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Sotos, bosques de ribera y fondo de valle

En esta región, representan enclaves de bosques caducifolios favorecidos por la


humedad del suelo, que se mantiene casi todo el año; esto les permite evitar el
largo período de sequía estival, que caracteriza al clima mediterráneo.
Bosque de ribera, río Tajuña.

En ellos se da un bandeado característico, desde el borde del cauce al exterior, de


modo que los bosques más freatófitos se sitúan en el borde (alisedas, saucedas) y
los menos dependientes del agua en el exterior (fresnedas, olmedas, choperas).

Estos bosques están formados por sauces, chopos, alisos, fresnos, olmos y a veces
también por melojos, tilos, abedules y avellanos. Cuando la presencia de la humedad
empieza a disminuir en zonas más áridas del Valle del Ebro, Levante y mitad
meridional de la Península, la aridez viene a menudo acompañada por un aumento de
sales en el suelo; en estas condiciones nos encontramos con formaciones de arbustos
de tamariscos, adelfas y carrizo (Saccharum ravennae), a veces acompañados por
algún brezo. En los suelos silíceos no salinos, como los de Sierra Morena y Montes
de Toledo, con tamujales, que en las situaciones más cálidas, van acompañadas de
adelfas y tamariscos.

En los terrenos bajos del interior, sobre todo en los margosos y arcillosos, son
más frecuentes las olmedas (Ulmus minor) y choperas, acompañadas en ocasiones por
fresnos y sauces. En los fondos de valle granítico y en las riberas de terrenos
silicios existen formaciones muy típicas de fresno con melojo, especialmente al pie
de las sierras interiores. Las hoces protegidas de la Serranía de Cuenca llevan
como bosques ribereños formaciones mixtas de tilo y avellano, con fresnos, sauces y
olmo montano (Ulmus glabra). Estos bosques, al ocupar terrenos muy fértiles, donde
el hombre ha establecido sus huertos desde muy antiguo, no están bien conservados.
Pinsapares
Pinsapos en la Sierra de las Nieves, Málaga.

El pinsapo o abeto mediterráneo (Abies pinsapo) constituye una verdadera reliquia


que ha quedado preservada en las sierras de Málaga y Cádiz. Los pinsapares están
emparentados con los relictos abetales norteafricanos de la cadena de Yebala, en
Marruecos. Se ponen en contacto y forman a veces comunidades mixtas con quejigos y
encinas. Entre las especies leñosas que le acompañan en sus bosques se cuentan el
majuelo, agracejo, rusco, durillo, hiedra y Daphne laureola.

Forma bosques densos y oscuros en enclaves muy concretos, con elevadas


precipitaciones (de 2000 a 3000 mm, debido al brusco enfriamiento, por elevación,
de los vientos cargados de humedad), en altitudes superiores a los 1000 msnm. El
bosque presenta abundancia de musgo y líquenes, pero un número muy limitado de
arbustos y herbáceas. En todo caso ocupan las zonas altas de las montañas (la
sierra de las Nieves, sierra Bermeja ambas en Málaga, sierra de Grazalema) parte en
Málaga y Cádiz donde producto de la protección y la repoblación, en los últimos
años han logrado extenderse de forma importante.
Encinares
Encinar húmedo con alcornoques.

Forman los bosques naturales de la mayor parte de la zona mediterránea y penetran


también en las solanas y laderas más cálidas de la zona atlántica; se extiende
desde el nivel del mar, donde la especie es Quercus ilex subsp ilex, hasta los 1400
msnm, en algunas montañas y altas planicies del interior; en la zona continental,
la encina que aparece es la Quercus ilex subsp rotundifolia, más resistente a este
clima. La encina puede subir a mayor altitud, pero ya aisladamente, sin formar
bosque. Los encinares costeros y de las montañas sublitorales son
extraordinariamente ricos y variados, con numerosos arbustos y lianas; suelen
acompañarles zarzaparrillas, madreselvas, hiedra, durillo, rusco y, en el suroeste
peninsular, olivos silvestres. Los encinares baleares son también ricos y llevan
asociados alguna especie característica de las islas como el ciclamen balear
(Cyclamen balearicum Willk.).

Hacia el interior de la Península se van empobreciendo progresivamente, a medida


que se acentúan las características continentales del clima, desaparecen gran parte
de las especies más sensibles al frío. Los encinares continentales, sobre suelos
desprovistos de cal, suelen ser ricos en enebros (Juniperus oxycedrus) y son
sustituidos por altitud y en las laderas más frescas por melojares, este fenómeno
se aprecia en la sierra de Guadarrama; cuando se destruye el encinar, los suelos
son tan pobres y las condiciones ambientales tan poco favorables, que conduce a
matorrales paupérrimos, dominados por la jara común, el cantueso y el romero. Sobre
suelos calizos ocurre algo similar, sobre todo por encima de los 900 metros de
altitud, las encinas se ven acompañadas por la sabina albar y la pobreza de
arbustos es tan grande, que la misma carrasca (encina arbustiva) domina casi en
solitario las primeras fases de regresión. La degradación por quema o tala conduce
a matorrales de aulaga (Genista scorpius), tomillo y espliego.
Alcornocales
Alcornoque.

Los alcornocales ocupan en la Península alrededor de un millón de hectáreas, más de


la mitad de la extensión mundial de este tipo de bosque.

El alcornoque requiere suelos silíceos, de textura arenosa y un clima suave y algo


húmedo, si estas condiciones se cumplen desplaza total o parcialmente a la encina;
se asocia a esta con cierta frecuencia y también a los quejigos (Quercus faginea
subsp. broteroi). El área que ocupan los alcornocales corresponde a Cataluña sobre
todo la mitad más oriental en zonas costeras, Menorca, Sierra de Espadán
(Castellón) y sobre todo al cuadrante suroccidental, provincias de Málaga, Cádiz y
Huelva. Alternan muchas veces con las encinas, que ocupan las solanas y laderas más
secas y con los quejigares de Quercus canariensis, que ocupan los barrancos y
laderas frescas y umbrosas.

Los alcornocales llevan frecuentemente olivos silvestres, y al igual que algunos


encinares frescos, suelen ir acompañados por madroñales con labiérnago (Phillyrea
angustifolia) que ocupan los claros del bosque y dominan las fases regresivas. En
Andalucía occidental son también frecuentes, como componentes del ecosistema, los
piornales o escobonales dominando el género Teline.
Quejigares
Bosque de quejigos Torrecuadrada de los Valles.

Véase también: Quejigar (Quercus faginea)


Véase también: Quejigar (Quercus canariensis)

Con el nombre de quejigar se conocen bosques de muy distintas características. Los


quejigares de Quercus canariensis están bien representados en Andalucía occidental
y muy desdibujados por hibridaciones en Cataluña y cordillera Mariánica. Son los
más exigentes en cuanto a temperatura y humedad, por lo que no se suelen alejar de
la influencia marítima; prefieren las umbrías más frescas, vaguadas húmedas y
bordes de arroyo del piso inferior. En general alternan con los alcornocales, a los
que desplazan en las zonas más frescas, y como ellos, prefieren los suelos
silíceos. En sus claros y etapas degradadas son frecuentes los piornos (Teline sp.,
Cytisus baeticus), brezos (Erica arborea, Erica scoparia) y jaguarzos (Halimium
lasianthum).

Los quejigares de Quercus faginea subsp faginea son los más típicos y frecuentes en
la Península, ya que se extienden desde Andalucía (Serranía de Ronda) hasta las
faldas de los Pirineos. Son mucho más resistentes al frío y sequedad que el Quercus
canariensis; requieren en cambio suelos más frescos y profundos que los encinares,
con los que entran en contacto. Aunque se crían en cualquier tipo de suelo, en los
silíceos suele desempeñar un papel secundario frente a la encina, alcornoques y
melojos; es solo en los suelos calizos donde forma bosques de alguna consideración,
especialmente en el cuadrante nororiental y centro de la Península. El área natural
que le corresponde al quejigo es frecuente el pino salgareño (Pinus nigra subsp
salzmannii), que a menudo ha sido extendido a sus expensas. Los quejigares suelen
llevar con frecuencia arces, serbales, guillomos, aligustres y cornejos; por
degradación pueden dar origen a extensos matorrales de boj.

El último quejigo, Quercus faginea subsp broteri es más exigente en humedad y menos
resistente al frío. Se extiende principalmente por el cuadrante suroccidental y
prefiere los suelos silíceos, algo frescos. Más frecuente que formando masas puras,
se le encuentra asociado a alcornoques y encinas.
Pinares
Pino albar.

Los pinares naturales y nativos peninsulares más característicos, son los de pino
negro (Pinus uncinata) y pino albar (Pinus sylvestris). El primero va con
frecuencia asociado al Rhododendron ferrugineum, arándanos, Salix pyrenaica y otras
especies arbustivas, en el piso subalpino de los Pirineos. Sobre los suelos calizos
menos lavados suele ir acompañado por la sabina rastrera, gayuba y enebros
(Juniperus communis subsp. hemisphaerica). Sus bosques constituyen el límite
altitudinal del bosque en gran parte de los Pirineos, pudiendo ascender hasta los
2400 metros.

El pino albar desempeña el mismo papel en las otras montañas peninsulares, tanto
silíceas como calizas. Es acompañado y superado en altitud por piornales, enebrales
enanos y matorrales almohadillados de alta montaña. Su límite altitudinal inferior
queda desdibujado por haber sido extendido a expensas de bosques caducifolios.

A una altura media y sobre suelo generalmente silíceo tenemos al pino resinero
(Pinus pinaster) que en Galicia baja a nivel del mar y en el interior alterna con
los melojares. Sobre suelos calizos, el pino salgareño (Pinus nigra subsp
salzmannii) que desempeña un importante papel en muchas de las montañas del centro,
este y sur de la Península; a la misma altura suele desplazar al anterior en los
suelos con cal. Ambos son reemplazados en altura por el pino albar.

Los más cálidos de todos los pinares son los de pino carrasco (Pinus halepensis)
que se sitúan en crestones rocosos y ladera soleadas, desde el nivel del mar, es el
pino de las costas mediterráneas, hasta los 800-1000 msnm de altitud en el
interior, prefieren los suelos calizos.

El pino piñonero (Pinus pinea), quizá el más característico de todos, es un


especialista en suelos arenosos. Forma extensas formaciones tanto en los arenales
del piso inferior, provincias de Cádiz y Huelva, como en puntos del interior
(Valladolid, Cuenca, Madrid).

Finalmente se debe mencionar, por la importancia de sus repoblaciones y cultivos,


al pino de Monterrey (Pinus radiata), presente principalmente en la Cornisa
Cantábrica, destacando mucho en el País Vasco y Galicia.
Sabinares
Sabina albar.
Artículo principal: Sabinares

Los sabinares de sabina albar (Juniperus thurifera) constituyen una curiosa


formación que ocupa las altas parameras y mesetas del interior, casi siempre por
encima de los 900 metros de altitud. Sus principales bosques están en la Serranía
de Cuenca, Sistema Ibérico, Alcarria, Maestrazgo y otras montañas del interior.
Normalmente no forman bosques densos, mostrando una estructura de parque o bosque
adehesado. Prefieren los suelos desarrollados sobre calizas, especialmente los de
tonalidades ocre o rojiza y ricos en arcilla, de carácter relicto (Terra rosa,
Terra fusca); en ocasiones, como en la zona de Tamajón (Guadalajara), colonizan
también los terrenos silíceos.

Están adaptados a un clima excepcionalmente duro y continental, donde prácticamente


no encuentran competencia de otra especie arbórea; solo la encina, que está
ocupando algunos de los antiguos sabinares deforestados y el pino salgareño suele
acompañarle con cierta frecuencia. El enebro común (Juniperus communis subsp.
hemisphaerica) es habitualmente una especie secundaria de estos sabinares. En
altura se ponen en contacto con pinares de pino albar y con la sabina rastrera;
esta última forma a veces parte de su estrato arbustivo.

El hecho de encontrase la mayor parte de las veces en zonas que han permanecido al
descubierto durante gran parte del Terciario y sobre suelos considerados relictos,
hace pensar en una gran antigüedad para estos sabinares. Las duras condiciones
climatológicas, con la superficie del suelo sometida a procesos de helada y
deshielos alternativos (crioturbación), dificulta el desarrollo de matorrales
elevados. Sus etapas regresivas suelen ser matorrales almohadillados de cambrones
(Genista pumila) o tomillares y prados de diente dominados por matillas enanas y
gramíneas de hoja punzante. En sus localizaciones de menor altitud puede alternar
también con espliego y aliaga. La sabina negral (Juniperus phoenicea) suele
desempeñar habitualmente un papel secundario y no forma a menudo bosques densos.
Solo en algunas repisas rocosas o en medios especiales como las dunas fijas y
arenales subcosteros adquiere alguna importancia forestal.
Matorrales de alta montaña mediterránea

La alta montaña mediterránea, por encima de los 1700 msnm, presenta unas
características especiales. Los inviernos son muy duros y prolongados; la cobertura
de la nieve y las fuertes heladas impiden casi toda actividad biológica. Una vez
desaparecida la nieve, el suelo se reseca con rapidez, por la fuerte insolación y
elevadas temperaturas, que se alcanzan en verano. El periodo de tiempo adecuado
para el desarrollo vegetativo es por tanto muy corto y por las razones descritas,
la mayoría de las veces seco. En estas circunstancias, el bosque empieza a entrar
en crisis, siendo sustituido por piornales y matorrales pluvinulares; estos van
acompañados en sus niveles inferiores por pino albar, representado por ejemplares
aislados retorcidos y deformados por la nieve.

En las montañas silíceas como el sistema Central, sierra de la Estrella, sistema


Ibérico soriano y parte de los montes cántabros, está ocupado por matorrales de
piorno serrano (Cytisus purgans) o enebro rastrero (Juniperus communis subsp.
alpina). En Sierra Nevada domina en cambio, en condiciones parecidas, la Genista
baetica acompañada a veces por piorno serrano y por otra subespecie de enebro (J.
communis subsp. hemisphaerica). En las montañas calizas como las del Maestrazgo y
Serranía de Cuenca, lo característico es una formación arbustiva de sabina rastrera
(Juniperus sabina) acompañada por pino albar. En las montañas calizas de Andalucía
es destacable el papel de los matorrales pluvilunares y almohadillados de
(cambrones)†

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