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Me felicitaran todas las generaciones

María Teresa Arrué

Madre Dolorosa

Del semioscuro fondo del paisaje,


se destaca la pálida figura
de la Madre de Cristo sin ventura,
que llora su dolor.

De sus divinos ojos obscurece


la luz del duelo que su pecho siente
al ver que muere de la Cruz pendiente
el Hijo de su amor.

Ella cruzó la dolorosa vía


junto al Mártir, convulsa y sollozante,
hasta llegar al pavoroso instante
en que negro capuz cubrió la faz del luminoso día,
al exhalar su aliento postrero
el Redentor del mundo en el madero
sangriento de la Cruz.

Y está del Hijo al pie, doliente y triste,


Símbolo fiel del sacrificio eterno
de que es capaz el corazón materno,
fuente inmensa de amor.
“¡Hijo del alma!” Exclama sollozante,
y cruzando las manos sobre el pecho,
al cielo mira y dice: “Ya está hecho; ¡El amor es dolor!”

¡El amor es dolor!”


Los zapaticos de rosa

Hay sol bueno y mar de espuma, 


Y arena fina, y Pilar  Está la playa muy linda: 
Quiere salir a estrenar  Todo el mundo está en la playa: 
Su sombrerito de pluma.  Lleva espejuelos el aya 
De la francesa Florinda. 
?«¡Vaya la niña divina!» 
Dice el padre y le da un beso:  Está Alberto, el militar 
?«¡Vaya mi pájaro preso  Que salió en la procesión 
A buscarme arena fina!»  Con tricornio y con bastón, 
Echando un bote a la mar. 
?«Yo voy con mi niña hermosa», 
Le dijo la madre buena:  ¡Y qué mala, Magdalena 
«¡No te manches en la arena  Con tantas cintas y lazos, 
Los zapaticos de rosa!»  A la muñeca sin brazos 
Enterrándola en la arena! 
Fueron las dos al jardín 
Por la calle del laurel:  Conversan allá en las sillas, 
La madre cogió un clavel  Sentadas con los señores, 
Y Pilar cogió un jazmín.  Las señoras, como flores, 
Debajo de las sombrillas. 
Ella va de todo juego, 
Con aro, y balde, y paleta:  Pero está con estos modos 
El balde es color violeta:  Tan serios, muy triste el mar: 
El aro es color de fuego.  ¡Lo alegre es allá, al doblar, 
En la barranca de todos! 
Vienen a verlas pasar: 
Nadie quiere verlas ir:  Dicen que suenan las olas 
La madre se echa a reír,  Mejor allá en la barranca, 
Y un viejo se echa a llorar.  Y que la arena es muy blanca 
Donde están las niñas solas. 
El aire fresco despeina 
A Pilar, que viene y va  Pilar corre a su mamá: 
Muy oronda: ?«¡Di, mamá!  ?«¡Mamá, yo voy a ser buena: 
¿Tú sabes qué cosa es reina?»  Déjame ir sola a la arena: 
Allá, tú me ves, allá!» 
Y por si vuelven de noche 
De la orilla de la mar,  ?«¡Esta niña caprichosa! 
Para la madre y Pilar  No hay tarde que no me enojes: 
Manda luego el padre el coche.  Anda, pero no te mojes 
Los zapaticos de rosa.»  »Anoche soñó, soñó 
con el cielo, y oyó un canto: 
Le llega a los pies la espuma:  Me dio miedo, me dio espanto, 
Gritan alegres las dos:  Y la traje, y se durmió. 
Y se va, diciendo adiós, 
La del sombrero de pluma.  »Con sus dos brazos menudos 
Estaba como abrazando; 
¡Se va allá, dónde ¡muy lejos!  Y yo mirando, mirando 
Las aguas son más salobres,  Sus piececitos desnudos. 
Donde se sientan los pobres, 
Donde se sientan los viejos!  »Me llegó al cuerpo la espuma, 
Alcé los ojos, y vi 
Se fue la niña a jugar,  Esta niña frente a mí 
La espuma blanca bajó,  Con su sombrero de pluma». 
Y pasó el tiempo, y pasó 
Un águila por el mar.  ?«¡Se parece a los retratos 
Tu niña!» dijo: «¿Es de cera? 
Y cuando el sol se ponía  ¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!... 
Detrás de un monte dorado,  ¿Y por qué está sin zapatos? 
Un sombrerito callado 
por las arenas venía.  »Mira: ¡la mano le abrasa, 
Y tiene los pies tan fríos! 
Trabaja mucho, trabaja  ¡Oh, toma, toma los míos; 
Para andar: ¿qué es lo que tiene  Yo tengo más en mi casa!» 
Pilar que anda así, que viene 
Con la cabecita baja?  «No sé bién, señora hermosa, 
Lo que sucedió después: 
Bien sabe la madre hermosa  ¡Le vi a mi hijita en los pies 
Por qué le cuesta el andar:  Los zapaticos de rosa!» 
?«¿Y los zapatos, Pilar, 
Los zapaticos de rosa?»  Se vio sacar los pañuelos 
A una rusa y a una inglesa; 
?«¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?  El aya de la francesa 
¡Di, dónde, Pilar!» ?«Señora»,  Se quitó los espejuelos. 
Dice una mujer que llora: 
«¡Están conmigo: aquí están!»  Abrió la madre los brazos: 
Se echó Pilar en su pecho, 
?«Yo tengo una niña enferma  Y sacó el traje deshecho, 
que llora en el cuarto oscuro.  Sin adornos y sin lazos. 
Y la traigo al aire puro 
A ver el sol, y a que duerma.  Todo lo quiere saber 
De la enferma la señora: 
¡No quiere saber que llora  A su casa del jardín: 
De pobreza una mujer!  Y Pilar va en el cojín 
De la derecha del coche. 
?«¡Sí, Pilar, dáselo! ¡y eso 
También! ¡Tu manta! ¡Tu anillo!»  Y dice una mariposa 
Y ella le dio su bolsillo:  Que vio desde su rosal 
Le dio el clavel, le dio un beso.  Guardados en un cristal 
Los zapaticos de rosa.
Vuelven calladas de noche 
Vuelo supremo (Julián Marchena - poeta costarricense)

Quiero vivir la vida aventurera 


de los errantes pájaros marinos; 
no tener, para ir a otra ribera, 
la prosaica visión de los caminos.

Poder volar cuando la tarde muera 


entre fugaces lampos ambarinos 
y oponer a los raudos torbellinos 
el ala fuerte y la mirada fiera.

Huir de todo lo que sea humano; 


embriagarme de azul...Ser soberano 
de dos inmensidades: mar y cielo,

y cuando sienta el corazón cansado 


morir sobre un peñón abandonado 
con las alas abiertas para el vuelo.

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