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INTRODUCCIÓN
El desastre de 1898 mostró las deficiencias del sistema de la Restauración y dio lugar
a un reformismo político basado en las ideas del regeneracionismo.
Cuando Alfonso XIII accedió al trono en 1902 se inició la segunda etapa de la
restauración. Esta, a pesar de los intentos de cambio, siguió funcionando bajo los
mismos principios oligárquicos y caciquiles y no pudo mantener la estabilidad que
había caracterizado al período de Cánovas del Castillo.
DESARROLLO
En 1899 la regente Mª Cristina otorgó su confianza para formar gobierno al nuevo líder
conservador, F. Silvela. Este mostró una cierta voluntad de renovación, iniciando una
política reformista, pero también impuso una fiscalidad que aumentaba los impuestos
sobre los productos de primera necesidad e imponía otros con el fin de hacer frente a
las deudas contraídas durante la guerra de Cuba. Estos nuevos impuestos fueron muy
impopulares e impulsaron un boicot de los contribuyentes (cierre de Cajas) 1,
especialmente en Cataluña. Ante esta situación entraron en el gobierno los liberales
en 1901, con las viejas prácticas del turnismo pacífico.
En 1902 subió al trono Alfonso XIII –a los dieciséis años-. En 1903 murió Sagasta y en
el partido progresista se afianzó José Canalejas como nuevo líder, mientras que
Antonio Maura alcanzó la jefatura del partido conservador.
En 1904 Maura se convirtió en jefe del gobierno; tenía un espíritu reformador, aunque
siempre dentro del sistema y bajo las ideas del conservadurismo. Se acogió a la
consigna de “renovación desde arriba”: el régimen debía reformarse desde el
gobierno para impedir una revolución social. El intento de crear una nueva clase social
–“masas neutras”- que sustentase al Estado, desplazando a la casta caciquil y a las
clases populares llevó a una reforma electoral (1907) que no consiguió acabar ni con
la corrupción ni democratizar al sistema.
Maura procuró atraerse al nacionalismo no republicano, como la Lliga, y avanzar en
una línea de reconocimiento de las regiones.
También adoptó medidas económicas para reactivar la industria y la agricultura y creo
el Instituto Nacional de Previsión, dedicado a los seguros obreros. Pero también
mantuvo una actitud intransigente en el mantenimiento del orden público: la represión
que siguió a la Semana Trágica es un claro ejemplo.
En 1910 Canalejas formó un gobierno que proponía, una vez más, la modernización
política intentando atraerse a republicanos y socialistas con un mayor reformismo
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Consistente en dar de baja a las empresas para dejar de pagar las contribuciones.
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social, y limitando el poder de la Iglesia, lo que le supuso el enfrentamiento con esta y
la promulgación de la “Ley del candado”2.
En su política social sustituyó el impuesto de consumos (artículos de primera
necesidad) por un progresivo impuesto sobre la renta –con la protesta de las clases
acomodadas- y suprimió la Ley de reclutamientos y la redención en metálico.
Fue sensible al problema de las autonomías regionales, elaborando la Ley de
Mancomunidades, que aceptaba la posibilidad de gestión de algunos servicios por
parte de las diputaciones. Pero este proyecto, al igual que el resto de reformas, se vio
interrumpido con su asesinato en 1912.
En el País vasco el nacionalismo estuvo dominado el PNV, fundado por Sabino Arana.
Un movimiento definido en la diferenciación basada en la raza, la lengua, la tradición y
aspectos pseudohistóricos. En 1930 sufrió una escisión, Acción Nacionalista Vasca,
grupo decididamente republicano.
-La oposición OBRERA estaba dividida entre el PSOE, el sindicato socialista UGT y el
anarcosindicalismo de la CNT.
El PSOE era al iniciarse el siglo un partido con 3.000 afiliados que en 1920 tenía
30.000, en una clara línea ascendente.
La UGT, liderada por Largo Caballero, destacó por su lucha política, pero la fuerza
con más arraigo entre las clases populares era el anarquismo, muy fuerte en
Barcelona y sobre todo en el ámbito rural, entre los jornaleros andaluces, aragoneses
y del levante. En 1919 tenía 700.000 afiliados.
El gobierno por su parte no pudo solucionar los grandes conflictos sociales y políticos
de la época.
En Marruecos, donde se estableció un protectorado tras la conferencia de Algeciras y
el tratado hispano-francés de 1912, los españoles encontraron una fuerte resistencia
entre las tribus rifeñas. Estas derrotaron a las tropas españolas en el Barranco del
Lobo en 1909 y el gobierno de Maura decidió aumentar el contingente español. Para
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Que prohibía durante dos años la instauración de nuevas congregaciones religiosas.
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ello se llamó a filas a reservistas que partirían desde el puerto de Barcelona. Fue allí
donde se inició la movilización popular contra la guerra que desencadenaría la
Semana Trágica. Una revuelta en la que se produjeron violentos incidentes, con
barricadas y enfrentamientos con las fuerzas de orden público, a la vez que estallaba
un fuerte anclericalismo, con incendios de iglesias y conventos.
El gobierno declaró el estado de guerra. La represión fue muy dura, con diecisiete
condenas a muerte, entre la que destacó –al que se acusó de principal instigador- la
de Ferrer Guardia, un maestro anarquista.
Esta represión causó la caída de Maura.
Cuando en 1914 estalló la primera guerra mundial, Eduardo Dato (jefe del gobierno)
declaró la neutralidad española. Esta situación supuso una oportunidad para la
economía española al exportar a los contendientes productos agrarios e industriales
(algunos industriales catalanes y vascos hicieron grandes negocios). Pero esa
exportación indujo a un alza desorbitada de los precios interiores, por lo que las clases
populares vieron incrementada su carestía.
LA CRISIS DE 1917
La segunda fue la crisis política. Esta surgió con el cierre de las cortes ante las
protestas de grupos opositores al gobierno de Romanones, al que acusaban de
corrupción política. Estos reclamaron la reapertura del congreso y ante la negativa
gubernamental, a iniciativa de la Liga se organizó una asamblea de parlamentarios
catalanes en Barcelona que exigió un gobierno provisional que convocase cortes
constituyentes para reformar el sistema y descentralizar el Estado. Desde la asamblea
se convocó a los diputados, pero de los 760 sólo acudieron 71. Finalmente la
asamblea fue disuelta por la guardia civil y el movimiento no tuvo continuidad.
La tercera fase se inició con una huelga general promovida por la UGT y la CNT. La
protesta –inicialmente en contra del alza de los precios- derivó en un movimiento
revolucionario que solicitaba la abolición de la monarquía y la instauración de una
república.
La reacción del gobierno fue de nuevo la represión: se declaró la ley marcial y se envió
al ejército a sofocar el movimiento. La huelga fracasó, pero debilitó aún más al
régimen y radicalizó las posiciones.
A partir de ese momento el sistema entró en una fase de descomposición política; la
fragmentación de los grupos opositores se sumó a la de los partidos dinásticos. Desde
1917 se recurrió con frecuencia a los gobiernos de concentración. Mientras, la
conflictividad no cesaba; movimientos obreros violentos de índole anarquista (es la
época de Durrurti, Ascaso o Ángel Pestaña, entre otros) y el pistolerismo (asesinato de
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líderes sindicales y patronos) generaron un clima de violencia que no dejaba de
aumentar. Dato fue asesinado y el gobierno puso en práctica la Ley de Fugas.
El desastre de Annual en Marruecos, donde cerca de 13.000 soldados españoles
murieron en una campaña desastrosa contra los rifeños (1921) puso de manifiesto la
deficiente organización y preparación del ejército, la negligencia y la corrupción del
gobierno. El informe Picasso, destinado de depurar responsabilidades, y que afectaba
al rey, fue archivado.
En 1923 la situación llegó a un momento de máxima tensión y en septiembre el
general Miguel Primo de Rivera se pronunció contra el sistema constitucional y
estableció una dictadura militar con el apoyo del rey.
CONCLUSIÓN