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Una mirada reflexiva a nuestra(s) salud(es) sexual(es) y reproductiva(s)

Griselda Soledad Torres


Quiero describir mi experiencia como resultado de incorporar conceptos de las Prácticas
Colaborativas y Dialógicas a mi ejercicio actual como obstetra en un hospital público de la capital, en las
áreas de consejería en salud sexual y reproductiva (oficialmente –mal- llamada planificación familiar),
control prenatal, asesoría en lactancia materna y atención y respuesta al duelo prenatal. Hace 1 año, me
desenvuelvo en el área de adolescencia (1), sin embargo también converso con personas de otras
edades.

El hospital en el cual trabajo se encuentra ubicado en la capital de nuestro país, pero su


localización hace que acudan en su gran mayoría personas que viven en la periferia de la misma, es
decir, habitantes del Bañado Sur, frecuentemente acuden personas de todo el departamento central, y
también del bajo chaco; esto se debe a que a veces es más conveniente cruzar por agua a esta parte del
país que trasladarse por tierra a algún hospital cercano al departamento donde viven, donde la atención
médica escasea, y ni hablar de los métodos auxiliares de diagnóstico.

En varios puntos utilizo el plural; considero que no soy solo yo la que transita esta forma “de
hacer”, sino el maravilloso equipo con quienes me toca compartir pensamientos, reflexiones y horas de
la mañana. Nos complementamos entre obstetras, médicos gineco obstetras, psiquiatra, psicólogos y
nutricionistas, además de la abogada del departamento de asesoría jurídica del hospital y la trabajadora
social, en quienes nos apoyamos en caso de necesidad.

Es importante para mí aclarar, que mi primer “amor posmoderno” son las prácticas narrativas.
Es de ahí que brota mucho de este sentir de justicia y equidad, que habilita muchísima esperanza.

Posiblemente, la exploración de las prácticas personales en salud sexual y reproductiva sea el


área vista con tinte moralizador con mayor frecuencia, dentro de las atenciones en salud. La indagación
de estas prácticas es competencia de diversas especialidades médicas, y ningún ser humano está exento
de ejercerlas –me refiero a la salud sexual-, sin que dejemos de tomar en cuenta los aspectos biológicos
de sus repercusiones dentro del bienestar humano.

La consejería como puerta de entrada a la vida de las personas

La consejería en este ámbito concibe a las personas como sujetos capaces de tomar sus propias
decisiones, sobre el ejercicio de su sexualidad y el cuidado de su cuerpo, como de la salud en relación
con su función reproductiva (Consejerías en Salud Sexual y Reproductiva, Programa Nacional de Salud
Sexual y Procreación Responsable, MS, ARG). La consejería es un encuentro, es un momento, es acercar
posibilidades a los usuarios, no es en ningún caso la coacción ni la imposición de conductas, ni mucho
menos el consejo. Me he encontrado con que en todo momento estoy haciendo consejería, cuando
acuden a evitar embarazos no planificados, cuando inician control prenatal y están inseguras sobre
cómo revelar su gestación o cuando vienen para impulsar -bajo su propia iniciativa- conductas
respetuosas en cuanto a sus roles de género en sus relaciones interpersonales (mayormente, en estas
relaciones son un componente las relaciones sexuales, sin embargo, no me gustaría clasificar esas
relaciones nombrándolas de un determinado modo -como noviazgo o relación estable-, para evitar esa
mirada moralizante y posar expectativas normalizadoras sobre la adolescente).
Nos solemos ver llevadas hacia conversaciones sobre cómo miramos las relaciones de los
adolescentes entre la Dra. Sol (nuestra jefa) y yo, además de otros miembros del equipo, incluyendo la
recepcionista. Más que nada conversamos sobre lo que ellos traen y nos cuentan sobre sus vidas, y
buscamos ver qué es para ellos hoy tener sexo, o estar en pareja, o esperar un bebé. Sin duda lo que
escuchamos nos lleva a replantearnos lo que teníamos aprendido; que no saben lo que hacen, que no
tienen derecho a disfrutar, lo que tiene sus consecuencias en la forma en que se comunican con
nosotras; vemos temor, desconfianza, vergüenza. También les replanteamos las consecuencias; ¿cómo
harán para cuidar del bebé? ¿qué pasaría si quedás o ella queda embarazada?, ¿y si contraés una
enfermedad?, siempre explicando las bases biológicas o los peligros o amenazas que vemos que pueden
afectarles, toda vez que intercambiamos palabras evaluamos los riesgos para ellos, sin caer en juzgar.

Escuchando atentas a lo que tienen que decir y haciendo más preguntas, a veces se sorprenden
ellos y a veces nos dejan sorprendidas a nosotras. Hemos aprendido a no asumir la orientación sexual de
las personas, aunque fue difícil al principio, como regla general preguntamos a las usuarias si son activas
sexualmente y luego exploramos la diversidad, sin quedarnos en el típico estereotipo de relación
heterosexual. No sé si exista una fórmula de qué decir y qué hacer, sin embargo, nos está funcionando
bastante bien el asentir y seguir preguntando no importa lo que estemos escuchando, el lenguaje
corporal se hace amable, y da pie a que expongan sus dudas, se notan aún que les tiemblan las manos,
pero a medida que recibimos las líneas de su diálogo se va relajando el ambiente.

La continua reflexión entre colegas sobre lo que escuchamos, nos abre numerosos caminos,
desde el principio decidimos tomar el camino del respeto a sus vidas, y es ahí cuando aprendimos que
existen otras formas de ser, a veces nos comparamos con ellos, y vemos qué distintos son, y qué
valientes, qué vulnerables, qué jóvenes. Y que este es otro tiempo, que lo viven ellos y a su manera, que
nuestros deseos no son para que ellos los cumplan, los deseos de sus padres tampoco -por más que sea
el bien lo que quieren para sus hijos- y muchos menos los deseos de la sociedad en la que vivimos, que
los quiere tímidos, callados y asexuales.

Hoy incorporamos a nuestro lenguaje el sexo sin amor, el amor sin relaciones sexuales, el sexo
por placer, hoy hablamos del placer en nuestros consultorios, de orgasmos, de encuentros no orgasmo
céntricos, pero por sobre todo de la experiencia siempre que él y ella lo quieran y cómo lo quieran.
Como sus significados están en constante movimiento también lo están nuestras conversaciones al
respecto.

Uno de nuestros ejes más sólidos para lograr la salud sexual es la prevención de embarazos no
planificados mediante la anticoncepción. Cuando ofrecemos un método anticonceptivo estamos
haciendo mucho más que la simple entrega de insumos; es una acción tan pequeña, pero tan política
como revolucionaria. Estamos reconociendo al adolescente como sujeto de derecho, como persona que
es capaz de tomar opciones, analizarlas y decidir qué puede hacer para mejorar o mantener su salud, y
al mismo tiempo, disfrutar de una vida sexual en plenitud y libertad.

Esto no se hace solo con una exposición de los mecanismos de acción o la clasificación de los
métodos, sino que se comienza preguntando qué conoce acerca de él, ella, elle, qué siente en ese
momento sobre qué le gustaría hacer; ¿iniciamos hoy o no algún método? Y aunque haya factores de
riesgo sobre su salud si hoy no los iniciara, nuestra reacción es de genuino respeto por su decisión;
dejamos las propuestas sobre la mesa y a su alcance. Desde que cruza la puerta, el adolescente y nadie
más es experto en su propia vida (4).
Asumimos que tenemos una deuda muy grande con la diversidad adolescente, hemos tenido
pocos usuarios trans o binaries, e incluso pocos varones. Reconocemos que el sistema de salud es muy
poco amigable con las personas en general, y más aún con aquellas quienes se diferencian un poco de la
norma (incluyendo adolescentes, si no son adultos o niños prácticamente no tienen respuesta), también
vemos que, respondiendo a toda una escala de poder, que se traduce en roles de género, nuestros
hospitales no son muy atractivos para los varones; la mayoría de las especialidades que se ofrecen son
para las mujeres y está “bien visto” que los niños sean acompañados por sus madres, y los adultos por
sus hijas.

En ese recorrido sobre el acercamiento a la sexualidad saludable incluimos la perspectiva de


género. Tenemos presente que las mujeres son las que asumen riesgos cuando se acepta un método
anticonceptivo, pero no eximimos a sus compañeros sexuales de las responsabilidades. Esto se ha
traducido de un tiempo a esta parte, en el aumento de mujeres adolescentes que acuden al espacio
acompañadas de sus parejas. La conciencia del poder (profesional de salud, género masculino, adulto,
ser blanco), y nuestra posibilidad de perpetuarlo es constante; es por eso que, por medio del diálogo, de
preguntas respetuosas e impregnadas de curiosidad, nos miramos como seres influyentes de la
construcción de su identidad y tomamos esto como una oportunidad de para participar en ella.

Los elementos que nos toca indagar que conocemos que son componentes de la sexualidad
están conectados a muchos aspectos de la vida de las personas; la expresión de sus deseos y su
concreción, la libertad, la esperanza, el respeto y el ejercicio de sus derechos como seres humanos. La
puerta de entrada es alcanzar la salud sexual, sin embargo, no desconocemos las múltiples aristas que
posee la misma; como la protección de su dignidad, de su integridad física y de su intimidad, que incluye
velar su un crecimiento y desarrollo sanos.

La intimidad como un privilegio

En algún momento me encontré deshilando ideas con Agustín Barúa en la Plaza Italia, era un
momento de hecatombe personal, por lo que requerí de su ayuda. Al final del primer encuentro me
preguntó cómo había sido hablar de mi vida en un lugar público, a lo que respondí que me parecía bien,
hoy pienso que esa sensación de seguridad al exponer mi cuerpo hablando de mi vida personal viene de
una intimidad consolidada, es decir, fue reafirmar mi intimidad.

Al recoger este hilo de la intimidad, recordé mis primeras experiencias en el área de


adolescencia del hospital. La infraestructura de este lugar contempla un espacio para la preconsulta, es
decir, el control de los signos vitales y la primera indagación del motivo de consulta. Este lugar, que es
donde yo habito, y que me habita últimamente está “protegido” por una puerta, y a la preconsulta
invitaba a los adolescentes sin sus padres, con la excusa de que era “solo para controlarles su presión
arterial”.

Para mi sorpresa, los primeros días de funcionamiento de ese espacio, apenas cerraba la puerta,
se convirtió en un lugar de confesiones. Relatos de abusos, violencias y privaciones vacilaban de paso. La
pregunta de ¿por qué consultás hoy? despertaba en mis interlocutores sorpresa, y a veces me
sorprendían las respuestas; un no sé, o mi mamá es la que sabe, hasta declaraciones de una posición
sólida de a dónde quiere ir y cómo quiere que yo le ayude.
Mi teoría es que la puerta que nos separaba de la sala de espera hizo su magia. Nos proporcionó
intimidad. Le regaló un territorio arrebatado, un campo que no estuvo abonado tal vez por una
construcción cultural de lo que creemos que es la intimidad; tal vez privilegio, o tal vez peligro. A veces
me lleno de curiosidad por saber qué historias les llevaron a ese lugar, pero avanzo en la medida que su
cuerpo me habilita a hacerlo, hasta una cierta comodidad aguantable (5) siempre con respeto. Se
construyó una identidad como resultado de esas historias, que le arrebató la voz.

Al principio no dimensionaba la importancia de ese espacio y todo lo que lo hacía posible. Tal
vez el hecho tan solo de hablar de sexualidad -que es bastante inusual-, sin escritorios de por medio
pudo dar pie a esos momentos. Cuido los silencios, el tono de mi voz y mis palabras por sobre todo,
suelo pedir permiso al hacer preguntas muy íntimas cuando el cuerpo me dice que hay algo más, es
como se protege, como que quiere enrollarse en sí mismo, y sigo pidiendo permiso, hasta donde ya no
lo haya, que es el lugar que respeto.

Lo cierto es, que en sucesivas ocasiones, cuando recibía a la misma persona, la observaba con
más ritmo, con menos rigidez, con más agencia personal, que finalmente le llevaba a tomar acciones en
su vida, que surgieron varias veces luego de la vergüenza, o ese sentimiento tan particular de no sentir
que uno merece la pena.

No sé si el siguiente paso para apropiarse de lo que le pertenece es hacerlo público, pero me


alegra pensar que fui parte de la re-conquista o ese descubrimiento de la intimidad de esas personas. En
cuanto a sus palabras y a sus cuerpos.

Acompañarnos en la vida y en la muerte

Una gran parte de las atenciones que ofrecemos consisten en el control prenatal a las
embarazadas adolescentes. Se trata de cuidar la salud materno-fetal mediante consultas y exámenes
diagnósticos periódicos realizados principalmente a la gestante, con el objeto de detectar
complicaciones durante el embarazo. Aunque esto suene muy técnico, la mayor parte de lo que
realmente se hace es brindar información.

En el primer control prenatal se realizan varias preguntas que nos ubican en la situación
psicosocial de la usuaria, como ser dónde y con quiénes vive, convive con su pareja o su familia, cuál es
su escolaridad, sus antecedentes sobre otros embarazos o enfermedades en la familia. Si nos
proponemos hacer esta parte del protocolo de atención en forma mecánica tal vez lo logremos, sin
embargo, la calidad de información que se puede obtener es muy valiosa, y si la encaminamos como
conversación esta etapa además de ser importante para la salud de la usuaria resulta agradable.

Este diálogo se extiende a la consulta en sí, con las médicas, con las nutricionistas quienes
siempre se mantienen en contacto sobre todo si existe algún signo de alarma. Si bien lo biomédico es
importante, ponemos en la mesa lo que le rodea; un entramado de mandatos, de mitos, verdades que
indefectiblemente acompañan las expectativas, e incluso las moldean.

No escapamos de las diferentes construcciones de las maternidades que traen las chicas como
dudas, a veces muy atravesadas dentro de ellas. Nos topamos cara a cara con el mandato de la madre
eficiente y perfecta, que primero y por sobre todo es adolescente, a veces sin herramientas aún, se ve
muy enfrentada con lo que se espera de ella. Son muchas las tareas que tiene que cumplir, y de las
cuales por lo general, se la responsabiliza a ella sola, como acudir en fecha a sus controles, realizarse los
estudios, soportar estoicamente los procedimientos médicos, ser valiente en el parto y dar de mamar y
cuidar a un bebé recién nacido tal y como lo dicen los libros de textos.

Parece tan pequeño pero es importante cuando en equipo hablamos de habilitar el cansancio de
las gestantes y de las que recién dieron a luz a un bebé. Verificar que esté acompañada -y no asumir que
es el papá del bebé quien acompaña- es un paso gigante en la co-construcción de la parentalidad, que se
puede hacer en comunidad, sin necesidad de que haya lazos sanguíneos. Esto tiene mucho que ver con
las experiencias de las compañeras que son madres, y también con el apoyo a otras mujeres de parte de
otras mujeres, el desdoblar los roles de género y sobre todo la reflexión sobre las experiencias y saberes
que son disidentes de la norma.

Por ejemplo, cuando existen dificultades en el vínculo pre y posparto y en la lactancia


defendemos lo que sienten las adolescentes. Nos coloca en una posición un poco incómoda, porque se
asume de nosotras que defendemos -sin posibilidad de reflexión sobre ello-, en este caso, la lactancia
materna, en la cual reconocemos que existen beneficios incomparables, pero no en detrimento de la
salud mental de la persona que da de mamar. Nos sentimos acompañadas por la asesora de lactancia
del hospital, con quien conversamos sobre los posibles desenlaces de los puerperios, y con quien
construimos una colaboración que se extiende en formas en las que antes no se podían pensar, como
intervenir en el proceso de lactancia, o recomendar su suspensión, por motivos bien fundamentados.

Se habilita un territorio antes no contemplado: el disfrute de la vivencia. ¿Disfrutás dar de


mamar? ¿Cómo te sentís ante tu parto? ¿Tenés miedo, ansiedad? Y habilitamos su opuesto; la capacidad
de sentirse vulnerable ante una situación, pero acompañada. Personalmente no utilizo metáforas de
lucha cuando hablo del proceso de parto y maternidad (me resulta imposible no recordar a Michael
White aquí). Mi intención es que ese momento, por la vía que fuere (parto vaginal o cesárea) no sea
determinado como un partido ganado o perdido, sino por la vivencia en sí misma.

Aquí necesito dar un giro brusco de la vida a la muerte. Si les digo que tuvimos que hablar
concretamente de la muerte para reconocerla como tal y que en este territorio de la medicina no está
tan explorada tal vez no crean. Pero es así, en el periodo prenatal, la muerte existe pero está
invisibilizada. Paradójicamente, se le exige a las mujeres que sean buenas madres, pero no está
permitido llorar una gestación incipiente que ha sido interrumpida.

Es como una puerta de vaivén; a veces del otro lado está la pérdida. Puede ocurrir que en el
periodo prenatal, en cualquier momento de la gestación, esta se interrumpa por múltiples causas. Es
muy difícil precisar cuál es la causa, a veces podemos presumir que es debido a alguna patología que
sobreviene en forma aguda, pero no hay certeza. Lo cierto es que este duelo, asumido o no como tal -
porque un duelo es tan particular como personas hay- no está del todo permitido. Llorar a un no nacido,
es visto como llorar a alguien que no existe.

Sucede que en la muerte gestacional muy temprana no se ve como justificación que la gestante
y la familia sientan la pérdida. Muchas veces el conocimiento del embarazo y la interrupción espontánea
se dan en un mismo momento, donde hay mucha información que procesar y poco espacio para
reflexionar, a veces hasta se le agrega una situación de emergencia obstétrica que amenaza su vida.

Tristemente, el avance de la gestación no previene que nos situemos del lado de la puerta
donde no querríamos estar. He visto personas llorar a sus hijos *nacidos dormidos 3 días días antes de la
fecha de parto, sin factores alarmantes de riesgo y sin señales muy evidentes de que ocurriría este
evento. El dolor ha sido tan grande que no hay tiempo establecido para recuperarse, y tan
incomprendido, que es lo que lo hace más difícil de llevar.

Parte de nuestra mirada respetuosa a las personas, y en especial a las mujeres es acompañarlas
durante este proceso, durante su estadía en el hospital. La noticia de un corazón que ya no late,
albergado en su cuerpo, no da lugar a palabras de consuelo, pero el calor humano de sentirse
acompañada sentimos que es hacer justicia social. La soledad no es lo mismo que el abandono, y para
nadie debería ser opción quedar relegado.

Le acercamos opciones en el momento más duro, sin que ninguna sea la más válida o la única
correcta, le proponemos de manera respetuosa que decida si quiere ver a su “ángel”, lo vestimos y
preparamos e impregnamos las huellas de las manos y pies, lo nombramos para que sea recordado.
Existe un imaginario colectivo donde solo duele aquello que tiene nombre propio, entonces le damos
estatus de social al nombrarlo, aunque lo más importante es cómo fue para ella haberlo tenido un
instante. Preguntamos a la madre por quién quiere estar acompañada (pareja, familiares), y lo que
queda de su permanencia dentro del hospital no comparte la habitación con otras mujeres que sí tienen
a sus bebés en brazos.

Nos plantamos al lado de ella, no solo porque es la que llevó a ese bebé, sino porque es a la que
más responsabilidad se le atribuye durante el embarazo, y más en estas situaciones. Sabemos que no es
la solución ni el remedio a la tristeza, pero se habilita ese duelo tan invisibilizado no solo en las madres,
sino en los papás también, ese momento de despedida física puede ser un acceso a explorar cómo se
comparte, aparte del dolor, las tareas, ¿cómo se distribuyen y qué pesos, yo, como personal de salud
que acompaño a otras mujeres y familias, estoy atribuyendo a cada uno por ser hombre o mujer? ¿hago
posible que las mujeres vivan su duelo, o elijo qué van a duelar según mi propias definiciones de a qué
es y a qué no es válido llorar?

Validar el duelo de un bebé que nace dormido habilita esperanza en las personas afectadas, se
sienten legitimadas en su dolor, es una base para levantarse luego de un suceso tan trágico que marca
sus vidas para siempre, porque se sienten capaces de hablar cuando hay un oído que se presta a la
escucha.

*Nacer dormido: forma cariñosa de nombrar a los bebés que nacen sin signos de vida.

Todo corte de cabello es político

En estas páginas transito el movimiento que estuvo generando el ser parte de una comunidad
reflexiva, que me deja en constante vibración. El sitio desde el cual hoy miro lo que sucede nunca está
quieto, sino que se presta a resonar en simultáneo con el otro, a conmoverse.

Mis prácticas fueron tomando forma, y mutando y trasformándose, con cada propuesta que
recibía, como una invitación, semejante a las manos del artista, que moldea y tuerce su pieza en este
caso en la conversación. Cada persona que se envolvió conmigo en una conversación -a veces me
arrepiento de no habérselo dicho- dejó algo que le puede servir al siguiente, tal vez mañana o en 5 años.

Nuestra sexualidad es diversa e infinita, no hay una exactamente igual a la otra; hay una como
tantas personas existen, y su manifestación socialmente aceptada es una construcción dicotómica del
género, intransferible e innegociable. Esto no solo es una herramienta para la represión, sino que puede
convertirse en violencia, como lo expresé más arriba, las cuestiones del área reproductiva tienen más
peso para las mujeres que para los hombres.

La estética de los géneros normativos nos atraviesa desde pequeños, y aunque lucho bastante
por desligarme de algunos estándares me resulta bastante complicado. Sin pensarlo mucho me veo
llevada hacia lo que corresponde al género con el cual me identifico, en una forma casi automática,
justificando mi elección en la belleza del artículo que elijo.

El hecho de haber elegido cortarme el cabello fue una eleción muy pensada, que tenía que ver
con la estética, pero resultó tremendamente política. En mi lugar de trabajo puso en primer plano las
discusiones sobre si las mujeres deberíamos o podíamos usar de estar forma el cabello, y creo que el
hecho de que lo haya hecho por convicción y que lo lleve con orgullo hace que el debate lo gane el pelo
corto.

En mi familia hubo sorpresa, pero lo más importante para mí fue que las nenas me preguntaron
sobre mi elección y comentaron que les gustaba. Mi pareja, el que más me animaba a que lo haga, tuvo
la reacción más hermosa de todas. En el trabajo, me conecta mucho con las adolescentes; me hacen
algunas preguntas al respecto, y algunas lo consideran como una posibilidad diciendo “alguna vez me
voy a animar”. Hasta solemos hablar de qué tatuajes nos haríamos.

Este acto tan sencillo es mi trasgresión de la normatividad que conozco, y que sé que me
moldea. Es un manifiesto de la libertad que me enseñan los demás -sobre mí, porque ésto hoy es
libertad para mí- al desarmar su(s) sexualidad(es) en pequeñas partes, al desarmar sus vidas y
otorgarles significados, que decantan en una exploración no solo de mi forma de verme al espejo, sino
en muchos otros aspectos donde estoy negociando papeles hegemónicos o recomponiendo roles.

El acto más colaborativo que estoy experimentando es cuando las personas que llegan a mi vida
dejan su historia, sobre la cual respetuosamente reflexiono, entonces no puedo ignorar las voces de las
chicas del diplomado en algunas frases, o ¿cómo lo diría ella?, a veces pienso cómo me gustaría
preguntarle a una de ellas lo que piensa porque sé que este tema le encanta, y es ahí cuando caigo en
cuentas que ellas forman parte de mi voz, me habitan las voces de estas mujeres, su sensibilidad y su
sororidad. Pensarme en comunidad para mi es muy poderoso, porque no tiene límites físicos, sino que
seguiremos evocándonos a través de textos y canciones.

Finalmente, les regalo una frase que tomé prestada para representarme estos últimos años:

“ Soy un huracán que avanza alegremente”

Gilles Deleuze

(1) Personas de todos los géneros y sexos de 10 a 19 años.


(2) Consejerías en Salud Sexual y Reproductiva, Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable, Ministerio de Salud, ARG.

(3) Conversación entre Renata y Leti sobre la Ética Relacional.

(4) Anderson y Goolishian, 198S; Anderson et al., 1986a; Anderson y Goolishian, 1988
(5) Protocolo ante el Duelo Perinatal. Hospital General Barrio Obrero. 2019

(6) Entrevista a Tom Andersen

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