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Autor/es: Navarro Floria, Juan G. El Derecho, [263] - (08/06/2015, nro 13.

743)
Las personas jurídicas en el nuevo Código Civil y Comercial(*)

Introducción

El propósito de estas líneas no es brindar una explicación completa del complejo tema de las
personas en nuestro derecho, sino únicamente exponer una primera aproximación a las novedades
que en esa materia presenta el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación aprobado por ley
26.944. Valga esta aclaración para dimensionarlas en su justa intención. Tampoco pretende el
trabajo ser exhaustivo en la materia, ya que estará enfocado exclusivamente en lo que el CCC
mismo dispone, sin ingresar en las importantes modificaciones que su ley aprobatoria ha
introducido, por ejemplo, en la ahora llamada Ley General de Sociedades.

El CCC mantiene implícitamente la clasificación de las personas en dos especies: físicas (ahora
llamadas, con mayor propiedad, “personas humanas”) y jurídicas. Digo que la distinción es implícita
porque no existe (ni hace falta tampoco) un artículo equivalente al 31 del Código de Vélez; pero
aquella resulta de la existencia de sendos títulos en el Libro I del Código, dedicados
respectivamente a “Persona humana” (arts. 19 a 140) y “Persona jurídica” (arts. 141 a 224).

El nuevo CCC abandona la confusa denominación de “personas de existencia ideal”, con lo que
elude la discusión de la relación de género a especie que existiría entre aquellas y las personas
jurídicas propiamente dichas, simplificación que debe ser bienvenida. No obstante, como veremos,
el problema de fondo subsiste, porque sigue vigente la pregunta por “sujetos de derecho” que no
son personas jurídicas.

El ya mencionado Título II del Libro I se estructura en tres capítulos, dedicados respectivamente a


una “parte general” (arts. 141 al 167), a las asociaciones civiles (arts. 168 al 192) y a las
fundaciones (arts. 193 al 224). Pero también hay normas en otras partes del CCC referidas a las
personas jurídicas, como es lógico.

La definición que ofrece el texto de “persona jurídica” (art. 141) es descriptiva, y ya no por oposición
a la persona humana. Son personas jurídicas “todos los entes a los cuales el ordenamiento jurídico
les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su
objeto y los fines de su creación”(1). El término “ente” debe considerarse excluyente de la persona
humana(2).

Esa aptitud para ser sujeto de derecho es “conferida” por la ley, a diferencia de lo que ocurre con la
persona humana, que “goza” de ella (art. 22) por derecho propio y en razón de su propia
dignidad(3).

Normas generales

El art. 142 sienta la regla de que la existencia de la persona(4) comienza desde su constitución, sin
necesidad de autorización “legal” (quizás debería decir estatal, como expresa con mayor propiedad
la última frase del artículo), salvo que ella sea expresamente requerida(5), en cuyo caso no puede
comenzar a funcionar sin haberla obtenido.

El art. 143 establece el principio de la personalidad diferenciada entre la persona jurídica y sus
miembros y la no responsabilidad de estos por las deudas de aquella salvo norma expresa en
contrario.

Pero, a renglón seguido, el art. 144 establece con carácter general la inoponibilidad de la persona
jurídica cuando “esté destinada a la consecución de fines ajenos a la persona jurídica, constituya un
recurso para violar la ley, el orden público o la buena fe o para frustrar derechos de cualquier
persona”, con lo que aquella distinción será borrosa en muchas situaciones(6). En esos casos
habrá responsabilidad solidaria e ilimitada de “quienes a título de socios, asociados, miembros o
controlantes directos o indirectos” hicieron posible la infracción.

Como esta norma se ubica en la “parte general” de las personas jurídicas, cabe preguntarse no sin
cierta perplejidad si es aplicable también a las personas jurídicas públicas y, en tal caso, con qué
alcance. Las consecuencias pueden ser inesperadas.

Personas jurídicas públicas

El Anteproyecto mantiene la distinción entre las personas jurídicas públicas y privadas, ya presente
en el Código de Vélez(7), pero amplía el catálogo en ambos casos. Es una clasificación que
algunos impugnan, y que no tiene límites precisos más allá de la catalogación que hace el propio
Código.

Son personas jurídicas públicas (art. 146):

a) El Estado nacional, las provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los municipios, las
entidades autárquicas y las demás organizaciones constituidas en la República a las que el
ordenamiento jurídico atribuya ese carácter

La mención específica de la Ciudad de Buenos Aires es novedosa y es consecuencia de la reforma


constitucional de 1994.

La frase final (“las demás organizaciones...”) es una enunciación abierta y oportuna. Al fin y al cabo,
el Código Civil no es más que una ley y, por tanto, es razonable que contemple que otras leyes
pueden crear personas jurídicas públicas.

Entre las personas jurídicas públicas que han quedado sin mencionar y hay que incluir dentro de
esa mención genérica están los partidos políticos(8), los colegios profesionales(9), los
sindicatos(10), las empresas del Estado, las universidades nacionales (art. 75, inc. 19, CN), las
obras sociales(11), etcétera.

Entre las personas jurídicas públicas estatales, el CCC ha omitido mencionar a las regiones, cuya
creación por acuerdo entre provincias está expresamente prevista en el art. 124 de la Constitución
reformada en 1994.

El art. 149 aclara: “La participación del Estado en personas jurídicas privadas no modifica el
carácter de éstas. Sin embargo, la ley o el estatuto pueden prever derechos y obligaciones
diferenciados, considerando el interés público comprometido en dicha participación”(12). Esta
norma es aplicable a una creciente cantidad de sociedades formalmente privadas pero estatizadas
de hecho, que están en una “zona gris” jurídica (pensemos en YPF, Aerolíneas Argentinas,
Ciccone...), y que no son tampoco sociedades del Estado regidas por la ley ADM-1013 (ex 20.705),
tipo no mencionado en el CCC. No es este el lugar para profundizar sobre un tema políticamente
delicado.

b) Los Estados extranjeros, las organizaciones a las que el derecho internacional público reconozca
personalidad jurídica y toda otra persona jurídica constituida en el extranjero cuyo carácter público
resulte de su derecho aplicable

Este inciso mejora la redacción del actual art. 34. No menciona a las provincias y los municipios de
Estados extranjeros en forma específica, porque no es necesario. En cambio, alude a los
organismos internacionales y a otros sujetos del derecho internacional público (como la Cruz Roja,
la Santa Sede –sin perjuicio de lo dicho en el inciso siguiente– y otros).

c) La Iglesia Católica

La Iglesia Católica mantiene su reconocimiento como persona jurídica pública, algo que es una
exigencia de la misma Constitución Nacional. Por lo demás, la Iglesia viene gozando de esa calidad
en forma indiscutida desde antes de la misma organización nacional, lo que constituye un
verdadero derecho adquirido.

Hay que advertir que bajo el rótulo “Iglesia Católica” no hay una única persona jurídica, sino una
vasta red de entidades que, en su conjunto, no dejan, sin embargo, de conformar una única Iglesia
que tiene como cabeza visible a la Santa Sede. Esta, a su vez, es sujeto del derecho internacional
y, por tanto, incluida en la previsión del inciso anterior (pero no las restantes personas jurídicas
canónicas, que son las que sí caben en este inciso específico).

La jurisprudencia constante de la Corte Suprema y los tribunales inferiores, lo mismo que la


jurisprudencia administrativa y múltiples leyes y decretos, han reconocido la calidad de persona
jurídica a cada una de las diócesis o circunscripciones territoriales o personales equivalentes según
el derecho canónico (prelaturas, prelaturas personales, eparquías, exarcados, obispado castrense,
etc.); a cada una de las parroquias, y a cada una de las personas que, según el derecho canónico,
son personas jurídicas públicas (seminarios, cabildos, la Conferencia Episcopal, etc.)(13).

También lo son los Institutos de Vida Consagrada (órdenes y congregaciones) y sociedades de vida
apostólica, que tienen reconocimiento específico por la ley E-1998 (exley 24.483(14)).

Acaso hubiera sido preferible que el inciso en comentario fuese más explícito y dijese, por ejemplo,
“la Iglesia Católica, sus diócesis, parroquias, Institutos de Vida Consagrada y demás personas
jurídicas de conformidad con el derecho canónico”. Pero la parquedad queda suplida por lo
dispuesto en el art. 147 que comentaremos a continuación.

La única norma adicional referida a las personas jurídicas públicas, además de la que las enumera,
es el art. 147 que dice que ellas “se rigen en cuanto a su reconocimiento, comienzo, capacidad,
funcionamiento, organización y fin de su existencia, por las leyes y ordenamientos de su
constitución”(15).

Esa remisión debe ser considerada hecha, en función de la enumeración precedente:

a) a la Constitución Nacional, las constituciones provinciales, el derecho administrativo y el derecho


público provincial, o las leyes específicas de creación, en el caso de las personas del art. 146, inc.
a);

b) al derecho internacional público, o el derecho constitucional o público extranjero, según sea el


caso, cuando se trata de las personas del art. 146, inc. b), y

c) al derecho canónico, en el caso de la Iglesia Católica, de conformidad con la interpretación que


ha dado la Corte Suprema al art. I del Acuerdo de 1966 entre la República Argentina y la Santa
Sede, en el caso “Lastra”(16).

Personas jurídicas privadas

El art. 148 amplía el enunciado actual de las personas jurídicas privadas(17), incluyendo en el
elenco a:

a) Las sociedades

En el CCC ha desaparecido la sociedad civil, prevista en los arts. 1648 a 1788 bis del Código de
Vélez. Tal desaparición implicó, entre otras consecuencias, haber perdido la oportunidad de legislar
sobre las sociedades de profesionales, llenando así una inexplicable e injustificable omisión del
legislador que subsiste hasta hoy. Por otra parte, es llamativo que no se hayan previsto normas de
derecho transitorio aplicables a las sociedades civiles vigentes. ¿Seguirán regidas por las normas
derogadas? ¿Les serán aplicables las de algún otro tipo societario similar?

De cualquier modo, el problema más serio es el que afecta a las sociedades hasta ahora
denominadas comerciales.

Como se sabe, ellas estaban regidas por la ley 19.550. En mayo de 2014, el Congreso aprobó la
ley 26.939 (Digesto Jurídico Argentino), que insertó esa ley dentro del cuerpo del Código de
Comercio. Pero la ley aprobatoria del CCC derogó el Código de Comercio, que ya entonces
contenía el articulado de la anterior Ley de Sociedades Comerciales, que quedó de ese modo
derogada (a partir de agosto de 2015, cuando entre en vigencia el CCC). Pero, al mismo tiempo, la
ley 26.944, además de aprobar el CCC, dispuso varias reformas a la ley 19.550 como si aún se
encontrase vigente en su individualidad, denominándola ahora “Ley General de Sociedades”. La
situación es, cuanto menos, confusa(18).

b) Las asociaciones civiles

A ellas dedica el CCC el Capítulo II de este título, que comentaré más adelante. Pero hay que
subrayar que de los escasísimos artículos que le dedicaba el Código de Vélez se ha pasado a una
regulación extremadamente detallista que complicará hasta límites insospechables no ya la
constitución de asociaciones, sino la vida de las ya existentes.

En el CCC desaparece la mención a las “asociaciones religiosas” que hacen los arts. 45 y 46 del
Código vigente, aun en su redacción dada por la ley 17.711. Es cierto que ese tipo asociativo no
mereció hasta ahora un gran desarrollo doctrinal y jurisprudencial específico, pero su mención
diferenciada era valiosa, sobre todo a la luz de la multiplicación de exigencias que se impone a las
asociaciones civiles, y que difícilmente podrán cumplir muchas asociaciones de fieles católicos o
pequeñas iglesias o comunidades religiosas no católicas.

c) Las simples asociaciones

Su inclusión en el catálogo pone fin a la discusión acerca de si son o no personas jurídicas. A ellas
les dedica el CCC la Sección 2ª del Capítulo 2 de este título (arts. 187 al 192), con más precisiones
pero también más exigencias que el art. 46 del viejo Código.

d) Las fundaciones

Son reguladas en detalle por el Capítulo 3 de este título (arts. 193 al 224), al haber previsto la
derogación de la ley 19.836(19), lo que implica una oportuna inserción en el Código de su
regulación.

e) Las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas

Se trata de una novedad del CCC, que no estaba presente en el Proyecto enviado por el Poder
Ejecutivo y fue introducida por el Congreso a pedido de las propias iglesias y de entidades de la
sociedad civil.

Su mención como tipo diferenciado de personas jurídicas se justifica por las características
peculiares que tienen y que han llevado a que muchos países de la región hayan legislado sobre
ellas en forma específica en los últimos años (Colombia, Chile, Perú, siguiendo la senda abierta por
España). En la Argentina, desde hace más de veinte años vienen circulando proyectos al respecto,
que no han tenido sanción legislativa. La mención que ahora hace el CCC debería ser un impulso
para superar esa falencia(20).

Ello sin perjuicio de que las iglesias o confesiones religiosas que en su país de origen hayan sido
reconocidas como personas jurídicas públicas (como la iglesia ortodoxa griega, por ejemplo)
puedan quedar incluidas en el supuesto del art. 146, inc. b).

f) Las mutuales

El CCC las menciona pero no las regula, y mantiene su vigencia la exley 20.321 (ahora, ley
E-0956).

g) Las cooperativas

La situación es análoga a la anterior. Mantiene su vigencia la exley 20.337 (ahora, ley F-0960).

h) El consorcio de propiedad horizontal

El CCC salda la añeja e insólita discusión acerca de la personalidad jurídica del consorcio,
generalmente afirmada por la jurisprudencia y negada por la doctrina.

La ley aprobatoria ha derogado la ley 13.512(21) (y las leyes de prehorizontalidad), y se incorpora


la regulación de la propiedad horizontal al Libro de los derechos reales. En ese marco, y entre otras
normas, el CCC establece: “El conjunto de los propietarios de las unidades funcionales constituye la
persona jurídica consorcio. Tiene su domicilio en el inmueble. Sus órganos son la asamblea, el
consejo de propietarios y el administrador. La personalidad del consorcio se extingue por la
desafectación del inmueble del régimen de propiedad horizontal, sea por acuerdo unánime de los
propietarios instrumentado en escritura pública o por resolución judicial, inscripta en el registro
inmobiliario” (art. 2044).

i) Toda otra contemplada en disposiciones de este Código o en otras leyes y cuyo carácter de tal se
establece o resulta de su finalidad y normas de funcionamiento

Esta norma residual tiene el mismo efecto ya indicado al tratar de las personas jurídicas públicas, y
se justifica en el hecho de que el Código no deja de ser una ley más, que no puede impedir que
otras leyes creen o reconozcan otras personas jurídicas (tal como ocurrió con algunas de las ahora
expresamente incluidas en el catálogo). No se advierte, sin embargo, que haya otras contempladas
en el propio Código y omitidas en la lista.

Entre las personas jurídicas privadas regidas por otras leyes podemos mencionar:

a) las asociaciones de bomberos voluntarios, regidas por la exley 25.054(22) (ahora, ley
ASO-2292). La ley declara a estas asociaciones como “personas jurídicas de bien público y sin
fines de lucro” (art. 3º), prevé la existencia de federaciones (personas de segundo grado) y de un
Consejo de Federaciones de Bomberos Voluntarios (“único ente de tercer grado, representativo
ante los poderes públicos nacionales e internacionales, de las federaciones de asociaciones de
bomberos voluntarios y los sistemas provinciales que ellas agrupan”, art. 5º).
b) los centros de estudiantes, regidos por la ley 26.877(23), de existencia obligatoria en los colegios
de gestión estatal, privada, social o cooperativa. La ley no les reconoce expresamente la calidad de
personas jurídicas, pero fija una serie de pautas que permite analogarlos fácilmente a las simples
asociaciones, con características particulares (como la afiliación obligatoria de todos los alumnos
del establecimiento).

c) los clubes de barrio y de pueblo, regidos por la ley 27.098(24). Son, en realidad, una subespecie
de las asociaciones civiles, pero con la particularidad de que deben registrarse en un registro único
nacional(25), “el Registro Nacional de Clubes de Barrio y de Pueblo en el ámbito de la Secretaría
de Deportes, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación” (art. 4º). Esta ley “invita”
a las provincias y a la Ciudad de Buenos Aires a adherir a ella, pero al mismo tiempo incluye una
norma transitoria operativa que dispone: “Durante el lapso de ciento ochenta (180) días a partir de
la vigencia de la presente ley, los clubes de barrio que acrediten una actividad mayor a diez (10)
años podrán solicitar la inscripción como persona jurídica y, en este caso, la Inspección General de
Justicia deberá imprimir un trámite sumario y simplificado a los fines de otorgar dicha personería
jurídica” (art. 21).

Casos excluidos

No ingresan en el inciso residual recién analizado de personas jurídicas privadas, los entes que
resultan de los “contratos asociativos”, nominal y precisamente regulados a partir del art. 1442(26),
puesto que expresamente se dice allí: “A estos contratos no se les aplican las normas sobre la
sociedad, no son, ni por medio de ellos se constituyen, personas jurídicas, sociedades ni sujetos de
derecho”.

La misma norma aclara también a renglón seguido: “A las comuniones de derechos reales y a la
indivisión hereditaria no se les aplican las disposiciones sobre contratos asociativos ni las de la
sociedad”. Con lo que tampoco deberían incluirse estos supuestos en la norma residual comentada.

Tampoco se ha dotado de personalidad jurídica a los fideicomisos, ni a las sucesiones indivisas.

Creo que esa omisión es correcta, pero también es cierto que se generan no pocos problemas y
confusiones respecto de estas y otras realidades, cuando luego sí son considerados sujetos a los
fines tributarios, dotados de su propia identificación. Resulta difícil sostener que “algo” sea sujeto de
obligaciones (y, por ende, de derechos) sin ser persona.

Han quedado fuera del CCC –sea como personas jurídicas públicas o privadas– “las comunidades
indígenas”, que estaban mencionadas en el art. 148, inc. h), del Proyecto.

El art. 75, inc. 17, de la Constitución Nacional reformada en 1994 obliga a reconocer la
personalidad jurídica de estas comunidades. Tal reconocimiento ya había ocurrido por medio de la
ley 23.302 (ahora, ley H-1456)(27). Sin embargo, su inclusión como personas jurídicas privadas
suscitó una queja unánime de los pueblos originarios, que alegaron, por una parte, no haber sido
consultados(28) y, por otra, que en su calidad de pueblos preexistentes a la Constitución debían ser
reconocidos como personas jurídicas públicas, a semejanza de la Iglesia Católica. Y tienen razón.

El Proyecto de 2012 no contenía respecto de estas comunidades más precisiones que la mención
del tipo jurídico, pero incluía también la regulación de un derecho real específico, la propiedad
comunitaria indígena (arts. 2028 al 2036), cuyo titular podía ser únicamente una comunidad
indígena registrada como persona jurídica (art. 2029). Todas esas normas desaparecieron del CCC;
quedaron únicamente el art. 18, que hace referencia a la propiedad indígena, y una norma
transitoria incluida en el art. 9º de la ley 26.944, que difiere su regulación a una futura ley especial.
El art. 150 se refiere a la ley aplicable a las personas jurídicas privadas.

Una norma difícilmente explicable es el párrafo final del artículo, que dice: “Las personas jurídicas
privadas que se constituyen en el extranjero se rigen por lo dispuesto en la ley general de
sociedades”.

Es verdad que la ley de sociedades contempla el caso de sociedades extranjeras, pero parece
mucho más razonable decir que las personas jurídicas extranjeras se rigen por la ley de su lugar de
constitución y, supletoriamente, por las normas argentinas aplicables al tipo que guarde con ellas
mayor analogía. Que podrá ser la regulación de las sociedades, pero también la de las
cooperativas, las mutuales o las propias asociaciones civiles o fundaciones, según el caso.

La regla de la aplicación a las personas jurídicas extranjeras de las normas nacionales dictadas
para las “sociedades, asociaciones y fundaciones de tipo equivalente” es la que trae también la
Convención sobre Reconocimiento de la Personería Jurídica de las Sociedades, Asociaciones y
Fundaciones Extranjeras adoptada por la Convención de La Haya de Derecho Internacional Privado
de 1956, y aprobada en la Argentina por la ley 24.409 del año 1994(29).

Las personas jurídicas privadas en general

La Sección 3ª del Capítulo I contiene normas generales aplicables a todas las personas jurídicas
privadas, referidas a sus atributos, a su funcionamiento y a su disolución y liquidación.

El art. 151 se refiere al nombre, que debe ser identificatorio, “satisfacer recaudos de veracidad,
novedad y aptitud distintiva” e incluir la forma jurídica adoptada. Las reglas que se dan recogen lo
ya previsto en normas vigentes para algunos de los tipos existentes, particularmente las sociedades
comerciales, y en normas administrativas de la autoridad de control (IGJ)(30). Pero no se prevén
sanciones para el caso de violación de los principios que se exponen, ni parece fácil de hacer
cumplir (particularmente, la prohibición de la homonimia) en tanto no exista un registro único de
personas jurídicas.

El art. 152 regula como conceptos diferenciados el domicilio y la sede social. El domicilio (que se
entiende, aunque no está dicho, es la ciudad en la que está fijado) resulta del Estatuto y su cambio
requiere modificación de este, mientras que la sede, en tanto no figure en el estatuto, es
modificable por el órgano de administración.

Es correcta y útil la regla de que “se tienen por válidas y vinculantes para la persona jurídica todas
las notificaciones efectuadas en la sede inscripta”(31) (art. 153), aunque resulta inaplicable a las
personas que no requieren inscripción, como las simples asociaciones. Las sucursales tienen
domicilio especial “en el lugar de dichos establecimientos” para las obligaciones allí contraídas.

El art. 154 expresa la obviedad de que “la persona jurídica debe tener un patrimonio”(32), aunque
desaparece la exigencia de que no subsistan exclusivamente de asignaciones estatales. E incluye
la posibilidad de la inscripción registral “preventiva” a favor de personas en formación, idea que es
fuertemente criticada desde el derecho registral.

El art. 156 se limita a decir que “el objeto de la persona jurídica privada debe ser preciso y
determinado”, pero llamativamente no extrae de allí la conclusión esperable, a saber, el principio de
especialidad: que la capacidad está limitada por el objeto (idea que, sin embargo, puede deducirse
del art. 141).

Los arts. 157 al 162 prevén reglas de funcionamiento, algunas bastante obvias y otras novedosas.
Entre estas, la previsión de que las asambleas o reuniones del órgano de gobierno pueden
celebrarse “utilizando medios que les permitan a los participantes comunicarse simultáneamente
entre ellos” (art. 158). Es oportuna la generalización de la regla según la cual es válida la
autoconvocatoria sin citación previa en tanto haya concurrencia y decisiones unánimes(33).

Una norma interesante es la del art. 160 que expresa: “Los administradores responden en forma
ilimitada y solidaria frente a la persona jurídica, sus miembros y terceros, por los daños causados
por su culpa en el ejercicio o con ocasión de sus funciones, por acción u omisión”.

Nótese que no habla de la responsabilidad de la persona jurídica por los actos de sus
administradores (el actual art. 43), que en el CCC aparece en el art. 1763, sino de la
responsabilidad personal y solidaria de los administradores frente a terceros por los daños
causados en ocasión de sus funciones, con mera culpa y aun por omisión de sus deberes. La
norma tiene un sentido moralizante y refuerza el deber de obrar con lealtad y diligencia (art. 159),
pero es de una extensión muy grande.

Otra norma novedosa e interesante es la del art. 161, que permite destrabar el funcionamiento de la
persona jurídica obstaculizado por la oposición u omisión de cumplir sus funciones por parte del
administrador(34).

Las últimas normas generales son las referidas a disolución y liquidación (arts. 163 a 167), y
recogen, en términos generales, normas ya presentes en las leyes de sociedades o de
fundaciones. Se prevé la prórroga del plazo por el que fue constituida la persona (art. 165), y
también se impone que la revocación de la autorización estatal (solo posible por “actos graves que
importen la violación de la ley, el estatuto y el reglamento” –debió decir “o” en lugar de “y”–) deba
ser consecuencia de un procedimiento reglado, que garantice el derecho de defensa y la apelación
ante un juez.

El criterio general de los redactores parece haber sido extrapolar al conjunto de las personas
jurídicas privadas, normas hasta hoy previstas en la ley de sociedades comerciales, e incluso en la
jurisprudencia judicial y administrativa referida a sociedades comerciales. Como ocurre en tantos
otros temas, esas normas preexistentes mantienen su vigencia, lo que dará lugar a conflictos
interpretativos cuando haya diferencias menores, o no tanto, entre aquellas y las nuevas del CCC.

Asociaciones civiles

El CCC dedica un capítulo a las asociaciones civiles, con dos secciones referidas, respectivamente,
a las asociaciones civiles mismas y a las simples asociaciones.

La primera de esas secciones tiene diecinueve artículos, bastantes más que los pocos que dedica
el viejo CC a las asociaciones, entremezclados con las normas generales sobre personas jurídicas.
Esto se debe a que se han llevado al Código disposiciones que hasta ahora existían en normas
reglamentarias de tipo administrativo. Muchos de los artículos están literalmente tomados de las
Normas de la Inspección General de Justicia que, como se sabe, en los últimos años han devenido
especialmente complejas y exigentes, con un ánimo declarado de mayor control de las
asociaciones.

Objeto

En relación con el objeto hay una suerte de inversión de la regla actual en el modo de expresarla.
Ya no se exige que tengan un “fin de bien común”, sino un fin “no contrario al interés general o al
bien común”, que “se interpreta dentro del respeto a las diversas identidades, creencias y
tradiciones, sean culturales, religiosas, artísticas, literarias, sociales, políticas o étnicas que no
vulneren los valores constitucionales” (art. 168). La interpretación que parece seguirse de esa
redacción es que la contradicción del fin de la asociación con determinados principios religiosos o
culturales, por ejemplo, aunque fuesen los tradicionales o mayoritarios, no sería motivo suficiente
para negar la autorización.

Sí se aclara, con acierto, que la asociación “No puede perseguir el lucro como fin principal, ni puede
tener por fin el lucro para sus miembros o terceros”. El modo de redactar deja la duda acerca de si
la asociación podría perseguir el lucro como fin secundario (no principal).

No hay otras pautas acerca del control estatal o judicial de la adecuación del objeto al interés
general o su no oposición a él. Pero, al erigirse como pauta suprema y única el “respeto a la
diversidad”, será muy difícil que se repitan decisiones administrativas o judiciales como las que en
su momento vedaron la aprobación de asociaciones que promovían la homosexualidad o la “cultura
swinger” (intercambio de parejas) por contrarias al bien común(35).

Constitución

El acto constitutivo se convierte en formal, puesto que requiere de instrumento público que debe
inscribirse “en el registro correspondiente” una vez obtenida la autorización estatal. El Proyecto del
Ejecutivo requería de escritura pública, por lo que el texto aprobado contiene una cierta
flexibilización, aunque no es fácil imaginar qué otro instrumento público que no sea una escritura
pública pueda utilizarse.

El art. 170 detalla minuciosamente el contenido del acto, de modo que deja muy poco espacio para
la autonomía de los constituyentes.

Así, por ejemplo, viene legalmente exigido que los órganos de gobierno sean una asamblea, una
comisión directiva y un órgano de fiscalización interna (inc. l]), que, por lo tanto, no podrían tener
una denominación diversa. También se limita el posible destino de los bienes en caso de
disolución(36). Hay tres cambios en el texto aprobado, respecto del Proyecto, que son acertados:
debe definirse el domicilio y no necesariamente la sede social (inc. d]), deben preverse las causales
de disolución y no de “extinción” (inc. f]), y deben establecerse “las contribuciones que conforman el
patrimonio inicial” (inc. g]) y no “los aportes” como decía el Proyecto.

La autorización estatal es exigida por el art. 174, pero no se reglamentan sus condiciones o los
requisitos para alcanzarla. Es lógico porque es materia propia de las legislaciones locales, pero al
menos pudo haberse previsto la exigencia de que la denegatoria de tal autorización, lo mismo que
su cancelación arbitraria, deban estar sujetas a control judicial(37).

Asociados

El CCC tiene varias normas tendientes a impedir las restricciones abusivas al derecho de
participación de los asociados (arts. 171, 175), pero en su detallismo llega al ridículo en el art.
178(38).

El legislador muestra una cierta obsesión por el pago de cuotas sociales, al parecer sin permitir que
una asociación se abstenga de imponerlas y cobrarlas porque tenga otras fuentes de
financiamiento. Así, prevé que el estatuto puede condicionar la participación en asambleas al pago
de las cuotas (art. 175), aunque luego impone que la falta de pago priva del derecho a participar
(art. 178), y aclara que la renuncia no exime del deber de pagarlas(39) (art. 179).

Es correcta la norma del art. 180 que exige que la exclusión de asociados, por causas previstas en
el estatuto, “debe asegurar el derecho de defensa del afectado” y su recurso ante la Asamblea.
La norma del art. 181, que recuerda que los asociados no responden directa ni subsidiariamente
por las deudas de la asociación, es innecesaria, porque repite el concepto general del art. 143.

También se aclara que “la calidad de asociado es intransmisible” (art. 182).

Administración

El texto aprobado por el Congreso ha unificado la denominación del órgano de administración de


las asociaciones llamándolo siempre “comisión directiva”(40). Debe estar integrada necesariamente
por asociados.

En otro atropello reglamentario a la libertad de asociación, se impone imperativamente que el


órgano esté integrado por “presidente, secretario, y tesorero”, y dos vocales(41).

El art. 176 prohíbe que el Estatuto restrinja la remoción o la renuncia de los directivos, pero
reglamenta con cierto detalle el trámite de aceptación de la renuncia y la improcedencia de la que
fuera intempestiva. Los directivos son responsables frente a la asociación y a los asociados, y el
art. 177 extrapola las normas de la ley de sociedades en materia de acciones de responsabilidad.

Contabilidad

Otra imposición novedosa del CCC a las asociaciones civiles es la de llevar libros contables y emitir
estados contables. No aparece en el capítulo que estamos analizando, pero sí en el de las simples
asociaciones (art. 190), lo que a fortiori lleva a aplicar la exigencia a las asociaciones regularmente
constituidas. Y, además, es lo que resulta del art. 320 del CCC(42).

Fiscalización

El Código prevé una doble fiscalización: interna y externa.

El órgano interno de fiscalización puede estar integrado por quienes no sean asociados (art. 172).
El texto aprobado suprimió la exigencia que traía el proyecto de que “los integrantes del órgano de
fiscalización deben contar con título profesional que habilite para esas funciones” (art. 173). El
órgano está integrado por uno o más revisores de cuentas pero, si la asociación tiene más de cien
miembros, el órgano es obligatoriamente plural (comisión revisora de cuentas).

La función es incompatible con la de miembro de “la comisión” (hay que entender, pero no es
explícito, que se alude a la comisión directiva) o certificante de los estados contables,
incompatibilidades que “se extienden a los cónyuges, convivientes, parientes, aun por afinidad, en
línea recta en todos los grados, y colaterales dentro del cuarto grado” (art. 173).

El art. 174 se titula “Contralor estatal”, y dice: “Las asociaciones civiles requieren autorización para
funcionar y se encuentran sujetas a contralor permanente de la autoridad competente, nacional o
local, según corresponda”. El CCC no aclara cuando la competencia para controlar a las
asociaciones civiles sea nacional. Si estamos al texto de la Constitución Nacional, pareciera que
debería ser siempre local(43).

Disolución y liquidación

El CCC dedica tres artículos a este tema, a pesar de que entre las normas generales para las
personas jurídicas privadas, que naturalmente aplican a las asociaciones, ya hay otros cuatro
largos artículos sobre el particular.
El art. 183 obliga a la disolución de las asociaciones que queden con un número de miembros
inferior al total de miembros titulares y suplentes de la comisión directiva. Como el art. 171 exige al
menos cinco miembros titulares (un presidente, un secretario, un tesorero y, al menos, dos
vocales), más el órgano de fiscalización, no podrá haber asociaciones de menos de seis miembros.

Normas supletorias y transitorias

Dispone el art. 186: “Se aplican supletoriamente las disposiciones sobre sociedades en lo
pertinente”. La remisión es un tanto vaga, por cuanto no está claro si es a las normas generales
sobre sociedades, o a las de algún tipo societario específico, y en su caso cuál. Lo que puede
resultar en una fuente de conflictos(44).

En cambio, ni el CCC ni su ley de aprobación contienen normas de derecho transitorio, lo que en


este caso puede resultar especialmente complejo.

Según el art. 7º, las leyes se aplican a las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas
existentes. Por lo tanto, las normas aquí comentadas se aplican a las asociaciones civiles
preexistentes. Téngase en cuenta que en su mayoría son disposiciones imperativas, no supletorias.

Si bien muchas asociaciones civiles se han constituido utilizando los “estatutos tipo” propuestos por
los órganos administrativos de control, son miles las que, en ejercicio de la libertad de asociación y
la autonomía de la voluntad, y ante la parquedad del Código Civil histórico que deja, hasta ahora,
amplio margen para su ejercicio, se han dado estatutos y estructuras originales, adaptados a sus
propias necesidades. Piénsese, por ejemplo, en congregaciones religiosas católicas,
congregaciones judías, iglesias evangélicas u ortodoxas, academias, universidades, y tantas otras.
Particularmente, las asociaciones más antiguas suelen sorprender con estatutos muy simples o con
previsiones que salen de lo actualmente corriente.

¿Se les impondrá adaptarse al lecho de Procusto conformado por esta legislación reglamentarista y
que avanza tanto sobre la libertad de asociación? ¿No vulnera eso derechos adquiridos?

Pienso que no, primero, porque sería una afectación inconstitucional del derecho de asociación y
del derecho de propiedad, y segundo, porque en casos que guardan cierta analogía el CCC sí
impone la adaptación obligatoria(45), mientras que en este caso guarda silencio.

Las simples asociaciones

Como es sabido, las “simples asociaciones civiles o religiosas, según el fin de su instituto”, fueron
escuetamente previstas por Vélez en el art. 46, sin disponer nada sobre ellas. La ley 17.711, a su
turno, reformó ese único artículo referido a ellas, con algunas imprecisiones que originaron debates
abiertos hasta el día de hoy.

El CCC les dedica una sección conformada por seis artículos, que aportan algo de claridad al
régimen pero, siguiendo la tónica ya elegida para las asociaciones formales, avanza mucho en
reglamentarismo e injerencia estatal.

En cuanto a la forma constitutiva se exige instrumento público o instrumento privado con firma
certificada por escribano (art. 187) (46). A diferencia de las asociaciones civiles, no se les impone
su registro(47).

Nada se dice de las que no cumplan estas formalidades, ni se repite la norma actual que asigna
responsabilidad solidaria a los constituyentes de una simple asociación irregular. Las simples
asociaciones que el CCC regula y reconoce como personas jurídicas (y no como meros “sujetos de
derecho”, como hacía la ley 17.711) son únicamente las regulares. Las demás, las constituidas por
instrumento privado, no pueden ser denominadas “simples asociaciones”. Pero existen, y en gran
número. No sabemos ahora cuál será su marco normativo ni la consecuencia de esa irregularidad
formal en su constitución.

El art. 188 remite al régimen de las asociaciones civiles, que les es, en general, aplicable. La
principal diferencia es que, al parecer, no requieren autorización estatal para funcionar y, por lo
tanto, son personas jurídicas a partir de la fecha misma del acto constitutivo (art. 189).

Otra diferencia es que las simples asociaciones pueden prescindir del órgano de fiscalización si
tienen menos de veinte asociados, y puede, en tal caso, cualquiera de los socios ejercer la
fiscalización por sí mismo (art. 190); pero, de todos modos, es obligatoria la “certificación de sus
estados contables”, lo que supone su emisión formal (otra exigencia novedosa en comparación con
el régimen actual).

En materia de responsabilidad se establece: “En caso de insuficiencia de los bienes de la


asociación simple, el administrador y todo miembro que administra de hecho los asuntos de la
asociación es solidariamente responsable de las obligaciones de la simple asociación que resultan
de decisiones que han suscripto durante su administración”, pero tienen preferencia para el cobro
de sus créditos los acreedores personales (el proyecto dice “individuales”) del administrador (art.
191). En cambio, “el fundador o asociado que no intervino en la administración de la simple
asociación no está obligado por las deudas de ella, sino hasta la concurrencia de la contribución
prometida o de las cotizaciones impagas” (art. 192).

Es una evidente mejora respecto del régimen actual la liberación de los fundadores que han dejado
la administración, a los que injustamente el recordado art. 46 impone responsabilidad solidaria. En
cambio, la solidaridad impuesta a los administradores, en lugar de la actual responsabilidad
personal pero subsidiaria, resultará desalentadora para asumir esas funciones, en instituciones que
muchas veces se conforman para desarrollar tareas verdaderamente altruistas.

Fundaciones

La novedad más evidente en materia de fundaciones, como ya se dijo, es su regulación dentro del
CCC y la consiguiente derogación de la ley especial que las regía. Que es el criterio que debió
seguirse también con otras especies de personas jurídicas.

La regulación incorporada en los arts. 193 al 224 del CCC reproduce, en líneas generales, lo que
hasta ahora establece la ley 19.836 (E-0894), con diversas variaciones de redacción.

Algunos cambios que pueden señalarse son:

a) la constitución debe hacerse necesariamente por instrumento público (art. 193), sin admitirse el
instrumento privado con firma certificada por escribano.

b) no hay una norma equivalente al art. 7º de la ley 19.836, referida a fundaciones extranjeras,
aunque luego se las alude en otros artículos (como el 224 o el 217). Esto es problemático porque, a
tenor del art. 150 del CCC, las fundaciones extranjeras deberían quedar regidas por la ley de
sociedades, y no por las normas específicas para fundaciones.

c) cuando existe un comité ejecutivo dentro del consejo de administración, se le impone la


obligación de rendir cuentas (art. 205).
d) se mantiene el carácter honorario (sin remuneración) de los cargos en el consejo de
administración, pero se permite el reembolso de gastos (art. 206).

e) no hay normas específicas sobre contabilidad de las fundaciones (arts. 23 al 26 de la exley


19.836), seguramente porque les son aplicables las reglas generales en la materia del mismo CCC,
que impone llevar libros y emitir estados contables a todas las personas jurídicas.

El resto de los cambios son meramente de redacción, algunos oportunos, como la sustitución del
término “miembros” por “integrantes del Consejo de Administración” cuando menciona a estos,
dado que la anterior denominación podía hacer pensar en “miembros de la fundación”, lo que en
nuestro régimen es incorrecto.

Conclusiones

Estamos, en definitiva, ante una modificación relevante respecto de las normas referidas a
personas jurídicas.

De las pocas y no demasiado ordenadas normas del Código de Vélez se ha pasado a un conjunto
bastante más extenso y detallado que pretende, por una parte, establecer reglas generales
aplicables a todas las personas jurídicas y, por otra, reglamentar en particular a dos tipos de ellas:
las asociaciones (con las subespecies “asociación civil” y “simple asociación”) y las fundaciones.

Ese mayor desarrollo normativo lleva a que, a diferencia de lo que ocurre en otras partes del CCC
en las que es sencillo establecer el paralelo con normas del Código derogado, en este caso sea
necesario buscar las fuentes en otros lugares.

En parte, como en muchas otras materias, es claro que se ha tenido a la vista y se ha aprovechado
el proyecto de 1998(48). Hay artículos que son tomados casi textuales de allí.

Pero también se advierte una incidencia mayor de la Ley de Sociedades Comerciales (y


específicamente de normas sobre sociedades anónimas), e incluso de resoluciones dictadas en
años recientes por la Inspección General de Justicia, cuyo contenido ahora se convierte en ley.
Esta influencia era todavía más notoria en el Anteproyecto, se moderó algo en el Proyecto del
Ejecutivo, y aún algo más en el texto definitivo.

Claro que, más allá de la problemática especial que presentan los cambios en la ley de sociedades
y de la incidencia de la casi simultánea aprobación de la ley del Digesto Jurídico, ya mencionada,
una de las carencias evidentes del nuevo CCC es la ausencia de normas de derecho transitorio que
permitan prever cómo han de aplicarse las nuevas normas a las personas jurídicas preexistentes
constituidas al amparo de reglas más genéricas y simples. Por no hablar del caso de los tipos que
directamente han desaparecido, como las sociedades civiles, o de los que aún carecen de
regulación específica, como las iglesias y comunidades religiosas.

No ha de faltar trabajo a juristas y jueces.

VOCES: PERSONA JURÍDICA - CÓDIGOS - CÓDIGO CIVIL - CÓDIGO COMERCIAL -


CONSTITUCIÓN NACIONAL - fundaciones y asociaciones

*- Nota de Redacción: Sobre el tema ver, además, los siguientes trabajos publicados en El
Derecho: El derecho eclesiástico en el proyecto de nuevo Código Civil, por Juan G. Navarro Floria,
ED, 186-1142; Aporte para la actualización del Código Civil en materia de derecho eclesiástico, por
Juan G. Navarro Floria, ED, 246-624; La propiedad indígena comunitaria: un análisis crítico del
articulado del Proyecto de Código Civil y Comercial Unificado, por Pablo María Corna y Carlos
Alberto Fossaceca (h.), ED, 249-789; La persona jurídica en la reforma a los Códigos Civil y
Comercial, por Carlos Bernardo Larruy, ED, 251-565; Comentario al Proyecto de Unificación de los
Códigos Civil y Comercial de la Nación (VII), por José Martínez de Hoz (n.), ED, 253-485;
Comentario al Proyecto de Unificación de los Códigos Civil y Comercial de la Nación (IX), por
Fernando Zoppi, ED, 253-485; El impacto de la reforma del Código Civil en el derecho público, por
Silvina Barón Knoll, EDCO, 2014-732; El alcance de la reparación por la actividad lícita del Estado.
A propósito del proyecto de Código Civil y Comercial, y del proyecto de ley sobre responsabilidad
del Estado, por Juan Santiago Ylarri, EDA, 2014-499; La subjetividad de la Iglesia Católica en el
derecho argentino conforme al Código Civil y Comercial. Breves consideraciones respecto de los
arts. 146 y 148, por Félix Alberto Montilla Zavalía, ED, 259-859; Reformas en el régimen de las
empresas. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, por Silvina Martínez, EDLA, 18/2014-11.
Todos los artículos citados pueden consultarse en www.elderecho.com.ar.
1- La frase "y los fines de su creación" fue añadida en la redacción final del Proyecto. El texto
guarda similitud con el art. 138 del Proyecto de 1998.
2- Considero pertinente la aclaración, porque en el Código de Vélez (art. 30) también las
personas "de existencia visible" eran comprendidas en la categoría de "ente". Esa exclusión era
explícita en el Proyecto de 1998.
3- Dice el art. 22: "Toda persona humana goza de la aptitud para ser titular de derechos y
deberes jurídicos", lo que debe entenderse una consecuencia necesaria de su dignidad intrínseca,
como por otra parte resulta de las declaraciones y tratados internacionales con jerarquía
constitucional. El derecho de toda persona humana "al reconocimiento y respeto de su dignidad" es
explícito en el art. 51 del CCC.
4- El artículo está referido exclusivamente a las "personas privadas". De tal modo, resulta mal
ubicado entre las normas generales, que se suponen aplicables a todas las personas jurídicas.

5- Es, por ejemplo, el caso de las asociaciones civiles (art. 169, CCC) y de las fundaciones
(art. 193, CCC), pero no de las simples asociaciones (art. 189, CCC).
6- La exposición de motivos presentada por los redactores del Anteproyecto explica: "Es
indudable el principio de que los miembros de la persona jurídica no responden por las obligaciones
de ésta, excepto en la medida en que en determinados supuestos la ley lo determine. Esta ley
puede tanto ser la ley especial como la ley general de concursos y quiebras. Además, en el código
se contemplan otros casos de desplazamiento del principio general, a fin de tutelar situaciones
especiales como las de ciertas clases de acreedores involuntarios o manifiestamente desprovistos
de cualquier poder negocial que les hubiera podido permitir acotar los riesgos de la contratación u
obtener determinadas garantías. Con ello debe preverse la posibilidad de sancionar en el plano
patrimonial conductas de indebida traslación del riesgo empresarial a terceros 'débiles' o que por
las circunstancias mismas del nacimiento de su derecho, no han contado con posibilidades previas
de defenderse. También se prevén supuestos de responsabilidad por apariencia creada, como
cuando determinados miembros de una persona jurídica difunden o permiten que se difunda su
nombre o se utilice cualquier medio idóneo para inducir una creencia generalizada en la solvencia
de la entidad basada en el supuesto respaldo patrimonial con que ella contaría. Rige además la
desestimación, prescindencia, inoponibilidad, etc., de la personalidad jurídica, como instituto de
excepción al criterio de separación o diferenciación. En la actualidad este instituto se halla
expresamente contemplado en la ley 19.550 de sociedades comerciales (artículo 54, tercer párrafo)
bajo el rótulo 'inoponibilidad de la personalidad jurídica'. Debe hacérselo extensivo a cualquier
persona jurídica privada ya que el abuso en su constitución, la desvirtuación de su finalidad, tanto
genérica como en la posterior dinámica funcional, constituyen manifestaciones de una utilización
desviada del recurso de la personalidad que son susceptibles de producirse en cualquier clase de
persona jurídica, lo cual fundamenta la previsión del instituto en un sistema general".
7- Como se sabe, el antiguo art. 33 hablaba de personas "de existencia posible" y "de
existencia necesaria", terminología que fue reemplazada por la ley 17.711 por personas "públicas" y
"privadas" (no "de derecho público" y "de derecho privado", como erróneamente a veces se dice).
8- La ley 23.298 (ahora, ley T-1455, Ley Orgánica de los Partidos Políticos) define la
personalidad jurídica de estos como "jurídico-política". Pero su existencia está demandada por la
propia Constitución Nacional (art. 38, que los define como "instituciones fundamentales del sistema
democrático"). El mensaje de elevación del Anteproyecto los menciona expresamente como
personas jurídicas públicas no estatales, lo mismo que a las asociaciones profesionales (sindicatos)
y a "diversas entidades profesionales".
9- Así, por ejemplo, la ley 23.187 (ahora ley P-1433, insólitamente encuadrada en la sección
de Derecho Laboral del Digesto Jurídico) dice: "El Colegio Público de Abogados de la Capital
Federal funcionará con el carácter, derechos y obligaciones de las personas jurídicas de derecho
público" (art. 17), bien que incurriendo en el error terminológico indicado arriba.
10 - La ley 23.551 de Asociaciones Sindicales (ahora ley P-1564) dice que estas, "a partir de su
inscripción, adquirirá[n] personería jurídica" (art. 23) sin aclarar si pública o privada; pero, al menos,
las que gozan de "personería gremial" deberían ser reconocidas como públicas por la naturaleza de
sus funciones, que incluyen la posibilidad de firmar convenciones colectivas de trabajo.
11 - La ley 23.660 (ahora, ley Y-1603), en su art. 2º, distingue a las obras sociales de la
Administración central del Estado (art. 1º, inc. c]) de las empresas y sociedades del Estado (art. 1º,
inc. d]) y otras "creadas o a crearse" (art. 1º, inc. h]) como "entidades de derecho público no
estatal"; mientras que considera personas jurídicas privadas a las obras sociales sindicales (art. 1º,
inc. a]), a las asociaciones de empresarios (art. 1º, inc. e]) y otras.
12 - El texto del proyecto era diferente: "La participación del Estado en personas jurídicas
privadas no modifica el carácter privado, sin perjuicio de otras especificaciones de orden público
legalmente establecidas". El texto ahora es más amplio en cuanto a la posibilidad de dotar a estas
personas de un estatuto ambiguo.
13 - Para un desarrollo de este tema, ver Navarro Floria, Juan G. - Padilla, Norberto - Lo Prete,
Octavio, Derecho y religión. Derecho eclesiástico argentino, Buenos Aires, Educa, 2014.
14 - Ver Navarro Floria, Juan G. - Heredia, Carlos I., Régimen jurídico de los religiosos y los
Institutos de Vida Consagrada, Buenos Aires, Educa, 1998.
15 - El texto es semejante al art. 144 del Proyecto de 1998, pero más amplio, porque también
remite a las leyes propias en lo referido a la capacidad, y a la organización.
16 - "Lastra c. Obispado de Venado Tuerto", ED, 145-495. Dijo allí la Corte que la norma del
art. I de ese Acuerdo (ley 17.032, ahora J-0640) "implica la más plena referencia al ordenamiento
jurídico canónico", lo que queda reiterado por la norma que aquí comentamos.
17 - A diferencia del Proyecto de 1998, que simplemente decía que eran privadas todas las
personas jurídicas que no fuesen públicas (art. 143), se ha optado por seguir la técnica del Código
de Vélez de mencionar los tipos de personas jurídicas privadas. Catálogo que, sin embargo, es
necesariamente incompleto.
18 - He desarrollado este problema en Navarro Floria, Juan G., Digesto jurídico y nuevo Código
Civil y Comercial: algunas perplejidades (ED, diario nº 13.693 del 20-3-15).
19 - Se la ha derogado con ese número, aunque previamente la ley 26.939 la había
renumerado como ley E-0834.
20 - Este tipo jurídico será aplicable a todas las iglesias y comunidades religiosas diferentes de
la Iglesia Católica, que tiene su reconocimiento específico como persona jurídica pública, según se
ha visto. Ese reconocimiento fue criticado por varias personas e instituciones en el proceso de
discusión del CCC, pero resulta necesario porque proviene de la Constitución misma. Otra cuestión
es saber si las demás iglesias hubieran podido ser reconocidas también como personas jurídicas
públicas (y no privadas), como ocurre, por ejemplo, en Chile. La ley 26.939 ha dado ratificación del
Congreso a una vieja ley de facto (la exley 21.745, ahora ley ADM-1127), que crea y regula el
Registro Nacional de Cultos. Pero la inscripción en ese registro paradójicamente no supone el
reconocimiento como persona jurídica, por lo que, más allá de otras críticas que el régimen merece,
sigue en pie la necesidad de una nueva ley específica.
21 - Así identificada, y no como ley E-0322, tal como la había renombrado la ley 26.939.
22 - B.O. 16-12-98. Observada (vetada) parcialmente por el decreto 1453/98, modificada por
las leyes 25.848 (B.O. 9-1-04), 26.895 (B.O. 22/10/13) y 26.987 (B.O. 3-11-14). Estas últimas dos
reformas no han sido aún incorporadas al texto del Digesto Jurídico.
23 - B.O. 6-8-13. Algunas provincias, como la de Buenos Aires, han reglamentado con mayor
detalle su estructura y funcionamiento (ley 14.581), incluso previamente al dictado de la ley
nacional. Así también la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ley 137, BOCBA nº 616 del 22-1-99) y
Entre Ríos (ley 10.215).
24 - B.O. 22-1-15. Esta ley reemplaza (y abroga) a la ley 26.069 del año 2005 (ahora, ley
ASO-2872). Aún no ha sido reglamentada. No contiene mayores precisiones sobre la personalidad
jurídica de los clubes, fuera de someterlos al control del Registro que crea, porque su principal
finalidad es atender a su financiamiento.
25 - No deja de ser paradójico que un fenómeno por definición local (barrial) sea quitado de la
competencia de las autoridades provinciales para someterlo a una autoridad de aplicación nacional
central, con sede obviamente en la Ciudad de Buenos Aires.
26 - Se trata de los negocios en participación (arts. 1448 al 1452), las agrupaciones de
colaboración (arts. 1453 al 1462), las uniones transitorias (arts. 1463 al 1469), y los consorcios de
cooperación (arts. 1470 al 1478), a todos los cuales, como se ha visto, se les niega la personalidad
jurídica propia.
27 - Art. 2: "A los efectos de la presente ley, reconócese personería jurídica a las comunidades
indígenas radicadas en el país". Según esa ley, "la personería jurídica se adquirirá mediante la
inscripción en el Registro de Comunidades Indígenas y se extinguirá mediante su cancelación" (art.
2º in fine), y les serán aplicables "las disposiciones de las leyes de cooperativas, mutualidades u
otras formas de asociación contempladas en la legislación vigente" (lo que es de una notable
ambigüedad).
28 - Así lo impone el Convenio 169 de la OIT, aprobado por ley 24.071 (ley O-1797).
Curiosamente, este convenio aparece, al mismo tiempo, en el Digesto Jurídico como vigente y
como "no vigente" por "objeto cumplido", bajo el número 1018 de la letra O en el Anexo de normas
no vigentes).
29 - Ahora, ley O-1970, extrañamente catalogada en la categoría "derecho internacional
público" en lugar de la correcta, que es "derecho internacional privado". Esta ley está vigente pero
parece no haber sido tomada en cuenta en el CCC, que en el capítulo de derecho internacional
privado, no incluye normas específicas sobre personas jurídicas, salvo el art. 2610, que manda
aplicar la regla de "igualdad de trato" a las personas jurídicas extranjeras respecto de las
nacionales.
30 - Sin embargo, no incluye la prohibición "a toda asociación o entidad particular el uso de la
expresión 'nacional' en su nombre o denominación y en los documentos que expida o con cualquier
otro motivo", dispuesta por ley E-0186 (exdecreto ley 42366/34), norma que el Congreso ha
reputado vigente al aprobar el Digesto Jurídico Argentino y que no hay razón para mantener fuera
del CCC.
31 - En el texto aprobado se suprimió una mención redundante que contenía el proyecto:
"aunque no hayan podido hacerse efectivas por no encontrarse allí su administración".
32 - Lo mismo decía el art. 152 del Proyecto de 1998.
33 - Hoy prevista con limitaciones en el art. 237 de la ley 19.550 para las asambleas de
sociedades anónimas, pero con dudas doctrinarias y jurisprudenciales acerca de la necesidad de
convocatoria, que suele ser ficticia. La innovación ya aparecía en el Proyecto de 1998, art. 163,
seguido ahora casi a la letra.
34 - La fuente parece ser el Proyecto de 1998, art. 164, seguido casi a la letra por el CCC en
este punto.
35 - Obviamente, en la medida en que el mismo CCC suprime el deber jurídico de fidelidad en
el matrimonio y ratifica la admisión de matrimonios entre personas del mismo sexo, no subsistirán
en el derecho positivo obstáculos a esas actividades y a las asociaciones que las promuevan.

36 - La innecesaria cláusula meramente indicativa que contenía el proyecto ("pudiendo


aplicarlos al fomento de la educación pública, a organismos oficiales de apoyo a la investigación o a
asociaciones civiles o fundaciones cuyo objeto sea promover la asistencia a grupos humanos en
situación de vulnerabilidad, entre otros", inc. n]) ha sido moderada en el texto final, que solo sugiere
la atribución a "una entidad de bien común, pública o privada" sin fin de lucro y domiciliada en la
Argentina.
37 - El recurso judicial contra el acto de revocación está previsto en las normas generales
sobre personas jurídicas privadas (art. 164), que naturalmente se aplican en este caso. Si la
revocación es apelable, debería serlo también la negativa a la autorización.
38 - Art. 178: "Participación en las asambleas. El pago de las cuotas y contribuciones
correspondientes al mes inmediato anterior es necesario para participar en las asambleas. En
ningún caso puede impedirse la participación del asociado que purgue la mora con antelación al
inicio de la asamblea".
39 - "El renunciante debe en todos los casos las cuotas y contribuciones devengadas hasta la
fecha de la notificación de su renuncia".
40 - El Proyecto alternaba esa denominación con la de "consejo directivo", lo que se prestaba a
confusiones. De todos modos, es una indebida limitación a la autonomía de la voluntad, ya que bien
podrían los socios preferir esta última denominación, o cualquier otra, sin que se advierta un interés
público en imponer un rótulo predeterminado.
41 - Al menos, el Proyecto final suprimió la exigencia del Anteproyecto de que también hubiese
vicepresidente, prosecretario, protesorero y vocales suplentes. Que los vocales sean al menos dos
parece ser una derivación de la norma cuando dice en plural que "los demás miembros de la
comisión directiva tienen carácter de vocales", aunque la exigencia expresa del mínimo de dos que
estaba en el Proyecto desapareció en el texto aprobado.
42 - "Están obligadas a llevar contabilidad todas las personas jurídicas privadas". La posibilidad
contemplada en el segundo párrafo de la norma de que sean "eximidas de llevar contabilidad las
actividades que, por el volumen de su giro, resulta inconveniente sujetar a tales deberes según
determine cada jurisdicción local" parece limitada a las personas humanas. La obligación de emitir
estados contables resulta del art. 326 del CCC. Las normas están tomadas casi textualmente del
Proyecto de 1998 (arts. 302 y 314).
43 - Una excepción serían los clubes de barrio o de pueblo, ya mencionados, aunque en este
caso la ley que los reglamenta pide que las provincias adhieran a ella, lo que supondría una
necesidad de delegación de parte de ellas de sus facultades propias de contralor de las
asociaciones.
44 - Al menos, se ha suprimido del texto la remisión al régimen de las "sociedades
comerciales" que hacía el Proyecto, probablemente porque la ley respectiva ahora se denomina
"ley general de sociedades", y ya no "de sociedades comerciales".
45 - Es lo que ocurre con los "conjuntos inmobiliarios" preexistentes al CCC , "que se hubiesen
establecido como derechos personales o donde coexistan derechos reales y derechos personales",
que son obligados a adecuarse a las nuevas normas que imponen su constitución en el marco del
derecho real de propiedad horizontal, con modalidades específicas (art. 2075).
46 - También aquí se corrigió el Proyecto, que exigía escritura pública.
47 - Cabe recordar que la IGJ hace varios años estableció un "Registro voluntario de simples
asociaciones" (resolución general 4/08, B.O. 7-11-08), que no parece haber sido particularmente
convocante ni exitoso. Tiene, obviamente, alcance local.
48 - Fruto del trabajo de la Comisión Redactora designada por el decreto 685/95, integrada por
Héctor Alegría, Atilio Aníbal Alterini, Jorge Horacio Alterini, María Josefa Méndez Costa, Julio César
Rivera y Horacio Roitman. En los Fundamentos de ese proyecto se dijo que se habían tenido en
cuenta el Código Civil de Quebec, el italiano, y la experiencia argentina en materia de fundaciones,
mutuales, asociaciones civiles, cooperativas y sociedades.

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