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El problema que quisiera discutir en este trabajo es el desafío cultural que enfrentan los procesos
de resistencia y rebeldía.
Los dominados afrontan la necesidad de generar nuevos códigos de justicia, pero se encuentran aún
dentro de los límites culturales que los constituyen y sujetan. Si bien, en las rebeliones, hacen valer
su voluntad frente a los opresores, la plena realización de su justicia sólo es posible más allá de los
límites del orden existente. Las prácticas rebeldes se mueven, así, en el filo de la navaja o en
frontera; a la vez, como lucha cotidiana y como transformación a largo plazo (Luxemburgo, 1978).
Planteado en términos de Iuri Lotman, el asunto principal a tratar se refiere a los mecanismos que le
permiten a un sistema semiótico que, aunque cambie el contexto social, conserve su
homeoestaticidad, es decir, siga siendo él mismo. Sin afrontar esa capacidad cultural del sistema
dominante, las aspiraciones de una sociedad liberada pueden quedar en el terreno de los buenos
deseos (Lotman, 1998).
Para examinar este problema, me apoyaré en las aportaciones de Lotman acerca del funcionamiento
del sistema semiótico y haré referencia a la Revolución del Sur que jefaturó Emiliano Zapata. Esa
experiencia histórica muestra que el reto cultural es más complejo que solamente resignificar o
cambiar los usos de los códigos existentes. Ahí comienza la subversión cultural, pero se profundiza
cuando rompe el ‘orden natural’ o ‘civilizado’ de las cosas, cuando la gente cuestiona la existencia
misma del verdugo y no sólo sus actos excesivamente crueles.
Dominación
Iuri Lotman dio una pista que trataremos de seguir en esta aproximación al problema planteado.
Escribió: “La ‘cultura propia’ es considerada como la única. A ella se opone la ‘no cultura’ de las otras
colectividades. De esa índole será la relación del griego con el bárbaro” (Lotman, 1998:93).
Los textos del sistema de dominación establecieron una frontera ante la colectividad rebelde del
zapatismo. Esta última fue descrita como ‘no cultura’, como un espacio biológico ‘no humano’ de lo
extrasistémico. Desde el punto de vista semiótico, esa frontera funcionará como límite duro para
separar lo propio y lo ajeno al sistema. En este sentido, los discursos de la dominación fueron
autodescripciones y autoorganizadores. Lo exterior era la imagen invertida del mismo sistema: la
‘anarquía’ frente al ‘orden’, por ejemplo, o ‘Atila’ (flagellum Dei) frente al ‘apóstol de la democracia’
(Madero).
León Poliakov, uno de los estudiosos del racismo desde el punto de vista de la contrahistoria, hizo un
aporte sustancial a ese respecto: propuso analizar el racismo como mito fundador. Más que
examinar cómo la cultura occidental dominante ve o inventa a los otros, lo que habría que estudiar
es cómo se ve y se inventa constantemente a sí misma, a través de sus mitos fundadores (Poliakov,
1986).
Además, por medio de exclusiones y límites, la autodescripción del sistema dominante adquiere un
alto grado de redundancia, intensificando sus posibilidades de autoorganización. El sistema se
vuelve más comprensible para sí mismo. Como límite, el poder establece la forma general de su
aceptabilidad (Foucault, 1998).
Más aún, este mecanismo también recorta lo que debe ser olvidado
en la dimensión diacrónica; crea la historia del sistema dominante
desde el punto de vista de sí mismo. Después de la Revolución
Mexicana, simbólicamente, Zapata fue separado de su cuerpo social
por medio de una operación individualizante y, con una
transposición, el poder convirtió al ‘Atila del Sur’ en ‘Caudillo del
Sur’. El Ejército Libertador pasó a la dimensión de ‘lo inexistente’.
En esa versión dominante de la historia, el zapatismo fue despojado
de su código polívoco multidimensional, aquella multitud
insurrecta que fue el corazón de su fuerza rebelde, antisistémica.
Para el sistema de dominación éste es un recurso extraordinario pues, en primer término, con la
operación individualizante se refrendó semióticamente lo que se hizo en la guerra: exterminar a la
colectividad rebelde, los pueblos y el Ejército Libertador. Pero, adicionalmente, esa ambivalencia —
Zapata sin los zapatistas— le permitió al sistema deshacer los peligros extrasistémicos por otros
medios: cooptar y neutralizar. En este contexto, aparecieron metalenguajes ‘neutrales’ que
presentaron como homogéneos los dos sistemas opuestos, el dominante y el rebelde, sistémico y
antisistémico, Madero y Zapata. En el nuevo régimen, se hablará entonces de la revolución
institucionalizada y su partido, el PRI, será uno de los operadores principales de la dominación.
Al operar en las dimensiones sincrónica y diacrónica —también, bajo los principios de la polaridad y
la ambivalencia de la guerra y la paz— fue posible que, al cambiar el contexto social, el sistema
dominante conservara su homeoestaticidad, es decir, siguiera siendo él mismo y además se
dinamizara. Sin afrontar esa capacidad del sistema, en efecto, las aspiraciones de una sociedad
liberada podrían quedar a futuro en el terreno de los buenos deseos. Las capacidades de dominación
son mayores que sus autodescripciones.
Rebelión
Puesto que los elementos que el sistema declara como ‘incorrectos’ o ‘inexistentes’ también tienen
sus relaciones entre sí, se podría hablar de un ‘sistema de lo extrasemiótico’. Esta otra aportación de
Iuri Lotman será la base para continuar nuestra aproximación al problema.
El zapatismo surgió, en marzo de 1911, como un levantamiento armado en el sur de México, inscrito
en el movimiento antidictatorial que encabezó Madero. Con relación a este último, en esa época el
zapatismo formaba parte de la periferia. Sin embargo, desde su origen, los rebeldes del sur
empezaron el proceso de su autonomía. A las dos semanas de la insurrección, se autoorganizaron
como Ejército Libertador del Sur y designaron a Emiliano Zapata como general en jefe.
“Declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la Revolución de
que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la voluntad del pueblo y pudo
escalar el poder; incapaz para gobernar por no tener ningún respeto a la ley y a la justicia de los
pueblos, y traidor a la patria por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos que desean
libertades, a fin de complacer a los científicos [tecnocracia positivista], hacendados y caciques que nos
esclavizan y desde hoy comenzamos a continuar la revolución principiada por él, hasta conseguir el
derrocamiento de los poderes dictatoriales que existen.” (Plan de Ayala, 1911) (3)
La justicia y el derecho de los pueblos, no del Estado. Esa fue la clave de la autoorganización
extrasistémica del zapatismo y se puede examinar a detalle, en las prácticas que generó la revolución
del sur.
Al interior de ese proceso, hubo una relación de reciprocidad, pues los pueblos apoyaron al Ejército
Libertador y, a su vez, reclamaron la intervención de éste para resolver las propias necesidades. En
1912, una señora de Mexicapa demandaba solucionar un diferendo de tierras con un vecino,
interpelando así al jefe de la zona rebelde: “Al señor general de las fuerzas defensoras de la patria y
protectoras de justicia”. La práctica de justicia fue una obligación perentoria para los rebeldes y no
sólo un ideal. Se impuso como acción transformadora, sin que mediara el control del Estado.
Es otro sistema, autoorganizado desde abajo y desde afuera del sistema dominante. Cuando el
Ejército Libertador se aprestó a atacar la capital de la república en 1914, se anunció como ‘la
revolución de fuera’. Sí, territorialmente, provenía de afuera de la capital, pero también,
políticamente, de fuera del sistema.
“La revolución debe proclamar altamente que sus propósitos son en favor, no de un pequeño grupo de
políticos ansiosos de poder, sino en beneficio de la gran masa de los oprimidos, y que por lo tanto, se
opone y se opondrá siempre a la infame pretensión de reducirlo todo a un simple cambio en el
personal de los gobernantes, del que ninguna ventaja sólida, ninguna mejoría positiva, ningún
aumento de bienestar ha resultado ni resultará nunca a la inmensa multitud de los que sufren.” (Acta
de Ratificación del Plan de Ayala, 1914) (5)
Podemos asumir que, con la ruptura, los procesos rebeldes desencadenan la generación
de otrasemiótica. Estos periodos pueden ser considerados en términos de una explosión cultural, es
decir, como discontinuidad enérgica y elevación brusca de la informatividad, en que las
regularidades se desarticulan y la predicibilidad disminuye.
Por lo mismo, no se trata de un proceso lineal, encaminado hacia un futuro fijo. Más bien, es
semejante a un torbellino; la figura empleada por Edgar Morin para explicar que son las
contradicciones del ambiente en su conjunto las que orientan el curso de los acontecimientos, en
situaciones muy alejadas del equilibrio (Morin, 1996).
Es cierto que los códigos tienen usos distintos, que durante la contienda se autonomizan de su
origen y que, en eso, funcionan como armas, haciendo posible la operación de voltearlos en contra
de los opresores. En esa conversión, el instrumento con el cual se lucha pragmáticamente parece no
tener relevancia y, con frecuencia, lo que importa es sólo su efectividad inmediata. Pero, el desafío
cultural de las revoluciones no es ‘resignificar’ circunstancialmente los códigos del poder, reformar o
reformular, ya que esto no es más que prolongar su propia vigencia. Por más eficaces que parezcan,
son códigos dominantes y al compartirlos con el poder realizan su función de dominación. Así
sucede también cuando emergen metalenguajes ‘neutrales’ al interior de la rebeldía; construyen una
franja de homogeneidad con el sistema dominante (6).
Esto representa una fuerte tensión en el periodo de ruptura antisistémica. Sucede que esa ruptura,
para ser tal, reclama la exclusión de ambivalencias dominantes y el aumento de la univocidad
interna del proceso rebelde. A la vez, el aumento de la univocidad interna intensifica las tendencias
estáticas de la semiosis. Igual ocurre con las autodescripciones de la rebeldía, incrementan las
tendencias estáticas. Lotman advirtió también que el proceso mismo de la descripción convierte
inevitablemente lo extrasistémico en un hecho del sistema.
Diríase entonces que estamos creyendo posible lo imposible. Pero, al llegar a este punto, los
desarrollos teóricos de Lotman manifiestan más su potencial para encarar el reto y generar opciones.
Desafío
A su vez, el traslado de funciones del núcleo a la periferia y de la periferia hacia el núcleo, intensifica
el dinamismo rebelde. Desarticula el monopolio del poder hacer y la caracterización axiológica
dominante de la correlación núcleo—periferia como correlación arriba—abajo. El Cuartel General
del Sur trasladaba la aplicación de la justicia a los pueblos; tanto en lo referente a la toma de tierras,
como en caso de abuso cometido por los integrantes del Ejército Libertador, por ejemplo.
El espacio para las ambivalencias, necesario para dinamizar un proceso cultural, también se
incrementa por el diálogo a nivel nacional y mundial entre sistemas semióticos rebeldes. El mismo
efecto dinamizador de sentidos producirá el diálogo con otros elementos que el sistema dominante
ha declarado como ‘incorrectos’ o ‘inexistentes’.
Esa reserva dinámica se multiplica, también, fuera del marco semiótico propio de los insurrectos,
por el diálogo con otras esferas, como el arte. El lenguaje del arte, apuntó Lotman, es una realización
extrema de la tendencia a la percepción estereoscópica:
“Cuanto más intensamente está orientado un lenguaje al mensaje sobre otro y otros hablantes y a la
transformación específica por ellos de los mensajes que hay en ‘mí’ (es decir, la percepción
estereoscópica del mundo) tanto más rápidamente debe transcurrir su renovación estructural”
(Lotman, 1998:80).
En la fuerte tensión que existe entre esos polos ideales del modelo analítico, dirá Lotman, se
desarrolla un único y complejo todo semiótico: la cultura.
NOTAS
2. El discurso del poder que habla de ‘indio’ refiere a discapacitados, no mexicanos, incivilizados,
infieles; pueblos sin territorio, sociedades preestatales, ágrafas... entre más formas de representar e
instituir relaciones de poder y despojo. El exterminio, en este sentido, será el despojo radical de todo, es
decir, la muerte de la otra colectividad. Véase Pineda, 2003.
3. Ejército Libertador del Sur, “Plan de Ayala”, 25 de noviembre de 1911, (Espejel, 1988).
4. Ejército Libertador del Sur, “Ley sobre supresión del ejército permanente”, 3 de noviembre de 1915,
(Espejel, 1988).
5. Ejército Libertador del Sur, “Acta de Ratificación del Plan de Ayala”, 19 de julio de 1914, (Espejel,
1988).
6. Con frecuencia se dice que la oposición entre reforma y revolución representa un falso dilema. Sin
embargo, no es difícil observar que, en la reforma, el trayecto va de la periferia hacia el centro del sistema
dominante; mientras que en la revolución el trayecto va de la periferia de ese sistema al exterior, para
generar un sistema distinto.
7. Subcomandante Insurgente Marcos, Ejército Zapatista de Liberación Nacional, “El bolsillo roto”,
montañas del sureste mexicano, noviembre de 2004.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Foucault, Michel (1991). «Sobre la justicia popular; debate con los maos». Microfísica del poder, Madrid, Ediciones La
Piqueta.
Lotman, Iuri M. (1996). La Semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto (Selección y traducción del ruso de
Desiderio Navarro). Madrid: Cátedra (Colección Frónesis).
Lotman, Iuri M. (1998). La Semiosfera II. Semiótica de la cultura, del texto, de la conducta y del espacio(Selección y
traducción del ruso de Desiderio Navarro). Madrid: Cátedra (Colección Frónesis).
Pineda, Francisco (2003). «La representación de ‘indígena’. Formaciones imaginarias del racismo en la prensa», en
Alicia Castellanos (Coord.), Imágenes del racismo en México, México, Plaza y Valdés-Universidad Autónoma
Metropolitana Iztapalapa.
Poliakov, León (1986). La causalidad diabólica. Ensayo sobre el origen de las persecuciones, Barcelona, Muchnik
Editores.
* Una versión de este texto se presentó en el I Encontro Internacional para o estudo da Semiosfera. Interferências das
diversidades nos sistemas culturais, celebrado en São Paulo (Brasil), 22-26 de agosto de 2005. Se publica por primera vez
enENTRETEXTOS