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1 que es ser persona

Ser persona es ser responsables de nuestro propio futuro. Ser persona es


aceptarse como individuo digno, libre y responsable dentro de la comunidad
humana. Ser persona es reconocernos como seres caracterizados por el uso libre
de la razón, la voluntad y el sentimiento en la definición de nuestro camino
¿Qué significa razon de ser persona?
La razón es la facultad del ser humano de pensar, reflexionar para llegar a una
conclusión o formar juicios de una determinada situación o cosa. La
palabra razón proviene del latín ratio, rationis que significa “cálculo, razón o
razonamiento”.30 sept. 2014

Buscar: ¿Qué significa razon de ser persona?


¿Cuando un ser humano es considerado como persona?
Sabemos que el ser humano es un ser físico y biológico, social y cultural, racional
a veces, irracional otras, libre en algunos sentidos, sometido en otros. Un ser que,
para algunos pensadores, es una unidad sustancial, y, para otros, una dualidad
cuerpo-alma.
Significado de Persona

Qué es Persona:
La palabra persona designa a un individuo de la especie humana, hombre o
mujer, que, considerado desde una noción jurídica y moral, es también un sujeto
consciente y racional, con capacidad de discernimiento y de respuesta sobre sus
propios actos. Como tal, es un concepto opuesto a animal o cosa, pues se le
atribuyen la racionalidad y la vida, y, en este sentido, cumple un desarrollo
biológico y psíquico, desde que nace hasta que muere.
Persona proviene del latín persōna, que significa ‘máscara de actor’ o ‘personaje
teatral’, y este del etrusco phersu, que a su vez viene del griego πρόσωπον
(prósōpon), que traduce precisamente ‘máscara’.

Persona, pues, se refiere a la máscara que se ponían los actores griegos o


romanos en las representaciones teatrales, y que contaba con una bocina para
darle mayor resonancia a la voz, de modo que llegara a todos los espectadores.
De allí que muchas veces se profundice sobre su significado en un sentido
filosófico y se diga que ser persona es representar un rol ante el mundo, en la
sociedad, así como tener voz.
En sus usos cotidianos, como persona denominamos a un hombre o mujer de
quien no sabemos el nombre: “Dile a aquella persona que te ayude”. Así como
también se puede referir al hombre o mujer distinguido con un cargo público
importante.

Persona es también una forma de denominar a un personaje de una obra literaria.


Por otro lado, existen expresiones que contienen la palabra persona, como la
locución latina persona non grata, que significa persona no grata. Mientras que
"hacer alguien de su persona", por su lado, se refiere a evacuar, aliviar el vientre.
Persona en Derecho
En Derecho, una persona es un sujeto con derechos y obligaciones desde el
punto de vista legal. Existen dos tipos:
Persona física o natural
Es el individuo humano con existencia material que ejerce sus derechos y deberes
de manera particular, desde un punto de vista jurídico.

Persona jurídica o moral


Es aquella entidad independiente, de existencia exclusivamente jurídica, que está
constituida por grupos u organizaciones de personas y bienes que son
reconocidos desde el punto de vista del Derecho como instancias unitarias con
capacidad para ser sujeto de derechos y obligaciones. Ejemplos de personas
jurídicas son las asociaciones, corporaciones, sociedades y fundaciones.
Vea también Persona física y moral.

Persona gramatical
En el área de Lingüística, persona gramatical es un concepto que designa
el accidente gramatical que afecta al verbo y al pronombre, y que en la oración
indica si la persona agente (que es la que ejecuta la acción del verbo) o
la persona paciente (que es la que recibe la acción) es quien habla, aquella a
quien se habla, o aquella de quien se habla.
Existen, además, tres tipos de personas gramaticales: la primera persona, que
designa en el discurso a quien habla; la segunda persona, que es aquella a quien
va dirigido el discurso; la tercera persona, la que no es ni primera ni segunda
persona, sino que designa aquello sobre lo que se refiere el discurso. Estas tres
personas, además, se subdividen cada una en singular y plural.
Persona también es el nombre sustantivo que está relacionado de manera
mediata o inmediata con la oración del verbo.
Persona en Filosofía
En Filosofía, existen varias definiciones de persona. Para Boecio,
una persona es una sustancia individual de naturaleza racional. Mientras que
Santo Tomás de Aquino considera que una persona es un “supuesto o individuo
de naturaleza racional”, es decir, una unidad completa y suficiente que posee
espíritu (inteligencia y voluntad). Para Immanuel Kant, una persona supone una
categoría moral, sujeta de derechos y deberes, que existe como fin en sí. En
síntesis, se podría afirmar que una persona es un individuo racional, consciente de
sí mismo y de los valores morales, capaz de responsabilizarse de sí mismo.
Persona en religión
Según la doctrina cristiana, existen personas angélicas, no humanas, como el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son personas distintas pero con una
misma esencia divina. Al mismo tiempo, se admite también la existencia de
personas diabólicas.
Fecha de actualización: 30/03/2017. Cómo citar: "Persona". En: Significados.com.
Disponible en: https://www.significados.com/persona/ Consultado: 9 de febrero de
2020, 05:42 pm.

2 que es ser pensante con criterio propio

Preguntas relacionadas
¿Qué es el criterio propio?
EL CRITERIO PROPIO. El criterio es el juicio o discernimiento que tiene una
persona y que la provee de la actitud personal para tomar decisiones sobre sí
mismo o sobre cualquier otra persona, cosa o situación en un momento dado.

¿Qué es ser una persona sin criterio?


Definir significado de "persona sin criterio": De muy corto entendimiento y
escasa inteligencia. ; Muy inocente, cándida o cándido, ingenua o ingenuo. ; En el
teatro español, personaje que resultaba cómico por su simpleza.

¿Cuál es el criterio objetivo?


Un criterio objetivo de valoración es un criterio de valoración que está bien
definido y se puede medir objetivamente. Por ejemplo, en el caso de la
investigación del cáncer, el criterio de valoración de un ensayo puede estar
relacionado con la respuesta al tratamiento (por ejemplo, reducción del tamaño de
un tumor).

Buscar: ¿Cuál es el criterio objetivo?


¿Cuáles son los tipos de criterios?
Pueden distinguirse cinco niveles o tipos de criterio:
 El placer como criterio.
 Las normas del SuperYo.
 La presión social.
 Las normas jurídicas o leyes.
 Los valores autónomamente aceptados.
 ¿Qué es un buen criterio?
 El buen criterio es la esencia del liderazgo. A un líder se le juzga por el
rendimiento de su organización, y ese rendimiento depende de las
decisiones que tome dicho líder. ... El éxito dependerá no sólo del momento
en el que se toma la decisión, sino también de cómo gestione el líder el
proceso en su conjunto.
 ¿Qué es ser una persona con criterio formado?
 Según el diccionario, “criterio” es discernimiento, juicio, o sea, la capacidad
adecuada de determinar si algo es o no malo, falso o verdadero o correcto
e incorrecto. Hasta allí estamos de acuerdo, pero al hablar de 'criterio
formado' se supone que debemos ser adultos.
 ¿Que son y cuáles son los criterios morales?
 Definición de valores morales. ... De acuerdo a la moral, una persona
determina si un acto es incorrecto o correcto y luego actúa en
consecuencia. Los valores morales, por lo tanto, son los criterios que
llevan a un ser humano a definir si una acción es buena o mala.
 Buscar: ¿Que son y cuáles son los criterios morales?
 ¿Qué es ser un buen ciudadano con criterio?
 Es el nombre dado al hombre que por haber nacido o residir en una ciudad,
es miembro de la comunidad organizada que le reconoce la cualidad para
ser titular de los derechos y deberes propios de la ciudadanía, quedando
obligado, como ciudadano, a hacer que se cumplan.

3 que son los valores y en que forma contribuye a tu formación

Significado de Valores

Qué son Valores:


Los valores son aquellos principios, virtudes o cualidades que caracterizan a
una persona, una acción o un objeto que se consideran típicamente positivos o de
gran importancia por un grupo social.
Los valores son aquellas cualidades que se destacan en cada individuo y que, a
su vez, le impulsan a actuar de una u otra manera porque forman parte de sus
creencias, determinan sus conductas y expresan sus intereses y sentimientos.

En este sentido, los valores definen los pensamientos de las personas y la


manera en cómo desean vivir y compartir sus experiencias con quienes les
rodean.
Sin embargo, también existe una serie de valores que son compartidos por la
sociedad y que establecen los comportamientos y actitudes de las personas en
general, con el objetivo de alcanzar el bienestar colectivo.

Por tanto, los valores se pueden clasificar por su importancia según las prioridades
de cada persona o de la sociedad.

Entre los valores más importantes, destacan los valores humanos porque tienen


mayor reconocimiento y repercusión en los distintos grupos sociales. Estos valores
se relacionan con la ética, el respeto, la tolerancia, la bondad, la paz, la
solidaridad, la amistad, la honestidad, el amor, la justicia, la libertad, la honradez,
entre otros.

Por ejemplo, la libertad es un valor humano que poseemos todas las personas
para tomar nuestras decisiones y poder expresar nuestros sentimiento y
opiniones.
Ahora bien, cuando se trata de aquellos valores que están aplicados a un grupo de
personas en los cuales se toman en cuenta las culturas y las características
sociales, entonces se hace referencia a los valores sociales y los valores
culturales.

Asimismo, en contextos más específicos también se determinan otros grupos de


valores importantes como los valores familiares, los valores religiosos, entre otros.

Por otra parte, la axiología es la rama de la filosofía que tiene como objeto de
estudio los valores y los juicios de valor.

Valores éticos y valores morales


Los términos ética y moral tratan, entre otros temas, el concepto de los valores.
Aunque en muchos casos se habla indistintamente de valores éticos y valores
morales, estos términos no tienen el mismo significado.

Los valores éticos son aquellas pautas de comportamiento que buscan regular la


conducta de las personas, tienen un carácter universal y se adquieren durante el
desarrollo individual de cada persona.

Por su parte, los valores morales son aquellos transmitidos por la sociedad, de


generación en generación que, en algunos casos, pueden estar determinados por
una doctrina religiosa. Además, los valores morales se pueden modificar a lo largo
del tiempo.

Vea también Los 5 valores éticos más importantes con ejemplos.

Escala de valores
Existen un gran número de valores, tanto generales como específicos, cuyo orden
de importancia varía en cada individuo o grupo social.

Por ejemplo, en un grupo de amigos existe un conjunto de valores compartidos


como la amistad y el respeto, sin embargo, cada integrante tiene una serie de
valores personales diferente.

Por tanto, cuando se hace mención a una escala de valores, esto indica que existe
un sistema de valores jerarquizado en el que se priorizan unos valores por encima
de otros cuando existe un conflicto.

Asimismo, los valores que se consideran más importantes son aquellos que
engloban un significado más amplio o complejo, por ejemplo, el valor del amor
contiene el valor de la amistad.

De allí que estos valores fungen como fuente de motivación y condicionan la toma
de decisiones y las acciones del ser humano.
¿Qué son los valores?
Los valores son aquellos principios, virtudes o cualidades que caracterizan a
una persona, una acción o un objeto que se consideran típicamente positivos o
de gran importancia por un grupo social. ... Por tanto, los valores se pueden
clasificar por su importancia según las prioridades de cada persona o de la
sociedad.

¿Qué son los valores en resumen?


Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en
función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos
ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un
comportamiento en lugar de otro. También son fuente de satisfacción y plenitud.

Los 10 valores más importantes en la sociedad y sus significados son:


1. Respeto. El respeto es la capacidad de reconocer, apreciar y valorar a los otros
teniendo en cuenta que todos somos válidos. ...
2. Amor. ...
3. Libertad. ...
4. Justicia. ...
5. Tolerancia. ...
6. Equidad. ...
7. Paz. ...
8. Honestidad.

Los valores sociales son una parte importante de las comunidades,


puesto que garantizan la estabilidad y el orden de las mismas. En líneas
generales, los valores sociales proporcionan lineamientos que regulan las
conductas sociales.

Valores fundamentales como los derechos, el patriotismo, el respeto, la


democracia, entre otros, moldean nuestras conductas y se transforman en
criterios para evaluar nuestro comportamiento, así como el de los demás.


Los valores varían de una sociedad a otra, puesto que dependen en gran
medida de lo que una cultura acepta, tolera o desprecia. Al respecto, R. T.
Schaefer señala que los valores son concepciones colectivas de lo que una
comunidad considera bueno, deseable, apropiado, comprensible,
inapropiado o incorrecto.

En este sentido, los valores son en un principio el resultado de la


interacción social; sin embargo, una vez aceptados, los valores se fijan en
la cultura y no cambian hasta que el colectivo decida cambiarlos.

Cabe destacar que existe una serie de valores que son comunes en la
mayoría de las culturas, como la paz, la honestidad y el respecto, por
mencionar algunos. 

Algunas comunidades van más allá e incluyen los valores dentro de sus
normativas, tal es el caso de la libertad, la justicia y la igualdad, que
forman parte de la mayoría de las constituciones de los países del mundo.
De todo lo anteriormente dicho se deriva que los valores constituyen el
elemento que mantiene a las sociedades unidas, puesto que estos son
compartidos por los miembros de una comunidad.

Asimismo, los valores les dan legitimidad a los gobiernos, puesto que las
leyes que se basan en los valores sociales tienden a ser aceptadas con
mayor facilidad.

Quizás te interese Los 15 valores ciudadanos más importantes.

Lista de los valores sociales más


importantes
1- La igualdad



La igualdad no quiere decir “tratar a todos por igual” sino que todas las
personas reciban el trato que les permita obtener los mismos resultados.

Por ejemplo, para una persona invidente, recibir un trato igualitario


involucra transformar los espacios para que este individuo pueda
desenvolverse como lo haría cualquier otra persona.
Los lectores de pantallas en las computadoras y los sistemas de narración
en los museos y cines constituyen elementos orientados hacia el logro de la
igualdad entre las personas videntes e invidentes. 

La igualdad busca garantizar que todas las personas obtengan resultados


similares a pesar de las condiciones particulares a las que cada individuo
esté sujeto.

2 – La justicia



La justicia es un concepto bastante amplio que se basa en la ética, la


moral, la racionalidad, la religión y la ley.

La justicia involucra el valor de la igualdad, puesto que las personas deben


ser juzgadas bajo condiciones igualitarias; sin embargo, se aparta de la
igualdad en cuanto al resultado se refiere, puesto que no se busca que las
personas obtengan los mismos resultados, sino que cada quien reciba lo
que se merece.

Por ejemplo, tomemos la siguiente premisa “todas las personas tienen


derecho a recibir una remuneración por los servicios prestados”. En un
trabajo por hora, lo justo es que las personas que trabajen más horas
reciban más dinero.

3 – Felicidad



De acuerdo con el diccionario online Merriam-Webster, la felicidad es un


estado de bienestar, una experiencia agradable o satisfactoria.

De acuerdo con Mahatma Gandhi, «la felicidad es cuando lo que piensas,


dices y haces están en armonía». Por su parte, George Sheelan señala que
la felicidad difiere del placer, puesto que tiene que ver con la lucha y la
perseverancia para alcanzar un objetivo. Por último, Margaret Lee Runbeck
indica que la felicidad no es la estación a la que se llega sino una forma de
viajar.

Todas estas definiciones señalan en cierto punto que la felicidad depende


de nuestras decisiones, es decir, del modo en el que afrontamos las
situaciones que se nos presenten.

4 – Honestidad

La honestidad es la cualidad de ser justos, confiables y sinceros. La palabra


“honestidad” provienen del término “honor” y se empleaba para hacer
referencia al estatus honorífico que se adquiría cuando se evitaba decir
mentiras, hacer trampa, robar o cualquier otra práctica deshonrosa.

Un ejemplo de honestidad es decir la verdad incluso después de haber


cometido una falta, sin importar si esta verdad acarreará consecuencias
negativas hacia nosotros, como castigos.
5 – Esperanza



La esperanza es la creencia de que es posible lograr lo que se desea. Este


valor representa el combustible que mantiene a los seres humanos en
movimiento incluso cuando las circunstancias no son las más favorables.

Un ejemplo de esperanza es el Voyager 1, la nave espacial lanzada por la


NASA que se encuentra más lejos del planeta Tierra. El Voyager 1
transporta información sobre la Tierra: fotos, datos suministrados por los
científicos de la NASA, grabaciones de saludos de autoridades
estadounidenses y una pista de audio de música y sonidos terrestres, que
incluyen obras de Mozart y el sonido de las olas.

Todo esto se hizo en caso de que algún día esta nave logre establecer
contacto con formas inteligentes de vida alienígena, lo que demuestra la
esperanza que tienen los seres humanos de encontrar vida en otros
planetas.

6 – Gratitud



La gratitud es un rasgo de la personalidad y una emoción. Como emoción,


la gratitud es la sensación de felicidad generada por la apreciación.

Esta es un elemento esencial de muchas religiones; por ejemplo, el


cristianismo, el judaísmo y el islamismo promueven la gratitud hacia otros,
especialmente hacia Dios.

Decir “gracias” al bajarnos de un autobús o agradecer al mesero que sirvió


nuestra comida son ejemplos de gratitud. Estas acciones, aunque son
pequeñas, pueden mejorar el día de una persona y desencadenan
reacciones positivas.
7 – Responsabilidad



La responsabilidad es la cualidad de asumir y cumplir con una obligación o


responder por los actos efectuados; es por esto que la responsabilidad y el
compromiso están relacionados.

Actuar de manera responsable es un aspecto importante de nuestras vidas


puesto que genera consecuencias positivas. De igual modo, ser
responsables hace que las demás personas confíen en nosotros y acarrea
mayor libertad de acción.

Algunos ejemplos de responsabilidad son el cumplimiento de las


asignaciones asignadas por nuestros padres, profesores o jefes; asimismo,
los padres son responsables de educar, proteger y cuidar a sus hijos.
8 – Sacrificio

En ocasiones es necesario poner las necesidades de otros por encima de las


nuestras; esta es la esencia del sacrificio. En este sentido, el sacrificio es
un acto de interés por el bien ajeno incluso a costa del bien propio,
inspirado por el afecto.

9 – Amistad



La amistad es la relación de afecto que se crea entre dos o más personas,


caracterizada por ser desinteresada y recíproca.

La amistad es una combinación de amor, lealtad, respeto y confianza. Al


respecto, el filósofo griego Aristóteles señala que la amistad es un único
espíritu que vive en dos cuerpos.
10 – Amor



El amor es un valor, un estado y una emoción. Se refiere al afecto que una


persona siente por otra, el cual hace que la persona que lo siente desee el
bienestar y la felicidad del que lo recibe.

El afecto de una madre por sus hijos es un ejemplo de amor; asimismo, la


estima que sentimos por nosotros mismos es un ejemplo de amor propio.
11 – Cortesía



La cortesía se refiere a los modales y a los códigos aceptados de conducta


social. Como valor social, constituye un conjunto de normas propias de la
interacción entre los miembros de una comunidad. Esta demuestra respeto,
consideración, amabilidad y gratitud.

Algunos de ejemplos de cortesía son decir “buenos días”, “buenas tardes” y


“buenas noches” cuando se llega o se abandona un lugar o dar las gracias
por los servicios prestados.

12 – Respeto

El respeto es una forma de tratar o de pensar y se refiere a la


consideración que se tiene sobre algo o alguien. Respetar a una persona
demuestra buena educación, amabilidad y cortesía.
La consideración hacia la vida propia y hacia la de los demás es un ejemplo
de respeto. Asimismo, entre padres e hijos y entre amigos debe existir una
relación respetuosa.

13 – Paciencia



La paciencia es la capacidad de resistir ante cualquier condición. Esta


involucra la calma y la buena disposición ante los eventos que se puedan
presentar o en nuestro accionar diario.

La paciencia crea un estado de ánimo favorable, que permite tomar


decisiones acertadas y actuar con mayor sabiduría.
14 – Tolerancia



La tolerancia se refiere a la aceptación de comportamientos, prácticas,


creencias o costumbres que son ajenas a nosotros.

Esto quiere decir que la tolerancia involucra oposición; cabe destacar que
para que se hable de tolerancia esta oposición debe tener una justificación
lógica.

La tolerancia es un valor que incluye dentro de sí otros, como el respeto, la


paciencia y la cortesía.
15 – Dedicación



La dedicación es el acto de consagrarse a una causa. Esta involucra dar lo


mejor de nosotros, hacer nuestro mejor esfuerzo.

La dedicación da un valor especial a nuestras acciones: no importa si el


resultado que se obtiene no es el que se esperaba si alcanza con genuina
dedicación.
16 – Optimismo



El optimismo es rasgo del carácter y una emoción que se inclina hacia la


valoración positiva de los eventos, lo que afecta y moldea nuestras
creencias y comportamientos.

Sonia Lyubomirsky señala que existen tres tipos de optimismo: el


optimismo amplio, el optimismo pequeño y el optimismo menor. El
optimismo amplio es la creencia de que todo va a estar bien durante toda
nuestra vida.

Por su parte, el optimismo pequeño se refiere a situaciones más


específicas; este es la emoción que interviene cuando sentimos que nos va
a ir bien en el trabajo o que seremos capaces de aprobar un examen en
particular. Por último, el optimismo menor es el menos positivo de todos y
proviene de estímulos externos.
Por otra parte, Elaine Fox, profesora de la Universidad de Oxford, señala en
su libro Cerebro lluvioso, cerebro soleado (Rainy Brain, Sunny Brain) que el
optimismo puede ser un estado momentáneo o un rasgo estable de nuestra
personalidad; en este último caso, Fox señala que el optimismo debe incluir
otros valores, como la aceptación, la flexibilidad y la tolerancia.

17 – Cooperación



La cooperación es el acto de colaborar e involucra trabajo en equipo.


Incluso las tareas más difíciles pueden hacerse rápidamente cuando se
coopera.

A diario, vemos ejemplos de cooperación, como cuando ayudamos en las


tareas del hogar o cuando algún colega nos explica algo que no habíamos
comprendido.
18 – Compromiso

El compromiso el acto de dedicarse a una causa o a una relación de


cooperación con otra persona.

Es un proceso de consentimiento mutuo entre dos o más partes, en el cual


una o todas las partes asumen una obligación. En este sentido, el
compromiso conlleva dedicación, responsabilidad y esfuerzo.

El compromiso es la dedicación a una causa. El mejor ejemplo de


compromiso es el matrimonio.

19 – Perdón



El perdón no se trata de absolver los errores que alguien haya cometido


para con una persona sino de liberarse a uno mismo de la rabia y el dolor
que este error haya podido generar. Perdonar es como levar anclas, nos
permite avanzar hacia la vida que nos espera.

20 – Integridad

La integridad es la cualidad de ser honestos y de tener principios morales y


éticos. Esto quiere decir que la integridad involucra la práctica de todos los
valores mencionados anteriormente.

Esta cualidad se da cuando nuestras acciones corresponden con nuestras


palabras y cuando nuestras palabras se rigen por los valores éticos.

Un ejemplo de integridad es seguir los diez mandamientos, en caso de que


se sea cristiano. Las personas participan activamente en la defensa de los
derechos de los grupos minoritarios también reflejan integridad.

4 LOS VALORES DEPENDEN DE UNO O VALEN PARA TODOS???

LOS VALORES SON INDIVIDUALES NO TODOS LOS CIUDADANOS TENEMOS


LOS MISMOS VALORES, YA QUE ÑLA GRAN MAYORIA DE LOS VALORES
VIENEN INCULCADOS DESDE EL HOGAR, ASI QUE CADA INDIVIDUO TIENE
VALORES DIFERENTES

5 COMO UNIMOS LA IGUALDAD ANTE LA LEY Y RESPETO POR LAS


DIFERENCIAS

Igualdad ante la ley


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Estatua de la Igualdad, París. Alegoría de igualdad.

La Igualdad ante la ley, Igualdad bajo la ley, Igualdad ante los ojos de la ley o Igualdad


jurídica es el principio que reconoce que todas las personas deben ser tratadas de la misma
manera por la ley (principio de isonomía), y que estén sujetas a las mismas leyes de justicia
(debido proceso), reconoce la equiparación igualitaria de todos los ciudadanos en derechos
civiles y políticos,1 por lo tanto, la ley debe garantizar que ningún individuo o grupo de
individuos sea privilegiado o discriminado por el estado sin distinción
de raza, sexo, orientación sexual, género, origen nacional, color, origen étnico, religión u otras
características ya sean personales o colectivas sin parcialidad.
Es un principio propio del liberalismo y la democracia. Hay un viejo dicho que dice "todos son
iguales ante la ley", El autor Anatole France dijo en 1894: "En su majestuosa igualdad, la ley
prohíbe a los ricos y pobres dormir bajo puentes, mendigar en las calles y robar panes".2 La
creencia en la igualdad ante la ley se llama igualitarismo legal. El principio de igualdad ante la
ley es incompatible y deja de existir con sistemas legales como la esclavitud, la servidumbre,
el colonialismo, la monarquíay la teocracia, Igualdad ante la ley, es el conjunto de derechos y
garantías del ordenamiento jurídico. El contenido de las leyes sea igual para todos, o desigual
si así corresponde, sobre la fase o en función de la justicia. Igualdad ante la ley, es deben
interpretar y aplicar el ordenamiento jurídico, sin incurrir en discriminación, este principio solo
implica la no discriminación por parte del estado como una limitación de su poder y no aplica a
personas o empresas privadas ya que implicaría una violación de derechos y libertades
individuales como los de libre Asociación, expresión o de propiedad.

Introducción. Una primera aproximación

En este trabajo estudio la cuestión de la diferencia en relación con la regla general de


la igualdad. Primeramente, investigo la complejidad de los citados conceptos,
ocupándome de su evolución histórica y, acto seguido, llego a la conclusión de que
en el concepto de discriminación se distingue una acepción amplia, que equivale a toda
infracción de la igualdad, y otra estricta, que signa dicha violación cuando concurren
algunos de los criterios de diferenciación que están prohibidos (nacimiento, raza, sexo,
religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social) (Barrère Unzueta,
1997: 22-23; Böckenforde, 1993: 80-81).

Al respecto, la igualdad “ha de ser entre todos los seres humanos en los recursos
adecuados para satisfacer las necesidades básicas, que deje a cada uno desarrollar de
forma equiparablemente autónoma y libre su plan de vida” (Hierro Sánchez-Pescador,
1995: 137). La tensión entre la igualdad de Derecho y de hecho fructifica en una
colisión entre principios que debe resolverse casuísticamente con la técnica de la
ponderación. En este sentido, “siempre existe alguna razón para la igualdad y, por ello,
ésta debe postularse mientras que alguna desigualdad fáctica no proporcione una
razón que permita o que, valoradas las razones en pugna, imponga una regulación
diferenciada” (Prieto Sanchís, 1998: 90).

Así, la consecución de la igualdad sustancial justifica un trato diferenciado, siempre


que haya una desigualdad social con la meta de reducirla o eliminarla, obteniendo una
sociedad más justa, evitando formas de neutralización, interiorización o anulación de
las diferencias para que los grupos minoritarios no permanezcan marginados (Fariñas
Dulce, 1997: 22-23; Peces-Barba Martínez, 1999: 66). De los problemas
contemporáneos, el de la globalización es uno de los que más afecta a la diferencia
como derecho, enfrentándonos a cuestiones de configuración jurídica y de aceptación
social; sin omitir que el tratamiento jurídico de las minorías autóctonas y de las que no
lo son es muy distinto al faltar la integración en el acogimiento. En esta dirección,
Freixes Sanjuán pone el ejemplo de un obstáculo que se da en los Estados de la Unión
Europea en los cuales coexisten culturas oficializadas, de manera que su
exteriorización fáctica es legal (Freixes Sanjuán, 2001: 209-211). Desde este punto de
vista, el ejercicio de los derechos puede estar sometido a reglas diferentes, sin que se
originen más controversias que las de la determinación de la norma aplicable o la
práctica de la ponderación si acontece una colisión. En las sociedades descritas, el
multiculturalismo se oficializa, siguiéndose en los territorios que posean una tasa de
migración extranjera media varios interrogantes: ¿reconocen las normas de esos
lugares el derecho a la diferencia?, ¿son conservables reglas de conducta o normas
propias con relación, ilustrativamente, a los derechos de la personalidad?, ¿con arreglo
a qué códigos se enjuician los conflictos de familia, de clan o de etnia, si el grupo social
está desplazado?, o ¿pueden formalizarse regulaciones antagónicas, por causa de la
procedencia, sobre la situación jurídica de los inmigrantes? (Freixes San Juan, Op.cit.:
209-211; Peña Freire, 1997: 142 y ss.).

A lo anterior hay que unir lo positivo de la multiculturalidad que da libertad a las


formas de vida, pero los derechos de las minorías lo que piden es un trato igual, el
derecho a ser iguales en derechos a las mayorías (Fernández García, 1995: 85-86).
Por consiguiente, para que los derechos fundamentales se ejerciten con libertad e
igualdad, es preciso un diálogo y la aplicación de programas interculturales. Se trata
de conseguir la globalización de los derechos en y desde la identidad de los sujetos y
de los grupos en juego, resultado de una comunicación recíproca y permanente,
ajustada a las circunstancias (Fernández Ruiz-Gálvez, 2003: 85-86).

Matizando más, lo acertado es separar el multiculturalismo, que se alinea en la idea


descriptiva de la diversidad cultural, y la interculturalidad, remitida a un nivel
prescriptivo de relación entre culturas que representa el reconocimiento jurídico de la
diversidad en el plano de la igualdad. Al hilo de esta argumentación, la tradición
occidental de los derechos debe promocionar ámbitos de apertura y tolerancia hacia
otras formas de entendimiento, desenvueltas en función de nuevas coordenadas
(Carbonell, 2001:18; Lucas Martín, 1998: 22; Solanes Corella, 1998: 123 y ss.;
Soriano Díaz, 1999: 60-61). En conclusión, es plausible la proposición que atiende a
los principios de “iguales derechos fundamentales para todos los ciudadanos”,
postulante de una “política universalista de integración de los mínimos comunes
irrenunciables”; “derechos diferenciales de todos los grupos que forman la estructura
organizativa del Estado”, tema que impulsa a “una política de reconocimiento en las
esferas privada y pública”; y “condiciones mínimas de igualdad para el diálogo libre y
abierto de los grupos socio-culturales” (Rubio Carracedo, 2000: 28 y ss.).

Con esta visión, el objetivo de mi estudio es hallar un método de inclusión e


integración en el que se fijen las reglas de juego que han de cumplirse entre el grupo
mayoritario y el resto de los grupos, planteándose ¿de qué manera hemos de valorar
la diferencia y la identidad?, ¿cómo han de conjugarse con la igualdad?, ¿cuál es el
camino para obtener un respeto mutuo e igual entre todos los grupos culturales?, y
¿en qué lugar hemos de situar el punto de cohesión dentro de un contexto socio-
político? (Fariñas Dulce, 2001: 39-40; Malgesini y Giménez, 1997: 36 y 300).

2. La igualdad como regla general. Un poco de historia

Como pone de relieve Rosenfeld, la trayectoria histórica de la igualdad constitucional


es el resultado de una larga y difícil lucha contra los privilegios y status feudales. Esta
lucha es dialéctica y se divide en tres etapas. En la primera, el correlato de la
diferencia es la desigualdad, “a aquellos que son caracterizados como diferentes se les
trata como inferiores o superiores dependiendo de su posición en la jerarquía”. En la
segunda fase, la identidad es correlato de la igualdad, “reunidos ciertos criterios, todo
el mundo tiene derecho a ser tratado igualmente”. Al final, el correlato es la diferencia,
pues “cualquier persona será tratada en proporción a sus necesidades y aspiraciones”
(Rosenfeld, 1998: 415).

En realidad, la especulación de la igualdad y su conexión con la justicia se debe a


Aristóteles, si bien hasta que no se elabora la doctrina contractualista no se inicia la
lucha política por ella, propugnándose que la organización institucional de la
convivencia social es resultado de un acuerdo-contrato de todos los miembros de una
sociedad, bajo el presupuesto de la libertad e igualdad de derechos (Martínez Tapia,
2000: 13-14). Puntualmente, se aprecia que el planteamiento moderno tiene su origen
en los revolucionarios franceses de 1789, reconocedores de la igualdad natural entre
todos los hombres, eliminadora de numerosos privilegios e instauradora de la igualdad
de oportunidades en relación con el ordenamiento jurídico (Rivero, 1973: 60 y ss.). En
este momento, la igualdad era una y su conexión con la generalidad de la ley hacía
inútil la tarea de destacar los criterios de diferenciación en base a los que se pudieran
establecer lícitamente diferencias (Suay Rincón, 1985: 25-26).

No obstante, con la implantación del Estado social y la constitucionalización de los


derechos sociales pareció que la regla clásica de que lo igual debe ser tratado
igualmente y lo desigual desigualmente es una regla hueca de la que no es dable
deducir ningún criterio de medida. De esta forma, lo que se sostiene es que el
concepto de igualdad no puede comprenderse con un sentido absoluto y debe ser
entendido en su dimensión histórica. Además, esa relatividad ha de derivar de la
materia que se baraja, aparte de que es un concepto de naturaleza relacional que hace
que el auténtico problema para reclamar un tratamiento jurídico sea cuándo dos
situaciones reales son equiparables, cuándo sus similitudes deben predominar sobre
sus diferencias, no olvidando el juicio de valor sobre la elección de los criterios
concretos que se han de considerar y el de la evaluación de los hechos con miras a
esos criterios. Mas, en lo atinente al margen de apreciación que tiene el juez, lo que
interesa es que el legislador seleccione los criterios de diferenciación y fundamente las
diferencias normativas. En la valoración que realiza el Tribunal Constitucional español,
se pretende alcanzar una síntesis entre el acto justo, considerado como “un
tratamiento igual a todos los que están sometidos a la misma regla”, gracias al que se
obtiene la seguridad jurídica, y la regla justa, estimativa del “tratamiento igual a todos
aquellos sobre los que se pueden establecer distinciones justificadas” (Rodríguez Piñero
y Fernández López, 1986: 41 y ss.).

Dentro de este campo, es claro que el tratamiento legal diferenciador puede derivarse
de la comparación o la interpretación de diversos órdenes normativos para obtener de
esa comparación la aparición de una desigualdad censurable constitucionalmente, y de
una situación de hecho que no es imputable a la norma de modo directo, aun cuando sí
lo es en relación con la actuación de la interpretación y aplicación normativas. Por otra
parte, la procedencia del tratamiento legal diferenciador ha de derivar de la ley de
forma clara, precisa y directa, lo cual impide su inclusión en el área prohibida de los
tratamientos que divergen y derivan de la sucesión normativa y del cambio en el
tratamiento de situaciones comparables (Ibid: 41 y ss.).

Desde tal ángulo, el hombre se consideraba como sujeto activo y pasivo de la ley,
como creador de los dictados legislativos por la soberanía popular, sometedores de los
individuos y los poderes públicos. La consideración del individuo como sujeto pasivo de
la actividad legislativa dejó en evidencia el sometimiento a su aplicación,
materializadora de que todos han de acoplarse igualmente al ordenamiento jurídico y
poseen un derecho igual a obtener la protección de los derechos que ese ordenamiento
reconoce, eliminando discriminaciones arbitrarias (Ara Pinilla, 1982: 104-107;
Rodríguez Piñero y Fernández López, Op.cit.: 19-20). El siguiente paso se produjo
cuando la igualdad ante la ley llevó a modificaciones significativas en la aplicación de la
misma, es decir, en la comprensión de que tal aplicación ha de hacerse conforme a la
ley (Rodríguez Piñero y Fernández López, Op.cit: 21).

Con el transcurrir del tiempo, la transformación radical se produjo al tomarse


conciencia de que el modelo liberal sólo era válido para alcanzar la igualdad real en
una sociedad homogénea, haciéndose cada vez más relevante la necesidad de igualar
y diferenciar por medio de la ley (Suay Rincón, 1985: 26). Desde esta perspectiva, la
igualdad se presenta como criterio de distribución de los contenidos de libertad y se
proyecta en sus titulares, pudiendo aseverar que la igualdad formal conlleva que no
haya discriminación (De Asís Roig, 2001: 71).

3. El trato igual y diferenciado

La igualdad de trato formal como diferenciación sirve para llevar a cabo la conexión
con la igualdad material, porque el establecimiento de los datos relevantes, que desde
la perspectiva de la igualdad formal sólo posee repercusión directa en el seno del
sistema, aplicando o no una norma jurídica, es posible que permita la reflexión sobre
criterios de redistribución general que faciliten la satisfacción de necesidades básicas
(Martínez Tapia, 2000: 19). Lo destacable en ambos casos es justificar la elección de
los criterios que sirvan para que el legislador o el juez establezcan la relevancia o
irrelevancia de ciertos caracteres que hacen que hablemos de la igualdad
como equiparación o como diferenciación. Por poner un ejemplo, en las
discriminaciones positivas, apreciamos que lo problemático es fijar los que se han de
tener en cuenta para determinar qué grupos y en qué aspectos merecen tal protección
(Suay Rincón, Op.cit.: 35-36).

Concretando más, para la realización práctica de la igualdad formal que viene impuesta
constitucionalmente, es necesario que no se actúe discriminatoriamente; y, para
establecer los casos en los que es admisible un trato desigual, hace falta efectuar una
valoración previa que fundamente cada juicio, por lo cual son precisos criterios que
rijan o, al menos, guíen esta valoración. En el análisis, dos son las ideas que juegan: la
relevancia y la racionalidad.

La idea de relevancia conlleva la introducción de un criterio evaluativo, ya que la


selección de un rasgo como criterio de comparación tiene su origen en la estimación de
lo que es significativo dentro de un contexto. No obstante, la presuposición de esa
evaluación no tiene que eliminar ni tampoco hacer dudar la posible descriptibilidad de
la relación de igualdad que se ha afirmado: se puede matizar la fórmula genérica “A y
B son, o deben ser, iguales en X (por R)”, donde R es el criterio que ha sido
presupuesto de la relación de igualdad enunciada. En suma, es en la comparación
donde se incorpora la función descriptiva o prescriptiva de la relación predicada. Y
supuesta su relevancia, es en el criterio comparativo donde se encuentra la referencia
a la distinta función de la relación propuesta, descriptiva o prescriptiva, según que la
proposición sea o no empíricamente contrastable como verdadera o falsa (Prieto
Sanchís, 1995: 112-115; Ruiz Miguel, 2003: 44 y ss.).

Por otro lado, la aceptación de la desigualdad ha de estar basada en el triple test de la


diferenciación razonable: 1) el test de la desigualdad, consistente en la demostración
de que la ley en la que centramos nuestra atención encierra consecuencias jurídicas
distintas en lo referente a dos o más personas o colectivos; 2) el test de la relevancia,
el cual pretende probar que las situaciones analizadas guardan cierta identidad y
exigen de la ley aplicable una igualdad de trato; 3) el test de la razonabilidad, por el
que la desigualdad no ha de ser medio necesario y proporcional para conseguir el fin
normativo, desdoblándose en dos clases de juicios: a) “es irracional la desigualdad que
nada tiene que ver con el fin que la norma pretende conseguir” (test de la
racionalidad); y b) “los motivos para provocar desigualdad pueden estar de acuerdo
con valores constitucionales, siendo razonable la distinción” (test de la
razonabilidad stricto sensu). A lo dicho hay que agregar que la desigualdad ha de ser
proporcionada a la desigualdad material (Alonso García, 1983: 21 y ss.; Giménez
Gluck, 1999: 37).

Siguiendo a García Amado, los criterios de justificación son:

a) Según la relación del principio de igualdad con la función o razón de ser en el


ordenamiento jurídico. Aquí, hay que delimitar en qué casos son precisas las
diferencias y superar la regla formal aristotélica de que hay que tratar igualmente lo
igual y desigualmente lo desigual, puesto que existe una necesidad estructural que
requiere fijar distinciones, no saliéndose de unos márgenes. Para establecer estos
límites, hay que considerar la funcionalidad práctica del ordenamiento contextualizado
socialmente.
b) Según la estructura constitutiva del ordenamiento jurídico. En este supuesto, la
permisión o la prohibición de desigualdades se determinan por la no violación de la
generalidad normativa, de su aplicación sin distinción y de la coherencia sistemática
del ordenamiento. Las normas deben ser generales, abstractas y universales, y
únicamente admiten ciertas excepciones. A la estructura formal de aquél hay que unir
la cuestión de su justificación, por lo que juzgamos que se ha de salvaguardar su
coherencia lógica, para respetar su funcionalidad, salvando los problemas que pueden
aparecer en la relación entre la coherencia interna y la sistematicidad de lo jurídico en
un contexto social que se modifica con el tiempo.

c) Según el contexto legal del principio de legalidad, marcado en un primer nivel por la
Constitución, por las normas de desarrollo y por el Tribunal Constitucional. Nivel en el
que se conforman ámbitos con una protección especial que admiten algunas
desigualdades.

d) Según el control del razonamiento jurídico en el que se establece una desigualdad,


cuyos destinatarios son los legisladores, los órganos de la Administración y los jueces.
En este apartado, la justificación en la que han de basarse las desigualdades es la de
que exista “una relación razonable de proporcionalidad entre los medios empleados y
la finalidad perseguida”, dándose una relación coherente y adecuada entre los medios
que sirven para articular los fines que justifican la razonabilidad de un trato desigual, y
los medios con los que se satisfacen esos fines en cada caso.

e) Según la estructura del proceso argumentativo. Con este criterio, el principio de


igualdad implica la articulación pragmática de presunciones que se expresan como
interdicción de la arbitrariedad, entendida como ausencia justificativa. No obstante,
como se deduce de la experiencia, la razonabilidad no pasa de ser un instrumento
discursivo de grandes dimensiones, hasta que no sea complementado con más
indicaciones para el enjuiciamiento uniforme de contenidos.

f) Según la racionalidad de las valoraciones de fondo. Para efectuarla, los Tribunales


Constitucionales tienen que ejercitar una razonabilidad que ha de ser especificada
materialmente en cada supuesto que se dirime, y que no es de corte iusnaturalista
(García Amado, 1987: 111-131).

Como acabo de exponer, lo razonable en la diferenciación tiene unos límites abstractos


y otros históricos. Los primeros se deducen de las exigencias que se estiman como
presupuestos de la moralidad; y los segundos conminan a que se atiendan las
circunstancias contextuales en las que se circunscriben los sujetos y los contenidos
morales que expresan los derechos. Bajo estas coordenadas es cómo se explica que
los juicios de relevancia y razonabilidad hayan de orientarse por la capacidad de
elección y las necesidades básicas, considerándose tal postulado como un prius en
toda discusión sobre la igualdad. Sin embargo, hay que presuponer siempre una
participación idéntica de todos los agentes morales, aun cuando, si no se han de
satisfacer necesidades básicas o no hay que situar en idéntica situación de poder a los
sujetos morales, el centro de la diferenciación se debe establecer en los distintos tipos
de igualdad, valorando las circunstancias concurrentes. A partir de lo anterior, el
postulado sería que, en cuanto se refiere a los derechos, su disfrute debe estar abierto
a todos, aunque es dable que se establezcan diferencias aceptadas por la mayoría
siempre que se estimen las diferentes variantes de la desigualdad, el contexto en el
que se desenvuelven y los criterios de distribución presentes (De Asís Roig, Op.cit.:
72-75).
El interrogante es ¿qué papel juega la discriminación? Pues bien, parto de que el
vocablo significa la negación de la igualdad de trato a ciertos individuos por el hecho
de pertenecer a un grupo o categoría social, aconteciendo una restricción por esa
causa de su derecho de igualdad en contradicción a la dignidad que es común a los
seres humanos. Ello es porque se efectúa una selección de motivos que no son
imputables al individuo, es decir, los atinentes a las características individuales o
sociales. En coherencia, la discriminación no puede ser ya comprendida genéricamente
como simple diferencia o distinción, entendiéndose conectada con el criterio relativo a
la valoración del individuo como perteneciente a un grupo o categoría particular,
poniéndolo en una situación adversa o peyorativa. Por lo tanto, la discriminación
implica una estimación perjudicial, pues es inaceptable al basarse en “características
que son personales o en situaciones sociales del individuo discriminado al margen de
su responsabilidad personal” y, por otro lado, esa diferenciación de trato “supone para
ese individuo un perjuicio y una desventaja no deseable por él”.

Ese carácter se pone de manifiesto en la idea de que la discriminación se ejerce frente,


o contra, una persona o grupo. Mas no habría que tener en cuenta solamente el punto
de partida que es peyorativo por las razones expuestas, sino que habría que valorar
también los resultados producidos. Mientras en la igualdad de trato clásica se hace
hincapié en el momento previo, en la discriminación lo central es el momento final
(Rodríguez Piñero y Fernández López, Op.cit.: 91-92 y 108 y ss.).

Con las discriminaciones que se prohíben, se intenta impedir que las víctimas sean
tratadas de forma desfavorable continuada y sistemáticamente. Las discriminaciones
prohibidas presuponen cierta sistematicidad, producto de una regla jurídica, que trata
de forma diferente lo que hace la regla estándar, o social; es decir, que, en este caso,
hablamos de un problema jurídico y, por añadidura, estamos ante un fenómeno social
en la mayoría de las ocasiones. En conexión con ello se mantiene la posibilidad no sólo
de que la discriminación sea directa, sino de que sea indirecta, en razón de que sobre
la base de una elección subjetiva de otros criterios de distinción aparentemente
neutros se llega, de hecho, a un resultado discriminatorio (Ibid: 162 y ss.).

Dada la idiosincrasia de la igualdad, su juicio excluye lo idéntico y lo semejante debido


a que se parte de la diversidad. La identidad contempla dos sujetos distintos,
desconociendo los elementos que son diferentes entre sí. La semejanza no precisa que
se dejen a un lado los aspectos diferenciadores. Cuando llevamos a cabo un juicio de
igualdad es necesario que practiquemos una operación relacional, quedando claro que
se consuma un juicio valorativo en el que se valoran ciertos hechos e inferencias
inherentes. La igualdad de tratamiento se ejecutará cuando A y B sean tratados
igualmente por C, si C da el mismo beneficio o carga específica a A y a B. El que A y B
reciban una distribución igual depende de la regla que se aplique (Oppenheim, 1982:
803; Prieto Sanchís: 1995, 112 y ss.). El principio se desglosa en la obligación que
posee el ordenamiento de impedir que se positive a priori cualquier forma de
discriminación negativa, y en la implantación de discriminaciones positivas sobre los
casos que tradicionalmente han conformado situaciones de desigualdad.

En relación con los paradigmas de la igualdad y la diferencia, la pregunta es qué


concepción es la que está detrás de la mayoría de las Constituciones. La igualdad
constitucional como valor, principio y derecho da a conocer las dimensiones de la
libertad democrática y social. En su dimensión liberal, la igualdad lleva consigo la
prohibición de arbitrio en el momento de crearse la norma que incluye la diferencia y
en el de su aplicación. Desde una estructura democrática, se excluye que ciertas
minorías o grupos sociales en desventaja se aíslen; y, socialmente, la igualdad legitima
un derecho desigual para que se garantice la igualdad de oportunidades a individuos y
grupos desaventajados, dimensiones que se fundan en la dignidad humana como
fundamento del orden político y de la paz social (art. 10.1 de la Constitución española,
en adelante CE) (Bilbao Ubillos y Rey Martínez, 2003: 106). Pero, si es cierto que el
Tribunal Constitucional español comenzó calificando a la igualdad como un principio sui
generis, también lo es que desde la STC 75/1983, de 3 de Agosto, f.j. 2, se entiende
como un derecho de los ciudadanos “a obtener un trato igual, que obliga y limita a los
poderes públicos a respetarlo y que exige que los supuestos de hecho iguales sean
tratados idénticamente en sus consecuencias jurídicas y que, para introducir
diferencias entre ellos, tenga que existir una suficiente justificación de tal diferencia,
que aparezca al mismo tiempo como fundada y razonable, de acuerdo con criterios y
juicios de valor generalmente aceptados, y cuyas consecuencias no resulten
desproporcionadas” (ver la Sentencia 200/2001, de 4 de Octubre, f.j. 4).

Conforme al artículo 53.1 de la CE, el artículo 14 vincula a todos los poderes públicos,
siendo de aplicación inmediata, sin que requiera el correspondiente desarrollo
legislativo para que pueda ser invocado. Sin embargo, es cuestionable si la segunda
parte de tal precepto se aplica a la igualdad, el cual dice que “sólo por ley, que en todo
caso deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio de tales
derechos y libertades”, ya que lo primero que hay que averiguar es qué se comprende
por contenido esencial para establecer si el contenido del derecho a la igualdad de
trato es parcialmente esencial y parcialmente no esencial. No obstante, si resulta que
no es factible efectuar tal separación, pues hay que considerarla como un todo
inseparable, lo previsto en el artículo 53.2 no puede afectar al artículo 14 (Suay
Rincón, Op.cit.: 149-151).

Desde esta posición, es claro que el derecho a la igualdad no es autónomo, no existe


por sí mismo, estando su contenido establecido en función de relaciones jurídicas
concretas. Así, no es conceptuable como un derecho formal; es una norma que sirve
de parámetro para sustentar que el artículo 14 se ha vulnerado, pudiendo ser el
infractor el que goza de una situación de hecho favorable o el que goza de otra
desfavorable. Su condición se la ha otorgado la Constitución porque establece la
máxima protección al catalogarlo como fundamental, a la par que se le ha otorgado
una naturaleza reaccional reforzada frente a otros derechos. Además, cabe remarcar la
improbabilidad de que se infrinja sin que lleve aparejado simultáneamente la infracción
de otro derecho (Pumar Beltrán, 2001: 92). Quien desee beneficiarse de aquél podrá
apelar al derecho a no ser tratado desigualmente, no a no ser tratado igualmente, por
lo que es afirmable que el derecho a la igualdad no hace nacer nuevos derechos fuera
de los que se restablezcan cuando hayan sido violados (Ibid: 114).

A estos efectos, es interesante el discernimiento de Ruiz Miguel recayente en las reglas


de igualdad relativas -dictaminan un trato igual para una categoría de personas, en
tanto ese trato se dé a otra categoría- y no relativas -fijan los derechos y deberes de
varias personas sin referencia a la relación con otras- (Ruiz Miguel, 2000: 160;
Santamaría Ibeas, 1997: 295). A mayor abundamiento, Ruiz Miguel enumera
la diferenciación para la igualdad al señalar que “el fin de una sociedad más igualitaria
hace necesarias políticas que traten desigualmente a quienes son desiguales, para
aminorar las distancias y ayudar a los más desfavorecidos, equiparándolos a los que
están en mejor situación”; y la diferenciación como igualdad, que “plantea un modelo
ideal de sociedad igualitaria, en el que las relaciones sociales se simbolizan por una
diferenciación o diversidad entre grupos que no implica dominación ni desigualdad
injusta”. La diferenciación para la igualdad se vale de la pretensión o aprobación de un
sistema fiscal progresivo, correcciones del sistema proporcional puro, pensiones no
contributivas, asignación de becas para estudiantes necesitados, dotación de
construcciones para los minusválidos, subvenciones para viviendas, etc., y la
diferenciación como igualdad aspira a la igualdad
como identidad, similitud o asimilación. La primera se apoya en la solidaridad,
“mediante un reparto de los papeles sociales indiferente a rasgos colectivizadores”; la
segunda se enfoca hacia el pluralismo y la tolerancia, y piensa que “el ideal igualitario
es el de la diversidad de grupos en un marco social exento de relaciones de
dominación y jerarquías” (Ruiz Miguel, Op.cit.: 286-290).

En la igualdad material, los juicios de igualdad afirmativos y los negativos no son


absolutamente simétricos. El que dos individuos, o grupos, sean sustancialmente
iguales se interpreta como que deben ser tratados del mismo modo. Es una directiva
de política del Derecho cuyos destinatarios son los legisladores o los jueces. Esa
presuposición, declara Guastini, es formulable en forma de proposición normativa
asimilada en los extremos que siguen: “Hay, al menos, una norma que atribuye a “x” y
a “y” situaciones jurídicas subjetivas distintas”. El enunciado por el que dos individuos,
o grupos, no son sustancialmente iguales se funcionaliza según las circunstancias y el
contexto del discurso. Un enunciado que se atenga a este postulado se puede emplear
para expresar la directiva por la cual hay que tratar distintamente, y para expresar que
los sujetos, o conjunto de ellos, deben ser igualados (Guastini, 1999: 196-198).

DERECHO A LA IGUALDAD ANTE


LA LEY
 In
 diciembre 20, 2017
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Derecho humano por el cual todas las personas deben ser tratadas de la misma
forma, sin distinciones o favoritismos. Implica fundamentalmente que el Estado trate
a todos sus ciudadanos de la misma forma, sin privilegios y sin discriminaciones.
Ejemplo: «Pedir requisitos que no están al alcance de todos los ciudadanos, sino sólo
de algunos, para obtener un documento público es una violación al derecho a la
igualdad ante la ley».
Sentencia de la Sala Político Administrativa: “Este derecho ha sido interpretado
como el derecho de los ciudadanos a que no se establezcan excepciones o privilegios
que excluyan a unos lo que se le concede a otros, en paridad de circunstancias. Es
decir, que en virtud de este principio, no deben establecerse diferencias entre los que
se encuentran en las mismas condiciones. La verdadera igualdad consiste en tratar
de manera igual a los iguales y desigualmente a los que no pueden alegar esas
mismas condiciones y circunstancias predeterminadas por la Ley, ya que estas no
obedecen a intereses de índole individual sino a la utilidad
general http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/spa/septiembre/01131-240902-
16238.HTM
Opinión Consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “la noción de
igualdad se desprende directamente de la unidad de naturaleza del género humano y
es inseparable de la dignidad esencial de la persona, frente a la cual es incompatible
toda situación que, por considerar superior a un determinado grupo, conduzca a
tratarlo con privilegio; o que, a la inversa, por considerarlo inferior, lo trate con
hostilidad o de cualquier forma lo discrimine del goce de derechos que sí se
reconocen a quienes no se consideran incursos en tal situación de inferioridad” (párr.
55). Opinión Consultiva 4/84 del 13-01-1984.

Respeto por las diferencias

Aprendiendo a respetar las diferencias


Aprendiendo juntos Septiembre 23, 2014
Respetar las diferencias, ya sean de raza, cultura, religión o incluso discapacidades, no
solamente es importante en un mundo cada vez más globalizado, sino que prepara a los
niños para ser solidarios, a valorar y aprender de otros, a ser tolerantes y respetuosos, y a
evitar que tomen decisiones basadas en prejuicios y estereotipos. Aquí van
algunas claves sobre cómo enseñar a tus hijos a ser tolerantes y a aceptar a los
demás a través del respeto y el conocimiento.

¿Sabías que los niños no nacen con prejuicios? No discriminan ni le dan importancia a las
nacionalidades, el color de piel o idioma. A un niño no le importa de dónde sea otro niño,
ya que habla el lenguaje universal de los juegos. Desafortunadamente, con el tiempo van
adquiriendo prejuicios a partir de lo que observan en su entorno e, igual que los
valores, estos se transmiten de padres a hijos. Por eso es tan importante ayudarles a
tener una mente abierta enseñándoles con el ejemplo.

Enseñando a ser tolerante


Esponjas
En familia habría que desarrollar actitudes que no discriminen. Los niños, para bien o para
mal, son mucho más conscientes de lo que ocurre a su alrededor de lo que los
adultos pensamos. Nos escuchan, nos ven y saben distinguir cuándo mentimos, nos
sentimos incómodos y cuándo lo que decimos y lo que hacemos se contradice. Presta
atención a tu propia actitud ante los demás.

Ser un ejemplo
Los niños se inspiran en sus padres y su modo de ver el mundo y de interactuar en él
depende de cómo lo hagan ellos. Por eso es importante que sean un modelo positivo a
seguir. ¿Tienes algún prejuicio? ¿Tienes relación con personas de otra religión,
raza, cultura? ¿Qué opinas sobre los colegios que integran a niños discapacitados?
¿Alguna vez has sentido discriminación? Antes de hablar con tus hijos sobre la tolerancia,
piensa antes cómo te sientes tú y cuál es tu actitud ante la discriminación. Antes de
querer ayudar a sus hijos a valorar la diversidad, algunos padres quizás tengan que
corregir estereotipos que hayan aprendido haciendo este ejercicio de conciencia.

Empieza en casa
Ser conscientes y respetar las diferencias que hay entre todos los miembros de la
familia es el primer paso. ¿Cómo tratas a tus padres? ¿Qué se dice en la mesa en
relación a las diversas habilidades, intereses y estilos de cada uno? ¿Se valoran aunque
sean diferentes? Recuerda que la tolerancia no significa tolerar comportamientos
inaceptables. Implica tratar a los demás con respeto.

Si necesitas ayuda, te proponemos el Kit de protección Educo, que contiene manuales,


fichas, cuentos y juegos de apoyo.
Ayuda a tus hijos a sentirse bien consigo mismos. Los niños con una autoestima
saludable se valoran y se respetan, y es más probable que traten a los demás de la
misma manera. Los niños que no se sienten cómodos siendo quienes son tienden a
tratar mal a los demás.

Hablar y escuchar
Aprovecha la curiosidad innata de los niños para hablar sobre estereotipos y
discriminación. Nunca es demasiado temprano para hacerlo. Adelántate en lugar de
esperar a que sean testigos de actitudes negativas hacia los demás en libros, películas o
en situaciones reales de la vida. Contesta sus preguntas de manera respetuosa y
honesta. De esto modo también les estarás enseñando que es aceptable darse cuenta y
discutir sobre las diferencias siempre y cuando se haga con respeto.
El respeto por las diferencias
Renny Yagosesky

  Autoayuda
  13.04.2011
  3 minutos de lectura

superación personalvalores personales

Una característica de las sociedades modernas es la convivencia de la variedad con la


uniformidad. Muchas personas leen los mismos libros y siguen las modas, y otros, se
distinguen con maneras de comportarse distintas y novedosas ¿Cómo congeniar esta
aparente contradicción?

La uniformidad y la diversidad, parecen ser tendencias francamente contradictorias, fuerzas


opuestas que deben aprender a congeniar, pues vivir en sociedad implica compartir un mismo
sistema de leyes y valores más o menos similares. De hecho, una definición de
comunicación, señala que comunicarse, es la capacidad de intercambiar percepciones en un
“lenguaje común”. En ausencia, de ese lenguaje común, el proceso mismo de relacionarse,
resultaría irrealizable.

De manera que podemos convenir, que existe un grado deseable de uniformidad, que permite
a las personas comunicarse, afiliarse y emprender proyectos de interés común. En la
familia, se busca criar a los hijos en torno a maneras de pensar y actuar similar a la de sus
padres, y se les enseñan modos de interacción social que les aseguren la aceptación y la
aprobación de los pares.

Todos saben que entre adolescentes, no parecerse al grupo es una condena directa al
desprecio, al rechazo e incluso a la agresión. Nada diferente ocurre en la política, y
especialmente en tiempos de radicalismos, lo diferente resulta amenazante y ya es frecuente
que se persiga a quienes disienten de las ideas predominantes. Idéntico destino ha
correspondido a numerosos religiosos a lo largo de la historia, y son conocidos incontables
episodios de persecuciones y asesinatos, padecidos por quienes se atrevieron a profesar
otros credos.

En la psicología y en la psiquiatría, se usa la uniformidad como un criterio para definir lo


normal, y se percibe a quienes se separan demasiado de la norma o del promedio, como
raros, extravagantes, anormales, disfuncionales, enfermos o peligrosos. De nuevo lo uniforme
se asume como el parámetro de aceptación. Según Buda, a todos, sin excepción, nos iguala
el sufrimiento, especialmente expresados en la vejez, la enfermedad y la muerte.

Desde esta visión, innovadores, rebeldes, pioneros y creadores, esos que buscan su verdad
adentro, aman el cambio y se arriesgan a derribar muros culturales y a desafiar reglas, reciben
cuando menos, la sanción de la sospecha o del repudio.

Paradójicamente, sin embargo, los proceso de crianza y socialización impulsan a las personas
a desarrollar su individualidad. Decimos a los varones como diferenciarse de las hembras,
creamos clasificaciones diferenciadoras para todo y decimos que un niño no es un
adolescente, que un adolescente no es un adulto y que un adulto no es un anciano.
Hay razas y culturas diversas, se hablan más de 6.000 lenguas y se acepta que los rasgos
que mejor definen a la naturaleza son la diversidad y el cambio. Es decir, todo lo contrario de
la uniformidad. Se acepta, además, que como ente biopsicosocial, ninguna persona es igual a
otra: cada individuo pese a estar relacionado con muchos otros, no tiene sus mismas huellas
digitales ni tomas sus mismas decisiones. Son aves el colibrí y el cóndor, pero nadie sensato
se atrevería a compararlas, pues el colibrí aletea hasta 90 veces por segundo, pero no puede
ascender tres mil metros como el cóndor.

En cuanto a los valores en la educación, optamos por enseñar el respeto, que en mi


definición, es “la capacidad de permitir a los demás son lo que son, siempre que sus derechos
y comportamientos no avasallen ni limiten los nuestros”. Respetar es, pues, valorar las
diferencias.

Es un hecho, que aunque las personas tienen preferencia por aquellos que se les parecen y
que pueden predecir, también sienten atracción y curiosidad por algunos diferentes.

Visto así, resulta importante para un buen vivir, comprender esta compleja trama de variedad
y uniformidad conviviendo juntas de manera dialéctica. Y en cuanto a cómo proceder con los
demás, sugiero tolerancia por lo distinto, empatía y comprensión por lo novedoso, lo creativo
lo original, lo individual. ¿No es acaso su irrepetibilidad lo que hace valioso un talento? Si
todos pintaran como Da Vinci o compusieran como Mozart y tuvieran la inventiva de Edison,
no serían ellos héroes inmortales de nuestra cultura universal.

Entendamos de una vez, es lo que sugiero, que lo diferente no es malo por ser diferente y que
en ocasiones el mejor favor que puede hacerle un ser humano al planeta, es pensar de
manera original. De no ser así, no adoraríamos a Jesús ni disfrutaríamos de las
computadoras. La tolerancia como valor, y la creatividad como práctica, pueden conducirnos a
mejores destinos. Aceptemos la existencia de todos los colores y disfrutemos pues de la
magia de un arcoíris. Gracias por leerme.

6 COMO SE PRODUCEN CAMBIOS EN LA COMUNIDAD DONDE TU VIVES

EL CAMBIO SOCIAL COMUNITARIO


Análisis de la Influencia de los factores de Implantación y
Asimilación sobre la Aceptación de las Innovaciones en
contextos Comunitarios de Bolivia
 

Erick Roth U.
Departamento de Psicología - Universidad Católica Boliviana "San Pablo"

Resumen

El presente trabajo analiza el proceso del cambio social a manera de un factor


psicológico del desarrollo, revisando la propuesta de diferentes autores clásicos, que
abordan la temática a partir de modelos particulares. El artículo contrasta dichos
modelos con la propuesta interactiva del autor que destaca la necesidad de incorporar
dos momentos en el proceso de cambio: la implantación y la asimilación y explora sus
posibilidades empíricas.

Sumary

The present paper analyzes the social change process as a psychological factor of
development in community settings. With that purpose, it is revised the conceptual
foundations of classical perspectives from different models and paradigms. The paper
also makes a differentiation between these models and the author’s interactive
proposition, dealing with two stages in the model of change: implantation and
assimilation, exploring its empirical strengths.

EL CAMBIO SOCIAL, BASE PSICOLÓGICA DEL DESARROLLO.

El cambio social es considerado en este trabajo, conceptualmente vinculado a la noción


de desarrollo social, debido a que éste último supone un cambio cualitativo y
cuantitativo en la calidad de vida de las colectividades rurales por decisión y acción
concertadas con instancias ajenas, y que es incorporado a su realidad para provecho
propio.

El desarrollo constituye en primera instancia un cambio cualitativo, puesto que supone


la alteración de ciertos patrones de conducta individual, familiar, grupal e institucional,
por acciones planificadas en las que intervienen al menos un componente foráneo. El
desarrollo equivale también a un cambio cuantitativo, porque supone la incorporación
a la vida de las comunidades de nuevos bienes y servicios a los que antes no tenían
acceso (Roth y Cols., 1993)
Así, el cambio social constituye el componente psicológico del concepto de desarrollo,
en la medida en que garantiza la consideración de factores extra -económicos en su
tratamiento. En otras palabras, para lograr el desarrollo es necesario también
transformar hábitos, modificar valores, afectar patrones de conducta, reorientar
intereses, etc., que configuran los estilos de vida de individuos, grupos e instituciones.
El cambio social destaca, por lo tanto, que el fenómeno económico no es autónomo y
que su análisis debe ser integrado a la reflexión sobre las motivaciones, los
comportamientos y el sistema de valores de la gente, la misma que debe ser
considerada como el protagonista central del desarrollo.

De esta manera, el cambio social entendido como la alteración planificada y


sistemática de los estilos de vida para adoptar una innovación con mayores
probabilidades de éxito, constituye un facilitador del desarrollo, o en otras palabras, el
desarrollo como un aspecto genérico de cambio, se encuentra íntimamente ligado a
factores disposicionales de origen psicosocial.

Esta propuesta resulta compatible con los postulados de Perroux (1962), economista
francés que definía el desarrollo como la combinación de cambios mentales y sociales
de una población, con factores de crecimiento, acumulación y producto global. En
suma, los problemas del desarrollo implican preocupaciones económicas, sociales,
políticas, técnicas y psicológicas, pero en primera instancias son problemas humanos.

Ello hace pensar en que si ambos elementos son complementarios y su consideración


resulta tanto necesaria como suficiente para entender el desarrollo, este proceso sólo
podría sobrevenir si ambos concurren en igualdad de condiciones. El desarrollo de un
pueblo no pasa únicamente por aumentar la renta per cápita de sus habitantes y por
disponer servicios sociales de mejor calidad, sino también por implantar estilos de vida
congruentes con el cambio, expresados en un sistema de valores, actitudes, creencias
y competencias, capaces de respaldar la decisión de adoptar cambios e impulsar
nuevas iniciativas que mejoren la calidad de la vida humana.

Con el propósito de ilustrar mejor este punto, veamos un ejemplo concreto. Al menos
la mitad de la población económicamente activa de Bolivia se encuentra dedicada a la
actividad agropecuaria.

No obstante, su contribución al producto interno bruto, se encuentra muy por debajo


de lo esperado y expresado por otras naciones latinoamericanas. Esta realidad define
un sector poblacional con dificultades reales para protagonizar el desarrollo. Por lo
general, la explicación de esta restricción ha girado en torno a argumentos tales como
la ausencia de inversión, la carencia de financiamiento al sector, la insuficiente
tecnología, los factores climatológicos, la inexistencia de mercados, etc., pasándose
por alto las consideraciones emergentes de la dinámica psicosocial.

Aún en el supuesto de que se dispusiera de condiciones financieras, tecnológicas y de


mercado óptimas para el sector, postulamos aquí que éste no estará en condiciones de
crecer lo suficiente como para mejorar su calidad de vida hasta que no reúna las
condiciones psicológicas necesarias para asumir el cambio. En otras palabras,
el sistema de creencias que expresa (por ejemplo, "el Estado debe ser la fuente
principal de las soluciones para el sector" o "el campesino boliviano por su condición de
pobre inmemorial debe ser sujeto perpetuo de beneficencia"); sus actitudes hacia el
mercado (por ejemplo, "el mercado es injusto con sus precios y se ensaña con el
sector, por lo tanto sus exigencias no pueden ser atendidas" o "la competitividad, la
calidad, la iniciativa privada o la globalización son nociones capitalistas que no deben
permear el movimiento campesino nacional"); sus valores vigentes ( por ejemplo "la
unidad de los gremios y su integridad es preferible a la libre competencia de sus
afiliados", o "el trabajo es necesario pero la fiesta es más importante"); y
sus habilidades, destrezas y competencias productivas (por ejemplo, gestión
financiera, manejo tecnológico o negociación con los mercados), no se ajustan a las
condiciones actuales en las que se desenvuelve la economía agropecuaria mundial.

Ciertamente estas expresiones psicosociales no pueden encararse sólo con medios


financieros y técnicos, demandan una visión renovada del propio rol en el proceso de
desarrollo, acompañada de nuevas competencias que proyecten a los miembros del
sector hacia la consecución de nuevas metas auto impuestas que definan un nuevo
protagonismo para los actores económicos.

Esta posición --comenta Ander Egg (1981), no contradice la noción clásica de


desarrollo, sino que destaca más bien la realidad de nuestro continente, donde el
crecimiento acumulativo y durable del producto interno global, encuentra obstáculos
autoimpuestos por la propia gente, en forma de barreras psicológicas y sociales.

CARACTERÍSTICAS DEL CAMBIO SOCIAL.

Algunos autores identifican el cambio social con la noción de progreso, entendida como
evolución sociocultural (Escalante y Miñano, 1982). Este término de uso antropológico,
hace referencia a las variaciones innovativas efectuadas en el marco de una cultura. Se
trataría de un mecanismo activo para el mejoramiento social que afecta su estructura
y funcionamiento merced a la variedad y frecuencia de intercambios que se establecen
entre los elementos de la cultura con otros de carácter foráneo, en lo que se conoce
como difusión.

El concepto de innovación, como se utiliza aquí, significa un nuevo elemento que se


pone a disposición de la cultura. Entonces, para la cultura, la fuerza que inicia el
cambio es la promesa de una innovación. La innovación ocurre allí donde por lo
general existe una necesidad claramente señalada; no obstante, la necesidad no
explica por sí misma la innovación, aquella sólo constituye el terreno fértil que espera
la semilla, la misma que proviene por lo general de contextos diferentes a los que
genera la necesidad.

Según White (1949), toda unidad cultural se encuentra conformada por tres
subsistemas: tecnológicos, sociales e ideológicos. El primero se encuentra
representado tanto por la totalidad de los instrumentos físicos de que dispone el grupo
para satisfacer sus necesidades, así como por el "saber hacer" imprescindible para
ponerlos en funcionamiento.

El subsistema social está estructurado por el mundo de relaciones interpersonales y de


grupo que configuran los patrones de conducta en los ámbitos sociales, políticos,
económico, parental, ético, laboral, recreacional, etc. Por su parte los subsistemas
ideológicos, se encuentran conformados por el conjunto de creencias y que no son otra
cosa que la interpretación de los fenómenos cotidianos que incumben al individuo y la
sociedad en su conjunto.
Según White, como estos subsistemas se encuentran integrados, el cambio en
cualquiera de ellos repercute en los otros. Así, una innovación tecnológica, es capaz de
producir alteraciones en la organización social, en las instituciones, en los patrones de
conducta, con el propósito de asimilar el cambio de manera integral. No obstante
habría razones para pensar que los cambios en la esfera tecnológica reciben menos
oposición que los que se pueden dar en los subsistemas social e ideológico.

Por lo tanto, siguiendo a White, diremos que los cambios son innovaciones o
variaciones de los elementos tecnológicos, ya sean materiales o no, así como de las
creencias, las costumbres, de los patrones de conducta individual o colectiva, que
representan el contenido de la cultura. Se refieren a las innovaciones que se realizan
en las relaciones o interrelaciones entre individuos o colectividades, cuyos mecanismos
forman parte de los sistemas sociales que al ser reconocidas como norma, se
constituyen en instituciones sociales. Cuando estas instituciones sufren nuevas
modificaciones, variaciones o adaptaciones, según las necesidades creadas por los
cambios en otras instancias de la unidad socio -cultural, entonces decimos que está
operando el cambio social.

Por su lado, Biesanz y Biesanz (1958) señalan a las siguientes premisas como
principios generales que gobiernan el cambio social:

a) La predisposición al cambio. Ciertos subsistemas son más permeables al cambio que
otros. De esta manera, existe normalmente predisposición para aceptar unos cambios
y no otros. Por ejemplo, estamos naturalmente inclinados a aceptar con cierta facilidad
nuevos avances de la ciencia médica o las siempre cambiantes sugerencias que nos
hacen las corrientes de la moda internacional. Sin embargo, ciertas innovaciones de
tipo social como aquellas que promueven alteraciones en las normas familiares con el
propósito de promover nuevas formas de conducta, no suelen aceptarse con la misma
facilidad. Por lo tanto, las innovaciones en el subsistema social e ideológico ofrecerían
mayores resistencias que las que ocurren en los subsistemas tecnológicos.

b) La difusión. Entendida como un proceso a través del cual ciertos grupos humanos
pudieron llegar a conocer las elaboraciones culturales y las experiencias de cambio de
otros grupos humanos. Se considera la difusión como un proceso iniciador del cambio y
opera una veces de manera accidental, por imitación, por presión o por interés propio,
pero siempre desde fuera del sistema.

c) La crisis es un facilitador del cambio. Se dice que las innovaciones son aceptadas
con mayor facilidad cuando el grupo en cuestión se encuentra atravesando un período
de crisis o desorganización social. Por ejemplo, en situación crítica una familia puede
revisar sus normas y permitir el trabajo de los hijos como estrategia de supervivencia.

d) La aceptación del cambio tiene un sentido pragmático. Los nuevos elementos
culturales deben demostrar su eficacia antes de que sean plenamente asimilados por el
grupo. Muchas iniciativas de cambio son resistidas simplemente por que su asimilación
produce subproductos o efectos colaterales indeseables. Por lo tanto, parece necesario
demostrar la utilidad de la innovación y su capacidad para integrarse simbiótica y
sinérgicamente con otros elementos de la cultura.

e) En todo grupo hay quienes están a favor y en contra de los cambios. Por lo general,
tanto las fuerzas de oposición como las orientadas al cambio nunca se encuentran en
perfecto equilibrio y sus influencias adoptan valores diferenciales que influyen sobre el
resultado de la iniciativa de cambio.

f) Los aspectos consagrados de la cultura suelen oponerse al cambio. La fuerza del


cambio merma cuando la propuesta entra en conflicto con los intereses consagrados de
la cultura. Alguna de nuestras instituciones sociales, pese a requerirlo, pueden
rechazar el cambio, por estar ligadas a ciertas normas o prácticas consideradas como
inmutables. Son un ejemplo, aquellos elementos sociales que soportan prácticas
religiosas, rituales, fiestas patronales, etc., que se mantienen merced a la fuerza de los
valores, creencias y atribuciones de la gente.

g) Innovaciones en un subsistema facilitan la asimilación del cambio en otros


subsistemas. La adopción del cambio en un subsistema puede constituirse en un
facilitador si sus efectos pueden trascender a otros ámbitos o componentes del
sistema. A este efecto se denomina generalización del cambio y constituye una
condición deseable del proceso y base de su sostenibilidad.

h) Todo individuo es portador de una cultura y los cambios se canalizan por su


intermedio. Invariablemente, los cambios son introducidos en la comunidad a través de
los individuos, penetrando así en su cultura. Esto destaca la importancia de la
aproximación psicológica en el abordaje del cambio social.

i) El cambio social es posible sólo en el marco de las sociedades humanas. Al parecer,
el cambio es una constante social al extremo de permitir afirmar que lo único
permanente es el cambio mismo.

Por lo tanto, Barabba y Zaltman (1991) resume las condiciones que deben tomarse en
cuenta para implantar exitosamente el cambio en las organizaciones:

 Habilidades. ¿Cuáles son las capacidades o incapacidades del sistema y sus


componentes con relación al cambio? ¿Tiene los recursos y destrezas necesarias
para enfrentarlo?
 Valores. ¿Existe compatibilidad entre los valores de la cultura del sistema y los
valores, normas, actitudes y principios que demanda el proceso de cambio?
 Información. ¿Poseen todos los elementos del sistema la información necesaria
y suficiente acerca de las necesidades y condiciones que demanda el proceso de
cambio?
 Circunstancias. ¿Cuáles son los elementos del sistema que pueden influir en la
aceptación y/o rechazo de la implantación del cambio? ¿Son ventajosas las
circunstancias actuales para iniciar el cambio?
 Tiempos. ¿Es este el momento más aconsejable para plantear el proceso de
cambio en la organización?
 Obligación. ¿Perciben los niveles decisorios de la organización, las necesidades
inmediatas y mediatas del cambio? ¿Existe compromiso para el cambio?
 Resistencia. ¿Cuál es el grado de resistencia al cambio, expresado por los
diferentes subsistemas de la organización? ¿Cómo se puede encarar dichas
resistencias?
 Rendimiento. ¿Cuáles son los beneficios del cambio para quienes tienen que
aprobarlo o implantarlo? ¿Cuáles son los beneficios del cambio para todos y
cada uno de los subsistemas? ¿Facilitan los beneficios la implantación del
proceso de cambio?
Según los autores, las respuestas a todas estas interrogantes allanarían el camino
hacia un cambio exitoso.

CAMBIO PLANIFICADO VS CAMBIO ESPONTÁNEO.

Las diferentes teorías contemporáneas suelen enfatizar la existencia de diferentes


fuentes u orígenes del cambio social. De esta manera Etzioni y Etzioni (1964), por
ejemplo identifican factores tecnológicos, económicos, políticos, religiosos, ideológicos
y demográficos como fuentes potenciales de cambio. La mayoría de los teóricos
asumen que las alteraciones que se dan lugar en los sistemas sociales se da a
diferentes velocidades y que en ocasiones se mueven de manera contradictoria.
Consideran el cambio social como resultado de la interacción y la adaptación entre
subsistemas. Por ejemplo, los movimiento migratorios campo -ciudad reflejan y
estimulan al mismo tiempo alteraciones en el sistema de valores, estatus económico y
actividad política de estos grupos humanos, y el común denominador de estos cambios
es que no son planificados por institución o autoridad alguna. Por ello, los teóricos
están más o menos de acuerdo en que, de una manera general, la mayoría de los
cambios sociales no ocurren merced a una planeación deliberada. Los cambios no
planeados ocurren por motivos diferentes, son propiciados tanto por el hombre como
por causas naturales y generan consecuencias imprevistas que producen desequilibrios
y tensiones en las unidades sociales.

Por lo tanto, algunos autores (por ejemplo Warren, 1965) sostienen que el cambio
deliberado constituye una reacción lógica al cambio espontáneo. De manera similar
Moore (1963) piensa que el desequilibrio en un sistema social "dispara" una serie de
acciones orientadas a restaurar el equilibrio original. El autor describe las siguientes
fuentes de desequilibrio: a) imperfecciones en la adaptación del hombre a su entorno,
lo que le produce malestar y le sirve al mismo tiempo de estímulo para generar
cambios tecnológicos; b) inconsistencias en las tasas de crecimiento y desarrollo entre
distintos elementos de la estructura social y sus componentes funcionales; por ejemplo
el crecimiento poblacional, el desarrollo de recursos económicos y los cambios en el
conocimiento y los valores; y c) disparidades ente el comportamiento esperado según
el sistema de valores prevalecientes y el comportamiento real. Esto obliga a la
búsqueda de ajuste en los valores o a ejercer control sobre el comportamiento en
cuestión.

Por otro lado, Lippit y Cols., (1958) señalan que el cambio planificado se origina en la
decisión de esforzarse deliberadamente para mejorar un sistema disfuncional, con la
ayuda de un agente externo. Por lo tanto, el cambio planificado no sólo es considerado
posible sino también necesario. Su consideración supone la selección de metas u
objetivos. Constituye un proceso racional que expresa una relación calculada entre
fines y medios, tomando en consideración el tiempo. Por lo tanto, se podría esbozar la
siguiente definición: cambio planificado es la alteración deliberada y racional de la
estructura y/o funcionamiento de un sistema, a través de la adopción de una serie de
actividades orientadas desde su exterior para lograr objetivos concretos en un período
definido.

PROPUESTAS CONCEPTUALES SOBRE EL CAMBIO SOCIAL


Una de las descripciones más relevantes de este proceso por su carácter sistémico, fue
propuesta por Lewin (1951) donde se identificaban tres fases: una que demandaba
el descongelamiento del statu quo, otra que guiaba el movimiento hacia un nuevo
estado y una final que buscaba el recongelamiento de la nueva situación para
garantizar su permanencia. En la fase de descongelamiento, se entiende por statu quo,
al estado de equilibrio producto de la acción de dos grupos de fuerzas encontradas que
poseen idénticas valencias; unas impulsoras del cambio y otras de resistencia. El
descongelamiento por lo tanto, puede ser posible mediante el incremento de las
fuerzas impulsoras que alejan el comportamiento de individuos y grupos del statu quo,
como a través de la reducción de las fuerzas de resistencia que lo confinan a la
inmovilidad.

El propósito del descongelamiento es motivar y alistar a los individuos o el grupo,


reorganizándolos de tal modo que vean y acepten la necesidad de cambiar. Schein,
citado por Hersey y Blanchard (1998) señalan la presencia de los siguientes elementos
cuando ocurre el descongelamiento: a) por lo general ocurre un cambio en las rutinas
del sistema, en sus fuentes de información y en sus relaciones sociales habituales; b)
todos los soportes sociales que operan en el sistema son socavados y destruidos; c) el
sistema cuestiona su estructura, roles y funciones anteriores, restándoles todo valor
para motivar la búsqueda de alternativas de cambio; y d) las recompensas o incentivos
se vinculan con la disposición a cambiar y los castigos con la falta de voluntad.

En otras palabras, la fase de descongelamiento busca eliminar usos costumbres y


tradiciones en vigencia para que los sistemas estén listos para aceptar las nuevas
alternativas. Se dice también que en esta fase, las fuerzas impulsoras del cambio
crecen y las opositoras se reducen.

La fase de movimiento, procede en base a tres mecanismos: identificación, internalización


y sumisión (Kelman, 1958, citado por Hersey y Blanchard, 1998). La identificación ocurre
cuando el cambio es suscitado por la influencia de modelos o ejemplos que sugieren nuevos
patrones de conducta. Por su parte, la internalización supone la asimilación de pautas
novedosas bajo la influencia de requerimientos de supervivencia que no dejan ninguna
opción al sistema. Se asume que la responsabilidad de cambiar recae únicamente en los
componentes del sistema y no en los elementos promotores del cambio.
Finalmente la sumisión ocurre cuando el cambio se impone merced a una directriz vertical o
a un acto autoritario y por lo tanto al margen de las necesidades sentidas del sistema.
Ciertamente, la sumisión suscita controversias con relación a la efectividad del cambio que
es capaz de generar.

Fase de Recongelamiento. Se entiende por recongelamiento al proceso a través del


cual la innovación se constituye en una pauta integrada y permanente de la estructura
y funcionamiento del sistema. En este momento, resulta crítico el mantenimiento del
cambio o sostenimiento de la innovación. Por lo tanto, son relevantes las decisiones
que el sistema adopte con el propósito de reforzar la permanencia del cambio; para
ello puede utilizar recursos normativos, incentivos y otros que fortalezcan el
movimiento hacia la innovación.

OTRAS VISIONES SOBRE EL CAMBIO SOCIAL.

El Modelo de Interpretación de Isabella. Debe reconocerse que el desarrollo organizacional


ha sido un terreno fértil para el estudio y la aplicación de la teoría del cambio social
(organizacional).

Por lo tanto, no debe extrañar que muchos de los avances logrados hasta ahora en esta
materia, provengan de esta forma aplicativa de la psicología. Por ejemplo, Isabella (1990),
elaboró un modelo con base en la propuesta conceptual de Lewin, para interpretar los
sucesos que operan en el contexto laboral durante el proceso de cambio.

Esta propuesta señala cuatro etapas diferenciadas, un acontecimiento que opera a manera
de disparador y la personalización que hace el agente de cambio. De esta manera, durante
la etapa de anticipación, el agente de cambio prepara el ambiente propicio para proponer la
innovación, condiciones que deberán operar a manera de disparador. Esta etapa
corresponde a la de descongelamiento propuesta por Lewin.

En la etapa de confirmación, el proceso de cambio se normaliza y se coloca en un marco de


referencia convencional. Durante este momento, el sistema debe llegar al convencimiento
de que el cambio es preciso y necesario. Esta fase corresponde a la de movimiento de
Lewin. La figura siguiente permite apreciar la lógica de dicho modelo.

 
En la etapa de culminación del proceso, se inicia un proceso de racionalización del cambio
acompañado de una serie de reflexiones y justificaciones que se desprenden de la
percepción de la nueva realidad del sistema en comparación de la imagen que proyectaba
antes del cambio. Esta fase dispara el recongelamiento en el enfoque lewiniano.

Finalmente, en la etapa de las secuelas, el agente de cambio procede a evaluar el alcance


de la innovación y se identifican los perjuicios y beneficios obtenidos a través del proceso.
La valoración de los beneficios permitirá fortalecer las decisiones que mantienen el cambio
con miras a su sostenimiento.

El modelo --explica Isabella--permite concebir la resistencia al cambio no como un


obstáculo objetivo sino como parte de un proceso mental que experimentan las personas
mientras transitan por el proceso de cambio.

Modelo de la Seguridad Psicológica de Schein. Se trata de una propuesta más


reciente, igualmente relacionada con el planteamiento de Lewin. Su formulación tiene como
base el argumento de que el cambio supone antes que nada sustituir reglas y
procedimientos viejos o ineficaces por otros nuevos con mayor potencial. Según Schein,
cuando una organización se descongela, sobrevienen dos tipos de incertidumbres: una
asociada con el cambio mismo, resultante de la incapacidad o falta de recursos para
encarar la nueva situación; y la otra derivada de la posibilidad de no cambiar, a causa del
sentimiento que produce el mantener un estado de cosas que no producen beneficio o
utilidad alguna.
En el modelo de Schein, la seguridad psicológica se produce al imponer una imagen
poderosa para reducir la incertidumbre del cambio y aumentar la incertidumbre por no
cambiar. Dicha imagen puede ser fortalecida con información acerca de los beneficios
potenciales asociados al cambio. La estrategia reside por lo tanto, en fomentar la confianza
en el nuevo estado de cosas y en aumentar la incomodidad sobre la situación actual. El
proceso que fomenta este modelo se resume de la siguiente forma:

1. Para que la organización cambie, debe procederse con el descongelamiento.


2. El descongelamiento da lugar a las dos incertidumbres asociadas al miedo de
cambiar y al miedo a no cambiar.
3. Para descongelar la organización, se debe reducir la primera incertidumbre y
aumentar la segunda.
4. Las preocupaciones acerca del manejo de las incertidumbres deben situarse en
un plano preferencial con respecto a las de tipo metodológicas. Debe darse
mayor atención a la segunda incertidumbre.
5. El análisis del campo de fuerzas de Lewin puede ser tomado en cuenta para
fortalecer el modelo (Hersey y Blanchard, 1998).

Modelo del Incrementalismo Lógico de Quinn. Este es un modelo orientado a la


formulación de estrategias para la implantación del cambio. Reconoce que fuerzas
tanto internas como externas ejercen presiones para resistir el cambio y establece un
patrón de planeación para facilitarlo. El modelo se concentra en la evolución de los
cambios, mientras las metas generales se estrechan, definen y adaptan. Quinn (1980)
identificó las siguientes etapas del incrementalismo lógico:

1. La generación de una conciencia general acerca de la oportunidad para cambiar


2. La difusión de una idea general con el objeto de obtener reacciones tanto a
favor como en contra de la posibilidad.
3. El desarrollo formal del cambio
4. El plan de cambio aprovecha una crisis u oportunidad para justificar el cambio.
Los desajustes estructurales y funcionales pueden ser un recurso para precipitar
la innovación
5. La adaptación del plan conforme avanza la implantación.

Modelo de Cambio Estratégico de Rowe. Este modelo (Rowe y Cols., 1994, sitado


por Hersey y Blanchard, 1998) que tiene una lógica situacional, establece la necesidad
de obtener un acuerdo entre el agente de cambio y el sistema cliente, sobre las metas
que se deben cumplir durante el proceso. Los autores señalan que la implantación
exitosa demanda la comprensión cabal de los elementos del sistema, sobre lo que
tiene que hacerse y por qué. Es el mutuo entendimiento lo que asegura la
implantación.

El modelo destaca cuatro tipos de relaciones que pueden darse entre el agente de
cambio y el sistema organizacional. Dichas relaciones se establecen a partir de qué tan
bien entienden los agentes de cambio los deseos y capacidades de los demás
componentes del sistema y qué también comprenden éstos las metas, objetivos y
tareas del plan propuesto por el agente de cambio. A continuación se ilustra las
posibles relaciones que propone el modelo. Nótese que en el primer
cuadrante (implantación completa), se caracteriza por destacar las condiciones
óptimas para iniciar un proceso de cambio, debido a que existe elevada comprensión
sobre necesidades y planes por parte de todos los elementos involucrados en el
proceso.
El segundo cuadrante (Implantación parcial), se caracteriza por una moderada
comprensión de la situación, debido a que si bien el sistema entiende el plan de
cambio, los agentes que lo promueven no se hacen cargo de las necesidades de los
componentes del sistema.

El tercer cuadrante (implantación fallida) expresa deficiencias en el grado de


comprensión acerca de los procesos básicos del cambio que se presentan en todos los
ámbitos del sistema: ni los elementos de éste entienden el plan, ni los agentes de
cambio consideran las necesidades de aquellos. Las circunstancias señalan muy pocas
condiciones para soportar el proceso de cambio.

Finalmente, el cuarto cuadrante (Implantación parcial), reproduce los resultados


previstos en el segundo cuadrante, aunque debido a que en este caso el problema se
suscita debido a la falta de entendimiento de la propuesta de los agentes de cambio, la
situación exige acciones participativas destinadas a lograr el consenso con los
elementos del sistema sobre el plan de cambio. La relación establecida por Rowe y
cols., se muestra en la siguiente ilustración.

EL MODELO INTERACTIVO DEL CAMBIO SOCIAL

La concepción que adopta este modelo, se deriva de las reflexiones acerca de la


naturaleza interactiva de los fenómenos comunitarios los mismos que deben ser
analizados en el contexto de los procesos dinámicos que relacionan individuos, grupos
e instituciones, mediados por factores de interés social, económico, político y cultural y
que introducen la perspectiva interdisciplinaria en el análisis de lo comunitario. Los
problemas comunitarios son definidos por esta aproximación como productos
complejos de tales interacciones, donde lo psicológico constituye tan solo uno de los
niveles de análisis (Roth, 1986).

Por lo tanto en el marco de esta lógica, el proceso de cambio no solo demanda ajustes
comportamentales en el sistema receptor, sino también en el sistema que lo
promueve; veamos cómo de desarrolla este concepto.

En el ámbito del desarrollo rural boliviano, han sido los gobiernos departamentales y
en parte también las organizaciones de desarrollo social u organizaciones no
gubernamentales (ONGs) quienes patrocinaron sistemáticamente el cambio con una
orientación de desarrollo; actualmente dicho rol está siendo paulatinamente
traspasado a los municipios o alcaldías, merced a la Ley de Participación Popular.
Cualquiera que sea el caso, el desarrollo se encuentra necesariamente mediado por
una instancia privada o pública, gubernamental o no gubernamental que por lo general
intermedia también los recursos financieros que soportan el cambio.

Por ello, el estudio sistemático de la dinámica del cambio, deberá también incluir la
consideración de los comportamientos que deben ser exhibidos por el agente de
cambio para asegurar que dicho proceso se instaure sin sobresaltos. Por ejemplo, la
innovación en forma de un nuevo sistema de agua en una comunidad rural, obligará a
la instancia correspondiente, a fortalecer por ejemplo, la institucionalidad local para
recibir orgánicamente el cambio, a generar capacidad de gestión en la comunidad para
que se administre sanamente el sistema, a promover la intersectorialidad en la visión
de la innovación (agua potable es salud y bienestar y podría significar también la
producción de hortalizas para autoconsumo), a optimizar la calidad de la transferencia
tecnológica para enseñar digamos, habilidades de plomería a los usuarios; y a
asegurar la decisión política local a favor del cambio, entre otras. Pensamos que la
permanencia del cambio que actualmente se denomina genéricamente sostenibilidad
del mismo, es una función compleja de lo que hace, deja de hacer o de cómo lo hace el
promotor del desarrollo para instaurar el cambio, por un lado; y por otro de lo que
hace o no hace y cómo lo hace el destinatario de la innovación para soportarlo,
asimilarlo y generalizarlo en su propio sistema (Roth, 1999).

La importancia de este análisis es obvia toda vez que el desatender las múltiples y
complejas variables psicosociales involucradas en la promoción y ejecución del
desarrollo, ha significado en demasiadas ocasiones pasadas, el fracaso de la
asimilación de innovaciones de gran importancia, en desmedro del bienestar de
amplios sectores poblacionales, con el consiguiente desperdicio de cuantiosos recursos
económicos y tecnológicos.

Por lo tanto, es preciso reiterar que el cambio social debe ser entendido desde dos
ángulos: desde el del comportamiento del innovador y desde el que adopta la
innovación. Sin embargo, debe recalcarse que ambas esferas forman parte de un todo
indivisible y dinámico y que su abordaje por separado obedece únicamente a
circunstancias del presente estudio analítico.

El éxito o fracaso de las intervenciones orientadas al cambio, suele depender de dos


grandes componentes; uno que se encuentra referido a las estrategias
de implantación desplegadas por las instituciones promotoras del desarrollo y otra
que tiene que ver con las características del destinatario de estas acciones y que juega
también un papel importante como factor de asimilación. Por lo tanto, el cambio
social debe entenderse como el producto complejo o la resultante de la relación
ordenada de ambos elementos constitutivos: la implantación (como estrategia de
quien promueve el cambio) y la asimilación (como factor que gobierna la adopción de
la innovación) (Roth, 2000). La figura siguiente ilustra esta relación interactiva.

Entonces, debemos entender por implantación, el proceso dinámico a través del cual una
instancia introduce una innovación en la comunidad con intenciones de promover el cambio
social y/o económico. Constituye generalmente un esfuerzo institucional sistemático que
busca la asimilación para lograra el cambio.

Por otro lado, vemos en la asimilación, un proceso mediante el cual la comunidad se


apropia de la innovación implantada y lleva adelante el cambio para beneficio propio. Si
bien la implantación no conduce necesaria ni fatalmente a la asimilación, una adecuada
estrategia de implantación debería aumentar la probabilidad de una asimilación exitosa y
un proceso de asimilación bien estructurado debería facilitar y guiar la implantación. La
asimilación se encuentra íntimamente relacionada con la sostenibilidad, toda vez que si la
innovación no se asimila, con seguridad no podrá sostenerse. Por ello, las estrategias de
implantación, que a su vez determinarían los grados de asimilación, resultan de capital
importancia para dilucidar el fenómeno de la sostenibilidad de las acciones de desarrollo
(Roth, 1999).

Cada uno de estos elementos se encuentran influidos por una serie de procesos que definen
su viabilidad. Así, los procesos que conforman las estrategias de implantación son los
siguientes:
 La búsqueda de la decisión política
 La búsqueda de la institucionalización del cambio
 La búsqueda de una transferencia tecnológica de calidad
 La búsqueda de estrategias integrales
 La búsqueda del potenciamiento económico de la comunidad receptora
 La búsqueda de la racionalidad del gasto
 La búsqueda del respeto a la cultura local.

Estas estrategias de implantación deben articularse con los factores de asimilación


expresados por el sistema receptor de la innovación. Dichos factores son los
siguientes:

 La estructura del poder local, el liderazgo y los mecanismos de decisión


existentes
 La capacidad institucional instalada y los recursos existentes en la comunidad
receptora
 La calidad y cantidad de recursos humanos locales disponibles para la gestión
del cambio. El grado de conocimiento e información que posee la comunidad
sobre la innovación
 La disponibilidad de experiencia exitosas y los fracasos experimentados por la
comunidad en relación con el cambio
 Diversificación de intereses y oportunidades económicas en la comunidad
 La naturaleza de las necesidades locales y la percepción social.

a) Por decisión política entendemos la necesidad de que la propuesta de cambio cuente


con el reconocimiento formal de parte de las autoridades locales, legítimamente
constituidas. Toda acción al margen de las instancias de poder político local, podría
encontrar resistencias de parte de la población meta que interfieran con el proceso.
Esta estrategia de implantación corresponde al factor de asimilación que destaca
la estructura del poder local y las características del liderazgo comunitario. En otras
palabras, dada una estructura de poder y unos mecanismos decisionales merced a un
ejercicio particular del liderazgo comunitario, debe corresponder una estrategia
concreta de implantación que considere expresamente el tema de la decisión política.

b) El plan de cambio debería buscar institucionalizar su cometido. Ello supone


establecer estrechos vínculos de trabajo con los recursos institucionales propios de la
comunidad, al mismo tiempo que se busca su fortalecimiento en materia de gestión.
Se supone que al finalizar el proceso de implantación -asimilación, serán estos
recursos locales los que deberán gestionar el cambio y sostenerlo en el tiempo. La
institucionalización contraviene la duplicación de recursos institucionales a través de la
creación arbitraria de artefactos sociales para el desempeño de funciones que deberían
ser ejercidas por instancias preexistentes.

Los esfuerzos de institucionalización orientados al cambio deben responder por lo tanto


a la capacidad instalada de las comunidades receptoras. Trabajar al margen de la
institucionalidad local (implantación) o en ausencia de ésta (asimilación), impondrá
severas restricciones a la estabilización del cambio.

c) La introducción de cualquier innovación, por simple que parezca, constituye para las
comunidades rurales un proceso de confrontación con lo desconocido que
generalmente exige conocimientos y destrezas nunca antes demandados. Ello justifica
plenamente el desarrollo de estrategias de transferencia de conocimientos y
habilidades cuidadosamente planificadas, con metodologías adecuadas para las
poblaciones a las que se dirige. Esta estrategia de implantación debe responder a las
características de los recursos humanos existentes y a las demandas objetivas de
información y de habilidades identificadas localmente para encarar la administración
del cambio, como factores de asimilación.

d) Debido a que los problemas de las colectividades rurales responden por lo general a
una visión integral de su realidad, es preciso que el plan de cambio adopte igualmente
una concepción globalizadora de las soluciones que propone. Esta idea se relaciona con
el concepto de vinculación de lo social con lo económico, toda vez que los programas
de cambio concebidos marginalmente son muy difíciles de sostener. Ciertamente esta
estrategia debe responder tanto a la "realidad unitaria" como a la diversidad de
intereses, necesidades y oportunidades económicas de los miembros de una
comunidad.

e) La experiencia ha demostrado que las comunidades con mayores posibilidades de


asimilar el cambio, son también comunidades que pueden ser consideradas como
económicamente más sólidas y diversificadas, con presencia de instituciones más
fuertes y con un grado mayor de cohesión social. Esta es ciertamente un factor de
asimilación de naturaleza estructural que demanda estrategias de implantación con un
fuerte componente de fortalecimiento económico y financiero.

Cambio social
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Un cambio social es una alteración apreciable de las estructuras sociales, las consecuencias
y manifestaciones de esas estructuras ligadas a las normas, los valores y a los productos de
las mismas.
El estudio del cambio social determina las causas o factores que producen el cambio social. El
término es relevante en estudios dedicados a historia, economía y política, y puede abarcar
desde conceptos como revolución y cambio de paradigma hasta cambios superficiales en una
pequeña comunidad. La idea de progreso y la idea de innovación son conceptos que deben
incluirse en el análisis.
El cambio social incluye 2 aspectos como el éxito o fracaso de diversos sistemas políticos y
fenómenos como la globalización, la democratización, el desarrollo y el crecimiento
económico. Es decir: el cambio social consiste en la evolución de las sociedades, desde
cambios a gran escala hasta pequeñas alteraciones. El estudio del cambio social suele
considerarse una rama de la sociología y la asistencia social, pero también atañe a las
ciencias políticas, económicas, a la antropología y a muchas otras ciencias sociales.
Las personas pueden adherirse conscientemente a las tesis del cambio social. En este
contexto, la expresión "cambio social" adquiere otro significado. Se refiere a las acciones en
defensa de una causa que pretende cambiar alguna regla o convención de la sociedad, ya sea
para satisfacer los intereses de un determinado grupo social, ya sea con la intencionalidad de
"mejorar" la sociedad en su conjunto.
Los cambios sociales han sido influidos de forma latente, ya no solo a través de los medios
masivos de comunicación conocidos anteriormente o de eventos sociales relevantes que
infundían a cambios de ideologías, sino a través de redes sociales y demás herramientas que
la web proporciona, de tal forma que los cambios que anteriormente llevaban años para
realizarse, ahora evolucionan y se desarrollan a velocidades pensadas como imposibles en
otros tiempos.
7 A QUE SE LLAMA SER UN BUEN CIUDADANO Y COMO CREE QUE DEBE
SER FORMADO

¿Cuáles son las condiciones para ser considerado un buen ciudadano?


Decálogo para ser un buen ciudadano
1. Este artículo te dará pautas para ser mejor ciudadano, toma en cuenta que el
primer pasó es la autoevaluación y la voluntad de esforzarte. ...
2. Cuida el Medio Ambiente. ...
3. Cultiva Valores Cívicos. ...
4. Respeta las Creencias. ...
5. Derechos Humanos. ...
6. Protege a los Animales. ...
7. Rechaza la Violencia. ...
8. Cumple tus Obligaciones.

¿Qué elementos involucra el ser ciudadano?


De forma general y técnica, por ciudadano entendemos toda aquella
persona que tiene con el estado un vínculo jurídico, político y anímico, es decir,
quien es miembro activo de un estado.
¿Qué significa ser ciudadano?

De forma general y técnica, por ciudadano entendemos toda aquella


persona que tiene con el estado un vínculo jurídico, político y anímico, es
decir, quien es miembro activo de un estado. Sin embargo, viendo el
trasfondo del significado, nos damos cuenta que ser ciudadanos es más
que eso.
Ser ciudadano es sentirse parte de una estructura social y política y
sobre todo es asumir responsabilidades y obligaciones en la construcción
de una sociedad.
Ser ciudadano te da un poder maravilloso y que pocas personas saben
aprovechar, ese poder es aquella facultad de poder realizar
actividades con plena autonomía, tomando decisiones responsables
en el contexto social en el cual te encuentres. Así mismo es tener aquella
capacidad para asumir obligaciones frente a la sociedad en diversos
ámbitos, uno de ellos y muy importante es el político, dándote el privilegio
de esta forma de ser parte de un núcleo social en el cual tú tienes
participación.

¿Cómo hacer uso de esa ciudadanía y de todas las facultades


que ella te otorga?

La ciudadanía se ejerce a través de los diferentes medios


de participación ciudadana que tenga tu país, en nuestro caso,
Colombia, se ejerce a través de la participación en los diferentes
espacios públicos, es decir, que se ejerce a través de la opinión sobre los
diferentes temas que tiene que ver no solo con tu gobiernos sino con tu
comunidad, todo en beneficio de una mejor calidad de vida.
En nuestro país el método de participación ciudadana más importante es
el voto, por medio de él nos hacemos sentir como ciudadanos que
manifestamos nuestra conformidad o inconformidad en los asuntos del
país que tiene que ver el futuro de sus ciudadanos.

Si tienes más dudas acerca de qué significa ser ciudadano y el concepto


de ciudadanía, te invitamos a completar el formulario
de MisAbogados.com.co para que un experto te asesore.

8 A QUE LLAMARIAMOS EL NUEVO CIUDADANO Y QUE CARACTERISTICAS


DEBE TENER
¿Cómo es el nuevo ciudadano?
El nuevo ciudadano es el que se desenvuelve en la vida individual y colectiva
basado en valores. ... El buen ciudadano es el que vive en armonía con las tres
naturalezas: La naturaleza humana, vivir en armonía con nosotros mismos y con
nuestro entorno.

¿Qué es la construcción del nuevo ciudadano?


La construcción de la ciudadanía alude al proceso por el cual una
persona que reviste o va a revestir la condición de ciudadano cuando obtenga la
edad necesaria para ejercer plenamente sus derechos, va formando su
personalidad individual y social en base a los valores que la
comunidad que integra, considera valiosos 

Características de un buen ciudadano


Reflexión
1. Cuida el Medio Ambiente

Cualquier cosa es inú til si no hay un planeta donde vivir. No basta con que no cortes un á rbol, sin
que debes sembrar má s, ya que entre el 25 y 30 por ciento del dió xido de carbono que se emite a
atmó sfera proviene de la deforestació n.

Consume menos energía en tu casa, oficina y automó vil; no tires desechos en la calle y genera la
menor cantidad de basura, realizando compras verdes, bajo el principio de las tres erres: reducir
rehusar y reciclar.

2. Cultiva Valores Cívicos

La mejor manera de lograr una buena calidad de vida en una sociedad es a través de valores cívi
como el respeto, la tolerancia y el apego a la ley.

Practicas estos valores cuando eres abierto y optas por el diá logo antes que por el conflicto. La
tolerancia se logra al tener disposició n para la comunicació n con los demá s y respeto por la liber
de pensamiento.

3. Respeta las Creencias

La Constitució n establece que está prohibida toda discriminació n a las creencias de los demá s,
cualesquiera que éstas sean.

Todas tienen derecho a practicar su fe sin ser discriminadas, juzgadas o condenadas. También d
respetar el derecho de quienes no creen en nada.

4. Derechos Humanos

Procura que los gobiernos y autoridades respeten los Derechos Humanos que protegen, entre ot
cosas, la vida, dignidad, libertad e igualdad.

Construye en tu entorno una cultura de paz y respeto, transformando las relaciones inmaduras y
jerá rquicas en maduras e igualitarias; coopera en vez de competir destructivamente y busca el b
comú n en lugar de só lo el bien propio.

5. Protege a los Animales

Las especies son parte fundamental del ecosistema. Si tienes mascotas, tu obligació n va má s allá
alimentarlas y darles un techo. Acciones como limpiar sus desechos, educarlas y esterilizarlas
contribuyen a su protecció n.

6. Rechaza la Violencia

La violencia genera má s violencia, destruye comunidades que conviven en armonía y pone en rie
la vida e integridad física de las personas. Si eres violento, debes buscar ayuda.

Si eres testigo de violencia debes denunciarla. Puedes hacerlo en las Unidades de Atenció n y
Prevenció n de la Violencia Familiar.

7. Cumple tus Obligaciones

La ética es bá sica porque con ella se establecen acuerdos para una sana convivencia y la
construcció n de sociedades justas a través de las normas. Cuando no cumples las reglas, se romp
tejido social. Por eso hay que ser respetuoso al conducir y no invadir lugares para personas con
discapacidad, por ejemplo.

8. Levanta la Voz y Exige

No só lo se trata de elegir a las autoridades: hay que vigilarlas; si no se vigilan, se corrompen.


Exígeles que cumplan las metas específicas previamente acordadas.

La Ley de Libre Acceso a la Informació n le ha dado al ciudadano una herramienta poderosa para
exigir cuentas a sus gobernantes. En todos los portales del Gobierno hay una opció n para que pid
informació n. Parte de la obligació n ciudadana es denunciar las irregularidades y, aunque a veces
temor, también hay que alzar la voz.

9. Participa
Ademá s de ser exigente con la autoridad, debes ser copartícipe y responsable de lo que pasa en t
barrio. La participació n ciudadana está incluida en el Plan Nacional de Desarrollo como una form
de llegar a la democracia efectiva.

La participació n también incluye tener tu cédula actualizada y acudir a las urnas para elegir a los
gobernantes.

10. Valora al Otro

Este es el principio del que se parte: la convicció n de que cada quien tiene algo que dar y algo qu
hacer. Trata de interactuar con el otro, aunque sea distinto a ti, y de ver desde su á ngulo.

Dale su lugar al que es distinto y reconoce que también es importante aunque no tenga relació n
tu propia realidad, no importa si es de otra raza, país, clase social o edad.

Los habitantes de un país o de una ciudad en la mayoría de los casos nos consideramos
“ciudadanos” por el mero hecho de contar con el registro de nuestro nacimiento y de la cédula de
identidad representada por un número.

El concepto y filosofía del nuevo ciudadano va más allá de superficiales e intrascendentes formas
de expresar o creerse como tal. El nuevo ciudadano es el que se desenvuelve en la vida individual y
colectiva basado en valores.

Todo ciudadano debe tener una buena convivencia en la comunidad con su entorno social, laboral y
familiar; por lo tanto, los valores más destacados en un buen ciudadano son, entre otros, tener
calidad en su compartir, en su convivencia y hacer las cosas no por hacerlas, sino tener un fin a
favor de los demás. El ser honestos tal vez es el valor más importante, pues es la forma de vivir con
la verdad, hacer que los demás crean en ese ciudadano porque hace las cosas enmarcado en la ley y
sin mentir, es la confianza que brinda a los demás, haciendo que crean en él sin temor.

El valor del respeto se ejerce cuando mostramos aprecio y cuidado por el valor de algo o de alguien,
debemos respetar, cuidar y proteger a los grupos vulnerables de la sociedad, ya que son indefensos.
Sin respeto no hay confianza y sin confianza no podemos llegar a tener unas buenas relaciones
interpersonales, justicia, amor y equidad.

El valor de la tolerancia es la aceptación de la diversidad de opinión, social, étnica, cultural y


religiosa, es la capacidad de saber escuchar y aceptar a los demás, valorando las distintas formas de
entender y posicionarse en la vida. Así las demás personas tengan ideas diferentes a las nuestras,
debemos aceptar que todos no pensamos igual y respetar la posición de los otros.

El buen ciudadano es el que vive en armonía con las tres naturalezas: La naturaleza humana, vivir
en armonía con nosotros mismos y con nuestro entorno. Con la naturaleza física, nuestra
Pacchamama, vivir en armonía con responsabilidad ambiental. Con la naturaleza espiritual, vivir en
armonía dentro de la cosmogonía que tengamos y bajo conceptos ecuménicos. El nuevo ciudadano
emerge desde el hogar y que la sociedad disponga de políticas públicas para su construcción en los
establecimientos educativos e instituciones del Estado en todo nivel.

Nuestra sociedad requiere de un remezón ético, que nos permita construir una ciudad ideal,
incluyente, equitativa y sin indiferencia, convirtiéndola en la nueva acrópolis, alta en valores y
formada por nuevos ciudadanos, contestatarios ante las inequidades, sabiendo que hemos venido a
trascender y dejar huella. 

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