Coleccion EL TALLER DEL ESCRITOR
Director: Edgardo Russo
Cémo se escribe una novela
— Leopoldo Brizuela y Edgardo Russo
Cémo se escribe un cuento
— Leopoldo Brizuela
Cémo se escribe un poema (Lenguas extranjeras)
— Daniel Freidemberg y Edgardo Russo
Cémo se escribe un poema (Espafiol y portugués)
— Daniel Freidemberg y Edgardo Russo
Cémo se eseribe la carta de amor
— Edgardo Russo y Diego D'Onofrio
Como se escribe el diario intimo
— Alan Pauls
Para leer sin parar. Antologia del lector joven
— Susana Cella
Los escritores de los escritores
— Luis Chitarroni
El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco
— Jorge Monteleone
Serie DOCUMENTOS
El libro de las erlaturas que duermen a nuestro Iado
ra y Teresa Arijon
EL RELATO DE VIAJE
De Sarmiento a Umberto Eco
JORGE MONTELEONE
—_
os
MM et, ATENEOPROLOGO
Espacio del deseo, zona de ensuefio, de reflexisn, de aventura, de
ostalgia 0 porvenir, el viaje ha tenido en la literatura su continuidad
pasién correspondida. Hay diversos modos de viaje. El itine
ico, con latgas estancias en ciudades-museo, donde el viajero se
a de obras de arte, El viaje hacia escenarios grandiosos y paisajes
esconocidos. El viaje exético: la iniciacién en Oriente, el recorrido
culturas ajenas, nacidas en el confin del tiempo, La explotacion
-n las ciudades amadas, que extienden el ambito privado hasta
stitse en una proyeccién del individuo. El viaje donde lo imagi-
» y el ensuefio transforman el espacio real. El viaje cuyo mévil es
nocimiento y el aprei de pueblos admirados. Incluso el via-
conduce al crimen, En ese espacio de piiblica intimidad y des-
e del “yo” que oftece el viaje, el escritor halla posibilidades ex-
hasta entonces vedadas. La literatura, desde siempre, fue la
donde se podia transformar todo recornide en un discurso,
Le voyage
no de sus mayores pocmas, “Le sayage” (“El viaje”), Baudelaire
sieaso, el centro definitivo de la comprensién del relato de
texto se divide en ocho partes. La primera estrofa alude al
> inicial ie como un estadio de impulso puro, una espe-
co donde el tiempo atin no ba pasado:
E.) nit, enamorado de mapa. y de estampas
ve of universo igual a su vasto'apetito,Ab, qué grande es ef mundo la ln, de las dmparast
1 agi del recuerdo qu pequeo eso mondo!
Bl pocma menciona alos que vis pata huir y nego a Jos ous,
tos vardaderos Tos que parten por partic: “Aguelas cos deseo tenn fa
forma de las nud”. Ea segunda parte, el enunciado ico s¢ desplaza
Joe oe de los viajeros: su bésqueda es tereible. La curiosidad los ator
sree cada isla fatura et un Eldorado para Ia imaginaci6n que asf
iste su orgias su objetivo se desplaza y no se encuentra cn ninguna
parte, Baudelaire compara a los viajeros con un marinero ebe al que
ears “inventor de Américas”. En el puente de su basco retuebaba, oo
vam fins ol o's Abre el ga orden anticipa el motivo de la secciGn
\tercera, donde se inicia el conteapunto entre la mirada ye memoria
fercere ical reelama a los vigjeros el relato de lo visto por ¢l-ojo
hechizado:
Asombros viajes! Cudntas nobles bistorias
‘ems en sus ojos projiondos como mares!
“Mnéstrennos los estuches de sus vicas memorias,
‘maravillosas jayas de astrs.y de ter
YY al fin la pregunta decisive: “gqué han visto?”, Tp 'a cuarta parte
rotonet la 4a de los viajeros, y en @lla responde strrelato omnlvoro de
Secepeién y de ansia, Han visto astros, mares y desiertos, fa gloria de
secretly bajo el exeptsculo, paisajes imperial... pero nada podtia
suplantar el azar de la mutacin continua para aquellos cuyo ‘deseo
tiene la forma misma de las nubes:
‘Las cindades ms ricas, los paisajes mds vastos,
ino contienen jamés la atracciin misterisa
ide aquell que el azar backa con las nubs.
Y ofra vez, ef desco volvla a inguielarnost
Pero también hallamos la ficeibn del viaje, el resto imaginario que
cl relato, por falso o limitado que ses, restituye. Los viajetos, qe ye
cee atmaron su tedio, aos obsequian la quimera como un mellizo
Pes ael deseo vacante: “Sin embargo, hemos esbozado algunas diefios Pare
tac cy waragy hermanas que balan bello todo lo que viewed jos! . Como
wi adeo, ln ota vor torna a preguatar, Baudelaire reserva tos la sec-
cidn quinta del poema a ese tinico hemistiquio insaciable: “Es puis, ef
puis encore?” Y después, ¥ d
Tespués gqué mis? De pronto compre
nos que un deseo tou, nico, anata als viajeros vals destin
sos desu relatos ungs no cesan de busar el azar de lo divers cn an
9 continuo; otros no sacian jamis la sed por esa hi
fing que debe repetise una y ota vez como un cuento infant Yast
ela a su audiencia la voz de |c aces a
1 de los viajeros que abre la seccidn scis:
iCabees infty dice, Ahora ou relto quire romper con a ne
cencia, la oscum indcencia de la repeticién; via A
sel i Gaekise del ck ea
Y para no obidar el punto capital
0 fdas pares vis, cn babel bc,
oo alto a lo bajo de la escala fatal
el tedioso expecicul del inmortal peeada.
_ La vileza, Ja esclavitud, Ia tirana, la estupide
mencia, son los emblemas de ese mundo, En la
vou pare y 1 2
parece transformarse y alcanzar el inexorable conocimiento:
jSaber
[Saber amargo, aguel que se aprende del vigjel
El mando, ‘monbone J agra Halal
de ayer, mahana y siwipre, hace ver nuestra tmagen:
7 oasis de horfor en desiertes de basta!
sa sabiduria admite
fa que, aunque la meta iiltima del vi
mado, el deseo lamzado hci adelante con faecal ne
sa edie empo que, de hecho, nos precipita, Alacer el mun-
e ensombrece yconocemos como en espejo muestra propia ima-
lato y el sujeto se desplazan y giran en el vacio -
“ie de ener dgpidadey de henmpllde exletictlon “ede ea
s imo, debinitivo: “Ob muerte, vigia capitana ‘
tos enlat Et pans abr, rr pagent” Busieaire ie
un Facgo ‘que ade en Ia concienca y que nos abisma en ese win
final del timo verso del poema, el viaje Lf dl dea
rein Baudelaire aleanza"una verdad-tetrible: su
supie¥e qué lo nisevo, lo realmente nuevo para una vida en cons-
leseo arrojado es, de he
sore feorno lo inanlmadh ylo horgaica viaje pate
debe ser contrastada con una
ito. Alli aparece esa ¥
fifora: todo vinje combina, desaciante, la experiencia del cuerpo y la experiencia del tiem-
snmodo sete ate Te acme de
Vinculo, El viaje es una experiencia corporal: los eoeeen vinjeros
Yel poema de Baudelaire, se embriggan de espacio, pareen el tedio, sien.
fen un ardor inguicto en su corazén, el goce agrega jiurga a su deseo ¥
ren yom les dice “abre los aja”. Los viajeros no sélo se desplazan en cl
gapacio sino también en el tiempo, En la medida en que todo vise €5,
$B vex que teal, imaginario, también el cuerpo, el tiempo y el espaci
Gntran en dicha cortelacin ambigua: “el mundo, bey, maitana, siempre,
tios bac ver nuestra imagen”, dice el poems. Al tiempo real del vinjero, 2
fa cusrpo en movimiento y al espacio recortido, se sobreimprimen ¢
tiempo de su ensuefo, la imagen que lo habita y un dmbito ircel.
telat de viaje esta hecho de ese poblado teatro de tiempos, de lugares
y de sujetos:
Cade islote que anuncia por la noche el vista
‘es como un Eldorado que promete el Destino;
“5 ka bmaginacitn, que planeaba su orga
‘lo ve un arrecife en la mana clara
exo a la vez bay una clave secreta del poema, que admite una
ea politica y ‘que Baudelaire reconoci6 expliitamente. Hl cexto
cxtd dedicado a Maxime du Camp, gran viajero y eantor inconclicio
tel progreso. En la carta que acompatia el envio del poema, Baudelaire
escubigr “Si el tono sistematicamente yroniano de este poema te dis,
gusta, si, por ejemplo, te chocaran mis burlas contra el progres, o
Fecho de que el viajero no hallara otra cosa que banalidad, o cualquier
‘otra cosa, dimelo sin preocuparte...”, El ansia de los ghee ve
fquf como el progreso que deriva hacia el mal, hacia aquello que po-
Guia reconocerse como la banalidad del mal.
BL modelo
sma de Baudlaire como una teoria primatia,
sobre cl relato de viaje. Aquello podria
relato, FA relato, 1a
Quiero pensar el poes
Lic elicacia metaférica, s isa
tse, antes que nada, es que 10 bay va) ;
sospechatis, Araciéa son connatufales al viaje y de alg modo, Ik
/ condicign cle existencia de un viaje residiia, en parte, en la posbilida’
| de ser narrado, No sélo de set narrado: también de ser escrito. No so!
\ de ser escrito: también de ser lefdo. mos que en el poema
Baudelaire se habla de la visiOn y de Ja memoria, facultades que tam-
bién participan de modo eminente en la lectura y la escritura, Recorde-
mos esos versos de la parte tercera: “jAsombrocos viajeras! ;Cudntas uo-
bles historias/ leemos en sus ojos profundos como maresl{ Muéstrennos los estuc
ches de sus ricas memorias”. De algin modo muy preciso, /emos las ciuda-
des porque antes han sido eserias.
‘El relato de viaje supone que nuestra visién de un espacio es una
hectura que, a la vez, engendrara otro relato posible. Este enunciado,
que parece tan abstracto, se da cn la literatura de un modo muy defini-
do, Voy a evocar un relato de viaje del tinico modo posible: narrindo-
lo otra vez, sélo porque quiero acentuat su caracter de potencial repe-
ticién,
Estamos en 1845. Hay un hombre de treinta y cuatro afios en la
tripulacién que partié de Valparaiso hacia Europa: un hombre que lle-
va consigo varios ejemplares del iiltimo libro que escribié, Bl barco
debe rodear el archipiélago Juan Ferndndez, en jutisdicci6n chilena, y
lar una vuelta completa a Ia isla de Mas-a-Fuera. Es una isla de origen
nico, inhabitable, poblada de perros salvajes que cazan cerdos.
Deciden pasar un dia en tierra y se lanzan en bote hacia ella, como si
Viajaran al origen del mundo. A medida que se acerean di
por Ia llama de un fogén. Cargan las armas, beben ron y callan.
wan de noche a la escabrosa playa, sin ruido y con temor de estre-
arse en los pefiascos. El piloto lanza un grito enorme y sdlo se oyen
cos y ota vez grita y los ecos laceran el aire solo. El piloto grita
ez. Ahora se oyen voces débiles, mientras cl bote esti a punto de
ncallar, En la lejania se perciben siluetas. Alguien responde, Les grita
que el desembarco es dificil, que alli viven cuatro hombres en cuya
aia pueden pasar la noche. El piloto da la orden de buscar un pun-
desembarco mis seguro cuando escucha nitidamente un rucgo:
» sefior, por Dios, no se vayan... Hace tanto tiempo que no habia-
s con nadie!” Los islefios los condujeron hasta tierra firme. “Re-
nrdara Usted —escribe Domingo Faustino Sarmiento— que en una de
sin duda ninguna en la de Mas-a-Fuera, fue arrojado el
elkirk, que dio origen a la siempre célebre historia de
n Crusoe. |Cual serfa, pues, nuestra sorpresa, al verla esta vez
que presenciabamos, y tan a lo
ian a la imaginacién los inolvida-
ctura clasica de la nifiez.” Y asf la Namard: la
tibe a los habitantes, com-
rumbres, con ellos va a cazar
sociedad de
1shombres solos en una isla, que muchos han sofiado con sencilla estu-
pidez, también esté desunida: “La discordia es una condicién de nues-
tra existencia, aunque no haya gobierno ni mujeres”.
viaje de Sarmiento se inicié en Valparaiso el 28 de octubre de
1845 y finalizé en 1848. Respondfa a una mision oficial encomendada
por el gobierno chileno con el objeto de evaliar en vatios paises el
estado de la enscfianza primaria, Cumple su objetivo al publicar un
texto cuyo solo titulo nos suena surrealista en Ia Argentina de 1998:
Educacién popular. Ademds, registra su recortido en cartas a sus atnigos.
‘Al regresar rede esa voluminosa cotrespondencia en Vigies en Europa,
Africa y América, editado en Chile hacia 1849. Vigjes se inicia con cl
episodio de la isla de Robinson. Comenzar asi un libro que pretende
describir modernas civilizaciones no parece un acto inocente, pero si
ambiguo. Sarmiento sabe que en ese viaje un prisma de libros y de
lecturas se interpondra a su mirada: “No ¢s taro que un hombre éstu-
dioso, sin salir de su gabinete, deje parado al viajero sobre las cosas
mismas que él creia conocer bien pot la inspeccién personal”. La escri-
tura de Sarmiento parte de una carencia, cn la conviccién de que el
libro “lo hacen pata nosotros los europeos”. Pero de esa inferioridad
que declara, admite también una libertad: la de aventurarse “més alla
cde lo material y visible, pudiendo con propiedad ofrecer deducciones
que vienen de suyo a oftecerse al espiritu”, La riqueza de la mirada
satmicntina comienza en su declarada pobreza de visidn; el vacio cs
Henado por Ia escritura. De alli los raros objetos literarios que crea,
hechos de conocimientos adquiridos, imagenes robadas, filosa légica y
un extraordinario, casi faustico impulso narrativo, Como él, sus mejo~
res libros inden en el exceso, Facunds, Vigies, Recuerdos de Provincia, no
aspiran a ser novelas, sino algo tal vez mis complejo ¢ inclasificable:
tuna interpretacion de lo real hecha no s6lo desde el saber de la época,
Sino también desde Ja certidumbre equivoca, pero grandiosa, de lo
novelesco, Al cabo de varios dias de viaje lo novelesco asalta la vida y
Ia vida se vuelve, de pronto, un suefio realizado. En el relato de
este hecho es central. Al repetir a Defoe y su personaje en el comienzo
del libro, Sarmiento declara algo mas: que la materia misma del viaje
‘srrify es literatura. Y en literatura toda repeticién no produce lo mis-
mo, sino otra cosa: un incremento de sentido.
Cuando Sarmiento alude a Robinson Crusoe, invierte los térmi-
nos: lo hace desde la experiencia, Cuando Mega a Paris —Ia ciudad
libresca, el mito literatio por excelencia— escribe: “El fldneur persigue
también una cosa que él mismo no sabe qué es; busca, mira, examina,
pasa delante, va dulcemente, hace rodeos, marcha, y lega al fi
veces « orillas del Sena, al bulevar ottas, 0 al Palais Royal con imas
frecuencia.[.. Jefe, yo ando como un espiritu, como un elemento,
como un cuerpo sin alma en esta soledad de Paris.” ‘
Esa ciudad que Sarmiento habia abandonado —Valparafso— no
cemitia la flnerie, No hay, en putidad, flineur sin multitud, aun euan-
lo ésta sea aludida en el retiro de las Solitarias calles nocturnas, Peto
esa figura del relato de -n Paris ni siquiera existe, como vocablo,
a la lengua de Sarmiento. Debe decirla en francés. ‘
Lo paradéjico de ambos episodios radica, creo, en el mecanismo
invencién propio del relato de viaje. Cuando Sarmiento ve la isla
cl archipiélago Juan Fernandez, relata cl hecho desde el Robinson Crusoe
c Daniel Defoe. Sin ser estrictamente la isla de Alexander Selkirk, la
ma “la isla de Robinson”. Ello corresponde, en términos globales, a
n hecho propio del siglo XIX que estudiaron tecientemente con agu-
eva Mary Louis Pratt y Adolfo Prieto: Ia reinvencién de América
‘omo objeto de eonocimiento, como paisaje, como Ti
1e-corresponden-a-la etapa de expansion impetial del Viejo Mundo.
ero a Ia vez, Satmiento en-Paris-se-construye como sujeto en el Je
line ¥, de un modo inmediato, introduce en fa literatura una imagen
«que seria decisiva —como nos lo ensefié Benjamin— en la poesia de
1 flinenr, el personaje tipico de la ciudad moderna. Lo
extraordinario’es que esa imagen que oftece el relato sarmientino es
iw a Ia poesta de Baudelaire por lo menos en diez afios. De hecho,
1846 Baudelaire es diez aiios menor que Sarmiento y la figura del
‘ur eh. sus textos recién aparecer con claridad en varios poemas de
cccin Tableance parisiens, escritos entre 1857 a 1860, y en varios
clos Pequeis poemas en prosa (Le Spleen de Pani), que no fueron
los antes de 1857.
Fganizacion politica~ en un entiamada con relatos de viaje europeos *
De modo que podria sedalarse otro rasgo del relato de viaje:
‘ato de viaje sin intencién, O, pata decitlo etimoldgicamente, no hay
descubrimiento. El relato de viaje ofreceria un mutuo descu-
primer descubrimiento consiste en que ese relato, antes
» particular de un recoztido, corresponde a la imagen pat-
0. “El mundo nos hace ver nuestra imagen”, dice el
11 relato del viaje se halla enlazado con la serie de
an nuestro mundo imaginario. Pero al
relato reinventard a la vez
segundo descubrimiento.
como una interpretacion
0 de vigie descubre ta tmagerel Oto y de to Otro,
7
dpero en él provecta la imagen de si misma. Esto es uswal, por ejemplo, en los
‘elatos de viaje de culturas conformadas en el expansionismo y el co
lonialismo. “is
vviajero ebrio del poema aparece como un “inventor de
“Américas”. Asimismo, ese mundo otro podria represeatar el mal, que
debe ser regenerado con la conquista y colonizacién. Al mismo tiem-
po, la imagen del Otro ecnformada por el relato de vine del descubridor-cloni-
fader, puede ser wilizada por ef Otro para autodefinirse.
Un libro de viajes
La diversidad y riqueza de los relatos de viaje es sorprendente.
Pero ocupan, muchas veees, una zona lateral en la obra de grandes
escritores y los lectores no siempre acceden a clla. Los relatos de viaje
elegidos no pertenecen a épocas previas al siglo XVIII, quiz’ porque
sus rasgos més especificos son posteriores. Desde fines del siglo XVIII
y; con plenitud, en el siglo XIX, el viaje tuvo un valor cultural que
definfa una nueva calidad de la experiencia y, por lo tanto, exigia un
nuevo tipo de esctitura literaria, zelativamente auténoma de los mode~
los ficcionsles propios de Ia marrativa -el cucnto o la novela-. Con
todo, el relato de viaje es, basicament forma narrativa: a menu-
do, se sitve de la cronica para sugerir la inmediate. de la mirada y la
sensacién, pero también del ensayo para preservar sus rodeos espécu-
Tativos. Sin embargo, también se le adecua el género epistolar o el dia-
tio intimo (y hasta la lirica, como en el Diario de poeta y mar de Juan
Ramén Jiménez), Sélo incluyo textos de escritores (es decir, prescindo
en general de los testimonios de otros artistas, de cientificos, de histo-
tiadores 0 de politicos, con alguna excepci6n).
Tiste libro admite relatos de viaje que otiginariamente pudieron
constituir ensayos, cr6nicas periodisticas, fragmentos epistolares, dia-
tios intimos, memorias 0 autobiograffas. Varios aparccen aqui por pri-
mera vez en espaol. Hay, sin embargo, pocos textos de mujeres y
éstos corresponden al siglo veinte. Espero que, al menos, el lector lo
atribuya a mt ignorancia, no al prejuicio. Puedo, de todos modos, argu-
mentat algo, No es que las mujeres no hayan viajado, pero ese acto y la
correlativa funcién de su relato suftié el mismo tipo de limitaciones,
deberes y contencién que cl resto de las actividades sociales, someti-
das a las diferencias del género, es decir, a las pretrogativas de lo mas-
culino y lo femenino. Viajar cra posible; no era tan facil ser una viajera.
En algunos efrculos ni siquiera era bien visto que una dama viajase en
diligencia. La aparicién del rclato de viaje como tal, cntonces, es obli-
18
| cua, aunque haya excepciones como los Recuerdos de viaje; de Ia argenti-
Bduara Mansilla, texto apatecié en 1882. Pero en relacion con
cantidad de paginas publicadas por los hombres de la generacién del
80, por ejemplo, el ntimero de textos sigue siendo menot. Por otta par-
je correspondia a una esfera publica y a menudo se vinculaba
tividades muy concretas (politicas, comerciales, culrurales) que
lo ejercian los hombres; el espacio obligadamente destinado por la
rciedad del siglo XIX a la mujer que, no obstante, estaba en condi-
ones de escribir, solia ser cl doméstico. Como obscrvé Virginia Woolf
1 ya candnico Un euarto propia, si en el siglo XIX una mujer escribia,
que hacerlo en la sala comin, Jane Austen, una de las mas gran.
novelistas inglesas, escondia sus manuscritos o los tapaba cot
secante, En la sala, todo el aprendizaje literario era el del ai
In emocién y la observacién de caracteres. ¢Cémo era posible escti-
> siquicra tomar apuntes, en trinsito? “Por consiguiente —escribe
iF guando wa mujer se dedico a escbiy,eseabid naturalmente
” En el caso ejemplar de Juana Manuela Gorriti, Ia recurrencia
os ems Ger lOs Viajes) del cxlio “Ale marcarorrs propia expe,
nicia vivida- esti mediada siempre por la ficcién natrativa y por el
personaje, La viajera, a diferencia de un viajero como Sarmiento que
ne el Yo personal con arrogancia, relata su viaje por procuracion.
lccit, el relato'de viaje aparece bajo la forma de novela. En “Gubi
hay, incluso, una implicita respuesta: la viajera debe viajar
de hombre. in Ja medida en que avanzan los tiempos y las
ciones, los relatos de viaje se multiplican, Sin embargo, la pri-
a de Matilde Sanchez (cuyo relato de viaje se incluye en
») retoma con agudeza la tradieién desde otto lugat: la narta-
je Lat ingratitud es, también, una viajera.
n fin, este libro no es un catdlogo sistematico ni un atlas de
lector hallaré fragmentos, zonas, vislumbres, como si en-
1 biblioteca de lindes no muy definidos, una biblioteca que
guna parte y que fuera, virtualmente, inagotable, Cada
, cada lector tendré relatos que ni siquic-
bro juega a ser una metonimia de esa biblioteca
varios libros, porque el recortido de lec-
|, como no fue lineal su composicién, No exige
I final: tal como un viaje, puede comenzar en
0in teazados: el lector que opte por Ia lectura que describe el indice,
Bee ciein pedes en ido en el montaje y la
‘talo tras capitulo, poded inferir cierto sentid
contighidad. Sin ves observara que cada capitulo posee st Prope
‘estructura, su propio sentido auténomo. Incluso todo el lil fo podria
cattle come una especie de novela estribica, situada entee io cone:
tura y la narracién, con decenas de personajes ave hacen actos seme,
janecs, 0 acaso con fm solo personaje multiple, come el inmorea
antes tas cl judio condenado a erat pot el mundo. Ademés, Core
capfnao tiene enlaces secretos con ofS, encrucjadass bifureaciones
ceotinuidades que el lector habri de recorrer. Acaso el formato ideal
cove nb sea el volumen, sino el hipertexto. En cambio, 2
oe re ie aa intencion saberlo porta. En fin, an modo posible de
coor ete Uibro. seria jléner, como queria Sarmiento: el ecto" ae
Hecorter ety, examina, pasa adelante, va dulcemente, hace 20de08,
marcha”.
JM.
Paseos en Paris
SS SSS
EL extranjero
Darse una cena de lujo cn el Palais Royal: eso fue lo que hizo el
extranjero al dia siguiente de llegar a Paris, aunque le costara el doble
que un mes de alquiler. También necesité acicalarse y comprar un mapa
dela ciudad. Era prefcrible contar desde el principio con un paraguas,
dos pares de gaantes, un sombrero, dos pantalones, ropa interior, una
Gocena de cuellos de camisa, una corbata negra y un frasco de agua de
Colonia. Agregaria a esto, para presentarse, cien tarjetas de visita, Por
cierto, también corresponderia hacerse retocar de vez en cuando el
peinado y la batba, Asl podria asistir a la Opera Comique; ver Pobenrte
He Corneille en el Théitre Frangais o Robert, le Diable en la Opera, sin
lamar demasiado la atencién. Claro que, pata ser presentado al minis~
tro Guizot, podria agregarse, digamos, una corbata blanca.