINGO


Este mes no me tengo que olvidar de…

Fecha Tarea Para el día...


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Recomendaciones del mes:

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Abril
LUNES MARTES MIÉRCOLES JUEVES VIERNES SÁBADO DOMINGO
Este mes no me tengo que olvidar de…

Fecha Tarea Para el día...

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Recomendaciones del mes:

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mayo

LUNES MARTES MIÉRCOLES JUEVES VIERNES SÁBADO DOMINGO


Este mes no me tengo que olvidar de…

Fecha Tarea Para el día...


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Recomendaciones del mes:

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–Tómatelo –dice–. Ya estará frío, porque lo han traído hace tres


días. Se ve que te han hecho un truco para impedirte ganar: te han

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dado un somnífero poderoso. El jefe ha dicho que les hará juicio.
No importa. El año que viene son las Olimpiadas. Y las ganarás.
–No –dice Grillo–, no quiero ganar nada de nada. Con la familia
que tengo a mi cargo, es inútil que ande dando vueltas por el
universo levantando otras cargas.
–Entonces, ¿ya no te casas conmigo?
–Me caso enseguida, incluso la semana pasada.
–No, a mí me basta con mañana.
Antes de ir a Civitavecchia a casarse, sin embargo, hacen un
buen viajecito hasta las Pirámides. Grillo reconoce enseguida la
que ha hecho él, con sus manos correotelegráficas. Pero no dice Índice
nada. Los grandes campeones son modestos. Tan modestos que su
nombre no lo sabe nadie. Todos los días de su vida levantan pesos
espantosos, pero ni siquiera piensan en que les hagan entrevistas.

El coro de la escuela.......................... 2
Ema Wolf

El cartero de Civitavecchia................ 7
Gianni Rodari

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El Faraón se harta del interrogatorio y dice algo así como:
“Pues vete a ese país”. Grillo mantiene un prudente silencio: en
los interrogatorios, ya se sabe, lo mejor es decir lo menos posible.
Come lo que le dan de comer, bebe lo que le dan de beber, y
Patas quiere cantar en el coro de la escuela y el profesor de después le hacen señas de que puede dormir bajo una palmera.
música no lo deja. “Menos mal –piensa Grillo–. Y ahora intentemos dormir
El profesor se llama Mojardín. Cada vez que Patas se cuela adentro despacito, largamente, para regresar a nuestros días”.
del salón donde los chicos están ensayando, Mojardín lo echa: Durante un rato consigue hacer pasar siglos y milenios,
–¡Ffsssh! ¡Ffsssh! pero después, con su impaciencia de costumbre, empieza a
Cómo sabe Mojardín que Patas se metió en el salón es un auténtico preguntarse: “¿Será hora de que me despierte? ¿No será hora de
misterio, porque el profesor ni siquiera lo mira, simplemente adivina que me despierte?”.
que está ahí, escondido en algún rincón, y lo echa. Se despierta a tiempo para dar una mano en las excavaciones
–¡Ffsssh! del Canal de Suez, donde por suerte encuentra a uno de
Patas no entiende por qué Mojardín no lo quiere en el coro. Se Civitavecchia, que se llama Martino Angeloni y ha sido
rompe la cabeza buscando el motivo y no lo encuentra. compañero de escuela de su tatarabuelo, y lo invita a unas copas.
Es un coro mixto: quince varones y trece chicas. Para cantar se Cuando se vuelve a dormir, ha aprendido la lección. Pero la ha
ubican en gradas de madera. En la grada más baja están las primeras aprendido demasiado bien. Se despierta en el hotel de Alejandría
voces, hacia arriba siguen las segundas voces, las terceras, etcétera. cuando los campeonatos mundiales han acabado ya. Ganaron
En la más alta hay un par de chicos que tienen permiso del profesor todos menos los de Civitavecchia. El jefe ha regresado a Italia en
para abrir la boca solamente, sin cantar. el primer avión, furiosísimo. Allí está Ángela, removiendo con la
cucharita una taza de café.

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Grillo mientras tanto se ha dado cuenta que lo están llevando Se ubican alineados, muy justos y quietos, porque las gradas,
a dar una mano en la construcción de las pirámides de Egipto. además de angostas, son cortas y si hay descontrol los alumnos

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Y así es, en efecto. Allí en el desierto hay una pirámide a se caen para los costados o para adelante, entonces se rompen la
medias, miles de esclavos que corren de un lado a otro llevando, cabeza, o los de arriba aplastan a los de abajo. A pesar
empujando, arrastrando piedrazas enormes; y está el Faraón, que de estos peligros, Patas muere por subirse allí a cantar.
regaña a sus secretarios. También él hace: “¡Quick! ¡Queck!”. Pero A veces se agazapa debajo de los escalones esperando
se comprende perfectamente que el Faraón está descontento una distracción de Mojardín para pegar el salto, pero el
porque las obras avanzan hacia atrás y sus secretarios se hacen profesor siempre es más rápido.
encima por miedo a perder la cabeza, orejas incluidas. –¡Ffsssh! ¡Ffsssh!
“Les daré una mano –piensa Grillo–, no me cuesta nada. Pero Los chicos tienen onda con Patas, se divierten con él.
después de comer, se acabó. Si te he visto, no me acuerdo”. Patas también tiene onda con ellos y no le molesta que
Levanta aquellas espantosas piedrazas como quien lava. Carga de vez en cuando alguno lo abrace con la cabeza llena de
doce a la vez con una mano y doce con la otra, mientras de todas piojos. Así que entre Patas y los chicos, todo bien. Si no
partes llega gente a decir: “¡Olé!”, “¡Olé!” y “¡Queck! ¡Queck!”, y fuera por Mojardín, podrían estar cantando todos juntos.
el Faraón se desmaya de asombro y tienen que ponerle un gato Patas no se pierde ningún ensayo. Cuando no está
bajo la nariz para que vuelva en sí (usanza faraónica). En un par escondido adentro del salón, mira y escucha desde el
de horas la pirámide está acabada: ración de comida especial ventanal que da al patio con el hocico pegado al vidrio.
para los de las obras, festejos populares (piñatas, carreras de Mojardín dirige el coro y toca el piano al mismo
burros, palo enjabonado). El Faraón quiere conocer al esclavo tiempo, algo que a Patas le parece extraordinario. No dirige
extranjero y, en parte con las manos, en parte con palabras, le con las manos porque las tiene ocupadas en el teclado, sino
pregunta de dónde viene: con la cabeza, más bien con el mentón. Para dar la entrada
–¿Babilonia? levanta el mentón, clava la mirada en el coro tres segundos
–No, Excelencia. Civitavecchia. como si los hipnotizara y después baja el mentón de golpe.
–¿Sodoma y Gomorra? Entonces arranca la canción. Es un momento que a Patas
–Ya se lo he dicho, Faraón: Civitavecchia. lo emociona mucho.
A veces el profesor también canta, a su manera.
– ¡Do, Do, Reeeeee, Re, Reeee, Miii, Sol, Soool, Faaaaa!
Patas piensa que con ese “Do, Do, Reee…” no hace
más que confundir. Pero bueno, él sabrá.

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¡¿Por qué, por qué Mojardín no lo deja entrar al coro?! “Ya estamos –piensa–, ahora me toca dormir todo ese tiempo
Patas imagina motivos. Los repasa una y otra vez: para ponerme al día…”.
Mojardín cree que le va a llenar el salón de pelos. Vuelve a dormirse, pero duerme tan deprisa que se despierta
Imposible: él no pierde pelos, apenas un poco en la tres o cuatro mil años antes. Se despierta en el desierto porque
primavera. el hotel aún no existe, y allí al lado hay un tipo vestido de
Mojardín cree que puede morder a alguien. Imposible: antiguo egipcio que le pregunta:
él no muerde seres humanos. –¿Quick queck quack y quock?
Mojardín cree que se va a olvidar la letra de las –No entiendo un cuerno –responde Grillo educadamente–.
canciones. Se equivoca: Patas conoce el repertorio En Civitavecchia hablamos distinto.
completo de memoria. En realidad toda la escuela y el El tipo hace dos o tres veces más: “¡Quick! ¡Quick!”. Después
vecindario conocen el repertorio de memoria. llama a dos esclavos, que obligan al cartero a levantarse, lo meten
Durante un tiempo Patas estuvo convencido de que el un una barca llena de gente con uniforme de antiguos egipcios y le
motivo era el idioma. Los chicos tienen dos horas de inglés ponen un remo en la mano.
por semana y una de las canciones que cantaban estaba en –Quack –dice el comandante de la barca.
inglés: Mojardín no lo quería en el coro porque suponía –Eso lo entendí –dice Grillo–, significa: “Rema”.
que pronunciaba mal. Si era por eso, se equivoca otra vez: En cuanto él empieza a remar lo dejan todos los
su pronunciación era tan buena como la de cualquiera de demás, porque ya no hay necesidad: basta Grillo para
los alumnos. hacer volar la barca Nilo abajo a tal velocidad que los
Últimamente a Patas ya no le interesa el motivo, le da lo cocodrilos se apartan protestando y los avestruces,
mismo, no importa, se cansó de buscar explicación a lo que en la orilla, se quedan rezagados un buen trecho. El
no la tiene. Ahora lo único que quiere es entrar al coro, comandante de la barca está tan contento que se vuelve
como sea, de prepo si es necesario, no busca más motivos, loco de alegría, y lo tienen que atar.
busca una treta. Basta de:
–¡Ffsssh! ¡Ffsssh!
Una tarde, Patas, con el morro aplastado contra el
ventanal del salón de música, los miraba ensayar la
canción para el Día del Estudiante.
Los chicos habían propuesto una de Los
Auténticos Decadentes que se llamaba “La
guitarra”:

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Yo no quiero trabajar,
no quiero ir a estudiar…
Quiero tocar la guitarra todo el díaaaa…
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–No he dicho nada –dice el jefe–. Pensemos en nuestro Pero Mojardín había decidido que “Corazón de tiza
campeón. Dentro de quince días son los campeonatos del mundo. y pizarrón” era más adecuada.

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Yo pago la cuota de inscripción. Esa tarde estaban ahí, dale que dale, con la tiza y
Hacen otros pequeños entrenamientos y el buen cartero, el pizarrón. Faltaba una semana para el acto y seguían
animado por la chica y el jefe, levanta sucesivamente: las tumbas diciendo “pizza” en lugar de “tiza”. Patas sufriendo,
etruscas de Tarquinia, las ruinas de Canale Monterano, una como siempre, porque no estaba él allí, cantando con
isla del Lago de Bolsena, el monte Soratte, la Cantina Social de los alumnos, ¿qué tenían ellos que no tuviera él?
Cerveteri, etcétera. Y con eso basta. Solo queda esperar el día De pronto, algo en la letra de la canción le hizo clic.
y la hora de los campeonatos mundiales, que se desarrollan en Patas tuvo una revelación. Fue tan inesperada,
Alejandría, en Egipto. El jefe paga también el viaje de Ángela, fulgurante y grandiosa como una supernova gigante
que en el barco hace un buen papel; casi todos los marineros le que hubiera estallado a centímetros de su mollera.
preguntan si tiene alguna hermana en edad de casarse. De inmediato supo lo que tenía que hacer. Era tan
Grillo está un poco nervioso, se pone ansioso como aquella vez simple, tan claro, que se avergonzó de no haberse
que tenía que llevar una carta urgente y se dio tanta prisa que dado cuenta antes.
llegó antes de que remitieran la carta.
–Calma –le recomienda el jefe–. Eres el levantador más fuerte
del sistema solar, no lo estropees todo con las prisas.
–Está bien, jefe –murmura Grillo–. Es que no estoy
acostumbrado a perder el tiempo y este barco parece que no tiene
ninguna gana de ir a Egipto.
Pero al fin llega, los levantadores de pesos entran en Alejandría,
encuentran el hotel, y el jefe y Ángela le dicen a Grillo:
–Duerme un ratito, así se te pasarán los nervios. Mientras
tanto nosotros vamos a inspeccionar el gimnasio para tener
la seguridad de que no utilizan pesos falsos y engañosos.
Grillo se va a dormir, pero duerme tan deprisa que se
despierta el día anterior. Mira el calendario y ve que es
lunes, cuando ellos habían llegado el martes.

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Día de la Fiesta del Estudiante.
El salón de actos, lleno: papás, mamás, señora supervisora, –Y además –agrega Ángela– uno tiene intención de casarse.
maestros, alumnos. –Eso no lo entiendo –le dice el jefe en voz baja a Ángela,
El público estalla en aplausos: están entrando los mientras Grillo ha ido a lavarse las manos a la fuente–. Una chica
integrantes del coro. Patas entra con ellos. Se puso un tan guapa como usted, de uno setenta y tres de alto, de cincuenta
guardapolvo blanco. Nadie distingue a Patas de los alumnos, y cuatro kilos de peso, con dos preciosos ojos verdes y tanto pelo,
es uno más entre ellos. ¿cómo se las ha arreglado para enamorarse de un cartero tan
Toma ubicación en una de las gradas. En la que sigue, bajito y tan cargado de familia?
más abajo, ve a los dos gatos de la portera, también de –Oiga –le responde Ángela–, que yo también soy
guardapolvo. Los reconoce por las colas peludas que asoman un poco levantadora de pesos. Si me viene otra vez
debajo de la tela blanca. Los gatos, mosca, en la suya. con estas conversaciones, lo siento en lo alto del Arco de
“¡Dioses! ¡Quién quiere gatos en un coro!”, se horroriza Constantino. Y después ya veremos qué sucede.
Patas. “¿Desde cuándo cantan estos aquí?”. Pero está tan
contento, tan emocionado, que no le importan los gatos
intrusos. Y si Mojardín no descubrió a los gatos –razona–,
tampoco lo va a descubrir a él. La treta del guardapolvo por
lo visto funciona.
Mojardín baja el mentón. Patas abre la boca. Mojardín
baja el mentón. Patas canta:
Sé que tienes el corazón
hecho de tiza y pizarrón.
Guardapolvo blanco,
ternura y encantoooooo…
Ahora el coro es más mixto que antes: quince varones,
trece chicas, los dos gatos y él.

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A medianoche van al puerto, suben a un bote. Ángela insiste


en remar ella para que Grillo no malgaste sus fuerzas, el jefe

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rezonga:
–¿No iremos en busca de ballenas para levantarlas?
Grillo se pone el traje de baño, se tira al agua, se acerca a
un carguero de bandera turca, de mil quinientas toneladas de En Civitavecchia, como es una ciudad casi grande y además está
arqueo, dice: el puerto de los barcos que van a Cerdeña, hay muchos carteros.
–¡Hale-hop! –para que todo esté en regla, y levanta el barco Hay más de doce. El más joven es el cartero Grillo. En realidad se
hasta que se ve la hélice. A bordo alguien grita un par de llama Gian Gottardo Angeloni y en los círculos postales es conocido
palabras turcas, pero Grillo, que no conoce esa lengua, no por Trotillo, porque siempre va al trote. Pero en la ciudad lo llaman
responde. Grillo, que era ya el apodo de su abuelo.
–¿Ha visto, jefe? –dice Ángela, apagando la linterna de Grillo es tan joven que ni siquiera está casado. Tiene solo una
bolsillo. novia llamada Ángela, muy mona, muy deportista. Es hincha del
El jefe, entusiasmado, se lanza vestido al agua, abraza a Grillo Ternana, ya que su padre era oriundo de Terni; aunque un oriundo
y casi lo ahoga. Por suerte Ángela ha llevado un secador de cualquiera, no de esos que juegan al fútbol. Ángela es sobre todo
transistores, y puede secarlos a los dos y también las ropas del hincha de Grillo, y le dice:
jefe, incluido el pañuelo del bolsillo del saco. –Eres el mejor cartero de Civitavecchia y de todo el Tirreno.
–Serás la gloria de Correos y Telégrafos –dice el jefe–. Pero, Nadie lleva una bolsa tan pesada como la tuya. Si te dan un
por favor, en absoluto silencio. Nadie debe saber nada hasta telegrama para entregar, vas tan rápido que a veces llegas el día antes.
el día de la sorpresa y del triunfo, así te hacen entrevistas en la Ángela lo quiere tanto que cuando llueve le seca el paraguas con
radio, te preguntan quién te ha descubierto, y tú respondes: su secador de pelo.
“Mi jefe, don Fulano”.
–Y dice también que su novia se llama Ángela –agrega Ángela.
–¿Puedo decirlo? –pregunta respetuosamente Grillo a su jefe.
–Claro que puedes decirlo –responde Ángela.
A la noche siguiente se van a Roma, fingiendo ir a Viterbo,
para hacer otro entrenamiento secreto. Grillo levanta el Coliseo,
desprendiéndolo de sus cimientos, después lo vuelve a poner en
su sitio con todo cuidado.
–Demasiado deprisa –critica el jefe–. Casi no me ha dado
tiempo de verlo. Lo haces todo demasiado rápido.
–Bueno, jefe, uno tiene que ser rápido a la fuerza cuando
tiene una madre, una abuela, dos tías solteronas y siete
hermanos a su cargo.
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A Grillo lo destinan a la entrega de paquetes postales, pero –Pero –sugiere– entrenémonos a escondidas, así te
para él es un juego: lleva hasta veinticuatro a la vez y ni siquiera presentas por sorpresa, los derrotas a todos, conquistas la
suda, y así se ahorra el pañuelo, con lo que cuesta el jabón. gloria, te hacen una entrevista en la radio y dices que tienes
Una mañana, en vez de un paquete, le encargan entregar una novia llamada Ángela.
un tonel de vino. Pesadísimo, era vino de catorce grados, Se ponen de acuerdo. En cuanto oscurece, y todos los
imagínense. Él lo pone en el manubrio de la vespino y sale habitantes de Civitavecchia se encierran en sus casas a
corriendo. Se acaba el combustible, la vespino no marcha. No mirar la televisión (hacen lo mismo en Milán, Nueva York
importa, Grillo se carga el tonel en el dedo pulgar y se lo lleva al y Villaconejos), Grillo comienza el entrenamiento. Primero
destinatario. Regresa a la oficina, su jefe lo llama: levanta una motocicleta japonesa que pesa dos quintales,
–Vamos a ver, ¿cómo es que llevas un tonel con el dedo pulgar después un seiscientos, después un ciento veinticuatro y, por
y ni se te tuerce un poco? último, un camión con remolque.
–Un tonel no es nada del otro mundo, jefe. Estoy –Eres más fuerte que Maciste –dice Ángela, muy contenta.
acostumbrado a las cargas. Tengo a mi cargo una familia Maciste es un descargador del puerto que levanta una caja de
más larga que un día sin pan: mi mamá, mi abuela, dos pernos con una sola mano; pero no tiene a su cargo una abuela y
tías solteronas y siete hermanos llamados Rómulo, Remo, tiene solo dos hermanos, de modo que no está tan entrenado.
Pompilio, Tulio, Tarquinio… A la mañana siguiente el jefe llama a Grillo a su despacho:
–Alto. ¿No son los nombres de los siete reyes de Roma? –¿Lo has pensado?
–Natural. Al fin y al cabo Roma es la capital. Mi padre era –Sí, desde las diecinueve treinta a las once cuarenta y cinco.
un buen patriota. Pero durante un poco de tiempo quiero entrenarme en
–Oye –dice el jefe–, ¿por qué no te dedicas al levantamiento secreto. Si viene esta noche a las doce en punto ya
de pesos? A lo mejor te conviertes en un gran campeón. verá.
–Lo pensaré. –A medianoche, realmente, se ve
–¿Cuándo? muy poco.
–Esta tarde a las siete y media. –Mi novia llevará una
A las siete y media, Grillo se encuentra con Ángela y ella, linterna de bolsillo.
con lo deportista que es, se vuelve enseguida hincha del
levantamiento de pesos.

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Un diálogo sin sentido


Lewis Carroll
Textos sin sentido
Índice
–¿Sabes sumar? –le preguntó la Reina blanca–. ¿Cuánto es uno y Prólogo........................................................................... 3
uno y uno y uno y uno y uno y uno y uno?
–No sé –dijo Alicia–, he perdido la cuenta. Un soneto....................................................................... 4
–No sabe sumar –interrumpió la Reina roja–. ¿Sabes restar?, ¿cuánto

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Daniíl Jarms
es ocho menos nueve?
–Restarle nueve a ocho no puede ser, ya sabe –replicó Alicia Y el dueño se achicó...................................................... 5
vivamente–, pero, en cambio… Guillermo Cabrera Infante
–Tampoco sabe restar –concluyó la Reina blanca–, ¿sabes dividir?
Divide un pan con un cuchillo… ¡a ver si sabes contestar a eso! Un día por la calle Carabobo......................................... 6
–Supongo que… –estaba empezando a decir Alicia, pero la Reina María Elena Walsh
roja contestó por ella.
–Pan y mantequilla, por supuesto. Prueba hacer otra resta: quítale un Un Nogüipín, un Greti, un Lodricoco............................ 7
hueso a un perro y ¿qué queda? María Elena Walsh
Alicia consideró el problema:
–Desde luego el hueso no va a quedar si se lo quito al perro…, pero Una vez un doctor de Quito.......................................... 8
el perro tampoco se quedaría ahí si se lo quito; vendría a morderme… y Edward Lear
en ese caso ¡estoy segura de que yo tampoco me quedaría!
–Entonces, ¿según tú no quedaría nada? –insistió la Reina roja. Había un hombre anciano con barba........................... 9
–Creo que esa es la contestación. Edward Lear

Un perro le dijo al ratón, de Alicia


en el país de las maravillas (fragmento)..................... 10
Lewis Carroll

Una merienda de locos, de Alicia


en el país de las maravillas (fragmento)..................... 11
Lewis Carroll

Un diálogo sin sentido, de A través del


espejo, y lo que Alicia encontró allí
(fragmento).................................................................. 16
Lewis Carroll

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quiere hacer nada de lo que le pido. Ahora son siempre
las seis de la tarde. […]
–¿Esa es la razón por la que hay tanta vajilla de té
aquí? –preguntó.
–Sí –dijo el Sombrerero–. Siempre es la hora del té y no
tenemos tiempo de lavar la vajilla. Vamos dando vuelta
alrededor de la mesa.
–¿Pero qué pasa cuando llegan de nuevo al lugar
donde empezaron?
–¿Si cambiáramos de tema? –interrumpió la Liebre de
Marzo, bostezando–. Esto me está aburriendo. Propongo
que la señorita nos cuente un cuento.
–Lamento no saber ninguno –dijo Alicia, algo alarmada
por la propuesta.
–¡Entonces lo contará el Lirón! –exclamaron los otros
al mismo tiempo–. ¡Despierta, Lirón! –Y lo pellizcaron de
ambos lados a la vez.

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que susurrarle a Tiempo una sugerencia ¡y al instante


girarían las agujas! ¡Una y media, hora de almorzar! […]
Prólogo

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–Sería grandioso, en verdad –dijo Alicia, pensativa–;
pero entonces yo no tendría hambre.
–Tal vez no, al principio –dijo el Sombrerero–. Pero
La mayoría de los escritores utilizan las palabras para
podrías permanecer en la una y media todo el tiempo contarnos historias que relatan momentos de la vida de
que quisieras. los personajes y presentan aspectos del mundo en que los
–¿Es eso lo que hace usted? –preguntó Alicia. personajes viven.
El Sombrerero negó sacudiendo la cabeza con Otros escritores, en cambio, utilizan las palabras para
expresión apesadumbrada. contarnos… nada. ¡Sí, nada! Juegan con ellas, crean juegos
de palabras que nos hacen reír y descubrir cómo algunas veces
–¡No! –contestó–. Me disgusté con el Tiempo…
el lenguaje puede producir sonidos, ritmos u otros efectos casi
justo antes de que ella se volviera loca… –(y señaló con
musicales.
su cucharita a la Liebre de Marzo)–… Fue en el gran Uno de esos autores es Edward Lear, quien en el siglo xix
concierto ofrecido por la Reina de Corazones, y yo tenía escribió y dibujó historias disparatadas, y fue el mayor autor
que cantar de limericks en su lengua, el inglés. María Elena Walsh
¡Titila, titila, pequeño murciélago!1 (seguramente la conocen) publicó también divertidos limericks
¡Cómo me pregunto en qué andarás! escritos en nuestro idioma en su libro Zooloco.
¿Conoces esta canción, quizá? Otro autor que utilizó las palabras para crear verdaderos
disparates es Lewis Carroll. Sus obras más conocidas –Las
–He escuchado algo semejante –dijo Alicia. […]
aventuras de Alicia en el país de las maravillas y A través del
–Bueno, apenas había terminado la primera estrofa
espejo, y qué encontró Alicia allí– incluyen adivinanzas sin
–dijo el Sombrerero–, cuando la Reina aulló: “¡Está respuestas, canciones tradicionales que, con el cambio de
matando el tiempo! ¡Que le corten la cabeza!”. alguna palabra, se transforman en un divertido embrollo y
–¡Qué barbaridad! –exclamó Alicia. otros curiosos textos que ponen en evidencia las rarezas más
–Y desde aquella vez –siguió lúgubremente el graciosas del lenguaje.
Sombrerero– Tiempo creyó que quería matarlo y no Todos ellos son autores del absurdo, del nonsense o
sinsentido, que no dicen en sus textos lo que habitualmente
esperamos leer pero que producen risa con sus relatos
disparatados.
1 Lewis Carroll transforma “Twinkle, twinkle, little star” (“Titila, titila, pequeña estrella”), poema de Jane
Es un poco difícil de explicar… ¡Por eso es mejor leer! Los
Taylor, en “Twinkle, twinkle, little bat” (“Titila, titila, pequeño murciélago”). Por esa razón, Alicia responde invitamos a entrar en el mundo del absurdo.
al Sombrerero que ha “escuchado algo parecido”.

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–¡Del mismo modo podrías decir –añadió el Lirón, que
Un soneto parecía hablar en sueños– que “respiro cuando duermo”
Daniíl Jarms
es lo mismo que “duermo cuando respiro”!
–Sí es lo mismo para ti –dijo el Sombrerero. Aquí
Me ha pasado una cosa increíble; de repente me olvidé de la conversación se interrumpió y el pequeño grupo
qué número iba primero: si el siete o el ocho.
se mantuvo silencioso unos instantes, mientras Alicia
Fui a casa de unos vecinos y les pregunté qué pensaban al
respecto. intentaba recordar todo lo que sabía sobre cuervos y
Cuál no sería su sorpresa, y la mía, cuando de pronto escritorios, que no era demasiado. […]
cayeron en la cuenta de que tampoco ellos eran capaces de –¿Ya has resuelto el acertijo? –preguntó el Sombrerero,
recordar el orden de los números. Se acordaban de que iba: volviéndose nuevamente hacia Alicia.
uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis; pero a partir de ahí no
–No, me rindo –replicó Alicia–. ¿Cuál es la solución?
sabían cómo seguir.
Nos fuimos todos a la tienda de alimentación que está en –No tengo la menor idea –dijo el Sombrerero.
la esquina de las calles Známenskaia y Basséinaia y le pedimos –Ni yo –dijo la Liebre de Marzo.
a la cajera que nos sacara de dudas. La cajera nos sonrió con Alicia suspiró, abatida:
tristeza, se sacó un martillito de la boca y, moviendo levemente –Creo que podrían hacer con el tiempo algo mejor que
la nariz, dijo:
malgastarlo proponiendo adivinanzas sin solución.
–En mi opinión, el siete irá detrás del ocho en caso de que
el ocho vaya detrás del siete. –Si conocieras al Tiempo tan bien como yo –dijo el
Le dimos las gracias a la cajera y nos marchamos felices de Sombrerero–, no hablarías de malgastarlo. Él es de él.
la tienda. Pero enseguida, después de pensar detenidamente –No sé qué quieres decir –dijo Alicia.
en lo que nos había dicho la cajera, volvimos a caer en el
–¡Claro que no lo sabes! –dijo el Sombrerero,
desaliento, pues nos pareció que sus palabras no tenían el
menor sentido. sacudiendo desdeñosamente la cabeza–. ¡Me atrevería a
¿Qué podíamos hacer? Nos dirigimos al Jardín de Verano y decir que nunca en tu vida le hablaste a Tiempo!
empezamos a contar árboles. Pero, al llegar a seis, paramos y –Tal vez no –replicó prudentemente Alicia–. Pero sé
nos pusimos a discutir: para unos, el siguiente era el siete; para que tengo que marcar el tiempo con palmadas cuando
otros, el ocho.
estudio música.
Nos habríamos pasado el día discutiendo, pero, por suerte,
en ese momento un niño se cayó de un banco y se rompió –¡Ah! ¡Eso lo explica todo! –dijo el Sombrerero–. El

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las dos mandíbulas. Eso hizo que nos olvidáramos de nuestra Tiempo no tolera que le den palmadas. Si estuvieras en
discusión. buenos términos con él, haría lo que tú quisieras con
Y después cada uno se fue para su casa. los relojes. Por ejemplo, imagina que son las nueve de la
mañana, justo la hora de empezar la clase: solo tendrías
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–Necesitas un corte de pelo –señaló el Sombrerero.


Había estado mirando un rato a Alicia con gran
Y el dueño se achicó

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Guillermo Cabrera Infante
curiosidad y esto fue lo primero que dijo.
–Debería aprender a no hacer observaciones personales
–expresó Alicia con severidad–. Es muy grosero.
El Sombrero abrió enormemente los ojos al escucharla
pero todo lo que dijo fue:
Y el dueño se achicó, si es que podía hacerlo todavía y
–¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?
“¡Bueno, ahora nos divertiremos un poco! –pensó fue el hombre increíblemente encogido, pulgarcito
Alicia–. ¡Me encanta que hayan empezado a jugar a las o meñique, el genio de la botella al revés y
adivinanzas!”. Y en voz alta, agregó:
–Creo que esa la puedo adivinar.
se fue haciendo más y más chico,
–¿Quieres decir que piensas que puedes adivinar la pequeño, pequeñito, chirriquitico
respuesta? –dijo la Liebre de Marzo. hasta que desapareció por
–Exactamente –contestó Alicia.
–Entonces deberías decir lo que quieres decir un agujero de ratones al
–continuó la Liebre de Marzo. fondo-fondo-fondo,
–Es lo que hago –replicó apresuradamente Alicia–. Por
un hoyo que
lo menos… Por lo menos quiero decir lo que digo… es lo
mismo, naturalmente. empezaba
–¡Ni medio lo mismo! –dijo el con
Sombrerero–. ¡Del mismo modo podrías
o
decir que “veo lo que como” es lo
mismo que “como lo que veo”!
–¡Del mismo modo podrías
decir –agregó la Liebre de Marzo–
que “me gusta lo que tengo” es
lo mismo que “tengo lo que me
gusta”!

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Un día por la Una merienda de locos
calle Carabobo
Lewis Carroll
María Elena Walsh
Había una mesa servida bajo un árbol, frente a la casa,
y la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el
Un día, por la calle Carabobo té. Entre ellos estaba sentado un Lirón, profundamente
se pasea una nena con un globo. dormido. […]
De pronto da un traspié La mesa era grande, pero los tres se apretujaban en una
y todo el mundo ve de sus esquinas.
que no es Caperucita, sino el Lobo. –¡No hay lugar! ¡No hay lugar! –gritaron al ver llegar a
Alicia.
–¡Está lleno de lugar! –dijo Alicia enojada y se sentó en
un gran sillón, en un extremo de la mesa.
–Sírvete un poco de vino –le dijo la Liebre de Marzo con
voz alentadora.
Alicia recorrió la mesa con la mirada, pero no vio en ella
otra cosa que té.
–No veo ningún vino –afirmó.
–No lo hay –dijo la Liebre de Marzo.
–Entonces no fue muy amable de tu parte ofrecerlo –dijo
Alicia indignada.
–No fue muy amable de tu parte sentarte
sin ser invitada –dijo la Liebre de Marzo.

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–No sabía que la mesa fuera de
ustedes –dijo Alicia–. Está servida para
mucho más de tres personas.
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Un perro le dijo al ratón Un Nogüipín, un Greti,

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Lewis Carroll un Lodricoco
Tan convencida estaba Alicia de que el Ratón se refería a su cola que, cuando él
empezó a hablar, se imaginó la historia más o menos de esta forma:
María Elena Walsh
Un perro le dijo
al ratón que
encontró
en la
casa.
“Vamos
a ir los
dos a
juicio.
Yo te
acusaré…
Vamos,
no admito
excusas.
Debemos (Un Nogüipín, un Greti, un Lodricoco.
tener un
proceso: Un Toquimos, un Mapu, una Rratoco.
porque
realmente
Una Faraji, un Toga,
esta un Rrope, una Tavioga,
mañana
no tengo un Llobaca, un Norrizo y un Teyoco).
nada
que hacer”.
Le dijo el
ratón al
perro:
“Semejante
pleito,
respetable señor,
sin jurado
ni juez,
sería
perder
el tiempo”.
“Seré
juez,
seré
jurado”,
dijo
tramposo el
viejo perro.
“Estudiaré
toda la
causa
y te
condenaré
a
muerte”.

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Una vez un doctor Había un hombre anciano
de Quito con barba
Edward Lear Edward Lear
Una vez un doctor de Quito Había un hombre anciano con barba
quiso sacar las amígdalas a un mosquito. que dijo: “¡Tal como lo pensaba!
El insecto se rebeló Dos búhos y un capón,
y en la nariz picó cuatro alondras y un gorrión,
a aquel amigdalítico doctor de Quito. ¡todos han anidado en mi barba!”.

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