Está en la página 1de 6

1.

Patrimonio espiritual de la Colonia


España y Portugal implantaron las raíces de su civilización: tanto las estructuras
materiales como las espirituales quedaron impregnadas por ella. Así conformadas, las
sociedades coloniales americanas desarrollaron los rasgos que no sólo condicionaron el
posterior tránsito a la independencia, sino que plasmaron una densa herencia con la cual
la entera historia de los períodos posteriores tuvo que ajustar una y otra vez las cuentas.
Rasgos más destacados: la naturaleza conciliadora del vínculo entre los reinos
americanos y los soberanos europeos, la tensión entre la unidad política y la
segmentación social, la organización y la concepción corporativa del origen social, la
superposición entre el orden político y la homogeneidad espiritual y el nacimiento de una
economía periférica, vale decir, dirigida hacia los mercados transatlánticos. Durante el
SXVIII, el tradicional vínculo entre la parte europea y la americana de los imperios ibéricos
se resquebrajó debido a la consolidación de las sociedades coloniales y el esfuerzo de las
coronas ibéricas por acrecentar su poder en los territorios imperiales para extraer de ellos
más recursos y triunfar sobre el desafío de las potencias nacionales en ascenso. No
obstante, la unión no llegó a romperse.

La herencia política
A lo largo de casi tres siglos (SXVI – SXVIII) América Latina fue Europa. Tres
siglos durante los cuales cambió el mundo y, con él, se transformó Iberoamérica.
Expresar de manera breve pero completa qué fueron esos tres siglos de cambios
para América Latina es una tarea casi imposible. Aunque es preciso aclarar algunas
cuestiones, en especial respecto de su herencia:
- En primer lugar: su patrimonio espiritual. Sin él, la historia de los periodos
siguientes perdería sus coordenadas.
- Nace una nueva cultura. Aquella América compartió desde entonces rasgos y
destinos de la civilización hispánica, cuyo elemento unitario y principio inspirador
residía en la catolicidad, en el cual encontraba, además, su misión política.
En términos políticos, el régimen pactista gobernó las relaciones entre el soberano y
sus reinos. Todos sus reinos o posesiones quedaban sometidos a parejo régimen.
Consistía en la unidad imperial. Imperio universalista regido por la misión universal de
expandir la cristiandad (ordenamiento divino).

 rey garante, titular de la ley y protector de la iglesia. Obediencia a un solo rey y a un


solo Dios.
Como ocurre con todo pacto, a cambio del reconocimiento de su propia soberanía,
el rey realizaba importantes concesiones a estos súbditos: la ley del rey era reconocida en
signo de sumisión a su legítimo poder; el gobierno era otra cosa, fundado sobre usos,
costumbres y poderes de las elites locales.
Los reyes, que en verdad no podían gobernar desde Madrid sus remotas
posesiones, se resguardaban del peligro de que ellas, en caso de que se sintieran
oprimidas por el poder central, desearan seguir sus propios caminos. Pero los monarcas
admitían el principio de fragmentación, el cual prevaleció una vez caído el imperio: para
mantener unidos con eficacia aquellos miembros, extraños o extranjeros unos de otros,
sólo existía la obediencia al rey, a lo que se añadía la pertenencia a una misma
civilización, concepción fuerte en lo espiritual, aunque débil en términos políticos.

 Régimen pactista.

 Principio de unidad.

 Principio de fragmentación.

 civilización: complejo conjunto de instrumentos materiales y valores espirituales, de


instituciones y costumbres capaces de plasmar tanto la organización social y política
como el universo espiritual y moral de los pueblos que pertenecen a ella.

La sociedad orgánica
Arquitectura de las sociedades ibéricas en América: orden corporativo: norma para
las sociedades de la época en Occidente, pero asumió un sentido y formas peculiares en
una América de caracteres espaciales y humanos particulares.
Sociedad de corporaciones: los derechos y los deberes de cada individuo no eran
iguales a los de cualquier otro, sino que dependían de los derechos y deberes del cuerpo
social al cual se pertenecía.  funcionarios, clero y fuerzas armadas poseían sus
privilegios y obligaciones (vértices de la sociedad). También las masas populares (base
de la sociedad), en su mayoría indias, también tenían derechos y obligaciones.
En América, la sociedad también era orgánica y presentaba dos rasgos
fundamentales:

- Era una sociedad “sin individuos”  los individuos se veían sometidos al


organismo social en su conjunto.
- Era una sociedad jerárquica  no todos tenían la misma relevancia: cada uno
debía cumplir el papel que Dios y la naturaleza le habían asignado.
Estas sociedades orgánicas, sin embargo, eran ricas en contrastes y ambivalencias.
- Contrastes porque, a pesar de haber sido fundadas sobre desigualdades
profundas -sobre roles de dominantes y dominados-, desde la conquista, se veían
sujetas a revueltas recurrentes y a una sorda hostilidad sobre el orden establecido.
- Ambivalencias porque la naturaleza de las sociedades orgánicas dejaba a los más
oprimidos amplias posibilidades de autogobierno una vez satisfechas las
obligaciones preestablecidas, ya fuera prestando pesados tributos con su fuerza
de trabajo o pagando impuestos.
Aunque atravesadas por fuertes tensiones internas, aquellas sociedades presentaban
también algunos aspectos que luego serían idealizados (sentido comunitario, autonomía,
protección), que es necesario para comprender la extraordinaria resistencia al cambio y al
paso del tiempo de ciertos rasgos de aquel antiguo orden.
El orden corporativo de América Latina está caracterizado por su naturaleza
segmentaria. Las frecuentes barreras entre un estado y otro de aquella sociedad de
hecho no eran solo el fruto de la riqueza o el linaje: también eran barreras étnicas y
culturales que, en especial donde más numerosa era la población india o esclava,
equivalían a compartimentos que separaban mundos extraños entre sí, pero destinados a
vivir en estrecha relación. Estas eran las sociedades que los nuevos estados de América
Latina heredaron de los imperios ibéricos: atravesadas por fallas profundas y peligrosas,
también estaban unidas por estrechas redes de antiguos vínculos. En ellas, “el nacimiento
del individuo” -la política moderna fundada sobre el primado de los derechos individuales-
cayó como un golpe de maza sobre pieza de estaño.

 no había derechos individuales. Los privilegios, derechos y obligaciones dependían de


la posición social en la que cada uno se encontraba.

Una economía periférica


La América Ibérica ingresó a los imperios de España y Portugal para desarrollar
una vocación económica complementaria a sus necesidades globales . Ejemplo:
metales preciosos americanos que financiaron las grandes ambiciones y las reiteradas
guerras europeas de la corte española, además, alimentaron la acumulación originaria
gracias a la cual levantó vuelo la Revolución Industrial.
A la hora de comprender la herencia económica que dejo la era colonial a la
América independiente es que, en esos siglos, esa parte de América se volvió periferia
de un centro económico lejano. Un centro que ejercitó el monopolio comercial con los
territorios americanos y que buscó conservarlo, puesto que se entendía que el monopolio
económico sobre las propias posesiones era un decisivo instrumento de poderío. Dicha
concepción dejaría impresos caracteres perdurables y peculiares en la economía
latinoamericana.
Esta condición de periferia figura entre las principales herencias económicas de la
era colonial. La economía de la América ibérica tendió a organizarse hacia el exterior en
función del comercio, tanto para obtener ingresos financieros de la exportación de
materias primas como para dotarse, a través de la importación, de numerosos bienes
fundamentales que el centro del imperio le proporcionaba. Esta vocación periférica
continuó caracterizando a la economía latinoamericana aun cuando el monopolio
comercial con la Península Ibérica comenzó a peligrar bajo el impulso de la competencia
inglesa, francesa u holandesa y, con mayor razón, cuando el cordón umbilical con España
y Portugal se cortó por completo y la economía de América Latina quedó huérfana de un
vínculo del que era más que nunca dependiente.
América Latina recibió en herencia empujes unitarios incluso de la economía. Se
trataba de fuerzas centrífugas, dada la natural tendencia de cada una de las regiones a
establecer vínculos con el socio exterior más conveniente, dando la espalda a los
territorios que la confinaban, frecuentemente tan vecinos como extraños.
Un régimen de cristiandad
La herencia de la América Ibérica colonial que más pesó tuvo en la historia
posterior de la América independiente, fue lo menos visible: el imaginario social de tipo
religioso. Este diseñaba una sociedad organizada como una comunidad orgánica, reflejo
de un orden divino donde no se distinguía entre unidad política y espiritual. Los imperios
ibéricos fueron regímenes de cristiandad: el orden político se asentaba sobre la
correspondencia de sus leyes temporales con la ley de dios y el trono estaba unido al
altar.
Lo que diferenció a la América Ibérica del resto de occidente, en primer lugar, fue
que quedó fuera de la reforma protestante, y por lo tanto, ajena a la ruptura de la
cristiandad accidental que ingresaba a una época de difícil convivencia entre diversas
confesiones religiosas. Estando al reparo del océano atlántico, ésta volvía más sólida su
catolicidad volviéndose tierra de contra reforma, más que nunca el fundamento del orden
político y social de la América ibérica fue la unanimidad religiosa.
En segundo lugar, la iglesia católica asumió un rol sin parangón en estos
territorios. Eso se debió en primer lugar a que constituía el pilar ideológico de aquel orden
político (la obra de evangelización era legitimar la soberanía del rey) y la catolicidad era el
eje de la unanimidad de un territorio y una comunidad muy fragmentado.
Lo que volvió a esta herencia tan pletórica de consecuencias, fue que dificultó el
ingreso de América Latina en la modernidad política, resultando traumático además de
complejo. Por modernidad política se entiende la progresiva secularización entre la esfera
política y la religiosa. La desvinculación quedó inhibida largo tiempo, junto al tránsito del
unanismo al pluralismo político, económico y religioso.
En la historia de la América Latina, el mito originario de la unidad política y espiritual
resistirá con extraordinaria fuerza la creciente diferenciación de las sociedades modernas.

Iglesia y estado en la era colonial


Un aspecto clave de la relación entre poder político y espiritual en los territorios de
la América española durante la época colonial, está representado por el Real Patronato:
privilegio concedido por el Papa a los reyes en virtud de su obra de evangelización en
América, consistía en reconocer a la corona española amplias facultades para en el
gobierno de la iglesia, lo cual robusteció la trama entre religión y política.
Los poderes públicos tuvieron la idea de desempeñar una función espiritual y la
iglesia que desempeñaba funciones políticas (derecho a tutelar la unidad política y
religiosa del imperio). Esta mentalidad permaneció difundida durante mucho tiempo en el
mismo clero, que encontraba en el patronato el reconocimiento de su asociación con el
poder político y su función social, costando a la santa sede innumerables conflictos para
disciplinar y desvincular la iglesia de su antigua unión con el poder local.
La erosión del pacto colonial
Las reformas que en el siglo XVIII realizaron los Borbones y el marqués de
Pombal, erosionaron el pacto que hasta entonces había mantenido unidos a los imperios
ibéricos.
Estas afectaron centros vitales de la vida imperial. Los ganglios políticos de los
que Madrid y Lisboa acrecentaron sus poderes, los militares donde incrementaron el
poder, los religiosos donde favorecieron al clero secular sujeto a la corona y penalizaron
al regular, hasta la expulsión de los jesuitas y los económicos, donde racionalizaron y
aumentaron los intercambios, acentuando la brecha entre la madre patria, encargada de
producir manufacturas, y las colonias, relegadas al rol de proveedoras de materias
primas.
Estas reformas buscaban encaminar un proceso de modernización de los imperios
y de centralización de la autoridad a través del cual la corona pudiera administrarlas
mejor, además de gobernarlas y extraer recursos de modo más eficiente.
Esto no solo derivaba del clima progresista del siglo de las luces, sino también de
la búsqueda de enfrentar la decadencia que los acechaba y las nuevas potencias que los
desafiaban, presentándose como modernos estados nación.
Las reformas en américa difundieron la percepción de que el vínculo con la madre
patria había cambiado y que ahora existían evidentes jerarquías entre las metrópolis y las
colonias cuando antes había igualdad, puesto que ya no era la obediencia al rey lo que
las mantenía unidas, sino que ahora era la obediencia a España y Portugal.
Las elites criollas en américa empezaron sentirse:
- Traicionadas en el plano político: porque se veían privadas de sus antiguos
derechos (autonomía y poderes); y
- Perjudicadas en el plano económico: porque se encontraban sujetas a las
necesidades económicas de la corona. Esto creó las condiciones para que se
perdiera la confianza en el pacto colonial.
Entre los americanos del siglo XVIII, fueron brotando vagos sentimientos patrióticos
agudizados por las reacciones a la centralización ibérica. Por otro lado, el panorama
económico y demográfico americano empezó a cambiar y al flanco de los viejos núcleos
coloniales, surgieron otros nuevos y vibrantes, donde la herencia hispánica era más
superficial como Caracas y Buenos Aires, en los cuales el comercio ingles alcanzó más
rápido sus objetivos y los movimientos independentistas emergieron con más rapidez.

Las reformas borbónicas


El principal objetivo de estas reformas introducidas en la primera mitad del siglo
XVIII y desarrolladas luego en forma sistemática por Carlos III, era el cobro efectivo de
más impuestos en las posesiones americanas, tanto para abastecer la creciente demanda
de la corona, como para asegurar la defensa de las colonias. Se ocuparon de la economía
y la administración pública.
La reorganización del imperio se encamino en este sentido, donde Los Virreinatos
del Perú y de la Nueva España se agregaron los de Nueva Granada y Rio de la plata,
aumentando la presión fiscal.
EL EJE DE LA REFORMA ADMINISTRATIVA: fue la institución de las
intendencias, a imagen y semejanza del ordenamiento francés. Buscaban así crear una
administración más racional y centralizada, y quebrar los fuertes lazos entre las
autoridades coloniales y las elites criollas, fuentes de corrupción a ineficiencia.
LAS REFORMAS MILITARES: se tornaron más urgentes debido a las presiones
ejercidas sobre las colonas españolas por las flotas inglesas y francesas que se
estacionaban en el Caribe. El ejército fue reorganizado y modernizado; el aumento de su
fuerza y de su poder tuvo efectos imprevistos. Por un lado, generó descontento entre la
mayor parte de la población criolla, a la que disgustaban el largo servicio militar y el
pesado mantenimiento de las tropas que la corona les hacía pagar. Por otro lado, la
americanización del ejército, sometido a oficiales peninsulares, con el tiempo representó
un peligro. De allí surgieron los oficiales que guiaron las fuerzas independentistas.
LA REFORMA RELIGIOSA: en primer lugar, numerosos intelectuales de la corte
juzgaban a la iglesia como un lastre para el desarrollo económico y para los planes de
modernización de la Corona, por su doctrina y riquezas improductivas. En segundo lugar,
consideraban que su enorme poder limitaba la autoridad del rey y sus funcionarios.
Entendían también que la racionalidad del imperio y la concentración del poder requerían
la erradicación de aquel autentico estado dentro del estado que eran las órdenes
religiosas en general, y los jesuitas en especial (que dominaban la enseñanza superior).
En este contexto, los jesuitas fueron acusados en 1776 de urdir un motín contra el
soberano Carlos III, y este decretó su expulsión. En América le siguió la expropiación de
sus bienes y el potenciamiento del clero secular sobre el cual el rey ejercía jurisdicción a
través del Real Patronato.

También podría gustarte