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Coleccion EL TALLER DEL ESCRITOR Director: Edgardo Russo Cémo se escribe una novela — Leopoldo Brizuela y Edgardo Russo Cémo se escribe un cuento — Leopoldo Brizuela Cémo se escribe un poema (Lenguas extranjeras) — Daniel Freidemberg y Edgardo Russo Cémo se escribe un poema (Espafiol y portugués) — Daniel Freidemberg y Edgardo Russo Cémo se eseribe la carta de amor — Edgardo Russo y Diego D'Onofrio Como se escribe el diario intimo — Alan Pauls Para leer sin parar. Antologia del lector joven — Susana Cella Los escritores de los escritores — Luis Chitarroni El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco — Jorge Monteleone Serie DOCUMENTOS El libro de las erlaturas que duermen a nuestro Iado ra y Teresa Arijon EL RELATO DE VIAJE De Sarmiento a Umberto Eco JORGE MONTELEONE —_ os MM et, ATENEO PROLOGO Espacio del deseo, zona de ensuefio, de reflexisn, de aventura, de ostalgia 0 porvenir, el viaje ha tenido en la literatura su continuidad pasién correspondida. Hay diversos modos de viaje. El itine ico, con latgas estancias en ciudades-museo, donde el viajero se a de obras de arte, El viaje hacia escenarios grandiosos y paisajes esconocidos. El viaje exético: la iniciacién en Oriente, el recorrido culturas ajenas, nacidas en el confin del tiempo, La explotacion -n las ciudades amadas, que extienden el ambito privado hasta stitse en una proyeccién del individuo. El viaje donde lo imagi- » y el ensuefio transforman el espacio real. El viaje cuyo mévil es nocimiento y el aprei de pueblos admirados. Incluso el via- conduce al crimen, En ese espacio de piiblica intimidad y des- e del “yo” que oftece el viaje, el escritor halla posibilidades ex- hasta entonces vedadas. La literatura, desde siempre, fue la donde se podia transformar todo recornide en un discurso, Le voyage no de sus mayores pocmas, “Le sayage” (“El viaje”), Baudelaire sieaso, el centro definitivo de la comprensién del relato de texto se divide en ocho partes. La primera estrofa alude al > inicial ie como un estadio de impulso puro, una espe- co donde el tiempo atin no ba pasado: E.) nit, enamorado de mapa. y de estampas ve of universo igual a su vasto'apetito, Ab, qué grande es ef mundo la ln, de las dmparast 1 agi del recuerdo qu pequeo eso mondo! Bl pocma menciona alos que vis pata huir y nego a Jos ous, tos vardaderos Tos que parten por partic: “Aguelas cos deseo tenn fa forma de las nud”. Ea segunda parte, el enunciado ico s¢ desplaza Joe oe de los viajeros: su bésqueda es tereible. La curiosidad los ator sree cada isla fatura et un Eldorado para Ia imaginaci6n que asf iste su orgias su objetivo se desplaza y no se encuentra cn ninguna parte, Baudelaire compara a los viajeros con un marinero ebe al que ears “inventor de Américas”. En el puente de su basco retuebaba, oo vam fins ol o's Abre el ga orden anticipa el motivo de la secciGn \tercera, donde se inicia el conteapunto entre la mirada ye memoria fercere ical reelama a los vigjeros el relato de lo visto por ¢l-ojo hechizado: Asombros viajes! Cudntas nobles bistorias ‘ems en sus ojos projiondos como mares! “Mnéstrennos los estuches de sus vicas memorias, ‘maravillosas jayas de astrs.y de ter YY al fin la pregunta decisive: “gqué han visto?”, Tp 'a cuarta parte rotonet la 4a de los viajeros, y en @lla responde strrelato omnlvoro de Secepeién y de ansia, Han visto astros, mares y desiertos, fa gloria de secretly bajo el exeptsculo, paisajes imperial... pero nada podtia suplantar el azar de la mutacin continua para aquellos cuyo ‘deseo tiene la forma misma de las nubes: ‘Las cindades ms ricas, los paisajes mds vastos, ino contienen jamés la atracciin misterisa ide aquell que el azar backa con las nubs. Y ofra vez, ef desco volvla a inguielarnost Pero también hallamos la ficeibn del viaje, el resto imaginario que cl relato, por falso o limitado que ses, restituye. Los viajetos, qe ye cee atmaron su tedio, aos obsequian la quimera como un mellizo Pes ael deseo vacante: “Sin embargo, hemos esbozado algunas diefios Pare tac cy waragy hermanas que balan bello todo lo que viewed jos! . Como wi adeo, ln ota vor torna a preguatar, Baudelaire reserva tos la sec- cidn quinta del poema a ese tinico hemistiquio insaciable: “Es puis, ef puis encore?” Y después, ¥ d Tespués gqué mis? De pronto compre nos que un deseo tou, nico, anata als viajeros vals destin sos desu relatos ungs no cesan de busar el azar de lo divers cn an 9 continuo; otros no sacian jamis la sed por esa hi fing que debe repetise una y ota vez como un cuento infant Yast ela a su audiencia la voz de |c aces a 1 de los viajeros que abre la seccidn scis: iCabees infty dice, Ahora ou relto quire romper con a ne cencia, la oscum indcencia de la repeticién; via A sel i Gaekise del ck ea Y para no obidar el punto capital 0 fdas pares vis, cn babel bc, oo alto a lo bajo de la escala fatal el tedioso expecicul del inmortal peeada. _ La vileza, Ja esclavitud, Ia tirana, la estupide mencia, son los emblemas de ese mundo, En la vou pare y 1 2 parece transformarse y alcanzar el inexorable conocimiento: jSaber [Saber amargo, aguel que se aprende del vigjel El mando, ‘monbone J agra Halal de ayer, mahana y siwipre, hace ver nuestra tmagen: 7 oasis de horfor en desiertes de basta! sa sabiduria admite fa que, aunque la meta iiltima del vi mado, el deseo lamzado hci adelante con faecal ne sa edie empo que, de hecho, nos precipita, Alacer el mun- e ensombrece yconocemos como en espejo muestra propia ima- lato y el sujeto se desplazan y giran en el vacio - “ie de ener dgpidadey de henmpllde exletictlon “ede ea s imo, debinitivo: “Ob muerte, vigia capitana ‘ tos enlat Et pans abr, rr pagent” Busieaire ie un Facgo ‘que ade en Ia concienca y que nos abisma en ese win final del timo verso del poema, el viaje Lf dl dea rein Baudelaire aleanza"una verdad-tetrible: su supie¥e qué lo nisevo, lo realmente nuevo para una vida en cons- leseo arrojado es, de he sore feorno lo inanlmadh ylo horgaica viaje pate debe ser contrastada con una ito. Alli aparece esa ¥ fifora: todo vinje combina, de saciante, la experiencia del cuerpo y la experiencia del tiem- snmodo sete ate Te acme de Vinculo, El viaje es una experiencia corporal: los eoeeen vinjeros Yel poema de Baudelaire, se embriggan de espacio, pareen el tedio, sien. fen un ardor inguicto en su corazén, el goce agrega jiurga a su deseo ¥ ren yom les dice “abre los aja”. Los viajeros no sélo se desplazan en cl gapacio sino también en el tiempo, En la medida en que todo vise €5, $B vex que teal, imaginario, también el cuerpo, el tiempo y el espaci Gntran en dicha cortelacin ambigua: “el mundo, bey, maitana, siempre, tios bac ver nuestra imagen”, dice el poems. Al tiempo real del vinjero, 2 fa cusrpo en movimiento y al espacio recortido, se sobreimprimen ¢ tiempo de su ensuefo, la imagen que lo habita y un dmbito ircel. telat de viaje esta hecho de ese poblado teatro de tiempos, de lugares y de sujetos: Cade islote que anuncia por la noche el vista ‘es como un Eldorado que promete el Destino; “5 ka bmaginacitn, que planeaba su orga ‘lo ve un arrecife en la mana clara exo a la vez bay una clave secreta del poema, que admite una ea politica y ‘que Baudelaire reconoci6 expliitamente. Hl cexto cxtd dedicado a Maxime du Camp, gran viajero y eantor inconclicio tel progreso. En la carta que acompatia el envio del poema, Baudelaire escubigr “Si el tono sistematicamente yroniano de este poema te dis, gusta, si, por ejemplo, te chocaran mis burlas contra el progres, o Fecho de que el viajero no hallara otra cosa que banalidad, o cualquier ‘otra cosa, dimelo sin preocuparte...”, El ansia de los ghee ve fquf como el progreso que deriva hacia el mal, hacia aquello que po- Guia reconocerse como la banalidad del mal. BL modelo sma de Baudlaire como una teoria primatia, sobre cl relato de viaje. Aquello podria relato, FA relato, 1a Quiero pensar el poes Lic elicacia metaférica, s isa tse, antes que nada, es que 10 bay va) ; sospechatis, Araciéa son connatufales al viaje y de alg modo, Ik / condicign cle existencia de un viaje residiia, en parte, en la posbilida’ | de ser narrado, No sélo de set narrado: también de ser escrito. No so! \ de ser escrito: también de ser lefdo. mos que en el poema Baudelaire se habla de la visiOn y de Ja memoria, facultades que tam- bién participan de modo eminente en la lectura y la escritura, Recorde- mos esos versos de la parte tercera: “jAsombrocos viajeras! ;Cudntas uo- bles historias/ leemos en sus ojos profundos como maresl{ Muéstrennos los estuc ches de sus ricas memorias”. De algin modo muy preciso, /emos las ciuda- des porque antes han sido eserias. ‘El relato de viaje supone que nuestra visién de un espacio es una hectura que, a la vez, engendrara otro relato posible. Este enunciado, que parece tan abstracto, se da cn la literatura de un modo muy defini- do, Voy a evocar un relato de viaje del tinico modo posible: narrindo- lo otra vez, sélo porque quiero acentuat su caracter de potencial repe- ticién, Estamos en 1845. Hay un hombre de treinta y cuatro afios en la tripulacién que partié de Valparaiso hacia Europa: un hombre que lle- va consigo varios ejemplares del iiltimo libro que escribié, Bl barco debe rodear el archipiélago Juan Ferndndez, en jutisdicci6n chilena, y lar una vuelta completa a Ia isla de Mas-a-Fuera. Es una isla de origen nico, inhabitable, poblada de perros salvajes que cazan cerdos. Deciden pasar un dia en tierra y se lanzan en bote hacia ella, como si Viajaran al origen del mundo. A medida que se acerean di por Ia llama de un fogén. Cargan las armas, beben ron y callan. wan de noche a la escabrosa playa, sin ruido y con temor de estre- arse en los pefiascos. El piloto lanza un grito enorme y sdlo se oyen cos y ota vez grita y los ecos laceran el aire solo. El piloto grita ez. Ahora se oyen voces débiles, mientras cl bote esti a punto de ncallar, En la lejania se perciben siluetas. Alguien responde, Les grita que el desembarco es dificil, que alli viven cuatro hombres en cuya aia pueden pasar la noche. El piloto da la orden de buscar un pun- desembarco mis seguro cuando escucha nitidamente un rucgo: » sefior, por Dios, no se vayan... Hace tanto tiempo que no habia- s con nadie!” Los islefios los condujeron hasta tierra firme. “Re- nrdara Usted —escribe Domingo Faustino Sarmiento— que en una de sin duda ninguna en la de Mas-a-Fuera, fue arrojado el elkirk, que dio origen a la siempre célebre historia de n Crusoe. |Cual serfa, pues, nuestra sorpresa, al verla esta vez que presenciabamos, y tan a lo ian a la imaginacién los inolvida- ctura clasica de la nifiez.” Y asf la Namard: la tibe a los habitantes, com- rumbres, con ellos va a cazar sociedad de 1s hombres solos en una isla, que muchos han sofiado con sencilla estu- pidez, también esté desunida: “La discordia es una condicién de nues- tra existencia, aunque no haya gobierno ni mujeres”. viaje de Sarmiento se inicié en Valparaiso el 28 de octubre de 1845 y finalizé en 1848. Respondfa a una mision oficial encomendada por el gobierno chileno con el objeto de evaliar en vatios paises el estado de la enscfianza primaria, Cumple su objetivo al publicar un texto cuyo solo titulo nos suena surrealista en Ia Argentina de 1998: Educacién popular. Ademds, registra su recortido en cartas a sus atnigos. ‘Al regresar rede esa voluminosa cotrespondencia en Vigies en Europa, Africa y América, editado en Chile hacia 1849. Vigjes se inicia con cl episodio de la isla de Robinson. Comenzar asi un libro que pretende describir modernas civilizaciones no parece un acto inocente, pero si ambiguo. Sarmiento sabe que en ese viaje un prisma de libros y de lecturas se interpondra a su mirada: “No ¢s taro que un hombre éstu- dioso, sin salir de su gabinete, deje parado al viajero sobre las cosas mismas que él creia conocer bien pot la inspeccién personal”. La escri- tura de Sarmiento parte de una carencia, cn la conviccién de que el libro “lo hacen pata nosotros los europeos”. Pero de esa inferioridad que declara, admite también una libertad: la de aventurarse “més alla cde lo material y visible, pudiendo con propiedad ofrecer deducciones que vienen de suyo a oftecerse al espiritu”, La riqueza de la mirada satmicntina comienza en su declarada pobreza de visidn; el vacio cs Henado por Ia escritura. De alli los raros objetos literarios que crea, hechos de conocimientos adquiridos, imagenes robadas, filosa légica y un extraordinario, casi faustico impulso narrativo, Como él, sus mejo~ res libros inden en el exceso, Facunds, Vigies, Recuerdos de Provincia, no aspiran a ser novelas, sino algo tal vez mis complejo ¢ inclasificable: tuna interpretacion de lo real hecha no s6lo desde el saber de la época, Sino también desde Ja certidumbre equivoca, pero grandiosa, de lo novelesco, Al cabo de varios dias de viaje lo novelesco asalta la vida y Ia vida se vuelve, de pronto, un suefio realizado. En el relato de este hecho es central. Al repetir a Defoe y su personaje en el comienzo del libro, Sarmiento declara algo mas: que la materia misma del viaje ‘srrify es literatura. Y en literatura toda repeticién no produce lo mis- mo, sino otra cosa: un incremento de sentido. Cuando Sarmiento alude a Robinson Crusoe, invierte los térmi- nos: lo hace desde la experiencia, Cuando Mega a Paris —Ia ciudad libresca, el mito literatio por excelencia— escribe: “El fldneur persigue también una cosa que él mismo no sabe qué es; busca, mira, examina, pasa delante, va dulcemente, hace rodeos, marcha, y lega al fi veces « orillas del Sena, al bulevar ottas, 0 al Palais Royal con imas frecuencia.[.. Jefe, yo ando como un espiritu, como un elemento, como un cuerpo sin alma en esta soledad de Paris.” ‘ Esa ciudad que Sarmiento habia abandonado —Valparafso— no cemitia la flnerie, No hay, en putidad, flineur sin multitud, aun euan- lo ésta sea aludida en el retiro de las Solitarias calles nocturnas, Peto esa figura del relato de -n Paris ni siquiera existe, como vocablo, a la lengua de Sarmiento. Debe decirla en francés. ‘ Lo paradéjico de ambos episodios radica, creo, en el mecanismo invencién propio del relato de viaje. Cuando Sarmiento ve la isla cl archipiélago Juan Fernandez, relata cl hecho desde el Robinson Crusoe c Daniel Defoe. Sin ser estrictamente la isla de Alexander Selkirk, la ma “la isla de Robinson”. Ello corresponde, en términos globales, a n hecho propio del siglo XIX que estudiaron tecientemente con agu- eva Mary Louis Pratt y Adolfo Prieto: Ia reinvencién de América ‘omo objeto de eonocimiento, como paisaje, como Ti 1e-corresponden-a-la etapa de expansion impetial del Viejo Mundo. ero a Ia vez, Satmiento en-Paris-se-construye como sujeto en el Je line ¥, de un modo inmediato, introduce en fa literatura una imagen «que seria decisiva —como nos lo ensefié Benjamin— en la poesia de 1 flinenr, el personaje tipico de la ciudad moderna. Lo extraordinario’es que esa imagen que oftece el relato sarmientino es iw a Ia poesta de Baudelaire por lo menos en diez afios. De hecho, 1846 Baudelaire es diez aiios menor que Sarmiento y la figura del ‘ur eh. sus textos recién aparecer con claridad en varios poemas de cccin Tableance parisiens, escritos entre 1857 a 1860, y en varios clos Pequeis poemas en prosa (Le Spleen de Pani), que no fueron los antes de 1857. Fganizacion politica~ en un entiamada con relatos de viaje europeos * De modo que podria sedalarse otro rasgo del relato de viaje: ‘ato de viaje sin intencién, O, pata decitlo etimoldgicamente, no hay descubrimiento. El relato de viaje ofreceria un mutuo descu- primer descubrimiento consiste en que ese relato, antes » particular de un recoztido, corresponde a la imagen pat- 0. “El mundo nos hace ver nuestra imagen”, dice el 11 relato del viaje se halla enlazado con la serie de an nuestro mundo imaginario. Pero al relato reinventard a la vez segundo descubrimiento. como una interpretacion 0 de vigie descubre ta tmagerel Oto y de to Otro, 7 d pero en él provecta la imagen de si misma. Esto es uswal, por ejemplo, en los ‘elatos de viaje de culturas conformadas en el expansionismo y el co lonialismo. “is vviajero ebrio del poema aparece como un “inventor de “Américas”. Asimismo, ese mundo otro podria represeatar el mal, que debe ser regenerado con la conquista y colonizacién. Al mismo tiem- po, la imagen del Otro ecnformada por el relato de vine del descubridor-cloni- fader, puede ser wilizada por ef Otro para autodefinirse. Un libro de viajes La diversidad y riqueza de los relatos de viaje es sorprendente. Pero ocupan, muchas veees, una zona lateral en la obra de grandes escritores y los lectores no siempre acceden a clla. Los relatos de viaje elegidos no pertenecen a épocas previas al siglo XVIII, quiz’ porque sus rasgos més especificos son posteriores. Desde fines del siglo XVIII y; con plenitud, en el siglo XIX, el viaje tuvo un valor cultural que definfa una nueva calidad de la experiencia y, por lo tanto, exigia un nuevo tipo de esctitura literaria, zelativamente auténoma de los mode~ los ficcionsles propios de Ia marrativa -el cucnto o la novela-. Con todo, el relato de viaje es, basicament forma narrativa: a menu- do, se sitve de la cronica para sugerir la inmediate. de la mirada y la sensacién, pero también del ensayo para preservar sus rodeos espécu- Tativos. Sin embargo, también se le adecua el género epistolar o el dia- tio intimo (y hasta la lirica, como en el Diario de poeta y mar de Juan Ramén Jiménez), Sélo incluyo textos de escritores (es decir, prescindo en general de los testimonios de otros artistas, de cientificos, de histo- tiadores 0 de politicos, con alguna excepci6n). Tiste libro admite relatos de viaje que otiginariamente pudieron constituir ensayos, cr6nicas periodisticas, fragmentos epistolares, dia- tios intimos, memorias 0 autobiograffas. Varios aparccen aqui por pri- mera vez en espaol. Hay, sin embargo, pocos textos de mujeres y éstos corresponden al siglo veinte. Espero que, al menos, el lector lo atribuya a mt ignorancia, no al prejuicio. Puedo, de todos modos, argu- mentat algo, No es que las mujeres no hayan viajado, pero ese acto y la correlativa funcién de su relato suftié el mismo tipo de limitaciones, deberes y contencién que cl resto de las actividades sociales, someti- das a las diferencias del género, es decir, a las pretrogativas de lo mas- culino y lo femenino. Viajar cra posible; no era tan facil ser una viajera. En algunos efrculos ni siquiera era bien visto que una dama viajase en diligencia. La aparicién del rclato de viaje como tal, cntonces, es obli- 18 | cua, aunque haya excepciones como los Recuerdos de viaje; de Ia argenti- Bduara Mansilla, texto apatecié en 1882. Pero en relacion con cantidad de paginas publicadas por los hombres de la generacién del 80, por ejemplo, el ntimero de textos sigue siendo menot. Por otta par- je correspondia a una esfera publica y a menudo se vinculaba tividades muy concretas (politicas, comerciales, culrurales) que lo ejercian los hombres; el espacio obligadamente destinado por la rciedad del siglo XIX a la mujer que, no obstante, estaba en condi- ones de escribir, solia ser cl doméstico. Como obscrvé Virginia Woolf 1 ya candnico Un euarto propia, si en el siglo XIX una mujer escribia, que hacerlo en la sala comin, Jane Austen, una de las mas gran. novelistas inglesas, escondia sus manuscritos o los tapaba cot secante, En la sala, todo el aprendizaje literario era el del ai In emocién y la observacién de caracteres. ¢Cémo era posible escti- > siquicra tomar apuntes, en trinsito? “Por consiguiente —escribe iF guando wa mujer se dedico a escbiy,eseabid naturalmente ” En el caso ejemplar de Juana Manuela Gorriti, Ia recurrencia os ems Ger lOs Viajes) del cxlio “Ale marcarorrs propia expe, nicia vivida- esti mediada siempre por la ficcién natrativa y por el personaje, La viajera, a diferencia de un viajero como Sarmiento que ne el Yo personal con arrogancia, relata su viaje por procuracion. lccit, el relato'de viaje aparece bajo la forma de novela. En “Gubi hay, incluso, una implicita respuesta: la viajera debe viajar de hombre. in Ja medida en que avanzan los tiempos y las ciones, los relatos de viaje se multiplican, Sin embargo, la pri- a de Matilde Sanchez (cuyo relato de viaje se incluye en ») retoma con agudeza la tradieién desde otto lugat: la narta- je Lat ingratitud es, también, una viajera. n fin, este libro no es un catdlogo sistematico ni un atlas de lector hallaré fragmentos, zonas, vislumbres, como si en- 1 biblioteca de lindes no muy definidos, una biblioteca que guna parte y que fuera, virtualmente, inagotable, Cada , cada lector tendré relatos que ni siquic- bro juega a ser una metonimia de esa biblioteca varios libros, porque el recortido de lec- |, como no fue lineal su composicién, No exige I final: tal como un viaje, puede comenzar en 0 in teazados: el lector que opte por Ia lectura que describe el indice, Bee ciein pedes en ido en el montaje y la ‘talo tras capitulo, poded inferir cierto sentid contighidad. Sin ves observara que cada capitulo posee st Prope ‘estructura, su propio sentido auténomo. Incluso todo el lil fo podria cattle come una especie de novela estribica, situada entee io cone: tura y la narracién, con decenas de personajes ave hacen actos seme, janecs, 0 acaso con fm solo personaje multiple, come el inmorea antes tas cl judio condenado a erat pot el mundo. Ademés, Core capfnao tiene enlaces secretos con ofS, encrucjadass bifureaciones ceotinuidades que el lector habri de recorrer. Acaso el formato ideal cove nb sea el volumen, sino el hipertexto. En cambio, 2 oe re ie aa intencion saberlo porta. En fin, an modo posible de coor ete Uibro. seria jléner, como queria Sarmiento: el ecto" ae Hecorter ety, examina, pasa adelante, va dulcemente, hace 20de08, marcha”. JM. Paseos en Paris SS SSS EL extranjero Darse una cena de lujo cn el Palais Royal: eso fue lo que hizo el extranjero al dia siguiente de llegar a Paris, aunque le costara el doble que un mes de alquiler. También necesité acicalarse y comprar un mapa dela ciudad. Era prefcrible contar desde el principio con un paraguas, dos pares de gaantes, un sombrero, dos pantalones, ropa interior, una Gocena de cuellos de camisa, una corbata negra y un frasco de agua de Colonia. Agregaria a esto, para presentarse, cien tarjetas de visita, Por cierto, también corresponderia hacerse retocar de vez en cuando el peinado y la batba, Asl podria asistir a la Opera Comique; ver Pobenrte He Corneille en el Théitre Frangais o Robert, le Diable en la Opera, sin lamar demasiado la atencién. Claro que, pata ser presentado al minis~ tro Guizot, podria agregarse, digamos, una corbata blanca.

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