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De la Idea Misma de un Esquema Conceptual

de Donald Davidson

1. En su famoso artículo titulado On The Very Idea of a Conceptual Scheme (1974),


Donald Davidson construye un argumento que muestra que (1) el relativismo
conceptual no es inteligible. Dicho argumento conducirá a Davidson a (2) rechazar la
idea misma de un esquema conceptual a partir del rechazo de la idea de una pluralidad
de esquemas conceptuales. Y, como veremos, este argumento consistirá en darle
fuerza a la tesis según la cual (T) no podemos asegurar justificadamente que una cierta
actividad es lingüística, a menos que dicha actividad sea en última instancia traducible
en términos familiares. En efecto, si T es correcta, entonces no tiene sentido asegurar
que hay lenguajes que son intraducibles o inconmensurables – que es lo mismo que
decir que hay una pluralidad de esquemas conceptuales.

El argumento es bastante extenso y nos remite a asuntos que Davidson trató


previamente en otros artículos, así que conviene ir por partes. En la primera parte de la
presentación, voy a explicar brevemente el proyecto de Davidson en teoría del
significado, es decir, su acercamiento a la explicación de la noción de significado.
Posteriormente, en la segunda parte examinaré el artículo que nos compete aquí.

PRIMERA PARTE

2. La teoría del significado usualmente se ha entendido como ocupándose de


responder a la pregunta: (PT) “¿qué es el significado?”. Esto ha conducido a los
filósofos del lenguaje – incluso a muchos en la actualidad – a imaginarse los
significados como entidades que le corresponden a las expresiones, de modo que la
fuente del significado pareciera ser un elemento que es independiente tanto de las
expresiones como de los actos de expresar. Esto contrasta con la posición de
Davidson, quien no se hace esta pregunta a la hora de abordar la teoría del significado,
sino que se pregunta (PD) “¿Qué necesitaría un hablante para saber que entiende las
declaraciones de otro?” Este acercamiento sugiere que la teoría del significado es parte
de una más amplia teoría de la interpretación.

3. Según Davidson, la única fuente del significado es la producción intencional de


enunciados, y es por ello que sugiere que la teoría del significado debe ser abordada
poniendo especial atención en el acto de interpretar tales productos intencionales. La
interpretación se entiende como el proceso de entender o de tratar de entender las
declaraciones del lenguaje natural. Este proceso es, desde luego, una habilidad que
es compleja en el sentido de que implica una amplia variedad de conocimientos. En
efecto, para entender el significado de una expresión (no sólo verbal, sino lo que
podríamos llamar una actitud lingüística), es necesario tener conocimiento de las (1)
intenciones del otro con respecto a (2) lo que ese otro cree que, al expresarse de esa
manera, será mi respuesta, todo esto en estrecha relación a (3) un ambiente poblado
de objetos ante los cuales podemos tener intenciones comunes. El punto (1) es
conocimiento del otro, el (2) es auto-conocimiento, y el (3) es conocimiento del mundo
común de los objetos. Así pues, la teoría de la interpretación debe partir del
reconocimiento de la interconexión de estos tres aspectos cognitivos que subyacen en
todo acto de interpretación.

4. Ahora bien, todo este conocimiento responde en cierto grado a la pregunta de


Davidson: “¿Qué es lo que sabemos cuando entendemos una declaración de otro?”
Esto implica que todo este conocimiento subyace en la noción misma de significado,
pues justamente a lo que sabemos cuando entendemos una declaración de otro, a eso
le llamamos significado. Y además, todo el conocimiento que subyace en dicha noción
apunta a que lo que sabemos cuando decimos que entendemos es cuándo y bajo qué
condiciones dicha declaración es verdadera – aceptando de antemano toda la
complejidad cognitiva que supone reconocer tales condiciones. Es por eso que al
proyecto de teoría del significado de Davidson se le conoce como “truth-conditional
semantics”, o “semántica de condiciones de verdad”. Dicha teoría semántica, sin
embargo, se ocupa de responder otra pregunta que es aún más importante en el
proyecto de Davidson: (PDj) “¿Cómo podemos saber lo que sabemos cuando
entendemos un enunciado?” Esta no es una cuestión acerca de la adquisición del
lenguaje, sino una acerca de la justificación que tenemos del conocimiento de lo que
otros quieren decir. Otra manera de formularlo es así: “¿Qué justifica el conocimiento
que poseemos cuando entendemos una declaración?” Así pues, la teoría semántica de
Davidson tan sólo pretende modelar nuestra capacidad lingüística al responder a esta
última cuestión acerca de la justificación de nuestro conocimiento semántico. No se
trata de describir la historia natural de cómo llegamos a adquirir dicha capacidad
lingüística, sino de fundamentar – garantizar la validez – la evidencia que tiene un
hablante para interpretar las declaraciones de otro. Según Davidson, esta es la única
labor que la filosofía puede llevar a cabo en teoría del significado.

5. ¿Y cómo llevar a cabo esta fundamentación? Ya dijimos que la noción de significado


de Davidson se relaciona con lo que sabemos cuando entendemos una declaración, y
eso que sabemos es cuándo y bajo qué condiciones dicha declaración es verdadera.
Pues bien, según Davidson, lo que justifica este conocimiento es que, para un lenguaje
L, poseemos definiciones precisas de la verdad de cualquier enunciado que forme
parte de dicho lenguaje. Tal definición precisa de la verdad fue esbozada por Alfred
Tarski, pero no entraremos aquí en detalles acerca de su teoría semántica de la
verdad. Lo que sí diremos es lo siguiente: que la justificación de nuestro entendimiento
de las declaraciones de los otros depende de que sepamos cuándo y bajo qué
condiciones dicha declaración es verdadera; de modo que si logramos definir las
condiciones de verdad de una declaración, podremos aseverar que poseemos una
justificación del conocimiento que tenemos acerca de lo que los otros quieren decir.
SEGUNDA PARTE

6. Todo lo presentado hasta ahora guarda una estrecha relación con la estructura del
argumento de Davidson en su ataque a la idea misma de un esquema conceptual.
Espero que muchas de las cuestiones que no hayan quedado claras hasta ahora, se
resuelvan a continuación durante el tratamiento del argumento.

7. Davidson comienza el artículo definiendo la noción de esquemas conceptuales


(ECs). Dice que lo que entendemos por esquemas conceptuales son (1) maneras de
organizar la experiencia; (2) sistemas de categorías que dan forma a los datos de los
sentidos; (3) que son puntos de vista a partir de los cuales los individuos, culturas o
periodos contemplan la escena que pasa. Señala también que la idea de una pluralidad
de esquemas conceptuales supone el carácter que tienen de intraducibles. Y, por
último, señala que la realidad misma es relativa a cada esquema, de modo que lo que
cuenta como real en un esquema podría no serlo en otro.

8. Como señalamos al principio de la presentación, el ataque principal de Davidson es


en contra de la idea de relativismo conceptual, el cual consistirá en mostrar que dicha
idea no es inteligible.

9. Davidson señala que dicha noción se introdujo y defendió en el panorama de la


filosofía e historia de la ciencia a partir de ejemplos. Pero no sólo necesitamos de
ejemplos para defender esta noción, sino que precisamos de un criterio que nos
permita fijar límites al contraste conceptual. Esto quiere decir que necesitamos de un
criterio que nos permita asegurar de manera justificada que es inteligible la idea de un
lenguaje intraducible.

10. Ahora bien, de manera preliminar Davidson acepta que asociemos tener un
lenguaje con tener un esquema conceptual, frente a la alternativa que sugiere que la
mente capta la realidad prescindiendo del lenguaje (e incluso que dice que el lenguaje
nos estorba a la hora de captar la realidad). Esta concepción del lenguaje es
insostenible, así que pareciera aceptable suscribirnos a la idea de que tener un
lenguaje es tener un esquema conceptual. De esta manera, si los esquemas
conceptuales difieren, de igual manera diferirán los lenguajes. Pero también existe la
posibilidad de que diferentes lenguajes puedan compartir un mismo esquema
conceptual si es que hay una manera de traducir un lenguaje al otro. Es por eso que
Davidson dirá que estudiar el criterio de traducción es por ende una manera de
enfocarnos en el criterio de identidad para esquemas conceptuales.

11. Una vez aceptado este punto de manera puramente preliminar, es decir, en aras de
proseguir con su argumento, Davidson enfatiza que no podemos pensar desde fuera de
nuestro esquema conceptual. Siendo esto así, no hay manera de que alguien compare
esquemas conceptuales saliéndose temporalmente de su propio esquema conceptual.
Esto nos conduce a las siguientes preguntas: ¿Cómo hemos de comparar entonces
esquemas conceptuales distintos, de modo que señalemos que es posible que haya
tales esquemas conceptuales distintos? ¿Desde qué punto de vista podremos hacer
esto? ¿Podemos decir que dos agentes poseen esquemas conceptuales diferentes si
hablan lenguajes que no pueden ser traducidos entre sí? El problema es: ¿cómo
podemos decir esto? Pues pareciera que para contrastar esquemas conceptuales
diferentes se requiere de un punto de vista neutral. Como hemos visto, esto no es
posible debido a la idea misma de esquema conceptual. ¿Entonces podremos expresar
el contraste desde un esquema conceptual? Tampoco esto es posible, puesto que, si
pudiéramos hacerlo, tendríamos que poder hacerlo desde nuestro lenguaje, de modo
que la traducción sería posible. Y si la traducción es posible, entonces no hay ningún
contraste entre esquemas conceptuales: ¡simplemente compartimos el mismo esquema
conceptual!

12. A partir de esto, Davidson dirá que no poseemos con un criterio adecuado para
delimitar el contraste entre esquemas conceptuales. Es decir: la misma idea de
esquema conceptual no presenta – e incluso supone trabas a la presentación – de un
criterio adecuado para poder asegurar justificadamente que podemos reconocer
cuando nos encontramos ante un esquema conceptual distinto al nuestro. Como vimos,
para reconocer un esquema conceptual alternativo tendríamos que colocarnos en un
punto de vista neutral, lo cual es imposible; o tendríamos que verlo desde nuestro
esquema conceptual, lo cual supondría que es posible la traducción, y, por ende, que
dicho esquema conceptual que estamos viendo es el mismo que el nuestro. Hasta aquí
Davidson ha mostrado que la idea misma de esquema conceptual es incapaz de dar
cuenta de manera justificada del reconocimiento de esquemas conceptuales
alternativos. Pero esto es sólo el principio el principio del argumento.

13. Tomando todo esto en consideración, Davidson considerará dos clases de fallos de
la traducción, uno (1) total y otro (2) parcial. Quienes defienden la idea de que podemos
reconocer esquemas conceptuales alternativos suponen que entre tales esquemas se
da un fallo del tipo total. Davidson argumentará ahora, desde sus propias nociones en
torno a la naturaleza del significado y la interpretación, que no podemos hacer sentido
de la idea de fallo total en la traducción.

14. Davidson probará esto diciendo que nada cuenta como evidencia de que un acto
lingüístico no pueda ser interpretado que no sea al mismo tiempo evidencia de que tal
acto no sea lingüístico. Esta intuición de Davidson consiste en lo siguiente: si para
reconocer un acto lingüístico necesito atribuir una intensión que sea traducible en
principio en mi lenguaje – esto es la interpretación de dicho acto linguístico –, cuando
se me presente un acto lingüístico que no es traducible en principio, entonces no podría
reconocerlo ni siquiera como un acto lingüístico. Ahora bien, Davidson señala que
hasta este punto todavía parece insatisfactoria dicha intuición, pues la tesis según la
cual la traducibilidad es un criterio para que algo sea lenguaje no es obvia. Lo que
sigue del artículo es argumentar a favor de esta tesis.

15. Así pues, Davidson defiende la credibilidad de su tesis diciendo lo siguiente: que
parece improbable que pudiéramos atribuir intenciones a un hablante a menos de que
podamos traducir sus palabras a las nuestras. Y señala que no hay duda de que la
relación entre poder traducir el lenguaje de alguien y ser capaz de describir sus
actitudes e intenciones es muy cercana. Sin embargo, Davidson confiesa que, a menos
de que podamos decir algo más acerca de qué es esta relación, su caso contra los
lenguajes intraducibles sigue siendo oscuro. De hecho, como ya debe parecer bastante
claro, este es todo el punto de Davidson: mostrar que la idea de un lenguaje
intraducible es incoherente. La cuestión problemática que nos ocupa es la siguiente:
¿cómo podemos darnos cuenta de que hay un completo fallo en la traducción? Dado
un escenario de ciencia ficción en el que unos migrantes de Saturno nos visiten, y
produjeran una serie de símbolos de manera aparentemente sistemática: ¿cómo
podríamos creer justificadamente que dicha serie de símbolos constituye un lenguaje
que no es traducible al español?

16. Para responder a esto, veamos más a fondo la relación entre traducibilidad y
atribución de intenciones, atendiendo a lo que dijimos en la primera parte de esta
presentación. En primer lugar, notemos cómo la pregunta por la justificación (I) de
nuestra creencia de que lo que el Saturniano dice es un lenguaje no traducible se
relaciona con la pregunta por la justificación (II) que tenemos acerca de nuestro
entendimiento de las intenciones lingüísticas de los otros, es decir, de lo que los otros
quieren decirnos. Recordemos que la pregunta por la justificación (II) se respondía de
la siguiente manera: sabemos que estamos justificados en que entendemos las
declaraciones (intenciones lingüísticas) de los demás, sólo en tanto que dichas
declaraciones formen parte de una equivalencia T según la presentó Tarski.
Recordemos también que esto no quiere decir sino lo siguiente: que estamos
justificados en decir que entendemos S si somos capaces de entender la equivalencia
T que define la verdad de S; es decir, entendemos S si entendemos las condiciones
necesarias y suficientes en que S es verdadera. Esto en cuanto a la justificación (II).
Pero, ¿podemos hacer esto para la justificación (I), es decir, para creer
justificadamente que una cierta actitud es una actitud lingüística, pero que no es
traducible? El problema es el siguiente: que cualquier intento de definir la verdad de
una cierta actitud supuestamente lingüística me remite a la idea de que debo definir las
condiciones de verdad de dicha actitud lingüística, ¡lo cual sólo puedo hacer en españo!
Así pues, mi único criterio para probar justificadamente que una cierta actitud es
lingüística presupone que debo poder traducirla. De esta manera, mi único criterio
para poder probar justificadamente esto, no puede hacer sentido a la pretensión de
asignar a un agente una actitud lingüística que sea intraducible.

17. Resumamos el argumento de la siguiente manera. Dado que (1) el criterio que nos
permite asegurar justificadamente que entendemos lo que alguien quiere decir, es uno
que apela al esquema-T de Tarski; y (2) sostenemos que dicho criterio es lo único que
nos podría proveer de una justificación para asegurar la inteligibilidad de un lenguaje
intraducible, sin perder de vista que el esquema-T supone la posibilidad de traducción;
(C) nos quedamos entonces sin criterio para asegurar justificadamente la inteligibilidad
de un lenguaje intraducible. De esto se sigue que la noción de un lenguaje intraducible
es incoherente.
18. Ahora bien, Davidson señala que si no podemos hacer sentido de una pluralidad de
esquemas conceptuales, tampoco podemos hacer sentido de la idea de un único
esquema conceptual. La pregunta que ahora nos interesa es, pues, ¿qué es lo que ha
reforzado la idea de un esquema conceptual – la cual, por cierto, supuso
inevitablemente la idea de una pluralidad de ellos –? O bien, ¿cómo es que ha
sobrevivido incluso a las críticas más audaces a los supuestos del empirismo, como la
que llevó a cabo Quine en su crítica a los dos dogmas del empirismo? Davidson señala
al respecto que la crítica a la distinción analítico-sintético tan sólo nos sirvió para
desechar la noción de analiticidad, pero no la de contenido empírico. Es decir, la
disolución de la distinción analítico-sintético tan sólo permitió que todos los enunciados
de un L o una T fueran sintéticos, es decir, que se concibieran como poseyendo un
contenido empírico que determinara su significado. Es por esto que Davidson señala
que, en lugar de la distinción analítico-sintético, se nos dejó en su lugar el dualismo
del esquema conceptual y el contenido empírico. Este es el tercer y último dogma
del empirismo, puesto que, si se abandona, no está claro si quede algo distintivo a lo
que llamarle empirismo.

19. El dualismo esquema-contenido se refiere a una supuesta dicotomía entre un


elemento “dado” no-conceptual (el contenido empírico) y un esquema conceptual por el
cual lo dado es conceptualizado y organizado. Según Davidson, este dualismo ha
dominado la epistemología moderna desde Descartes hasta Quine, y es responsable
del error filosófico del relativismo conceptual, así como de su idea asociada de que es
posible distinguir entre supuestos esquemas conceptuales intraducibles o
inconmensurables. En efecto, este dualismo nos invita a pensar que algo es un
lenguaje, ya sea que podamos traducirlo o no, si mantiene una cierta relación con
la experiencia. ¿Pero este puede ser un buen criterio para determinar si algo es un
lenguaje?

20. Davidson señala que no, puesto que volvemos a caer en el problema de la
traducibilidad a un lenguaje familiar. En primera instancia, Davidson se enfoca en la
noción de organización, cuando se dice que el esquema conceptual organiza la
experiencia. En este respecto, señala que no podemos decir que un lenguaje organiza
una totalidad de la experiencia, pues el concepto de organización no es aplicable en
totalidades. Así, sólo podemos decir que un lenguaje organiza una pluralidad de
entidades que constituyen, ahora sí, la totalidad de la experiencia. El problema aquí, sin
embargo, es que para decir que un lenguaje mantiene una relación con la experiencia
así concebida, tenemos que ser capaces de reconocer la experiencia de la que
decimos que un esquema conceptual alternativo entra en relación-con, y eso supone
que hemos de ser capaces de individuar dicha experiencia en entidades que podamos
declarar en nuestro lenguaje familiar.

21. Por otro lado, Davidson señala que la noción de adecuarse-a, cuando decimos que
el esquema conceptual se adecua a la totalidad de la experiencia, no añade nada
inteligible al simple concepto de ser-verdadero. Esto es así debido a que la idea de que
una teoría se adecue a la totalidad de experiencia sensorial posible – pasada, presente
y futura –, es lo mismo que decir que es verdadera. Así pues, hablar en esta clave
expresa una visión acerca de la fuente o naturaleza de la evidencia, pero no suma una
nueva entidad al universo respecto de la cual puedan ponerse a prueba los esquemas
conceptuales. No hay, pues, un contenido neutral suplido por la naturaleza que
nos sirva como criterio para determinar si algo es un lenguaje, o para poner en
contraste supuestos esquemas conceptuales alternativos.

22. Por el contrario, podemos bastarnos con la definición de verdad de Tarski, y decir
que el único criterio que teníamos para determinar si algo es un lenguaje, supone la
posibilidad de la traducción. Como señala Davidson: dado que los esquemas-T de
Tarski encarnan nuestra mejor intuición acerca de cómo usamos el concepto de
verdad, parece que no hay mucha esperanza para una prueba de que un esquema
conceptual es radicalmente diferente al nuestro, si dicha prueba depende del supuesto
de que podemos divorciar la noción de verdad de la de traducción.

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