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Una de las dificultades clásicas del derecho procesal consiste en resolver la técnica de
admisión al proceso a partir del análisis de la calidad de la pretensión, y de la cualidad en quien
la porta.
Para convertirse en parte resulta necesario acreditar legitimación suficiente, a la vez que para
contar con legitimación será necesaria la capacidad procesal para estar en juicio.
La introducción al proceso no es tan simple como se piensa, mucho menos resulta obtener
razón en base a la justicia del caso que plantea, si no consigue superar estos filtros del acceso.
De este concepto básico se distinguen dos grandes ámbitos en los cuales se desenvuelve la
idea de capacidad. Por un lado, lo que se denomina comúnmente capacidad de derecho,
idoneidad para adquirir derecho y contraer obligaciones, por otro lado, capacidad de ejercicio
o capacidad de obrar, facultad de poder ejercitar el propio sujeto esos derechos y deberes de
los cuales es titular.
Carnelutti señala, la presencia de las cualidades exigidas para atribuir capacidad debe
verificarse en la persona que realiza el acto de parte.
La parte que reclama asume el nombre de autor o ejecutante; aquel que recibe la pretensión
se denomina demandado o ejecutado.
Cuando el estado orienta la forma de tutela exige que se reúnan todos los requisitos para la
apertura de la vía jurisdiccional: capacidad, legitimación y por implicancia, la calidad de parte.
96.1 caracterización
Barrios de Angelis señala, el interés difuso se caracteriza por corresponder a los sujetos de un
grupo determinado.
En otro sentido derecho difuso o fragmentario se refiere a un bien indivisible en cuotas que
puedan ser atribuidas a cada afectado.
Para la defensa de un interés difuso debe, inicialmente encontrarse el sustento que prima la
acción, no tanto el derecho a la tutela normativa, sino la finalidad, la transcendencia que la
sentencia judicial puede encontrar para el contexto social que el juez, ante la colisión de un
interés difuso (verdadero derecho social), y un derecho subjetivo individual (en cabeza de un
particular y aun del estado mismo como sujeto de derecho) debe dar preeminencia a aquel.
Las opciones inmediatas que se proponen al análisis quieren caracterizar el interés difuso
como:
Los intereses o derechos difusos encuadran, de acuerdo con la política particular del legislador
en cada país, ya como “interés protegido” ya como “derecho subjetivo”.
El interés por simple que sea, siempre se reviste de “legitimidad” y en razón de ello lo absoluto
debe abandonarse para considerar el reclamo en un pie de igualdad.
El problema de la legitimación atraviesa una doble perspectiva que concatena las soluciones
factibles para adoptar.
Para unos el planteo se resuelve con la creación de organismos específicos, para otros, con la
adaptación de los mecanismos existentes.
1. A cualquiera de estos individuos que están personalmente afectados, pero tan solo
“para vivificar su propio interés.
2. O bien el estado, a través del ministerio público, los intereses públicos corresponden
ser defendidos por el estado.
La legitimación para obrar, puede adoptar diversas posturas. En principio puede elegir:
1. El tercero podía detenerse alegando que “res inter allios judicata”, o bien.
2. Impedir la formación de la sentencia acudiendo al proceso (intervención principal) u
oponiendo la nulidad del pronunciamiento.
Carnelutti señala el problema de los limites subjetivos del fallo se orientaron a resolver la
eficacia directa de la sentencia, de la eficacia refleja del mismo.
Si los intereses difusos han sido defendidos por un organismo institucionalizado, llámese
colegio profesional, o el mismo ministerio público.
Los magistrados judiciales deben usar de manera dinámica todos los recursos que las leyes le
confieran para brindar un carácter preventivo a los pronunciamientos más que un carácter
sancionador o indemnizatoria.
El juez debe ser creativo debido a la falta de normas específicas, este tendrá que supervisar y
controlar el procedimiento resaltando los principios de conciliación y concentrando los actos
procesales.
Los procesos de conocimiento son los más logrados para la protección procesal de los
intereses difusos, en estos casos el juez no debe usar su creatividad para hacer efectiva la
tutela.
Mirando con mucha perspectiva pueden permitirse prever un proceso del derecho y de los
derechos a cuyo servicio está la ciencia del proceso, aunque este sea muy sinuoso y muy lento.
En terreno exclusivo del litigio, solo el derecho subjetivo recibe ponderación judicial, el interés
legítimo, el simple y el difuso, son categorías que excepcionalmente consiguen superar la valla
de la legitimación.
El interés legitimo adviene como una categoría que justifica la respuesta jurisdiccional, y su
deslinde con el derecho subjetivo se estrecha a limites fácilmente confundibles.