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LA FAMILIA ESTROPEADA

En nuestra familia la felicidad nunca faltaba. Me acuerdo de las comidas todos los domingos,
aquellas de Navidad con mis padres y los familiares de Juan. Si tenía un problema todos me
ayudaban. Mi suegra Laura había siempre cuidado a Merche, mi hija, cuando no estaba en casa;
Maria, mi cuñada, había echo lo mismo. Me sentía la mujer más afortunada del mundo.
A pesar de esto, algo cambió. Al principio no sé exactamente qué, pero me di cuenta después,
cuando no podía hacer nada.
El cambio sucedío con la llegada del invierno. Me parecia que todo se habría pintado de gris. No
sentía risas y los almuerzos se habían mudado almuerzos de trabajos: veloces, ni una palabra. Había
preguntado muchas veces a mi marido de dirme si estaba ocurriendo algo; a pesar de esto él no me
dio nada. Un día Carlos vino a mi casa y me dijo que había pegado a su mujer y ella se había puesto
mala, físicamente y psicológicamente. Todos sabían todo. Descrubrí todo la semana pasada.
Credo que no me lo habrían dicho porque tenían miedo de la reacción de Merche. En definitiva
Maria se había matado. Tenía muchos debates con Carlos, su marido; el no hablaba mucho, sin
embargo cuando se enfadaba estaba bastante violento. Al mismo tiempo este es solo uno de los
problemas que la llegó a suicidarse. Estaba preocupada por su mamá que tienía una orible
enfermedad. Si ha decidido acabar con su vida, ahora un poco lo entiendo, tenía muchas razones.
Lo descubre el martes, por la noche, Merche estaba durmiendo y Juan regresó chillando. Parecía
fuera de control. Subió las escaleras y corrió en la cama donde estaba leyendo. Me abrazó fuerte
llorando. Me dijo lo que había pasado. En primer lugar estuve aterrorizada, después enfadada
porque había estropeado la familia y por último triste por su pérdida. Juan se acostó con intención
de descansar para prepararse alla mañana siguiente: la policía habría legado. Aquella tarde nunca
durmió, habló siempre. Me confesó que Carlos sabía de lo que estaba a punto de ocurrir y que no se
enteraba de apoyar su ermano o estar fuera de todo. Yo le sugerí de estar con su familia y después lo
abracé, lo besé. Me miró en los ojos y me habló de cuando me había visto por primaera vez, en la
playa cerca de mi casa, donde estaba corriendo.
La mañana siguiente se marchó de casa muy presto sin despertarme. Había estado fuerte toda la
noche por él; en aquel momento me sentía fragíl y me puse a llorar. Serían las dos cuando Laura me
llamó pidiéndome de ir al River Bar inmediatamente. Estaba sola a una mesa con una tazita de caffe
y una tarta de fresas para mí. Me senté y me dijo que sin embargo Carlos tenía que estar un año en
la carcél; yo lo miré un poco ausente. Quería alguien para contar todo. Ella había decidido la mujer
de du hijo Carlos sin preocuparse de sus emociones y ahore se sentía culpable de lo que había
pasado. Por la lluvia salimos corriendo del River Bar, hacía frío y en el aire denso de las luces de la
ciudad tremblaban con su magia: Laura me miró, yo la abracé y apoyando su cabeza en mi hombro
me susurró: “ Creo que pasará mucho tiempo antes que Carlo entienda que su vida ya no podrá ser
la misma”. No conseguí decir ni una palabra en ese momento pero me acordé de él y de lo que me
había dicho pocos días antes. Ella tenía culpa, pero no toda; se había equivicado su hijo se no se
había sabido controlarse cuando se peleaba con su mujer y la pegaba. Era él el vero culpable de
todo.

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