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cuaderno

creativo
para crecer

por Israel Barranco


¿QUÉ ES ESTO?

Bienvenido y bienvenida a este espacio.

Aquí encontrarás algunos de los aprendizajes más valiosos que he ido

descubriendo en el camino apasionante de acompañar el crecimiento de

las personas mediante la expresión creativa. Ésto no es ni mucho menos

una guía o un recetario, sino más bien un espacio de reflexión que no tiene

otra pretensión que ser leído y disfrutado.

Así que... ¡adelante!

SOBRE EL AUTOR

Amante de la naturaleza y de leer libros mientras bebo café. Creo en

que las personas pueden cambiar si se lo proponen de verdad, intento

cuidar el planeta lo mejor que sé y disfruto haciendo deporte. Llevo

trabajando más de diez años con grupos de personas, y soy un

entusiasta de este tema. Compagino las sesiones de arteterapia con la

pintura y la ilustración.

Soy arteterapeuta y terapeuta expresivo en construcción

continua. Educador social y trabajador social experto en intervenciones

grupales. Mediador.

Me formé en coaching para la motivación y procesos de cambio, trabajo

desde la pedagogía apreciativa y la inteligencia emocional.


Necesitamos aprender a sumergirnos

en nosotros mismos

y abrazarnos,

sin juicio ni alabanza.

Abrazar lo que somos en la intimidad:

el trenzado armonioso

de la luz y la sombra.
EL ARTE COMO TERAPIA

Desde el inicio de la Humanidad, el arte ha acompañado a nuestra especie. Ya en las

cuevas los primeros homínidos se esforzaban por pintar, construir tumbas y realizar objetos

que tenían la sencilla razón de adornar.

Podemos diferenciar el arte de la herramienta en la aparente utilidad del objeto: una

herramienta se construía con una funcionalidad (cortar la carne, cazar, transportar el

fuego), mientras que el objeto artístico se creaba con sin más finalidad que la del proceso

de crear algo bello.

Justamente el hecho de que el arte nos haya acompañado durante toda la Pre-Historia y la

Historia es señal de la importancia que tiene.

A menudo, cuando las personas

experimentamos ciertas

emociones, recurrimos al arte

para poder expresarlas mejor,

para poder conectarnos mejor

con esa emoción o para

ayudarnos a caminar desde una

emoción a otra. La música, la

pintura, la fotografía, el teatro, la

danza, las películas, el tejido, la

escritura, el origami, la escultura…

Todas estas disciplinas comparten

la cualidad maravillosa del efecto

terapéutico.

¿Qué significa esto?

Que las personas podemos usarlas como herramientas para conocernos mejor, para sanar

nuestras heridas, para expresar nuestras emociones y para crecer.

Todos lo hemos hecho seguramente en más de una (y de muchas) ocasiones a lo largo de nuestra

vida, aunque sea sin darnos cuenta. Por ello, imaginemos lo increíble de poder usarlas

conscientemente, aprendiendo a recurrir a ellas cuando más falta nos hagan.

Y en esto, justamente, es en lo que consiste la Terapia Expresiva.


EL ESPACIO QUE CREAMOS

El ser humano es un animal simbólico. ¿Esto qué significa? Pues que todo lo que hace, dice, (o no hace
o dice) tiene una carga de significado.

Cuando vemos unas rayas pintadas en el suelo, sabemos que debemos cruzar la calle por ahí. Esas

rayas blancas que llamamos “paso de cebra” indican simbólicamente que es un espacio seguro para

que cruce el peatón. El símbolo nos ayuda a organizar una parte de la vida, en este caso la circulación

y el paso.

Del mismo modo, cuando en nuestro hogar colgamos unos cuadros, o en una fiesta a la que llegamos

tendemos a ocupar el centro de la sala o la periferia, o en la oficina buscamos estar cerca o lejos de

otros compañeros… estamos construyendo simbólicamente el espacio que ocupamos.

Un ejercicio que me encanta hacer cuando trabajo con grupos es pedirles a las personas que se

encuentran en la sala que caminen por la misma. Sin dar más directriz que esa. Y al empezar a

caminar, en la mayoría de los casos acaban dibujando con su movimiento una especie de círculo u

óvalo del que nadie se sale. Tendemos a ocupar el espacio de una determinada forma, y eso habla de

nosotros. Quizá hay alguien que rompe el patrón, y también este acto, esta forma de ocupar el

espacio, es significativa.

El espacio es un lugar que se carga de significado cuando entran las personas a ocuparlo. Es por ello

que podemos aprovecharlo como una herramienta: utilizar con consciencia el lugar en que vivimos,

trabajamos, damos clase o realizamos una sesión con personas.

No hace falta ser un experto en la materia para tomar consciencia de cómo el espacio genera

sensaciones y emociones en nosotros. Simplemente realizando un sencillo ejercicio podemos darnos

cuenta de mucho... 
ejercicio

Sal de la sala que quieres mirar.

Toma unas respiraciones profundas o haz unos minutos

de mindfulnes. Esto nos ayudará a tomar contacto con

nosotros mismos, estableciendo una

estrecha comunicación con nuestras sensaciones y

emociones.

Entra de nuevo en la sala. Trata de no pensar, no

razonar... Déjate sentir. Pasea por la sala escuchando

tus sensaciones corporales, siendo consciente de lo

que se genera en ti en cada paso. No juzgues, sólo

observa.

Cuando consideres que has terminado, toma papel y

lápiz y anota dichas sensaciones. Puedes contestar

¿Hacia qué
estas preguntas, si te ayudan a aclararte:

zonas de la habitación te apetecía mirar? ¿Hay


algún lugar en la sala en que te sentías más
cómodo? ¿Cómo está distribuido el espacio?
¿Dónde hay barreras, espacios vacíos, o carga de
contenido? ¿Hacia dónde se orienta la sala? ¿Qué
cambios necesitas hacer físicamente en la sala? 
Prueba a hacerlos y repite el ejercicio, a ver qué ha

cambiado.

A partir de ahí podemos proponernos usar el espacio con el que contamos de la forma más útil y

consciente que podamos. A veces los espacios son impuestos y hay ciertos elementos que no podemos

modificar, pero podemos buscar soluciones para que al final el espacio nos acompañe.

En este sentido, el estilo de vida “minimalista” busca liberar el espacio físico de la cantidad de

excedentes que acumulamos: sea ropa, muebles, objetos decorativos, útiles de cocina, material de

oficina… Se trata de averiguar qué es lo que nos hace felices, qué objetos tienen una carga simbólica

positiva y cuáles nos traen malos recuerdos o no nos hacen sentir bien.

Y utilizarlos, ordenar nuestra vida con consciencia, dando lugar a lo importante y liberando del peso.

A eso me gusta llamarlo “habitar el espacio”, que es mucho más que ocuparlo.
LA IMPORTANCIA DE SENTIR

Muchas veces me he encontrado personas (yo mismo entre ellas) que buscan dejar de sentir una

emoción u otra, entendiendo que es “malo” sentirse triste, enfadado o asqueado, por ejemplo.

Una de las cosas que más me costó aprender y aplicar en mi vida es aceptar que no hay emociones

malas. Todas las emociones tienen su función. Han acompañado al ser humano en su desarrollo y en la

difícil tarea de sobrevivir en el planeta. Y a día de hoy  siguen ayudándonos a vivir. La emoción actúa

continuamente como un mapa. Nos indica qué cosas en nuestra vida están empezando a funcionar

mal, o están provocándonos efectos perjudiciales.

Todas las emociones tienen un ciclo en que se generan, se expresan y se marchan. Pero algunas veces

las personas nos aferramos a una emoción. La enquistamos en nuestro interior y permitimos que eche

raíces. No la dejamos que se vaya, por un motivo u otro.

Desgraciadamente, las personas tendemos a agarrar una emoción u otra de vez en cuando. Hay

algunas emociones que tienen mucho poder sobre nosotros. Quizá por la educación que hemos

recibido, quizá por cosas que hayamos vivido, o por la motivación o la necesidad que nos mueve.

Justamente esto es una de las cosas que trabajo desde el arteterapia. Ayudar mediante el proceso

creativo a entender la emoción, las raíces que la sustentan y alimentan en la vida. A ayudar a las

personas a expresarla con algo que no sea la palabra (que muchas veces se nos queda corta), y a

permitir que se marche.

Y a usar la fuerza que proporciona la emoción para seguir avanzando y creciendo.

ejercicio
Es muy importante llamar a las emociones

por su nombre. Cuando nos preguntan " ¿qué


tal estás?", tenemos la costumbre de

contestar con "bien" o "mal". ¡Eso no son


emociones! Para comprendernos bien,

debemos esforzarnos en averiguar cuál es la

emoción que sentimos.

Por ello, te propongo que tomes consciencia

y empieces a llamar a las emociones que

sientes por tu nombre. 

¡Ah! Y las emociones no tienen por qué


aparecer de una en una y ordenadas. A

veces aparecen de golpe y bailando unas

con otras. Y podemos sentir emociones

aparentemente contradictorias a la vez...

Recuerda: tú eres quien sabe lo que siente.

Nada es correcto o incorrecto.


LA FUERZA DEL GRUPO

¿Has observado alguna vez las bandadas de estorninos?


Crean figuras increíbles mientras vuelan en conjunto. Desde muy pequeño me preguntaba cómo era que

volaban a esa velocidad sin chocarse unas con otras. Quizá los sonidos que hacen, quizá la sensación del

viento que generan otros pájaros de la bandada… Se crea una energía especial entre ellos, con una

consciencia plena e instintiva que les hace volar sabiendo exactamente qué deben hacer. Son uno y son

la bandada completa.

Lo mismo ocurre con los bancos de peces, y seguro que con más animales.

Las personas también tenemos esa capacidad. Podemos conectar unos con otros sin necesidad de pasar

por el plano de la comunicación verbal. Podemos ser uno y “ser” el grupo.

Este concepto se utiliza en psicología y antropología desde hace mucho tiempo: es la sinergia.

“El todo es más que la simple suma de las partes”.

A lo largo de nuestra vida, vamos formando parte de diferentes grupos, y éstos nos acompañan en

nuestros procesos emocionales, de crecimiento, en nuestras crisis vitales…

El ser humano tiene la necesidad absoluta del contacto social. De pertenecer.

Justo en el grupo puede encontrar el apoyo, la fuerza que necesita, la comprensión, la vitalidad… Aunque

también hay grupos que merman las fuerzas, que nos roban la energía y no nos aportan beneficios.

A lo largo de mi trayectoria personal y profesional, he ido encontrándome con grupos que me han hecho

crecer. Algunos de ellos me enseñaron cosas fundamentales en mi proceso de crecimiento personal.

Otros me enseñaron a marcar los límites y a decidir lo que no quería en mi vida. Sea como sea, todos los

grupos a los que he pertenecido en uno u otro rol han sido mis mentores.

Creo firmemente en la fuerza del grupo como base desde la que crecer y florecer. Por ello, la mayoría de

actividades que propongo son en grupo. El arte trabajado en grupo es brutal, apasionante, poderoso.

 Se trata de encontrar esa conexión sincera, libre de juicios y acogedora (a la que todos somos capaces

de llegar), y desde ahí, crear. Y creer. No he visto nada más maravilloso que eso.
EDUCAR LA MIRADA

Al final creo que todo es una cuestión de perspectiva. De aprender a mirar.

Nos hemos acostumbrado a ver por encima, a ojear las revistas, a leer 250 caracteres y a  otra

cosa.

Se trata de mirar. De recuperar el valor de detenernos para mirar qué ocurre.

Y mirar no de cualquier manera, no con cualquier mirada. Desarrollar una mirada apreciativa.

Educarnos en el arte de apreciar.

Apreciar los pequeños placeres de la vida, el potencial de las personas, los esfuerzos que hacen por

nosotros. Apreciar la enseñanza del dolor o de la tristeza. Apreciar nuestro cuerpo, quererlo,

querernos. Apreciarnos el alma.

Para mí, ahí está el la clave de la felicidad. En educarnos en la mirada apreciativa.


PARA CRECER

Aquí van dos ejercicios para ayudarte a desarrollar un poco más esta mirada de la que hablamos.

Están diseñados para que puedas hacerlo en casa, aunque siempre es mucho más potente y

enriquecedor tener un grupo en el que compartir el resultado, y poder trabajarlo. Pero está bien para

tomar un primer contacto. Deseo de corazón que te sirvan.

ESCULTURA DE AGRADECIMIENTO

Cada mañana, mientras desayunas, escribe

una lista de tres cosas por las que das gracias

ese día. Repite el ejercicio cada mañana

durante una semana, anotando tus respuestas

en un cuaderno o diario.

Cuando termine la semana, revisa tus notas.

Date cuenta de la cantidad de cosas que has

podido agradecer. Observa qué elementos se

han repetido. Elige los que hayas mencionado

más veces, y represéntalos en esculturas de

plastilina. Sí, has leído bien. En plastilina.

Aprovecha el ejercicio para conectar con tu

niño o niña interior. Disfruta la sensación de

moldear, de dar forma. Eres tú quien da forma

al agradecimiento. Al terminar, puedes colocar

las esculturas en algún sitio en que poder

verlas. Que te ayuden a recordar los motivos

por los que das gracias.


EL RETRATO EMOCIONAL

Es uno de mis ejercicios favoritos. Consiste en colocarte

frente a un espejo, con un papel y un lápiz. Y pintarte.

Puedes dibujarte de cuerpo entero, o sólo tu cara. O

hasta la cintura. Lo que decidas, estará bien. Luego

coloréalo utilizando el material que te apetezca:

acuarela, lápices, acrílico, tiza, rotulador, o incluso

pegando trozos de revistas, elementos naturales,

recortes…

Recuerda: no hace falta que salga un retrato

hiperrealista o precioso. No buscamos hacer una cosa

bonita, buscamos hacer una cosa sincera.

Una vez esté terminado, te invito a que te hagas estas

preguntas:

¿Cuál es el elemento que más destaca en tu retrato?


1.

¿Cómo te sientes con respecto a él? ¿Cómo te gustaría


sentirte?

2. ¿Qué color es el que más usas? ¿Qué gama de color


prevalece? ¿Qué te inspiran esos colores? ¿Cómo te

hacen sentir? ¿Qué significan? ¿A qué te recuerdan?

3. ¿Qué colores no están presentes en la obra? ¿Sabes

por qué? ¿Qué significan esos colores, y por qué has

elegido no ponerlos?

Te invito a que cuelgues tu obra en algún lugar en que

puedas verla. Que hables con ella cuando la veas, que

vayas investigando qué significa cada cosa que has

puesto. A lo mejor, algunos significados tardarán en

emerger un tiempo, hasta que estés preparado para

entenderlos. 
www.israelbarranco.com

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