Está en la página 1de 8

ERIC HOBSBAWM - LA ERA DE LA REVOLUCIÓN (1789 - 1848)

CAP. VIII: LA TIERRA

En este capítulo, Hobsbawm nos habla de las consecuencias de las revoluciones.


En este sentido, lo que sucediera a la tierra determinaba la vida y la muerte de la
mayoría de los seres humanos entre los años 1789 y 1848. El impacto de la doble
revolución sobre la propiedad, la posesión y el cultivo de la tierra, fue el fenómeno
más catastrófico de nuestro periodo. No la revolución política ni la económica
pudieron menospreciar la tierra a la que, los fisiócratas, consideraban como única
fuente de riqueza, y cuya transformación revolucionaria todos juzgaban la necesaria
pre-condición y consecuencia de la sociedad burguesa. La gran capa de los
tradicionales sistemas agrarios del mundo y las relaciones sociales rurales cubría el
fértil suelo del progreso económico. A toda costa tenía que ser derretida para que
aquel suelo pudiera ser arado por las fuerzas de la iniciativa privada buscadores de
mejor provecho. Esto, según nuestro autor, implicaba tres géneros de cambios:

1) En primer lugar, la tierra tenía que convertirse en objeto de comercio, ser


poseída por propietarios privados con plena libertad para comprarla y
venderla.
2) Segundo, tenía que pasar a ser propiedad de una clase de hombres
dispuestos a desarrollar los productivos recursos de la tierra para el mercado
guiados por la razón, es decir, conocedores de sus intereses y de su
provecho.
3) Por último, la gran masa de la población rural tenía que transformarse en
jornaleros libres y móviles.

No obstante, dos grandes obstáculos aparecian en el camino de la reforma, y


ambos requerían una acción combinada política y económica: los terratenientes
precapitalistas y el campesinado tradicional. La clásica solución británica produjo un
campo en el que unos miles de propietarios eran dueños de gran parte de la tierra
donde se empleaban un millón de labradores y criados.
La clásica solución norteamericana fue hacer de los propietarios granjeros
comerciales, lo que compensó la disminución del trabajo de los braceros alquilados
con una mecanización intensiva.
La clásica solución prusiana fue la menos revolucionaria ya que consistió en
convertir a los terratenientes feudales en granjeros capitalistas y a los siervos en
labradores asalariados. Los junkers conservaron el dominio de sus pobres
haciendas, que habían cultivado mucho tiempo para el mercado de exportación con
un trabajo servil; pero ahora lo hacían con campesinos liberados de la servidumbre
y de la tierra.
La solución norteamericana dependía del hecho insólito de un aumento de tierras
libres virtualmente ilimitado y también de la falta de todo antecedente de relaciones
feudales o de tradicional colectivismo campesino. El único obstáculo para la
extensión del cultivo puramente individual perfectamente enajenable como el único
orden no sólo racional sino natural.

Aquí es donde entran las figuras de los indios nómadas como los llama Hobsbawm.
Ellos no eran el único pueblo que no comprendía el racionalismo burgués e
individualista a propósito de la tierra. De hecho, la gran masa de pobladores rurales
coincidían en abominar de él.
Solo una revolución político legal dirigida contra los señores y los campesinos
tradicionalistas, podía establecer las condiciones para que la minoría racionalista se
convirtiera en mayoría.
Su objetivo era hacer de la tierra una mercancía. Había que abolir los mayorazgos y
demás prohibiciones de Venta o dispersión que afectaban a las grandes
propiedades de la nobleza y someter a los terratenientes a la bancarrota. Pero esto
solo se conseguiría si los campesinos desde citas filas muchos de ellos se
elevarían, llegaban a convertirse en una clase libre capaz de disponer de todos
los recursos; un paso que también realizaría automáticamente el tercer
objetivo → la creación de una fuerza laboral "libre", compuesta por todos los
que no habían podido convertirse en burgueses. Esto, nos dice el autor,
tendría una ventaja crucial ya que el jornalero libre, abierto al incentivo de
mayores ganancias, demostraría ser un trabajador más abierto al incentivo de
mayores ganancias, demostraría ser un trabajador más eficiente que el
labrador forzado, fuera siervo, peón o esclavo. Sólo así emigrarían a las
ciudades y fábricas en las que sus músculos eran cada vez más necesarios.

En la mayor parte de Europa esto significa que el complejo de tradicionales


relaciones legales y políticas conocidas generalmente por feudalismo tenía que
abolirse en dónde aún no había desaparecido, lo que se logró, puede afirmarse,
entre 1789 y 1848..
En Inglaterra no fue necesaria una legislación para expropiar grandes propiedades.
La resistencia al triunfo final de las relaciones burguesas en el campo fue enconada.
Más que una reacción feudal se trataba de la presión de un grupo agrario.
La Ley de Pobres se dictó en 1834 para hacer la vida imposible a los pobres
rurales que se les obligase migrar y aceptar los empleos que se les ofrecían.
En la década de 1840 - 1850 varios condados se encontraban ya al borde de
una absoluta pérdida de población, y desde 1850 el éxodo del campo se hizo
general.

II

En Francia (como bien apoyaba Bianchi citando a nuestro autor) la abolición del
feudalismo fue obra de la revolución. La presión de los campesinos y el jacobinismo
impulsaron la reforma agraria más allá de lo que el desarrollo capitalista hubiera
querido. Sin embargo, la Revolución Francesa no fue la única fuerza que contribuyó
a una completa reforma de las relaciones agrarias. En el imperio de los Habsburgo,
José II abolió la servidumbre y secularizó muchas propiedades rústicas de la Iglesia
entre 1780 y 1790.
Los factores de la Revolución Francesa, el argumento económico racional de los
trabajadores libres y la codicia de la nobleza determinaron la emancipación de los
campesinos de Prusia entre 1807 y 1816. A cambio de la abolición del trabajo
forzoso y los tributos feudales y por sus nuevos derechos de propiedad, el
campesino estaba obligado a dar a su anterior señor un tercio o la mitad de su
posesión o una suma equivalente de dinero.

En suma, podemos decir que la mayor parte de las disposiciones legales para
establecer unos sistemas burgueses de propiedad rural se dictaron entre 1789 y
1812. Sus consecuencias fueron mucho más lentas, debido a la fuerza de la
reacción económica y social después de la derrota de Napoleón. En general, cada
posterior avance liberal impulsaba la revolución legal a dar un paso más hacia la
praxis, sobre todo en los países católicos, en dónde la secularización y venta de las
tierras de la Iglesia era una de las más apremiantes exigencias liberales.
Desgraciadamente, esta redistribución de la tierra en gran escala no produjo
la clase de propietarios o granjeros emprendedores y progresistas que se esperaba.
En Europa meridional surgió un nuevo y más riguroso grupo de barones que
reforzaba al antiguo. En esos regímenes la revolución legal había venido a reforzar
el viejo feudalismo con uno nuevo que en poco o nada beneficiaba a los pequeños
adquirentes y a los campesinos. En la mayor parte de este territorio, la vieja
estructura social conservaba todavía fuerza suficiente.

III

Por muy ineficaz y opresivo que el viejo sistema tradicional hubiera sido, también
era un sistema de considerable seguridad económica y social en el más bajo nivel;
sin mencionar que estaba consagrado a la costumbre y la tradición.
Así, la emancipación en Prusia le concedía los dos tercios o la mitad de la tierra que
ya habían cultivado y le liberaba del trabajo forzoso y otros tributos, pero le privaba
en cambio del derecho a la ayuda del señor en tiempos de mala cosecha o plagas
del ganado; del derecho a cortar o comprar barata la leña en el bosque del señor;
del derecho en caso de la extrema pobreza, o pedir ayuda al señor para pagar los
impuestos. Asimismo, la propiedad de la Iglesia podría haber sido ineficiente, pero
este hecho favorecía a los campesinos, ya que así su costumbre tendía a
convertirse en derecho de prescripción. La división y cercado de los campos, pastos
y bosques comunales, privaba a los campesinos pobres de recursos y reservas
a los que creían tener derecho, como parte de la comunidad que eran. Al
mismo tiempo, la introducción del liberalismo en la tierra era como una
especie de bombardeo silencioso que conmovía la estructura social en la que
siempre habían vivido y no dejaba en su sitio más que a los ricos: una soledad
llamada libertad, dice el autor ← Por esto podemos hablar de un “desamparo
social” como consecuencia de la caída del Antiguo Régimen. Desde luego, continúa
Hobsbawm, los campesinos no luchaban por la ley real, a quien apenas conocían,
sino por el ideal de un rey justo que, si les conociera, castigaría las transgresiones
de sus subordinados y señores.

IV (en este apartado habla de Europa y el efecto de la caída del Antiguo Régimen
en las colonias como Argelia, India inglesa, América Latina).

La revolución en la propiedad rural fue el aspecto político de la disolución de la


tradicional sociedad agraria; su invasión por la nueva economía rural y el mercado
mundial, su aspecto económico.
Los ferrocarriles y buques de vapor apenas habían empezado a crear un único
mercado agrícola mundial hasta la gran depresión agrícola de finales del siglo XIX.
La competencia industrial apenas había chocado hasta ahora con el artesanado
aldeano y los talleres domésticos. Fuera de las comarcas en que triunfaba la
agricultura capitalista, los nuevos métodos agrarios penetraban lentamente en las
aldeas, al tiempo que las de otros productos alimenticios nuevos, especialmente el
maíz y la patata, hicieron grandes avances.
Hobsbawm nos cuenta que la situación de Irlanda fue bastante dramática al punto
de llegar a causar una hambruna. Allí, la población de pequeños arrendatarios,
económicamente atrasados e inseguros, vivía de los productos de la tierra y pagaba
el máximo alquiler a un pequeño grupo de terratenientes extranjeros y generalmente
ausentes. Excepto en Ulster, el país había sido desindustrializado hacía tiempo por
la política mercantilista del gobierno británico que lo trataba como a una colonia.
Durante el s. XVIII y principios del XIX, los habitantes del país vivían con una
decena de libras de patatas diarias, un poco de leche. La pobreza de la población
irlandesa era extrema. Tan pronto como la población creciera más allá del límite de
producción de papas, se produciría una catástrofe. Las malas cosechas y las plagas
provocaron lo que se conoció como el Gran Hambre Irlandesa de 1847.

En suma, la India e Irlanda fueron quizá los peores países para los campesinos
entre 1789 y 1848.

● El sistema Speenhamland intentó - en vano- garantizar al labrador un jornal


mínimo, mediante subsidios a los jornales bajos. Su principal efecto fue
incitar a los granjeros a disminuir los jornales, y desmoralizar a los
labradores.
● La nueva Ley de Pobres de 1834 les proporcionaba el consuelo de las
nuevas casas de trabajo, privándoles de la garantía parroquial de un mínimo
nivel de vida. El coste de la ley de pobres bajó drásticamente y los labradores
empezaron a entrar paulatinamente en acción.
● La situación del campesino autosuficiente era algo mejor, aunque la de los
pequeños arrendatarios resultaba bastante desesperada en épocas de
hambre.

CAP. IX : HACIA UN MUNDO INDUSTRIAL

I.

Sólo una economía estaba industrializada efectivamente en 1848, la británica y,


como consecuencia, dominaba al mundo.

La lentitud del cambio en el mundo no británico significa que sus movimientos


económicos continuaron sometidos al antiguo rittmo de buenas y malas cosechas.
La crisis de 1857 fue probablemente la primera que tuvo trascendencia mundial y
que debió su origen a otros acontecimientos, distintos de una catástrofe agraria.
La crisis económica que incendió a una gran parte de Europa en 1846- 1848 fue una
depresión predominantemente agraria de estilo antiguo. No pasó lo mismo en
Inglaterra la mayor catástrofe del período inicial del industrialismo ocurrió entre 1839
y 1842.

Sin embargo, lo que realmente cuenta en el período 1789- 1848 no es que en


muchos aspectos sus cambios económicos fueran pequeños, sino que en él
se produjeran algunos fundamentales. La población del mundo había
empezado aquella explosión sin precedentes. La población de Reino Unido
casi se duplicó entre 1800 y 1850, y casi se triplicó entre 1750 y 1850.
El segundo gran cambio fue el de las comunicaciones. En 1848 los
ferrocarriles estaban todavía en su infancia, aunque ya tenían una
considerable importancia práctica en Inglaterra, los Estados Unidos, Bélgica,
Francia y Alemania. El ferrocarril y el brillante invento de Rowland Hill de las
tarifas postales en 1939 multiplicó el correo. Asimismo, los barcos eran más
veloces y tenían una mayor capacidad de carga.
El aumento de la población les debió mucho, pues lo que en los tiempos
preindustriales la mantenía baja no era tanto la alta moralidad sino las
catástrofes periódicas.
El tercer gran cambio fue el gran aumento de comercio y migración, aunque
no en todas partes. Entre 1780 y 1849 el comercio internacional se triplicó.

II.

A partir de 1830 los cambios económicos y sociales se aceleran visible y


rápidamente. Fuera de Inglaterra, el período de la Revolución francesa y de sus
guerras trajo relativamente pocos adelantos inmediatos, excepto en los Estados
Unidos que siguieron adelante después de su guerra de independencia, duplicando
sus áreas cultivadas en 1810, multiplicando su flota mercante y demostrando su
potencial.
Los cimientos de una gran parte de la futura industria se habían puesto en la Europa
napoleónica, pero no sobrevivieron mucho al fin de las guerras, lo que produjo una
gran crisis en todas partes. Todo el período 1815 - 1830 fue el retroceso o al
menos de lenta recuperación. Los estados pusieron en orden sus finanzas,
generalmente por una rigurosa deflación. Aún así, la urbanización era lenta:
hasta 1828 la población rural francesa aumentaba más deprisa que la de las
ciudades.

Después de 1830, la situación cambió rápida y drásticamente; tanto que hacía 1840
los problemas característicos del industrialismo, los horrores de una vertiginosa
emigración del campo a la ciudad, etc. - eran objeto de serías discusiones en
Europa occidental y constituían la pesadilla de todos los gobernantes y
economistas.
Con la excepción de Bélgica y quizá Francia, el monótono período de verdadera
industrialización en masa no se produjo hasta después de 1848.
En 1846 la factoría que se arriesgó a fabricar cien segadoras mecánicas fue muy
solicitada por su audacia.

Hobsbawm hace la analogía de "lagos salpicados de islas" para ilustrar y analizar el


del paisaje industrial. Dice que si se toma el país como el lago, las islas serían las
ciudades industriales, complejos rurales, o zonas industriales. El conjunto del
paisaje tenía todavía mucha agua, o seguían existiendo pantanos de producción
dependiente o que rodeaban a los centros comerciales e industriales. Las grandes
ciudades apenas estaban industrializadas, aunque mantenían una gran población
de trabajadores y artesanos, que servían a las necesidades de consumo,
transportes y servicios generales. En realidad, tanto en Inglaterra como en el
continente, el centro industrial típico era una ciudad pequeña o mediana o un
complejo de pueblos.

No obstante, en un aspecto importante la industrialización continental difería de la


británica. Las condiciones previas para su espontáneo desarrollo por empresas
privadas no eran muy favorables. En Inglaterra no había una escasez real de
ninguno de los factores de producción ni obstáculos institucionales para el desarrollo
del capitalismo. No era lo mismo en Alemania, por ejemplo, dónde aún existía una
falta manifiesta de capital: el nivel de vida de las clases medias era modesta.
El tradicional sistema gremial de maestro, oficial y aprendiz, se alzaba todavía en el
camino de las empresas importantes, de la movilidad y perfección del trabajo y de
todo cambio económico: la obligación para el trabajador de pertenecer a un gremio
o corporación se abolió en Prusia en 1811. La producción corporativa
permaneció casi intacta hasta 1830/1840.
Además, los proyectos de financiación industrial surgidos de los jóvenes
sansimonianos tuvieron su mayor triunfo tendría que esperar a la era de la
prosperidad mundial de la década de 1850 - 1860; pero ya hacia 1830 la Sociedad
General belga empezó a practicar inversiones bancarias. En esencia, estas ideas
apuntaban a movilizar una variedad de recursos de capital doméstico que no
hubieran ido espontáneamente al desarrollo industrial.
A partir de 1850 ello produjo el característico fenómeno continental de la gran
actividad de los bancos, con lo que dominaron la industria y facilitaron su
concentración.

III.

No obstante, sostiene Hobsbawm, en el desarrollo económico de este período hay


una paradoja: Francia. Los franceses habían inventado la publicidad y guiados por
la ciencia, cualquier clase de innovaciones y descubrimientos técnicos. París era un
centro financiero internacional casi tan importante como Londres, y en épocas de
crisis, mucho más importante.
A pesar de todo ello, el desarrollo económico de Francia era de hecho mucho más
lento que el de otros países. Se extendían modestamente e incluso algunas
parecieron achicarse en 1830- 1840. Su potencia industrial a finales de las décadas
1840- 1850 era, sin duda, mayor que la de todos los demás países continentales
pero había perdido terreno en relación con Inglaterra.
La explicación de esta paradoja está en la misma Revolución Francesa, que perdió
con Robespierre mucho de lo que ganará con la Asamblea Constituyente. La parte
capitalista de la economía francesa era una superestructura alzada sobre la
inconmovible base del campesino y la pequeña burguesía. Los labriegos libres, pero
sin tierras, merodeaban por las ciudades; los productos baratos que hacían la
fortuna de los industriales progresivos en todas partes, carecían de un mercado lo
suficientemente amplio. Había mucho capital ahorrado; el financiero prudente
prefería promover industrias en el extranjero que en su país.

Completamente opuesta a la de Francia era la actitud de los Estados Unidos. El


país sufría una escasez de capital, pero estaba dispuesto a importar en grandes
cantidades, e Inglaterra dispuesta a exportarlas.
En los Estado Unidos faltaban simplemente colonos y transportes para abrir
territorios y alumbrar sus recursos, al parecer interminables. El simple proceso de
expansión interna fue suficiente para dar a su economía un crecimiento casi
ilimitado.

Todas las instituciones de la nueva república estimulaban la decisión, el talento y la


iniciativa privada. Una vasta población nueva, instalada en las ciudades del litoral y
en los recién ocupados estados del interior, exigía a su vez personal apto para el
trabajo, ajuar de casa, herramientas y máquinas, constituyendo un mercado de
homogeneidad ideal. Las necesidades de invención e iniciativa eran grandes y
sucesivamente acudieron a servirlas los inventores del barco de vapor. La economía
norteamericana progreso muy rápido, y más después de 1860
Sin embargo, sólo un obstáculo se interpuso: el conflicto entre el norte (industrial) y
el sur (semicolonial). Mientras el norte de beneficiaba del capital, el trabajo y la
técnica de Europa, el sur era una economía típicamente dependiente de Inglaterra.
Este último era partidario del librecambio; el norte era proteccionista. Ambos
competían por el oeste. No fue hasta después de la guerra civil de 1861- 1865 que
la economía se asentó.

El otro futuro coloso de la economía mundial, Rusia, comenzó a surgir


industrialmente a partir de 1860. De esta manera, concluye Hobsbawm, una parte
del mundo ascendía hacia el poderío industrial, mientras la otra se rezagaba. El
estancamiento económico, la inercia y hasta el retroceso, eran producto del avance
económico. La inglesa y algunas otras zonas europeas aspiraban a ser el taller del
mundo. Que los países menos adelantados se limitarán a producir alimentos y
quizá minerales, cambiando tales productos no competidores por las
manufacturas inglesas o de otros países de la Europa occidental era algo
natural.
Todo esto suponía una economía políticamente independiente y la bastante fuerte
para aceptar o rechazar el papel que le había asignado la industrialización primera
de un pequeño sector del mundo. Donde no había ni dependencia, es decir, en las
colonias, no había opción.

En suma, de todas las consecuencias económicas de la era de la doble


revolución, la más profunda y duradera fue aquella división entre países
avanzados y subdesarrollados. En 1848 era evidente qué países pertenecerían al
primer grupo: la Europa occidental, Alemania, Italia del norte y algunas partes de
Europa central. El resto del mundo, pasaba a depender económicamente de
Occidente.

También podría gustarte