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Osic he JEANATOUPYHERBERT 32 JEAN-LOUP HERBERT hilo del tiempo en el momento en el cual fue cor- tado. Solamente a través de este proceso puede ponerse en marcha Ja historia guatemaltecascomo totalidad. Y ya vemos que dentro del grupo autéc- tono se reanuda Ia tradicién de esos cronistas e his- toriadores que, segin Bartolomé de las Casas tenian noticias de tos origenes de todas las cosas asi tocantes a la religién y dioses y ciudades, cémo comen- zaron los reyes y sefores y_sus sefiorios y modos de sus elecciones y Sucesiones; de cuantos y cuales sefiores habian pasado; de sus obras y hazaiias y hechos me rmorables buenos y males, de cémo, bien o mal, go- captruvo 1 EL NACIMIENTO DE LA SITUACION COLONIAL CARLOS GUZMAN BOCKLER IntsODUCCION A cuatro siglos y medio de distancia de la iniciacién del sistema colonial sobre el cual se asientan las, bbases de la estratificacién social que atin perduran en Guatemala, las representaciones colectivas, los mitos, las ideologfas, las creencias y los prejuicios generados por dicho sistema —con miras a justifi- carlo— parecen haber cobrado vida propia. Le conquista espafiola enfrenté a dos grupos hu- ‘manos provistos, cada uno de ellos, de una concep- cién diferente del mundo y de la vida, de una capa- cidad desigual en el manejo de la técnica y de un sistema de valores divergente. Consecueniemente, cade grupo en particular contaba con st propia or- ganizacion social, econémica y politica. El choque inicial dio como ‘resultado Ia victoria militar espa- fiola y el consiguiente aplastamiento del elemento autéctono. De este hecho violento nace una serie de relaciones que ya no serén més patrimonio de cada uno de los grupos sino que Ios envolvern a ambos, acercéndolos y separéndolos simulténeamen- te. A partir de entonces, las mutuas relaciones des- cansarén sobre la fuerza del vencedor, quien tratara de imponer sus maneras de actuar y pensar, sobre todo, con el afin de justificar el sistema desigual creado por él. En el caso particular de Guatemala, el sistema colonial se apoyé —en sus aspectos fundamentales— en la explotacién de la tierra, trabajada por mano de obra esclava, cuantiosa y reclutada entre la po- blacién aborigen. La explotacién minera no llegé (331 4 CARLOS GUZMAN BdCKLER a revestir caracteres importantes, por lo que la eco- noma fue esencialmente agricola. El soporte ideo- 16gico inicial fue, preponderantemente, religioso, por ‘cuya causa la accién misionera no solo sobrevivio a la militar sino que contribuy6 a echar las bases de una Iglesia comprometida cuyas ensefianzas (ya que ella monopolizé la educacién) dieron vida a las creencias y representaciones colectivas que habrian de intentar la justificacién del sistema. Tal justificacién del colonialismo —asi como las contradicciones del mismo— se Disa en una serie de simplificaciones que, para el elemento humano fa- vorecido por la dominacién colonial, han llegado a adquirir la categorfa de verdades indiscutidas e in- discutibles. Asi, la “historia patria” es, en su mayor parte, descriptiva: excenta de interpretaciones; par- ial: sus relatos suponen siempre la presencia de tun personaje colectivo a cuyo cargo se encuentra el papel principal, personaje que, sucesivamente, se llama peninsular, criollo, mestizo y, actualmente, ladino; tras él, como comparsa, a veces visible, pero siempre en segundo plano, otro personaje colecti el indio; valorativa: lleva insita la afirmacién de la superioridad del blanco (y sus derivados) frente al indio; y superficial: es incapaz de entrar al andlisis, de las causas profundas en todos los Srdenes puesto que si lo hiciera tendrfa que replantearse desde sus mismos inicios. En suma, se trata de una historia alienada, es decir, de una memoria colectiva secta- rizada, de un instrumento ideol6gico de dominacién susceptible de agudizar las contradicciones que la han generado en vez de resolverlas. SEMBLANZA HISTORICA 1] El espaftol que vino a América Una de las simplificaciones que han servido de base a Ia ideologia en que descansa el sistema colonial consiste en afirmar que, al momento de acaecer la conquista, la poblacién ind{gena del actual territorio, de Guatemala se encontraba en decadencia, de suer- EL NACIMIENTO DE LA SITUACION COLONIAL 35, te que la legada de los espafioles la sacé de ese su- puesto atraso y la encaminé por la senda del pro- greso y la civilizaciOn occidental, rescatandola del Paganismo y cristianizéndola. En el capitulo ante- rior J. L. Herbert se encarga de refutar lo relativo a la decadencia. Al efecto, es conveniente traer a cuenta que, en la mente del fadino actual, priva la idea de que tales espafioles posefan una ‘nica es- tructura étnica, lingiifstica, religiosa y valorativa; se les presenta en su deslumbrante aspecto de vence- dores, de conquistadores, y se dice muy poco sobre su conformacién humana, su heterogeneidad, sus vacilaciones y sus angustias. Por ello estimamos conveniente ver y analizar a ese espafiol en su dimensién de hombre, con el ob- jeto de ubicarlo en Espafia, antes de que América fuera descubierta para los europeos; seguirlo en su viaje hacia estas tierras; contemplarlo en el momen- to épico de la conquista; y estudiarlo, ya en rela- cién permanente con el ‘elemento aborigen, en el curso de la colonizacién. Nos interesa en particular aislar y destacar aque- os elementos que contribuyeron a crear el sistema de valores en torno al cual los términos Espaiia y los espafioles cobraron un sentido vital para quienes, en el curso de la historia, legaron a considerarse ‘como nacionales de la primera y como coparticipes de un nosotros singularmente estructurado y perfi- lado. Nos interesa también sefialar el ahondamiento de las grietas que resquebrajan a ese nosotros los espaftoles en el momento mismo en que alcanzan su dimensién imperial y, por ende, el giro que toman los valores iniciales, esta vez sectarizados en prove- cho de algunos y en desmedro de otros. Finalmente, nuestro estudio tiende a demostrar cémo el sistema valorativo de aquellos espafioles que levan a cabo la conquista, a causa del cambio de las condiciones econémicas inherentes a la colonizacién que sobre- vendré inmediatamente, perderd las bases de hecho en que se apoyaba, se deformaré y daré nacimiento a otro sistema valorativo cuya meta consistiré en justificar el orden de cosas creado en las Indias. 36 CARLOS GUZMAN BOCKLER Indudablemente, en Ia actualidad son los plantea- mientos de Américo Castro los que con mayor soli- dez y rigor contribuyen a esclarecer 1a historia es- pafols. Sin los antecedentes que él suministra Guedarian muchos vacios y falsas interpretaciones Sobre las Indias y sobre los actuales paises latino- americanns, De ahi que las bases fundamentales de este capitulo descansaran, en gran parte, sobre sus agudas reflexiones. ‘A través de un depurado razonamiento, Castro si- ‘iia el antecedente del espaiiol en 1a época en que la invasién musulmana de la peninsula ibérica se es- trellaba, allé por el siglo vitr, contra la resistencia tenaz de los pueblos que habitaban las zonas mon- tafiosas del norte. Tratabanse de pueblos disimiles en cuanto al origen étnico, lingiifstico e histérico, ‘cuyo tinico denominador comiin era la profesién de Ja fe cristiana. El hecho singular que ellos realiza- ron consistié en la resistencia organizada en contra del invasor, hecho que contrasté con los comporta- mientos de los pobladores anteriores, quienes, a tra- vés de los siglos, vieron desfilar por su territorio a otros invasores: iberos, celtas, cartagineses, roma- nos y visigodos, que sucesivamente y con largos in- tetvalos ocuparon el suelo, se asentaron en él y crearon formas particulares de vida colectiva, El empuje avasallador del Islam se estrell6 con- tra Ia energia de esos pueblos del norte, iniciadores de un largo proceso que en la historia ha dado en lamarse la reconquista, cuyo comienzo y desenvol- vimiento marcan el principio de una serie de inter- elaciones que, més adelante, van a contribuir a moldear un tipo de hombre que, en el siglo 1%, se dara a si mismo el apelativo de cristiano, es decir, tun denominador comtin usado con dimensién poli- tico-colectiva, para enfrentarlo a los musulmanes cuyo nombre politico-colectivo tenfa una dimensién religioso-politica. El enfrentamiento del al-Andalus iskimico con los reinos cristianos trajo para estos uiltimos una serie de consecuencias decisivas: primero, en Ia forma- ccién de la lengua: “El nacimiento y la importancia EL NACIMIENTO DE LA SITUACION COLONIAL 37 adquirida por el dialecto castellano durante los glos 1x y x (que no hubiera sido como fue sin el al-Andalus), explica la fragmentacién del habla de tradicién romano-visigoda” [Américo Castro, Los es- pafioles: como legaron a serlo, Madrid, Taurus, 1965, pp. 116 y 117]; luego, la concepcién y Ia practica de la guerra santa: “Ante todo la guerra (0 contra los moros 0 contra los cristianos) se convirtié en el tema primordial para quienes abrian su conciencia a Ia vida entre los siglos virt y xm1r” [Ibidem, pp. 108 y 109]. El autor citado condensa en los siguientes pérrafos todo lo significativo de dicha posicion: 1a obligacion de ta guerra fora al cristiano a adaptarse 4a forma material y espiritual en que aquélla era prac- ticada por el enemigo. De ahi que al balallar en nom. bre de Mahoma, correspondiese el combatir en nombre de Santiago. -- tbidem, p. 1093. Combatir en nombre de una creencia sobrenatural (no simplemente ayudado por una fuerza sobrenatural) fue luna novedad entre hispanocristianos, no conocida de Jos visigodos ni de los romanos. Y'no una novedad aislada y ocasional, sino articulada a un sistema de va- lores dominantes y estructurantes. Prueba de ello es que el cristiano peninsular prefirié entender el mundo desde su creencia, y no desde su pensamiento, en el cual fue més riguroso que el musulmén, capaz a veces, en su mejor momento, de cultivar la taatemética y la as- tronomia. Esto quedé reservado a los espatioles de srigen Juato en el siglo x, hasta que Ta asixia prove ad por el easticismo Io hizo imposible Ubidem, pp. 10 yuil. En el al-Andalus —cuyas formas de cultura eran muy superiores a las de los cristianos— se dio am- plia cabida en los quehaceres intelectuales a los ju- dios, por lo que, a medida que las tierras fueron reconquistadas, éstos pasaron a ocupar posiciones similares al lado y al servicio de los principes cris- nos. Por otra parte, sea en movimientos masivos, sea en forma individual, muchos mozérabes (cris tianos arabizados) fueron abandonando el al-Andalus para establecerse en los reinos cristianos. Alli per- 38 CARLOS GUZMAN BOCKLER manecieron también muchos musulmanes converti- dos al cristianismo. De suerte que el saber de todos ellos, unido a su especial concepcién del mundo (muy orientalizada) y al dominio de ciertas técnicas, Jes dieron un lugar decisivo en la formacién de 10 que, a partir del siglo xm, va a empezar a lamarse Espaia y los espafioles. ‘Ea vida de esa nueva realidad llamada Espafia_y de ese hombre llamado espafiol se teje en las inter- relaciones de las tres castas de creyentes que con- tribuyen a formarla: isldmica, judia y cristiana. En- tre ellas privaré un equilibrio nacido en parte de la divisién del trabajo (dominio de las técnicas y de ciertas formas de organizacién social, por parte de Jos musulmanes; cultivo de las ciencias, Ia filosoffa y las finanzas, por parte de los judios: y ejercicio de las funciones de mando, asi como de las tareas guerreras, por parte de los cristianos) y, en parte también, de Ia conformacién de un sistema valorati- vo que involucraré, en representaciones colectivas comunes, creencias aportadas por cada una. Entre tales representaciones colectivas destaca la toleran- cia religiosa, aportada por el Islam y testimoniada eh forma gréfica e imperecedera en el epitafio de Fernando TIT, el Santo, cuyos restos descansan_ en a catedral de Sevilla, ciudad que conquisté en 1248. Dicha convivencia duré unos 700 afios y fue més que un simple estado de hecho; significé el proble- ma clave de la historia espafiola. El epitafio en mencién esta redactado en cuatro lenguas: latin, castellano, arabe y hebreo. Segtin lo destacé por primera vez Américo Castro [a realidad histérica de Espafia, México, Pornia, 1966, pp. 38 y 39], el texto latino difiere de los tres restantes ; el primero expresa una politica con respecto a las tres castas de creyentes, y los demas son expresién de otra. La Iglesia manifests por medio de frases duras para con sus enemigos la forma especial en que enten- dié el triunfo del rey Fernando, pero se cuidé de plasmar sus apreciaciones en uma lengua que estaba tinicamente al aleance de los “clerici” v no del vulgo de los cristianos, los moros y los judios. Las otras EL NACIMIENTO DE LA SITUACION COLONIAL 39 tres versiones apenas difieren en aspectos formales y todas coinciden en los de fondo: Ia tolerancia y el espfritu de convivencia que ligaba a las tres castas. Cristianos, moros y judios vivieron dentro de un trenzado de ‘las tres castas hasta fines del siglo xv. Sin embargo, en Ia medida en que la reconquista fue cubriendo més y més territorios ganados al moro, la tensién entre las castas fue haciéndose mas evi. dente. La casta cristiana reclamaba para sf, ya no las funciones sefforiales y guerreras sino la direc: cin total de las actividades, lo cual implicaba el relegamiento a un segundo plano de las otras dos. Las castas empezaron a ser sentidas en forma aguda y para establecer las diferencias entre sus respecti- vos miembros cobré vida, al menos en la casta cris- tiana, la idea de su linaje espiritual, de su “limpieza de sangre”, la cual establecfa una separacién tajante entre el cristiano viejo y el cristiano nuevo. El pri- mero tenfa acceso a funciones sociales negadas a quienes no lo fueran. Contrariamente, las tareas in- telectuales Megaron ‘a considerarse propias de la casta judia y por tal raz6n fueron desatendidas por quienes temian hacerse sospechosos a la Inquisicién. La casta cristiana ensalzaba sus quchaceres y des- preciaba, por indignos, los que habian venido ejer- ciendo el moro y el judfo. Tal proceder desemboca- ria inevitablemente en el rompimiento del equilibrio entre las castas y en el predominio de Ia casta cristiana: Elemento decisivo para la casta cristiana, lo que le hizo al fin triunfar contra el infiel_y contra el correligiona- io, fue Ja estima y el culto de lo que lamaria ‘la di mensién imperativa’ de la persona. Si el hispano-judio se destacaba por su aguda inteligencia y el moro por st. industriosidad constructiva y laboriosa, el cristiano se esforzs en el cultivo del esfuerzo heroico y batallador (Castro, Los espafiles..., p. 1231. La ruptura del equilibrio que auné y separé a las tres castas se produce al concluir el siglo xv; desde entonces se empieza a delinear la imagen que el es. pafiol ha de presentar en los tiempos sucesivos, 40 CARLOS GUZMAN BéCKLER pero es el sigio xv1 el que lo verd aleanzar su méxima dimensién histérica —historiable, al decir de Castro Ubidem, p. 99}—; es el momento en que se esclare- cern los valores’ con que pondra pie en el suclo americano. Terminados los largos aiios de convi. vencia y tolerancia religiosa, el cristiano viejo va a adoptar una conducta que le llevard a insospecha- das alturas épicas al mismo tiempo que le cerraré Jos caminos que conducen el razonar sistemético, el cultivo de las ciencias y el manejo de las técnicas. 1492 es el afio més significativo: el 2 de enero los Reyes Catdlicos toman Granada y consuman la de. rrota militar de los moros, en agosto se decreta la expulsién de los judfos, y en octubre las naves de Colén tocan tierra en la América insular. La suerte del imperio que de ahf surgiré va a depender de estos tres hechos. La casta cristiana seguiré valorando grandemente el creer como sustituto del pensar y a las aficiones intelectuales de los hispanohebreos (ya conversos en el siglo xvr) responder con la desgana cultural, Para destacarse del converso, del cristiano nuevo, exaltard la pureza de sangre del cristiano viejo, des. defiaré Ia riqueza secularizada y de clase media —propia del espafiol judio—, a Ta cual tendré por vil, y reconocerd como tinica riqueza significada la eclesidstica 0 la nobiliaria. Las ideas correspondien- tes ala hidalguia y a la grandia ocuparén el sitial més alto en la constelacién valorativa del cristiano viejo, las creencias religiosas desembocardn en un catolicismo sin paralelo en Occidente v, para su salvaguarda, se erigiré la Inquisicién. De ‘manera gue, cuando el Imperio despunta; sus gobernantes hhan renunciado ya a la posibilidad de manejario sir. viéndose de los conocimientos cientificos, tecnol6- sicos y financieros cuyo incremento demandaba tal empresa y, como contrapartida, fusionardn los inte- reses de Ja casta cristiana con'los de la Iglesia, de donde surgiré el papel de esta tiltima como deten- tadora del poder politico. Para ilustrar sobre Ia intolerancia con que culmi- na el siglo xv y principia el xvr, Américo Castro [Los EL NACIMIENTO DE LA SITUACION COLONIAL 41. espaioles... pp. 99-103] contrasta el epitafio de los Reyes Catélicos, sepultados en la Capilla Real de Granada, con ei de Fernando III el Santo, antes aludido. "A juicio suyo, el breve texto del primero? constituye el asiento de la intransigencia posterior, fs una clave explicativa que marea la divisoria de las aguas histéricas de Espafia; en él no hay alusion al papel desempefiado por cada casta en la estruc- turacién de la nacién espafiola y ni siquiera a los logros politicos mds destacados del reinado de Fer- nando € Isabel (unién de los reinos, anexidn del de Napoles, descubrimiento de América, etc.); como dice Castro, tal epitafio “es una versién inquisitorial de su reinado” y refleja el triunfo de la casta mill: tar de los cristianos dentro de un horizonte més oriental que occidental que sera el que habré de encuadrar a la monarquia espafiola, unitaria y cat6- lica, dentro de una legalidad religiosa, superestatal ¢ inconmovible: 1 Tribunal del Santo Oficia de la Inquisicién, el cual funcionaré hasta 1820 y prohi- jar un despotismo politico-social que accrcara. 8 Espafia mas a la estructura de los pueblos orienta: Jes, judios o musulmanes, que a los occidentales, Consecuencia de la ruptura del equilibrio entre las castas es Ja aparicién de la critica a la vida espafiola levada a cabo por los escritores hispano- judios Alonso de Cartagena, Juan de Lucena, Fer. nando de la Torre, Alonso de Palencia, Hernando del Palgar, etc. Los conversos siguieron practicando las tareas que su casta habia venido ejecutando; por ello eran marginales en la sociedad, 10 cual les dio pie para criticarlo. “Alonso de Palencia discierne con fran juste quel espaol ‘desde ty cos mas provechosas’ y ‘juzga ser cosa indigna, si no aleanza Jos lugares mis altos de los fechos’ (Tratado de la perfeccidn del triunfo militar, 1459) ... Con tal dis. osicién de vida fueron superadas situaciones eriti zs y angustiosas. Y superadas 0 no, gracias a ellas ser jemando de Aragon Insel de Casta, mado y mu jer siempre concordes.llamac feos, ‘yacen en este Ssepulero de marmol. Derribaron el poder de la sects mah. ‘etana, y redujeron la obstinacién de Ia herejia {judalcal CARLOS GUZMAN BéCKLER tar lo insuperable” [Castro, op. cit, p. i Bhenado Tl p. cit, p. 124), [EL a una sociedad que coloca en. Ios lugares altos a quienes han hecho de las virtudes militares y de la antigtiedad en la prictica de la fe cristiana Sus valores supremos, no puede haber aventura mae fentadora que la conquista de América, en la cual iba a desplegar a cabalidad sus dotes guerrerse al mismo tiempo que a enfrentar, derrotar y cristian, Zar a otros infieles. Si los musulmanes llevaron a cabo la guerra santa para islamizar, Ia casta cris tana espafiola repitié dicha guerra santa, pero esta pylustificadoras del sistema desigual que es Is nizacién las que van a tratar de confundie «4p hispanoamericanos haciéndoles creer que la gesta también es suya y que marca un amanecer glorioso n Se han tratado de borrar esas situa Glones “criticas y angustiosas” que menciondramos Iineas antes y se ha logrado dar la imagen de un Conquistador espaiol inconmovible, hecho de una ieza, tanto espiritual como éticamente. Se han en sombrecido las profundas desgarraduras de su alma al par que las grandes diferencias que lo separaban EL NACIMIENTO DE LA STTUACION COLONIAL 43, respondieron: Cristianos somos, y vasallos del Empe- rador don Carlos, y espatioles”(Tb{dem, li. x, cap. TE), Q sea en primer lugar, eistianas; en Segundo, vaallon fe un monarea; y, final y no primariamente, espafoles Ubider:, pp. #0 9 811.” 2] El espaiiol en América ‘Terminada la fase militar de la conquista la dimen- sidn imperativa de ta persona. se extingue con ios Conquistadores. Quienes los siguen —los coloniza dlores— pasan a ejercitar tareas tenidas’ por viles por la casta cristiana y son menospreciados por ésta. Es importante tener presente que el valer de la vida del hombre esencial castizamente castellano signifi caba més que el ser y el fener de las personas, por Jo que los poseedores de riquezas adquiridas en las Indias, al volver a Espafia, ponfan en riesgo su cas. ticismo cristiano [Castro, op. cit. pp. 189 y 190]. Y lo han de haber puesto en riesgo también en las propias Indias; de hombres de valer pasaron a ser hombres de fener, de guerreros devinieron explota- dlores: de riquezas mineras, agropecuarias y hum nas (los indios esclavizados). Lo que contribuyé a formar la casta cristiana: ia épica castizamente personalizada, imperial y conflictiva, no’ se da_en Jas Indias. En ellas surge la explotacién despiadada del grupo vencido, el comercio y la vida muelle. El sino guerrero del conquistador pericit6 y con éi ‘su morada vital traida de la Peninsula. En su lugar surgié el encomendero: torvo personaje que, pri ‘mero, para salvar sus almas, cristianizaba a los in- dios, y luego, contra toda regla eristiana, disponia de ellos como si fueran bestias. Ahf terminé lo que quedaba del equilibrio cristiano-judioislamico de su mente: la guerra santa ya no lo es més, y pasados Jos afios de la conquista tampoco es gucita, es ex: plotacién La actividad intelectual es relegada, con muchas. reservas, a ciertos miembros de la die en quienes se asoma por vez primera el conflicto que durard hasta nuestros dias: la pretendida expresion de un pensemiento propio que no es sino el refiejo de mo- CARLOS GUZMAN BiCKLER golonial vaya dando vida a sus injusticias ‘y's la justificaciones de las mismas, desde luego Incoste, nibles desde un punto de vista puramente racine, Ii fahatismo sera la herencia que esos dias aclagos dciarén, hasta nuestros dias, a los grupos henie 705 de Tos privilegios coloniales (criolios, mestizos, {adinos). Por su parte, la intransigencia ya cla, Cumente expresada en’ el epitafio de los Reyes Catélicos— se entronizaré igualmente entre ies Peninsulares y sus descendientes, Ta pretendida pugna entre encomenderos, por un lado, y evangelizadores y representantes de'ln Co, Tona, por el otro, que, segiin se ha afirmado, dulce ensombrecida y dinémica misma que, a la ver, crea y es creacién del complejo colonies dor-evangelizador-explotador cuyos logros se de riquezas (principalmente de tierras ‘de los fo dios) y el consiguiente despojo de los vencidos, [Vor Micens Vives, Historia de Espaiia y América, Barco, Jona, 1961, tomo 11, pp. 412-418] De suerte que la contradiccién inicial entre colo- nizacién y eristianizacién, denunciada por los prt. meros evangelizadores, seré resuelta en favor de la primera sin que por ello se abandonen los aspectos externos de la segunda. La traida de esclavos ne ‘gros reforzard esta situacién y contribuiré a alejor més todavia cualquier intento de llevar a cabo un Scluar cristiano (a Ia manera como el eristianismo gra entendido en Occidente). La Iglesia desempe. fara en las Indias de entonces yen lo recs ene, americanos de hoy, un papel politico prepondetante cuya principal tarea consistiré en elaborar y mante. ner las ideologias justificativas de la dominacién y de la explotacién, sobre todo en aquellas regiones EL NACIMIENTO DE LA SITUACION COLONIAL 45 en que el propio sistema colonial impulsa y man- tiene segregaciones econémicas con mascara de dis. criminacién racial, como es el caso que ejemplitican los indios y los fadinos. ‘Como consecuencia de la colonizacién hubo, pues, un cambio de supuestos econémicos acompafiado de una ruptura de los patrones valoratives, los que desde entonces no encontraron sustituto en el sis tema axiolégico del peninsular, y cuyos efectos se agudizaron, en orden creciente, en el criollo y en el mestizo. Sin embargo, tocaron muy poco ai indio. A partir de ahi, el explotador (sea peninsular, crio. lo © mestizo) tira sobre el indio un velo de despre. cio que, en realidad, encubre tinicamente el desprecio inconfesable que, muy en el fondo, siente por st mismo. Como bien ha dicho J-L. Herbert, “el indio es la medida exacta de las limitaciones del ladino”, Al no sentirse alguien, el ladino crea al indio y man. tiene su imagen como la de un ser inferior. Tipico proceso sustitutivo de una carencia por otra, ya que hhabré, en el murldo del ladino, indios, en tanto el primero se siga considerando ladino; y' seguir exis- tiendo Ia ficcién del ladino en tanto éste busque sus propios perfiles en la siempre inaleanzable meta de los modelos extranjeros o extranjerizantes, Asi, ate- naceado por esta doble contradiccién, su mundo le arecerd siempre estéril y las fugas de ese mundo, aun las geniales —como las de Miguel Angel Astuc rias—, estarén fatalmente matizadas de un querer expresar lo que es de otros (en este caso, lo supues- famente magico, mitico y esotérico del mundo maya) sin poder encontrar Io que es propio, si Io hay ex- plicito, 0 explicitarlo a través de una toma de con. éiencia, Por otra parte, el concepto de pureza de sangre se ve desvaido en las Indias, Al ser trasladado. a América, es utilizado en el sentido inicial (antigiie dad en ia profesién de la fe eristiana) para que la aventura colonial sea sélo patrimonio de la cas cristiana; de ahf que se prohibiera la venida de cris tianos nuevos. Pero ya en tierra americana es usado Para explicar las supuestas desigualdades entre pen- CARLOS GUZMAN BBCKLER ios, vale decir entre explot ro nunca expresado en tal apone a hombres blancos Juego de un peri estos tltimos pertenectan al ricos”, como Juan el haber sentado insulares © indi fodo en que se dudé si humano. A “ted- Iveda corresponde ‘bre las cuales han Ginés de Sepa mente perfecto (equiva perfecto) y, con el correr del ti el del ti més se le asemej ae iente, Ia sangre, nureza del espiritu’* ‘Se vuelve sustancia de valor sje. Consiguientem« ple vehiculo para la pi 4 SITUACION COLONIAL COMO PROCESO De. ALIENACION or una hora, y que hallan indisolublemente funciones y sus poderes. La fen Ia privacién ‘de los bie. sin embargo no son “<” dos al ejercicio. de sus tad no puede consistir EL NACIMIENTO DE LA SITUACION COLONIAL 47 sm res meet ms tem Sd tn Se secs menue are Een aes, ok aero Sein pictues neem? cién y un feichisma adecuados. La’ elacion del ser con los bienes se resuelve normalmente, y en todo mo- menfo, mediante una toma de conciecia de hombre ‘como ia y goce apropiado de su vida, como poder sobre la naturaleza y sobre su propia naturalezs, relacién la que el marxismo llama alienacién. Aqui el feaflco no puede resolverse mis que mediante Ia des truccién de los fetiches, mediante la supres siva del fetichi oF el hombre de diante la superacién de la alienacién {Henri Lefebvre, El marsismo, Buenos Aires, zuDEBA, 1964, pp. 43 y 44), La aparicién de una estratificacién social de tipo colonial da principio cuando la superioridad militar ¥ téenica del espafiol desgarra Ia sociedad autée- tona. Sin embargo, serén las formas especificas de tenencia y explotacién de Ia tierra, surgidas de esa primera confrontacién, las que, a la larga, van a per- durar. Tras el despojo de las tierras indigenas cl conquistador abrird el capitulo propio de las "ca: ballerfas”, las “peonias” y las “encomiendas” que, desde un principio, llevan en s{ mismas el germen de una segmentarizacién que envuelve en un sis. tema desigual a los propios espatioles (entre quienes crea posiciones de superioridad e inferioridad, refle- Jo de la estratificacién peninsular) y a los indigenas (a quienes, a través de la esclavitud, coloca en el sitio mas bajo y, preponderantemente, destina a ta- reas agricolas). Quedan ast echadas las bases sobre las cuales descansaré una serie de representaciones colectivas, creencias, mitos e ideologias que tendrin como meta comiin la busqueda de las justificaciones de tal ré- simen desigual. Ello serd posible en la medida en 48 CARLOS GUZMAN BéCKLER Gis Se robustezcan las bases econdmicas de este lltimo, al par que se deteriore cl sistema de “a ‘smo al par 4 iore el sistema de valores iniciales del mismo, Senauistadores y conquistados, dominadoree yas. que, @0Si ¥ Partiendo de esta polarizacion simplisig Ae, Se eSforzard por mantener inalterable ‘on ai fondo, ira haciendo adecui stes, er iaciones, ajustes, acomoda- i ntrreltiones hamanas orange ma de la estratificacion social inka. Lo niet olaszacion se apovard pace enc 13 Primera £n 5 entonces elimebte precise aE Gis de pel Sabre dis Fags et, lors emente a unién inextricable entre ambos gru- Posy dpe excl ee aes gt inferior, tienen que existir ambos, mas bien, coe 8, complementarse, depender uraneie, Soee, este hecho descansy 1a Pe del sistema, contradicein gue, fas “peradieisn Sido inca de resolver Lejos de buscar a soiucién a tal contradic, al sistema colonial aha ayudlzado a ates Por dara at creacion principal af ogth Oza nico basado en la tenencia desigual de la tierra y en 4s expotacién de mano dobre agrcaks Hapa EL NACIMIENTO DE LA SITUACIGN COLONIAL 49 la categoria de un hecho dado, o sea, algo que es- capa a la voluntad, al control, a la conciencia del hombre que la impuls6; supone que tal creacién ha Megado a revestir una forma abstracta que se im. one a quienes componen el sistema en una forma inexorable, lo cual trae como consecuencia —tam- ign inexorable— la posicién de superioridad de la. raza blanca, supuesto que se traduce en dar al espa. fiol peninsular el rango més alto y a los criollos mestizos Ios rangos inmediatos inferiores, hasta que. con el correr de los afios— Ilega a englobar a to. dos los “‘superiores” dentro del apelativo Ladino, como una concesién ante la débil inmigracion de peninsulares y el crecimiento de los grupos mesti- 208. Tal construccién mental se cierra extrayendo otra consecuencia —inexorable una vez, mas— con. sistente en la definitiva inferioridad del “indio”. Esta representacién colectiva toma, como parte ge una ideologia justificativa del sistema, una exis- tencia independiente de quienes la pensaron y, tan. to en la mente de éstos como en la de todos los favorecidos por ella (ladinos, en el sentido amplio que hoy se le da al término), pasa a tener vida pro- Pia, lo cual va a favorecer las desigualdades sociales dentro del propio segmento Iadino, ya que la jerar- quizacién, que va del arquetipo blanco y rico hasta el mestizo coloreado y pobre y que adinite una se- tie de combinaciones intermedias, es inherente a tuna concepcién de Ia sociedad que descansa sobre lz existencia de grupos humanos jerarquizados étni camente. Por su lado, el segmento indigena —obvia. mente desfavorecido— no sélo no encajaré dentro de tal esquema sino [como lo veremos més ade- ante] generara y opondré sus propias defensas a tal_agresién. En sintesis, el sistema colonial, al esforzarse por crear, con vida independiente de sus gestores hue ‘manos, un mundo basado en la explotacién de la tierra en beneficio de una minoria, la que a su vez descansa en la explotacién de un grupo humano ini- cialmente vencido y despojado, ha dado vida a un fetiche, en el sentido marxista del término. Como 50 CARLOS GUZMAN RécKLER soporte de tal fetiche ha creado los tos de ladino © indio: const les a a ha dado también una vide indenerntec® a gue nes las concibieron y que han cobrado el cardvter de abstracciones ideolégicas con apariencia real, cuya realidad es, en cierto sentido, ya que prevale, en sobre lo humano. Fetiches son también, pues, los términos ladino e indio. Consecuentemente: den, {ro del sistema colonial, la relacién mantenida entre los fetiches y el hombre se le manifiesta a este ulti, tage ame 8 enalenacion de st mismo, como la pér- 10. ida ae at fe trata de un claro proceso de capfruLo m1 ENSAYO DE EXPLICACION TEORICA SOBRE LA REALIDAD SOCIAL GUATEMALTECA JEAN-LOUP HERBERT A continuacién se presenta un esquema sistemstico y jerarquizado de proposiciones, considerando ne- cesario antes de empezar cualquier investigacién conereta sobre un grupo, una regién o una época, la construccién de un modelo para el andlisis de la ‘so- ciedad global guatemalteca. Consideramos lo ante- rior tomando en cuenta el hincapié que se ha puesto en el estudio monogréfico, lo que ha orientado la investigacién a explicaciones parciales que han he- cho perder a menudo la comprensién del conjunto social. El ensayo que sigue se sitéa voluntariamente en contra de esa tendencia, como si dijéramos, hasta el otro extremo, y Ilenara su propésito si logra cen- trar discusiones tedricas a nivel de estructuras na- cional ¢ internacional. ‘PROPOSICIONES Proposicién I La correlacién total que existié a principios de ta colonizacién entre el hecho de ser espafiol y el per- tenecer al grupo dominador y explotador, por una Parte, y, por la otra, el ser natural (“indigena”)* y 3. EL término “indgena” forma parte de Ia reac ole nial, ya que fe impuesto por el espafiol que mo queria ll ‘mar por su verdadero nombre a la poblacion autéctona, indole de tal manera su identidad (operacion que se ‘en todos Tos paises colonizados, aun africanos 0 asidticos). ‘ermine ‘ue es aquel con el que se bargo, sabiendo la dificultad

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