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HipótesisLeyTeoríaParadigma
4. Comprender frente a explicar: la hermenéutica.
Las ciencias sociales o humanas pretenden adoptar el modelo de las ciencias empíricas de la
naturaleza, tanto en lo que se refiere a la utilización del método hipotético-deductivo como en la
adopción de la explicación. El modo de explicación establece relaciones constantes entre fenómenos
observables: el fenómeno A causa o produce el fenómeno B. Estas relaciones se expresan por medio de
leyes y éstas explican los fenómenos particulares que caen bajo ellas.
Ahora bien, ocurre que en el campo de las ciencias sociales la explicación de los fenómenos no
parece suficiente. La distinción entre explicación y comprensión se debe a W. Dilthey (s. XIX-XX).
Para comprender el comportamiento humano es necesario tener en cuenta las intenciones y creencias en
que se basa. “Explicamos la naturaleza, comprendemos el espíritu” (Dilthey denominaba a las ciencias
sociales o humanas como ciencias del espíritu).
Dilthey decía que las ciencias sociales o humanas no pueden basarse en la explicación científica, ya
que ésta implica un distanciamiento entre sujeto y objeto que sólo se puede dar en las ciencias
naturales. En las primeras sólo sería posible la comprensión. Comprender un hecho humano sería
captar su singularidad y su sentido, cosa que sólo sería posible desde la propia experiencia de quien
intenta comprender. Por tanto, se necesitaría una cierta “empatía” para poder comprender.
Los partidarios de la comprensión en las ciencias humanas proponen un método propio: la
hermenéutica. Tal método nació como una interpretación de los textos bíblicos y clásico. El método
hermenéutico pone de manifiesto que la comprensión de los fenómenos se lleva a cabo desde una pre-
comprensión previa, desde unos “pre-juicios” pertenecientes a una tradición. El conocimiento humano
no es “puro” ni objetivo, sino que descansa siempre en unos conocimientos, actitudes, etc. que forman
parte de nuestra intrahistoria personal y de la tradición en la cual estamos inmersos, de nuestro
horizonte cultural; por ello la comprensión se basa siempre en la interpretación.
5. Progreso y límites de la ciencia.
Sobre la cuestión del progreso de la ciencia, del aumento del conocimiento científico, podemos
señalar las siguientes explicaciones:
a. Progreso lineal y acumulativo.
Se trata de la posición más clásica, procedente del positivismo y defendida, entre otros, por los
neopositivistas del Círculo de Viena. Sostiene que el progreso científico se realiza por ampliación y
acumulación de teorías. Es decir, cada vez sabemos más y mejor. Esta visión descansa en el
cientificismo, es decir, en aquella concepción que considera el pensamiento científico como el único
válido, seguro y racional, e intenta extender esta concepción a todos los ámbitos. Toda teoría que es
verificada pasa a ser verdadera e incuestionable. Esta concepción de progreso es muy cuestionada.
b. Progreso por falsación.
K. Popper (s. XX) propuso la falsación como criterio de contrastación de las hipótesis y teorías
frente a la verificación.
Verificación. Falsación.
Consiste en la comprobación de la verdad de una Fue propuesta por Popper como alternativa a la
hipótesis. Para ello, se observa si lo que afirma la problemática verificación. Consiste en poner a
hipótesis ocurre en la realidad; de ser así, quedará prueba la hipótesis buscando hechos que
confirmada por concordancia con los hechos. Sin demuestren que es falsa. Mientras no se
embargo, el único modo de hacerlo es por encuentran, la hipótesis se considera,
inducción, y ésta sólo denota probabilidad, pues provisionalmente, verdadera. En el momento en
no puede descartarse que, en un futuro, aparezcan que se descubre un solo caso que se opone a la
contraejemplos. hipótesis, ésta queda falsada y, por tanto, es
rechazada.
Cuando una hipótesis ha sido contrastada y no se ha podido falsar (no se ha encontrado ni un solo
hecho que se le oponga), podemos considerar la hipótesis como una ley científica y, por tanto, aceptarla
provisionalmente. Según el falsacionismo, las leyes científicas no se caracterizan por su carácter
indudablemente verdadero, sino por el hecho de ser falsables o refutables; es decir, que de ellas es
posible deducir predicciones arriesgadas que las expongan a error.
Para Popper, falsar una teoría no es algo negativo, sino que conocer las deficiencias y los problemas
que tiene nos ayuda a formular otra mejor. Así, aprendemos de nuestros errores, lo cual garantiza un
progreso continuo hacia la verdad, aunque ésta, de hecho, sea inalcanzable.
c. Progreso por revoluciones.
T. Kuhn (s. XX) se opone al falsacionismo popperiano. Analizando la historia de la ciencia
observamos que todas las teorías científicas han sido falsadas en algunos aspectos, y esto no ha
provocado su rechazo. La teoría de Kuhn se apoya en la noción de paradigma y en la visión del
desarrollo científico a partir de rupturas radicales denominadas revoluciones.
Un paradigma es un modelo o patrón; supone una concepción del mundo determinada y aceptada por
los científicos del momento, y se convierte en el marco y contexto de sus investigaciones. Incluye
teorías, leyes y metodologías de investigación, pero también técnicas y aparatos, creencias generales
sobre el mundo... En la historia de la ciencia se observan diversos paradigmas que se suceden. La
sustitución de un paradigma por otro se lleva a cabo mediante una revolución científica. Es decir, el
paradigma predominante en una época entra en crisis; a esta época, caracterizada por la confusión y la
convivencia de diversas orientaciones, sigue la sustitución del antiguo paradigma por otro nuevo. Con
el tiempo, éste pasa a ser el modelo de ciencia normal aceptado por la comunidad científica. Por
ejemplo, el sistema aristotélico-ptolemaico entró en crisis y fue sustituido por el heliocentrismo
copernicano. Los motivos que provocan una revolución no son exclusivamente científicos, sino que
también intervienen factores sociales, políticos, intereses, etc.
Según Kuhn, dos paradigmas diferentes son inconmensurables, es decir, incomparables. A pesar de
que la ciencia cambia y se transforma, no progresa. No se puede considerar que un paradigma sea
mejor que otro, simplemente es diferente. Por ello, Kuhn fue criticado por relativista.
d. Progreso por resolución de problemas.
P. Feyerabend (s. XX) es el epistemólogo más original y polémico. Su concepción de la ciencia es la
más radical y atrevida. Feyerabend no ve la ciencia como una actividad sustancialmente diferente a las
otras actividades humanas. La distinción entre ciencia y otras actividades humanas, como por ejemplo
el arte, son artificiales e inventadas. El mito de la ciencia se sustenta en la creencia de que ésta tiene
más éxito y eficacia que otras actividades. Esta mitificación es consecuencia de la fe desmesurada en el
método científico.
Según Feyerabend, no existe regla ni procedimiento que no sean infringidos por los investigadores.
Es más, estas infracciones son útiles y necesarias. La rigidez en el método empobrece la investigación.
Por ello, Feyerabend defiende un radical pluralismo metodológico. Dicho con sus palabras: en la
investigación científica “todo vale o sirve”, si de ello se sigue algún progreso. El científico tiene que
valerse de lo que tiene más a mano: concepciones del mundo, conceptos metafísicos, restos y
fragmentos de teorías abandonadas, etc., es decir, de todo lo que, por sorprendente que parezca, pueda
tener una utilidad. En este sentido, la epistemología de Feyerabend ha sido considerada como
anarquista, aunque él prefería denominarse como dadaísta.
b) El saber científico es acumulativo. Los nuevos conocimientos se añaden a los anteriores como
los ladrillos de un edificio que crece indefinidamente. Sin embargo, la historia de la ciencia nos
muestra que un nuevo entramado de leyes y teorías ha ido sustituyendo a otros entramados
anteriores. La ciencia es algo provisional, no hay un progreso indefinido. Sólo cabe hablar de
progreso en el sentido de que, generalmente, las nuevas teorías son más verosímiles que las
anteriores, o parecen que se acercan más a la verdad.
Verdades incómodas
Su irrebatible verdad (…) chocó frontalmente contra el cómodo y egocéntrico prejuicio de los
ginecólogos: ¿cómo iban a ser ellos, los santones de la ciencia y de la salud, los causantes de la enorme
mortandad? Las sociedades médicas de Ámsterdam, Berlín, Londres y Edimburgo condenaron sus
aberrantes teorías. Ignaz fue expulsado del colegio médico y, en 1849, las autoridades le obligaron a
abandonar Viena. A partir de entonces fue un paria, un apestado. Atacado por todos y desesperado por
la certidumbre de lo que sabía, por esa verdad indiscutible y tan sencilla que hubiera podido ahorrar
cientos de miles de vida, fue perdiendo los nervios poco a poco. En 1856, acorralado y horrorizado,
publicó una carta abierta a todos los profesores obstetricia: “Asesinos…”. Tenía razón: sus colegas se
comportaban como verdaderos criminales.
Semmelweiss tenía la razón, sí, pero no el poder, y los poderosos de su tiempo decretaron que estaba
loco, y lo encerraron en un psiquiátrico. En 1865, durante una salida del manicomio, Ignaz hundió un
escalpelo en un cadáver putrefacto y luego se hirió a sí mismo. Tres semanas después moría con los
síntomas de las parturientas. Fue un último y desesperado intento para convencer a los ginecólogos,
pero su sacrificio no sirvió de nada: tuvieron que pasar cincuenta años hasta que la clase médica
aceptara sus elementales conceptos de higiene.