Está en la página 1de 25
vauriodusa}uod UOZeI ap SPUTIOT PTFOSOTHY CT ap seSNq] [J sno] zan$1poy oruoyuy uen{ ap uopIpy snoy zonSupoy o1uojuy uen{ solueg januep ‘zonbze, oostouesy ‘zoueq] tps0{ ‘zanb7e A 7 ANUP IAL ‘SO1DDUPT 1X10 IOL BIZOSOTY ey ap seSN] [J AAVV Sv ‘0L1-0168-98 NOS OL “aquau sesuad © oyaosap opowoout [2 4 jen: vy 1081 [2 wnoipuratas saz0qne sms “090 (0110) ua sopsney sists evdoud ns opesadn: enyae eyosoqy e| anb ap woPtau0s e] 2p sejunBaid se1s9 @ wapuodsos uournjon ¢ uueiS2yur anb soXesua stas $07 gseuzapou sopeparsos sefajduro> $0] u> oyosoyy > 38 -tsasap agap uo!auny ange goaupzoduia, cayosony oyusturesuad jo ofa 2489 suns eds s29 arog “XX ofS's [2p sepea9p seu: 0] u2 oyseyunjoa opour ap opspiad aac anb seSn} 289 ‘ouinuaS oyworuesuad ye au ka 9g “ayuasasd [> Foye ap ee jodurajuos seurajqaud sopt soiquiea ap odway un 1gos eunye snoy zany “oumyny 2 asqos 20peUun “opesed jap uaa ayuosaud ja woo ‘apsap $9 ‘oayosoyy aquameurnuas yt tun sesodnoau ap popisa9au e| auqos uauony =sejauo;peraua$ so8ses sojqeSouut sod s ypesuad ap odruS un anb eset ele 99% 661 st eu 19 st ao1puy += sagoane So] 2190S BION, + snoy, zanSjspoy omomy wony ‘oaupsoduioquos omaruresuad [2 (opor ou) ap seuastyy ‘Taq ap ezueTUIA PT Seay sauvsng soming Janu ‘gquaredsuen popnis e| U9 SeIqWOS ° young 2aNB2A OVS}IUPL ‘eqosopy w] X «oussypesdes [ap murgdso ononu» fg “Bandead e| ap OUIOTAL [A ae eens Te zaupal 1psor ‘epaons oe anb ap oasep [9 0 euEIuOU! eNO PT ++ zanbopa “a JMUDpy ‘OMpIAEPUT [oP CURSO. ae ‘s0190U0] 1xINd ‘waUR!A anb soduion soy (U9) z2stiad “Bat] P| & O9z8 [2 OWOD snoy zanSupoy omoruy wong oB0(O2d 100z-94¢ OF “a POLLOLCEe NEST ‘saiitpa Sionbsr, S0p0) sopeaiasaxt snoy zandiupoy owowy wen ‘0 zany oostuteng 1002 29M El retorno de la practica El «nuevo espiritu del capitalismo» y la filosofia Francisco Vazquez Garcia Filosofia y neomanagement En un texto reciente, dos sociélogos franceses, Luc Bol- tanski y Bve Chiapello (1999) han desbrozado con maestria las trazas de lo que, more weberiano, designan como «nue- vo espiritu del capitalismon. Con este concepto se refieren a la trama de-representaciones y justificaciones que han hecho aceptable un orden capitalista asentado, gradual- mente y a partir de los afios setenta, sobre formas inéditas de organizacién del trabajo y de acumulacién de beneficios. La plasticidad del desarrollo capitalista, capaz de adaptarse a las situaciones cambiantes variando sus mecanismos de explotacién, se corresponderia con la versatilidad de su esfera de justificaciones, modificable también a tenor de las criticas que apuntan a deslegitimarlo. Podrian distinguirse entonces tres estados historicos en el «espfritu del capitalismo». El primero coincide con el ethos descrito por Weber, asociado a los tiempos felices de la empresa familiar e incorporado por el prototipo del in- dustrial burgués. En éste se concentran las disposiciones heroicas (riesgo, innovacién, especulacién) y las ascéticas (espiritu de ahorro, racionalizacién de la vida cotidiana, disciplina paternalista en el gobierno de los empleados, fe en el progreso). El segundo periodo, cuya cronologfa apro- ximada se inscribe entre 1930 y 1960, corresponde a la era del neocapitalismo y a la emergencia del Estado Social como poderoso agente econémico. El propietario in 155 dual cede el protagonisino a las or: dual cede ol po nnizaciones, ¥ por eso a nueva figita representative ey hi del director de firma, Es la época de la gran empresa industrial c Dureza. ermpo def producion Ss serie. Pasan a un primer plano la virtudes de la capaci jén técnica, la planificacién por objetivos, el complejos organigramas, el espivitu de reglam: scion, la especializacion de funciones y la seguridad om ol posses La empresa debe ofrecer una carrera y un orden de even lafones que hagan previsible y casi automético su funcio. namiento. Por la misma razén, el gobierno de la empresa ya no emula al gobiemo de la familia; la diseiplina pater. nalista ejercida por el propietario es sustituida por unas relaciones despersonalizadas fijadas de modo reglamen: spersonaliz: iadas 2 La tercera etapa es la del ca dest eres aa os Inde capitalism hoy vigente, que descams en el empuje dum mercado nanciro unificad aescala mundial yen el desarolo dels nuevas tecnoogias Qe la informaci6n, EI nuevo ethos estéadaptado ala cata dra de las nuevas empresas descentralizada,aligeradas y estructura en ed Los esealafones se reducen, ls err auias se deblitan, ls horariosrigidos se desploman: smpleados fijos se reducen al minimo imprescindible y se tmultiplica el uso de subcontratas y franquicias para desem- pefiar la mayor parte de las funciones. La planicacion de bjetivos de larvo aleance es reemplazadn por el trabajo on proyectos de durin limita yen Conta renovacion, Bl puesto estable ¥y especializado es sustituido por iss eventual y polvalente contratada para el proyecto. Las fi tnas, de manera crecente, no arecen componerse de ta bajadores sino solo de empresarios con los que mantcne telaciones regia por conratos privaes y no poral dere. ral. Estos mecanismos flexibilizan y alivian las estrcturas de las empresas entesingrvidos, sn stadaree espaciales, dispuestos a adaptarse a las caprichosas varia. 156 ciones de la logica inversora. Bl protagonista de los nuevos tiempos es el manager. No se trata de un jefe, sino de un tarismatico animador de grupo cuyo cometido es transmi- tir afectos y placeres, lograr que los miembros de su equipo se apasionen con el proyecto en curso. Sus virtudes son la creatividad, la capacidad de construir nuevas relaciones para el trabajo en red, el antiautoritarismo, la inspiracién, fn empatfa, Ia movilidad, Ia capacidad para romper las reglas. ‘La tesis central de Boltanski y Chiapello es que el «nue- vo espiritu» ha sabido hacerse aceptar. En este éxito no se wealte cierta ironia. El nuevo espiritu del capitalismo ha gneontrado un valioso refuerzo a sus tesis mediante la incorporacion (en ocasiones cinica, en ocasiones sincera) de planteamightos criticos e incluso lemas auspiciados por Jos movimientos sociales de los afios sesenta y setenta. No ha faltado por ello el recurso a esa amalgama de motivos y de autores que componen lo que confusamente se sucle caracterizar como posmodernidad filoséfica. Este hecho, en absoluto irrelevante, no ha sido suficientemente valora- do por Ja filosofia contempordnea, mas proclive a desdenar altaneramente estas operaciones que a enfrentarse a ellas. No son minucias empfricas, cosas de socidlogos que el ontélogo puede permitirse despreciar (gqué tendré que ver l auge de la subcontratacién con la reflexién ontol6gica?)- Son hechos que ponen a la filosofia ante el asunto de nues- tro tiempo, ante aquello que debe elevar a concepto: el des- pliegue avasallador, casi orgiéstico del capitalismo tras su {ultima y silenciosa metamorfosis, y el desarme correlative del pensamiento critico. ¢Con qué recursos cuenta la filoso- fia para hacer frente a esta situacion? Se tiene en primer lugar una variopinta amalgama de andlisis y diagnésticos, vagamente identificados bajo 15, nibrica de «filosof ano sélicas. No es facil oomir el contortion de este hada ecg abe, Sus antes mas prosion ae rman sariante warty de In erica del captalismo realizada durante las décadas dels sesentay setenta, Como es sabi do, junto a una erica social que evlaba la erie tan igendradas por la acumullacién capitalista, coe. Xistia una modalidad artista —que ya se advierte "Bau deere y se puede retrotrar hasta el Romanticismo— que a los temas de la opresion y de la pérdida de liber: tad. En este segundo caso, el orden ca ia nado por restringir las posibili la tecnificaci6n, a la est de los cue posmod su de cien pitalista era impug- jades de existenci ict : critica a andarizacién, al disci lisciplinamiento i ‘rpos y al imperio de los ideales ascéticos exigide Procesos de maximizacion de benelicios. Un estilo de pensamiento que se nutre oe del marxismo y del psicoané Usis, pero tambien de Nictache y de Heidegger eee fe pesmodlema, que implica en parte una revision de la tia desplegada en los sesenta y setenta, eneuentra su Parangén en Ia lectura de los posestructuralstas es S errida, Foucault, Deleuze, Baudrillard, Lyotard cetera) reallzads en ls teintos unveritatios nor teamericanos. Es to que alll se conoce como New Critical Tear. Cuando se able de «posmodernidad filosica», por tanto, no hay gu Pensar en las contribuciones de los autores oe al menos en las de Foucault, Derrida y Deleuze reduc. tibles a la lectura « na determing. wra sposmodernan— bles le eta sino en una determina- da recepein de las mismas, producida principalmente en ‘ados Unidos yreexpedida luego hacia Europa 0 le deci matt? ered gue el wesevoespirit del eaptalis- vo ‘orporado buena parte de los argume dela rea poststsentayocista corn sslan Bolan ¥ Chiapello— sino que algunos de sus dispositivos mas Garacteristicos, como la téenica del neomanagement a luevas propuestas de organizacion laboral son la encarnas la encarna- tcétera) 158 cién de una ontologia posmoderna como la que se encuen- tra worizada en las obras de Baudrillard, Lyotard, Deleuze 0 Vattimo, entre muchos otros. No se trata con esto de redu- tir las fuentes de la posmodernidad filoséfica al rango de ideologia puesta al servicio del vigente orden capitalista, sino de poner de relieve el modo en que el «tercer espiritu», triunfante desde la década de los ochenta, ha podido desar- mar a sus adversarios haciéndose cargo de eriticas que apuntaban al «segundo espiritu» que rigié en el desarrollis- mo de la posguerra. Planteado en estos términos, el andlisis trata de dar cuenta de la plasticidad del ethos capitalista, capaz de cam- biar de forma fagocitando aquello mismo que lo rechaza. Se pretenden evitar asi los diagnésticos excesivamente genéri- cos que se apoyan en conceptos como los de «pensamiento nico», «cultura del narcisismo» o «dominante cultural del capitalismo tardio»; estas nociones no hacen inteligible la ‘aludida maleabilidad del «espiritu capitalista», porque tien- den a disponerse en dicotomias excesivamente rigidas: nar- cisismo frente a altruismo, pensamiento tinico frente a pen- samiento critico, modernidad frente a posmodernidad. Si el ‘nuevo espiritu del capitalismo» ha sabido hacerse aceptar por tanta gente y ha llegado a paralizar la potencia de la crf- tica, es porque los propios contenidos de la critica le han servido de sustento. Forman parte de sus propios materia- les de construccién. No hay que olvidar que este «nuevo espirituy no consiste en una teoria sino en un «dispositivor en el sentido foucaultiano del término—; un conjunto de representaciones pero también y principalmente de progra- mas de accién y de tecnologias del yo que convierte en evi- dente y aceptable el orden capitalista de ultima generaci6n. ‘Ala hora de examinar las entrafias del nuevo ethos, Bol- tanski y Chiapello recurren a una curiosa literatura; pasan revista a los manuales y gufas para la formacién de mana- gers de empresa publicados en la década de los noventa. Los 159 191 -reur anb esoanafgo ap uo!aeoyrueid» el ap [ap zeny [9 ednv0 esorsaKoad 10d ofeqesn» [a ‘JS ana UO}oe[ar eETes.oNU CUT ‘uoprong ou —ufarsuodnnym ap ost zernoad un wa— pxeiosy od sopeooxs «afensua] ap soBant> sarqeinstauuosut So] ‘ouzos ‘anb saeuorstaoad sorsasoad ap ajqistaaidusr worsoons foun us squouresoxBijad JIAIA wISar OF9g "wIUASES SOUT 50] ap seonyrooung Sopepnius se] uo & sepeaud seuiy sapursd Se] U9 [WOge| EIOURISIN ¥] 9p «so[ar» ‘epLasap ewowa|qeu sozes K epi20uod «erated» Bf a3S1x9 OU “uoIDeZ}TBIOI v| EAE re8n] Aey ou eX “epensny soarede ugtqurey —ouresayUeIO Jp uo ons asresey ‘uoye[easo ap stqns— vanveioodxo vj osad isopninde & sojuatursou0s ap ug}erouas eniadiad wun ap pepisooout vy 10d vios prsa wiouatiadxe P| ‘Saul ap 21U2H89 pepifeiodura ean ap aruied © vjapou 9s JafoaDut a pepmriqi -odsip pepiiqnay ap wnuaido un v asrewipxorde we a1sts Cuca ‘epsmnsuco © weyunde anb sejojousay Sey Uo ‘OHS Ta ‘o1eKoad Ja 10d seprByxo svar serunisip sel e ojquidepe aiusureprurjaput 9 ajdnyqur ‘sand ‘so «odinba 2p rope! Tue» [op puplarialqns eaanu ey “opeypoyseny. «ousso}se» un woo eimidna ua ‘ezopasonbuue & eueuny spur ulcer “idse owls woye epeiussard ‘vpouareatfod Pl ue sIsejUP tun sod epezejdurzas sa “eiuayas & euasos Soy 9p [eHesardts eyoSepad ej ap vansparereo ‘opezyqeroadsa ofequn [9 sed tugisasqo | ‘opou ourstu: [aq “21quINps=oUE ¥| BP o1patH uo ‘opefyaid oquins unduru uls ‘ono © yetressudure od crud tin ap ‘ou10 & 0192K0ud Un ap 4eBaneu U9 UarstsuoD wsAU cord ef £ vanguane eT “«{e101 ofnyg> [2 OuFO> eUBISAP OFLA anb of ‘pepreuy wis < ourws9) UIs oraKoxdatuaaap uN 2P oousyuoyaur oBanf [a Zod seprmisysns uos wt2s9s SO] 2p «On -ynoofa» Jap seIDifep Se] ODay URIqeY anb ‘uOJe[eDs9 Op Os cuaase fap f off oisand fap sexoyyisw Se] “eHeND-27n9I90 dp koxnbso» |p ua owOD «epeZttel soroedso 2 Up afefoue ap aiuauns £ jruoPr|ns 99 ny #9 pat-opunw UN fap sepualixe sv] v epeidepe “ofinunu jap pepnisp! PT 091 ssopeutteasap soanisautp exed seyn8 sviso ap seu -nSje ua weuvrznajap» £ jesay| exoUteUI Bp 90Ip aS ‘«epeUIoU> foumnien ap soulutigt U9 & SoanSauIp ap UOIacULIOY P| ap JO— Sodus soquie anua anb rod o2yosojy Oulsturapowsod jap seus) ordosd oryauaq uo seidope opipod vy eBojouda eaanu eIs9 anb san 49984 ap ous ‘Tuswedouvwoay jap vsBoJoapt ap oBues |e Sous -owisod sa1opesuiad So] ap seiSiaxo.iuos sv] Afonpar ap erent 9s ou ISU Z9A EIA et ou? *esarduia ap sau9p) -psui8 v| {gpupyonxas v] ap DUOISIFA NS AeIoepar UwLONTULIEd a] anb uorsajuoo ap sajenueut so ejey vied sopreurtias ap seomorgig ua yneAnog OULIpNIse ou? :zowlapour oF -afns [op eHO}SIY ey sezZnA eaed eULsOLIOD BaAbNA ap Pep “Ini ap 01q}{ SO] SeIg Gaxnses OU? ‘euIpyUELy UrUTefuEg 2p seprourate saaqnpy Sel ud misipendes pepyeuoyoer ey 12q2N ‘gosnq ON? “soupoussod sojosojyy SO 40d epez}i0) peplAn -afqns vy op epeariatid ug|>euseaue eun ouloD asien apond afeuosiad aysa ‘spt osed un sep ajqisod se ord “euDI9s Kequasas soue soy ua sopeoygnd wut) ap sa10ysa8 ap oI seunso} e] eaed sorxay So] U9 opeurejse eoAnnoele» Je sea! sue K sr ; 98 10199 “afi saioyea op six —LAI|OSO]L) Ui secuay & 1s soMO|pDOS caba el riimo de las tareas en la empresa de | «proyecto no es une Renvenapeenaas “om totaal centtaa sina ume eatagn He HEL Coujuncion de- singularidades pendiemes que no posee un director sino un ae animador. Se trata de or agentes, saberes y légica se corresponde a la de los eee bev Deleuze yGuatarten Mile Plateaus deo ee ‘a imposibilidad de integracion, i también emparentada con el sentimies losado por los Posmodernos —com ensumblajes méviles compuestos Tecusos materiales feed heterogéneos y , de totalizacién esta nto de lo sublime, tan 10 el propio Lyotard— raz6n. La inseguridad, encarnacion d capitalista de los sesent: See oe ca : era conjurada al disolverse e: i a dada (planificacion por objetiv fe jaca ma dada (Pan 0s, areas espe a yee Hea Ss, carrera laboral previsible, orgenig mas predet dos replamentaciones laborales). Enel nuevo u, la incertidumbre, la inconmens vi Gaes nmensurabilidad entre ae form imaginada y el desempeno efective del tre, coor, provectos, Se presenta como una fuente de cat precstablech det gbier, el riesgo, la carencia de limites Pr en el cometido por proyectos se tra erie ara la existencia del manager. Orme sta nueva incertidumbi 5 Pe re NO Se presenta en los ae i como precariedad sino como invitacion ala ance ra, como signo de un estilo de vi nas segurh {ura, como snc ilo de vida opuesto a las se; ides burguesas anheladas por los antiguos acai El trabajo por proyectos, opuesto en todo a la programacion royectos, opue: , de tareas segiin objetivos de largo alcance mache ran. —modus oper 162 di alentado en la pedagogia empresarial de los sesenta— es una promesa de liberacién, Supone el fin de los vigios y autoritarios mitos de emancipacién («hacerse una carrera», eacceder a un puesto fijo», «ser fiel permaneciendo en la misma empresa», «suceder al progenitor en el mismo pues- to laboral»). El fin de los metarrelatos comentado por Lyo- tard tiene su homélogo, a escala individual, en el fin de la propuesta alentada por el neocapitalismo de la guerra fria, donde se anunciaban puestos estables y ascensos previsi- bles y escalonados segiin los méritos y la antigiiedad. Los jovenes managers han de contemplar ese arcaico ensuefio ‘como el signo de una tiranfa que ahoga a la vez la posibi dad de realizacién personal —obligada a subordinarse al orden de sucesiones y de generaciones previsto en el orga- nigrama— y la valiosa irrupcién de lo imprevisto, la ruptu- ra de las rutinas y de las normas fijadas en una esfera labo- ral rfgidamente reglamentada. ¢Cémo no reconocer en esta apertura al azar y a Ja transgresién, en este intento de for- zar la experiericia~de un mundo reencantado evidentes parecidos de familia con nociones nietzscheanas y heideg- gerianas interpretadas («juego», «acontecimiento», Ereig- nis, Zufall, etcétera) por los fildsofos posmodernos? El pathos que se ha podido asociar al némada de las grandes planicies, a la bestia rubia, al campesino de la Selva Negra, al piel roja, a los pueblos y a los paisajes asolados por el furor de la acumulacién capitalista pertenece también, en el Bildungsroman de los nuevos directivos, a la estirpe del manager. '¥ es que en este sujeto las disposiciones racionales, de célculo, de previsién, que fueron la aurora del capitalismo ¥y que continuaron requeridas por el gigantismo organizati- vo del neocapitalismo, ceden su sitio a la fuerza de los afec- tos y de las pasiones. Se trata de un «animador» que antes que disenar planes tiene que transmitir intensidades afecti- vvas, contagiat su pasién a sus colaboradores; transformar 163 un simple grupo de trabajo en un equipo completamente seducido por el proyecto, Elcoue, el eutvenator que fidera el work-team, tiene que conseguir que los implicados vier tan en la tarea no s6lo sus capacidades racionales, sino toda su interioridad. Se rompe asf la rigida separacién entre Jo privado y lo puiblico, reafirmada por el imperativo, en las grandes organizaciones empresariales de la guerra fria, de establecer un trato formal y despersonalizado entre él direc tivo y los subordinados. En los afios sesenta esta recomen- dacién venia a desmantelar el viejo estilo paternalista del empresario-propietario que contemplaba el gobierno de su firma como una prolongacién de la disciplina doméstica. El manager sin embargo inaugura una combinacién inédita. Estimula la proximidad y el trato personal en el interior del equipo que anima; los compaiieros deben ser canalizados como una cuadrilla de amigos —el regreso de la amistad», ponderado por algunos filésofos posmoder- nos—en un medio dominado por el calor humano y la sana emulacién mutua, No cabe separacidn entre los encuentros personales y las relaciones entabladas en el lugar de traba- Jo. Todos los afectos deben poder canalizarse ad maiorem agendae gloriam. Se recupera asi el espacio privado como paradigma de relaciones humanas; sin embargo se destierra definitivamente todo lo que evoque jerarqufa y autoritaris- mo. El nuevo coach pertenece a una era posdisciplinaria; el carisma y la seduccién —cuyo auge ya habia sido descrito y en cierto modo prescrito por Baudrillard— sustituyen a la jefatura y al mando, La induccién de placer, de entusiasmo reemplaza a la obediencia disciplinaria; los ideales ascéti- cos, tradicional acompafamiento del orden laboral en la empresa capitalista, son reemplazados por una especie de hedonismo imperativo que anuncia y promete los mayores goces en el trabajo por proyectos. El neomanagement, al mismo tiempo que la posmodernidad filoséfica, profetiza el triunfo de un cuerpo al fin recobrado, emancipado a la vez 164 de las cadenas impuestas por el antiguo taylorismo y de los rigores estipulados por las grandes burocracias politicas y sindicales, encarnacin de opresivos metarrelatos. Los ges- {os célidos, las maneras informales, el verbo directo, el pro- pio aspecto fisico del animador se fabrica con un nuevo molde; ni la frangueza brutal del patron decimonénico ni la impersonalidad glacial e impecable del ejecutivo de la guerra fria Los escalafones que otrora colmaban los organigramas se reducen sin remisi6n; el nuevo directivo ejerce un lide- razgo democratico. La mirada sancionadora y jerarquica se sustituye por la sensibilidad ante la diferencia y la alteridad; esa misma que filésofos como Lyotard 0 Vattimo —o la recepcién de la tematica de la différance en los Cultural Stu- dies— ponen en primer plano. El buen coach es el que sabe captar y aprovechar para el proyecto la idiosincrasia de sus colaboradores, fomentando la autonomfa en la realizacién de las tareas y reemplazando la supervisi6n por el autocon- trol. Este se ejerce a sravés de una redoblada voluntad de servicio al cliente, cuyos gustos, cuyas peculiaridades no pueden ser olvidadas como sucedia en la era de la produc- cién masiva en grandes series; se impone la atencién perso- nalizada, atenta a la riqueza y exotismo de las diferencias individuales. Las polaridades que definen el perfil del manager (fije- zalmovilidad, rigidez/flexibilidad, sustancia/relacién, uni- dad/diseminacién, informalidad/tormalismo, pasion/razon, etcétera), comparables a las exploradas por Mauss y Lévi- Strauss en el pensamiento salvaje (crudo/cocido, seco/hti- medo, arriba/abajo, etcétera), remiten a un estilo de vida préximo al del artista. Las gufas de directivos ponderan la creatividad por encima de cualquier otro valor. El manager opera por inspiracién antes que por conocimiento; sorpren- de por su potencia para romper las viejas reglas e inventar ‘un nuevo juego; como el bailarin, carece de pesantez y de 165 lastre; es capaz de pasar de un proyecto a otro con facilidad sin que ninguna atadira Cervus, casa, familia, patria, fe) fo detenga. EI énfasiy que el pensamiento posmoderno ha puesto en la estetizacién de la vida cotidiana —desde el filé- sofo-artista de cierto Deleuze hasta la recepcién del fou- caultiano «cuidado de sf» en los campus universitarios de California— tiene su homologfa en el campo del neomana- gement. Pero las afinidades senaladas entre el nuevo espiritu del capitalismo y la posmodernidad filoséfica no se concentran exclusivamente en el régimen de subjetividad representado por la figura del manager. La propia programacién de las condiciones de trabajo en las empresas se amolda a las exi- gencias de una ontologia posmoderna. Estas nuevas condiciones laborales, como se cuidan de recordarnos Boltanski y Chiapello, se empezaron a poner en liza hace mas de veinte afios, pero no han sido el resul- tado de ninguna voluntad perversa. En los afios sesenta y setenta, en respuesta a la critica social del capitalismo, bue- na parte de los paises occidentales vieron reforzados los dis- Positivos de seguridad en el empleo (garantias juridicas, Protecciones sociales, derechos sindicales, reglamentacio- nes). A partir de los aos ochenta, tal vez un poco antes, se pusieron en marcha, gradualmente, toda una serie de microdesplazamientos que han alterado por completo’ las formas de organizacién del trabajo en las empresas. Estas han permitido duc una respuesta adecuada a la critica artista» del capitalismo; se ha ofrecido més autonomia y creatividad a cambio de una creciente inseguridad. Pero él Conjunto no obedece a un «complot» orquestado por las firmas mas poderosas o por las organizaciones internacio- nales del comercio y de las finanzas, Se trata de un proceso no deliberado, consecuencia de una acumulacién de peque- as transformaciones, finamente analizadas por los menta- dos sociélogos franceses. 166 Lo que de modo suscinto se quiere resaltar ahora son las homologfas entre la programacién del trabajo en la nuevas empresas y las digresiones ontoldgicas de la filosoffa pos- moderna. No por casualidad Chiapello y Boltanski designan Ja transformacién acontecida como una «desconstruccién del mundo del trabajo», aunque su asunto no es la descrip- cin de estas afinidades. Lo primero que salta a la vista en la nueva estructura de las empresas es su fragmentacién. Las macroorganizacio- nes centralizadas que dieron el tono a las firmas durante la guerra fria han sido desmembradas y dispersadas en una multiplicidad de niicleos productivos repartidos por toda la superficie del globo e interconectados entre si. Lejos de dis- ‘minuir, la talla de las empresas y la tendencia a la concen- tracién del capital se han agrandado; lo que ha cambiado es la estructura, la anatomfa de estos monstruos frios. Esta ya no se vertebra a partir de una gran matriz que supervisa y dirige el trabajo de sucursales periféricas. Se trata de una multiplicidad de singularidades que operan en red, a partir de relaciones reversibles, transformables y desjerarquiza- das; su configuracién es deleuziana, estrictamente rizomé tica, Las metéforas que los fil6sofos posmodernos utilizan para dar cuenta de la diseminacién de la razén o del sujeto —el «archipiélago» invocado por Lyotard, conjunto de islas entre las que se «navega», es un buen ejemplo— sirven tam- bién para describir la factura ontolégica del nuevo mundo empresarial. Esta fragmentacién afecta también al interior mismo de cada niicleo. El trabajo de las compafifas se divide en pequefos equipos que compiten entre si y gozan de vasta autonomia, En ellos debe reinar una rivalidad deportiva que hace primar las relaciones personales y no autoritarias entre sus miembros como garantia y refuerzo de su maxima productividad, La fragmentaci6n va de la mano con el aligeramiento. 167 La insoportable levedad de las nuevas sociedades se obtiene @ través de una variada combinacién de estrategias. La ingravidez viene exigida por la necesidlad de reducir los vos. tes de produccién y de adaptarse a los caprichosos vaivenes de un mercado financiero mundial. Las estructuras tienen Que estar dispuestas a verse desmanteladas, adelgazadas y reubicadas en cualquier parte de la geografia planetaria, dependiendo de la dinémica inversora Una dieta que facilita esta anorexia empresarial consis- te en el recurso a la subcontratacién. El ideal consiste en combinar una serie de contratos laborales fijos reducida al minimo con un panel de contratos comerciales numerosos Para realizar el mayor numero de tareas posibles, Buena Parte de las funciones que antes realizaban trabajadores de la propia firma (limpieza, comedor, vigilancia, etcétera) se encuentran ahora transferidas al exterior de la empresa, La sustitucién creciente del contrato laboral Guridicamente fljado) por el contrato comercial (negociado) permite ade. més sortear las reglamentaciones y garantias establecidas Por el derecho laboral. Una variante de esta estrategia es el recurso a la franquicia; el antiguo empleado se convierte en microempresario y la relacién duradera con la compaiia se Convierte en vinculo eventual. La multiplicacién de férmu- las de contratacién dentfo de la misma empresa va en la misma direccién: contratos a tiempo parcial, contratos de Practicas 0 en formacién, contratos para mayores de cua- Fenta afios, para madres solteras, etcétera. Fsta fragmenta cin hace posible que las empresas se beneficien de ayudas y exenciones fiscales y al mismo tiempo favorece la reduc. clon de los trabajadores de plantilla. Last bur not least, esta estrategia, al diversificar los intereses laborales, alienta la rivalidad entre los mismos asalariados —en particular entre los veteranos y los jévenes— y resquebraja sus vinculos de solidaridad en caso de conflicto. Las reducciones y regula- ciones masivas que salpican periédicamente la cadencia 168 nnn renee. -mamemaneeensemtaS cotidiana de las grandes compaiias constituyen sélo un recurso mas dentro de esta vasta constelacién estratégica, ‘Aguf habria que afadir nuevas modalidades de organiza- cién, como la f6rmula, desarrollada por Toyota y amplia- mente difundida, consistente en pagar sélo el tiempo traba- jado, suprimiendo los tiempos muertos (pausas, descansos, intervalos) y maximizando el ritmo de actividad a cam- bio de incentivos salariales; este sistema que optimiza el rendimiento individual también auspicia los recortes de lantilla ar implantacién de las nuevas tecnologias de la infor- macién y el cambio en las relaciones de fuerza dentro de las empresas actiian también a favor del aligeramiento y de la deslocalizacién. Lo primero no s6lo ha aminorado la nece- sidad de personal, sino que ha permitido rebajar el tamafio fisico y por tanto el coste de las empresas. El gigantismo arquitecténico, emblema de poderio en las multinaciona- les de la guerra frfa, ha sido reemplazado por la prolifera- ci6n de pequeios establecimientos conectados en red; en el limite, gracias a la expansién de los microprocesadores, algunas ocupaciones pueden ser desempefiadas en el propio domicilio del empleado, amortizando asi el capital inver- tido en oficinas y dependencias : Finalmente-s6 ha producido un cambio en las relaciones de poder dentro de las sociedades. El capital cultural de orden técnico, unido a la preeminencia del ingeniero, figura domninante en la compaita de lus afios sesenta, cede su importancia a los conocimientos en la esfera de las finanzas yen el Ambito de la publicidad. El asesor financiero y el es- pecialista en marketing se convierten en las estrellas del nue- Yo orden empresarial. Las fuerzas productivas no se identi- fican ya con la representacién de la maquinaria pesada, con las grandes naves industriales sino con el manejo de los sig- ‘nos, las informaciones, las capacidades comunicativas. Toda una sucesién de motivos ontol6gicos de la filosofia 169 posmoderna (debilitamiento de las identiclades, pérdida del fundamento, recuuplvzy de tv lickid por kr sucesivn i ‘respon dencia en esa exaltaci6n de lo liviano que parece perfilar al nuevo espfritu del capitalismo. El optimismo de Vattimo vinculando el desarrollo de las nuevas tecnologias de la informacién con el debilitamiento de las identidades; la con- traontologia neopragmatica de Rorty y su ironismo anti- esencialista, los diagnésticos de Baudrillard sobre el «asesi- nato de la realidad» y el «fin de lo social» representan, en el campo filoséfico, lo mismo que la flexibilizacién y la deslo- calizacién en los nuevos dispositivos de organizacién em- Presarial. Teniendo en cuenta estas homologias, ghay que Sorprenderse de que el «nuevo espiritu» haya encontrado un aliado natural en la posmodernidad filoséfica?; esta circuns- tancia, édeja intactas las posibilidades de semejante discurso filos6fico a la hora de rearmar al pensamiento critico? EI imperativo de flexibilizacién tiene que ver, como se hha visto, con estrategias de aligeramiento, pero se relaciona también, de otra manera, con medidas encaminadas a la individualizaci6n, a la personalizacién de los procesos pro- ductivos y de las condiciones de trabajo. En efecto, la diversificacién de modalidades contractua- les, la flexibilizacion de los horarios, el énfasis en la poli- valencia de los empleados se presentan como una ganancia de autonomia y de responsabilidad individual, antitesis del viejo orden taylorista, con ritmos rigidos, segmentacién y especializacién de tareas, normalizacién disciplinaria, El nuevo régimen laboral se legitima haciendo valer la ganan- cia en creatividad y posibilidades de autorrealizacién y autoestima derivadas de las estrategias de flexibilizacién e individualizacién. Los nuevos métodos de scleccién, como el test y la entrevista personalizados y realizados por psicé- logos profesionales evalian principalmente el sentido de responsabilidad, la aptitud para la polivalencia, la resisten- ita de signilicantes o simulacros) encuentra su c 170 las capacidades de autonomia y apertura al | efectuado en parte con la mullipliacién de franquicias y subcontratas— es la transformacién de los asalariados en empresarios. En estas circunstancias, la autonomfa y asignacién de responsabilidad, como sefialan Boltanski y Chiapello, se convierten en técnicas para conducir las conductas. Se tra- ta asi de sustituir la «mirada normalizadora» del vigilante —tematizada por Foucault en su anélisis del panoptismo— por el autocontrol. Esto se ve facilitado con el uso de inno- vaciones tecnolégicas, como esos programas informaticos, de vasta difusién, que permiten al empleado —y eventual- mente a la empresa— seguir dia a dia y en tiempo real su nivel de rendimiento —verbi gratia, de ventas o de clientes conseguidos— permitiendo modular las condiciones del contrato en funcién de la tasa de productividad individual. Otro modo de sortear el régimen disciplinario consiste en derivar el control hacia el mercado, hacia la clientela. Esto puede lograrse, como ilustra el ejemplo de Toyota, redu- ciendo los stocks de mercancias y produciéndolas a partir de un cefiido ajuste a las variaciones de la demanda. Seme- Jante situacién obliga a trabajar con una concentracién extrema para evitar posibles errores de facturacién. La su- presion de pausas y tiempos muertos, la exigencia de actuar con una cadencia més rapida también conducen a intensi- ficar el autocontrol. Esta exigencia de personalizacién no se limita a la manera de organizar el trabajo; afecta a los mismos bienes producidos™Aquf y alld la nueva empresa se hace eco del ema filosofico posmoderno: «Vive la différence!», Entre los ahos veinte y los setenta —son validos los ejemplos de El proceso, de Kafka; de Metropolis, de Fritz Lang; de El hom- bre unidimensional— la critica, en su variante «artista», achacaba a las macroorganizaciones —el Estado, la gran industria— su tendencia a ahogar la irreductible singulari- 171 dad y libertad individuales. En relacién con el capitalismo, esta critica adoptaba la forma de a autenticidads Irente a kt estand wt evivindicavion de la izacion promovida por la produccién en serie, un impulso que acababa masifican- do y uniformando a los propios seres humanos a través del consumo y de la generacién de necesidades espuireas. Desde la década de los ochenta, el régimen de produc- cién se ha hecho cargo de la mercantilizacién de la diferen- cia. La codificacién, opuesta a la «estandarizacion» y auxi- liada por las técnicas de formalizacién digital, permite combinar constancias y pequefas variaciones en los bienes fabricados, generando asi la posibilidad de un consumo personalizado y «a la carta». La «autenticidad» puede ser artificialmente producida, como ilustra la expansién de un mercado de productos ecolégicos y artesanales, de servicios altamente individualizados: «aceite virgen elaborado en los viejos molinos segtin las técnicas tradicionales», emansio- nes riisticas hechas a mano», «turismo de aventuras», «ca- nales privados interactivos y selectosy, etcétera. Esta capacidad del capitalismo para hacerse cargo de las singularidades resuena en la actitud ambivalente de los filé- sofos posmodernos. Por una parte, en continuidad con la critica sesentayochista, apelan a una ética atenta a la «dife- rencia» y al «acontecimiento» apoydndose en una descons- truccién de las identidades preestablecidas. Pero, al mismo tiempo, se distancian de la temativa de la eautenticidads; la «diferencia» no es una instancia originaria emplazada mas alla del fetiche de las identidades homogeneizadoras; se tra. ta de una ficcién construida, un «simulacro» (Baudrillard) cuyo «esse est percipi aut perciperen, puro «espectéculo» (Debord) sin fondo. ” El «nuevo espiritu del capitalismo», con su repertorio de practicas y de representaciones, funciona como un modo 172 de conducir los comportamientos, una manera de incorpo- rar y hacer aceptable el orden neoliberal, presentado como ineluctable destino. No es una «ideologiay ni un «pensa- miento tinico». No existe un tinico neoliberalismo; entre las propuestas de los economistas Ordoliberalen de la época de Adenauer —establecer un régimen de mercado capitalista a través de intervenciones sociales que palien sus debilida- des— y las de los representantes de la Escuela de Chicago en los afios setenta —generalizar la racionalidad del merca- do confiando en su fortaleza— media un abismo, aunque en ambos casos se trate de implantar a gran escala el mismo sistema, Esta condicién plural y extraordinariamente ma- leable, adaptable a las contingencias, es lo que da tanto vigor € invulnerabilidad al «nuevo espfritu». No se esta, tampoco, ante una «ideologfa», un sistema de representaciones que enmascara y legitima Jos intere- ses de los dominantes. Se trataria mas bien de un «arte de gobierno», cuyo andlisis, iniciado por Foucault y prosegui do desde la década de los ochenta por una prolongada serie de investigaciones, ha sido reciente y certeramente sistema- tizada por Mitchel Dean (1999). Esta nueva «racionalidad gubernamental», no descansa en el disciplinamiento de las conductas sino que resuelve una vieja incdgnita: ¢c6mo gobernar a los individuos apoyndose en su libertad? Im- plantada gradualmente en el mundo empresarial, esta ra- cionalidad gubernamental se extiende también, como han demostrado D. Osborne y T. Gaebler (1993) en un libro de sonoro titulo, al campo de la administracién publica; la ges- tién de la salud, la asistencia social, la politica de vivienda, Ja educacién —piénsese sin ir mas lejos en la diversificacin de modalidades contractuales y en la creciente precariedad del empleo'que €onocen nuestras universidades puiblicas— se rigen progresivamente por un modo «posdisciplinarioy de disponer las cosas y los seres humanos. Esto no signifi- ca que los mecanismos de disciplina y normalizacién hayan 173 sido desterrados; han sido re. sido esters vestructuriidos en ef interior de lad gubernamental y se di ue racine al y se dirigen preferen. cs lente a los sectores de poblacién emplazados en los mar. fenes o excuidos del mundo-red: los mis desprovstos ea ural y econémicamente, los meno os los menos polivalentes, los ere a la dinamica del trabajo por pr oyect borate ejrcito de precarios; esa «clase la que se ae esa «clase marginada» a la que se cs © Zygmunt Bauman (2000) y a la que carreseade la icidn otrora asumida por la clase ob Posicon otra asumi se obrera: madres solte as pobres,venes «sin techo», inmigrantes ilegales, por. Hesgres, habitantes de chabolas y complejos habitaciona: dogadictos indigentes, delineuentes callejeros con 7" Posmodernidad filosética, entroncada originalmente = critica sesentayochista en su Variante «artistica», de saiteta relevancia ala hora de renovar movimientos secta como el feminista o el S sbado conn FI 7 ista o el de gays y lesbianas, ha acabado ndose en nutrimento teérico del «nuevo. if lel capitalismon. s( eats eel canals : or Este escenario implica el nese erie rriente intelectual como instrument ve de rearmar al Pensamiento critico, cones Se han explorado en pocos trazos las afini existen entre los temas del régimen del neomanagement trabajo. Ahora es el momen consecuencias derivadas del cias sociales. cetual idades que Posmodernismo filoséfico y el y de las nuevas condiciones de to de dilucidar las indeseables ataque posmoderno a las cien- Miseria del posmodernismo La descalificacién posmoderna d L le las ciencias hu: RO consiste simplemente en ‘a ee Desde su gestacion, ef programa de Teorta Critica encarna do por las investigaciones de la Escuela de Francfort se habia hecho cargo de esta implicacién entre ciencia y vio- lencia, entre poder y saber social. La distincién de Hork- heimer entre teoria critica y teorfa tradicional, la disputa del positivismo en la sociologia alemana eran los primeros yrudimentarios pasos dados para constituir una epistemo- logfa politica de las ciencias humanas que habria de alcan- zar —con las exploraciones genealégicas de Foucault y de sus discfpulos— elevadas cotas de eficacia y rigor empfrico. La actitud filoséfica posmoderna no se limita a recoger este proyecto, a todas luces indispensable, de explorar los limites histérico-politicos de las propias ciencias sociales; consiste en sefialar, a partir de esos estudios, la impotencia de tales disciplinas para asumir reflexivamente la critica de sus propios supuestes y condiciones de posibilidad. El fil6- sofo posmoderno se convierte no ya en un juez kantiano, sino en un forense facultado para firmar declaraciones de ineapacidad. No torresponderia a las ciencias humanas —asiduamente menospreciadas por el filésofo— sino al discurso filoséfico hacerse cargo en exclusiva de las deter- minaciones sociales que convierten a esos saberes en in- corregibles cémplices de la dominacién. El elitismo, el aris- tocratismo intelectualista del filésofo reciben de este modo un espaldarazo inesperado. ‘Aunque los atisbos de esta disposicién posmoderna pue- den apreciarse en el anticientifismo francfortiano de los aiios sesenta (Marcuse, Adorno), su rafz est4 sin duda en la relacién de Heidegger con las ciencias sociales. Este autor no sitda los limites politicos y ontolégicos de estas discipl nas en el fango de la historia empirica sino en el escenario de una.meditacién sobre el Ser. Las escisiones conceptua- les de Se?7Tmpo anuncian ya el destino secundario y rele- gado de las ciencias sociales en relacién con la filosofia (Ontico y ontoldgico, ente y Ser, autenticidad e inautentici- 175 dad). Técnicas como el analisis estadistico aparecen aso- ciadas a la primacia del «uno cualquiera», del «Se», deno- tando la afinidad de estos saberes con la reduccién al ano- nimato y la homogeneizacién. Después de la Kehre, estos impulsos seran conectados a la negacién del evento y de la historicidad, a la vinculacién de estos saberes con el ideal metafisico de fundamentacién. Las ciencias humanas y su pretensién de conocimiento objetivo afrontan el Ser como estructura, como sincronfa, no como acontecimiento; con- ducen el andlisis al plano del Grund y apuntan a un pensa- miento clausurado, Esto las emplaza en el universo de la Ge-Stell, el mundo de la tecnologia planetaria, de la realidad totalmente planificada y sometida a manipulacién. Esta herencia heideggeriana resuena en todas las sofla- mas posmodernas dirigidas contra la objetividad de las ciencias sociales. En la era posmetafisica, el filésofo no tra- ta de «fundar» (desde abajo) a estas disciplinas sino de aco- meter (transversalmente) una empresa de «desfundamenta- cién» (como en ciertas versiones de la «desconstruccién» y del «andlisis geneal6gico») 0 de sintesis (desde arriba), reconstruyendo una «imagen del mundo» mas alld de la dis- persién inducida por estos saberes, como sucede en la variante hermenéutica defendida por Vattimo. En todos los casos, la filosofia reemplazaria a unas ciencias humanas invalidas, ciegas y por tanto desorientadas, abocadas a con- vertirse en pura ingenieria social, en técnicas que permiti- rian la gestién de la existencia y la normalizacién de las for- mas de vida en las sociedades modernas. Este peculiar «retorno de la filosofia» tiene consecuen- cias indeseables. Incapacitadas para cualquier gjercicio de reflexién, las ciencias sociales se agotan como fuentes de pensamiento critico. El proyecto de una ciencia social critica, entroncado tradicionalmente con el marxismo se ve afectado por el diagnéstico posmoderno en torno al «agota- miento de los metarrelatos» (Lyotard) y al «fin de lo social» 176 (Baudrillard), La pretensién de un conocimiento objetivo y emancipatorio del mundo social estarfa asociada al mito de tuna historia de sentido Unico, al control normalizador 0 a a aniquilaci6n de toda diferencia. La referencia a una reali- dad social objetiva mas alla de la red medidtica de «simula- cros» seria rechazada como «ilusién fundamentalista». Mas alla de sus ropajes insdlitos, esta descalificacién posmoderna de las ciencias sociales muestra lo afiejo de sus encarnaduras. Se trata de una versién renovada de la vieja disputa entre el «espiritu (los filésofos) y la «materia» (los cientificos sociales). Piénsese por ejemplo en la controver- sia que, a principios de siglo, enfrent6 a los filésofos espiri- tualistas y vitalistas franceses con Jos representantes de la sociologia durkheimiana, o a la disputa, hace cuarenta afios, entre existencialismo y estructuralismo. En estas polémicas se hacfan valer los derechos de la subjetividad libre, el fluir de la temporalidad, la singularidad del indivi- duo frente al objetivismo determinista de las ciencias socia- Jes, la tendencia espacializante, la uniformidad anénima de las estructuras. Hoy se proclama la inconmensurabilidad epistemoldgica de las diferencias (de género, de etnia, de orientacién sexual, etcétera) frente al universalismo neutro de la ciencia, la contingencia del acontecimiento frente a las exigencias de prediccién y planificacién, los derechos del cuerpo y de los deseos frente al logocentrismo de la razén, la mistica del afecto (alteridad, empatia) frente a la ascética del concepto. El parangon —en el estilo y en el contenido de la critica filos6fica no lo proporciona ya el conocimien- to cientffico (ensayo histérico, sociolégico, etnolégico, etcé- tera) sino el arte y la literatura. El filésofo posmoderno es un fildsofo-artista, es un fabulador antes que un investiga- dor; son asf socavadas las bases en las que se asienta la filo- sofia como ciencia social critica (Marx, Nietzsche, Freud, Weber, Durkheim) y el pensamiento queda inane ante las fuerzas del mercado. 177 Este aniquilamiento irracionalista de las ciencias socia- les perpetrado por la critica posmoderna ha fomentado, sin quererlo, un movimiento «a, esive que le daa nuestra épo- al menos en lo que concierne al pensamiento, ese color termidoriano, como de era de Restauracién. Este repliegue se ha bautizado de muchas maneras: «regreso del humanis- mo», «retorno del sujeto». Estos lemas, a modo de filacte- rias, sirven para consagrar dos impulsos caracteristicos de nuestro tiempo {iloséfico. El primero, de implantacién mas académica, toma la forma de una rehumanizacién, esteti- zaci6n y conversién narrativa de las ciencias sociales y de la filosofia.

También podría gustarte