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Arte esquemático en la cueva de El Castillo (Puente Viesgo)

Chapter · April 2016

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Roberto Ontañón Luis Teira


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ÁREA 2
Arte esquemático en la
Cueva de
El Castillo Roberto Ontañón Peredo 1
Luis César Teira Mayolini 2
11
Monte Castillo, Puente Viesgo 1 Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria – Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.
2 Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria – Universidad de Cantabria.

1 Monte Castillo. Fotografía A. Bustamante.

Ubicación y descripción del entorno


La Cueva de El Castillo, mundialmente famosa por su ya- ra costera y los valles interiores del occidente de Cantabria.
cimiento arqueológico y la riqueza de su arte parietal pa- El Monte Castillo se levanta sobre la margen izquierda del
leolítico, se abre a una altitud de 180 m sobre el nivel del río Pas y domina la amplia vega fluvial de Puente Viesgo así
mar en la abrupta ladera meridional del Monte Castillo, una como un paso natural desde este valle hacia el de Buelna en
colina de forma cónica y 385 m de altura que constituye la la cuenca del Besaya. Esta posición verdaderamente estra-
estribación más oriental de la Sierra del Escudo de Cabuér- tégica hizo de este monte y sus cuevas un paraje intensa-
niga, formación de calizas carboníferas que separa la llanu- mente habitado a lo largo de toda la Prehistoria.

2
Arte esquemático
1-4 Hallazgos de la Prehistoria reciente

0 100 m

2 Plano de la cueva de El Castillo (Gym Geomatics) con localización de los contextos enumerados en el texto.

233
3

3 Conjunto de pinturas esquemáticas rojas en la “Gran Sala” de El Castillo.

4 Antropomorfos en rojo de la “Gran Sala” de El Castillo. Fotografía a partir de un fichero de color RGB. b) Misma imagen coloreada mediante el filtro YRE del plugin
Dstretch (www.DStretch.com) de ImageJ (http://imagej.nih.gov/ij/).

10 cm

a b
0

234
La imponente mole está horadada por una compleja mitió un trabajo intensivo y prolongado en el yacimiento,
red subterránea formada por más de cuarenta cavidades. llegándose a excavar en el vestíbulo durante esos cinco
De estas cuevas, al menos cinco fueron decoradas en el años una superficie de varias decenas de metros cuadrados
curso del Paleolítico superior, configurando una concen- y hasta una cota bajo la superficie del suelo original de unos
tración de sitios con arte rupestre que se encuentra entre 18 m. El angosto acceso original a la cavidad, que se practi-
las más importantes del mundo. Quizá no fue ajena a esta caba a través de una pequeña entrada entre un derrumbe de
“santuarización” del monte su grandiosa y peculiar morfo- bloques, quedó definitivamente transformado, adquiriendo
logía [fig. 1]. la forma y dimensiones que hoy conocemos. El resultado
científico de esta colosal excavación fue la documentación
La topografía de la cueva de El Castillo se constru- de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes
ye, básicamente, a partir de un gran abrigo y de una zona de Europa, con una amplia secuencia que incluye niveles
interior estructurada en dos niveles. Su longitud total es del Paleolítico Inferior, Paleolítico Medio, Paleolítico Su-
de 759 m, con un desnivel de -16 m [fig. 2]. La visera exte- perior, Aziliense, Mesolítico y Prehistoria reciente, esto es,
rior de la cavidad se fue desplomando en el curso del Pleis- desde la primera presencia humana en la región, hace unos
toceno, afectando la caída de bloques a la zona de ocupa- 150.000 años, hasta unos 4000 años antes del presente.
ción y a los niveles arqueológicos aquí depositados, cuya
extensión se fue restringiendo hacía el fondo del vestíbulo. El estallido de la Gran Guerra disuelve un equipo
El sector interior se articula a partir de una enorme sala de formado hasta entonces por compañeros y amigos, ahora
entrada, con su zona central ocupada por grandes bloques pertenecientes a los dos bandos enfrentados en una larga
desprendidos, de la cual parte una galería principal seg- y sangrienta contienda. Como consecuencia, la potente se-
mentada en varios tramos de cambiante dirección y otros cuencia estratigráfica y los abundantísimos materiales re-
corredores de menor tamaño. La peculiar organización to- cuperados no fueron publicados en su momento más allá
pográfica de la cavidad y la existencia de abundantes y es- de pequeñas reseñas en la revista francesa L’Anthropologie
pectaculares neoformaciones determinan la existencia de (1912, 1913), y pasaron varias décadas hasta que todo este
numerosos espacios compartimentados, conductos latera- conocimiento acumulado fue dado a conocer: En los años
les, “rincones” y nichos que juegan un papel fundamental setenta del siglo pasado, la documentación arqueológica ge-
en la distribución del arte rupestre. nerada por aquellos trabajos fue estudiada en su mayor par-
te por Victoria Cabrera Valdés, responsable de la primera
Historiografía gran monografía de conjunto acerca del yacimiento arqueo-
El yacimiento arqueológico y el arte rupestre de El Casti- lógico, que vio la luz setenta años después de finalizadas las
llo fueron descubiertos en 1903 por Hermilio Alcalde del campañas del IPH (1984). Algunos materiales depositados
Río. Pionero de la investigación prehistórica en la región, en instituciones francesas y norteamericanas siguen aún a
desarrolló una incansable actividad exploradora que le lle- la espera de una revisión actualizada. A partir de los años
vó a descubrir éste y otros conjuntos decorados como El ochenta, esa misma investigadora retoma los trabajos de
Pindal y La Loja en Asturias o Covalanas, La Haza, Hornos excavación en el sitio hasta su prematura muerte, acaeci-
de la Peña, Santián, La Clotilde y Las Aguas, entre otras, da en 2004. Pueden citarse también otras aportaciones al
en Cantabria. La exploración realizada en la cavidad y su conocimiento del registro arqueológico de El Castillo en su
publicación en 1906 por el propio Alcalde suscitó el interés tramo más reciente por parte de Joaquín González Echega-
internacional por el sitio, que conducirá a su excavación ray (1951) o uno de los firmantes de este artículo (Ontañón
intensiva entre 1910 y 1914. Los trabajos fueron sufragados 2000).
por el Institut de Paléontologie Humaine bajo los auspicios
del príncipe Alberto I de Mónaco. Este monarca, que con Por lo que se refiere a las manifestaciones artísticas,
anterioridad había contratado a Alcalde para el desarrollo la cueva de El Castillo fue publicada por vez primera en un
de las labores investigadoras, financia ahora a un equipo di- estudio de Alcalde del Río sobre las cavernas decoradas de
rigido por Hugo Obermaier, en el que colaboran Paul Wer- la entonces provincia de Santander (1906), y cinco años más
nert y, de manera ocasional, Henri Breuil, Jean Bouyssonie tarde en la magna obra del propio Alcalde del Río, H. Breuil
y Pierre Teilhard de Chardin. Alcalde del Río queda, así, y L. Sierra Les cavernes de la région cantabrique (1911). Entre
relevado de la responsabilidad sobre el yacimiento. Cabe 1934 y 1935, la Comisión de Investigaciones Paleontológi-
mencionar aquí como anécdota que Alcalde, para asegurar cas y Prehistóricas desarrolló varias campañas de estudio
la conservación del sitio, registra la cueva a su nombre soli- y reproducción de las pinturas y grabados de esta cueva,
citando una concesión de explotación como “mina de hie- bajo la dirección del Conde de la Vega del Sella, con F. Be-
rro en la Sierra del Castillo”. La cueva permanecerá como nítez Mellado como responsable de la ejecución de los cal-
propiedad suya hasta 1931, año en que caduca la concesión cos y copias. Una nueva contienda, esta vez la Guerra Civil
y pasa a la tutela de la Junta Superior de Excavaciones y española, interrumpe de nuevo los trabajos en la cavidad.
Antigüedades. El mecenazgo de la realeza monegasca per- Aunque resulte paradójico dada la relevancia del conjunto

235
5 vestigador, muy acertadamente, las incluye en el apartado
de “figuras varias” y, separándolas de las representaciones
paleolíticas, las compara con otras pinturas esquemáticas
andaluzas (Alcalde, 1906, 70-71 y 77).

Al descubrimiento de esas dos figuras se sumaron


posteriormente los hallazgos de otras seis representaciones
antropomorfas, de análoga morfología y menor tamaño, lo-
calizadas en otros dos puntos de la sala (Alcalde, Breuil y
Sierra, 1911, 192-193 y Figs. 196 y 197). Los autores citados
incluyen estas representaciones en el apartado de “signos
diversos” de su estudio del arte de la cueva de El Castillo, y,
en vista de los paralelos etnográficos que encuentran para
ellas (arte aborigen australiano, petroglifos de California y
otros ejemplos españoles entre el Paleolítico y la época de
los metales) aceptan, aunque con dudas, su “interpretación
humana” (Alcalde, Breuil y Sierra, 1911, 193). En una obra
5 Divertículo tras bloque rocoso en la “Gran Sala” donde que se con- posterior, Breuil (1933, 38 y (fig. 3)) se muestra ya plena-
centran la mayor parte de las representaciones. mente convencido del carácter antropomorfo de las figuras.

J. Cabré, en su tratado acerca del arte rupestre de


las regiones septentrional y oriental de España (1915, 118 y
rupestre de El Castillo, aparte algunos estudios específicos fig. 65), diferencia claramente las “estilizaciones humanas”
sobre sectores o aspectos concretos de la decoración parie- de El Castillo del arte paleolítico y las adscribe al “período
tal (V. infra), no ha sido hasta 2004 que un equipo científico neolítico”, dados sus paralelos con “las pictografías de la
ha retomado la investigación sistemática de su arte rupestre edad de la piedra pulimentada del Sur de España”, remi-
bajo la dirección de Marc Groenen, la codirección de Joa- tiéndose a su anterior artículo sobre el conjunto de Peña Tú
quín González Echegaray y con la colaboración de José Ma- (Hernández-Pacheco, Cabré y Vega del Sella, 1914).
ría Ceballos. Esta revisión exhaustiva, aún por finalizar, ha
permitido documentar figuras ya conocidas aunque inéditas Años después, E. Ripoll, buen conocedor de la cavi-
y también descubrir nuevas representaciones, engrosando dad, incluye estas figuraciones en su artículo dedicado al
considerablemente el corpus de unidades gráficas conocido. estudio de las representaciones antropomorfas en el arte
En la actualidad se trabaja sobre el contexto de este arte, paleolítico español (1958), considerándolas coetáneas sensu
examinando los indicios de frecuentación humana en la lato del resto de las manifestaciones parietales de la cavidad.
cueva asociados a la ejecución de las manifestaciones. Las
últimas novedades sobre el arte rupestre de El Castillo, que P. Acosta, en su estudio de conjunto acerca de la
situarían sus inicios en un momento auroral del ciclo artís- pintura rupestre esquemática en España (1968), integra
tico paleolítico, han venido a animar la investigación y el las representaciones de El Castillo —a partir de Breuil,
debate sobre este magnífico conjunto. 1933— dentro del apartado estilístico de la “Figura Huma-
na Esquemática”. Una de ellas es incluida en el apartado
El grueso de las pinturas y grabados de la cueva de temático de los “Personajes Armados” —en concreto, con
El Castillo se realizó en un lapso de tiempo de unos 25.000 un bastón (Acosta 1968, 157-158, fig. 52: 7).
años, pudiéndose distinguir en los diferentes ámbitos ca-
vernarios, o superpuestos en un mismo panel, varios epi- Por su parte, R. de Balbín (1989, 47) considera estos
sodios decorativos pertenecientes a distintas fases del ciclo antropomorfos —basándose asimismo en Breuil, 1933—
artístico paleolítico. Además de esto, en tres sectores de la “objetos […] claramente reconocidos en los conjuntos de
“Gran Sala” de entrada a la cavidad se conservan varias fi- pintura esquemática al uso” y perfectamente diferenciados
gurillas humanas, dibujadas en negro y rojo, pertenecientes de los esquemas del arte rupestre paleolítico documenta-
a un ciclo artístico muy posterior, desarrollado ya en la Pre- dos en la misma cavidad; en consecuencia, los incluye en el
historia reciente. apartado de figuras esquemáticas ejecutadas en cuevas con
arte paleolítico dentro de su estudio del arte megalítico y
Las dos primeras figuras antropomorfas esquemáti- esquemático del Cantábrico.
cas, pintadas en trazo grueso de color rojo, fueron localiza-
das por Alcalde del Río en la pared situada al fondo de la En su síntesis sobre el arte rupestre esquemático
“Gran Sala”. En su primera publicación de la cueva, este in- en Cantabria, Y. Díaz (1992, 23-29) amplía la información

236
6 Conjunto de figuras antropomorfas en la hornacina a la entrada del divertículo de la “Gran Sala”

237
7 8

10 cm

7 Figuras 1 y 2 en el divertículo de la “Gran Sala”

8 Figura 3 en el divertículo de la “Gran Sala”. Tamaño real.

9 Figura 4 en el divertículo de la “Gran Sala”.

10 Quinta figura en el divertículo de la “Gran Sala”. Tamaño real.


0
9

10

238
relativa a estas manifestaciones pictóricas, concretando la ejecución. En nuestra revisión contamos al menos nueve
información proporcionada por los investigadores anterio- figuras de lectura segura, lo que incrementa el corpus has-
res, incrementando el corpus de representaciones y propo- ta ahora documentado. Sendos trazos verticales muy per-
niendo para ellas una seriación de base morfotécnica. didos podrían ser los restos de dos representaciones más.
Cuatro, más las dos probables, se localizan en una hornaci-
Por último, A. Mingo Álvarez las incluye en su estu- na a la entrada del divertículo [fig. 6]; la quinta se encuentra
dio sobre los signos rupestres paleolíticos en la cueva de El aislada en un tramo de pared un poco más hacia el interior;
Castillo (2010), dentro de una categoría denominada “an- la sexta y séptima figuras se disponen una sobre otra en una
tropomorfo esquemático”. prominencia; en un tramo subsiguiente se observa la octa-
va, también individualizada. En el reverso del bloque que
El conjunto rupestre soporta el “palimpsesto” y frente al conjunto más próximo
Las dos figuras rojas de mayor tamaño se pintaron en una pa- a la entrada del cubículo, se aprecia otra figura aislada.
red de superficie cóncava al fondo de la “Gran sala”, frente a
la entrada de la cavidad, a algo más de un metro de altura so- Las cuatro (¿seis?) figuras pintadas en la concavidad
bre el suelo de la cueva1, en un punto visible desde una cierta podrían estar dispuestas con una cierta intención compositi-
distancia y dentro de un panel con representaciones asigna- va en dos niveles o hileras superpuestas separadas por una fi-
das en su mayor parte a tiempos paleolíticos (grupos y ali- sura horizontal. La que numeramos como figura 1 [fig. 7] pre-
neaciones de trazos digitales, zoomorfos)2 [fig. 3]. Las repre- senta muy deteriorada su parte inferior. Mediría unos 90 mm
sentaciones son adyacentes y ofrecen la apariencia de estar de altura y 80 mm de ancho (en la envergadura de los brazos,
inscritas en una mancha de color rojo a causa de la impregna- que marca en todas las figuras su anchura máxima, al igual
ción del pigmento en el soporte, aunque un examen más de- que en las pinturas rojas antes descritas). Tiene una cabeza
tenido permite diferenciar una y otra figura [fig. 4]. La situa- redondeada y, por debajo, dos trazos rectos divergentes lige-
da a la izquierda presenta una fisionomía bien conocida en el ramente oblicuos que parten de otro central vertical, permi-
arte esquemático: un trazo vertical de unos 15 mm de ancho tiendo diferenciar el cuello. Se ejecutó con un lápiz de color,
representa la cabeza y el tronco y sendos trazos ligeramente probablemente de carbón vegetal, que dejó un trazo negro de
incurvados hacia abajo a uno y otro lado en disposición simé- cierta anchura. El resto del tronco y las extremidades inferio-
trica, bajo la cabeza y rematando la figura en su parte inferior res apenas se distinguen. La segunda figura está a la izquier-
(aunque el trazo central podría quizá prolongarse más abajo da de la anterior, a la misma altura respecto al suelo (unos
señalando el sexo), concretan las extremidades superiores e 85 cm) y presenta respecto a aquella algunas diferencias [fig.
inferiores. Su altura total es de 160 mm y su anchura máxima 7]. Tiene 70 mm de alto por 55 de anchura máxima. Se ha
(envergadura de sus brazos), de 90 mm. Inmediatamente a ejecutado también con varios trazos grafitados pero en ésta
su derecha se observa otra figura de idéntica configuración la cabeza apenas está marcada. Inmediatamente por debajo,
y dimensiones menores: 100 mm de alto y 60 mm de ancho. en un punto casi terminal del trazo vertical central, salen dos
Ambas han sido pintadas mediante aplicación de color sobre líneas rectas, en oblicuo, que figuran los brazos. Casi parale-
la pared probablemente con el dedo o con un pincel ancho. las a éstos, en el punto más bajo del trazo central, se ven las
extremidades inferiores, más cortas. De la zona medial del
En un divertículo situado en la pared oriental de la tronco sale hacia la derecha otro trazo oblicuo paralelo a los
misma sala, a quince metros de las pinturas anteriores, en anteriores.
el espacio existente entre la propia pared de la cueva y un
gran bloque desprendido y apoyado sobre aquella (cuya Por encima de éstas, a unos 100 cm sobre el suelo ac-
superficie está cubierta por una abigarrada superposición tual, se encuentra la figura 3 [fig. 8]. Es algo mayor de tamaño
de grabados paleolíticos que E. Ripoll denominó “palimp- (95 x 80 mm) y, como en aquellas, los brazos parten inme-
sesto rupestre” (Ripoll 1972), se encuentra el conjunto nu- diatamente bajo la pequeña protuberancia de la cabeza. Le
méricamente más importante de antropomorfos [fig. 5] distingue de la segunda la prolongación de la línea vertical
Este angosto cubículo, que obliga a permanecer agachado central por debajo del punto del que parten las extremida-
en su interior, contiene también indicios de actividad ar- des inferiores (¿representando el sexo masculino?), así como
tística paleolítica en forma de manchas desvaídas de pig- una longitud marcadamente desigual de aquellas. El trazo es
mento rojo y motivos grabados. El repertorio esquemático asimismo grafitado y ancho, resultado probablemente de su
está constituido por representaciones pintadas en negro ejecución mediante lápiz de carbón. A la misma altura sobre
que ofrecen cierta variedad morfométrica y de técnica de el suelo y en el lado opuesto de la oquedad se conserva una
figura de aspecto notablemente distinto al de sus vecinas,
1 El suelo de la cavidad se encuentra en este punto muy alterado a causa pintada con un trazo más ancho (10 mm) de color grisáceo
de los trabajos de explanación y acondicionamiento para la visita
pública. Esta medida debe considerarse, por lo tanto, aproximada. [fig. 9]. Se encuentra recubierta parcialmente por calcita, lo
2 Algunos trazos digitales podrían, no obstante, formar parte del con-
junto esquemático, como sucede en lugares emblemáticos de este ciclo
que podría quizá explicar el degradado a partir de un color
artístico en el Cantábrico, como Peña Tú (V. supra) negro original. Mide 90 mm de alto y 60 de anchura máxima

239
Si bien su morfología general es similar a las anteriores, se el “caos de bloques”, dentro de un sector profusamente
aproxima más a las figuras rojas por la anchura del trazo y la decorado con pinturas paleolíticas, inmediatamente a
incurvación de las extremidades. la derecha del famoso “Gran panel de las manos”, se en-
cuentra la última figura antropomorfa. Perfectamente
La quinta figura [fig. 10] se localiza a una cota más individualizada en un pendant de la roca a 135 cm sobre
alta (110 cm sobre el suelo). Su morfometría la diferencia de el suelo actual, sus características técnicas y formales la
las anteriores al tiempo que la aproxima a otra aislada que particularizan dentro del conjunto esquemático de El
se ubica enfrente, sobre el lado interno del bloque apoyado Castillo [fig. 14]. Dibujada a base de finos trazos con un
en la pared. De trazo carbonoso muy fino, mide 45 mm de lápiz de ocre rojizo, una línea vertical define el eje cen-
alto por 40 de ancho. Su cabeza está bien marcada y de- tral de la figura del que parten a diferentes alturas sendos
bajo parten oblicuos y descendentes dos trazos desiguales trazos oblicuos hacia abajo y aproximadamente paralelos
en forma y longitud, el izquierdo corto y recto y el derecho que delinean las extremidades superiores e inferiores. El
mucho más largo y curvado hacia adentro. La corta línea brazo izquierdo, ligeramente incurvado y más separado
vertical que representa el tronco se prolonga más abajo del del tronco, otorga cierta disimetría a la figura. La línea
punto del cual parten las extremidades inferiores, cortas y central se prolonga considerablemente por debajo del
curvas. punto del que arrancan las extremidades inferiores, apa-
rentemente más que en las otras figuras, recalcando la re-
En un saliente de la pared, inmediatamente a la presentación del sexo masculino. Además, a la izquierda
izquierda de la figura anterior, se superponen otros dos de la figura se observa una línea cuasi vertical, de trazo
motivos antropomorfos, bastante mal conservados. Se más ancho, que podría representar algún tipo de jabalina
localizan a una altura de 115 y 100 cm del suelo respecti- o cayado. Como última peculiaridad de esta figura cabe
vamente [fig. 11]. El superior está muy perdido y es difícil destacar que se ha dispuesto sobre una fina vena calcítica
determinar sus dimensiones mayores. No obstante, parece que podría haberse aprovechado como sugerencia de una
que presenta una cabeza bien diferenciada y extremidades línea de suelo [fig. 14].
superiores e inferiores paralelas y ligeramente incurvadas
hacia abajo. El trazo, de color negro y aspecto carbono- Contexto arqueológico y cronología
so, es ancho, alcanzando unos 10 mm. El motivo inferior, Como ya planteó su descubridor, Hermilio Alcalde del Río
de ejecución similar en técnica y trazado, se encuentra (V. supra), estas figuras antropomorfas deben ser conside-
algo mejor conservado. Mide 130 mm por 85 mm y en él radas al margen del resto de manifestaciones parietales de
se aprecia bien la ligera incurvación de las extremidades, la cavidad, de edad paleolítica. Puede proponerse para ellas
siendo considerablemente más cortas las inferiores que las una cronología amplia dentro de la Prehistoria reciente,
superiores. admitiendo como paralelos más cercanos los conjuntos es-
quemáticos norteños como Peña Tú (V. supra), El Cubular
La octava figura es la situada en el punto más profundo y otras estaciones documentadas en la comarca de Monte
y, al mismo tiempo, más alto de este conjunto (135 cm respecto Hijedo (V. este mismo volumen). Otra referencia contex-
al suelo actual)[fig. 12]. Es también la más grande, con 140 mm tual válida son los niveles superiores del potente yacimien-
de altura y 75 de anchura máxima. Su estado de conservación to de la entrada de la cueva y los materiales hallados en el
es bastante deficiente. De trazo grafitado fino presenta cabe- suelo de la sala en donde se localiza la mayor parte de las
za destacada, sugerencia del sexo y extremidades superiores pinturas. Dedicaremos los siguientes párrafos al comenta-
e inferiores representadas mediante trazos rectos oblicuos. rio de estas evidencias que constituyen el contexto arqueo-
Bajo su brazo izquierdo se aprecia otra línea aproximadamen- lógico inmediato de este conjunto parietal, en un intento de
te paralela. afinar un poco más la cronología probable de las manifes-
taciones rupestres.
La figura dibujada en el reverso del bloque del “pa-
limpsesto” está ejecutada mediante trazo fino carbonoso Cabrera (1984, 390) establece una correlación
a 98 cm del suelo y está afectada en buena parte por con- entre los niveles detectados por Alcalde en 1906, los
creciones de calcita. Mide 85 mm de alto por 85 mm de definidos por Obermaier (1916) y los de su propia se-
ancho. Sus extremidades se incurvan hacia abajo, siendo cuencia —que se adapta en general a la del anterior. En
las superiores mucho mayores que las inferiores y ade- ella, el nivel A de Alcalde equivaldría a los estratos a
más disimétricas, la izquierda considerablemente más y b de Obermaier y a su nivel 1 —escombros modernos
larga [fig. 13]. (1a) sobre una capa estalagmítica (1b)—; el B a los nive-
les c, d y e de Obermaier y a sus estratos 2 a 5 (eneolíti-
Por último, en un punto más interior de la cueva co-costra-aziliense-costra); y el C a la parte superior del
ubicado en el lado septentrional de la “Gran sala, a una f de Obermaier y de su nivel 6 (“magdaleniense alfa”).
cota inferior y separado de los ámbitos anteriores por Sin embargo, parece que esta correspondencia presen-

240
11 Figuras superpuestas en un saliente de la roca dentro del divertículo de la “Gran Sala”.
241
12 13

12 Octava figura en el divertículo de la “Gran Sala”.

13 Figura antropomorfa dibujada en la cara interior del bloque que sirve


de soporte al “palimpsesto”.

14 Detalle de figura antropomorfa roja con trazo vertical asociado.


14

242
ta ciertos problemas. El nivel A no ofrece dificultades, como arqueológico. En efecto, recapitulando las distintas
y representaría el nivel 1 desde su techo, formado por referencias existentes acerca de este “nivel” se pueden
escombros modernos (1a), hasta su muro, de costra es- distinguir, al menos, cuatro contextos deposicionales de
talagmítica (1b). El nivel B de Alcalde, en cambio, no se muy diferentes características.
parece nada en su composición sedimentológica (tierra
vegetal) ni en su contenido arqueológico (fragmentos 1. Un estrato situado al exterior de la cueva, bajo una pri-
de cráneo y cerámicos) a los 2-5 de Cabrera (2: limo mera capa superficial de escombros modernos e incli-
gris-pardo, 3: concreción, 4: nivel rojizo concreciona- nado en un talud que llegaba a taponar la entrada de
do, 5: concreción, con materiales del “Neo-eneolítico” la cavidad. Estaba compuesto por tierra negruzca con
y Aziliense). Creemos que, más bien, formaría parte del grandes bloques caídos de derrumbes de la visera. Los
1, de cuyo tramo inferior podría constituir un lentejón, materiales arqueológicos recogidos en él, que se con-
probablemente revuelto (los “sedimentos calizos” po- centraban hacia la parte más alta y cercana a la boca,
drían interpretarse como fragmentos de costra). Sería el eran en su mayoría fragmentos cerámicos indetermi-
nivel C —del que Alcalde no especifica su composición nables, junto con varias piezas de molino en arenisca,
sedimentológica— el que incluiría los niveles 2 a 5 y par- cantos rodados que suponemos de cuarcita y una pieza
te superior del 6 de Cabrera, pues en él se recogieron metálica definida como un débris de cobre, hoy, al pare-
desde puntas de flecha con retoque plano hasta arpones cer, perdida.
azilienses y magdalenienses.
2. Un nivel que se extendía en el interior del vestíbulo, estra-
Por otro lado, con motivo de las obras efectuadas en tificado entre sendas capas de colada estalagmítica, cons-
1950 para facilitar el acceso al interior de la cueva, el pa- tituido por limos pardo-grisáceos. Aquí Alcalde del Río
dre Carballo localizó diversos materiales de distinta cro- halló algunos pequeños fragmentos de cerámica, puntas
nología que fueron publicados por J. González Echegaray de flecha con pedúnculo y aletas en sílex, así como otras
en 1951. Así, en un recodo de la “Gran Sala”, apareció un piezas líticas y óseas. En las excavaciones del Institut de
puñal metálico “de tipo argárico” que conserva los dos re- Paléontologie Humaine, que incluyeron el sondeo del an-
maches para enmangue en su base, recubierto parcialmen- terior investigador —denominado por Obermaier “trou
te por una película de costra estalagmítica. Asociado a él Alcalde”—, se recogieron escasos restos cerámicos, una
se recogió un objeto de hueso apuntado —una especie de pobre industria lítica tallada, piezas de molino y cuatro
punzón— y, “a escasa distancia”, un fragmento de gran va- objetos de metal. Únicamente dos son publicados espe-
sija con decoración impresa a base de ungulaciones. Este cíficamente por los excavadores —la punta de flecha y
conjunto es considerado un enterramiento, aunque no se un puñal—, mientras otros dos —un punzón y otro pu-
hace referencia al hallazgo de restos humanos. Señala el ñal— se citan sólo en los recuentos efectuados por Breuil
autor del artículo que “sobre la sepultura excavada, hay en y Obermaier. De estos materiales metálicos se conserva
la pared [...] una pintura de un hombre estilizado, igual que el punzón (en el MAN), la punta de flecha y un puñalito
los de Peña Tú”, representación que estaría en relación con escotaduras (en el MUPAC), habiendo desaparecido
con la supuesta tumba (González Echegaray, 1951, 162). La el otro puñal citado.
pieza metálica, que se conserva en el Museo de Prehisto-
ria y Arqueología de Cantabria —como alguna de las an- 3. Un tercer depósito, situado entre la sala posterior al
teriores—, aparece fotografiada en el trabajo de M. Jorge vestíbulo —o “Gran Sala”— y la prolongación de ésta
Aragoneses sobre la Edad del Bronce en la provincia de hacia el sur. Detectado inmediatamente bajo la superfi-
Santander (1953: 256 y 275, lámina 4-b). El autor cita como cie terrosa, Alcalde del Río localizó aquí, entre “cama-
referencia bibliográfica la reseña de González Echegaray das de residuos carbonosos”, “un sin número” de restos
arriba mencionada. cerámicos muy ricamente decorados con aplicaciones.

Resumiendo la información recopilada en On- 4. Por último, el hallazgo en un recodo al fondo de la


tañón 2000, creemos posible inferir que el nivel “c” de “Gran Sala” de un puñal con placa de enmangue y dos
Obermaier o “2” de Cabrera, tal como es caracterizado remaches, un punzón óseo y un fragmento de una gran
por sus excavadores, no debería considerarse un nivel vasija cerámica con decoración impresa. Parece facti-
arqueológico —tal como expresamente plantea la segun- ble plantear que éste y el anterior locus, situados en la
da, atribuyéndolo al “bronce pleno” (Cabrera, 1984, 389). misma zona interior de la cavidad, estuvieran de algún
Podría más bien entenderse como un “estrato cultural” modo relacionados e incluso que formen parte de un
(en el sentido de una unidad diferenciada dentro de una único conjunto.
reconstrucción crono-cultural de la secuencia efectua-
da a posteriori), dado que dentro de él se aprecian dife- De los distintos contextos postpaleolíticos que se
rencias considerables tanto de orden sedimentológico pueden así diferenciar en la cueva de El Castillo, el últi-

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15 Localización de la figura antropomorfa roja junto al “Gran panel de las manos”.
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mo, que incluye una pieza metálica, cronológicamente esquemáticas no es, sin embargo, evidente. La asociación
diagnóstica, puede atribuirse sin problemas a momentos espacial más estrecha se establece con el locus interior
plenos de la Edad del Bronce. Quizá se pueda plantear un que, como vimos, puede atribuirse a un Bronce pleno. No
horizonte similar para el área con quemas y abundantes obstante lo anterior, estamos ya avisados (o deberíamos es-
fragmentos de cerámica, contigua al anterior. Sin embar- tarlo) ante la utilización de argumentos de esta naturaleza
go, los depósitos 1 y 2 presentan algunos indicios (las pun- para aventurar cronologías de manifestaciones parietales,
tas con retoque plano, el colgante óseo o la morfología de a la vista, por ejemplo, de la experiencia reciente con el de-
los puñales metálicos) que permitirían encuadrarlos, en nominado “arte esquemático-abstracto” (V. este volumen).
términos de la periodización convencional, dentro de un Las pinturas esquemáticas podrían también ser anteriores
Calcolítico avanzado o en los inicios de la Edad del Bronce. y haber configurado un espacio interior ya “sacralizado”
Estos dos conjuntos podrían diferenciarse en su cronolo- en el Calcolítico cuyo uso continúa en momentos poste-
gía, pero también en su funcionalidad. Tendríamos así un riores. En uno u otro caso no deja de ser interesante la in-
contexto “exterior”, aparentemente habitacional, atribui- dudable asociación entre arte esquemático y actividades
ble a los primeros tiempos metalúrgicos, y otro contexto que cabría incluir en ese cajón de sastre que denominamos
interior ¿sepulcral? ¿”ritual”? asignable a la plena Edad “ritual” (práctica de quemas, depósito y quizá fracturación
del Bronce (Ontañón 2000). La vinculación a uno u otro intencionada de vasijas cerámicas) en esa zona interior de
episodio de ocupación de las manifestaciones rupestres la cueva de El Castillo.

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