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Lacaratrzcn de a moderna coma tema tigi es ura de os mayores cierto oI scologa contormpordnes {Sespressn suds por arena se, cul can preci el net de uns Imederdedwsldan sible. repttva= ona liquid ln velule- ena que Selo humana. Pro la inertiumbre en sue vias ae ded tomb Ia plaicaci prosanta coma condicinde é Este nue acenari implica la agran= tacén de as vidas, exige als indus ‘queen eta, que estén suests af amar does, a abandenar compre Iso Weataes, ay propone en ase Volumen un acrcamionto que ne Buse Fespuostasdtintvs, camo alan at poroversi hice pie ale de nzarse 3 un Finqueatbre gay, runes esol msm, mz Zygmunt Bauman Tiempos liquidos Vivir en una época de incertidumbre Zygmunt Bauman Tiempos liquidos puede traducirse en benignos y, con frecuencia, grati- ficantes y placenteros encuentros cotidianos con la humanidad que se oculta tras las mascaras escéni- cas, aterradoramente desconocidas, de las razas, na- cionalidades, divinidades y liturgias diferentes y reet- procamente ajenas. No hay mejor lugar que las calles ‘compartidas de la ciudad para descubrir y aprender ‘que, como dice Mark Juergensmeyer,” si bien «las se- coulares expresiones ideologicas de rebelions tienden ‘en estos tiempos a ser ereemplazadas por formulacio- nes ideol6gicas de naturaleza religiosa», «las quejas “el sentido de alienacién, marginalizaci6n y frustra- ién social- son con frecuencia las mismas», més alld de las separaciones y de los antagonismos ereados por las fronteras religiosas. 132 5 La utopfa en la época de la incertidumbre* La vida de las personas, incluso de las mas felices (ode las més afortunadas, segtin una opinién comtin, tun poco teftida de envidia, de las infelices) es cual- quier cosa menos carente de problemas, Pocos estén dispuestos a declarar que en su vida todo va sobre rue- das, ¢ incluso estos pocos conocen momentos de duda, ‘Todos estamos familiarizados con situaciones de- sagradables e inc6modas cuando las cosas 0 las perso- has nos causan preocupaciones que no esperdbamos ni habfamos previsto. Aquello que convierte las adver sidades (los «golpes del destino», como solemos de- cir) en algo particularmente molesto es que siempre gan sin avisar: no esperamos que ocurran, y bastan- te a menudo ni creerfamos que podrfan estar a punto de suceder: Nos golpean «como rayos en el cielo sere- no», asf que no podemos tomar precauciones y evitar la catastrofe; nadie espera un relampago en un cielo sin nubes. La llegada imprevista de los reveses, su irregulari- dad, su desagradable capacidad para venir de cual- Bate ensayo se presents en a London School of Economics el 27 de ours de 2008 com el lode ). Con seguridad no encontraremos gran nime- ro de guardabosques, ni siquiera cazadores que com- partan los principios de los guardabosques, y ésta es la raz6n primordial por la que la gente con «concien- cla ecoldgicay se alarma y procura alertarnos por to- dos los medios (esa lenta aunque reiterada extincién de la filosofia del guardabosque, sumada a la carene cfa de su variante jardinera es lo que los politicos ensalzan sirviéndose del término sliberalizaciéns) Parece razonable pensar que, en un mundo pobla- do en su mayor parte por cazadores, no hay lugar ara ilusiones ut6picas, ni existe mucha gente di Duesta a tomarse en serio los postilados ut6picos, eso en el caso de que hubiera alguien dispuesto a some- terlos a su consideracién. E incluso si hublese alguien gue supiera cémo mejorar el mundo y se tomara a 142 pecho la tarea de convertirlo en un lugar mejor, Ja pregunta en verdad acuciante serfa: ¢quién cuenta con suficientes recursos y una voluntad lo bastante fuerte ‘como para hacer lo que hay que hace: La autoridad soberana de los Estados-nacién solia ser la encargada de procurar dichos recursos y la vo- luntad para llevar a cabo dicha empresa, pero, como hha sefialado hace poco Jacques Attali en La Voie hu- ‘maine, «las naciones han perdido su influencia en transcurso de los acontecimientos y han cedido a las fuerzas de la globalizacién la potestad de guiar el mundo hacia algin destino, y de erigir una defensa contra todas las varledades del miedo», Y las «fuer- zas de la globalizacién» que se han apropiado de gran parte de los antiguos poderes del Estado-nacién rara vvez se conocen por alentar instintos, filosofias o estra- tegias de eguardabosques o de «jardineros», Mas bien defienden las de la caza y las de los cazadores, Come libro de referencia para cazadores, el Roget's Thesaurus, merecidamente alabado por registrar de forma fidedigna los cambios sucesivos de los usos verbales en lengua inglesa, ahora parece hallarse en su derecho para registrar el concepto utopian [ut6pi- o] junto a otros como fanciful (sonador], fictional Licticio), chimerical (quimérico], ar-built [sin pies ni cabeza], impractical [inviable], unrealistic [poco rea- lista}, unreasonable [poco razonable, desproporcio- nado] e irrational [irracional], Entonces, cestaremos tal vez presenciando el fin de la utopia? Supongo que si la utopia tuviera vor, y por aliadi- dura, y por fortuna, el Ingenio de Mark Twain, segu- ramente harfa hineapié en que las noticias sobre stu 143 muerte siempre han corrido de un modo acaso exage- rado... ¥ no le faltarfan motivos para afirmarlo. Hace tun momento que acabo de teclea la palabra «utopia» en mi ordenador y el buscador Google me ha sefala- do 4,4 millones de paginas web (y seguro que habré afiadido unas cuantas para cuando lea estas palabras): ‘un nuimero impresionante incluso para los criterios por lo general formidablemente excesivos de Internet, y difcilmente un sintoma de hallamnos ante un cada ver putrefacto 0 ante un cuerpo aquejado de convul- siones terminales. No obstante, echemos un vistazo mas de cerca al catélogo de paginas web. La primera de la lista, y a ciencia cierta Ia més impresionante, informa alos in- temautas de que «Utopfaes uno de los mayores juegos online, interactivos y gratis del mundo, con 80,000 ju- gadores». Y luego, repartidas por aqui y por all hay referencias ala historia de las ideas ut6picas ya cen- {ros que ofrecen cursos sobre dicha historia, destina- dos por lo general a los amantes de las antigtedades ya los coleccionistas de curiosidades: las referencias ‘més comunes entre ellos se remontan al mism{simo ‘Tomas Moro, el precursor de todo el asunto. Aunque lo cierto es que las paginas web de estas caracteristi- cas represeatan una minoria de entradas No voy a hacer como que he rastreado todas y cada una de los 4,4 millones de entradas (la misma is tencién de levar a cabo algo asf podria tal vez cons! derarse como el mas ut6pico de todos los proyectos, ‘ut6picos), pero Ia impresién obtenida tras leer una ‘muestra estadisticamente decente y realizada al azar ‘esque las empresas vacacionales, de diseBo interior 144 y de cosmética, asf como las marcas de ropa, se han “apropiado del término «utopia». Las paginas web tie- nen algo en comiin: todas ellas ofrecen servicios irdi- viduales a indIviduos que buscan una satisfaccién in- dividual y una via de escape a los malestares sufridos de forma individual. Y ésta cs otra impresién: en las raras ocasiones cen que, al abrir dichas paginas web de carfecter comer- cial, aparece Ia palabra eprogreso», ésta ya no signi fica un eimpulso hacia delantes. En ver de ir en pos de un sefiuelo que corre por delante, parece sugerite ins- pirar la compulsion por escapar de un desastre que nos viene pisando los talones... EI término_sutopfa» solia hacer referencia aun abjetive codiciado. sofiado y Icjano, hacia el que el ‘progrese deberia, podria y habria de dirigirse para al finaLeonseguir aie los qte-van en su busca lograran ‘que-el mundo se adaptase mejora las necesidades hu- tanas No obsiante, en Jos suicios contemporsineos ‘Ya imagen del «progreso» parece haberse distanciado dela nociGn de meioras compartidas para empezat a significar supervivencia individual. Cuando uno pien- sa gn el progreso, ya no tiene en mente un impulso ppor ir hacia delante, sino permanecer en la carrera por todos los medios. La conciencia del progreso le hace a uno cauteloso, le fuerza a agudizar los sentidos: al ‘of hablar de que «los tiempos estan cambiando», nas reocupa si nos estamos quedando atrés, si estare- ‘mos eayendo por la borda de un vehiculo que acelera sin parar, si no encontraremos asiento en la siguiente ronda del «juego de las sillas». Cuando uno lee, por ejemplo, que Brasil es cel Unico destino soleado este 145 invierno», sabe que el proximo invierno debe evitar ppor todos los medios ser visto alls donde Ja gente con aspiraciones similares a las suyas debian ser vistos el pasado inviemo. O bien lee que debe «deshacerse del poncho», que tan de moda estaba la temporada ante- rior, pues los tiempos estan cambiando y ahora le di- ‘cen que, si se pone un poncho «parecer un drome- dario», O bien uno aprende que se ha acabado eso de combinar un traje de rayas con camiseta por debajo lo que causaba sfuror» y «era ir ala tltima® la tem: porada pasada-, porque ahora ya no se le ocurre «a nadie» vestirse de ese modo. ¥ asf, una y otra vez, El tiempo pasa volando, y el truco consiste en mante- nerse a flote con las olas. Si uno no quiere hundirse debe seguir haciendo surf, y eso implica cambiar de vestuario, de muebles, de papel pintado, de aspecto y de habitos -cambiar uno mismo, en definitiva- tan a ‘menudo como le sea posible. No necesito aftadi, por obvio, que este nuevo én- fasis en deshacerse de las cosas, en quitérselas de encima y desprenderse de ellas, en vez de apropiarse de ellas, es algo que obedece a la Idgica de I econo- mia orientada hacia el consumo. Que la gente con- serve la ropa de ayer, asf como el ordenador; el teléfo- zno mévil o los cosméticos podria significar el desastre para una economfa cuyo mayor interés, y también la condicién sine qua non de su supervivencia, es que los productos vendidos y comprados vayan a la basu- ra con rapidez y sin dilacién; y en este aspecto de la economia el saber qué hacer con Io que no sirve es en sf una industria de méxima calidad, « Cada vez ms, escapar se convierte en nuestra més 146 preciada atraccién de feria. En el orden seméntico, escapar es lo opuesto a la utopia, pero en el psicol6- 1gico, en las presentes circunstancias, es su tinico sus- tituto légico: uno deberfa hablar de su nueva y actua- Iizada interpretacién, hecha a imagen y semejanza de nuestra sociedad liberalizada e individualizada de consumidores. Uno ya no puede pensar seriamente en convertiref mundo en un lugar mejor para viv, ni ssiquiera se puede hacer, més seguro ese mejor lugar en el mundo que uno se las ha arreglado para conse- guir. La inseguridad ha venido para quedarse, suceda To que suceda. Y asi, xbuena suerte» sélo puede signi- ficar que mantenemos la «mala suerte» «distancia, Lo que nos queda, lo que requiere nuestro esfuer- zo y nuestra atencién, es luchar para no perder: inten tar estar al menos entre los cazadores, puesto que la Xinica alternativa en caso contrario es pasar a engro- sar las filas de los cazados, Para resultar efectiva, para lograr alguna posibilidad de éxito, toda lucha enea- rminada a no perder requiere nuestra total atencién y cconcentracién, una vigilancia de 24 horas al dia, sie- te dias por semana, y, sobre todo, mantenerse a la carrera, tan deprisa como podamos, Joseph Brodsky, el poeta y filésofo ruso-america- no, describié de forma vivida el tipo de vida que aguar- dda.a quienes estén siempre a la carrera, acuciados por el deseo de huir. Lo que espera a los perdedores con- fes0s, alos pobres que han sido eliminados del juego del consumo, es una vida de rebelién esporédlica, aun: que con mayor frecuencia de adiccién a las drogas: 147 «Por lo general, un hombre se inyecta heroina por la misma razén por la que vosotros compris un video, les dijo Brodsky a los estudiantes del Dartmouth Co- lege en julio de 1989. Y en cuanto a las habituales recompensas que aguardan a los hombres en que ‘querian convertirse los alumnos de Dartmouth, 08 aburrirdn vuestros empleos, vuestras esposas, las vistas desde vuestras ventanas, los muebles y ‘el papel pintado de vuestras habitaciones, vuestros pensamientos, vosotros mismos. Por tanto, inten= taréis encontrar vias de escape, Ademés de los chismes gratificantes que ya he mencionado, tal vez 0s dé por cambiar de trabajo, de residencia, de empresa, de pais, de clima, tal vez.os deis a la promiscuidad, al alcohol, a los viajes, a las clases de cocina, las drogas o el psicoandlisis [... ‘»De hecho, tal vez. juntéis todas estas cosas, y du- rante sun tiempo os servirén. Claro que llegaré el dfa en que os despertaréis en una nueva habita- cin y con una nueva familia y distinto papel pi tado, en un estado y elima diferente y con un fajo de facturas de vuestra agencia de viajes y del psi- quiatra, y aun asf la luz que se cuela por la venta- nna 0s producie4 la misma sensacién rancia...." ‘Andrzej Stasiuk, un novelista polaco sobresalien- tey un analista de la condicién humana contemporé- nea especialmente agudo, sugiere que la «posibilidad, + Brodsly,Jovept. ln Prise of Boredome, Harpers Magen, moran de 1999, vol 290, n2 1738 pa. Mae TP 148 de convertirse en otro» es el sustituto actual para la salvaci6n y la redenciGn, durante largo tiempo descar- tadas y desechadas. sBolicando varias téonicas, podemos alterar nues- 4os.cuerpos yrehacerlos de acuerdo con distintos Slawomir Mroiek, un escritor polaco de fama mun- dial, con experiencia de primera mano de distintas tierras y culturas, esté de acuerdo con la hipétesis de Stasiuke «En los vejos tiempos, cuando nos sentia- mos descontentos, acusabamos a Dios, que por aquel fentonces era el administrador del mundo; presupona- ‘mos que no estaba ocupéndose del negocio como de- bia: de modo que Io despedimos y nos eonvertimos en los nuevos directores». Pero -como descubre Mroiek, un librepensador comprometido que aborrece a los clérigos y todo lo clerical- el negocio no fue a mejor con el cambio de direccién, Y no lo hizo porque euan- Goel suefio y la esperanza de una vida mejor se enfo- can de leno en nuestros propios egos y quedan redu- Cidos a juguetear con nuestros euerpos y almas, nuestra ambicién y la tentacién de engordarnos el ego no conocen limites, y de hecho se niegan a 149 aceptar cualquier limite [..J. Se me dij: “Invénta tea ti mismo, inventa tu vida y conddicete por ella. como gustes, en cualquier instante y de principio a fin’, Ahora bien, ¢soy capaz de enfrentarme a semejante tarea? ;Sin ayuda, sin tentativas, sin sruebas, sin errores, sin contrariedades, sin repe- ‘iones y, sobre todo, sin dudar ni um instante?» El dolor que causaba una eleccién excesivamente limitada ha sido reemplazado por otro no menos do- Joroso, aunque en esta ocasi6n el dolor proviene de la obligacion de escoger sin fiarnos de lo que elegimos y sin confiar en que las futuras elecciones que haga: ‘mos nos acerquen a nuestro objetivo. Mrozek compa- ra el mundo que habitamas con un «puesto de mercado leno de bonitas prendas v ro- deado de gente que husmea entre los colgadores [Jno puede cambiarse de ropa sin cesar, por Jo que la libertad Te quel beri deve distension cdsiutan os visas es Sor tended tae he suos.con In condisién de no encontmamos jams. Porque, si asi fuera, Ia diversion se acabaria El suetio de convertir la incertidumbre en algo me- nos desalentador y lograr que la felicidad sea algo permanente gracias a retocar el ego, y retocarlo cam- indole el aspecto, es la entopia» de los cazadores: una versién sliberalizada», «privatizada» e «individua- lizada» de Ins viejas visiones de la buena.sociedad, de ‘aquella sociedad hospitalaria para con la humanidad 130 yy sus miembros. Cazar es un quehacer a tiempo com- pleto, consume un mont6n de atencién y energias, ape nas deja tiempo para nada més; y de este modo distrae laatencién de la imposibilidad de acabar la tarea y pos- pone ad calendas graecas el momento de reflexién, en eltranscurso del cual uno deberta darse de bruces con la imposibilidad de realizar la tarea. Tal y como ad- virtié Blaise Pascal de forma profética hace siglos, lo ‘que la gente quiere es edistraerse de pensar qué es [] mediante alguna pasién noble y agradable que la man tenga ocupada, como el juego, la caza o algrin espec taculo atractivo [..Jv.* La gente quiere escapar de Ia necesidad de pensar en «nuestra condicién infeliz», y por eso «preferimos salir a cobrarnos alguna pieza». En sf, la liebre no nos librara de pensar» en los in- ‘mensos aunque desabridos defectos de nuestra comin condiciGn, «pero el acto de cazar six ‘Aunque la pega es que, tras probarla, la caza se convierte en una compulsion, una adiccién, una ob- sesién, Cazar una liebre acta como un anticlimax; ssélo convierte la posibilidad de la préxima caceria en algo més atractivo, pues las expectativas que suscita Ja caza representan Ia experiencia més placentera (la ‘inica placentera, tal vez?) de todo el asunto. Y cap- turarla liebre anticipa el fn de dichas expectativas, a ‘menos que se haya planeado una nueva caceria para cl préximo dia y todo empiece de nuevo a la mai na siguiente. ¢Marca esto el final de la utopia? En cierto senti- do, si, en lo concerniente a aquello que las primeras + Pascal, Blase, ensaloos, lay, Barslona, 1994. (N. de.) 151 utopfas modernas anunciaban, el momento en que el tiempo se detendrfa, el mismo final del tiempo como historia. En la vida de un cazador, sin embargo, no ‘existe dicho momento, no hay lugar para el instante ‘en que la tarea pueda llegar a buen término, para el instante en que el caso quede cerrado y a misién com- pletada: el instante en que se pueda pensar en pasar eLresto de la vida sviviendo felices y camiendo perdi- ces, de aqui hasta Ia eternidad, ‘Mas atin el hecho de pensar que la cacerfa puede finalizar no es atractivo sino atertador en una socie- dad formada por cazadores, pues dicho final slo pue- de ser entendido como una derrota personal y s6lo puede conllevar la exchisién del cazador. Los cuernos seguirén anuncianda el inicio de una nueva aventura, Jos ladtidos de los galgos resucitarén los recuerdos de antiguas persecuciones, habré otros que seguiran ‘cazando y la excitacion universal no tendré fin... Y yo seré el nico que quedaré al margen, descartado, re- legado, excluido de las dichas de los demas: tn espec- tador pasivo al otro lado de la barrera que observa Ja fiesta pero al que no se le permite deeitarse con los otros, que como mucho aleanza a escuchar y ver la fiesta desde la distancia y por poderes. ‘Si una vida de cacerfaincesantee ininterrumpida es otta utopia, entonces -a diferencia de las utopfas del pasado~se trata de una utopia sin final. Una uto- pla de lo mas rara, de hecho, sila medimos por eri- terios ortodoxos; las antiguas utopfas adquirfan sus magnéticos poderes gracias a que prometian que los duros trabajos tendrian un final; la utopia del caza- dor es el sueno de un trabajo sin final. 152 Una utopfa extrafa y poco ortodoxa, pero utopia al fin yal cabo, que promete el mismo premio inal- ‘canaable que propusieron todas las utopfas, una solu- ‘ign radical ypostrera para las penas y los dolores de la condicién humana pasados, presentes y futuros. Es poco ortodoxa, pues ha trasladado el escenario de las Soluciones y los remedios del «mis alld», al «aqui y ahora». En vez de encaminarse hacia la utopfa, alos cazadores se les ofrece vivir dentro de una utopia Para los jardineros, la utopfa suponfa el final del trayecto; para los cazadores, en cambio, es el camino rismo, Los jardineros visualizaban el final del tra- yecto como la vindicacién y el triunfo «timo de la utopia. Para los eazadores, el final del camino sélo puede ser entendido como la derrota ignominiosa y tiltima de la utopta. Afadir mofa al escario conlleva- xfa también una derrota personal completa y la pruc- ba viviente del fracaso individual. No hay vsos,siquie- za, de que los demas eazadores vayan a interrumpir Ja eacerfa y, pr tanto, s6lo puede sentirse la no par- ticipacién en la que ahora esté teniendo lugar como ‘gnominia y exclusién personaly, de este modo (es de suponer) como inadecuacién personal. ‘Una utopfa trafda desde un «més alla» remoto y ‘brumoso hasta un «aquf y ahora» tangible, una utopia ‘que se vive en vez de perseguirla se convierte en algo inmune a cualquier examen, y en algo inmortal, a no a cualquier ejercicio y propésito practico. Pero cha inmortalidad se ha conseguido a costa de la mis- 1a fragilidad y vulnerabilidad de todos y cada uno de Jos que, encantados y seducidos, la viven. A diferencia de las utopias de antatio, la utopia de 153 los cazadores no brinda significado alguno, ya sea genuiino o fraudulento, a la vida. Se limita a ofrecer preguntas sobre el significado de la vida que extrae de las mismas mentes vivas, Al rehacer el curso de la vida en una serie ininterrumpida de anhelos ensimis- mados, cada episodio se vive sélo en funcién del si- guiente y no da lugar a meditar en qué direccién 0 con qué sentido se avanza. Cuando (si) por fin llega la ocasién de hacerlo, porque a uno se le ha expulsa- do de la caceria o se ha quedado rezagado, ya es de- masiado tarde para que echar la vista atrés nos acla- re algo sobre el modo en que debe entenderse la vida “la de uno y, por afiadidura, la de los demés-, por lo tanto, es demasiado tarde para alterar la manera como In entendemos ahora 0, por cuestiones de forma efec- tiva, si resulta adecuada o no, Es dificil, por no decir imposible, resumir a medio camino esta representacién sin guién ni final, cuya ‘trama atin queda por descubrir; una representacién en la que, de forma intermitente o simulténea, todos: somos accesories, atrezzo y actores sobre el escena- io. Pero nadic podria aspirar a ofrecer una mejor semblanza de los dilemas a los que se enfrentan los personajes que la que nos ofrecen las palabras que el gran Italo Calvino puso en boca de Marco Polo en Las ciudades invisibles: ‘2Linfleme de los vivos no ¢s algo por venir: hay uno,.cl que ya existe aquf, el infiernoque habita mos todos I amos estando juntos. 154 Hay dos maneras de no sufrirlo, La primera es facil para muchos: aceptar el inflerno y volverse parte de él hasta cl punto.de dejar de verlo, La segunda ss.tleseosa y exige atenci6n y aprendizaje conti- ‘uuos: buscar y saber quién y qué.en medio del in- fiero. no cs infiemo, v hacer que dure, y-dejarle Elucubrar si vivir en una sociedad de cazadores , 0 no es, vivir en el infierno resulta, por desconta- do, un asunto ocioso; los cazadores més curtidos di- rrén que ser un cazador entre cazadores aporta instan- tes muy dichoses... Lo que ya es menos discutible, no obstante, es que son emuchos® los que recurrirén a la estrategia de «es ficil para muchose, sin cuestionar su retorcida logica ni molestarse por sus ubicuos, ino- portunos y, en la mayorfa de los casos, caprichosos ‘requerimientos. Tampoco deja lugar a dudas la pers- pectiva de que aquellos hombres y mujeres que lu- chan por descubrir equién y qué no es infierno» ne~ cesitarin afrontar todo tipo de presiones para que acepten lo que ellos insisten en llamar «un infierno» caving, al, ect iil, Eww Turin, 1972 (ad. sp Loser tbls, Srl, Made, 1998) (Nd le) 155

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