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Fundación Universitaria Unicervantes

Curso: Escatología
Docente: Jaime Barrera Cuesta
Estudiante: Oscar Fernando Rivas Quintero.

La Parusía1

La venida del Señor o el día de Yahvé expresan los dos significados que se pueden
aplicar al termino parusía; cada una responde a un modo de comprensión que se enmarca
dentro del judaísmo (Antiguo Testamento) y el cristianismo (Antiguo y Nuevo Testamento)
sin dejar de lado le relación entre ambas concepciones. Ahora en primer lugar el autor
inicia explicando el termino parusía como día de Yahvé y, en segundo lugar, como venida
del Señor. Para el pueblo de Israel esta está relacionado con las intervenciones de Dios en
la historia de la salvación la cual corresponde a la ultima intervención de Dios en ella, la
llegada del “Reino de Dios”2 y con ella la liberación del pueblo, la destrucción de los
opresores y la restauración del pueblo. La idea de juicio resalta aquí en relación con la
destrucción y el castigo tanto para los infieles como a los enemigos/opresores del pueblo de
Israel.
Esa esperanza mesiánica en la presencia duradera de Yahvé como lo resaltan los profetas
post-exílicos (cf. 2 S 7, 1-16; Jr 23, 5-6) la relacionan con un ser humano que ha de venir y
es parte de la casa de David3, un vástago que será Rey de todos. En la parusía del siglo II
antes de Cristo el acento estaba puesto en “imágenes y comparaciones que necesitan a
veces de una ulterior interpretación”4 dentro de una literatura apocalíptica que busca
consolar un pueblo en cautiverio y darle esa esperanza de victoria con la llegada del Mesías
o Hijo del hombre que reinará sobre todo según la visión del profeta Daniel (Cf. 7, 9-14)5.
En esta Parusía descrita por los profetas se resalta el lugar de procedencia, en este caso el
cielo, la manera explícita como le asocian con un hombre trascendente y a lo que viene a

1
José Antonio Sayés, Escatología, Cap. VII, 2006. Ed. Pelicano, Madrid-España, pp. 143-162.
2
J.A. Sayés, 2006, p. 143.
3
Ibid. p.144.
4
Ibid.
5
Ibid. 145.
juzgar a las bestias terrestres (Dn 7, 9-14) pero resalta también el lugar en donde sucederá
el juicio, el cielo.
Estos elementos ¿Cómo se relacionan con el concepto de parusía del cristianismo desde
sus primeras etapas? El dato bíblico es decir el revelado por la misma revelación en
persona, es decir Cristo, al igual que el anterior concepto de parusía será el que guie la
reflexión de Sayés. En ella Cristo después de la ascensión se resaltan algunos elementos
que tienen relación con la parusía del Antiguo Testamento como su procedencia, el cielo;
ese Hijo del hombre que el A.T se relaciona con el mesías en el Nuevo ese mesías es el
Cristo, es Jesús resucitado.6
Y con su llegada se instaurará el Reino de Dios en su plenitud en donde solo habitarán
los que serán llamados justos. La espera en una primera fase de la teología paulina es
inminente (1 Ts) aun estando las personas en vida, se puede decir que la primera espera está
centrada en los vivos, pero al darse la pregunta sobre la parusía sobre los muertos hace
cambiar la perspectiva la introducirlos junto con los impíos como sujetos serán juzgados (2
Ts, 2 Cor) El impío, el hijo de la perdición, satanás se revela aquí como elemento
indispensable en esa espera, que implica una lucha que tendrá su fin en el final de los
tiempos7 que según la teología joanica terminará en la victoria del Señor.
Ante esa lucha y esa espera se le propone a los que están en vida que estén vigilantes (2
Tes 2, 1ss) y tengan tiempo para su conversión (2 P) en fin de ser justos ante los ojos de
Dios. durante ese tiempo, la Iglesia camina con la humanidad para prepararlos y para ello la
sucesión apostólica funciona como ese vinculo que une toda la historia de la Iglesia,
vinculo que no es otro que el mismo Espíritu Santo, que ha sido enviado por Cristo,
después del acontecimiento divino que marca el inicio de una nueva era8, mientras vuelve.
En la patrística es donde se expresa mejor el punto de diferencia entre las dos parusías
(A,T y N.T) especialmente con san Justino que propone también dos parusías (la de la
carne –Encarnación-, la de la gloria) que abordan en cierto punto la inminente venida del
Señor como hecho ya realizado y por realizar al mismo tiempo; a ello se podría llamar

6
Sayés, p. 146.
7
Ibid. p. 147.
8
Ibid. p. 148.
como tensión escatológica, pero esa espera indefinida tuvo un punto bajo en la época de
Constantino y san Agustín se centraría en una interpretación espiritual de ella.
Para abordar esa tensión escatológica el autor se centra en un discurso cristológico desde
un discurso escatológico que implica la venida del Señor y que algunos estarán con vida
cuando eso pase (Cf. Mc 9, 1; Mt 10, 23). Nocke expresa en ello la conexión entre presente
y futuro tal y como lo presenta la literatura apocalíptica tiene doble finalidad tanto el
inminente suceso y su debida preparación que implica un cambio entre la antigua alianza y
la nueva, sin embargo, la fecha de la segunda venida según Mateo solo la sabe el Padre9.
Ese tiempo de espera es el tiempo de la Iglesia que Juan relaciona con el tiempo de una
Iglesia perseguida y que clama la venida del Señor como victoria sobre el mal o el día del
juicio universal. Durante ese tiempo se han dado unos signos o “condiciones previas”10 que
preparan para la segunda venida tales como la predicación del Reino, el anticristo – o varios
anticristos-, con el cual se tendrá la confrontación final y la conversión de los impíos.
A estos elementos, se le añaden los que sucederán después de la Parusía como la
resurrección de los muertos, el juicio final y la restauración de todas las cosas. Empecemos
por el primero.
Con la resurrección de los muertos la corrupción corporal deja de tener dominio sobre la
carne creada por Dios (Hch 2, 31) tal y como hizo con la de Jesús, la cual no fue creada
sino engendrada y preservada de ello desde el momento de la encarnación. Con esta
resurrección el hombre recupera lo perdido para siempre al participar de la gloria de
Cristo11 pero al igual que es personal esa salvación, lo es también
comunitaria/cósmica/universal tal y como lo cita el Catecismo (Cf. 1042). Por último “no
se puede olvidar que el que resucita nuestros cuerpos es el que los ha creado de la nada y
el que superó las leyes de la naturaleza con sus milagros”12
En cuanto al juicio final o tribunal como lo llamaban los profetas tiene tres elementos
juicio retribución que decante en la salvación o la condenación como lo expresa san Juan
(Cf. 5, 28-29) y san Mateo (Cf. 25, 31.32.46) 13 la cual no está desligada de la salvación
9
Sayés, p. 150.
10
Ibid. p 152.
11
Ibid. p. 155.
12
Ibid. p. 156.
13
Ibid. p. 157.
universal, como meta de Cristo, el cual es la medida para determinar si un ser humano se
salva o condena (Cf. Jn 3, 19)14
Posterior a ese juicio está la renovación de todo lo creado que es la fase final de la
instauración del Reino de Dios y con el los cielos nuevos y la tierra nueva (Cf. Is 65, 17-
21;66, 22; 2 P 3, 13; Ap. 21, 1) 15; esto implica que no solo el cuerpo humano tendrá cuerpo
glorioso sino también la creación cósmica. Después de la segunda guerra mundial la
pregunta por la contribución del hombre, por medio de su trabajo, en esa instauración fue
tema de debate teológico. ¿El ser humano es una agente pasivo o activo? Sayés va por la
vía de la contribución activa del hombre en la instauración del reino citando la GS 39.
Obras que serán purificadas en el “crisol de su acción (de Dios) transformadora”16 ello
partiendo de la siguiente afirmación “Dios desborda siempre nuestra acción, pero no la
desprecia nunca”17
Para terminar la tensión por la pronta venida de Dios expresada en la Sagrada Escritura
como ya se ha expresado anteriormente, también dio pie para una interpretación mal
encaminada como lo es el milenarismo el cual propone un triunfo temporal y social de
Cristo, también la época del Espíritu Santo y una concepción de la función mediadora de la
Iglesia como provisiona, y por último la negación de las dos venidas de Cristo expresadas
en la biblia y la propuesta una plenitud intrahistórica opuesta a la que defiende la Iglesia: la
plenitud de los tiempo es extra histórica.

14
Sayés. P. 158.
15
Ibid.
16
Ibid. p. 160.
17
Ibid. p. 161.

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