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MARCHA. Montevideo.

Año XXVII, N° 1298, abril 1°, 1966

LITERARIAS
¿— A RMONIA, no sé cómo decírselo, pero us­ ' — D ecididam ente las yem as de lo s dedtos las
* ted me intim ida un poco. usa poco, usted, en sus historias, cuando se tra­
— ¿ P o r qué la intim ido? MARIA ESTHER ta de a* irrar e l am or.
— A través de su literatura im aginé una m u­ * GILIO E 5 \ la r o , porqu e lo consideré siem pre un
je r terrible. Creo qu e inescrutable. Con unos sentim iento de los catalogados com o positivos.
ojos pesados de vidas m isteriosas. M e había p re­ L o de O Neill, on L igados, es odio con varian­
parado para eso. tes de sexo. Y lo de A lb ee, algún com ponente
— Entiendo que esté sorprendida; incluso más dram ático con la serenidad física qu e so­
desilusionada. Pero, ¿por qué intim idada? brevien e al vóm ito. P ero y o quisiera saber qué
— B u e n o . . . m e resulta inquietante que esta hay de esos rej untamientos, con o lo r a p ó lv o ­
m u jer con ojos de escribir cuentos de hadas sea ra luego de la bafalla cam pal, qué h a y de una
la autora de La Inm igrante, E l A n gel P lanea­ cosa m uy cacaread«, la dignidad humana, pues­
d o r . . . Y a no sé bien a quién tengo que a b or­ ta com a prim era condición de las reivin dica­
dar, lo cual quiere decir que perdí la posibili­ ciones sociales, y que se desinfla cuando se
dad de sab er cóm o. Usted m e sonríe en este traía nada m enos que de v iv ir am orosam ente,
(momento m u y dulcem ente, y com o anim ándo­ ~- Sin em bargo, a través de toda su. obra se
m e a l abandono y la confianza. Y o m e pregunto respira una atm ósfera enrarecida de pesim ism o.
Las m u je r e s y e l am or ftrrr
si detrás de esa m u jer que sonríe no hay otra
m u y seria y m uy poco dispuesta a la averi­ — P ero un pesim ism o fusíigador, un pesim is­
guación que m e propongo. m o que yo llam aría con el látigo en la manow
— Quizás no se equ ivoque, y seam os en e fe c ­ R ecuerde que al h om bre m uerto de L a inm i­
grante se le ha conden ado a andar husm eando

á
to dos personas metidas en una m ism a piel. Si
se trata de un fenóm eno, eso ya no me co n ­ el rastro evaporado d el am or al qüe tu vo m iedo.
cierne. P ero lo cierto es que " la o tra " y yo so­ Ese encuentro de las m ujeres, esa actitud de
lem os recibir juntas a los periodistas. L uego, m anga ancha del hija ante la confidencia, son
según vengan las cosas, una desaparece. La es­ form as del castigo a una posible deserción am o­
cucham os. rosa. C reo haberlo^ ejercitado más d e una vez
— P or supuesto .que alguna de las dos ya en mi línea creativa, p ero nunca contra el
sabe e l terren o sobre el que vam os a m overnos. am or en sí m ism o, sino contra sus casos de m i­
— Sí, creo que sí. Para entrar en ese terreno seria, sus nom bres equ ivocad os o sus descoin­
recurre H u xley a la evocación de aquella b r i­ cidencias.
llante sátira titulada O f Thee 1 Sing, en que se -—Sin e m b a r g o .. . estoy recordando que La
o fre ce la reunión' secreta de cierto partido p o ­ m u je r d e s n u d a ., . se inm ola al am or y no pa­
lítico con un form idable candidato para presi­ rece haber otra salida. '
dente, pero sin ningún program a. (A quí tendría­ * Puse, sí, a L a M u jer desnuda a. deam bular
m os que agregar nosotros: "tod a sim ilitud con por cierta aldea donde todos parecían estar
la realidad favor de tom arla com o m era coin ci­ m uertos para el am or, aunque se siguieran re­
d en cia", ¿n o?) Entonces, necesitando una repre­ produ cien do ordenadam ente. Un día la casuali­
sentación genuina para que se indique cuál es dad enfrenta la pa reja y se produ ce la h ecatom ­
el prim er interés del pueblo, llam an a la cam a- be, ¿P or qu é los d ejé asesinar? Quizás porque
sera y se lo preguntan. Y ella contesta con iod o la n ov ela funcionaba m ás con ese crim en de le­
aplom o; e l am or. A sí es com o el am or em pieza so am or que con m i propia rebeldía. P ero vu el­
Et ser estudiado com o el punto núm ero uno del v o a repetir que el am or quedó flota n do sobre
inexistente program a político, las^ ruinas. Y ésta no es una figura más, es la
— Creo qu e a partir de allí el problem a se um ea chance q u e nos asiste todavía. A l m enos
com plejizaría de verdad. Unos podrían entender en un m undo en el que perduran tantos esque­
qu e era necesario, para cum plir con ese punto m as inservibles, ciertas presiones sociales, entre
núm ero uno, propugnar los encuentros entre los otros, ~
diversos sexos. Y tr.l vez alguien dijera qu e el
¿Y usted cree en la im portancia directa
ca lificativo “ diversos” ponía lim ites inadm isi­
ae esas presiones sobre el am or, una experien ­
bles. Quizás alguno propusiera un slogan que
cia que suele tipificar la m ayor intim idad del
rezara “ A m or o m atrim onio” . Y ruando todo hom bre?
fuera más confuso y o pediría qu e la llam aran a R E S P O N D E
Usted. — :En cierto cam po de la sociología se inves­
— ¿A m í? .. . ARMONIA SOMMERS tiga esto, ¿n o? Parecería que dependem os de
— A usted. - ------ --------- una ecuación personal sociológica " que viene
— H abría sido m enos espontánea que la c a ­ de m uy lejos, con im pregnaciones milenarias. El
marera, quizás, pero para que al final políticos, am or tironea para el lado de su propio absoluto
cam areras, escritores, term inásem os en la m is­
m a co sa __

V eo su pensam iento por transparencia, no se “A cada P ero al fin es un ser delicado, y no el que le ­
vanta pesas en el circo, "L a s sensaciones, en
vez de atravesarm e, me taladran", decía el hi-
pernensible de R ilk e, y seguía viviendo. Con e l
amor pasa lo m ism o respecto a aquellas fuero

cual su ración
o lv id e que es mi oficio, Pero tam bién percibo
o ig o m uy especial plasm ándose. Qué extraño. Si zas externas, Y lo grande es que el m ilagro no
se m e hubiera m etido hoy en la cabeza la idea cese, aun b a jo la^ form a de las explosiones de­
de escribir un relato estrafalario ia l vez hubiese m ográficas que vienen preocupando a las esta­
fracasado. Y aquí lo tiene. . . Una noche cu a l­ dísticas. Y que esas explosiones se produzcan en
quiera (sabe, siempre es m ejor la noche para los m edios sociales más prim itivos o los más
todo) golpean en el v id rio de su v e n ta n a .,,
— No es mi oficio ver los pensam ientos por
transparencia, pero su pensam iento es de verdad
transparente. Sé que sea quien sea el que golpea,
usted lo hace g o lp o ir a mi ventana para acu ­
carme ele algo,
de amor” deteriorados económ icam ente, com o 3 i el poten­
. de a*e9Tia Y de goce plen o del am or no fu -
viese nada que ver con las m odificaciones a
fon do de las estructuras. . .
— Y dada la form a que ha tom ado el am or
en su cuento (recuerde qu e sigue siendo usted
un testigo), ¿inclu ye todos los am ores siem pre
— Sí, porque usted desencadenó una potencia
que habla del a m o r . , . ?
infernal con estos reportajes ¿no se ha dado — M e encantaría tener a m ano uno de esos
cuenta? Bueno, déjem e seguir. Golpean en el libros en que se describe e l asunto, del que r e ­ . ™ Í ' , v haSta ” aquel *1“ ® no osa decir su nom -
vidrio de su ventana y le dicen; — Eh, M aría cuerdo en este m om ento tres casos típ ico s: la « ¡L i V e ,que no * ° y ían in ü m idalorie, la
Eslher G ilio, soy yo, el amor, el pobre reo. Us­ ayudo a com pletar sus preguntas e s c a b r o s a s ,..)
araña que devora al m acho para com pletar el
ted es abogada, ¿no? Dém e ahora' una oportuni­ Y esto si que habría que expon erlo m u y bien,
festín del am or; la m osca qu e recibe antes cierto
dad para exponer los hechos. glob ito en el que su am ador ha envuelto un in ­ morí*» ?,CU ?-° 3 alg° qUe me VÍno 8 la aw -
— ¿Y entonces? secto para ohsequiarla. Y la clásica ofrenda do título 7 S cu en í° ' T después ante e l
-— ¿V e lo que es un cuento? Es esto, El e fe c ­ titulo del libro. La leyenda platónica y su insu­
pequeñas piedras y ramas en la danza del celo
to producido sobre un rostro por la magia del de los pingüinos. perable m ecanism o lóg ico-p oético: aquellos nri-
suspenso. Su cara ya no es la misma. Ahora es rm iivos seres dobles en form a de bola con cua­
— ¿Cree, entonces, que esas conductas an i­
la de uno más, los m ascadores de m isterios. . . tro brazas cuatro piernas, dos caras, doble sexo
m ales se repiten en el h om bre? ¿No coloca al
— ¿Ve com o tenía razón en intim idarm e. h om bre un poco más arriba, por lo m enos en 7 .m ° vi hdad exlraordin aria que le daba su
A quí estoy, pendiente del papel que m e ha asig­ esto, en el am or? cantidad de extrem idades. E l . varón doble pro­
nado en su historia, en lugar de ju gar el que veniente del sol; la hem bra doble originaria de
Desde luego que con una organización ce ­
m e tocaba naturalmente. ¿Qué pasa entonces la tierra, y el h om b re-m u jer de la luna. Luego
rebral que nos perm itirá después ser hum ana­
con el reo? y de JÚPile r ' 5e Ies d ^ id e com o
m ente trascendidos. P ero sin negar que se r e ­
— Entonces el pequeño arquero ciego o el a alm ejas. Y asi estarán eternam ente: unB mitad
piten ciertas form as devoxadoras junto a otras
m onstruo sádico de las palizas entre amantes, m enos voraces. Lo falso, entonces, es reducir el Ia ■ * » . * . S °b re el sexo d e esas
o el. qué sé yo qué, le dice: "Tráiganse cu a l­ m itades del am or no creo que podam os acusar
am or a nuestras calidades tem peram entales. Y es ni defender a nadie. Júpiter se dsbe haber es­
quier testigo, pero no m o dejen asi. M e he p res­ por eso que el novelista d eb e tender a liberar­
tado a lod o desde qu e m e m etí entre la pareja, con dido dspués de lo que hizo. Y encontrarlo
se de su concepto del am or y dejar que los
A veces m e da hasta m iedo entrar en el m useo h oy en el m onten de tantos viejos iguales ha
am antes pasten tranquilos cada cual en su da ser un triunfo.
secreto d el Vaticano y verm e cóm o m e han pin­ hierba.
gado obedeciendo a ciertos refinados caprichos. — ¿Y clausurando la leyenda?
— U n pasto qu e parece m u y am argo en este
Y luego no son ellos, soy y o e l que recibe lo» — Es decir que, sin Júpiter a la vista, usted
libro La m itad del am or qu e tenemos entre
chubascos. m anos. . parecería querer saber a toda costa qu é opino,
— Está bien, le contesto yo, y sin v iolar las ya qu e eso esta en el cuento. B ueno: alguien
— Puede, sí. observarse en la línea creacio- m e ha dich o que, al leerlo, su estructura le ha-
reglas del ju eg o qu e usted m ism a inventó la nal moderna el desamor que campea en nues­
llam o com o testigo, H áblem e del acusado. tro libro, Pero quizás a cauBa de alguna cri­ ? enJ ar e* de puertas que
— Yo creo que el amor es una abstracción sis en la fibra amatoria. Yo pienso — y esto sin r fa r iiü i « L T 2 s“ avem en ie *»asla llegar a una
tan difícil de clavarle el diente como tantas caer en el vicio generalizador que estoy enjui­ c L w lfí. i *í ? S° producia la absolución
«iras que no» desbordan. Y que lo único que colectiv a da lod os los am ores. T al vez, en ese
ciando— que el amor nos ba dado muchos po­
podemos hacer es hablar de formas de la con­ deres menos unot la capacidad de agarrarlo 2 5 ? _ CaEi ? 6 r.e t o r n o Paradisíaco, es que p o ­
ducta amorosa tan variada pero al tiempo tan siempre coa la fuexxa de la sangre, y no sólo ? a 90 ra d ich ° ' creo que por mi
sintomáticamente repetida en las escalas sooló* p erson aje fem en in o d e De M iedo en M iedo: "Q ue
con la yema de los dedos, el masticados postizo cada uno fenga lo que le toqn e en este m un-
Sicas. de la cultura superficial o los tentáculos del
— No las conozco mucho, odia. * d V u racion de am or. T odos m enos estar

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