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Universidad de Chile

Facultad de Artes
Departamento de Teatro

endgame,
samuel beckett
análisis desde al Absurdo

Asignatura Historia del Teatro Universal III


Profesora Daniela Capona
Alumna Francisca de la Fuente Santander
Carrera de Licenciatura en Artes mención Diseño Teatral
Mayo de 2011
El Absurdo es un término acuñado principalmente por Martin Esslin, que
reúne un análisis y estudios sobre aquellos autores que realizan su obra
paralelamente a los existencialistas en el contexto desolador de la época
de post guerra, luego de la Segunda Guerra Mundial. En realidad, este
caballero acuña el término porque los escritores del absurdo nunca se
reunieron para generar una corriente con principios y bajo un
manifiesto, como sucedió con las vanguardias. Simplemente se dio que
algunos autores realizan o bien tuercen su obra literaria hacia esta
nueva forma llamada Absurdo teniendo características comunes.

En este caso la obra de Samuel Beckett, Endgame, o como su traducción


indica “Final de Partida” es lo que será analizado bajo el tema del Teatro
del Absurdo.

El contexto de post guerra aparece como la tierra fértil para la semilla


de la búsqueda de una nueva forma de escribir en base a la
desesperación por el sentimiento de desolación que se ha generado
luego de l guerra en diferentes artistas, luego de lo que irónicamente ha
traído el progreso: una guerra horrorosa dadas las condiciones
tecnológicas de los avances del ser humano, que finaliza con la
detonación de dos bombas apocalípticas nucleares, las detonadas en
Hiroshima y Nagasaky en Agosto de 1945.

Estas aparecen como la guinda de la torta frente a un punto de la


historia que comienza a acuñarse desde lo que se llamó La Modernidad,
entendido por muchos de los contemporáneos a esta metodología de
progreso humano que ahora mejoraba la calidad de vida de las personas
en general. Al menos esa era la máscara. Se ve hoy, en términos
generales, que se implantó el modo de producción en masa que definió
la cultura humana de esa época. Se comienza a instalar el capitalismo
como forma de vida, además que como mercantilización, y de esa
forma, y en términos resumidos para el caso, se genera una bola de
nieve que culmina en la explosión de las Bombas de Hiroshima y
Nagasaky.

Luego de la guerra, se genera no solo en los artistas de la época si no


por la comunidad humana en general, un sentimiento tal de desolación y
horror (millones de muertos y mutilados, ciudades destruidas, etc) que
comienza a germinar desde algunos autores, como Beckett e Ionesco,
una nueva forma de hacer su arte de escribir; esta nueva forma es
denominada años más tarde por el crítico Martin Esslin como el Teatro
del Absurdo.

Así pues, presento un análisis bajo la mirada del absurdo y teniendo en


cuenta el contexto de producción de las obras de Samuel Beckett, su
obra Endgame (Final de Partida) para entender esto que fue llamado
Teatro del Absurdo.
Como decía, el contexto tras el cual se encuentra Beckett se le presenta
como tierra fértil a la generación de una nueva forma de decir las cosas,
que puede haber tenido también su origen junto con la tendencia a
desarticular el lenguaje común en las artes que viene sucediendo desde
las vanguardias artísticas. Así pues, luego de ver como todo este
progreso de la modernidad llega a tal festival del horror, y tras un
sentimiento general que podemos traducir simplemente en la frase para
qué todo esto –el progreso, la tecnología, para qué todo si llegamos a la
mutilación de la misma humanidad, a su denigración y degeneración-,
podemos observar en Beckett la propuesta de una nueva forma de decir
las cosas, ya que utiliza el mismo lenguaje para no decir nada con el
lenguaje mismo, es decir, estamos ante la propuesta de que las palabras
ya no nos dicen nada.

De cierta manera los autores del Absurdo con ello desacreditan el


paradigma de la cultura occidental: la palabra. Cosa que no es menor,
siendo que desde hace siglos que es la palabra la que en realidad tiene
el mayor peso y el poder. Si pensamos en la época de post guerra,
puede parecernos bastante coherente este intento de liquidar este
elemento de poder aparentemente tan inocente -la palabra- pero en
realidad tan poderosa. A esto a que hemos llegado gracias al progreso
que tanto se aplaudía en el inicio de la era de la modernidad. Esto es lo
que ahroa queremos decir (los artistas): ¿para qué? Y qué mejor que
hacerlo desacreditando el elemento de mayor poder en nuestra
civilización: la palabra.

En el Teatro del Absurdo nos encontramos con un alto nivel de acotación


que podemos señalar como necesario a la hora de que se dicten
necesariamente acciones que los intérpretes deben realizar de manera
que se subraya por una parte, el decir sin la palabra, y por otra el hecho
de que en ellas se describe este absurdo de acciones, de lo cual también
podemos decir que la imagen que se configura en las acotaciones, es
tan clara, es decir, son acotaciones de acciones e imágenes totales muy
descriptivas, de lo cual podemos sacar en limpio que si no se lleva a
cabo de esa manera y con esos signos visuales, se transforma la escena
en un completo sin sentido, razón por la cual podemos entender porqué
todas las representaciones de Endgame, por ejemplo, varían sólo en el
diseño en lo que es las texturas y algunas disposiciones espaciales. Son
necesarias entonces estas acotaciones:

“Un cuarto sin muebles.


Luz cenicienta.
En las paredes de la derecha y de la izquierda hacia el fondo,
dos ventanitas muy altas, con las cortinas corridas.
A la derecha, en el proscenio, una puerta. En la pared, junto a
la puerta, un cuadro dado vuelta. En el proscenio, a la
izquierda, dos tachos de basura, muy juntos, cubiertos con una
sábana vieja.
En el centro, cubierto con una sábana vieja, sentado en una
silla de ruedas, está Hamm.
Clov, inmóvil al lado de la silla, lo mira. Tez muy roja.
Clov va a colocarse bajo la ventana de la izquierda. Camina en
forma rígida y vacilante. Mira la ventana de la izquierda con la
cabeza echada hacia atrás. Vuelve la cabeza, mira la ventana
de la derecha. Se coloca bajo la ventana de la derecha. Mira la
ventana con la cabeza echada hacia atrás. Vuelve la cabeza y
mira la ventana de la izquierda. Sale, regresa en seguida con
una escalerilla, la coloca bajo la ventana de la izquierda, sube,
corre la cortina. Baja, camina seis pasos hacia la ventana de la
derecha, regresa, toma la escalerilla, la coloca bajo la ventana
de la derecha, sube, corre la cortina. Baja camina tres pasos
hacia la ventana de la izquierda, regresa, toma la escalerilla, la
coloca bajo la ventana de la izquierda, sube, mira por la
ventana. Risa breve. Baja, da un paso hacia la ventana de la
derecha, regresa, toma la escalerilla, la coloca bajo la ventana
de la derecha. Sube, mira por la ventana. Risa breve. Baja, se
dirige hacia los tachos de basura, regresa a tomar la
escalerilla. La toma, cambia de idea, la deja, va hacia los
tachos de basura, quita el trapo que los cubre, lo pliega
cuidadosamente y se lo coloca bajo el brazo. Levanta la tapa
de uno de los tachos y mira dentro. Risa breve. Lo tapa. Hace
lo mismo con el otro. Va hacia Hamm, quita el trapo que lo
cubre, lo pliega cuidadosamente y se lo coloca bajo el brazo.
Hamm parece dormir. Viste robe de chambre, solideo de fieltro
y gruesas pantuflas, un gran pañuelo manchado de sangre le
cubre la cara, en su cuello cuelga un silbato. Tiene una manta
sobre las rodillas. Clov lo mira. Risa breve. Va hacia la puerta,
se detiene, se vuelve, contempla la escena, se vuelve hacia la
sala.” (Beckett, 1969: p.9-10)

Como vemos, la descripción del lugar es clara. Es una presentación de


los espacios del lugar y de aquellos a los que se aludirá durante el
transcurso de la obra. Por ejemplo, se menciona durante toda la obra un
afuera en donde no hay nada, pero en el que ya no queda nada, y que
todo aquel que haya, debe morir o dejar de existir si es que no ha
muerto ya, todo el tiempo se llama a este no hay nada más al cual se
alude en los textos del absurdo. También destapa y revisa esos dos
tachos de basura en los cuales estén los progenitores de Hamm, en
primer lugar se los presenta como un elemento que está siempre
presente y se presenta, por otro lado, este elemento viejo en la basura,
como que el pasado ya no importa, para qué nos sirve, si a esto hemos
llegado, a esta nada absoluta y desoladora. Por otra parte, es al parecer
absurda la forma en que se inicia esta obra, ya que hay elementos en
las acciones que parecieran no tener sentido. De eso se tarta,
precisamente, la repetición de acciones absurdas aparentemente, o
simplemente la realización de ellas. Es una nueva estructura de
narración no lineal, en donde lo temporal como elemento se ha vuelto
intrascendente.

Beckett trabaja mucho con la repetición, tanto de acciones como de la


sensación de que ya pasó algo. Incluso los mismos actores en su
desarrollo escénico hablan repetidamente de un ayer de manera
despectiva, y recalcando ese ayer que hoy está aun presente en lo que
de nuevo, otra vez la misma cosa viene y sigue sin tener sentido:

Hamm: (…) ¡Oh! ¡Oh! ¿qué me pasa? Sería mejor que me fuera
a acostar. -Llama con el silbato. En seguida entra Clov. Se
detiene junto al sillón- ¡Apestas! –pausa-. Ayúdame, voy a
acostarme.
Clov: Acabo de levantarte.
Hamm: ¿Y entonces?
Clov: No puedo levantarte y acostarte cada cinco minutos,
tengo que hacer.
Hamm: ¿Nunca has visto mis ojos?
Clov: No.
Hamm: Mientras dormía, ¿nunca sentiste curiosidad por
quitarme los anteojos y mirar mis ojos?
Clov: ¿Levantándote los párpados? –pausa- No.
Hamm: Te los mostraré un día –pausa-. Parece que son
totalmente blancos –pausa-. ¿Qué hora es?
Clov: La misma de siempre.
Hamm: ¿Miraste?
Clov: Sí
(…)
Hamm: ¿Te sientes normal?
Clov –molesto-): Te digo que no me quejo.
Hamm: Yo me siento un poco raro –pausa-. Clov.
Clov: Sí.
Hamm: ¿No estás harto?
Clov: ¡Sí! –pausa-. ¿De qué?
Hamm: De… de… esto.
Clov: Desde el comienzo –pausa-. ¿Tú no?
Hamm -sombrío- : Entonces no hay motivos para que cambie.
Clov: Puede terminar. –Pausa-. Toda la vida las mismas
preguntas, las mismas respuestas. (…)”
(Beckett, 1969: p11-12)
En Beckett notamos todo el tiempo la presencia de elementos
discursivos por separado, llenando todo el espacio del tiempo de la
representación. Pero extrañamente, cada uno de estos elementos
aparentemente tirados al azar genera la ilación de esta coherencia
extraña, esta historia sin hilo conductor aparente pero que si ponemos
atención, entendemos el mensaje desolador del autor. Aun de esta
manera como las hilachas de un chaleco viejo que alguna vez sirvió
para protegernos del frío, esta forma en que se nos presenta la obra.
Pero cada elemento por separado –estos discursos que se salen del
orden normal de las formas de exponer las ideas- nos hace eco, de
alguna manera, de esta desolación de la que se nos habla, ya que
dentro de la maraña de cosas que significó la modernidad, tantas cosas
que cambiaron y de forma tan rápida, esto en que la vida se convirtió,
de un momento a otro para los países europeos, en una maraña de
cosas. Entonces de esta nueva forma de presentar las ideas,
desplazando la palabra como el elemento comunicativo, aparece esta
¿narración? que nos entrega un montón de sensaciones, de las cuales
han de hacerse los seres humanos en este nuevo mundo luego de la
devastación generada por la guerra.

Es importante recalcar también, y por ello planteo la pregunta


“¿narración?” puesto que en esta nueva manera de representar que nos
proponen los autores del Absurdo, está precisamente ello. Porque ya no
estamos frente a una obra realista en donde hay personajes con
problemas personales e íntimos, de los cuales aprenden algo a lo largo
de la historia o bien, lo empeoran, porque ni siquiera hay acción en las
obras del Absurdo. No parte una situación que se va desarrollando a lo
largo de un tiempo definido y predeterminado, para luego convertirse
en otra situación, mejor o peor según los problemas de los personajes.
No. Ahora se nos presenta una situación que no avanza en el tiempo, es
como si no pasara nada. Es una manera no lineal de plantear el
discurso, con lo cual se desacredita este sistema regido por la palabra,
ya que como se nos plantea en el absurdo el lenguaje ya no nos sirve
para comunicarnos. Existe esta suerte de desconfianza con el lenguaje.

Y es que en realidad todo tiende a lo principal: para qué. De partida, ya


no hay interés por los problemas personales, ahora hay una humanidad
corrompida y deshecha. Ese es el problema. Pero ni siquiera se plantea
una solución. Sólo podríamos encontrar la esperanza desde la
desolación que nos genera este desorden de sensaciones y acciones.

Si, al menos en Endgame, se plantea una esperanza. Porque en otros


textos de Beckett, como en Esperando a Godot, no sucede nada. De
principio a fin. Parten esperando y terminan esperando. Incluso cuando
después de haber esperado toda la obra –porque de ello trata, esperar,
de ello se valen las acciones en la obra-, deciden irse. Pero permanecen,
subrayando la espera eterna. Y ello sucede al fin del primer y del
segundo acto.

“(…)Vladimir: No pienses más, venga, vamos. –Repiten los


mismos movimientos-.
Estragón: Espera.
Vladimir: Tengo frío.
Estragón: Me pregunto si no hubiese sido mejor que cada cual
hubiera emprendido, solo, su camino. –Pausa-. No estábamos
hechos para vivir juntos.
Vladimri –sin enfadarse-: Vete a saber.
Estragón: Nunca se sabe.
Vladimir: Todavía podemos separarnos, si crees que es lo
mejor.
Estragón: Ahora ya no vale la pena.
-Silencio-.
Estragón: ¿Vamos, pues?
Vladimir: Vayamos.
-No se mueven.
(…)”
(Beckett, 1970: p59-60).

“(…)
Estragón: No puedo seguir así.
Vladimir: Eso es un decir.
Estragón: ¿Y si nos separásemos? Quizá sería lo mejor.
Vladimir: Nos ahorcaremos mañana. –Pausa-. A menos que
venga Godot.
Estragón: ¿Y si viene?
Vladimir: Nos habremos salvado.
-Vladimir se quita el sombrero de Lucky, mira el interior, pasa
la mano por dentro, lo sacude, se lo cala-.
Estragón: ¿Qué? ¿Nos vamos?
Vladimir: Súbete los pantalones.
Estragón: ¿Cómo?
Vladimir: Súbete los pantalones.
Estragón: ¿Qué me quite los pantalones?
Vladimir: Súbete los pantalones.
Estragón: Ah, sí, es cierto.
-Se sube los pantalones. Silencio-.
Vladimir: ¿Qué? ¿Nos vamos?
Estragón: Nos vamos.
-No se mueven-.”
(Beckett, 1970: p103).
En cambio en Endgame aparece la esperanza: alguien viene. ¡Alguien,
en esta nada! Y desde ese lugar que implica el no hay nada. Y además,
es un alguien joven. Es un niño. Pero para Clov, esta esperanza que
llega indica el momento de su salida. De irse a ese más allá en donde
las cosas parecieran no existir. A ese afuera. Incluso se habla de su
muerte, de alguna manera. De su terminación más que muerte. De salir
de allí y dejar de existir. El elemento obsoleto. Una vez más, el para
qué. El hombre que aparentemente sirvió a Hamm durante mucho
tiempo, ahora se va sin más apenas aparece esta esperanza. Puede
parecernos absurdo, pero prefiero ponerlo sobre la mesa como otro
elemento de desolación.

“(…) Clov: Te prevengo. Voy a mirar esa asquerosidad porque


tú lo ordenas, pero será la última vez. –Apunta el catalejo-.
Veamos… Nada… Nada… Bien… Muy bien… Nada… Perf… -se
sobresalta, baja el catalejo, lo examina, apunta nuevamente,
pausa-. ¡Ayayayay!
Hamm: ¡Más complicaciones! –Clov desciende de la escalerilla-.
¡Con tal que no traiga cola!
-Clov acerca la escalerilla a la ventana, sube, enfoca el
catalejo. Pausa-.
Clov: ¡Ayayayay!
Hamm: ¿Es una hoja? ¿Una flor? ¿Un tomate?
Clov –mirando-: Te haría tragar los tomates. ¡Alguien! ¡Es
alguien!
Hamm: ¡Bueno, ve a exterminarlo! –Clov baja de la escalerilla-.
¡Alguien! –Vibrante-. ¡Cumple con tu deber! –Clov se precipita
hacia la puerta-. No. No vale la pena. –Clov se detiene-. ¿A qué
distancia?
-Clov vuelve a la escalerilla, sube, apunta el catalejo-.
Clov: Setenta y… cuatro metros.
Hamm: ¿Se acerca? ¿Se aleja?
Clov –siempre mirando-: Está inmóvil.
Hamm: ¿Sexo?
Clov: ¿Qué importa? –Abre la ventana, se asoma. Pausa. Se
incorpora. Baja el catalejo, se vuelve hacia hamm. Con terror-.
Parece un chico.
Hamm; ¿Ocupación?
Clov: ¿Qué?
Hamm -con violencia-: ¿Qué hace?
Clov –lo mismo-: ¡No sé qué hace! Lo que hacían los niños. –
Apunta el catalejo. Pausa. Baja el catalejo. Se vuelve hacia
Hamm-. Parece estar sentado en el suelo, adosado a algo.
Hamm: La piedra elevada. –Pausa-. Tu vista mejora. –Pausa-.
Sin duda está mirando la casa con ojos de Moisés moribundo.
Clov: No.
Hamm: ¿Qué mira?
Clov –con violencia-: ¡No sé qué mira! –Apunta con el catalejo.
Pausa. Baja el catalejo, se vuelve hacia Hamm-. Su ombligo. En
fin… por allí. –Pausa- ¿Porqué este interrogatorio?
Hamm: Quizá esté muerto.
Clov: Voy a ver.
Hamm: No vale la pena.
Clov: ¿No vale la pena? ¿Un procreador en potencia?
Hamm: Si existe, vendrá aquí o morirá allá. Si no existe, no
vale la pena.
-Pausa-.
Clov: ¿No me crees? ¿Crees que invento?
-Pausa-.
Hamm: Se terminó, Clov, hemos terminado. Ya no te necesito.
-Pausa-.
Clov: ¡Qué bueno!
-Va hacia la puerta-.
Hamm: Déjame el bichero.
-Clov le da el bichero, va hacia la puerta, se detiene, mira el
despertador, lo descuelga, busca con la mirada un sitio mejor,
va hacia la escalerilla, pone el despertador sobre ella, vuelve a
su lugar junto al sillón. Pausa-.
Clov: Te dejo.
-Pausa-. (…)”
(Beckett, 1969: p60-62).

Podemos observar que Beckett, en sus personajes, a pesar de


plantearlos no como seres individuales con problemas existenciales
personales, en ellos nos muestra siempre la necesidad del otro. Y de
alguna manera en ello podemos ver el humanismo que plantea como
esperanza: el compromiso humano. Ni siquiera el amor de pareja, ya
que lo muestra como obsoleto, si no como la complementación entre
seres que se necesitan en esta sensación de sobrevivencia, la
esperanza de necesitarnos como el elemento clave. El compromiso con
la humanidad. Es una forma política de buscarle el sentido a las cosas.
Por ello lo personal pasa a segundo plano.

Estas formas de presentar la complementación podemos verla incluso


en el hecho de que Hamm no puede ponerse de pie ni caminar y en
cambio Clov no puede nunca sentarse, está de alguna manera,
condenado a estar de pie. O por ejemplo el hecho de que Clov tenga
siempre mirar por Hamm ya que éste es ciego.

Y en todo ello, siempre vemos esta repulsión a la humanidad.

“(…) Nell: ¿Qué pasa mi amor? –Pausa. Con intención-. ¿Tienes


ganas?
Nagg: ¿Dormías?
Nell: ¡Oh, no!
Nagg: Bésame.
Nell: No se puede.
Nagg: Intentémos.
-Las cabezas se aproximan penosamente. No llegan a tocarse,
se apartan-.
Nell: ¿Porqué todos los días la misma comedia?
-Pausa-. (…)”
(Beckett, 1969: p18)

“(…) Hamm: ¿No te parece que esto ha durado demasiado?


Clov: ¡Sí! –Pausa- ¿Qué?
Hamm: Esto… esto…
Clov: Siempre lo pensé. –Pausa-. ¿Tú, no?
Hamm –triste-: Entonces es un día como los otros.
Clov: Mientras dure. –Pausa-. Toda la vida las mismas
necedades.
-Pausa-.
Hamm: No puedo dejarte.
Clov: Lo sé. Y no puedes seguirme.
-Pausa-.
Hamm: Si me dejas, ¿cómo lo sabré?
Clov –animado-: Toca el silbato, y si yo no acudo es porque te
he dejado.
-Pausa-.
Hamm: ¿No vendrás a decirme adiós?
Clov: ¡Oh, no creo!
-Pausa-.
Hamm: Pero podrías estar muerto en la cocina.
Clov: Sería lo mismo.
Hamm: Pero cómo sabría si estas muerto en la cocina?
Clov: Bueno… terminaría por heder.
Hamm: Hiedes ya. Toda la casa hiede a cadáver.
Clov: Todo el universo.
Hamm –encolerizado-: El universo me importa un bledo. –
Pausa-. Busca algo.
Clov: ¿Cómo?
Hamm: Un truco, busca un truco. –Pausa. Encolerizado-. Una
solución.
Clov: ¡Ah! –Comienza a caminar de un lado a otro, los ojos fijos
en el suelo, las manosen la espalda. Se detiene-. Me duelen las
piernas, es increíble, pronto no podré pensar más.
Hamm: No podrás dejarme. –Clov reanuda su paseo-. ¿Qué
haces?
Clov: Estoy maquinando. –Camina-. ¡Ah!
-Se detiene-.
Hamm: ¡Qué pensador! –Pausa- ¿Y entonces?
Clov –se concentra. No muy convencido-: Sí… -Pausa. Más
convencido-. Sí. –Levanta la cabeza-. Ya está. Pongo el
despertador.
-Pausa-.
Hamm: Tal vez no estoy en uno de mis mejores días, pero…
Clov: Tocas el silbato. No acudo. Suena el despertador. Estoy
lejos. No suena. Estoy muerto.
-Pausa-.
Hamm: ¿Funciona? –Pausa. Impaciente-. ¿El despertador
funciona?
Clov: ¿Porqué no va a funcionar?
Hamm: Porque ha funcionado mucho.
Clov: Pero si casi no ha funcionado.
Hamm –encolerizado-: Entonces, porque no ha funcionado
mucho.
Clov: Voy a ver.
(…)
Hamm: Es la hora de mi historia. ¿Quieres escuchar mi
historia?
Clov: No.
Hamm: Pregúntale a mi padre si quiere escuchar mi historia.
Clov: Está durmiendo –luego de revisar el tacho-.
Hamm: Despiértalo.
Clov –luego de intentarlo-: No quiere escuchar tu historia.
Hamm: Le daré un caramelo.
(...)”
(Beckett, 1969: p38-41).

Todo el tiempo en los personajes observamos el desgano con la vida, el


no encontrarle sentido a las cosas. También en la forma en cómo se
plantea ello es novedosa, ya que se nos muestran los personajes como
personas que están todo el tiempo cuestionándose no solo la vida, sino
también el espacio en el que están, de alguna manera poniéndonos
ante una representación que subraya el hecho de que es representación
sobre el escenario, sin que de esa forma ello quite la verdad del
sentimiento de desolación que hay en el mensaje.

Y en todos los momentos del discurso, aparecen elementos que nos


parecen absurdos, que se van mezclando en esta narración no lineal,
que de alguna forma desarticulan lo narrativo o dramático que pueda
irse volviendo el texto.

A la vez tiene miedo de quedarse solo Hamm, y a la vez no le importa


tanto y ello lo vemos reflejado en la importancia que le da al
despertador en la conversación, si es porque no quiere quedarse sólo y
sólo lo sabrá mediante el despertador, o si es porque en realidad ha
pasado a segundo plano el quedarse solo y lo que ahora le importa es el
despertador en sí. De alguna manera entiende la necesidad que siente
por Clov, y a la vez lo trata pésimo. Necesita que su padre lo oiga, pero
lo odia por haberlo procreado.

De esta manera, podemos entender el Absurdo como un hito no


solamente teatral, si no como una corriente, una nueva forma, en donde
la forma y el fondo son lo mismo. Por ello a ratos nos parece una forma
“textual” de representar, de alguna manera. Ya no se esconde una
metáfora tras una bella frase acuñada por el autor que pretende que
cada cual saque su propia conclusión pero a partir de la belleza de la
métrica de un texto, del trasfondo de las palabras y del cómo están
dispuestas para lograr armonía. No. Con el Absurdo se ha puesto ello así
tan cual por que ello es lo que se quiere decir. Los viejos, el pasado, a la
basura. Allí entonces los viejos olvidados y tratados como basura, en el
tacho de la basura. Sin más. No hay adorno.

De ello podemos remontarnos a antecedente del estímulo en la forma


de plantear el Absurdo, ya no legible desde la razón sino en su
importancia como estímulo, como gatillante, pero no ya de una catarsis,
si no de acercarnos a la verdad de lo que se ha generado luego de tan
bello progreso, tanta desolación que nos lleva, como nos muestra
Beckett, a la disociación de la imagen del ser humano como salvador y
lo plantea ante nuestros ojos, generalmente cerrados, como un ser que
a devenido en su propia soledad, en su propia eternidad sobreviviente a
la muerte, pero como mutilados de la guerra.
Bibliografía

• Material de clases profesora Daniela Capona, asignatura


de Historia del Teatro Universal III, carrera de
Licenciatura en Artes mención Diseño Teatral
• BECKETT, Samuel. Fin de Partida, Acto sin Palabras,
Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1969.
• BECKETT, Samuel. Esperando a Godot, Buenos Aires:
Barral Editores, 1970.
• RETAMALES, María Inés. La Imagen como Punto de
Partida del Diseño “Final del Partida” Samuel Beckett.
Remberto Latorre (profesor guía). Primera Edición.
Santiago: Universidad de Chile, 1993. 101 p.

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