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El 

Cartel de la hemofilia se refiere a un escándalo de corrupción en el departamento de


Córdoba, Colombia, que ocurrió en las administraciones de Alejandro Lyons y Edwin Besayle,
con el apoyo del senador de la república Musa Besayle. En la maniobra de corrupción los
gobernantes desviaron fondos provenientes de regalías departamentales de Córdoba y los
recursos públicos del Sistema General de Participaciones (SGP) -mediante sobrecostos o
cobros por servicios inexistentes de o para tratamientos de la salud-, hacia instituciones
prestadoras de salud (IPS), que luego de recibir los dineros, eran usados por los corruptos
para pagar costos incurridos en campañas políticas o agrandar sus riquezas personales.
La Fiscalía General de la Nación determinó que el llamado "cartel de la hemofilia" fue una
"alianza criminal" creada por Alejandro Lyons y los hermanos Musa y Edwin Besayle para
apropiarse ilícitamente de los recursos destinados a la salud de los más pobres".1 Lyons y
Musa hicieron un acuerdo en 2015 en el que se financiaría mediante la estrategia del -cartel
de la hemofialia y desfalco a regalías- la elección de Edwin para la gobernación de Córdoba
(2016-2019).1
A finales de 2019, el desfalco estimado alcanzaba la suma de COP$ 50 mil millones de
pesos,2 suma que el Ministerio de Salud de Colombia, aseguró que se le habría podido dar
atención gratuita a unos 67 mil pacientes pobres del departamento de Córdoba.3

El de la hemofilia es ilustrativo. Entre 2012 y 2015 se incrementaron


inexplicablemente los diagnósticos de esta enfermedad en el departamento de
Córdoba. Aparecieron 47 en 2013, en un año pasaron a 81 y poco después a
117. La hemofilia, como se sabe, es una enfermedad hereditaria, poco frecuente
– 10 casos por 100.000 habitantes en el mundo y 3.8/100.000 en Colombia-, de
alto costo, y consistente en un daño genético de la coagulación de la sangre y el
consiguiente riesgo de hemorragias.
Autores intelectuales

 Musa Besayle: Senador de la república.


 Edwin Besayle: Gobernador de Córdoba (2016-2018).7
 Alejandro Lyons: Gobernador de Córdoba (2012-2015).7
Víctima

 Luis Alfredo Meza Montes: médico hematólogo cuya firma fue falsificada por los
criminales del cartel de la hemofilia en documentos falsos.3

Luego de que se establecieran responsabilidades en los carteles de los cuadernos


y del papel higiénico por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio
(SIC), le llegó el turno para el de los pañales desechables para bebé, una trama
anticompetitiva que duró 11 años (2001-2012) en un mercado que alcanza los
600.000 millones de pesos al año.

Esta vez fueron sancionadas las firmas Tecnoquímicas (Winny) y otras dos viejas
conocidas en estas lides: Kimberly (Huggies) y Familia (Pequeñin), por haber
incurrido “en una conducta concertada, continuada y coordinada” para fijar
artificialmente los precios de sus productos. Se incluyeron, además, 16 directivos
de estas empresas. Las multas llegan, en total, a los 209.000 millones de pesos.

La investigación de la SIC se inició en el 2013 y contó con la colaboración de


Kimberly y de Familia, como empresas delatoras, quienes confesaron su
participación en el cartel, reconocieron su responsabilidad, aportaron
documentos, correos electrónicos y declaraciones de sus funcionarios y
exfuncionarios.

Ello significa también, que dentro del programa de colaboración de la SIC,


ambas empresas recibieron beneficios. Kimberly fue exonerada del 100 % del
valor de la multa, por su condición de primer delator, mientras que a Familia le
rebajaron el 50 % como segundo delator.

Por su parte, a Tecnoquímicas le fue impuesta la multa máxima permitida dentro


de la legislación colombiana, es decir, alrededor de 69.000 millones de pesos. Se
trata de la empresa que mayor parte del mercado nacional de pañales desechables
para bebé tiene, con el 45 %. Las tres firmas, en conjunto, manejan el 85 %.

El superintendente de Industria y Comercio, Pablo Felipe Robledo, señaló que


estas prácticas anticompetitivas “hacían parte del ADN empresarial” de los
sancionados, sobre quienes se impusieron las máximas sanciones que existen en
la normatividad vigente.
Es más, según estudios de la OCDE, el club de buenas prácticas al que aspira
ingresar Colombia, los carteles empresariales que fijan artificialmente los precios
en el mercado de los productos, generan sobre precios de entre el 15 % y el 60 %
por encima del precio de competencia. 

 El Gobierno Nacional, a través de la Superintendencia de Industria y Comercio,


ratifica su indeclinable compromiso de luchar contra la cartelización empresarial y
hacer respetar la libre competencia económica en la búsqueda del bienestar general
de los consumidores colombianos y de todos los empresarios de nuestro país, pues
ello además de ser un mandato constitucional y legal es un imperativo ético.
 El Cartel de las EPS: una larga y
triste historia
 El 11 de febrero de 2010, Mario Mejía, a la sazón Superintendente Nacional
de Salud, expidió la Resolución 296 exigiendo a la EPS (Entidad Prestadora
de Salud) denominada SaludCoop que "devolviera" 630.000 millones de
pesos invertidos en infraestructura hospitalaria, para convertirlos en gastos
de prestación de servicios del POS (Plan Obligatorio de Servicios). Con
esto se trataba de evitar la negación de servicios de salud que la
Defensoría del Pueblo había denunciado por parte, no solo de SaludCoop,
sino de las EPS en general. 
 Esta valiente medida del superintendente despertó gran simpatía y contó
con el apoyo de los usuarios, pues -en medio de la "emergencia social"-
contrastaba con medidas que mostraban al gobierno de turno como
ferviente defensor de las EPS. Por ejemplo, el gobierno señaló a la
"irresponsabilidad médica" como la causa de la crisis financiera del sistema,
por efecto de los abusos del "No POS" [1], y criminalizó el ejercicio de la
profesión, por recetar remedios demasiado costosos. 

Hay que aclarar que la resolución no trataba de sacar el dinero del bolsillo a Saludcoop,
para entregarlo a la Supersalud, sino exigirle a la EPS hacer una recontabilización,
disminuyendo el activo fijo y aumentando el gasto con destino al POS. 

Esta valiente medida del superintendente despertó gran simpatía y contó con el
apoyo de los usuarios, pues -en medio de la "emergencia social"- contrastaba con
medidas que mostraban al gobierno de turno como ferviente defensor de las EPS.
Por ejemplo, el gobierno señaló a la "irresponsabilidad médica" como la causa de
la crisis financiera del sistema, por efecto de los abusos del "No POS" [1], y
criminalizó el ejercicio de la profesión, por recetar remedios demasiado costosos. 

Hay que aclarar que la resolución no trataba de sacar el dinero del bolsillo a
Saludcoop, para entregarlo a la Supersalud, sino exigirle a la EPS hacer
una recontabilización, disminuyendo el activo fijo y aumentando el gasto con
destino al POS. 
La reacción de Saludcoop no se hizo esperar: resultó que ahora los criminales
eran unos "funcionarios irresponsables" de la Superintendencia. Saludcoop por
supuesto reclamó su derecho al debido proceso y en el fondo defendió su derecho
a reinvertir las utilidades o excedentes financieros en rubros autorizados por la ley
cooperativa o que el régimen de empresa privada permitía, aprovechando la falta
de una regulación precisa sobre los usos que podían darse a la Unidad de Pago
por Capitación (UPC), o sobre cómo distribuir estos recursos entre gastos
operacionales, gastos de administración y gastos de inversión de las EPS [2]. 

Es de observar que esta EPS es una cooperativa y estas no pueden repartir


utilidades, sino que deben reinvertir sus excedentes y dejarlo consignado en los
estados financieros que son de conocimiento público. Entre tanto, esto no ocurre
con otras EPS, constituidas como sociedades anónimas o similares, en donde sus
socios pueden retirar sus utilidades y de su destino "ni han se sabe, pelaíto". 
En este escenario el nuevo Supersalud Conrado Gómez aceptó adelantar una
conciliación con Saludcoop y suspendió provisionalmente los efectos de la citada
resolución, previo el concepto favorable de otras "ias". A Gómez por supuesto le
llovieron rayos y centellas, porque al parecer le estaría "regalando" de nuevo
630.000 millones pesos a Saludcoop – lo que evidentemente no es cierto. 

1. Segregación de funciones:
En ciertos casos, hay concentración de funciones en una persona, especialmente
en los temas contables y de manejo de recursos. Este hecho facilita el
encubrimiento, pues quien recibe dinero de terceros o efectúa cobros, efectúa
los registros contables. Esto facilita que los casos de fraude pasen inadvertidos.
Es conveniente, por tanto, que al menos dos personas que manejen estas
funciones de manera intercambiable. El manejo del efectivo debe separarse
totalmente de las funciones de contabilidad. Esto puede lograrse tercerizando
esta última actividad.

2. Evaluación del personal


Debe efectuarse una evaluación regular del personal, que inicia desde del
momento de selección y contratación, mediante verificaciones de antecedentes y
hoja de vida y debe continuar de manera periódica confirmando cambios en
estilo de vida, rutinas de vacaciones y horarios y evaluación de desempeño.

3. Medidas de control interno.


Algunas simples medidas contribuyen en la mitigación del riesgo de fraude.
Restricción a información confidencial, limitaciones de acceso al inventario,
arqueos, revisiones de nómina, conciliaciones bancarias, auditorías contables, se
constituyen en valiosas herramientas, tanto para detectar fraudes, como errores
involuntarios y fallas en procedimientos.

4. Capacitación a los empleados.


Es importante la capacitación a los empleados, tanto en sus funciones propias,
como en aspectos de prevención de fraude. Un empleado debe saber hacer su
trabajo, pero también debe saber cómo proceder cuando advierte una situación
irregular. Es importante que conozca las señales de alerta de fraude y los
mecanismos de reporte (incluido el reporte anónimo).  Acompañar este tema con
un código de ética debidamente difundido fortalece la cultura de control al
interior de la compañía.

Acuerdos contrarios a la libre competencia


El derecho a la libre competencia está protegido por la Constitución Política de
Colombia (artículo 333). Esta medida responde a la defensa de una sana
competencia que da como resultado precios bajos, innovación y mejor calidad.
De forma contraria, “las empresas que participan en un mercado como un
cartel lo hacen con el fin de pactar precios, definir cuotas de producción o
repartirse mercados.[…] El cartel permite mantener precios más altos, precios
fijos, menor variedad y menor calidad de bienes y servicios”, explicó la
Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) sobre por qué son nocivos los
carteles.
Las sanciones económicas
Peculado por apropiación
Este es un delito cometido por los servidores públicos, cuando se adueñan de
bienes o fondos parafiscales del Estado, sea en beneficio propio o de un
tercero. El código penal establece sanciones de prisión entre 8 y 22 años,
además de una multa que equivale al valor de lo apropiado, con un límite de 50
mil salarios mínimos legales, así como la inhabilitación como funcionario
público por el tiempo que dure su condena.
Celebración indebida de contratos
Como funcionarios públicos, algunos tienen la autoridad para celebrar
contratos a nombre del Estado colombiano. Esta potestad se ha prestado para
usar su poder de manera indebida y generar actos de corrupción. Aunque hay
varios tipos, las más comunes son la celebración de contratos por interés
indebido (sea para tener un provecho propio o de un tercero, sacando beneficio
de su autoridad como funcionario público) y por el no cumplimiento de
requisitos legales (los que por ley debería tener una contratación estatal).
Falsedad ideológica en documento
Aunque no es un delito relacionado directamente contra la administración
pública, suele ir de la mano con otros delitos que configuran los hechos de
corrupción ocurridos en los carteles. La falsedad ideológica en documento
público, relaciona a un servidor que en ejercicio de sus funciones consigna en
un documento información falsa o que oculta la verdad total o parcialmente.
Este acto es penalmente castigado con entre 5 y 12 años de prisión e
inhabilitación para el ejercicio de funciones públicas de 6 a 15 años. Cuando el
delito se comete con un documento privado se sanciona a la persona con pena
de cárcel entre 1 y 9 años.
Cohecho
Uno de los delitos que atenta contra la administración pública es el cohecho. El
Código Penal contempla tres diferentes tipos, el primero de ellos es el cohecho
propio, el cual es cometido por un servidor público (sujeto activo calificado) que
acepta dinero, bienes o la promesa de pago de alguna persona (un tercero o
sujeto pasivo).
Enriquecimiento ilícito
Este es otro delito relacionado con los servidores públicos que extralimitan sus
funciones. Se trata de una sanción penal por el incremento injustificado del
patrimonio. Su pena de cárcel podrá ser de 6 a 10 años, con multa que
equivalga al doble del valor del enriquecimiento sin que supere los 50.000
salarios mínimos, así como la inhabilitación para ejercer funciones públicas de
6 a 10 años.
Concusión
Este es un delito que se comete en los carteles que involucran los dineros del
Estado y afecta su funcionamiento. Es cometido por el funcionario público que
exige dinero o cualquier otra utilidad, en beneficio propio o de un tercero,
abusando de su cargo o de sus funciones. Para estos casos, la ley colombiana
contempla penas de prisión de 6 a 10 años, así como multa entre 50 y 100
salarios mínimos, además de la inhabilidad para el ejercicio de funciones
públicas entre 5 y 8 años.

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