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Las Memorias de Leonor López de Córdoba las editó por primera vez José
Marı́a Montoto en 1875 y no habı́an transcurrido aún diez años de esta edición
cuando Feliciano Ramı́rez de Arellano, Marqués de la Fuensanta del Valle, las
incluyó en su Colección de documentos inéditos para la historia de España
(1883).
A Montoto las Memorias le interesan sobre todo porque contradicen algunos
sucesos relatados por Pedro López de Ayala en la Crónica del Rey Don Pedro,
como las condiciones de la rendición de Carmona, una vez asesinado Pedro I, o
la presencia de las hijas de Marı́a de Padilla en esta ciudad durante el asedio.
La versión diferente que de estos hechos dan las Memorias le parece a Montoto
una prueba contundente de que la crónica de López de Ayala es manifiesta-
mente contraria a Pedro I y, por añadidura, de que quizás todas las crueldades
atribuidas a este rey no sean ciertas:
Siempre tuve por muy parcial y por llena de inexactitudes a la Crónica del Rey D.
Pedro, que se supone escrita por D. Pedro López de Ayala. Ası́ me lo persuadieron la
recta razón, las reglas de crı́tica y lo poquı́simo que, siendo favorable a aquel Monarca,
no habı́a podido ser destruido, ni desfigurado por sus enemigos. Esta opinión, contraria
a la más generalmente recibida, se ha confirmado ahora con la lectura de un documento
manuscrito, cuyo contenido, a ser cierto, como creo, deja a la Crónica completamente
desautorizada (Montoto 1875: 209).
Por tanto, lo que motivó esta primera edición de las Memorias fue un intento
de reivindicación de la maltratada figura de Pedro I, y en consecuencia, fue el
contenido histórico de la obra lo que concitó antes que nada la atención de la
crı́tica. De hecho, Joaquı́n Guichot parece recoger el guante lanzado por Mon-
toto, porque publica en 1878, sólo tres años después de la aparición de la edición
del sevillano en El Ateneo, el volumen titulado Don Pedro Primero de Castilla.
DOI 10.1515/iber.2009.006
Apenas iniciado el siglo XX, Adolfo de Castro (1902) volvió a editar el docu-
mento en La España Moderna de acuerdo con el texto de la Colombina, como
estableció en su momento Peter Russell (1955: 163). Castro es el primero en
hacer una valoración de la obra desde una perspectiva literaria, una valoración
por cierto muy positiva. Los parámetros que utiliza para describir el contenido
y el estilo de las Memorias son tı́picamente románticos: sublimidad, sinceridad,
sentimiento, melancolı́a, conmoción, patetismo de algunas escenas, talento natu-
1
“Los judı́os habı́an sido petristas, disfrutando durante el reinado de Pedro I de la
protección del Trono. El Rey llamado el “Cruel” por los Trastámara, era el “Justi-
ciero” para las aljamas hebraicas. No fue por nada que el rabino Sem Tob le dedicó
sus Proverbios morales y que los enemigos de Pedro incluso circulaban rumores
de su supuesta paternidad judı́a. Una de las acusaciones de Enrique de Trastámara
que formaba parte de la propaganda contra su hermano como tirano y asesino
consistı́a en la imagen de Pedro como partidario de los infieles. En cambio, los
Trastámara se consideraban antisemitas, y con su ascenso al poder, aumentó la
persecución de la comunidad hebrea. La venganza de Enrique durante la guerra
fratricida se manifestaba frecuentemente en la forma de saqueos de las aljamas y
masacres de sus habitantes” (Curry 1988: 50).
tualiza que “escrito sin pretensiones, pero con gran claridad de palabra y jus-
teza en las imágenes es uno de los monumentos más curiosos de nuestra litera-
tura femenina” (1930: 46). Y como tal monumento no ya de la literatura feme-
nina sino de la literatura medieval lo consideró Ramón Menéndez Pidal en su
Crestomatı́a del español medieval (1966: 531Ð534).
Pero serı́a sobre todo Alan D. Deyermond (1971: 275) quien más contribuirı́a
a la revalorización de la figura de Leonor López de Córdoba al incluirla en su
Historia de la literatura española. La Edad Media como la primera represen-
tante del género autobiográfico en Castilla. Reinaldo Ayerbe-Chaux no duda en
considerar el atrevimiento o la “indiscreción” de Deyermond, que no fue muy
bien acogida por algunos3, como determinante para que las Memorias ingresa-
ran definitivamente en el canon de la literatura española. Y efectivamente, ası́
debió de ser, porque desde entonces las Memorias han provocado una creciente
e intensa actividad crı́tica, sobre todo por parte del hispanismo extranjero, aus-
piciada además en las últimas décadas por el auge de la crı́tica feminista.
A la escueta pero trascendental alusión de Deyermond en su celebérrimo
manual sobre la literatura medieval española, de la que enseguida nos ocupare-
mos, le siguió el estudio de Randolph Pope sobre La autobiografı́a española
hasta Torres Villarroel (1974: 14Ð24), en cuyo primer capı́tulo figuraba Leonor
López de Córdoba. Apenas tres años después, Reinaldo Ayerbe-Chaux publi-
caba una edición contemporánea de las Memorias (1977Ð1978). Vinieron luego
los artı́culos de Arturo Firpo (1980 y 1981), Clara Estow (1982), el propio De-
yermond (1983) y Francisco López Estrada (1986), ası́ como la tesis doctoral
de Kathleen Amanda Curry (1988). En los ochenta se publican además dos
traducciones de las Memorias al inglés: una de Amy K. Kaminsky y Elaine
Dorough Johnson (1984)4, y otra de Kathleen Lacey (1986). Pero el interés por
Leonor se incrementa en la década de los noventa gracias a Ruth L. Ghassemi
(1989Ð1990), Milagros Rivera-Garretas (1990, 1994 y 1997), y Louise Mirrer
(1991), entre otros, ası́ como a una nueva traducción de las Memorias, en esta
ocasión al italiano, obra de Lia Vozzo Mendia (López de Córdoba 1992)5. Y en
Y Nelken (1930: 45) lo sigue: “El principal interés de este Testamento radica en su
carácter histórico: en él, doña Leonor relata las tremendas tribulaciones que ella y
su esposo, Ruy Gutiérrez de Finestrosa, sufrieron por parte de don Enrique el Bas-
tardo, por haber permanecido fieles al rey don Pedro después de su derrota; y este
relato, muy meticuloso, además de apartarse sensiblemente de la Crónica del rey
don Pedro, y de la Crónica del rey don Juan I por el canciller Pero López de Ayala,
es un “cuadro de costumbres” de insuperable valor”.
3
Ayerbe Chaux (1992: 17) menciona el caso de Antonio Antelo, quien en su reseña
del volumen de Deyermond califica de “curioso documento autobiográfico” las Me-
morias y sugiere que se podrı́a haber prescindido de ellas.
4
Amy Katz Kaminsky (1996: 19Ð32) revisarı́a esta traducción para incluirla en la
antologı́a Water Lilies. Flores del agua: An Anthology of Spanish Women Writers
from the Fifteenth through the Nineteenth Century.
5
Lia Vozzo Mendı́a (2002: 750Ð753) es autora además de la entrada correspondiente
a Leonor López de Córdoba en el Diccionario filológico de literatura medieval
Esta apreciación la rebatió con ardor y perspicacia Louise Mirrer (1991). Mirrer
pensó que Deyermond estaba poniendo en duda la autorı́a femenina de la obra
y se embarcó en una apasionada defensa de la figura de Leonor López de Cór-
doba, como mujer culta, con la suficiente formación9 como para conocer el estilo
notarial, la fraseologı́a legal de la época, y utilizarla como estrategia para “auto-
rizar” su texto, “to ensure her work’s place in the public domain and in history”
(Mirrer 1991: 13). Además, según esta autora, que las Memorias describan un
mundo en el que los hombres brillan por su ausencia y que estén llenas de
tópicos asociados con el estilo femenino (visiones mı́sticas, expresiones de hu-
mildad, etc.), vendrı́a a refrendar la autorı́a de Leonor López de Córdoba y a
echar por tierra la intervención de un escribano10. Deyermond contestó a Mi-
mujer, hacen de esta obra una de las más notables de su tiempo” (Deyermond 1971:
275).
8
“She has a severely limited outlook, is self-centered (ruthlessly so when necessary),
garrolous, and inconsequential. Yet her story is moving despite that Ðor because of
it? She is as hurt and bewildered and defiant over family quarrels as over the horrors
of the Atarazanas prison. And it rings true. We cannot rely on López as an accurate
witness to factual detal, but she tells us about herself without any barriers of artifice
(although with an artist’s instinct for the telling phrase). When we red the Memo-
rias, we share in a life” (Deyermond 1983: 37).
9
“Leonor writes in her Memorias that she was admitted to the Orden de Guadalajara
after her release from prison. I believe that this “Orden” was the Order of Santa
Clara, whose famous convent in Guadalajara was intimately connected with Leo-
nor’s family. It would, of course, be helpful to establish the relationship of Leonor
to the Clarisas for, in supporting the view that Leonor was capable of composing
the work herself, it is important to show that she was an educated woman. Since
we know that monasteries and convents were centers not only of piety, but of
erudition and learning in the Middle Ages, we can suppose that with the Clarisas,
Leonor might have received some formal instruction” (Mirrer 1991: 10).
10
“Those who argue that Leonor’s work was actually componed by a male notary
have had to explain the fact the text quickly shifts from the language of law (i.e.
official, notarial phrases that conventionally open legal documents) to topics and
styles associated with female autorship (e.g. mystical visions, communings with
saints, and the “feminine” discourse of self-effacement). They do so by arguing that
rrer en 1995, puntualizando que nadie, y mucho menos él, habı́a puesto en duda
la autorı́a de las Memorias, pero reconociendo que el planteamiento de Mirrer,
en lo que se refiere a las fórmulas legales y a la cultura de Leonor, es muy
“interesante” y “original” (Deyermond 1995: 42Ð43).
La cuestión del escribano y de su papel en las Memorias la habı́a tratado
Kathleen Amanda Curry (1988) poco tiempo antes que Mirrer no con un ánimo
tan polémico ni con hipótesis tan sugestivas pero con argumentos muy perspica-
ces. Curry acepta la existencia del escribano pero insiste una y otra vez en la
presencia constante de la voz personal de Leonor en el texto y en que el tal
escribano se limitarı́a a ser un mero transcriptor de lo que Leonor le fuera
dictando11. Para apoyar esta tesis, Curry, que llega incluso a hablar de la “sen-
sación de monólogo desenfrenado” (1988: 164), describe ampliamente los recur-
sos orales presentes en las Memorias: “estructuración atemporal” de los hechos
de acuerdo con el fluir de los recuerdos (1988: 163), “elementos formularios” y
“repetición de expresiones y palabras” (1988: 167), “tono conversacional” (1988:
168), “intensidad emocional y actitud participante” de Leonor (1988: 171), el
hecho de que se dirija directamente al público en varias ocasiones (1988: 172),
el “empleo de lugares comunes” (1988: 177), el “afán por retratar los estados
de ánimo externamente” y por tanto la “recreación visual de escenas” (1988:
174), y sobre todo la “recreación del diálogo”, como el que sostuvieron Martı́n
López de Córdoba y el caballero francés Du Guesclin (1988: 176)12, etc.
Una vez demostrada ası́ la autorı́a de Leonor, Curry se detiene en la explica-
ción de los valores formales de la obra, que son muchos en su opinión: la hábil
utilización de la “retórica piadosa”, de la hagiografı́a, para reivindicar el linaje
y la posición social, y ante todo para santificar la pretensión de obtener una
the notary was overwhelmed by Leonor’s verbal outpouring. This somewhat tor-
tuous argument becames unnecesary if we dispose of the view that the text was
partly authored by a notary. The mixture of official, legal language and “feminine”
discourse no longer needs to be explained by the hypothesis of two authors, and
can instead be explained by the hypothesis of a single, female author appealing of
two domains. These are the public, masculine arena, suffused with legal discourse,
and the private, feminine arena, characterized by self-effacement. (...) The Memo-
rias largely depicts a world of men’s absence. (. . .) Her description of life on her
own is structured around women’s spaces: a convent founded by her maternal
grandparents and resided in by her mother; the household of a wealthy aunt” (Mirrer
1991: 13Ð14).
11
“En las Memorias, en cambio, la voz particular de Leonor López es constante; no
se aparta nunca del contexto de su vida personal, ni de su interpretación egocén-
trica de los hechos. (. . .) Es de suponer que la participación de otro individuo en la
creación de la obra hubiera resultado en un tono más explicativo y analı́tico en
cuanto a los reveses de la Fortuna que sufrió Leonor López” (Curry 1988: 157).
12
Bárbara Hinger (2002Ð2003: 639) ha protagonizado no hace mucho una “aproxima-
ción lingüı́stica” a las Memorias, concretamente desde la lingüı́stica textual, y ha
apreciado una importante cantidad de “ı́ndices de comunicación oral” (por ejemplo,
el empleo frecuente de los verbos decir y oı́r) junto con “ı́ndices de comunicación
escrita”.
13
Randolph D. Pope ya habı́a señalado, antes que Curry, algunas de estas cualidades
formales: “la inteligente manipulación de los hechos”, sobre todo de los polı́ticos,
de los que Leonor hace una “exposición conciliadora y astuta” (1974: 22), su “capaci-
dad de observación” manifiesta en la minuciosidad con la que describe los eslabo-
nes de las cadenas que portaban su marido y su hermano en la prisión de las Atara-
zanas (1974: 23Ð24), la “sorprendente capacidad para hacer patentes estados del
alma” y para reproducir diálogos “en los que se puede observar la penetración sico-
lógica de Leonor” (1974: 24). Todo esto compensa, según Pope, “la falta de oficio”
y “la limitación del repertorio retórico” (repeticiones, exceso de conjunciones, fre-
cuente empleo de “dicho”, etc.) de las que adolecen las Memorias. Pope cree que
estos defectos se deben al carácter oral de la obra, al hecho de haber sido dictada.
Obsérvese la diferencia entre Pope y Curry. A Pope lo que hay de oral en la obra le
parece un defecto, mientras que a Curry le sirve para acreditar la autorı́a de Leonor
López de Córdoba.
14
“Denied the privilege of personal correspondece with Catalina, Leonor’s goal is to
compose a persuasive letter camouflaged as a more public and impersonal literary
form” (Frieden 2001: 197).
15
“In her favored position with Catalina, who relied upon her for advice, Leonor must
have had numerous dealings with secretaries, scribes, and accounts and become
quite familiar with the style of a variety of notarial documents” (Frieden 2001: 132).
16
“As to form, the memoirs of Leonor López de Córdoba evidence a broad selection
of elements drawn not only from the ars dictaminis but from the ars notaria and
the ars praedicandi as well” (Frieden 2001: 158).
17
“Leonor López de Córdoba dictó a un escribano público una breve “relación” de su
vida posiblemente con una finalidad práctica, similar a una “carta de presentación”
o a un “memorial”, aunque la falta de un destinatario expreso nos obliga a movernos
en el terreno de las hipótesis. Pero la obra ofrece una variada combinación de
ingredientes que establece una red de relaciones con otros códigos genéricos, como
el historiográfico o el hagiográfico, y se proyecta sobre los modelos de la moderna
autobiografı́a. Esto ha propiciado que cada época haya destacado unos rasgos, reali-
zando una lectura en función de sus horizontes de expectativas. Sus editores del
siglo XIX, historiadores y eruditos locales, lo consideraron un documento de primer
orden para conocer los últimos años de Pedro I y las desgracias de la nobleza
petrista, interés renovado por los medievalistas en los últimos años. Por el contra-
rio, los historiadores y teóricos de la literatura han visto en ella el primer testimonio
de la autobiografı́a en la Penı́nsula, especialmente sugerente por tratarse de una voz
femenina, lo que ha motivado numerosas interpretaciones desde la crı́tica feminista”
(Lacarra 2007: 739).
18
Hay edición facsı́mil de la Vida y milagros del B. Fray Álvaro de Córdoba de Juan
de Ribas, publicada por la Caja de Ahorros de Córdoba en 1987.
19
“Ası́, caı́da en desgracia y refugiada en anhelos escapistas de santidad, dicta doña
Leonor estas Memorias, recuerdos de sus penas, que a pesar de querer ser ejempla-
res y piadosas, son en realidad una defensa y vindicación del honor ofendido”
(Ayerbe-Chaux 1977Ð1978: 26).
20
“Doña Leonor’s autobiography is structured around three key events Ð the deaths
of her father, her brother, and her son” (Kaminsky/Johnson 1984: 70).
21
“Doña Leonor ends her narrative with her feelings of shame and guilt at these
deaths. Personally she seems to have experienced a crisis of faith, which the auto-
biography may have been an attempt to resolve. (...) Doña Leonor’s Memorias ex-
press the guilt of a survivor and illustrate the spiritual disorientation of someone
who has lived through a kind of holocaust” (Petroff 1986: 303).
22
Lo cierto es que como tal vı́ctima se presenta la propia Leonor desde el principio
al relatar las penalidades sin cuento que sufre no sólo en la prisión de las Atarazanas
sino también después, cuando está bajo la protección de su tı́a y es blanco de las
maldades de sus primas, y sobre todo cuando la culpan por la muerte de su hijo.
Asume en consecuencia el papel de una mártir. Ahora bien, mientras que Ayerbe-
Chaux ve en ello una hipócrita autodefensa encubierta por el discurso religioso, la
crı́tica feminista lo ha interpretado como una peculiar “feminización” del género
hagiográfico (Valero-Costa 2002: 36).
23
En la edición de las memorias preparada por Lia Vozzo en 1992 se incluyen los
fragmentos de las Generaciones y semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán en los
que se habla de Leonor (López de Córdoba 1992: 86).
soldados. A la Leonor culta de Louise Mirrer, que maneja con soltura el dis-
curso dominante (las fórmulas legales) y lo mezcla hábilmente con aspectos
propios de la vida y del lenguaje femenino, le sigue ahora la Leonor honorable
y leal de Ghassemi, la Leonor vı́ctima de Petroff.
24
“(...) me parece más probable que las dictara poco después de los acontecimientos
que narra, con el fin en parte de hacer pública su versión de los acontecimientos”
(Rivera Garretas 1990: 175).
25
Ver nota número 19. Rafael Ramı́rez Arellano (1921Ð1923: 126) fue de los primeros
en señalar que Leonor escribió su autobiografı́a “para conseguir el favor de la Reina
y por orden de ésta”.
26
“As Ayerbe points out, Doña Leonor’s falling into disfavor with the queen echoes
her estrangement from her aunt” (1984: 71).
27
Según Curry (1988: 106), “la defensa del nombre familiar y de su religiosidad, revela-
dora de la naturaleza apologista de la obra, le hace a uno sospechar que la censura
de Leonor López estaba ya difundida en la Corte cuando eligió componer las Memo-
rias. Y Lia Vozzo Mendı́a (1992: 21) apostilla: “Attraverso la narrazione dei milagros
operati in suo favore dalla Vergine Maria e da Gesù Cristo l’autrice sembra dunque
voler accreditare la tesi della sua “santità” e in questo modo esercitare una pressi-
one sulla regina per convincerla a riammetterla nella sua intimità”.
28
“Supongamos que Leonor no dictó las famosas Memorias a raı́z de su salida de la
corte sino años antes al regresar a Córdoba completamente agobiada por el dolor
de la muerte de su hijo. Supongamos que no hay un transcurso del tiempo entre el
último acontecimiento descrito y el acto de escribir. Entonces la prominencia del
tema de la muerte es mucho más explicable. Las Memorias, mejor que un docu-
mento más o menos público de defensa de su honor humillado, es posible que sean
una confesión y un examen privado de su vida que entrega Leonor al convento de
San Pablo. Ese recuento de sus penas y de la forma en que el cielo la ha ido ayu-
dando le dan consuelo y esperanza en la tragedia que la agobia” (Ayerbe-Chaux
1992: 19).
29
“No me cabe la menor duda de que en este segmento de la Relación se hace referen-
cia a la explosión pestı́fera que se produce entre 1396 y 1398” (Amasuno 1996: 55).
ella no ha olvidado al cabo de treinta años, o a la compra de la casa que, por ejemplo,
a la valentı́a que (quizá) exhibieron los caballeros de su padre durante la guerra con
el rey trastámara. También en este relato del siglo XV, pues, como en Millet o Lessing
siglos más tarde, el acento está en lo personal (con su gran dimensión polı́tica), en lo
cotidiano (que marca el tamaño de lo excepcional) y en lo privado (que hace posible la
existencia de lo público) (Rivera Garretas 1990: 178).
30
Aun ası́ la doble consideración histórica y literaria de las Memorias ha persistido
en la crı́tica contemporánea. De hecho, Francisco López Estrada las califica como
“un precioso documento histórico” y al mismo tiempo como “una obra de condición
literaria” que podrı́a encuadrarse en la literatura confesional (1986: 23).
31
“Indeed, until she left the queen’s service (c. 1412), Leonor López de Córdoba lived
in what was essentially a gynocracy. For several years afters the release from the
Sevilla Arsenal, according to her autobiography, she resided in the convent founded
by her maternal grandparents in which her mother had been raised. More critically,
both of her principal protectors were women, as were her principal rivals for their
favors. In the case of her aunt, the rivals were female cousins; and according to
Ayerbe, it was another lady-in-waiting who ultimately turned Queen Catalina against
Doña Leonor. as the role of her aunt’s servants in the narrative indicates, even the
minor players in these domains ruled by women tended to be women” (Kaminsky/
Johnson 1984: 72).
32
“The autobiography of Leonor López de Córdoba highlights the considerable auto-
nomy of Spanish noblewomen of the fourteenth century. Doña Leonor herself held
title to property and her aunt was free to provide her niece with enough money to
buy land and build houses” (Kaminsky/Johnson 1984: 72)..
cular vı́nculo que Leonor establece con la Virgen una expresión más del mar-
cado carácter femenino de las Memorias. Y Marta Walliser (1996: 176Ð178)
sostiene que Leonor “se apodera de los imaginarios femeninos canónicos para
componer su propia autorrepresentación”, y en concreto, en el episodio de la
muerte del hijo “se compara con la Virgen como Madre Doliente” y relaciona
su sufrimiento “con el que padeció la Virgen-Madre durante la pasión y muerte”
de Cristo38. Kathleen Amanda Curry (1988: 203) llama además la atención sobre
“la fe personalizada, divorciada de la jerarquı́a de la Iglesia” de Leonor, sobre
“su independencia de las figuras eclesiásticas y su empeño en formular sus
propios ritos espirituales”39.
Además, en conexión con esta idea del universo femenino de las Memorias
estarı́an las disquisiciones de Deborah S. Ellis (1981: 109Ð113) sobre la relevan-
cia de la imagen de la casa, imagen que Esther Gómez Sierra (1992: 116) consi-
dera una especie de sı́mbolo del refugio que ofrece el seno materno.
Y habrı́a en las Memorias, si hemos de creer a Clara Estow y a Gregory S.
Hutcheson, un universo femenino muy poco convencional, silenciado, no dicho:
el amor entre mujeres, la relación amorosa que pudo existir entre Leonor y la
reina Catalina. Clara Estow (1982) fue la primera en apuntar la posibilidad
de que la aversión que Fernán Pérez de Guzmán muestra hacia Leonor en
Generaciones y semblanzas se debiera a este hecho40. Y muchos años después,
Gregory S. Hutcheson (2001: 255), desde la teorı́a queer, concluirı́a que “only
by reading them in tandem with historical accounts of a later period at court
do we discover the ways in which López’s life, like Celestina’s, play itself out
de los números simbólicos y los sacrificios con que intenta torcerle la mano a la
Providencia” Y según Firpo (1980: 30), “su religiosidad aparece permanentemente
en función de sus necesidades prácticas, de su avidez”.
38
Pilar Valero-Costa (2002: 39Ð40) es de la misma opinión: “La autora se apropia de
la imagen de la “madre dolorosa”, cuyo corazón se representa traspasado de un
puñal, para referirse a sı́ misma cuando su hijo Juan Fernández muere de la pestilen-
cia”.
39
Frank A. Domı́nguez (2007: 30Ð44) ha subrayado la disonancia que se percibe en
las Memorias entre la justicia divina y la humana.
40
“The second, and more compelling reason for the severe aversion to Leonor can
only be explained by the fact that she and Catalina enjoyed a relationship that
defied accepted limits of convention (and possibly propriety) and that this situation
was intolerable” (Estow 1982: 37). Y Gregory S. Hutcheson (2001: 263) apostilló que
las reticencias hacia Leonor y Catalina en las crónicas evidencian “the invisibility
of female power, or rather, its discursive impossibility”. La traducción de las Memo-
rias al italiano, llevada a cabo por Lia Vozzo Mendia en 1992, incluye, como ya se
ha dicho, un bien documentado “Apéndice” en el que se recogen aquellos fragmen-
tos de la Crónica de Juan II de Alvar Garcı́a de Santa Marı́a y de Generaciones y
semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán que se refieren a Leonor, ası́ como los
versos que Gómez Pérez Patiño le dedicó cuando acabó su privanza con la reina
(López de Córdoba 1992: 73Ð101). Estos versos aparecen en el Cancionero de
Baena (1966, III: 797Ð803). Se conserva además una carta del infante Fernando de
Antequera en la que acusa a Leonor de cohecho. Se ha ocupado de esta carta Do-
rothy Sherman Severin (1996: 633Ð644).
along Rich’s lesbian continuum and admits to the possibility of same-sex desire
between women”. Para refrendar esta idea del lesbian continuum Hutcheson
habla de la “female homosociality” de Leonor (2001: 262), cuyas relaciones
desde que sale de la prisión son femeninas casi en exclusiva (las monjas, su tı́a,
sus primas, la reina, etc.), y de la “matrifocal family” en torno a la poderosa
figura de Marı́a Garcı́a Carrillo en la que vivió Leonor durante años (2001: 258).
Con estos términos Ðlesbian continuum, female homosociality y matrifocal
familyÐ, Hutcheson traduce a la teorı́a queer ese predominio de lo femenino
en las Memorias, señalado por la crı́tica feminista desde muy pronto, desde el
temprano artı́culo de Kaminsky y Johnson (1984). Pues bien, como precisa-
mente lo que falta en ellas es el perı́odo en el que Leonor fue privada de la
reina, Hutcheson propone que leamos “just beyond text”, “beyond words”, que
nos centremos en los silencios, en lo no dicho, en los célebres “Sedgwick’s clo-
sets” (2001: 266)41, porque “Here is where Leonor López begins to speak of
desire: here is where she evokes untold spaces, whispers, secrets, and finally
tells in the fullest sense “the story of all her deeds”” (2001: 266).
41
Hutcheson se refiere a la obra de Eve Kosofsky Sedgwick Epistemology of the
Closet (1990), un importante hito para la crı́tica lesbiana y la teorı́a queer.
42
“While Leonor’s Memorias share many features with the early autobiographies of
women written during the medieval period in Europe and in colonial New Spain, it
is in one respect quite different. Leonor was not, like Angela of Foligno, S. Brigitta
of Sweden, or Marı́a de San Joseph, a female religious. Her text tells chiefly of
material, not spiritual, achievement Ð the prestige of her lineage, the contents of
her dowry, her attainment of such wordly possessions as a home of her own. She
does write of answered prayers to the Virgin and of miracles Ð (...) Ð but the thrust
of her story is always her personal and material situation. Leonor is clearly no
mystic. Her intimacy with the Virgin and her visions lead neither to prophecy nor
to pilgrimage. She does not seek to eschew sexual intimacy with her husband in
favor of chastity, like Margery Kempe; nor, like Julian of Norwich, does she enter
the reclusive spaces of convent cell. And Leonor’s life story is not, like the women
autobiographers of seventeenth-century New Spain, a confession dictated to, or
elicited by, a priest. But precisely because Leonor is a secular woman autobiograp-
her, her life story is of great significance to the genre. For the Memorias gives
important testimony to women’s quest for autobiographical authority even within
the framework of their secular and private identities as wives, mothers, and daugh-
ters. Indeed, Leonor’s choice of the autobiographical mode may have been a conse-
4. Conclusión
Bibliografı́a
quence of her struggle, as a secular woman, for interpretative power” (Mirrer 1991:
16).
43
Juan Félix Bellido (2006: 193Ð271) ha señalado como caracterı́sticas comunes a las
escritoras medievales, incluida Leonor López de Córdoba, el “miedo a escribir”, “la
pretendida humildad” y la “alteridad”. Es cierto que Leonor se refiere a sı́ misma
como “la más desventurada, desamparada y más maldita mujer del mundo”, pero
lo hace cuando relata la muerte de su hijo. En ningún caso está pidiendo disculpas
por escribir, ni está mostrándose deliberadamente ignorante y humilde, como suce-
derá con otras escritoras, como Teresa de Cartagena o la misma Santa Teresa.
Pienso que la tesis de Lauzardo se ajusta más al contenido de las Memorias. Leonor
no pide disculpas por escribir o mandar escribir la relación de los acontecimientos
más importantes de su vida. En cuanto a la alteridad, es una idea formulada por
Rivera Garretas, que efectivamente está presente en el discurso de Leonor: ella
construye su identidad recurriendo a otra, en este caso a la Virgen Marı́a.
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Se cita en este trabajo por la reedición de 1975.