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"El esqueleto viviente"

Todo empezó cuando D. Antonio llevó a la clase el esqueleto del colegio


para el tema de Conocimiento del Medio. Era viernes, y después teníamos recreo e
inglés.
Durante la hora de conocimiento, yo miraba al esqueleto de una forma muy
rara, y, en el recreo, no me lo podía quitar de la cabeza. 
Ya llegó la hora de inglés; el profesor me dijo que fuese a por la siguiente
cinta. Yo ya me había ido cuando dijo Quique: 

- ¡EI esqueleto se mueve! 

- No empecemos con las bromas -le respondió el profesor.

Yo había llegado ya a Dirección, pero no encontraba la cinta. Mientras, en mi clase,


el profesor se estaba enfadando con Quique por haber dicho eso. Poco después
encontré la cinta, la cogí y fui rápidamente al servicio. En clase Quique dijo: 

- ¡Otra vez se mueve!

- ¡Es verdad!- dijo el resto de la clase a la vez. 

Yo iba para la clase cuando vi a José Luis corriendo. Me dijo: 

- Quédate en el servicio. 

- ¿Por qué? -le respondí mientras veía cómo mis compañeros y mi profesor salían
de la clase. 

-Porque el esqueleto está vivo - me respondió José Luis. 

Todos los profesores de las clases de arriba salieron al pasillo al oír jaleo, y,
al ver al esqueleto, cogieron a sus alumnos y se fueron al patio. Entonces, José Luis
y yo, fuimos a la clase y vimos a Vani y a Noel sujetando el esqueleto, a Quique en
el suelo quejándose de una herida que acababa de hacerse en la rodilla, y a Sara, y
a Mamen y a Tamara chillando.
- Id todos al servicio, que estaréis más seguros. -dije yo muy confiado -Vani, tú ven
conmigo abajo a avisar al resto. 

Fuimos a dos clases, una de Primaria y otra de Preescolar, y ellos ya


avisarían a los demás. 

Al llegar arriba, notamos al esqueleto más delgado. 

-Se estará poniendo más delgado por la falta de calcio - dijo Vani mientras
empujábamos al esqueleto y le rompíamos la pelvis. 

- A lo mejor - le dije yo. 

Llamamos a los compañeros que estaban en el servicio y les dijimos que


vinieran a ayudarnos. Vinieron todos menos Quique, que se quedó en el servicio
curándose la herida de la rodilla. 

Empezamos a empujar al esqueleto. Él seguía adelgazando. Adelgazaba y


adelgazaba hasta que se desintegró. 

- ¡Lo he conseguido! - dijo Tamara. 

- ¡Lo hemos conseguido! - le corrigieron Mamen y Sara. y aquí se acabó la historia


del esqueleto viviente. 

Autor: Javier Carretero Villanueva

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